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Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología. 2017, núm. 19-13, pp. 1-40 − ISSN 1695-0194
La inadecuada identificación de la psicopatía con el trastorno antisocial de la personalidad 3
advertida en el propio Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM) de la Asociación
de Psiquiatría Americana (APA).
5
Vid. respectivamente: AMERICAN PSYCHIATRIC ASSOCIATION (APA), Diagnostic and Statisti-
cal Manual of Mental Disorders, Fifth Edition (DSM-5), Washington D.C., American Psychiatric Associa-
tion, 2013; y la WORLD HEALTH ORGANIZATION (WHO), International Statistical Classification of
Diseases and Related Health Problems, Tenth Revision (ICD-10), World Health Organization, 1992.
Version 2010 disponible en: www. http://apps.who.int/classifications/icd10
6
Vid. más información en: WORLD HEALTH ORGANIZATION (WHO), International Statistical
Classification of Diseases and Related Health Problems, Tenth Revision (ICD-10), World Health Organiza-
tion, 1992. Disponible en: http://www.who.int/classifications/icd/en/
7
La alusión al término “trastorno de la personalidad psicopática” supuso un punto de inflexión en cuanto
a su inclusión entre el listad de trastornos mentales por parte de la OMS, aunque también es cierto que su
descripción no viene a ser definida claramente. Del mismo modo, ello no cierra el debate en cuanto a su
conceptualización, pues la APA sigue sin reconocerlo como TP dentro del DSM-5 y también gran parte de la
doctrina lo sigue considerando al margen de dichos trastornos de personalidad. Este último punto de vista,
junto con lo indicado por la APA, se tomará como referencia en el presente trabajo.
8
Vid. más información en: WORLD HEALTH ORGANIZATION (WHO), International Statistical
Classification of Diseases and Related Health Problems, Tenth Revision (ICD-10), World Health Organiza-
tion, 1992. Disponible en: http://www.who.int/classifications/icd/en/
9
REDONDO, S. & PUEYO, A. (2007). La psicología de la delincuencia. Papeles de Psicólogo, 28, pp.
147-156.
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La inadecuada identificación de la psicopatía con el trastorno antisocial de la personalidad 7
trastornos comprendidos en el grupo B marcará las diferencias en dicha trayectoria. Vid. COID, J., YANG,
M., ROBERTS, A., ULLRICH, S., MORAN, P., BEBBINGTON, P., BRUGHA, T., JENKINS, R.,
FARELL, M., LEWIS, G. & SINGLETON, N., ‹‹Violence and psychiatric morbidity in a national house-
hold population--a report from the British Household Survey››, American Journal of Epidemiology, 164,
2006, pp. 1199-1208.
17
La empatía como componente de la cognición social o de la predispoción prosocial en las relaciones
interpersonales como dimensión emocional, cuyos correlatos cerebrales o, mejor dicho, neurobiológicos, han
sido corroborados en diferentes investigaciones; pese a ello, a día de hoy son diverss los autores que
demandan un mayor número de investigaciones antes de llegar a resultados concluyentes. Vid. MOYA
ALBIOL, L.; HERRERO SEBASTIÁN, N.; y BERNAL SANTACREU, M.C., Cerebro y empatía: ¿la otra
cara de la moneda?, en L. Moya Albiol, Neurocriminología: Psicobiología de la violencia, Madrid, Pirámi-
de, 2015, pp. 93-109.
18
GONZÁLEZ GUERRERO, L., Trastornos de la personalidad: influencia sobre la conducta delicti-
va… cit., pp. 16 y ss.
19
CARRASCO, J.L. & DÍAZ, M., ‹‹Psicobiología de los trastornos de la personalidad››, Revista Elec-
trónica de Psiquiatría, 1(3), 1997, pp. 1-11.
20
GARCÍA-LÓPEZ, E., Patología forense: Comportamiento humano… cit., pp. 28 y ss.
21
TORRUBIA BELTRI, R. & CUQUERELLA FUENTES, A., ‹‹Psicopatía: Una entidad clínica contro-
vertida pero necesaria en psiquiatría forense››, Revista española de medicina legal. Órgano de la Asociación
Nacional de Médicos Forenses, 34(1), 2008, p. 34.
22
Vid. más información en: McCORD, W. & McCORD, J., The Psychopath: An essay on the criminal
mind, New York, Van Nostrand Reinhold, 1964.
23
GARCÍA-PABLOS DE MOLINA, A., Tratado de Criminología, Valencia, Tirant lo Blanch, 1999,
pág. 59.
24
Garrido utiliza el símil del camaleón para identificar el comportamiento del psicópata, exponiendo de
este modo las facultades con que dicho sujeto consta para pasar inadvertido en cualquier status de la
sociedad moderna. Ver referencia en GARRIDO GENOVÉS, V., El Psicópata: Un camaleón en la sociedad
actual, Valencia, Algar, 2013.
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La inadecuada identificación de la psicopatía con el trastorno antisocial de la personalidad 9
25
Vid. MORILLAS FERNÁNDEZ, D. L., ‹‹Aspectos criminológicos de los psicópatas y asesinos en
serie››, Cuadernos de Política Criminal, 77, 2002, pp. 423-427.
26
JOHANSSON, P. & KERR, M., ‹‹Psychopathy and intelligence: a second look››, Journal of Personal-
ity Disorders, 19(4), 2015, pp. 57-69.
27
SARTESCHI, C.M., Mass and serial muder in America, Springer Briefs in Behavioral Criminology,
2016, pp. 54 y ss. Vid. en la misma línea BROOKS, N. & FRITZON, K., ‹‹Psychopathic personality
characteristics amongst high functioning populations››, Crime Psychology Review, 2(1), 2016, pp. 22-44.
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La inadecuada identificación de la psicopatía con el trastorno antisocial de la personalidad 11
34
Vid. a modo de ejemplo: KOLLA, N.J., MALCOM, C., ATTARD, S, ARENOCIH, T., BLACWOOD,
N. & HODGINS, S., ‹‹Childhood maltreatment and aggressive behaviour in violent offenders with psychop-
athy››, Canadian Journal of Psychiatry, 58, 2013, 487–494, y ROMERO, E., KAPRALOSB, P. & GÓMEZ-
FRAGUELAA, X.A., ‹‹Rasgos psicopáticos infanto-juveniles: evaluación e implicaciones en un estudio
prospectivo››, Anuario de Psicología Jurídica, 26, 2016, pp. 51-59.
35
FLEXON, J. L., ‹‹Callous-unemotional traits and differently motivated aggression: An examination of
variants in a noninstitutionalized samples››, Youth Violence and Juvenile Justice, 14, 2016, pp. 367–389.
36
Vid. Más ampliamente: CORRADO, R.R., DeLISI, M., HART, S.D., & McCUISH, E.C., ‹‹Can the
causal mechanisms underlying chronic, serious, and violent offending trajectories be elucidated using the
psychopathy construct?››, Journal of Criminal Justice, 43, 2015, pp. 251–261, y REIDY, D.E.,
LILIENFELD, S.O., BERKE, D.S., GENTILE, B. & ZEICHNER, A., ‹‹Psychopathy traits and violent
assault among men with and without history of arrest››, Journal of Interpersonal Violence, 25, 2016, pp. 1-
20.
37
DeLISI, M., TOSTLEBE, J., BURGASON, K., HEIRIGS, M. & VAUGHN, M., ‹‹Self-control versus
psychopathy: A head-to-head test of general theories of antisociality››, Youth Violence and Juvenile Justice,
2016, pp. 1-24.
38
Vid. a modo de ejemplo: FANTI, K.A., & KIMONIS, E.R., ‹‹Dimensions of juvenile psychopathy
distinguish ‘‘bullies’’, ‘‘bullyvictims’’ and ‘‘victims’’››, Psychology of Violence, 3, 2013, pp. 396–409;
FARRINGTON, D.P., LOEBER, R., STALLINGS, R. & HOMISH, D.L., ‹‹Early risk factors for young
homicide offenders and victims››, in M. DeLisi & P.J. Conis (Eds.), Violent offenders: Theory, research,
public policy, and practice, Burlington, Jones & Bartlett, 2008, pp. 79–96; y TATAR J.R., CAUFFMAN, E.,
KIMONIS, E.R., & SKEEM, J.L., ‹‹Victimization history and posttraumatic stress: An analysis of psy-
chopathy variants in male juvenile offenders››, Journal of Child & Adolescent Trauma, 5, 2012, pp. 102–
113.
39
DeLISI, M., & VAUGHN, M.G., ‹‹Correlates of crime››, in A. Piquero (Ed.), The handbook of crimi-
que ciertas conductas en la infancia podrían ser típicas de los rasgos psicopáticos
(p.ej., mentiras reiteradas, desafío a figuras de autoridad, o el maltrato a animales,
entre otros aspectos)40. Finalmente, y en relación a esta última afirmación realizada
por Hare, recientes investigaciones realizadas por Bergstrom, Forth, y Farrington
apuntan que ‹‹la estabilidad de los rasgos psicopáticos puede darse incluso desde la
infancia, pudiendo admitir que la trayectoria delictiva es difícil cambiar cuando
dichos rasgos permanecen en la adultez››41. Se pone por tanto de manifiesto que la
cronicidad en la carrera delincuencia podría tener su origen en una ausencia de
medidas interventivas en los años en los que empiezan a aparecer las primeras
manifestaciones.
nological theory, Malden, Wiley Blackwell, 2016, pp. 18-36. Por su parte, y a modo de comparativa, sería
también interesante mencionar que tales antecedentes se han visto también como propios de trastorno límite
de la personalidad (TLP). Vid. a este respecto lo referido por la APA en el año 2013 con la quinta edición
del DSM, donde refiere como precedentes típicos en la consolidación de la sintomatología del TLP el abuso
físico y sexual en la infancia.
40
HARE, R., Without conscience. The disturbing world of the psychopaths among us, New York, Guil-
ford Press, 1999, pp. 155-180
41
Referencia en: BERGSTROM, H., FORTH, A.E. & FARRINGTON, D.P., ‹‹The psychopath: continu-
ity or change? Stability of psychopathic traits and predictor of stability››, in A. Kapardis and D.P. Farring-
ton, The Psychology of crime, policing and courts, London, Routledge, 2016, y ss.
42
En su libro “La Máscara de la Cordura”, Cleckey caracteriza al psicópata como aquel individuo que,
tapado por una máscara para no exteriorizar sus síntomas, nunca es capaz de ser conocido por los demás. Lo
hace introduciendo ya el concepto al que Garrido posteriormente haría referencia mediante su conceptuali-
zación de psicópata integrado.- CLECKEY, H.M., The mask of sanity: An attempt to clarify the so-called
psychopathic personality, St. Louis, MO: C.V. Mosby, 1941; y CLECKEY, H.M., The mask of sanity: An
attempt to clarify the so-called psychopathic personality (5ª Edition), St. Louis, MO: C.V. Mosby, 1976.
43
CLECKEY, H.M., The mask of sanity:… cit. pp. 376-387. Este autor también hace un primer esbozo
sobre los signos característicos del psicópata, considerando la existencia de 16 rasgos esenciales, a saber: 1)
encanto superficial y notable “inteligencia”, 2) ausencia de alucinaciones y otros signos de pensamiento
irracional, 3) ausencia de nerviosismo o de manifestaciones psiconeuróticas, 4) indigno de confianza, 5)
falsedad o insinceridad, 6) incapacidad para experimentar remordimiento o vergüenza, 7) conducta antisocial
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La inadecuada identificación de la psicopatía con el trastorno antisocial de la personalidad 13
hace una distinción con los delincuentes ordinarios, refiriendo que la distinción
entre ellos hallaría en los siguientes aspectos: a) motivación de la conducta; b)
consideración de las consecuencias; y c) la lealtad a los miembros de un grupo
(características que sí podrían ser propia de los sujetos con un TAP, no siendo así
de las personas con rasgos psicopáticos)44.
Posteriores estudios llegan de la mano de Robert Hare -principalmente en el me-
dio penitenciario-, quien concluye que la psicopatía se distinguiría de otros trastornos
por presentar patrones sintomáticos característicos, ya sea tanto a nivel afectivo
(emociones lábiles y cambiantes, falta de empatía, ausencia de sentimientos de culpa
o de remordimientos), como en el plano interpersonal (ausencia de vínculos durade-
ros y estables, superioridad, dominio, arrogancia, manipuladores , egocéntricos) y
conductual (estilo de vida inestable con comportamientos parasitarios y ausentes de
planificación, impulsivos, irresponsables, búsqueda de sensaciones inmediatas,
transgresión de las normas sociales)45. Fruto de todo ello, y tras diversos cuestiona-
rios o escalas iniciales de evaluación durante los años 1978 y 198046, Robert Hare
formula en torno al año 1991, y posteriormente en el año 2003, el instrumento de
medida Psychopaty Checklist Revised (PCL-R) 47, el cual ha sido calificado como el
instrumento de evaluación médico forense por excelencia en el ámbito de la psicopa-
tía48. Habría que destacar que su principal aportación radicaría en la abolición de la
terminología “delincuente o criminal” y, en definitiva, la posibilidad de admitir que
personas con rasgos psicopáticos podrían desarrollar, o no, la carrera delincuencial49.
sin aparente justificación, 8) falta de juicio y dificultades para aprender de la experiencia, 9) egocentrismo
patológico e incapacidad para amar, 10) escasez habitual de reacciones afectivas básicas (afectos poco
profundos, simulados), 11) pérdida específica de intuición, 12) insensibilidad en las relaciones interpersona-
les ordinarias, 13) conducta exagerada y desagradable bajo el consumo de alcohol y, a veces, sin él, 14)
amenazas de suicidio constantes pero raramente consumadas, 15) vida sexual impersonal, frívola y poco
estable, y 16) incapacidad para seguir cualquier plan de vida.
44
Autores como Andrews y Bonta entienden como una de las aportaciones fundamentales de Cleckey de
que la conducta delictiva no es la característica esencial para definir la psicopatía, visión que pudiera objetar
en buscar causas diversas para sendas manifestaciones. ANDREWS, D.A. & BONTA, J, The psychology of
criminal conduct, Ohio, Anderson Publishing, 1994.
45
HARE, R., The Hare Psychopathy Checklist – Revised, Toronto, Mutli-Health Systems, 1991; y
HARE, R., Manual for the Revised Psychopathy Checklist – revised (2nd ed.), Toronto, Mutli-Health
Systems, 2003.
46
Vid. más información en: HARE, R. & SCHALING, D. (Eds.), Psychopathic behaviour: Approaches
to research, Chichester, Wiley, 1978, pp. 107-144.
47
A este respecto cabría destacar la existencia de una versión resumida elaborada en el año 1995 (Scree-
ning Version o PCL:SV) específica para uso forense y también clínico; así como una versión para infractores
juveniles (Youth Versión o PCL:YV), y otra herramiento para la detección de procesos antisociales (Antiso-
cial Process Screening Device o APSD). De la misma forma, al margen del ámbito clínico podrían emplear-
se el P-Scan o el B-Scan, destinadas específicamente al ámbito penal y laboral, respectivamente.
48
Autores como Salekin et al. realizan un meta-análisis de 18 estudios demostrando la fortaleza y validez
de la nueva resivión del PCL. Ver referencia en SALEKIN, R.T., ROGERS, R. & SEWELL, K. W., ‹‹A
review and meta-analysis of the psychopathy checklist and psychopathy checklist-revised: predictive
validity of dangerousness››, Clinical Psychology: Science and Practice, Vol.3(3), 1996, pp. 203-215.
49
Vid. más ampliamente en HUCKER, S.J. & WEBSTER, C.D., Clinical Criminology, University of Toronto,
Clark Institute of Psychiatry, 1985, pp. 157-167; y HARE, R., HART, S. & HARPUR,T., ‹‹Psychopathy and the
DSM-IV Criteria for Antisocial Personality Disorder››, Journal of Abnormal Psychology, 100(3), 1991, pp. 391-398
50
El formato de administración de la Escala como entrevista semi-estructurada podría considerarse una
limitación, siendo necesario tanto el contar con una amplia pericia del entrevistador de cara a poder detectar
la posible simulación o mentira del sujeto en vistas a la consecución de beneficios penitenciarios, como con
una amplia cantidad de información -disponible y facilitada por la propia institución penitenciaria-, en aras a
poder contrastar la información aportada por el recluso evaluado. De esta forma, como se ha indicado en el
texto, no cabe duda de que al empleo del instrumento de evaluación PCL-R deben añadirse herramientas
adicionales capaces de tener en cuenta la biografía del sujeto (p. ej., pautas de crianza), o variables socio-
culturales, entre otras, para poder llegar a un resultado más fiable sobre los datos obtenidos.
51
Pese a lo indicado, y en términos generales, algunos autores refieren que será posible afianzar dicha
categoría cuando el sujeto alcanza una puntuación igual o superior a 30, estableciendo ésta como punto de
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La inadecuada identificación de la psicopatía con el trastorno antisocial de la personalidad 15
d) Los ítems que representan la cuarta faceta (dentro del Factor II), aunque ha-
gan prácticamente alusión a la conducta delincuencial, no se comprenden
como medidas de criminalidad en sí mismas, sino como indicadores de pre-
disposición o factores de riesgo.
e)El caso específico de los ítems 11 y 17 permite su no inclusión en ninguna de
las facetas, pues quedarían al margen de los factores generales al valorar,
respectivamente, la “conducta sexual promiscua” y las “relaciones maritales
frecuentes y breves”.
En relación a todo lo anterior, se abre paso la cuestión de sí sería o no posible
identificar la psicopatía con el TAP e, igualmente, si exclusivamente con la puntua-
ción obtenida en el PCL-R para el TAP sería posible el “diagnóstico” de psicopatía.
Un resumen de todo ello queda representado en la figura siguiente:
Figura 1. Modelo jerárquico bifactorial de las cuatro facetas del PCL-R (1991, 2003)52
corte. Vid. MEDINA, P., VALDÉS-SOSA, M., GALÁN GARCÍA, L., VERGANA ALMEYDA, S. &
COUSO, O., ‹‹Confidencialidad y validez de la Escala de Psicopatía Revisada de Hare (PCL-R) en pobla-
ción carcelaria cubana››, Salud Mental, 36(6), 2013, pp. 1-6.
52
Elaboración propia.
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La inadecuada identificación de la psicopatía con el trastorno antisocial de la personalidad 17
56
AMERICAN PSYCHIATRIC ASSOCIATION (APA), Diagnostic and Statistical Manual… cit., pp.
470 y ss.
57
Se emplea el término “disfunción” para indicar la existencia de alteraciones en distintas facetas del
comportamiento, es decir, la existencia de síntomas o criterios que, viniendo a estar recogidos en el DSM-5
para determinadas enfermedades mentales y pudiendo ser aplicados para el caso de la “psicopatía”, no
permitirían hablar de “trastorno” por la ausencia de aquella entidad, o de aquél diagnóstico, bajo el Manual
de la APA.
58
COOKE, D.J., HART, S.D., LOGAN, C. & MICHIE, C., ‹‹Explicating the construct of psychopathy:
Development and validation of a conceptual model, the Comprehensive Assessment of Psychopathic
Personality (CAPP)››, International Journal of Forensic Mental Health, 11, 2012, pp. 242–252.
59
A modo de explicación cabría establecer las siguientes relaciones:
a) El apego se relacionaría con la relación familiar e interpersonal, o capacidad de formar vínculos emo-
cionales estrechos y estables.
b) El dominio del comportamiento se centra en la regulación del mismo y en la capacidad de utilizar
estrategias adaptativas en el día a día de manera planificada.
c) La cognición alude a la flexibilidad y procesos mentales, a la codificación y organización de los pen-
samientos y atribuciones, e incluso valora la tendencia a ser distraído, intolerante, y sospechoso.
d) La dominancia reflejaría el poder o control en relación a los demás, la búsqueda de estatus y la aserti-
vidad.
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La inadecuada identificación de la psicopatía con el trastorno antisocial de la personalidad 19
dios que lo dotan de gran relevancia, no solo en lo que respecta a la valoración del
plano conductual, sino también en la evaluación de los constructos relacionados
con el plano interpersonal, habiendo corroborado que se trata de características
altamente prototípicas y representativas de la psicopatía60.
Los síntomas descritos bajo este instrumento de medida también guardan rela-
ción con los recogidos en el DSM-5 para el TAP61 pero, al igual que sucede con el
PCL-R, tampoco podría admitirse mediante el empleo del CAPP la identificación
de TAP con la psicopatía. En líneas generales, el constructo clínico de psicopatía
continúa siendo definido bajo un conglomerado de características cognitivas,
conductuales, e interpersonales62, no quedando identificado directa y exclusiva-
mente con el diagnóstico clínico del TAP ni tras el análisis del PCL-R de Hare ni
en las diversas investigaciones realizadas hasta la fecha63. En este sentido, si bien
es verdad la existencia de múltiples similitudes entre el TAP y la psicopatía, ésta
última supone un constructo único e independiente, y la conducta antisocial solo
podría comprenderse como una parte prescindible de la psicopatía.
Finalmente, cabría reafirmar de nuevo la consideración del PCL-R como el ins-
trumento forense por excelencia en la valoración de los rasgos caracteriológicos
propios de la psicopatía, donde la conducta antisocial no se identificaría con la
totalidad de las características que pudieran definir al psicópata. En esta línea,
como indican Cuquerella Fuentes et al., ‹‹los resultados de la evaluación forense
con la PCL-R son predictivos y pronósticos en cuanto a la gravedad de los delitos,
riesgo de reincidencia o quebrantamiento de condena, variabilidad delictiva, o
dificultad de tratamiento post-condena, entre otros. (…) mejor instrumento, en la
e) La emoción se centra en la capacidad para regular el estado anímico en un momento dado, así como
el tono y adecuación en las respuestas interpersonales. Igualmente, mide la tendencia a experimentar
emociones superficiales y lábiles.
f) El “yo” alude a la identidad o individualidad, al egocentrismo y al auto-engrandecimiento, influyendo
en los rasgos y esquema de la personalidad, así como en el rol personal frente a los demás.
Vid. ampliamente COOKE, D.J., HART, S.D., LOGAN, C. & MICHIE, C., ‹‹Comprehensive Assess-
ment of Psychopathic Personality – Institutional Rating Scale (CAPP-IRS)››, 2004. Unpublished
manuscript. Disponible en: http://www.gcu.ac.uk/capp2/whatisthecapp/
60
KREIS, M.K., COOKE, D.J., MICHIE, C., HOFF, H.A. & LOGAN, C., ‹‹The Comprehensive As-
sessment of Psychopathic Personality (CAPP): content validation using prototypical analysis››, Journal of
Personality Disorders, 26(3), 2012, pp. 402-413. Por su parte, para más información sobre la validación del
instrumento en España vid. FLÓREZ, G., CASAS, A., KREIS, M.K., FORTI, L., MARTÍNEZ, J.,
FERNÁNDZ, J., CONDE, M.M VÁZQUEZ-NOGUEROL, R., BLANCO, T., HOFF, H.A. & COOKE,
D.J., ‹‹A prototypicality validation of the Comprehensive Assessment of Psychopathic Personality model
(CAPP). Model Spanish Version››, Journal of Personality Disorders, 29(5), 2015, pp. 707-718.
61
HOFF, H.A., RYPDAL, K., MYKLETUN, A. & COOKE, D.J., ‹‹A prototypicality validation of the
Comprehensive Assessment of Psychopathic Personality model (CAPP)››, Journal of Personality Disorders,
26(3), 2012, pp. 414-427.
62
HARE, R., ‹‹Psychopathy as a risk factor for violence››, Psychiatric Quarterly, 70, 1999, pp. 181–197.
63
Vid. a modo de ejemplo: DUTTON, K., The Wisdom of psychopaths: What saints, spies, and serial
killers can teach us about success. New York, Scientific American, 2012; y SKEEM, J.L., POLASCHEK,
D.L.L., PATRICK, C.J. & LILIENFELD, S.O., ‹‹Psychopathic personality: Bridging the gap between
scientific evidence and public policy››, Psychological science in the public interest: a journal of the Ameri-
can Psychological Society, 12(3), 2011, pp. 95-162.
64
CUQUERELLA FUENTES, A., SUBIRANA DOMÊNECH, M. & MOHÍNO JUSTES, S., ‹‹Evalua-
ción forense de la psicopatía mediante la Psychopathy Checklist Screening Version. Peligrosidad del
psicópata: pronóstico y perfiles criminales en el escenario del crimen››, Psiquiatría.com, 2003. Disponible
en: http://www.psiquiatria.com/psiquiatria_legal/aplicacion-de-la-psychopathy-checklist-screening-version-
pclsv-en-una-muestra-forense/#
65
HARE, R., ‹‹Psychopathy, the PCL-R, and Criminal Justice: Some new findings and current issues››,
Canadian Psychology, 57(1), 2016, p. 30.
66
TORRUBIA BELTRI, R. & CUQUERELLA FUENTES, A., ‹‹Psicopatía: Una entidad clínica… cit.,
p. 34.
67
Vid. a modo de ejemplo: AGUILAR CÁRCELES, M.M., ‹‹Psicopatía: actuación desde la Criminolo-
gía y del Derecho penal-penitenciario››, en D.L. Morillas Fernández y S. Rodríguez Ferrández (Eds.),
Criminología y ejecución de penas, Murcia, Editum, 2014, pp. 71 y ss.; AGUILAR CÁRCELES, M.M., El
Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH): Aspectos jurídico-penales, psicológicos y
criminológicos, Madrid, Dykinson, 2014, pp. 432 y ss.; y AGUSTINA, J.R. & LORENZO, F., ‹‹Sobre el
confuso concepto de psicopatía… cit, 2016, pp. 66-103.
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La inadecuada identificación de la psicopatía con el trastorno antisocial de la personalidad 21
A modo de introducción cabría recordar que, aunque en principio toda acción re-
levante es ilícita, puede en ocasiones quedar excluida esa ilicitud por la concurrencia
de permisos o autorizaciones, lo que vendría a apreciarse bajo la concurrencia de
causas de justificación, de la misma forma que también podrán apreciarse supuestos
de ausencia de culpabilidad como consecuencia de obrar el error. No obstante, a
pesar de ello, en este momento el objetivo se sitúa en una cuestión distinta, en la
valoración de los elementos cognitivos y volitivos que posibilitan el reproche al autor
por la conducta típica llevada a cabo y, en definitiva, sobre el planteamiento del
“juicio de culpabilidad” en lo que atañe a la cuestión sobre imputabilidad-
inimputabilidad68. Ahora bien, como refiere la Sentencia de la Audiencia Provincial
de Castellón 8/2017, de 10 de enero [JUR 201712143], ‹‹las causas de inimputabili-
dad como excluyentes de la culpabilidad (realmente actúan como presupuestos o
elementos de esta última) en cuanto causas que enervan la existencia del delito (por
falta del elemento culpabilístico) deben estar tan probadas como el hecho mismo
(…). Los déficits probatorios no deben resolverse a favor del reo, sino en favor de la
plena responsabilidad penal››, es decir, la dificultad en la corroboración la reprocha-
bilidad de la conducta al autor, siendo el hecho típico y antijurídico, no lo entendería
la sentencia como excluyente de la responsabilidad. Ante este planteamiento, ¿dónde
se situaría entonces la garantía constitucional “in dubio pro reo”?
Dejando al margen la cuestión planteada, y tomando de base la vertiente jurídico-
penal con connotaciones más psicopatológicas, refiere el art. 20 CP en su primer
apartado que quedará exento de responsabilidad criminal ‹‹el que al tiempo de cometer
la infracción penal, a causa de cualquier anomalía o alteración psíquica, no pueda
comprender la ilicitud del hecho o actuar conforme a esa comprensión››, afirmación
que obliga a plantearse las siguientes cuestiones en relación a la psicopatología:
a) ¿Dónde comienza el juzgador a considerar la posible exención de un sujeto
con una anomalía mental?
b) ¿Cómo se comprenden las psicopatías desde el punto de vista doctrinal y ju-
risprudencial? ¿Qué anomalías o alteraciones mentales se considerarían y bajo qué
criterios?
c) ¿Quiénes serían inimputables? ¿Sería posible la aplicación de consecuencias
jurídicas distintas a la pena?
La respuesta a las cuestiones planteadas se entiende como requisito imprescindi-
ble para poder trabajar la relación entre las ramas de conocimiento ya aludidas.
En primer lugar, dada la interdisciplinariedad de la materia abordada, un profesional
68
Autores como Cobo del Rosal, Peris Riera, Quintanar Díez y Sánchez Domingo, entienden la culpabi-
lidad como ‹‹el reproche personal que se dirige al autor por la realización de un hecho típicamente antijurí-
dico”, a lo que añaden: ‹‹el fundamento de reproche culpabilístico reside en la esencial libertad del ser
humano, en su racionalidad y, en último extremo en su dignidad personal››. Vid. COBO DEL ROSAL, M.,
PERIS RIERA, J., QUINTANAR DÍEZ, M. y DOMINGO SÁNCHEZ, B., Sinopsis de Derecho Penal.
Libro de estudio, Madrid, Dykinson, 2011, pp. 138 y ss.
lego al ámbito del Derecho penal debe conocer el modo en que a dicho nivel se plantea
la imputabilidad del sujeto. En este sentido, dentro del marco de la culpabilidad se
entendería la imputabilidad como aquella capacidad de comprender la ilicitud del
hecho y de actuar conforme a dicha comprensión, así como la responsabilidad personal
que se le es exigible al individuo por la acción típica y antijurídica previamente come-
tida. A su vez, la trascendencia de la individualización o exigencia personal por la
acción realizada enfatiza la necesidad de que sea esa persona, y no otra, la responsable
del hecho antijurídico (individualización de la pena). Conforme a ello, indican Pérez
del Valle que la imputabilidad sería ‹‹la concurrencia en el sujeto de la capacidad para
cometer hechos individualmente evitables (…), responder de ellos››, siendo por tanto
inimputables ‹‹quienes, pese a haber cometido el delito, no pueden ser destinatarios de
una pena como castigo (…), no les puede ser imputado el hecho punible››69.
La siguiente Figura explica esquemáticamente como sería dicho proceso, localizan-
do la valoración de las características psicobiológicas del individuo una vez se han
valorado otros elementos imprescindibles de cara a la imputación objetiva del sujeto
por las acciones delictivas realizadas, es decir, una vez se ha cumplido el “juicio de
antijuricidad” sobre la valoración de los elementos típicos del hecho ilícito, se procede
a valorar el grado de culpabilidad del sujeto y, consiguientemente, la consecuencia
jurídica aplicable por el hecho cometido, sea pena o medida de seguridad.
69
PÉREZ DEL VALLE, C., Lecciones de Derecho Penal. Parte General, Madrid, Dykinson, 2016, pp.
100 y ss.
70
Elaboración propia.
Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología. 2017, núm. 19-13, pp. 1-40 − ISSN 1695-0194
La inadecuada identificación de la psicopatía con el trastorno antisocial de la personalidad 23
71
Afirmación que en parte podría contradecirse con la conocida como “actio liberae in causa”, donde el
legislador español incluye en la acción el momento pasado en que el sujeto se situó deliberadamente como
instrumento para la realización del tipo.
72
ORTS BERENGUER, E. y GONZÁLEZ CUSSAC, J.L., Compendio de Derecho Penal. Parte Gene-
ral (5ª Edición), Valencia, Tirant lo Blanch, 2015, p. 338.
73
Véase que el legislador emplea una disyuntiva, no siendo necesario la merma en ambas para la consi-
deración de la inimputabilidad y primando, en este caso, el requisito de la severidad del efecto sobre las
mismas.
El sistema del Código Penal está basado en un criterio mixto conforme a la do-
ble exigencia de una causa biológica (biopatológica) y un efecto psicológico, donde
la anulación o grave afectación de la capacidad de comprender la ilicitud del hecho,
y/o de determinar el comportamiento, es requisito esencial en el caso de las psico-
patologías. Además, conforme a la Sentencia del Tribunal Supremo 1004/2013, de
30 abril [JUR 2013\173098], ‹‹la responsabilidad criminal basada en el estado
mental del acusado exige no sólo una clasificación clínica, sino igualmente la
existencia de una relación entre ésta y el acto delictivo de que se trate, ya que la
enfermedad es condición necesaria pero no suficiente para establecer una relación
causal entre la enfermedad mental y el acto delictivo››74. La misma premisa es
reiterada por la Sentencia de la Audiencia Provincial de Lleida 112/2014, de 26 de
marzo [JUR 2014\115115], donde la exigencia de un diagnóstico no es suficiente
para la consideración de la inimputabilidad, sino que se requiere la relación entre
enfermedad mental y conducta delictiva, la vinculación entre el déficit o alteración
y el ilícito penal. Igualmente, debe destacarse que se trata de un criterio que emplea
una disyuntiva en la determinación del daño causado por la anomalía o alteración,
esto es, afectación de las facultades intelectivas “o” volitivas, incapacidad de
comprender “o” imposibilidad de actuar conforme a dicha comprensión, no siendo
necesario los dos requisitos para hablar de inimputabilidad, pues podrá apreciarse
ésta última cuando alguna de estas dimensiones se vea afectada severamente.
