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Por su parte, Pichón Riviere nos hablaba de su teoría del portavoz del sufrimiento familiar, quien
también es el “alcahuete”, el que denuncia la situación conflictiva y el caos subyacente. Asimismo nos
hablaba de la tendencia a la segregación del “enfermo” como depositario de la ansiedad familiar, de los
misterios familiares o secretos familiares. El malentendido como resultante de la confrontación del
“grupo interno”, otro concepto pichoniano, con el/los grupos externos. El grupo interno (modificación
del concepto kleiniano de mundo interno) se origina en la internalización del grupo externo
(básicamente, el grupo familiar) modificado y distorsionado pro las necesidades del individuo.
Pichón Riviere afirmó que no existe psiquismo fuera del vínculo con los otros. Y definió al vínculo
como una estructura compleja que incluye el sujeto, el objeto y su mutua interacción, a través de
procesos de comunicación y aprendizaje, en el marco intersubjetivo. Para Pichón, el individuo se
constituye dentro de una estructura vincular triádica, que definió como bicorporal y tripersonal, en el
sentido de que, si bien al comienzo la relación madre-bebé puede aparecer como diádica, el tercero
funciona permanentemente y actúa, ya desde el comienzo, por lo menos dentro de la mente de la
madre.
En toda relación vincular el sujeto y el objeto actúan realimentándose, en una relación dialéctica. Lo
que era interpsíquico pasa a ser intrapsíquico. Las relaciones intrasubjetivas, o estructuras vinculares
internalizadas, articuladas en un mundo interno, van a integrar lo que ha llamado el “grupo interno”
(modificación del concepto kleiniano de mundo interno), que representa el escenario interior donde se
constituye a partir de la internalización de los vínculos externos, distorsionados por las necesidades del
individuo, en un proceso que va de la intersubjetividad a la intrasubjetividad.
La familia es una estructura intermedia entre el individuo y la sociedad. Es, para Pichón, la unidad
básica de interacción, el instrumento socializador en cuyo ámbito el individuo adquiere su identidad. Su
carácter de estructura surge de la necesaria interdependencia entre los roles correspondientes a la
situación triangular básica: padre, madre e hijos, emergentes de las relaciones y las diferencias
funcionales y biológicas. Esta situación triangular básica y universal, con sus posibles variables
culturales, determina el modelo que seguirán las relaciones familiares.
En la familia, el enfermo es fundamentalmente el portavoz de las ansiedades del grupo. Es el
depositario de las tensiones y conflictos grupales. Cuando la proyección de aspectos patológicos es
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Las identificaciones
Freud establece dos formas de identificación: primaria y secundaria. La identificación primaria es la
constitutiva del sujeto. Se produce antes de toda relación de objeto y constituye la manifestación más
temprana de la ligazón emocional con otra persona.
La identificación primaria, para Winnicott, entraña un medio que todavía no se ha diferenciado de lo
que será el individuo. Precisamente este proceso de identificación primaria es el núcleo a partir del cual
se construirá el sujeto, y la noción de ser él mismo.
A estas identificaciones primarias se agregarán más tarde las secundarias, con la resolución del
complejo de Edipo y la constitución del superyó. Las identificaciones secundarias refuerzan la identidad,
especialmente la sexual, como salida de la conflictiva edípica. El mandato fundamental que recibe el
niño es paradójico: “deberás ser como yo pero no deberás ser como yo”.
En realidad, otros miembros de la familia pueden ejercerlas cuando las circunstancias así lo
requieran. Es una de las características de la familia sana.
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Algunos autores distinguen las funciones de los roles. Estos últimos corresponden a los vínculos de
parentesco y son establecidos por la cultura.
El psicoanálisis y la pareja
La pareja es una de las situaciones prototípicas donde se da la presencia real, concreta, del otro como
modelo, objeto, auxiliar, oponente.
Losso plantea que se referirá a la pareja heterosexual, constituida por dos personas adultas, que
conviven de un modo más o menos permanente, que comparten (o al menos proyectan compartir) la
mayor parte de sus vidas y tienen (o consideran que deberían tener) relaciones sexuales entre sí.
