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EL IMPACTO DE LA SENTENCIA DE

KEVIN SOLÓRZANO.

Por

Isabel Valdez

Publicado el febrero 10, 2017

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El país entero el día de 8 de Febrero del año 2017, estuvo expectante a la sentencia que
emitiera el Tribunal Competente con respecto al caso del joven Kevin Solórzano,
acusado de asesinato y tentativa contra el ciudadano Edwin Geovanny Eguigure, y su
esposa María Auxiliadora Sierra y familia.

Establecer criterios jurídicos sobre la resolución del tribunal seria asomarme a una
inmensa irresponsabilidad, como creo el 98% de los ciudadanos lo ha cometido, las
circunstancias particulares de un juicio, no solamente se circunscriben al acto que le dio
origen, sino a una plena investigación científica, comprobación de hechos, valoraciones
técnico fácticas de las pruebas y argumentos jurídicos sostenibles, para adentrarse a una
verdad en la búsqueda de justicia.
No ponemos en duda la capacidad de los fiscales, mucho menos, la de la parte
defensora, profesionales sólidos en este juicio, de enorme trascendencia mediática.
El que desconozcamos la mayoría de los hechos o argumentos técnicos, no nos impide
valorar el impacto de la sentencia y del sistema, así como del juicio en si mismo, en
algunos aspectos que considero relevantes en la decadente sociedad en la que vivimos.

He de iniciar por la prensa y la forma de abordar el tema, una vez más los medios de
comunicación asumen irresponsablemente el manejo de noticias con carácter jurídico,
poca evolución tienen en hacer investigación periodística con contenido jurídico
confiable y exponerla por expertos a través de sus medios para que sepan valorarla y
orientar la sociedad.

Nuestro periodismo sigue siendo tendencioso, manipulador, amarillista y debate este


tipo de asuntos, como si fuera una potra de futbol, arribando a quien debe de ganar y
quien debe de perder, sin saber que con este acto exponen en magnitudes insospechables
la imagen institucional del país y el país mismo.

La sociedad de Abogados y las Escuelas de Derecho, debaten el juicio o los juicios, sin
rigurosidad científica, sin la conclusión de tener el expediente o elementos para hacer
apuntes de debate sólidos que puedan orientar a sus agremiados y estudiantes.
Este es un problema crónico de formación educativa que esta incrustado en todo el
sistema de estudio jurídico hondureño y que provee comúnmente abogados opiniologos,
leguleyos y muchos con características de rábulas, que exhiben la poca calidad jurídica
de los abogados en Honduras.

El Ministerio Publico, en el cual descansa el interés general de la sociedad, el que no


debe estar apartado del respeto magno de todo el sistema de legalidad hondureño,
evidencia su necedad y persistencia en acusaciones que no tienen toda la estructura de
una investigación científica seria y que por declaraciones, testigos protegidos dudosos,
valoraciones poco aceptables, presionan en obtener sentencias que se llevan de
encuentro la inocencia de muchos hondureños.

Nuestro sistema Fiscal, es visto como la “muerte con su guadaña”cuando sonríe


macabramente, en sostener casos irrisorios con criterios al margen de la legalidad y el
no respeto a las garantías.

He de referirme al Sistema Judicial, frente a los hechos criminales como el que se


debatió sobre el joven Kevin Solórzano y las victimas, recibe como fosa séptica las
incriminaciones poco solidas y jurídicamente nada sostenibles, contradictorias, sentando
el gran argumento “De la duda razonable” pero el Sistema Judicial no escapa al circo
que vive Honduras y quiere un condenado o un absuelto al estilo del (Juicio a
Jesucristo), nada más reprochable y decadente que aplicar una sentencia bajo
expectativas de la carpa que la reclama.

Carentes de personalidad y de sobriedad jurídica, nuestros tribunales dejan mucho que


desear y sientan la duda entre la sociedad de que algo malo existió.

El imaginario colectivo frente a toda esta desfiguración, creó sus propias teorías y
análisis como si de un clásico futbolero se tratara, tomó partido y se sumergió en la
decepción, por no saber asumir un pueblo cobarde su responsabilidad histórica, cuando
se le ha pedido inmensamente por los hombres conscientes de este país, que salgan a las
calles, que el sistema anacrónico de justicia que vive Honduras, no es inherente de unos
pocos, sino a todos.

Pueblo cobarde, que en las redes expresa su decepción, cuando el verdadero acto de
protesta, seria revolucionar de una vez por todas las estructuras carcomidas hondureñas,
sin obviar la justicia.
El impacto que genera la sentencia de Kevin Solórzano, lejos de ser considerado
culpable, es el llanto permanente que tenemos los ciudadanos honrados de este país, que
debe cambiar, no solo para unos, sino para el bienestar de todos.

El escritor Uruguayo Juan Carlos Onetti, en su magnífica novela “El Pozo” afirmaba
esto:
“Se dice que hay varias maneras de mentir; pero la más repugnante de todas es decir la
verdad, toda la verdad, ocultando el alma de los hechos. Porque los hechos son siempre
vacíos, son recipientes que tomarán la forma del sentimiento que los llene”
Frente al caso concreto del joven Kevin Solórzano y las victimas, frente a todas las
dudas que representó el juicio, ojala un inocente no esté pagando semejante pena,
porque se ocultó el alma de los hechos y estos se tornaron recipientes vacíos, porque se
llenaron del odio y de la imprudencia temeraria del anacrónico país judicial en que
vivimos

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