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capítulos 01 - 23

Curso
Descubre Don Quijote
de la Mancha
La presente es una guía de la estructura del MOOC Descubre Don Quijote de la Mancha de la Universidad Francisco Marroquín que
contiene una descripción detallada del contenido y actividades a desarrollar durante la Parte II del curso dividida en 3 módulos.

A través de ésta guía se pretende facilitar el proceso de mediación pedagógica de las instituciones educativas interesadas en la
enseñanza de la literatura y las humanidades por medio de la mejor novela de Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha.

Parte I Parte II
1 - 52 1 - 74

Curso gratuito, masivo, abierto y en línea


donquijote.ufm.edu

Descubre Don Quijote de la Mancha


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donquijote.ufm.edu
Índice
• Descripción del curso
• ¿Por qué aprender sobre Don Quijote de la Mancha? Síguenos en
• Acerca de la Universidad Francisco Marroquín facebook
• Profesor Eric Clifford Graf /DonQuijoteUFM
• Programa académico
• Contenido de la Parte II
• Actividades de la Parte II

Descripción
del curso
Descubre Don Quijote de la Mancha es un curso MOOC (curso gratuito, masivo, abierto y en línea) de la Universidad Francisco
Marroquín que tiene como objetivo impulsar la enseñanza de las humanidades por medio de la mejor novela de Miguel de
Cervantes, Don Quijote de la Mancha.

El curso consiste en una serie de glosas detalladas de la primera y segunda parte de la novela de Miguel de Cervantes y
Saavedra. El profesor Eric Clifford Graf presenta una serie de eventos y problemas importantes de la novela, ya que es un
texto magistral del renacimiento con alusiones a Platón, Aristóteles, la Biblia y la Escuela de Salamanca.

El curso se imparte de forma asincrónica a través de la plataforma Open Edx y diversos recursos educativos como: vídeos
disponibles en el canal de YouTube, transcripción de los vídeos en formato descargable, audios de las lecturas, evaluaciones,
foros de discusión y sesiones en vivo.

Página descriptiva e inscripción: donquijote.ufm.edu

Descubre Don Quijote de la Mancha


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donquijote.ufm.edu
¿Por qué aprender
sobre Don Quijote de la Mancha? Suscríbete a
Youtube
“No toda la vida se puede dedicar a los asuntos graves, como los negocios o el DonQuijoteUFM
aprendizaje técnico. De vez en cuando es importante reírse y disfrutar del ocio.
En la medida que Don Quijote entretiene y enseña, vale la pena y es útil. Además,
como la libertad del individuo está entre los valores principales de ese libro,
estudiarlo es, por definición, mejorar la condición humana”.

–Profesor Eric Clifford Graf

Acerca de
Universidad Francisco Marroquín
La tiene como misión enseñar y difundir los principios éticos, jurídicos y económicos de
una sociedad de personas libres y responsables.
En los últimos años la universidad se ha preocupado por utilizar tecnologías innovadoras
para enriquecer la experiencia de aprendizaje dentro y fuera del campus de estudios.

“ El programa que ustedes ofrecen es verdaderamente increíble. En la matrícula del programa para el Adulto
Mayor en el Municipio de Rionegro Antioquia, Colombia nos hemos animado a inscribir a un grupo de


literatura donde empezaremos con Don Quijote de la Mancha. Es un grupo con algunas limitaciones visuales,
con poco conocimiento de Internet o baja lecto-escritura, pero la metodología que ustedes ofrecen, a través
de vídeos, nos permite adaptarlo a nuestro grupo de 2,800 personas. Quisiera que todos conozcan esta
magna obra de Miguel de Cervantes

Julian Salazar Correa


Abogado UCO / Trabajador Social UPB
Síguenos en
twitter
Profesor @DonQuijoteUFM

Eric Clifford Graf


Eric Clifford Graf es catedrático de literatura en la Universidad Francisco Marroquín. Se doctoró en
literatura española en la Universidad de Virginia (1997). Ha sido profesor de literatura española
en las universidades de Smith, Illinois en Urbana-Champaign, Chicago, William & Mary y Wesleyan. Sus
áreas de especialización incluyen: literatura española medieval y moderna, filosofía renacentista, historia
de la novela y teoría literaria, política, cultural y económica. Además de su libro Cervantes and Modernity
(Bucknell University Press, 2007) y sus múltiples ensayos sobre poesía, teatro y narrativa de Miguel de
Cervantes. También ha publicado en revistas académicas sobre El poema de mio Cid, Garcilaso de la Vega,
Juan de Mariana, El Greco, San Juan de la Cruz, Pedro de Calderón, José de Cadalso, Vicente Aleixandre,
Julio Cortázar.

Página web
http://ufm.academia.edu/EricGraf

Ensayos publicados en Amazon


http://www.amazon.com/Cervantes-Modernity-Four-Essays-Quijote-ebook/dp/B00OM9MJJA/
Programa
académico
El curso MOOC Descubre Don Quijote de la Mancha aborda la primera parte (52 capítulos) y segunda parte (74 capítulos)
de la obra Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes. El curso completo está constituido por 6 insignias que el
estudiante obtiene al avanzar en el contenido, a través de los recursos de aprendizaje.

Parte I - Capítulos 1 al 52 Parte II - Capítulos 1 al 74


Duración Duración
18 semanas con un total de 75 horas 21 semanas con un total de 75 horas
de dedicación. de dedicación.

División División
Palmerín de Inglaterra (Capítulos 1-14 del libro) Santiago Matamoros (Capítulos 1-23 del libro)
Tirante el Blanco (Capítulos 15-28 del libro) San Jorge (Capítulos 24-47 del libro)
Amadís de Gaula (Capítulos 29-52 del libro) San Martín de Tours (Capítulos 48-74 del libro)

Tiempo de dedicación Tiempo de dedicación


5 horas por semana 5 horas por semana

Idioma Idioma
Todo el material del curso está disponible Todo el material del curso está disponible
en Español / Inglés en Español / Inglés

Certificación Certificación
Optativa Optativa

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Estrategia
de enseñanza - aprendizaje

• Asincrónica: El estudiante puede avanzar a su ritmo y en el horario de su conveniencia.


• El estudiante puede consultar las lecciones y el material las veces que necesite.
• Los módulos se aperturan de forma cronológica y dosificada para facilitar el aprendizaje de los estudiantes.
• El contenido de cada módulo se activa de forma semanal y el estudiante recibirá notificaciones a su correo
Metodología electrónico.

• La primera parte del curso (3 insignias) tiene una duración de 18 semanas.


• La segunda parte del curso (3 insignias) tiene una duración de 21 semanas.
• Se estima una dedicación de 80-95 horas por cada parte del curso.
Duración

Específicas
• Habilidad de identificar los elementos simbólicos y su significado dentro de los capítulos del libro
de Don Quijote de la Mancha.
• Capacidad de análisis y síntesis del contenido dentro de cada capítulo de la novela.
Competencias

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Instrumentales
• Capacidad de abstracción, análisis y síntesis.
• Capacidad de comunicación escrita a través de los recursos en la plataforma y las sesiones en vivo.
Competencias • Habilidad en el uso de tecnologías de la información y de la comunicación.
• Habilidades para buscar, procesar y analizar información.
• Capacidad de aplicar los conocimientos en la práctica.

Interpersonales
• Habilidad para trabajar en forma autónoma.
• Valoración y respeto por la diversidad y multiculturalidad.
• Compromiso ético.
• Capacidad crítica y autocrítica.

Sistémicas
• Capacidad de aprender y actualizarse permanentemente.
• Capacidad para motivar y conducir hacia metas comunes.

El estudiante tendrá a su disposición una serie de recursos de aprendizaje en diversos formatos.


• Vídeos que presentan el contenido expuesto por el profesor.
• Material en formato PDF o MP3 disponible para descargar.
• Evaluaciones dinámicas que apoyan el proceso de comprensión del curso.
Recursos de • La obra completa en versión digital dentro de la plataforma.
aprendizaje • Foros de análisis e interpretación de la obra a través de imágenes.
• Sesiones en vivo para interactuar con el profesor.

• La inscripción, acceso a los contenidos y recursos educativos del curso son gratuitos y de uso libre
bajo licencias Creative Commons.
Costo

• El estudiante puede optar a una certificación de USD $20 por cada módulo del curso Descubre Don
Quijote de la Mancha.
• Se obtiene un certificado digital que puede compartirse con amigos y colegas a través del sistema
Certificación de Open Badges.

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Contenido
Parte II
Cápitulos 01 - 49

Capítulo 01 - 02 Capítulo 05 - 08
Lección 1: Razón de estado 14 Lección 13: Sancho se transforma 45
Lección 2: Don Quijote tiene la solución perfecta 16 Lección 14: La familia de Sancho Panza 47
Lección 3: El barbero cuenta la historia del loco de Sevilla 18 Lección 15: Las fantasías de Teresa y Sancho 49
Lección 4: La orden de la andante caballería 20 Lección 16: Don Quijote y el humanismo 51
Lección 5: Sancho Panza espera gobernar su isla 25 Lección 17: La teoría de los cuatro linajes según don Quijote 53
Lección 18: La relación feudal entre señor y siervo 58
Capítulo 03 - 04 Lección 19: Don Quijote afirma que es mejor ser ladrón que avaro 60
Lección 20: La aventura de don Quijote y Sancho inicia en El Toboso 62
Lección 6: Don Quijote quiere saber lo que se dice de él 28
Lección 7: Sansón Carrasco afirma haber leído la primera parte de la novela 30
Capítulos 09 - 12
Lección 8: Se reflexiona sobre la primera parte de Don Quijote de la Mancha 32
Lección 9: Cervantes intenta definir un buen escritor 34 Lección 21: El mantra de Sancho Panza 65
Lección 10: La novela perfecta según Cervantes 36 Lección 22: El discurso de Sancho acerca de la infamia 67
Lección 11: «¿Al dinero y al interés mira el autor?» 38 Lección 23: «Con la iglesia hemos dado, Sancho» 72
Lección 12: Sancho Panza cita un grito de guerra: «¡Santiago, y cierra, España!» 40 Lección 24: El primer encuentro con Dulcinea 74
Lección 25: Don Quijote, el clásico amante romántico 76
Lección 26: Don Quijote se enfrenta a «Las Cortes de la Muerte» 78
Lección 27: «Señor, el Diablo se ha llevado al rucio» 80
Lección 28: El Caballero de los Espejos 85

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Parte II
Cápitulos 01 - 49

Capítulo 13 - 15 Capítulo 20 - 23
Lección 29: El Caballero del Bosque y su escudero 88 Lección 43: La boda de Camacho y Quiteria 123
Lección 30: «Divididos estaban caballeros y escuderos» 90 Lección 44: Interés y Amor pelean por la doncella 125
Lección 31: Sancho Panza el catador de vino 92 Lección 45: La segunda mitad de la boda de Camacho 130
Lección 32: Las hazañas del Caballero del Bosque 94 Lección 46: Don Quijote aconseja a Basilio 132
Lección 33: Sancho Panza, pacífico escudero 96 Lección 47: El descenso de don Quijote a la Cueva de Montesinos 134
Lección 34: La identidad del Caballero de los Espejos 98 Lección 48: La gran aventura en la cueva de Montesinos 136
Lección 35: La conspiración del cura, el barbero y Sansón Carrasco 100 Lección 49: Don Quijote, Fúcar 138

Capítulo 16 - 19
Actividades del Curso 142
Lección 36: Los pensamientos íntimos de don Quijote 104
Lección 37: Don Quijote defiende los intereses del hijo de Miranda 106
Lección 38: «La aventura de los leones» 108
Lección 39: La vida familiar de Diego de Miranda 114
Lección 40: Los poemas de Lorenzo de Miranda 116
Lección 41: El Caballero de los Leones 118
Lección 42: El licenciado y Corchuelo se retan a la esgrima 120

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“Hay una sola
diferencia
entre un loco y yo.
El loco piensa que
está sano. Yo sé
que estoy loco”.

—Salvador Dalí
INTRODUCCIÓN
Parte II

Capítulo 01
Capítulos 1-23:
Introducción
A
l comenzar la lectura de la segunda parte de DQ nos damos cuenta de que es claramente la continuación de la primera,
a pesar de que se publicó en 1615, diez años después de su aparición. Ambas partes comparten la mayoría de sus temas,
símbolos y personajes. La locura, el deseo, la violencia y la religión son temas clave nuevamente y la segunda parte de la
novela todavía se estructura según un conflicto básico entre la fantasía caballeresca y el realismo cotidiano. Los simbolismos de los
asnos y las posadas también se transfieren de la primera parte. Del mismo modo, el cura, el barbero, el ama de llaves y la sobrina están
presentes desde el principio e incluso Ginés de Pasamonte hace otra aparición.

Sin embargo, hay grandes diferencias estilísticas y discursivas. La segunda parte suena más natural que la primera, más íntima,
más inmediata, como si el método de escritura de Cervantes se hubiera vuelto más espontáneo. Su tono es más oscuro: DQ, en lugar
de un bufón y una amenaza general, es ahora una figura más trágica y humana. La segunda parte contiene aún más innovaciones,
momentos textuales que nos parecen casi posmodernos gracias a su tendencia a romper o confundir los marcos narrativos. Por ejemplo,
cuando SP cuestiona la veracidad de la visión que su amo tiene en la Cueva de Montesinos o cuando el caballero se lanza contra un
espectáculo de títeres que otros personajes disfrutan creyendo que los títeres son seres humanos o cuando DQ y SP se dan cuenta
de que son personajes de una novela que otros personajes han leído. Como parte de las innovaciones vemos que DQ y SP, a menudo,
intercambian los papeles en la segunda parte. Mientras que nuestro hidalgo empieza aceptar la realidad, nuestro campesino insiste en
interpretaciones fantásticas de los mismos fenómenos. Otra diferencia con la primera parte es el cambio de rumbo de los personajes,
quienes en lugar de dirigirse hacia el sur, a la Sierra Morena, se encaminan hacia el este, a Zaragoza y Barcelona. Aparecen nuevos e
importantes personajes como el duque y la duquesa y Sansón Carrasco, quienes interactúan con el caballero y escudero de manera
que no se ve en la primera parte porque participan directamente en las fantasías caballerescas que ellos mismos construyen en torno

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La segunda
parte es un tono
es más oscuro

al héroe. Otro ejemplo de las variaciones entre las dos partes lo encontraremos con las tres diferentes Dulcineas de la segunda sección,
todas ellas comportándose de manera más provocativa y solicitándole acciones específicas a nuestro héroe. Por último, la segunda
parte de DQ es una novela más abiertamente política que la primera. De hecho, el primer capítulo anticipa este aspecto que luego se
va a desarrollar con mayor profundidad.

En las primeras líneas de la segunda parte, Cervantes reconoce la existencia del autor morisco original: «Cuenta Cide Hamete
Benengeli en la segunda parte de esta historia». Esto no sólo vincula la segunda parte con el final de la primera, donde el narrador
anticipaba una tercera aventura, sino que también convierte las ansiedades de la primera parte acerca de la futura expulsión de los
moriscos en una amarga reflexión sobre la expulsión que sí se puso en marcha en España durante los cinco años anteriores a la
publicación de la segunda parte. Cervantes, en esas primeras frases de la segunda parte, emplea el discurso médico aceptado en la
época para informarnos de que DQ ha estado convaleciente, pero que «el corazón y el celebro» siguen siendo el problema. En otras
palabras, sus temperamentos emocionales e intelectuales aún están desequilibrados. Es difícil no interpretar el estado alterado en el
que se encuentra DQ como una metáfora de la expulsión morisca.

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LECCIÓN 01
Razón de estado
L
a primera escena de la segunda parte comienza con una visita a DQ. El cura y el barbero «determinaron de visitarle y hacer
esperiencia de su mejoría». Ambos acuerdan no mencionar nada que esté relacionado con la fantasía caballeresca, que el
narrador describe como una herida aún abierta: «acordaron de no tocarle en ningún punto de la andante caballería, por no
ponerse a peligro de descoser los de la herida, que tan tiernos estaban». Después de describir que DQ lleva un camisón de franela
verde, «una almilla de bayeta verde» y un gorro rojo largo, «con un bonete colorado toledano», el narrador indica que DQ está tan
seco como siempre: «no parecía sino hecho de carne momia». Estos colores y esta sequedad aluden a la imagen estereotipada de
la época de un loco. Así que en términos de su presentación inicial en la segunda parte, DQ todavía padece de locura. Él recibe a sus
amigos «con mucho juicio y con muy elegantes palabras».

Después de esta breve exposición, el tema político irrumpe cuando el narrador indica que, durante su conversación, el barbero,
el cura y el hidalgo «vinieron a tratar en esto que llaman “razón de estado”». Debemos recordar que la teoría política desde los
tiempos de Platón había empleado el discurso médico. Estados y líderes eran analizados como pacientes y evaluados en términos
de su relativa salud. Una vez más, la locura de DQ representa el estado político de la España de los Habsburgo. Del mismo modo, la
referencia explícita a la «razón de estado» conecta la novela con uno de los géneros más populares del Renacimiento: los manuales
de consejos principescos que habían escrito pensadores desde Maquiavelo, Erasmo y Bodin hasta Rivadeneyra, Mariana y Hobbes.
Cervantes es aún más específico: nuestro héroe y sus amigos son profundamente utópicos ya que hablan de diferentes «modos de
gobierno». Observemos cómo el uso del verbo «desterrando» recuerda el tema del exilio de los moriscos, que se justifica precisamente

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en términos de «razón de estado», es decir, como una medida
necesaria para la preservación del estado: «enmendando este
abuso y condenando aquel, reformando una costumbre y
desterrando otra, haciéndose cada uno de los tres un nuevo
legislador, un Licurgo moderno o un Solón flamante, y de
tal manera renovaron la república, que no pareció sino
que la habían puesto en una fragua y sacado otra de la que
pusieron».

De igual forma que Cervantes se burla de legisladores y


estadistas clásicos, lo hace también de la sobreabundancia de
supuestos expertos políticos, también llamados “arbitristas”,
que en la época ofrecían excesivos y ridículos asesoramientos
sobre cómo resolver los problemas de la política interior y
exterior de España. La ironía es que, a pesar de que DQ parece
hablar con «discreción» y de manera que hace creer a sus
amigos, el ama de llaves y la sobrina que él se ha curado –«del
todo bueno y en su entero juicio»–, lo cierto es que los tres
hombres caen engañados por su propia grandeza política.
LECCIÓN 02
Don Quijote
tiene la solución
perfecta
L
legado este punto, el cura descarta el plan de evitar los temas relacionados con la caballería y menciona que hay noticias en la
corte «que el Turco bajaba con una poderosa armada». El comentario del cura es un intento de probar la locura particular de
DQ porque esta noticia se relaciona con las numerosas llamadas de las milicias en los últimos años del siglo XVI. Estas llamadas
fueron las que justamente justificaron la supervivencia de la ya innecesaria casta de hidalgos. Por otra parte, el cura dice que Felipe III
ha reforzado Nápoles, Sicilia y Malta, esta última isla famosa por haber sido defendida de los turcos por los Caballeros de San Juan de
Jerusalén. No dejemos de observar cómo todo esto se relaciona con el propio heroísmo de Cervantes en la batalla de Lepanto.

Como era de esperarse, DQ muerde el anzuelo y dice que tiene la solución perfecta, pero no la comparte todavía. Esta es la primera
oportunidad que tenemos de acceder al interior de los pensamientos de un personaje en la segunda parte. El cura reflexiona para sí
mismo que DQ ahora ha caído de «la alta cumbre» de su locura hacia «el profundo abismo» de su ingenuidad. El primer conflicto de
la segunda parte se presenta cuando el barbero sugiere que la solución de DQ podría unirse a «la lista de los muchos advertimientos
impertinentes que se suelen dar a los príncipes». DQ se muestra claramente molesto y se burla del barbero llamándolo «señor
rapador». Toda la simulación ahora cesa cuando el cura llama a nuestro héroe por su apodo, DQ. Cuando DQ dice que no quería
compartir su solución con otros que podrían robar su idea, el barbero alude al ajedrez, jurando que no divulgará la idea de DQ «a rey ni
a roque». Así también se refiere a un romance cuya letra menciona a un ladrón que le roba a un sacerdote 100 «doblas» y «la su mula la
andariega», recordándonos, de esta manera, dos grandes temas de la primera parte: el dinero de SP y el asno desaparecido. Se presenta
el primer caso de jerga burguesa en la segunda parte cuando el cura responde por el barbero utilizando un lenguaje contractual: «yo le
abono y salgo por él». Cuando DQ pregunta quién responde por el cura, se da el primer caso de blasfemia de la segunda parte. El cura
responde que no necesita que nadie responda por él y alude al sacramento de la confesión, alegando que su profesión es suficiente: «es
de guardar secretos». La reacción de DQ es una burla de la frase que acompaña el cuerpo de Cristo distribuido durante la Eucaristía:
«¡Cuerpo de tal!».

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Como era de esperar, la solución que DQ argumenta es que el Rey destruya a los turcos contratando sólo a un puñado de hombres
como Amadís de Gaula y Don Belianís. Sin embargo, como ya no se encuentran hombres como esos, el trabajo le va a caer a él. Aquí DQ
invoca a Dios dos veces: «Dios mirará por su pueblo... y Dios me entiende». A estas palabras, su sobrina reacciona con miedo –«¡Que
me maten si no quiere mi señor volver a ser caballero andante!»– ante lo cual DQ permanece desafiante: «Caballero andante he
de morir».

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LECCIÓN 03
El barbero cuenta
la historia del
loco de Sevilla
A
continuación experimentamos una hermosa repetición de la técnica laberíntica de Cervantes propia de la primera parte:
mise en abîme o la estructura de “muñecas rusas”, un relato dentro de una narración, cuyo propósito es reflexionar sobre la
narración inicial. El barbero pide al grupo que le otorgue «licencia» para contar una historia que ocurrió en Sevilla «por
venir aquí como de molde». Se trata del relato folclórico del interno que casi escapa de un manicomio fingiendo estar curado, pero al
que Cervantes le da sus propios toques para acomodar a sus fines. Debido a que ocurre en el “Hospital de los Inocentes”, el relato vuelve
a aludir al discurso médico de la discusión política anterior. También se trata de problematizar la filosofía y el conocimiento, porque el
loco es un «licenciado» de Osuna, una universidad menor que el barbero compara con Salamanca. La historia también contiene otra
de las críticas de Cervantes a la Inquisición. Se burla de la superficialidad de las diferencias entre las religiones como si las personas
de diferentes religiones estuvieran eligiendo entre Júpiter y Neptuno. Se opone a la forma en que la Inquisición a menudo robaba y
redistribuía la propiedad de las personas que acusaba de herejía. El enfermo, según el relato, escribía cartas al «arzobispo», cabeza de
la jerarquía eclesiástica, en las que explicaba que sus familiares le habían internado con el fin de tomar el control de su «hacienda».
Observemos cómo esto también alude a la propia situación de DQ al comienzo de la primera parte, donde su locura le había impedido
continuar con la administración de sus bienes. Debemos tener en cuenta, además, que hay algo universalmente conmovedor acerca de
la difícil situación del otro loco, compañero del licenciado, que desafía su diagnóstico de locura: «¿Tú libre, tú sano, tú cuerdo, y yo
loco, y yo enfermo, y yo atado?».

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Tanto la conclusión del relato como la reacción de DQ, subrayan la poderosa dinámica que interviene con la risa. El enviado del
arzobispo, el capellán, tiene que reconocer que el hombre que había venido a liberar todavía estaba loco cuando dice que «Con todo
eso, señor Neptuno, no será bien enojar al señor Júpiter». Como consecuencia, el capellán se convierte en objeto de la risa del
rector y sus ayudantes, quienes le habían advertido de la imprudencia de liberar al licenciado. El capellán, por su parte, está claramente
humillado: «por cuya risa se medio corrió el capellán». Como vimos al comienzo de la primera parte, DQ se enoja por esta risa. Se da
cuenta de que el barbero lo ha comparado con un hombre loco que finge estar curado: «Yo, señor barbero, no soy Neptuno, el dios de
las aguas, ni procuro que nadie me tenga por discreto no lo siendo». También, DQ llama dos veces el barbero «rapista», un término
peyorativo, que también puede significar “ladrón”.

«¿Tú libre, tú sano,


tú cuerdo, y yo loco,
y yo enfermo, y yo
atado?»

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LECCIÓN 04
La orden de
la andante
caballería
L
o que sigue es otra de las energéticas defensas de DQ de «la orden de la andante caballería». Siguiendo a Virgilio y la Biblia,
DQ proclama que el propósito del caballero andante es el de «el castigo de los soberbios y el premio de los humildes». Se
lamenta sobre la falta de caballeros reales y la gran cantidad de caballeros cortesanos que hay en la actualidad, e incluso se
lanza a ofrecer un apasionado relato de la leyenda artúrica del “barco encantado”. Después de otro contraste nostálgico entre la Edad
de Oro del pasado y la Edad de Hierro del presente –«agora ya triunfa la pereza de la diligencia, la ociosidad del trabajo, el vicio
de la virtud»–, DQ alaba a una serie de héroes caballerescos. Encontramos sus favoritos de siempre, Amadís de Gaula, Palmerín de
Inglaterra, Tirante el Blanco y Don Belianís, y también la contradicción ocasional cuando alaba al guerrero sarraceno Rodamonte y al
cristiano Roldán. Justo cuando parece acercarse a la cima de su locura, DQ le da un sofisticado golpe final al barbero. Dice que si el Rey
sigue su consejo «el Turco se quedará pelando las barbas», lo que significa que el turco no sólo se quedará tirándose de la barba de
la vergüenza, sino también que tras su derrota se convertirá en barbero.

Esto sí que es divertido, pero también muy hostil: «Digo esto porque sepa el señor bacía que le entiendo». Contar y escuchar
relatos es como un combate. ¿Está revelando Cervantes algo acerca de su arte? El barbero hace su retirada, pero el cura presiona a DQ
sobre su obsesión de forma que nos recuerda la primera parte: «imagino que todo es ficción, fábula y mentira y sueños contados
por hombres despiertos, o, por mejor decir, medio dormidos». DQ rechaza la crítica como si fuera un «error» e insiste en que
los caballeros de las novelas de caballerías eran reales porque él los ha visto en persona. Haciendo alusión a la temática de la raza,
describe a Amadís con la piel blanca, pero una barba negra, en oposición al ideal rubio, e insiste en que tenía «buena fisonomía».
Sin embargo, DQ se muestra con dudas cuando el barbero le pregunta sobre la existencia de los gigantes. Hace referencia al filisteo
Goliat como gigante bíblico e incluso trae a colación el descubrimiento arqueológico de unos huesos en Sicilia, cuya geometría sugiere

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que pertenecían a seres enormes. Al final sospecha de manera
sorpresivamente lógica que el tamaño de Morgante era normal
porque dormía bajo un techo como todo el mundo.

La confusión persiste en la descripción que nos da DQ de


Reinaldos. A diferencia de su admiración en la primera parte,
ahora DQ ve a Reinaldos como traidor, «colérico en demasía,
amigo de ladrones y de gente perdida». Del mismo modo,
su descripción de Roldán lo hace sonar como un famoso pirata
otomano, «moreno de rostro y barbitaheño». Finalmente,
todo esto hace que DQ vuelva al problemático triángulo
amoroso entre Roldán, Angélica y el moro Medoro, que vimos
hacia la mitad de la primera parte. Al principio DQ sigue el
ejemplo del cura, considerando a Angélica una prostituta
–«andariega y algo antojadiza»– y sugiriendo que el autor,
Ariosto, la dejó al mando de «Catay» (China) porque él no quiso
entrar en más detalles sobre ella. Entonces DQ hace su retirada,
diciendo que libelos y sátiras están por debajo de su código de
caballería e incluso cita un poema favorable sobre Angélica de
Lope de Vega. En este punto, los gritos se escuchan en el patio
y el capítulo termina. ¿Quién podrá ser?

