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INTRODUCCIÓN
Esta formulación supone que el parámetro crítico y reflexivo de un buen ciudadano lo dan los
principios y los valores constitucionales, no las perspectivas morales (o de “vida buena” -Rawls-)
particulares de cada una de las personas que conviven en un territorio. De esta manera, la
respuesta debe ser producto de una aplicación de los valores y principios prescritos en la
Constitución Política a casos singulares problemáticos, que tienen, por ello, una respuesta
correcta.
Se trata, entonces, de evaluar la capacidad del estudiante para responder de determinada forma
preguntas que muestren que ha construido (a través de la actividad de enseñanza y aprendizaje
llevada a cabo o realizada en la Institución de Educación Superior) adecuadamente “los marcos
de comprensión del entorno” necesarios para promover “(…) el ejercicio de la ciudadanía y la
coexistencia inclusiva”, todo ello “(….) dentro del marco que propone la Constitución Poli ́tica de
Colombia”. (ICFES-MEN, 2017, p. 42)
Ahora bien ¿En qué consiste el ejercicio de la ciudadanía? ¿Quién es un ciudadano competente,
según el Ministerio de Educación Nacional y según la prueba Saber Pro? La respuesta es la
siguiente: Aquella persona que demuestra que tiene el marco de comprensión del entorno
adecuado, lo cual significa que:
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De manera específica, la prueba Saber Pro en el ámbito de las competencias ciudadanas, examina
cuatro competencias, saber: conocimientos, argumentación, multiperspectivismo y pensamiento
sistémico. En el caso relacionado con este trabajo investigativo el asunto a revisar hace referencia
a la competencia de conocimientos. En relación a ella se busca saber tres asuntos críticos:
primero, si el estudiante comprende lo que es la Constitución Política del país y sus principios
fundamentales; segundo, conoce los derechos y deberes consagrados en ella y; tercero, tiene un
conocimiento suficiente de la organización del Estado que establece la Carta.
• Conoce los • Reconoce situaciones en las que se protegen o vulneran los derechos
Conocimientos derechos y deberes sociales, económicos y culturales consagrados en la Constitución.
que la Constitución • Conoce los derechos colectivos y del ambiente consagrados en la
consagra. Constitución.
• Conoce que la Constitución consagra deberes de los ciudadanos.
• Conoce las funciones y alcances de las ramas del poder y de los
• Conoce la organismos de control.
organización del • Conoce los mecanismos que los ciudadanos tienen a su disposición
Estado de acuerdo para participar activamente en la democracia y para garantizar el
con la Constitución. respeto de sus derechos.
Fuente: (ICFES-MEN, 2017, p. 43).
Ahora bien, uno de los asuntos problemáticos más importantes de la enseñanza y el aprendizaje
de la competencia de conocimientos hace referencia, precisamente, a la dificultad general, por
parte de los estudiantes, de comprender el fundamento filosófico político de los valores y
principios constitucionales que establecen los criterios de definición de lo correcto en casos
concretos de la vida social. En el caso de la prueba Saber Pro, uno de los problemas radica,
específicamente, en el desconocimiento de los criterios constitucionales que deben aplicar los
estudiantes que se enfrentan a una situación hipotética que deben resolver.
Así las cosas, la pregunta que se formula esta investigación es la siguiente: ¿Cuáles son los pilares
ético políticos sobre los cuales se sustentan el alcance y el sentido de los valores y principios
constitucionales fundamentales en la formación en competencias ciudadanas en el ámbito de la
educación superior en Colombia, que es evaluada por la prueba Saber Pro?
Con el fin de resolver esta pregunta, se ha dividido este trabajo investigativo en tres partes, a
saber: 1. Se hará una reflexión sobre los fines ético políticos que orientan la visión del
ordenamiento jurídico como transformador de la realidad social. 2. Se señalarán los valores y
principios consagrados en la Constitución. 3. Se estudiarán sentencias importantes de la Corte
Constitucional en donde se especifiquen los fundamentos filosófico políticos de los valores y
principios constitucionales aplicados a asuntos de esencial importancia para la formación en la
competencia de conocimiento en el módulo de Competencias ciudadanas, tales como: el Estado
social de derecho; el respeto por la dignidad humana y; la democracia y la participación. 4. Se
señalarán algunas reflexiones a partir del trabajo investigativo desde una visión de pedagogía
constitucional, teniendo en cuenta lo exigido en el art. 41 de la Constitución.
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Por la importancia que ha tenido Carlos Gaviria en las discusiones sobre el papel de los principios
y valores constitucionales, es clave señalar, a manera de introducción a este acápite, las líneas
fundamentales de su propuesta ético política, expresadas en su conferencia “Fundamentos
éticos de la democracia”, pues revelan los marcos interpretativos generales dentro de los cuales
ha girado la significación del orden constitucional y jurídico nacional. En efecto, para explicitar su
propuesta de transformación democrática, el exmagistrado de la Corte Constitucional recurre al
mito planteado por Platón en el Gorgias, según el cual Prometeo, a través de su hermano
Epimeneo regaló a la humanidad la sindéresis, esto es, la capacidad de establecer por sí mismos
cuándo una acción es correcta y cuándo incorrecta, diferenciando la maldad de la bondad. Este
presupuesto es fundamental por cuanto, como su corolario, se puede postular la capacidad de
participación democrática de cada una de las personas en el debate y la decisión sobre los
asuntos relativos a la vida y la convivencia social: “En las asambleas cualquier persona puede usar
la palabra con el objeto de comunicar la idea que tiene de la justicia, de una sociedad justa”.
(Gaviria, 2012: 12).
i
Ver al respecto: Habermas, 2005.
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saber: el interés colectivo. Es en este sentido que deben entenderse los principios
constitucionales consagrados en el artículo 3 y 1 de la Carta Política que consagran la soberanía
popular como fuente exclusiva del poder público y el republicanismo democrático, participativo,
pluralista, fundado en el respeto por la dignidad humana, el trabajo, la solidaridad y la
prevalencia del interés general. Así, el magistrado afirma:
i
“Para eso se requiere de ciudadanos autónomos y conscientes. En Colombia y en muchas sociedades parecidas a la
nuestra la gente vota precisamente (y extrañamente) por aquellos que van en contravía de sus intereses. Es decir,
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En Colombia, este proyecto político supone, finalmente lograr que en el país las personas puedan
vivir y ser de manera veraz, esto es, como realmente son y piensan, sin necesidad de mentir, por
miedo, sobre su forma de vida o sus convicciones éticas y políticas. En palabras del exmagistrado:
“(…) la veracidad debe ser un valor esencial, lo cual se traduce en que se puede discrepar de la
propuesta oficial y nada va a pasar (…) La sociedad democrática es una sociedad que convoca a
la veracidad, a no escamotear la autenticidad, a manifestarse como se es y no como los demás
quieren que se sea”. (Gaviria, 2012: 20). Reconociendo, entonces, que en Colombia no existen
las condiciones de ejercicio real de la sinderesis, de la veracidad y de la vergüenza que ello
provoca, se hace necesario asumir el reto de construir un sociedad verdaderamente democrática,
“(…) de ciudadanos conscientes que estén en condiciones de decidir y una sociedad que cumpla
con una promesa tan bella como que yo pueda invitar al otro a que sea auténtico, a que se revele
como es, a que no se disfrace y a que sea veraz, con la certeza de que (…) nada malo nos va a
suceder (…)”. (Gaviria, 2012: 20). Se trata entonces de construir la democracia “de verdad”,
aquella en la que los valores y principios constitucionales se hagan realidad.
