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1. INTRODUCCIÓN………………………………………………………….. Página 2
STILNOVISTAS……………………………………………………………….. Página 8
5. CONCLUSIONES………………………………………………………… Página 22
6. BIBLIOGRAFÍA………………………………………………………….. Página 25
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1. INTRODUCCIÓN
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caso paradigmático de Inferno V, la distorsión textual funciona asimismo como trasunto
de una distorsión moral, la de los lujuriosos: así, en el verso 56, Virgilio dice de
Semíramis «che libito fe´ licito in sua legge», donde la confusión fónica entre «libido» y
«licito» traduce a nivel textual la distorsión en la que habría incurrido a nivel moral y
político la reina de Babilonia. Los casos de textos mal citados o refundidos con otras citas
textuales abundan en el Inferno, procedentes tanto de la lírica en lengua romance como
del himno religioso latino («Vexilla regis prodeunt inferni», Inf. XXXIV, 1).
Es muy significativo que las tres autocitas que podemos registrar en el Purgatorio
y en el Paradiso provengan de la Vita Nuova y del Convivio, dos obras en las que Dante
explícitamente se dedica a revisar su obra y su trayectoria poética previa. Barolini
(1984:15) afirma que, como textos que muestran esta pauta de revisión (pattern of
revision) desde su misma génesis, la Vita Nuova y el Convivio pueden considerarse como
ejemplos primarios del proceso de autoexégesis dantesca. Contini (1976:38) apela
además al ejemplo de Virgilio y de su quinta Bucólica, donde se reproducen en boca de
Menalcas los íncipits de la segunda y de la tercera, así como al célebre inicio del Cligès,
donde Chrétien de Troyes enumera las obras de las que es autor, como sendos casos, de
procedencia clásica y romance respectivamente, que justificarían este uso de la autocita
que realiza Dante en la Commedia para configurar su identidad textual como «personaje-
poeta». Esta línea interpretativa es la que sigue Ascoli (2008:177), para quien la
autoexégesis dantesca constituye un episodio fundamental del proceso de conversión de
Dante en autor moderno. En efecto, lo que hace Dante en la Vita Nuova y en el Convivio
constituye un comentario exegético de su actividad literaria previa, en un momento, la
Edad Media, en que la relación entre el comentario moderno y el texto antiguo comentado
era claramente jerárquica: Dante, al adoptar el dispositivo formal del auto-comentario,
está elevando su propia producción a la de auctoritas clásica, estableciendo un nuevo
modelo de autor que, tal es la tesis de Ascoli, prefigura en gran medida la noción moderna
de autor literario.
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II, lo que constituye la primera autocita de la Commedia. Barolini (1984:33) opina que
Purgatorio II constituye una revisión correctora, un pattern of revision, de Inferno V,
creando una ligazón textual entre las figuras de Francesca y Casella. Mientras que el
discurso de tono stilnovista de la primera, en la exposición de su pecado, habría
distorsionado y fundido las citas de Guinizzelli, el amoroso canto del segundo sería la
celebración de un encuentro de resonancias biográficas en el contexto de la expiación de
un pecado. La canzone escogida, precisamente, es «Amor che ne la mente mi ragiona»,
la composición con la que Dante (Libro III del Convivio) saludaba a una nueva dama, la
famosa donna gentile, que después se identifica con la Filosofía, frente a la olvidada
Beatriz (un olvido que será a su vez corregido en la Commedia). Si el canto de Francesca
es, como tantas veces se ha dicho, una crítica a la literatura cortés inmediatamente anterior
a Dante, el canto de Casella es una reivindicación de una literatura con pretensiones más
bien filosóficas y moralmente orientada, que salva a su manera ciertos elementos de esa
literatura stilnovista (y el elemento fundamental que salva es el propio Dante, por ser el
superador de esa poética). Así, la pauta de distorsión textual de Francesca ha dejado paso
a la autenticidad de la cita literal de Casella, igual que la tesitura moral de la Vita Nuova
(con sus referencias principalmente poéticas y procedentes del mundo romance) deja paso
a la del Convivio (con sus referencias principalmente filosóficas y procedentes del mundo
clásico), como ya señaló John Freccero (1973:74).
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en Purgatorio XXIII por la saturación de antítesis («diletto e doglia» [12], «piangendo
canta» [64]) que llega hasta la descripción de la pasión de Cristo cuando se refiere a ella,
en el verso 72, mediante una nueva contraposición: «io dico pena, e dovria dir sollazzo».
