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El superhombre de Nietzsche:

o Tiene que ser capaz de sobreponerse a lo que está establecido, y dirigirse en torno a
aquellos valores que tengan que ver con él.
o Tiene, no que querer cambiar aquello que es bueno por malo, ni viceversa, sino
saber criticar el origen de los valores que se le imponen.
o Tiene que ser, por tanto, un ser auténtico, que no valla por la vida reproduciendo en
su accionar y pensamiento, aquello que no entienda o no comparta, aquello que no lo
represente como ser genérico.

El nacimiento de la idea del superhombre nietzscheano tiene que ver mucho también,
obviamente, con su teoría nihilista; aquel que intente serlo, debe desapegarse de lo que dictan
las distintas religiones, que no han hecho más que reprimir su creatividad, sus verdaderas
potencialidades como ser raciocinio. Se trata de alguien que expulse a Dios de su interior y
se ocupe en la formación de su súper hombría; que ningún vínculo guarda con divinizar o
atribuirles a las personas aquellas dotes que antes pertenecían a Dios, sino mostrarse fuerte
ante su coraje, su creatividad, su dignidad.

Para ello el superhombre nietzscheano tendrá que hacer extremo uso de la voluntad de poder,
que ante todo representa poder de sí mismo, más que poder sobre otros. Ello está entrelazado
con la necesidad de hacer de este hombre uno con autodeterminación, convencido de su
valentía, poseedor de poder sobre sí y sobre los demás.

Ahora bien, cierto es que la dureza y la frialdad de su obra a la hora de construir el


fundamento teórico de su modelo de hombre transformador, ha dado pie a que el discurso
nazista utilice como escudo dichas características, en la defensa de su teoría racista. Tal es el
caso de su postura anti igualitarista, al creer al superhombre, mejor, por lograr liberarse de
aquellas normativas mal fundadas. Nietzsche no se encuentra a favor del igualitarismo, ni tal
como lo planteaba o plantea el discurso cristiano de que todos somos iguales al ser hijos todos
de Dios, ni hacia el que propone la sociedad emergente desde finales del siglo XIX. Por otro
lado, se encuentra el hecho, que Nietzsche insiste, por decirlo así, en la violencia para con la
conformación y autenticación de este tipo de hombre, que para hacerse real tiene que
imponerse violento sobre aquellos que son más débiles. El gusto por la combatividad,
la fuerza, la crueldad; son características que insertadas deben de estar en la personalidad de
esta figura.

De esta manera, el campo se torna aún más fértil para un acercamiento teórico con el nazismo,
puesto que hicieron uso exactamente de dichas características, en el tratamiento con aquellos
que consideraban inferiores; a ello unido la fuerte crítica nietzscheana al judaísmo y al
cristianismo, así como su ensalce a la valentía de los pueblos germánicos.

Sin embargo, existen de cualquier manera, argumentos, que si quisiesen se pudiesen usar en
la negación de este aparente vínculo, empezando por el odio que les profesaría el mismo
Nietzsche a los alemanes, al punto de renunciar a su ciudadanía y hacerse suizo. Además,
reconocer, que su idea de superhombre está influenciada por el platonismo y su idea acerca
de la muerte de Dios, por lo que constituye una construcción filosófica, desvinculada de la
historia del nazismo. Más bien, el hombre que propone Nietzsche debe alejarse de los valores
impuestos, lo cual considero constituye la piedra angular de su teoría; como es el caso de esta
organización, que sabemos fomentaba la muerte y el desprecio entre las personas, cuando
este abogaba por el culto a vivir libremente.

El superhombre de Nietzsche no deja guiarse por absolutos ni reglas universales, mucho


menos por postulados de un grupo dominante. No existen para Nietzsche tales conceptos de
humanidad, raza o nación. Finalmente, basta con aludir al concepto que poseía este del
Estado, para asumir que son pocas las probabilidades de supuesta conexión. El estado será
para Nietzsche, quizás la peor invención del ser humano; pues le somete, le resta autoridad,
dirección y decisión en su vida:

“Allí donde el Estado acaba, comienza el hombre que no es superfluo; allí comienza la
canción del necesario, la melodía única e insustituible. Allí donde el Estado acaba, ¡mirad
allí, hermanos míos! ¿No veis el arcoíris y los puentes del superhombre?”

Podrá identificarse entonces, al superhombre, por su conducta moral, por su actuación


diferente, puesto que no se restringirá a los valores que su sociedad le brinda, y por ende no
seguirá a la mayoría. Este ideal de hombre reconoce los valores como creación suya y no de
origen trascendente, luego tiene poder sobre la legitimación o la desmitificación de los
mismos. Más allá de la creación propia de valores; los encausa a su personalidad,
individualidad o exigencias. Quien quiera ser un superhombre tendrá que comenzar, por dejar
de ser quien ha sido hasta ahora y convertirse en un tipo excepcional de persona.

El mismo Nietzsche, en varias ocasiones negó la posibilidad de que hubiera existido, alguien
en calidad de superhombre. Sin embargo, consideró que “podrían servir como modelos:
Sócrates, Jesucristo, Leonardo da Vinci, Miguel Ángel, Shakespeare, Goethe, Julio César y
Napoleón”.

El superhombre se reafirma, conclusivamente, sobre la vida y con ella, sobre el sufrimiento


y el dolor que le impone la misma. No cree en destino alguno, sino aquel que él propiamente
se ha forjado; no cree en sentido alguno de la vida, más que aquel que él propiamente ha
sabido darle.

En conclusión, el superhombre representa, pues, esa nueva tabla de valores: el amor a la vida,
el sentido de la Tierra y la exaltación de los instintos ascendentes. El hombre para convertirse
en superhombre ha de expulsar de su interior a Dios. No se trata de una divinización del
hombre, sino todo lo contrario, una sustitución de Dios por el superhombre, de tal forma que
éste se convierta en un ser con plenitud de poder y de dominio sobre sí y sobre los demás.
Pero esta transformación requiere, según Nietzsche, de una voluntad de dominio, de agresión
y de sentimientos hacia lo ajeno, la "voluntad de poder".

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