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Christopher Caudwell
Christopher Caudwell
Muchos podrán haber escuchado una transmisión de H.G. Wells (donde comentaba
acerca de la Unión Soviética) a la que describía como “un gran experimento que no ha
cumplido más que la mitad de su promesa", que sigue siendo un “lugar sin libertad
mental". Existen también varios ensayos de Bertrand Russell donde este filósofo explica la
importancia de la libertad, de cómo el goce de la libertad es la meta más alta e importante
de la humanidad. Fisher expone que la historia de Europa de los dos o tres siglos pasados
simplemente es la lucha por la libertad. Continua y variadamente, para los artistas,
científicos y filósofos por igual, se elogia a la libertad y se afirma imperiosamente el
derecho de la humanidad a gozarla.
Estoy de acuerdo con esto. Me parece que la libertad es el más importante de los bienes
generalizados –tal como la justicia, la belleza, la verdad- que se hace presenta tan
fácilmente a nuestros labios. Y así, cuando se discuta acerca de la libertad se hace notar
algo muy extraño. Estos hombres –artistas, cuidadosos son sus palabras, científicos,
investigadores de entidades denotadas con palabras, filósofos escrupulosos en relación
entre las palabras y las entidades- nunca definen con precisión lo que ellos quieren decir
por libertad. Ellos parecen entender que se trata de un concepto claro donde todos
deberían estar de acuerdo con aquel.
A pesar de ello ¿quién no sabe que libertad es un concepto del que los hombres han quizás
peleado más que sobre cualquier otro? Las disputas históricas que dicen relación con el
Karma, la libertad de escoger, Moira, la salvación por la fé o las acciones, el
determinismo, el destino, Kismet, el imperativo categórico, la gracia suficiente, el
ocasionalismo, la divina providencia, el castigo y la responsabilidad han nacidos todas en
la naturaleza de la libertad del hombre para escoger y actuar. Los griegos, los romanos los
budistas, los mahometanos, los católicos, los jansenistas y los calvinistas han tenido todos
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diferentes ideas sobre la libertad. ¿Por qué entonces todos estos intelectuales burgueses
entienden que la libertad es un concepto claro, que se entiende de la misma manera por
quien lo escucha y, por tanto no necesita definición? Por ejemplo, Russell se ha pasado la
vida tratando de encontrar una definición satisfactoria de número y hasta ahora se discute
si ha tenido éxito. En sus escritos no puedo encontrar una definición clara de lo que quiere
decir por libertad. A pesar de ello, la mayoría de la gente habría supuesto que el hombre
estaría mucho más de acuerdo con lo que significa número que lo que significa libertad.
El uso indefinitivo de la palabra solamente puede significar ya sea que piensan que el
significado de la palabra no cambia en la historia o que la usan en el sentido burgués
contemporáneo. Si creen que el significado no cambia, lo extraño es que el hombre haya
discutido tanto sobre libertad. Estos intelectuales por seguro son incapaces de tal torpeza.
Deben haber querido decir libertad tal como los hombres en su situación la viven. Por
libertad deben entender que la humanidad en su situación carece de situaciones impuestas
sobre ella más que las que sufren en esa época. Queda suficientemente claro que no
desean –estos señores de Oxford o los escritores de éxito-, las restricciones del fascismo.
Aquello no sería libertad Pero gracias a dios que en el presente ellos son razonablemente
libres.
Hoy esta concepción de libertad es superficial ya que no todos sus compatriotas están en la
misma situación. A, un intelectual de buena educación, con un ingreso modesto, sin
muchos amigos antipáticos, que no puede comprar un yate, aquel que desea; pero capaz
de hacer deportes de invierno, considera que esto es (más o menos) libertad. Le gustaría
aquel yate; pero de todas maneras –puede escribir en contra del fascismo o comunismo o
el sistema existente. Acordemos por el momento que A es libre. Me propongo más
adelante a analizar esta afirmación en más profundidad y demostrar que se trata de una
parcialidad. Mas por el momento garanticemos que A goza de libertad. ¿Es B libre? B es
un explotado asistente de fábrica de Houndsditch no sindicalizado que trabaja siete días a
la semana. No sabe nada de arte, ciencias o filosofía. No tiene mas cultura que algunos
prejuicios absurdos, su educación primaria se aseguró de esto. Cree en la superioridad de
la raza inglesa, la sabiduría del rey y de su amabilidad amorosa hacia sus súbditos, la
existencia verdadera de dios, del infierno, del pecado y de lo pecaminoso del acto sexual si
no estuviese aminorado por el matrimonio. Su saber de los hechos mundiales nace de
News of the World[1] ya que en otros días no tiene tiempo para leer periódicos. Cree que
cuando muera (con suerte) entrará en la felicidad eterna. Ahora, en cambio, su mayor
temor es que por no dejar contento al jefe en alguna disputa puede quedar cesante. El
problema de B es que no tiene tiempo para la diversión en la cual cultivar la libertad. C no
sufre de esto. Es un hombre de la tercera edad desempleado. Puede hacer lo que desea 24
horas al día. Puede ir donde quiera –en las calles o en el prque y en los museos. Puede
pensar en lo que quiera –La teoría de Einstein, la definición de clases de Frege[2] o la
doctrina de la concepción inmaculada. Lamentablemente, no hace ninguna de estas cosas.
