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ENSAYO

ESTUDIANTE:

LEONARDO MARCANO VERGARA

I.E. LICEO CARMELO PERCY VERGARA

SALÓN #2

DE LA PROPIEDAD DISTRIBUTIVA DE LA CULTURA POLITICA Y


ECONOMICA

CIENCIAS SOCIALES Y COMPETENCIAS CIUDADANAS

COROZAL - SUCRE

2019
Los ciudadanos de hoy en día, sobre todo en nuestro país, evidencian un
fenómeno que en consecuencia, comprende la desnaturalización de la
cultura política, la cual debería estar intrínsecamente encarnada en el
carácter cívico de cada uno de los colombianos. Cuya fuente funcional y
jurisprudencial es la Constitución Política Nacional de 1991, actual, vigente y
establecida en garantía de protección, que en otras épocas sería establecida
en oposición a las determinadas constituciones regentes. Un total prodigio en
humanismo, pero, fuera de lo formal ¿qué hay de la ejecución?

Un fidedigno ejemplo del sentido de pertenencia fue Boyacá el año


pasado, donde había un exacerbado descontento social frente a un
funcionario público o más exactamente a un representante ejecutivo que
incumplió su plan de gobierno, haciendo del mismo una campaña politiquera,
y que convenientemente la población manifestó la decisión por la que
querían optar por medio de los distintos mecanismos de participación
ciudadana y, al ser pertinente, exigir la revocatoria de mandato y la debida
respuesta por parte del Estado hacia la población afectada. Y lo más
impresionante de esto no es la causa, sino el hecho de que es la primera vez
que ocurre en Colombia en los veintiocho años de existencia de la
anteriormente mencionada constitución. ¿Acaso ha sido el primer funcionario
corrupto? ¿Qué hay detrás? ¿Rebelión o revelación?

Vivimos en una democracia representativa estructurada arácnidamente en


la que funcionarios estudian y dictaminan la fiabilidad y eficacia de las leyes
que el Congreso haya propuesto y debatido, y que según eruditos juristas
propiciarán una línea paralela con el espíritu constitucional colombiano. Pero,
¿realmente todo este proceso establece las bases en las que confían los
ciudadanos para ser partícipes de la vida política? Porque, de ser así,
estamos creyendo en una realidad contradictoria. Podemos decir que vivimos
en “democracia” al votar y pagar impuestos, o rechazar todo tipo de
conductos regulares y darnos cuenta que no es bastan las reglas de juego
democráticas para considerarla como tal.

La ejecución de los remarcados mecanismos de participación ciudadana


en el artículo 103 de nuestros estatutos nacionales, aseguran que la voz del
pueblo resuene en las llanuras y sabanas, en los mares y montañas, en toda
nuestra soberanía, para traer como beneficio principal la veeduría del
Estado, en persona del gobierno, por las decisiones que en colectivo se han
adoptado. Es que no tenemos nuestra Carta Magna de adorno que vislumbra
el polvo de antiquísimas luchas por los derechos de los marginados, de las
clases trabajadoras y prejuiciadas; éste es el mayor marco de orden jurídico
y normativo que regula el Estado y delimita lo legal de lo ilegal.

En sentido global, todo se concibe desde éste documento, es la norma de


normas y representa el instructivo de todo ser político en el país. Aunque por
lo que evidenciamos en diversos episodios de nuestra historia reciente, se le
ha dado rienda suelta a la gestión del mismo, y nos está cobrando factura no
haber leído cada letra del manual.

Sin embargo, sigue el discurso planteando la misma inmoralidad en la que


los mismos actores del medio estatal como alcaldes, concejales,
gobernadores y demás, en su afán desconocido, se arriesgan la investidura
en actos de aprovechamiento como propender campañas de apoyo político a
determinados candidatos simpatizantes, los cuales simplemente hay que
interponer ante la Procuraduría General de la Nación haciendo cumplir en
este caso, la imposibilidad de un funcionario público en la participación de
este tipo de actos.