Esta idea combina entonces diferentes elementos de la teoría constitucional vigente que
pretende transformar la realidad social, política, económica y cultural del país:
1. Soberanía popular
2. Desarrollo del Estado social de derecho (garantía de los derechos fundamentales,
sociales, económicos y culturales, colectivos y de los pueblos, ecológicos)
3. Fundamento en la idea kantiana de dignidad humana y garantía de la autonomía
individual (libre desarrollo de la personalidad)
4. Principio de democracia participativa
De esta manera, a partir de la interpretación del proyecto político que orienta la interpretación
del texto constitucional, el Estado colombiano tiene como fin el desarrollo real de la idea de
Estado social de derecho, que siguiendo al precursor de la misma H. Heller pretende, en sentido
revolucionario someter la economía capitalista mundial, manejada por el mercado, a un
comando jurídico político nacional. Esto implica el paso de un Estado liberal a un Estado socialista
en el cual todos los ámbitos de la vida deberían estar programados a través de una legislación
planeadora, al mismo tiempo que el Estado y la sociedad se convierten, mediante la voluntad
política del pueblo soberano, en una unidad efectiva (“Wirkungseinheit”) que traslapa y
compenetra al Estado y la sociedad. De esta manera el concepto de democracia se extiende a la
totalidad de las condiciones de existencia bajo la pretensión de ordenar y reglar todas las
necesidades materiales y culturales de los seres humanos. (Cfr.: Vesting, 1992: 178)
En este mismo sentido, A. Mockus, referente moral y legal en Colombia, se propuso una utopía
realizable en el ámbito local y nacional que puede considerarse como un patrón moral de
constitución de un ciudadano consciente, solidario y respetuoso de las normas. Su propuesta
no se explica cómo personas que tienen en mente proyectos políticos tan distintos a aquellos de conformar una
sociedad incluyente, obtengan amplias mayorías en las elecciones apoyados precisamente en los damnificados.”
(Gaviria, 2012: 19)
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constituye un faro axiológico y deontológico sobre el cual puede pensarse la interpretación del
ordenamiento constitucional. Su iniciativa de intervención política se fundamenta en la idea de
la necesidad de que los colombianos aumenten de forma voluntaria su capacidad para: el
cumplimiento de las normas, celebrar y cumplir acuerdos y ayudarse mutuamente. Se trata
fundamentalmente de que el ciudadano colombiano sea capaz de actuar según su propia
consciencia (de forma veraz, diría Carlos Gaviria), de forma armónica con la ley y solidariamente,
participando en el diálogo público de forma crítica, reflexiva y propositiva. (Mockus, 2003)
Es claro, entonces, que el espíritu constitucional se funda en una propuesta política que intenta,
como diría Mockus, armonizar los tres sistemas reguladores de nuestros actos (el legal, el cultural
y el moral). Se trata fundamentalmente de transformar la cultura política colombiana (mediante
un “mutuo esculpirse de la sociedad”) afectada por el uso indiscriminado y frecuente de la
violencia, un alto grado de intolerancia y una desbordada corrupción que carcome las
posibilidades de transformación social: “(…) es fundamental continuar transformando la
definición cultural de lo aceptable para que coincida con la ley”. (Mockus, 2003: 108).
Siguiendo la reflexión del profesor Mockus y aplicándola al asunto del que trata esta
investigación, existe una coincidencia en la doctrina constitucional del país acerca de que la
Constitución política de Colombia tiene una finalidad política consistente en una “transformación
colectiva” en aras de lograr hacer realidad la garantía de la dignidad humana mediante la
definición y aplicación de todo el ordenamiento constitucional y legal a la realización de los
valores y principios que en ella se consagran. Esto implica construir comunidad. En efecto, la
garantía de los derechos fundamentales, por ejemplo, exigen la transitividad, esto es: el hecho
de que “(…) una persona tiene derechos con otra en la medida en que esta otra tiene un deber
con la primera, pero a su vez esta última tiene el beneficio de exigirle a la primera su derecho,
entonces, el deber y los derechos son bidireccionales (…) La transitividad de los derechos hace
que los sujetos, como portadores de los mismos, se piensen en comunidad.” (Vanegas, 2010:80).
En este sentido, entonces, “(…) la pregunta de la labor de los seres humanos en los derechos
fundamentales tiene que dejar de ser por el origen y hay que pasar a preguntar por el escenario
que cada sujeto ayuda a construir y constituir como futuro posible de nuestros descendientes”.
(Vanegas, 2010: 80).
Una vez establecidos el sentido, objeto y proyección política del ordenamiento constitucional es
necesario considerar los valores y principios constitucionales y sus especificidades y relaciones
mutuas, realizando, en aras de una mayor claridad, una referencia a los derechos
constitucionales.
En este orden de ideas es importante señalar las diferencias entre valores, principios y derechos,
pues si bien están íntimamente relacionados difieren en su significado, su alcance, su contenido
y su aplicación legal.
En un primer momento es necesario tener claro que existe un consenso general en la dogmática
contemporánea, liderada por la corriente neoconstitucionalista según la cual “(…) la Constitución
política no es solo norma de normas sino que representa una primacía política y axiológica”.
(Estrada, 2011: 51). Esta primacía político axiológica se expresa en la búsqueda de la realización
de unos valores, que establecen los fines y objetivos que tanto el Estado como la sociedad buscan
realizar: “(…) constituyen ideas que orientan nuestra existencia y nuestras acciones, y nos
permiten dar sentido a la vida (…)” (Sánchez G., 2015: 642-643). De esta manera, el valor
representa un criterio de definición y diferenciación de lo que es correcto o incorrecto hacer y,
en este sentido, los valores tienen una objetividad práctica en la medida en que establecen
esquemas morales que orientan y justifican los diferentes cursos de acción que se toman en una
sociedad.
Que los valores se manifiesten en un plano axiológico quiere decir, además, que solo se traducen
en el ámbito normativo a través de normas que tienen como mandato realizarlos en el más alto
grado posible y tienen como corolario la consagración de tantas normas como sean necesarias
para lograr su realización en las distintas situaciones relevantes en la vida social y la acción
estatal. De esta manera, del valor se desprende un principio “abstracto y amplísimo” que ordena
realizar una determinada conducta orientada a crear un específico estado de cosas en el mundo
considerado como valioso. En este sentido Sánchez afirma inclusive que “(…) puede afirmarse
que no existe norma alguna de conducta que no se inspire en un “principio”, y por tanto en un
“valor”.” (Sánchez G., 2015: 644). Así lo establece la Corte Constitucional al señalar: “Los valores
representan el catálogo axiológico a partir del cual se deriva el sentido y la finalidad de las demás
normas del ordenamiento jurídico, pueden tener consagración explícita o no; lo importante es
que sobre ellos se construya el fundamento y la finalidad de la organización política”. (Sentencia
T-406 de 1992)
Así las cosas, para la Corte, con el establecimiento de valores constitucionales no se trata de la
simple enunciación de deseos de carácter simbólico sino de la proclamación de finalidades con
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esencial incidencia normativa que estructuran las relaciones entre quienes gobiernan y quienes
son gobernados e “irradian todo el tramado institucional” en el marco de una sociedad que se
propone superar sus limitaciones. Ahora bien, como los valores tienen una “textura
interpretativa abierta” y una eficacia interpretativa el legislador tiene la tarea de fijar sus sentidos
y establecer sus concreciones y alcances a través de leyes. Ahora bien, en casos concretos la Corte
tiene la potestad y el deber de recurrir a ellos en el caso que sean necesarios para “resolver una
situación específica o para valorar otras normas o instituciones”, en la medida en que interpreta
globalmente el derecho en relación con hechos específicos sin pretender fundarse por sí sola en
ellos para “fundamentar una decisión judicial”. (ver: Sentencia T-406 de 1992).