Pelea con su mujer que lo llama un inútil que no hace nada y con sus hijos que por
problema de medios deben pagar su renta y con sus ex amigos porque ellos gozan los
placeres que él no puede costear. Afortunadamente, está libre de escaparse de su propia
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existencia y esta tarde, cuando su mujer tiene suficiente dinero para la calefacción, lo
hará.
A es libre. ¿Lo son B y C? Supongo que A dirá que ni B ni C no son libres. Si A afirma que B
y C no gozan de libertad real, la mayoría de nosotros, sin mayor definición, sabremos qué
pensar sobre la libertad de A. Pero un Wells, un Forster, o un Russell sin duda que
consentirán tan vehementemente como nosotros que esta no es libertad, sino una
esclavitud degradante al ambiente. El dirá que para ser libres, B y C deberán elevarse al
nivel de A, el nivel, digamos, del caballero de Oxford. Como esl caballero de Oxford, B y C
deben gozar de entretenimiento y un ingreso modesto con el cual gozar las buenas cosas y
las buenas ideas del mundo.
¿Pero cómo se logra esto? Las relaciones sociales burguesas son las que tenemos hoy.
Nadie niega que el motivo dinámico de tales relaciones es la ganancia privada. En esto los
economistas burgueses y marxistas están de acuerdo. Es más, si la causalidad tiene algún
sentido, y si no es que botemos por la borda todos los métodos científicos, las relaciones
económicas actuales y la falta de libertad de B y C deben estar relacionadas entre sí. Por
tanto, tenemos relaciones burguesas sociales por una parte y estos grados varios de falta
de libertad –A, B y C- por la otra, interconectadas como causa y efecto. Hasta ahora,
cualquiera puede ser la causa porque no hemos decidido si los estados mentales nacen de
las relaciones sociales o viceversa. Pero en el momento en que nos preguntemos cómo la
acción puede resolver el problema, veremos cuál prima. No sirve que se entregue a B, por
medio de charlas y galerías de arte, la oportunidad de entender la filosofía o ver las obras
maestras del arte. No tiene el tiempo para adquirir, antes de empezar su trabajo, el placer
de ellas o al comenzar su trabajo el tiempo para satisfacerlas. Tampoco C está libre para
gozar las riquezas de la cultura burguesa mientras toda su existencia está nublada por su
posición económica. Son las circunstancias las que aprisionan la conciencia y no lo
contrario. No se trata que B y C no tengan conciencia de que son miembros de la clase
obrera, sino que dado a que son miembros de la clase obrera es que no tienen conciencia
de ello. Y Russell, que escribe Sobre la vaguedad, alaba correctamente, porque es
inteligente ya que es vago y burgués y no vago y burgués porque es inteligente. Ahora ya
vemos la causa y efecto de la situación. Vemos que no es esta libertad y falta de ella la que
produce las relaciones sociales burguesas, sino que las relaciones burguesas mismas dan
nacimiento a estos dos extremos, la libertad del burgués ocioso y la falta de libertad del
proletario trabajador. Se hace claro que este efecto, si es rechazable, solamente se puede
cambiar al cambiar la causa. Por tanto el intelectual se ve enfrentado a otro problema tal
como aquel donde tuvo que definir más precisamente quién goza más la libertad que
entendía como contemporánea. ¿Desea que estos dos estados de cautividad y libertad o de
miseria y felicidad existan para siempre?¿Puede gozar una libertad basada sobre las
mismas causas que la falta de libertad del trabajador? Si no es así, debe avanzar más allá y
decir “las relaciones burguesas deben cambiar". Y cambiarán precisamente gracias a esta
falta de libertad que aumentan en generar; pero hoy el intelectual debe decidir si será
parte de las fuerzas sociales que generan el cambio o seguirá plantado en contra de ellas.
¿Pero cómo cambiar las relaciones sociales burguesas? No por un mero esfuerzo de la
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voluntad porque ya vimos que la mente nació de las relaciones sociales y no al revés. Es la
materia, la fundación cuantitativa de la ideología cualitativa la que se debe cambiar. No es
suficiente conversar y convencer. Se debe hacer trabajo. Se debe cambiar el medio
ambiente.
La ciencia nos demuestra cómo. Siempre logramos nuestras necesidades, no por los
deseos solamente, no al desear que sean, sino que con acciones asistidas por el
conocimiento al usar las leyes físicas de la realidad. Movemos montañas no por el mero
movimiento del deseo sino porque entendemos la rigidez de determinadas leyes de la
cinética, la hidráulica y la ingeniería eléctrica y ellas pueden guiar nuestras acciones.
Logramos la libertad – quiere decir el logro de nuestros deseos- por medio de la
obediencia de las leyes de la realidad. El respeto a estas leyes es simple; lo que es difícil es
el descubrimiento y esta es la tarea de la ciencia.
Por tanto, la tarea de definir la libertad se hace aún más difícil. Después de todo, no es
fácil establecer ni hasta una definición contemporánea de libertad. No solamente tiene el
intelectual que decidir cambiar las relaciones sociales burguesas, sino que debe hallar las
leyes del movimiento de la sociedad y engranar las relaciones sociales con un esquema
causal. No basta con desear ser libre; también se necesita saber.