Esta polarización semántica entre opuestos (llorar/cantar, pena/solaz) es la forma que
tiene Dante de preparar el escenario para el «antídoto» de «Donne ch´avete intelletto
d´amore», una canzone que, recordemos, es presentada también en la Vita Nuova como
un punto de inflexión de su carrera lírica, especialmente después del breve pero
significativo capítulo XVII, donde Dante se propone no hablar más ni de sí mismo
(aludiendo al tema de la autocompasión por el dolor que le produce el amor) ni de su
amada (aludiendo al tono celebratorio de la oda amorosa clásica), con lo que cierra
deliberadamente las dos vías canónicas de la lírica amorosa tradicional. La poesía que
viene después de este capítulo decisivo, y dentro de la cual «Donne ch´avete» ocupa un
puesto preeminente, se presenta por tanto como una cancelación y superación de las
antítesis clásicas del tema amoroso (pena/solaz) y la propuesta de un nuevo estilo que
consiste en una sublimación teológica de la amada. Este movimiento de la carrera poética
de Dante, registrado en los capítulos citados de la Vita Nuova, es exactamente el
movimiento que nos lleva en la Commedia del encuentro con Forese al encuentro con
Bonagiunta, del canto XXIII al canto XXIV del Purgatorio. Dejamos de lado aquí la vasta
polémica crítica sobre la auténtica naturaleza (filosófica, política, religiosa o simplemente
erótica) de esa «caída», de ese traviamento en la vida de Dante que después le afeará
Beatriz; lo que nos interesa subrayar es solamente que a nivel textual Forese Donati y la
tenzone (que se produjo en la época en que Dante desarrollaba «quella vita»,
aproximadamente en la década de 1290) funcionan como símbolo de todo ello y que
Bonagiunta y el stil novo marcan, en cambio, su correctivo tanto poético como moral.
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la mutua afección que muestran los dos interlocutores, sobre el encuentro con Casella con
que se introducía la primera autocita. Sapegno (1957:98) propone en cambio, por los
mismos motivos, que el episodio de Carlos Martel encuentra su paralelo con el de Forese
Donati, con quien se introdujo la segunda autocita. Barolini (1984:62) da un paso más
allá y propone entender este encuentro como una suerte de fusión de los dos anteriores:
una primera parte del canto (vv. 1-75) donde se muestra el mutuo afecto del peregrino y
de Carlos Martel que estaría moldeado sobre el episodio de Casella y una segunda parte
(vv. 76-148) en la que las palabras reprobatorias de Carlos Martel contra su hermano (vv.
76-84) estarían libremente moldeadas sobre la invectiva de Forese contra su hermano,
Corso Donati. La fusión entre las propias autocitas también es manifiesta: si «Amor che
ne la mente» constituía un saludo a la nueva dama (la Filosofía) que venía a sustituir a
Beatriz y «Donne ch´avete» era una vuelta sublimada a Beatriz como revisión de esa
«caída» previa, la elección aquí de «Voi ch ´ntendendo», una canzone que vehicula
precisamente el conflicto entre esos dos amores, entre esas dos damas, supone una fusión
entre las situaciones presentadas en las dos autocitas previas.
El inicio del canto está destinado a realizar una crítica del folle amore, que habrían
padecido quienes se encuentran en el tercer cielo, que es por ello el de Venus. La propia
configuración del escenario en que se desarrolla esta autocita «conflictiva» apunta ya por
tanto a un conflicto: quienes han tenido en vida inclinaciones lujuriosas, pero que
finalmente se han salvado. Pero lo interesante es que la crítica del folle amore de los
primeros versos es atribuida a «le genti antiche ne l'antico errore» (v. 6), esto es, a la
Antigüedad clásica, al mito de Venus y su hijo Eros. Textualmente, esto constituye una
revisión correctiva de Convivio II, v, 14, donde se nos explica que «perchè li antichi
s'accorsero che quello cielo era qua giù cagione d'amore, dissero Amore essere figlio di
Venere…» El Convivio es, como se sabe, un tratado en que las referencias a la Antigüedad
clásica resultan predominantes, así como la temática filosófico-política predomina sobre
la poético-amorosa. Pero Paradiso VIII, curiosamente, aunque se desarrolle en el cielo
de Venus, que es el cielo del amor, plantea una temática predominantemente cívico-
política, primero con el discurso político de Carlos Martel y después, en su continuación
en Paradiso IX, con las múltiples invectivas políticas de Cunizza y Folquet. Es este
conflicto entre los intereses poético-amatorios del joven Dante de la Vita Nuova y los
intereses filosófico-políticos del Dante maduro del Convivio lo que esencialmente vendría
a sintetizar la autocita de «Voi ch ´ntendendo». El tratamiento político de un escenario
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que debería ser amoroso (representado por una figura política que habla de poemas de
amor, Carlos Martel, y por un poeta amoroso que es para Dante, como veremos, ante todo
una figura política, Folquet de Marselha) apuntan al propósito de Dante en este cielo de
Venus: la necesaria unión entre temática lírico-amorosa y filosófico-política, de la Vita
Nuova con el Convivio, que es un propósito solamente realizable y realizado en el seno
de las categorías de la Commedia.
