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LA EDUCACIÓN TECNOLÓGICA EN MÉXICO - ¿ESTAMOS EMER

Vicente Camarillo Adame


25 de octubre de 2018

La calidad de la educación
tecnológica en México
Por una visión amplia de los alumnos

Introducción
Aún tengo la impresión en mi retina (aunque estoy hablando metafóricamente): trescientos
ochenta asistentes, entre ingenieros, científicos de datos, académicos, miembros de equipos de
investigación y otros profesionales que se reunían para conocer más e intercambiar información,
así como para hacer crecer sus redes de contactos. Todo en torno al tema del Pronóstico y
Manejo de la Salud (PHM, por sus siglas en inglés: Prognostics and Health Management). Y no, no
eran compañías aseguradoras ni oferentes de servicios médicos las que enviaban a su personal.
Aquí el término health se aplica a cualesquiera sistemas que producen algo o dan algún servicio,
como los del sector de manufactura de discos duros, o los que monitorean el sistema de frenado
del tren de aterrizaje de los aviones, o los que están en pruebas intentando detectar la presencia
remota de delincuentes cibernéticos capaces de manipular aparatos físicos que causen
disrupciones críticas a plantas nucleares o líneas de ensamblaje. En pocas palabras: era un
congreso de alta tecnología, sobre sistemas que dotan de inteligencia a los procesos más diversos
para que puedan autodiagnosticarse continuamente y predecir futuras fallas, e implementar
acciones preventivas o correctivas, que mantendrán la continuidad de su funcionamiento,
ahorrándole miles de dólares a las compañías que los implementan. Y en aquel bullicio ingenieril
y orientado a minar datos, me pregunté: ¿dónde están los mexicanos?

En un microcosmos donde era evidente que existía un retorno de inversión por destinar recursos
a desarrollar sistemas de este tipo, y donde el estado del arte en tecnología atraía a aeronáuticos,
manufactureros, mineros, manejadores de logística, académicos y tantos otros, justificadamente
interesados en las novedades en PHM, solo cuatro mexicanos trabajando para compañías
nacionales estaban presentes. Solo el 1.3% de la fuerza laboral especializada del congreso venía
de México. ¿Realmente tenemos tan poca presencia en un mercado tecnológico tan prometedor?
¿O será que simplemente estamos poniéndonos al corriente después de una usual ausencia en
estos círculos, y todo será cosa de dejar que el momentum generado nos coloque a la par de los

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demás? Más honda aún la pregunta: Si realmente estamos posicionándonos en los ambientes
tecnológicos ¿es este un efecto estructural o quienes realmente llegan e influyen en este tipo de
ambientes son estrellas fugaces que activan nuestra imaginación y esperanza?

Es una era
Indudablemente la actual es la era del conocimiento. No solo la de la información (que esa ya
pasó, al dejar de ser Internet una novedad), sino la del saber cómo. La tecnología en todas sus
ramas va perfeccionando lo que parecía inmejorable. Los materiales son mágicos, desde las
cotidianas esponjas con memoria hasta la fibra de carbón; las formas nuevas de medición, que
encuentran variables críticas donde no parecía haber forma de acceder a ellas (yo sigo
maravillado tratando de entender el principio de operación de los oxímetros digitales, es decir, los
que se colocan en el dedo del paciente en los sanatorios); la optimización de las líneas
productivas, que arrancan percentiles de mejora a las plantas de beneficio mineras, con lo que
acortan a meses el retorno de la inversión; los algoritmos de minería de datos, que le transfieren
el poder del descubrimiento y del beneficio económico a un ser intangible, llamado software. En
fin, ya no es lo primordial tener la información: eso se da por sentado. Ahora se necesita saber
cómo hacerlo. El metalurgista que sabe flotar sus minerales y por qué hacerlo como lo hace, el
ingeniero de proceso que sabe las claves de la optimización de su planta y lo respalda con datos,
el científico de datos que sabe cómo extraer, de las miles de variables crudas que su sistema de
control distribuido le entrega, la información clave para que su empresa produzca al menor costo
y dando el mayor beneficio. Todos ellos deben estar preparados en sus respectivas especialidades,
quizá no ya para no perder la competencia frente a sus colegas por un puesto de trabajo, sino
para estar a la mínima altura de la complejidad que este tipo de misiones requiere. Ya no hay
tarea sencilla: el tronco de la complejidad laboral empezó a crecer hace años, y hoy tiene un
denso follaje, con ramas intercaladas que cruzan desde una especialidad hacia otra, enredándose
con tantas más a su paso.