Solamente existe un análisis científico de las leyes del movimiento de las relaciones
sociales y es el marxismo. Para entender cómo, físicamente, a nivel material del ser social,
los movimientos cuantitativos del capital, de la materia, de las cosas, entrega la base
causal predictiva de la sociedad y pasa, por medio de las relaciones sociales, a los cambios
cualitativos de la mente, el deseo y la ideología se hace necesario referir al intelectual
burgués a Marx, Engels, Plekhanov, Lenin y Bukharin. Supongamos que ahora ha hecho
esto y regresa nuevamente a la difícil tarea de la lucha por la libertad.
Su concepción causal de la sociedad ahora le posibilitará lograr la tarea hacer que las
relaciones sociales produzcan libertad está tan rígidamente condicionada por la realidad
como la tarea de hacer que la materia logre sus deseos en la forma de la maquinaria. Toda
materia –maquinaria, capital, gente- y las relaciones que exhiben en la sociedad – pueden
solamente moverse de acuerdo a las leyes causales. Lo primero que esto implica es que las
viejas relaciones se deben romper tal como se debe derruir una casa si se desea
reconstruirla completamente y la transición, construir y destruir, debe seguir ciertas leyes.
No podemos destruir los cimientos primero no construir el techo antes que las paredes.
Este estado transitorio implica la alteración de todas las adherencias entre humanos y el
capital, la maquinaria y los materiales, que son las que median las relaciones sociales.
Estas no deben seguir adheridas a personas individuales –la clase burguesa- sino a todos
los miembros de la sociedad. No se trata de un mero cambio de posesión, porque también
implica que ninguna persona saque ganancia de la posesión sin que trabaje. No se destina
los bienes a las rondas del mercado –el movimiento de la ganancia- sino directamente al
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uso –al movimiento del uso. Es más, esto implica que todas las instituciones visibles que
dependen de las relaciones privadas de la ganancia –leyes, iglesia, burocracia, poder
judicial, ejército, policía, educación- deben destruirse y reconstruir. La burguesía no
puede hacer esto ya que por medio de estas mismas instituciones –propiedad privada (el
ingreso modesto), la ley, la universidad, el servicio civil, etc., - es que logran su libertad. El
esperar que ellos destruyan estas relaciones sobre las cuales, como ya vimos, depende su
libertad y la falta de libertad de los obreros sería pedirles que vayan en busca de su
cautividad que, como la libertad es lo que buscan todos los hombres, ellos no lo harán.
Pero el caso de aquellos a los que la falta la libertad, con el proletariado, es lo opuesto. El
día que vayan en busca de la libertad, se rebelarán. La burguesía, luchando por su
libertad, deberá necesariamente encontrarse antagonizando a la no-burguesía, que
también lucha por su libertad. El motivo eventual de esta lucha se debe al hecho que la
economía capitalista, al desarrollarse, disminuye aún más la clase que realmente es dueña
de la libertad hasta el día en que llega el intelectual, el doctor, el pequeño burgués, el
oficinista y el campesino se dan cuenta que ellos tampoco libres después de todo. Y se dan
cuenta que la lucha del proletariado es su lucha.
Sin embargo, exista una diferencia vital. Las relaciones sociales burguesas generan la
libertad de la burguesía y la falta de libertad del proletariado depende de la existencia de
tanto la libertad como la falta de libertad de su continuación. La burguesía no gozaría su
ocio sin el trabajo del trabajador ni el trabajador se mantendría en una relación burguesa
sin la guía coercitiva y el liderazgo de la burguesía. Por tanto, la libertad de los pocos, en
las relaciones sociales burguesas, se construye sobre la falta de libertad de muchos. Las
dos nociones viven en antagonismo perpetuo. Pero tras el despojamiento de la burguesía,
el antagonismo entre el despojado y el ya burgués sin libertad y la herencia y por tanto
proletariado libre es solamente temporal. El resultado es que los dueños de los medios de
producción, que también los trabajadores de aquellos medios, no necesita la existencia de
la clase expropiada. Cuando, por tanto, la transición está completa y la burguesía ha sido
absorbida o ha muerto ya no exista una clase obligadamente no-libre. Eso es lo que
significa el “agotamiento" del estado hacia una sociedad sin clases tal como el período
transitorio como el que se está dando en Rusia hoy [década de 1930 - Traductor].
Esto, definido en términos simples, es el proceso causal donde las relaciones sociales
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burguesas pueden transformarse en nuevas relaciones sociales que no generan una masa
de sin libertades como el polo opuesto a un poco de libertad. Lo hemos hecho fácil a
conciencia. Una discusión más completa, tal como la que hace Marx, habría hecho más
clara la naturaleza interpenetrante de la fluidez del proceso; de cómo la economía
capitalista misma la hace nacer causalmente, que no puede quedarse inmóvil sino que se
agrupa continuamente en centralizaciones mayores dando nacimiento a guerras
imperialistas que el hombre no tolerará para siempre y a relaciones de dinero efectivo
llenando a los hombres de odio, lo que algún día llegará a ser odio al sistema. Y de la
forma en que el capitalismo penetra estas enormidades, la causa de la revuelta, entrega al
proletariado los medios de la revuelta por medio de unirles, llegar a concientizarse y
organizarse más, por lo que, cuando la revuelta nace, cuentan con tanto la solidaridad y la
habilidad ejecutiva necesaria para apoderarse de la propiedad burguesa. Al mismo
tiempo, las relaciones sociales burguesas revelan que hasta su propia realidad no es
libertad real, que la libertad burguesa es casi tan aprisionante para quienes la gozan como
para los trabajadores con su falta de libertad. Por tanto, la burguesía no se haya a sí
misma como una clase sólida contrapuesta al proletariado, sino tiene divisiones entre sus
propias filas, unas pocas al principio, que más tarde son más y más. La revolución se da
tan pronto como el proletariado está suficientemente organizado para cooperar en su
lucha en contra de las relaciones sociales burguesas, presionado suficientemente por su
falta de libertad, para exigir un nuevo mundo a todas costas; y cuando, en el otro lado,
como resultado de las contradicciones que se desarrollan en el capitalismo, la burguesía
misma ha perdido su control.