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Resumen
Capítulo 01
Descubre Don Quijote de la Mancha
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Recapitulemos
La segunda parte comienza con una densa revisión de los aspectos
principales de la primera parte, pero con algunos giros. Aparece la presencia
árabe inmediatamente con la referencia a Cide Hamete, luego una revisión
de la enfermedad de DQ, seguida de una de las incursiones más explícitas de
la novela en la política del Renacimiento, especialmente la guerra en curso
contra los turcos y el debate sobre la “razón de estado”, una excusa popular
para los tiranos de la época. Debemos reconocer referencias familiares a la
blasfemia y muy temprano en la novela otra intensa narración corta dentro del
relato que desestabiliza las definiciones de locura y quizás incluso de herejía.
El “cuerdo loco” se anticipa al héroe romántico del siglo XIX que lucha contra
una sociedad opresiva. Además, observamos que la risa es ya un problema
importante: verdadera, y aun así sádica, tanto dentro de la narración y por
fuera. Por último, la defensa airada de DQ de la caballería se centra en las
barbas (un tema recurrente en la segunda parte) y, por supuesto, la raza, ya que
nuestro caballero contempla una vez más las dificultades étnicas implícitas en
el triángulo amoroso formado por Angélica, Roldán y Medoro. Las pruebas
textuales y arqueológicas resultan dudosas. Los enemigos bíblicos como Goliat
podrían haber sido gigantes y los huesos hallados en Sicilia podrían confirmar
su existencia; sin embargo, DQ señala que un lector atento puede cuestionar
el tamaño de Morgante. Finalmente, en medio de un debate laberíntico sobre
la pureza relativa de Angélica, oímos voces en el patio.

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“¡Gracioso es el asno!”

—Fernando de Rojas, La Celestina


LECCIÓN 05
Sancho

Capítulo 02
Panza espera
gobernar su isla
L
a llegada de SP produce una interrupción del final del capítulo uno. Las voces que se escuchan pertenecen a la sobrina y al
ama de llaves, quienes salen vehementemente a defender la casa de DQ. El ama de llaves insulta a SP, llamándolo «mostrenco»
(vagabundo) y acusándolo de llevar a DQ por mal camino. SP responde con igual virulencia, llamándola «Ama de Satanás» y
alegando que era DQ quien lo engañó y que todavía no ha recibido la «ínsula» prometida.

No sólo la segunda parte es más política que la primera, sino que también se centra más explícitamente en la economía. SP dice
al ama de llaves que ella está equivocada por «la mitad del precio justo», frase que alude al muy debatido tema de la época de si
los precios se determinaban por mercado libre o, más bien, de acuerdo con los cálculos de algún regulador. La famosa Escuela de
Salamanca, por lo general, apoyaba el libre mercado, mientras que los monopolistas, el gobierno y ciertos teólogos insistían en que los
precios debían ser fijados por ellos. Irónicamente, a pesar de que SP acusa al ama de llaves de manipulación del valor de su relación
con DQ, todavía tiene intenciones corruptas. Tiene la esperanza de recibir más beneficios por gobernar su isla que «cuatro alcaldes de
corte». El ama de llaves vuelve a arremeter contra SP y le contesta que debería estar contento con lo que tiene: «Id a gobernar vuestra
casa y a labrar vuestros pegujares», o sea, que trabaje sus pequeñas parcelas. Aquí tenemos la esencia de la novela de Cervantes en
pocas palabras: el contraste entre el aventurerismo caballeresco y el simple, aunque aparentemente difícil, arte de la administración de
la propia hacienda.

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Una vez solos, DQ regaña a SP por tergiversar la esencia de su relación durante su discusión con el ama de llaves. Él utiliza el
discurso médico y anatómico con el fin de reafirmar una especie de vínculo natural y feudal entre amo y sirviente. Cervantes pone de
relieve la importancia de esto al hacer que DQ comience con una frase en latín: «Engáñaste, Sancho... según aquello “quanto caput
dolet”, etcétera... Quiero decir... que cuando la cabeza duele, todos los miembros duelen; y así, siendo yo tu amo y señor, soy tu
cabeza, y tú mi parte, pues eres mi criado; y por esta razón el mal que a mí me toca, o tocare, a ti te ha de doler, y a mí el tuyo».
La respuesta de SP es brillante y cómica, pero también restablece la tensión entre nuestros héroes que ya vimos en la primera parte.
SP recuerda el episodio en DQ 1.17 cuando fue manteado por no a pagarle al posadero: «pero cuando a mí me manteaban como a
miembro, se estaba mi cabeza detrás de las bardas, mirándome volar por los aires, sin sentir dolor alguno». DQ insiste en que
sintió el dolor del escudero en un sentido espiritual y luego cambia de tema.

«Id a gobernar
vuestra casa y a labrar
vuestros pegujares»

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““¡Gracioso es el asno!”

—Fernando de Rojas, La Celestina


LECCIÓN 06
Don Quijote

Capítulo 02
quiere saber lo
que se dice de él
T
al vez motivado por la historia del barbero en el capítulo anterior, DQ quiere saber lo que se dice de él, en concreto, lo que
dicen los plebeyos, «el vulgo», la baja nobleza, «los hidalgos» y la alta nobleza, «los caballeros». También, cuando critica
la corrupción y la adulación practicada por la clase política, recuerda la burla general del capítulo anterior a los consejos
principescos: «quiero que sepas, Sancho, que si a los oídos de los príncipes llegase la verdad desnuda, sin los vestidos de la
lisonja, otros siglos correrían, otras edades serían tenidas por más de hierro que la nuestra, que entiendo que de las que ahora
se usan es la dorada». Observemos lo complejo de esto. DQ reconoce que, en comparación con la vida en otros países, los españoles
están viviendo una edad de oro, pero aún así insiste en que es más corrupto de lo que debe ser.

La honestidad de SP es brutal cuando le responde. Los plebeyos creen que DQ está simplemente loco, «grandísimo loco»; los
hidalgos piensan que ha ido demasiado lejos al llamarse «don» cuando lo único que posee son algunas vides y un par de campos,
«cuatro cepas y dos yugadas de tierra»; y la alta nobleza está ofendida al ver que la baja nobleza se atreve a competir con ellos,
sobre todo porque DQ es uno de los que usan ceniza para colorear sus zapatos, «dan un humo los zapatos», y que reparan sus medias
negras con hilo verde, «toman los puntos de las medias negras con seda verde». Observemos que como al comienzo de la primera
parte, la segunda abre con información detallada: tanto el hidalgo como el escudero son extremadamente pobres. Por último, SP
informa que muchos cuestionan el carácter de DQ, llamándolo «loco, pero gracioso», «valiente, pero desgraciado» y «cortés, pero
impertinente».

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DQ ignora o rechaza estas críticas y señala que todos
los grandes héroes han sufrido la calumnia: a Julio César
lo llamaban demasiado ambicioso, a Alejandro Magno un
borracho, a Hércules autoindulgente, a don Galaor demasiado
pendenciero y a su hermano Amadís de Gaula un llorón. Sin
embargo, cuando el caballero le consulta al escudero si hay algo
más que deba decirle, la exposición de la segunda parte da un
giro absurdo, que una vez más nos muestra el genio literario del
autor. Cervantes no es sólo el inventor de la novela moderna,
sino también de la novela posmoderna. Increíblemente, SP
informa que su vecino Sansón Carrasco, que acaba de regresar
de su primer año en la Universidad de Salamanca, está leyendo
un libro sobre sus aventuras «con nombre del Ingenioso
Hidalgo don Quijote de la Mancha». ¡Fascinante! Si bien el mes
que transcurre entre las dos partes de la novela no es suficiente
tiempo para escribir y publicar un libro, SP se sorprende porque
el autor describe «cosas que pasamos nosotros a solas,
que me hice cruces de espantado cómo las pudo saber el
historiador que las escribió».

Este toque de trauma existencialista se ve mitigado por


una discusión en tono cómico entre el caballero y su escudero
sobre la identidad del autor del libro de sus aventuras. DQ
afirma que él debe ser un «sabio encantador», siguiendo una
convención de los libros de caballerías y SP le informa a su amo
que su nombre es «Cide Hamete Berenjena». DQ aclara que
este nombre es moro y que «Cide» significa «señor» en árabe.
Cuando SP se muestra a favor, porque «los moros son amigos
de berenjenas», el caballero pone en duda que el escudero le
haya dado el apellido correcto. Observemos cómo Cervantes se
burla del racismo aquí. En este punto, SP sale corriendo para
buscar al bachiller Carrasco que le dirá más a DQ.

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LECCIÓN 07
Sansón Carrasco afirma

Capítulo 03
haber leído la primera
parte de la novela
A
l comenzar el capítulo tres vemos a DQ meditando sobre el libro mencionado por SP. El narrador subraya el problema
temporal y al mismo tiempo nos da acceso indirecto a los delirios de grandeza de DQ: «no se podía persuadir a que tal
historia hubiese, pues aún no estaba enjuta en la cuchilla de su espada la sangre de los enemigos que había muerto,
y ya querían que anduviesen en estampa sus altas caballerías». DQ también se ve perturbado por ser el autor árabe: «de los moros
no se podía esperar verdad alguna, porque todos son embelecadores, falsarios y quimeristas». Le preocupa que el autor pudiera
haber tergiversado su fiel decoro o tal vez escrito algo contra «la honestidad de su señora Dulcinea del Toboso». DQ siempre ha
mantenido «a raya los ímpetus de los naturales movimientos». ¿Recordáis a Maritornes? Ella puede dar fe de la capacidad de DQ para
controlar sus pasiones, ¿no creéis?

En medio de estas preocupaciones, Sancho y Carrasco se hacen presentes repentinamente. A pesar de su nombre, Sansón es descrito
como pequeño en estatura, de unos veinte y cuatro años, y con una cara redonda, nariz chata y una gran sonrisa, «señales todas de
ser de condición maliciosa y amigo de donaires y de burlas». Carrasco juega inmediatamente con nuestro caballero, arrojándose a
sus pies y jurando por su bata de bachiller –«por el hábito de San Pedro que visto»– que DQ es «uno de los más famosos caballeros
andantes... en toda la redondez de la tierra». También elogia a Cide Hamete Benengeli por haber escrito las «grandezas» de DQ, así
como al narrador cristiano por haber tenido la precaución de «hacerlas traducir de arábigo en nuestro vulgar castellano». Tengamos
en cuenta que si DQ no se fía de autores árabes, su problema más inmediato es un falso vecino.

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De hecho, Carrasco representa una serie de problemas. Estamos sólo al principio del capítulo tres y el comentario de Carrasco pone
de relieve la alucinante estructura de mise-en-abîme de la narrativa que hemos visto en otros lugares. Suponemos que Cervantes es el
autor, pero hay otros involucrados: el narrador cristiano, Cide Hamete y, presumiblemente, otro traductor morisco. Para colmo, ahora
tenemos a Carrasco, o sea, otro personaje dentro de los marcos narrativos, quien afirma ya haber leído la primera parte de la novela. Él
hace aún más. Señala que la novela ha sido publicada en Portugal, Valencia, Barcelona y Amberes; e incluso anticipa el futuro cuando
observa que «no ha de haber nación ni lengua donde no se traduzga». Evidentemente, como también se desprende de la dedicatoria
de 1615, para este momento Cervantes sabía que había escrito algo increíble. Ya había al menos nueve ediciones de DQ 1 que habían
sido traducidas al inglés y francés en 1612 y 1614.

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LECCIÓN 08
Se reflexiona sobre
la primera parte de
Don Quijote de la Mancha
A
lo largo de la segunda parte, Cervantes desplegará este tipo de auto-reflexiones, en las que los narradores y personajes se
refieren a la propia novela. El resultado es la inestabilidad cómica e intelectual. En el capítulo tres, la técnica se convierte
en una crisis existencial. Carrasco alaba la exactitud del autor árabe y del traductor cristiano de la primera parte y luego
se centra directamente en la principal causa de la ansiedad de DQ: «la honestidad y continencia en los amores tan platónicos de
vuestra merced y de mi señora doña Dulcinea del Toboso». Esta referencia a la teoría neoplatónica del amor de la época añade
un aspecto filosófico a la novela, que la mayoría de los lectores modernos desconocen (cf. León Hebreo). Al mismo tiempo, esta es la
primera respuesta de Cervantes a ciertos errores que los lectores dicen haber encontrado en la primera parte. SP sostiene que nunca
ha oído a nadie referirse a Dulcinea con el título de «don» y «ya en esto anda errada la historia». Lo cierto es que DQ se refirió a ella
con este título en dos ocasiones en la primera parte, pero SP no estaba presente. Por otra parte, Carrasco rechaza las críticas de SP: «No
es objeción de importancia esa». ¿En serio? ¿El estatus de Dulcinea no es importante? La relativa precisión de la primera parte y la
sofisticación en su comprensión de parte de los diferentes lectores son ahora un punto importante.

A continuación, DQ le pregunta a Carrasco cuál de sus aventuras recibe la mayor atención en el libro. El bachiller recuerda numerosos
episodios: los molinos de viento, los batanes, la batalla con las ovejas, la aventura del cuerpo muerto en el camino a Segovia, la
liberación de los galeotes, la batalla con el vasco, la aventura de Rocinante con las yeguas de Galicia, incluso el manteamiento de SP.
DQ observa que todas las historias tienen sus «altibajos», pero Carrasco informa que, aun así, algunos lectores habrían preferido que

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el autor pasara por alto «algunos de los infinitos palos que en diferentes encuentros dieron al señor Quijote». El escritor Vladimir
Nabokov hizo esta misma queja más de trescientos años después. SP bromea que estos golpes son la esencia de la narración: «Ahí entra
la verdad de la historia». Cuando DQ señala que Eneas y Ulises no eran tan perfectos como Virgilio y Homero los describieron, Carrasco
hace una distinción teórica entre escribir «como poeta» y escribir «como historiador». Al parecer, Cide Hamete es un historiador.

Ahora SP se entromete en la conversación aparatosamente, alardeando de su propia importancia y peleando tanto con DQ como
con Carrasco acerca de los detalles textuales. Dice que si la historia fiel es el objetivo del autor morisco, entonces «a buen seguro que
entre los palos de mi señor se hallen los míos». DQ está molesto por la negativa de SP de olvidar ciertos eventos. El escudero está
convencido de que él es uno de los principales «presonajes» de la novela y Carrasco corrige su pronunciación: «Personajes, que no
presonajes, Sancho amigo». Carrasco informa que algunos lectores encuentran a SP demasiado crédulo en cuanto al «gobierno de
aquella ínsula ofrecida por el señor don Quijote». El tema se vuelve político de nuevo cuando SP se define como calificado para ser
gobernador y que ha habido muchos peores que él: «que a mi parecer no llegan a la suela de mi zapato». Por último, SP advierte que
habrá problemas si el autor del libro ha calumniado su condición étnica superior: «si hubiera dicho de mí cosas que no fueran muy de
cristiano viejo, como soy, que nos habían de oír los sordos». Carrasco responde con un golpe irónico: «Eso fuera hacer milagros».
Hacer oír a los sordos sería un milagro, pero Carrasco insinúa que representar a SP como a un perfecto cristiano viejo sería representar
a otro.

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LECCIÓN 09
Cervantes intenta
definir un buen escritor
E
n este punto, SP arma un debate fundamental sobre la escritura creativa: «Milagros o no milagros... cada uno mire cómo
habla o cómo escribe de las presonas, y no ponga a trochemoche lo primero que viene al magín». Las expresiones
idiomáticas de SP y su evidente incapacidad para pronunciar “personas” hacen que su advertencia suene informal, pero no
lo es. Si los novelistas deben utilizar eventos fantásticos para darle vida a sus argumentos o no, hasta qué punto el discurso de un
personaje debe corresponder con su estatus social y el nivel de espontaneidad que un autor debe tener mientras escribe son los
principales temas de la época de Cervantes e incluso de la nuestra. La capacidad de un autor para encontrar la forma correcta de
interconectar los argumentos secundarios, manteniendo una historia principal coherente y plausible, también fue objeto de acalorados
debates. Se pueden escuchar en el comentario de SP ciertas alusiones a conceptos clásicos, como la insistencia de Aristóteles sobre las
unidades de acción, tiempo y lugar o su énfasis en el realismo o la narración mimética.

Carrasco va al grano de la primera de las tres principales objeciones a la primera parte de la novela. De acuerdo con muchos lectores,
El curioso impertinente, el relato intercalado de DQ 1.33-35, no tiene nada que ver con la historia de DQ. ¡Eso es significativo! Lo que
Cervantes hace en realidad aquí es poner a sus personajes a decidir si es o no un mal escritor. Irónica y paradójicamente, la primera
reacción de DQ es respaldar la crítica: «no ha sido sabio el autor de mi historia, sino algún ignorante hablador, que a tiento y sin
algún discurso se puso a escribirla». Pensemos en esto: DQ acaba de calificar a Cervantes de idiota. Luego hace una dura analogía
entre la endeble técnica de Cervantes y la de un cierto pintor de Úbeda, que era tan improvisado que tuvo que describir con palabras
sus obras. Después de pintar «Lo que saliere», este pintor escribía «Éste es gallo» debajo de lo que nadie podría reconocer como
un gallo. Sin embargo, el comentario final de DQ sugiere que los lectores de Cervantes son demasiado estúpidos para entender el
verdadero significado de su arte: «así debe de ser de mi historia, que tendrá necesidad de comento para entenderla».

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«en toda ella no se descubre
ni por semejas una palabra
deshonesta ni un pensamiento
menos que católico»

Carrasco luego nos da información específica sobre quién estaba leyendo la novela de Cervantes: «no hay antecámara de señor
donde no se halle un Don Quijote». Hmmm, al parecer, la novela fue leída por una clase ociosa educada, clase que podríamos ubicar
en algún lugar entre los intelectuales y las masas. Para aquellos de nosotros que leemos Don Quijote como una sátira subversiva contra
la ortodoxia de los imperialistas etnocéntricos, la posterior alabanza de Carrasco de la novela suena hipócrita: «en toda ella no se
descubre ni por semejas una palabra deshonesta ni un pensamiento menos que católico». Además, cuando DQ concuerda, él se
refiere al problema de la degradación monetaria que vimos a lo largo de DQ 1: «A escribir de otra suerte... no fuera escribir verdades,
sino mentiras, y los historiadores que de mentiras se valen habían de ser quemados como los que hacen moneda falsa». La ironía
aquí es que DQ dice que los malos autores que construyen mentiras para sus lectores son tan despreciables como los falsificadores
que extraen la riqueza de sus conciudadanos. Y si los lectores se dan cuenta de que los reyes Habsburgo hicieron esto tanto como
cualquiera, la novela de Cervantes no es ni simple ni inofensiva.

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LECCIÓN 10
La novela
perfecta según
Cervantes
D
on Quijote y Carrasco están de acuerdo en que la escritura requiere sabiduría, habilidad y además en que los críticos suelen
ser ignorantes y arrogantes: «para componer historias y libros, de cualquier suerte que sean, es menester un gran juicio y un
maduro entendimiento». Cuando DQ hace hincapié en que esto es especialmente cierto de la escritura humorística, se refiere
a las figuras cómicas en el teatro de la época: «la más discreta figura de la comedia es la del bobo, porque no lo ha de ser el que
quiere dar a entender que es simple». Carrasco luego menciona el problema adicional que enfrentan quienes escriben prosa: «como
las obras impresas se miran despacio, fácilmente se veen sus faltas». Además, aquellos que no son escritores deberían callarse la
boca: «aquellos que tienen por gusto y por particular entretenimiento juzgar los escritos ajenos sin haber dado algunos propios
a la luz del mundo». Carrasco sostiene que los críticos no ven el bosque detrás del árbol porque ellos ponen demasiada atención «a
los átomos del sol clarísimo de la obra de que murmuran». Incluso Homero cometió errores, pero luego Carrasco señala que lo que
algunos piensan que son errores de hecho podrían ser lo que exalta la belleza: «quizá podría ser que lo que a ellos les parece mal
fuesen lunares, que a las veces acrecientan la hermosura del rostro que los tiene». ¡Increible! ¡Cervantes le permite a Carrasco
sugerir que sus supuestos errores podrían haber hecho de su novela una obra aún más perfecta!

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El capítulo termina con una mirada a las otras dos quejas
principales que los lectores han tenido sobre la primera parte.
Este pasaje es confuso, incluso paradójico. Carrasco cita
primero Eclesiastés 1.15, «stultorum infinitus est numerus»,
que significa “infinito es el número de los tontos”, pero luego
se afirma que «infinitos son los que han gustado de la tal
historia». Cambiando la marcha de nuevo, da voz a los lectores
perplejos por la desaparición del asno de SP y los 100 escudos
que SP encontró en la maleta en Sierra Morena: «se le olvida
de contar quién fue el ladrón que hurtó el rucio a Sancho»
y «También dicen que se le olvidó poner lo que Sancho hizo
de aquellos cien escudos que halló en la maleta en Sierra
Morena». En este punto Sancho se pone nervioso y se excusa,
quejándose de «un desmayo de estómago». Antes de partir,
sin embargo, él se compromete a responderles a Carrasco y al
resto de los críticos: «satisfaré a vuestra merced y a todo el
mundo de lo que preguntar quisieren, así de la pérdida del
jumento como del gasto de los cien escudos». Después de
que DQ y Carrasco acaban «el banquete» y toman una «siesta»,
SP regresa.
LECCIÓN 11
«¿Al dinero y

Capítulo 04
al interés mira
el autor?»
E
n el capítulo cuatro SP regresa a la casa de DQ totalmente preparado para contarle a Carrasco todo sobre el robo de su asno y lo
que hizo con los 100 escudos. Su explicación sobre cómo alguien le robó su asno mientras lo montaba es divertido y absurdo:
«tuvo lugar de llegar y suspenderme sobre cuatro estacas que puso a los cuatro lados de la albarda, de manera que me
dejó a caballo sobre ella y me sacó debajo de mí al rucio sin que yo lo sintiese». Nos recuerda a esas figuras en las pinturas de Dalí
apoyadas en tantas muletas. SP también nos recuerda su apego emocional extremo a su asno: «acudiéronme lágrimas a los ojos, y hice
una lamentación». Entonces cuenta cómo se recuperó al animal, mientras estaba en compañía de la princesa de Micomicón: «viniendo
con la señora princesa Micomicona, conocí mi asno, y que venía sobre él en hábito de gitano aquel Ginés de Pasamonte». La
respuesta de Carrasco, que se centra en una incoherencia narrativa específica, es divertida por la forma en que le estalla la burbuja a SP:
«No está en eso el yerro... sino en que antes de haber parecido el jumento dice el autor que iba a caballo Sancho en el mesmo
rucio». SP no tiene una explicación: «A eso... no sé responder, sino que el historiador se engañó, o ya sería descuido del impresor».

Carrasco presiona aún más a SP en la cuestión de los 100 escudos: «¿qué se hicieron los cien escudos? ¿Deshiciéronse?». Ahora
Sancho se pone a la defensiva. Admite que gastó el dinero en su familia y en última instancia culpa a su esposa: «si al cabo de tanto
tiempo volviera sin blanca y sin el jumento a mi casa, negra ventura me esperaba». Sin embargo, insiste en que no tiene nada de
qué disculparse: «responderé al mismo rey en presona, y nadie tiene para qué meterse en si truje o no truje, si gasté o no gasté».
Incluso se afirma que los escudos son de alguna manera el pago por haber sufrido tantos golpes en compañía de su amo, señalando
que el dinero no era ni la mitad de lo que se le debía: «en otros cien escudos no había para pagarme la mitad». Y protesta una vez
más que nadie tiene derecho a juzgarlo: «cada uno meta la mano en su pecho y no se ponga a juzgar lo blanco por negro y lo negro
por blanco, que cada uno es como Dios le hizo, y aun peor muchas veces».

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Una tercera
salida

Carrasco aclara que los errores que ha mencionado son los principales y luego indica que el
autor planea emitir una secuela: «en hallando que halle la historia, que él va buscando con
extraordinarias diligencias, la dará luego a la estampa, llevado más del interés». La reacción
de Sancho recuerda la «aprobación» del tercer censor al comienzo de la segunda parte, que
también destacaba los motivos financieros de Cervantes para escribir: «¿Al dinero y al interés
mira el autor?». Ese es un gran problema. Cervantes estaba obviamente consciente de estar justo
en la cúspide de poder ganarse la vida como escritor. Para SP, la idea de un autor que grabara sus
hazañas es la excusa perfecta para otra aventura: «si mi señor tomase mi consejo ya habíamos
de estar en esas campañas deshaciendo agravios y enderezando tuertos, como es uso y
costumbre de los buenos andantes caballeros». En estas palabras de SP, el narrador nos dice
que «llegaron a sus oídos relinchos de Rocinante, los cuales relinchos tomó don Quijote por
felicísimo agüero». En eso planean una tercera salida.

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LECCIÓN 12
Sancho Panza cita un grito
de guerra: “¡Santiago, y
cierra, España!”
C
arrasco esboza el plan general: «era su parecer que fuese al reino de Aragón y a la ciudad de Zaragoza, adonde de allí a
pocos días se habían de hacer unas solenísimas justas por la fiesta de San Jorge, en las cuales podría ganar fama sobre
todos los caballeros aragoneses, que sería ganarla sobre todos los del mundo». Esta información es históricamente
exacta: las únicas personas más obsesionadas que DQ con la caballería era la nobleza aragonesa. Cuando Carrasco dice que DQ debe
ser más cauteloso porque el mundo depende de él, SP está de acuerdo en términos muy sofisticados. Alude a Eclesiastés 3.1-8 –«Sí,
que tiempos hay de acometer y tiempos de retirar»– y luego cita un grito de guerra de la época de la Reconquista: «sí, no ha de ser
todo “¡Santiago, y cierra, España!”». Por último, incluso se alude a la frase de Aristóteles que la virtud se encuentra en medio de los
extremos: «entre los extremos de cobarde y de temerario está el medio de la valentía» (cf. in medio stat virtus).

Como de costumbre, SP no quiere tener nada que ver con la violencia: «pensar que tengo de poner mano a la espada, aunque sea
contra villanos malandrines de hacha y capellina, es pensar en lo escusado». La razón es que quiere preservarse a sí mismo por su
gobierno. Pero incluso en este tema, revela cierto escepticismo intelectual e incluso anticipa su propia trágica caída: «tan bien y quizá
mejor me sabrá el pan desgobernado que siendo gobernador; ¿y sé yo por ventura si en esos gobiernos me tiene aparejada
el diablo alguna zancadilla donde tropiece y caiga y me haga muelas?». Carrasco está impresionado –«habéis hablado como un
catedrático»–, y en ese momento SP recupera su valor: «yo he tomado el pulso a mí mismo y me hallo con salud para regir reinos y
gobernar ínsulas». Pero el comentario final de Carrasco es ominoso, insinuando que la fuerza del poder político va a corromper a SP:
«los oficios mudan las costumbres, y podría ser que viéndoos gobernador no conociésedes a la madre que os parió» (cf. honores
mutant mores).

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«Dulcinea
del Toboso»

SP está ofendido e insiste una vez más en su buena crianza. Tiene sangre cristiana pura y, como tal, nunca le faltará el respeto a
nadie: «Eso allá se ha de entender... con los que nacieron en las malvas, y no con los que tienen sobre el alma cuatro dedos de
enjundia de cristianos viejos, como yo los tengo. ¡No, sino llegaos a mi condición, que sabrá usar de desagradecimiento con
alguno!». Debemos mantener la afirmación de SP en mente mientras leemos la segunda parte.

El capítulo termina cuando DQ le pide a Carrasco que componga un poema de despedida en su nombre a Dulcinea. Insiste en que
el poema sea escrito como un acróstico, es decir, usando las primeras letras del nombre de «Dulcinea del Toboso». De esta manera,
Dulcinea sabrá que el poema es sincero y ha sido compuesto para ella sola. ¡Atención! Notemos cuán abiertamente engañoso DQ es
aquí. ¿Es este el mismo DQ que se dejaría poner en una jaula por su amada? Carrasco no puede pensar en una forma poética viable dado
que el nombre de Dulcinea tiene diecisiete letras, pero él encontrará una manera.

