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Ponencia
La apócrifa naturaleza humana

Por
Mateo Calderón David

Universidad de Antioquia
Instituto de Filosofía
Naturaleza Humana
2018-1
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Antes de empezar, es menester aclarar que el contenido de esta ponencia, como


muchos otros temas humanos, es ampliamente discutible, y, en efecto, se expone para ser
rebatido u objetado; aunque, es obvio, también para ser respaldado y complementado con
otras teorías y puntos de vista que enriquezcan la discusión.

Ahora bien, quizá de forma un tanto sucinta, la idea que hoy pretendo desarrollar,
tiene como propósito negar el concepto de naturaleza humana entendido éste como el
carácter distintivo inherente al hombre. Es innegable y evidente, que muchos pensadores
estén de acuerdo con el discurso de la naturaleza humana que le atribuye al hombre una
esencia que, se supone, se le es dada de por sí desde su nacimiento, lo que lo hace ser un
individuo con ciertas cualidades y contenidos innatos. Empero, en la negación de ese
concepto de naturaleza humana que aquí pretendo desarrollar, se piensa bastante disímil,
y a continuación desplegaré cuatro motivos y la importancia de dicha negación.

La primera razón por medio de la cual niego aquí dicho concepto, estriba en el hecho
de la limitación que se presupone a lo humano cuando se le admite una esencia dada. Es
decir, en este discurso se considera absurdo que el humano posea propiedades
permanentes e invariables que lo determinen como ser y que, sin ellas, no pueda ser lo
que es. Cuando se le atribuye al hombre una característica inmutable, o sea cuando se le
define, en la misma definición ya se halla una limitación que imposibilita la libertad de
ser otra cosa. En este discurso se piensa, por el contrario, que el humano no es definible
más allá de lo físico y lo biológico, es decir, se concibe que el humano una vez arrojado
al mundo en su condición de simple existencia, empieza a hacerse a sí mismo con base en
las realidades humanas. En consecuencia, si un hombre nace en la India, es menester y
común que se haga a sí mismo con los principios éticos y morales que la cultura de la
India, a priori, haya cimentado tras una larga historia llena acontecimientos. Así mismo
sucederá con cualquier persona que nazca en cualquier lugar del mundo que hoy
llamamos tierra. Por ello, no es absurdo enunciar que, según la realidad humana en la que
nazcamos, será el ser humano que posteriormente seamos.
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De modo que es incorrecto pensar que determinada forma de actuar es innata al ser
humano, pues, ciertamente, dichas formas variarían de acuerdo al contexto. Un
musulmán, por ejemplo, pensará que amar y defender a Alá1, es parte de una naturaleza
humana, ya que desde que conoce la vida lo ha sentido presente en sí y en todos sus
semejantes, hecho que lo llevaría, incluso, a cometer actos atroces que, en nombre de su
dios, consideraría “naturales y necesarios”. Por otro lado, si a un cristiano se le platicara
acerca de dicho dios, no lo vería ni de cerca como una entidad inherente a una naturaleza
humana, sino que lo percibiría, simplemente, como un hecho histórico acuñado en la
tradición musulmana. Desde este punto de vista, es preferible hablar de una realidad
humana, en vez de una naturaleza humana, pues la primera es susceptible de cambios y se
puede reinventar todo el tiempo; la segunda no ve posible nada más de lo que su ambigua
definición encierra.

Hoy día, las gentes que reflexionan o hablan ingenuamente de este tema, le atribuyen
al ser humano de forma caótica, vaga y bajo un aspecto ridículo, ciertas cualidades
innatas que nada tienen de serlo; el problema es que no reconocen que dichas cualidades
están mediadas por las circunstancias del contexto, la historia y la cultura, y nada tienen
que ver con las características físicas y biológicas con las que el individuo nace.

La segunda razón por la cual considero refutable dicho concepto, estriba en las
nociones sartreanas de ser en sí y ser para sí, propuestas por Jean-Paul Sartre en El Ser y
la Nada. Sartre establece –en el ser para sí– que el hombre es su proyecto original y solo
se hace por sus deseos. Es el ser proyectante y capaz. El humano es el único cuyo ser
consiste en proyectar. El humano es el propio ser de la conciencia o subjetividad. Así,
Sartre propone que la existencia precede a la esencia, y que esta última solo se hace en
ese aparecerse a sí mismo frente al mundo.