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No se trata de que si una persona por alguna razón misteriosa fuera libre. Si ese fuese el
problema, toda la humanidad tendría o no tendría libertad. Si la libertad consiste en tener
libertad de selección y el hombre es libre de escoger, podemos tener libre albedrío bajo el
fascismo o el proletariado como bajo un gobierno burgués. Pero todos aceptan que hay
grados de libertad. ¿En qué consiste entonces esta diferencia en la libertad?
Por tanto, aunque la libertad no depende del libre albedrío, nos ayudará a entender
libertad si consideramos lo que es libre albedrío. Libre albedrío consiste en lo siguiente,
que el hombre está consciente de los motivos que causan esta acción. Sin la conciencia de
motivación antecedente, no hay libre albedrío. Levanto mi mano para defenderme de un
golpe. El golpe dictó mi acción; sin embargo, tenía conciencia de que deseaba evitar un
golpe; deseaba hacerlo. Mi albedrío era libre, era un acto de mi albedrío. Hubo un causal;
pero yo estaba consciente de mi libre voluntad. I yo estaba consciente de la causa, del
golpe.
En el sueño, un cosquilleo en la planta de los pies aviva el reflejo plantario. A esa acción la
llamamos involuntaria. Tal como el movimiento de prevención fue instigado por un
estímulo foráneo, también lo fue el doblar la pierna. A pesar de ello, entendemos que el
segundo no es libre, es involuntario. No era resultado de un motivo consciente. Ya vemos
que el libre albedrío existe tanto como estamos conscientes de los motivos que se
anteceden en nuestra mente y que se entienden como la causa inmediata de la acción. Si
este motivo o acto de la voluntad es todavía libre y no es forzado, debemos también por su
parte estar conscientes de la motivación que antecede lo producido. El libre albedrío por
tanto no es lo opuesto a la causalidad, es la conciencia de la causalidad. Esa es la razón por
la que el hombre encaja todos los sucesos que ocurren fuera de él en un marco causal;
porque está consciente de la causalidad en sí mismo. Si no fuese así, sería un misterio si la
humanidad, que experimenta solamente la falta de causalidad en el libre albedrío, debe
suponer, como lo hace, que todas las otras cosas están unidas por la causalidad. Si, sin
embargo, él solamente supone que otros objetos obedecen las mismas leyes que él, tanto la
génesis y el éxito de la causalidad como marco cognitivo porque la realidad se puede
explicar.
Por tanto, la única libertad absoluta, como cualquier otra verdad, es el universo mismo.
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Pero partes del universo tienen grados varios de libertad, concordando con sus grados de
auto-determinación. En la auto-determinación, las causas son interiores a la cosa misma;
por tanto en la sensación del libre albedrío, el antecedente de la causa de una acción es el
pensamiento consciente de un individuo y, como la acción también es la del individuo,
hablamos de libertad porque hay auto-determinación.
La libertad del libre albedrío puede ser solamente relativa. Es la característica de las
categorías más recientemente desarrolladas que contienen más libertad. La materia con
que la humanidad está compuesta es la relación espaciotemporal con todas las otras
materias en el universo y su posición en el espacio y el tiempo es auto-determinada en un
grado pequeño. Sin embargo, la percepción humana lo es en menor medida en relación
con el resto del universo; se trata de una clase más exclusiva de percepción que no ve en la
vecindad inmediata de la humanidad o en lo que no está interesada y está moldeada por la
memoria, es decir, por causas internas. Entonces, es más libre, más auto-determinada,
especialmente en sus desarrollos posteriores, como la voluntad conciente.
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Pero esta libertad también nos lleva al determinismo. Porque entendemos, y aquí ningún
filósofo lo disputa, es que el ambiente es completamente determinista. Es decir, cualquier
movimiento o fenómeno que vemos tiene un causal que a su vez tiene una causa y suma y
sigue. Y en las mismas circunstancias, las mismas causas siempre aseguran tener el
mismo efecto. En este momento la comprensión de este determinismo entrega libertad.
Porque mientras más comprendemos la causalidad del universo, más capaces seremos de
hacer lo que deseamos libremente. Nuestro saber de la causalidad del agua nos permite
construir barcos y cruzar los océanos; nuestro conocimiento de las leyes del aire nos
permite volar; nuestro conocimiento de los movimientos de los planetas nos permite
construir calendarios para que podamos cosechar, embarcarnos en largos viajes y
proponernos el hacer acuerdos con otros en momentos más apropiados para lograr lo que
deseamos hacer. Por tanto, en el mundo exterior también, se ve que el determinismo
produce libertad, libertad siendo una forma especial de necesidad, la conciencia de la
necesidad. Comprobamos que logramos la libertad por medio de la conciencia de la
causalidad del fenómeno mental subjetivo een conjunto con nuestra conciencia de la
causalidad del fenómeno externo. Y no nos sorprende que la característica del
comportamiento de los objetos –causalidad– también es la característica de la conciencia,
porque la conciencia misma es nada más que un aspecto de un objeto –el cuerpo.