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Daniel ser el sustituto estilístico de Cavalcanti. Como podrá observarse, la revisión de
Dante en la Commedia afecta positivamente a quien en la primera etapa le influyó en la
temática (Guinizzelli) y a quien en la segunda le influyó en el estilo (Arnaut), mientras
que afecta negativamente a quien en la primera proveyó el estilo (Cavalcanti) y a quien
en la segunda proporcionó la temática (Guittone). Pasemos a estudiar
pormenorizadamente el caso de cada uno de estos poetas para entender globalmente este
proceso de revisión textual dantesca.
En un famoso pasaje del De vulgari eloquentia (II, ii, 8) Dante establece los tres
magnalia, los tres temas mejores y más dignos de ser tratados en poesía, y clasifica a los
poetas en función de esas tres categorías: armorum provitas, amoris accensio y directio
voluntatis. Los poetas provenzales a los que alude Dante en esta tipología son: Bertran de
Born como poeta de las armas, Arnaut Daniel como poeta amoroso y Giraut de Bornelh
como poeta moral. Asimismo, se establecen los correlatos italianos para estas categorías:
el poeta italiano del amor sería Cino da Pistoia; el poeta moral italiano sería un «amigo
suyo» (amicus eius) que no es otro que el propio Dante. Cino da Pistoia es aquí el heredero
natural de Arnaut, mientras que Dante lo es de Giraut, el poeta provenzal de la rectitud.
Queda soslayado, entre otros, un poeta italiano que necesariamente Dante tenía que tener
en mente y al que no menciona porque constituye su verdadero competidor literario:
Guittone d´Arezzo, que había iniciado el tratamiento de temas morales en italiano. Tal
vez sea la ligazón de Giraut con Guittone, como sugiere Contini (1976:58), la razón por
la que el trovador lemosín experimenta una devaluación tan notable en la Commedia (de
la misma opinión es Barolini (1984:111), que llega a hablar de un «fracaso» a la hora de
acomodar a Giraut en la estructura de la Commedia). Michelangelo Picone (1980:43)
arguye sin embargo que Dante condena a Giraut porque es identificado con las canzoni
morali, y por lo tanto con el Convivio y con la donna gentile: así, la Commedia
reemplazaría más bien a Giraut, «poeta della virtus mondana», por Folquet de Marselha,
«poeta della Virtus divina». Adviértase que la figura de Folquet, que será
significativamente rehabilitada en Paradiso IX, tiene un sorprendente paralelismo
biográfico con la de Guittone: también Folquet es un poeta doble, primero el trovador y
gran amante (al menos según la vida provenzal) y, tras tomar los hábitos, el hombre
religioso, obispo de Toulouse (igual que Guittone es tratado como otro poeta tras su
conversión en Frate Guittone).
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El gran poeta provenzal de la Commedia es sin duda Arnaut Daniel, el justamente
llamado miglior fabbro. Esta admiración por Arnaut, constante en todo el desarrollo
poético de Dante y que llega aquí a su momento paroxístico, ha sorprendido a algunos
críticos (Hoepffner, Hauvette, Véran, Ker), que han insistido en que su influencia sobre
Dante es estrictamente formal, estilística. Pero, aunque sin duda en la admiración por
Arnaut haya mucho de admiración técnica (la propia denominación de miglior fabbro
apunta a su condición de gran artesano, de su maestría en la labor limae de los versos),
lo cierto es que Arnaut es un poeta que interesa a Dante de forma total por cuanto se trata,
como señala Picone (1979:39), del primer poeta en lengua vernácula que postula hasta
sus últimas consecuencias la identificación entre el amor y la poesía. De hecho, el
misticismo amoroso tan característico de Arnaut viene ligado en la formulación de Dante
a la dimensión técnica del quehacer poético. Así, cuando Bonagiunta pregunta a Dante
por su identidad obtiene del peregrino una famosa y críptica respuesta: «I´mi son un che,
quando / Amor mi spira, noto, e a quel modo / ch'è ditta dentro vo significando.» Esta
declaración poética de Purgatorio XXIV apunta ya claramente a Purgatorio XXVI, al
encuentro con Arnaut.