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Para el islam, es el único, omnipotente y omnisapiente creador y sustentador del universo.
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En pocas palabras, dice que empezamos por ser nada, y que depende de nosotros
darle un sentido a esa nada. En este caso, es pertinente comparar la supuesta naturaleza
humana con la otra noción sartreana: el ser en sí: en ésta entra todo aquello que es
siempre lo mismo y nunca va a ser distinto de lo que es. Es decir, el ser en sí es lo que es
y no puede ser lo que no es. Con la aseveración el ser es, Sartre pretende indicar que el
ser es positividad, realidad, historia, actualidad, o como lo diría Heidegger, posibilidad.

En el ser en sí no está presente la nada, ni la diferenciación, ni el movimiento,


simplemente es. Todo lo que no es humano, por carecer de libertad, es denominado ser en
sí. Por ser compacto, denso, homogéneo, no incluye en su interior duplicidad alguna;
Sartre impugna las ideas acostumbradas de acto y potencia, apariencia y realidad; la nada
no está presente en el ser, es una particularidad que nosotros embutimos en la realidad,
como cuando expresamos que la semilla no es un árbol pero que posteriormente puede
llegar a serlo, o decimos que un semicírculo es un círculo inconcluso; en el ser en sí no
hay duplicidad de potencia y acto: únicamente desde nuestra representación la semilla es
árbol en potencia, puesto que nosotros, los humanos, nos esmeramos para que así sea, nos
representamos el futuro que no está ni estará, ponemos la semilla en el futuro y la
observamos incrédulos como árbol; al figurárnosla en el futuro como árbol transponemos
esta forma de ser al presente e introducimos esa potencialidad en la realidad actual de
dicha semilla; así mismo, en el caso del semicírculo mirado como círculo inconcluso, es
nuestra mente la que forma la figura completamente y proyecta en la realidad, la
ausencia.

El ser en sí no es reflexivo, pues la reflexión exige consciencia, lo que, en efecto, no


tiene este ser en sí. De ahí que sea increado; la noción de creación de lo real le parece
irracional a Sartre; pero, por otro lado, el ser en sí no es causa de sí, simplemente es lo
que es.

De ahí que el hombre sea para Sartre un total ser para sí, en otras palabras, un ser
libre que se encuentra existiendo, y debe decidir que ha de hacer con él mismo. De ello
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que cada hombre deba buscar su fin propio, válido sólo para él. De ahí que desde el
existencialismo se haya insistido sobre la idea del humano como ajeno a cualquier
naturaleza dada. Somos pura posibilidad de autodeterminación, pura autonomía, pura
elección; somos acto voluntario, espontaneidad, margen de indeterminación, ausencia de
interferencia; somos disposición de nosotros mismos.

La existencia precede a la esencia, un ser que existe antes de poder ser definido por ningún
concepto, y que este ser es el hombre, o como dice Heidegger, la realidad humana. ¿Qué significa
aquí que la existencia precede a la esencia? Significa que el hombre empieza por existir, se
encuentra, surge en el mundo, y que después se define. (Sartre, 1946, p.40).

En definitiva, Sartre, convoca a una búsqueda de sí mismo, de un fin propio sobre el


mundo; para este filósofo francés la acción define al hombre, de ahí que afirme que el
hombre no es otra cosa que lo que él se hace2.

Como razón tercera, afirma John Locke, por otro lado, que la mente de un individuo
en el momento de su nacimiento es como una tabula rasa, o sea, como una hoja en blanco
sobre la cual la experiencia imprime el saber. Así, en su obra Ensayo sobre el
Entendimiento Humano, plantea que el humano viene al mundo como una hoja en blanco,
sin ningún carácter. De esta manera, solo se puede conocer aquello que procede de las
sensaciones del mundo exterior: frío, olor, sabor, color; y de las reflexiones derivadas de
la vida interior: alegría, tristeza, enojo. Esto presupone que no venimos al mundo con una
esencia dada de por sí. Es decir, con una naturaleza humana.