Mientras más ganamos de este entendimiento doble, más libres seremos, teniendo libre
albedrío y libertad de acción. Existen dos cosas que se eliminan mutuamente, libre
albedrío contra determinismo – poro por el contrario, actúan en conjunto.
De esto se entiende que los animales son menos libres que la humanidad. Las criaturas del
impulso, actuando sin saber por qué, sujetos a todos los cambios de la naturaleza, de otros
animales, de los accidentes geográficos y el cambio climático, se encuentran a la merced
de la necesidad, precisamente porque no tienen conciencia de ella.
No quiere decir que no tengan libertad, ya que poseen un grado de libertad. Tienen algún
conocimiento de la causalidad de su entorno, lo que se muestra en sus manipulaciones del
tiempo, del espacio y de los materiales –el vuelo del pájaro, el salto de la liebre, el nido de
la hormiga. Tal como se ve en su comportamiento, tienen algún grado de
autodeterminación. Pero comparados con la humanidad, no tienen libertad.
El supuesto que los animales sean la única criatura libre, está implícita en la concepción
de pensadores como Russell y Forster, que todas las relaciones sociales son restricciones
de la libertad espontánea. Nadie restringe al carnívoro solitario a hacer nada. Sin duda
esta es una falacia antigua. Rousseau es el exponente famoso. El hombre nace libre pero
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está encadenado en todos lados. En la mente burguesa siempre se encuentra esta leyenda
de la edad de oro de un hombre perfectamente bueno corrupto por las instituciones.
Desafortunadamente, no solamente el hombre no es bueno sin instituciones, tampoco es
malvado. No es hombre para nada; ni es bueno ni es malo; es un bruto inconsciente.
Pero hay que decir que esto ha ido demasiado lejos. ¿Cómo pueden estos hombres, que
han defendido la libertad de pensamiento, de la acción y de la moralidad ser campeones
de la falta de libertad? Procedamos con nuestro análisis y veremos por qué.
La sociedad es la creación por medio de la cual la humanidad logra una medida más
completa de libertad que las bestias. Es la sociedad, y la sociedad solamente, que
diferencia cualitativamente a la humanidad de las bestias. La característica esencial de la
sociedad es su producción económica. El hombre, el individuo no puede hacer lo que
quiere por sí sólo. Sólo no es libre. Por tanto él logra la libertad por medio de la
cooperación con sus pares. La ciencia, por medio de la cual obtiene conciencia de la
realidad exterior, es social. El arte, por medio del cual se hace consciente de sus
emociones, es social. La producción económica, por medio de la cual hace que la realidad
exterior se conforme a sus sentimientos, es social y en sus intersticios genera ciencia y
arte. Entonces, es la generación económica la que da la libertad a la humanidad. La razón
de que la humanidad sea libre y las bestias no lo sean es la producción económica. Esto es
claro por el hecho que la producción económica es la manipulación, por medio de la
agricultura, la doma del caballo, la construcción de caminos, la construcción de
automóviles, la luz, calefacción y otras ingenierías, del ambiente, que se hace más en
conformidad con el deseo de la humanidad. Al hombre le permite hacer lo que desea y él
puede hacer lo que desea con la ayuda de otros. Sin caminos, abastecimiento de alimentos,
máquinas, casas y vestimenas, serìa como el hombre en un molde de yeso que puede
desear lo que quiere y sigue sin ser un hombre libre sino un cauivo. Pero hasa su libre
albedrío depende de eso. Porque la conciencia se desarrolla por la evolución del lenguaje,
la ciencia y el arte y todo ello nace en la producción económica. Por tanto la liberad de las
acciones de la humanidad depende de su nivel maerial, en su producción económica. Lo
más avanzado de la producción económica, más libre es la civilización.
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“trabas" de la sociedad. El trabajo diario, la división del trabajo bajo los superintendentes,
todas las leyes de contrato y el capital, todas las reglamentaciones de la sociedad nacen de
este trabajo de la producción económica. Precisamente, porque como vimos, la libertad es
la conciencia de la causalidad. Y por medio de la producción económica, que le hace
posible a la humanidad lograr su deseo por medio de la acción, el hombre se hace
conciente de los medios necesarios para lograrlo. Que se necesite una palanca de un cierto
largo para mover la piedra que el hombre quiere mover es una consecuencia, la otra es
que una cierta cantidad de hombres debe cooperar en una cierta forma para manejar la
palanca. De esto se deduce que solamente es cosa de para llegar a la maquinaria
complicada de la vida moderna con todas sus complejas relaciones sociales.
Por tanto, todas las “ataduras", “obligaciones" y “deberes" son los meros medios por los
que la humanidad adquiere la libertad. Consecuentemente, libertad no solamente es
conciencia de la necesidad porque toda la realidad está unida por la necesidad. Libertad es
la conciencia de la necesidad –en la realidad externa, en mí, y en las relaciones sociales
que median entre la realidad externa y de la esencia humana. La bestia es la víctima de la
mera necesidad, el hombre es socialmente conciente y auto determinado. Por supuesto
que no absolutamente, sino más que la bestia.