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no ser llamado por su nombre, sino mediante una paráfrasis calculadamente indefinida, y
esto es lo que ocurre con Giraut, «quel di Lemosì» (veremos que es también lo que ocurre
con Cavalcanti). Guinizzelli se apresura a añadir que esta situación propia de «stolti»
(preferir a Giraut sobre Arnaut) era análoga a la que ocurría en Italia con Guittone
d´Arezzo, hasta que «fue vencido por la verdad» (Purg. XXVI, 126). Esta «verdad» es
indudablemente el stil novo, iniciado precisamente por Guinizzelli (al menos en las
categorías de la Commedia), consumando de esta forma lo que el encuentro con
Bonagiunta había anticipado en el canto XXIV: Bonagiunta, un poeta discípulo de
Guittone (el aretino no aparece, como no aparecen Giraut ni Cavalcanti, porque esa es la
forma dantesca de desterrarlos textualmente), admite al peregrino su inferioridad poética,
el «dictado» que, a diferencia de los stilnovisti, no pudieron alcanzar « 'l Notaro e Guittone
e me» (Purg. XXIV, 56).
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la cadena, que la encontramos precisamente con Folquet en el cielo de Venus, en Paradiso
VIII y IX, donde se encuentran los que han tenido un pasado lujurioso, pero que
finalmente se han salvado. En el Paradiso la dimensión pecaminosa del amor se ha
disuelto ya totalmente y ha sido sublimado, pero, como veíamos a propósito del discurso
de Carlos Martel y de la tercera autocita de Dante, esa sublimación tiene un carácter
político. El amor, parece decirnos Dante, solo subordinado a empresas sociales y políticas
más abarcadoras puede justificarse plenamente.
Este binomio entre amor y política planteado en Paradiso IX nos conduce a los
dos poetas provenzales que nos restan y que, de acuerdo con Barolini (1984:154), deben
entenderse siempre juntos. De todos los poetas líricos de la Commedia solo Bertran de
Born y Sordello no son primariamente poetas amorosos: son, como reconoce una larga
tradición crítica (Bosco, Folena, Bergin, la propia Barolini), poetas políticos. Bertran es
uno de los poetas provenzales más importantes en De vulgari eloquentia, paradigma del
poeta de las armas, como ya hemos apuntado; Sordello, en cambio, es mencionado de
pasada como mera curiosidad lingüística. En la Commedia Bertran aparece en la novena
fosa del octavo círculo del Infierno (canto XXVIII), la de los sembradores de discordia,
bajo la elocuente figura de un individuo decapitado que lleva su propia cabeza en la mano
a modo de linterna; Sordello aparece en cambio en el canto sexto del Purgatorio, tomando
la no menos elocuente figura de guía de Dante y de Virgilio. Como puede verse, la fortuna
de estos dos poetas es inversa: Bertran de Born sufre una degradación espectacular en la
consideración de Dante, mientras que un poeta indudablemente menor como Sordello
pasa a ocupar un puesto principal que comprensiblemente ha desconcertado a la crítica.
Pero este desconcierto sobre la presencia de Sordello (y, de modo inverso, sobre la
condena de Bertran) se aclara desde el momento en que aceptamos que estos dos
personajes cumplen en la cosmovisión de la Commedia un papel más político que poético.
A nivel textual, importan más, para su consideración en la Commedia, sus vidas
(independientemente de su componente verídico o ficticio) que sus obras poéticas.
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paráfrasis precisamente lingüística: «O gloria di Latin» (Purg. VII, 16). Más allá de la
variación temporal y lingüística, Sordello reconoce en Virgilio a un compatriota, a un
lombardo. La importancia de Sordello no es por tanto propiamente poética: el interés que
ofrece para Dante es, como hemos mostrado, el significado político de su decisión de
abandonar su lengua materna para adoptar la lengua de la cultura poética de su tiempo, el
provenzal. Sordello es para Dante un ejemplo histórico de la lucha contra el
provincianismo lingüístico contra el que precisamente iba dirigido De vulgari eloquentia,
donde se defiende que el italiano vernáculo (el vulgare illustre) sería la lengua italiana de
uso común si hubiera una unidad política italiana y no un conjunto de ciudades estado
enfrentadas entre sí (I, xviii, 5), postulando de este modo una identidad entre unidad
lingüística y unidad política.