¿Por qué los individuos buscan unirse en pareja? Algunas de las respuestas que esboza Losso son:
1. Para no estar solos
2. Como intento de pasar de la endogamia a la exogamia
3. Como realización de la fantasía infantil de tomar el lugar de los padres
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En relación con las identificaciones en la elección de pareja, el padre (y la madre) pueden permitir al
sujeto identificarse con ellos, pero sin embargo esta identificación no puede ser masiva. Ellos deben
poder ayudar al hijo a identificarse, pero también a diferenciarse del objeto parental.
Así, la elección del partenaire resulta una solución de compromiso entre deseos adultos e infantiles.
Freud describió dos modos de elección de objeto:
Anaclítica (o de apoyo) → madre nutricia o padre protector
Narcisista→ se elige lo que uno es, lo que uno ha sido, lo que uno quisiera ser, o la persona
que ha sido parte del propio sí mismo.
Según Freud, lo que mantiene ligados a los individuos entre sí durablemente son las pulsiones
inhibidas en su fin, pulsiones que dejan un remanente de insatisfacción y por lo tanto crean agresión.
Así, según Freud, inevitablemente, toda relación afectiva deja un depósito de sentimientos hostiles que
sufren el proceso de la represión, formando parte de los pactos denegativos, lo que debe ser tenido en
cuenta en todo análisis de pareja.
Toda pareja se organiza, y se mantiene, alrededor de elementos positivos: investiduras recíprocas,
cierto grado de admiración mutua, comunes identificaciones, comunidad de ideales y creencias,
modalidades de funcionamiento donde los deseos pueden realizarse de un modo más o menos
satisfactorio, donde se puede obtener un grado aceptable de confirmación y reafirmación del propio
narcisismo, donde también se pueda expresar un cierto nivel de agresividad.
Pero también toda pareja se organiza negativamente, sobre un conjunto de renuncias, sobre un dejar
de lado ciertos contenidos psíquicos: sobre un pacto denegativo, es decir un acuerdo inconsciente, por
el cual ciertos aspectos del vínculo permanecen reprimidos, desmentidos, renegados o enquistados (y
escindidos) en el espacio mental de ambos sujetos.
Además, tenemos que tener en cuenta los modelos identificatorios provenientes del contexto social.
La sociedad sanciona la institución matrimonial a través de sus normas y rituales otorgándoles a los
cónyuges un soporte identificatorio. Este soporte identificatorio contribuye a que los sujetos puedan
apoyarse en él para el proceso de independización de sus respectivas familias de origen, incluyendo los
modelos identificatorios edípicos.
Cada individuo aporta sus propias situaciones dramáticas internas, de “familia”, o su grupo interno,
que se va a intrincar íntimamente con el grupo interno o familia interna del otro, para constituir así una
nueva constelación grupal: el grupo interno de la pareja o la dramática inconsciente de la pareja. Se crea
así un sistema intersubjetivo que va teniendo una historia propia y va adquiriendo sus propias leyes (o
reglas), en su mayor parte inconscientes, como parte de los pactos denegativos que se establecen.
Los personajes de las fantasías inconscientes de ambos miembros interjuegan. El mecanismo a través
del cual se produce este intrincarse de escenas infantiles es el mecanismo de la transferencia,
inconsciente como todas las transferencias.
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Inevitablemente, el individuo transferirá en mayor o menor grado sus propios modelos vinculares
infantiles a la relación de pareja actual, compulsión a la repetición mediante.
Freud describió el fenómeno del enamoramiento, en el que (transferencia mediante) el individuo
coloca, deposita o proyecta en el otro aspectos de su ideal del yo: el otro es la “gran maravilla” y, por
consiguiente, el sujeto, complementariamente, es el que “no es nada” o “poca-cosa”. El enamoramiento
debe dar paso al amor objetal, pero la persistencia de un cierto grado de enamoramiento favorece la
consolidación de la relación: en cuanto proyección del ideal del yo en el otro, permite un aumento de la
autoestima, una reafirmación narcisista. El otro, que es mi ideal, me ama. En este caso, el vínculo
narcisista y el objetal se funden.