Por tanto, la liberad de acción, la libertad de hacer lo que deseamos, la parte vital de la
libertad, se entiende como asegurada por la conciencia social de la necesidad y de ser
generada en el proceso de la producción económica. El precio de la libertad no es
vigilancia eterna sino eterno trabajo.
¿Pero cuál es la relación de la sociedad con la otra parte de la libertad, libertad de desear?
La producción económica hace que el hombre sea libre para hacer lo que desea, ¿pero es
libre de desear lo que desea?
Vimos que él es solamente libre de hacer lo que deseaba por medio de lograr la conciencia
de la realidad externa. Es igualmente verdadero que es solamente libre de desear lo que
desea por medio de lograr la conciencia de la necesidad interna. Es más, estas dos no son
antagonistas, pero como entenderemos ahora, son una. La conciencia es el resultado de
una forma de producción económica específica y altamente importante. Suponga que
alguien ha ejecutado un lamentable experimento para entregar a Bertrand Russell, a la
edad de nueve meses, a una madrastra cabra y dejarlo a su cuidado, en algún lugar
remoto donde no recibiría visitantes humanos, para que creciera hasta su madurez.
Digamos que cuarenta años más tarde, cuando los hombres visitaron a Bertrand Russell
por primera vez, ¿hallarían en su poder los manuscritos del Análisis de la mente y el
Análisis de la materia? ¿Hallarían en su poder por lo menos su definición de número como
la clase de todas las clases? No. En contradicción con su estado presente, su
comportamiento sería tanto ilógico como descortés.
Por tanto, parece ser que Russell, tal como le conocemos y apreciamos, es un producto
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Resulta evidente que las ‘dotes naturales’ (o como diríamos más estrictamente, su
genotipo) eran de importancia para el resultado. Pero eso solamente para expresar que las
condiciones materiales condicionan el producto final. La sociedad bien sabe que no puede
hacer una pulsera de seda si tiene una oreja de chancho, excepto en circunstancias
especiales, un señor de un cretino. Pero también sabe que del fierro crudo puede hacer
rocas, puentes, barcos o micrómetros y, de aquel material plástico, el genotipo humano, se
pueden hacer aztecas, egipcios, atenientes, prusianos, proletarios, párrocos o estudiantes
escolares.
Pero será exigido que el hombre –el individuo- vea el mundo por sí solo- montañas, cielo y
mar. Sólo, en su estudio reflexiona acerca del destino y la muerte. Verdad. Pero las
montañas y el mar tienen sentido para él precisamente porque habla articuladamente
porque tiene una conciencia moldeada socialmente. La muerte, el destino y el mar son
conceptos sociales altamente desarrollados. Cada individuo contribuye algo para
alterarlos y elaborarlos, ¡pero qué tan menor es la contribución comparada con la
inmensa presión del pasado! El idioma, la ciencia y el arte son simplemente el resultado de
la unidad del hombre con sus iguales socialmente para aprender acerca de él mismo y de
la sociedad exterior para imponer sus deseos sobre ella. Tanto el conocimiento como el
esfuerzo son solamente posibles en cooperación, y ambos los ha hecho necesarios por la
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Por tanto, la libertad interna del hombre, el deseo consciente, actuando hacia fines
conscientes, es un producto de la sociedad, es un producto económico. . Es el más refinado
de los productos logrado por la sociedad en su búsqueda de la libertad. La conciencia
social florece tras el esfuerzo social. Damos rienda suelta en esfuerzo a nuestros deseos
instintivos. Aprendiendo cómo lograrlos aprendemos algo sobre la naturaleza de la
realidad y cómo dominarla. Esta sabiduría modifica la naturaleza de nuestros deseos, que
se transforman en más conscientes, más llenos de imágenes exactas de la realidad. Tan
enriquecidos, los deseos llegan a ser más sutiles y, tratando de lograr metas más
profundas, en la producción económica más elaborada, obtienen una mirada aún más
profunda de la realidad y, como consecuencia, ellas mismas se enriquecen. Por tanto, en el
proceso dialéctico, el ser social genera una mente social y este juego entre la
profundización de las realidades internas y externas es conservada y transmitida por la
cultura. La humanidad, mientras la sociedad avanza, tiene una conciencia compuesta del
instinto en forma cada vez menor, y cada vez más por el conocimiento modelado por el
conocimiento y la emoción. La humanidad entiende cada vez más claramente las
necesidades de su propio ser y de la realidad exterior. Llega a ser cada vez más libre.