Además de ello, autores como Carrasco Gómez y Maza Martín, señalan la nece-
sidad de apreciar cuatro elementos imprescindibles en la relación psicopatología-
inimputabilidad, a saber: 1) criterio cualitativo o análisis de la naturaleza de la
perturbación, donde se valoran tanto la capacidad intelectiva como la de autode-
terminación a nivel biopsicológico; 2) criterio cuantitativo o valoración de la inten-
sidad y grado de la perturbación, de manera que la severidad de la afectación
pudiera explicar en mayor o menor medida la pérdida o merma de las facultades ya
referidas. De este modo, la afectación absoluta del estado psíquico del individuo -
de manera que el sujeto se encuentre privado tanto de su capacidad de comprensión
como de volición-, actuaría a favor de la inimputabilidad; 3) criterio cronológico o
de duración/ permanencia del trastorno, mediante el cual se valora la coincidencia
entre el estado del sujeto y la materialización de los hechos imputados; y 4) criterio
causal entre el trastorno psicopatológico y el hecho delictivo, donde el trastorno o
anomalía sufrida en el instante señalado fuera suficiente como para explicar la
comisión del ilícito75.
En supuestos judicializados, se hace imprescindible discernir el grado de psico-
patología presente en el sujeto que ha sido considerado, a priori, responsable de un
74
Vid. a tal efecto la Sentencia del Tribunal Supremo 1004/2013, de 30 abril [JUR 2013\173098].
75
CARRASCO GÓMEZ, J. J. y MAZA MARTÍN, J. M., Manual de Psiquiatría Legal y Forense, Ma-
drid, La Ley-Actualidad, 1997, pp. 5-14. Criterios también definidos por CHECA GONZÁLEZ, M.J.,
Manual práctico de psiquiatría forense, Madrid, Elsevier Masson, 2010, pp. 191 y ss.
Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología. 2017, núm. 19-13, pp. 1-40 − ISSN 1695-0194
La inadecuada identificación de la psicopatía con el trastorno antisocial de la personalidad 25
hecho típico. En este contexto, junto a los criterios previamente aludidos, la com-
prensión de la experiencia subjetiva dentro del campo forense deviene en la obliga-
toriedad del profesional de contemplar diferentes áreas de evaluación; a saber: a)
área neurocognitiva; b) área psicoafectiva; y c) área psicosocial-relacional76.
En un análisis del criterio que, a nivel jurídico-penal, es contemplado en los tri-
bunales españoles, lo cierto es que podría no concordar el criterio exigido penal-
mente para la valoración de la responsabilidad criminal con aquél reseñado ante-
riormente en el análisis de los componentes subjetivos que debieran de ser
planteados en el momento de debatir sobre el grado de culpabilidad del agente. Así
pues, sobre la base de lo referido por el legislador, se requerirá la presencia causa
biológica con efecto psicológico capaz de afectar severamente, o en grado suficien-
te, las características cognitivo-volitivas. En este sentido lo cierto es que, conforme
a los criterios previamente reseñados, quedarían prácticamente al margen de dicha
contemplación los matices afectivo-emocionales y relacionales.
Desde el punto de vista jurídico-penal, y sobre la base de dicho criterio mixto
previamente aludido, el psicópata sería perfectamente capaz de discernir entre el
bien y el mal, siendo de este modo absolutamente reprochable su conducta. La
conciencia del daño existe, así como la deliberación o intencionalidad en sus accio-
nes; ahora bien, teniendo en consideración la última de las dimensiones contempla-
das en el epígrafe anterior, ¿podría y/o debería considerarse la esfera emocional-
afectiva para la valoración de la inimputabilidad? ¿Afectaría ello a la reprochabili-
dad en sujetos con rasgos psicopáticos?
Pese a todo lo anterior, una de las preguntas más controvertidas que podría sus-
citar la valoración de la cuestión de imputabilidad-inimputabilidad en el plano de
las psicopatías podría encontrarse en el plano afectivo-emocional y, en definitiva,
entender la relevancia de la aplicación de una circunstancia modificativa de la
responsabilidad conforme a la capacidad afectivo-emocional del sujeto77. En este
sentido, bien es sabido que las emociones se asocian al sistema límbico (fundamen-
talmente amígdala78 e hipocampo), incluyendo las últimas investigaciones la parti-
cipación de cerebelo en lo que se conoce como “síndrome cognitivo afectivo cere-
beloso”79. Se trata de estructuras cerebrales que unidas a otras zonas del sistema
nervioso central, como sería el córtex prefrontal, juegan un rol fundamental en la
76
Vid. ampliamente: GARCÍA-LÓPEZ, E., Psicopatología Forense… cit, pp. 646 y ss.
77
MUÑOZ CONDE, F. y GARCÍA ARÁN, M., Derecho Penal. Parte General (9ª Edición, revisada y
puesta al día conforme a las Leyes Orgánicas 1/205 y 2/2015, de 30 de marzo), Valencia, Tirant lo Blanch,
2015, pp. 397 y 398.
78
Aunque los estudios muestras resultados contradictorios al respecto: Vid. ORTEGA-ESCOBAR, J. &
ALCÁZAR-CÓRCOLES, M.A., ‹‹Neurobiología de la agresión y la violencia››, Anuario de Psicología
Jurídica, 26, 2016, pp. 60-69.
79
HERNÁEZ-GOÑI, P., TIRAPU-USTÁRROZ, J., IGLESIAS-FERNÁNDEZ, L. & LUNA-LARIO, P.
«Participación del cerebelo en la regulación del afecto, la emoción y la conducta», Revista Neurología, 51,
2010, pp. 597-609. Vid. también MUÑOZ CHUMILLA, J., Criaturas criminales y cómo encontrarlas,
Barcelona, Chiado Editorial, pp. 24 y ss.
80
Vid. a modo de ejemplo: CLONINGER, C.R., SYRAKIC, D.M. & PRYZBECH, T.R. ‹‹A psychobio-
logical model of temperament and character››, Archives f General Psychiatry,50, 1993, pp. 975-990;
GLENN, A.L. & RAINE, A., Psychopathy: An introduction to biological findings and their implications,
New York, University Press, 2014; MARTÍN BERNÁRDEZN, M. & MAS ESQUERO, J., ‹‹Neuropsicolo-
gía de las emociones del psicópata››, XIII Congreso virtual de psiquiatría “Compartir para crecer”, Interpsi-
quis, 2012, pp.1-21. Disponible en: http://www.psiquiatria.com/bibliopsiquis/assetstore; RAINE, A.,
STODDARD, J., BIHRLE, S. & BUCHSBAUM, M., ‹‹Prefrontal glucose deficits in murderers lacking
psychosocial deprivation››, Neuropsychiatric, Neuropsychological, and Behavioural Neurology, 11, 1998,
pp. 1–7; y RAINE, A., ‹‹Biosocial studies of antisocial and violent behavior in children and adults››, Journal
of Abnormal Child Psychology, 30(4), 2002, pp. 311-326.
81
LORENZ, A.R. & NEWMAN, J.P., ‹‹Deficient response modulation and emotion processing in low-
anxious Caucasian psychopathic offenders: Results from a lexical decision task››, Emotion, 2(2), 2002, pp.
91–104.
82
CORR, P. J., The reinforcement sensitivity theory of personality, Cambridge, Cambridge University
Press, 2008.
83
JUANES PECES, A. (Coord.), LÓPEZ BARJA DE QUIROGA, J., VILLEGAS GARCÍA, M.A. &
ENCINAR DE POZO, M.A., Código Penal comentado, Madrid, El Derecho, Grupo Francis Lefebvre, 2014,
p. 183.
Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología. 2017, núm. 19-13, pp. 1-40 − ISSN 1695-0194
La inadecuada identificación de la psicopatía con el trastorno antisocial de la personalidad 27
84
Más información en: FONSECA MORALES, G.M., La anomalía o alteración psíquica como eximen-
te o atenuante de la responsabilidad criminal, Madrid, Dykinson, 2009, pp. 229 y ss.; HERRERO
HERRERO, C., Tratamiento de Criminología Clínica, Madrid, Dykinson, 2013, p. 303; MIR PUIG, S.,
Derecho Penal. Parte General (10ª Edición), Barcelona, Editorial Reppertor, 2015, pp. 581 y ss.; MUÑOZ
CONDE, F. y GARCÍA ARÁN, M., Derecho Penal… cit., p. 398 y ss.
como causas previstas en el Código para las que no existe responsabilidad por falta
de reproche penal, algunos autores continúan manteniendo la acepción de “enaje-
nación penal”, debiendo conocer que se trata de un término desfasado y sustituido
en la actualidad por “anomalía o alteración psíquica”85.
Aluden Muñoz Conde y García Arán a lo que denominan el problema de las
“psicopatías o personalidades psicopáticas” que, al margen de poder o no concep-
tualizarse como trastornos de la personalidad desde el punto de vista del Derecho,
refieren que son alteraciones presentes desde etapas tempranas86, que muchos de
sus comportamientos son de elevada gravedad, que pueden tratarse de conductas
inteligentes, y voluntarias, pero con algún tipo de alteración difícilmente compren-
sible desde el punto de vista de la psicología tradicional. Es más, como ellos mis-
mos definen, «en el concepto de psicopatía los psiquiatras incluyen muchas veces,
como en un “cajón desastre”, comportamientos ciertamente violentos y brutales,
pero que no tienen nada que ver con enfermedad mental»87. Y quizá en este punto
podría adentrarse la cuestión de sí homologar o no la psicopatía con un TP, pues
éstos sí aparecen contemplados como patologías clínicas en los manuales interna-
cionales, mientras que la “psicopatía” no –a excepción de la salvedad ya menciona-
da prevista en la CIE-. Pese a ello, podría afirmarse que la psicopatía es una disfun-
ción carcteriológica que comporta, de aquéllos, rasgos narcisistas y antisociales.
En relación a ello, y en términos generales, destacaría fundamentalmente las de-
nominaciones ofrecidas desde el Derecho penal y su falta de congruencia con las
referidas por la APA y la OMS. Así por ejemplo, el concepto de “oligofrenia” se
trata de un término desfasado en la actualidad, pero que se sigue empleando en el
ámbito jurídico. En este sentido, indica la Sentencia de la Audiencia Provincial de
Alicante 829/2012, de 20 de noviembre [ARP 2013\84] que «la oligofrenia, retraso
mental o también denominada debilidad mental constituye –según se describe en la
doctrina científica– un trastorno permanente del individuo producido en los mo-
mentos iniciales de su maduración psicosomática debido a factores diversos (con-
génitos o adquiridos) que se traduce en un déficit de todas o algunas estructuras
orgánicas y por una perturbación de la vida instintiva, volitiva y afectiva, determi-
nando el desarrollo de la personalidad en su globalidad». Evidentemente lo que se
desprende de dicha afirmación es una semejanza en la comprensión de tales patolo-
gías aún cuando desde el punto de vista jurídico debería ya hablarse de trastorno
del desarrollo intelectual y retraso global del desarrollo para dicho desorden –como
indica expresamente el DSM-5-.
Por su parte, el término de “psicopatías” viene a identificarse con los trastornos
85
ORTS BERENGUER, E. y GONZÁLEZ CUSSAC, J.L., Compendio de Derecho Penal… cit., p. 338.
86
Aspecto también tratado por Mir Puig cuando refiere que se trata de «anormalidades del carácter de
naturaleza constitucional y heredada». Vid. más información en: MIR PUIG, S., Derecho Penal… cit., p.
590.
87
MUÑOZ CONDE, F. y GARCÍA ARÁN, M., Derecho Penal… cit., pp. 396 y ss.
Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología. 2017, núm. 19-13, pp. 1-40 − ISSN 1695-0194
La inadecuada identificación de la psicopatía con el trastorno antisocial de la personalidad 29
pena, que como norma general estribará en la aplicación de una atenuante analógi-
ca››.
88
AMERICAN PSYCHIATRIC ASSOCIATION (APA), Diagnostic and Statistical… cit., Parte intro-
ductoria (xxxii y xxxiii).
89
AMERICAN PSYCHIATRIC ASSOCIATION (APA), Diagnostic and Statistical… cit., pp. 9 y ss.
Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología. 2017, núm. 19-13, pp. 1-40 − ISSN 1695-0194
La inadecuada identificación de la psicopatía con el trastorno antisocial de la personalidad 31
90
ORTS BERENGUER, E. y GONZÁLEZ CUSSAC, J. L., Compendio de Derecho Penal…, pp. 365 y
ss.
91
Vid. más ampliamente: OGLOFF, J.R.P. & LYON, D., ‹‹Legal issues associated with the concept of
psychopathy››, in D.J. Cooke, A.E. Forth, y R.D. Hare (Eds.), Psychopathy: Theory, Research, and Implica-
tions for Society, The Netherlands, Kluwer, 1998, pp. 401 y ss.; y SCHOPP, R.F. & SLAIN, ‹‹Psychopathy,
criminal responsibility, and civil commitment as a sexual predator››, Behavioral Sciences and the Law, 18,
2000, pp. 247-274.
92
PÉREZ DEL VALLE, C., Lecciones de Derecho Penal… cit., p. 101.
93
MORILLAS CUEVA, L., Sistema de Derecho Penal. Parte General. Fundamentos conceptuales y
metodológicos del Derecho Penal. Ley Penal, Madrid, Dykinson, 2016, pp. 117 y ss. En esta línea, cabría
advertir que la doctrina mayoritaria entiende que las medidas de seguridad han de ser postdelictuales, pues
en caso contrario se estaría prejuzgado al sujeto con anterioridad de la comisión del ilícito. En est último
caso se podría caer en la tentación de lo que antiguamente se comprendía como Derecho penal de autor.
94
MARTÍNEZ MORA, G., Alternativas jurídicas al tratamiento penal de la delincuencia habitual,
Madrid, Bosch Penal, 2015, p. 108.
95
Vid. artículo 637.3 y 640 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal.
96
Vid. más información en: MIR PUIG, S., Derecho Penal… cit., p. 46.
97
Aspecto también tartado por Mir Puig cuando refiere que se trata de «anormalidades del carácter de
naturaleza constitucional y heredada». Vid. más información en: MIR PUIG, S., Derecho Penal… cit., p.
594.
Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología. 2017, núm. 19-13, pp. 1-40 − ISSN 1695-0194
La inadecuada identificación de la psicopatía con el trastorno antisocial de la personalidad 33
98
Más información en: GOTTFEDSON, M.R., & HIRSCHI, T., A general theory of crime, Stanford,
Stanford University Press, 1990, p. 255 y ss.; JO, Y. & BOUFFARD, L., ‹‹Stability of self-control and
gender››, Journal of Criminal Justice, 42, 2014, pp. 356–365; y MOFFITT, T.E., POULTON, R. & CASPI,
A., ‹‹Lifelong impact of early self-control››, American Scientist, 101, 2013, pp. 352-359.
99
GARRIDO GENOVES, V., ‹‹¿Se puede reeducar al psicópata?››, en E. Echeburúa, Personalidades
vioelntas, Madrid, Pirámide, 2009, pp. 273 y ss.
100
OLIVER, M.E. & WONG, S.C.P., ‹‹Therapeutic responses to psychopathic sexual offenders; Treat-
ment attrition, therapeutic change and long-term recidivism››, Journal of Consulting and Clinical Psycholo-
gy, 77, pp. 328 y ss.
101
KAZEMIAN, L., ‹‹Desistance from crime: Theoretical, empirical, methodological, and policy con-
siderattons››, Journal of Contemporary Criminal Justice, 23, p. 5 y ss.
102
POZUECO ROMERO, J.M., ‹‹Psicópatas criminales versus psicópatas integrados… cit., p. 33.
V. Conclusiones
Como se ha tenido ocasión de comprobar a lo largo del texto, la cuestión en
torno al concepto de “psicopatía” ha suscitado un gran debate en diversas ramas de
conocimiento, principalmente en lo que atañe a las ciencias jurídicas y sanitarias
por su posible confusión terminológica con la sociopatía y los trastornos de la
personalidad. Dicha entidad ha tenido gran influencia en los tribunales de justicia,
principalmente en lo relativo a la vinculación con la carrera delincuencial, así como
en lo que respecta a su grado de peligrosidad y posibilidad de reincidencia futura.
Por su parte, y muy al contrario de la ambigüedad de su definición, su determina-
ción en la evaluación viene a ser precisada mediante el instrumento de medida
PCL-R de Hare en cuanto no se trata de entidades absolutamente superpuestas en
cuanto a su caracterización se refiere.
A grandes rasgos, la psicopatía ha venido siendo definida como aquél conjunto
de características comportamentales que atentan contra las normas sociales y no
explicadas por un trastorno mental específico, pero lo cierto es que las disfuncio-
nes, sin llegar a ser trastorno clínicamente diagnosticable a partir del DSM-5, tiene
afectadas otras áreas del comportamiento (p.ej., interpersonales y afectivas) y
comporte sintomatología o criterios clínicos con enfermedades mentales si descritas
en los manuales de clasificación internacional.
A pesar de su confusión terminológica e identificación con conceptos como “so-
ciopatía”, “antisocial”, o “disocial” –principalmente a partir de su catalogación en
la CIE-10-, las investigaciones efectuadas al respecto informan de que, al margen
de lo que pudiera ser o no diagnosticable a partir del DSM-5, no cabe duda de que
la psicopatía se definiría como un constructo o entidad genérica caracterizada por
conformar una disfunción de la personalidad en sus facetas interpersonal-afectiva
y/o conductual, quedando perfectamente operacionalizada a través del PCL-R
como referente de medición a nivel internacional. Igualmente, un análisis general
de la criminodinámica del sujeto con rasgos psicopáticos permite concluir su posi-
ble relación con la trayectoria delictiva, pero no su determinación. Así pues, ni
todos los delincuentes son psicópatas, ni todos los psicópatas son delincuentes, no
negando la propensión a la criminalidad cuando los primeros síntomas aparecen en
edades tempranas y, en su mayoría, se relacionan con el Factor II del PCL-R. Es
por ello que habría que diferenciar, dentro de aquél constructo general de “psicopa-
tía”, entre aquellos individuos que se adentran en la carrera criminal, de aquellos
otros denominados psicópatas integrados o “ciudadanos ejemplares”.
Quedando en un primer momento demostrada que la acepción “psicopatía”, al
fin y al cabo, podría hacer alusión a cualquiera de las alteraciones mentales descri-
tas en los manuales internacionales (“patía de la psique” o alteración o enfermedad
mental), se está también de acuerdo en admitir que dicha acepción ha venido em-
pleándose para caracterizar a un grupo de sujetos que presentan rasgos de persona-
Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología. 2017, núm. 19-13, pp. 1-40 − ISSN 1695-0194
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Artículos Papeles del Psicólogo / Psychologist Papers, 2017. Vol. 38(2), pp. 148-156
https://doi.org/10.23923/pap.psicol2017.2832
http://www.papelesdelpsicologo.es
http://www.psychologistpapers.com
El objetivo principal de este estudio fue comparar la eficacia de diferentes psicoterapias utilizadas para el tratamiento del Trastorno
Límite de Personalidad (TLP) con el fin de analizar y comprender qué terapias obtienen mejores resultados y por qué. Para ello se lle-
vó a cabo una revisión sistemática de las publicaciones realizadas desde 1990 en las principales bases de datos (PsyInfo, Medline,
Psicodoc y Google Scholar). Los resultados mostraron por una parte, que las principales psicoterapias para el TLP eran la Terapia
Dialéctica Conductual, la Terapia Basada en la Mentalización y la Terapia Basada en Esquemas entre otras y, por otra, que todas
ellas eran eficaces. Hay que remarcar que cada una de dichas terapias, tal y como indican los resultados, era significativamente efi-
caz sobre diferentes problemáticas como el control de conductas autolíticas y autolesivas, no obstante, algunos aspectos como la re-
gulación emocional seguían resistiéndose en muchos casos.
Palabras clave: Trastorno Límite de la Personalidad, revisión sistemática, psicoterapia.
The main objective of this investigation is the efficacy comparison of the different psychotherapies for Borderline Personality Disorder (BPD), with
the aim of analyzing and understanding which therapies obtain better results and why. To this end, a systematic review was carried out on the
current psychotherapies for BPD. First of all, the results showed that the psychotherapies most used for BPD were Dialectical Behavior Therapy
(DBT), Mentalization-Based Treatment (MBT) and Schema-Based Therapy (SBT), among others, and all of them were efficacious. It should be
noted that each of these therapies, as shown in the results, was efficacious in treating different symptoms, such as parasuicidal behavior control,
however, some aspects such as emotional regulation were still resistant to treatment in many cases. Therefore, further investigations should be
carried out to include elements of emotional regulation and measuring their efficacy.
Key words: Borderline Personality Disorder, systematic review, psychotherapy.
l trastorno límite de la personalidad (TLP) supone trastorno. A partir de aquí, una posible pregunta a plan-
E un considerable sufrimiento tanto para la persona
que lo padece como para su entorno, así como
tear es saber qué psicoterapia es la más eficaz y por
qué. Las más estudiadas y con mayor apoyo empírico
un elevado consumo de recursos sanitarios (Bender et son: la Terapia Dialectico-Conductual (TDC) (Linehan,
al., 2001; Zanarini, Frankenburg, Hennen & Silk 2004), Armstrong, Suarez, Allmon, & Heard, 1991), la Terapia
no solo por su prevalencia del 1-2% en población gene- basada en la Mentalización (TBM) (Bateman & Fonagy,
ral (APA, 2000; Lieb, Zanarini, Schmahl, Linehan & 2004), la Terapia basada en la Transferencia (TBT)
Bohus, 2004) y del 10-20% en pacientes psiquiátricos (Clarkin, Kernberg, & Yeomans, 1999), la Terapia basa-
(Torgersen, Kringlen, Cramer, 2001), sino también por da en Esquemas (TBE) (Ball & Young, 1999), la Terapia
su naturaleza (Linehan, Heidi, Heard, Hubert & Arms- Cognitivo-Analítica (TCA) (Ryle, 1991), la Terapia Con-
trong, 1993). Las características del comportamiento lí- versacional de Hobson (TCH) (Hobson, 1985) y la Tera-
mite y la resistencia a los tratamientos farmacológicos pia Cognitivo-Conductual (TCC)
hacen de la psicoterapia el elemento clave para la mejo- La TDC es una psicoterapia manualizada, que combina
ría de estos pacientes. estrategias conductuales, cognitivas y de apoyo, basada
Actualmente existen múltiples psicoterapias para el tra-
en la dualidad de aceptar al otro en su condición presente
tamiento del TLP con estudios que avalan su eficacia so-
a la vez que se promueve un cambio (Heard & Linehan,
bre los diferentes desórdenes que conforman el
1994). Por el contrario, la TBM y la TBT son psicoterapias
psicoanalíticas que se centran en el afecto, la comprensión
Recibido: 18 octubre 2016 - Aceptado: 24 febrero 2017 y la interpretación, aunque también hay importantes dife-
Correspondencia: Ferran Burgal Juanmartí. Blanquerna, Universi- rencias entre ellas. La TBT presta especial atención a la
tat Ramón Llull. Centro de Investigación y Desarrollo de la Inteli-
gencia Emocional, Fundación Ramón Rosal Paseo de Rubí 56. transferencia y centra su acción terapéutica en las exter-
08197 Valldoreix. España. E-mail: ferranBJ1@blanquerna.url.edu nalizaciones del paciente en terapia. Sin embargo, la TBM
148
FERRAN BURGAL JUANMARTÍ Y NATHALIE PÉREZ LIZERETTI
Artículos
busca primero la estabilización emocional para, en se- la TBM y la TBT aparecen a partir de los años 90. Se uti-
gundo término, trabajar la mentalización y la compren- lizaron diferentes combinaciones de los siguientes des-
sión de sí mismo (Bateman & Fonagy, 2004). En cuanto a criptores de búsqueda para la identificación e inclusión
la TBE, ésta se basa en teorías cognitivo-conductuales, psi- de artículos: ([borderline personality disorder] AND
codinámicas y tradiciones centradas en las emociones y [psycotherapy treatment OR dialectical behavior therapy
busca identificar y modificar la estructura interna de la OR mentalization based therapy OR transference focu-
persona (Kellogg & Young, 2006). La TCA (Ryle, 1991) sed therapy OR schema based therapy OR cognitive be-
consiste en una terapia breve (16 sesiones), focal e inte- havior therapy]).
gradora que incluye aspectos psicodinámicos y cognitivos.
Finalmente la Terapia Conversacional de Hobson (Hob- Criterios de selección
son, 1985) se focaliza en las emociones de la persona y Se incluyeron estudios que valorasen la eficacia de una
en sus problemas interpersonales. psicoterapia en personas con TLP, estudios que compa-
Por otra parte numerosos estudios sugieren que graves rasen la eficacia de dos o más psicoterapias y estudios
dificultades en la gestión emocional constituyen un as- de revisión sistemática. Se excluyeron aquellos estudios
pecto nuclear en el TLP (Harned, Banawan & Lynch, cuyo objeto de estudio principal no fuera la aplicación
2006; Clarkin, Levy, Lenzenweger & Kernberg 2007; de una psicoterapia. Finalmente, la muestra de nuestro
Gardner & Qualter, 2009; Gardner, Qualter & Trem- estudio estuvo conformada por un total de 30 artículos,
blay, 2010; Peter et al., 2013). En esta línea, algunas en los que se analizaba la eficacia de una psicoterapia
investigaciones han demostrado que en el TLP se da una en personas con diagnóstico de TLP o sintomatología lí-
baja inteligencia emocional (IE), lo que supone una mala mite.
comprensión de las emociones propias y ajenas y un
mal manejo de ellas (Gardner et al., 2010; Lizeretti, Ex- RESULTADOS
tremera & Rodríguez, 2012; Peter et al., 2013). Los re- Los estudios se distribuyen en tres tablas en función de
sultados de estas investigaciones demuestran que las la psicoterapia estudiada. Todas ellas recogen el tipo de
personas con TLP prestan excesiva atención a sus emo- estudio, la muestra, la modalidad terapéutica (indivi-
ciones pero tienen dificultades para identificar claramen- dual, grupal o una combinación) y los principales resul-
te diferentes estados emocionales y en consecuencia tados obtenidos.
para manejarlos correctamente. Por tanto, la compren- En la Tabla 1 se incluyen los estudios de eficacia de la
sión y el manejo de las emociones son aspectos funda- TDC, en la Tabla 2 se agrupan los de psicoterapias de
mentales a tratar en las personas con TLP. orientación psicoanalítica y la Tabla 3 se recogen otras
El primer objetivo de este estudio es valorar los resulta- psicoterapias y se incluyen ensayos clínicos sobre la
dos de eficacia que obtienen las diferentes psicoterapias efectividad de la TBE, la TCC y TCA. El estudio de
en la mejoría del trastorno. Porque si bien existen algu- Leppänen, Hakko, Sintonen & Lindeman (2016) también
nos estudios de revisión sobre la eficacia de la psicotera- se incluye en esta tabla porque presenta una combina-
pia en el TLP (e.g., Díaz, 2001; Lana & Fernández, ción de la TDC y de la TBE.
2013), son escasos los que analizan detalladamente la Tal y como se observa en la Tabla 1, los estudios reali-
eficacia de cada una de ellas a nivel sintomático. Nues- zados sobre la TDC en el TLP muestran una clara efica-
tro segundo objetivo es, por lo tanto, ir más allá de ver cia en múltiples variables. Los cambios más relevantes se
qué terapia es más eficaz y comprender qué problemáti- dan en conductas autolíticas y autolesivas, lo que lleva a
cas son susceptibles de mejora y cuáles no en función de una disminución tanto de los ingresos hospitalarios como
cada psicoterapia. de la utilización de los servicios de urgencias (Linehan et
al., 1991; Linehan, Heard & Armstrong 1993; Turner,
MÉTODO 2000; Verheul et al., 2003; Bohus et al., 2004; Linehan
Estrategia de búsqueda et al., 2006; McMain et al., 2009; Bedics, Atkins, Com-
Se llevó a cabo una revisión de la literatura en las ba- tois & Linehan 2012; Linehan, et al., 2015; Stigmayr et
ses de datos PsyInfo, Medline, Psicodoc y Google Scho- al., 2014; Harned, Korsnlund & Linehan, 2014). Tam-
lar entre 1990 y 2015, teniendo en cuenta que la TDC, bién se observan cambios significativos en psicopatolo-
149
Artículos TRATAMIENTO DEL TLP
TABLA 1
ESTUDIOS DE EFECTIVIDAD DE LA TERAPIA DIALÉCTICA CONDUCTUAL
Linehan et al., 44 M ECA.GC (TH).TDC G+I Parasuicide History Interview (PHI), Depression Reducción significativa de autolesiones y hospitalizaciones. No hubo
(1991) Inventory (BDI), Scale for Suicide Ideators (SSI), mejorías significativas en depresión, sentimientos de desesperación,
Treatment History Interview (THI), Beck Hopeless Scale ideación suicida y motivos para vivir.
(BHS), Reasons for Living Scale (RLS), Survival and
Coping Scale (SCS).
Linehan, Heard 39 M ECAGC (TH).TDC G+I PHI , THI, Sate Trait Anger Scale (STAS), Global La TDC fue significativamente más efectiva en sentimientos de rabia,
& Armstrong Assessment Scale (GAS), Social Ajusment Scale-Interview funcionamiento global, conductas parasuicidas y ajuste social. No lo
(1993) and Social Ajusment Scale-Self-Report (SAS-SR). fue en ansiedad ruminativa y eficiencia laboral.
Linehan et al., 28 M ECA.GC (TH).TDC G+I PHI, GAS,, Global Social Adjustment (GSA), Social TDC mostró diferencias significativas en abuso de substancias,
(1999) History Interview (SHI), State-Trait-Anger Inventory adherencia a la terapia, ajuste social y global. No hubo diferencias
(STAXI). entre grupos en sentimientos de rabia y conductas parasuicidas.
Turner (2000) 19 M ECA.GC (Terapia G+I Diagnostic Interview for Borderlines (DIB), Structured TDC supuso una reducción significativa en el número de
5H Centrada en el Clinical Interview for DSM-III Disorders (SCID-I) hospitalizaciones y conductas parasuicidas.
Paciente).TDC
Koons et al., 20 M ECA.GC (TH).TDC G+I PHI, THI, BDI, BHS, STAXI, Beck Scale for Suicide TDC mostró mejoras significativas en depresión, suicidio, disociación
(2001) Ideation (BSSI), Hamilton Depression Scale (Ham-D), y rabia. No hubo mejoría significativa en ansiedad.
Hamilton Anxiety Rating Scale (HAM-A), Dissociative
Experiences Scale (DES).
Verheul et al., 58 M ECA.GC (TH).TDC G+I Lifetime Parasuicide Count (LPC), Borderline Personality Mayor adhesión y mejoría en conductas autolesivas y autolíticas de
(2003) Disorder Severity Index (BPDSI-IV). la TDC.
Bohus et al., 50 M EC no A.GC (TH).TDC G+I LPC, HAM-A, BDI, Ham-D, STAXI, GAFSymptom- Mejoría en psicopatología general, conductas autolesivas,
(2004) Checklist (SCL-90-R), State-Trait-Anxiety Inventory disociaciones, depresión, ansiedad, funcionamiento interpersonal y
(STAI), Dissociations Experiences Scale (DES), Inventory ajuste social. No hubo mejoría significativa en sentimientos de rabia.
of Interpersonal Problems (IIP).
Linehan et al., 101 M ECA.GC (TCPE).TDC G+I Ham-D, Suicide Attempt Self-Injury Interview (SASII), El grupo TDC mostró menos hospitalizaciones por ideación suicida y
(2006) Suicidal Behaviors Questionnaire (SBQ), Reasons for mayor adherencia al tratamiento.
Living Inventory (RLI) Treatment History Interview.
