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Prácticamente todos los estudiosos del protocolo como Laforet (1997), Chavarri del Rivero (2004)
o López Nieto (2006) coinciden en afirmar que encontramos el origen del protocolo en el
momento en que el ser humano empieza a formar familias, grupos, tribus y clanes. Cuando el ser
humano se agrupa buscando protección y compañía frente a los peligros del exterior, comienzan a
formarse las primeras relaciones sociales primitivas. Cada persona hombre, mujer y niño debe
ocupar un lugar determinado en el grupo, una posición que le obliga a realizar una serie de tareas
cazar, recolectar, vigilar, entre otras. Para la supervivencia del grupo todas las tareas eran
importantes, pero lógicamente, unas más que otras. Este reparto de tareas, y la necesidad de que
se ejecutaran correctamente, propiciaron el surgimiento de los primeros líderes del clan. Estos
líderes, normalmente los miembros más fuertes del grupo, ascienden una escala social situándose
por encima del resto de la tribu, se convierten en personas “más importantes”, miembros
excelentes de la manada que reclaman unos tratos y una deferencia especiales. Surge así la
jerarquización y, con ella, unas normas protocolarias que se irán desarrollando y fortaleciendo a lo
largo de los siglos.
Esteban Lario, J. (2014). Comunicación y protocolo empresarial en los países de la zona euro.
Madrid: Dykinson.
Definición
El término “protocolo” proviene del término latino “protocollum” que, a su vez, proviene del
griego clásico “protokollon” (πρωτόκολλον). Ambos términos hacen referencia a la primera hoja o
tapa, encolada, de un manuscrito importante con notas sobre su contenido.
Hoy en día encontramos múltiples definiciones para el término protocolo, veamos a continuación
las más importantes. El diccionario de la Real Academia Española (RAE) recoge cuatro acepciones
para el término “protocolo”:
Como hemos observado en los dos apartados anteriores, el protocolo surge como una necesidad
de normalizar las relaciones interpersonales dentro de un grupo determinado (reparto de tareas,
surgimiento del líder del clan, necesidad de supervivencia). A un nivel más amplio y de forma
progresiva, el protocolo crea un marco reconocido y reconocible de normas comunes para
gestionar las correctas relaciones entre organizaciones, instituciones, regiones o estados.
Desde este punto de vista podríamos afirmar que el protocolo es un excelente instrumento de
comunicación, una herramienta útil por la que tanto personas como entidades manejan unas
normas de comportamiento y actuación comunes.
Desde esta perspectiva, entenderíamos las normas protocolarias como el lenguaje común
compartido por personas y sociedades de culturas diferentes.
Un punto de convergencia útil para limar los escollos comunicativos entre personas, entidades,
empresas; organizaciones que, por su idiosincrasia, orígenes e historia particular, entienden la
vida, los negocios y las relaciones personales desde su propio y particular punto de vista. Pero
¿por qué motivo las personas, empresas o Estados desean comunicarse en un lenguaje común?
Por una razón muy obvia: para satisfacer una necesidad concreta actual o futura. Desde el punto
de vista del Protocolo como herramienta necesaria para obtener algo concreto, vemos que las
normas de cortesía y etiqueta comunes buscan agradar, complacer al interlocutor, sea este una
persona, sea una empresa, un estado, una región o una Organización. Las normas protocolarias
pretenden, en definitiva, ganar la voluntad del otro y conseguir así un bien, servicio, acuerdo o
negocio concreto.
a) Evitar problemas.
b) Asegurar la correcta convivencia entre las personas, sus empresas, organizaciones y Estados.
Esteban Lario, J. (2014). Comunicación y protocolo empresarial en los pai ́ses de la zona euro.
Madrid: Dykinson.