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6/3/2019 Memorias en conflicto - ¿Cómo acabar con el desacuerdo?

Las Comisiones de la Verdad y Reconciliación como lugar de reconstrucc…

Institut
français
d’études
andines
Memorias en conflicto

¿Cómo acabar con


el desacuerdo?
Las Comisiones de
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la Verdad y
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como lugar de
reconstrucción
1
disensual de la
historia
Sandrine Lefranc
p. 193-223

Nota del autor


Note portant sur l’auteur2

Texto completo
1 Ninguna democracia ha sido exceptuada, sin duda, de esa
herencia embarazosa que constituye la ”memoria”3 del
”crimen colectivo”, así se trate de una democracia bien
establecida. La multiplicación de los ”arrepentimientos” —o
los pedidos de ”disculpas” o de ”perdón”— formulados por
jefes de Estado a lo largo de los últimos quince años
atestigua la obstinación de esta memoria, incluso varios
decenios después de haberse cometido el crimen4. Una
democracia no se deshace tan fácilmente del legado de un
régimen autoritario anterior, o de la memoria de sus propios
”excesos”5. Y la obstinación de las víctimas de la violencia
política preocupadas en hacer escuchar sus pedidos de
justicia, la tenacidad de los responsables y de los agentes de
esta violencia deseosos de hacer prevalecer sus versiones de
los sucesos y la legitimidad de sus actos parecen, a veces,
amenazar la concordia civil sobre la cual reposa la
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democracia.
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2 Al capricho de las ”olas” de25democratización
de junio de 2018).
de los últimos
decenios, la memoriaAl accederdemocrática de lael violencia
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parece haberse convertido en la cosa del mundo más
compartida6. La multiplicaciónSalir de las experiencias de

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tránsito de un régimen autoritario represivo a un régimen


democrático ha tenido, quizá, como efecto poner en una ”olla
común” de la humanidad nuevas técnicas de reconstrucción
de la relación con un pasado de violencia. Las democracias
mejor asentadas podrían incluso tener algo que ganar con la
difusión del referente democrático: las modalidades de
resolución de los litigios nacidos del pasado que han sido
inventados en las ”nuevas” democracias podrían bien
inspirar a sus gobiernos, trabados en la memoria del crimen.
Mientras que la humanidad intenta no sin esfuerzo darse
una justicia penal ”universal” que se tornará tal vez, un día,
en último juez de la violencia de Estado7, otros dispositivos
nacionales conocen, en efecto, una universalización más
rápida8.
3 Entre estos dispositivos experimentados por las nuevas
democracias, los más innovadores y unánimemente
saludados son, sin duda, las comisiones llamadas ”de la
verdad” o de ”verdad y reconciliación”. Más de una veintena
de instituciones de este tipo han sido establecidas por
gobiernos democráticos desde los años 19809. Otras
funcionan hoy (Sierra Leona, Timor Oriental, Nigeria,
Panamá, Perú) o podrían serlo próximamente (Bosnia,
Servia, México, Burundi), lo cual da testimonio del éxito
encontrado por esta modalidad de salida de la memoria de la
violencia. Incumbe, por lo general, a estas instituciones
retornar a la época de la represión organizada por el régimen
autoritario que acaba de caer, o, más ampliamente, del uso
intensivo de la violencia por diferentes grupos sociales y
políticos. Se espera de ellas que contribuyan a la
reconstrucción del pasado por estas sociedades que tratan de
”salir de la violencia” —si esta ha terminado, la hostilidad
que la alimentaba o que ella nutría continúa, amenazando la
reconstrucción y la democratización de la sociedad de la
violencia—. Ellas aparecen, pues, como un factor posible de
consolidación
Estedel
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4 Para
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apariencia de (actualizada el
universalización de los mecanismos25 de junio de
de 2018).
salida de la memoria
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de la violencia. Así como la difusión del referente
democrático no permite prejuzgar una homogeneidad de las
Salir
prácticas democráticas, la similitud de los dispositivos no
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autoriza a afirmar que existiría un mecanismo tipo


susceptible de ser aplicado a toda situación. Estas
comisiones son, en sus características institucionales (como
han sido fijadas por la ley o el decreto que las crea), como en
los rasgos de su funcionamiento, muy diversas. El contexto
en que toman lugar pesa a este respecto de una forma
determinante. Los recursos que se ponen a su disposición, la
fijación de su mandato, dependen sobre todo del contexto
político inmediato. La instalación de una Comisión de la
Verdad puede ser concebida como un mecanismo de
acompañamiento del proceso de democratización después de
un período de ”terrorismo de Estado” imputable a un
régimen autoritario, o como una contribución a la
pacificación de sociedades que han conocido una ”guerra
civil” o una violencia política bilateral (El Salvador, Perú).
Las relaciones de fuerza entre ”salientes” (antiguos
responsables del régimen autoritario) y responsables
gubernamentales en ejercicio, o entre antiguos beligerantes,
determinan ampliamente el margen de maniobra de que
disponen los miembros de las comisiones. Algunas de las
decisiones tomadas en el momento de su constitución —el
tipo de amnistía adoptado, en caso necesario, por el
gobierno; la decisión de señalar a los responsables o de
organizar audiencias públicas; etc.— serán así
determinantes. Las comisiones pueden, además,
independizarse más o menos ampliamente en relación con el
marco legal (y, por lo tanto, en relación con las intenciones
de los gobiernos), según la concepción que tienen sus
miembros de su misión, o la importancia de la movilización
de las víctimas10 .
5 Debe tomarse en cuenta también la naturaleza de los legados
del antiguo régimen (o del enfrentamiento) que les
corresponde examinar. Si lo que se halla en juego es la
herencia de un régimen autoritario, las comisiones no
funcionarán desitio
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el tiempo quedeeseprivacidad
régimen (actualizada el
haya durado (ocho años 25ende Argentina junio de 2018).contra cerca de
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cincuenta años en el caso del apartheid sudafricano, en su
forma institucionalizada), que se haya beneficiado de una
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adhesión más o menos importante de parte de la población
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(el crédito del general Pinochet, en oposición al descrédito


de las juntas militares argentinas debilitadas sobre todo por
el fracaso de su política económica ultraliberal, y la derrota
militar), o que haya recurrido más o menos
sistemáticamente a la violencia física11, etc. Pero, más allá del
episodio represivo, es el conjunto de la trayectoria histórica
del país que es susceptible de afectar el trabajo de las
Comisiones de la Verdad. La misión de promoción de la
democracia y de los derechos del hombre que a menudo les
incumbe no será, por ejemplo, realizada de la misma manera
si la historia institucional del país se ha caracterizado por
una inestabilidad política constante o el predominio de
formas autoritarias de toma del poder, o inversamente, por
una ”tradición” democrática más fácilmente movilizable. Del
mismo modo, la forma de ”justicia” o de ”reparación” —
entendidas en sentido amplio—, que está prevista, no tiene el
mismo alcance cuando las víctimas han sido una minoría
militante (en el cono sur latinoamericano) o la mayoría de la
población (en Sudáfrica).
6 Las características y el funcionamiento de las Comisiones de
la Verdad no son, pues, disociables del contexto político en el
cual están instaladas. Sin embargo, si no existe ninguna
maqueta mecánicamente aplicable, no hay que perder de
vista la cercanía de estos dispositivos. A pesar de la
diversidad de los marcos institucionales, las comisiones que
han sido establecidas hasta hoy han tenido muchos puntos
en común. Su mandato se halla, así, las más de las veces,
limitado en el tiempo que se les ha concedido y los hechos
que deben estudiar, a saber solo las violaciones graves de los
derechos humanos. Su composición es bastante homogénea;
junto a las comisiones parlamentarias, escasas, y, a las más
numerosas, compuestas por juristas profesionales,
predominan las comisiones de ”notables”, es decir,
integradas por miembros de ”buena reputación” (profesores
universitarios, escritores,
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iglesias, incluso porpolíticos,
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principios que (actualizada el
fundamentan la política de25salida de junio
dedela2018).
violencia en la cual
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toman lugar son, por lo general, similares. Al contrario de
los organismos parajudiciales instituidos luego de la
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Segunda Guerra Mundial en los países ocupados por el
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ejército alemán o cómplices del régimen nazi, no les


corresponde sino raramente sancionar (en el plano penal o
disciplinario, bajo forma de depuración) a los responsables
de la violencia. Se excluye, en los textos legales que las crean,
que se conduzcan como organismos judiciales, incluso si sus
poderes hacen de ellas cuasitribunales12. Y si no les
corresponde, por lo general, juzgar o depurar, es porque las
relaciones de fuerza entre los grupos anteriormente opuestos
parecen hacer necesario, al no poder distinguir vencedor ni
vencido, el recurso a mecanismos bastante consensuales.
Ahora bien, el compromiso político que ha hecho posible el
paso hacia la democracia, así como los límites del derecho
positivo imponen casi siempre la interrupción del curso
normal de la justicia. A este respecto, las Comisiones de la
Verdad y Reconciliación (CVR) representan generalmente, y
volveremos sobre ello, una contraparte a las leyes de
amnistía, lo cual explica la semejanza de misiones,
principalmente de dos órdenes, que les son confiadas. Las
comisiones deben, por una parte, producir una ”verdad”
histórica lo menos discutible que sea posible y oficialmente
sancionada sobre las violencias pasadas: verdad sobre lo que
han vivido las víctimas, y verdad sobre el encadenamiento de
los acontecimientos que han llevado al país a la violencia.
Por otra parte, ellas deben poner en pie una política de
reparación a las víctimas y a sus familiares.
7 Esta similitud de dispositivos no es pura coincidencia. Es el
resultado, en cierta medida, de un ”proceso de aprendizaje”
a escala internacional. Las experiencias juzgadas más
ejemplares sirven de fuentes de inspiración. Si no se
considera sino las comisiones inscritas en un proceso de
democratización y fundadas en el marco nacional13, la
CONADEP argentina ha oficiado, en 1985, de figura
precursora, a pesar de su mandato restringido (nueve meses
solo para inventariar las ”desapariciones”), y aunque el
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asociaciones de (actualizada el
familias de los ”desaparecidos” 25 de junio
14
. de
En2018).
Chile, la Comisión
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Rettig tiene la reputación, con un mandato igualmente
restringido, de haber perfeccionado el principio, buscando
Salir
una exactitud histórica poco discutible por cualquier campo
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que sea y recomendando una política de reparaciones muy


completa, a tal punto que la Truth and Reconciliation
Commission (TRC) sudafricana ha explícitamente
reivindicado para sí la experiencia chilena. Muy objetada por
la mayor parte de los sectores políticos, la TRC, sin embargo
hoy, a ojos de un gran número de expertos, está considerada
como el modelo más logrado por el uso condicional que ha
sabido hacer de la amnistía, así como por la publicidad dada
a las audiencias que ha organizado. Es en estos tres casos —
la CONADEP, la Comisión Rettig y la TRC— que me apoyaré
aquí.
8 Este ”proceso de aprendizaje” se ve facilitado por la
existencia de redes, a escala nacional, regional e
internacional, de expertos y de observadores: juristas que
practican el cause lawyering15 o vinculados con instituciones
u organizaciones de defensa de derechos del hombre,
psicólogos y psicoanalistas especializados en el trabajo con
víctimas de la violencia de Estado; politólogos especialistas
en las ”transiciones hacia la democracia”, llamados a
aconsejar a los nuevos gobiernos democráticos; o incluso
investigadores y universitarios que no intervienen
directamente en las políticas. Gracias a las conferencias
internacionales organizadas sobre el tema de ”justicia de
transición”, pero también a través del ”coloquio invisible”
animado sobre la base de las publicaciones de unos y otros,
se ha podido constatar una forma de universalización de los
saberes. Este compartir de los conocimientos puede influir
directamente en el funcionamiento de una comisión cuando
estos expertos, ciudadanos del país afectado o extranjeros,
son alentados a participar en su establecimiento, incluso a
convertirse en sus miembros (a ejemplo de Alexander
Boraine en Sudáfrica). Esta puesta en común de las
experiencias y de las observaciones contribuye a la
universalización de los postulados relativos al buen
funcionamiento deutiliza
Este sitio las comisiones, de las
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todas de 2018).
que, puestas a prueba en
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una situación singular, no por ello se ven menos dotadas de
una pretensión de universalidad. Ahora bien, las
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concepciones de la buena política democrática de salida de la
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violencia que contribuyen a establecer no son, sin duda,


disociables de una concepción de la buena democracia, de
una democracia que, fundada sobre principios específicos en
torno a la regulación de la violencia y la parte necesaria de
consenso en las relaciones políticas democráticas, tiende a
su propia ”consolidación”16.
9 Estas justificaciones no diseñan, evidentemente, una
concepción de la buena política perfectamente homogénea.
Es fácil, por ejemplo, distinguir, entre otras divergencias,
puntos de vista diferentes sobre la amnistía que traducen
concepciones distintas de la democracia. Resumiendo, los
juristas, las más de las veces especialistas del derecho
internacional, se oponen aquí a los especialistas de las
transiciones hacia la democracia. Los primeros no admiten
sino una política conforme al derecho internacional, y, por lo
tanto, según sus interpretaciones más corrientes, al principio
de la sanción penal de las violaciones de los derechos
humanos; la buena democracia se funda aquí sobre el
respeto de un principio de justicia superior al derecho
positivo. La mayor parte de los politólogos se constituye, al
contrario, en defensora de la justicia ”en la medida de lo
posible”17: en caso de que haya procesos penales, tiene que
ser en la medida en que no amenacen la estabilidad de las
nuevas democracias18. Pero estas divergencias no han
impedido la formación de una concepción ampliamente
compartida de la buena política, la cual se basa en un
principio central: la verdad debe ser establecida a ojos de
todos, de tal manera que las víctimas participen en la
producción y eventualmente en la difusión pública de esta
verdad, encontrando en ello un alivio, la ocasión de ”efectuar
el duelo” de sus muertos o de sus ”desaparecidos”; de
manera, también, que los culpables sean, si no castigados, al
menos estigmatizados. El proceso de establecimiento y de
difusión pública de la verdad histórica así concebido debe
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incluso a lanuestra política
disuasión de de
losprivacidad
crímenes (actualizada el
políticos (ya que ”olvidar” 25 de junio de 2018).
conduciría mecánicamente a
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”repetir”). Este principio parece tener el carácter de una
evidencia, naturalizada en un siglo que ha visto lo peor y la
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memoria de lo peor. ¿Quién no consideraría su adopción
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deseable? Pero está ligada, sin embargo, a una concepción