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Resumen
Capítulos 2 - 4
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Recapitulemos
Lo más llamativo de los capítulos dos, tres y cuatro es la naturaleza existencialista
y autorreferencial de la reciente composición de Cervantes, que llega a tal punto
que incluso SP se confunde tanto que tiene que tomar un descanso cuando le
empieza a doler el estómago. En primer lugar, SP informa que los miembros de
todas las castas sociales critican a DQ. Luego se refiere a la noticia sorprendente
de que un libro se ha escrito sobre sus aventuras. Esto es bastante inquietante;
y la idea de que el autor sea moro es demasiado para digerir. Cuando Sansón
Carrasco llega, las cosas se complican aún más, ya que él ha estado leyendo el
libro en cuestión. Además, parece que hay errores graves en la narración. ¿Merece
Dulcinea el título de «doña»? ¿Es adecuado el cuento interpolado de El curioso
impertinente? ¿Y qué decir del asno intermitente de SP y el dinero que parece
haber robado de la maleta en la Sierra Morena? En un momento dado, DQ declara
que su propio autor debe ser incompetente e ignorante. Lo más sorprendente
de todo es que Carrasco sugiere que todos estos supuestos errores en realidad
podrían ser marcas de belleza. Por su parte, observemos cómo el carácter moral
de SP es el verdadero problema. Toma las preguntas de Carrasco como una
afrenta personal y se pone a la defensiva. Observemos también cómo SP insiste
dos veces en su pureza étnica, se queja múltiples veces de los abusos de DQ y
reitera su interés en gobernar su isla. Cervantes hace lo que quiere con nosotros,
sus lectores, y si los rebuznos de Rocinante son una indicación, estamos en las
vísperas de un maravilloso viaje a Zaragoza.

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“Todas las familias
que brillan hoy
por su esclarecido
linaje tuvieron
principios bajos
y oscuros”.

—Juan de Mariana,
La dignidad real y la educación del rey
LECCIÓN 13
Capítulo 05
Sancho se
transforma
L
os capítulos cinco y seis de la parte dos ofrecen miradas separadas a las respectivas casas de SP y DQ. El discurso de DQ a
su sobrina sobre el significado del linaje, o lo que hoy llamaríamos “la herencia”, es uno de los pasajes más humanistas en
todos los escritos de Cervantes. Podría equivocarme, pero diría que probablemente representa los valores propios del autor.
Igualmente interesante es el diálogo entre SP y su esposa Teresa, que en realidad se ocupa del mismo tema.

Lo que primero notamos sobre el capítulo cinco es que el narrador ficcional interrumpe repetidamente el discurso de SP con
comentarios críticos de parte del traductor ficcional: «Llegando a escribir el traductor desta historia este quinto capítulo, dice
que le tiene por apócrifo, porque en él habla Sancho Panza con otro estilo del que se podía prometer de su corto ingenio y dice
cosas tan sutiles, que no tiene por posible que él las supiese». De esta manera, Cervantes logra tres efectos: 1) la transformación
de SP será un tema importante en la segunda parte; 2) la burla a la noción aristotélica de la mimesis, demasiado simplista y limitadora
de su creatividad; 3) la obligación de los lectores a tomar nota de la presencia del autor y de pensar críticamente acerca de todos los
aspectos de sus personajes de ficción.

SP le anuncia a su esposa que tiene planes de salir en otra aventura con DQ: «porque lo quiere así mi necesidad, junto con la
esperanza que me alegra de pensar si podré hallar otros cien escudos como los ya gastados». No sólo mantiene SP viva la cuestión
de los 100 escudos perdidos, de nuevo destaca el afán de lucro con que lo hemos estado asociando a él y a nuestro autor. Cuando SP
expresa sus sentimientos encontrados acerca de su partida, suena como un poeta culto jugando con una paradoja: «bien me holgara
yo de no estar tan contento como muestro». Teresa no entiende: «no sé yo quién recibe gusto de no tenerle». SP explica: «me
entristece el haberme de apartar de ti y de mis hijos; y si Dios quisiera darme de comer a pie enjuto y en mi casa, sin traerme

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por vericuetos y encrucijadas, pues lo podía hacer a poca
costa y no más de querido». Esto es algo laberíntico, pero si
leemos con atención, en realidad no es una paradoja. SP no
quiero tener que divagar, pero debido a que necesita dinero, él
va. Esto nos recuerda la insistencia de la Escuela de Salamanca
en la premisa que el hombre debe preocuparse por su propio
bienestar.

No pasemos por alto la comedia aquí. SP expresa su obsesión


que ya conocemos con el asno como si fuera un cruzado cuya
dama debe asistir a su caballo de guerra: «os conviene tener
cuento estos tres días con el rucio, de manera que esté para
armas tomar: dobladle los piensos, requerid la albarda
y las demás jarcias, porque no vamos a bodas». SP reitera
que pronto será «gobernador de una ínsula». Teresa expresa
su escepticismo respecto a sus ambiciones políticas. Ella hace
un juego de palabras con “gobierno”, que significa también
“juicio” o “sentido común”. Y si escuchamos con atención, hasta
incluso ella suena anarquista: «Eso no, marido mío... vivid
vos, y llévese el diablo cuantos gobiernos hay en el mundo;
sin gobierno salistes del vientre de vuestra madre, sin
gobierno habéis vivido hasta ahora y sin gobierno os iréis...
Como esos hay en el mundo que viven sin gobierno, y no
por eso dejan de vivir y de ser contados en el número de las
gentes». Irónicamente, ella luego contradice su escepticismo,
pues detecta la posibilidad de obtener beneficios personales:
«Pero mirad, Sancho, si por ventura os viéredes con algún
gobierno, no os olvidéis de mí y de vuestros hijos». Por cierto,
esta es la primera vez que conocemos el verdadero nombre de
Teresa. Ella se llamaba «Juana Gutiérrez» en la primera parte.
Cervantes parece burlarse de sus lectores perfeccionistas, pero
podría ser también que nos estuviera diciendo algo acerca de lo
que significa ser una persona: el interés propio y la conciencia
crítica de los demás.

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LECCIÓN 14
La familia
de Sancho Panza
L
a discusión que sigue se centra en el futuro de los dos hijos de SP. Nos enteramos de que SP tiene una familia nuclear: «Sanchico
tiene ya quince años cabales», a pesar de que no ha ido a la escuela y «Mari Sancha» cuenta con edad suficiente para casarse.
SP fantasea con casarla con un miembro de la nobleza: «tengo de casar, mujer mía, a Mari Sancha tan altamente, que no la
alcancen sino con llamarla “señoría”». Teresa objeta con pragmatismo: «Eso no, Sancho... casadla con su igual». Le pide a SP que se
centre en el dinero y que le deje a ella el asunto de casar a su hija: «Traed vos dineros, Sancho, y el casarla dejadlo a mi cargo». Ella
no quisiera ver a su hija «en esas cortes y en esos palacios grandes, adonde ni a ella la entiendan ni ella se entienda». La respuesta
de SP es divertida y también de mal agüero. Técnicamente, se hace análogo al famoso y rebelde criminal liberado a cambio de Cristo:
«Ven acá, bestia y mujer de Barrabás... ¿por qué quieres tú ahora, sin qué ni para qué, estorbarme que no case a mi hija con
quien me dé nietos que se llamen “señoría”?» (cf. Mc. 15.7).

Aquí el narrador interrumpe nuevamente para señalar el carácter inverosímil del discurso de SP: «Por este modo de hablar, y por
lo que más abajo dice Sancho, dijo el tradutor desta historia que tenía por apócrifo este capítulo». El lenguaje de SP indica su
opinión corrupta del gobierno como medio de obtención de la riqueza: «será bien dar con mi cuerpo en algún gobierno provechoso
que nos saque el pie del lodo». También hay que prestar atención a la elección de SP de usar palabras árabes para ciertos textiles que
representan el futuro lucrativo de su esposa. SP adopta la perspectiva medieval de un cruzado que se hará rico al reconquistar a los
moros del sur: «verás como te llaman a ti “doña Teresa Panza” y te sientas en la iglesia sobre alcatifa, almohadas y arambeles,
a pesar y despecho de las hidalgas del pueblo». Tengamos en cuenta, también, la tensión social expresada por un campesino que
quiere competir con la casta hidalgo.

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Teresa puede querer riqueza, pero insiste en que Sanchica debería casarse con alguien de su propio rango. Teresa va a resistir el
deseo de SP de ascender en la escala social gobernando sobre una provincia de frontera y a ella no le preocupan los títulos: «temo
que este condado de mi hija ha de ser su perdición. Vos haced lo que quisiéredes, ora la hagáis duquesa o princesa, pero séos
decir que no será ello con voluntad ni consentimiento mío... “Teresa” me pusieron en el bautismo, nombre mondo y escueto,
sin añadiduras ni cortapisas, ni arrequives de dones ni donas». Ella también critica el deseo de DQ de transgredir la jerarquía social:
«Idos con vuestro don Quijote... y yo no sé, por cierto, quién le puso a él don que no tuvieron sus padres ni sus agüelos».

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LECCIÓN 15
Las fantasías
de Teresa y
Sancho Panza
S
ancho Panza es terco. Sigue fantaseando acerca de cómo se va a enriquecer a la hija de Teresa: «te la pongo en toldo y en
peana y en un estrado de más almohadas de velludo que tuvieron moros en su linaje los Almohadas de Marruecos».
El juego de palabras aquí está en el uso de «almohadas», pero el error de SP alude a los moros «almohades» que habían
conquistado Andalucía en el siglo XII. Observemos cómo la presencia de los moros complica la cuestión del linaje. La identidad racial
se pone de relieve de manera similar con la sutil alusión que SP hace a La Celestina de Fernando de Rojas, que giraba en torno a las
prohibiciones contra el matrimonio entre cristianos viejos y conversos judíos. Cuando SP dice que su esposa no está siendo razonable,
como si estuviera pidiendo que Sanchica «se arrojara de una torre abajo», se refiere al suicidio de Melibea en la novela de Rojas.

Aún tratando de convencer a su esposa para que Sanchica tenga un casamiento de conveniencia, SP ahora despliega un argumento
filosófico sofisticado que una vez más hace que el narrador cite el escepticismo del traductor. SP se convierte en un neoplatónico,
argumentando que lo que una persona llega a ser en la vida triunfa sobre lo que podría haber sido en el pasado: «todas las cosas
presentes que los ojos están mirando se presentan, están y asisten en nuestra memoria mucho mejor y con más vehemencia
que las cosas pasadas... De donde nace que cuando vemos alguna persona bien aderezada y con ricos vestidos compuesta y
con pompa de criados, parece que por fuerza nos mueve y convida a que la tengamos respeto, puesto que la memoria en aquel
instante nos represente alguna bajeza en que vimos a la tal persona: la cual inominia, ahora sea de pobreza o de linaje, como
ya pasó, no es, y sólo es lo que vemos presente». Este complejo discurso sobre lo que define la identidad de una persona proviene
de un hombre que pronuncia mal “persona” como “presona”. Tengamos en cuenta que el punto moral de SP es que la herencia racial
no debería importar en lo más mínimo. Incluso dice que sólo la gente envidiosa se preocupa por el linaje, y ¿quién puede evitar ser
envidiado?

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«te la pongo en toldo y en
peana y en un estrado de más
almohadas de velludo que
tuvieron moros en su linaje
los Almohadas de Marruecos»

El capítulo termina cómica e irónicamente. Como si fuese un sabio, ahora SP corrige la pronunciación de su esposa. Sonando
corrupto de nuevo, y probablemente en alusión a los problemas fiscales de España bajo los Habsburgo, se compromete a enviar
dinero tan pronto como él sea gobernador: «te enviaré dineros, que no me faltarán, pues nunca falta quien se los preste a los
gobernadores cuando no los tienen». Cuando Teresa estalla en lágrimas, diciendo que el día que ella vea a su hija convertida en una
condesa será el día en que su hija muera, el narrador transcribe la obstinadamente absurda respuesta de SP: «la consoló diciéndole
que ya que la hubiese de hacer condesa, la haría todo lo más tarde que ser pudiese». Teresa se rinde, pero su último comentario
contiene un toque feminista: «con esta carga nacemos las mujeres, de estar obedientes a sus maridos, aunque sean unos porros».
Por supuesto, todo esto es ridículo: los dos padres están cantando victoria antes de que empiece la guerra. U otra manera de decirlo:
están contando sus aceitunas antes de plantar los olivos. De hecho, todo este diálogo entre SP y Teresa parece derivar del famoso
entremés de Lope de Rueda, Las aceitunas, en la cual una campesina fantasea sobre su futura riqueza sin habérsela ni siquiera puesto
en marcha.

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LECCIÓN 16
Don

Capítulo 06
Quijote y el
humanismo
E
l título que resume el capítulo seis, «De lo que pasó a don Quijote con su sobrina y con su ama, y es uno de los importantes
capítulos de toda la historia», suena como las otras ridículas exageraciones que encontramos en DQ. Sin embargo, en el
contexto de la atmósfera altamente racista de la Inquisición española, hay una pizca de sinceridad aquí. Esto se debe a que
el capítulo contiene el discurso más radicalmente humanista de DQ sobre el linaje. Los intelectuales humanistas, muchos de ellos
autodidactas, desde Maquiavelo a Erasmo, argumentaron que la virtud personal no es una característica heredada, una idea subversiva
para una sociedad de castas que ponía gran énfasis en la propia ascendencia.

Dos puntos sobre el principio de este capítulo. Cervantes utiliza el adjetivo “impertinente” dos veces, recordándonos su supuesta
indiscreción compositiva de La novela del curioso impertinente de la primera parte. Además, su tono es una vez más político. El comentario
de DQ, «si yo fuera rey», recuerda las reflexiones de los tres arbitristas en el capítulo uno. Cuando el ama de llaves argumenta que DQ
debería ser un caballero cortesano en lugar de un caballero andante, él se lanza a explicar una distinción que hemos visto antes (cf.
DQ 1.7): «no todos los caballeros pueden ser cortesanos, ni todos los cortesanos pueden ni deben ser caballeros andantes». Una
vez más, DQ desprecia claramente a los caballeros decadentes, es decir, asesores cortesanos que gobiernan el mundo a una distancia
segura, «mirando un mapa» y quejándose sobre «niñerías» y «otras ceremonias», tales como «si lleva o no lleva más corta la lanza
o la espada». DQ parece loco porque sus ejemplos de «caballeros» superiores provienen de la literatura fantástica, pero si escuchamos
con atención, está criticando la corrupción de la clase política moderna.

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«todo eso que dice de los caballeros
andantes es fábula y mentira, y sus historias,
ya que no las quemasen, merecían que a
cada una se le echase un sambenito o alguna
señal en que fuese conocida por infame»

Ahora, la sobrina añade otra capa de significado a la discusión. Recordando la quema de los libros de la primera parte, dice que
las novelas de caballerías de DQ son heréticas y que si no se les da muerte, entonces deberían al menos hacer que vistan como las
víctimas de la Inquisición: «todo eso que dice de los caballeros andantes es fábula y mentira, y sus historias, ya que no las
quemasen, merecían que a cada una se le echase un sambenito o alguna señal en que fuese conocida por infame». No olvidemos
la imagen del hereje arrepentido que llevaba su «sambenito». Volverá a aparecer en unos futuros episodios importantes. Siguiendo con
el tema, DQ etiqueta el comentario de su sobrina como «blasfemia». Con su manera peculiar, y en referencia a las distintas categorías
de caballeros, nuestro hidalgo expresa su preocupación humanista con la virtud personal. Observemos también cómo sus palabras
arremeten contra asesores cortesanos quienes abogan la devaluación monetaria: «algunos hay follones y descomedidos; ni todos
los que se llaman caballeros lo son de todo en todo, que unos son de oro, otros de alquimia, y todos parecen caballeros, pero
no todos pueden estar al toque de la piedra de la verdad». En su crítica de la política inflacionaria de Felipe III, Juan de Mariana la
describió sarcásticamente como un modo de alquimia nefasta.

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LECCIÓN 17
La teoría de los
cuatro linajes
según don Quijote
L
a sobrina contraataca con otra distinción, una que socava la visión que tiene DQ de sí mismo. Ella afirma que, técnicamente
hablando, DQ no puede ser un «caballero», porque «aunque lo puedan ser los hidalgos, no lo son los pobres». En otras
palabras, DQ es demasiado pobre para ser un caballero. Un verdadero caballero tendría que tener ingresos suficientes para
mantener su estilo de vida militar y político en la corte, mientras que el título inferior de DQ sólo indica que es descendiente de hidalgos.
Cervantes nos ha preparado bien para el discurso que sigue. Precisamente en este momento de crisis sociológica y psicológica, leemos
la apasionada teoría del linaje de DQ.

DQ dice que hay cuatro tipos de linajes: «unos, que tuvieron principios humildes y se fueron estendiendo y dilatando hasta
llegar a una suma grande», «otros, que tuvieron principios grandes... y los conservan y mantienen», «otros, que, aunque
tuvieron principios grandes, acabaron en punta, como pirámide, habiendo diminuido y aniquilado su principio hasta parar
en nonada» y por último «los más, que ni tuvieron principio bueno ni razonable medio, y así tendrán el fin, sin nombre». Esta
gama dinámica de posibilidades es lo suficientemente radical, pero aún más sorprendente son los ejemplos que DQ da para cada caso.
Nada menos que los temidos turcos otomanos encarnan el ejemplo de los que se han transformado de humildes a grandes. La nobleza
estática está representada por los príncipes que logran permanecer en paz con sus vecinos, «conteniéndose en límites de sus estados
pacíficamente». El ejemplo que DQ ofrece de los linajes sin salida es sorprendente. Menciona a los faraones y Tolomeos de Egipto, los
Césares de Roma y l​​ uego agrega una frase que se burla de las autoridades en todas partes: «toda la caterva (si es que se le puede dar
este nombre) de infinitos príncipes, monarcas, señores». El resto son simplemente las masas. Al final, los faraones y los Césares del
mundo parecen ser poco más que las masas. Tal vez sean aún peores.

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Si Teresa sonaba feminista en su debate con SP, ahora DQ suena misógino en su respuesta final a las mujeres de su familia. Él está
enojado por su escepticismo, pero advertimos también que su último punto descarta la idea de que la virtud pueda ser heredada: «De
todo lo dicho quiero que infiráis, bobas mías, que es grande la confusión que hay entre los linajes, y que solos aquellos parecen
grandes y ilustres que lo muestren en la virtud». No nos equivoquemos: esta es una meditación sobre la naturaleza y los orígenes de
la virtud. El término se menciona ocho veces. Y DQ adopta claramente el punto de vista más liberal, humanista: «Al caballero pobre
no le queda otro camino para mostrar que es caballero sino el de la virtud», y esos pobres caballeros que logran hacerlo se verán
como «de buena casta, y el no serlo sería milagro».

Por último, recordando otro tema que vimos en la primera parte, nuestro hidalgo señala que hay dos rutas a la gloria: «las letras»
y «las armas». Recordemos que el propio Cervantes ganó su fama tanto a través de la espada como de la pluma. DQ subraya esta
combinación cuando cita directamente del «gran poeta castellano nuestro», es decir, Garcilaso de la Vega, el gran poeta petrarquista
e anti-imperialista de la época de Carlos V. Tengamos en cuenta, sin embargo, que DQ reconoce que lograr la grandeza trae consigo la
responsabilidad de elegir y actuar sabia y moralmente: «sé que la senda de la virtud es muy estrecha, y el camino del vicio, ancho
y espacioso». Muy parecido a SP, DQ ha respaldado la posibilidad de alcanzar la estatura social, independientemente de la herencia.
Así, cuando SP llega al final del capítulo seis, el gesto de DQ tiene sentido: «salió a recebirle con los brazos abiertos su señor don
Quijote». Y notemos la gran ironía que conecta la primera con la parte de la novela que se encuentra en la respuesta sarcástica de
la sobrina que por sobre todo su tío es un poeta: «Ay, desdichada de mi... que también mi señor es poeta. Todo lo sabe, todo lo
alcanza: yo apostaré que si quisiera ser albañil, que supiera fabricar una casa como una jaula». Esta jaula debería recordarnos la
que se utilizó para transportar a DQ al final de la primera parte.

Hay dos rutas a la gloria:


«las letras» y «las armas»
Resumen
Capítulos 05 - 06
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Recapitulemos
Aunque no es inmediatamente evidente, los capítulos cinco y seis contienen
mucho pensamiento filosófico sobre el valor individual. Al mismo tiempo, hay
numerosos indicios de que Cervantes piensa que muchos de los lectores de
la primera parte han pasado por alto la complejidad y seriedad de su arte. Por
ejemplo, si, al igual que el traductor, desestimamos los discursos de SP como
inverosímiles, es poco probable que reflexionemos sobre su significado moral, su
crítica del privilegio jerárquico. Del mismo modo, si pensamos en DQ como un
tonto “impertinente” que se atreve a reclamar títulos como «don» y «caballero»,
que él no merece legalmente, entonces corremos el riesgo de perder de vista un
aspecto político importante. Ahora es un buen momento para reflexionar sobre
el sutil cambio en el título de la continuación de Cervantes: Segunda parte del
ingenioso caballero don Quijote de la Mancha. Al mismo tiempo, hay que recordar
que los héroes de nuestra novela, e incluso Cervantes mismo, tienen sus puntos
ciegos: SP se aferra a una mentalidad racista propia de la Reconquista y ve el
poder político como un medio de adquirir riqueza; y DQ, en la cumbre de su
defensa humanista de la virtud personal, se olvida por un momento que los
valores de los verdaderos «caballeros» incluyen el respecto de las mujeres.

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“...también el trabajo
humano es un artículo
susceptible de
cambio con beneficio,
lo mismo que
cualquier otra cosa”.

—Thomas Hobbes, Leviatán


LECCIÓN 18
La naturaleza de

Capítulo 07
la relación feudal
entre señor y siervo
A
l comienzo del capítulo siete, el ama de llaves le ruega al bachiller Carrasco que evite que su amo salga en otra aventura.
Después de un breve diálogo cómico, Sansón le pide que se despreocupe, que él va a pensar en algo: «sabe que soy bachiller
por Salamanca, que no hay más que bachillear». Los malentendidos de la conversación, así como el constante énfasis en
el nivel académico de Sansón, son el contexto para que se inicie otra serie de confusiones entre SP y DQ. Asimismo, tengamos en cuenta
cómo Cervantes narra diferentes eventos que están ocurriendo simultáneamente, de la misma forma que acaba de describir el aspecto
interior de las casas de SP y DQ. El autor vincula estos eventos a través de una de sus figuras retóricas favoritas, el “zeugma”. Es decir,
se usa un término en una frase que luego queda implícito en otra. En este caso, «tiempo» es el término que logra la vinculación: «el
bachiller fue luego a buscar al cura, a comunicar con él lo que se dirá a su tiempo. En el que estuvieron encerrados, don Quijote
y Sancho pasaron las razones que con mucha puntualidad y verdadera relación cuenta la historia». Este hermoso dispositivo tiene
muchos propósitos. Por un lado, pone de relieve la compleja naturaleza del universo narrativo de Cervantes y de la realidad en general.
¿Puedes pensar en otros?

Echemos un vistazo a la conversación entre SP y DQ. SP anuncia que ha convencido a su esposa de que lo dejara partir de otra aventura.
Pero su elección de palabras es incorrecta: «he relucida a mi mujer a que me deje ir con vuestra merced». DQ lo corrige: «Reducida
has de decir». La ironía aquí está en que «reducida» significa “convencida”, pero la palabra «relucida» en la frase de SP también podría
significar «re-azotada», o en otras palabras “severamente azotada”, que sin duda sería un tipo más grave de convencimiento. El acto
de azotar un animal o a una persona va a ser un tema importante de la segunda parte. SP responde que su amo no le debería corregir
tan bruscamente y que si DQ esperara un poco, SP estaría más abierto a la crítica. Una vez más la selección de palabras del personaje
es confusa: «que yo soy tan fócil...». Esto podría ser una mala pronunciación de “focil”, que significa “sensible” o “defensivo”, o tal vez

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«nadie puede prometerse en este
mundo más horas de vida de las
que Dios quisiere darle»

SP quería decir “fácil” o “fácil de convencer”. Nótese que esto se refiere directamente
a la naturaleza de la relación feudal entre señor y siervo: SP admite que es demasiado
sensible o fácil de dominar. DQ prefiere una opción aún más obediente: «tú quieres
decir que eres tan dócil, blando y mañero».

Esta confusión resulta el contexto perfecto para el verdadero tema sobre el que SP
quiere conversar: la compensación por sus servicios. Irónicamente, dado que él afirma
haber controlado a su esposa, SP dice ahora que Teresa lo ha obligado a ponerse
serio con DQ. Luego agrega que cualquier hombre que no escucha los consejos de
una mujer «es loco». Igualmente, irónico, dado que DQ ha llamado recientemente
a las mujeres de su casa «bobas», nuestro caballero está totalmente de acuerdo. SP
finalmente tiene el descaro de pedir un salario fijo: «que vuesa merced me señale
salario conocido de lo que me ha de dar cada mes el tiempo que le sirviere, y
que el tal salario se me pague de su hacienda, que no quiero estar a mercedes,
que llegan tarde o mal o nunca». ¡Esto es muy significativo! La novela de Cervantes
se ve muy moderna aquí. SP rechaza el orden feudal, que hace depender la suerte
del siervo de la generosidad del amo; lo que él quiere es un contrato. Su lógica es
también interesante. Su razonamiento se funda en la Muerte. Debido a que somos
seres mortales, nuestro tiempo tiene valor: «nadie puede prometerse en este
mundo más horas de vida de las que Dios quisiere darle».

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LECCIÓN 19
Don Quijote afirma
que es mejor ser
ladrón que avaro

A
hora nos encontramos con otro malentendido simbólico. SP dice que está dispuesto a descontar el valor de la isla prometida
de su salario de manera prorrateada: «no soy tan ingrato... que no querré que se aprecie lo que montare la renta de la
tal ínsula y se descuente de mi salario gata por cantidad». La frase correcta es “rata por cantidad” y DQ lo corrige con una
broma: «a las veces tan buena suele ser una gata como una rata». Hay otro nivel de ironía aquí. La palabra «gata» implica “latrocinio”
o robo. DQ ha dicho que a veces es mejor ser ladrón que avaro. Los lectores atentos encontrarán una referencia al robo de SP de los 100
escudos de Cardenio de la primera parte.

DQ rechaza el pedido de SP. A un nivel cómico, lo hace porque él no recuerda a ningún escudero que recibiera salario en los libros
de caballerías: «no me acuerdo haber leído que ningún caballero andante haya señalado conocido salario a su escudero». La
novela da un giro moderno cuando añade que el mercado laboral es competitivo: «si no queréis venir a merced conmigo y correr
la suerte que yo corriere, que Dios quede con vos y os haga un santo, que a mí no me faltarán escuderos más obedientes, más
solícitos, y no tan empacados ni tan habladores como vos». En esto, SP se derrumba: «se le anubló el cielo y se le cayeron las alas
del corazón». Para empeorar las cosas, llega Carrasco. Después de elogiar a DQ –«¡Oh honor y espejo de la nación española!»– y
proclamar su deseo de que los enemigos de DQ nunca lo trampeen «en el laberinto de sus deseos», le ofrece repentinamente sus
servicios: «y si alguna cosa faltare para ponerle en ejecución, aquí estoy yo para suplirla con mi persona y hacienda; y si fuere
necesidad servir a tu magnificencia de escudero, lo tendré a felicísima ventura».

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Esto es divertido, por supuesto, pero también es un ejemplo de la teoría económica. Es el tipo de filosofía natural
que los teólogos escolásticos tardíos de la Escuela de Salamanca usaron para sus análisis de las relaciones de
mercado. Cervantes nos permite saber esto a través de dos aspectos de la respuesta de DQ a la oferta de Carrasco.
En primer lugar, repite que el mercado laboral es competitivo: «¿No te dije yo, Sancho, que me habían de sobrar
escuderos?». En segundo lugar, se pone de relieve la sutil sofisticación de Carrasco en relación con la Universidad
de Salamanca, llamándolo «perpetuo trastulo y regocijador de los patios de las escuelas salmanticenses».

SP sabe que ha perdido toda capacidad de negociación y por eso da marcha atrás y se compromete a servir a
DQ de manera feudal. Cuando lo hace, destroza la terminología legalista, a lo que el narrador revela que Carrasco
está convencido de que SP es «uno de los más solenes mentecatos de nuestros siglos». Carrasco le entrega
entonces a DQ una «celada de encaje» y DQ y SP finalmente parten. Nuestros héroes viajan como siempre, con
«don Quijote sobre su buen Rocinante, y Sancho sobre su antiguo rucio», pero con algunos ajustes pragmáticos.
Llevan comida y DQ también tiene una reserva de dinero para los gastos futuros: «proveídas las alforjas de
cosas tocantes a la bucólica y la bolsa, de dineros que le dio don Quijote para lo que se ofreciese». También
tengamos en cuenta que otro zeugma describe su salida: «dio Sansón la vuelta a su lugar, y los dos tomaron la
de la gran ciudad del Toboso».