Locke dice, en su Segundo tratado sobre el gobierno civil, que todos los hombres
son libres, y, por consiguiente, cada uno puede ordenar sus acciones y disponer de sí
mismo como juzgue oportuno" (p.4). Esto, de entrada, presupone que cada uno de
nosotros debe elegir sobre las circunstancias de la vida según su propia razón, lo mejor
que le convenga.

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Primer principio del existencialismo.
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No se puede negar ni ocultar que cuando una persona nace, no es libre de elegir lo
que, sobre su tabula rasa (hoja en blanco), se ha de imprimir, pues es su familia la que se
encargará de dicha impresión, según la cultura en la cual esté incrustada. No obstante, esa
persona será libre más adelante, cuando su desarrollo físico y mental se lo permita, de
elegir quedarse o no con dicha impresión. En otras palabras, tendrá la posibilidad de
hacer con lo que hicieron de ella lo que quiera hacer, según sus razonamientos. El caso
es que esa persona estará obligada a elegir quiera o no, de ahí que, si decide no hacer
nada con lo que hicieron de ella, es porque esa fue su propia decisión. Así mismo, si esa
persona luego de haber hecho una reflexión exhaustiva sobre su propia existencia, llega a
la conclusión de que todo lo que ha acontecido en su existir no ha sido más que un
engaño, y decide tomar un rumbo que, a su parecer, es el más propicio, es porque
libremente así lo ha querido.

Es notorio, desde esta perspectiva, que no hay nada en el ser humano que se pueda
considerar como suyo desde lo congénito, pues es la realidad humana la que, en el
desarrollo de su existencia humana, se encarga(rá) de dotarlo de lo que es(será). De ello
que el hombre, mientras viva, no sea definible, pues no es algo estático sino algo en pleno
devenir, algo que se hace constantemente en el mundo, que se proyecta y se planea a sí
mismo. El hombre es un ser en situación.

También José Ortega y Gasset, citado por Alfredo Marcos en la Filosofía de la


Naturaleza Humana, señala de forma muy contundente, que es erróneo hablar de
naturaleza humana, pues según él, el hombre tiene, en su lugar, historia. Así, ha señalado
el concepto de naturaleza como lo fijo, la identidad invariable… Y, en efecto, a Ortega le
parece que el hombre no es eso, pues lo considera como un pasar o un irle pasando cosa
tras cosa. Es decir, al hombre puede pasarle ser estoico, ser cristiano, ser racionalista, ser
positivista, en definitiva, ser lo que ahora vaya a ser… El concepto de naturaleza humana
es, pues, degradado por Ortega.
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Vemos, pues, en Ortega y Gasset, una definición del hombre como heredero de una
historia acumulada por sus antepasados. Cuando se define al individuo como heredero, se
está aseverando que en el hombre no hay una naturaleza inmutable, y que, por otro lado,
la realidad del hombre, radica justamente en no tener ninguna naturaleza, sino en ser lo
que es, porque así lo ha absorbido de los hombres que estuvieron en esta tierra antes que
él.

La idea que acabo de exponer, que dice que el hombre es heredero de una historia,
sobrelleva a otras ideas sobre el hombre, que, en efecto, Ortega desarrolla en su libro
Historia como sistema (1971):

1. Que el ser del hombre consiste en su mutabilidad.


2. Que esa mutabilidad se puede estudiar en la historia.
3. Que el hombre, por ser un animal mutable e histórico, puede aumentar o dilapidar
el caudal cultural heredado de sus antepasados3.

Luego, la sistematización de estas tres ideas será la que dé fundamento de la


naturaleza histórica del hombre, y no de una naturaleza humana. De ahí que, por ser un
animal heredero, mutable e histórico, es por lo que esté en las manos del individuo de
cada época, prodigar o incrementar la herencia recibida.