McMain et al., 165 M ECA.GC (Atención G+I SASII, SCL-90-R, STAXI, BDI, IIP, EQ-5D,THI.Zanarini No hubo diferencias significativas entre grupos en ninguna de las
(2009) 15 H psiquiátrica general). Rating Scale for Borderline Personality Disorder (ZAN- variables analizadas.Mejorías significativas de la TDC y el GC:
TDC BPD), Reasons for Early Termination From Treatment conductas parasuicidas, síntomas límites, sintomatología general,
Questionnaire. depresión, rabia, utilización de los servicios sanitarios y
funcionamiento interpersonal.
Axelrod, 27 M EC no A.No GC.TDC G+I BDI, Difficulties in Emotion Regulation Scale (DERS). Mejoría significativa en regulación emocional, abuso de substancias
Perepletchikov, y depresión.
Hotlzman &
Sinha (2011)
Bedics, Atkins, 101 M ECA.GC (TCPE).TDC G+I Benjamin’s Structural Analysis of Social Behavior Los individuos del grupo TDC aumentaron la autoafirmación, amor
Comtois (SASB). propio y autoprotección, y disminuyeron las conductas autolesivas.
&Linehan Los participantes que percibieron a su terapeuta como protector y
(2012) reafirmante tuvieron menos conductas autolesivas.
Linehan, et al., 99 M ECA.TDC, TDC G+I SASII, Ham-D, HAMA, THI, Suicidal Behaviors Las tres modalidades reducen significativamente la ideación suicida,
(2015) (Entrenamiento en Questionnaire, Reasons for Living Inventory (RLI). depresión, gravedad de las autolesiones y la utilización de servicios
Habilidades), TDC médicos por tentativas autolíticas. A nivel general, la TDC estándar
individual obtiene mejores resultados que las otras dos modalidades.
Neacsiu et al., 101 M ECA.GC (TCPE).TDC G+I STAXI, Acceptance and action questionnaire (AAQ), La TDC muestra una mejoría en la experiencia, expresión y
(2014) Personal feelings questionnaire 2 (PFQ2), Taylor aceptación de emociones negativas.No diferencias significativas en
Manifest Anxiety Scale (TMAS). la reducción de la intensidad de experiencias emocionales negativas
como rabia, ansiedad, culpa y vergüenza.
Harned, 26 M ECA.TDC,TDC+ PE G+I SCID-I, PTSD Symptom Scale-Interview (PSS-I), Ambas modalidades se asociaron a mejoras en la severidad del
Korsnlund & (Prolonged Exposure International Personality Disorder Examination (IPDE), Síndrome por Estrés Post-Traumático, en disociaciones, sentimientos
Linehan (2014) protocol) Traumatic Life Events Questionnaire (TLEQ), 3-item de culpa, ansiedad, depresión y funcionamiento global. TDC+PE
Childhood ExperiencesQuestionnaire, Reasons for significativamente más eficaz en conductas autolíticas y autolesivas.
Termination-Client Scale, 8-item Client Satisfaction
Questionnaire (CSQ), SASII, GSI, BSI, Ham-D, HAM-A,,
Dissociative Experiences Scale e Taxon (DES-T),
TraumaRelated Guilt Inventory (TRGI), Experience of
Shame Scale (ESS).
Stigmayr et al., 66 M EL (4años) G+I BDI, Ham-D, Borderline Symtom List (BSL), Disminución de autolesiones y número de ingresos hospitalarios.
(2014) 12 H No GC Questionnaire of thoughts and feelings borderline- Mejoría en la severidad de síntomas límites de personalidad,
specific cognitions (QTF), Brief Sympton Inventory- psicopatología general, depresión y disociaciones. Al cabo de un
Global Severity Index (BSI-GSI), Dissociation-Tension- año de tratamiento el 77% de los pacientes, ya no cumplían criterios
Scale (DSS). diagnósticos de TLP.
Notas: N (M=Mujer; H=Hombre), Tipo de Estudio (ECA=Ensayo Clínico Aleatorizado; EC no A=Ensayo Alínico no Aleatorizado; EL=Estudio Longitudinal), GC (TH=Tratamiento Habitual;
TCPE=Tratamiento Comunitario Por Expertos); Modalidad Terapéutica (G=Grupal; I=Individual; G+I=Grupal e Individual)
150
FERRAN BURGAL JUANMARTÍ Y NATHALIE PÉREZ LIZERETTI
Artículos
gía general (Bohus et al., 2004; McMain et al., 2009; rabia expresada y no expresada (Koons et al., 2001;
Stigmayr et al., 2014), sintomatología límite (McMain et McMain et al., 2009), en el ensayo de McMain et al.
al., 2009; Stigmayr et al., 2014), funcionamiento global (2009) está mejoría no fue superior a la del grupo con-
(Linehan, Heard & Armstrong 1993; Linehan et al., trol. En otros dos estudios la variable ansiedad obtuvo
1999; Bohus et al., 2004; McMain et al., 2009), diso- mejoras significativas (Bohus et al., 2004; Harned,
ciaciones (Koons et al., 2001; Bohus et al., 2004; Har- Korsnlund & Linehan, 2014) y en un estudio hubo una
ned et al., 2014; Stigmayr et al., 2014) y depresión mejoría en la experiencia, expresión y aceptación de
(Koons et al., 2001; Bohus et al., 2004; McMain et al., emociones negativas pero no mejoró la capacidad para
2009; Axelrod, Perepletchikova, Hotlzman & Sinha, su regulación (Neacsiu et al., 2014). Solo en uno de los
2011; Linehan, et al., 2015; Harned, Korsnlund & Line- ensayos realizados desde la TDC los pacientes obtuvie-
han, 2014; Stigmayr et al., 2014). Sin embargo en el ron una mejoría significativa en regulación emocional al
estudio de Linehan et al. (1991) no se observó mejoría finalizar el tratamiento (Axelrod, Perepletchikova, Hotlz-
en depresión ni en las variables sentimientos de desespe- man & Sinha 2011).
ración, ideación suicida y motivos para vivir. En la Tabla 2 vemos que las psicoterapias de orienta-
Hay que destacar que la TDC se muestra menos efecti- ción psicoanalítica utilizadas en el TLP son la TBT, la TBM
va de lo esperado en la regulación de la intensidad de y la Terapia Conversacional de Hobson. La TBT (Clarkin,
experiencias emocionales negativas como la rabia, la Levy, Lenzenwerger & Kernberg, 2007; López et al.,
culpa, la ansiedad o la vergüenza (Linehan, Heard & 2004) mostró mejoría clínicamente significativa en an-
Armstrong 1993; Linehan et al., 1999; Koons et al., siedad, depresión, funcionamiento global, conductas sui-
2001; Bohus et al., 2004; Neacsiu et al., 2014). Aun- cidas, ajuste social, irritabilidad y agresividad. La TBM
que en dos estudios sí mejoró de forma significativa la (Bateman & Fonagy 1999; Bateman & Fonagy, 2001
TABLA 2
ESTUDIOS DE EFECTIVIDAD DE TERAPIAS DE ORIENTACIÓN PSICOANALÍTICAS
Bateman & 22 M ECA.GC (TH).TBM G+I STAI, BDI, SCL-90, Social Ajustment Scale (SAS), IIP. Mejoría en conductas autolesivas y autolíticas, depresión, ansiedad,
Fonagy (1999) 16 H psicopatología general, ajuste social y las relaciones interpersonales.
Meares, 60 EC no A.GC (lista de I DSM-III. TCH mostró una disminución significativa en los criterios diagnósticos
Stevenson & espera) TCH respecto al GC.
Comerford
(1999)
Bateman & 44 EL(18 meses).TBM G+I SCL-90-R, GSI, BDI, SAS, IIP. El grupo MBT mantuvo las mejorías a nivel sintomático, social y de
Fonagy (2001) utilización de servicios hospitalarios.
López et al., 10 M EC no A.No GC.TBT I SCID I, SCID II, SCL-90, DSM-IV. Mejoría en la gravedad sintomática y en la actividad global.
(2004)
Korner, Gerull, 33 M EC no A.GC (TH).TCH I Westmead Severity Scale, GAS, DSM-III-R. Mejoría significativa respecto a GC en términos de reducción de la
Meares & 27 H severidad de los síntomas limítrofes y mejoría en el funcionamiento
Stevenson global.
(2006)
Clarkin, Levy, 83 M ECA.TDC, TBT y G+I (TDC) BDI, BSI, Global Assessment of Functioning Scale (GAF), TDC supuso una mejoría en 5 de la 12 variables analizadas
Lenzenwerger 7H Terapia de Apoyo I (TBT) Overt Agression Scale-Modified, Social Ajustment Scale (depresión ansiedad, funcionamiento global, conductas suicidas,
& Kernberg I (Terapia de (SAS), Barrat Impulsiveness Scale-II, Anger Irritability ajuste social), la TBT en 10 (las mismas que la TDC + rabia, Barrat
(2007) Apoyo) and Assault Questionnaire. Factor 2, irritabilidad y agresividad verbal y directa), y la Terapia
de Apoyo en 6 (depresión, ansiedad, funcionamiento global, ajuste
social, Barrat Factor 3 y rabia).
Bateman & 41 EL (5 años).GC G+I ZAN-BPD, GAF. Mejoría clínica significativa respecto al GC en suicidio, criterios
Fonagy (2008) (TH).TBM diagnósticos, utilización de los servicios de salud mental, medicación,
funcionamiento global y estatus vocacional.
Bateman & 107 M ECA.GC (TH).TBM G+I GAF, BDI, SCL-90-R, GSI, BDI, SAS, IIP. Disminución de intentos de suicidio, autolesiones e ingresos
Fonagy (2009) 27 H hospitalarios.Mejoría en psicopatología general, ajuste social y
funcionamiento interpersonal.
Notas: N (M=Mujer; H=Hombre), Tipo de Estudio (ECA=Ensayo Clínico Aleatorizado; EC no A=Ensayo Clínico no Aleatorizado; EL=Estudio Longitudinal), GC (TH=Tratamiento Habitual);
Modalidad Terapéutica (G=Grupal; I=Individual; G+I=Grupal e Individual)
151
Artículos TRATAMIENTO DEL TLP
Bateman & Fonagy, 2008; Bateman & Fonagy 2009) externalización de la psicopatología. En el estudio de
en ansiedad, depresión, psicopatología general, sínto- Ryle & Golynkina (2000) sólo la mitad de la muestra
mas límites y funcionamiento global e interpersonal ade- dejó de cumplir criterios diagnósticos para TLP. Los
más de una disminución de las conductas autolíticas y tres estudios citados anteriormente que evalúan la efi-
autolesivas. Finalmente, la Terapia Conversacional de cacia de la TBE mostraron una disminución significati-
Hobson (TCH) supuso una mejoría significativa de la va de los síntomas límites, de la psicopatología
sintomatología TLP y del funcionamiento global. general y una mejoría de la funcionalidad global. En
En la Tabla 3 se incluyen las investigaciones sobre te- lo que concierne a la TCC, únicamente se encontró un
rapias que no son únicamente la TDC o de orientación ensayo clínico que obtuvo diferencias significativas
psicoanalítica: la Terapia Congnitivo-Analítica (TCA), respecto al grupo control en ansiedad-estado y creen-
(Chanen et al., 2008; Ryle & Golynkina 2000), la TBE cias disfuncionales pero no a nivel de tentativas de
(Farrel, Shaw & Webber, 2009; Giensen-Bloo et al., suicidio, hospitalizaciones, utilización de los servicios
2006; Nadort et., al 2009), la TCC (Davidson et al., de emergencia, ansiedad-rasgo, depresión, funciona-
2006) y una combinación entre TDC y TBE (Leppänen, miento interpersonal y calidad de vida. Finalmente,
Hakko, Sintonen & Lindeman, 2016). Respecto a la Leppänen, Hakko, Sintonen & Lindeman (2016) com-
TCA, Chanen et al. (2008) no encontraron diferencias binando elementos de la TDC y de la TBE obtuvieron
entre grupos a nivel de conductas parasuicidas y crite- mejorías significativas en impulsividad, ideación para-
rios diagnósticos de TLP, la única diferencia significati- noide y disociativa, calidad de vida, conductas autole-
va entre la TCA y el grupo control fue en sivas y variables relativas al suicidio.
TABLA 3
ESTUDIOS DE EFECTIVIDAD DE OTRAS PSICOTERAPIAS
Ryle & 16 M EC no A. I BDI, SCL-90-R, IIP, Social Questionnaire (SQ). Al finalizar la intervención se clasificaron los pacientes en dos grupos,
Golynkina 11 H No GC. en función de si hubo una mejoría o no. El grupo en el que hubo mejoría
(2000) TCA (N=14) dejó de cumplir criterios diagnósticos para el TLP.
El grupo en el que no hubo mejoría (N=13) se dividió en dos
subgrupos, “incierto” (n=7) y “no cambio” (n=6).
Davidson et al., 106 ECA I Acts of Deliberate Self-Harm Inventory (ADSHI), BDI, La TCC+TAU mostró mejores resultados que TAU en creencias
(2006) GC (TH) STAI, BSI, Social Functioning Questionnaire (SFQ), disfuncionales y ansiedad-estado.
TCC Young Schema Questionnaire (YSQ), Working Alliance No hubo diferencias significativas en tentativas de suicidio,
Inventory (WAI). hospitalizaciones, utilización de los servicios de emergencia,
ansiedad-rasgo, depresión, funcionamiento interpersonal y calidad
de vida.
Giensen-Bloo et 80 M ECA I BPDSI-IV, Dissociative Experiences Scale (DES), Dutch La TBE fue superior a la TBT en la disminución de la sintomatología
al., (2006) 6H GC (TBT) Screening List for Attention Deficit Hyperactivity Disorder borderline y de la psicopatología general.
TBE for Adults. Ambos grupos disminuyeron significativamente los síntomas límites,
la psicopatología general y aumentaron la calidad de vida de los
individuos.
Chanen et al., 78 ECA I Youth Self-Report (YSR), Young Adult Self-Report El grupo TCA mostró diferencias significativas en la variable
(2008) GC (Terapia estándar) (YASR), SCID–II, Social and Occupational Functioning externalización de psicopatología.
TCA Assessment Scale (SOFAS), SCID-II. No hubo diferencias entre grupos a nivel de conductas parasuicidas
y puntuaciones en criterios diagnósticos de TLP.
Nadort et., al 60 M ECA. I BPDSI-IV, SCL-90, World Health Quality of Life Disminución de la severidad de síntomas límites y psicopatología
(2009) 2H GC (TBE) Questionnaire (WHOQOL), EuroQOL, EQ-5D, YSQ. general en ambos grupos.
TBE+Terapia No hubo diferencias entre-grupos en ninguna variable.
Telefónica.
Farrel, Shaw & 28 M ECA G BSI, SCL-90, Diagnostic Interview for Borderline El grupo TBE mostró mejorías en sintomatología límite,
Webber (2009) GC (TAU) Personality Disorder (DIB-R), GAFS. psicopatología general y funcionamiento global.
TBE En el grupo TAU no hubo mejoría en ninguna variable.
Leppänen, 44 M ECA G+I BPDSI-IV, Health Related Quality of Life. La combinación TDC+TBE muestra mejoría significativa en
Hakko, 7H GC (TH). impulsividad, ideación paranoide y disociativa, calidad de vida y
Sintonen & TDC + TBE variables relativas al suicidio
Lindeman
(2016)
Notas: N (M=Mujer; H=Hombre), Tipo de Estudio (ECA=Ensayo Clínico Aleatorizado; EC no A=Ensayo Alínico no Aleatorizado; EL=Estudio Longitudinal), GC (TH=Tratamiento Habitual); Modalidad
Terapéutica (G=Grupal; I=Individual; G+I=Grupal e Individual)
152
FERRAN BURGAL JUANMARTÍ Y NATHALIE PÉREZ LIZERETTI
Artículos
153
Artículos TRATAMIENTO DEL TLP
tres horas de psicoterapia semanal, de forma individual dence: Case study results. Cognitive and Behavioral
y grupal, durante más de un año. La TDC manualizada Practice, 7(1), 270–281.
(Tabla 1) consiste en una hora de terapia individual y Bateman, A., y Fonagy, P. (1999). Effectiveness of par-
dos horas de psicoterapia grupal semanales, lo que su- tial hospitalization in the treatment of borderline per-
pone tres horas de psicoterapia por semana durante un sonality disorder: A randomized controlled trial. The
año. En la TBM (Tabla 2), se llevan a cabo entre dos ho- American Journal of Psychiatry, 156(10), 1563–
ras y media (Bateman & Fonagy, 2001; Bateman & Fo- 1569.
nagy, 2009) y seis horas de intervención semanales Bateman, A., y Fonagy, P. (2001). Treatment of border-
(Bateman & Fonagy, 1999) incluyendo las sesiones indi- line personality disorder with psychoanalytically orien-
viduales y grupales durante 18 meses. Así pues, aun ted partial hospitalization: An 18-month follow-up.
cuando se haya demostrado que dichas psicoterapias American Journal of Psychiatry, 158(1), 36–42.
son eficaces, su eficiencia es relativa, por lo que sería de Bateman, A., y Fonagy, P. (2008). 8-Year follow-up of pa-
interés que futuros estudios consideraran tanto la efica- tients treated for borderline personality disorder: Menta-
cia como la eficiencia de las psicoterapias para el TLP. lization-based treatment versus treatment as usual.
Finalmente, como limitaciones de esta revisión, hay American Journal of Psychiatry, 165(5), 631–638.
que remarcar que existe una cierta falta de heteroge- Bateman, A., y Fonagy, P. (2009). Randomized contro-
neidad metodológica en los estudios analizados a nivel lled trial of outpatient mentalization-based treatment
de instrumentos de evaluación. Si bien se suelen medir versus structured clinical management for borderline
los mismos constructos, las pruebas utilizadas son muy personality disorder. American Journal of Psychiatry,
dispares, lo que dificulta en gran medida poder com- 166(12), 1355–1364.
parar la eficacia entre distintas terapias y limita la rea- Bateman, A.W., y Fonagy, P. (2004). Mentalization-ba-
lización de metaanálisis. Por último, debemos remarcar sed treatment of BPD. Journal of Personality Disorders,
que en la mayoría de los estudios incluidos en esta re- 18(1), 36–51.
visión se utiliza como grupo control “Tratamiento Habi- Bedics, J.D., Atkins, D.C., Comtois, K.A., y Linehan,
tual”. La naturaleza de dicho grupo control es M.M. (2012). Treatment differences in the therapeutic
relativamente dispar entre estudios y puede consistir relationship and introject during a 2-year randomized
desde el tratamiento privado hasta el ambulatorio, controlled trial of dialectical behavior therapy versus
abarca desde una visita al mes o una por semana e in- nonbehavioral psychotherapy experts for borderline
cluso en algunos casos puede tratarse de cualquier tipo personality disorder. Journal of Consulting and Clini-
de tratamiento, sea o no psicológico. cal Psychology, 80(1), 66–77.
Bender, D.S., Dolan, R.T., Skodol, A.E., Sanislow, C.A.,
CONFLICTO DE INTERESES Dyck, I.R., McGlashan, T.H., Shea, M.T., Zanarini,
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FERRAN BURGAL JUANMARTÍ Y NATHALIE PÉREZ LIZERETTI
Artículos
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Artículos TRATAMIENTO DEL TLP
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156
ACTUALIDAD
GUÍA DEL NICE SOBRE SALUD MENTAL DE ADULTOS
EN CONTACTO CON EL SISTEMA DE JUSTICIA PENAL
Aída de Vicente y Susana Villamarín
? A > 2 C K @ A 5 6 A OA 6 = A " ? D E : E F E @
'24:@? =A 56A =2A I46= ? :2A A2C
La guía también establece la necesi- acordes a la sintomatología de la perso-
-?:5@A L
sibilidad de aparición de problemas de componentes la solución de problemas,
National Institute for Health salud mental no identificados anterior- la regulación emocional, el control de
and Care Excellence, NICE) publicó la mente, debido al impacto que puede su- impulsos, el manejo de la relaciones in-
guía de práctica clínica para la atención poner el contacto con el sistema de terpersonales, el control de las conduc-
de la salud mental de adultos en con- justicia penal. De esta manera, estable- tas autolesivas y el adecuado uso de
tacto con el sistema de justicia penal ce una serie de recomendaciones tanto psicofármacos. La presencia de trastor-
(Mental health of adults in contact with en la primera recepción de la persona nos de personalidad puede dificultar la
the criminal justice system, NG66). en su entrada en prisión como a lo largo eficacia de las intervenciones psicológi-
La guía cubre la evaluación, el diag- del cumplimiento de su condena y seña- cas, por lo que en estos casos, el NICE
nóstico y el tratamiento de los proble- la la importancia de la identificación de recomienda proporcionar un apoyo es-
mas de salud mental de adultos, las personas en riesgo de desarrollar pecial, ajustar la duración e intensidad
mayores de 18 años, que están en con- trastornos de salud mental, así como el del tratamiento psicológico si fuese ne-
tacto con el sistema de justicia por actos establecimiento de un plan de atención cesario y llevar a cabo intervenciones
delictivos. El objetivo de la guía es es- personalizado en cada caso. multidisciplinares. En ningún caso, se-
tablecer los principios basados en la Respecto al tratamiento, la guía del ñala el NICE, las personas con trastor-
evidencia para el abordaje de los tras- NICE advierte sobre los aspectos a te-
nos de personalidad deben quedar
tornos de salud mental de este colectivo ner en cuenta en cuanto a la aplicación
excluidas de los programas de atención
y proporcionar un plan de atención co- de intervenciones psicológicas, entre
a la salud física o mental.
ordinado a lo largo de su proceso dentro otros: la necesidad de asegurar la conti-
Asimismo, el NICE señala la necesi-
del sistema de justicia. nuidad en la atención a la salud mental
dad de establecer tratamientos psicoló-
Entre las recomendaciones para la eva- una vez que el preso abandona la pri-
gicos específicos para las personas con
luación, la guía del NICE establece la im- sión, la importancia del entrenamiento
trastorno por consumo de sustancias,
portancia de contar, en la medida de lo específico del personal que aplique es-
posible, con la colaboración de un miem- tos tratamientos y la evaluación conti- que tengan en cuenta el manejo de con-
bro de la familia, cuidador, pareja o re- nua de los resultados. tingencias para reducir el consumo de
presentante legal de la persona para En lo que respecta a las necesidades drogas y promover la implicación de las
poder obtener la información necesaria psicológicas, la guía subraya que estas personas en los programas de interven-
para prestar el apoyo adecuado y para ex- personas suelen presentar dificultades ción, así como el abordaje de las posi-
plicar los objetivos y resultados de la de regulación emocional, problemas de bles parafilias.
evaluación. La evaluación debe realizarse control de impulsos, baja percepción de La guía, además, proporciona reco-
en un ambiente confortable, seguro y pri- autonomía, confusión en su sentido de mendaciones para el tratamiento farma-
vado y potenciando la implicación de la identidad y pobre funcionamiento so- cológico, la organización de los
persona evaluada, a través de la empatía cial. En este sentido, suele ser bastante servicios, la formación especializada
y sin realizar juicios de valor por parte habitual la presencia de trastornos de del personal que trabaja en el sistema
del profesional. En la evaluación, el pro- salud mental asociados a trastornos de de justicia, etc., de tal manera que se
fesional debe tener en cuenta la sospecha personalidad, por lo que los profesiona- pueda garantizar el abordaje de los pro-
de cualquier trastorno del neurodesarrollo les encargados de la evaluación de la blemas de salud mental.
(incluidas las dificultades de aprendiza- salud mental deben estar preparados pa- Las personas interesadas pueden con-
je), daños cognitivos, problemas de salud ra identificar estos cuadros diagnósticos sultar la guía en el siguiente enlace:
física o discapacidades. y desarrollar programas de atención https://www.nice.org.uk/guidance/ng66
14 INFOCOP
Mental health of adults in contact with
the criminal justice system
NICE guideline
Published: 21 March 2017
nice.org.uk/guidance/ng66
Your responsibility
The recommendations in this guideline represent the view of NICE, arrived at after careful
consideration of the evidence available. When exercising their judgement, professionals are
expected to take this guideline fully into account, alongside the individual needs, preferences and
values of their patients or service users. The application of the recommendations in this guideline
are not mandatory and the guideline does not override the responsibility of healthcare
professionals to make decisions appropriate to the circumstances of the individual patient, in
consultation with the patient and/or their carer or guardian.
Local commissioners and/or providers have a responsibility to enable the guideline to be applied
when individual health professionals and their patients or service users wish to use it. They should
do so in the context of local and national priorities for funding and developing services, and in light
of their duties to have due regard to the need to eliminate unlawful discrimination, to advance
equality of opportunity and to reduce health inequalities. Nothing in this guideline should be
interpreted in a way that would be inconsistent with compliance with those duties.
Contents
Overview ............................................................................................................................................................................... 4
Recommendations ............................................................................................................................................................. 5
Context................................................................................................................................................................................... 34
More information............................................................................................................................................................................. 35
1 Psychological and pharmacological interventions for people with paraphilic disorders ................................ 36
3 Interventions for coordination and delivery of care to improve access and uptake ......................................... 37
4 Tools for case identification for cognitive impairment in criminal justice system populations .................... 38
Ov
Overview
erview
This guideline covers assessing, diagnosing and managing mental health problems in adults (aged
18 and over) who are in contact with the criminal justice system. It aims to improve mental health
and wellbeing in this population by establishing principles for assessment and management, and
promoting more coordinated care planning and service organisation across the criminal justice
system.
Also see NICE's guideline on physical health of people in prison, which covers mental health
assessment for the prison population as part of the first-stage health assessment for people going
into prison, and continuity of mental health care for people leaving prison.
Who is it for?
All health and social care professionals working with adults in contact with the criminal justice
system in community, primary care, secondary care and secure settings
Adults in contact with the criminal justice system who have or may have mental health
problems
Recommendations
People have the right to be involved in discussions and make informed decisions about their
care, as described in your care.
Making decisions using NICE guidelines explains how we use words to show the strength of
our recommendations, and has information about prescribing medicines (including off-label
use), professional guidelines, standards and laws (including on consent and mental capacity),
and safeguarding.
1.1.1 Use this guideline with the NICE guidelines on service user experience in adult
mental health and patient experience in adult NHS services to improve the
experience of care for people with mental health problems including those with
neurodevelopmental disorders.
1.1.2 Use this guideline with any NICE guidelines on specific mental health
problems[ ]. Take into account:
1
the nature of any coexisting mental health problems (including substance misuse)
the development of trust in an environment where health and care staff may be held in
suspicion
any cultural and ethnic differences in beliefs about mental health problems
1.1.3 Obtain, evaluate and integrate all available and reliable information about the
person when assessing or treating people in contact with the criminal justice
system. For example:
pre-sentence report
custody reports
reports from other relevant services, including liaison and diversion, substance misuse
services, social service or housing services and youth offending services
Take into account how up to date the information is and how it was gathered.
1.2.1 Work with a family member, partner, carer, advocate or legal representative
when possible in order to get relevant information and support the person, help
explain the outcome of assessment and help them make informed decisions
about their care. Take into account:
the nature and quality of family relationships, including any safeguarding issues
any statutory or legal considerations that may limit family and carer involvement
1.2.3 When assessing a person, make reasonable adjustments to the assessment that
take into account any suspected neurodevelopmental disorders (including
learning disabilities), cognitive impairments, or physical health problems or
disabilities. Seek advice or involve specialists if needed.
1.3.2 Ensure all staff working in criminal justice settings are aware of the potential
impact on a person's mental health of being in contact with the criminal justice
system.
Recommendations 1.3.3 to 1.3.5 cover what happens when a person first arrives into prison, and
are taken from the NICE guideline on physical health of people in prison. They refer to the first-
stage health assessment, which is a combined physical and mental health assessment. A second-
stage mental health assessment in prison should normally be done within 7 days.
There is also a downloadable version of the first stage health assessment table as shown in table 1.
1.3.3 At first reception into prison, a healthcare professional (or trained healthcare
assistant under the supervision of a registered nurse) should carry out a health
assessment for every person. Do this before the person is allocated to their cell.
As part of the assessment, identify:
any issues that may affect the person's immediate health and safety before the second-
stage health assessment
1.3.4 Ensure continuity of care for people transferring from one custodial setting to
another (including court, the receiving prison or during escort periods) by, for
example:
accessing relevant information from the patient clinical record, prisoner escort record
and cell sharing risk assessment
1.3.5 The first-stage health assessment should include the questions and actions in
table 1. It should cover:
physical health
alcohol use
substance misuse
mental health
Prison sentence
1. Has the person committed murder, Yes: refer the person for mental health
manslaughter or another offence with a assessment by the prison mental health in-reach
long sentence? team if necessary.
No: record no action needed.
Prescribed medicines
2. Is the person taking any prescribed Yes: document any current medicines being
medicines (for example, insulin) or over-the- taken and generate a medicine chart.
counter medicines (such as creams or Refer the person to the prescriber for
drops)? If so: appropriate medicines to be prescribed, to
what are they ensure continuity of medicines.
If medicines are being taken, ensure that the
what are they for
next dose has been provided (see
how do they take them? recommendations 1.7.10 and 1.7.11 in the NICE
guideline on physical health of people in prison).
Let the person know that medicines
reconciliation will take place before the second-
stage health assessment.
No: record no action needed.
Ph
Physical
ysical injuries
3. Has the person received any physical Yes: assess severity of injury, any treatment
injuries over the past few days, and if so: received and record any significant head,
what were they abdominal injuries or fractures.
Document any bruises or lacerations observed
how were they treated? on a body map.
In very severe cases, or after GP assessment, the
person may need to be transferred to an
external hospital. Liaise with prison staff to
transfer the person to the hospital emergency
department by ambulance.
If the person has made any allegations of assault,
record negative observations as well (for
example, 'no physical evidence of injury').
No: record no action needed.
4. Does the person have any of the Ask about each condition listed.
following: Yes: make short notes on any details of the
allergies, asthma, diabetes, epilepsy or person's condition or management. For example,
history of seizures 'Asthma – on Ventolin 1 puff daily'.
Make appointments with relevant clinics or
chest pain, heart disease
specialist nurses if specific needs have been
chronic obstructive pulmonary disease identified.
No: record no action needed.
tuberculosis, sickle cell disease
learning disabilities
neurodevelopmental disorders
physical disabilities?
5. Are there any other health problems the Yes: record the details and check with the person
person is aware of that have not been that no other physical health complaint has been
reported? overlooked.
No: record no action needed.
6. Are there any other concerns about the Yes: make a note of any other concerns about
person's health? physical health. This should include any health-
related observations about the person's physical
appearance (for example, weight, pallor,
jaundice, gait or frailty).
Refer the person to the GP or relevant clinic.
No: note 'Nil'.
7. Does the woman have reason to think she If the woman is pregnant, refer to the GP and
is pregnant, or would she like a pregnancy midwife.
test? If there is reason to think the woman is pregnant,
or would like a pregnancy test: provide a
pregnancy test. Record the outcome. If positive,
make an appointment for the woman to see the
GP and midwife.
No: record response.
Living arr
arrangements,
angements, mobility and diet
8. Does the person need help to live Yes: note any needs. Liaise with the prison
independently? disability lead in reception about:
the location of the person's cell
9. Do they use any equipment or aids (for Yes: remind prison staff that all special
example, walking stick, hearing aid, glasses, equipment and aids the person uses should
dentures, continence aids or stoma)? follow them from reception to their cell.
No: record response.
10. Do they need a special medical diet? Yes: confirm the need for a special medical diet.
Note the medical diet the person needs and send
a request to catering. Refer to appropriate clinic
for ongoing monitoring.
No: record response.
11. Has the person seen a doctor or other Yes: note details of any recent medical contact.
healthcare professional in the past few Arrange a contact letter to get further
months? If so, what was this for? information from the person's doctor or
specialist clinic. Note any ongoing treatment the
person needs and make appointments with
relevant clinics, specialist nurses, GP or other
healthcare staff.
No: record no action needed.
12. Does the person have any outstanding Yes: note future appointment dates. Ask
medical appointments? If so, who are they healthcare administrative staff to manage these
with, and when? appointments or arrange for new dates and
referral letters to be sent if the person's current
hospital is out of the local area.
No: record no action needed.