En cuanto a la transmisión generacional, Losso plantea que los mensajes de los orígenes implican la
transmisión de mandatos y legados de las otras generaciones. La transmisión de lo positivo (continuidad
narcisística, ideales, valores, identificaciones), como transmisión estructurante, como mensajes
benignos, tróficos, permite que los mensajes de los orígenes de cada uno se sumen, se complementen,
como un encuentro de dos culturas. Con materiales de orígenes diferentes, los miembros de la pareja
crean nuevos productos, inéditos, que sintetizan aspectos de ambas, y agregan otros nuevos, como en
un collage. Se puede constituir entonces una pareja que podría llamarse “suficientemente buena”.
En cambio, cuando predomina la transmisión de aspectos negativos, de delegaciones abusivas
inconscientes, los sujetos quedan ligados a lealtades invisibles.
En el juego intersubjetivo entre los miembros de la pareja, se producen dos vínculos transferenciales
recíprocos. Estos vínculos transferenciales deben conservar un cierto equilibrio para que la pareja se
mantenga.
La colusión es la resultante de dos escenas infantiles que se potencian mutualmente, constituyendo
una nueva escena, actual. Se representa una obra en la época contemporánea, aunque en realidad su
argumento pertenece al pasado. Es la otra escena que está detrás de la que nos trae la pareja, que es
siempre una escena inconsciente, colusiva, infantil, regresiva.
La pareja es el lugar establecido por la cultura en que se permiten las relaciones sexuales.
La sexualidad humana es, también, un lenguaje. Y es un lenguaje que está vinculado con las más
primarias formas de contacto físico y sostén en la infancia.
La sexualidad humana está ligada al concepto de libido. Se busca en la pareja recrear la experiencia
mítica de unión con el objeto primario. Es el período de ilusión winnicottiano.
Cuando se constituye una pareja habrá una sexualidad que porta cada uno de los miembros, en
relación con las respectivas historias familiares y personales y, a partir de ello, una sexualidad que se
desarrollará a partir del vínculo.
La relación sexual es un modo privilegiado de expresar y de sentir el amor, vía la atracción física.
Una sexualidad suficientemente buena parece ser condición necesaria para una pareja
suficientemente buena. Esta relación suficientemente buena une a los sujetos, pero también contribuye,
después de la unión, a establecer y renovar las fronteras entre ellos.
La psicosexualidad resulta dominada en muchos casos por las fantasías parentales.
Algunos problemas que se encuentran en la clínica son:
1. El deseo y al mismo tiempo el temor a la fusión indiscriminada y el miedo a la pérdida de
límites del propio self (de la propia piel) llevan a dificultades sexuales, sobre todo orgásmicas.
Se “evita” el orgasmo por peligroso;
2. Las imágenes parentales terroríficas (madre fálica, amenazadora) o edípicas (padres celosos),
compartidas en el grupo interno de la pareja, que no permiten satisfacción a los hijos;
3. Ciertas dificultades sexuales forman parte de un juego sadomasoquista destructivo;
4. En casos de personas que sufrieron una falta de contacto afectivo primario y/o de situaciones
traumáticas precoces, no se desarrolla una buena erotización de la piel y las mucosas;
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5. En las parejas con compulsión a las relaciones sexuales, éstas funcionan como defensa frente
a las angustias de castración y/o de fusión y de indiscriminación, y sirve para reparar las fallas
de la identidad.
Muchas veces los trastornos sexuales expresan diferentes problemas de la pareja: rivalidad,
competencia, celos, reproches, deseos de venganza, agresividad por heridas narcisistas, fidelidad a los
objetos primarios, etc. En cada caso se deberá trabajar sobre esos problemas y no sobre la dificultad
sexual per se.
Una re-afirmación narcisista por parte del otro es indispensable en una pareja más o menos estable.
Pero muchas veces se produce una verdadera colusión narcisista. Es una relación en que uno de ellos
encarna el ideal, y el otro lo admira incondicionalmente, obteniendo una satisfacción narcisista
vicariante a través de los éxitos del partenaire.
Si bien el pacto denegativo es organizador del vínculo y es necesario para la continuidad de la pareja
a través del tiempo, cuando predominan los aspectos defensivos, y sobre todo las defensas más
“drásticas” (renegación, repudio), este pacto adquiere características tales que llevan a un serio
empobrecimiento del vínculo.
