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La cortesía militar también comprende el trato al superior que debe ser con respeto,
obediencia y acatamiento de sus órdenes, también en la parte militar, su elegancia,
pulcritud, disciplina, ego militar.
Sus orígenes son conocidos, aunque hay distintas versiones. Como signo de
amistad y paz que se manifestaban los hombres de armas al encontrarse
levantando la mano derecha indicando no portar arma en ella.
Como signo de cortesía y de estima cuando los caballeros se descubrían antes del
combate llevándose la mano derecha a la altura del yelmo mostrando la cara al
adversario.
Hay otro antecedente más cercano a nosotros. En el siglo XVII existía la costumbre
de recordarse, entre oficial y soldado siempre que se encontraban, la obligación
que habían contraído de fidelidad y lealtad al monarca y a la fe católica. Se
expresaba volviendo a hacer el gesto cristiano del juramento que habían hecho
sobre los colores del Regimiento: levantar la mano derecha hacia el cielo, índice,
pulgar y corazón (representando las tres personas de la Santísima Trinidad)
ampliamente separados. Era una forma de recordarse mutuamente su común
ideal, sin ser, en aquella época, signo de respeto o subordinación.
Ese es el sentido del saludo, el recuerdo de la misión y del ideal común, del
juramento que los une a la bandera a la cual sirven.
Unidad, hermandad, poder contar uno con el otro; ser lo mismo y estar dispuesto
a morir por la misma causa. Ese es el verdadero sentir del saludo militar y por tanto
grave falta no realizarlo o no responder al mismo.
Todos los ejércitos lo imponen con firmeza y entre ellos se respeta e intercambia.
Es el culto a la caballerosidad y al honor militar de cualquier soldado.
Algo más que un gesto de cortesía. Es un austero gesto que encierra la regla
fundamental de esta hermandad militar, guerrera y heroica: la unión entre todos
sus miembros en la entrega al servicio de la Patria.