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Palabras clave: ADD-H – Modernidad líquida – Escuela moderna – Patologización de la
diferencia
Introducción:
El presente escrito se enmarca dentro del Proyecto de Investigación: “Discursos y
prácticas que etiquetan y patologizan la “diferencia” en el aula. El ADD como caso testigo”
del Consejo de Investigación de la Universidad Nacional de Salta, que se lleva a cabo desde
el Instituto de Investigación en Psicología y Educación INIPE. Facultad de Humanidades,
UNSa.
El objetivo del trabajo es problematizar sobre ciertas cuestiones relacionadas con el
llamado Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (ADD-H)2 pensándolo y
enmarcándolo en la época actual. Se plantea, desde una mirada crítica, una posición que
sostiene la idea de que la construcción del ADD-H está relacionada con la Modernidad
líquida y con las características de la misma.
Partimos de la idea, como sostienen Oballe y Zunino (2014) que las distintas épocas
presentan particularidades propias que se ven reflejadas en los diversos ámbitos de la vida.
En los últimos años se han detectado manifestaciones, generalmente atribuidas a cambios
sociales, que se identifican como nuevas patologías.
La temática apunta a desmitificar, o al menos cuestionar, ciertos aspectos que nos
impulsan a pensar en el ADD-H como una problemática neurocognitiva, para poder ampliar
la mirada y articularla con el contexto sociocultural actual. Es desde esta mirada que se
busca fundamentar cómo el trastorno pretende encajar, entre otras cuestiones, con
aspectos propios de la época y, a su vez, se bosqueja el desfasaje existente entre dichos
aspectos y las características y formatos escolares que se encuentran vigentes en nuestro
medio.
Desarrollo
Empezar a pensar en el ADD y/o ADHD implica considerar diversas posturas y
cuestiones relacionadas con el mismo. Cuando la entidad ADD apareció, fue recibida como
una novedad, aunque la problemática está planteada desde 1901 (caracterizada como
inestabilidad motriz, daño cerebral, disfunción cerebral mínima, síndrome hiperkinético,
según el momento y la perspectiva teórica).
Sin embargo, el ADD pronto inundó el medio y sedujo a padres y maestros. Debemos
aclarar antes de continuar que la entidad ADD aparece en la época de la velocidad y el
consumo: consumo de objetos, imágenes, actividades, a velocidades y soluciones en tiempo
“cibernético”. Cuestiones que no debemos desconocer y sobre las cuales volveremos más
adelante.
Diremos en primer lugar que desde nuestra postura no negamos que existan niños 2
que presentan ciertas dificultades en cuanto a su comportamiento o en el hecho de fijar la
atención, pero ello no nos autoriza a hablar indiscriminadamente de ADDH.
Lo que cuestionamos es el diagnóstico de TDAH. Se cuestiona el uso masivo, la
reducción de la problemática a un único personaje, una única interpretación (previa) y una
única dirección de la cura. Desconociendo o sin considerar la incidencia de lo familiar, lo
escolar y lo social…
Planteamos, siguiendo a Silvia Bleichmar entre otros (citada por Tallis, 2004) que “no
existen pruebas de laboratorio que certifiquen el carácter biológico de la multiplicidad de
síntomas que incluye el ADD y que la medicación es siempre sintomática y no curativa, lo
cual da cuenta de que estamos ante un cuadro descrito, pero no explicado, cuya causalidad
permanece no resuelta”.
Tomando estos aspectos es que creemos que debemos recuperar la dimensión social
de la problemática, lo que coloca el foco en los procesos y prácticas de nuestra época, sin
ubicar en el sujeto el peso de toda ella. Esto nos podrá brindar una visión más amplia que
permita entender desde qué aspectos y sobre qué cuestiones surgen las características de
desatención, impulsividad e hiperactividad.