«don Quijote sobre


su buen Rocinante,
y Sancho sobre su
antiguo rucio»

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LECCIÓN 20
La aventura de don

Capítulo 08
Quijote y Sancho Panza
inicia en El Toboso

E
l capítulo ocho abre con lo que probablemente es la formulación más abiertamente islámica de todos los textos de Cervantes:
«“¡Bendito sea el poderoso Alá!”, dice Hamete Benengeli al comienzo deste octavo capítulo. “¡Bendito sea Alá!”, repite
tres veces». Es fácil tomar esto como otra simple expresión de los juegos en cuanto a la problemática autoría de la novela.
Sin embargo, estas también son las primeras palabras del Corán y, como señala Francisco Rico, los moriscos españoles tradicionalmente
cantaban la frase tres veces al atardecer. Observemos que mientras la primera salida de DQ comenzó al amanecer, la aventura de la
segunda parte comienza al atardecer. ¿Y a dónde se dirigen nuestros héroes? El Toboso, una ciudad que algunos estudiosos consideran
fue el hogar de muchos moriscos que se trasladaron allí después de la Guerra de las Alpujarras de 1568-1571.

A continuación, tenemos un recordatorio comiquísimo de los buenos augurios asociados con los sonidos de Rocinante y del asno de
SP: «apenas se hubo apartado Sansón, cuando comenzó a relinchar Rocinante y a sospirar el rucio, que de entrambos, caballero y
escudero, fue tenido a buena señal y por felicísimo agüero». Los “suspiros” de la montura de SP son un eufemismo de sus flatulencias,
consideradas como buenos augurios desde la antigüedad. Sin embargo, Cervantes lleva el significado de las flatulencias todavía más
allá: «aunque, si se ha de contar la verdad, más fueron los sospiros y rebuznos del rucio que los relinchos del rocín, de donde
coligió Sancho que su ventura había de sobrepujar y ponerse encima de la de su señor».

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Ahora SP recuerda los episodios de la primera parte «en el corazón de Sierra Morena» y su visita a Dulcinea. Anticipa que no va
a dar su bendición a DQ, a menos que ella lo haga desde las vallas de su corral desde donde la vio cuando le entregó la carta de DQ.
DQ rechaza la imagen prosaica, diciendo que SP debe haber confundido las cercas con «galerías, o corredores, o lonjas o como las
llaman de ricos y reales palacios». Este contraste cómico entre la fantasía caballeresca de DQ y la insistencia de SP en la realidad
baja también contiene algo de la sofisticada teoría neoplatónica acerca de los efectos ennoblecedores del amor cortés. Según DQ:
«cualquier rayo que del sol de su belleza llegue a mis ojos alumbrará mi entendimiento y fortalecerá mi corazón». SP responde
que él no recuerda tal perfección solar: «el mucho polvo que sacaba se le puso como nube ante el rostro y se le escureció».

En este punto, DQ esgrime una alusión a la escritura como un proceso de tejido de hilos del gran poeta Garcilaso de la Vega:
«aquellos versos de nuestro poeta donde nos pinta las labores que hacían allá en sus moradas de cristal aquellas cuatro ninfas
que del Tajo amado sacaron las cabezas y se sentaron a labrar en el prado verde aquellas ricas telas que allí el ingenioso
poeta nos describe, que todas eran de oro, sirgo y perlas contestas y tejidas». Bah, ¡esos textiles de nuevo! Sin embargo, dadas
las descripciones contrarias de SP, DQ teme que algún enemigo haya distorsionado su realidad, tal vez incluso invertido la misma
naturaleza de su historia: «la envidia que algún mal encantador debe de tener a mis cosas, todas las que han de dar gusto trueca
y vuelve en diferentes figuras que ellas tienen; y, así, temo que en aquella historia que dicen que anda impresa de mis hazañas,
si por ventura ha sido su autor algún sabio mi enemigo, habrá puesto unas cosas por otras». ¿Quién podría ser este mal mago?
Independientemente de eso, observemos que la envidia, el motivo emocional de la violencia indicada por todos, desde Virgilio a
Nietzsche, es la causa principal del problema de DQ: «¡Oh envidia, raíz de infinitos males y carcoma de las virtudes!».

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“...también el trabajo
humano es un artículo
susceptible de cambio
con beneficio, lo mismo
que cualquier
otra cosa”.

—Thomas Hobbes, Leviatán


LECCIÓN 21
Capítulo 08
El matra de
Sancho Panza
L
a respuesta egocéntrica de SP a esta línea de pensamiento es compleja. En primer lugar, afirma que es demasiado pobre para
ser envidiado. Después defiende su honor personal al insistir en su ortodoxia y su pureza étnica. Tengamos en cuenta la forma
en que expresa una cierta contradicción moral aquí: «siempre creo, firme y verdaderamente en Dios y en todo aquello que
tiene y cree la santa Iglesia Católica Romana, y el ser enemigo mortal, como lo soy, de los judíos, debían los historiadores tener
misericordia de mí y tratarme bien en sus escritos». SP pide piedad de los autores misteriosos de su historia y al mismo tiempo se
jacta de que él no tiene ningún tipo de piedad por los judíos. Por último, SP afirma que no importa lo que digan los demás, él siempre
es justo con todo el mundo: «desnudo nací, desnudo me hallo: ni pierdo ni gano». Este será el mantra de SP en la segunda parte.
Cervantes nos está preparando para una examinación seria del carácter de SP.

SP termina este discurso ya contradictorio con otra especie de paradoja. El escudero aceptará la infamia si le concede la fama:
«aunque por verme puesto en libros y andar por ese mundo de mano en mano, no se me da un higo que digan de mí todo lo que
quisieren». Ante esto, DQ esgrime su propio discurso laberíntico, centrándose en ejemplos famosos de la lógica de SP. Aquí el hidalgo
está rozando los límites de un ejercicio retórico común practicado por los eruditos humanistas del Renacimiento. Menciona que ciertas
mujeres en la corte se sintieron ofendidas por haber sido dejadas de lado de una feroz sátira escrita sobre ellas. DQ recuerda a Eróstrato,
quien incendió el templo de Diana sólo para poder ser famoso. Menciona a otras figuras que fueron igualmente destructivas, como
César al cruzar el Rubicón y Hernán Cortés, «el cortesísimo Cortés», cuando quemó sus naves en Veracruz. Esto es confuso y bastante
gracioso. DQ empieza deslizando los nombres de quienes son claros ejemplos de idiotas, pero termina con ejemplos de hombres que
muchos consideraban héroes.

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Aún más confuso, son los demás ejemplos mencionados por DQ, que no encajan en absoluto con la idea
paradójica de hacer algo malo para obtener la fama. Más bien, ellos expresan lo contrario: simple, auto-
sacrificio heroico. Tenemos a Horatius Cocles, quien defendió el puente más antiguo de la antigua Roma
contra los invasores; Caius Mucius Scaevola, quien puso su mano en el fuego cuando lo amenazaron con
torturarlo; y lo más importante de todo, dada la propia profesión de DQ, Marcus Curtius, un caballero clásico
que se lanzó a sí mismo y a su caballo en una «profunda sima ardiente», que había amenazado con destruir
a Roma después del terremoto en 362 AC.

Sin embargo, el ejemplo más fascinante implica a nadie menos que Carlos V, a menudo considerado
un César moderno. El Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico hizo una visita triunfal a Roma en
1536 después de haber conquistado Túnez el año anterior. Quería visitar el Panteón Romano, conocido en
el siglo XVI como Santa Maria della Rotonda. Esta increíblemente famosa maravilla arquitectónica contiene
una «claraboya redonda, que está en su cima», es decir, un tragaluz en el cenit de su cúpula, que es
perfectamente esférica, o como dice DQ, «de media naranja». De acuerdo con DQ, el emperador recorrió
este edificio y estaba de pie en la cúpula encima de este tragaluz mirando hacia abajo, cuando su guía,
«un caballero romano», hizo una confesión impactante: «Mil veces, Sacra Majestad, me vino deseo de
abrazarme con vuestra majestad y arrojarme de aquella claraboya abajo, por dejar de mí fama eterna
en el mundo». El emperador le dio las gracias y le ordenó mantener su distancia. Sin embargo, en última
instancia DQ rechaza el deseo de fama y ​​sus palabras hacen hincapié en la importancia de no transgredir
los límites de la moral cristiana: «Así, ¡oh Sancho!, que nuestras obras no han de salir del límite que nos
tiene puesto la religión cristiana que profesamos». ¿Se trata esto de una lección para los cristianos viejos
antisemitas?

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LECCIÓN 22
El discurso de
Sancho acerca
de la infamia
S
ancho Panza toma el nuevo tema, la moral cristiana, como una nueva línea de investigación. Una vez más, se confunde el
vocabulario: «querría que vuestra merced me sorbiese una duda». DQ lo corrige «Asolviese quieres decir». SP le pregunta
sobre lo que pasó con todos esos Césares. DQ contesta que los paganos residen todos en el infierno y que los cristianos, «si
fueron buenos cristianos», están en el purgatorio o en el cielo. Esto alude a la famosa controversia sobre el destino de los buenos
paganos que murieron antes de Cristo, pero también alude al debate moderno sobre el purgatorio, que distingue el protestantismo del
catolicismo. Notemos cuán moral, e incluso teológico, se ha convertido este capítulo.

No pasemos por alto el humor. SP presiona a su amo, preguntándole específicamente qué pasó con las partes reales de los cuerpos
de los Césares y si no se convirtieron en objetos sagrados como los que ahora atraen a los peregrinos cristianos. DQ parece demasiado
hipnotizado por los ejemplos de la historia para comprender la esencia de la pregunta de SP. Con los Césares todavía en su mente, el
caballero bromea que las cenizas de Julio César se colocaron «sobre una pirámide de piedra de desmesurada grandeza», que es
hoy en día el obelisco “La Aguja de San Pedro”. También menciona que Adriano fue enterrado en lo que hoy es el Castel Sant’Angelo
en Roma. Por cierto, este edificio sirvió como refugio para el Papa Clemente VII durante el saqueo de Roma de las tropas de Carlos V
en 1527, evento que la gira triunfal del Emperador en 1536 se suponía había mejorado. SP va al grano: «¿cuál es más, resucitar a un
muerto o matar a un gigante?». DQ afirma: «más es resucitar a un muerto».

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¿Recuerdan cómo, cerca del final de la primera parte, SP consiguió que el supuestamente
encantado DQ admitiera que tenía que hacer «aguas mayores»? Bueno, aquí encontramos
de nuevo a SP satisfecho de sí mismo por arreglárselas para socavar la fantasía caballeresca
de DQ: «Cogido le tengo». Él sugiere que se deben intentar ser santos en lugar de caballeros,
porque las cadenas de un par de mártires torturados o las auto-flagelaciones de dos docenas
de monjes disciplinantes son más apreciadas por Dios que los golpes de lanza, o «lanzadas»,
de los héroes militares. DQ admite que SP tiene razón, pero el caballero dice que no todos
pueden ser mártires. Además, agrega: «religión es la caballería, caballeros santos hay en
la gloria». ¿Qué santos son estos? Pensad en ello. Lo sabremos mucho más tarde.

Los héroes avanzan sin incidentes durante un par de días y después llegan, una vez
más, «al anochecer», a «la gran ciudad del Toboso». Para decir la verdad, El Toboso no
es una gran ciudad, sino más bien un pueblo insignificante. ¿O es que me equivoco? El
capítulo termina con DQ eufórico por la visión de El Toboso; pero SP está deprimido porque
ahora tiene un serio problema: «se le alegraron los espíritus de don Quijote y se le
entristecieron a Sancho, porque no sabía la casa de Dulcinea, ni en su vida la había
visto». Uh-oh.

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Resumen
Capítulos 07 - 08
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Recapitulemos
Esta parte de DQ está llena de juegos de palabras «fócil», «dócil», «rata»,
«gata», «sorbiese», «asolviese». Observemos cómo cada una es una alusión
a temas reales: la sumisión de SP, la diferencia entre un ladrón y un siervo y
la posibilidad de ser perdonado por los pecados. La discusión salarial está
radicalmente explícita: la tensión entre caballero y escudero se convierte ante
nuestros ojos en la de empleador y empleado. Por su lado, Cide Hamete canta
gran alabanza de Alá al mismo tiempo que los héroes se acercan a El Toboso en
la noche. La extraña creencia de que los pedos son buenos augurios da paso
a otro debate sobre la pureza de Dulcinea y mientras tanto el antisemitismo y
orgullo étnico de SP quedan claramente visibles. Debemos tener en cuenta cómo
quedan densamente entretejidas las anécdotas históricas del capítulo ocho. Estas
anécdotas comienzan como una meditación sobre el heroísmo, que contrasta
con la búsqueda de la fama a través de actos criminales. DQ nos cautiva con su
conocimiento arquitectónico durante su versión de la visita de Carlos V a Roma.
Por último, tenemos el interés de SP en la santidad, en contraste con las cenizas
de César colocadas en la parte superior de una pirámide. Si no recuerdo mal, en
términos de linaje, las pirámides son como callejones sin salida. ¿Son los Césares
callejones sin salida? ¿O pueden esperar haber dejado algún legado? Pregunta:
¿Cuál es la diferencia entre «cima» y «sima»? Si eres español, podrás escuchar
una diferencia obvia, pero para los hispanoamericanos... Bueno, vamos a decir
que el cénit de un hombre es el abismo de otro.

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“Asno eres, y asno has de
ser, y en asno has de parar
cuando se te acabe el
curso de la vida, que para
mí tengo que antes llegará
ella a su último término
que tú caigas y des en la
cuenta de que eres bestia”.

—Miguel de Cervantes,
Don Quijote de la Mancha
LECCIÓN 23
«Con la iglesia

Capítulo 09
hemos dado,
Sancho»
E
l capítulo nueve comienza con uno de los encabezados más absurdamente divertidos de Cervantes: «Donde se cuenta lo
que en él se verá». Esto es obvio, ¿verdad? ¿O no lo es? ¿Cómo puede uno ver lo que se narra? ¿Y qué pasa si lo que se narra
sucede en la oscuridad? La primera línea del capítulo también es ridícula. Es exactamente medianoche, más o menos: «Media
noche era por filo, poco más a menos, cuando don Quijote y Sancho dejaron el monte y entraron en el Toboso». Y según parece,
sí hay luz de luna: «Era la noche entreclara». La luna es el símbolo de la diosa Diana, a quien vimos en el capítulo anterior, y a quien
ahora comenzamos a asociar con Dulcinea. La luna también aparece prominentemente en las banderas islámicas de principios del siglo
XIV. Debemos también tener en cuenta el sonido de los perros ladrando, interrumpidos por los sonidos de otros animales simbólicos de
DQ: «De cuando en cuando rebuznaba un jumento, gruñían puercos, mayaban gatos».

DQ toma esto como «mal agüero», pero sigue insistiendo a SP que le guíe «al palacio de Dulcinea». La respuesta de SP es blasfema
y establece un conflicto entre nuestros héroes con respecto a la morada de Dulcinea: «¿A qué palacio tengo de guiar, cuerpo del
sol... que en el que yo vi a su grandeza no era sino casa muy pequeña?». DQ insiste en que SP habría tenido que verla en «algún
apartamento de su alcázar». Este término arábigo aparece en siete ocasiones en este capítulo, enfatizando así la diferencia de
perspectivas que tienen escudero y caballero sobre Dulcinea.

Ahora DQ ve una enorme forma en la noche, que dice que debe ser el palacio de Dulcinea. SP dice que le guiará hasta allá, pero
expresa su duda como si fuera Santo Tomás ante la resurrección de Cristo: «quizás será así; aunque yo lo veré con los ojos y lo
tocaré con las manos». Cuando el alcázar de Dulcinea resulta ser una iglesia, leemos una de las líneas más famosas de la novela: «Con
la iglesia hemos dado, Sancho». Hoy en día es un refrán que indica el peligro y la futilidad de contradecir a la autoridad intratable.

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Cuando SP supone que DQ debería reconocer la casa de Dulcinea, el enojo del caballero crece hasta tocar el tema de la ortodoxia
religiosa: «Ven acá, hereje: ¿no te he dicho mil veces que en todos los días de mi vida no he visto a la sin par Dulcinea... que
solo estoy enamorado de oídas?». SP se mete ahora en problemas: «pues vuestra merced no la ha visto, ni yo tampoco». ¿Mintió
entonces a DQ sobre la embajada a El Toboso en la primera parte? SP se recupera de manera hilarante y absurda: «también fue de oídas
la vista y la respuesta que le truje».

En este punto, aparece un campesino: «venía a pasar por donde estaban uno con dos mulas». Está cantando un famosa romance,
con el que parece aludir al problema norte-sur de la identidad española: «Mala la hubiste, franceses, / en esa de Roncesvalles».
Cuando DQ pregunta por la dirección del palacio de Dulcinea, el hombre explica por qué la desconoce –«yo soy forastero y ha pocos
días que estoy en este pueblo sirviendo a un labrador rico»–, y sugiere a DQ que contacte con las autoridades religiosas del pueblo,
quienes censan a todos los habitantes: «tienen la lista de todos los vecinos del Toboso». Todo esto nos lleva a una pregunta: ¿quién
exactamente vivía en El Toboso a principios del siglo XVII? Algunos dirán que unos pocos moriscos que fueron realojados tras la Guerra
de las Alpujarras de 1568-71. Esto haría que los curas locales estuvieran un poco nerviosos, ¿no?

SP sugiere ahora que caballero y escudero se retiren a un bosque cercano, y le ofrece buscar a Dulcinea a la mañana siguiente.
DQ está complacido: «el consejo que ahora me has dado le apetezco y recibo de bonísima gana». SP se siente aliviado: «Rabiaba
Sancho por sacar a su amo del pueblo, porque no averiguase la mentira de la respuesta que de parte de Dulcinea le había
llevado a Sierra Morena». El narrador concluye el capítulo con una frase extraña. Nos adelanta que el siguiente capítulo contiene
ciertos eventos que requieren nuestra atención y confianza: «nueva atención y nuevo crédito».

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LECCIÓN 24
Capítulo 10
El primer encuentro
con Dulcinea
E
l gran académico de literatura comparada Erich Auerbach escribió un importante ensayo sobre el capítulo diez, en el que
argumentaba que este representaba la esencia de la novela de Cervantes, como conflicto entre fantasía y realidad. Advertimos
un aspecto particular de este conflicto cuando SP va a buscar «los palacios o alcázares de mi señora». Auerbach no consideró
este contraste cultural entre el mundo árabe y el cristiano.

Según SP se dirige hacia El Toboso, recita un «soliloquio» en privado. Esto es algo más que el tipo de monólogo que podemos
escuchar de Hamlet. SP mantiene, en realidad, una conversación consigo mismo: «“Sepamos agora, Sancho hermano, adónde va
vuesa merced. ¿Va a buscar algún jumento que se le haya perdido?” “No, por cierto.” “Pues ¿qué va a buscar?” “Voy a buscar,
como quien no dice nada, a una princesa, y en ella al sol de la hermosura y a todo el cielo junto.” “¿Y adónde pensáis hallar eso
que decís, Sancho?” “¿Adónde? En la gran ciudad del Toboso”». Cervantes no es solo un maestro del diálogo, es un maestro del
diálogo interior, que revela las ansiedades ocultas de los personajes. ¿A qué viene esta técnica ahora? ¿Qué nos dice sobre SP?

El problema más acuciante de SP es cómo encontrar una mujer que no existe. Decide improvisar, confiando en la credulidad de su
amo: «Siendo, pues, loco, como lo es, y de locura que las más veces toma unas cosas por otras y juzga lo blanco por negro y lo
negro por blanco... no será muy difícil hacerle creer que una labradora, la primera que me topare por aquí, es la señora Dulcinea».
Entonces, llega a ver justo lo que necesita: «cuando se levantó para subir en el rucio vio que del Toboso hacia donde él estaba
venían tres labradoras sobre tres pollinos, o pollinas, que el autor no lo declara». Hay dos aspectos de la descripción que sigue que
nos resultan interesantes. Primero, hay mucha confusión sobre el sexo de las labradoras, lo que, según señala Francisco Rico, es un eco
del debate sobre el sexo de los ángeles. Segundo, el narrador ofrece unas excusas excesivas sobre por qué esto no debería interesarnos.

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¿Confiamos en este narrador? Hay también más juegos de palabras sobre los
asnos de las mujeres. Cuando SP va a informar a su amo que ha encontrado
«Hacaneas a Dulcinea, utiliza erróneamente un término bíblico, en el que se refiere a los
canaanitas de la antigua Palestina, enemigos de los israelitas: «Sus doncellas
querrás decir, y ella... vienen a caballo sobre tres cananeas remendadas». DQ le corrige:
«Hacaneas querrás decir, Sancho». SP repite entonces el tono esquivo del

Sancho» narrador: «Poca diferencia hay... de cananeas a hacaneas; pero, vengan


sobre lo que vinieren, ellas vienen las más galanas señoras que se puedan
desear». ¿Qué estarían haciendo los canaanitas en El Toboso?

En cualquier caso, DQ está entusiasmado. Recordando el tema del salario


de SP, DQ le ofrece a su escudero el botín de futuras conquistas, e incluso
añade un incentivo más realista: «te mando el mejor despojo que ganare
en la primera aventura que tuviere, y si esto no te contenta, te mando
las crías que este año me dieren las tres yeguas mías, que tú sabes que
quedan para parir en el prado concejil de nuestro pueblo». SP acepta
sabiamente los potros, porque «de ser buenos los despojos de la primera
aventura no está muy cierto». Entonces, nos hemos de preguntar: ¿qué tan
buenos serán los caballos criados en los prados comunales. Nos viene a la
mente la famosa frase de Juan de Mariana: “Cuando un asno es de muchos, los
lobos se lo comen”.

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LECCIÓN 25
Don Quijote el
clásico amante
romántico
A
hora tenemos un conflicto entre el punto de vista de SP y el de DQ: «Yo no veo, Sancho... sino a tres labradoras sobre
tres borricos». SP actúa como si se sintiera decepcionado, describiendo lo que ve de acuerdo a los dictados de la fantasía
caballeresca: «¡Agora me libre Dios del diablo!... ¿Y es posible que tres hacaneas, o como se llaman, blancas como
el ampo de la nieve, le parezcan a vuesa merced borricos? ¡Vive el Señor que me pele estas barbas si tal fuese verdad!». Raro,
¿verdad? SP se acaba de apostar la barba a que sabe la verdad. DQ insiste en la realidad: «es tan verdad que son borricos, o borricas,
como yo soy don Quijote y tú Sancho Panza». Pero... ¡un momento! DQ y SP son personajes de ficción. SP se dirige a Dulcinea:
«Reina y princesa y duquesa de la hermosura, vuestra altivez y grandeza sea servida de recebir en su gracia y buen talente al
cautivo caballero vuestro». DQ se ve forzado a seguir la iniciativa de SP, pero está visiblemente confuso: «ya se había puesto don
Quijote de hinojos junto a Sancho y miraba con ojos desencajados y vista turbada a la que Sancho llamaba reina y señora». El
narrador nos cuenta que Dulcinea es fea: «una moza aldeana, y no de muy buen rostro, porque era carirredonda y chata». Y es más,
ella se enoja: «Apártense nora en tal del camino, y déjenmos pasar, que vamos depriesa».

Abatido, DQ le explica a Dulcinea qué ha ocurrido: «el maligno encantador me persigue y ha puesto nubes y cataratas en
mis ojos, y para solo ellos y no para otros ha mudado y transformado tu sin igual hermosura y rostro en el de una labradora
pobre». Pero insiste en que todavía la ama y le suplica que entienda: «no dejes de mirarme blanda y amorosamente, echando de
ver en esta sumisión y arrodillamiento que a tu contrahecha hermosura hago la humildad con que mi alma te adora». Dulcinea
intenta escapar, pero el daño que inflige a su burra se convierte en un problema: «como la borrica sentía la punta del aguijón, que
le fatigaba más de lo ordinario, comenzó a dar corcovos, de manera que dio con la señora Dulcinea en tierra». DQ quiere ayudar
a Dulcinea a regresar a su montura, pero ella lo rechaza, ya que puede montar tan bien como cualquier hombre: «haciéndose algún

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tanto atrás, tomó una corridica y, puestas ambas manos
sobre las ancas de la pollina, dio con su cuerpo, más ligero «Yo lo creo,
que un halcón, sobre la albarda, y quedó a horcajadas, como
si fuera hombre». SP está sorprendido y suelta una curiosa amigo... porque
exclamación: «¡Vive Roque que es la señora nuestra ama
más ligera que un alcotán y que puede enseñar a subir a la ninguna
jineta al más diestro cordobés o mexicano!» Incluso observa
que su montura parece especialmente salvaje: «hace correr la
cosa puso la
hacanea como una cebra». naturaleza en
En esta escena, DQ anticipa el clásico amante romántico del Dulcinea que no
siglo XIX desilusionado por su pérdida. Entretanto, SP ofrece
un largo discurso sobre lo que acaba de presenciar. Es como fuese perfecta y
si quisiera ver hasta dónde puede empujar a su amo. Finaliza
con un hilarante retrato de Dulcinea: «para decir la verdad,
bien acabada»
nunca yo vi su fealdad, sino su hermosura, a la cual subía de
punto y quilates un lunar que tenía sobre el labio derecho,
a manera de bigote, con siete o ocho cabellos rubios como
hebras de oro y largos de más de un palmo». La respuesta
de DQ es también hilarante. Al principio se ve embelesado por
la historia de SP. Incluso clama que Dulcinea debe tener otro
lunar en la parte interna del muslo, pero duda sobre el detalle
de los pelos: «muy luengos para lunares son pelos de la
grandeza que has significado». En cualquier caso, él cree: «Yo
lo creo, amigo... porque ninguna cosa puso la naturaleza en
Dulcinea que no fuese perfecta y bien acabada». De nuevo,
tenemos a un romántico en DQ: «soy el más desdichado de
los hombres». Nuestros héroes dejan El Toboso para siempre:
«volvieron a subir en sus bestias y siguieron el camino de
Zaragoza».

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LECCIÓN 26
Don Quijote se

Capítulo 11
enfrenta a «Las
Cortes de la Muerte»
E
l capítulo once funciona como un repaso alegórico del capítulo diez, excepto que es incluso más oscuro y diabólico. DQ está
tan en estado de shock –«tan fuera de sí»– que deja libre a Rocinante: «sintiendo la libertad que se le daba, a cada paso se
detenía a pacer la verde yerba de que aquellos campos abundaban». El color verde domina la segunda parte. ¿Qué puede
significar esto? SP intenta animar a su amo: «¿Qué diablos es esto? ¿Qué descaecimiento es este? ¿Estamos aquí o en Francia? Mas
que lleve Satanás a cuantas Dulcineas hay en el mundo». DQ reprende a SP por su blasfemia y se responsabiliza de la transformación
de Dulcinea: «no digas blasfemias contra aquella encantada señora, que de su desgracia y desventura yo solo tengo la culpa; de
la invidia que me tienen los malos ha nacido su mala andanza». Incluso continúa desmantelando el retrato que SP hizo de Dulcinea:
«dijiste que tenía los ojos de perlas, y los ojos que parecen de perlas antes son de besugo [un tipo de pez] que de dama; y, a lo
que yo creo, los de Dulcinea deben ser de verdes esmeraldas, rasgados, con dos celestiales arcos que les sirven de cejas». En lo
que nos resulta ya una táctica familiar, la respuesta de SP es una especie de jujitsu absurdo: «también me turbó a mí su hermosura
como a vuesa merced su fealdad».

SP dice que deberían seguir adelante, y DQ está a punto de responder, cuando «estorbóselo una carreta que salió al través
del camino cargada de los más diversos y estraños personajes y figuras que pudieron imaginarse». Hay aquí seis figuras: 1) «el
Diablo», que dirige la comitiva, junto con 2) «la Muerte», 3) «un ángel con unas grandes y pintadas alas», 4) «un emperador con
una corona, al parecer de oro, en la cabeza», 5) «a los pies de la Muerte estaba el dios que llaman Cupido», y, para acabar, 6)
«un caballero armado de punta en blanco». Esto nos hace pensar en una complicada versión del grabado en madera de Durero, El
caballero, la Muerte y el Diablo.