Ahora bien, el hombre, por no tener una naturaleza prefijada de antemano, estará
quiera o no, hecho por lo que ha heredado de la historia y por lo que él hace de sí mismo
con su razón. De esto tenemos, que Ortega y Gasset hable del hombre como "mera

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No fue ortega quien planteó la mutabilidad del hombre por primera vez, sino que ha sido expresada de
diversos modos a lo largo de la historia del pensamiento. Se hace bastante frecuente en épocas históricas de
crisis. Quizás donde mejor esté expresada sea en los Ensayos de Montaigne, en los que el hombre es
definido como un ser vario y ondulante. Casi siempre que Ortega cita a Montaigne, en su Historia como
sistema, lo hace por esa idea suya sobre el hombre.
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potencia"4, es decir, el hombre no tiene un único sentido, sino que puede tener infinidad,
puede ser muchos actos, según sus convicciones construidas en el tiempo de su vida. En
definitiva, para Ortega y Gasset, el hombre es heredero de la historia, y, por tanto, tiene la
capacidad de hacerse a sí mismo. De ahí, que haya la necesidad de entenderlo como el
producto de la correspondencia entre el pasado y el futuro.

Como cuarta razón, traigo a colación el sistema hegemónico actual, pues es evidente
que éste hace pensar a la gran mayoría de personas dominadas, que el modo de vivir que
llevan es “natural”, haciéndoles creer que el modo de asimilar ideas, emociones u otros
sentimientos que provienen del exterior, son creaciones propias e independientes, cuando
la realidad es que la gran masa está siendo manipulada, o como lo propone Marx con un
término bien acuñado: “alienada”. Esto, con el fin de que dichas personas naturalicen su
condición de dominadas. Es sumamente importante eso, porque la gran mayoría de
personas cree que vivir bajo esa alienación es su naturaleza humana, ya que así han
estado desde que vieron la luz por vez primera, cuando la realidad es que se están
instalando imaginarios sobre las cosas, como la misma idea de hombre, que se vuelve
producto del poder para sostener el sistema hegemónico.

Un proletario, que toda su vida se la ha pasado produciéndole a una familia burguesa,


pensará que el modo de vida que lleva es su condición natural, pues es testigo de que sus
padres, y una gran cantidad de sus familiares, en efecto, vienen sirviéndole a la misma
familia burguesa desde tiempos inmemoriales. Lo que en esta ponencia se le dice a dicho
proletario, según el término de Marx, es que esa no es ninguna condición innata que lleve
consigo, sino que es, simple y tristemente, un obrero alienado que ha naturalizado su
condición de dominado, en pro del sistema hegemónico actual, mejor conocido como
sistema capitalista.

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El término aristotélico potencia, es sumamente acertado para expresar la idea que propone Ortega de la
plasticidad del hombre, porque este ser que nace individual y socialmente, como un animal sin ninguna
marca definitiva, tiene en sus manos el llegar a ser infinidad de cosas en su libertad.
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Desde este punto de vista, lo que quiero decir, es que no hace parte de ninguna
supuesta naturaleza humana, que unos hombres sean superiores a otros. Tampoco hace
parte de ninguna supuesta naturaleza humana, que trabajemos o que sigamos
determinadas leyes, pues, en efecto, todo eso hace parte de la convención humana, es
decir, de la realidad que hemos construido a través de la historia. No hay nada de innato
en el humano, pues éste es una construcción inacabada; no hay un modelo de lo que
pueda ser.

Los puntos anteriores, son varias de las razones por las cuales niego el concepto de
naturaleza humana, y planteo sustituirlo por el de realidad humana. Y su importancia
radica en desligar a lo humano de lo limitado, de lo que no es de por sí, y darle la libertad
que es inherente a él. Por lo pronto, en otra ocasión, quizá, podamos tener la oportunidad
de ahondar más sobre estos asuntos.

Bibliografía

Sartre, J. P. (1946). El ser y la nada. Iberoamericana

Locke, J., & Aranda, L. R. (1980). Ensayo sobre el entendimiento humano.

Locke, J., & Mellizo, C. (1990). Segundo tratado sobre el gobierno civil. Madrid:
Alianza.

Marcos, A. (2010). Filosofía de la naturaleza humana. Eikasia. Revista de Filosofía,


6(35), 181-208.

Aptheker, H., & Aptheker, H. (1972). Marxismo y alienación. Penínsul

Gasset, J. O., & Novella, J. (1971). Historia como sistema. Espasa-Calpe.

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