La ilusión de que nuestras mentes están libres en la medida que, como las bestias, estamos
inconscientes de la causalidad de nuestros estados mentales es lo que asegura nuestra falta
de libertad. . La sociedad burguesa actual claramente exhibe esta verdad en la práctica, lo
que hemos establecido en el análisis teórico. La burguesía cree que la libertad consiste en
la ausencia de la organización social; que la libertad es una calidad negativa, una mengua
de los obstáculos hacia ella; y no una calidad positiva, la recompensa del esfuerzo y de la
sabiduría. Esta creencia es a su vez el resultado de las relaciones sociales burguesas. Como
resultado de ello, el burgués intelectual no está consciente de la causalidad que hace ser a
su conciencia lo que es. Tal como el neurótico que rehúsa a creer que su compulsión es el
resultado de un cierto inconsciente complejo, el burgués rehúsa a creer que su concepción
de la libertad es una mera ausencia de las ataduras sociales nace de las relaciones
burguesas mismas y que es esta la ilusión que le restringe por todos lados. El rehúsa ver
que su propia libertad limitada, la cautividad del trabajador y todas las contradicciones de
las crecientes relaciones burguesas –pacifismo, fascismo, guerra, odio, crueldad,
enfermedad- están amarradas en una red de causalidad que se influencian entre ellas y
que por tanto es mentira el suponer que un simple esfuerzo del deseo del hombre libre, sin
el conocimiento de las causas prohibirá el fascismo, las guerras y las temporadas bajas.
Gracias a esta falacia básica, este tipo de intelectual trata de curar los males sociales
positivos, como las guerras, por medio de acciones individuales negativas como la
no-cooperación, la resistencia pasiva o la objeción de conciencia. Esto es porque no puede
liberarse a sí mismo de la suposición que el individuo es libre. Pero hemos demostrado
que el individuo nunca es libre. Solamente puede lograr la libertad en la cooperación
social. Puede hacer lo que desea al usar las fuerzas sociales. Si, por tanto, desea para la
pobreza, la guerra y la miseria, lo debe hacer no por medio de la resistencia pasiva sino
usando las relaciones sociales. Pero para usar las relaciones sociales las debe entender.
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Debe llegar a ser consciente de las leyes de la sociedad tanto como, si desea palanquear
una piedra, debe conocer las leyes de las palancas.
Ya para cuando el burgués intelectual pueda ver que la sociedad es el único instrumento
de libertad habrá avanzado un paso más en el camino de la libertad. Pero hasta ese
momento será no-libre. Verdad es que es un racionalista, entiende la causalidad de la
naturaleza, las teorías de Einstein, todos los espléndidos aparatos del descubrimiento
social, pero todavía cree en in mundo mágico de las relaciones sociales divorciadas de
estas teorías donde solamente el dios de la libertad burguesa manda. Esto se prueba no
solamente en su teoría, sino en la forma en que su doctrina de la libertad está aceptada
como un dogma teológico y nunca se le cuadra con todo su conocimiento filosófico y
científico; pero esto también se comprueba en la acción cuando el intelectual burgués no
tiene la fuerza para parar el desarrollo de la creciente falta de libertad en la sociedad
burguesa. Todas las obsesiones de la militancia, el fascismo y las urgencias económicas
hostigan a la sociedad contemporánea y todo lo que aquel puede oponer es acción
individualista, objeción de conciencia y resistencia pasiva. Esto llega a ser el caso si es que
es no-libre. Tal como el hombre que cree poder caminar por sobre el agua y se ahoga en
ella, el intelectual burgués afirma de una medida de libertad que en verdad no existe y esto
lo hace ser mental y físicamente no-libre. ¿Quién no puede ver la obsesión dura acechando
sobre el mundo burgués hoy? Somos libres cuando podemos hacer lo que queremos. La
sociedad es un instrumento de libertad cuando proporciona lo que la humanidad desea.
Los miembros de la sociedad burguesa, todos ellos, trabajadores, capitalistas e
intelectuales capitalistas desean un aumento en riquezas materiales, felicidad, libertad de
conflictos, del peligro y la muerte, seguridad. Pero la sociedad burguesa actual produce
una merma en riqueza material y también crea desempleo, tristeza, conflictos,
inseguridad, guerra constante. Por tanto, todos los que viven en una sociedad burguesa
–democrática, fascista o roosveltiana- son no-libres porque la sociedad burguesa no les da
lo que desean. El hecho de que tengan o no tengan votos o “libertad de palabra" no altera,
en cualquier forma, su falta de libertad.
¿Por qué la libertad burguesa no cumple con los deseos de sus miembros? Porque no
entiende las leyes de la producción económica –no es desorganizada ni sin planificación.
No tiene conciencia de las necesidades de la producción económica y, por causa de
aquello, no puede hacer que la producción económica cumpla con sus deseos. ¿Por qué no
tiene conciencia de las necesidades de la producción económica? Porque por razones
históricas cree que la producción económica resulta mejor cuando a cada hombre se le
deja libre para producir para sí mismo lo que le parece ser con lo que obtiene más
ganancias. En otras palabras, cree que la libertad se asegura por la falta de organización
del individuo en el funcionamiento de la sociedad, la producción económica. Tal como
vimos, esta libertad individual por medio de la falta de conciencia es un engaño. La
sociedad burguesa, inconsciente, engañada por tanto es no-libre. Hasta Russell es no libre
y, en la próxima guerra, tal como en la anterior, será destinado a la cárcel.