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DQ se enfrenta a estas figuras, tal y como hubiera hecho en la primera parte. El Diablo informa a DQ de que pertenecen a una
compañía teatral situada en un pueblo cercano, y que representan un “auto sacramental”, obra de un solo acto, «Las Cortes de la
Muerte», en la celebración de un festival que tiene lugar ocho días después de la fiesta del Corpus Christi. También le explica que
trabajan para un director de teatro llamado Angulo el Malo, hombre que, de hecho, aparece en la novela de Cervantes El coloquio de los
perros, de 1605. Otro detalle curioso aquí es la referencia del Diablo a una mujer, tal vez la esposa de Angulo el Malo, a la que el narrador
no ha hecho referencia en la descripción inicial de la comitiva: «aquella mujer, que es la del autor, va de Reina». Por lo que parecería
que en realidad hay siete figuras alegóricas.

DQ acepta la explicación, repitiendo el tema de santo Tomás: «así como vi este carro imaginé que alguna grande aventura se me
ofrecía, y ahora digo que es menester tocar las apariencias con la mano para dar lugar al desengaño». Véase que DQ es ahora un
personaje radicalmente diferente al que era en la primera parte. Ahora se desilusiona fácilmente, hasta tal punto, que tiende a que la
realidad triunfe sobre sus fantasías caballerescas. En cualquier caso, la desilusión, o el «desengaño», es el tema que define al periodo
barroco. Y por cierto, el término “barroco” deriva del término portugués para una perla de forma defectuosa.

«aquella mujer,
que es la del autor,
va de Reina»

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LECCIÓN 27
«Señor, el
Diablo se ha
llevado al rucio»
L
a siguiente escena carnavalesca es muy extraña. Uno de los de la compañía, la figura del loco o del bufón, se burla de DQ
y Rocinante: «uno de la compañía que venía vestido de bojiganga, con muchos cascabeles, y en la punta de un palo
traía tres vejigas de vaca hinchadas... llegándose a don Quijote, comenzó a esgrimir el palo y a sacudir el suelo con las
vejigas y a dar grandes saltos». Sorprendido, Rocinante «dio a correr por el campo». SP se baja de su rucio para ayudar a su amo, pero
tanto caballero como Rocinante han caído redondos al suelo. Ahora el narrador describe al bufón como «el demonio bailador de las
vejigas», quien, entonces, le roba el rucio a SP: «le hizo volar por la campaña hacia el lugar donde iban a hacer la fiesta».

SP está traumatizado: «cada vez que veía levantar las vejigas en el aire y caer sobre las ancas de su rucio eran para él tártagos
y sustos de muerte, y antes quisiera que aquellos golpes se los dieran a él en las niñas de los ojos que en el más mínimo pelo de
la cola de su asno». Ahora SP informa de algo diferente a lo que el narrador ha estado describiendo: «Señor, el Diablo se ha llevado
al rucio». La respuesta de DQ refleja nuestra propia confusión –«¿Qué diablo?»– y la aclaración de SP especifica exactamente de quién
estamos hablando: «El de las vejigas». Entonces, ¿el loco se ha convertido en el Diablo? Como vimos en la primera parte, el robo del
rucio de SP no es un asunto cualquiera.

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Como si fuera cosa del destino, «habiendo caído el Diablo con el
«Dejemos estas rucio, por imitar a don Quijote y a Rocinante, el Diablo se fue a pie al
pueblo y el jumento se volvió a su amo». En cualquier caso, DQ promete
fantasmas y volvamos venganza: «será bien castigar el descomedimiento de aquel demonio
en alguno de los de la carreta, aunque sea el mesmo Emperador».
a buscar mejores y más La compañía se pone en guardia y se prepara para liarse a pedradas con
calificadas aventuras» DQ. SP advierte en contra del ataque: «se ha de considerar que es más
temeridad que valentía acometer un hombre solo a un ejército donde
está la Muerte y pelean en persona emperadores». Podríamos esperar
que DQ dijera algo como «Yo valgo por ciento». Pero, en cambio, observa
que, como sus enemigos no son escuderos, corresponde a SP atacarlos. SP
se niega, utilizando un lenguaje moralizante: «No hay para qué señor...
tomar venganza de nadie, pues no es de buenos cristianos tomarla
de los agravios... mi voluntad... es de vivir pacíficamente los días que
los cielos me dieren de vida». DQ acepta esta lógica: «Pues esa es tu
determinación... Sancho bueno, Sancho discreto, Sancho cristiano y
Sancho sincero, dejemos estas fantasmas y volvamos a buscar mejores
y más calificadas aventuras». El narrador está de acuerdo: «gracias sean
dadas al saludable consejo que Sancho Panza dio a su amo».

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Resumen
Capítulos 09 - 11
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Recapitulemos
En el capítulo nueve, el encuentro nocturno con El Toboso llega a ser un
encuentro físico con la Iglesia. Entonces, en el capítulo diez, contemplamos
los respectivos puntos de vista de SP y DQ con respecto a las perfecciones e
imperfecciones de Dulcinea. También hemos visto una enorme variedad de
monturas en el capítulo diez, que van desde todo tipo de burros y caballos,
machos y hembras, hasta dromedarios y cebras. Finalmente, en el capítulo once,
tenemos un auténtico y alegórico juego de asnos. Algo diabólico amenaza a
nuestros héroes, y casi entran en guerra con una enérgica e ilusoria armada, que
incluye al Emperador, la Muerte, y un Diablo, pero también a un Loco y una Reina.
Al final, sin embargo, prevalece el razonable pacifismo de SP. Al-hamdu lillāh! O,
como decimos en español, “¡Gracias a Dios!”

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“¡ Ay de mí ! Que
envuelto en fuego
caigo arrastrando
mi sombra donde
ya que no me vea
yo a mí mismo...”
—Pedro Calderón de la Barca
El gran teatro del mundo
LECCIÓN 28
Capítulo 12
«Caballero
de los Espejos»
L
os capítulos del doce al quince tratan el encuentro de DQ y SP con Sansón Carrasco, quien está disfrazado del «Caballero de los
Espejos», y Tomé Cecial, su escudero. El objetivo de Carrasco es vencer en combate a DQ para que éste regrese a su casa. Hay
momentos divertidos a lo largo de estos capítulos, pero el asunto principal es la naturaleza problemática de vecinos y amigos.
Aquí, Cervantes explora tanto lo que mantiene unida a la sociedad como lo que la despedaza. Simultáneamente, estos capítulos son
existencialistas: «el Caballero de los Espejos» es, literalmente, un reflejo de DQ, y DQ insiste reiteradamente en que él mismo existe, y
en que él es quien es. También, el encuentro entre caballeros y escuderos anticipa episodios futuros: SP se emborrachará una vez más
con otro de sus vecinos, y DQ entrará en batalla de nuevo con Carrasco.

El capítulo doce se abre con un diálogo repleto de errores entre DQ y SP sobre la troupe de teatro de Angulo el Malo. DQ afirma
que se hubiera enfrentado a la compañía y hubiera ganado «la corona de oro de la Emperatriz y las pintadas alas de Cupido». En
realidad, no se había descrito la figura de la emperatriz como la que llevaba la corona, ni era Cupido quien llevaba alas. SP responde
aludiendo al tema de la impureza metalúrgica: «Nunca los cetros y coronas de los emperadores farsantes... fueron de oro puro,
sino de oropel o hoja de lata». DQ está de acuerdo y se lanza a una defensa de la utilidad social del teatro, arguyendo que los actores,
al igual que los autores, «son instrumentos de hacer un gran bien a la república, poniéndonos un espejo a cada paso delante». En
efecto, esto también suena como una defensa de Cervantes al arte de la novela. Utilizando una analogía popular, DQ compara el teatro
a la vida (cf. Shakespeare: “Todo el mundo es un escenario”). Al final de la obra, «quedan todos los recitantes iguales»; y al final de
la vida, «a todos les quita la muerte las ropas que los diferenciaban, y quedan iguales en la sepultura». SP realiza entonces una
comparación familiar entre la vida y el ajedrez. Pero estos son diferentes puntos de vista. ¿Es la vida entretenimiento o un torneo?

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DQ está impresionado por la sabiduría de su escudero y SP dice que su amo lo ha transformado: «algo se me ha de pegar de la
discreción de vuestra merced». SP, entonces, se arrincona a sí mismo, realizando una hilarante analogía con la agricultura: «las tierras
que de suyo son estériles y secas, estercolándolas y cultivándolas vienen a dar buenos frutos». Pero esto significa que DQ habla
mierda: «Quiero decir que la conversación de vuestra merced ha sido el estiércol que sobre la estéril tierra de mi seco ingenio ha
caído». Si este comentario lo hubiera hecho antes, SP se hubiera llevado una paliza, pero aquí DQ se ríe.

¿Es la vida
entretenimiento
o un torneo?

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“¡ Ay de mí ! Que
envuelto en fuego
caigo arrastrando
mi sombra donde
ya que no me vea
yo a mí mismo...”
—Pedro Calderón de la Barca
El gran teatro del mundo
LECCIÓN 29
El Caballero

Capítulo 12
del Bosque y
su escudero
A
continuación, el narrador describe la amistad entre Rocinante y el asno de SP. Según el narrador, el autor original dedicó
muchos capítulos a este tema, pero, debido a que esto es una epopeya, –«heroica historia»–, el decoro exige dejarlo de
lado. Sin embargo, el narrador sí le dedica varias líneas a esta amistad salvaje. Compara a Rocinante y al rucio con amigos
clásicos –«Niso y Euríalo, y Pílades y Orestes»–, y afirma que su amistad es superior a la de los humanos: «se podía echar de ver, para
universal admiración, cuán firme debió ser la amistad destos dos pacíficos animales, y para confusión de los hombres, que tan
mal saben guardarse amistad los unos a los otros». Nuestro narrador cristiano incluso defiende los excesos de Cide Hamete, para
quien los hombres pueden aprender de los animales: «no le parezca a alguno que anduvo el autor algo fuera de camino... que de
las bestias han recebido muchos advertimientos los hombres». Véase la relación amor-odio entre el narrador y Cide Hamete. A veces
se burla de él, otras veces lo alaba.

Caballero y escudero duermen, pero otro caballero y su escudero, que dan de comer a sus caballos y descansan cerca, los
despiertan. DQ y SP los espían. Aquí tenemos dos de las técnicas favoritas de Cervantes. Describe cómo los personajes actúan y hablan
simultáneamente: «El decir esto y el tenderse en el suelo todo fue a un mesmo tiempo». E indica que uno de los personajes desea
hablar a otro cuando es interrumpido por las acciones de un tercero: «Replicar quería Sancho a su amo, pero la voz del Caballero del
Bosque... lo estorbó». Luego el Caballero del Bosque canta un soneto de amor no correspondido, al final del cual le dice a su dama que
lo golpee: «Blando cual es o fuerte, ofrezco el pecho / entallad o imprimid lo que os dé gusto». Como gran parte de este episodio,
el soneto se inspira en la poesía de Garcilaso de la Vega. Finalmente, el Caballero del Bosque se describe a sí mismo como un esclavo
de su amada –«este tu cautivo caballero»– y dice que ha realizado grandes hazañas para ella –«ásperos y duros trabajos»– y que ha
vencido a innumerables caballeros: «ha hecho que te confiesen por la más hermosa del mundo todos los caballeros», entre los que
se encuentran «todos los caballeros de la Mancha».

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Cuando DQ objeta –«yo soy de la Mancha y nunca tal he confesado»–, el Caballero del Bosque lo escucha: «¿Quién va allá? ¿Qué
gente?». Aludiendo a su enfrentamiento con Cardenio en la primera parte, nuestros caballeros tienen mucho en común, especialmente
su sufrimiento amoroso. Parece que son amigos, aunque el narrador nos cuenta que pronto se pelearán: «en buena paz y compañía,
como si al romper del día no se hubieran de romper las cabezas». Esto es un encuentro típico entre caballeros de las novelas
de caballerías. También se interpreta como una alegoría del origen de la civilización en una selva virgen, el tipo de argumentación
entre dos individuos que dirigirá el pensamiento de Rousseau y Hegel siglos más tarde. Téngase en cuenta también que, cuando DQ
desaprueba la impertinencia de SP, el Caballero del Bosque reivindica los viejos valores jerárquicos del feudalismo: «Nunca he visto yo
escudero... que se atreva a hablar donde habla su señor». En este punto, los escuderos se alejan de sus amos. SP promete contarle su
historia al otro. Él se encuentra entre «los más hablantes escuderos», juego de palabras que se hace eco de los “andantes caballeros”.

«Nunca he visto yo
escudero... que se atreva a
hablar donde habla su señor»

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LECCIÓN 30
«Divididos

Capítulo 13
estaban caballeros
y escuderos»
L
a primera frase del capítulo trece enfatiza, y resuelve, el problema narrativo de eventos separados y al mismo tiempo simultáneos:
«Divididos estaban caballeros y escuderos, estos contándose sus vidas y aquellos sus amores, pero la historia cuenta
primero el razonamiento de los mozos y luego prosigue el de los amos». Los escuderos se compadecen el uno del otro.
El otro escudero cita el Génesis 3.19: «comemos el pan en el sudor de nuestros rostros». Curiosamente, deja sin recitar la ominosa
conclusión de ese verso: “polvo eres, y al polvo volverás”. Después, discuten sobre sus ganancias. SP espera una isla, mientras que el
otro escudero quiere un puesto religioso confortable. SP evoca cuando el cura le había asegurado que su amo sería un emperador o
al menos un arzobispo: «Debe de ser... su amo de vuesa merced caballero a lo eclesiástico... pero el mío es meramente lego...
aunque me acuerdo cuando le querían aconsejar personas discretas, aunque a mi parecer malintencionadas, que procurase ser
arzobispo, pero él no quiso sino ser emperador» (cf. DQ 1.26). SP concluye declarando que él es, esencialmente, incompatible con la
Iglesia: «aunque parezco hombre, soy una bestia para ser de la Iglesia».

Cuando el otro escudero sugiere que regresen a las granjas en donde tendrían los medios para vivir suficientemente bien (cf. la
sobrina de DQ, Voltaire y Ortega y Gasset), SP presume sobre el valor de su asno: «tengo un asno que vale dos veces más que el
caballo de mi amo». Y otra vez: «A burla tendrá vuesa merced el valor de mi rucio». El otro menciona a sus tres hijos, y SP dice que
él tiene dos. Poniendo especial énfasis en su hija –«a quien crío para condesa»–, SP dice que ella es «tan fresca como una mañana de
abril». La respuesta del otro cruza la línea: «Oh hideputa, puta, y qué rejo debe de tener la bellaca».

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Las cosas se empiezan a poner muy incómodas. SP se ofende ante la idea de que su esposa es una prostituta, aunque debemos
recordar que él usó la misma frase para describir a Aldonza Lorenzo en la primera parte (cf. DQ 1.25). El cambio también alude a las
relaciones sexuales inadecuadas de la novela picaresca El Lazarillo de Tormes, en la que la mujer del héroe es la concubina del sacerdote
local. Recordemos, también, que el hijo de SP, Sanchico, tiene un tío favorable: «su tío el abad» (DQ 2.5).

El otro escudero recula ante una situación potencialmente explosiva, insistiendo en que su intención era el halago: «¿Cómo no
sabe que... aquello que parece vituperio... es alabanza notable?». Pero la supuesta impureza de la familia de SP sigue siendo un
problema. Igualmente, SP habla sobre su propia inmoralidad. Espera ver de nuevo a su familia: «para volverlos a ver ruego yo a Dios
me saque de pecado mortal». Pero con esta mención a Dios y al pecado mortal, SP confiesa abruptamente su crimen de la primera
parte: «una bolsa con cien ducados que me hallé un día en el corazón de Sierra Morena». Por una parte, SP se siente culpable; por
otra, presume. Véase cómo su propio recuerdo ha inflado el dinero de Cardenio hasta convertirse en ducados, una moneda ligeramente
más valiosa que los escudos robados. SP incluso fantasea con hacerse rico mediante ciertos instrumentos financieros que generan
ingresos: «echo censos y fundo rentas y vivo como un príncipe».

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«le quiero como a las

LECCIÓN 31
telas de mi corazón»

Sancho Panza el
catador de vino
E
n este punto, el otro escudero da a entender la identidad de su amo, quien se está entrometiendo en la vida de otro caballero:
«“Cuidados ajenos matan al asno”; pues porque cobre otro caballero el juicio que ha perdido se hace él loco». Los
lectores cuidadosos sabrán ahora que el otro caballero es Carrasco, y nuestra impresión negativa del mismo crece cuando el
escudero le llama «más bellaco que tonto y que valiente». Los sentimientos de SP por su propio amo dan lugar a un tierno contraste:
«Eso no es el mío... digo, que no tiene nada de bellaco, antes tiene una alma como un cántaro: no sabe hacer mal a nadie, sino
bien a todos... le quiero como a las telas de mi corazón». El asunto de la moralidad personal es ahora un tema central. El escudero
de Carrasco es escéptico, y su advertencia a SP recuerda a una parábola evangélica, así como a un episodio del Lazarillo de Tormes: «si
el ciego guía al ciego, ambos van a peligro de caer en el hoyo».

Luego, el escudero compara sus respectivas riquezas, SP es pobre: «solo traigo en mis alforjas un poco de queso». El otro escudero
es rico, pero véase cómo sus palabras insinúan la amenaza de guerra: «Mejor repuesto traigo yo en las ancas de mi caballo que
lleva consigo cuando va de camino un general». Más importante, sin embargo, es que el otro escudero es radicalmente generoso.
Comparte con SP «una gran bota de vino y una empanada de media vara». Cuando SP alaba el vino –«¡Oh hideputa, bellaco, y cómo
es católico!»–, su lenguaje alude al tema de la impureza racial y sexual, y lo remata con el tema de la identidad religiosa. Esto también
obliga a SP a realizar una confesión moral a su vecino: «confieso que conozco que no es deshonra llamar “hijo de puta” a nadie
cuando cae debajo del entendimiento de alabarle».

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Lo que sigue es algo parecido a una alegoría que relaciona la pureza del vino con la pureza de los ancestros de SP. Solo probándolo,
SP reconoce el lugar de origen del vino: «¿este vino es de Ciudad Real?». El otro escudero está impresionado: «Bravo mojón!», lo que
significa “buen catador” o “buen juez”, aunque en Andalucía este término también significa “excremento”. SP declara entonces que ha
heredado el talento de catar vino: «tuve en mi linaje por parte de mi padre los dos más excelentes mojones que en luengos años
conoció la Mancha».

El capítulo trece finaliza con una expresión de lealtad de SP: «Hasta que mi amo llegue a Zaragoza, le serviré, que después todos
nos entenderemos». Esto enfatiza de nuevo que el punto final de la novela es Zaragoza, pero también indica la creencia absoluta de SP
de que él y su amo llegarán a un entendimiento con respecto a su salario. Finalmente, nótese una voz narrativa cada vez más informal
y moderna: «se quedaron dormidos, donde los dejaremos por ahora, por contar lo que el Caballero del Bosque pasó con el de la
Triste Figura».

«¿este vino es de
Ciudad Real?»

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LECCIÓN 32
Las hazañas del

Capítulo 14
Caballero del
Bosque
E
l capítulo catorce se abre con el conflicto norte-sur, ya familiar, de la historia de España. «Casildea de Vandalia», es decir,
“Casilda de Andalucía”, le ha dado al Caballero del Bosque una serie de pruebas de Hércules. Tiene que parar la Giralda, una
famosa veleta de Sevilla. Rememorando las palabras de César “Veni, vidi, vici”, él dice «Llegué, vila y vencíla». Tuvo que pesar
los Toros de Guisando, un conjunto de monolitos con forma de toro situados cerca de Ávila. Tuvo que explorar las profundidades de «la
sima de Cabra», al lado de Córdoba, que muchos consideran la entrada al infierno. Véase que todo tipo de simas pasan a ser un tema
importante en la segunda parte. El Caballero del Bosque rememora a Platón y la alegoría de la caverna: «desempeñéme en la sima y
saqué a luz lo escondido de su abismo». Finalmente, declara que ha vencido a todos los caballeros de España. Está especialmente
orgulloso de haber vencido a DQ, y lo demuestra citando unos versos de La Araucana de Ercilla: «y tanto el vencedor es más honrado
/ cuanto más el vencido es reputado».

Por petición de DQ, el Caballero del Bosque describe a DQ perfectamente. Más aún: «Si todas estas señas no bastan para acreditar
mi verdad, aquí está mi espada, que la hará dar crédito a la mesma incredulidad». Esta jerga se hace eco de los desafíos de las
novelas de caballerías, pero también es el segundo mayor énfasis sobre el término económico «crédito» en la segunda parte (cf. DQ
2.9). Es de notar que DQ se muestra controlado. Nuestro hidalgo dice conocer a DQ –«le tengo en lugar de mi misma persona»– y hace
otra referencia a santo Tomás: «veo con los ojos y toco con las manos no ser posible ser el mesmo». Ofrece entonces la explicación
de que algún mago ha debido hechizar al Caballero del Bosque, de modo que este crea que ha luchado contra él: «si ya no fuese que,
como él tiene muchos enemigos encantadores, especialmente, uno que de ordinario le persigue, no haya alguno dellos tomado
su figura para dejarse vencer, por defraudarle de la fama».

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En cualquier caso, la explosión final de DQ es agresiva: «Y si todo esto no
«y tanto el vencedor es más basta para enteraros en esta verdad que digo, aquí está el mesmo don
Quijote, que la sustentará con sus armas a pie o a caballo o de cualquiera
honrado / cuanto más el suerte que os agradare». Aquí está nuestro DQ de la primera parte, quien,
incluso, se pone de pie de un salto: «Y diciendo esto se levantó en pie y se
vencido es reputado» empuñó en la espada, esperando qué resolución tomaría el Caballero del
Bosque». Los caballeros acuerdan un duelo al alba, el cual es anticipado por el
narrador con caballeresca hipérbole: «en saliendo el sol habían de hacer los
dos una sangrienta, singular y desigual batalla». También acuerdan que
el perdedor «ha de quedar a la voluntad del vencedor». Véase el contraste
entre este violento giro y la tranquilidad de sus monturas: «ya todos tres
caballos y el rucio se habían olido y estaban todos juntos».

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LECCIÓN 33
Sancho Panza,
pacífico escudero
A
continuación, se da otra hilarante conversación entre SP y el otro escudero, quien insiste en que, como es costumbre
en Andalucía, «nosotros también hemos de pelear y hacernos astillas». SP asegura que él es uno de esos «pacíficos
escuderos» y que no quiere ver su cabeza «partida y dividida en dos partes» (cf. DQ 1.9). Es más, él va desarmado: «Hay
más, que me imposibilita el reñir el no tener espada, pues en mi vida me la puse». Debemos recordar que, sin embargo, en DQ
1.8 parecía que SP tenía una espada. El otro escudero propone pelear con zurrones, pero SP rechaza la idea: «bebamos y vivamos
nosotros». El otro escudero insiste otra vez: «Con todo... hemos de pelear siquiera media hora». SP dice que eso viola su código
personal: «no seré yo tan descortés ni tan desagradecido, que con quien he comido y he bebido trabe cuestión alguna por
mínima que sea». Recuerdad esto: SP beberá y comerá con otro vecino en el futuro. El otro escudero se ofrece a ofenderlo: «le daré tres
o cuatro bofetadas, que dé con él a mis pies, con las cuales le haré despertar la cólera». SP se enfada ahora: «no soy yo hombre
que me dejo manosear el rostro de nadie». Recuerden esto también: SP se pondrá ansioso cuando la gente le toque la cara en futuros
episodios. Finalmente, el pacifismo moral de SP sale vencedor: «lo más acertado sería dejar dormir su cólera a cada uno, que no
sabe nadie el alma de nadie».

Según se va acercando el duelo de los caballeros, Cervantes nos ofrece otra parodia extrema del amanecer clásico, teñido de
misticismo oriental según los pájaros multicolores van cantando diversas canciones: «ya comenzaban a gorjear en los árboles mil
suertes de pintados pajarillos, en sus diversos y alegres cantos parecía que daban la norabuena y saludaban a la fresca aurora,
que ya por las puertas y balcones del Oriente iba descubriendo la hermosura de su rostro». El cielo gotea «número infinito de
líquidas perlas», y las plantas «brotaban y llovían blanco y menudo aljófar». Ya vimos este homónimo para las gotas de rocío o
diminutas perlas en La historia del cautivo de la primera parte.

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Pero el exótico amanecer es groseramente interrumpido por un pasaje carnavalesco. Ahora que puede ver, algo de la nariz del otro
escudero provoca el miedo de SP: «Mas apenas dio lugar la claridad del día para ver y diferenciar las cosas, cuando la primera que
se ofreció a los ojos de Sancho Panza fue la nariz del escudero del Bosque, que era tan grande, que casi le hacía sombra a todo
el cuerpo». El tamaño de la nariz –«como berenjena»– trae connotaciones étnicas, y las convulsiones de SP se describen mediante
otro término arábigo: «como niño con alferecía». Del mismo modo, el duelo entre caballeros que sigue a continuación parodia un
encuentro épico entre un español y un árabe. El Caballero del Bosque se revela ahora como el Caballero de los Espejos, con su armadura
cubierta de «muchas lunas pequeñas de resplandecientes espejos». DQ pide ver su cara, pero el otro caballero dice que ya habrá
tiempo para eso cuando termine la batalla. DQ se crece para la ocasión: «si Dios, si mi señora y mi brazo me valen, veré yo vuestro
rostro, y vos veréis que no soy yo el vencido don Quijote que pensáis». Nótese la crisis personal aquí: DQ lucha contra la negación
de sí mismo.

«si Dios, si mi señora y mi brazo


me valen, veré yo vuestro rostro,
y vos veréis que no soy yo el
vencido don Quijote que pensáis»

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LECCIÓN 34
La identidad
del Caballero
de los Espejos
E
ntretejiendo diferentes narrativas, Cervantes nos hace volver la vista atrás, hacia el extraño escudero, cuya nariz llama la
atención de DQ: «Ofreciéronsele en esto a la vista de don Quijote las estrañas narices del escudero, y no se admiró
menos de verlas que Sancho: tanto, que le juzgó por algún monstro o por hombre nuevo». Esta última frase sugiere
los conflictos étnicos de la temprana modernidad española. El término «hombre nuevo» alude a los conversos o moriscos, esto es,
cristianos nuevos frente a cristianos viejos. En este punto, SP consigue que DQ le ayude a escapar del otro escudero subiéndose a un
árbol. Esto afecta al resultado de la justa. El Caballero de los Espejos se detiene cuando ve a DQ ocupado con SP. Cuando DQ da media
vuelta, por primera vez Rocinante corre de verdad: «que esta sola vez se conoció haber corrido algo». De este modo, DQ alcanza al
Caballero de los Espejos con la guardia baja y lo golpea, dejándolo inconsciente en el suelo.

Ahora viene una gran escena de anagnórisis, en la que los dos grupos de personajes se reconocen el uno al otro. Levantando el yelmo
de su enemigo, DQ se queda estupefacto al ver «el rostro mesmo, la misma figura, el mesmo aspecto, la misma fisonomía, la mesma
efigie, la perspectiva mesma del bachiller Sansón Carrasco». Sospecha de brujería y SP tiene una idea brutal: «meta la espada por
la boca a este que parece el bachiller Sansón Carrasco: quizá matará en él a alguno de sus enemigos los encantadores». DQ está
de acuerdo: «No dices mal... porque de los enemigos, los menos».