13. Does the person drink alcohol, and if so: Urgently refer the person to the GP or an
how much do they normally drink? alternative suitable healthcare professional if:
they drink more than 15 units of alcohol daily
how much did they drink in the week or
before coming into custody?
they are showing signs of withdrawal or
14. Has the person used street drugs in the Yes: refer the person to substance misuse
last month? If so, how frequently? services if there are concerns about their
When did they last use: immediate clinical management and they need
immediate support. Take into account whether:
heroin
they have taken drugs intravenously
methadone
they have a positive urine test for drugs
benzodiazepines
their answers suggest that they use drugs
amphetamine more than once a week
15. Has the person used prescription or Yes: refer the person to substance misuse
over-the-counter medicines in the past services if there are concerns about their
month: immediate clinical management and they need
that were not prescribed or immediate support.
recommended for them or No: record response.
Mental health
16. Has the person ever seen a healthcare Yes: refer the person for a mental health
professional or service about a mental assessment if they have previously seen a mental
health problem (including a psychiatrist, GP, health professional in any service setting.
psychologist, counsellor, community mental No: record response.
health services, alcohol or substance misuse
services or learning disability services)?
If so, who did they see and what was the
nature of the problem?
17. Has the person ever been admitted to a Yes: refer the person for a mental health
psychiatric hospital, and if so: assessment.
when was their most recent discharge No: record response.
18. Has the person ever been prescribed Yes: refer the person for a mental health
medicine for any mental health problems? If assessment if they have taken medicine for
so: mental health problems.
what was the medicine No: record response.
19. Is the person: Yes: refer the person for an urgent mental health
feeling hopeless or assessment. Open an Assessment, Care in
Custody and Teamwork (ACCT) plan if:
currently thinking about or planning to there are serious concerns raised in response
harm themselves or attempt suicide? to questions about self-harm, including
thoughts, intentions or plans, or observations
(for example, the patient is very withdrawn or
agitated) or
20. Has the person ever tried to harm Yes: refer the person for a mental health
themselves, and if so: assessment if they have ever tried to harm
do they have a history of suicide themselves.
attempts No: record response.
Recommendations 1.3.6 to 1.3.8 apply both throughout the care pathway and to the second-stage
health assessment in prisons. In non-prison settings, all staff should think about using the
Correctional Mental Health Screen tool (see recommendation 1.3.6).
1.3.6 Consider using the Correctional Mental Health Screen for Men (CMHS-M) or
Women (CMHS-W) to identify possible mental health problems if:
the person's history, presentation or behaviour suggest they may have a mental health
problem
the person's responses to the first-stage health assessment suggest they may have a
mental health problem
the person has a chronic physical health problem with associated functional
impairment
concerns have been raised by other agencies about the person's abilities to participate
in the criminal justice process.
1.3.7 When using the CMHS-M or CMHS-W with a transgender person, use the
measure that is in line with their preferred gender identity.
1.3.8 If a man scores 6 or more on the CMHS-M, or a woman scores 4 or more on the
CMHS-W, or there is other evidence supporting the likelihood of mental health
problems, practitioners should:
refer the person to an appropriately trained professional for further assessment if they
are not competent to perform such assessments themselves.
1.3.9 Service providers should ensure that competent practitioners who have
experience of working with people in contact with the criminal justice system
with mental health problems:
coordinate the input of other professionals into the assessment when needed.
1.3.10 If there are concerns about a person's mental capacity, practitioners should:
perform a mental capacity assessment if they are competent to do this (or refer the
person to a practitioner who is)
1.3.11 All practitioners should discuss rights to confidentiality with people and explain:
what the mental health assessment is for and how the outcome of the assessment may
be used
how consent for sharing information with named family members, carers and other
services should be sought
that the assessor may have a legal or ethical duty to disclose information relating the
safety of the person or others, or to the security of the institution.
involves negotiation with the person, as early as possible in the assessment process,
about how information about them will be shared with others involved in their care
makes the most of the contribution of everyone involved, including the person, those
providing care or legal advice and family members and carers
engages the person in an informed discussion of treatment, support and care options
allows for the discussion of the person's concerns about the assessment process.
1.3.13 Ensure all practitioners carrying out mental health assessments are competent
to assess problems that commonly present, with an understanding of the
context and setting in which they are done. They should:
tailor the content, structure and pace of an assessment to the person's needs and
adjust the assessment as new information emerges
appraise the reliability and validity of all available health and criminal justice systems
records
identify and take into account the reasons for any significant differences between the
assessor's views and those of the person and other agencies involved in their care
take into account the views of practitioners from other services involved in the
person's care.
1.3.14 All practitioners carrying out mental health assessment should take into
account the following when conducting an assessment of suspected mental
health problems for people in contact with the criminal justice system:
the nature and severity of the presenting mental health problems (including cognitive
functioning) and their development and history
people's strengths
available support networks, and the person's capacity to make use of them
previous care, support and treatment, including how the person responded to these
offending history and how this may interact with mental health problems.
1.3.15 When assessing people in contact with the criminal justice system all
practitioners should:
discuss mental health problems and treatment options in a way that gives rise to hope
and optimism by explaining that change is possible and attainable
be aware that people may have negative expectations based on earlier experiences
with mental health services, the criminal justice system, or other relevant services.
1.3.16 All practitioners should share the outcomes of a mental health assessment, in
accordance with legislation and local policies, subject to permission from the
person where necessary, with:
all staff and agencies (for example, probation service providers and secondary care
mental health services) involved in the direct development and implementation of the
plan
other staff or agencies (as needed) not directly involved in the development and
implementation of the plan who could support the effective implementation and
delivery of the plan.
Re
Reviewing
viewing the mental health assessment
if there are significant differences between the views of the person and the views of
the family, carers or staff that cannot be resolved through discussion
when the person is transferred between, or out of, criminal justice services
assessing multiple areas of need, including social and personal circumstances, physical
health, occupational rehabilitation, education and previous and current care and
support
1.4.1 Perform a risk assessment for all people in contact with the criminal justice
system when a mental health problem occurs or is suspected.
1.4.2 All practitioners should take into account the following issues in risk
assessments for people in contact with the criminal justice system:
risk to self, including self-harm, suicide, self-neglect, risk to own health and degree of
vulnerability to exploitation or victimisation
risk to others that is linked to mental health problems, including aggression, violence,
exploitation and sexual offending
1.4.3 During a risk assessment the practitioner doing the assessment should explain
to the person that their behaviours may need to be monitored. This may include:
1.4.4 If indicated by their risk assessment, the practitioner doing the assessment
should develop a risk management plan for a person. This should:
integrate with or be consistent with the mental health assessment and plan
take an individualised approach to each person and recognise that risk levels may
change over time
set out the interventions to reduce risk at the individual, service or environmental level
take into account any legal or statutory responsibilities which apply in the setting in
which they are used
be shared with the person (and their family members or carers if appropriate) and
relevant agencies and services subject to permission from the person where necessary
be reviewed regularly by those responsible for implementing the plan and adjusted if
risk levels change.
1.4.5 All practitioners should ensure that any risk management plan is:
informed by the assessments and interventions in relevant NICE guidance for the
relevant mental health disorders, including the NICE guidelines on self-harm in over
8s: short-term management and prevention of recurrence and self-harm in over 8s:
long-term management
implemented in line with agreed protocols for safeguarding vulnerable people and the
provision of appropriate adults
implemented in line with agreed protocols in police custody, prisoner escort services,
prison, community settings and probation service providers.
1.4.6 Ensure that the risk management plan is integrated with, and recorded in, the
relevant information systems; for example, the ACCT procedure in prisons, the
Offender Assessment System (OASys) and SystmOne and Multi-Agency Risk
Assessment Conference (MARAC) and Multi-Agency Public Protection
Arrangements (MAPPA).
1.5.1 Develop a mental health care plan in collaboration with the person and, when
possible, their family, carers and advocates. All practitioners developing the plan
should ensure it is integrated with care plans from other services, and includes:
a profile of the person's needs (including physical health needs), identifying agreed
goals and the means to progress towards them
agreed outcome measures and timescale to evaluate and review the plan
an agreed process for communicating the care plan (such as the Care Programme
Approach or Care Treatment Plan) to all relevant agencies, the person, and their
families and carers, subject to permission from the person where necessary.
1.5.2 When developing or implementing a mental health care plan all practitioners
should take into account:
the need to provide extra information and support to help with the understanding and
implementation of the care plan
the need to adjust the structure, content, duration or frequency of any intervention
the need for any prompts or cognitive aids to help with delivery of the intervention.
Deliv
Delivering
ering psy
psychological
chological interv
interventions
entions for mental health problems
1.6.1 Refer to relevant NICE guidance for the psychological treatment of mental
health problems for adults in contact with the criminal justice system, taking
into account the need:
for staff to be trained and competent in the interventions they are delivering
for supervision
1.6.2 Be aware that many people in contact with the criminal justice system (including
people with a diagnosis of personality disorder) may have difficulties with:
impulse control (for example, difficulty planning, seeking high levels of stimulation,
ambivalent about consequences of their negative actions)
social functioning (for example, relating to, cooperating with and forming relationships
with others, difficulties understanding their own and others' needs)
occupational functioning.
Personality disorder
1.6.3 Providers of services should ensure staff are able to identify common features
and behaviours associated with personality disorders and use these to inform
the development of programmes of care.
problem solving
self-harm
1.6.5 Practitioners should be aware when delivering interventions for people with
mental health problems that having a personality disorder or an associated
problem may reduce the effectiveness of interventions. Think about:
1.6.6 Practitioners should not exclude people with personality disorders from any
health or social care service, or intervention for comorbid disorders, as a direct
result of their diagnosis.
Specific psy
psychological
chological interv
interventions
entions
agree with the person the behaviour that is the target of change
confirm the person understands the relationship between the treatment goal and the
incentive schedule
daily (5 days only) social activity groups for all wing residents
1.6.11 Consider psychological interventions for paraphilias only when delivered as part
of a research programme.
1.7.1 Refer to relevant NICE guidance for pharmacological interventions for mental
health problems in adults in contact with the criminal justice system. Take into
account:
1.7.3 Review all medicines prescribed for sleep problems and the management of
chronic pain to:
1.8.2 Providers of criminal justice services and healthcare services should consider
diverting people from standard courts to dedicated drug courts if the offence is
linked to substance misuse and was non-violent.
agreed protocols for joint working developed and reviewed by a multi-agency group
agreed referral pathways for urgent and emergency care and routine care.
all people with a severe or complex mental health problem have a designated care
coordinator
during transitions between services care plans are shared and agreed between all
services
effective protocols are in place to support routine data sharing and, when necessary,
joint plans of care between health services (including primary and secondary care
services) and criminal justice agencies to reduce unnecessary assessments and
promote effective interventions.
the purpose of the service in which they work, and the role and availability of other
related local services, including pathways for referral
the roles, responsibilities and processes of criminal justice, health and social care staff
legislation and local policies relevant to their role, for sharing information with others
involved in the person's care
protocols for dealing with mental health problems in the criminal justice system (for
example, in-possession medicines, side effects, withdrawal)
the stigma and discrimination associated with mental health problems and associated
behaviours, such as self-harm
1.9.3 Provide multidisciplinary and multi-agency training (as part of both induction
training and continuing professional development) to increase consistency,
understanding of ways of working, and promotion of positive working
relationships for all staff who work in the criminal justice system on:
the prevalence of mental health problems in the criminal justice system, and why such
problems may bring people into contact with the criminal justice system
the main features of commonly occurring mental health problems seen in the criminal
justice system, and the impact these may have on behaviour and compliance with rules
and statutory requirements
1.9.4 Give all staff involved in direct care, training (as part of induction training and
continuing professional development) and supervision to support them in:
managing stress associated with working in the criminal justice system and how this
may affect their interactions with people and their own mental health and wellbeing
recognition of changes in behaviour, taking into account that these may indicate the
onset of, or changes to, mental health problems
delivering interventions within the constraints of the criminal justice system (for
example, jail craft training, formulation skills).
ACCT is a prisoner-centred, flexible care-planning system which, when used effectively, can reduce
risk, primarily of self-harm. The ACCT process is necessarily prescriptive and it is vital that all
stages are followed in the timescales prescribed.
Acquired cognitiv
cognitivee impairment
Any cognitive impairment that develops after birth, including traumatic brain injury, stroke, and
neurodegenerative disorders such as dementia.
Appropriate adult
A person who is responsible for protecting (or 'safeguarding') the rights and welfare of a child or
'mentally vulnerable' adult who is either detained by police or is interviewed under caution
voluntarily. The role was created alongside the Police and Criminal Evidence Act (PACE) 1984.
Carer
A person who provides unpaid support to someone who is ill, having trouble coping or who has
disabilities.
Contingency management
A set of techniques that focus on the use of reinforcement to change certain specified behaviours.
These may include promoting abstinence from drugs (for example, cocaine), reducing drug misuse
(for example, illicit drug use by people receiving methadone maintenance treatment), and
improving adherence to interventions that can improve physical health outcomes.
This is a screening tool that measures acute mental health issues present in people in prison.
Questions are answered in a yes–no format, and then rated on a Likert-scale from 1 (low risk or
need) to 5 (high risk or need), depending on severity.
In-possession medicine
Medicine is said to be held in-possession if a person (usually in a prison or other secure setting) is
responsible for holding and taking it themselves.
Jail cr
craft
aft
Learned, knowledgeable work depending on experience and fine judgements in a prison setting –
often learned by new staff working in prisons through shadowing and being mentored by
experienced staff.
This is a service that aims to identify people who have mental health problems who come into
contact with the criminal justice system before they enter prison. They may be able to liaise and
refer people they identify with mental health problems to local services or divert someone out of
the criminal justice system, for example by arranging a Mental Health Act assessment. A liaison and
diversion service may be in the form of a street triage service (see below) or they can be based in
police custody suites or the court cells.
A secondary mental health team based in prisons to support adults in prison. The team will be part
of the NHS trust for the area the prison is located. This team may consist of the same types of staff
who work in community mental health teams, including community psychiatric nurses, social
workers, psychologists, occupational therapists and psychiatrists.
These arrangements are designed to protect the public, including previous victims of crime, from
serious harm by sexual and violent offenders. They require the local criminal justice agencies and
other bodies dealing with offenders to work together in partnership in dealing with these
offenders.
This is a monthly meeting where professionals across criminal justice agencies and other bodies
dealing with offenders share information on high risk cases of domestic violence and abuse and put
in place a risk management plan.
Multidisciplinary
A multidisciplinary team Is a group of experts from different disciplines who each provide specific
support to a person, working as a team.
This is a risk and needs assessment tool. It identifies and classifies offending related needs, such as
a lack of accommodation, poor educational and employment skills, substance misuse, relationship
problems, and problems with thinking and attitudes and the risk of harm offenders pose to
themselves and others.
Progr
Programme
amme of care
This is developed from a comprehensive assessment of a person's needs and sets out how those
needs might be met, who is responsible for meeting those needs, and how the programme of care
will be evaluated and reviewed.
Street triage
Schemes involving mental health professionals providing on-the-spot support to police officers
who are dealing with people with possible mental health problems.
SystmOne
A clinical computer system used widely by healthcare professionals in the UK to manage electronic
patient records. SystmOne is the standard system currently used in prisons in England and Wales.
[1]
This guideline covers the full range of mental health problems including common mental
disorders, substance misuse disorders, neurodevelopmental disorders and personality disorders.
NICE has produced tools and resources to help you put this guideline into practice.
Putting recommendations into practice can take time. How long may vary from guideline to
guideline, and depends on how much change in practice or services is needed. Implementing change
is most effective when aligned with local priorities.
Changes recommended for clinical practice that can be done quickly – like changes in prescribing
practice – should be shared quickly. This is because healthcare professionals should use guidelines
to guide their work – as is required by professional regulating bodies such as the General Medical
and Nursing and Midwifery Councils.
Changes should be implemented as soon as possible, unless there is a good reason for not doing so
(for example, if it would be better value for money if a package of recommendations were all
implemented at once).
Different organisations may need different approaches to implementation, depending on their size
and function. Sometimes individual practitioners may be able to respond to recommendations to
improve their practice more quickly than large organisations.
Here are some pointers to help organisations put NICE guidelines into practice:
1. Raise aawareness
wareness through routine communication channels, such as email or newsletters, regular
meetings, internal staff briefings and other communications with all relevant partner organisations.
Identify things staff can include in their own practice straight away.
2. Identify a lead with an interest in the topic to champion the guideline and motivate others to
support its use and make service changes, and to find out any significant issues locally.
3. Carry out a baseline assessment against the recommendations to find out whether there are
gaps in current service provision.
4. Think about what data you need to measure improvement and plan how you will collect it. You
may want to work with other health and social care organisations and specialist groups to compare
current practice with the recommendations. This may also help identify local issues that will slow or
prevent implementation.
5. De
Devvelop an action plan
plan, with the steps needed to put the guideline into practice, and make sure it
is ready as soon as possible. Big, complex changes may take longer to implement, but some may be
quick and easy to do. An action plan will help in both cases.
6. For vvery
ery big changes include milestones and a business case, which will set out additional costs,
savings and possible areas for disinvestment. A small project group could develop the action plan.
The group might include the guideline champion, a senior organisational sponsor, staff involved in
the associated services, finance and information professionals.
7. Implement the action plan with oversight from the lead and the project group. Big projects may
also need project management support.
8. Re
Review
view and monitor how well the guideline is being implemented through the project group.
Share progress with those involved in making improvements, as well as relevant boards and local
partners.
NICE provides a comprehensive programme of support and resources to maximise uptake and use
of evidence and guidance. See our into practice pages for more information.
Also see Leng G, Moore V, Abraham S, editors (2014) Achieving high quality care – practical
experience from NICE. Chichester: Wiley.
Conte
Context
xt
Mental health problems are very common among people in contact with the criminal justice
system, with the amount of people affected ranging from 39% in police custody up to 90% in prison.
There is also evidence that certain mental disorders, like personality disorders and psychotic
disorders, are more prevalent in the prison population than the general population. It has also been
reported that certain groups like females, black and minority ethnic groups, people older than 50
years and people with comorbid disorders are over-represented in prisoners with mental health
disorders.
The underlying mechanisms between crime and mental illness are still not yet well understood.
There are some suggestions that pre-existing social factors, for example homelessness, may be
associated with increased offending. In other areas, such as substance misuse, the urge to use illicit
drugs may drive people to commit crimes such as theft. In some cases, the links may relate to either
poor adaptive functioning or the consequence of offending and contact with the criminal justice
system upon mental health.
Currently, NHS England is responsible for commissioning healthcare provision including mental
healthcare for people in contact with the criminal justice system, with the exceptions of police and
court custody. There is also a joint care pilot scheme between the criminal justice system and NHS
funded by the Department of Health, with initiatives such as 'street triage' schemes. However,
identifying mental health problems in police custody is complicated by the lack of training,
education and a standard assessment. There is also a lack of clarity on appropriate signposting and
prompt access to a mental healthcare.
This guideline covers recognition, assessment, treatment and prevention of mental health
problems in adults who are in contact with the criminal justice system (police and court custody,
prison custody, street triage and liaison and diversion services, as well as probation service
providers). Mental health problems include common mental health problems, severe mental illness,
paraphilias, neurodevelopmental disorders and acquired cognitive impairment. There are
recommendations on care planning and pathways, and organisation and structure of services, as
well as training for health, social care and criminal justice professionals and practitioners. Although
the focus of this guideline is on healthcare, the Care Act 2014 has relevance to people in the
criminal justice system, in the community and in prisons. This may be of particular relevance for
people with neurodevelopmental disorders, including learning disability and autistic spectrum
disorders.
More information
You can also see this guideline in the NICE pathway on health of people in the criminal justice
system.
To find out what NICE has said on topics related to this guideline, see our web page on prisons
and other secure settings and mental health and behavioural conditions.
See also the guideline committee's discussion and the evidence reviews (in the full guideline),
and information about how the guideline was developed, including details of the committee.
The guideline committee has made the following recommendations for research. The committee's
full set of research recommendations is detailed in the full guideline.
What is the clinical effectiveness, cost effectiveness and safety of specific psychological and
pharmacological interventions both in and out of prison among people with paraphilic disorders?
Wh
Whyy this is important
There is also insufficient evidence on the effectiveness of psychological interventions for people
with paraphilias in the criminal justice system. An individual patient data analysis of existing large
scale data sets of paedophiles who have been treated in the criminal justice system should be
conducted to inform the choice of treatment and the design of any future research. Psychological
interventions for paraphilias (such as sex offender treatment programme) should be tested in large
randomised controlled trials in criminal justice populations. This research could have a significant
impact upon updates of this guideline.
cost-effectiveness
service utilisation.
When designing the trials, consideration should be given to the timing, intensity and duration of
interventions in the context of the criminal justice system.
What is the effectiveness of structured clinical (case) management in improving mental health
outcomes using interventions within probation service providers?
Wh
Whyy this is important
Many people in contact with the community-based criminal justice services have significant mental
health problems, in particular, personality problems and interpersonal difficulties. Evidence from
studies of people with such problems in general mental health services suggests that structured
organisation and delivery of mental health interventions (structured clinical management) may be
of benefit in improving mental health outcomes. A programme of research is needed which would
first refine and develop structured clinical management for use in the community rehabilitation
companies (CRCs) and the National Probation Service (NPS) and then test this in large scale
randomised control trials in both CRCs and the NPS. The comparison should be against standard
CRC and NPS care. The trial should consider both clinical outcomes and cost-effectiveness.
service utilisation
cost-effectiveness
What models for the coordination and delivery of care for people in contact with the criminal
justice system provide for the most effective and efficient coordination of care and improve access
and uptake of services?
Wh
Whyy this is important
There is low quality evidence for a range of systems for the delivery and coordination of care in the
criminal justice system (for example, drug or mental health courts, and case management).
However, there is clear evidence of poor engagement, uptake and retention in treatment for people
with mental health problems in contact with the criminal justice system. A number of models (for
example, case management and collaborative care) have shown benefit for people with common
and severe mental health problems in routine healthcare settings. A programme of research and
development is needed, which will first develop and test different models of care coordination for
the delivery of care in small feasibility studies, and then test models that have shown promise in the
feasibility studies in large scale randomised clinical trials in the criminal justice system.
cost effectiveness.
What are the reliable and valid tools to identify cognitive impairment among people in contact with
the criminal justice system (including people who have experienced physical trauma,
neurodevelopmental disorders or other acquired cognitive impairment)?
Wh
Whyy this is important
Acquired cognitive impairment is common in criminal justice system populations and may be
associated with poor social, occupational an interpersonal functioning. Also, people with acquired
cognitive impairment have high risk of self-harm which is particularly prevalent in the prison
population. Acquired cognitive impairment may arise as a result of, for example, traumatic brain
injury, a stroke or other neurological conditions. Experts in this area have suggested that early
identification of deficits, and implementation of effective management strategies, could be
important in limiting the long-term impact of acquired cognitive impairment. However, there is a
lack of evidence on reliable and valid case identification tools and methods. It is important that
research is developed to assist staff in the criminal justice pathway to help identify people with
acquired cognitive impairment and support better understanding and management of acquired
cognitive impairment.
What is the prevalence of mental health problems and associated social problems for those in
contact with the criminal justice system?
Wh
Whyy this is important
It is widely recognised that the people in contact with the criminal justice system have a high
prevalence of a whole range of mental health problems and associated problems including unstable
housing, long-standing unemployment, a lack of supportive social networks and debt. What is not
clear, however, is how the mental and social functioning of this group of people has changed since
the last major epidemiological study in the late 1990s. In order to plan for the effective mental
health care of people in the criminal justice system, it is important to have a greater understanding
of the prevalence of mental health problems and social functioning of this group of people. There
are a number of factors which have changed since the last epidemiological study; these include a
larger prison population, changing patterns of substance misuse, an aging prison population,
changes in probation practice and sentencing policy as well as broader changes in society such as
changes in mental health care and social care practice. A series of epidemiological studies of
representative criminal justice system populations should be undertaken to address the above
problems.
What factors are associated with suicide attempts and completed suicides?
Wh
Whyy this is important
There is high prevalence of suicide attempts among people in contact with the criminal justice
system. When developing interventions to prevent self-harm among these populations, it is
important to identify and understand the factors related to successful suicide. A retrospective
analysis of observational studies of suicidal attempts and completed suicides using suicide as a
definitive and measurable outcome should be performed to identify the prognostic factors for
successful prevention.
ISBN: 978-1-4731-2381-6
Accreditation
Quality standard
Published: 29 June 2017
nice.org.uk/guidance/qs154
Contents
Quality statements ........................................................................................................................................................... 4
Quality statement........................................................................................................................................................................... 5
Rationale............................................................................................................................................................................................. 5
Source guidance............................................................................................................................................................................... 7
Quality statement........................................................................................................................................................................... 9
Rationale............................................................................................................................................................................................. 9
Source guidance............................................................................................................................................................................... 11
Quality statement........................................................................................................................................................................... 13
Rationale............................................................................................................................................................................................. 13
Source guidance............................................................................................................................................................................... 15
Quality statement........................................................................................................................................................................... 17
Rationale............................................................................................................................................................................................. 17
Source guidance............................................................................................................................................................................... 18
Quality statement........................................................................................................................................................................... 20
Rationale............................................................................................................................................................................................. 20
Source guidance............................................................................................................................................................................... 22
This standard should be read in conjunction with QS101, QS88 and QS59.
Quality statements
Statement 1 People in contact with mental health services who have been violent or aggressive are
supported to identify triggers and early warning signs for these behaviours.
Statement 2 People in contact with mental health services who have been violent or aggressive are
supported to identify successful de-escalation techniques and make advance statements about the
use of restrictive interventions.
Statement 3 People with a mental health problem who are manually restrained have their physical
health monitored during and after restraint.
Statement 4 People with a mental health problem who are given rapid tranquillisation have side
effects, vital signs, hydration level and consciousness monitored after the intervention.
Statement 5 People with a mental health problem who experience restraint, rapid tranquillisation
or seclusion are involved in an immediate post-incident debrief.
NICE has developed guidance and quality standards on patient experience in adult NHS
services and service user experience in adult mental health services (see the NICE pathways
on patient experience in adult NHS services and service user experience in adult mental health
services), which should be considered alongside these quality statements.
Other quality standards that should be considered when commissioning or providing services
where violence and aggression is likely to occur include:
Learning disabilities: challenging behaviour (2015) NICE quality standard 101
Antisocial behaviour and conduct disorders in children and young people (2014) NICE
quality standard 59
A full list of NICE quality standards is available from the quality standards topic library.
Quality statement
People in contact with mental health services who have been violent or aggressive are supported to
identify triggers and early warning signs for these behaviours.
Rationale
Personal, social, institutional or environmental factors can trigger violent or aggressive behaviours
in people with mental health problems who receive support in mental health, health or community
settings. Identifying these triggers can help people using mental health services, care staff and
carers to understand what prompts violent or aggressive behaviour when people are using these
services. This knowledge can prevent violent or aggressive behaviours from escalating by alerting
people to early warning signs of distress and enabling them to start immediate de-escalation or
remove the triggers causing the violent or aggressive behaviour. Identifying triggers and early
warning signs can also help services to improve organisational practice.
Quality measures
Structure
Evidence of local arrangements to ensure that people in contact with mental health services who
have been violent or aggressive while receiving support in mental health, health or community
settings have identified triggers and early warning signs for these behaviours included in their care
plan.
Data sour
source:
ce: Local data collection, for example, service protocols on managing violent or aggressive
behaviours.
Process
Proportion of people in contact with mental health services who have been violent or aggressive
while receiving support in mental health, health or community settings whose care plan includes
identified triggers and early warning signs for these behaviours.
Numerator – the number in the denominator with a care plan that includes any identified triggers
and early warning signs.
Denominator – the number of people in contact with mental health services who have been violent
or aggressive while receiving support in mental health, health or community settings.
Data sour
source:
ce: Local data collection.
Outcome
Data sour
source:
ce:Local data collection, for example, surveys capturing service user experience.
Data sour
source:
ce:Local data collection and restrictive interventions recorded in the mental health
services data set.
Service pro
providers
viders (such as mental health trusts, mental health community services and primary
care mental health services) ensure that systems are in place to identify the factors that prompt
violent or aggressive behaviours in people with mental health problems. Service providers also
ensure that people are supported to identify their own triggers and early warning signs and that
these are recorded in the person's care plan. Service providers share this information to inform
care, organisational learning and practice.
Commissioners (clinical commissioning groups, local authorities and NHS England) ensure that
they commission services that identify the factors that prompt violent or aggressive behaviours in
people with mental health problems. They also ensure that people with mental health problems
who have been violent or aggressive while receiving support in mental health, health or community
settings are supported to identify their own triggers and early warning signs and that these are
recorded in the person's care plan.
People in contact with mental health services who hahavve been violent or aggressiv
aggressivee when they were
using mental health, health or community services are encouraged to think about 'triggers' that
might have caused the violent or aggressive behaviour (for example, something that happened to
them, something they saw, or a feeling such as disappointment or anger). They are also encouraged
to think about the early warning signs that they are about to feel violent or aggressive. They discuss
their thoughts with their care team and any 'triggers' or possible warning signs they identify are
recorded in their care plan.
Source guidance
Violence and aggression: short-term management in mental health, health and community settings
(2015) NICE guideline NG10, recommendation 1.3.16
Violent or aggressiv
aggressivee beha
behaviours
viours
A range of behaviours or actions that can result in harm, hurt or injury to another person,
regardless of whether the violence or aggression is physically or verbally expressed, physical harm
is sustained or the intention is clear.
Triggers
Factors that may instigate violent and aggressive behaviours. They may be:
personal
constitutional
mental
physical
environmental
social
communicational
functional
behavioural.
Triggers may be internal to the service user, based on their perception of the environment
potentially shaped by delusions, hallucinations, confusion, disorientation and misperception, or
they may be responding to the behaviour or actions of others.
Common triggers in inpatient psychiatric wards include the denial of a request, or a demand to
either do something or cease an activity. The symptomatic behaviours of other service users can
also trigger violence as they may be intrusive or hard to tolerate. A service user's ability to handle
frustration may be severely weakened by their mental health problem, making an aggressive
response more likely than if they were well.
Quality statement
People in contact with mental health services who have been violent or aggressive are supported to
identify successful de-escalation techniques and make advance statements about the use of
restrictive interventions.
Rationale
Identifying de-escalation techniques that have worked in the past increases the likelihood that de-
escalation will be effective and restraint won't be necessary. De-escalation should start when the
first signs of agitation, irritation, anger or aggression are recognised. Should a situation escalate to
a point at which restrictive intervention is needed, de-escalation should still be attempted. Making
advance statements for circumstances when restrictive interventions need to be used allows the
person to express their wishes about the most acceptable types of restrictive intervention and can
minimise potential harm or discomfort.
Quality measures
Structure
Evidence of local arrangements to ensure that people in contact with mental health services who
have been violent or aggressive while receiving support in mental health, health or community
settings have any identified de-escalation techniques that have been successful and advance
statements about the use of restrictive interventions included in their care plan.
Data sour
source:
ce: Local data collection, for example, service protocols on managing violent or aggressive
behaviours.
Process
a) Proportion of people in contact with mental health services who have been violent or aggressive
while receiving support in mental health, health or community settings whose care plan identifies
de-escalation techniques that have been successful.
Numerator – the number in the denominator with a care plan that includes any identified de-
escalation techniques that have been successful.
Denominator – the number of people in contact with mental health services who have been violent
or aggressive while receiving support in mental health, health or community settings.
Data sour
source:
ce: Local data collection, for example care plan reviews.
b) Proportion of people in contact with mental health services who have been violent or aggressive
while receiving support in mental health, health or community settings whose care plan includes
advance statements about the use of restrictive interventions.
Numerator – the number in the denominator with a care plan that includes advance statements
about the use of restrictive interventions.
Denominator – the number of people in contact with mental health services who have been violent
or aggressive while receiving support in mental health, health or community settings.
Data sour
source:
ce: Local data collection, for example care plan reviews.
Outcome
Data sour
source:
ce:Local data collection, for example surveys capturing service user experience.
Data sour
source:
ce:Local data collection. Information on restrictive interventions is recorded in the mental
health services data set.
Service pro
providers
viders (such as mental health trusts, mental health community services and primary
care mental health services) ensure that systems are in place to involve people with mental health
problems who have been violent or aggressive while using the services in identifying de-escalation
techniques that have been successful, and that the person's care plan includes advance statements
about the use of restrictive interventions.
Commissioners (clinical commissioning groups, local authorities and NHS England) ensure that
they commission services in which people with mental health problems who have been violent or
aggressive while using the services are involved in identifying de-escalation techniques that have
been successful and make advance statements about the use of restrictive interventions, and that
this information is recorded in care plans.