Al carecer de marcadores biológicos, la clave es determinar si los síntomas descriptos
en el DSM se deben considerar como perteneciendo siempre a una única entidad, o son
sólo eso, síntomas que pueden presentarse en distintas alteraciones, tales como la fiebre o
la tos; una fiebre puede ser causada por una neumonía, una angina, etc.; un chico
hiperactivo e inatento puede serlo por múltiples razones, y no sólo es expresión de un
TDAH.
Esto quiere decir que si el diagnóstico se realiza exclusivamente sobre la base de
ciertos observables, por presentar los síntomas de inatención, hiperactividad e
impulsividad, incluiríamos como padeciendo el cuadro a un grupo de niños cuya patología
pertenece a otra área, con el riesgo que implica este diagnóstico errado para su enfoque
terapéutico y educativo.
Siguiendo este razonamiento, diremos que la forma con la cual se otorga el rótulo de
ADDH es la que más contribuye al sobrediagnóstico y a la fácil medicación. Habitualmente,
se incluyen niños dentro del trastorno a partir de distintos cuestionarios (el de Conners por
ejemplo), que dirigidos a padres y docentes, tratan de determinar si las conductas
observadas se asemejan a las descriptas en el DSM. Según Jaime Tallis, esto de definir un
cuadro en un manual, describiendo una suma de conductas, y luego diagnosticar a los niños
a través de cuestionarios que indagan si tienen esas conductas, es por lo menos una
tautología.
Por ello, los niños que manifiestan desatención o hiperactividad no pueden ser 3
unificados en un diagnóstico único. En las escuelas hay niños desatentos que se quedan
quietos y desconectados, otros que se mueven permanentemente, algunos que juegan en
clase, otros que reaccionan inmediatamente a cada estímulo sin darse tiempo a pensar…
Hay una gran variedad de niños desatentos. Y quizás cada uno de ellos tenga sus motivos
particulares para no “atender” en clase. O atiendan de modos diferentes y a otras
cuestiones, diferentes a lo esperable.
Como contracara a estas cuestiones nos preguntamos “¿Los niños desatentos e
hiperactivos dan cuenta de algo de lo que ocurre en nuestros días? Padres desbordados,
padres deprimidos, docentes que quedan superados por las exigencias, un medio en el que
la palabra ha ido perdiendo valor y normas que suelen ser confusas… Por ejemplo, niños
que están habituados a recibir estímulos fuertes, cambiantes, a predominio visual, tendrían
que adaptarse, en la escuela, a una transmisión de conocimientos en la que prevalece la
palabra” (Janin, 2004: 13).
Tiempo atrás, en las escuelas, todo niño que presentaba algún tipo de problemática
era derivado al psicólogo; hoy en día y cada vez con mayor frecuencia, cuando hay un
problema lo “mandan” al neurólogo. La acción de los docentes y profesionales “psi” ha
girado hacia la cuestión más biológica y no tan emocional.
¿Por qué se ha dado este giro en los docentes? se pregunta Tallis, y su respuesta
plantea que estas cuestiones tienen que ver con las urgencias, ya que plantear el abordaje
psicológico frente a las dificultades conductuales implica un tiempo mucho mayor que
cuando se da una pastilla, ya que piensan que cambia rápidamente la situación y, además,
quita la responsabilidad.
Decimos entonces que el ADDH pretende decir todo del diagnóstico y no dice mucho
del sujeto y de su época, en tanto hablar de ADD, ADDH, TDAH, son etiquetas masificadoras.
Nos preguntamos aquí, ¿son los alumnos simples “soportes biológicos” de funciones
cognitivas aisladas de su dimensión socio-educativa?
Hay por lo tanto, una diferencia entre pensar que:
a) una manifestación implica un cuadro psicopatológico y una causa orgánica y que
de ahí se deriva un tratamiento;
b) o que una manifestación puede ser efecto de múltiples y complejas causas que
hay que descubrir cuáles son y, por consiguiente, cuál es la intervención más
adecuada.
Bibliografía