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Ahora, el otro escudero corre a salvar a su amo: «ese que tiene a los pies es el bachiller Sansón Carrasco, su amigo». Pero
el escudero está sin nariz y, así, SP está impactado de reconocer a su propio vecino: «¡Santa María, y valme! ¿Este no es Tomé
Cecial, mi vecino y mi compadre?». ¡Sí, lo es! Y el otro caballero es «Sansón Carrasco, nuestro compatrioto». Recuérdese el tema.
¿Qué lo convierte a uno en vecino, amigo o compatriota? ¿Es la identidad étnica o algo más fuerte aún? Cuando Carrasco recupera la
consciencia, DQ insiste en que declare la belleza superior de Dulcinea y, más aún, «aquel caballero que vencistes no fue ni pudo
ser don Quijote de la Mancha». Carrasco debe hacer todo esto «para que detenga y temple el ímpetu de mi cólera y para que use
blandamente de la gloria del vencimiento». De muchas maneras, la pacificación de DQ es el objetivo de toda la novela. Y tenemos
un gran trecho por recorrer.

El capítulo termina con otra de las transiciones de Cervantes, cada vez más naturales e informales: «Don Quijote y Sancho volvieron
a proseguir su camino de Zaragoza, donde los deja la historia, por dar cuenta de quién era el Caballero de los Espejos y su
narigante escudero». Nótese el hilarante neologismo «narigante escudero», que desarma al “andante caballero”, así como el énfasis
en Zaragoza como objetivo último.

«Don Quijote y Sancho volvieron a


proseguir su camino de Zaragoza,
donde los deja la historia, por dar
cuenta de quién era el Caballero de
los Espejos y su narigante escudero»

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LECCIÓN 35
Capítulo 15
La conspiración
del cura, el barbero
y Sansón Carrasco
T
ras la partida de DQ y SP, el capítulo quince revela que Carrasco ha conspirado con el cura y el barbero «para reducir a don
Quijote a que estuiviese en su casa quieto y sosegado». El verbo «reducir», que SP ya ha usado con respecto a Teresa,
alude a la Inquisición. También significa “persuadir” o “convertir”, es decir, alejar a los pecadores de la herejía. En consecuencia,
DQ no es solo un hombre loco sino un apóstata. En cualquier caso, el plan era dejar que DQ se dedicara a la aventura y, después, que
Carrasco lo venciera en combate y lo obligara a quedarse en casa por dos años. Su escudero sería Tomé Cecial, a quien el narrador
describe como «compadre y vecino de Sancho Panza».

La parte más interesante del capítulo quince es la discusión sobre la locura que mantienen Carrasco y Cecial. Cecial señala la
ironía de la derrota de Carrasco: «Sepamos, pues, ahora cuál es el más loco, el que lo es por no poder menos o el que lo es por su
voluntad». La respuesta de Carrasco es más profunda que lo que pretende: «La diferencia que hay entre esos dos locos es que el que
lo es por fuerza lo será siempre, y el que lo es de grado lo dejará de ser cuando quisiere». ¿Pero qué sucede si uno no desea estar
cuerdo? Como Spock dijo en una ocasión, “En una sociedad demente, el cuerdo debe parecer que está demente”. Esta paradoja social es
precisamente el motivo por el que los románticos del siglo XIX adoraban la novela de Cervantes. Pero la frase no es sólo filosóficamente
traumática y reflexiva, similar a la historia de “El loco de Sevilla”, narrado por el barbero, también anticipa el resto de la novela, en la que
DQ recupera gradualmente su cordura. Sin embargo, el capítulo finaliza ominosamente, ya que Carrasco se siente motivado ahora no
por la amistad sino por la venganza: «y él quedó imaginando su venganza».

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Resumen
Capítulos 12 - 15
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Recapitulemos
Sin saberlo, DQ ha conocido y derrotado al Caballero de los Espejos.
Hay implicaciones existenciales, pero también políticas. Por ejemplo,
seguramente los reyes tiranos y los curas de la Inquisición española
también leyeron Don Quijote de la Mancha. ¿Entendieron la sátira sobre
sus políticas de persecución étnica y moral? ¿Está SP lleno de vino o lleno
de mierda? ¿Está DQ en guerra contra brujos árabes o simplemente está
peleando contra sus propios vecinos, que son simplemente como él? ¿Y
qué hay de Carrasco? ¿En qué momento el deseo de ayudar o convertir
al prójimo pasa a ser un violento acto de venganza? Finalmente, una vez
más, de miles de maneras, la novela de Cervantes es también una sátira
del conflicto étnico del sur de España. ¿Está bien asustarse de alguien
por el tamaño de su nariz? Y parafraseando a Rodney King: ¿por qué no
podemos llevarnos bien como Rocinante y el asno de Sancho?

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102
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“No hay arte que un
gobierno aprenda
más rápido de otro
que el de drenar
dinero de los
bolsillos de la gente”.
—Adam Smith
La riqueza de las naciones
LECCIÓN 36
Los pensamientos

Capítulo 16
íntimos de don
Quijote
E
l capítulo dieciséis comienza con los pensamientos íntimos de DQ. Se siente tan satisfecho y orgulloso de su victoria sobre el
Caballero de los Espejos que se olvida de sus palizas anteriores. Además, ahora tiene una misión única. Debe liberar a Dulcinea
de su encantamiento: «decía entre sí que si él hallara arte, modo o manera como desencantar a su señora Dulcinea,
no invidiara a la mayor ventura que alcanzó o pudo alcanzar el más venturoso caballero andante de los siglos pasados». SP
interrumpe a DQ de sus cavilaciones, recordando las narices de su vecino: «¿No es bueno, señor, que aún todavía traigo entre los
ojos las desaforadas narices, y mayores de marca, de mi compadre Tomé Cecial?». Mientras nuestros héroes debaten sobre la
identidad del Caballero de los Espejos y de su escudero, SP revela la profundidad de su relación con Cecial. Sus casas comparten una
pared por encima de la cual aparece a menudo la cara de Cecial: «la cara, quitadas las narices, era la misma de Tomé Cecial, como yo
se la he visto muchas veces en mi pueblo y pared en medio de mi misma casa». La identidad étnica de Cecial es sospechosa. Su gran
nariz significa que tiene linaje judío. Es un detalle usado por los cristianos viejos para ridiculizar a sus enemigos sociales, los conversos,
tal y como puede verse en el famoso soneto antisemítico de Francisco de Quevedo “Érase un hombre a un nariz pegado”. Y gracias a SP,
las dos caras de Cecial, con nariz y desnarigada, se han entrometido en los pensamientos de DQ sobre Dulcinea.

DQ no puede aceptar que el Caballero de los Espejos es Carrasco, su amigo: «¿He sido yo su enemigo por ventura? ¿Hele dado
yo jamás ocasión para tenerme ojeriza? ¿Soy yo su rival?». Ofrece entonces una explicación familiar. La culpa es del encantamiento:
«Todo es artificio y traza». Más aún, sus enemigos usaron este truco porque sabían que no es posible matar a su vecino: «porque la
amistad que le tengo se pusiese entre los filos de mi espada y el rigor de mi brazo, y templace la justa ira de mi corazón». DQ
demuestra aquí una ética cristiana. Por el contrario, también clama victoria sobre su enemigo: «he quedado vencedor de mi enemigo».

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Con la victoria sobre el Caballero de los Espejos ante él, nuestro héroe conoce ahora a
otro personaje: el acaloradamente discutido «Caballero del Verde Gabán». Este es un tipo «he quedado vencedor
de caballero radicalmente diferente, un caballero moderno. Para ser más precisos, es un
gentilhombre, a quien el narrador describe como prudente y discreto. Nótese que el color de mi enemigo»
dominante de sus arreos es el verde, con toques dorados y púrpuras de la realeza. Nótese
también que tiene adornos importantes que muestran explícitamente sus raíces arábigas,
especialmente la cimitarra: «alfanje morisco pendiente de un ancho tahalí de verde y
oro». La crítica considera que este caballero es una figura erasmista, una especie de alter-ego
razonable y humanista de DQ. Pero este «alfanje morisco» también indica el mismo conflicto
étnico que hemos visto en otro lugar.

La calma impregna la escena. El caballero es educado: «los saludó cortésmente». Cuando


adelanta a nuestros héroes, DQ le invita a unirse a ellos y el hombre acepta, al mismo tiempo
que se disculpa por su grosería, ya que temía que su yegua pudiera provocar a Rocinante.
Sabemos, de la primera parte, que esta es una posibilidad real. En cualquier caso, SP defiende
la reputación del caballo: «nuestro caballo es el más honesto y bien mirado del mundo:
jamás en semejantes ocasiones ha hecho vileza alguna». Y la vez que Rocinante no se
comportó adecuadamente, DQ y SP tuvieron que pagar un precio: «la lastamos mi señor
y yo con las setenas». SP alude a la multa antigua de tener que pagar siete veces el daño
causado. El narrador subraya esta tranquilidad burguesa haciendo notar que DQ no lleva su
yelmo: «iba sin celada, que la llevaba Sancho como maleta en el arzón delantero de la
albarda del rucio».

El compañero de viaje mira fijamente y con asombro a DQ por un instante, con lo que DQ se
presenta a sí mismo como un caballero medieval, motivado por la aventura y el amor. Cita una
traducción española de Petrarca del Triunfo de amor: «que soy caballero: “destos que dicen
las gentes / que a sus aventuras van”». Proporciona más detalles, admitiendo que empeñó
sus propiedades –«empeñé mi hacienda»– y fanfarroneando sobre que, gracias a cierto libro,
es ahora famoso en el mundo entero: «he merecido andar yo en estampa en casi todas o
las más naciones del mundo: treinta mil volúmenes se han impreso de mi historia, y lleva
camino de imprimirse treinta mil veces de millares, si el cielo no lo remedia». DQ exagera
el número de libros que circulan sobre él por entonces, asegurando que hay veinte ediciones,
aunque es bastante acertado con respecto al número de volúmenes futuros.

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LECCIÓN 37
Don Quijote defiende los
intereses del hijo de Miranda
E
l Caballero del Verde Gabán está confuso pero también impresionado. Por un lado, le resulta difícil de creer: «¿Cómo es
posible que hay hoy caballeros andantes en el mundo, y que hay historias impresas de verdaderas caballerías?». Por
otro, comparte el deseo de DQ de asistir a «viudas», «doncellas», «casadas» y «huérfanos». Las últimas palabras de alabanza
del Caballero del Verde Gabán nos dan a entender la idea de Cervantes sobre escribir un tipo de narrativa caballeresca más noble y moral
que superara los aspectos más violentos y sexuales de la fantasía caballeresca. Esto expresa perfectamente la perspectiva mantenida
por Erasmo y su discípulo Juan Luis Vives, quienes habían perdido su popularidad en la Contrarreforma en España: «con esa historia
que vuesa merced dice que está impresa de sus altas y verdaderas caballerías se habrán puesto en olvido las innumerables
de los fingidos caballeros andantes, de que estaba lleno el mundo, tan en daño de las buenas costumbres y tan en perjuicio y
descrédito de las buenas historias».

Por supuesto, DQ objeta. Pero «el verde» responde con incredulidad: «Pues ¿hay quien dude... que no son falsas las tales
historias?». Nótese, sin embargo, que DQ se mantiene civilizado: «espero en Dios de dar a entender a vuesa merced que ha hecho
mal en irse con la corriente de los que tienen por cierto que no son verdaderas». El otro caballero sabe ahora que DQ está loco.
En cualquier caso, invita a sus visitantes a su casa a cenar con él y se presenta a sí mismo con gran detalle. Él también es un hidalgo,
aunque mucho más adinerado que DQ. Su nombre es don Diego de Miranda. Lleva una vida modesta. Tiene familia, caza y pesca, y se
jacta de tener una biblioteca de «hasta seis docenas de libros». Estos están en español y latín, algunos son historias y otros son libros
devocionales. Nótese la crucial diferencia entre los libros de su biblioteca y los de DQ: «los de caballerías aún no han entrado por los
umbrales de mis puertas». Repetidamente, Miranda parece ser una especie de católico reformado, de naturaleza erasmista. No está
interesado en juzgar la moralidad privada de los demás y evita mostrar públicamente su religión: «no escudriño las vidas ajenas ni
soy lince de los hechos de los otros; oigo misa cada día, reparto mis bienes con los pobres, sin hacer alarde de las buenas obras,
por no dar entrada en mi corazón a la hipocresía y vanagloria». Su piedad es simple, elegante: «soy devoto de Nuestra Señora y
confío siempre en la misericordia infinita de Dios Nuestro Señor». La respuesta de SP a todo esto es fascinante. Baja de un salto de
su rucio y besa los pies de Miranda: «me parece vuesa merced el primer santo a la jineta que he visto en todos los días de mi vida».
Miranda niega ser un santo, pero el gesto de SP rescata a DQ de su estado de melancolía.

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Ahora sabemos que el hijo de Miranda ha estado estudiando latín y griego en la Universidad de Salamanca,
así como poesía lírica. Miranda admite que se siente turbado por el interés de su hijo por la literatura clásica.
Hubiera preferido que estudiara derecho o teología. Por el contrario, su hijo participa ahora en una «justa
literaria», es decir, una competición literaria. Hay algo profundamente autobiográfico en este pasaje, como si
Cervantes estuviera proyectando su propia vida en la del hijo de Miranda. Y es DQ quien defiende los intereses
del hijo, aconsejando al padre que debería ser amoroso y paciente con sus vástagos: «en lo de forzarles que
estudien esta o aquella ciencia, no lo tengo por acertado». Debería permitírsele a un niño seguir sus pasiones:
«sería yo de parecer que le dejen seguir aquella ciencia a que más le vieren inclinado». Ofrece entonces
una alegoría de la poesía, que en esos tiempos incluía todo tipo de literatura creativa, comparándola con «una
doncella tierna y de poca edad», a quien las otras ciencias deberían enriquecer con su conocimiento. También
concede a la poesía el poder de crear una especie de oro metafórico: «Ella es hecha de una alquimia de tal
virtud, que quien la sabe tratar la volverá en oro purísimo de inestimable precio». Teniendo en cuenta que
el asunto de escribir por dinero aparece en las dos partes de DQ, tal vez este oro sea algo más que una simple
metáfora. Al igual que Cervantes, DQ también rechaza escribir de acuerdo a los gustos del hombre vulgar, pero
véase cómo define vulgar en un sentido democrático. Hasta los reyes y los duques pueden ser vulgares: «todo
aquel que no sabe, aunque sea señor y príncipe, puede y debe entrar en número de vulgo».

Finalmente, en el discurso de DQ, escuchamos a Cervantes realizando una vigorosa defensa de los escritores
modernos de «poesía de romance», o español moderno. Los escritores modernos deberían ser exactamente
como Homero y Virgilio, quienes escribieron en sus lenguas maternas: «todos los poetas antiguos escribieron
en la lengua que mamaron en la leche, y no fueron a buscar las estranjeras para declarar la alteza de sus
conceptos». Entonces, insiste a Miranda con que debe ser abierto de mente con respecto a los intereses de su
hijo: «que vuesa merced deje caminar a su hijo por donde su estrella le llama». Tal vez revelando la visión
de Cervantes sobre su propio arte, DQ cita directamente a Ovidio, el gran autor latino de Las metamorfosis: «Est
Deus in nobis», lo que significa “Dios vive en nosotros”, aludiendo a la función divina y profética de la escritura
creativa. También cita a Horacio, quien incluso utilizó la poesía lírica en la forma de sofisticada sátira social: «si
hiciere sermones al modo de Horacio, donde reprehenda los vicios en general, como tan elegantemente
él lo hizo, alábale, porque lícito es al poeta escribir contra la invidia». Finalmente, DQ señala que la escritura
creativa puede ser política y, por lo tanto, peligrosa para el escritor, aludiendo al exilio de Ovidio: «hay poetas
que, a trueco de decir una malicia, se pondrán a peligro que los destierren a las islas de Ponto». Ahora, en
este preciso punto, hay de pronto una presencia real: «alzando don Quijote la cabeza vio que por el camino
por donde ellos iban venía un carro lleno de banderas reales». En otras palabras, el discurso de DQ sobre la
escritura creativa se entreteje perfectamente con la aventura siguiente, y nosotros tenemos el perfecto derecho
de asumir que será política y satírica.

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LECCIÓN 38
Capítulo 17
«La aventura
de los leones»
E
l capítulo diecisiete narra la increíble y nunca suficientemente alabada «aventura de los leones». Es una de mis favoritas. SP
ofrece lo que al principio parece un simple y bufonesco detalle. Acaba de adquirir «requesones», o cuajada, a unos pastores
cercanos, y, debido a las prisas, los guarda en el yelmo de DQ. DQ pide su yelmo para prepararse para el combate. Mientras
tanto, Miranda cree que DQ está a punto de atacar una carreta que transporta el dinero del rey Felipe III: «no descubrió otra cosa
que un carro que hacia ellos venía, con dos o tres banderas pequeñas, que le dieron a entender que el tal carro debía de traer
moneda de Su Majestad, y así se lo dijo a don Quijote».

Hay una ironía múltiple aquí, que tiene que ver con nuestras diferentes percepciones de la realidad. DQ responde a la advertencia de
Miranda opinando que uno siempre debe prepararse para lo peor: «Hombre apercebido, medio combatido». Señala que las amenazas
son a menudo invisibles: «sé por experiencia que tengo enemigos visibles e invisibles, y no sé cuándo, ni adónde, ni en qué
tiempo, ni en qué figuras me han de acometer». Al mismo tiempo, se pone el yelmo sobre la cabeza y de pronto piensa que su cerebro
se está derritiendo. Cuando DQ acusa a SP de traición, el escudero asegura que ha sido víctima de enemigos ocultos: «debo yo de tener
encantadores que me persiguen como a hechura y miembro de vuesa merced». Esto es hilarante, pero Cervantes también está
estableciendo los fundamentos para otro episodio simbólico que tiene que ver con el cerebro en relación al combate, es decir, con la
contemplación mental como preparación para amenazas desconocidas. Veamos más de cerca estas amenazas.

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DQ está preparado para combatir «con el mesmo Satanás en persona». El conductor informa a DQ que la carreta lleva «dos bravos
leones enjaulados, que el general de Orán envía a la corte». Hay otra nota autobiográfica aquí: Cervantes emprendió una misteriosa
misión a Orán en 1581, que supuestamente implicaba espionaje o diplomacia. Para continuar, DQ está confrontando claramente una
extensión simbólica del personaje real: «las banderas son del rey nuestro Señor, en señal que aquí va cosa suya». Pero nuestro
loco hidalgo no se echa para atrás: «¿Leoncitos a mí?». Al igual que «Con la iglesia hemos dado», esta frase es ahora un refrán que
expresa determinación al enfrentarse a un peligro. El caballero del verde gabán intenta ahora parar a DQ, pero sus palabras también
nos confirman la naturaleza política del conflicto: «estos leones no vienen contra vuesa merced, ni lo sueñan: van presentados a
Su Majestad, y no será bien detenerlos ni impedirles su viaje». DQ no permite que otros determinen lo que él sabe o deja de saber:
«yo sé si vienen a mí o no estos señores leones».

¿Cuál es la naturaleza de este conflicto político? Ya hemos visto una alusión al dinero. Nótese que la pobreza del conductor es
también un tema: «quedaré rematado para toda mi vida; que no tengo otra hacienda sino este carro y estas mulas». Considero que
este tema –y el hecho de que DQ sabe lo que él sabe– se refiere aquí a que la política monetaria inflacionaria de Felipe III fue devastadora
para la gente pobre, ahorradores y gente con rentas fijas. La respuesta de DQ contiene un nivel más profundo de significado, relacionado
con la pobreza y el ahorro: «presto verás que trabajaste en vano y que pudieras ahorrar esta diligencia». El lenguaje monetario del
episodio continúa cuando el guardián de los leones insiste a DQ sobre el costo potencial. Dice que si DQ persiste en su desafío, le tendrá
que compensar a él por su salario y sus honorarios: «protesto a este señor que todo el mal y daño que estas bestias hicieren corra y
vaya por su cuenta, con más mis salarios y derechos». De nuevo, DQ no recula: «respondió don Quijote que él sabía lo que hacía».

En este punto, Cide Hamete ofrece la mayor alabanza a DQ que hay en toda la novela. Es un párrafo largo. Francisco Rico incluso
señala cierta hipérbole hebraica: «¡Oh fuerte y sobre todo encarecimiento animoso don Quijote de la Mancha!... ¿Con qué palabras
contaré esta tan espantosa hazaña, o con qué razones la haré creíble a los siglos venideros, o qué alabanzas habrá que no
te convengan y cuadren, aunque sean hipérboles sobre todos los hipérboles?... Tus mismos hechos sean los que te alaben,
valeroso manchego, que yo los dejo aquí en su punto, por faltarme palabras con que encarecerlos». ¿Por qué ahora? ¿Por qué este
episodio en particular lleva a Cide Hamete a producir una alabanza tan excesiva?

«las banderas son del rey


nuestro Señor, en señal
que aquí va cosa suya»
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Todos huyen despavoridos, pero el león se muestra impávido: «enseñó «dos bravos leones
sus traseras partes a don Quijote, y con gran flema y remanso se volvió
a echar en la jaula». DQ urge ahora al guardián de los leones para que enjaulados, que el general
lo azuce. Él se niega y DQ declara su victoria. Ahora DQ hace señas a los de Orán envía a la corte»
demás para que regresen con el mismo trapo blanco que él había usado para
limpiarse los requesones de la cara. Paradójicamente, esto parece una señal
de rendición. Este trapo blanco, en conjunción con el desinterés del león por
enfrentarse a DQ, parecería indicar que la inflación es demasiado sutil como
para ser vencida. La política del rey significa que él gana, da igual lo que
uno haga. En cualquier caso, según regresa el conductor, DQ tiene un gesto
impertinente: «Sancho, dale dos escudos de oro, para él y para el leonero,
en recompensa de lo que por mí se han detenido». No os llevéis a error,
esto es un gesto subversivo hacia Felipe III. Y el guardián de los leones lo
reconoce perfectamente: «prometióle de contar aquella valerosa hazaña
al mismo rey, cuando en la corte se viese».

Y DQ lleva su encuentro con el monarca mucho más allá: «Pues si acaso


Su Majestad preguntare quién la hizo, diréisle que el Caballero de los
Leones». Esta es la primera vez desde que dejó su casa que DQ se da a sí
mismo un apodo, reemplazando el «Caballero de la Triste Figura» de la
primera parte. Esto sería suficiente para reconocer la importancia de este
episodio. El narrador nos dice entonces que Miranda está maravillado, e
incluso, de alguna manera, siente respeto por DQ. La perspectiva de Miranda
es un maravilloso calco erasmista de la doble naturaleza de DQ: «un cuerdo
loco y un loco que tiraba a cuerdo». El capítulo finaliza con un largo
discurso de DQ en el que menosprecia otra vez a los caballeros cortesanos,
por ser inferiores en relación a los caballeros andantes: «Pero el andante
caballero busque los rincones del mundo, éntrese en los más intricados
laberintos». Cuando DQ observa que los caballeros andantes sólo buscan la
fama –«buscando peligrosas aventuras, con intención de darles dichosa
y bien afortunada cima, solo por alcanzar gloriosa fama y duradera»–,
parece que cita a Cicerón, el mayor enemigo republicano de los emperadores
romanos. Es otra sofisticada bofetada a Felipe III y a sus consejeros.

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Resumen
Capítulos 16 - 17
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Recapitulemos
Las narices tienen un gran simbolismo durante el encuentro de DQ con el Caballero de los Espejos
y el encuentro de SP con Tomé Cecial. En el comienzo del capítulo dieciséis se reflexiona sobre esto, lo
cual nos permite continuar leyendo el episodio anterior como una parábola sobre moros y cristianos,
sobre amigos y enemigos, y sobre lo que significa ser vecino en la España del siglo XVII. El nuevo
caballero que hemos conocido se vuelve también simbólico poco después. El Caballero del Verde
Gabán es una figura profundamente erasmista, esto es, en comparación con el combativo fanatismo
de DQ, Miranda es razonable y moderado en su modo de vida y creencias. Durante su conversación
con DQ sobre la educación de su hijo en la Universidad de Salamanca, tenemos otro detallado vistazo
de los propios principios estéticos de Cervantes. Estos incluyen una férrea defensa de la poesía lírica
española, pero también un claro reconocimiento de que la escritura creativa toma, a menudo, la forma
de sátira política. Esto explica la importancia de Ovidio, Horacio y Cicerón en estos dos capítulos. A
continuación, en el capítulo diecisiete, ejemplificando la sátira de Cervantes, tenemos el locamente
heroico enfrentamiento de DQ con los leones de Felipe III. Aquí DQ es el clásico héroe romántico que
impresionó a muchos lectores del siglo XIX con su lucha apasionada contra toda posibilidad de ganar:
«Bien podrán los encantadores quitarme la ventura, pero el esfuerzo y el ánimo será imposible».
Pero también es el guerrero en contra de la invisible y siniestra práctica de la manipulación monetaria,
que hiere al pobre robándole su riqueza y dándosela al rey y a sus consejeros de la corte, es decir, al
estado. La inflación monetaria dirigida por el poder dominante es un problema laberíntico, además de
universal. Esto explica por qué DQ se da a sí mismo un nuevo apodo, y por qué Cide Hamete está aquí
más impresionado por el «Caballero de los Leones» que en ningún otro lugar en la novela, y por qué
la figura erasmista representada por Miranda de pronto genera respeto por nuestro «loco que tiraba
a cuerdo».

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“La conexión entre
la belleza femenina
y el enamoramiento
masculino es una de las
secuencias de causa y
efecto más regulares
que observamos en la
vida cotidiana”.
—E. H. Carr
¿Qué es la historia?
LECCIÓN 39
La vida familiar de

Capítulo 18
Diego de Miranda
E
l capítulo dieciocho se centra detenidamente en la vida familiar de Diego de Miranda y contiene un par de poemas de su
hijo Lorenzo. De lo primero que nos damos cuenta es del encabezado del capítulo, que sirve para dos cosas: 1) nos recuerda
la original locura de DQ, refiriéndose a «el castillo o casa del Caballero del Verde Gabán», lo que sugiere una especie
de punto medio entre la perspectiva del narrador y la de DQ; 2) de nuevo se burla de las críticas de la primera parte de Don Quijote
añadiendo «con otras cosas extravagantes», lo que significa eventos extraordinarios pero también cualquier cosa que pueda distraer
del argumento tradicional.

Tras una breve descripción de la casa de Miranda, que incluye una «cueva», donde se almacena la comida familiar, el capítulo
realiza una breve referencia al asunto de la etnicidad de Dulcinea. Cuando DQ ve grandes jarrones de barro –«tinajas»– de El Toboso,
el caballero recita unos de los versos más famosos de Garcilaso: «Oh dulces prendas, por mi mal halladas, / dulces y alegres cuando
Dios quería». Esto les parecerá a algunos lectores una absurda parodia, pero dado que los versos de Garcilaso defienden a la reina
africana Dido cuando fue abandonada por Eneas, y dado que DQ contempla los jarrones de barro que fueron fabricados por los moriscos
tobeseños, y dado que Felipe III ya había echado a los moriscos de España en los años anteriores a DQ 2, dado todo esto, digo, hay
algo conmovedor en estos versos. Cervantes revela la poesía amorosa de Garcilaso como si tuviera una agenda trans-étnica, y señala la
expulsión de los moriscos como una traición inhumana con graves consecuencias para la economía doméstica de España.

Cervantes continúa burlándose de los lectores superficiales, haciendo que el traductor morisco también evite «frías digresiones».
Y resulta complicado cómo ocurre esto. El narrador cristiano dice que el autor original pintó la casa de Miranda con gran detalle, «pero
al traductor desta historia le pareció pasar estas y otras semejantes menudencias en silencio, porque no venían bien con el
propósito principal de la historia». Por irónico contraste, leemos, también con gran detalle, que SP desviste a DQ y que nuestro loco
hidalgo, entonces, se lava: «se lavó la cabeza y rostro, y todavía se quedó el agua de color de suero». Este último detalle del color
del agua se debe a la compra de Sancho de «sus negros resquesones, que tan blanco pusieron a su amo». Este contraste de colores
sugiere el tema racial de nuevo.

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Así que entramos en un mundo burgués: «quería la señora doña Cristina mostrar que sabía y podía regalar a los que a su casa
llegasen». La narración alude constantemente al tema erasmista de la extraña pero a la vez perspicaz locura de DQ. Esto toma forma a
través de una serie de apartes entre Miranda y Lorenzo en los que hablan sobre su invitado. Por ejemplo, el padre explica a su hijo que
«le he visto hacer cosas del mayor loco del mundo y decir razones tan discretas, que borran y deshacen sus hechos».