Es precisamente en cuanto todas las instituciones estatales están permeadas por la axiología
fundada en los valores constitucionales que una Constitución Política como la colombiana puede
ir más allá de ser un mero instrumento de control y limitación del poder político y garantía de
derechos constitucionales para convertirse en un instrumento de modelación y transformación
de las relaciones sociales. Los valores constitucionales se convierten así en faros guías objetivos
del esfuerzo del legislador y del Estado en general, quienes deben estar obligados a realizarlos
en su más amplia extensión posible. Vistos de esta manera, los valores se convierten en
verdaderos “(…) fines supremos del ordenamiento totalmente considerado, metas que el
Constituyente busca establecer en la realidad en toda circunstancia, y lleva a que tengan eficacia
en toda situación jurídica en que intervengan de algún modo (…) constituyen (…) “líneas
directivas” y sobre todo “impulsos”; obligan fundamentalmente a su respeto, protección y
promoción, debiéndose adoptar medidas adecuadas”. (Sánchez G., 2015: 650)
Se tiene entonces que los valores son el fundamento axiológico político de la relación entre el
sistema político (rama legislativa), la administración pública (Gobierno-Rama ejecutiva) y la
administración de justicia (Rama judicial) en cuanto son el sustento interpretativo de todo el
ordenamiento jurídico y le dan el sentido legal a los complejos tejidos relacionales que tienen
lugar en una sociedad frente a unos hechos específicos. De igual forma, constituyen la utopía
axiológica realizable, la idea regulativa, a cuya óptima realización debe aspirar todo el entramado
jurídico político de una sociedad.
Con respecto a los principios, la Corte Constitucional ha establecido que ellos establecen
“prescripciones jurídicas generales que suponen una delimitación política y axiológica reconocida
y, en consecuencia, restringen el espacio de interpretación, lo cual hace de ellos normas de
aplicación inmediata, tanto por el legislador como por el juez constitucional” (Sentencia T-406 de
1992). De esta forma, los principios definen y estructuran la entidad política y organizativa del
Estado y la forma como se deben desplegar las relaciones entre el Estado y los ciudadanos. No
son, en este sentido objetivos futuros como los valores, sino mandatos para el presente, sin los
cuales la Constitución misma perdería su naturaleza axiológico-jurídica. Se trata entonces, para
expresarlo en forma heurística, de aquello que se concreta en el ordenamiento jurídico para el
presente de los valores-objetivos avizorados en el futuro: representan la encarnación hic et nunc
de aquello quo effectum est, ut de los fines programáticos. Como ellos hacen parte de la
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Constitución y están dotados de fuerza legal (art. 4 C. Pol.) son pauta obligatoria de interpretación
legal que jamás pueden ser obviados en la fundamentación de una decisión judicial (Ver:
Sentencia T-406 de 1992). De esta manera, según la Corte, los principios se diferencian de los
valores no en cuanto a su naturaleza normativa sino en cuanto a su eficacia: “Los valores son
normas que establecen fines dirigidos en general a las autoridades creadoras del derecho y en
especial al legislador; los principios son normas que establecen un deber ser específico del cual
se deriva un espacio de discrecionalidad legal y judicial”. (Sentencia T-406 de 1992). Los
principios son más específicos que los valores y “(…) tienen una mayor capacidad para ser
aplicados para ser aplicados de manera directa e inmediata, esto es, mediante una subsunción
silogística. Los valores, en cambio, tienen una eficacia indirecta, es decir, sólo son aplicables a
partir de una concretización casuística y adecuada de los principios constitucionales.” (Sentencia
T-406 de 1992)
Existen diferentes formas de sistematizar las diferencias entre valores y principios. Para los
objetivos de este trabajo se pueden sistematizar en el siguiente cuadro, teniendo como
referentes las propuestas de Estada y Velasco.
VALORES PRINCIPIOS
Establecen fines Establecen un deber ser específico.
Norma de textura abierta de aplicación mediata o Norma de textura abierta de aplicación inmediata
indirecta. o directa, aplicables mediante subsunción de la
regla adscrita derivada de cada principio.
Base axiológica del ordenamiento, que otorga el Base axiológica y jurídica del ordenamiento que
fundamento y finalidad de las normas y la determina la naturaleza de la Constitución Política
organización política. y la organización del Estado.
Es el propósito que guía relaciones entre Son deberes específicos que limitan relaciones
gobernantes -gobernados. entre gobernantes -gobernados
Su alcance y aplicación lo determina Su alcance y aplicación está a cargo del legislador
principalmente el legislador y del juez constitucional
Solo tienen eficacia interpretativa. Exigen de su Tienen eficacia directa sin necesidad de regla que
concreción en principios o reglas los concrete. Son pautas de interpretación con
fuerza normativa
No sirven por sí solos para resolver situaciones Sirven para resolver situaciones concretas
específicas.
Expresan fines jurídicos para el futuro. Expresan normas jurídicas para el presente. Su
aplicación obliga a todo el aparato judicial y
político.
Sirven para la hetereointegración del Sirven para la autointegración del ordenamiento
ordenamiento jurídico jurídico
No son fuente de derechos fundamentales De ellos se derivan derechos fundamentales
Fuente: (Estrada, 2011: 68; Velasco, 2013: 89).
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Ahora bien, en este contexto debemos hacer alusión los derechos constitucionales, pues estos,
cuyo estudio no es parte de este trabajo, son el desarrollo de los principios que a su vez expresan
en el presente los fines (valores) que guían el futuro del ordenamiento jurídico. En efecto, según
la Corte Constitucional (Sentencia T-406 de 1992), los derechos como concreción de principios y
valores constituyen también son un sistema axiológico, lo cual impide su taxatividad. Esto implica
que a pesar de que los derechos están consagrados en la parte dogmática de la Carta (limitados
en su aplicación inmediata en el art. 85 constitucional), el juez puede proteger otros derechos,
resultado de una interpretación sistemática del texto constitucional. ( Cfr.: Daza & Quinche, 2013:
19-20).
De esta manera tenemos que los valores y principios constitucionales constituyen el eje
articulador y el horizonte de comprensión de toda actividad del Estado, de la sociedad y de los
ciudadanos y son el norte axiológico que permite orientar las acciones tendientes a transformar
y hacer del país un mejor espacio de vida y de existencia común. Son la idea regulativa que
permite coordinar el esfuerzo conjunto en pro de hacer del futuro un campo abierto que define
los cursos de acción del presente social y político. Así lo expresa, por ejemplo, Javier Valencia al
analizar la dogmática los derechos colectivos y ambientales. Para él, estos derechos constituyen
“(…) una nueva forma de construir sociedad y país, a partir de la prevalencia de lo público, lo
colectivo, lo que es de todos; de ahí que el valor solidaridad sea el eje sobre el cual se reivindican
y defienden estos derechos”. (Valencia, 2007: 108).