Y si hay inconformismo con las leyes, si realmente somos nosotros lo que


atribuimos problemas al estado, ¿por qué no también pedir el permiso entre
las corbatas ceñidas al cuello y pronunciar juntos el “SI o NO”?, en nuestra
calidad ciudadana está la opción de decidir si determinadas leyes aplicadas
necesitan una reforma dentro del marco constitucional, a lo cual le llamamos
referendo y cuyo resultado, como el de cualquier otro mecanismo de
participación, es de obligatorio cumplimiento. Y es que al hablar de
participación, podemos hablar físicamente de un cuerpo representativo
igualmente, que tenga “autorización” para decidir, pero que ésta represente
la mayoría colectiva en el interés del equilibrio social, político, económico,
entre otros. Totalizando que la idea principal es tratar de incluir todas las
decisiones de los ciudadanos en la toma de decisiones y que no haya una
polarización de intereses.

Veamos el caso del campesino, del líder social, que en pro de su comunidad
emprende el camino a la mejora de condiciones de vida, ellos en su
necesidad pueden exigir y redactar una iniciativa popular en la cual se
exprese el interés de querer hacer de las tierras y bienes del estado un
sector productivo, permitiendo generar empleo y aumento en la economía
nacional, y que presentándolo al Congreso de la República como un proyecto
de ley, que mediante un proceso de estudio esto no solo permita el
aprovechamiento de unos pocos, sino también, la organizada radicación de
sectores productivos en lugares inhóspitos que tienen recursos estatales que
acrecentarían un cambio en cada uno de los ejes que componen la nación y
su estructura.

Aunque, algo si es verdaderamente cierto, y es que aunque todos estos


fenómenos sean una hilada serie de eventos causa/efecto, no quiere decir
que el sistema que rige nuestra política sea inconveniente e ineficaz. Somos
un accidentado mal ejemplo en el que las personas han olvidado que dentro
de ellas hay algo que Aristóteles describió como “Zoon politikon”, que más
allá de la literalidad de sus palabras, emerge el significado del uso de nuestra
razón y el aprovechamiento de nuestro recurso humano por el bien social.
Por eso, no podemos decir que en la generalidad democrática, como
mayoría, tomamos decisiones políticas erróneas. Lo que prima es que se
proteja en el debate los atributos constitucionales, y en esa democracia sea
que se hable de la inconveniencia del embarazo no deseado, el derecho a
decidir y la “apología” al aborto, se debe fundamentalizar, por ejemplo, el
derecho a vivir de todo ser humano en proceso embrionario.

Ahora bien, es importante interrogarse por la trascendencia de lo que ya


se transgredió, de lo que intencionalmente pasó por nuestros derechos más
básicos y creeríamos (si se es del grupo que no ha leído el instructivo) que
no hay vuelta atrás ni reparación, ni justicia. Pues, nuestro sistema posee
igualmente mecanismos de control, como la acción de tutela, que
específicamente aplica ya sea a los casos de irrupción o inminente amenaza
de derechos fundamentales por parte de un particular o autoridad pública.
Porque si bien analizamos, en la representatividad y participatividad
encontramos que hay la capacidad de controlar, regular el funcionamiento
del Estado y en concreto de dicha autoridad pública por medio de la acción
ciudadana.