singular de la buena política de salida de la violencia y, por lo
tanto, a un análisis específico del papel de las Comisiones de
la Verdad. Funda una ”universalización” de las
justificaciones, en el sentido de que el modelo de las
Comisiones de la Verdad se ve revestido de un alcance
universal. Ellas no son a menudo, respecto al compromiso
político que justifica su instalación, sino una solución ”a
minima”, a falta de justicia; al menos son mecanismos de
excepción en el sentido de que no corresponden a las
modalidades tradicionales, judiciales, de resolución de los
litigios, y en que no responden a las demandas prioritarias
de las víctimas, por lo general formuladas como una
exigencia de justicia. Sin embargo, han sido progresivamente
erigidas por los expertos en modalidad eficaz de salida de la
violencia. Pueden incluso parecer preferibles a las
persecuciones judiciales cuando se trata de pasar del
enfrentamiento amigo/enemigo que caracteriza a los
régimenes autoritarios a la regulación y a la aceptación del
conflicto que caracteriza la democracia. Las Comisiones de la
Verdad no serían, por lo tanto, solamente la ”solución menos
mala”; serían también ejemplares por su capacidad de
favorecer una reconstrucción disensual de la historia en
sociedades divididas y confrontadas con su pasado
autoritario y violento.
10 Dos hipótesis principales participan de esta justificación. La
primera versa sobre la capacidad de las comisiones para
establecer una ”verdad” histórica: si su establecimiento es
considerado fundamental, es no solo porque se debe a las
víctimas, sino también porque puede contribuir a la
reformulación por el conjunto de la sociedad de su relación
con la historia, y, con ello, a la redefinición de las relaciones
entre los grupos. Esta hipótesis puede ser inscrita, al menos
en alguna de sus formulaciones, en la filiación de teorías
políticas que, a utiliza
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la constitución de un (actualizada el
vínculo de ciudadanía compatible 25 de junio de 2018).
con la división (cultural,
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antes que nada, pero por extensión política y social) y la
”radicalización” de la democracia, por medio del refuerzo de
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una práctica deliberativa. En esta perspectiva, las CVR son
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constitutivas de una buena política en cuanto son


susceptibles de representar un espacio de deliberación
democrática sobre la historia; la reconstrucción colectiva de
la relación con el pasado parece, a su vez, favorecer una
deliberación sobre los elementos en juego más amplios —los
de la coexistencia en un marco democrático.
11 La segunda hipótesis que fundamenta una justificación
particular del trabajo de las comisiones deriva del principio
de reconocimiento de la ”víctima” que todas las comisiones
han consagrado. El término mismo de víctima —figura
central del trabajo de las comisiones— puede implicar una
concepción específica del papel de las víctimas. Pero es
también el alcance que se da a este proceso de
reconocimiento de la víctima —de restauración de su
”dignidad”, para retomar una expresión empleada con
frecuencia en los informes de las comisiones y en los análisis
— que inscribe este tipo de justificación en una concepción
singular de la buena política de salida de la violencia El
principio de la ”justicia restauradora”, explícitamente
formulada en Sudáfrica, pero cuyas grandes líneas habían
sido esbozadas ya en el cono sur latinoamericano, representa
al respecto una expresión ejemplar: el reconocimiento de los
sufrimientos de la víctima permitiría, a la vez, paliar la
indisponibilidad de la justicia y de institucionalizar una
nueva distribución de papeles en la construcción común de
un relato histórico. La reparación a las víctimas y la
estigmatización de los culpables, sustitutos de la justa
sanción, participarían en el advenimiento de una nueva
relación con el pasado y de una renovada práctica
democrática.
12 Aunque diferentes, y diversamente expresadas según los
contextos nacionales, ambas hipótesis constituyen, a la vez,
una justificación del recurso a las CVR y la base a partir de la
cual se evalúan sus resultados. Entonces, es en referencia a
una concepción
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realización de esa (actualizada el
democracia, que se juzga a 25 lasdecomisiones:
junio de 2018).ellas podrían —y
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deberían— contribuir a un mejor modo de asumir el encargo,
por las nuevas democracias del carácter propiamente
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disensual tanto de su funcionamiento institucional como del
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vínculo político que ellas instituyen. Por esta razón,


representan un mecanismo universalizable. Si me parece
pertinente retornar a la evidencia de estos principios, no es
en nada para ”desenmascarar” a los defensores del modelo
de las CVR, para mostrar, por ejemplo, que estas no tienen
como vocación y efecto el de participar, por medio de
argumentos universalizantes y del lenguaje de los derechos
humanos, en la constitución y en la legitimación de un pacto
entre elites, que casi no tendría oportunidad de llegar a los
ciudadanos ”ordinarios”19. No se trata ni de complacerse en
la postura suspicaz del homo academicus colocado a buena
distancia de la realidad20, ni de juzgar el trabajo de las
comisiones desde una posición de superioridad vertical
autorizada por la adhesión a un modelo ideal. Tratar
cuestionar la evidencia de las justificaciones formuladas por
los expertos (de ”desnaturalizarlos”, en suma) permite, al
contrario, sustraer el trabajo realizado, no evaluarlo según la
calidad de su contribución a la consolidación de la
democracia. Ello puede permitir señalar los efectos
perversos que estas justificaciones son susceptibles de tener
para el proceso mismo asumido por las comisiones: si este se
construye y evalúa sobre la base de una representación del
político de inspiración habermasiana, ello puede implicar
una omisión o un ocultamiento de las prácticas soberanas
que le subyacen. Ello puede también tener efectos
”normalizadores” sobre el papel que se da a los actores, y,
por ejemplo, a las víctimas (efectos que estas pueden no
juzgar aceptables), o sobre el relato histórico aceptable, el
cual puede, entonces, fracasar en la atenuación del
malentendido. Delimitar el funcionamiento de las CVR en
función de los criterios de evaluación forjados por los
expertos permite, por otra parte, acercarse a algunas de las
tensiones inherentes al mandato confiado a sus miembros y,
con ello, a algunos de los elementos de salida de la memoria
de la violencia.
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LAS COMISIONES DE LA VERDAD:
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SUSTITUTO DE JUSTICIA PENAL Y
DELIBERACIÓN SOBRESalir
LA HISTORIA
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De una indisponibilidad del derecho a un sustituto


de veredicto judicial
13 Las CVR tienen como contexto, las más de las veces, una
política de salida de la violencia fundada sobre el principio
de la limitación o de la interrupción del ”curso normal” de la
justicia (penal): cuando son establecidas, los responsables de
la violencia política son rara vez objeto de demandas
judiciales sistemáticas. Esta interrupción del curso normal
de la justicia toma, desde luego, formas muy variadas. En
ciertos casos, los gobiernos democráticos heredan una
”autoamnistía” promulgada por los salientes, que no pueden
dejar sin efecto (a falta, por ejemplo, de una mayoría
parlamentaria, como en Chile). Con frecuencia, ellos mismos
eligen la adopción de una ley de amnistía por el parlamento.
Estas leyes de amnistía pueden ser generales, y prohibir la
casi totalidad de las demandas judiciales (en Chile, o en El
Salvador), o bien restrictivas (la ley de ”reconciliación
nacional” de diciembre de 1996 en Guatemala), y a veces
incluso condicionales: la amnistía concedida por el comité
ad hoc de la CVR en Sudáfrica era individual y condicionada
a la vez por el carácter político de los crímenes cometidos y
por su ”revelación exhaustiva”. La limitación de los procesos
penales puede tomar otra forma: después de demandas
selectivas (entre las cuales, el ”juicio de las juntas”), es un
mecanismo que combina una limitación de la
responsabilidad penal en función de la posición ocupada en
la jerarquía militar (la ley llamada de la ”obediencia debida”)
y una prescripción anticipada (la ley del ”punto final”) que
ha sido promulgada en Argentina, y después completada por
una serie de indultos por el segundo gobierno
democráticamente elegido21. Amnistía general, amnistía
restrictiva y condicional, u otros mecanismos de limitación
de los procesamientos: el instrumento elegido puede tener
consecuencias muy importantes para la política de ”salida”
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la amnistía personales.
condicional
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adoptado en Sudáfrica ha sido así considerado por los
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observadores como un mecanismo que respondía, a la vez, a
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las exigencias de la situación (relaciones de fuerza) y a las
demandas de justicia. Cualquiera que sea la forma de la
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amnistía, sin embargo, el principio por lo general adoptado
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quiere que las víctimas no puedan tener acceso a los


tribunales.
14 La adopción de una ley de amnistía es, por lo general,
consecuencia del contexto político de la democratización o
de la ”pacificación”. Los cambios políticos de los últimos
decenios han impuesto, en efecto, a menudo un compromiso
entre gobernantes salientes y entrantes: los
”enfrentamientos” (término que no prejuzga aquí la realidad
de la existencia del enemigo22) que los han provocado no
desembocan sino raramente en una relación entre vencedor
y vencido. Los gobernantes salientes siguen siendo
poderosos, ya sea porque recurren a la amenaza de un
putsch o de una desestabilización por la armas, ya sea
porque sus partidarios civiles detentan un cuasimonopolio
de los recursos económicos. Pueden tener incluso un estatus
de interlocutores. El paso del régimen autoritario al
democrático es también posibilitado a menudo por un
”pacto”23. Veintisiete de los treinta y tres casos de
”transición” hacia la democracia tomados en cuenta por
Samuel Huntington han sido caracterizados así por una
forma de compromiso entre detentadores del régimen
autoritario y oponentes demócratas24, pacto que puede ser
implícito o explícito, hasta revestir un alcance constituyente.
En Chile, por ejemplo, si bien la Constitución establecida por
el régimen autoritario ha sido redefinida con ocasión de la
democratización, es en un sentido muy favorable a los
gobernantes salientes, y más ampliamente a las Fuerzas
Armadas; los paladines del régimen autoritario se han visto
conceder, en efecto, ”senadurías designadas” vitalicias, un
presupuesto militar protegido y mecanismos electorales
favorables a sus aliados. En Sudáfrica, los principios
constitucionales han sido objeto, asimismo, de
negociaciones entre la ANC y el Partido Nacional,
partidarios, sin embargo, de proyectos contradictorios25. Los
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democráticos la renuncia a los 25 de junio de 2018). judiciales.
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15 A estas imposiciones políticas, a menudo confirmadas por
las instancias judiciales o jurisdiccionales supremas26, se
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agregan limitaciones jurídicas. El estado del sistema judicial,
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la complicidad activa o pasiva de una mayoría de


magistrados con el antiguo régimen (que con frecuencia
había nombrado a una gran parte de ellos), el número muy
importante de los criminales a los que habría que enjuiciar si
se aplicase el principio de los procesamientos penales
sistemáticos, el costo de los mismos cuando faltan los
recursos materiales pueden ser otras tantas justificaciones
pragmáticas de la limitación de los procesamientos. Aún
más, el derecho positivo prohibe con frecuencia los
procesamientos. Lo que aparece como una práctica criminal,
o al menos como una represión ilegítima (como los
encarcelamientos arbitrarios), puede haber sido legalizado
por una orden jurídica del régimen antiguo. Los gobiernos
democráticos pueden, entonces, decidir, como el gobierno de
Liberación en Francia, no tomar en cuenta los principios
generales del derecho: considerar la ”legislación” del
régimen autoritario como una de facto, por lo tanto, nula y
no operante; calificar los crímenes de manera retroactiva;
decidir libremente las jurisdicciones competentes (en
detrimento por ejemplo de la justicia militar); etc. Pero, en
conjunto, las nuevas democracias han escogido respetar la
legalidad anterior, conformándose con ello a un principio
general del derecho internacional, el principio de la
continuidad del Estado27. Para esos actos que han
constituido delitos en el orden legal autoritario, los plazos de
prescripción, la falta de acusaciones adecuadas y el principio
de la no retroactividad de la ley penal pueden tornar los
procesamientos ilegales. La práctica de las ”desapariciones”,
por ejemplo, no correspondía a ninguna incriminación
codificada en los códigos penales de los países del cono sur
latinoamericano; incluso no estaba codificada, en la época en
que tuvieron lugar, en el derecho internacional. Ellas
corresponden, es verdad, en los hechos, a un secuestro
seguido de detención arbitraria, torturas y asesinato, es
decir, prácticas porutiliza
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sancionar a los autores sobre 25 de junio de 2018).
la base de incriminaciones
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”universales”, es no dejar huellas, incluso cuerpos y, por lo
tanto, hacer difícil todo procesamiento y a fortiori toda
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sanción. La verdad jurídica no corresponde siempre a la