Como se ha señalado anteriormente, la Corte Constitucional establece que los valores “(….)
representan el catálogo axiológico a partir del cual se deriva el sentido y la finalidad de las demás
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normas del ordenamiento jurídico, pueden tener consagración explícita o no; lo importante es
que sobre ellos se construya el fundamento y la finalidad de la organización política”. (Sentencia
T-406 de 1992)
El texto del preámbulo de la Constitución en donde se instituyen los valores constitucionales reza
lo siguiente:
“El pueblo de Colombia (…) con el fin de fortalecer la unidad de la Nación y asegurar
a sus integrantes la vida, la convivencia, el trabajo, la justicia, la igualdad, el
conocimiento, la libertad y la paz, dentro de un marco jurídico, democrático y
participativo que garantice un orden político, económico y social justo, y
comprometido con impulsar la integración de la comunidad latinoamericana (…)”.
Estos tres grupos de valores deben, entonces, permear y fundar todo el orden jurídico del Estado
y la sociedad de Colombia y todas las formas de interacción e interrelación de los habitantes del
territorio entre sí y con las instituciones creadas para hacer efectivos los objetivos del Estado y
del gobierno.
“De este tipo son los valores de convivencia, trabajo, justicia, igualdad,
conocimiento, libertad y paz plasmados en el preámbulo de la Constitución.
También son valores los consagrados en el inciso primero del artículo 2 de la
Constitución en referencia a los fines del Estado: el servicio a la comunidad, la
prosperidad general, la efectividad de los principios, derechos y deberes, la
participación, etc. Todos ellos establecen fines a los cuales se quiere llegar”.
(Sentencia T-406 de 1992 -Subrayado propio).
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El texto del inciso primero del art. 2 constitucional reza los siguiente:
Este decálogo de fines últimos del ordenamiento jurídico ha permanecido desde la promulgación
del texto constitucional hasta el día de hoy, pues, por ejemplo en la Sentencia C-027 de 2018 se
afirma lo siguiente:
La Constitución Política establece que son fines esenciales del Estado -valores
constitucionales-, asegurar a sus integrantes la vida, la convivencia pacífica, la paz,
dentro de un marco jurídico, democrático y participativo, que garantice un orden
político, económico y social justo[78]. Así mismo, la Carta instituye principios
fundamentales partiendo de reconocer que Colombia es un Estado social de
derecho, democrático, participativo, pluralista, fundada en el respeto de la
dignidad humana, el trabajo, la solidaridad y la prevalencia del interés general.
(Sentencia C-027 de 2018)
Más aún, a partir de todos los desarrollos constitucionales llevados acabo durante los últimos
casi treinta años, la Corte Constitucional ha cristalizado los siguiente dos ejes axiológicos,
deontológicos e interpretativos que le permiten fundar su tarea de control constitucional. El
texto jurisprudencial establece lo siguiente:
Como se verá más adelante, son precisamente estos dos ejes los que marcan la comprensión
general del orden constitucional. Este estudio agrega un tercero, por cuanto, según la misma
Corte, debe ser el límite y sustento último de toda actividad pública y privada, a saber, el respeto
por la dignidad y la autonomía humanas.
2. Con:
a. autonomía de sus entidades territoriales,
b. democrática,
c. participativa y
d. pluralista.
3. Fundada en:
a. respeto por la dignidad humana,
b. el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y
c. la prevalencia del interés general
Inciso primero: hace parte, según la jurisprudencia de la Corte Constitucional, del grupo
de los valores, como se observo anteriormente cuando se hacía mención a ellos.
Inciso segundo: Fines de las autoridades de la República:
Art. 7. Reconocimiento y protección de la diversidad étnica y cultural por parte del Estado.
Art. 8. Obligación por parte del Estado y de los particulares de proteger las riquezas culturales y
naturales.
a. la soberanía nacional
b. el respeto a la autodeterminación de los pueblos
c. el reconocimiento de los principios del derecho internacional aceptados por Colombia
d. La integración latinoamericana y del Caribe.
Ahora bien, esos diez artículos del título I de la Constitución se pueden agrupar, teniendo en
cuenta los mismos señalamientos de la Corte Constitucional en tres principios que funcionan
como ejes sobre los cuales gira o debe girar todo el andamiaje institucional colombiano. Estos
tres principios serán estudiados a continuación, a la luz de algunas sentencias clave de este
órgano colegiado.
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Para ello se ha tenido en cuenta los dos ejes interpretativos establecidos en la Sentencia C-027
de 2018, adicionando, como se ha expresado anteriormente, un tercer eje, a saber, la dignidad y
la autonomía de los seres humanos. En este sentido, las reflexiones siguientes se dividirán en tres
acápites en los que se tratará sobre el Estado social y democrático de derecho, el sistema político
democrático, participativo y pluralista y la dignidad y autonomía humanas.
concreción legal. 2. La relación con los derechos humanos y la justicia. 3. El nuevo papel de los
jueces y, en general, de la administración de justicia.
La Corte Constitucional señala que la palabra social no representa tan solo una “muletilla
retórica” que da elegancia filantrópica al texto constitucional, sino que hace referencia a
transformaciones institucionales complementarias de tipo cuantitativo y cualitativo a nivel
internacional. En lo cuantitativo se refiere a la ampliación de los derechos y su garantía en
relación con el llamado Estado de bienestar y en lo cualitativo con el llamado Estado
constitucional de derecho. (Ver.: Sentencia T-406 de 1992).
El Estado de bienestar, en efecto, es visto por la Corte como la transformación del Estado liberal
en un aparato político y administrativo que pretende jalonar toda la dinámica social y puede ser,
entonces, definido como “el Estado que garantiza estándares mínimos de salario, alimentación,
salud, habitación, educación, asegurados para todos los ciudadanos bajo la idea de derecho y no
simplemente de caridad (H.L. Wilensky, 1975).” (Sentencia T-406 de 1992). Por su parte, el Estado
Constitucional democrático representa el cambio jurídico-político correspondiente a la
implementación de ese Estado de bienestar, en cuanto el nuevo orden se funda en “(…) en
nuevos valores-derechos consagrados por la segunda y tercera generación de derechos humanos
y se manifiesta institucionalmente a través de la creación de mecanismos de democracia
participativa, de control político y jurídico en el ejercicio del poder y sobre todo, a través de la
consagración de un catálogo de principios y de derechos fundamentales que inspiran toda la
interpretación y el funcionamiento de la organización política. (Sentencia T-406 de 1992). Ver
también al respecto la Sentencia T-622 de 2016.
Se tiene así, una nueva concepción de la función y fin del Estado y su complejo entramado
institucional que busca la garantía de amplios derechos teniendo como faro orientador los
valores y principios de una sociedad democrática y justai.