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significativamente en Inferno XXVIII. Los cantos de Farinata y de Bertran son, en
conclusión, los cantos de la separación y de la discordia: se oponen en este sentido al
canto de la unidad y de la paz que es Purgatorio VI (mediante el símbolo del abrazo entre
los dos lombardos, Virgilio y Sordello) y también a Paradiso VI, que es el canto del
imperio.
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apartaría de Cavalcanti. El libello registra de este modo la temprana tensión entre Dante
y su primo amico: ya aquí, en una obra dedicada a Cavalcanti y recorrida de principio a
fin por su desbordante presencia, se constata el principio de su mutuo distanciamiento.
Algunos críticos como Marti (1971:110) han llegado a afirmar que la polémica anti-
guittoniana iniciada por el propio Cavalcanti y asumida por Dante se ve sucedida por una
polémica anti-cavalcantiana cuya culminación habría que buscar precisamente en la
Commedia. Pero lo cierto es que esta polémica anti-cavalcantiana no borra en absoluto la
presencia de Cavalcanti en Dante: Cavalcanti es aun en la Commedia un ausente muy
presente e incluso podríamos decir con Barolini (1984:136) que hay codificado en el
poema sacro todo un subtexto cavalcantiano.
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de Dante está encaminado precisamente a unir intelletto y amore; frente a la fijación en
la mujer y en el paisaje terrenales, sin ningún indicio de trascendencia, todo el plan de la
Commedia tiende al Paraíso, a su belleza sobrenatural, y naturalmente a Beatriz, que ya
en la Vita Nuova había afirmado su posición de superioridad frente a Giovanna, la donna
de Cavalcanti. Ante la creciente aceptación de la tesis defendida, entre otros, por De
Robertis, Mazzotta o Pasero, según la cual «Donna me prega» es en realidad posterior a
la redacción de la Vita Nuova, podemos afirmar, como sugiere Barolini (1984:145), que
la auténtica réplica dantesca a la gran composición de Cavalcanti se encuentra más bien
en la tercera cántica de la Commedia. Esta es la razón por la que carece de sentido
interpretar, como lo ha hecho cómodamente toda la tradición de comentaristas al menos
hasta el siglo XIX, la respuesta del peregrino a Cavalcante dei Cavalcanti en Inferno X
(«E io a lui: “Da me stesso non vegno: / colui ch'attende là per qui mi mena, / forse cui
Guido vostro ebbe a disdegno.”» [vv. 61-63]) como una alusión a Virgilio. La figura a
quien Cavalcanti ha despreciado (y por eso no es él, sino Dante, el que tiene el privilegio
de realizar el viaje de ultratumba) es en realidad Beatriz, como han sabido ver, entre otros,
Contini, Pagliaro, Marti o Barolini.
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Parnaso esto loco sognaro». Un Parnaso al que ni el mismo Virgilio puede acceder, pero
sí Dante. Y, sobre todo, un Parnaso en que Cavalcanti está muy presente, pero
negativamente: el Parnaso cristiano de este canto está pensando contra Cavalcanti y
contra la idea de belleza terrenal del stil novo que solo Dante habría sabido sobrepasar.
Eso es lo que significa su presencia en el Paraíso Terrenal, que no es otra cosa que el
Parnaso de los antiguos, a los que efectivamente tiene a su espalda (Virgilio y Estacio) y
cuya contrafigura es el estilo de Cavalcanti, que ha sido superado. Como dice Ascoli
(2008:51), la Commedia se presenta a sí misma como el telos triunfante en el que habrían
concurrido clásicos como Virgilio y modernos como Cavalcanti.