verdad histórica.
16 Si se levantaran estas limitaciones políticas y jurídicas,
habría todavía que efectuar una reflexión sobre la
pertinencia de un recurso, después de los ” ”crímenes de
masa”, a la justicia penal. ¿Cómo podrían dar cuenta los
procesamientos fundados sobre la responsabilidad
individual de una responsabilidad institucional o
”colectiva”? ¿Cómo lo podrían hacer siendo así que el
derecho afirma a menudo explícitamente el principio de la
inocencia burocrática? (¿Están exentos de responsabilidad
los agentes del Estado implicados en una represión, si no
”legítima”, al menos legal?) ¿En qué medida el
establecimiento de los hechos es un medio suficiente que
permite a una sociedad entera hacerse una idea de la
”verdad” histórica? La justicia penal, cuya aplicación
sistemática podría ser, en estas situaciones, ilegal y tener
como efecto desestabilizar la democracia nueva, podría por
añadidura no ser ”justa”, al menos en el sentido de la
”justicidad”, de la capacidad de los principios que la fundan
para dar cuenta de la injusticia. Se encuentran interrogantes
de este tipo en el corazón de los debates sobre la justicia de
transición, y los informes de las Comisiones de la Verdad se
hacen eco a menudo de ello. La Comisión de la Verdad en el
caso de El Salvador ha preferido así a los procesamientos
penales ordinarios las medidas disciplinarias28. Estas dudas
sobre la justicia penal contribuyen a justificar el recurso a un
mecanismo del tipo Comisión de la Verdad.
17 A priori imposible, política y jurídicamente, quizás
inadaptada en sus principios, la justicia en su curso normal
no deja de aparecer, por ello, el referente de las políticas de
salida de la violencia. Es ella la que demandan, las más de
las veces, las víctimas29 . Es su ausencia lo que determina en
parte la misión que incumbe a las CVR, las cuales aparecen,
entonces, como paliativos
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a veces,
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por sus (actualizada el
promotores o sus arquitectos, 25 deincluso
junio de 2018).
en Sudáfrica, donde,
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no obstante, el tipo de amnistía adoptado reclamaba, o al
menos hacía posible, el ejercicio ulterior de la justicia
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penal30. Desmond Tutu, presidente de la CVR y uno de los
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más fervientes promotores del proceso de reconciliación que


ella debía favorecer, reconoció así en numerosas ocasiones
que la acción de la Comisión era el fruto de un compromiso:
”si no hubiéramos ofrecido la amnistía, el Sudáfrica estaría
hoy en llamas ... la elección de la amnistía ha sido el
producto de un arreglo, de un acuerdo político”31. Y si lo que
pueden ofrecer las comisiones —la ”verdad” y las
reparaciones directamente concedidas por el gobierno—
puede parecer más adaptado al período post-”crímenes de
masa”, no por eso dejan de parecer soluciones a falta de
justicia.

Un lugar de deliberación sobre la historia y sobre


las condiciones de la coexistencia
18 La primera misión de las CVR es proponer una ”lección de
historia” al mismo tiempo que llegar a un ”veredicto” judicial
de sustitución sobre la suerte de las víctimas: establecer un
encadenamiento verosímil de los hechos a la escala de la
historia del país, decir lo que ha sucedido con los muertos y
los desaparecidos de tal manera que sea posible a sus
familiares al menos efectuar el ”trabajo del duelo”. Son
instancias de producción de un relato histórico conveniente,
y paliativos simbólicos de la ausencia de justicia (entendida
como justicia sanción). Por esta doble razón, han sido
consideradas por numerosos expertos como un componente
muy recomendable de los procesos de transición hacia la
democracia: no ya buenas soluciones ”a falta de algo mejor”,
sino modalidades ejemplares de reconstrucción de las
relaciones de sociedades con un pasado violento, sino
procesos que tienen como horizonte, según palabras de Paul
Ricoeur, un ”incógnito del perdón”, y susceptibles de
encarnar espacios democráticos por excelencia.
19 Las CVR representan, en esta perspectiva, no solo un acto de
ruptura con una era marcada por la descolonización y sus
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la institucionalización del
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racismo, por la Guerra Fría y sus delirios antisubversivos, o
25 de junio de 2018).
incluso por el predominio de régimenes autoritarios, sino
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también el comienzo de una nueva era política. La
experiencia de una asunción Salir ”responsable” del pasado
marcaría el paso de una ”ética de convicción” que autorizaba
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la ”locura” asesina a una ética de responsabilidad marcada


por la desconfianza frente a los ”modelos sociales” y
principios de legitimidad trascendentes32. Este ”nuevo
espíritu democrático” se traduciría no solo en un prudente
establecimiento de instituciones democráticas, sino también
en el refuerzo de la democracia en sus aspectos
”deliberativos”.
20 Las justificaciones del trabajo de la CVR sudafricana son
emblemáticas de tal desplazamiento de criterios de juicio.
Sudáfrica es, como se sabe, un país muy dividido. El
problema de la posibilidad de la democracia liberal
procedimental, fundada no sobre una común pertenencia a
una nación cultural e históricamente unida, sino sobre una
adhesión compartida al principio de la ciudadanía y a las
normas constitucionales y legales, reviste así una particular
agudeza. Ahora bien, para numerosos analistas, la
democratización sudafricana ha sido ejemplar desde este
punto de vista: el proceso de negociación política entre ANC
y el Partido Nacional habría estado marcado por un sabia
búsqueda del compromiso, las Constituciones que han sido
adoptadas (maravillas de ingeniería institucional) serían
monumentos de equilibrio entre principio mayoritario y
garantía de los derechos de los individuos y de las minorías,
etc. La CVR, asimismo, habría sido un escenario de
deliberación democrática sobre la historia, si no sobre los
principios políticos y sobre un principio de justicia social.
Por su carácter público principalmente, las víctimas y sus
familiares (al menos algunos de ellos) han tenido
efectivamente la posibilidad de hacer el relato de lo que les
había sucedido, no solo ante todas las personas presentes
con ocasión de las audiencias, sino también, gracias a la
amplia difusión mediática de los trabajos de la Comisión,
ante una buena parte del país. Habrían tenido, de esta
manera, la posibilidad a la vez de ”hacer su duelo” y de
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violencia, a su vez, (actualizada el
25 de junio
habrían sido obligados, si querían de 2018). a la amnistía, a
acogerse
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escribir su parte de la historia de la represión, públicamente
o no.
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21 La verdad establecida por la CVR sería tanto más


”deliberada” por cuanto desea imbricar diferentes formas de
verdad: una ”verdad legal o factual” (establecida por medio
de una aproximación casi judicial o propia de las ciencias
sociales) para establecer los hechos; una verdad ”personal y
narrativa”, la del testimonio; una ”verdad social”, establecida
a través de un debate; y una ”verdad restauradora y
curativa”, alcanzada por el reconocimiento público33. De esta
manera, el testimonio de la víctima, sometido, como el del
culpable, a los criterios de verosimilitud establecidos por los
historiadores, debe adquirir un alcance universal, ser objeto
de una reapropiación por el conjunto del público. Se supone
que deben equilibrarse la historia escrita por y para la
víctima y la historia escrita por y para el mayor número,
equilibrar, favorecer una dinámica razonablemente
consensual y no una lógica victimaria o relatos nacionalistas.
La universalización del sufrimiento de la víctima (y no de la
causa política a la cual puede ser vinculado ese sufrimiento)
y la deliberación sobre la historia deben contribuir al
advenimiento de un relato compartido.
22 Para ciertos analistas, este ejercicio de deliberación
ampliamente público, de relacionar relatos diversos si no
contradictorios, encarna una forma de ”contrato social” en
acto, estableciendo un ”liberalismo procedimental” adaptado
a las sociedades multiculturales, funcionando como un
antídoto a los nacionalismos34 . Instrumento de promoción
de un lenguaje de los derechos humanos considerado único
capaz de enfrentar los nacionalismos afrikaner y
africanista35, la CVR ha dado una apariencia particular al
modelo del ”patriotismo constitucional”. La alianza local
entre un ”modelo de democracia de los derechos” y un ritual
de redefinición pública de la historia se ha convertido en una
característica del modelo de comisión de la verdad, lo cual le
confiere un alcance universal. Al menos puede ser un
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estos (actualizada el
toman la forma de desigualdades 25 de junio de”visibles”,
2018). ya que es
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víctima de ellas una gran parte de la población, definida
cultural o racialmente. Dispositivos inspirados por la CVR
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han sido establecidos así en Australia para reparar las
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injusticias sufridas por los pueblos indígenas (el Native Title


Act y la Australian Reconciliation Convention), en el Canadá
(la Royal Commission of Aboriginal Peoples) y en Nueva
Zelandia (el Tribunal de waitangi).
23 La concepción de la verdad y de su alcance social que
subyace en el trabajo de la CVR sería, pues, particularmente
adaptada a situaciones que exigen una redefinición radical
de las condiciones de la coexistencia en un marco
democrático, sobre todo a aquellas en que el
acompañamiento de las violencias físicas por desigualdades
sociales y marcadores ”etno-raciales” impone un nuevo
contrato democrático, caracterizado por la ” ”ceguera frente
al color”36, y por la desaparición relativa de las identidades
culturales cuando están asociadas a relatos y pretensiones
que implican la exclusión del Otro37. Sin embargo, esta
concepción posee un alcance más amplio, y vale para países
donde las secuelas de la violencia son menos fácilmente
vinculables con identidades sociales o culturales diferentes.
Los principios que la fundamentan se vuelven a encontrar
desde ciertos puntos de vista en el funcionamiento de la
CONADEP argentina y de la Comisión Rettig chilena; al
menos están presentes en los juicios que se han emitido
sobre sus actividades. En esta perspectiva, una CVR no debe
producir una ”verdad oficial”, sino establecer hechos y hacer
escuchar el relato de la víctima. La verdad factual se reduce a
la exposición de lo peor (las violaciones más graves de los
derechos) y a una restitución del contexto histórico
suficientemente matizada como para establecer la verdad,
sin dejar de admitir al mismo tiempo interpretaciones
diferentes de los acontecimientos. La verdad producida no
forma un todo coherente, ya que ella articula sin fusionarlas
totalmente la verdad de los testimonios y los datos
proporcionados por las organizaciones de defensa de
derechos humanos y por los historiadores. Ella no debe ser,
respecto aEstelossitio
sucesos que yhan
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algunos datos violencia
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política, demasiado porrígida,
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suscitar rechazos: (actualizada el
producida a través del 25 debate de junio deentre
2018). miembros de
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convicciones políticas diferentes, debe ser aceptable para
toda la sociedad38.
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24 Según estas justificaciones, por lo tanto, todos los


ciudadanos deben admitir que hay hombres que han sufrido
y que, en muchos casos, están muertos; que las formas de la
violencia que se han ejercido contra estas víctimas eran
ilegítimas, en el sentido de que no se inscribían en la
conducción ”equitativa” de una guerra y que se derivaban de
una política de represión planificada y sistemática, que
implicaba prácticas inadmisibles respecto a los derechos
humanos. Pero no todos están conminados a aceptar la
misma versión de la historia. Si se afirma la inocencia de la
víctima, es porque su figura se halla disociada del papel del
militante, que puede aún asignarle una cierta
responsabilidad en el desencadenamiento de los
acontecimientos, incluso si ella es secundaria con respecto a
la violencia de Estado. De esta manera, cada cual es libre de
apreciar soberanamente ciertos aspectos de la historia que se
ve reafirmada en el marco, sobre todo, de los rituales por los
cuales los jefes de Estado dan los informes de las comisiones
a conocimiento del público. El 4 de marzo de 1991, el
presidente chileno Alwyn declaraba así:
”Esta verdad debe ser aceptada por todos considerando el
trasfondo de este informe y la estatura de sus autores, de los
cuales un buen número ha apoyado al pasado régimen y ha
cooperado con él. Nadie puede ignorarlo de buena fe. No
estoy diciendo que se trata de la verdad oficial. El Estado no
tiene el derecho de imponer la verdad, pero estoy
convencido y llamo a todos mis compatriotas a aceptarla y a
actuar en consecuencia”.