En la Sentencia T-622 de 2016 la Corte Constitucional realiza el despliegue del concepto de Estado
social de derecho en diferentes niveles y concreciones que contribuye a comprender la fórmula
i
En la Sentencia C-699 de 2015 la Corte aclara el concepto de Estado social de derecho de la siguiente manera: Se
trata no solamente de que“(…) el ser humano se erija en razón, fin último y límite al ejercicio de las competencias
de las autoridades públicas, sino aceptar que sobre éstas recaiga el cumplimiento de un conjunto de deberes
positivos de actuación (…) La cláusula del Estado Social de Derecho comporta un cambio de paradigma que
instrumentaliza la democracia hacia un ámbito mucho más incluyente, denominado democracia social. En esa
dirección lo que garantiza la democracia no sólo es el contenido de las normas, sino el procedimiento mediante el
cual éstas son diseñadas, esto es, que la condición esencial de la democracia sustancial está dada porque todos los
sectores sometidos a una regla de convivencia, efectivamente participen en su estructuración.” Ver también las
sentencias C-551 de 2003, C-288 de 2012, C-010 de 2013.
ii
Ver: Sentencias: T-426 de 1992, T-505 de 1992, SU-747 de 1998 y C-1064 de 2001.
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La Sentencia T-406 de 1992 aclaró, en este contexto interpretativo, la naturaleza y alcance de los
derechos fundamentales y el sentido de su conexidad con los derechos económicos, sociales,
económicos y culturales y colectivos y del medio ambiente (arts. 42-82), lo que permitía su
protección, al mismo tiempo que señalaba la integración del bloque de constitucionalidad (art.
93) al catálogo de derechos. De igual forma, se señalan los mecanismos de protección y aplicación
de los derechos (arts. 83-94), dentro de los cuales se señala la acción de tutela y la acción de
cumplimiento, entre otros.
En este orden de ideas, como desarrollo de la jurisprudencia a través de los últimos casi treinta
años, la Corte ha señalado, en la Sentencia T-622 de 2016 los mandatos y obligaciones
constitucionales del Estado social de derecho:
Esta misma sentencia caracteriza algunos principios que fundamentan el Estado de derecho
colombiano, los cuales revisten una importancia especial, de la siguiente manera:
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b. Justicia social y distributiva: En relación con la justicia social se exige al Estado intervenir, de
acuerdo a los preceptos constitucionales, con el fin de crear las condiciones para las personas
puedan llevar una vida digna, en el marco de una sociedad solidaria que propugna por que los
derechos humanos logren una plena efectividad. De esta manera, las autoridades deben asumir
un rol activo y comprometerse en forma permanente con “(…) la promoción de la justicia social
y en la creación de condiciones generales de equidad a través de políticas públicas y planes de
desarrollo incluyentes y efectivos”. (Sentencia T-622 de 2016). En relación con la justicia
distributiva se estable la obligación de intervención económica de Estado con el fin de garantizar
la igualdad de oportunidades, la prosperidad general y la efectividad de los derechos, deberes y
principios constitucionales. De esta manera, “(…) la asignación de los recursos económicos de
una sociedad se deberá tender a privilegiar a los sectores menos favorecidos y, que este principio,
sirve de fundamento al diseño y ejecución de un régimen impositivo, a las reglas de elaboración
presupuestal, a la jerarquización del gasto y a la fijación de prioridades en materia de prestación
de los servicios públicos”. (Sentencia T-622 de 2016). Este interés esencial por transformar la
realidad social en pro de resolver los graves problemas que aquejan al país en materia de justicia
social está en el trasfondo de introducir el catálogo de derechos económicos, sociales y culturales
(arts. 42-77 de la Carta) y colectivos y medio ambiente (arts. 78-82 de la Carta) y mecanismos de
protección y aplicación de los mismos (arts. 83-94). En este sentido la búsqueda de la justicia
social representa un claro proyecto de transformación política y social en Colombia:
“(…) sin la satisfacción de unas condiciones mínimas de existencia (…) sin el respeto
"de la dignidad humana" en cuanto a sus condiciones materiales de existencia, toda
pretensión de efectividad de los derechos clásicos de libertad e igualdad formal (…)
se reducirá a un mero e inocuo formalismo (…) Sin la efectividad de los derechos
económicos, sociales y culturales, los derechos civiles y políticos son una
mascarada. Y a la inversa, sin la efectividad de los derechos civiles y políticos, los
derechos económicos, sociales y culturales son insignificantes. (Sentencia T-406
de 1992)
Por ello, la Corte ha señalado que en últimas la obligación que tiene el Estado de crear las
condiciones económicas y sociales en las cuales reine la justicia social no es un problema de
generación de recursos, sino fundamentalmente un problema de justicia distributiva, es decir,
político. Se trata de la manera como se reparten los beneficios y cargas sociales y de cómo se
i
Con respecto a la igualdad como un pilar estructural de la Constitución ver las sentencias C-588 de 2009, C-490 de
2011, C-249 y C-296 de 2012, y C-220 de 2017.
20
subsanan los desequilibrios sociales que aquejan a la sociedad colombiana. (ver: Sentencia T-406
de 1992)i.
c. Autonomía de las entidades territoriales: Dado que los entes territoriales son fundamentales
para el logro de la plena efectividad de los derechos humanos, el art. 288 de la Carta Superior
ordena la coordinación, concurrencia y subsidiariedad de todas las autoridades administrativas
en el ejercicio de las competencias atribuidas a los distintos niveles territoriales y entre estas y la
nación.
d. Pluralismo: A este respecto, el Estado debe proteger los derechos de las diferentes razas,
etnias, lenguas, sexos y creencias de tal manera que se den las condiciones para la tolerancia y la
convivencia pacífica, según lo establecido en “(…) el Preámbulo y en los artículos 1º (democracia
participativa y pluralista), 5º (supremacía de los derechos inalienables de la persona), 13
(igualdad de derechos, libertades, oportunidades), 16 (libre desarrollo de la personalidad), 26
(libertad para escoger profesión u oficio), 27 (libertad de enseñanza), 67 (derecho a la educación),
70 (acceso a la cultura), 71 (libertad en la búsqueda del conocimiento) y 72 (protección del
patrimonio cultural).” (Sentencia T-622 de 2016).
i
Frente al criterio de justicia distributiva a seguir en cada caso la Corte señala lo siguiente: “En ocasiones la norma
constitucional proporciona este criterio (…) Sin embargo, es posible que ella no sea lo suficientemente iluminadora
para resolver el caso sin llegar a consecuencias inaceptables o imposibles de llevar a cabo. En consecuencia, es
necesario que el juez haga uso de la "lógica de lo razonable" de tal manera que la solución final que adopte sirva,
ante todo, para proteger el derecho violado, y además tenga en cuenta las condiciones financieras de los entes
públicos. Si fuese necesario dar elementos de juicio en abstracto sobre la justicia distributiva (…) se podría recurrir
al principio de igualdad (…) a partir del cual toda distribución de recursos, para ser justa, deba mejorar al menos la
condición de los más desfavorecidos (…) Esta interpretación, por lo demás se encuentra en plena armonía con lo
prescrito en el artículo 13 inciso segundo (…)”. (Sentencia T-406 de 1992).