People in contact with mental health services who have been violent or aggressive while using the
services are encouraged to think about what made them feel calmer (such as talking with someone
or taking a medication). They discuss this with their care team and explain what they would like
their care team to do in the future if they become distressed. They may also make a written
statement (called an advance statement) about their preferences if a 'restrictive intervention', such
as physically holding them, or giving them an injection of medication, is needed. All of this
information is recorded in their care plan.
Source guidance
Violence and aggression: short-term management in mental health, health and community settings
(2015) NICE guideline NG10, recommendation 1.3.16
Violent or aggressiv
aggressivee beha
behaviours
viours
A range of behaviours or actions that can result in harm, hurt or injury to another person,
regardless of whether the violence or aggression is physically or verbally expressed, physical harm
is sustained or the intention is clear.
De-escalation
The use of techniques (including verbal and non-verbal communication skills) aimed at defusing
anger and averting aggression. 'When needed' (p.r.n.) medication can be used as part of a de-
escalation strategy but 'when needed' medication used alone is not de-escalation.
Advance statement
A written statement that conveys a person's preferences, wishes, beliefs and values about their
future treatment and care. An advance statement is not legally binding.
Restrictiv
Restrictivee interv
interventions
entions
Interventions that may infringe a person's human rights and freedom of movement, including
observation, seclusion, manual restraint, mechanical restraint and rapid tranquillisation.
Quality statement 3: Ph
Physical
ysical health during and after manual restr
restraint
aint
Quality statement
People with a mental health problem who are manually restrained have their physical health
monitored during and after restraint.
Rationale
Restrictive interventions are most likely to be used in inpatient psychiatric settings and should only
be used if other preventive strategies have failed. They should be used for no longer than necessary
and de-escalation should continuously be attempted. Monitoring physical health during and after
manual restraint is paramount for the person's safety. There is a risk of death from obstructing
airways during manual restraint, but harm can also occur after the event. People with mental health
problems are at increased risk of coronary heart disease, cerebrovascular disease, diabetes,
epilepsy and respiratory disease; all of which can be exacerbated by the effects of manual restraint.
Quality measures
Structure
Evidence of local arrangements to ensure that people with a mental health problem who are
manually restrained have their physical health monitored during and after manual restraint.
Data sour
source:
ce: Local data collection, for example, service protocol on physical restraint.
Process
a) Proportion of incidents involving manual restraint of a person with a mental health problem in
which physical health was monitored during the restraint.
Numerator – the number in the denominator in which physical health was monitored during the
restraint.
Denominator – the number of incidents involving manual restraint of a person with a mental health
problem.
Data sour
source:
ce: Local data collection, for example, patient safety incident reports.
b) Proportion of incidents involving manual restraint of a person with a mental health problem in
which physical health was monitored after manual restraint.
Numerator – the number in the denominator in which physical health was monitored after manual
restraint.
Denominator – the number of incidents involving manual restraint of a person with a mental health
problem.
Data sour
source:
ce: Local data collection, such as patient safety incident reports.
Outcome
Proportion of incidents involving manual restraint of a person with a mental health problem where
harm to the person occurred.
Data sour
source:
ce: Local data collection, such as organisation patient safety incident reports.
Service pro
providers
viders (such as mental health trusts, secondary care services, forensic mental
healthcare services) ensure that systems are in place for people with a mental health problem who
are manually restrained to have their physical health monitored during and after manual restraint
until there are no further concerns. They should also ensure that the healthcare practitioners who
may be required to physically restrain service users are trained in the safe application of physical
interventions and monitoring the physical health of people during and after restraint.
Healthcare pr
practitioners
actitioners (such as mental health nurses and staff working in forensic mental
healthcare services) use manual restraint only when de-escalation techniques have not worked for
people with a mental health problem who are being violent or aggressive. Healthcare practitioners
who may be required to physically restrain service users are trained in the safe application of
physical interventions and monitoring of the physical health of people during and after restraint. If
they do manually restrain a person, they monitor the person's physical health during and after
restraint until there are no further concerns.
Commissioners (clinical commissioning groups and NHS England) ensure that the services they
commission keep the person safe by monitoring their physical health during and after manual
restraint until there are no further concerns. They also ensure that they commission services in
which manual restraint is used only when de-escalation techniques have not worked for people
with a mental health problem who are being violent or aggressive.
People with
withaamental health problem who are being violent or aggressiv
aggressivee are only manually
restrained (physically held so that they can't hurt themselves or others) if all other attempts to stop
the violence or aggression have failed. If manual restraint is used, the person has checks during and
after the restraint to make sure that they stay safe and well.
Source guidance
Violence and aggression: short-term management in mental health, health and community settings
(2015) NICE guideline NG10, recommendations 1.4.32 and 1.4.33
Manually restr
restrained
ained
Ph
Physical
ysical health monitored during manual restr
restraint
aint
Monitoring of vital signs such as pulse (rate), respiration (respiratory rate), complexion (with special
attention to pallor or discolouration) and level of consciousness.
[Expert consensus]
Ph
Physical
ysical health monitored after manual restr
restraint
aint
Monitoring physiological parameters could, as a minimum, be in line with the Royal College of
Physicians' National Early Warning Score (NEWS), which measures:
respiratory rate
oxygen saturations
temperature
pulse rate
level of consciousness.
[Expert consensus]
Quality statement 4: Ph
Physical
ysical health after rrapid
apid tr
tranquillisation
anquillisation
Quality statement
People with a mental health problem who are given rapid tranquillisation have side effects, vital
signs, hydration level and consciousness monitored after the intervention.
Rationale
Restrictive interventions are most likely to be used in inpatient psychiatric settings and should only
be used if de-escalation and other preventive strategies have failed, and there is potential for harm
to the person or other people if no action is taken. Rapid tranquillisation is a potentially high-risk
intervention that can result in a range of side effects linked to the medication and dose. People
given rapid tranquillisation need to be monitored at least every hour until there are no further
concerns about their physical status. If rapid tranquilisation is used while the person is in seclusion,
additional measures may be needed to ensure safety. People with mental health problems are at
increased risk of coronary heart disease, cerebrovascular disease, diabetes, epilepsy and
respiratory disease; all of which can be exacerbated by the effects of rapid tranquillisation.
Quality measures
Structure
Evidence of local arrangements to ensure that people with a mental health problem who are given
rapid tranquillisation have side effects, vital signs, hydration level and consciousness monitored.
Data sour
source:
ce: Local data collection, for example, service protocol on physical restraint.
Process
Proportion of incidents involving rapid tranquillisation of people with a mental health problem in
which side effects, vital signs, hydration level and consciousness were monitored after the
intervention.
Numerator – the number in the denominator in which side effects, vital signs, hydration level and
consciousness were monitored after the intervention.
Denominator – the number of incidents involving rapid tranquillisation of people with a mental
health problem.
Data sour
source:
ce: Local data collection, for example, patient safety incident reports.
Outcome
Proportion of incidents involving rapid tranquillisation of a person with a mental health problem
where harm to the person occurred.
Data sour
source:
ce:Local data collection, such as organisation patient safety incident reports.
Service pro
providers
viders (such as mental health trusts, secondary care services, forensic mental
healthcare services) ensure that systems are in place for people with a mental health problem who
are given rapid tranquillisation to have their side effects, vital signs, hydration level and
consciousness monitored until there are no further concerns about their physical health.
Healthcare pr
practitioners
actitioners (such as mental health nurses and staff working in forensic mental
healthcare services) who use rapid tranquillisation only when de-escalation techniques have not
worked for people with a mental health problem who are being violent or aggressive. If they give
rapid tranquillisation, they monitor the side effects, vital signs, hydration level and consciousness at
least every hour until there are no further concerns about the person's physical health.
Commissioners (clinical commissioning groups and NHS England) ensure that the services they
commission keep people safe after rapid tranquillisation by monitoring side effects, vital signs,
hydration level and consciousness until there are no further concerns about the person's physical
health. They also ensure that they commission services in which rapid tranquillisation is used only
when de-escalation techniques have not worked for people with a mental health problem who are
being violent or aggressive.
People with
withaa mental health problem who are being violent or aggressiv
aggressive e and are giv
given
en rrapid
apid
tr
tranquillisation
anquillisation b
byy an injection of medicine have frequent checks after the injection for any side
effects and to make sure that they stay safe and well. Rapid tranquillisation is given to calm people
down quickly if all other attempts to stop violence or aggression haven't worked.
Source guidance
Violence and aggression: short-term management in mental health, health and community settings
(2015) NICE guideline NG10, recommendation 1.4.45
Rapid tr
tranquillisation
anquillisation
Use of medication by the parenteral route (usually intramuscular or, exceptionally, intravenous) if
oral medication is not possible or appropriate and urgent sedation with medication is needed.
Quality statement
People with a mental health problem who experience restraint, rapid tranquillisation or seclusion
are involved in an immediate post-incident debrief.
Rationale
Restrictive interventions are most likely to be used in inpatient psychiatric settings. Conducting a
post-incident debrief helps the organisation to identify and address any physical harm to service
users or staff, ongoing risks, and the emotional impact on service users and staff. The person with a
mental health problem who was involved in the incident should be offered the opportunity to
contribute to the immediate debrief and discuss the incident with a member or staff, an advocate or
a carer. This debrief should take place as soon as possible after the person has recovered their
composure. This gives them the opportunity to give their perspective of the event and understand
what happened.
Quality measures
Structure
a) Evidence of local arrangements to ensure that the service carries out an immediate post-incident
debrief after each incident when restraint, rapid tranquillisation or seclusion was used.
Data sour
source:
ce: Local data collection, for example, service protocol on physical restraint.
b) Evidence of local arrangements to ensure that people with a mental health problem who
experience restraint, rapid tranquillisation or seclusion are involved in an immediate post-incident
debrief.
Data sour
source:
ce: Local data collection, for example, service protocol on physical restraint.
Process
Proportion of incidents involving a person with a mental health problem where the person was
involved in the immediate post-incident debrief.
Numerator – the number in the denominator where the person was involved in the immediate
post-incident debrief.
Denominator – the number of incidents involving a person with a mental health problem.
Data sour
source:
ce: Local data collection, for example, patient safety incident reports.
Outcome
Data sour
source:
ce:Local data collection, for example, local surveys capturing service user experience.
Data sour
source:
ce:Local data collection and restrictive interventions recorded in the mental health
services data set.
Service pro
providers
viders (such as providers of mental health services and secondary care services) ensure
that they conduct an immediate post-incident debrief after the use of restraint, rapid
tranquillisation or seclusion to address physical harm, ongoing risks and the emotional impact of
the incident. They should ensure that they provide an opportunity for people with a mental health
problem involved in the incident to be involved in the debrief as soon as they feel ready.
Healthcare prpractitioners
actitioners (such as mental health nurses and staff working in forensic mental
healthcare services) use restraint, rapid tranquillisation or seclusion only when de-escalation
techniques have not worked. Immediately after an incident, they conduct a post-incident debrief
that includes addressing physical harm, ongoing risks and the emotional impact of the incident.
They provide an opportunity for people with a mental health problem involved in the incident to be
involved in the debrief as soon as they feel ready.
Commissioners (clinical commissioning groups and NHS England) ensure the services they
commission carry out an immediate post-incident debrief that includes addressing physical harm,
ongoing risks and the emotional impact of the incident to service users. They also ensure that they
commission services in which restraint, rapid tranquillisation and seclusion are used only when de-
escalation techniques have not worked.
Source guidance
Violence and aggression: short-term management in mental health, health and community settings
(2015) NICE guideline NG10, recommendation 1.4.55 and 1.4.58
Incident
Any event that involves the use of a restrictive intervention – restraint, rapid tranquillisation or
seclusion (but not observation) – to manage violence or aggression.
The debrief should include a nurse and a doctor and identify and address physical harm to service
users or staff, ongoing risks and the emotional impact on service users and staff, including
witnesses. The incident should only be discussed with service users, witnesses and staff involved
after they have recovered their composure.
The debrief should use a framework for anticipating and reducing violence and aggression to
determine the factors that contributed to an incident that led to a restrictive intervention, identify
any factors that can be addressed quickly to reduce the likelihood of a further incident and amend
risk and care plans accordingly.
NICE quality standards describe high-priority areas for quality improvement in a defined care or
service area. Each standard consists of a prioritised set of specific, concise and measurable
statements. NICE quality standards draw on existing NICE or NICE-accredited guidance that
provides an underpinning, comprehensive set of recommendations, and are designed to support
the measurement of improvement.
Information about how NICE quality standards are developed is available from the NICE website.
See quality standard advisory committees on the website for details of standing committee 3
members who advised on this quality standard. Information about the topic experts invited to join
the standing members is available on the quality standard's webpage.
This quality standard has been incorporated into the NICE pathway on violence and aggression.
NICE has produced a quality standard service improvement template to help providers make an
initial assessment of their service compared with a selection of quality statements. This tool is
updated monthly to include new quality standards.
NICE produces guidance, standards and information on commissioning and providing high-quality
healthcare, social care, and public health services. We have agreements to provide certain NICE
services to Wales, Scotland and Northern Ireland. Decisions on how NICE guidance and other
products apply in those countries are made by ministers in the Welsh government, Scottish
government, and Northern Ireland Executive. NICE guidance or other products may include
references to organisations or people responsible for commissioning or providing care that may be
relevant only to England.
Improving outcomes
Resource impact
NICE quality standards should be achievable by local services. The potential resource impact is
considered by the quality standards advisory committee, drawing on resource impact work for the
source guidance. Organisations are encouraged to use the costing statement for the source
guidance to help estimate local costs.
During the development of this quality standard, equality issues were considered and equality
assessments are available. Any specific issues identified during development of the quality
statements are highlighted in each statement.
For all statements, good communication between health and social care practitioners and people
with mental health problems and their carers (if appropriate) is essential. Treatment, care and
information should be culturally appropriate. It should also be accessible to people with additional
needs such as physical, sensory or learning disabilities, and to people who do not speak or read
English. People with mental health problems and their carers (if appropriate) should have access to
an interpreter or advocate if needed. Carers should be involved in decision-making for people with
a mental health problem who lack mental capacity, in accordance with the Mental Capacity Act
2005.
Commissioners and providers should aim to achieve the quality standard in their local context, in
light of their duties to have due regard to the need to eliminate unlawful discrimination, advance
equality of opportunity and foster good relations. Nothing in this quality standard should be
interpreted in a way that would be inconsistent with compliance with those duties.
ISBN: 978-1-4731-2542-1
Endorsing organisations
This quality standard has been endorsed by the following organisations, as required by the Health
and Social Care Act (2012):
• NHS England
• Department of Health
Supporting organisations
RESUMEN
Sabemos la estrecha relación existente entre la enfermedad mental y el riesgo de exclusión so-
cial. Estar afectado por enfermedad mental supone alta vulnerabilidad psicosocial, una de cuyas
consecuencias pueden ser conductas transgresoras delictivas, con el consiguiente aumento de
probabilidad de entrar en los circuitos judicial-penal-penitenciarios.
En toda Europa estamos asistiendo al aumento de morbilidad psiquiátrica en las cárceles que, de
este modo, se están convirtiendo en muchos casos en verdaderas instituciones de reclusión psi-
quiátrica. Simultáneamente, las instituciones europeas proclaman, en las leyes y en los proyectos
sociales y sanitarios, la relevancia de los programas y servicios de salud mental comunitaria.
Si la calidad democrática se mide por la solvencia de la atención que se presta a los más vulne-
rables, en Europa estamos obligados a profundizar en el estudio de esta cuestión y a generar
respuestas consistentes. En este capítulo presentamos algunos aspectos nucleares que permitan
entender mejor este acuciante problema.
Palabras clave:
ABSTRACT
We know the close relationship between mental illness and the risk of social exclusion. Be affec-
ted by mental illness is high psychosocial vulnerability, one of whose consequences can be
criminal offending behaviors, thus increasing the probability of entering the circuit court-pe-
nal-correctional.
Across Europe we are witnessing the rise of psychiatric morbidity in prisons, thus, are becom-
ing true in many cases in psychiatric confinement institutions. Simultaneously, the European
institutions proclaim, laws and social and health projects, the relevance of programs and com-
munity mental health services.
If the quality of democracy is measured by the solvency of the attention given to the most vul-
nerable in Europe are bound to deepen the study of this issue and to generate consistent answers.
In this chapter we present some core aspects to better understand this pressing problem.
Key words:
Monografía
1 INTRODUCCIÓN
(1) Los datos disponibles indican un incremento de la frecuencia de delitos en la población general a lo largo de los últimos cincuen-
ta años, llegándose a multiplicar por ocho la tasa de delitos detectados. Datos del «Home Office» británico indican que una tercera
parte de hombres y un 8% de mujeres nacidos en 1953 han sido sancionados por delitos a la edad de 40 años, aunque una quinta par-
te de los hombres (7% de la población masculina) se considera responsable de más del 60% de los delitos (Home Office, 1996).
(2) Ambos fenómenos son frecuentes en la población general. No es rara por tanto que con alguna frecuencia se presenten en una
misma persona simultánea o sucesivamente; especialmente en los grupos de mayor riesgo (y ambos fenómenos comparten la mayoría
de los factores de riesgo, como veremos).
(3) Considerando la diferencia entre delitos instrumentales y expresivos, son los expresivos los que tienden a atribuirse con mayor fre-
cuencia a los enfermos mentales (delitos instrumentales son los que se cometen persiguiendo un objetivo distinto al propio hecho
delictivo; ej. delitos financieros; los delitos expresivos son resultado de una reacción violenta que sobrepasa la capacidad de control de
la persona).
Monografía
a conocer la propia fenomenología y los procesos psicodinámicos subyacentes
en estas conductas.
Son éstas cuestiones que preceden al nacimiento de la psiquiatría como es-
pecialidad médica. La enfermedad mental ha sido antes una categoría jurídica
(que estableció su propia nomenclatura: «enajenados, dementes») que médica.
La respuesta ante la enfermedad mental siempre ha estado sometida a una re-
gulación jurídica específica más o menos peculiar(4). Los primeros andamiajes
de la psiquiatría fueron precisamente en este ámbito, como disciplina auxiliar
de la justicia, tanto en la dimensión de expertos en la peritación de los delin-
cuentes, como en su función complementaria a la de las instituciones
penitenciarias, contribuyendo al control social de una heterogénea población
de enfermos, marginados e inadaptados sociales.
En una apretada síntesis histórica, podríamos reconocer una trayectoria en
la relación, en la que el núcleo central se desplazó en un primer momento des-
de la cuestión de la responsabilidad (y por ende, con efectos sobre la
culpabilidad-imputabilidad, y sus consiguientes repercusiones en las senten-
cias) hacia la peligrosidad (hoy reformulada como «gestión de los riesgos»).
Uno de los efectos de estas controversias fue la instauración de las medidas de
seguridad como alternativas a la pena; introducidas a finales del siglo XIX en
los códigos penales de Suiza, Prusia, Italia, muy pronto fueron adoptadas por
otros países europeos, incluida España.
Lo que me interesa ahora señalar es que en el momento actual se añade
una nueva dimensión que no sustituye a las anteriores, sino que se añade a
ellas: es la cuestión del derecho a la salud, y a la salud mental de los reclu-
sos(5), con importantes repercusiones en aspectos teóricos y prácticos.
(4) Las leyes relativas a la salud mental son uno de los mecanismos por los cuales los gobiernos tratan de controlar a determinados
ciudadanos antisociales. Los problemas surgen a la hora de intentar compatibilizar una definición jurídica con un diagnóstico clínico.
Así por ejemplo, el gobierno de RU introdujo leyes que permiten «la detención indeterminada, pero sujeta a revisión, de sujetos con tras-
torno de la personalidad, peligrosos con o sin pruebas de haber cometido delitos...»; el anuncio de esta medida, dicho sea de paso, fue
acogido calurosamente en el Parlamento del RU.
(5) Efectivamente, la condena a prisión supone la privación de libertad, pero el preso conserva otros derechos constitucionales, inclu-
yendo el derecho a la salud.
1.3. La desinstitucionalización
(6) Una muestra significativa a este respecto supone el encuentro multilateral sobre «la salud en las cárceles» que organizó en 1999
el Consejo de Europa y que se convocara como una actividad del «Programa de actividades para el desarrollo y la consolidación de la
estabilidad democrática» (Walmsley, 1999).
Monografía
Como razones de esta tendencia a la criminalización-judicialización de en-
fermos mentales graves se han aducido las siguientes:
a) La vida en la comunidad entraña más riesgos: los enfermos comparten
riesgos con la población general -de pobreza, exclusión social, fácil acceso
al consumo de alcohol y drogas, disponiendo de mayor vulnerabilidad
y menores factores de protección (redes sociales precarias, merma en el
autocontrol, escasas oportunidades de trabajo, amistades, pareja).
b) Riesgos de desconexión de los servicios, de los de salud mental y de los
de integración social: desconexión que en gran parte es indicador de un
sistema de cuidados incompetente.
c) Expuestos a experiencias de rechazo y estigma.
Debemos considerar a su vez la existencia de fuertes elementos estructura-
les de nuestra sociedad que propician respuestas de encierro. Por vías
distintas, algunos autores habían advertido acerca de ello; así por ejemplo,
Penrose, ya en 1932, tras revisar la evolución de la población de ingresados en
cárceles y en manicomios en 18 países, planteó la tesis de que «nuestras socie-
dades capitalistas producen un número estable de recluidos, manteniéndose el
balance entre hospitales psiquiátricos y prisiones» (si disminuye una pobla-
ción es a expensas del aumento de la otra). También Foucault advirtió que el
cierre de los manicomios significaría un trasvase de población hacia las cárce-
les, señalándolo como una especie de fenómeno especular de lo que estaba
sucediendo en la Unión Soviética, donde los psiquiátricos estaban siendo usa-
dos como lugar de reclusión de penados(7).
El fenómeno de la criminalización de pacientes psiquiátricos fue advertido
primero en Estados Unidos, donde buena parte de la desinstitucionalización no
se acompañó de medidas de soporte social y sanitario para los pacientes más
graves (Abramsom, 1972; Lamb, 1998). En Europa, donde el proceso ha sido
más cuidadoso a este respecto, el fenómeno ha sido más tardío y probablemen-
te menos dramático. Pero todo parece indicar que nos encaminamos en aquella
dirección; así por ejemplo, si en la proporción de pacientes psicóticos en cárce-
les en Inglaterra y Gales se mantuvo sin cambios significativos (en torno al 2%)
entre 1972-91 (Gun y cols, 1991), actualmente se registran en torno al 5%.
En lo que se refiere a España, los datos de morbilidad psiquiátrica en cár-
celes en 2009 informan de que un 42,2% de los presos padecen algún trastorno
(7) «[...] Si una sociedad capitalista como Gran Bretaña declara que no habrá más encierro, al menos para los locos, me planteo si la otra
mitad del encierro, la prisión, desaparecerá, o por el contrario ocupará el espacio vacío dejado por el manicomio. ¿No está haciendo Gran Bre-
taña lo contrario de la Unión Soviética cuando generaliza el manicomio y hace que éste cumpla la función de la prisión? ¿No se verá obligada
Gran Bretaña a extender la función de las prisiones incluso si las mejora?» (M. Foucault, 1972, citado por G. Rendueles, 2003).
Las causas de los delitos son múltiples y hay que buscarlas en cada caso
atendiendo a características del autor, del contexto(9) y de la víctima.
Los delitos son en ocasiones hechos insólitos en la vida de una persona; y
otras veces son elementos de una verdadera «carrera delictiva». Por lo general,
operan factores y circunstancias distintas en uno y otro caso.
En cualquier caso es importante identificar factores que generan, refuerzan
y mantienen esas conductas («carreras delictivas») y aquellos otros que, por el
contrario, contribuyen al abandono de las mismas.
En cuanto a las causas de los delitos, dentro de la multiplicidad de las mis-
mas, conviene recordar que ya Merton(10) señalaba en 1949, con referencia a la
sociedad norteamericana, que el factor más importante que originaba conduc-
tas delictivas radicaba en la falta de correspondencia entre metas socialmente
inducidas y medios socialmente estructurados: exaltación de metas y restric-
ción de medios para lograrlas.
Esta desproporción parece ser caldo de cultivo importante para generar
una violencia larvada, retenida y expresada en cuanto surge una ocasión
propicia. De ahí la progresiva importancia de las perspectivas sociológicas y
antropológico-culturales, frente a la perspectiva «clínica» centrada en las va-
riables individuales.
Monografía
2.2. Delitos de personas con enfermedad mental
(11) El estudio más extenso es el realizado sobre todos los ciudadanos daneses nacidos entre 1944-47, seguidos hasta los 43 años. En-
tre los pacientes que habían requerido algún ingreso presentaban riesgo de cometer delito considerablemente mayor que la población
general, en particular los hombres con abuso de alcohol o drogas, trastorno disocial de la personalidad y retraso mental (Hodgins, 1992).
(12) Fuera de Europa, el estudio «McArthur» de evaluación del riesgo de violencia, en el que se siguieron muy de cerca 1.136 pacien-
tes dados de alta de varias instituciones (hospitales psiquiátricos) para pacientes graves, se encontró un aumento de conductas
violentas entre pacientes en las 20 semanas siguientes al alta, que sucedió casi exclusivamente en los pacientes que abusaron de al-
cohol o drogas. (Steadman y cols., 1998). Más tarde, hasta completar el año de seguimiento, no encontraron diferencias entre los
pacientes y el resto de población.
Como conclusión general de esos estudios podemos aceptar el que los pa-
cientes mentales son detenidos por delitos violentos con más frecuencia que el
resto de la población. Ahora bien, lo que no está claro es el grado de implica-
ción de la enfermedad mental en aquella conducta. Desde la perspectiva
epidemiológica se concluye en que la enfermedad mental no se comporta
como variable independiente en la producción de conductas delictivas, y que
hay que valorar por tanto la influencia de otras variables que caracterizan
también a esas poblaciones de pacientes: edad, sexo, consumo de alcohol y
drogas, situación socioeconómica.
Ante la presencia de enfermedad mental en quien comete delito puede ser
muy difícil establecer la relación causal, es decir el grado de contribución de la
enfermedad mental a la conducta violenta o a la conducta delictiva en general.
En una escala hipotética entre 1-10, en la que 1-2 signifiquen una escasísi-
ma contribución de los factores relacionados con la enfermedad, y 8-10 una
contribución máxima, Chiswick (2003) encuentra que predominan grados de
atribución entre 3-7 (otros factores: acontecimientos situacionales, relaciones
problemáticas y estados de embriaguez).
De acuerdo con las propias conclusiones de Chiswick, y las de la ponencia
AEN («Atención a la salud metal de la población reclusa»(13)), podemos sinteti-
zar lo siguiente:
— Las personas con trastornos metales graves tienen más probabilidad de
afrontar condenas por delitos violentos y de otro tipo que el resto de los
ciudadanos.
— El aumento de esta probabilidad se altera considerablemente por factores
locales como la tasa de delincuencia en razón de factores sociodemo-
gráficos.
— La personalidad antisocial y el abuso debido a sustancias tóxicas tienen
mayor asociación con la infracción que las enfermedades mentales im-
portantes.
— La combinación de trastornos psiquiátricos (particularmente cuando
uno de ellos es un trastorno debido al consumo de sustancias tóxicas)
puede tener más importancia que una sola categoría de enfermedad
mental importante.
— La mayor parte de los delitos cometidos por individuos que padecen
enfermedades mentales importantes son de naturaleza menor. La vio-
(13) MONSALVE, M. Y HERRERA, R. (2003): Atención a la salud mental de la población reclusa. Asociación Española de Neuropsiquiatría.
Monografía
lencia, cuando tiene lugar, es muy probable que se dirija contra un
miembro de la familia o personas de su entorno más cercano.
— La tasa de prevalencia de trastornos psicóticos en las cárceles es mucho
mayor que en la población general lo que obliga a considerar: a) la es-
casa eficiencia de la red social y de salud mental comunitaria a los
pacientes, previamente a la comisión de delitos; b) las particularidades
de los procesos en cuanto a la apreciación de enfermedad mental du-
rante los mismos; c) igualmente cabría preguntarse acerca de qué
funciones, en su caso, y de qué modo, puede la cárcel responder a las
necesidades de salud mental y tratamiento psiquiátrico que requieren
los reclusos (y a lo que tienen derecho); d) ¿cómo reestructurar la red de
salud mental para que desempeñe las necesarias funciones preventivas,
tratamiento eficaz y rehabilitación de pacientes «en riesgo» llevar a
cabo de conductas delictivas, o con cargas penales?; e) ¿qué tipo de dis-
positivos pueden ser necesarios para atender de la mejor manera las
necesidades de salud mental de esta población de pacientes que debe
cumplir penas? y ¿qué lugar pueden tener las instituciones de doble tu-
tela judicial y sanitaria?
(14) Como recientemente afirmaba P. Resnick «el clínico ha de caminar por una fina línea entre la protección de la sociedad y la má-
xima libertad para los pacientes… independientemente de cómo esa línea sea trazada, el psiquiatra será criticado».
Monografía
Filosofía del Derecho es concebir a éste como una disciplina autopoyética, es
decir que se autoabastece en el proceso de construcción de principios-desarro-
llos legislativos —aplicación—.
Pero es cada vez más evidente la necesidad de que el Derecho establezca
puentes de colaboración teórica y práctica con otras disciplinas, incluyendo la
Medicina, las Ciencias de la Salud, la Psicología, la Sociología, etc. Pues, entre
otras cosas, es indudable que la forma en que se conciben los derechos y debe-
res ciudadanos, la legislación, y el modo en que se aplican las leyes, tiene
importantes efectos en la salud.
Frente a esta realidad, que conduce hacia un diálogo en profundidad entre
Derecho y Psiquiatría, no faltan quienes insisten en las dificultades (incluso
imposibilidad) de traducción entre el «registro» de la justicia y el registro «del
bienestar» o de la perspectiva terapéutica, cada cual con distintos objetivos,
distinta escala de valores y distintos códigos.
Sin que sea fácil estimar la situación global al respecto en Europa, parece
predominar en estos momentos una tendencia a virar el eje hacia la perspectiva
de la «justicia» —garante de la seguridad y de la toma de medidas «reparato-
rias» del daño a la víctima—, frente a la del «bienestar» —particularmente
interesada en recuperar al agente del delito—. En conjunto, podemos conside-
rar «en posición frágil» la función de rehabilitación/reinserción de las
prisiones, y por extensión también de los pacientes metales reclusos, en aras del
cumplimiento de funciones tradicionales de segregación, disuasión y castigo.
Cómo se dirima este debate afectará sin duda a las posibilidades del traba-
jo conjunto con la psiquiatría.
Monografía
—fomentando formas particulares de «libertad condicional o de libertad
bajo supervisión»—. Pero existen muchos problemas para su aplicación
e gran escala:
— En ocasiones, la reticencia de los jueces o tribunales, que desconfían
de la eficacia de estas medidas y conceden prioridad a la «seguri-
dad». Otras veces, porque los jueces desconocen aspectos concretos
de la situación de la red asistencial y sus posibilidades reales de in-
tervención.
— Los profesionales que hayan de asumir la responsabilidad del cuida-
do en el contexto comunitario no suelen estar implicados (salvo
excepciones) en la valoración de caso ni se les pide opinión previa-
mente antes de indicar la derivación del paciente a sus servicios.
— Los profesionales, los equipos, los hospitales, son reticentes a sumir
esos casos: por la «mala prensa»/el estigma que pesa sobre estos pa-
cientes, que introduce una dimensión de desconfianza o de miedo.
Para esta síntesis he tenido en cuenta algunos de los documentos más signi-
ficativos de las siguientes instituciones europeas: Consejo de Europa, Comité
europeo para la prevención de la tortura y de las penas o tratamientos inhu-
manos o degradantes (CPT), Consejo de Ministros de Estados Miembros,
Oficina europea de la OMS, y Mental Health Europe-Santé Mentale Europe
(Federación Mundial de la Salud Mental).
Monografía
En varias ocasiones se anima a seguir la dirección de los cambios emprendidos
en los últimos años en Francia e Italia, al depositar la responsabilidad de la
atención psiquiátrica de los presos en la red pública de salud mental. En algu-
nos países (por ejemplo, Finlandia) la sanidad penitenciara forma parte del
Servicio Público Nacional de Salud, con lo que la relación está facilitada.
Otra importante iniciativa es la emprendida por la «Ligue Bruxeliense Fran-
cophone pour la Santé Mentale» (es una asociación de profesionales de salud
mental) que ha promovido un amplio foro de encuentro y debate entre miembros
de la judicatura y de la salud mental (Plate-forme, 2001; Cartuyvels, 2001)(15).