25 Las CVR son erigidas así en instancias de producción de un


relato histórico que participan de la democratización de la
sociedad en sus aspectos no institucionales, es decir, en las
representaciones. El ritual que ponen en escena debe señalar
el fin de los ”grandes relatos” que excluyen toda concepción
disidente. La verdad histórica que establecen debe contribuir
a la deslegitimación de los
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utopías por favor,oconsulta
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autoritarios de (actualizada el
25 de junio de 2018).
restauración de una unanimidad nacional fundada sobre un
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orden divino o natural. El funcionamiento institucional,
fundado sobre la regla del pluralismo, propio de las
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democracias ”humildes” que a menudo han sido instaladas
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luego de un ”pacto” de transición —humildad atestiguada


sobre todo por la renuncia a una justicia penal que habría
podido autorizar la reivindicación de un principio de
legitimidad superior39— se ve transpuesto así a las relaciones
entre los ciudadanos ordinarios. Las reformas
institucionales, el recurso a la única legitimidad electoral y la
reconstrucción del pasado por las CVR son otros tantos
elementos que deben favorecer la sustitución por el
adversario democrático (aquel al que se opone, pero
conforme con reglas de juego que proscriben la violencia
abierta) del enemigo interior al que pretendían combatir,
por todos los medios, los régimenes autoritarios.
26 La perspectiva de una deliberación sobre la historia, que,
según ciertos miembros de la CVR y de numerosos
observadores del proceso que ha iniciado, habría fundado la
experiencia sudafricana, se encuentra, pues, en la
concepción del mandato de las comisiones establecidas en
contextos que parecían, a priori, hacer menos imperativa
una redefinición del contrato democrático. Si el principio del
”patriotismo constitucional”, y el de un procedimiento
deliberativo, tomado de autores como J. Habermas, parecen
menos pertinentes para justificar el trabajo de la CONADEP
y de la Comisión Rettig, son, sin embargo, hipótesis
similares que subyacen en los análisis de los expertos. En
todos los casos, es una concepción particular de la
democracia liberal que se expresa. Se puede, por otra parte,
identificar formas más teóricas de este tipo de justificación.
Es el caso, por ejemplo, de las tesis defendidas por Mark
Osiel, principalmente en Mass Atrocity, Collective Memory
and the Law40, y reasumidas por Paul Ricœur. La hipótesis
clave de Osiel es la siguiente: los procesos penales (o, a mi
modo de ver, una cierta forma de justicia41) pueden servir
para la construcción de una democracia liberal fundada
sobre el reconocimiento mutuo en el desacuerdo y una
buena gestión
Este de
sitiolautiliza
tragedia y yde
cookies la memoria
recopila colectiva,
algunos datos por
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Para másque
poco información, por favor,
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a alcanzar nuestra
estepolítica
medio de
unaprivacidad
síntesis (actualizada el
25 de junio
definitiva. La justicia de transición de 2018).
puede, pues, contribuir a
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una representación discursiva del conflicto y a la
consolidación de relaciones políticas conformes con el
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principio liberal que reclama que, en la oposición, haya


adversarios, pero no enemigos.
27 Esta hipótesis deriva de una postura liberal específica, que se
podría calificar de ”anticonsensual”, formada por las
hipótesis posmodernistas, en este caso, las desarrolladas por
Jean-François Lyotard42. El principio tomado es el del
disenso, pero un disenso regulado o limitado, distinto del
”différend” lyotardiano en cuanto supone un acuerdo
mínimo sobre algunas reglas de coexistencia43 . Osiel
plantea, por ello, la hipótesis de un acuerdo previo
(establecido por el derecho), y de la construcción del debate
sobre la justicia como búsqueda de un acuerdo mínimo: si
no se trata de llegar a una única visión de la historia, los
procesos, o la ”casi justicia” de transición, deben ser
oportunidad para un escucharse recíproco, contribuir a la
formación de lo que se llama la ”solidaridad discursiva”.
Sobreponerse a la memoria de los crímenes exige una
deliberación democrática liberal en acto, un ritual de
reconstrucción de la sociedad fundada sobre la aceptación
del disenso.

¿Las CVR, espacio de formación de disenso


democrático o de fabricación de un consenso?
28 Conservo, por lo tanto, de estas justificaciones del trabajo de
las comisiones de la verdad, y de las formalizaciones de un
principio de disenso, la idea según la cual ellas contribuirían
a la salida de la violencia al permitir una deliberación sobre
la historia. Me parece que este tipo de justificación hace caso
omiso de los límites hallados por las comisiones en su
trabajo de producción de una ”verdad” histórica.
29 El primero de estos límites se deriva de la calificación misma
de estas comisiones, y de lo que esta calificación implica
sobre su trabajo. Se trata de comisiones ”de verdad”: su
objetivo consiste en establecer, al menos parcialmente, los
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derechos
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histórico de que
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sea el (actualizada el
25 de junio de 2018).
más exacto posible, una ”lección de historia”. Si las CVR
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rompen, en su principio, con la práctica de la verdad
histórica de Estado, no por ello dejan Salir de estar sometidas, en
su composición, en sus métodos y sus prácticas, a exigencias
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que podrían limitar su carácter de ”deliberación democrática


en acto”. Si se da la palabra a las víctimas44, el discurso de las
comisiones no deja de ser un discurso de dictamen pericial.
Los equipos que trabajan para ellas, así como sus miembros,
son escogidos a menudo por su competencia científica o
profesional. Juristas y profesores universitarios
(historiadores, sociólogos), a veces trabajadores sociales y
profesionales de la medicina, predominan entre sus
integrantes45. Tal competencia profesional y el rigor
científico que debía implicar hacían de las CVR instancias
dotadas de autoridad. Los métodos reivindicados por las
comisiones reclamaban estar inspirados en las ciencias
sociales: buen uso de las estadísticas y de los archivos,
escrúpulo de historiador.
30 Las CVR sustituyen, pues, a la autoridad política (arbitraria)
de la razón de Estado (de un Estado fabricante de una
verdad histórica) y a la autoridad legal de la cosa juzgada, la
de los expertos, la que se deriva, para mejor, de la
neutralidad axiológica reivindicada por el científico. Si las
entrevistas, a puertas cerradas o abiertas, eran ocasión para
tomar en cuenta el testimonio de la víctima46, esta palabra
singular era seguida por un distanciamiento. El testimonio
debía ser filtrado a través del trabajo del dictamen pericial:
distancia en relación con la palabra singular de las víctimas y
de los verdugos, ascenso a una generalidad cada vez más
amplia suponiendo la creación de un tercer relato sobre la
base de los testimonios, palabra por encima de la conyutura,
la que permanece ya que está consignada en los informes de
las comisiones, es decir la huella que dejan ”para la historia”.
El informe de la Comisión Rettig ilustra este tipo de trabajo
de generalización: solamente los títulos del capítulo
consagrado a las consecuencias psicosociales de las
violaciones de los derechos humanos retoman
sistemáticamente extractos de testimonios, en un texto
47
caracterizado por utiliza
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posición de (actualizada el
”espectador, de observador,25de de junio de 2018).
escribano, de evaluador, de
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científico” .
31 Imparcialidad del derecho (en el sentido de la garantía de los
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derechos y de la imparcialidad del tercero), distanciamiento
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científico49 e investigación psicoanalítica del ”buen olvido”


que corresponde a la reelaboración del trauma. Las tres
fuentes de inspiración del trabajo de las CVR convergen
hacia un mismo fin: proponer un relato encima de las
narraciones singulares y divergentes de los actores. Los
miembros de las comisiones se ven confrontados a un
problema ”científico” que es también un dilema moral:
¿cómo dar cuenta de las divergencias sobre el pasado y al
mismo tiempo restituir un relato coherente? ¿Cómo
conciliar el lado ”terapéutico” del trabajo de la comisión, que
busca, mediante la publicación de los sufrimientos, el alivio
de la víctima y la toma de conciencia del mayor número, y la
misión del establecimiento de los hechos?50 ¿Cómo, para los
miembros de estas instancias, conciliar su empatía frente a
las víctimas y la exigencia de una distancia que dé a sus
conclusiones el estatus de una palabra que siente autoridad?
Incluso si queda siempre una tensión entre ambos objetivos,
este dilema es a menudo resultado en provecho de un relato
unificado y consensual, y que aspira a ser imparcial.
32 Este peso del dictamen de expertos, y la tensión que provoca,
pueden ser aprehendidos en el nivel de la admisión del
testimonio de la víctima. Si las CVR son conocidas por
permitir una deliberación sobre la historia, es antes que
nada porque representan un lugar en que las víctimas
pueden contar su historia, y participar así en la construcción
de una verdad disensual. Ahora bien, esta atención a la
palabra de las víctimas se topa con límites. No solo los
relatos recogidos serán sometidos a la prueba de la
desingularización, sino que deben, en el momento mismo en
que son verbalizados, entrar en un marco preestablecido. La
experiencia de la CVR sudafricana —es decir, de todas las
comisiones, aquella que ofrece no obstante la imagen de
haber dado el papel mayor a las víctimas— es a este respecto
revelador. Notemos previamente que no todas las víctimas
tienen acceso a esta
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a 3 (actualizada el
500 víctimas que constituyen 25 de junio
una de 2018).representativa a
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la vez en términos de comunidades y de tipos de violación de
los derechos humanos. Las 20 000 declaraciones que han
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sido recogidas por escrito han sido sometidas a continuación
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a reglas estrictas. Cuando el testimonio había sido,


inicialmente, para la víctima, ocasión para un relato
liberador, y, para el agente encargado de recoger tal
testimonio, un medio de aprehender la significación
asignada a los hechos estudiados por la Comisión, la
instalación de un sistema informatizado de procesamiento
de los testimonios habría demandado rápidamente a las
víctimas comprimir sus narraciones en un tiempo corto y
plegarse a las categorías estadísticas de violaciones
reconocidas por este sistema. Para Richard Wilson, el
resultado de esta uniformización habría sido el de relatos
troncados, frustrando a las víctimas, y un informe final
fundado sobre la sola verdad fáctica, superponiendo las
conclusiones locales desde el punto de vista de los hechos,
cuando habría sido necesario tomar en cuenta la verdad
subjetiva y la verdad social51.
33 A estas limitaciones inherentes al trabajo mismo de las
comisiones, que restringen los alcances de su reflexión sobre
la historia, se añade una de otro orden: la que se deriva de la
inserción de las CVR en un dispositivo gubernamental. Las
CVR no son, es cierto, organismos encargados de estampar
una versión gubernamental de la historia: por lo demás, a
menudo han llegado a afirmar su autonomía en relación con
los gobernantes que las han establecido. Pero su estatus de
elemento en un dispositivo más amplio, cuyo componente
clave es con frecuencia una ley de amnistía, tiene
consecuencias sobre su capacidad de producir un relato
disensual que participe en la instalación de una forma
lograda de democracia.
34 Por una parte, es el espíritu de consenso que a menudo
preside su creación: el compromiso político que caracteriza
la transición tiene como consecuencia una voluntad si no de
despolitización, al menos de neutralización de los conflictos
políticos. Esta búsqueda de un consenso se traduce en la
composición desitio
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de la TRC sudafricana), o incluso en la búsqueda de una
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divergencias53.
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35 Por otra parte, las CVR no pueden ser completamente


disociadas de las leyes de amnistía. Ahora bien, una de las
características más llamativas de estos textos es su
insistencia en la necesidad de una reconciliación presentada
como restauración de una unidad, si no de una unanimidad
nacional, mucho más que como acuerdo sobre la historia
abierta al disenso54 . Las leyes de amnistía adoptadas por los
gobiernos democráticos no se diferencian radicalmente, en
el plano del lenguaje utilizado y de las concepciones de la
nación que este refleja, de las impuestas por los regímenes
autoritarios55 . Unos y otros tienen en común, con
frecuencia, una misma obsesión por la unidad, a pesar de
que esta obsesión no tenga, evidentemente, las mismas
consecuencias56. Las políticas de justicia, en las cuales tienen
lugar las CVR, expresan una tensión entre proyecto de
instauración de una democracia pluralista y voluntad de
”restaurar” una unidad nacional consensual. Esta voluntad
de los gobiernos de llegar a la reunificación se traduce a
menudo en escritos históricos más unívocos de lo que
parece. Es el caso sin duda de la teoría llamada de ”los dos
demonios” en Argentina, que ponía sobre un mismo pie de
culpabilidad a las guerrillas de extrema izquierda y al
régimen militar, de una manera históricamente discutible, y
que podía perjudicar al objetivo del reconocimiento de la
víctima. Estos relatos se superponen, cuando no los
orientan, a los producidos por las comisiones, sobre todo
cuando estas ratifican la idea según la cual la represión de
Estado era una reacción frente a la violencia subversiva
anterior57. A manera de deliberaciones disensuales, lo que se
observa tiene más del ritual que celebra una unanimidad
”reencontrada”, de allí la obstinación de ciertas asociaciones
de víctimas (las Madres de la Plaza de Mayo, conocidas por
su radicalismo, desde luego, pero no solamente ellas58) en
hacer valer una versión disidente de la historia, en rechazar
lo que consideran tentativas
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”pozos”,deesas
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de sombra de la historia nacional,25 de junio de 2018).
esos ”huecos” en los que
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han caído los ”desaparecidos”.
36 Si las CVR deben contribuir a la construcción de un disenso
Salir
razonable sobre el pasado, parece que pocas veces lo logran.
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Las limitaciones de su funcionamiento, así como el


planteamiento por parte de los gobiernos de una ”verdad”
consensual y unificadora, detienen la deliberación que ellas
permiten en parte dentro de límites rígidos. En lugar del
esperado disenso, lo que hoy se observa en Argentina, Chile
y Sudáfrica consiste más en la reiteración por los sucesivos
gobiernos de un relato reconciliador unívoco, y en la
continua confrontación de versiones divergentes de la
historia, sin un diálogo real entre los grupos de víctimas y los
responsables del régimen anterior (es verdad, unos y otros
minoritarios). A veces, incluso, la autoridad de las
comisiones no llega a anclar la realidad de los hechos de
violencia en las representaciones. Si se presta crédito al
sondeo de opinión realizado en junio de 2001 por el Institute
for Justice and Reconciliation, heredero de la CVR en
Sudáfrica, el trabajo de la CVR ha sido aprobado
ampliamente59; ante los ojos de la mayoría, ha establecido
un relato bastante exacto e imparcial de la historia
sudafricana60. Pero subsisten importantes diferencias entre
las comunidades en el juicio que emiten sobre el trabajo
efectuado, y persisten ciertas representaciones poco
conformes con el relato propuesto por la Comisión, si no a la
”verdad”. Más o menos el 40% de las personas interrogadas
(y una distancia bastante escasa entre las diferentes
comunidades) considera, por ejemplo, que los crímenes han
sido obra de individuos más bien que consecuencia de un
sistema y de una represión organizada por instituciones.
37 Si hay disenso en Sudáfrica, es en la continuación del
malentendido ”etnorracial” más que en su superación. La
producción de un relato que satisfaga, a la vez, la necesidad
de un reconocimiento por todos de los hechos de violencia y
al imperativo liberal de una aceptación del disenso no es
cosa fácil (lo que muestra las dificultades de la construcción
de un relato compartido en la Francia de la posguerra de
Argelia, cuarenta
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de la tarea. Las Comisiones25 dedelajunio de 2018).
Verdad padecen en ello, tal
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vez, las consecuencias no solo de un pragmatismo necesario,
sino también de un rasgo de la política: toda comunidad
Salir
política, y a fortiori todo poder político, incluso democrático,
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tiende, como ha mostrado Nicole Loraux, a negar el


conflicto, la división61. La memoria de la ciudad, su orden y
su continuidad parecen descansar sobre el olvido del político
como tal (”politikos es el nombre que sabe aceptar el
olvido”). Y si las CVR llegan, a veces, a romper esta ley del
olvido, no pueden, sobre todo a causa de no tener ingerencia
en las iniciativas gubernamentales, y de no poder tampoco
hacer evolucionar a una sociedad en un tiempo corto,
establecer por sí solas el disenso liberal esperado.