21
h. Prevalencia del interés general: En la medida en que un interés particular “(…) no se encuentre
amparado por un derecho fundamental” (Sentencia T-622 de 2016), las autoridades del Estado
deben preferir la consecución de intereses comunes.
i. Bienestar general: Las autoridades del Estado deben priorizar la financiación de políticas, planes
y proyectos tendientes a satisfacer las necesidades en servicios públicos como salud, vivienda,
educación, agua potable, trabajo, infraestructura vial, ciencia y tecnología, etc. Este mandato se
expresa concretamente en los arts. 366 y 288 de la Constitución. Para la Corte, el principio del
Estado social de derecho implica buscar que todos los ciudadanos gocen de las condiciones
materiales y espirituales que hacen su vida sea digna, lo cual implica que el concepto de bienestar
comprenda tanto el material (“(…) entendido como calidad de vida en términos de buena
alimentación, educación y seguridad, e ingreso digno, basado en la garantía de un trabajo
estable”) (Sentencia T-622 de 2016), como el físico, sicológico y espiritual (“(…) representado por
el acceso a la salud, a la cultura, al disfrute del medio ambiente y la legítima aspiración a la
felicidad; y en todo caso, a la capacidad y también a la posibilidad de participar en la sociedad
civil a través de las instituciones democráticas y el imperio de la ley”). (Sentencia T-622 de 2016).
En este sentido se cita a N. Bobbio y M. G. Villegas para quienes de lo que se trata es de que el
Estado haga efectivos los derechos humanos y reduzca la brecha entre los ideales establecidos
por la norma y la realidad social. (Ver: Sentencia T-622 de 2016).
Enfatizando lo señalado sobre la relevancia del principio del Estado social de derecho la Corte en
la Sentencia C-027 de 2018 señala que éste irradia todo el ordenamiento jurídico y por lo tanto
obliga a que cuando se interprete la Constitución esta interpretación deba hacerse de forma
sistemática y teleológica, en aras de lograr proteger los derechos de los menos favorecidos de la
sociedad. En este sentido, el Estado hace efectivos los derechos humanos cuando: “(i) los respeta
absteniéndose de interferir en su ejercicio o de adoptar medidas discriminatorias que lo
condicionen; (ii) los protege cuando evita intromisiones de terceros; y (iii) los garantiza a través
22
El principio de Estado social de derecho supone también un cambio en los ámbitos funcionales
del Estado, de tal manera que ya no mantiene una separación entre ellos sino un control activo
entre los mismos. Lo esencial de esta transformación consiste en que el juez se convierte en una
garantía de protección efectiva de los derechos “(…) un instrumento de presión frente al
legislador, de tal manera que este, si no desea ver su espacio de decisión invadido por otros
órganos, adopte las responsabilidades de desarrollo legal que le corresponden y expida las
normas del caso.” (Sentencia T-406 de 1992). Esta nueva función del juez se funda en los arts. 2,
5, 13 inc. 2, 228 y 4 en los cuales se establece frente al Estado que: tiene como fin servir a la
comunidad, promover la prosperidad general y garantizar la efectividad de los principios,
derechos y deberes consagrados en la Constitución; reconoce la primacía de los derechos
inalienables; promoverá las condiciones para que la igualdad sea real y efectiva; considera que
el derecho sustancial debe prevalecer sobre los procedimientos; y respeta que la Constitución es
norma de normas, y prevalece sobre cualquier otra ley o norma jurídica. Así las cosas, afirma la
Corte: “Si la responsabilidad de la eficacia de los derechos mencionados estuviese sólo en manos
del legislador, la norma constitucional no tendría ningún valor y la validez de la voluntad
constituyente quedaría supeditada a la voluntad legislativa.” (Sentencia T-406 de 1992).
En este contexto, la acción de tutela, consagrada en el art. 86 de la Carta, adquiere una
importancia fundamental por cuanto representa el medio a través del cual los jueces hacen
efectivos los derechos. Con la nueva estrategia se otorga “(…) de manera prioritaria al juez, y no
ya a la administración o al legislador, la responsabilidad de la eficacia de los derechos
fundamentales (…) los derechos son aquello que los jueces dicen a través de las sentencias de
tutela.” (Sentencia T-406 de 1992)
Por ello, afirma la Corte, frente al problema ya planteado por Aristóteles, según el cual es
necesario que el juez con su intervención adapte, corrija y acondicione la aplicación de la norma,
en el marco del Estado social de derecho el juez al ejercer su función se convierte en “(…) un
elemento indispensable para mejorar las condiciones de comunicación entre el derecho y la
sociedad, es decir, para favorecer el logro del valor justicia (de la comunicación entre derecho y
realidad), así ello conlleve un detrimento de la seguridad jurídica.” (Sentencia T-406 de 1992). En
esta medida, se da importancia al contenido material de la norma sobre la importancia formal de
la misma. Es precisamente ésta nueva forma, sistemática y teleológica, de afrontar la
hermenéutica del texto constitucional que permite entender la lógica de los fallos favorables de
la Corte Constitucional en relación con la paz y la tutela de los derechos de segunda, tercera y
cuarta generación.
i
En este contexto la Corte remite a la sentencia C-579 de 2013, reiterada en la C-577 de 2014.
23
Como conclusión se puede traer entonces a colación la síntesis que realiza la Corte de lo expuesto
en la Sentencia T-460 de 1992, según la cual:
Par la Corte, el principio del respeto por la dignidad humana es tanto un valor superior, como un
principio fundante del Estado social de derecho y un derecho fundamental autónomo (Cfr.:
Velasco, 2013: 83-84). En efecto, la jurisprudencia establece que la dignidad humana “(…) es el
presupuesto esencial de la consagración y efectividad de todo el sistema de derechos y garantías
contemplado en la Constitución. De esta manera, la dignidad se erige como un derecho
fundamental de eficacia directa cuyo reconocimiento general compromete el fundamento
político del Estado colombiano”. (Sentencia T-622 de 2016).
Ahora bien, el principio de dignidad humana constituye el eje fundante del Estado social de
derecho en la medida en que no se entiende de forma abstracta sino en su dimensión material y
concreta, en la medida en que, entendida en sus dimensión sistémica, humanista y teleológica
“para nuestro constitucionalismo no basta simplemente que la persona exista, es necesario que
exista en un marco de condiciones materiales, culturales y espirituales que permitan vivir con
dignidad”. (Sentencia T-622 de 2016). Esto conecta el concepto de dignidad humana con el de
justicia social y distributiva, solidaridad, prevalencia del interés general, etc., con los que los une
un mismo objetivo: la creación de las condiciones para el ejercicio pleno de los derechos
consagrados en la Constitución.
b. Además, en la misma sentencia la Corte considera que, desde el aspecto funcionali, la dignidad
humana es entendida desde tres perspectivas: “(…) como principio fundante del ordenamiento
jurídico y por tanto del Estado, y en este sentido la dignidad como valor (…) como principio
constitucional. Y (…) como derecho fundamental autónomo”. (Sentencia T-881 de 2002) Esta
triple función de la dignidad humana representa su importancia en los diferentes planos de
i
A este respecto la Corte desarrolla una aclaración sobre cada una de las perspectivas de este aspecto funcional, que
para los fines y dentro de la delimitación del problema de investigación de este trabajo, no viene al caso afrontar,
por lo que se remite al lector a los señalado en esta sentencia.