Hay otros muchos lugares de la Commedia en los que Cavalcanti está presente de
un modo negativo. Ciertamente, es a él y no a Guinizzelli a quien tendría que haberle
correspondido aparecer en el episodio de Purgatorio XXVI donde se introduce a Arnaut
Daniel, cuyo heredero natural en las letras italianas era, como hemos sugerido, Cavalcanti
(la admiración técnica por Arnaut corre paralela a la admiración por Cavalcanti: la idea
del trabajo del poeta como «labor limae» de Arnaut que ya hemos glosado ̶ «obre e lim /
motz de valor / ab art d´Amor» ̶ la recoge Cavalcanti: «Amore ha fabricato ciò ch´io
limo»). Pero el puesto de poeta italiano del amor no le corresponde ya a Cavalcanti, como
no le correspondía ya en De vulgari eloquentia, donde había sido remplazado por Cino
da Pistoia, poeta que por lo demás está desaparecido en la Commedia. Barolini (1984:135)
no atribuye ninguna importancia a esa repentina desaparición, puesto que considera que
su presencia en De vulgari eloquentia está dirigida únicamente a quitarle su puesto a
Cavalcanti. Pero ese puesto, en la Commedia, ya no pertenece a ninguno de los dos, sino
al tercero en discordia: Guido Guinizzelli. Por eso el famoso terceto de Purgatorio XI,
97-99 («Così ha tolto l'uno a l'altro Guido / la gloria de la lingua; e forse è nato / chi l'uno
e l'altro caccerà del nido») no debe ser interpretado tanto según unas coordenadas
histórico-cronológicas (Guido Cavalcanti toma el puesto de Guido Guinizzelli) cuanto
según unas coordenadas estético-textuales tal y como son ejercitadas en la Commedia
(donde, a la inversa, es Guido Guinizzelli el que toma el puesto de Guido Cavalcanti). A
ambos los «sacará del nido» un tercero innombrado, que no es otro que el propio Dante
(que disimula así su orgullo personal en el apropiado contexto de la cornisa de los
orgullosos, donde se desarrolla el discurso de Oderisi).
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4. LAS GENTES ANTIGUAS EN EL ANTIGUO ERROR: DANTE Y LA
ANTIGÜEDAD CLÁSICA
En efecto, la imagen del castillo sirve, por su propia disposición espacial y más
aún por su centralidad en la vida política medieval, para figurar la idea de un canon y su
jerarquía implícita. El componente valorativo, crítico, en la presentación del canon
grecolatino de Dante dentro del episodio del nobile castello viene dado por la alusión
explícita a la «soberanía» de Homero sobre los demás poetas y por su presentación
sucesiva, jerárquica: «Quelli è Omero poeta sovrano; / l´altro è Orazio satiro che vène; /
Ovidio è il terzo, e l´ultimo Lucano» (Inf. IV, 88-90). Hay que contar aquí, aunque no se
cite en este momento (se hará en Purgatorio XXII, 13), también con la presencia de
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Juvenal en el limbo: su alusión de pasada en el lugar citado y su ausencia en este canon
de Inferno V hay que entenderlas de nuevo como una valoración crítica (devaluadora en
este caso) del autor de las Sátiras.
Tal y como señala Barolini (1984:217), este discurso acaba de una forma muy
significativa. Virgilio hace una severa advertencia al peregrino: «Però t´assenno che se tu
mai odi / originar la mia terra altrimenti, / la verità nulla menzogna frodi» (vv. 97-99). A
lo que el peregrino responde con convicción: «Maestro, i tuoi ragionamenti / mi son sí
certi e prendon sí mia fede, / che li altri mi saríen carboni spenti» (vv. 100-102). Los
relatos alternativos sobre el origen de Mantua deben ser tomados, según esto, como
«menzogna», y para el peregrino han de valer lo mismo que «carboni spenti». Ahora bien,
el único relato alternativo para el origen de Mantua es el que el propio Virgilio refiere en
el libro X de la Eneida, donde la fundación de Mantua se atribuye no a la hechicera Manto,
sino a su hijo Ocno. No conviene olvidar, además, que Virgilio enumera a Manto,
refiriéndose a ella como «figlia di Tiresia» (v. 113), en el canto XXII del Purgatorio,
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entre las habitantes del limbo, con lo que la falsedad de su discurso y la consiguiente
subversión de su autoridad quedan subrayadas (Ascoli, 2008:327). Encontramos aquí una
de las más profundas «pautas de revisión textual» de la Commedia: se está revisando la
propia Eneida, el que Dante consideraba como el poema más grande escrito con
anterioridad al suyo, y se hace mediante la puesta en duda de su propio estatus textual,
caracterizándolo como una «mentira». Esta valoración palinódica de la obra virgiliana
solo muestra todo su alcance en los siguientes versos. Virgilio le dice al peregrino,
señalando a una de las figuras clásicas presentes en la bolgia: «Eurípilo ebbe nome, e cosí
´l canta / l´alta mia tragedía in alcun loco: / ben lo sai tu che la sai tutta quanta». Ya se ha
identificado ese relato alternativo, esa «menzogna», a la que indirectamente se hacía
alusión antes: «l´alta mia tragedía». Pero si la obra maestra de Virgilio es una «tragedía»,
Dante no tardará en decirnos qué es la suya: en el verso 2 del canto siguiente, Inferno
XXI, se aludirá a «la mia comedía». El poema sacro (una expresión que había sido
empleada por Macrobio para referirse a la obra capital de Virgilio) constituye, en
definitiva, la contrafigura de la Eneida, su reflejo especular: la gran diferencia se
encuentra en el estatus textual de ambas obras. Ya hemos evocado aquí la reflexión de
Singleton según la cual el estatus textual de la Commedia es análogo al de las Sagradas
Escrituras, una ficción (mentira) verdadera («ver c'ha faccia di menzogna» [Inf. XVI,
124]). El de la Eneida es su inversión especular: un texto que se presenta como relato
histórico verídico (de la fundación de Roma) y que es, en el fondo, ficción, «menzogna».