(15) También los parlamentos han tomado iniciativas importantes: En Europa, la Asamblea Nacional Francesa ha debatido sobre un
magnífico informe (Floch, 2000), y en Estados Unidos, el Senado ha sustentado un informe exhaustivo sobre el tema Justicia Criminal-
enfermedad Mental promoviendo un amplio trabajo de consenso (Comisión Senado Usa, 2000). En España, disponemos de un magnífico
informe del Defensor del Pueblo Andaluz (1997), y un informe del Gobierno ante el pleno del Senado, de objetivos mucho más discretos
(Boletín Oficial de las Cortes Generales, 2002-Senado nº 534; págs. 8-63).
(16) Si bien no disponemos de datos sobre la efectiva puesta en práctica de esta recomendación; y más recientemente buenos informes
sobre salud mental en prisiones por la Subd. Gral. de Instituciones Penitenciarias (Ministerio del Interior).
Monografía
5 BIBLIOGRAFÍA
PSICOPATOLOGÍA Y DELINCUENCIA
Implicaciones en el concepto de imputabilidad
Mª del Carmen Núñez Gaitán/Mª José López Miguel
Universidad de Sevilla
___________________________________________________________________________
NÚÑEZ GAITÁN, Mª del Carmen/LÓPEZ personalidad nos llevan a profundizar en el
MIGUEL, Mª José. Psicopatología y delincuencia: concepto de imputabilidad y las consecuencias que
Implicaciones en el concepto de culpabilidad. ello tiene en el marco legal y penitenciario. No
Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminolo- obstante, la cuestión no está aún resuelta, pues la
gía (en línea). 2009, núm. 11-r2, p. r2:1 -r2:7. distinción entre psicopatía y trastorno antisocial de
Disponible en Internet : la personalidad, del que suele considerarse sinóni-
http://criminet.ugr.es/recpc/11/recpc11-r2.pdf mo, no se realiza cuando se establece el diagnóstico
ISSN 1695-0194 [RECPC 11-r2 (2009), 2 jun] de estos individuos, lo que incide negativamente en
la elección de las estrategias de intervención más
RESUMEN: La enfermedad mental ha sido un
eficaces para su tratamiento, dado que parecen
factor asociado tradicionalmente a la delincuencia hacer referencia a dos realidades algo diferentes.
pues existen determinados comportamientos
criminales que pueden relacionarse o atribuirse a PALABRAS CLAVE: Delincuencia, psicopatolo-
anomalías mentales. La psicopatía es una de las gía, imputabilidad, psicopatía, trastorno antisocial
alteraciones con frecuencia halladas entre los de la personalidad
delincuentes reclusos según numerosas investiga-
ciones. Las características de este trastorno de la Fecha de publicación: 2 junio 2009
__________________________________________________________________________
presos; tal afirmación se llegó a denominar Ley Penrose y explicaba en parte lo que
Abramson (1972) denominó “criminalización de la enfermedad mental”. No obstante,
es preciso tener en cuenta que no todo criminal o delincuente es un enfermo mental, ni
todo enfermo mental comete actos delictivos, pues aunque exista un diagnóstico clínico
debe existir una relación de causalidad con el acto (Sánchez Gutiérrez, 2000). O, como
afirman Garrido y López (2006), que alguien desafíe los principios esenciales que
regulan nuestra vida social, forjados a lo largo de siglos, no es una prueba o una razón
suficiente para pensar que sean locos, enfermos o degenerados.
A pesar de los numerosos estudios llevados a cabo para relacionar la delincuencia y
los trastornos psicopatológicos, no pueden extraerse conclusiones definitivas, entre
otras cosas porque muchas de tales investigaciones se han realizado con delincuentes
privados de libertad, circunstancia que puede favorecer la aparición de ciertos trastor-
nos mentales, como alteraciones emocionales, trastorno límite de la personalidad y
trastornos disociativos (Luberto, Zavatti y Gualandri, 1997). La mayor parte de perso-
nas con alguna alteración psicopatológica no comete delitos o su comportamiento no es
violento, pero la probabilidad de que esta circunstancia se produzca es mayor entre las
personas con problemas de salud mental que entre aquellos que no los tienen (Silver,
Felson y Vaneseltine, 2008). Así, aunque el porcentaje de psicóticos no es más alto
entre la población encarcelada que entre la población no encarcelada, bien es cierto que
suelen ser más violentos los que se hallan en la primera situación (Laajasalo y
Häkkänen, 2006; Walsh, Buchanan y Fahy, 2002); otras alteraciones psicopatológicas
frecuentemente diagnosticadas entre delincuentes presos son trastornos de conducta y
trastorno por déficit de atención con hiperactividad (Sheerin, 2004; Van Wijk, Blo-
kland, Duits, Vermeiren y Harkink 2007), los trastornos de personalidad (trastorno de
la personalidad antisocial y/o psicopatía ) y por estrés postraumático, estos últimos más
frecuentes entre la población reclusa que entre la población general (Goff, Rose, Rose
y Purves, 2007); los trastornos del estado de ánimo también son más frecuentes entre la
población reclusa, con una morbilidad mayor entre las mujeres; aunque el porcentaje
más alto de trastornos mentales en la población ingresada en prisión son aquellos
relacionados con el consumo de drogas (Brink, 2005; Esbec y Gómez-Jarabo, 1999).
Por otra parte, y según Sánchez Bursón (2001), un gran número de enfermos menta-
les crónicos terminan en prisión porque no acuden a centros asistenciales que les
proporcionen la asistencia adecuada. Estos pacientes generalmente son marginados y
excluidos sociales que carecen de recursos económicos, con un predominio absoluto de
hombres frente a mujeres, con edades comprendidas entre los veinticinco y los cuarenta
años, y un nivel cultural muy bajo (en muchos casos analfabetos).
Esto, en muchas ocasiones, ha suscitado una gran polémica, apareciendo el concep-
to jurídico de imputabilidad del delito. Tal concepto tiene su origen en dos plantea-
mientos derivados de la escuela aristotélico-tomista: la capacidad de entender y la
libertad volitiva, o lo que es lo mismo, que una persona tenga la capacidad sustancial
de apreciar la criminalidad y lo injusto de su conducta (sepa lo que hace) y la capaci-
dad de dirigir su actuación conforme a dicho entendimiento (sea libre para hacerlo o
Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología. 2009, núm. 11-r2, p. r2:1 -r2:8 - ISSN 1695-0194
Psicopatología y delincuencia r2: 3
no). Es decir, el ser humano antes de actuar, realiza un proceso intelectivo entre
diversas posibilidades, escogiendo libremente una de ellas.
Así, ya a inicios del siglo XX Dorado Montero (1989) consideraba que muchos de
los tenidos por terribles criminales no han sido más que anormales, deficientes, locos,
incapaces, débiles de espíritu y, por lo tanto, más necesitados de tratamiento terapéuti-
co que del rigor penal al que se les sometía. Son numerosos, pues, los errores judiciales
cometidos que podrían haberse evitado si los jueces hubieran podido discernir las
perturbaciones mentales que padecían los correspondientes reos. Por este motivo,
cuando aparece el concepto de locura moral se convierte en un excelente instrumento
teórico para psiquiatras y médicos legistas a la hora de determinar el grado de respon-
sabilidad penal del criminal, a pesar de la dificultad de su diagnóstico, pues no presen-
taba delirio como síntoma y el individuo que la padecía tenía la apariencia de una
integridad mental perfecta (Huertas, 2004). Sin embargo, y esto se verá corroborado un
siglo más tarde por diferentes estudios, añade también Dorado Montero (1989) que
existen muchos locos en libertad que pueden dar salida a sus inclinaciones criminales,
cuando las tengan, y que, de hecho, cometen frecuentes delitos. Tanto es así, según
Huertas (2004), que algunos médicos y muchos juristas se opusieron en su momento a
considerar que determinadas enfermedades mentales podían cursar con episodios de
furor o crisis violentas llegando en algunos casos a ser la única manifestación de la
enfermedad, lo que haría que tales actos criminales pudieran ser interpretados como el
acto irresponsable de un loco; es decir, se oponían a que se tratara al crimen como
enfermedad y al delincuente como loco.
Se producirá un importante cambio conceptual respecto a la relación entre crimen y
locura: el concepto de responsabilidad/irresponsabilidad del individuo que comete un
acto delictivo será sustituido por el de peligrosidad social (probabilidad de que el sujeto
reincida), con el que se pretende tranquilizar tanto a juristas como a la opinión pública
de que ciertos delincuentes no puedan beneficiarse de informes psiquiátrico-forenses
que demuestren, por el diagnóstico de un trastorno mental, su responsabilidad atenuada
(Hardie, Elcock y Mackay, 2008). Por lo tanto, es importante conocer el grado de
libertad moral con el que se comporta un individuo al transgredir la ley, es decir, si se
le puede considerar ‘peligroso o temible’ (Campos, 2004; Huertas, 2004).
En la actualidad, nuestro código penal no define lo que es imputable ni lo que es
alteración o anomalía, aunque, jurídicamente hablando, la imputabilidad es la aptitud
de una persona para responder de los actos que realiza, y, dada su base psicológica,
comprende el conjunto de facultades psíquicas mínimas que debe poseer un sujeto
autor de un delito para ser declarado culpable del mismo. Se trata de conceptos norma-
tivos que serán fijados por un juez, si bien éste será ayudado mediante un acto de
valoración (Sánchez Gutiérrez, 2000), por lo que no puede suponerse la mayor peligro-
sidad del enfermo mental frente al individuo no enfermo. La comunicación entre los
profesionales de la salud mental resulta clave para adecuar los criterios que serán útiles
a la justicia (Taylor, 2008). Así, conocer las causas, circunstancias o motivos que
pueden originar la no responsabilidad-inimputabilidad de un sujeto que comete un
delito se convierte en uno de los temas más complejos para la psicología forense, no
sólo porque determinar tal circunstancia sea un problema ya en sí misma, como afirma
Fernández-Ballesteros (2006), sino también por las consecuencias que sobre terceros
pueden tener las decisiones adoptadas por los expertos peritos.
En el artículo 20 del Código Penal español (Gimbernat y Mestre, 2007) se enume-
ran las causas que restringen o anulan la imputabilidad, algunas de las cuales son las
siguientes:
1. Ser menor de 18 años: serán responsables con arreglo a lo dispuesto en la Ley de
Responsabilidad del Menor.
2. La persona que al cometer el delito no pueda comprender la ilicitud del hecho o
actuar según esta comprensión, a causa de anomalía o alteración psíquica. El trastorno
mental transitorio no exime cuando haya sido provocado con el fin de cometer el delito
o cuando se debería haber previsto su comisión.
3. Estado de intoxicación plena por consumo de drogas durante la comisión, siem-
pre que ese estado no haya sido provocado para cometerlo; asimismo, el que se encuen-
tre en estado de abstinencia que le impida comprender la ilicitud del hecho o actuar
según esa comprensión.
4. Alteración de la conciencia de realidad por alteraciones de la percepción desde el
nacimiento o la infancia.
Por su parte, las circunstancias que atenúan la responsabilidad criminal son las ex-
presadas en el caso anterior cuando no concurran todos los requisitos necesarios para
eximir de responsabilidad. De este modo, toda anomalía o alteración que afecte a la
inteligencia o a la voluntad, así como cualquier estado temporal de anulación o pertur-
bación de la conciencia afectarán la imputabilidad. Pero, en base a esta consideración,
hay otras alteraciones psíquicas que quedan fuera, por ejemplo, las que afectan a la
percepción, memoria, afectividad, pensamiento, conciencia, y que influyen negativa-
mente sobre el comportamiento sin que por ello se alteren ni la inteligencia ni la
voluntad. El motivo de esta exclusión es la descripción del psicópata, con la inteligen-
cia y la voluntad intactas, pero frío, calculador y cruel en sus actos y que, según la
legislación española, es imputable.
Esto, lógicamente, tiene sus repercusiones legales. Así, cuando un individuo psic ó-
pata comete un delito (circunstancia que sólo tiene lugar en algunos casos, y no en
todos), éste, dado que es imputable, y por lo tanto responsable penalmente del mismo,
ingresa en un centro penitenciario en el cual la intervención que se hace sobre él es
similar a la que se lleva a cabo con cualquier otro interno imputable pero no con
características psicopáticas. En estos casos el objetivo está claro y no es otro que la
reducción del crimen a través del incremento del castigo, especialmente el encarcela-
miento, ya que incapacitar a los criminales por el encarcelamiento prevendrá que
cometan nuevos delitos (Bhatí, 2007; Piquero y Blumstein, 2007; Sweeten y Apel,
2007). Esto supone que el tratamiento efectuado sobre el sujeto psicópata no es el
adecuado para esta patología, en cuya etiopatogenia están implicados factores familia-
res, sociales, biológicos, de personalidad, relacionados con el aprendizaje, etc., los
cuales no son abordados, en su totalidad, por programas de tratamiento de esta índole.
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Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología. 2009, núm. 11-r2, p. r2:1 -r2:8 - ISSN 1695-0194
Revista de Psicopatología y Psicología Clínica, 20, 219-230, 2015
doi: 10.5944/rppc.vol.20.num.3.2015.15897
www.aepcp.net ISSN 1136-5420
http://revistas.uned.es/index.php/rppc © Asociación Española de Psicología Clínica y Psicopatología
Resumen: La psicopatía es un constructo clínico-forense, válido y fiable que ha venido siendo estudiado empíricamente en
contextos clínicos, jurídico-forenses y subclínicos. Este artículo analiza el perfil actual de la psicopatía y sus notables distin-
ciones con las psicopatologías o trastornos mentales. El conocimiento sobre las concepciones históricas y las perspectivas
categorial versus dimensional de la psicopatía ponen de relieve que este constructo ha venido siendo relacionado con conduc-
tas antisociales, delitos y trastornos mentales. Las relaciones entre la psicopatía y estos diversos tópicos han sido objeto de
enconados debates teóricos, los cuales han sido disipados a través de numerosas investigaciones empíricas. Este artículo subra-
ya los principales matices al respecto, y se describen algunas sugerencias con objeto de que clínicos, forenses e investigadores
traten de confluir en aspectos polémicos ya resueltos al referirse tanto a la psicopatía, en singular, como a las diversas psico-
patologías, en plural.
Palabras clave: Psicopatía; psicopatología; perspectiva categorial; perspectiva dimensional; conducta antisocial/delictiva.
tro entendimiento de los orígenes y desarrollo de la psi- Enfermos mentales, antisociales, delincuentes
copatía, así como a concebirlo como un síndrome, y lo y psicópatas: Aspectos clínico-conceptuales y
de “síndrome” entendido como un conjunto de sínto- problemas candentes
mas, no como un trastorno clínico (Patrick, 2006). A
partir de este matiz fundamental, cualquier considera- Conceptualizaciones remotas, imprecisas y confusas:
ción de la psicopatía como un tipo de psicopatología o De poseídos a personalidades antisociales y delincuentes
trastorno mental es, cuanto menos, errónea, ya que uno
de los criterios esenciales de la psicopatía es la comple- La evolución histórica del constructo de psicopatía
ta ausencia de cualquier tipo de manifestación psicopa- nos ha venido demostrando que, a lo largo principalmen-
tológica (Cleckley, 1941).No obstante, aun así la psico- te de los siglos XIX y XX, la psicopatía ha venido siendo
patía ha venido siendo frecuentemente relacionada con tratada como «un concepto elusivo con matices moralis-
diversos trastornos mentales. Un ambiente parecido tas» (Gunn, 1998, p. 32), y también con matices biológi-
también rodea a otra frecuente asociación: psicopatía y co-atavistas (Pozueco, 2011). El debate sobre los aspec-
delincuencia. Si bien las relaciones entre psicopatía y tos clínicos del concepto de psicopatía se agria aún más
delincuencia sí han sido empíricamente demostradas, si nos adentramos en la incertidumbre psiquiátrica a lo
también sobre este aspecto hay que precisar una serie de largo de la historia de este término, historia que ha sido
matices de rigor, ya que ni la psicopatía es una condi- convenientemente discutida (Cantero, 1993; Luengo y
ción necesaria para ser delincuente, ni la delincuencia Carrillo, 2009) y de la que aquí solamente vamos a rea-
es una característica exclusiva y necesaria para ser psi- lizar un breve esbozo crítico.
cópata. Estas confusiones son objeto de análisis en este En el período comprendido entre la Edad Media y la
artículo. Ilustración, y al igual que cualquier tipo de manifesta-
ción psicopatológica y cualquier tipo de conducta anor-
Entre otros aspectos, todas estas polémicas puede
mal, la conducta y personalidad psicopáticas, tal y como
que deriven de un mismo problema fundamental, como
hoy la conocemos, era entendida en esas épocas como
el de adoptar un enfoque categorial o dimensional. Así,
resultado de posesiones demoníacas y de brujería (Can-
también es objetivo del presente artículo poner de ma-
tero, 1993). En cuanto a los matices moralistas, éstos
nifiesto una serie de problemas candentes que aún per-
provenían de autores y sus conceptos como Pinel (manía
manecen vigentes y que afectan tanto a la psicopatía
sin delirio), Rush (depravación moral innata) y Prichard
como a las psicopatologías. Aspectos tales como la di-
(locura moral). Por su parte, los matices biológico-ata-
mensionalidad o lo categorial (que serán el foco de
vistas, enmarcados dentro de la perspectiva degenera-
atención especial del presente artículo) siguen generan- cionista/hereditarista, provenían de autores y sus con-
do controversias en ambas problemáticas, pero también ceptos como Morel (locura de los degenerados) y Koch
han generado nuevos enfoques, métodos e instrumentos (inferioridad psicopática congénita), así como del fun-
de evaluación que han ayudado a mitigar polémicas in- dador del positivismo criminológico, encabezado por el
necesarias. criminólogo italiano y padre de la antropología criminal
Sin duda, es importante tener en cuenta todos estos Cesare Lombroso, con su principal concepto del crimi-
matices a la hora de abordar tanto el estudio como la nal nato/atávico (Millon, Simonsen y Birket-Smith,
evaluación de la psicopatía, ya que las implicaciones 1998).Todas estas conceptualizaciones congeniaban con
clínico-forenses y jurídico-criminológicas de la misma las ideas de aquella época, donde una biología incipiente
pueden llegar a ser muy serias en numerosos casos don- se mezclaba con tesis antropológicas y anatomopatoló-
de no se acaba de puntualizar que este síndrome (insisti- gicas excesivamente inclinadas a patologizar y crimina-
mos, como conjunto de síntomas, no como trastorno) ni lizar, a partir de ciertos rasgos físicos, tanto a los sujetos
está recogido oficialmente en las actuales clasificaciones que aquellos autores percibían como “anormales” (aun-
diagnósticas psicopatológicas ni tampoco tiene nada que que no lo fueran) como a la gran mayoría de los delin-
ver con categorizarlo como un trastorno mental cuando cuentes (Pérez, 2005).
las facultades intelectivas y volitivas de los psicópatas Tras las perspectivas moralista y biológico-atavista
están totalmente intactas: saben lo que hacen y quieren comenzó a surgir la perspectiva psicopatológica, enca-
hacerlo. Los potenciales problemas derivados de equipa- bezada principalmente por autores como Kraepelin (con
rar y confundir diagnósticos psicopatológicos o trastor- su concepto de personalidades psicopáticas) y Schneider
nos mentales con el diagnóstico de psicopatía son evi- (discípulo del anterior y seguidor del mismo término). Y,
dentes, sobre todo, en el ámbito de la justicia criminal sin duda alguna, la máxima exponente del concepto tan
(Pozueco, 2011). amplio de personalidad antisocial y de la perspectiva
psicopatológica es la misma American Psychiatric Asso- kley, 1941), y el psicólogo clínico-forense canadiense
ciation (APA), que en sus primeros DSM incluyó este Robert Douglas Hare, con el Psychopathy Checklist-Re-
concepto hasta que, finalmente, lo concretó en el de tras- vised (PCL-R; Hare, 2003), que es el instrumento de eva-
torno antisocial de la personalidad (TAP), del que in- luación de la psicopatía que se emplea en el ámbito peni-
cluso sugirió que se empleara como sinónimo del de psi- tenciario. En los trabajos de ambos autores están bien
copatía, y así se eternizó la confusión diagnóstica hasta delimitadas y extensamente descritas las características o
nuestros días (Pozueco, 2011). El problema principal del rasgos definitorios de la psicopatía. Matizar que, aunque
TAP estriba en que se trata de un concepto excesivamen- centrados sus estudios en los delincuentes, los criterios
te amplio y abstracto que generalmente se limita a perfi- de Hare se basan en los trabajos previos de Cleckley.
lar o caracterizar a los sujetos que lo padecen como me- En cuanto a la perspectiva subclínica de la psicopatía
ros delincuentes comunes, absolutamente diferentes a integrada o no criminal, Cleckley (1941) caracterizó al
los que son diagnosticados como psicópatas y, además, psicópata como aparentemente inocente, insensible, aso-
también son delincuentes (Lykken, 1995). Por tanto, el cial, encantador y algunas veces impulsivo o violento, y
problema parece que pasaba de centralizar la psicopatía también lo retrató literalmente como el más peligroso de
como un trastorno con conductas principalmente antiso- los criminales, el más depredador de los políticos y el
ciales a reincidir en la tesis de que los psicópatas eran, negociador con menos escrúpulos. Este autor también
por definición y exclusivamente, delincuentes. halló, a través de las observaciones de sus pacientes, que
Aunque con algunas reservas por algunos autores, los delincuentes comunes que no tienen el déficit emo-
hoy se acepta ampliamente tanto que la conducta antiso- cional típico de estos sujetos no son psicópatas, a pesar
cial no es una característica esencial y exclusiva de la del hecho de que puedan estar poco o nada socializados.
psicopatía (Cleckley, 1976) como que la conducta delic- También expuso argumentos respecto a que la psicopatía
tiva no es un componente central de la psicopatía (Skeem es muy común en la sociedad en general, recogiendo en
y Cooke, 2010a). Todas las polémicas que acabamos de su obra numerosos casos de psicópatas que, por lo gene-
sintetizar siguen generando confusión incluso entre in- ral, funcionan con normalidad en la sociedad como
vestigadores y clínicos que abordan el tema de la psico- hombres de negocios, políticos, médicos, psiquiatras,
patía. Además, este panorama sobre los necesarios mati- profesores, jueces, policías, etc. Por su parte, la perspec-
ces que rodean al constructo de psicopatía se agrava aún tiva clínico-forense de la psicopatía criminal encabeza-
más cuando hablamos de manera distintiva de los psicó- da por Hare con el PCL-R (Hare, 2003) está completa-
patas criminales/delincuentes y de los psicópatas inte- mente basada en las descripciones que Cleckley (1941)
grados/subclínicos. ofreció sobre sus pacientes psicópatas, independiente-
mente de que Hare, posteriormente, a los 16 criterios de
Conceptualizaciones actuales y vigentes: Psicópatas Cleckley añadiera otros de carácter conductual y refe-
integrados y psicópatas criminales rentes a comportamientos tanto antisociales como delic-
tivos que configuran los 20 criterios o características
Ésta es la distinción que actualmente permanece vi- psicopáticas del PCL-R.
gente con respecto al tópico de la psicopatía. Para los Por tanto, la supuesta controversia conceptual sobre
estudios con delincuentes debemos referirnos al término los psicópatas criminales y los psicópatas integrados es
de psicópatas delincuentes o psicopatía criminal, mien- inexistente, y parece responder más bien a un debate in-
tras que para el caso de los psicópatas no delincuentes telectual entre autores (profesionales y académicos) que
aparecen diversos términos, ya tengan tintes más colo- a la constatación empírica de ambos tipos de psicópatas.
quiales o más asépticamente academicistas (cada autor Mientras que Cleckley estudió a los psicópatas en la po-
suele escoger el que prefiere), tales como los siguientes: blación general, Hare lo hizo posteriormente con pobla-
psicópatas subcriminales (Hare, 1993), psicópatas inte- ción delictiva.
grados (Garrido, 2000; Pozueco, 2010), psicópatas sub-
clínicos (Cooke, Michie y Hart, 2006; Pozueco et al., Psicopatía y trastornos mentales: Aspectos
2013; Smith y Hung, 2013) y/o psicópatas exitosos/con diferenciales y problemas candentes
éxito (Babiak, Neumann y Hare, 2010; Boody, 2011;
Hall y Benning, 2006). Los dos máximos exponentes de Adios al sistema multiaxial de las psicopatologías:
esta vigente corriente diferenciadora entre los psicópatas ¿y de la psicopatía?
integrados y los psicópatas criminales son, respectiva-
mente, el psiquiatra norteamericano Hervey Milton Como asevera el doctor Bonifacio Sandín en relación
Cleckley, con su obra principal The Mask of Sanity (Clec- a las psicopatologías o trastornos mentales, en su artícu-
lo titulado “DSM-5: ¿Cambio de paradigma en la clasi- los trastornos de la personalidad como psicopatologías o
ficación de los trastornos mentales?”, «la APA nos lo dio trastornos mentales en sus diversos DSM? Veamos breve-
y la APA nos lo quitó» (Sandín, 2013, p. 267). Con res- mente algunas de estas vacilaciones conceptuales a través
pecto a los trastornos mentales, el conocido sistema mul- de algunas de las publicaciones de Hare. Gran parte de
tiaxial introducido por la APA (1980) en su DSM-III las investigaciones de Hare y su equipo se han basado en
como una gran innovación para el diagnóstico de los estudios realizados con psicópatas delincuentes para pro-
mismos, actualmente ha sido suprimido por la APA bar la existencia de “defectos” (aunque en las publicacio-
(2013) en su DSM-5 y sin quedar muy claras las razones nes prefieren utilizar el término de “anormalidades”)
esgrimidas por sus responsables de tal supresión (San- neurobiológicos y psicofisiológicos, lo que, en cierto
dín, 2013). En relación a la psicopatía, y aunque ésta modo, nos retrotrae a aquella época de los atavistas, estu-
nunca necesitó de ningún sistema multiaxial, esas mis- dios, parece ser, siempre amparados en el argumento de
mas razones nada claras de la APA (2013) para suprimir que únicamente se pretende comprobar si las descripcio-
tal sistema en su actual DSM-5 se hicieron igual de nada nes clínicas de Cleckley (1941) sobre los psicópatas (baja
claras cuando, en su cuarta edición de este mismo Ma- o nula ansiedad, afasia semática o “defectos” en las emo-
nual, la APA aseveró que el patrón conductual definito- ciones, etc.) tienen un correlato biológico constatable,
rio del TAP «también se ha denominado psicopatía, so- como si sólo lo biológico fuera lo único constatable o lo
ciopatía o trastorno disocial de la personalidad» (APA, único que diera cierta entidad científica o cientificidad a
1994, p. 655), y de tal aseveración se hicieron eco mu- estas hipótesis. Un panorama cientificista similar al de la
chos clínicos e investigadores, momento a partir del cual psicopatía también se daba y se sigue dando en el ámbito
se agrió aún más la ya viva polémica en la que se conce- de las psicopatologías, pues no debemos olvidar que «la
bían el TAP y la psicopatía como términos sinónimos, investigación psicopatológica de orientación psicológica
como si fueran intercambiables. se dejó invadir, o quizá persuadir, por ese modo de acer-
Si ciertamente «la APA nos lo dio y la APA nos lo camiento a la realidad de los trastornos mentales que im-
quitó» (Sandín, 2013, p. 267) en relación al sistema mul- ponía la asunción del modelo médico tradicional por par-
tiaxial del DSM y sus psicopatologías, una crítica pare- te de la psiquiatría» (Belloch, 2012, p. 297).
cida podríamos realizar respecto a la psicopatía parafra- En cualquier caso, y como bien subrayaba Cantero
seando a Sandín y diciendo, en nuestro caso, que (1993) respecto a estas hipótesis biologicistas sobre los
“Cleckley nos lo dio, Hare nos lo quitó y Hare nos lo psicópatas criminales, «las críticas más importantes a esta
volvió a dar”. Dicho esto, conviene explicarnos. Es inne- teoría se centran, en su mayoría, en la presencia o no de un
gable la enorme contribución de Robert Hare al estudio deterioro cerebral, pero no existen conclusiones firmes
de la psicopatía en general. Sin embargo, sobre todo en que avalen ninguna de estas suposiciones» (Cantero, 1993,
los últimos años, su postura sobre los psicópatas tanto p. 29). En el momento actual, a pesar de las innumerables
criminales como no criminales ha venido siendo en mu- investigaciones de corte biologicista realizadas sobre los
chas ocasiones un tanto vacilante, pues en algunas de sus psicópatas, seguimos en el mismo estado de la cuestión,
publicaciones se centra en hablar de los psicópatas de- más polémico aún si tenemos en cuenta que estas investi-
lincuentes y en muchas otras prefiere hacerlo sobre los gaciones no son capaces de explicar, por ejemplo, por qué
psicópatas no criminales, integrados o “exitosos”. Asi- algunos psicópatas criminales presentan tales deficiencias
mismo, en la mayoría de sus publicaciones empíricas biológicas y otros no, o por qué los psicópatas subclínicos
suele caracterizar a la psicopatía como un trastorno de la no presentan tales deficiencias biológicas teniendo en
personalidad, aunque también matiza que no se trata de cuenta que lo único que les diferencia de los psicópatas
un trastorno mental propiamente dicho. No obstante, en delincuentes es la concreta comisión de delitos, ya que la
otras publicaciones más divulgativas comienza concep- estructura de personalidad y emociones es la misma en
tualizando de manera literal a la psicopatía como «un unos y en otros (Pozueco, 2010).
trastorno de la personalidad» (Hare, 1993, p. ix), mien- Los problemas de centralizar la psicopatía con exclu-
tras que al mismo tiempo trata de aclarar que los psicó- sividad al ámbito delictivo son evidentes y numerosos,
patas no están “locos” (Hare, 1993). pues, como ya hemos dicho, la conducta delictiva no es
Así, teniendo en cuenta la gran influencia de este au- exclusiva de los psicópatas. Con el PCL-R de Hare
tor por sus publicaciones empíricas, para muchos (legos y (2003), originalmente publicado en 1991 en su primera
expertos) se hace difícil intentar entender que si el psicó- edición, se operacionalizó el concepto de psicopatía ya
pata es un trastornado de la personalidad, ¿cómo no con- delineado por los 16 criterios de Cleckley (1941), si bien
cebirlo, pues, como un enfermo mental si tenemos en simplemente incluyendo en este instrumento algunos
cuenta, y de manera estricta, que la APA concibe a todos ítems referentes a conductas antisociales y delictivas.