EL LUGAR DE LA VÍCTIMA

¿Hacia una justicia “restauradora”?


38 Paso ahora a otro argumento, en ciertos aspectos próximo al
precedente, que atraviesa a numerosos discursos producidos
por los arquitectos de las comisiones, o por los expertos
deseosos de evaluar su trabajo. La idea es la siguiente: las
Comisiones de la Verdad y de Reconciliación, cuando están
asociadas —y tal es a menudo el caso— a una ley de amnistía,
pondrían en marcha no un dispositivo de impunidad
derivado del compromiso entre gobiernos democráticos y
responsables de regímenes autoritarios, sino otro principio
de justicia, calificado de justicia ”restauradora” o
”reparadora”. Ellas compensarían la ausencia de
redistribución por medio de un veredicto judicial, de las
funciones (determinar quién es la víctima y quién el
culpable), dando una importancia central a la víctima,
permitiendo que su dignidad sea reconocida. El movimiento
es, pues, el mismo que para el argumento del disenso liberal:
convertir una impotencia en carta de triunfo.
39 El principio subyacente en el trabajo de las CVR,
sistematizado por los expertos es, en efecto, el del
reconocimiento del sufrimiento de los muertos, de los
sobrevivientes y de sus familiares. No es en ello disociable de
la misión Este
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trata de
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demostrar que la política represiva ha tenido efectos sociales
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más allá de sus Alblancos inmediatos, concediendo
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de víctimas no solamente a quienes han sufrido
directamente la violencia física, sino Salirtambién a quienes han

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perdido a los suyos —muertos o ”desaparecidos”— sin poder


efectuar su duelo. Es por ahí que se reconoce el carácter
”terrorista” de la violencia de Estado, y son deslegitimizados
los relatos de algunos de los que dejan el poder y que tratan
de presentar a las víctimas como culpables ”subversivos” —
muertos en combate con armas iguales62—, incluso de
sembrar duda sobre su muerte. Pero esta restauración de la
dignidad de las víctimas no puede hacerse sino por medio de
una presentación específica de la víctima, que comporta dos
características. Por una parte, la deslegitimación de las
justificaciones guerreras y patrióticas de los responsables de
la violencia de Estado se efectúa por medio de una forma de
despolitización: los hechos son afirmados, pero se evitan las
consideraciones sobre la legitimidad de las causas
defendidas. Las víctimas lo son en ciertos aspectos en el
sentido moral del término: se pone el acento sobre su
sufrimiento físico o psicológico, considerado aisladamente
del contexto que lo ha provocado. Por otra parte, la figura de
la víctima que oficia de referente implica una concepción de
la ”buena víctima”, que coincide por lo demás con la que
adoptan a menudo las ciencias sociales: la víctima que, una
vez obtenido el reconocimiento de su estatus, y concretado
en las reparaciones, renuncia a reclamar una deuda,
universaliza su sufrimiento; no ingresa, en suma, a una
lógica de victimización (es decir, el enclaustramiento en una
identidad de víctima)63.
40 El mandato tradicional de las CVR y las recomendaciones
que figuran en sus informes consagran, en efecto, la
importancia de las reparaciones a las víctimas, que son de
dos clases. En primer término, reparaciones ”simbólicas”:
las CVR (al menos en Chile y en Sudáfrica) recomiendan que
se tributen homenajes a las víctimas y se eleven
monumentos a su memoria; esta política de reconocimiento
se inscribe en la continuidad del reconocimiento legal (pero
no judicial)Este
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servicio militar para los hijos de los ”desaparecidos”


chilenos64.
41 Estas reparaciones, que sustituían a las indemnizaciones
civiles (y, por ello, se inscribían en el dispositivo de amnistía,
impidiendo el recurso a las demandas civiles), han sido
erigidas, pues, en componente de una justicia alternativa.
Este principio de justicia ”restauradora” ha sido en parte
formulado sobre la base de la experiencia de las comisiones
argentina y chilena: juristas —algunas veces, como Jaime
Malamud-Goti, expertos asesores de gobiernos— han
esbozado una concepción de la justicia fundada sobre los
derechos de la víctima, derecho al reconocimiento en cuanto
víctima y derecho a las reparaciones65. Pero ha sido
sistematizada por Desmond Tutu, presidente de la CVR
sudafricana. La asociación de la figura del perdón, de la
amnistía y del ubuntu —es decir, el reconocimiento de la
humanidad del otro— le han permitido construir un
principio de ”justicia restauradora”, distinto de la tradicional
lógica distributiva y punitiva, que ha sido ampliamente
asumido por los miembros de la Comisión. Él define esta
justicia de la manera siguiente:
”Las gentes piensan según los términos de una justicia
”retributiva” que es la del castigo o la recompensa... nosotros
nos hemos visto llevados a reflexionar sobre los medios de
superar los conflictos del pasado: ¿cómo curar? Tan bien que
preferimos hablar de justicia ”restauradora” más bien que de
justicia ”retributiva”. Ello no significa, sin embargo, que los
culpables salgan indemnes. Son obligados a mostrarse a la
luz pública, en su ciudad, y a decir ”he allí lo que he hecho, y
no es todo”. Si la reparación no es una compensación, se ha
convertido al menos en realidad el hecho de que gentes que
antes eran tratadas como perros tienen en adelante una
historia reconocida por todo el país”66.

42 De la misma manera que las CVR, en cuanto instancias de


producciónEste
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una deliberación democrática, estedeprincipio
25 de junio 2018). de justicia
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renovada con la historia, dotado de Salir
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justificación de la política de reparación de las CVR se une a


la de un movimiento más general de recurso a las
reparaciones en democracias confrontadas con un pasado de
injusticias. Un ejemplo de este tipo de justificación puede
encontrarse en la obra de Elazar Barkan, The Guilt of
Nations, Restitution and Negociating Historical
67
Injustices , obra que trata de la creciente importancia de la
práctica de reparaciones monetarias concedidas a un grupo
por lo general definido por atributos ”étnicos” o nacionales,
y víctima en un pasado más o menos lejano de
discriminaciones o de violencias. Según Barkan, el recurso
cada vez más frecuente a las reparaciones se inscribe en el
contexto de las ”Nuevas Luces”, es decir del reconocimiento
a grupos nacionales o ”étnicos” de derechos hasta entonces
reservados a los individuos por las teorías liberales clásicas.
Ese recurso sería, pues, señal del establecimiento de un
”nuevo orden moral” internacional, reflejando a la vez una
moralización creciente de las relaciones internacionales (y
nacionales) y una evolución de los principios liberales. Las
reparaciones son, en su opinión positivas no tanto como
salida ”moralmente” apreciable, sino en cuanto proceso de
negociación entre oprimidos y opresores, que permite un
acuerdo sin consenso absoluto sobre una versión única de la
historia68. Aquí, las justificaciones del recurso a las
reparaciones se unen con las de la deliberación disensual
sobre la historia.

Los límites de la “justicia restauradora”


43 La sistematización de una política reparadora no garantiza
una ”salida” de la violencia. Además de los problemas éticos
del ”precio de la sangre” (¿cómo convertir una vida perdida o
destruida en una indemnización?), de la determinación de
los beneficiarios69, de la falta de participación de los
culpables, etc., la práctica de las reparaciones supone una
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reducida a un proceso de victimización. Ahora bien, la
25 de junio de 2018).
voluntad de restaurar la ”dignidad” de las víctimas en cuanto
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tales podría implicar sobre todo una forma de
despolitización de los sucesos Salir pasados; el acento puesto

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sobre el sufrimiento físico y moral desemboca en la


colocación entre paréntesis de la ”causa” defendida por las
”víctimas”; el daño político es convertido en daño moral. Tal
es al menos la lectura efectuada de la política de reparación
por ciertas víctimas o asociaciones de víctimas. Ciertas
víctimas (minoritarias) de la violencia del aparheid, en
África del Sur, han rechazado ese estatus de víctima, y han
optado por el de ”sobreviviente” o el de ”combatiente”70.
Asimismo, las Madres argentinas de la Plaza de Mayo ponen
por delante no su estatus de víctimas, sino de herederas de
una causa que les habrían legado los militantes. De la
filiación reivindicada con un ”desaparecido” combatiente, se
desprende el rechazo a toda indemnización71. Las víctimas, a
veces, se niegan a ser reconocidas como tales, como cuerpos
adoloridos, violentados, pasivos, si no como pobres diablos
que formulan una demanda que no traduce una causa
política, sino una patología: esa representación fantasmática
del ”muerto viviente” que los arrinconaría en un
”funcionamiento delirante”, negación o elaboración
melancólica del duelo, señalada por ciertos psicoanalistas72.
Ellas ven en esta victimización la traducción de la negativa
gubernamental a una lectura política del pasado73.
44 Este rechazo ”radical” no es, en verdad, posición de todas las
víctimas de la violencia de Estado. Se manifiesta
principalmente en situaciones, frecuentes pero particulares,
en que los blancos de la política represiva pertenecían en su
mayoría a minorías militantes74. La negativa a aceptar el
papel moral de víctima se inscribe así en la continuidad de
una reivindicación de la legitimidad de la causa defendida, a
menudo indisociable de las relaciones de fuerza existentes
entre partidos o grupos políticos en el marco de la nueva
democracia. Incluso en este contexto, tal posición es a
menudo minoritaria, ya sea porque otras asociaciones de
víctimas aceptan el principio de las reparaciones, ya sea
porque las Este
mismas asociaciones
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de politización (como consulta nuestra
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ponen en el (actualizada el
mismo plano que una exigencia 25 de junio de 2018). que las llevan a
de ”verdad”,
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un compromiso con el discurso ”moral”. Sin embargo, esta
posición puede tener un alcance más general, que justifique
Salir
que no se la descarte en nombre de la opinión mayoritaria o
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de la actitud ”correcta”. Ella pone en evidencia, en efecto,


algunas de las tensiones propias del proceso de
reconocimiento de la víctima, cuando este se articula con la
producción de una verdad histórica. El desdoblamiento de la
víctima, por una parte, en un cuerpo sufriente o una persona
traumatizada cuya dignidad e inocencia deben ser
reafirmadas; y, por otra, en un actor político comprometido
en la defensa de una causa, cuya legitimidad no debe
discutirse; ese desdoblamiento no es evidente. La
simplificación que implica —pues aparece como la condición
para que todos, cualquiera que sea su opinión política, den
prueba de empatía— no es forzosamente compatible con el
establecimiento de la verdad histórica. El discurso de
reconocimiento bordea, entonces, en los informes de las
comisiones, un relato histórico que pone por delante la
distribución al menos relativa de las responsabilidades en la
violencia, que puede debilitar la lógica de reconocimiento.
Además, lo que está en juego en esta sustitución de la figura
de la víctima, en lugar de la del ”subversivo”, es la
calificación de la violencia: las CVR tratan de obtener que
esta sea reconocida sin que se tome en cuenta su legitimidad.
Pues bien, toda calificación de la violencia implica, de
manera implícita o explícita, una evaluación de su
legitimidad75 .
45 Las políticas inspiradas por el principio de una justicia
restauradora pueden, por lo demás, chocar con las
consecuencias de las limitaciones que pesan sobre la acción
gubernamental, limitaciones de orden financiero, ante todo.
La CVR sudafricana ha elevado su informe al presidente
Mandela en octubre de 1998, pero las reparaciones previstas
todavía no han sido pagadas76. Limitaciones vinculadas, por
otra parte, con la posible insuficiencia de la estigmatización
del culpable, considerada por Tutu como condición para una
reconstrucción de la relación con el pasado. Tal
estigmatización sinutiliza
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recopila ni siquiera
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personales.
Para más información,
Sudáfrica, donde por losfavor, consultaeran
culpables nuestra política dey,privacidad
señalados a veces, (actualizada el
obligados incluso a exponer25 de crímenes.
sus junio de 2018).
Las mayoría de los
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responsables de la represión (y casi todos los altos
responsables) están hoy libres, no porque hayan obtenido
Salir
amnistía, y muchos ni siquiera la han pedido. Ya sea que
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hayan cambiado de oficio, o no, conservan posiciones


