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La función de los tipos intermedios: Aunque fuera factible que la selección natural fuera la
causa de las adaptaciones consumadas, no alcanzaba a explicar las fases iniciales de su
desarrollo. La utilidad biológica del ojo es evidente pero, en sus comienzos, ¿cómo surgió
un órgano de tales características? Esta objeción vino por parte del zoólogo George
Jackson Mivart (1827-1900) y Darwin la tuvo muy en cuenta. Parece que sólo podemos
explicar la complejidad resultante en un ojo si la evolución ha seguido un camino, una
causa final hacia él. Ya que el ojo ha tenido que pasar por etapas sin ninguna utilidad, ha
tenido que desarrollarse en función de su utilidad futura.
2. La ausencia de tipos intermedios: el registro fósil era muy escaso para los tipos intermedios
entre una especie y otra. Darwin confiaba en que la paleontología acabaría por descubrir fósiles de
estos tipos intermedios con los que justificar la gradualidad de la evolución. Sin embargo, esto no
ocurrió así y la presencia de estos fósiles es hoy en día anecdótica.
3. La falta de tiempo: En el siglo XVII, el Obispo James Ussher sirviéndose de un estudio bíblico,
había datado la creación de la Tierra en el 4.004 a.C. Sin embargo, conforme avanzaba la geología
se evidenciaba que la Tierra era muchísimo más antigua. La evolución de las especies, tal como la
planteaba Darwin, necesitaba mucho tiempo y las extensas épocas de la geología parecían ir
dándole la razón. Sin embargo, en 1866 el prestigioso físico William Thomson (Lord Kelvin, 1824-
1907) dató la edad de la Tierra entre los cien y los cuatrocientos millones de años (manifestando
su preferencia por la cifra más baja). La hipótesis de Lord Kelvin consistía en pensar que la tierra
había sido un cuerpo incandescente que progresivamente había ido enfriándose. Mediante
cálculos matemáticos estimó la tasa de calor que la Tierra desprendía y el calor remanente,
sirviéndole estos datos para realizar su estimación temporal. Cien millones de años era un espacio
de tiempo insuficiente para que la evolución diera lugar a la actual diversidad de especies, por lo
que está objeción preocupaba amargamente a Darwin. Sin embargo, hoy sabemos que la
estimación de Kelvin era errónea debido a que no tenía en cuenta la radiactividad (descubierta
más tarde) que es una fuente de calor adicional para el planeta. La edad de la Tierra ronda los
4.500 millones de años, tiempo suficiente para la evolución darwiniana.