Aunque los numerosos estudios con el PCL-R han veni- de nuevo regresó el tópico de los psicópatas no delin-
do proliferando hasta la actualidad como ejemplo de los cuentes con Hare y muchos otros autores debido a su
psicópatas criminales, la obra de 1993 que Hare publicó, importancia para la sociedad en general. Realizadas es-
titulada Sin Conciencia, es un libro dirigido al público tas reflexiones sobre de la problemática y supresión de lo
en general pero que particularmente ha servido de cita y multiaxial por parte de la APA para las psicopatologías y
apoyo bibliográfico en múltiples publicaciones empíri- del “quita y pon” por parte de los dos autores principales
cas sobre el tema. Es precisamente en este libro donde, de los conceptos de psicopatía integrada y criminal, a
sin olvidar a los psicópatas criminales, el autor habla sin continuación pasamos directamente a lo multidimensio-
reparos sobre los psicópatas no criminales. En este in- nal, sin olvidar el aspecto categorial tanto en relación a
fluyente libro de Hare (1993), el autor sostiene una serie las psicopatologías como a la psicopatía, ambos aspec-
de afirmaciones que ponen de relieve la importancia de tos también rodeados de extensa polémica e inagotables
retomar el tópico de la psicopatía (al igual que ya lo hi- debates.
ciera Cleckley) al ámbito de nuestras vidas diarias (en la
población general) y de no exclusivizarlo al ámbito de la El sistema categorial versus dimensional de las
delincuencia. En este sentido, por ejemplo, afirmaba psicopatologías y de la psicopatía: ¿Sólo es una
que: «En un ámbito más personal, es probable que uno cuestión de “sí o no”, o de grados?
se tropiece dolorosamente con un psicópata a lo largo de
la vida. Por nuestro bienestar físico, psíquico y financie- El debate o la polaridad “categorial versus dimensio-
ro es crucial que sepamos identificar al psicópata, prote- nal” ha estado y sigue presente tanto con respecto a las
gernos de él y minimizar el daño que nos pueda hacer» diversas psicopatologías o trastornos mentales, en gene-
(Hare, 1993, p. xii; 2003a, p. 16). ral, como con respecto a la psicopatía, en particular. A
Además, a este primer influyente libro de Hare (1993) nuestro juicio, no parece que decantarse por una u otra
hay que añadir otro de carácter también divulgativo y perspectiva (categorial o dimensional) sea una cuestión
dirigido al público en general, del que es coautor y que de empirismo (puesto que hay investigaciones empíricas
se titula Snakes in Suits: When Psychopaths Go to Work actuales que siguen insistiendo en que se hagan valora-
—Serpientes Vestidas de Traje: Cuando los Psicópatas ciones desde una perspectiva dimensional), sino que más
van a Trabajar— (Babiak y Hare, 2006). Asimismo este bien tal preferencia es personal y parece estar en función
libro es ampliamente citado en numerosas publicaciones de la formación académica de procedencia (fundamen-
empíricas referidas al tópico de los psicópatas empresa- talmente, psicología y psiquiatría). Grosso modo, quie-
riales (Babiak et al., 2010; Boody, 2011, 2013). Indistin- nes defienden un sistema categorial asumen que estas
tamente del carácter divulgativo de ciertos libros, y a categorías o taxones son únicas e indiscutibles (de “sí o
pesar de las vacilaciones en hablar unas veces sobre los no”, o “se da o no se da”), mientras que quienes abogan
psicópatas criminales y otras sobre los psicópatas inte- por un sistema dimensional asumen que dichos cons-
grados, hay autores que vienen sugiriendo la necesidad tructos o diagnósticos se prestan a una gradación o a
de volver a retomar el tema de la psicopatía donde Clec- grados (es decir, a un modelo dimensional donde los
kley lo inició (Patrick, 2006), independientemente de diagnósticos se sitúan en un continuo que no es taxativo
que, por otro lado muy necesario, sigamos estudiando a ni de “sí o no”, sino de “más o menos”, de darse en ma-
los psicópatas criminales en los juzgados y prisiones. yor o menor grado). Con respecto a las psicopatologías,
Así, no parece que haya razones para pensar que el tópi- en general, podemos comenzar diciendo que normal-
co de los psicópatas integrados tenga menor importancia mente los casos clínicos no suele ser “de manual”, es
que el de los psicópatas delincuentes, así como tampoco decir, que no se cumplen todos y cada uno de los crite-
hay razones para pensar que el tópico de los psicópatas rios estipulados para cada trastorno mental. En este sen-
integrados pudiera tener tientes más mediáticos o popu- tido, y ante el imperante sistema categorial que ha veni-
listas que el de los psicópatas delincuentes que, precisa- do dominando hasta la actualidad, recientemente se ha
mente, son los que con mayor frecuencia aparecen en los propuesto el enfoque transdiagnóstico de los trastornos
medios de comunicación. mentales y del comportamiento (Belloch, 2012), supo-
Por tanto, cuando anteriormente aseverábamos lo de niendo incluso una nueva perspectiva en el campo de la
que “Cleckley nos lo dio, Hare nos lo quitó y Hare nos lo psicología clínica (Sandín, Chorot y Valiente, 2012).
volvió a dar”, sólo pretendíamos poner de manifiesto La perspectiva categorial origina con frecuencia el
que se comenzó hablando de los psicópatas en la pobla- problema de comorbilidad o solapación entre diversos
ción general con Cleckley, luego se pasó a estudiarlos en tipos de psicopatologías, lo que a su vez da lugar a que,
la población penitenciaria con Hare y, posteriormente, en muchos casos, los procesos cognitivo-conductuales
que subyacen a diferentes trastornos mentales sean ina- manuales diagnósticos al uso como si fuera lo oficial y lo
preciables cuando, en realidad, presentan sus propias únicamente posible y válido, un pensamiento global a
particularidades. No obstante, no debemos considerar partir del cual se ha motivado una conducta y proceder
como sinónimos el enfoque transdiagnóstico y el enfo- generalizados que, parafraseando a Belloch, podría tra-
que dimensional. En este sentido, si bien el enfoque ducirse en que la utilización de sistemas nosológico-psi-
transdiagnóstico se basa en el enfoque dimensional que quiátricos como el DSM y la CIE «se ha hecho casi im-
permite explicar la comorbilidad entre trastornos, aquél prescindible a la hora de “justificar” un determinado
va un paso más allá centrándose en los procesos cogniti- diagnóstico en nuestras publicaciones científicas» (Be-
vos y/o conductuales compartidos por los diversos tras- lloch, 2012, p. 297).
tornos (o grupos de trastornos) psicológicos que contri- Sin duda alguna, como también revela Belloch
buyen causalmente al desarrollo y/o mantenimiento de (2012), el sistema categorial de las psicopatologías (mu-
los síntomas asociados a dichas patologías (Sandín, chas veces negando la evidencia de la alta tasa de comor-
Chorot y Valiente, 2012). La necesidad de un enfoque bilidad y basado en la idea de que existen diferencias
transdiagnóstico responde a cuestiones de utilidad y tie- sustantivas entre los diferentes trastornos y enfermeda-
ne como objetivo intentar paliar las limitaciones del en- des) siempre ha supuesto un problema para la psicopato-
foque categorial típico del diagnóstico psiquiátrico. De logía. De hecho, este sistema choca frontalmente con el
hecho, en este sentido, se ha argumentado que «las ele- sistema dimensional (que defiende la noción de dimen-
vadas tasas de comorbilidad y covariación entre los di- sión o continuidad entre la normalidad y la psicopatolo-
versos trastornos mentales constituyen una de las limita- gía). Es evidente que, a diferencia de la taxatividad ca-
ciones más importantes de los actuales sistemas de racterística del sistema categorial, el sistema dimensional
diagnóstico psiquiátrico, que además están basados en asume que «entre la normalidad (por ej., preocuparse
categorías definidas por sus características clínicas y no por el bienestar de los demás) y la psicopatología (por
en supuestos etiológicos» (Belloch, 2012, p. 295). Ante ej., mantener la mente ocupada casi por completo en
estas categorías definidas y taxativas, la propuesta del esas preocupaciones) no existen límites precisos deter-
enfoque transdiagnóstico se fundamenta en una acumu- minados a priori» (Belloch, 2012, p. 298). Tampoco cabe
lación de evidencias sobre el solapamiento de síntomas duda de que el denominado enfoque transdiagnóstico de
que ha llevado a sugerir la existencia de dimensiones pa- los trastornos mentales es una propuesta que se basa pre-
tológicas comunes y compartidas entre los diferentes ferentemente en la perspectiva dimensional de la psico-
trastornos, por lo que este nuevo enfoque se centra en las logía frente al sistema categorial psiquiátrico dominante.
comunalidades observadas más que en sus diferencias ¿Pero por qué es más útil un enfoque transdiagnósti-
(Belloch, 2012). No obstante, ello no implica que el en- co y dimensional de los trastornos mentales frente a uno
foque transdiagnóstico rechace el enfoque categorial, categorial? La respuesta a esta pregunta es muy concreta
sino que pretende integrarlo con el dimensional con ob- si tenemos en cuenta «las limitaciones e inconvenientes
jeto de evitar una oposición entre ambos enfoques que del enfoque diagnóstico categorial para dar cuenta de las
podría llevarnos a una falsa dicotomía (Sandín et al., muchas comunalidades observadas entre trastornos apa-
2012). Por tanto, es preciso matizar que «el transdiag- rentemente diferentes, lo que, entre otras cosas, explica
nóstico, aunque se basa en una concepción dimensional las elevadas tasas de comorbilidad entre ellos» (Belloch,
de la psicopatología, consiste más en una integración en- 2012, p. 305). En cualquier caso, hay muchas otras razo-
tre ambos enfoques que en un rechazo de la clasificación nes a favor del enfoque transdiagnóstico y del sistema
categorial» (Sandín et al., 2012, p. 187). dimensional de las psicopatologías que están amplia-
En cualquier caso, también es preciso matizar que es- mente argumentados en el artículo de esta autora, al cual
tos dos enfoques o perspectivas (dimensional y catego- remitimos para una mayor indagación al respecto.
rial) no son iguales. Así, la perspectiva dimensional de Tal vez debido a la influencia de algunos psicólogos
los diversos síntomas y signos de los trastornos mentales prominentes que participaron en la elaboración de los
considera que las psicopatologías no constituyen mun- DSM, fue concretamente en el DSM-IV (APA, 1994)
dos aparte de la normalidad, que es una de las aportacio- donde se asumió explícitamente las limitaciones del en-
nes teóricas y metodológicas más importantes de la psi- foque categorial (por ejemplo, y como ya hemos comen-
cología (Belloch, 2012). Por su parte, la perspectiva tado, el hecho de que a veces no existen límites claros
categorial de las psicopatologías no acepta otra cosa que entre unos trastornos y otros, o entre lo normal y lo anor-
establecer un diagnóstico preciso e inequívoco (taxativo) mal), así como la necesidad de incorporar el sistema di-
de los trastornos mentales, lo que ha llegado incluso a mensional en la clasificación de los trastornos mentales,
originar un pensamiento-tipo consistente en utilizar los lo que supone una serie de ventajas porque «el sistema
dimensional, en cambio, clasifica las manifestaciones instrumento asegura la homogeneidad de lo que evalúa.
clínicas basándose en la clasificación de atributos en lu- Además, en este sentido, no olvidemos las siguientes
gar de asignación de categorías, y es más adecuado para apreciaciones y matices: «si las diferencias que separan
describir fenómenos que se distribuyen de forma conti- al psicópata de un delincuente normal son sólo de grado,
nua y no poseen límites precisos» (Sandín, 2013, p. 259). resultaría más adecuado definir el fenómeno de la psico-
Con respecto a la psicopatía, en particular, también patía en referencia a características conductuales (fre-
se ha dado el mismo debate que para las psicopatologías cuencia, seriedad y persistencia de la conducta antiso-
respecto a la cuestión del sistema categorial versus di- cial) y de personalidad, y analizar cómo se mantienen o
mensional. De hecho, incluso las dos conceptualizacio- pueden modificarse dichas características» (Luengo y
nes principales y actualmente vigentes de la psicopatía Carrillo, 2009, p. 501).
que ya hemos visto (la de Cleckley y la de Hare) supo- Ya en 1988, Blackburn venía señalando las limitacio-
nen un acercamiento categorial al constructo de psicopa- nes de una descripción categórica de la psicopatía y pro-
tía. No obstante, sobre la conceptualización de Cleckley poniendo la necesidad de una aproximación dimensional
(1941) hay que matizar que, si bien este autor no se po- tanto de los trastornos de la personalidad como de la psi-
sicionó nunca ni a favor ni en contra de concebir la psi- copatía. Según Blackburn (1988), los atributos definito-
copatía como un taxón o como un continuo, lo cierto es rios del concepto de psicopatía, ya sean características
que ha habido autores que han tomado los 16 criterios de de personalidad o conductuales, no son variables dicotó-
la psicopatía propuestos por Cleckley como si fueran el micas, sino que están distribuidas en un continuo, por lo
diagnóstico definitivo de una categoría unitaria y al es- que un acercamiento dimensional parece más válido tan-
tilo de cómo si fuera una especie de diagnóstico de los to para propósitos de investigación como de interven-
incluidos en el DSM, y todo ello sin reparar en las níti- ción. Además, para que una categoría diagnóstica sea
das descripciones clínicas que Cleckley ofrece a lo largo útil debe incluir grupos homogéneos de sujetos que
de su obra, donde para cada una de las 16 características compartan un grupo de características identificables de
psicopáticas no sólo aporta descripciones concretas sino manera fiable, que a su vez los diferencien de los miem-
matices (a través del análisis de sus diversos pacientes y bros asignados a otras categorías. Para Blackburn
casos de estudio) sobre la variabilidad o “grados” en que (1988), los psicópatas no eran un grupo homogéneo en
éstas pueden presentarse en cada sujeto en particular. cuanto a sus características de personalidad, ya que se
Más clara y reflejo de una perspectiva categorial es evidenciaban diferencias en la estructura de personali-
la concepción de la psicopatía ofrecida por Hare (2003) dad entre los sujetos psicopáticos que mostraban con-
a través, concretamente, de su PCL-R. De hecho, la ele- ductas antisociales y aquellos que no las mostraban.
vada consistencia interna del PCL-R indica que se trata Muchos otros trabajos que van en la misma línea que el
de una medida homogénea de un constructo unidimen- de Blackburn (1988) cuestionan que el concepto de psi-
sional, al menos como así lo indica el punto de corte de copatía represente un constructo unitario y que pueda
este concreto instrumento de evaluación de la psicopatía ser usado para describir a un grupo homogéneo de indi-
en la población penitenciaria, punto de corte que se sitúa viduos. Así, a pesar de que pueda existir consenso en un
en al menos 30 puntos de los 40 totales posibles. ¿Y por conjunto de criterios diagnósticos (características o ras-
qué es categórica esta conceptualización de la psicopa- gos) para la determinación de la psicopatía y de que esto
tía? Porque lo categórico, como venimos diciendo, es un pueda tener una utilidad en la práctica clínica o en la
sistema de “sí o no”, de “se tiene o no se tiene”, y, en este toma de decisiones legales, cabe preguntarse hasta qué
caso, si se obtiene una puntuación de igual o superior a punto los individuos categorizados como psicópatas
30 en el PCL-R se diagnostica psicopatía, mientras que constituyen un grupo homogéneo. Sin duda, las investi-
si se obtiene una puntuación de 29 o menos, entonces no gaciones empíricas actuales nos han ayudado a aclarar
parece que haya que diagnosticarse psicopatía en sentido esta cuestión.
estricto porque hay un punto de corte que así lo estipula Las investigaciones más actuales sí vienen conci-
según este instrumento. Son evidentes las implicaciones biendo la psicopatía desde una perspectiva dimensional,
de una evaluación tan categórica como ésta, ya que segu- admitiendo cuestiones de grado, sin taxatividad ni for-
ramente muchos autores no verán las diferencias, por mulaciones categóricas de “todo o nada”, sin homoge-
ejemplo, entre un sujeto que obtiene una puntuación to- neizar ni enclaustrar a la psicopatía en el concreto y úni-
tal de 28 en el PCL-R y otro que obtiene una puntuación co grupo de los delincuentes, sino, todo lo contrario,
total de 29. ¿Dónde estaría, en este tipo de casos y en admitiendo la enorme heterogeneidad de este tipo de
otros similares, la diferencia? Puesto que el PCL-R no sujetos (Smith, Watts y Lilienfeld, 2014), hasta el punto
permite una “cuestión de grados”, parecer ser que este de que incluso dentro de esta misma heterogeneidad se
hallan varios subgrupos o subtipos de psicópatas (Ben- ción por los clínicos de cualquier orientación y forma-
ning et al., 2005). Por tanto, desde un punto de vista di- ción (p.ej., médica o psicológica)» (Sandín, 2013, p.
mensional, actualmente se viene conceptualizando a los 258). Pero es precisamente esta propiedad del DSM-III
psicópatas como un grupo heterogéneo y a la psicopatía la que dio pie a que muchos autores adoptaran un claro
como una variable continua que es preciso estudiar de enfoque biomédico de los trastornos mentales, hasta el
los modelos dimensionales de la personalidad normal punto de pretender conceptualizarlos (como por ejemplo
como el Five Factor Model o FFM (Lynam y Miller, hiciera Spitzer) incluso como un subgrupo de los tras-
2014; Miller y Lynam, 2015; Poy, Segarra, Esteller, tornos médicos (Millon, 1986). La consecuencia de ha-
López y Moltó, 2014; Roose et al., 2011). ber aceptado esta perspectiva es obvia: medicalizar a
Así, desde esta perspectiva dimensional de la perso- todo el mundo. Afortunadamente, este enfoque no fue
nalidad, y usando el FFM como marco teórico y el NEO aceptado, y los trastornos mentales, desde aquel DSM-
PI-R como instrumento de evaluación, McCrae y Costa III, siguen siendo definidos en los siguientes términos:
(2003) proponen que la psicopatía puede entenderse
como una mezcla de baja amabilidad, baja responsabili- Un síndrome o patrón conductual o psicológi-
dad y alta extraversión, así como también una combina- co clínicamente significativo que se da en un indi-
ción de bajo y alto neuroticismo (es decir, baja ansiedad, viduo y que se asocia de forma típica a síntomas
baja depresión, baja vulnerabilidad al estrés y baja an- perturbadores (distrés) o deterioro en una o más
siedad social, pero alta hostilidad e impulsividad). Ade- áreas importantes de funcionamiento (discapaci-
más, basándose en las descripciones de los ítems del dad). Además, se infiere que existe una disfunción
PCL-R de Hare (2003), Widiger y Lynam (1998) y conductual, psicológica o biológica, y que esta
Lynam y Widiger (2007) abordaron el reto de traducir el alteración no se produce únicamente en las rela-
constructo de psicopatía al lenguaje del FFM de la per- ciones entre el individuo y la sociedad (APA,
sonalidad. Por ejemplo, la característica sentido desme- 1980, p. 6).
surado de autovalía del PCL-R se tradujo al FFM en
baja modestia (faceta del factor amabilidad), la falta de Además de esta definición oficial de la APA, también
empatía del PCL-R se tradujo en baja sensibilidad a los es importante tener en cuenta la siguiente conceptualiza-
demás (faceta del factor amabilidad), o el bajo control ción y matices sobre los trastornos mentales:
de los impulsos del PCL-R se tradujo en alta hostilidad
(faceta del factor Neuroticismo). Son numerosos los es- Los trastornos mentales son patrones de com-
tudios que respaldan empíricamente la utilidad y validez portamiento de significación clínica que aparecen
del FFM y de los instrumentos NEO PI-R y NEO-FFI asociados a un malestar emocional o físico de la
con respecto a la evaluación dimensional de la psicopa- persona, a una discapacidad, al deterioro en el
tía tanto en muestras clínico-forenses (Pereira, Huband y funcionamiento cotidiano, a la pérdida de libertad
Duggan, 2008) como en muestras de la población gene- o incluso a un riesgo significativamente aumenta-
ral (Lynam y Miller, 2014; Miller, Lamkin, Maples y do de implicarse en conductas contraproducentes
Lynam, 2015; Miller y Lynam, 2014, 2015; Poy et al., o de morir prematuramente (Echeburúa, Salabe-
2014; Ross, Lutz y Bailley, 2004). rría y Cruz, 2014, p. 66).
alguna especie de “deterioro en una o más áreas im- la ausencia de nerviosismo y/o de manifestaciones psi-
portantes de funcionamiento”, ya que, como subrayara coneuróticas. A partir de aquí, cualquier otra visión o
Cleckley (1941), la mayoría de estos sujetos están bien conceptualización de la psicopatía debería carecer de
integrados en la sociedad y con un funcionamiento psico- originalidad y credibilidad con respecto al promotor
lógico adecuado. Si bien la característica principal de la principal de este constructo. Por esta misma razón, auto-
psicopatía estriba en una incapacidad para sentir emocio- res como Patrick (2006) ya reclamaba volver a los crite-
nes de manera genuina, esto no quiere decir (como la APA rios de Cleckley como guía para las próximas generacio-
sí concibe a los sujetos con trastornos mentales) que los nes de investigación futura.
psicópatas presenten un “malestar emocional” propio, ya Finalmente, también hay que señalar que buena parte
que no se sienten apesadumbrados ni por sus conductas, ni de la confusión y de las relaciones que se hacen entre la
por su estilo de vida, ni por sus características de persona- psicopatía y las psicopatologías provienen tanto de las
lidad y emociones, ni por las consecuencias que generan muestras estudiadas (mayoritariamente con sujetos en-
en los demás (Hare, 1993). carcelados, siendo práctica habitual y quizá no por ca-
En cualquier caso, y a pesar de todos estos matices, sualidad escoger al grupo de los delincuentes violentos,
las controversias sobre algunos aspectos de la psicopa- y con internados en hospitales psiquiátricos) como de
tía en relación a las psicopatologías siguen candentes. los procedimientos de evaluación empleados (unos utili-
La diferencia fundamental en contextos clínicos y lega- zan el PCL-R o sus derivados, otros utilizan la escala de
les se presenta, como suele ser habitual, en casos com- desviación psicopática del MMPI como sinónimo de
parativos que se sitúan en extremos opuestos, como psicopatía, e incluso otros emplean simplemente los cri-
cuando una persona es diagnosticada con esquizofrenia terios diagnósticos del TAP también como sinónimo de
o con psicopatía, dos entidades diagnósticas antónimas, psicopatía). Resulta impropio, inoportuno e incompren-
totalmente contrapuestas (Pozueco, 2011). Si, por ejem- sible tratar de estudiar la psicopatía con pacientes psi-
plo, un individuo con un diagnóstico de esquizofrenia quiátricos obviando esas dos características definitorias
mata a alguien en respuesta a las voces u órdenes que de Cleckley (1941) que antes hemos mentado y que ex-
está oyendo, este individuo será considerado no respon- cluyen cualquier posibilidad de manifestaciones psico-
sable de sus actos por razones de enajenación mental. patológicas de cualquier tipo. Estos aspectos también
Sin embargo, si un psicópata comete el mismo delito, han sido puestos de relieve y puntualizados por Luengo
será probablemente juzgado sano y mandado a la cárcel y Carrillo (2009) de la siguiente manera:
(Hare, 1993).
Es preciso volver a recordar que «los trastornos men- Al estudiar pacientes psiquiátricos se corre
tales producen un sufrimiento personal importante, que además el riesgo de incluir sujetos que, a pesar de
impregna muchos aspectos de la experiencia de la perso- tener un comportamiento antisocial, presentan un
na y modifica su forma de “estar en el mundo” y de ex- cuadro diagnóstico que nada tiene que ver con la
perimentarlo (en muchos casos, de manera dramática)» psicopatía. A nuestro juicio, el estado de la inves-
(Belloch, 2010, p. 22). Los psicópatas, tal como actual- tigación en este campo debe llevar, cuando me-
mente se conciben, no tienen sufrimientos personales ni nos, a cuestionarnos hasta qué punto abandonar el
por su forma de ser, ni por su forma de actuar, ni por las supuesto de que la psicopatía es un desorden men-
negativas consecuencias que generan en los demás (Ga- tal podría evitar mucha de la confusión de esta
rrido, 2000; Hare, 1993), hasta el punto de que son inca- área de estudio y resultar más fructífero tanto des-
paces de ponerse en el lugar de los otros si quiera para de el punto de vista de la práctica clínica como de
intentar observar los agravios que les ocasionan, y todo la investigación (Luengo y Carrillo, 2009, p. 501).
ello sin el menor atisbo de culpa, ni arrepentimiento, ni
remordimientos (Cleckley, 1941). Conclusiones y reflexiones
En cualquier caso, el debate sobre la confusión y re-
lación de la psicopatía con los trastornos mentales debe- Las polémicas y confusiones que giran en torno al
ría disiparse de inmediato si no pasamos por alto dos de concepto de psicopatía son numerosas y proceden de di-
las 16 características o criterios principales y definito- versos aspectos, tales como su evolución conceptual his-
rios de la psicopatía que ya aportó Cleckley (1941) en su tórica, su frecuente asociación con conductas antisocia-
formulación y que deberían servir de base fundamental les y delictivas, su constante equiparación con el TAP e
y guía para cualquier conceptualización sobre este cons- incluso con otros trastornos mentales diversos, su enca-
tructo. Nos estamos refiriendo a: 1) la ausencia de aluci- sillamiento en un enfoque categorial, taxativo y unidi-
naciones y otros signos de pensamiento irracional, y 2) mensional, y, lo más importante, la desconsideración de
los dos criterios centrales ya mencionados que Cleckley En tercer lugar, señalar que más frecuente y generali-
(1941) formuló como diferenciales de los trastornos zada es aún la relación entre psicopatía y conducta anti-
mentales. social, una relación que, en cierto modo, ha originado y
En primer lugar, señalemos que la evolución históri- engloba a las vinculaciones entre psicopatía, delincuen-
ca del concepto de psicopatía debería haber servido ya cia y trastorno mental. Haciendo referencia al TAP, hace
para disipar muchas dudas. En parte, y si tenemos en ya años se subrayó que tanto la definición del DSM-III
cuenta los alejadísimos orígenes del término, podemos como la de la CIE-10 «contienen poco más que un catá-
afirmar que el concepto de “psicópata” ha resultado ser logo de conductas odiosas que, lejos de definir una en-
una especie de cajón de sastre donde los antiguos médi- fermedad concreta, intentan medicalizar la maldad»
cos, psiquiatras y psicoanalistas encuadraban a todos (Mullen, 1992, p. 234). Por su parte, y en la misma línea,
aquellos individuos cuyas personalidades y conductas años antes Blackburn (1988) ya criticaba que mediante
no eran capaces de explicar mediante los enfoques teóri- la descripción del psicópata exclusivamente en términos
cos con los que contaban por entonces (Millon et al., de conducta socialmente desviada se ha logrado un jui-
1998). Toda esta situación sigue aún resonando en la ac- cio moral enmascarado por un diagnóstico clínico, y este
tualidad, ya que hay autores que incluso opinan que la mismo diagnóstico clínico ahora tiene también sus im-
psicopatía no es más que un artificio conceptual que tie- plicaciones forenses (Hare y Neumann, 2009).
ne unas implicaciones psicosociales y legales muy gra- En cuarto lugar tenemos una cuestión aún más im-
ves. Mientras que este artificio conceptual cuenta ya con portante, que es la referida a la unidimesionalidad ver-
amplia literatura científica y sigue en uso, el concepto de sus dimensionalidad de la psicopatía. Además de lo ya
“psicópata”, a diferencia de otros constructos tanto psi- discutido, y de acuerdo con Lilienfeld (1998), si la psi-
cológicos como psicopatológicos que han ido desapare- copatía fuera una categoría discreta o taxón, los investi-
ciendo, ha probado ser resistente a la extinción. Ya Prins gadores tendrían que restringir sus estudios a las mues-
(1991) señaló que si bien la mayor parte de los profesio- tras clínicas o forenses, a no ser que hubiera evidencia
nales tienen reservas para emplear este concepto, se hace de una alta incidencia del síndrome en otro tipo de po-
necesario el uso de una expresión que actúe como refe- blaciones. En este sentido, los esfuerzos deberían ir diri-
rente del tipo de sujeto al que estudiamos. De ahí que gidos a la búsqueda de factores etiológicos que diferen-
este mismo autor concluyera que «si nos deshiciéramos cien entre individuos con y sin psicopatía; esto implicaría
del concepto de psicopatía, de inmediato tendríamos que que la investigación con muestras de tipo no clínico y no
inventarnos otro» (Prins, 1991, p. 121). Así pues, «el criminal sería cuestionable en cuanto a su validez exter-
psicópata “aguanta” bien el tirón del purismo científico, na. En cambio, si la psicopatía fuera un constructo di-
o bien nuestras reservas derivadas de la ignorancia que mensional, entonces estaría justificada la generalización
todavía tenemos acerca de su verdadera naturaleza» (Ga- de los resultados de los estudios que examinaran la psi-
rrido, 1993, p. 297). copatía en muestras subclínicas o de la población gene-
En segundo lugar, la constante vinculación de la psi- ral (Lilienfeld, 1998). Independientemente de su unidi-
copatía con conductas delictivas ha sido otra de las po- mensionalidad o multidimensionalidad, si el síndrome
lémicas que generan confusión en la comprensión de (como conjunto de síntomas, rasgos o características) de
este constructo. Aunque, a diferencia del enfoque de la psicopatía representa una combinación específica de
Hare (2003), en la propuesta original de Cleckley (1941) rasgos distintivos, tal como mantenía Cleckley (1941),
no se aboga por conductas criminales, el debate actual entonces aislar estos componentes puede proporcionar
sigue estando fuertemente enfrentado entre aquellos au- una herramienta de gran utilidad para comprender mejor
tores que opinan que la conducta criminal no es un com- la totalidad del síndrome y sus variantes, así como para
ponente central de la psicopatía (Skeem y Cooke, 2010a) elucidar los mecanismos etiológicos subyacentes
y que una medida como el PCL-R no refleja ni la única (Fowles y Dindo, 2009). No obstante, todavía no se ha
ni la más exacta definición de la psicopatía (Skeem y llegado a un acuerdo unánime ni sobre la naturaleza/
Cooke, 2010b), y aquellos autores que incluso llegan etiología de la psicopatía como constructo ni sobre la
hasta el punto de presentar resultados sobre esta asocia- claridad y precisión de las distintas tipologías o varian-
ción (psicopatía y conducta antisocial y criminal) inten- tes posibles.
tando hacerla vinculante en todo el mundo (Neumann, Finalmente, y aunque a lo largo de este artículo he-
Hare y Pardini, 2014). En cualquier caso, ser psicópata mos intentado dar algunas respuestas al respecto, quere-
no depende de cometer conductas delictivas sino de una mos terminar con algunas reflexiones sobre la pregunta
serie de rasgos de personalidad y emociones (Pozueco, que encabeza el subtítulo de este artículo: ¿puede con-
2010). ceptualizarse la psicopatía como trastorno mental? Aun-
que la respuesta a esta cuestión es taxativamente que no, Belloch, A. (2010). Personalidad y trastorno de la personalidad.
vamos a volver a incidir en por qué no puede concebirse En A. Belloch y H. Fernández-Álvarez (Coords.), Tratado de
la psicopatía como una psicopatología. La razón funda- trastornos de la personalidad (pp. 21-46). Madrid: Síntesis.
Belloch, A. (2012). Propuestas para un enfoque transdiagnóstico
mental estriba en los dos criterios que ya subrayó Clec-
de los trastornos mentales y del comportamiento: Evidencia,
kley (1941) y que descartan en el diagnóstico de psico- utilidad y limitaciones. Revista de Psicopatología y Psicolo-
patía cualquier manifestación que conlleve gía Clínica, 17(3), 295-311.
sintomatología psicopatológica de cualquier tipo. A par- Benning, S. D., Patrick, C. J., Blonigen, D. M., Hicks, B. M. y Ia-
tir de esta premisa central, el resto no sería más que re- cono, W. G. (2005). Estimating facets of psychopathy from
dundar en la misma. Independientemente de que la psi- normal personality traits: A step toward community epidemio-
copatía sea un tipo de personalidad atípica, lo atípico no logical investigations. Assessment, 12(1), 3-18.
Blackburn, R. (1988). On moral judgements and personality di-
es sinónimo de anormal, y tampoco lo anormal, que en
sorders: The myth of psychopathic personality revisited. Briti-
términos estadísticos hace referencia a lo menos fre- sh Journal of Psychiatry, 153(4), 505-512.
cuente, es siempre sinónimo de psicopatológico. Boody, C. R. (2011). Corporate psychopaths: Organisational des-
Como ha sucedido con el enfoque categorial de los troyers. New York, NY: Palgrave Macmillan.
trastornos mentales, la aproximación categorial de la Boody, C. R. (2013). Turning point: Corporate psychopaths: Un-
psicopatía se ha criticado por quienes acusan la falta de caring citizens, irresponsible leaders. Journal of Corporate
especificación de los síntomas y de los límites que defi- Citizenship, 49(1), 8-16.
Cantero, F. (1993). ¿Quién es el psicópata?. En V. J. Garrido (Dir.),
nen a ésta y alternativamente la consideran y la analizan
Psicópata: Perfil psicológico y reeducación del delincuente
desde un punto de vista dimensional (es decir, como un más peligroso (pp. 11-48). Valencia: Tirant lo Blanch.
continuo), de modo que la aproximación dimensional se Cleckley, H. M. (1941). The mask of sanity: An attempt to clarify
basa tanto en el hecho de que los rasgos que definen a la the so-called psychopathic personality (1st Ed.). St. Louis,
psicopatía son variables continuas como en el hecho de MO: Mosby.
que las diferencias entre los sujetos son sólo cuestión de Cooke, D. J., Michie, C. y Hart, S. D. (2006). Facets of clinical
grado. Así, las actuales investigaciones empíricas, algu- psychopathy: Toward clearer measurement. En C. J. Patrick
(Ed.), Handbook of psychopathy (pp. 91-106). New York, NY:
nas de las cuales se han basado en el modelo de los cinco
Guilford Press.
factores de la personalidad aplicado en la población Derefinko, K. J. y Lynam, D. R. (2013). Psychopathy from the
normal, siguen subrayando la necesidad de conceptuali- perspective of the five-factor model of personality. En T. A.
zar y evaluar la psicopatía desde un sistema dimensional Widiger y P. T. Costa (Eds.), Personality disorders and the fi-
(Derefinko y Lynam, 2013; Lynam y Miller, 2014). No ve-factor model of personality (3rd Ed.) (pp. 103-117). Was-
obstante, los avances y debates sobre la consideración de hington, DC: American Psychological Association.
la psicopatía como una variante atípica de la personali- Echeburúa, E., Salaberría, K. y Cruz, M. (2014). Aportaciones y
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Mental Health, 18(4), 216-223. NY: Guilford Press.