confortables, en el seno mismo, a veces, de los nuevos
organismos de seguridad77.
46 La debilidad de esta estigmatización, que debía aliviar la
falta de condena judicial, explica que ciertas asociaciones de
víctimas hayan preferido organizar lo que se podría llamar
verdaderas ”parodias” de justicia, a ejemplo de los escraches
de la asociación de los HIJOS (hijos de los desaparecidos)
argentinos o de su equivalente chileno (las funas). Los
escraches son reuniones o plantones ante los domicilios
privados de los antiguos responsables de la represión, ante
sus sitios de trabajo, y, a veces, ante los antiguos centros de
detención y de tortura. El sitio donde vive el ”genocida” es
marcado con harina, huevos, pintura negra y roja sangre; el
vecindario y los comerciantes del barrio son invitados a no
mantener más relaciones con los verdugos. En Sudáfrica
misma, donde, sin embargo, los llamados a la reconciliación
lanzados sobre todo por D. Tutu parecen haber encontrado
una acogida mayor, el principio de justicia restauradora
podría no haber tenido el éxito esperado: si se revisan las
conclusiones de la investigación llevada a cabo por R.
Wilson, es el principio de la justicia retributiva que continúa
siendo allí plebiscitado78.
47 Son interesantes los argumentos que hacen de las CVR ya no
una solución ”a falta de”, sino una modalidad de salida de la
violencia, que permite una deliberación democrática sobre la
historia y la invención de una justicia restauradora que
contribuya a un disenso razonable. Las CVR son, sin duda, la
manera ”menos mala” de salir de la violencia, en espera de
una (improbable) justicia internacional. ¿Son, por ello, estos
rituales ejemplos de una democracia liberal procedimental,
dignas de ser imitadas por todos los países que se ven
confrontados de modo intermitente con las resurgencias de
un pasado violento? ¿Constituyen esa ”tercera vía” entre una
justicia punitiva con
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y convencer a los (actualizada el
culpables a reconocer los hechos? 25 de junio de 2018).
Nada menos seguro si se
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observa la situación en los tres países en donde las
comisiones, no obstante, han trabajado bien: no se ha
Salir
constatado nada comparable a un disenso razonado, y por lo
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tanto dialogado, entre víctimas y culpables. Nada indica,


asimismo, que el reclamo de justicia expresada por casi la
totalidad de las víctimas haya sido satisfecha por la
cuasijusticia de las CVR: en Argentina y en Chile, la
tenacidad de las asociaciones de víctimas y de ciertos
magistrados ha provocado, desde mediados de la década de
1990, un aumento de los procesamientos judiciales. En
Sudáfrica, el rigor con el cual el Comité de Amnistía ha
desempeñado su tarea y el escaso número de pedidos de
amnistía por parte de los principales responsables de la
violencia (responsables del régimen de apartheid, pero
también responsables de la ANC y de la IFP) hacen posible
un aumento semejante. El gobierno sudafricano consideraría
actualmente aprobar una ley de amnistía general.
48 Las CVR son la traducción de un voluntarismo político frente
al dilema de la justicia, y a veces incluso de una auténtica
”buena voluntad” que transe con la política amnistiadora
tradicionalmente realizada (por ejemplo, en la Francia
posterior a la guerra de Argelia). Pero estas experiencias, al
menos si se las considera a partir de las justificaciones de
que son objeto, tropiezan quizá con el carácter insoluble del
problema de una violencia ”imperdonable” que se resiste
incluso al desgaste temporal. Tropiezan también con la
ambigüedad de las miras gubernamentales que, incluso
cuando los gobiernos democráticos se preocupan por
reconocer y obtener el reconocimiento público de la
violencia de Estado, desembocan en relatos históricos
consensuales y unívocos, y que, incluso cuando están
deseosos de devolver a las víctimas su ”dignidad”, se
someten al poder de los que dejan el gobierno.

Notas
1. La autora utiliza aquí el concepto de ”disenso”, y sus derivados, para
significar una pluralidad articulada, de opiniones, discursos y narrativas,
ubicada en un campo
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discusión, y no
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2. Agradezco calurosamente a todos 25 delos
junio de 2018). del coloquio que
organizadores
Al acceder
se ha realizado del 25 al 27 de anoviembre
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Lima, bajo el título
de ”Para no silenciar el pasado. Memoria y violencia en el mundo
contemporáneo”, y muy particularmente Salira Raynald Belay y Jorge
Bracamonte. Les agradezco, entre otras cosas, por haberme dado la
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ocasión de encontrar personas amables, franceses (Yves Michaud, Olivier


Mongin, Jean-Louis Déotte), peruanos (Rolando Ames Cobián), o de
orígenes o experiencias demasiado complejas para ubicarlos (Patricia
Valdez o Efraín Kristal). Agradezco, en fin, a José Burneo, por haberme
inducido a respetar más el imperativo pedagógico.
3. El término de memoria es empleado aquí en el sentido metafórico: no
se trata ni de una memoria (el recuerdo de sucesos vividos) ni de una
representación del pasado unánimemente compartida.
4. Si no se retienen más que las que ha suscitado la memoria de la
Shoah, se pueden dar tres ejemplos. El 8 de mayo de 1985, el presidente
de la RFA, Richard von Weiszäcker, invitaba a los alemanes a ”asumir la
responsabilidad de los crímenes que han sido cometidos en nombre de
Alemania”. En mayo de 1991, el presidente polaco Lech Walesa se
disculpaba, en la tribuna de la Knesset israelí, en nombre de sus
conciudadanos que habían causado daños a los judíos durante la
Segunda Guerra Mundial. Y, el 16 de julio de 1995, el presidente francés
Jacques Chirac reconocía la responsabilidad del Estado en las
deportaciones de judíos.
5. Cualquiera que sea la ”naturaleza” de estos excesos. En marzo de 1997,
Bill Clinton presentó excusas oficiales a las familias de las dieciocho
personas a las que se había inyectado plutonio en los años 1940 y 1950;
en junio del mismo año, Tony Blair, Primer Ministro británico, reconocía
que Gran Bretaña había ”abandonado” a los irlandeses durante la Gran
Hambruna de 1845-1849. En el otoño de 2000, los principales periódicos
franceses han acogido el testimonio de una militante del FLN torturada
por militares franceses durante la guerra de Argelia, y se suscitó un
debate sobre la necesidad de un ”arrepentimiento” del Estado por el
recurso sistemático a la tortura y a las ejecuciones sumarias por el
ejército francés (con la aprobación de los gobiernos), cuarenta años
después de los hechos.
6. Si uno se atiene a las cifras dadas por los especialistas, sin interrogarse
sobre lo que se entiende en estas encuestas por la categoría de
democracia, se registraban, en 1995, 118 democracias, contra 40 en 1975.
Cf. Larry Diamond, Marc F. Plattner, Yun-han Chu y Hungmao Tien
(eds.), Consolidating the Third Wave Democracies xii I. Themes and
Perspectives, 1997, Washington, D. C.: The Johns Hopkins University
Press, p. xii-xlvii. Tomo en préstamo el término ”olas” a Samuel
Huntington, sin importar con él ni el marco analítico ni la idea de una
homogeneidad de cada ”ola” que el término presupone. Ver Samuel P.
Huntington, Este sitio utiliza
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Late personales.
Twentieth
Para más información,
Century, 1991, Norman poryfavor, consulta
Londres: nuestra
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Oklahomade privacidad (actualizada el
Press.
25 de junio de 2018).
7. Incluso si las primeras tentativas no han dado resultados probatorios
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hasta hoy.
8. Sin que se pueda decir con seguridad si estos mecanismos nacionales
Salir
entrarán en competencia o completarán un futuro tribunal penal
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internacional. Cuando se apoyan en modalidades no judiciales de


resolución del conflicto —lo cual, como se verá, es casi siempre el caso—,
estos dispositivos pueden no ser compatibles con procesos penales
internacionales. Sin embargo, el principio de complementariedad que
rige el funcionamiento de la Corte Penal Internacional, así como el
artículo 53 82c (que da al procurador la facultad de no abrir una
investigación ”porque procesar no serviría a los intereses de la justicia si
se tiene en cuenta todas las circunstancias”) permiten suspender al
menos provisionalmente los procesos cuando se considera eficaz a una
comisión de la verdad.
9. O, más raramente, por regímenes autoritarios, a veces aquellos que
eran responsables de la violencia política (como en Uganda en 1974).
10. Tales movilizaciones son, en efecto, variables: mientras que el
desmantelamiento del régimen de apartheid ha sido en parte
consecuencia de la acción de los civics (es decir, de asociaciones que
organizaban las movilizaciones de masa), las asociaciones de víctimas
(como la red Khulumani) han sido poco numerosas y han ejercicido una
influencia bastante reducida sobre el trabajo de la Comisión de la Verdad
y Reconciliación; en Chile y en Argentina, por el contrario, ciertas
víctimas se han organizado precozmente en asociaciones y han seguido
de cerca las ”políticas de justicia” aplicadas por los gobiernos
democráticos.
11. Las prácticas represivas han conocido fuertes variaciones de un
régimen autoritario a otro. Para no citar más que una distinción clásica
—por lo demás más ”parlante” que convincente—, se puede oponer, por
ejemplo, como hace Tina Rosenberg (The Haunted Land: Facing
Europa’s Ghosts after Communism, New York, Random House, 1995),
los ”regímenes criminales” de Europa del Este y los ”regímenes de
criminales” del cono sur latinoamericano.
12. Es el caso de la Truth and Reconciliation Commission sudafricana —
de la cual se hablará má adelamte—, que estaba dotada de poderes de
investigación, podía obligar a los testigos a comparece, y, sobre todo,
decidía discrecionalmente la concesión de amnistía.
13. Ciertas comisiones han sido establecidas conjuntamente por las
autoridades nacionales e internacionales, y/o se han apoyado en
personal procedente en parte de instituciones y organizaciones
internacionales de defensa de los derechos del hombre (por ejemplo, en
El Salvador).
14. La CONADEP
Este sitioregistraba, en yun
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recopila provisional,
algunos 8 960
datos personales.
desaparecidos,
Para mientras
más información, que consulta
por favor, las asociaciones de familiares
nuestra política de los (actualizada el
de privacidad
”desaparecidos” (más precisamente 25 delas Madres
junio de la Plaza de Mayo)
de 2018).
reivindicaban hastaAl30acceder
000. Siabien
este no se aceptas
sitio, disponeeldeuso
unadecifra segura, se
cookies.
estima que el número de los ”desaparecidos” sería de 11 000 a 15 000.
Salir de abogados y de juristas,
15. Sobre estas movilizaciones trasnacionales
sobre todo en favor de los derechos del hombre, ver de Austin Saray y
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Suart A. Scheingold (eds.), Cause Lawyering and the State in a Global


Era, 2001, New York: Oxford University Press.
16. Para retomar un término empleado corrientemente por los
especialistas de la ”transición a la democracia”.
17. Según la expresión utilizada por el presidente Alwyn, primer
presidente chileno democráticamente elegido después del régimen
autoritario. El Mercurio, 8 de junio de 1992.
18. Sobre estas concepciones divergentes de la justicia de transición, ver
mi libro Politiques du Pardon, 2002, París: PUF, cap. 2. A manera de
ejemplo del punto de vista del especialista del derecho internacional, ver
de Naomi Roht-Arriaza, Impunity and Human Rights in International
Law and Practice, 1995, New York: Oxford University Press y, para una
demostración del pragmatismo de los politólogos, ver de Joseph M.
Colomer, ”Venganza democrática o reconciliación”, Claves de razón
práctica, 60, marzo de 1996, pp. 22-30, y Samuel P. Huntington, The
Third Wave, op. cit., cap. 5.
19. Perspectiva crítica evocada, sobre la base de elementos a menudo
ilustrativos por otra parte, por Richard Wilson, The Politics of Truth and
Reconciliation in South Africa, Legitimizing the Post-Apartheid State,
2001, Cambridge University Press.
20. Ver de Pierre Bourdieu, Méditations pascaliennes, 1997, París: Le
Seuil (Liber).
21. Estas leyes y decretos han sido adoptados después de que la
CONADEP presentó su informe, así que esta ha trabajado
independientemente de la restricción de los procesamientos. La ”política
de justicia” en la que aquella se inscribía estaba, sin embargo, desde un
principio, concebida en la perspectiva de tal limitación. En un discurso
del 30 de septiembre de 1983 el primer presidente democráticamente
elegido, R. Alfonsín, distinguía, en efecto, tres niveles de
responsabilidad: a) los que, contraviniendo los principios éticos
fundamentales y las reglas jurídicas vigentes, habían concebido los
métodos de represión y habían dado las órdenes con el fin de aplicarlos;
b) los que, acatando o no tales órdenes, habían cometido ”atrocides o
hechos aberrantes”; y c)aquellos que, en un clima general de confusión y
de opresión, habían obedecido órdenes de superiores sin hacerse
culpables de las atrocidades o de ”aberraciones”. De este discurso de
campaña, se desprendían lógicamente exenciones de responsabilidad.
22. Esta precaución apunta a tomar distancias en relación con las
justificacionesEste sitio utiliza
”guerreras” de cookies y recopila
sus inciativas algunospor
represivas datos personales.
buen número
Para
de más información,
responsables por regímenes
de los favor, consulta nuestra política
autoritarios: la lógicadedeprivacidad
la ”guerra (actualizada el
antisubversiva” consiste en dar a 25 losde junio de 2018).
”subversivos” un estatus de enemigo
por el mismo motivo Alque
acceder
el quea este sitio, aceptas
se asigna el usoextranjero
a un ejército de cookies.en una
guerra tradicional entre estados; esta calificación permite, después del
cambio político, justificar el rechazo de todoSalirprocesamiento penal. Ahora
bien, este ”enemigo” dispone muy rara vez de una fuerza equivalente;
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por añadidura, la represión se prolonga con frecuencia después de que el