Y esto último se ve reflejado como causa de tantos reconocimientos


actuales en materia jurisprudencial, como es el caso de los colectivos LGBTI,
los cuales históricamente habían sido subordinados entre las clases sociales
más bajas y el proletariado, los cuales no justamente se hicieron escuchar
por medios tan elaborados como los nuestros, pero que con sus leyes,
lograron grandes cambios y avances en medio de movilizaciones pacíficas y
acciones afirmativas, con el simple propósito de promulgar y reivindicar sus
derechos y la integración al tejido social. Entonces, no hay excusa para sufrir
la decadencia actual, el único grito que no se escucha es el que no se eleva
entre las masas de gente.
Se puede llegar por el camino correcto, haciendo las cosas correctas.
Puede haber gobiernos sin mermelada, cargos públicos sin nepotismo,
manejo de recursos sin corrupción, y acciones políticas sin conflictos de
intereses. Todo se dispondrá según la capacidad que tenga el pueblo para
aferrarse a lo que lo rige como norma y el control que ejerzan sobre los
intereses colectivos en persona de aquellos que se suponen “especializados
en las decisiones colectivas”. Que haya ejemplo de transparencia, como,
funcionarios que siendo de altos cargos institucionales sigan el conducto en
pro de un proyecto de ley, que suponga la participación imparcial del
Congreso de la República, y éste decida por el beneficio y lo consecuente
que sea la aplicación de estas normativas en el bienestar necesario y
primario.

El punto aquí, es tomar de ejemplo todas las estructuras existentes posibles,


para dar a conocer la capacidad de cambio que puede suceder si
conociéramos de nuestras bases, nuestra historia, nuestra economía, el
poder del estado social y del recurso humano.

Aunque el Estado permita que su población no solo se dirija por medio de


representantes, sino que se empodere en el resurgimiento económico y
social y abra las compuertas del desarrollo en los sectores productivos y de
consumo, con factores macro y microeconómicos favorables, empresas
privadas y externacionalización, debe haber una mínima intervención del
mismo para propiciar la menor posibilidad de aprovechamiento, en tanto,
pueda producirse una modificación del anteriormente descrito sistema
neoliberal. Y si en su defecto fallase, una opción se eleva al cerrar un poco la
brecha comercial, al sustituir o cerrar el ingreso de las importaciones, por la
producción nacional interna.

Simultáneamente, existen instituciones que se han destinado a facilitar la


guía y regulación de calidad del bienestar en este proceso de los países
suscritos, como el FMI (Fondo Monetario Internacional), el cual trabajando
con el Banco Mundial, favorece la supervisión de las políticas aplicadas.
Aunque en este intento, es muy probable hayan condiciones que si no se
cuidan, solo favorecerán las clases prestigiosas y elitistas, recayendo en el
mismo problema de la centralización de poderes en la principal tesis
contrapuesta. Por tanto, esas figuras representativas de igualdad social,
política y económica, buscarán la tenencia colectiva de los medios
productivos y la consolidación del proletariado, de las clases obreras, mejor
reconocido como movimientos socialistas; Los cuales, sea cual sea la
ideología planteada, si solo busca una inclinación en la estratificación de la
sociedad, en la economía de pocos dueños, de mercantilismos con balanzas
comerciales favorables que en busca de cerrar su dependencia de otros
países, se sirvan de los recursos propios y generen enriquecimiento de los
hacendados de grandes extensiones de campos productivos, de
industrializadas fábricas que a precios más bajos ofrece en igual proporción
calidad de empleo y altas retribuciones de exportaciones.

En consecuencia, hay que concluir que todos estos ciclos de búsquedas-


encuentros, solo provoca la ferviente sed de todo ciudadano, de todo ser
humano por ser instrumento más que útil para la explotación y la exorbitante
y defectuosa administración estatal, no por voluntad, sino por necesidad, que
es peor. Pero, ¿qué será peor? ¿vivir una vida eterna enfermiza en el mismo
sistema esclavizado tanto por la ignorancia como por la falta de voluntad? o
¿vivir al menos lo necesario para que junto con todos los que estamos bajo
el peso de la pirámide, hagamos caer a los que se encumbran en la misma?

Algo sí es seguro, no es fácil ni salir de la mentirosa ignorancia, ni de la


mentirosa aristocracia. Y con tanto poder acumulado, sobre todo en nuestro
país (lo cual no es un secreto para nadie), nuestro esfuerzo por hacer una
vida más digna y justa será el producto de una incansable, y quién sabe,
sangrienta -que ya de por si lo es- del dominio de lo que siempre ha sido
nuestro: la política.

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