Al mismo tiempo, el tema cambia hacia la poesía y la educación. DQ pregunta sobre la poesía de Lorenzo, y cuando el jovencito
se muestra humilde, nuestro caballero le da el visto bueno: «no hay poeta que sea arrogante y piense de sí que es el mayor poeta
del mundo». Lorenzo es magnánimo hacia otros poetas: «No hay regla sin excepción... y alguno habrá que lo sea y no lo piense».
La respuesta de DQ es cínica: «Pocos». El hidalgo, entonces, exhibe un amplio ingenio, explicando a Lorenzo, quien ha entrado en
una competición poética, que debería luchar por el segundo puesto, ya que el primer premio se dará injustamente, o a una persona
poderosa, o mediante un soborno. Lorenzo se siente intrigado y realiza otro aparte: «Hasta ahora... no os podré yo juzgar por loco».

DQ se lanza ahora en un largo discurso sobre la ciencia de la caballería andante. Hay nuevos temas aquí. Un caballero necesita ser
jurista –«jurisperito»–, con conocimientos de «la justicia distributiva y comutativa», refiriéndose al difícil equilibrio entre derechos
de la comunidad y los relativos al individuo. Resulta interesante que DQ evite la tercera categoría clásica de justicia, es decir, la que
implica las obligaciones del estado hacia sus ciudadanos. También dice que un caballero debe ser un «teólogo» así como un «médico»,
a quien define como «principalmente herbolario». Nótese esta visión relativamente científica de la medicina. Un caballero debe
ser también un «astrólogo» y «ha de saber las matemáticas». DQ cita entonces las virtudes de la fe, esperanza y caridad, así como
prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Se mueve rápidamente entre las virtudes prosaicas y trascendentales. Un caballero debe
saber nadar y herrar caballos. Esto resulta irónico, dado que sabemos que las pezuñas de Rocinante están en estado de putrefacción.
Pero también debe ser fiel a Dios y a su dama, y por encima de todo lo demás, debe defender la verdad incluso aunque le cueste la
vida. Este último comentario suena radical, pero véase la moderación física de DQ. ¿Ha cambiado a nuestro héroe la visita a la casa de
los Miranda?

Lorenzo duda de que haya habido caballeros andantes. De nuevo, DQ parece notablemente tranquilo ante este «error». Dice que va
a «rogar al cielo» por la iluminación de Lorenzo. DQ transforma las acciones de un caballero en algo parecido a una actitud filosófica.
Así, suena conservador en el fondo, ya que expresa una visión cínica del estado actual de las cosas: «triunfan ahora, por pecados de
las gentes, la pereza, la ociosidad, la gula y el regalo». Del mismo modo, Lorenzo concluye que DQ está loco, pero reconoce que
todavía puede aprender de él: «Escapado nos ha nuestro huésped... pero, con todo eso, él es loco bizarro, y yo sería mentecato
flojo si así no lo creyese». Nótese la tranquilidad de la escena: «de lo que más se contentó don Quijote fue el maravilloso silencio
que en toda la casa había».
LECCIÓN 40
Los poemas
de Lorenzo
de Miranda
C
ontemplemos ahora a los poemas de Lorenzo. Hay algo autobiográfico en la participación de Lorenzo en una «justa literaria».
Parte de la primera poesía de Cervantes procede de una competición similar, y nada menos que de Zaragoza, en el mismo
sitio de las «justas del arnés» en las que DQ espera participar. Lorenzo presenta su primer poema con humildad: «solo por
ejercitar el ingenio la he hecho». Esto es una forma poética particular: una glosa, en cuyas últimas líneas de las estanzas se hace eco
de las líneas de la estanza inicial, que es una cita de otro poema. El tema aquí es la celeridad del tiempo: tempus fugit en latín. Es más,
la marcha implacable del tiempo significa que la muerte es una gran motivadora: «me da la vida el temor / de lo que será después».
DQ está entusiasmado y sitúa a Lorenzo en una tradición académica de gran poesía, desde Atenas a París y de Bolonia hasta Salamanca.

Lorenzo recita entonces un soneto sobre Píramo y Tisbe, los trágicos amantes que Ovidio hizo famosos. Es una revisión de un soneto
imperialista de Diego Hernando de Acuña, y un bello ejemplo del estilo manierista. Pero también remite a la historia de amor de
Cardenio y Luscinda, y alude a la pared entre las familias de SP y Tomé Cecial. Es más, anticipa la historia de amor de Quiteria y Basilio
en el siguiente capítulo. De hecho, el «tan estrecho estrecho» que el amor se atreve a cruzar –«que amor suele de hecho facilitar la
más difícil cosa»– resume justamente todas las historias de amor en DQ, tal vez más especialmente la de Viedma y Zoraida, quienes
cruzaron el “Estrecho de Gibraltar.” DQ está de nuevo entusiasmado por «el artificio deste soneto».

DQ permanece durante cuatro días en casa de Miranda antes de partir para Zaragoza. Hay un doble significado en la descripción
de la ruta por parte del narrador: «el día de las justas de Zaragoza, que era el de su derecha derrota». La frase «derecha derrota»
significa “camino recto” pero también “derrota legítima”. Se trata de una ironía cristiana: El destino de DQ es, de algún modo, su derrota
triunfante. El narrador también anticipa el futuro episodio de la Cueva de Montesinos y la inminente investigación de los míticos orígenes

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de los Lagos de Ruidera por parte de DQ. A continuación, las palabras de despedida de DQ a Lorenzo reiteran el tema matemático. Alude
al tópico pitagórico de la vida como ‘una’, que representa el camino que se bifurca entre la virtud y el vicio, excepto en el caso de la vida
de DQ, que se bifurca entre la poesía y la caballería andante. DQ alude entonces a una famosa línea de la Eneida de Virgilio, una de las
favoritas de Cervantes, la que usa, por ejemplo, como base para su novela ejemplar El coloquio de los perros. La idea es que los caballeros
andantes buscan elevar al humilde y rebajar al orgulloso: «se han de perdonar los sujetos y supeditar y acocear los soberbios».
Miranda y su hijo se sienten impresionados por las «entremetidas razones» de DQ. Según parten nuestros héroes, el narrador se hace
eco de la perspectiva de DQ: «con la buena licencia de la señora del castillo, don Quijote y Sancho, sobre Rocinante y el rucio, se
partieron».

«se han de perdonar los


sujetos y supeditar y
acocear los soberbios»

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LECCIÓN 41
El Caballero

Capítulo 19
de los Leones
E
l capítulo diecinueve es un preámbulo filosófico a la boda de Camacho, que se encuentra en los capítulos veinte y veintiuno. La
confusión y los contrastes a lo largo de este capítulo nos llevan a poner atención en los detalles. En el camino, DQ se encuentra
«con dos como clérigos o como estudiantes y dos labradores que sobre cuatro bestias asnales venían caballeros». Esto
se clarificará: Los clérigos son estudiantes, y uno de los labradores, en realidad, resultará tener cierta experiencia legal. Nótese el
contraste entre cada uno de los estudiantes: uno trae «dos espadas negras de esgrima» y el otro una serie de textiles enrollados en
«bocací verde». Esta tela se solía usar para cubrir libros, y el color nos recuerda a Miranda. Nótese también que los labradores llevan
su propia mercancía: «Los labradores traían otras cosas, que daba indicio y señal que venían de alguna villa grande donde las
habían comprado y las llevaban a su aldea». El énfasis de Cervantes en el comercio parece particularmente agudo aquí. ¿Por qué? El
comercio contrarresta la violencia.

Como es habitual, los cuatro hombres están sorprendidos con DQ, quien explica su profesión y se muestra a sí mismo como «el
Caballero de los Leones». Los estudiantes le invitan a una gran boda: «una de las mejores bodas y más ricas que hasta el día de hoy
se habrán celebrado en la Mancha». DQ pregunta si «algún príncipe» se va a casar. No, más bien la boda es entre «un labrador y una
labradora: él, el más rico de toda esta tierra, y ella, la más hermosa que han visto los hombres». Estos son Camacho y Quiteria,
conocidos, por excelencia, como «el rico» y «la hermosa». Nótese los elementos esenciales del deseo femenino y masculino. Camacho
representa lo que las mujeres quieren; Quiteria representa lo que los hombres quieren. Pero aquí está pasando más de lo que aparenta
a simple vista. En el fondo, esta es una de las típicas historias de amor de Cervantes, basadas en el contraste entre dos formas básicas
de estatus social en el siglo XVI español: riqueza y linaje.

De este modo, hay indicios de que Camacho es converso o de origen morisco, y por eso busca el estatus de cristiano viejo en la familia
de Quiteria, quienes, por su parte, buscan riqueza: «algunos curiosos que tienen de memoria los linajes de todo el mundo quieren
decir que el de la hermosa Quiteria se aventaja al de Camacho; pero ya no se mira en esto, que las riquezas son poderosas de
soldar muchas quiebras». Esta idea de ocultar los orígenes raciales se refuerza por el hecho de que la boda se celebrará en un campo

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que Camacho ha cubierto por completo con una pérgola para que proporcione sombra. También, como es costumbre en DQ, hay un
hombre rival: Basilio. No nos sorprendemos al saber que Basilio y Quiteria fueron jóvenes amantes al modo de Píramo y Tisbe, y que
terminaron con el proverbial muro entre las respectivas casas y el proverbial padre de la chica interviniendo a favor del rival del joven.
Esto nos debería recordar el soneto de Lorenzo, pero también a Cardenio y Luscinda a SP y Tomé Cecial.

Si Basilio no tiene la riqueza de Camacho, tiene la juventud de su lado. Hay algo fálico en la extensa descripción de la destreza física
de Basilio por parte del estudiante, la cual termina destacando su habilidad en el manejo de la espada: «juega una espada como el
más pintado». Entendiendo la insinuación sexual, DQ se pone del lado de Basilio, y afirma que el chico merece «no solo casarse con
la hermosa Quiteria, sino con la misma reina Ginebra, si fuera hoy viva, a pesar de Lanzarote y de todos aquellos que estorbarlo
quisieren». Nótese que DQ respalda el adulterio y recuérdese que DQ se identifica frecuentemente con Lanzarote. La respuesta de SP
también es sexual –«¡A mi mujer con eso!»–, aunque también se refiere a que desearía que DQ hiciese entender a Teresa su visión liberal
del matrimonio. Aquí y más adelante, hay una confusión relativa a las opiniones de DQ y SP. DQ cambia de opinión repentinamente y
responde a SP con una postura conservadora, argumentando que los padres deberían mantener un grado de «eleción y juridición»
cuando llega el matrimonio. Su ampliamente detallado argumento suena racional. Pero vemos que incluso los momentos de lucidez de
DQ muestran su inestabilidad. Esto no es lo que mantenía en relación a Marcela, por ejemplo. DQ parece ser arrastrado por su ingenio
discursivo, y no por la auténtica lógica de su opinión.

En otra de las maniobras reflexivas de Cervantes, aparece el «nudo gordiano» en el debate sobre el matrimonio que ahora aplica a la
narrativa misma. DQ pide al «licenciado» que continúe con la historia de Basilio. Pero el auténtico narrador parece no saber el estatus
del estudiante, refiriéndose a él como «el estudiante bachiller, o licenciado, como le llamó don Quijote». El estudiante continúa
hablando sobre la reacción de Basilio ante las noticias del plan de Quiteria de casarse con Camacho. Basilio pasa a ser el clásico héroe
romántico, una especie de Heathcliff doscientos años antes de la novela de Emily Brönte Cumbres borrascosas: «anda pensativo y
triste, hablando entre sí mismo... come poco y duerme poco... que no parece sino estatua vestida que el aire le mueve la ropa».

«con dos como clérigos o como


estudiantes y dos labradores
que sobre cuatro bestias
asnales venían caballeros»
LECCIÓN 42
El licenciado y
Corchuelo se retan
a la esgrima
S
ancho Panza da ahora rienda suelta a una retahíla de refranes sobre la naturaleza voluble de la mujer: «entre el sí y el no de
la mujer no me atrevería yo a poner una punta de alfiler... el amor, según yo he oído decir, mira con unos antojos que
hacen parecer oro al cobre, a la pobreza, riqueza, y a las lagañas, perlas». Véase la teoría subjetiva del valor otra vez; y al
igual que en DQ 1, el tema de la política monetaria se equipara ahora al tema del adulterio. También SP parece haber experimentado
la infidelidad de su propia esposa. Los problemas económicos y domésticos se mezclan cuando DQ se molesta porque SP abusa de los
refranes, y SP, a cambio, se enfada con las intervenciones de DQ: «vuesa merced, señor mío, siempre es friscal de mis dichos y aun
de mis hechos». DQ le corrige: «Fiscal has de decir». SP se vuelve ahora completamente impertinente: «no me he criado en la corte,
ni he estudiado en Salamanca», afirmando que incluso algunas personas todopoderosas de Toledo no son tan agudas.

Ahora el estudiante interviene en la disputa entre DQ y SP. Primero, especifica que es licenciado. Luego defiende la aproximación
liberal del lenguaje de SP. Sus palabras recuerdan el mercado de DQ 1.9: «no pueden hablar tan bien los que se crían en las Tenerías
y en Zocodover como los que pasean casi todo el día por el claustro de la Iglesia Mayor, y todos son toledanos». Las palabras
marginales de las tenerías y el mercado son también un eco de La Celestina de Rojas, y tienen también indicios de la picaresca cuando
el estudiante, irónicamente, alardea de su propia educación: «pícome algún tanto de decir mi razón con palabras claras, llanas y
significantes». Ahora, el otro estudiante se enfrenta a su amigo, diciéndole que si hubiera prestado más atención a la retórica que
a la esgrima, se hubiera graduado el primero y no el último. El licenciado responde que el bachiller está equivocado con respecto a
la esgrima. Ahora sabemos los respectivos estatus de los dos estudiantes, y la duda anterior del narrador con respecto a esto ha sido
clarificada por el propio diálogo. Nótese también que el narrador llama repentinamente al bachiller por su nombre, Corchuelo. Esto
sucede sin venir a cuento. El otro estudiante no le llama Corchuelo, y el narrador no da explicaciones sobre esto. Cervantes, aquí, nos
dice algo sobre su propio arte, que envuelve precisión e ilusión de naturalidad, y, a veces, la ilusión de que aparezcan errores.

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Corchuelo reta al licenciado a un duelo de espadas. Reelaborando el duelo entre el Caballero de los Espejos y DQ, la esgrima pasa
a ser el enfoque de lo que queda del capítulo. Y esto es un duelo tanto intelectual como físico: a pesar de que declara la superioridad
intelectual sobre su amigo, Corchuelo es simplemente un bachiller, no un licenciado. Corchuelo piensa que el duelo es un desperdicio,
burlándose de su supuesto estatus de ciencia matemática: «usad de vuestro compás de pies, de vuestros círculos y vuestros ángulos
y ciencia que yo espero de haceros ver estrellas a medio día». Los demás solo pueden ver cómo la «mortal tragedia» comienza a
suceder. Preguntémonos: ¿La tragedia de quién?

Cervantes describe el duelo de espadas con belleza cinematográfica. El modo en el que el licenciado se enfrenta al bachiller es
cómico. Corchuelo da varios mandobles «sin número» y ataca «como un león irritado», pero no llega a ningún lado. El licenciado
entonces le toma el pelo, marcando y haciendo trizas sus ropas: «le contó a estocadas todos los botones de una media sotanilla
que traía vestida, haciéndole tiras los faldamentos, como colas de pulpo». En cualquier caso, enhebrando juntas «colas de pulpo»
es una metáfora para el arte de la escritura en la novela picaresca de Cervantes El coloquio de los perros. Después de que el licenciado
quita de un golpe el sombrero de Corchuelo en dos ocasiones, el bachiller se da por vencido. El gesto final de su rendición es, al mismo
tiempo, impresionante y simbólico: «de despecho, cólera y rabia asió la espada por la empuñadura y arrojóla por el aire con tanta
fuerza, que uno de los labradores asistentes, que era escribano, que fue por ella, dio después por testimonio que la alongó
de sí casi tres cuartos de legua». Dada esta demostración de la fuerza de Corchuelo, la moral expresada por el narrador es explícita
y paradójicamente ambivalente, porque favorece la inteligencia sobre la fuerza, pero también la derrota frente a la victoria: «el cual
testimonio sirve y ha servido para que se conozca y vea con toda verdad cómo la fuerza es vencida del arte».

Resulta hilarante que SP sugiera que Corchuelo no debería retar a nadie a un duelo sino más bien a un concurso de lanzamiento.
La respuesta de Corchuelo es que él ha aprendido humildad, lo que clarifica la paradoja anterior del narrador: «Yo me contento... de
haber caído de mi burra y de que me haya mostrado la experiencia la verdad de quien tan lejos estaba». Ahora Corchuelo realiza
un gesto increíble, uno que casi nunca hemos visto en DQ: «Y, levantándose, abrazó al licenciado, y quedaron más amigos que
de antes». Finalmente, leemos otra referencia a las matemáticas cuando el licenciado ofrece otro discurso en defensa del arte de la
esgrima: «con tantas razones demostrativas y con tantas figuras y demostraciones matemáticas, que todos quedaron enterados
de la bondad de la ciencia, y Corchuelo, reducido de su pertinacia». Los últimos dos términos indican que Cervantes se está burlando
de nuevo de la Inquisición, quien “redujo” (suprimió) a sus víctimas de la “pertinacia” (obstinación) de su herejía. La ironía, por supuesto,
es que la Inquisición es una ciencia horrible. Hay mejores maneras de demostrar la verdad moral, como escribir o evitar la violencia.

Nuestros viajeros llegan al lugar de la boda. Llegan de noche, pero todavía hay luz por todos lados. La escena es de «un cielo lleno
de inumerables y resplandecientes estrellas», todo complementado con la música de «diversos instrumentos». Entonces vemos
que «los árboles... a la entrada del pueblo estaban todos llenos de luminarias». Nótese que reinan la alegría y la tranquilidad.

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“La conexión entre
la belleza femenina
y el enamoramiento
masculino es una de las
secuencias de causa y
efecto más regulares
que observamos en la
vida cotidiana”.
—E. H. Carr
¿Qué es la historia?
LECCIÓN 43
La boda

Capítulo 20
de Camacho
«sin tener invidia
ni ser invidiado»

y Quiteria
E
l capítulo veinte describe la primera mitad de la boda de Camacho.
Comienza con la segunda descripción mitológica de la aurora que hay en
DQ 2. La clave aquí es la elevada retórica de DQ, que contrasta con los
ronquidos de SP. Mientras SP duerme, DQ reafirma su fantasía feudal con respecto
a la relación natural entre amo y sirviente. DQ se considera a sí mismo plagado de
preocupaciones mundanas, mientras que su sirviente trabaja en gozo ignorante.
Pero el lector sabe que SP tiene preocupaciones serias y que DQ es, en realidad, un
representante horrible de su estado. El discurso de DQ no solamente es risible sino
también problemático y temático.

También hay una crítica sutil a la Inquisición insertada en el discurso de DQ.


La línea «sin tener invidia ni ser invidiado» es un eco del famoso poema de fray
Luis de León “A la salida de la cárcel”. El gran poeta y teólogo, quien enseñó en la
Universidad de Salamanca, pasó cuatro años en la cárcel por supuesta herejía. Dadas
las pruebas de los capítulos anteriores, sus alusiones a la Inquisición y sus referencias
a la Universidad de Salamanca, la lógica distorsionada y la persecución religiosa
se mantienen relevantes en el capítulo veinte. Finalmente, hay un increíble doble
zeugma en el discurso de DQ: «los límites de tus deseos no se estienden a más que
a pensar tu jumento, que el de tu persona sobre mis hombros le tienes puesto».

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A un nivel muy obvio, “pensar” significa “dar pienso” en la primera oración, y significa “andar”, cuando se reduce al pronombre “el” en
la segunda. Pero hay una tercera opción. Como SP es equiparado a menudo con su asno, “jumento” también puede ser la palabra a
la que se refiere el pronombre “el”. ¡Pensad en esto! Y tened en cuenta cómo Cervantes relaciona todo esto con el tema étnico: SP no
está despierto, por lo que DQ le pincha con su lanza, y SP huele tocino: «torreznos asados». Los productos del jamón son marcadores
étnicos en el Siglo de Oro.

Contradiciendo su discurso anterior en defensa de los matrimonios concertados, DQ se muestra, una vez más, interesado en Basilio.
Y ante la posibilidad de una fiesta nupcial, SP cambia también de opinión y apoya a Camacho: «yo soy de parecer que el pobre debe
de contentarse con lo que hallare y no pedir cotufas en el golfo». Y ahora SP suena rotundamente capitalista: «Sobre un buen
cimiento se puede levantar un buen edificio, y el mejor cimiento y zanja del mundo es el dinero». DQ le dice a SP que cierre el
pico, y SP se refiere repentinamente a su contrato con DQ, un contrato del que no tenemos absolutamente ningún conocimiento:
«debiérase acordar de los capítulos de nuestro concierto antes que esta última vez saliésemos de casa: uno dellos fue que me
había de dejar hablar todo aquello que quisiese». Al igual que los lectores, DQ no recuerda este contrato. Volveremos a este tema de
las relaciones entre empleador y empleado en futuros episodios.

En este punto, el narrador nos ofrece una cornucopia de platos diversos preparados para la fiesta nupcial. Sus detalles son hiperbólicos,
una acumulación de imágenes que permite que la fiesta se desarrolle ante los ojos de SP como si fuera un ejercicio retórico excesivo.
Encontramos aquí un gran detalle, que es otra alusión más al tema morisco relacionado con los mismos jarrones de barro de El Toboso
que hicieron que DQ citara a Garcilaso en el capítulo dieciocho: «y seis ollas que alrededor de la hoguera estaban no se habían
hecho en la común turquesa de las demás ollas, porque eran seis medias tinajas que cada una cabía un rastro de carne». Nótese
el contraste entre los jarrones de estilo turco y estilo moro. Todo esto es «tan abundante, que podía sustentar a un ejército». A pesar
de la alusión a la guerra, la magnánima fiesta llevada a cabo por la riqueza local produce paz. Sancho suplica saborear algo, y uno de los
cocineros le ofrece todo lo que pueda comer en una extraña frase de tono legal: «Hermano, este día no es de aquellos sobre quien
tiene juridición la hambre, merced al rico Camacho».
LECCIÓN 44
Interés y Amor
pelean por la
doncella
M
ientras las festividades se realizan antes de la ceremonia, DQ escucha por casualidad una alabanza a Quiteria: «la más
hermosa del mundo». Él, por su puesto, se ofende, pero se guarda sabiamente su objeción para sí mismo: «dijo entre sí:
“Bien parece que estos no han visto a mi Duclinea del Toboso”». Lo que sigue es una representación de una alegoría
que toma forma dentro de una alegoría más extensa de la descripción de Cervantes. Al igual que el duelo de espadas en el capítulo
anterior, el tema contextual es el conflicto violento o la guerra. Entre tantos bailes, el narrador se enfoca en uno que interpreta la
representación de una batalla: «muchas y diversas danzas, entre las cuales venía una de espadas». Un espectador pregunta «si se
había herido alguno de los danzantes», y el director del grupo de danza responde: «Por ahora, bendito sea Dios, no se ha herido
nadie: todos vamos sanos». A continuación, viene una alegoría más formal. Dos grupos de bailarines se ponen uno enfrente del otro,
uno guiado por «Interés» (el dinero) y el otro por «Amor» (la pasión). Esto representa claramente la lucha entre Camacho y Basilio
por el afecto de Quiteria. Cada figura lleva su propio séquito de figuras simbólicas. Con «Interés» (Camacho) vienen «Liberalidad»,
«Dádiva», «Tesoro», y «Posesión pacífica»; con «Amor» (Basilio) vienen «Poesía», «Discresión», «Buen linaje», y «Valentía». Si estos
dos pudieran juntarse, el mundo sería un lugar mejor, ¿o no?

A continuación, aparecen cuatro «salvajes» arrastrando un castillo de madera con una «doncella» dentro, que representa a Quiteria.
Amor e Interés toman su turno recitando poemas que declaran sus respectivos poderes. Resulta interesante que el poema de Amor
alude en dos ocasiones al tema de la cueva que hemos visto en la segunda parte: dice que es un dios poderoso en la tierra, en el aire
y en el mar, pero también «en cuanto el abismo encierra / en su báratro espantoso». “Báratro” es un desfiladero profundo (sima) en
Ática, en el que los griegos tiraban a los condenados a muerte. Cervantes continúa anticipando el próximo episodio sobre la Cueva
de Montesinos. Interés responde ahora que él tiene más poder: «Soy quien puede más que el Amor». También hace una paradójica
referencia al comercio, que es moralmente sospechoso, pero sin el que la vida normal es imposible: «Soy el Interés, en quien / pocos
suelen obrar bien, / y obrar sin mí es milagro».

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La alegoría termina con Interés y Amor peleando por la doncella del castillo. Interés saca un bolso gigante hecho de «el pellejo de
un gran gato romano», que está lleno de monedas, y lo arroja al castillo. Su banda intenta arrastrar fuera a la doncella –«echándola
una gran cadena de oro al cuello»–, pero Amor intercede. Al final, los salvajes restablecen la paz entre Interés y Amor y la doncella
regresa a su castillo. DQ se da cuenta de que quien compuso la alegoría «debe de ser más amigo de Camacho que de Basilio» y
aprecia la sátira en la representación. ¿Qué es lo que vosotros pensáis? ¿Qué es más poderoso en la sociedad moderna, Amor o Dinero?

El capítulo finaliza con otro breve debate entre SP y DQ. SP está ahora completamente a favor de Camacho: «El rey es mi gallo»,
dice, y en dos ocasiones repite, que «a Camacho me atengo». DQ observa que SP suena maquiavélico: «eres villano y de aquellos
que dicen: “¡Viva quien vence!”». SP mantiene su defensa de la riqueza: «Dos linajes solos hay en el mundo, como decía una agüela
mía, que son el tener y el no tener». Hace entonces referencia a El asno de oro de Apuleyo, al igual que en DQ 1: «un asno cubierto de
oro parece mejor que un caballo enalbardado». Finalmente, recuerda la famosa idea de la muerte como gran igualadora, una frase
de Horacio que Cervante usa repetidamente: «con igual pie pisaba las altas torres de los reyes como las humildes chozas de los
pobres». Hay algo político aquí, y DQ observa que SP suena como un predicador. SP expresa dos ocurrencias finales sobre su sencilla
naturaleza religiosa, las cuales se hacen eco de la pacífica tolerancia del humanismo erasmista: primero, «Bien predica quien bien
vive... y yo no sé otras tologías», y luego «tan gentil temeroso soy yo de Dios como cada hijo de vecino». DQ está impresionado,
y el narrador nos deja con la irónicamente violenta imagen de SP regresando al fiestorro: «Y diciendo esto comenzó de nuevo a dar
asalto a su caldero».

“La alegoría termina con


Interés y Amor peleando
por la doncella del castillo”

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Resumen
Capítulos 18 - 20
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Recapitulemos
La calma y la razón caracterizan a la familia del Caballero del
Verde Gabán. El duelo entre el licenciado y el bachiller muestra una
violenta rivalidad, pero termina en reconciliación y en sabiduría
cristiana. La visión de SP sobre la fiesta nupcial de Camacho es una
cornucopia de fuertes matices capitalistas propuestos por el propio
SP. Como muchos críticos han hecho, nuestros héroes vacilan en sus
fidelidades. Al principio, DQ favorece el talento natural de Basilio,
su destreza física y su amor, todo independientemente de las
diferencias entre los amantes. Del mismo modo, SP dice que prefiere
el amor y rechaza las preocupaciones por las diferencias sociales
que tiene su propia esposa, Teresa. Entonces, DQ cambia de idea y
apoya los matrimonios concertados. Luego, SP cambia de partido a
favor de Camacho y la riqueza. Al final del capítulo veinte, después
de haber sido testigos de la teatralización alegórica de Amor contra
Interés, DQ cambia de opinión una vez más y expresa su apoyo a
Basilio. De modo notable, SP, quien quiere el gobierno de una nación
insular, suena pragmático y maquiavélico. En cualquier caso, el
escudero también expresa principios sencillos sobre la coexistencia
pacífica. La extensión de la ironía de estas opiniones saldrá a la
vista en futuros episodios. Por ahora, deberíamos festejar el caos
que siempre acompaña al amor y al deseo. ¿Pero qué pasa con esas
molestas complicaciones causadas por el dinero y la posición social?