objetivo ha sido vencido.
23. Para retomar una noción utilizada con frecuencia por los
especialistas de las transiciones a la democracia.
24. Samuel P. Huntington, The Third Wave, op. cit., cap. 3.
25. Para el primero, el no racialismo, un Estado unitario y una economía
mixta; para otro, un sistema federal que da un derecho de veto a las
minorías más o menos voluntariamente constituidas y que impone
decisiones consensuales y una economía liberal.
26. Las cortes supremas han reconocido, con frecuencia, la
constitucionalidad de las leyes de amnistía ”soberanas” (Chile, Sudáfrica,
Salvador, Guatemala, o incluso el Perú en el caso de la ley de junio de
1995), apoyándose a veces en las disposiciones de las convenciones
internacionales (como el Protocolo II de las convenciones de Ginebra, de
las cuales el artículo 6(5) permite a las autoridades nacionales conceder
”la más amplia amnistía posible” después de un conflicto interno). Ver
sobre este punto, de Naomi Roht-Arriaza y Lauren Gibson ”The
Developing Jurisprudence on Amnesty”. En: Human Rights Quarterly,
vol. 20, N°. 4, noviembre de 1998, pp. 843-885.
27. Según este principio un cambio de régimen (al contrario de una
transformación del territorio) no afecta en nada las obligaciones del
Estado, ni la continuidad del orden jurídico.
28. Es decir, una forma de ”lustración” —los responsables de la violencia
son apartados provisional o definitivamente del servicio público— que
fue también un referente en Europa del Este.
29. No obstante, se pueden señalar algunas manifestaciones de un
”fatalismo” de las víctimas considerando, a ejemplo de ciertas familias de
víctimas del aparheid en Sudáfrica, que la justicia no está a su alcance.
Ver de David Goodman, ”Why Killers Should Go Free; Lessons from
South Africa”. En: The Washington Quarterly, primavera 1999, pp. 173-
174.
30. En contra de aquellos que no habrían satisfecho las condiciones para
la amnistía, o de aquellos que no habrían juzgado conveniente —y son
numerosos— solicitarla. Notemos que el Comité de Amnistía (actuando
en el seno de la CVR) ha debido examinar un gran número de
candidaturas presentadas por invidividuos anteriormente condenados
por la justicia penal (de los más o menos 3 000 candidatos registrados a
fines de septiembre de 1996, el 90% de ellos se hallaban presos, según
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Kenneth Christie, The South African Truth Commission, Londres, New
Para más información, por favor, consulta nuestra política de privacidad (actualizada el
York, Macmillan/St. Martin’s Press, 2000, p. 125). Se podría deducir de
25 de junio de 2018).
ello que el trabajo de la CVR se ha desarrollado cuando ya se había
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pronunciado la justicia, o que lo sería para los casos restantes. Sin
embargo, la mayoría de los altos responsables de la política represiva
bajo el régimen de apartheid ni han sido Salir
inquietados por la justicia ni

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han pedido amnistía; es poco probable que sean procesados alguna vez:
las negociaciones entre el gobierno (principalmente compuesto por
miembros de la ANC), el IFP (partido zulú dirigido por Mangosuthu
Buthelezi, cuyos miembros están ampliamente comprometidos en la
violencia política) y los antiguos militantes del apartheid estarían hoy en
el curso de adopción de una amnistía general. Cf. ”We Have Never Said
There Will Be Amnesty”. En: Weekly Mail and Guardian, 22 de febrero
de 2003.
31. Citado por Sophie Pons, Apartheid, L’aveu et le pardon, 2000, París:
Bayard, pp. 191-192. O también: ”este asunto del perdón es del ámbito de
la Realpolitik. No es solo algo que se ubica en el ámbito de la religion o
de lo espiritual”, citado por Lynn S. Graybill, ”South Africa’s Truth and
Reconciliation Commission: Ethical and Theological Perspectives”. En:
Ethics and International Affairs, N° 12, 1998, p. 62.
32. El Dios y la nación de la Doctrina de la seguridad nacional o del
aparheid, pero también una voluntad general independiente de su
traducción electoral.
33. Truth and Reconciliation Commission/Department of Justice, Truth
and Reconciliation Commission of South Africa Report, Londres,
Macmillan Reference/New York, Grove’s Dictionaries, 1999, vol. 1, cap.
1, parágrafo 29 y ss.
34. Los inspiradores pueden ser aquí Charles Taylor (promotor de una
”ética del derecho más bien que del bien”, así como de una ”política de
reconocimiento”, ver de Charles Taylor, Philosophical Arguments,
Cambridge, Harvard University Press, 1995, p. 186, y The Politic of
Recognition in Multiculturalism. Examining the Politics of Recognition,
Stanford, Stanford University Press, 1994) o Jürgen Habermas, con el
modelo del ”patriotismo constitucional”. En este modelo, ”la nación de
ciudadanos no extrae su identidad de algunas propiedades étnicas y
culturales comunes, sino más de la praxis de los ciudadanos que ejercen
activamente sus derechos cívicos. En estas circunstancias, la tradición
(strand) republicana de la ”ciudadanía” se separa completamente de la
idea de una pertenencia a una comunidad prepolítica fundada sobre todo
sobre la descendencia, una tradición compartida y un lenguaje común. J.
Habermas, ”Citizenship and National Identity: Some Reflections on the
Future of Europe”. En: Praxis international, vol. 12, N°. 2, 1992, p. 3.
35. Sobre la adopción, a título de referente mayor, del modelo del
patriotismo constitucional en África del Sur, ver de Ian Liebenberg y
Pieter Duvenage, ”Can the Deep Political Divisions of South African
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Society Be Healed? A Political Perspective”. En: Politieia, vol. 15, N°. 1,
Para más información, por favor, consulta nuestra política de privacidad (actualizada el
1996,pp.48-64. Ver la crítica al establecimiento de este modelo por
25 de junio de 2018).
Richard Wilson, op. cit.
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36. Para retomar una expresión ampliamente utilizada en los Estados
Unidos, y en primer término por la Corte Suprema, en el marco del
Salir
debate sobre la discriminación positiva.
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37. No se trata de que estas identidades deban desaparecer. Al contrario,


se ven legitimadas por el reconocimiento del estatus de víctimas de los
grupos que son sus portadores. Pero deben ser compatibles con un relato
compartido por todos, fundado sobre una comunidad de derechos.
38. Dos de los miembros de la Comisión Rettig eran así considerados
próximos a la derecha, incluso al régimen militar: Gonzalo Vial Correa,
Ministro de Educación en 1979, y Ricardo Martín Díaz, antiguo miembro
de la Corte Suprema bajo el régimen militar y senador designado a partir
de marzo de 1990. En Sudáfrica, Chris de Jager tenía reputación de
representar a la extrema derecha blanca. En Argentina, el proceso de
selección de miembros de la CONADEP preveía una representación
partidaria directa.
39. A la manera del general de Gaulle, autorizando, en Francia, una
legitimidad irreductible a la sanción electoral para abolir la legislación
del régimen de Vichy al acabar la Segunda Guerra Mundial, contra los
principios generales de derecho.
40. New Brunswick y Londres, Transaction Publishers, 1997.
41. Es necesario, antes de que yo presente rápidamente estas tesis, que
confiese haber forzado un poco el manejo que hago de ellas. Su obra
trata, en efecto, no sobre las CVR, sino sobre los procesos penales en las
situaciones de democratización: su objetivo es, pues, demostrar el interés
de los procesamientos judiciales después de las ”masacres
administrativas” (una ”violación a gran escala de los derechos del
hombre fundamentales para la vida y la libertad por el Estado central, de
una manera sistemática y organizada, a menudo contra sus propios
ciudadanos, generalmente en un clima de guerra —civil o internacional,
real o imaginada—”). Se opone, en este plano, a ciertos liberales
”pragmáticos” que prescriben la renuncia a los procesamientos
criminales en nombre del consenso democrático (sobre todo Stephen
Holmes, autor de un artículo sobre la función positiva del olvido en las
sociedades liberales. ”Gag rules or the politics of omission”, pp. 19-58, en
Jon Elster y Rune Slagstad (eds.), Constitutionalism and Democracy,
Cambridge, Cambridge University Press, 1988). Pero me parece que sus
conclusiones valen más para la experiencia de las CVR que para
hipotéticos procesos penales, y ello por tres razones. Para comenzar,
porque su reflexión no consiste tanto en un estudio de los efectos
constatados de los procesos, sino en un ensayo sobre los efectos que
podrían tener los mismos si fueran llevados a cabo correctamente. Y por
una razón: si se dejan de lado las posguerras caracterizadas por el
Este”justicia
ejercicio de una sitio utiliza cookies y recopila
del vencedor”, algunos
la mayoría datos
de las personales.
transiciones a
Para más información,
la democracia por favor,
no recurre a la consulta nuestraLuego,
justicia penal. política de privacidad
porque los pocos (actualizada el
ejemplos que da (el juicio de las25 de junio
juntas de 2018).
en 1985 en Argentina, así como
casos secundarios —losAl acceder
juiciosa este sitio, aceptas
de Nuremberg el uso
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Tokio, los de Klaus
Barbie y Paul Touvier en Francia, y el de Eichmann en Israel—, así como
algunas alusiones al proceso de los dictadoresSalir sudcoreanos en 1996,
incluso a los procesamientos por parte de los Tribunales penales
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internacionales) son objeto de una reconstrucción selectiva: el proceso


de las juntas no es, a mi modo de ver, disociable de la CONADEP y de las
”amnistías” e indultos posteriores, por ejemplo. Finalmente, porque si
escoge la solución de los procesos criminales, deja de lado por completo
el aspecto de justicia punitiva; sin embargo, central. Sus hipótesis están,
pues, cercanas a las de un jurista como Jaime Malamud-Goti, o de un
teólogo como Desmond Tutu, los cuales centran sus aproximaciones a las
políticas de justicia en la idea de una justicia diferente de la punitiva (se
volverá sobre ello), y análisis que (como los de Tina Rosenberg sobre
Europa del Este, o los de especialistas en las transiciones democráticas)
plantean que el imperativo, en estos contextos de salida de la violencia,
es más el de la ”verdad” que el de la justicia en su sentido ordinario (es
decir, la que culmina en sanciones). Osiel examina, en efecto, los
procesos penales, no desde el punto de vista de los problemas jurídicos
clásicos de la retribución (¿cuáles son las penas merecidas?) y de la
disuasión, sino desde el punto de vista de sus funciones de reescritura de
la historia y de deliberación sobre los fundamentos y fines de la
comunidad democrática. ¡Hay, pues, en los análisis de Osiel, una
formalización de las justificaciones corrientes del trabajo de las CVR!
42. Ver Le Différend, 1983, París: Éditions de Minuit, sobre todo las pp.
9 y 29.
43. Y sobre todo en cuanto él considera que la vía judicial debe ser
adoptada precisamente porque el derecho penal fija reglas de juego que
permiten manejar lo que está en juego en la justicia sin tener que
interrogarse sobre las razones de hacerlo y, por lo tanto, sin derivar a un
debate sin fin sobre los temas mismos de este.
44. En calidad de testigos que contribuyen discretamente a la
reconstrucción de los hechos, en Argentina y Chile; y en calidad de
expositores públicos, en el caso de la CVR sudafricana.
45. La elección de las competencias pertinentes varía de una comisión a
otra: abogados, trabajadores sociales y profesiones médicas predominan
en el TRC sudafricano (catorce de los diecisiete miembros inicialmente
nombrados), mientras que la CONADEP y la Comisión Rettig han
privilegiado a juristas y profesores universitarios (cinco juristas y un
historiador en la Comisión Rettig).
46. Los miembros de la Comisión sobre las Violaciones de los Derechos
Humanos agradecía sistemáticamente a las víctimas escuchadas por la
TRC sudafricana, insistiendo en el reconocimiento de sus sufrimientos y
la contribución de sus muertos a la mejora del país. Este diálogo y
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emoción debían ser facilitados por la permanente presencia de un
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discurso y un ritual religioso: ”Las observaciones introductorias del
25 de junio de 2018).
presidente eran a menudo precedidas por una plegaria, se encendía una
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vela conmemorativa, se entonaban himnos y canciones. Cuando el
arzobispo Desmond Tutu presidía, vestía su túnica púrpura... Con
ocasión de las últimas audiencias, cuando Salir
él no se hallaba presente, otros

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dignatarios religiosos eran invitados a menudo a rezar. Con frecuencia,


también, grupos comunitarios locales cantaban canciones y organizaban
una ceremonia”, Truth and Reconciliation Commission of South Africa
Report, op. cit., V, 110.
47. Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, Report of the Chilean
National Commission on Truth and Reconciliation, Notre Dame
(Indiana), University of Notre Dame Press/Center for Civil and Human
Rights, 1993, 2 vols., pp. 777-836.
48. Truth and Reconciliation Commission/Department of Justice, Truth
and Reconciliation Commission of South Africa Report, op. cit., cap. 7,
párrafo 51.
49. Regla epistemológica que implica una posición particular en relación
con los relatos de los sufrimientos: el cuestionamiento por el
investigador del carácter espontáneo y gratuito de las emociones, en
provecho de un desvelamiento de las estrategias racionales que
contienen. Ver la crítica que hace de esta regla Luc Boltanski en La
Souffrance à distance. Monde humanitaire, médias et politique, 1993,
París: Métailié, pp. 127-128. Ver también al respecto mi artículo ”La
‘justa distancia’ frente a la violencia”. En: Revista internacional de
ciencias sociales, N°.174, 2002 (ver versión en castellano). La regla del
distanciamiento se ve, a veces, reforzada por una relación particular con
la historia, bajo la forma de una desconfianza frente a las estrategias de
”victimización”, ya se trate de denunciar la ”dictadura del testimonio” (S.
Audoin-Rouzeau y A. Becker, 14-18, Retrouver la Guerre, 2000, París:
Gallimard, p. 52) o los ”abusos de la memoria”, o de construir el perfil de
la ”buena víctima”, la que supera su sufrimiento singular para ascender a
un plano general (T. Todorov, ”La mémoire et ses abus”. En: Esprit, N°.
42, 1993, pp. 34-44).
50. La cual puede exigir, por ejemplo, dar prueba de ”comprensión”
frente a los culpables para captar sus motivaciones, como cuando la TRC
los consideraba ”individuos multidimensionales y complejos, en lugar de
definirlos simplemente como autores de actos horribles”. Truth and
Reconciliation Commission/Department of Justice, Truth and
Reconciliation Commission of South Africa Report, op. cit., vol. 5, cap.
7-2.
51. The Politics of Truth and reconciliation in South Africa, op. cit.
52. De las tres comisiones estudiadas aquí, solo la CONADEP argentina
debía, según el decreto del presidente Alfonsín, quien la creó (el 15 de
diciembre de Este
1983), estar
sitio integrada
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y recopila ”reconocidos”
algunos datos y
personales.
otros
Para másseis miembrospor
información, seleccionados
favor, consulta por las dos
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política Solo tres (actualizada el
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diputados de la Unión Cívica Radical, por entonces
25 de junio de 2018).en el poder, fueron
nombrados por la Cámara de Diputados.
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53. Cf. nota 37 supra.
Salir
54. Sobre este punto, ver mi libro Politique du pardon, op. cit., cap. 6.