25
La misma sentencia cita la Sentencia C-313 de 2014, la cual, al referirse al primer criterio, afirma
que dado que el principio de la dignidad humana es uno de los pilares que irradian el
ordenamiento jurídico, para que un derecho sea tenido como fundamental autónomo debe
poderse vincular con él. Esta vinculación se traduce en derechos subjetivos (expectativas
positivas), independientes de la particular coyuntura política nacional. (Esta misma línea puede
constatarse en la Sentencia C-288 de 2012)
Otro de los cambios fundamentales que introdujo la Constitución de 1991 en Colombia hace
referencia a la democracia y la participación ciudadana. En efecto en ella se afirma la necesidad
de que el Estado y las autoridades garanticen el derecho de los ciudadanos a conformar, ejercer
y controlar el ejercicio del poder político (art. 40 constitucional) lo cual supone el deber del
Estado, como uno de sus fines esenciales, “facilitar la participación de todos en las decisiones
que los afectan y en la vida económica, política, administrativa y cultural de la Nación” (art. 2
constitucional). De esta manera, para la Corte, el ciudadano tiene derecho a participar
directamente en el ejercicio del poder político, en el marco de una democracia participativa (no
solamente representativa), según lo establecido en el art. 3 constitucional, que reza lo siguiente:
“La soberanía reside exclusivamente en el pueblo, del cual emana el poder público. El pueblo la
ejerce en forma directa o por medio de sus representantes (…)”.
Por su parte, en la Sentencia T-066 de 2015 la Corte afirma que con la introducción de la
democracia participativa no se pretende “restarle importancia al ejercicio del derecho a elegir a
sus gobernantes”, de lo que se trata es de “darle efectividad a la representación que los
gobernantes ejercen, en la medida en que se crearon mecanismos o de canales que permiten su
control. De igual forma hacen efectiva la garantía a los ciudadanos de que sus representantes van
a ser fieles al mandato y la confianza que a ellos ha sido conferida. En armonía con esta nueva
perspectiva la Sentencia C-150 de 2015 establece que el carácter democrático del orden político,
social y jurídico al que obliga la Constitución implica, entre otras cosas, lo siguiente:
La democracia es, entonces, fuente de legitimidad del poder político en cuanto ella es expresión
de la soberanía del pueblo. De igual manera, ella es fundamento de derechos y obligaciones en
la medida en que a través de su desarrollo y realización se reconoce y tutela la participación
ciudadana en la conformación y control del poder político. Finalmente, la democracia es
expresión de la forma como el poder debe operar y de los espacios en los cuales debe hacerse
efectiva en cuanto establecer reglas de funcionamiento y toma de decisiones. (Cfr.: Sentencia C-
150 de 2015)i.
i
Respecto a la soberanía popular y el sistema político democrático, participativo y pluralista cuya realización manda
la Constitución Política, ver, también las sentencias de la Corte Constitucional: C-1040 de 2005, C-303 de 2010, C-
490 de 2011, C-010 de 2013 y C-579 de 2013.
27
La Sentencia C-150 de 2015 cita además otras sentencias de la Corte Constitucional en las que se
expresa y establece como la democracia participativa constituye un eje esencial del ejercicio del
poder político en Colombia, razón por la cual su realización efectiva es un valor, un principio y un
derecho articulador de todo el ordenamiento jurídico y de la vida ciudadana. En este sentido se
anota como la Sentencia T-540 de 1992 indica que sin la participación activa de los ciudadanos el
Estado puede perder su legitimidad en relación con las diferentes y cambiantes necesidades
sociales. Por su parte, la sentencia C-089 de 1994 señala cómo la apertura democrática
constituyó sin equívoco el espíritu que inspiró la Constitución de 1991, hecho positivo en el
mandato de extender y fortalecer la participación ciudadana en todos los espacios esenciales de
definición y toma de decisiones políticas y sociales. Es esta apertura la que posibilitaría, entre
otras cosas, la paz. En la sentencia C-674 de 2008 se establece que cuando se habla de
democracia se debe tener presente tanto su expresión sustantiva o material que comprende el
mandato de realizar principios como “la dignidad humana, libertad, la igualdad y el pluralismo”,
como su significación procedimental o formal (estructural) que comprende el mandato de
garantizar la efectividad de principios como “la participación, la representación, la adopción de
decisiones por mayoría, el respeto por las minorías, la prohibición de la arbitrariedad y el
principio de imparcialidad”. (Citado por Sentencia C-150 de 2015). Estas expresiones sustantivas
y procedimentales de la democracia suponen también, según la Corte, un mandato al legislativo
para que establezca los alcances, límites, formas y modos de la participación ciudadana y las
medidas que hagan que los mecanismos de participación sean realmente efectivos. En la
Sentencia C-490 de 2011 se establece que la democracia constitucional contemporánea permite
al ciudadano participar de una manera más amplia de lo que le era posible en el marco de la
democracia representativa; supera la concepción individualista permitiendo la expresión del
pluralismo y la expresión de las diferentes tendencias ideológicas e identidades sociales y
comunitarias como por ejemplo las relacionadas con las perspectivas de género y étnicasii.
i
Al respecto ver también los cambios constitucionales que en el transcurso de los últimas décadas han tratado de
reformar las reglas constitucionales en diversas materias de organización y estructura de los partidos y
movimientos políticos: actos legislativos 03 de 1993, 01 de 2003, 01 de 2009 y 02 de 2015.
ii
Otras sentencias que menciona la Sentencia C-150 de 2015 son: C-011 de 1994, Sentencia C-180 de 1994, Sentencia
C-179 de 2002, Sentencia C-292 de 2003 y, Sentencia C-862 de 2012.
28
Finalmente, la Sentencia C-027 de 2018 resalta la importancia que en todo este tejido
democrático institucional deben jugar los partidos y los movimientos políticos y las agrupaciones
significativas de ciudadanos, en la mediada en que expresan, en el proceso de la configuración
real de la vida democrática, los intereses y exigencias frente a la agenda y las políticas públicas y
canalizan el pluralismo político e ideológico presente en la sociedad (visiones usualmente
contradictorias y juxtapuestas de la realidad social y política). En este orden de ideas, estos
i
Respecto a la participación política de los grupos minoritarios y la paz, la Sentencia C-027 cita también la sentencia
C-579 de 2013.
29
El modelo de evaluación, en el que se sustentan las pruebas Saber Pro, parte del supuesto de que
para ser un buen ciudadano un colombiano debe tener la capacidad de pensar lo social teniendo
en cuenta los hechos sociales reales, los discursos y las opiniones diversas y plurales que circulan
al interior del país y el mundo en el marco de una interpretación del texto constitucional que
tenga como su plano de comprensión los fines y principios que rigen el ordenamiento jurídico.
De esta manera se tiene, en primer lugar, tener en cuenta las premisas propias de la sociología
contemporánea de gran impacto en el ámbito académico, asumidas como propias por quienes
han desarrollado la prueba Saber Pro en el MEN. En efecto, para la sociología contemporánea es
fundamental tener en cuenta la relación entre el conocimiento teórico de la sociología y el
conocimiento de los problemas reales de la sociedad y la búsqueda de una solución a los mismos.
En el sentido de Wallerstein: “Ningún científico puede ser separado de su contexto físico y social
(…) la creencia generalizada en una neutralidad ficticia ha pasado a ser un obstáculo importante
al aumento del valor de verdad de nuestros descubrimientos (…)”. (Wallerstein, 1998, p. 82). Esto
significa, entre otras cosas, que cuando se hace sociología se está tomando partido por una
determinada forma de analizar lo que acontece en el mundo social, esto es, desde unos criterios
críticos, que le apuntan a modificar las estructuras sociales consideradas injustas o no apropiadas
en relación con los objetivos de una humanidad que busca la protección del medio ambiente, la
superación de las relaciones de exclusión social y pobreza, la violación de los derechos de
igualdad, libertad y no discriminación y el no cumplimiento de la obligación de solidaridad a nivel
nacional e internacional. Se trata, en últimas, de hacer teoría a partir de la búsqueda de un
mundo en el que los cursos de acción sociales estén dirigidos a lograr la paz, la inclusión y el
mejoramiento de las condiciones de vida de los más pobres o menos privilegiados de la sociedad.