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La revolución burguesa cambió todas las relaciones sociales que están basadas en deberes
y privilegios para hacerlas derechos exclusivos de la propiedad del dinero efectivo. Yo
produzco para mi persona individual, para obtener ganancias. Por tanto, necesariamente,
yo produzco para el mercado y no para el uso. Trabajo por dinero en efectivo y no por
deberes a mi señor o patrón. Mis deberes hacia el estado ahora podían calcularse en
dinero efectivo. Todas mis obligaciones contractuales, ya fuera matrimonio u organización
social podían calcularse en efectivo. El dinero efectivo apareció como la única obligación
entre hombres, que de otra manera eran completamente libres –dueño libre, trabajador
libre, productor libre, consumidor libre, mercados libres, empresario libre, el flujo libre
de los capitales de mano en mano y tierra a tierra. Hasta las obligaciones del hombre a él
se le asemeja una obligación en efectivo que él debe absolutamente. Esta disolución de las
obligaciones sociales se podría justificar si fuera libre como sí, de ser propiedad de él
solamente, y haciendo lo que le parece mejor, para su propio bien y ganancia, él de hecho
obtendría lo que desea y así asegurar la libertad. Sería un regreso a la aparente libertad de
la jungla, donde cada bestia lucha solamente para sí y no le debe obligaciones a nadie.
Pero como ya vimos, esta libertad es una ilusión. La bestia es menos libre que el hombre.
Los deseos de la jungla se cancelan los unos a los otros y nadie obtiene exactamente lo que
desea. No hay bestia que sea libre.
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Y tras todo esto, ni el burgués mismo es libre. La conclusión irrestricta de esta ilusión de
libertad le esclaviza. Su credo exige la competencia irrestricta y esto es porque es
irrestricta, funciona tan salvaje y ciegamente como el clima. Lo hace tan sometido, tan a la
suerte de una eventualidad que no entiende, como un corcho flotando en las olas. Por tanto
él también desea la libertad restringida –la industria está siendo amparada
crecientemente por asociaciones, anillos, tarifas, acuerdos de precios, cláusulas de
‘competencia injusta’, subsidios y protecciones gubernamentales para la explotación de
áreas coloniales. La libertad burguesa deja en claro sus contradicciones internas al
transformarse en monopolios.
Aquí está la paradoja secreta del desarrollo burgués y su regresión. El burgués abandonó
las relaciones feudales a nombre de la libertad que visualizó como la libertad de las
restricciones sociales. Tal libertad habría llevado al salvajismo. Pero en realidad la
libertad que conjuraba –propiedad privada ‘irrestricta’- realmente involucraba
restricciones, es decir, dio nacimiento a complejas formas de organización social que
tenían varias caras, más incesante y más intrusiva que las ataduras feudales. He ahí que
las relaciones en moneda efectiva, que concibió para poner fin a todas las ataduras
sociales y que por tanto le daba libertad, le dio una mayor cantidad de libertad que el
feudalismo, pero en dirección opuesta a sus expectativas al imponer organizaciones
mucho más complejas que aquellas de la civilización feudal. Todas las elaboradas formas
de los contratos burgueses, la organización de los mercados, la estructura industrial, los
estados nacionales, los contratos de comercio, las tarifas, el imperialismo y los gobiernos
democrático burgueses, la presión férrea sobre los consumidores y el mercado laboral, el
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Cualquier definición de libertad es insinceridad que no significa esto: libertad para hacer
lo que uno quiera. Un pueblo es libre si sus miembros hacen lo que desean –conseguir los
bienes que desean y evitar los males que odian. ¿Qué es lo que la humanidad desea?
Quieren ser felices y no morirse de hambre o mirado en menos o despojado de las
decencias de la vida. Desean tener seguridad y amistad con sus pares y no ser reclutados
para matar o ser asesinados. Desean casarse, tener hijos, y ayudar a no oprimirse entre
ellos. ¿Quién es libre, aún teniendo voto y libertad de expresión? Entonces, ¿quién es libre
en la sociedad burguesa si es por unos pocos hombres cuando a millones se ven forzados
por las circunstancias a quedar desempleados y miserables y mirados en menos e
imposibilitados a gozar las decencias de la vida? Son millones los que se ven forzados a ser
asesinados o a matar y a oprimirse a sí mismos. Millones se ven forzados a luchar con sus
iguales por unos pocos premios brillosos y verse imposibilitados de casarse y de un hogar y
niños porque no pueden costearse estas cosas. Millones y millones de hombres no son
libres. Estos son los elementos de la libertad y es de locos –hasta que estos se logren- que
una clase limitada crea que puede asegurar las sutilezas de la libertad. Solamente cuando
estas necesidades se logren el hombre puede elevarse y, por medio de la práctica del arte y
de la ciencia, aprender más claramente lo que desea y lo que puede lograr; pasando
solamente así desde la esfera de la necesidad a aquella de la libertad.
Cada paso a una conciencia más alta se activa con lucha y dificultad. Es el error natural y
fatal del hombre suponer que la senda hacia la libertad es fácil, que la libertad es un mero
negativo, una relajación, la eliminación de un obstáculo en su camino. Pero es más que
eso. La libertad verdadera se debe crear tan vigorosamente como hacemos los
instrumentos de libertad, las herramientas y maquinarias. Se le debe extraer desde el
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Este bien, la libertad, contiene todo lo bueno. No solamente al nivel simple de los deseos
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NOTAS
[1] Semanario chismoso ingles publicado entre 1843 y 2011 con tendencias de derecha.
[2] Gottlob Frege (1848—1925), filósofo alemán al que se le nombra como el creador de la
lógica moderna.
[3] La doctrina que dice que existe una fluidez universalmente difusa que anima a todos
los seres vivientes en forma pareja. [Nota del traductor]
[4] En biología, forma obsoleta, una de las tres fuerzas vitales. A saber, la fuerza nerviosa.
[Nota del traductor]
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