No nos resistimos a llamar la atención sobre el hecho (que hasta donde sabemos no ha
sido señalado hasta ahora) de que, como en todos lo momentos clave de revisión textual
de la Commedia, Cavalcanti no podía estar ausente de este canto donde se esclarece el
alcance y naturaleza de toda la obra: Inferno XX comienza con unos versos («Di nova
pena mi conven far versi / e dar matera…») que no pueden sino recordarnos el comienzo
del poema de Cavalcanti en que se enuncia su poética («Amore ha fabricato ciò che io
limo») y que dice: «Di vil matera mi conven parlare…»
En suma, se podrían aducir muchos otros ejemplos (uno de los más notables el de
Pier della Vigna (Inf. XIII, 28-108), modelado sobre el encuentro con Polidoro en el libro
tercero de la Eneida), pero creemos que el mecanismo de identificación especular (que
devuelve, como los espejos, una imagen invertida) entre los autores y sus respectivas
obras resulta evidente después de analizar Inferno XX. Porque Virgilio, como es bien
sabido, es un poeta clásico que fue recogido por el cristianismo medieval (tomándolo
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precisamente como adivino, como profeta), mientras que Dante es un poeta cristiano
medieval que recogió la herencia clásica. La consideración hacia la Antigüedad clásica
en la Commedia está marcada por su relación con la verdad: es lo que les faltó a las gentes
antiguas, presas «en su antiguo error» (Par. VIII, 6), y es lo que lleva a Dante a arrogarse
la autoridad, en Inferno XXV, 94-99, de mandar callar a Lucano y a Ovidio. Es también
lo que lleva a introducir a Estacio en Purgatorio XXI, un poeta indudablemente menor
respecto de Virgilio, pero cuya supuesta fe cristiana, que en la Commedia es asumida
como hecho histórico (aunque ocultada por el propio Estacio), le acerca más a la verdad
de lo que lo estaba Virgilio.
5. CONCLUSIONES
Curtius (1995:518) afirmó célebremente que la Commedia no pertenece a ningún
género en particular, tampoco a la epopeya. Harold Bloom (1995:25) recogió de alguna
manera este juicio cuando, después de negar también la condición de epopeya de la Biblia
hebrea, escribió que «el género constituye una categoría inútil cuando se trata de autores
de genio». Sin embargo, algo que tanto Curtius como cualquier lector de Dante constata
sin necesidad de mayores averiguaciones es que un pilar fundamental para la construcción
de la Commedia es la Eneida, y que la idea de epopeya que pudiera tener Dante se debe
en gran medida a la obra magna de Virgilio. Pero, desde el seminal estudio que dedicara
Richard Heinze en 1908 a «La técnica épica de Virgilio», es un tópico crítico afirmar que
la Eneida no constituye, en puridad, una epopeya en sentido estricto, porque incorpora
una gran cantidad de personajes, situaciones y temas que son propios, al menos según la
preceptiva clásica, del drama, de la lírica amorosa, del género pastoril, etc. A menudo se
ha dicho, en efecto, que la renovación que supone la Eneida respecto de la anquilosada
épica nacional romana de su tiempo consiste precisamente en la incorporación de
elementos procedentes de la poesía cultivada por los llamados «neotéricos», que se
oponían precisamente al desaforado maximalismo de la forma épica. Por eso concluimos
que la Commedia no imita propiamente la condición de epopeya de la Eneida, sino más
bien su condición de no epopeya, de obra liminar, de obra genial y, por lo tanto, si
seguimos a Bloom, inclasificable, sin género al que adscribirla con total seguridad. La
falta de género de la Commedia, como dice Barolini (1984:271), es enteramente
deliberada, es algo buscado a imitación de la Eneida, con la que de nuevo se refleja
especularmente.