En relación a la terapia psicoanalítica de la pareja, Losso plantea que toda terapia psicoanalítica se
desarrolla en un campo.
Además, plantea su preferencia por el trabajo en “coterapia”: con una pareja terapéutica hombre-
mujer.
Pichón Riviere define la relación terapéutica de dos como bicorporal y tripersonal, aludiendo a la
presencia constante en el campo terapéutico de otros personajes pertenecientes al grupo interno tanto
del paciente como del terapeuta. Cuando una pareja de terapeutas trata a una pareja de pacientes, se
establece una relación tetracorporal y multipersonal.
La presencia de una pareja terapéutica en el campo tiene importantes ventajas:
1. Favorece la depositación de roles, ansiedades y fantasías de la pareja, por una parte, y de
cada uno de los miembros de la pareja por otra, en la pareja de coterapeutas y en cada uno
de sus integrantes, a través de los procesos de difracción (el mecanismo de difracción es una
descomposición del objeto, de una imagen o del yo en una multiplicidad de imágenes de objetos y de yoes,
parciales, cada uno representando un aspecto del conjunto) de los grupos internos y de identificaciones
proyectivas parciales;
2. Facilita la posibilidad de comprensión de cada uno de los miembros de la pareja por parte de
cada uno de los terapeutas desde su propia identidad sexual, en una relación empática;
3. Favorece la posibilidad de afrontar, y ulteriormente elaborar la integración de la bisexualidad
psíquica;
4. Puede funcionar como modelo de comunicación, en el que puede haber disenso dialéctico,
que permite que las posturas de ambos terapeutas puedan integrarse como
complementariedad;
5. Como modelo de la pareja parental que, desde este lugar transferencial, puede crear las
condiciones para permitir a la pareja el vivir, en el aquí y ahora del campo, experiencias
inéditas que les posibiliten la adquisición de nuevos recursos yoicos;
6. El dispositivo coterapéutico favorece la posibilidad de mantener “viva” la función meta-
preconsicente en el campo.
La pareja terapéutica, para poder ejercer adecuadamente sus funciones, debe cumplir importantes
requisitos:
Conocimiento recíproco de ambos miembros;
Igualdad jerárquica;
Complementariedad;
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La labor terapéutica tiende a develar las escenas patógenas y colusivas, y a separar a ambos
miembros de la pareja en el sentido de ayudar a cada uno a desligarse de las ataduras colusivas y de los
pactos denegativos inconscientes que lo tienen unido al otro.
Winnicott plantea que sólo podemos estar acompañados si podemos estar solos en compañía de
otros.
Se debe efectuar un análisis del vínculo para poder reconocer al otro como diferente.
Según Losso, para que una pareja sea más o menos funcional, deberá cumplir, en un grado adecuado,
con las siguientes condiciones:
1. Estar basada en el amor;
2. Funcionar con un mínimo de elementos colusivos;
3. Que los miembros de la pareja hayan logrado un grado adecuado de desilusión objetal;
4. Poder reconocer y aceptar la necesidad de dependencia por parte del otro, la necesidad de
autonomía por parte del otro y la necesidad del otro de manifestar una cierta medida de
agresión;
5. Tener capacidad de tolerar los aspectos infantiles del propio individuo y los del compañero;
6. Poder mantener un equilibrio adecuado entre intimidad y conexión social;
7. Tener un grado importante de respeto y admiración recíprocos;
8. Tener una sexualidad satisfactoria;
9. Tener roles distribuidos, pero en gran parte intercambiables;
10. Tener igualdad jerárquica;
11. Tener confianza de poder recibir, en situaciones de crisis, el sostén suficiente que permita
una cierta regresión temporaria y necesaria;
12. Permitir que, respetando la respectiva soledad de cada uno, se pueda compartir un espacio
transicional de juego, de desarrollo de la vida imaginativa, de humor y de intercambio
creativo.
Toda familia construye un mito, es decir un relato que muestra y a la vez encubre las vicisitudes de su
historia. Cada familia nos trae su mito, que será a la vez producto de una condensación o integración
más o menos lograda de los respectivos mitos de las familias de origen, como en un collage.