SUMMARY.
The next article is the compilation and study of many theories and cases related to the
criminal personality, many authors have written about it, but in the study of criminal
personality it’s necessary to get the basic knowledge from it, this way, this article shows
why the Psychology has been forgotten about the criminal aspects and the crime
prevention, for this was necessary to create an specific area of the Criminology:
Development Criminology in order to explain at least the basic ways to understand the
criminals, his characteristics: egocentric, aggression and indifference. This researches have
many author that are shown here, Lombroso, Pinatel, Ingenieros, Hurwitz and more worked
very hard to try to understand the personality. The most important perspectives in
Psychology: Psychoanalytic and Behavioral aspects are seen in this article that explains in a
brief way the factors that affect the behavior of the persons turn them in criminals.
1. INTRODUCCIÓN.
investigación, recopilación y estudio de algunos casos en los que se juntaron las corrientes
predominantes de la Psicología y/o Psiquiatría del Conductismo y el Psicoanálisis, que para
interés del autor se dio una acentuación sobre la criminalidad, pues actualmente los libros
que rodean el ambiente académico de la Criminología tocan el tema pero en subcapítulos
muy generales sin entrar en profundidad, lo que impide de cierta forma tener un
acercamiento a los enfoques etiológicos psicológicos.
Para nada se quiere decir que este trabajo aborda la totalidad del tema, pero si se da una
vista a lo criminopsicológico. La Psicología del Desarrollo, reúne las ramas psicoanalíticas,
conductistas, sociales, biológicas, entre otras. La Psicología ha aportado grandes teorías al
desarrollo de la personalidad que por parte de la Criminología, deben ser tomadas y
aplicadas para el estudio de la personalidad criminal. Tampoco se pretende demostrar una
tesis sobre el tema sino solo una sistematización de conocimientos necesaria para la
evolución de la Criminología.
2. EL OLVIDO DE LA PSICOLOGÍA POR EL CRIMINAL Y LA
CRIMINOLOGÍA DEL DESARROLLO.
Para KAGAN y HAVEMANN2 la Psicología “es la ciencia que estudia y trata de explicar
la conducta observable y su relación con los procesos mentales que no se pueden ver y que
suceden dentro del organismo, así como los eventos externos en el ambiente”.
A la rama de la Psicología General que se ocupa del criminal se le denomina como
Psicología Criminológica, ésta es llamada también como Psicología Forense y estudia las
conductas individuales o colectivas de los sujetos antisociales, busca las causas que han
influido para que se lleve a cabo un acto antisocial tipificado en la ley penal o no, además
estudia la personalidad antisocial en sus componentes y su relación con otros trastornos
mentales.
Lo anterior es lo que los Psicólogos especializados en el área criminal nos han ofrecido;
sin embargo, el concepto anterior se extiende de sus verdaderos alcances, pues señala el
español SORIA VERDE3 que: “la relación de la Criminología con la Psicología ha sido muy
criticada, se ha tildado incluso de irrelevante y marginal en sus conclusiones relativas a la
puesta en marcha de Políticas Sociales; es más, la Psicología Clínica ha sido criticada por
su colaboración con el sistema legal y su ausencia de análisis del proceso global en que se
halla sumergido el autor de un delito. Otra de las grandes críticas formuladas a la Psicología
ha sido su aproximación de laboratorio al estudio de la criminalidad; y en consecuencia; su
relativo desprecio por los aspectos ambientales del medio abierto, difícilmente
reproducibles en una situación experimental”.
Por dicho motivo, la Criminología debe abrirse campo a las áreas que la Psicología ha
olvidado y que el Derecho Penal NO SABE ni siquiera entender, por esto el porqué de una
Criminología especializada, una Criminología del Desarrollo; además, respecto a la crítica
de la falta de Políticas Públicas por parte de la Psicología y del Derecho Penal, la
Criminología es la apta para desarrollarlas.
2
Cfr. KAGAN, Jerome & HAVEMANN, Ernest, Psychology, An introduction, 2ª edición, Harcourt Brace Jovanovich,
Inc., USA, 1972, p. 9. Traducción personal.
3
Cfr. SORIA VERDE, Miguel Ángel, Psicología criminal, Editorial Pearson Prentice Hall, España, 2006, p. 29, una
parte extraída de: PARKER, H. y GILLER, H., British Journal of Criminology, en el tema “More and less the same: British
delinquency research since the sixties”, 1981.
A pesar de lo anterior, el criminólogo colombiano ALFONSO REYES ECHANDÍA4 opina
que: “si bien no puede compartirse la afirmación de que el delito se explica suficientemente
dentro del mundo de la psique, tampoco es posible desconocer que estas disciplinas han
enriquecido el conocimiento de la conducta humana desde el punto de vista psicológico,
aspecto que no es lógico desechar cuando se pretende llegar a una explicación integral de la
criminalidad”.
La Criminología del Desarrollo “estudia la evolución de los seres humanos desde el
nacimiento hasta la ancianidad. Por tratarse de Criminología, ésta estudiará además los
problemas que se presentan en cada etapa del desarrollo para poder determinar qué
dificultades fueron las que influyeron en el sujeto como factores criminógenos para que su
conducta se tornara antisocial, y del conocimiento de éstos, realizar la prevención”.
El Criminólogo desarrollista ha de estudiar qué conductas tiene una persona adulta para
saber en qué momento de su desarrollo algo estuvo mal y no le permitió continuar de
manera adecuada. La técnica por excelencia será la histórica, habrá que ir al pasado de los
sujetos para entender su conducta en el presente.
3. CRIMINOLOGÍA CLÍNICA
Después de ver lo anterior es necesario conocer de este tema por la importancia que
tendrá para el Criminólogo o Psicólogo en la descomposición y reconstrucción de la
personalidad de los delincuentes. Todas las ideas o corrientes de las Criminologías
especializadas en el estudio humano, surgen de esta Criminología; la Clínica, engloba todas
estas áreas: Criminología de la Anormalidad, Criminología del Desarrollo, Criminología de
la Personalidad, Criminología Psicoanalítica y Criminología Conductual.
PEDRO JOSÉ PEÑALOZA,5 señala que: “la Criminología Clínica considera que el delito es
una conducta patológica y anormal que daña y destruye, es la conducta de un individuo
enfermo social que a través de la pena debe ser curado y rehabilitado socialmente”.
La Criminología Clínica es la ciencia que se encarga del diagnóstico y tratamiento de los
antisociales. Esta Criminología intenta dar una explicación exhaustiva a cada caso,
considerando al ser humano como un ser biológico, psicológico, social e individual. La
Criminología Clínica es el diagnóstico y tratamiento de los problemas interiores y
conductuales, como los trastornos mentales, antisocialidad, alcoholismo, problemas
familiares, etc. Estudia los factores que llevaron al sujeto a cometer una conducta
antisocial, no se estudia la generalidad, sino cada caso particular.
Señala adecuadamente el Dr. RAFAEL MORENO GONZÁLEZ6 que: “a la clínica
criminológica le interesan todos aquellos métodos que permiten conocer las variedades de
la personalidad del delincuente y de su conducta criminal, los que investiguen sus
disposiciones, sus relaciones con el mundo circundante y con su propio ‘yo’, para que se
lleve a cabo su determinación tipológica, su pronóstico y la fijación de las medidas
terapéuticas que han de aplicársele”.
4
Cfr. REYES ECHANDÍA, Alfonso, Criminología, 8ª edición, Editorial Temis, Bogotá, 1987, p. 17.
5
Cfr. PEÑALOZA, Pedro José, Prevención social del delito, Asignatura pendiente, Editorial Porrúa, México, 2004, p.
5.
6
Cfr. MORENO GONZÁLEZ, L. Rafael, Notas de un Criminalista, 2ª edición aumentada, Editorial Porrúa, México,
1996, p. 80.
3
Los datos que deben ir en el estudio clínico pueden ser los siguientes:
4. CRIMINOLOGÍA DE LA PERSONALIDAD
Al estudiar a otra persona o hacer una introspección, podemos aplicar los conocimientos
de cómo percibimos el exterior, lo que hemos aprendido, nuestras motivaciones y nuestro
desarrollo, pero necesitamos encontrar una forma de caracterizar la cualidad distintiva de
cada individuo específico. La principal labor del Criminólogo clínico es caracterizar la
conducta individual: la personalidad.
4
Para definir personalidad se señala lo siguiente: “es el término con el que se suele
designar lo único que tiene un individuo, las características que lo distinguen de los
demás”.7 Por su parte, el Dr. NICHOLAS DICAPRIO8 la define así: “el término personalidad
(...) puede referirse a todo lo que se sabe acerca de una persona o a lo que es único en
alguien o lo típico de una persona”. Un significado de personalidad más sencillo y claro
puede ser el siguiente: “es el conjunto de características de conducta que nos diferencian
unos de otros”. Para cualquier concepto que se vaya a definir sobre personalidad, es
importante tener en cuenta que ésta es la suma total de características físicas, mentales y
sociales de un individuo, es el resultado de los factores endógenos y exógenos.
En la formación de la personalidad se toman en cuenta algunos modelos a seguir y que
serán decisivos en el actuar de las personas; por ejemplo, para el psicólogo John Bowlby, el
desarrollo de la personalidad es el resultado de la interacción del sujeto en crecimiento y
otros seres humanos.
Así, la Criminología de la Personalidad “estudia los cambios en el comportamiento de
una persona, sus características individuales y su manera de interactuar de ésta con su
medio, así como la influencia que ejerce el ambiente sobre los individuos”.
A manera de conclusión sobre lo referente a la formación de la personalidad, sé está de
acuerdo con el Dr. DICAPRIO9 que apunta: “hemos visto que nuestra conducta está influida
por nuestra herencia, por la constitución de nuestro cuerpo y por estímulos y situaciones”.
Un acontecimiento dado puede provocar que una persona se perturbe y que tenga como
consecuencia un trastorno o un desorden de la personalidad. Por lo anterior es de suma
importancia atender a la interacción de los factores endógenos y exógenos.
Para no entrar en generalidades y por ser el tema central de este trabajo la personalidad
antisocial, en el siguiente tema se aborda el tema para consecuentemente dar explicación a
los componentes de ésta, lo anterior, sin que represente alguna novedad, sirve para facilitar
el estudio sistemático del antisocial al Criminólogo clínico.
7
Cfr. Microsoft Encarta, “Personalidad”, Microsoft Corporation [CD], México, 2006.
8
Cfr. DICAPRIO, Nicholas S., Teorías de la personalidad, 2ª edición, Editorial McGraw-Hill, México, 1989. pp. 5 y
6.
9
Ibid., p. 4.
10
Cfr. ORELLANA WIARCO, Octavio A., Manual de Criminología, 11ª edición, Editorial Porrúa, México, p. 33.
5
alcoholismo, la drogadicción, la prostitución, la vagancia, etc.” así como los trastornos de la
personalidad.
Para profundizar un poco en ese campo de la Criminología es necesario conocer lo
siguiente: la característica esencial de la personalidad antisocial es un comportamiento
general de desprecio y violación a los derechos de los demás, comúnmente comienza en la
infancia o el principio de la adolescencia y continúa en la edad adulta. La personalidad
antisocial también ha sido denominada: “psicopatía, sociopatía o trastorno antisocial de la
personalidad”; en general, es todo comportamiento que va contra el orden social, destruye.
Como lo señalaba RAFAEL GARÓFALO, se muestra indiferencia y falta de remordimientos
al causar un daño, o no se da alguna explicación ni enmiendan a nadie por su
comportamiento, no hay sentimientos de empatía ni de respeto o como él los llamaba
sentimientos de probidad y de piedad.
Es importante señalar algunas de las características de la personalidad antisocial, a saber:
• Es una persona con una marcada inestabilidad en todas sus conductas que proyecta
una personalidad con una grave conflictiva que se traduce especialmente en la
relación interpersonal agresiva y autodestructiva;
• El antisocial presenta dificultades en el pensamiento, en especial en relación a un
pensamiento lógico debido a que se mueve en un plano bastante inmaduro e infantil;
• El juicio está en desconexión con la realidad y esto posibilita las fantasías y
ansiedades persecutorias. Las características están dadas por la permanente hostilidad
y los juicios que hace están en función de esa hostilidad;
• La comunicación es inestable y predomina un contenido verbal sádico e infantil,
tiende a una manipulación y burla de las personas. El lenguaje por lo general es
autoritario; y
• En la afectividad, el sentimiento de culpa está muy disminuido, con escasa capacidad
para experimentar emociones. Frente a los demás, el antisocial parece frío, rígido,
pero es una protección a sus sentimientos infantiles. Existen fuertes sentimientos
internos de inferioridad, de ahí la necesidad del comportamiento agresivo.11
11
Para obtener la cita completa véase: MARCHIORI, Hilda, Personalidad del delincuente, 6ª edición, Editorial
Porrúa, México, 2005, pp. 10 – 12.
6
explican lo siguiente:12 el antisocial agrede a la sociedad, destruye, no respeta las leyes, no
va de acuerdo con la sociedad sino que va en su contra, no se adapta a ella; además,
muestra desprecio, es impulsivo, no tiene capacidad para planear el futuro, es agresivo,
irresponsable y carece de remordimiento. El antisocial es egocentrista, ya que piensa que lo
que hace está bien, lo justifica, racionaliza y es por ello su falta de remordimiento; es lábil,
el castigo no lo intimida, no piensa en el pasado ni el futuro.
Los sujetos antisociales no logran adaptarse a las normas sociales en lo que respecta al
comportamiento legal. Pueden cometer repetidamente actos que son motivo de detención
como la destrucción de una propiedad, molestar, robar o dedicarse a actividades ilegales.
Frecuentemente, engañan y manipulan con tal de conseguir provecho o placer personal.
Pueden mentir repetidamente, utilizar un alias, estafar a otros o simular una enfermedad. Se
puede poner de manifiesto un patrón de impulsividad demostrado en varias áreas de la vida,
las decisiones se toman sin pensar, sin prevenir y sin tener en cuenta las consecuencias para
uno mismo o para los demás. Los sujetos antisociales tienden a ser irritables y agresivos y
pueden tener peleas físicas o cometer actos de agresión. Estos individuos también muestran
una despreocupación imprudente por su seguridad o la de los demás, esto puede
demostrarse en su forma de conducir (repetidos excesos de velocidad, conducir estando
intoxicado, accidentes múltiples).
Pueden involucrarse en comportamientos sexuales o consumo de sustancias que tengan
un alto riesgo de producir consecuencias perjudiciales. Pueden descuidar o abandonar el
cuidado de un niño de forma que puede poner a ese niño en peligro. Los sujetos antisociales
también tienden a ser continua y extremadamente irresponsables. Tienen pocos
remordimientos por las consecuencias de sus actos, pueden ser indiferentes o dar
justificaciones superficiales por haber ofendido, maltratado o robado. Estas personas
pueden culpar a las víctimas por ser tontos, débiles o por merecer su victimización (“me
porté así porque tú me provocas”), pueden minimizar las consecuencias desagradables de
sus actos o simplemente mostrar una completa indiferencia.
Las características anteriores, son básicas de la personalidad antisocial y que en la
actualidad son las que toman en cuenta Psicólogos, Psiquiatras y Criminólogos para
diagnosticar o considerar a alguien como antisocial.
El motivo de la tal vez amplia explicación de la personalidad antisocial es por el motivo
de que es la más importante para el Criminólogo, pues abarca un abanico de conductas
delictuosas y trastornos de la personalidad, así como delitos que los lectores podrán
encontrar en el Derecho Penal en su parte especial y en la Psicología de la Anormalidad.
Acertadamente el Dr. ORELLANA WIARCO13 apunta lo siguiente: “seguramente se habrá
advertido que consideramos a la Criminología como un conjunto de conocimientos que se
ocupan de las conductas antisociales, fundamentalmente de las señaladas como delitos, así
como de los motivos, causas o factores que inducen al hombre a delinquir”.
El fenómeno de la criminalidad se ha manifestado en todas las sociedades y en todas las
épocas, sin que la humanidad haya podido verse libre de este inservible fenómeno. Nadie
12
Se puede obtener más información en: DSM-IV Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales,
Editorial Masson, México. (Obra colectiva coordinada por: PIERRE PICHOT, Juan J. LÓPEZ-IBOR ALIÑO, Manuel Valdés
Miyar, TOMÁS DE FLORES I FORMENTI, José Toro, TRALLERO, Joan Masana Ronquillo, TRESERRA TORRES, Joseph y
UDINA ABELLÓ, Claudi). También está: DSM-IV TR (Texto Revisado). En el apartado correspondiente a los trastornos de
la personalidad.
13
Cfr. ORELLANA WIARCO, Octavio A., Op. cit., pp. 32 y 33.
7
podrá ser indiferente a este problema y ningún Gobernante debería renunciar a aplicar a
este fenómeno social los métodos más inteligentes que tengan a su alcance (Criminología y
Criminalística) para contribuir a disminuir sus efectos en la medida de lo humanamente
posible.
Durante todo el tema anterior se han hecho descripciones de esta conducta, pero en este
subtema se concentrarán dichas explicaciones en estos componentes: 1) el egocentrismo;
2) la agresividad; 3) la labilidad; y 4) la indiferencia afectiva. Este tema es complementado
con lo aprendido en la cátedra de Psicología Criminológica y lo ilustrado durante los
estudios de la acentuación en Prevención del delito e investigación criminológica en la
materia de Criminología Clínica,14 además de tomar como apoyo el “Manual diagnóstico y
estadístico de los trastornos mentales”; ya que, en éste se encuentran los criterios
diagnósticos del trastorno de la personalidad antisocial debido a que el antisocial ha tenido
un proceso de psiquiatrización; es decir, ha sido tomado por la Psiquiatría y por eso lo
encontramos a detalle en este Manual de la “Asociación Americana de Psiquiatría”.
Es importante destacar que estas características se presentan en cualquier persona y no
es necesario que hayan cometido un delito, entran en las conductas antisociales. Muchas
personas, desde Profesionistas hasta gente común, manifiestan éstas en mayor o menor
cantidad.
5.1.1. EGOCENTRISMO
personal por lo que siempre justifica y racionaliza las consecuencias o los actos. Siempre
trata de tener la razón, lo único que vale es lo propio y desvaloriza lo ajeno por lo que da
marcha a realizar sus actos sin medida de sus consecuencias. Cuando realiza un acto que
daña y produce víctimas, éste justifica sus actos diciendo que el victimizado es el causante
de lo que le pasó o se justifica diciendo que sus actos son debidos a lo que él ha sufrido en
el pasado.
Las características del egocentrismo se pueden resumir de la siguiente manera, hay que
comprender que no todas son patológicas, muchas son necesarias para el crecimiento
personal, pero habrá que ubicar las que desvíen al individuo a la antisocialidad:
5.1.2. AGRESIVIDAD
Los sujetos antisociales tienden a ser irritables y agresivos, y pueden tener peleas físicas
repetidas o cometer actos de agresión a cualquier persona.
• Impulsividad;
• Baja tolerancia a la frustración;
• Positiva. Empuje, creatividad;
• Negativa. Destruye el entorno;
15
Cfr. TOCAVÉN GARCÍA, Roberto, Elementos de Criminología Infanto-Juvenil, Editorial Porrúa, México, 1991, p.
62.
16
Ib.
9
• Por su modo de manifestación, puede ser: explosiva, intermitente y continuada; y
• Puede ser verbal o física.
MENDOZA BEIVIDE17 nos indica que: “la humanidad a través del tiempo siempre ha
tenido expresiones de violencia; sin embargo, en la actualidad se han transformado sus
diferentes manifestaciones, por ello debemos enseñar a nuestros jóvenes a afrontarla,
tratarla, combatirla y en un contexto ideal, a evitarla, tarea que no resulta fácil por la
diversidad de factores sociales, económicos, políticos y familiares que nos llevan a la
violencia y a sus diferentes manifestaciones”.
5.1.3. LABILIDAD
Lábil es aquello que se resbala o se escurre con facilidad. Una persona lábil es poco
estable, poco firme en su carácter. Indica su modo que consiste en ser inestable respecto a
las emociones y a su cambio de pareja, de trabajo, de lugar, etc.
En el sujeto antisocial, la falta de temor a la pena se debe a no visualizar el futuro con
claridad, ven el castigo como lejano, se les resbala. Los sujetos antisociales no logran
adaptarse a las normas sociales en lo que respecta al comportamiento legal, se les resbalan
las normas. Se puede poner de manifiesto un patrón de impulsividad mediante la
incapacidad para planificar el futuro. Las decisiones se toman sin pensar, sin prevenir nada
y sin tener en cuenta las consecuencias para uno mismo o para los demás, lo que puede
ocasionar cambios repentinos de trabajo, de lugar de residencia o de amistades.
Lo anterior puede demostrarse en su forma de llevar repetidos excesos de velocidad,
conducir estando intoxicado, accidentes múltiples. Pueden involucrarse en
comportamientos sexuales o consumo de sustancias que tengan un alto riesgo de producir
consecuencias perjudiciales. Pueden descuidar o abandonar el cuidado de un niño de forma
que puede poner a ese niño en peligro. Los sujetos antisociales también tienden a ser
continua y extremadamente irresponsables. El comportamiento irresponsable en el trabajo
puede indicarse por períodos significativos de desempleo aun teniendo oportunidades de
trabajar. Los individuos antisociales tienen pocos remordimientos por las consecuencias de
sus actos. Pueden ser indiferentes o dar justificaciones por haber ofendido, maltratado o
robado a alguien.
• Caprichoso y voluble;
• Desordenado, impuntual, vive el momento;
• De la falta de voluntad a la impulsividad;
• Ambivalencia ante la figura de autoridad;
• Bajo planteamiento de metas; y
• Miedo al rechazo social.
17
Cfr. MENDOZA BEIVIDE, Ada Patricia, Psiquiatría para Criminólogos y Criminología para Psiquiatras, Editorial
Trillas, México, 2006, p. 23.
10
La indiferencia afectiva es la ausencia de sentimiento, consiste en la distorsión de
expresión de las emociones. También es llamada como aplanamiento afectivo, falta de
emotividad o inhibición de los afectos.
Nuevamente, los sujetos antisociales, habitualmente carecen de empatía y tienden a ser
insensibles e indiferentes y pueden ser excesivamente autosuficientes. Estos sujetos
también pueden ser irresponsables y explotadores en sus relaciones sexuales. Pueden tener
una historia de muchos acompañantes sexuales y no haber tenido nunca una relación
monógama duradera.
Las características presentadas anteriormente suelen juntarse o traslaparse,
frecuentemente una da como consecuencia otra; por lo tanto, el estudiante no debe
confundirse y darse cuenta que ese egocentrismo lo hace incapaz de sentir por los demás y
esa labilidad provoca indiferencia hacia determinadas cosas. La mayoría de los trastornos
afectan en las mismas esferas de actividades o sentimientos del individuo, no hay que
apegarse a un patrón fijo, porque la Criminología no es exacta al igual que no lo es la
Psicología ni la Psiquiatría.
En general, los trastornos de la personalidad afectan la cognición (formas de percibir e
interpretarse a uno mismo, a los demás y a los acontecimientos), la afectividad (la
intensidad, labilidad y adecuación de la respuesta emocional), la actividad interpersonal y
control de los impulsos. Siendo el patrón de comportamiento antisocial uno de los más
problemáticos de todos (dentro de los trastornos de la personalidad), podrá tener
características de otros trastornos; por ejemplo, la desconfianza y suspicacia del paranoide;
el aislamiento e indiferencia del esquizoide; el cambio de parejas frecuentemente así como
el dependiente o el límite, el egocentrismo y la falta de empatía del narcisista o del
histriónico, entre otros.
Después de lo anterior, se nota que el trastorno antisocial está rodeado de una amplia
variedad de características patológicas lo que hacen de su ser alguien peligroso para sí y
para la humanidad. Dichas características deben ser observadas por el Criminólogo clínico
y profundizar no solo en su detección sino en encontrar las causas de las mismas, para ello
habrá que emplear métodos18 y técnicas que nos permitan conocer las mismas.
18
Sobre esto, el argentino OSVALDO NELO TIEGHI considera que no existen métodos sino solo uno: el método
científico, lo que cambia son las herramientas con las que se lleva a cabo la praxis criminológica; es decir, las técnicas;
sin embargo, la costumbre da lugar a decir que se recurre a una variedad de métodos para obtener mejores resultados,
véase su magnífica obra de Filosofía Criminológica: Criminalidad (…), Editorial Universidad, Buenos Aires.
11
6. CRIMINOLOGÍA DE LA ANORMALIDAD
gama de circunstancias en que se ven rodeados los antisociales directa e indirectamente
antes de la actividad antisocial. El medio social es como el cultivo de la antisocialidad.
De los párrafos anteriores se puede concluir que los factores somáticos físicos y
psíquicos predisponen o influyen en gran parte a la antisocialidad.
GARÓFALO, señalan también la importancia de estudiar las causas del delito; es decir, el
desarrollo del individuo y la interacción de diversos fenómenos a lo largo de su vida.
delictivas; y b) los medios represivos, donde sugiere penas variables en cada caso, según las
condiciones del delincuente, como edad, sexo, profesión, costumbres, etc.
A la tradición de INGENIEROS le continúa OSVALDO LOUDET, Psiquiatra fundador de la
“Sociedad Argentina de Criminología”, considera al delincuente como un enfermo; por
ello, el estudio clínico debe hacerse mediante métodos antropológicos y clínicos, para
establecer en cada caso los factores endógenos y exógenos, utiliza además el método de la
historia clínica médica y psiquiátrica para evaluar el grado de peligrosidad del delincuente a
través del estudio de la personalidad.
7.5. HESNARD
15
inseparable no solamente del organismo sino de la sociedad, por ello la importancia del
estudio de ésta para la Criminología.
Los componentes de la personalidad criminal están integrados según PINATEL por: el
egocentrismo, la labilidad, la agresividad y la indiferencia afectiva.
1. La investigación clínica;
2. La implementación de una Clínica Criminológica en el sistema penitenciario, a
nivel interdisciplinario, para el estudio del delincuente y su tratamiento; y
3. La enseñanza de la Criminología en las Universidades.
A esta lista cabe agregar a los estudiosos que se mostrarán más adelante: SIGMUND y
ANNA FREUD, ADLER, JUNG, ERIKSON, MASLOW, ROGERS, BOWLBY, SKINNER y
BANDURA, pues cada uno dedicó tiempo al estudio del fenómeno criminal.
El estudio del desarrollo desde hace tiempo se abrió espacio dentro de la Criminología
Clínica, sobre esta descansan diversas disciplinas, y para que la Criminología logre
aumentar sus conocimientos, es necesario crear nuevas ramas que se especialicen sobre un
área específica y que aporte nuevos saberes a nuestra reciente Criminología, ciencia
generosa y del futuro que lucha contra las más graves alteraciones de la humanidad, las
conductas antisociales.
criminal demostrara ser una persona de carácter fuerte que no necesita ser rehabilitado;
pero, en un sentido real, el delincuente es una víctima también, es una persona que ha
tenido una vida familiar y social destructiva, carente de equilibrio y estabilidad emocional,
ha fracasado en la vida. El criminal en terapia, se negará a cooperar, pondrá toda su energía
para colocarse en contra de su “súper yo” que de por sí es débil.
FREEDMAN, KAPLAN y SADOCK27 apuntan que: “la teoría psicoanalítica, como toda
teoría de la personalidad, se interesa en primer lugar por el esclarecimiento de los factores
interiores y exteriores que motivan la conducta de los seres humanos; sin embargo, sólo el
Psicoanálisis considera que estas fuerzas de motivación derivan de procesos mentales
inconscientes. La demostración de FREUD de la existencia de una mente inconsciente y su
concepto de la autonomía psíquica, se consideran generalmente como una de sus mayores
contribuciones y siguen siendo las hipótesis fundamentales de la teoría psicoanalítica. La
teoría psicoanalítica se refiere a la estructura mental y a la psicodinámica de la mente.
Según un modelo regional o topográfico, FREUD dividió la mente en lo inconsciente
propiamente dicho, lo preconsciente y lo consciente. La base de la teoría freudiana de la
personalidad la constituyen el estudio y formulación de estos sistemas mentales y el modelo
tripartito del ‘yo’, el ‘ello’ y el ‘súper yo’, que representan sus componentes estructurales”.
Por su parte, OSWALDO N. TIEGHI dice que: “los aportes de FREUD a la Psicología han
sido decisivos para el destino de ésta. A la consideración integral y dinámica de la
personalidad, a la revelación de las profundidades inconscientes (...)”.28 Importante acierto
y no sólo en la Psicología sino en la construcción de la Psiquiatría y en la Criminología a
través del estudio de los procesos inconscientes.
Concluye, el Dr. RAÚL ZAFFARONI29 quien estudió Criminología con el profesor
QUIROZ CUARÓN y Psiquiatría Clínica en la Universidad Nacional Autónoma de México,
miembro de la “Sociedad Internacional de Criminología”, señala que: “es sabido que la
obra de SIGMUND FREUD y de sus discípulos o seguidores, resonó en todos los ámbitos del
saber humano. La progresiva pluralización y diversificación de corrientes, escuelas y
matices, dentro del Psicoanálisis, explica que no podamos intentar una clasificación ni
siquiera aproximada de la enorme riqueza de ideas que abarca. Muchas de esas versiones
(quizá la mayoría) han tenido algún eco sobre la problemática criminológica y su saber”.
8.2. CONDUCTISMO Y CRIMINOLOGÍA CONDUCTUAL
18
El concepto anterior es contrario a la escuela psicológica que sostiene que la conducta se
puede explicar principalmente a través de las interpretaciones psíquicas y luego de su
interacción con el medio. Pero aunque el Conductismo se oponga al reconocimiento de los
procesos internos, éste se ha convertido en una rama de la Psicología General y también
puede ser definido como: “corriente de la Psicología que defiende el empleo de
procedimientos estrictamente experimentales para estudiar el comportamiento observable
(la conducta), considerando el entorno como un conjunto de estímulos-respuesta”.31
A esta corriente se le puede llamar también como Behaviorismo por el significado en
Inglés de behavior que es: conducta, comportamiento o actividad; de igual manera, se le
puede encontrar con el nombre de Reflexología por el estudio de los reflejos; así, queda
como Behaviorismo, Conductismo o Reflexología.
Esta corriente originalmente pertenece a la Psicología, pero ya que se está en proceso de
Renacimiento de la Criminología, es necesario especializar una parte de ésta que lleve el
nombre de: Criminología Conductual, ésta se puede definir como: “el estudio de la
conducta, de cómo los seres humanos aprenden a adaptarse o desadaptarse al medio que les
rodea. Observará su conducta y la describirá, elaborando teorías para comprender y
predecir la conducta humana y lograr prevenir ciertos comportamientos. La Criminología
Conductual viene siendo la ciencia del control social el cual se logra por medio de
estímulos y refuerzos”.
El antecedente de esta Criminología se puede encontrar en la Reflexología Criminal
sobre la cual han escrito diversos autores.
CONCLUSIONES.
31
Cfr. Microsoft Encarta, “Conductismo”, Op. cit.
19
La tendencia actual en el ámbito penal es el de castigo y aunque mucho se sugiera sobre
un estudio de la personalidad, poco se ha logrado avanzar, es necesario reconstruir a la
Criminología y que esta tenga una mayor evolución académica como laboralmente, se
requiere más pensamiento positivista en la Legislación mexicana como alguna vez lo
lograría FERRI tras su muerte, la Criminología Crítica ha tomado gran fuerza, pero junto
con esa fuerza debe tener múltiples opciones para combatir la criminalidad y modificar le
sistema judicial y penitenciario.
Para lo anterior el Dr. EUGENIO ZAFFARONI opina:32
32
Presentación por escrito que hace para la obra completa en un principio mencionada (Argentina, 2008).
20
Concluido el tema, esperamos que algún día en México se lleven a cabo las
investigaciones clínicas con la misma evolución científica con la que se realizan en
distintos países como Australia, Canadá, España, Italia, Hong Kong, China, entre otros.
BIBLIOGRAFÍA.
21