Los oscuros
Y aquí es donde entra en juego el sistema educativo mexicano, específicamente el tecnológico:
¿cuáles son los retos que tiene al frente? Primeramente, una necesidad de docentes capacitados,
no ya bajo el concepto meramente intelectual de la palabra, sino con el significado de la
competencia, y del poder transmitir no solamente conocimientos, sino visión. Aquí finalmente se
puede retomar la pregunta inicial : ¿por qué no había tantos mexicanos en un congreso
internacional sobre tecnología? En parte, por la cortedad de visión. En muchos casos, el recién
graduado solo piensa en empezar a trabajar en donde primero lo contraten, sin tener planeada
una ruta de antemano. Ni siquiera bosquejada. Y cuando sí tiene un como borrador de algo así,
solo se torna la vista a lo local, a lo inmediato. A las empresas de la Comarca. En el mejor de los

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casos, se voltea hacia las grandes ciudades: Monterrey, Ciudad de México, etc. que ya puede ser
un buen adelanto. Pero lo que he visto es que los jóvenes graduados muy pocas veces piensan en
las empresas extranjeras. Pero que el lector no me malentienda: no es que en México no haya
empresas de tecnología… ¡pero sí que en el extranjero hay muchas más! Eso hay que
reconocerlo, para poder mejorarlo. ¡Y eso hay que transmitirlo a los estudiantes! Es parte de la
labor docente el contagiar a sus alumnos de esa visión de horizonte amplio.
Y por supuesto, también en la anterior descripción se acusa de un sentido pedigüeño de la
profesión. Nuestra economía está fracturada, y no es muy dinámica. No causa extrañeza que
haya empleos mal pagados. Por eso debería verse crecientemente un movimiento de
emprendedurismo, pero da la impresión de que los neoingenieros ruegan por un contrato y se
dan por satisfechos con el primero que les ofrecieron. Si bien es cierto que no pueden salir con
pompa y vanidad a exigir condiciones laborales no comunes, también es verdad que muchas
veces no tienen esa visión —nuevamente— de avanzar en la escala laboral, y remarco: no
significa esto ni única ni principalmente el aspecto económico, sino el de satisfacción personal,
por ejercer cada vez más lo que alguna vez despertó la atención y tal vez hasta la pasión del
estudiante: su profesión.
¿Y dónde queda la tecnología aquí? También en ese ramo hay partes oscuras, porque una grande
tentación del estudiante es sobrevivir a los cursos, no especializarse en cada materia que lleva.
Aquí nuevamente el docente es pieza clave, porque se puede ablandar en aras de no empujar al
límite a sus alumnos. Sin embargo, en esta era del conocimiento, se tienen que asimilar
profundamente los conocimientos y arraigar fuertemente las competencias.
Finalmente, los docentes son peces en el río del sistema educativo. ¿Tienen que nadar a
contracorriente para escapar de peligros, o el río los lleva a aguas seguras?¿Nadan en un
ambiente sano, apto para sus branquias?¿o el agua está contaminada y no les queda más que
morir por polución?

Los claros
Por supuesto, están también los síntomas alentadores. Gratamente he podido comprobar, como
ejemplo, que en el Instituto Tecnológico Superior de Lerdo, hay un sistema de calidad
implementado y en continua mejora. También he visto que sus programas de estudio son
trabajados a nivel nacional con otros tecnológicos, dando esto robustez a los contenidos de cada
módulo. Y también da esperanza de que estas sean implementaciones a nivel del sistema de
tecnológicos, de manera que no sólo se gradúen quienes ya tenían competencias previas, sino que
cualquiera que reúna los requisitos para ingresar, pueda ser llevado por aguas amigas a desarrollar
su máximo potencial.
Y, véase o no, la globalización también trae aires de otros lados en cuanto al horizonte de los
alumnos. Poco a poco se debe ir sedimentando en ellos la visión abierta al mundo, el hábito de

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echar la vista al horizonte completo, de la pasión por especializarse en su carrera, de nunca dejar
de aprender, de no temerle a lo nuevo. Y esto tarde o temprano será visible en estas generaciones.

Conclusión
La educación tecnológica en México enfrenta el reto de extenderse o ver morir a sus alumnos.
Pero no solo debe ser una extensión en amplitud, sino en profundidad. No debe solamente
enfocarse en conocimientos y aptitudes técnicos, sino principalmente en dar visión y
acompañamiento a sus estudiantes, para que ellos se conviertan en autogeneradores de su
impulso. Y en esta labor debemos sentir urgencia, porque afuera está un mundo que ya tiene rato
dando vuelta a sus engranes, y ya ha echado a andar vertiginosamente. Posiblemente esté en
nuestra capacidad alcanzarlo, pero esto debe ser una labor estructural que apoye a todos los
estudiantes que tienen las maderas humanas para alcanzar lo que se proponen. Mi hermano
decía que había alumnos que eran brillantes y de alta calidad humana, y que aprobaban las
materias con profesor, sin profesor y hasta a pesar del profesor. El sistema educativo tecnológico
debe ser un río que no necesite remontarse en modo salmón. Debe propiciar la aptitud
tecnológica, pero también la profesional. Debe apoyar masiva y deliberadamente la visión
globalizada del trabajo y del know how. Esa es la forma en que podremos sobrevivir la ola de esta
era y florecer en ella… y claro, tener más asistentes en los congresos internacionales de
tecnología.

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