Esta concepción de la sociología encuentra, de esta manera, elementos comunes con los
propósitos ético políticos planteados como fines de la implementación y realización de los
postulados del Estado social de derecho.
Así mismo, en el marco de los canales de comunicación a nivel masivo (radio, prensa en papel y
electrónica, televisión e internet) disponibles en la actualidad, un buen ciudadano debe tener la
capacidad para comprender la lógica de los discursos, de tal manera que pueda encontrar en su
construcción y presentación los sutiles quiebres que permitan escudriñar intenciones, prejuicios
y concepciones de quienes los emiten. En este sentido, el estudiante debe tener la capacidad
para analizar a profundidad el texto que se le presenta y ser capaz de decidir cuál es la respuesta
correcta dada las premisas que se proponen en la formulación de la tarea de evaluación de la
pregunta. Su análisis debe darse trascendiendo niveles metacognitivos como el tácito, el
pensativo, el estratégico, para llegar al reflexivo, en el cual el estudiante no solo comprende la
coherencia y las implicaciones sistémicas y multiperspectivistas de un caso problemático
30
específico sino que debe ser capaz de reflexionar sobre el mismo, jugando de forma abstracta y
descentrada, entendiendo asuntos con los cuales no está familiarizado, con rapidez y eficacia, y
ubicándose en contextos diferentes a los que maneja habitualmente y, finalmente, aplicando el
conocimiento adquirido a casos concretos y en situaciones diversas y complejas.
Así las cosas, los estudiantes deben ser conscientes de que al responder las preguntas están
realizando un ejercicio no neutral, esto es, deben ponerse en situación apropiada para encontrar
la respuesta políticamente correcta, pues de lo contrario van a plasmar sus concepciones
singulares de la sociedad, la política y la convivencia social, y eso es precisamente lo que la prueba
no está pidiendo. Se exige la adopción de una perspectiva de análisis en la cual los valores y
principios constitucionales, expresados en el preámbulo, la postulación de la lista de los derechos
fundamentales, políticos, económicos, sociales, culturales y de los pueblos, además de las formas
de participación política y social y de control del poder político, judicial y administrativo por parte
de la ciudadanía, constituyen el criterio de análisis y reflexión de los casos singulares que en la
prueba se proponen.
1. Los conocimientos que evalúa la prueba Saber Pro están relacionados con los valores y
principios constitucionales, por lo que el proceso de enseñanza aprendizaje debe estar asociado
a la reflexión en torno a lo establecido en la Carta política del país, especialmente en lo
establecido como fines de la educación en su art. 67, a saber: “(…) La educación formará al
colombiano en el respeto a los derechos humanos, a la paz y a la democracia; y en la práctica del
trabajo y la recreación, para el mejoramiento cultural, científico, tecnológico y para la protección
del ambiente”.
Este precepto constitucional fue especificado en la Ley 115 de 1994, en cuyo artículo 5º se
establecen los siguientes fines de la educación (en el ámbito ético político), en conformidad con
el art. 67 de la Constitución Política:
Además, según la misma Ley 115 de 1994 (art. 13), todos los niveles de la educación en Colombia
deben buscar el desarrollo integral de los educandos mediante acciones estructuradas
encaminadas a:
Estos artículos señalan con suficiente claridad las características que debe tener la educación en
general en Colombia y establecen la ruta que deben seguir las instituciones educativas a nivel
nacional respecto de la formación ciudadana. En este sentido, no deja la libertad a las
instituciones para impartir cualquier tipo de orientación valorativa de la vida social, sino que las
obliga a educar de acuerdo con unos precisos contenidos y formas de pensar, propios del espíritu
constitucional.
Por su parte, la Ley 30 de 1992, que establece los parámetros organizativos de la educación
superior, postula, en el artículo 6°, algunos objetivos que están directamente ligados con los
niveles inferiores de la educación que se imparte en el país y señalan los parámetros que debe
orientar el aprendizaje de los contenidos propios de las competencias ciudadanas, en el ámbito
universitario, a saber: “d) Ser factor de desarrollo científico, cultural, económico, político y ético
a nivel nacional y regional (…). i) Promover la preservación de un medio ambiente sano y
fomentar la educación y cultura ecológica. j) Conservar y fomentar el patrimonio cultural del
país.”
De esta manera, es necesario que todas las instituciones de educación establezcan estrategias
de enseñanza y aprendizaje que permitan a los estudiantes el conocimiento de los fundamentos
de la vida social colombiana en el marco de un modelo pedagógico que valore y desarrolle el
pensamiento crítico y la capacidad de tolerancia, solidaridad y compromiso social de los
estudiantes. Como marco general, el proceso formativo debe estar orientado a la realización de
los dispuesto en el art. 41 del ordenamiento constitucional el cual señala para todas las
instituciones de educación la obligación de estudiar la Constitución y de fomentar “prácticas
democráticas para el aprendizaje de los principios y valores de la participación ciudadana”.
Así se puede concluir que sin el conocimiento de los criterios de valoración establecidos en el
texto constitucional, sin el conocimiento de la estructura básica del Estado colombiano, sin la
comprensión del funcionamiento del andamiaje institucional y sin la interiorización del horizonte
de comprensión político ideológico de la vida social que establece la Constitución Política, no es
posible responder en forma exitosa las preguntas sobre competencia ciudadana formuladas en
las pruebas Saber Pro. Ellas suponen, en efecto, una visión clara sobre la importancia que los
33
Según la metodología del ICFES, para ser buen ciudadano la persona debe poder comprender y
realizar análisis de las diferentes situaciones que se plantean en las preguntas, remitiéndolas a la
totalidad social, cultural, económica y política del país y relacionándolas con las estructuras que
subyacen a los debates públicos contemporáneos. En efecto, lo que está en el trasfondo es la
idea según la cual el buen ciudadano debe ser capaz de pensar de manera sistémica. La sociedad
no debe ser analizada, por lo tanto, desde una sola y reduccionista visión de mundo sino en su
proceso de transformación y permanente cambio en el marco de patrones que perduran en el
tiempo. De esto se trata entonces la formación universitaria en Colombia, de acuerdo con los
parámetros establecidos por el MEN y el ICFES, que son evaluados en la prueba, Saber Pro, a
saber: de promover factores de cambio dentro del marco de los principios y valores
constitucionales que establecen como fin de la educación la promoción de la libertad, la igualdad,
la participación, la justicia y la paz.
En este sentido, una propuesta pedagógica que tenga como fin desarrollar un proceso de
enseñanza y aprendizaje de los valores y principios constitucionales debe en concreto incluir los
siguientes contenidos:
1. Fundamento en la idea kantiana de dignidad humana y garantía de la autonomía
individual (libre desarrollo de la personalidad)
2. Soberanía popular: participación política ciudadana-estructura del Estado
3. Desarrollo del Estado social de derecho y neoconstitucionalismo (garantía de los derechos
fundamentales, sociales, económicos y culturales, colectivos y de los pueblos, ecológicos);
sistema económico y justicia distributiva.
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