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55. Como la Ley de Pacificación Nacional de la última junta chilena o el


decreto-ley de amnistía chileno de 1978.
56. Los regímenes autoritarios justificaban sus prácticas represivas por
la necesidad de salvaguardar la unidad de la comunidad, garantizada por
fundamentos trascendentes (Dios, la patria, etc.).
57. ”Las fuerzas armadas han respondido a los delitos de los terroristas
con un terrorismo infinitamente peor que el que ellas combatían, porque
a partir del 24 de marzo de 1976 disponían del poder del Estado
absoluto”, Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, Nunca
más. Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, Buenos
Aires, Eudeba, 1984, p. 10 (subrayo). De la misma manera, la Comisión
Rettig ponía el acento en su informe sobre la responsabilidad primera de
las Fuerzas Armadas y del Estado, pero imputaba al gobierno de Allende
una parte de la responsabilidad de la polarización política: ”existía un
clima objetivamente propicio para la guerra civil”, pero que había
desaparecido inmediatamente después del golpe de Estado. Se debe
notar que la coincidencia parcial entre discursos gubernamentales y
relatos de las comisiones no equivale a afirmar que estas han asumido
por su parte versiones discutibles de la historia. Las fronteras entre
balance histórico riguroso y matizado, de una parte, y el hecho de poner
en un pie de igualdad con fines políticos, de otra, son porosas. Pero al
menos se puede registrar por esa vía uno de los efectos de la búsqueda de
consenso que caracteriza el trabajo de las CVR, tanto entre sus miembros
como la escala de la sociedad.
58. Cf. infra.
59. Por más del 66% de la población, pero solamente 36% de blancos y
45% de mestizos.
60. Para el 73% de los entrevistados, pero 34% de blancos y 48% de
mestizos.
61. Nicole Loraux, La Cité divisée. L’oubli dans la mémoire d’Athènes,
1997, París: Payot & Rivages.
62. ” [Los marxistas] dicen que teníamos la DINA, la CNI... Los otros,
¿no hacían nada? ¿Eran tan inocentes como blancas palomas, niños de
primera comunión?”. A. Pinochet. En: Raquel Correa y Elizabeth
Subercaseaux, Ego sum, 1996, Santiago: Planeta, p. 139.
63. Ver nota 48 supra. Se vuelve a encontrar esta desconfianza frente a
la victimización entre los defensores del principio del disenso liberal.
Osiel, sobre todo, hace una fuerte crítica de la instrumentalización por
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las Madres argentinas de la Plaza de Mayo de una2 ”deuda” con los
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muertos. Mass Atrocity..., op. cit.
25 de junio de 2018).
64. Estos principios comunes aproximan dispositivos
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muy diferentes. En Argentina, la política de reparaciones ha sido
establecida muy progresivamente por los gobiernos sucesivos, en parte
Salir
bajo la presión de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos y
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de los tribunales. Una ley de 1991 ha permitido la indemnización a


aquellos que, durante el estado de sitio, habían sido puestos a
disposición del Ejecutivo, o aquellos que, civiles, habían sido detenidos
por decisión de los tribunales militares (1/30 de la remuneración
mensual de la más alta categoría salarial de la administración pública
civil, por cada día de detención). Dos leyes de 1994 han establecido un
procedimiento de declaración de ”ausencia por desaparición forzada” y
de concesión de compensaciones a los derechohabientes de los
”desaparecidos”. En Chile, la Corporación Nacional de Reparación y
Reconciliación, que ha sucedido en 1992 a la Comisión Rettig, ha sido la
encargada de asignar a las familias de los ”desaparecidos” una pensión
mensual de más o menos 400 euros, prestaciones médicas y becas de
enseñanza. Los hijos de los ”desaparecidos” tenían la posibilidad de
obtener una exención del servicio militar. En África del Sur, la CVR ha
recomendado, además de reparaciones simbólicas, la entrega urgente de
sumas y pensiones mensuales pagadas a lo largo de seis años (de un
monto máximo de 23 023 rands por familia —$1= 6,3 rands—). Estas
pensiones todavía no han sido pagadas.
65. Cf. Jaime Malamud, en: Naomi Roht-Arriaza, (ed.), Impunity and
Human Rights in International Law and Practice, 1995, New York y
Oxford: Oxford University Press.
66. D. Tutu, en: ”Pas d’amnistie sans vérité”, Esprit, diciembre de 1997,
pp. 65-66. Notemos que esta investigación de un principio de justicia,
además de la tradicional justiciasanción, puede ser vinculada con la
reflexión de ciertos filósofos (como H. Arendt, P. Ricoeur, E. Lévinas, J.
Derrida) al reflexionar en un modelo de justicia fundada sobre la figura
del perdón según la Shoah. Ver mi libro Politiques du pardon, op. cit.,
2002, pp. 184-194.
67. Norton & Co, 2000.
68. Barkan señala, sin embargo, sus posibles límites: la práctica de las
reparaciones sería inaplicable a ciertos casos (el litigio relativo a la
esclavitud de los negros en los Estados Unidos, por ejemplo, si se tiene
en cuenta el tiempo transcurrido y las desmesuradas reivindicaciones en
que podría desembocar) y ella podría tender a perpetuar una ”identidad
de víctima”.
69. Al centrarse solo en los crímenes graves, violencias físicas a
militantes individualizados, la TRC habría dejado de lado, por ejemplo,
según algunos de sus críticos, las características específicas de la
opresión estructural que representaba el aparheid: las detenciones sin
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proceso, las leyes relativas a los pass, la segregación racial en los lugares
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públicos, los desplazamientos forzados, las políticas de educación
25 de junio de 2018).
”bantús”, la proscripción de contactos interraciales, etc. En suma, toda la
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violencia legalmente instituida por el régimen, todo lo que pertenecía a la
aplicación cotidiana y banal de las leyes de separación, era, por todo ello,
implícitamente considerado como un ”mal Salir
menor”. La distribución de las

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responsabilidades que se desprendían de esta jerarquización de los


crímenes ha sido simétricamente denunciada: las víctimas eran los
muertos y sus deudos, y no la mayoría desposeída; los culpables eran los
agentes de la represión, y no los ”beneficiarios” del apartheid, esos
blancos que, sin haber deseado la represión, sin tener por tanto otra
responsabilidad que una de orden pasivo, se habían beneficiado con el
régimen del apartheid.
70. Ver el testimonio de Michael Lapsley (mutilado como resultado de
una agresión organizada por las fuerzas de seguridad sudafricanas) ante
la CVR en Kimberley, el 10 de junio de 1996: ”Fue entonces que
comprendí que yo estaba lleno de odio, de amargura, de autocompasión
y de deseo de venganza... Ahora no soy sólo un sobreviviente sino un
vencedor, pues he vencido ese sentimiento de odio y de muerte”, citado
por S. Pons, Apartheid. L’aveu et le pardon, op. cit., p. 15. El mismo
hombre afirmaba: ”Yo no me considero una víctima, sino un
sobreviviente del apartheid”, citado por A. Krog, Country of My Skull,
Londres, Jonathan Cape, 1998, p. 133. Otros miembros de las
organizaciones anti-apartheid han alegado su estatus de combatientes,
incompatible con la victimización.
71. ”Las Madres de Plaza de Mayo sabemos que nuestros hijos no están
muertos; ellos viven en la lucha, los sueños y el compromiso
revolucionario de otros jóvenes... rechazamos las exhumaciones porque
nuestros hijos no son cadáveres. Nuestros hijos han desaparecido
físicamente, pero viven en la lucha, los ideales y el compromiso de
aquellos que luchan por la justicia y la liberación de sus pueblos. Los
restos de nuestros hijos deben permanecer donde han caído. No puede
haber tumba que encierre a un revolucionario... Rechazamos la
reparación económica y decimos que la vida solo vale vida. Que la vida
solo vale algo cuando la ponemos al servicio del otro... Los que cobran
[las reparaciones económicas] se prostituyen. Rechazamos placas y
monumentos porque ello equivale a enterrar a los muertos. El único
homenaje posible es alzar la bandera de lucha y continuar el camino”.
”Nuestras consignas”, sitio Internet (http://www.madres.org), s. f.
72. Cf. Julia Braun de Dunayevich y María Lucila Pelento, pp. 86-104,
en: Janine Puget (et al.), Violence d’État et psychanalyse, 1989, Paris:
Dunod. Sobre este tema, ver también de Judith Zur, ”The Psychological
Effects of Impunity: The Language of Denial”, en: Rachel Sieder,
Impunity in Latin America, Londres, Institute of Latin American
Studies, 1995, pp. 57-72, y Diana Kordon (et al.), La Impunidad. Una
perspectiva Este
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1995, Buenos Aires:personales.
algunos datos Editorial
Sudamericana.
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73. Una lectura del pasado 25 endetérminos
junio de 2018).
de victimización y el
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otro efecto
perverso: el relato simplificador que imponen, cuando la víctima puede
ser también culpable (la ANC en África Salir
del Sur) o cuando ella se percibe

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como tal (ver de Gillian Slovo, Poussière rouge, 2001, París: Christian-
Bourgeois).
74. Es particularmente claro en Chile, donde, de las 3 197 víctimas (de
todos los campos) registradas por la Comisión Rettig y la Corporación
que le ha sucedido, 1 473 tenían una filiación política conocida (1 349
pertenecían al PS, al MIR o al PC).
75. Ver de Yves Michaud, Violence et politique, 1978, París: Gallimard,
pp. 14-22.
76. De los 2 520 000 000 rands necesarios para el pago de una
indemnización promedio de 20 000 rands anuales por persona durante
seis años (para un total aproximado de 21 000 personas), se aprobó un
presupuesto de 824 millones y 42 millones fueron pagados bajo la forma
de reparaciones provisionales: 1 654 000 000 rands debían ser aún
financiados. Se han efectuado llamados a las empresas y a la sociedad
civil.
77. Es el caso de Brood van Heerden y Dick Coetzee, antiguos miembros
del Vlakplaas (una unidad de represión entre las más activas), que han
sido reclutados por la nueva agencia de espionaje (NIA), o incluso de
Jeffrey Benzien, miembro de un escuadrón antiterrorista, célebre por
haber efectuado una demostración de las técnicas de tortura ante la
Comisión, que trabaja aún en la Policía, junto a algunas de sus antiguas
víctimas.
78. The Politics of Truth and Reconciliation in South Africa, op. cit. R.
Wilson formula otra crítica interesante al principio de justicia retributiva
tal como ha sido formulado en África del Sur: el recurso a una noción
que se supone refleja una cultura africana (la ubuntu) le hace manifestar
que la TRC, que debía participar en la construcción de una nación
sudafricana emancipada de las divisiones etnorraciales, ha fracasado: al
recurrir a conceptos culturalistas, ha minado el proyecto
constitucionalista de la nueva África del Sur.

Autor

Sandrine Lefranc
© Institut français d’études andines, 2004

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Referencia electrónica del capítulo
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junio de 2018). Las Comisiones
de la Verdad y Reconciliación
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de la historia In: Memorias en conflicto: Aspectos de la violencia
política contemporánea [en línea]. Lima: Salir Institut français d’études
andines, 2004 (generado el 04 juin 2019). Disponible en Internet:
https://books.openedition.org/ifea/857#text 47/48
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<http://books.openedition.org/ifea/857>. ISBN: 9782821826496. DOI:


10.4000/books.ifea.857.

Referencia electrónica del libro


BELAY, Raynald (dir.) ; et al. Memorias en conflicto: Aspectos de la
violencia política contemporánea. Nueva edición [en línea]. Lima:
Institut français d’études andines, 2004 (generado el 04 juin 2019).
Disponible en Internet: <http://books.openedition.org/ifea/536>. ISBN:
9782821826496. DOI: 10.4000/books.ifea.536.
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