Como estos mitos están tan integrados a la vida cotidiana, pasan a ser partes inseparables del
contexto perceptual con el que los miembros de la familia diseñan su vida en común, y estas creencias
son compartidas por todos como si se tratase de verdades absolutas. Se trata de los aspectos más
conscientes del mito.
El mito familiar es estructurante del funcionamiento de la familia y del destino de sus integrantes. Es
un relato que posee aspectos manifiestos y aspectos latentes. Contiene un sistema de creencias
compartidas por los miembros de una familia. El mito emplea a su servicio todos los mecanismos de
defensa: en especial negación, racionalización, escisión, idealización, proyección, desmentida.
El mito es una creación grupal, procesada en el curso de varias generaciones, y sus versiones van
cambiando más o menos a lo largo del tiempo. Cuanto más rígido y disfuncional es el mito, más tenderá
a permanecer inmodificado a lo largo de las sucesivas generaciones.
El mito es un mecanismo de protección: mantiene alejados a los intrusos.
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Mito de la armonía→ “Estamos todos bien”, presente en las familias que funcionan dentro del
modelo de seudomutualidad. Un mito al servicio de un narcisismo restitutivo, como una
necesidad de mantener una integridad, como modo de evitar que aparezcan las profundas
carencias.
Mito de perdón y expiación→ Una o más personas son responsables de lo que sucede a los
miembros de la familia.
Mito del salvador→ El “salvador” debe realizar los fines que no han podido alcanzar el padre,
abuelo u otro antepasado.
Mito del héroe→ El padre-hijo que es potente y altruista.
Al establecerse el campo, la familia tenderá a transferir sobre los terapeutas las imagos
correspondientes a los personajes de la mitología familiar, y también los mismos mecanismos
subyacentes al proceso que ha generado el “enfermo” en su interior, tratando entonces de englobarla
en el mito familiar.
A veces, el terapeuta es el “salvador”, encarnando personajes idealizados del mito, y puede entonces
sentirse omnipotente. En ciertos casos es un “juez”, encarnación del superyó grupal.
Pichón Rivière ha descrito el proceso terapéutico como un proceso en espiral, integrado por tres
momentos:
El existente→ lo que aparece en el campo
La interpretación
El emergente→ lo que emerge a continuación de la interpretación
La enfermedad aparece como una expresión de la incapacidad de elaboración del sufrimiento
familiar, cuyo aspecto sintomático se manifiesta en uno de sus miembros, su portavoz.
A partir de esta concepción, trabajamos con los procesos intrafamiliares: las delegaciones abusivas
transgeneracionales, las identificaciones patógenas y/o triviales, vínculos alienantes, la explotación de
las necesidades de unos por los otros, etc.
Así, nuestro trabajo tenderá a develar los mitos o, mejor, a construirlos, en el sentido de la
construcción freudiana, junto con la familia, y a hacer descubrir que estos mitos implican una particular
lectura de la realidad. Las construcciones permiten comprender lo que la familia hasta ese momento no
podía pensar.
Las transferencias y contratransferencias individuales son la expresión de los vínculos de cada uno de
los miembros del grupo con el terapeuta o terapeutas.
Las transferencias laterales expresan los vínculos de los miembros del grupo entre ellos.
Los fenómenos de la transferencia surgen a partir del contexto mítico construido por la familia.
Para Freud, la contratransferencia es el resultado de la influencia que el paciente ejerce sobre los
sentimientos inconscientes del analista. Señaló la necesidad de reconocerla y dominarla.
La contratransferencia es toda respuesta psicológica del analista frente al paciente. Para comprender,
el analista tiene que identificarse (parcialmente) con el paciente: es la identificación concordante. Al
mismo tiempo, otra parte de su yo debe permanecer como observadora de la situación.
El equipo queda en alguna medida siempre englobado en los mecanismos proyectivos de la familia,
los mismos que perturban a la familia y son responsables de la falla en su función de contención.
La contratransferencia es un fenómeno clínico y un instrumento técnico específico del campo
terapéutico, que tiene necesidad de la segunda mirada, es decir, de una disociación instrumental del
analista. En el caso de la coterapia, esta disociación instrumental se distribuye entre ambos miembros
de la pareja terapéutica: uno de ellos asume un mayor compromiso emocional en el campo, mientras el
otro permanece “un poco más a distancia”, como observador del campo.