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Desde esta perspectiva podemos apreciar ya la forma en que se entrelazan y cobran
sentido las tres rúbricas que sumariamente hemos analizado en estas páginas: la que se
refiere al propio Dante, la que se refiere a la tradición romance y la que se refiere a la
tradición clásica. Nuestra principal conclusión es que en la Commedia Dante se presenta
a sí mismo como el heredero de la tradición clásica, pasando por encima de la tradición
romance. Uno de los lugares donde mejor puede verse esta operación de autoexégesis
dantesca es Purgatorio XXVIII, un canto que ya hemos analizado. Hemos dicho, en
efecto, que en este episodio se representa un Paraíso Terrenal, que se identifica con el
Parnaso que poetizaron los antiguos, y al que solo tiene acceso Dante: la escena está
moldeada negativamente sobre la pastorela de Cavalcanti y en general sobre las
convenciones de la lírica romance cortés y después stilnovista. Pero importa señalar ahora
que los poetas que sí están presentes positivamente en el canto, Estacio y Virgilio, y a los
que Dante deja atrás, son calificados por el peregrino como «miei poeti» (146). Hay que
señalar que la denominación de «poeti» está siempre reservada en la Commedia a los
poetas clásicos (en el nobile castello de Inferno IV se llama, por ejemplo, a Homero
«poeta sovrano» [v. 88]), pero nunca a los poetas occitanos o italianos. Un firme apoyo
para nuestra conclusión (que Dante se presenta a sí mismo en el poema sacro como un
heredero de la tradición clásica y no de la romance) lo encontramos precisamente en el
uso que se realiza del término «poeta», que, si hasta entonces había sido empleado
exclusivamente para las autoridades poéticas clásicas, será, a partir del Paradiso,
empleado exclusivamente para referirse al propio Dante. En efecto, en Paradiso I, tras
una alusión al Parnaso (v. 16), que ya no es suficiente, se alude (vv. 28-29) a las coronas
de laurel que se colocan en la cabeza «per trïunfare o cesare o poeta». Un programa que
apunta y que se completa en el famoso inicio de Paradiso XXV, donde el autor del poema
sacro (que hasta entonces había sido la Eneida, como hemos dicho) volverá (a Florencia,
se entiende) convertido en poeta coronado con el laurel: «ritornerò poeta, e in sul fonte /
del mio battesmo prenderò ’l cappello» (vv. 8-9). Aunque concedamos con Curtius que
la Commedia no es propiamente un «poema épico», el alineamiento de Dante con los
poetas épicos clásicos frente a los líricos modernos nos parece indiscutible.
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encaminado a demostrar cómo Dante configura por primera vez su propia historia
literaria, su propio canon, que tiende inevitablemente a él mismo y a la Commedia, rasgos
que prefigurarían nítidamente la idea moderna de autor literario. La revisión y
reapropiación personal de toda la tradición literaria que opera en Dante es lo que,
siguiendo la temprana intuición de Curtius que hemos citado al inicio, pretende
reconstruir esta «escuela palinódica» que tiene en Contini, en Baroli, en Freccero o en
Ascoli a algunos de sus más brillantes representantes y cuyas tesis más notorias hemos
procurado presentar aquí.
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6. BIBLIOGRAFÍA
(Todas las citas de Dante están tomadas de FALANI, G., MAGGI, N. & ZENNARO, S.
(a cura di) (2012), Dante. Tutte le opere, Newton Compton Editori, Roma.)
ASCOLI, A. R. (2008), Dante and the making of a modern author, Cambridge University
Press.
BAROLINI, T. (1984), Dante´s poets. Textuality and truth in the Commedy, Princeton
University Press.
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FOSTER, K. & BOYDE, P. (1967), Dante´s Lyric Poetry, Oxford University Press.
FRECCERO, J. (1973) «Casella's Song (Purg. II, 112)», en Dante Studies, 91, 73-80
(incorporado en su traducción italiana en FRECCERO, J. (1989), Dante. La poetica della
conversione, Il Mulino, Bologna).
MARTI, M. (1971), Con Dante fra i poeti del suo tempo, Milella, Lecce. pp. 106-112.
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Dante, Greenwood Press, New York.
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