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“Moisés
era egipcio”.
—Sigmund Freud,
Moisés y la religión
monoteísta
LECCIÓN 45
La segunda mitad de

Capítulo 21
la boda de Camacho
E
l capítulo veintiuno relata la segunda mitad de la boda de Camacho. Se abre con una descripción hiperbólica de la novia
Quiteria por parte de SP, que se centra en sus adornos, mediante los cuales trasciende su estatus de campesina: «A buena fe
que no viene vestida de labradora, sino de garrida palaciega». La visión definitiva de SP sobre su belleza incluye una triple
metáfora: «ella es una chapada moza que puede pasar por los bancos de Flandes». La alusión a «los bancos de Flandes» se refiere
a los peligrosos bancos de arena frente a Flandes, a los banqueros de Flandes y a una cama hecha con pino de Flandes. SP se refiere
a que Quiteria puede sobreponerse a las diferentes dificultades del matrimonio y conquistar el corazón de alguien tan rico como los
mercaderes de Flandes. Su comentario sugiere que la historia de amor puede ser una alegoría para las relaciones internacionales, tanto
las religiosas como las militares y las económicas.

En este punto llega Basilio y para la ceremonia. Lleva una provocativa sotana negra con destellos rojizos: «un sayo negro jironado
de carmesí a llamas». También lleva una corona de ciprés fúnebre y sostiene un gran bastón. Parece diabólico, o tal vez condenado.
Sus celos y su fatalidad nos recuerdan a los amantes de la primera parte, como el desafortunado Grisóstomo o el perturbado Cardenio.
Basilio ofrece un dramático discurso en el que alega que como Quiteria se casó con él en secreto, mientras él esté vivo su rival Camacho
no puede casarse con ella. En ese momento, clava su bastón en el suelo y le quita la parte de arriba, mostrando una pequeña espada.
Finalmente, grita «viva el rico Camacho con la ingrata Quiteria largos y felices siglos, y muera, muera el pobre Basilio». Entonces
se tira sobre la espada en un acto de suicidio romántico.

Con Basilio en los últimos estertores de la muerte, el cura se apresura a darle la extremaunción, pero él se niega salvo que Quiteria
le conceda un último deseo: «en ninguna manera se confesaría si primero Quiteria no le daba la mano de ser su esposa». Al
principio Quiteria está catatónica, impasible como en una obra de arte: «más dura que un mármol y más sesga que una estatua».
Pero, ante la insistencia de DQ, así como del cura y de la muchedumbre, ella acepta. Incluso Camacho le da la bendición. El motivo es
que si Basilio muere antes de confesarse, será condenado al infierno: «dando muestras de morir como gentil, y no como cristiano».
Pero tan pronto como son declarados marido y mujer, Basilio salta sobre sus pies y saca la espada de su cuerpo. Ante esto, la multitud
está atónita y proclama un milagro –«¡Milagro, milagro!»–, pero Basilio rechaza el impulso metafísico de la muchedumbre y afirma

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su propia ingenuidad: «¡No milagro, milagro, sino industria, industria!». Este es uno de los intercambios más rotundos de toda la
novela, a la par de aquel en el que Zoraida, casi al final de la primera parte, declara llamarse «María». Es fácil imaginar este pasaje como
fuente de inspiración del materialismo de Hobbes y Hume.

Aprendemos ahora que Basilio fingió su muerte, dirigiendo la espada hacia un tubo vacío de metal llenado con sangre. En cualquier
caso, veremos otros cuantos bastones misteriosos en futuros episodios (cf. Sancho gobernador de Barataria y Altisidora). Cuando se
revela que el «casamiento» entre Basilio y Quiteria ha sido «engañoso», la boda corre el riesgo de convertirse en una guerra civil entre
bandas rivales. Esto nos recuerda las recientes batallas entre DQ y el Caballero de los Espejos y entre Corchuelo y el licenciado, así como
la alegoría de la lucha entre Amor e Interés. Los partidarios de Camacho y los de Basilio se enfrentan: «Camacho y sus valedores...
remitieron su venganza a las manos, y desenvainando muchas espadas arremetieron a Basilio, en cuyo favor en un instante se
desenvainaron casi otras tantas». DQ inmediatamente se monta sobre Rocinante y blande su lanza a favor del clan de Basilio. Mientras
tanto, SP se esconde detrás de las enormes vasijas de barro cuyo contenido ha estado comiendo: «se acogió a las tinajas donde había
sacado su agradable espuma, pareciéndole aquel lugar como sagrado, que había de ser tenido en respeto». Nótese el poder
sagrado de las jarras producidas por los moriscos de El Toboso.

DQ llama a la calma. Señala que todo vale en el amor y en la guerra, incluso dibuja una clásica equivalencia entre ambos: «advertid
que el amor y la guerra son una misma cosa, y así como en la guerra es cosa lícita y acostumbrada usar de ardides y estratagemas
para vencer al enemigo, así en las contiendas y competencias amorosas». Finalmente, desafía a cualquiera que quiera oponerse al
matrimonio entre Basilio y Quiteria: «primero ha de pasar por la punta desta lanza». El cura también razona con el clan de Camacho,
hasta tal punto que es ahora cuando sucede el auténtico milagro: «quedó Camacho y los de su parcialidad pacíficos y sosegados, en
señal de lo cual volvieron las espadas a sus lugares».

Cuando los seguidores de Basilio regresan a su pueblo, invitan a DQ, «estimándole por hombre de valor y de pelo en pecho».
Solo SP está consternado. La descripción del narrador de la tristeza del escudero es una sofisticada alusión al éxodo de Egipto de los
judíos, cuando escaparon de la esclavitud durante el reinado del Faraón: «y así se dejó atrás las ollas de Egipto, aunque las llevaba
en el alma». Esto crea un paralelo irónico entre la nación judía del Antiguo Testamento y SP, quien normalmente es un cristiano viejo
orgulloso de su pureza religiosa.

«A buena fe que no viene


vestida de labradora, sino
de garrida palaciega»

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LECCIÓN 46
Capítulo 22
Don Quijote
aconseja a Basilio
E
l capítulo veintidós cuenta el descenso de DQ a la Cueva de Montesinos. Esta es una cueva real, localizada entre Ciudad Real
y Albacete. Para un hombre que supuestamente se dirige al este hacia Zaragoza, DQ seguro que pasa mucho tiempo en el sur
de La Mancha, al igual que hizo en la primera parte. Antes de dirigirse hacia la cueva, Basilio y Quiteria lo hacen su huésped
durante tres días. El narrador nos cuenta que están muy impresionados por su rara combinación de valor y discreción: «teniéndole por
un Cid en las armas y por un Cicerón en la elocuencia». DQ expresa su aprobación a la «industria» de Basilio, argumentando que el
fin justifica los medios: «No se pueden ni deben llamar engaños... los que ponen la mira en virtuosos fines». Pero entonces tiene
unas palabras de advertencia a Basilio sobre la importancia de adquirir riqueza para mantener a su esposa satisfecha. De acuerdo al
narrador: «que se dejase el señor Basilio de ejercitar las habilidades que sabe, que aunque le daban fama, no le daban dineros,
y que atendiese a granjear hacienda por medios lícitos e industriosos». Hay ironía en este consejo venido de un hidalgo que no
puede gestionar su propio patrimonio.

DQ ofrece entonces un sabio, si bien paradójico, consejo sobre cómo evitar los celos: «opinión fue de no sé qué sabio que no había
en todo el mundo sino una sola mujer buena, y daba por consejo que cada uno pensase y creyese que aquella sola buena era la
suya, y así viviría contento». Incluso dice que, a fin de sostener este espejismo, una mujer debe mantener su comportamiento adúltero
en privado: «mucho más dañan a las honras de las mujeres las desenvolturas y libertades públicas que las maldades secretas»
(cf. Zayas). SP balbucea para sí mismo que su amo es un listillo: «¡Válate el diablo por caballero andante, que tantas cosas sabes!».
Cuando DQ le pregunta qué acaba de decir, SP asegura que simplemente estaba hablando de su esposa: «solo estaba diciendo entre
mí que quisiera haber oído lo que vuesa merced aquí ha dicho antes que me casara». Por un lado, este es un moderno y divertido
intercambio en el que SP evita la responsabilidad de su insulto intentando distraer a DQ. Por otro lado, la insinuación es que Teresa le ha
sido infiel a SP. DQ confirma esta última idea: «¿Tan mala es tu Teresa?». SP entonces confiesa: «no es tan buena como yo quisiera».
WOW. ¿Son los hijos de SP en realidad suyos?

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Finalmente, DQ pide al «diestro licenciado» del duelo de espadas de DQ 2.19 que les dé un guía para ayudarles a llegar a la Cueva
de Montesinos. Este le refiere a DQ con «un primo suyo, famoso estudiante y muy aficionado a leer libros de caballerías». Esta
figura curiosa quedará innombrada. Sabe todo sobre libros e impresiones, y es experto en dedicar sus libros a gente importante. El
narrador permite al primo describirse a sí mismo como un humanista dedicado a componer «libros para dar a la estampa, todos de
gran provecho y no menos entretenimiento para la república». Hay varias teorías relativas a quién es exactamente esta figura. En
algunos aspectos, sin embargo, es una cómica parodia del mismo Cervantes. Compone libros aparentemente inútiles y superfluos. Está
actualmente trabajando en uno llamado «Metamorfóseos, o Ovidio español». La última parte es un eco de la descripción de sí mismo
que realiza Cervantes en el cuarto soneto introductorio de la primera parte. Finalmente, aludiendo tanto al asno simbólico de SP como a
la infidelidad de Teresa, el primo monta una bestia simbólica con una montura cubierta por una tela multicolor: «una pollina preñada,
cuya albarda cubría un gayado tapete o arpillera».

«aunque le daban fama, no le


daban dineros, y que atendiese
a granjear hacienda por medios
lícitos e industriosos»
LECCIÓN 47
El descenso de don
Quijote a la Cueva
de Montesinos
V
emos la frivolidad de los intereses del humanista durante las conversaciones
mantenidas de camino a Montesinos. Su principal proyecto, al que también llama
«el libro de mis Transformaciones», es una burla a Ovidio. Contiene historias
alegóricas sobre los orígenes de las maravillas naturales y arquitectónicas españolas,
incluyendo algunas que ya hemos visto: la Giralda de Sevilla, los Toros de Guisando, e incluso
Sierra Morena. Su otro proyecto es un añadido al famoso libro sobre los orígenes de las
cosas del humanista italiano Polidoro Virgilio, impreso en 1499. La interpretación del primo
sobre los orígenes de las cosas omitidas por su precursor lleva a un diálogo humorístico. Por
ejemplo, él planea aclarar quién fue el primero que se acatarró y el primero que usó pomada
de mercurio para curar la sífilis: «quién fue el primero que tuvo catarro en el mundo, y el
primero que tomó las unciones para curarse del morbo gálico». SP sugiere cómicamente
que incluya a Adán como el primer hombre que se rascó la cabeza, porque fue el primer
hombre en tener cabeza, y a Lucifer como el primer acróbata del mundo, porque fue lanzado
desde el Cielo: «vino volteando hasta los abismos». El primo y SP están parodiando los
ejercicios retóricos e intelectuales tanto de humanistas como escolásticos.

El episodio de la Cueva de Montesinos imita un evento común de la épica clásica, conocido


como katabasis, es decir, un descenso al inframundo, que se encuentra en Homero, Virgilio
y Dante. El término también significa un viaje hacia la costa, como en la escena de apertura
de la República de Platón. DQ desciende a la cueva, pero también busca acceso a la costa.
Más tarde, terminará en Barcelona, y aquí intenta explicar el origen de los cercanos Lagos

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de Ruidera, que se consideraba que eran alimentados por el río Guadiana, el cual desemboca en el Atlántico en la frontera con Portugal.
Por supuesto, la crítica freudiana también adora este episodio. Según nos vamos acercando a la Cueva de Montesinos, Cervantes
ridiculiza las expediciones intelectuales en busca de conocimiento; pero también prepara el escenario para el encuentro de DQ con el
pasado primordial así como con el inconsciente diabólico del propio DQ, sus deseos reprimidos, su ello. También hay algo del regreso
ansioso al canal de parto. La apertura de la cueva es ominosa: «llegaron a la cueva, cuya boca es espaciosa y ancha, pero llena de
cambroneras y cabrahígos, de zarzas y malezas, tan espesas y intricadas».

DQ está atado a una larga cuerda, un cordón umbilical, y es bajado hacia el abismo. Indicando la ansiedad sobre los orígenes de
España, DQ cita de una balada sobre el sitio de Granada durante la Reconquista: «tal empresa como aquesta, Sancho amigo, para
mí estaba guardada». También realiza un curioso comentario sobre haber olvidado traer «algún esquilón pequeño» para marcar su
posición. Recuerda la campana de la «cabra manchada» de Eugenio en DQ 1.50. Cervantes construye el suspenso magníficamente. DQ
evoca a Dios y a Dulcinea según se aproxima a «el abismo», «la sima», «la boca de la cueva», y de pronto llegan volando «cuervos y
grajos» y «aves noturnas, como fueron murciélagos». El descenso es tanto escalofriante como hilarante, como una escena sacada de
un cuento de Poe. El primo y SP bajan a DQ usando una cuerda entera, «cien brazas de soga» o unos 170 metros. Esperan media hora
y lo sacan. Extrañamente, no sienten que DQ esté al final de la cuerda: «volvieron a recoger la soga con mucha facilidad y sin peso
alguno, señal que les hizo imaginar que don Quijote se quedaba dentro». Pero entonces, «llegando, a su parecer, a poco más
de las ochenta brazas, sintieron peso». Si calculáis, veinte «brazas» eran simplemente la distensión de la cuerda, y DQ debía haber
tocado el fondo de la cueva con ochenta «brazas».

Finalmente, a las diez «brazas» o diecisiete metros, SP ve a DQ y le grita hacia abajo: «Sea vuestra merced muy bien vuelto, señor
mío, que ya pensábamos que se quedaba allá». Con mucha gracia, sin embargo, cuando lo sacan, DQ está durmiendo: «traía cerrados
los ojos, con muestras de estar dormido» y les lleva cierto tiempo despertarlo. Extienden entonces la tela multicolor de la montura
del primo «sobre la verde yerba» y se dan una comilona: «merendaron y cenaron todo junto». Las comidas son significativas en DQ,
especialmente la siguiente, tan cercana al banquete de la fallida boda de Camacho. Doblan de nuevo la tela de la montura y se sientan
en la hierba a discutir sobre lo sucedido. Nótese la insistencia de DQ en que la Cueva de Montesinos no es un «infierno». Esto sugiere
que el episodio alude al rechazo protestante de la existencia del Purgatorio (cf. Sullivan sobre DQ y Greenblatt sobre Hamlet).
LECCIÓN 48
La gran aventura en la

Capítulo 23
cueva de Montesinos
E
n el capítulo veintitrés, DQ relata qué vio en la Cueva de Montesinos. A «doce o catorce estados de la profundidad desta
mazmorra», encontró un saliente que hacía de entrada. Nótese que DQ, con su preferencia por «estados», ha aumentado
ligeramente la longitud de las «brazas» utilizadas por el narrador. Cervantes juega con nosotros, pero esto también indica
que hay un problema. Si DQ solo descendió como veinte metros, esto deja unos 140 metros de cuerda sin explicación. ¿Entró DQ por
la abertura y se quedó dormido? ¿O se cayó del saliente y acabó mucho más abajo dentro de la cueva? ¿Hay acaso otras explicaciones?
Como nuestros orígenes, tal vez nuestro cordón umbilical siempre es un misterio.

Aquí DQ crea una paradoja. Dice que se quedó dormido pero que todo lo que vió inmediatamente después era real. Después
de despertarse en un locus amoenus, comprueba repetidamente para asegurarse que no está soñando: «me tenté la cabeza y los
pechos, por certificarme si era yo mismo el que allí estaba o alguna fantasma vana y contrahecha; pero el tacto, el sentimiento,
los discursos concertados que entre mí hacía, me certificaron que yo era allí entonces el que soy aquí ahora». ¿Es esta prueba
suficiente? En este punto, DQ ve una de esas estructuras bivalentes asociadas con Dulcinea: «un real y suntuoso palacio o alcázar».
Conoce entonces a Montesinos, un hombre viejo con larga barba blanca y vestido como un erudito. Montesinos le dice a DQ cómo han
llegado todos los habitantes de la cueva hasta allí. Todos han sido hechizados por el malvado mago Merlín: «aquel francés encantador
que dicen que fue hijo del diablo». Puedo creermelo.

Una vez más, la fantasía caballeresca de DQ se centra en la Batalla de Roncesvalles. Aquí Cervantes ensambla la historia de Montesinos
con los antiguos poemas épicos franceses y con los romances tardomedievales españoles. Mientras estaba tirado, muriéndose tras la
batalla, su primo, Durandarte, cuyo nombre era originalmente el de la espada de Roldán, le prometió a Montesinos sacar su corazón con
una daga y llevárselo a su amada Belerma. Pero ahora, bajo el hechizo de Merlín en la cueva, Montesinos y Belerma lloran la perpetua
animación suspendida de Durandarte, quien se encuentra en medio de un palacio de cristal y suplica constantemente a su primo que le
lleve su corazón a su amada. Montesinos lleva a DQ a ver a Durandarte, quien parece estar impasible ante cualquier tipo de presencia.

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El humor de este capítulo procede de los contrastes burlescos entre los melodramáticos eventos caballerescos que se describen con
gran retórica y los absurdamente mundanos detalles que se describen con un registro moderno. Por ejemplo, según DQ, Montesinos
está desarmado pero lleva un rosario gigantesco: «un rosario de cuentas en la mano, mayores que medianas nueces, y los dieces
asimismo como huevos medianos de avestruz». SP interrumpe diciendo que la daga debe estar hecha por «Ramón de Hoces, el
sevillano», pero DQ objeta que hay demasiados años entre el actual Ramón de Hoces y la antigua Batalla de Roncesvalles. Otro ejemplo:
cuando Montesinos intenta decirle a Durandarte que fue hace años a Francia con su corazón, específica que lo limpió con un pañuelo
moderno: «le limpié con un pañizuelo de puntas». Incluso saló el corazón para preservarlo: «en el primero lugar que topé saliendo
de Roncesvalles eché un poco de sal en vuestro corazón, porque no oliese mal y fuese, si no fresco, a lo menos amojamado».

La experimentación de Cervantes en cuanto a los géneros literarios incorpora finalmente la caballería fantástica a la parodia moderna
de la clásica metamorfosis ovidiana. Nótese también el mise-en-abyme de todo esto: más allá de Cervantes, del narrador cristiano, del
traductor y Cide Hamete, aquí DQ narra una visión en la que Montesinos narra la historia de Durandarte. Montesinos explica que entre
los dolientes de Durandarte en la cueva estuvieron una vez su escudero Guadiana junto con doña Ruidera y las hijas y sobrinas de ésta.
Pero Merlín los transformó en el río Guadiana y los Lagos de Ruidera. Finalmente, cuando Montesinos le dice a Durandarte que el gran
héroe DQ ha llegado para romper el hechizo bajo el que se encuentran, su primo suspira y responde con un hilarante y prosáico término
usado por los jugadores de cartas: «cuando así no sea, ¡oh, primo!, digo, paciencia y barajar».

Otro aspecto cómico del episodio se ve en las connotaciones freudianas de los detalles del sueño de DQ. El rosario de Montesinos
recuerda al de DQ en Sierra Morena; la mano de Durandarte es similar a la de DQ en la primera parte, cuando se la ofreció a Maritornes;
el hecho de que Durandarte sea el primo de Montesinos señala al primo innombrado que escucha con SP. Igualmente, una ansiedad
general sobre los turcos es visible en las ropas que visten Belerma y su séquito: «todas vestidas de luto, con turbantes blancos
sobre las cabezas, al modo turquesco». DQ describe a Belerma como, en cierto modo, fea, recordando a la Dulcinea realista que
le dejó conmocionado en DQ 2.10: «era cejijunta, y la nariz algo chata», y sus dientes «mostraban ser ralos y no bien puestos».
Tenemos aquí otro contraste cómico que conlleva implicaciones freudianas para nuestra interpretación de la cueva como canal de
parto. Montesinos le dice a DQ que el estado decadente de Belerma no se debe a su ciclo menstrual, que no lo ha tenido por muchos
años, sino más bien por el constante lamento por Durandarte.

«un rosario de cuentas en la mano,


mayores que medianas nueces, y
los dieces asimismo como huevos
medianos de avestruz»
LECCIÓN 49
Don Quijote, Fúcar
D
on Quijote se siente ofendido cuando Montesinos compara la belleza de Belerma con la de Dulcinea, y realiza otra prosaica
interrupción: «Cepos quedos...señor don Montesinos: cuente vuesa merced su historia como debe, que ya sabe que
toda comparación es odiosa». Nótese que hay una crítica metaliteraria del arte de la narración relativa al sueño de DQ
dentro de la Cueva de Montesinos. SP evoca al viejo DQ: «me maravillo yo... de como vuestra merced no se subió sobre el vejote y
le molió a coces todos los huesos y le peló las barbas, sin dejarle pelo en ellas». DQ insiste en su propia urbanidad: «No, Sancho
amigo... porque estamos todos obligados a tener respeto a los ancianos». Entonces debaten sobre la experiencia del tiempo. El
primo objeta que todo esto no pudo haber sucedido «en tan poco espacio de tiempo». SP informa a DQ de que permaneció en la cueva
«Poco más de una hora». DQ dice que estuvo ahí abajo por tres días completos, y SP explica esto como el efecto de un hechizo. De
nuevo, en la segunda parte SP es más dado a adoptar la perspectiva irreal que DQ solía mantener en la primera parte. Nótese también
que aquí tenemos el tipo de debate metafísico que anticipa a Hobbes. El primo pregunta si la gente hechizada come. La respuesta de
DQ es hilarante: «No comen... ni tienen escrementos mayores». Añade que tampoco durmieron durante tres días. SP vuelve ahora
un refrán moral en una cita literal: «dime con quién andas: decirte he quién eres». Traducción: DQ es un personaje hechizado en una
fantasía caballeresca.

Pero nótese ahora cómo DQ insiste en la realidad. El tema de santo Tomás reaparece: «lo que he contado lo vi por mis propios
ojos y lo toqué con mis mismas manos». DQ dice que había «otras infinitas cosas y maravillas me mostró Montesinos», pero ahora
llega la parte más increíble de la aventura. De pronto, ve «tres labradoras que por aquellos amenísimos campos iban saltando y
brincando como cabras». La referencia es a las Tres Gracias, pero, por supuesto, resultan ser Dulcinea y las dos mujeres que SP y DQ
vieron en DQ 2.10. El inconsciente de DQ revela finalmente su verdadera preocupación. Montesinos insiste en que esas mujeres deben
ser otros espíritus encantados, añadiendo que él incluso ha llegado a ver a Lanzarote ahí abajo. Recuérdese que DQ se ha identificado
a menudo con Lanzarote.

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Ahora DQ discute con SP, quien sabe que estas mujeres eran invención suya. El escudero acusa a su amo de estar «contando los
mayores disparates que pueden imaginarse». DQ se mantiene notablemente tranquilo: «Como te conozco, Sancho... no hago caso
de tus palabras». Asombrosamente, mientras DQ pregunta a Montesinos cómo podría desencantar a Dulcinea y ésta se niega a hablar
con él y se marcha cabalgando, una de las dos doncellas se le acerca con una petición concreta relativa a su señora: «suplica a vuestra
merced cuan encarecidamente puede sea servido de prestarle sobre este faldellín que aquí traigo de cotonia nuevo media
docena de reales, o los que vuestra merced tuviere, que ella da su palabra de volvérselas con mucha brevedad». ¡Así que DQ está
a punto de conseguir las enaguas de Dulcinea, y todo porque ella necesita un préstamo!

DQ está asombrado por las necesidades mundanas de los hechizados: «¿Es posible, señor Montesinos, que los encantados
principales padecen necesidad?». Lo que sigue se hace eco de los debates morales del momento sobre los instrumentos financieros,
especialmente los relativos a la caridad versus el lucro y a los motivos por los que uno debería prestar dinero con intereses. Montesinos
insiste en que la petición de Dulcinea es real: «esta que llaman necesidad adondequiera se usa y por todo se estiende y a todos
alcanza, y aun hasta los encantados no perdona; y pues la señora Dulcinea del Toboso envía a pedir esos seis reales, y la prenda
es buena, según parece, no hay sino dárselos». DQ no aceptará su aval, pero todavía le da a la doncella de Dulcinea cuatro reales,
que es todo lo que tiene, «que fueron los que tú, Sancho, me diste el otro día para dar limosna a los pobres que topase por los
caminos». DQ insiste en que desearía ser banquero para poder darle más: «Decid, amiga mía, a vuesa señora que a mí me pesa en el
alma de sus trabajos, y que quisiera ser un Fúcar para remediarlos». Todo esto alude a las reiteradas bancarrotas de España en ese
momento, pero también es una meditación importante en la relación temática entre el comercio y el encantamiento.

DQ ahora dice que se dedicará a desencantar a Dulcinea. SP está en shock y se pone agresivo con su amo: «¡Oh señor, señor, por
quien Dios es, que vuestra merced mire por sí vuelva por su honra, y no dé crédito a esas vaciedades que le tienen menguado
y descabalado el sentido!». DQ confía en que, con el tiempo, SP aceptará la verdad sobre lo que ha visto en la Cueva de Montesinos.

«Cepos quedos...señor don


Montesinos: cuente vuesa merced
su historia como debe, que ya sabe
que toda comparación es odiosa»
Resumen
Capítulos 21 - 23
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Recapitulemos
En el capítulo veintiuno, la boda de Camacho
parece tener un desenlace violento, pero termina
felizmente. La «industria» de Basilio contrasta
con el «milagro» del que muchos de los asistentes
creen haber sido testigos. Hay referencias a Egipto,
que aluden, con fuerte ironía, a los conflictos
étnicos de España. El capítulo veintidós se burla
del conocimiento humanista y escolástico, pero
también reflexiona sobre la importancia de los
libros en una república bien organizada. Se da
entonces la hilarante confusión sobre el descenso
de DQ a la Cueva de Montesinos. En el capítulo
veintitrés, DQ se encuentra con Montesinos,
Durandarte e incluso con Dulcinea, quien necesita
un préstamo. El contraste entre la elevada retórica
caballeresca y los detalles prosaicos son hilarantes,
y todo esto se mantiene durante los episodios más
debatidos de la segunda parte. Pero, por ahora,
debemos reconocer el contraste continuo de
Cervantes entre el dinero del mundo moderno y
el obsoleto mundo de la fantasía caballeresca, así
como entre nuestro mundo material y los lugares
metafísicos como el Purgatorio o el Cielo. ¿Es la
Cueva de Montesinos el Infierno o simplemente la
vida cotidiana? Después de todo, ¿acaso necesitan
préstamos las personas hechizadas o los espíritus?

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Cápitulos 18 - 19

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Cápitulos 20 - 23

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CRÉDITOS
Una producción de UFM New Media
Universidad Francisco Marroquín

Dirección del proyecto Stephanie Falla


Guión y profesor Eric Clifford Graf
Edición de guión Ainara Herrán
Andrea M. Castelluccio
Coordinación pedagógica Lisa Quan
Ilustraciones Gabriella Noriega
Sergio Miranda
Christopher Roelofs
Diseño y diagramación Dagoberto Grajeda
Sitio web del proyecto donquijote.ufm.edu
Dirección Calle Manuel F. Ayau (6ta Calle final),
zona 10 Guatemala, Guatemala 01010
Teléfono (+502) 2338-7849
Guatemala, agosto 2016

Este proyecto ha sido posible gracias a una donación de John


Templeton Foundation. Con el apoyo de Earhart Foundation.
Las opiniones expresadas en el mismo son responsabilidad de su autor (o autores)
y no reflejan necesariamente los puntos de vista de John Templeton Foundation.

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y comunicación pública, siempre que se tenga el reconocimiento de la obra
y no se haga uso comercial de ella. Si se transforma o genera una obra derivada,
solo se puede distribuir con licencia idéntica a ésta.

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