La energía caracteriza la capacidad de los sistemas para cambiar sus propiedades
o las de otros sistemas, ya que ocurren cambios mediante la aplicación de fuerzas, el calentamiento o la radiación. En las múltiples actividades de los seres vivos sobre el planeta, incluidos los seres humanos, interviene la energía. El solo hecho de vivir: ingerir alimentos, respirar, trabajar, realizar ejercicios, estudiar, implica transformar energía. Los procesos ecológicos, de los que tanto se habla hoy día, representan transferencias de energía entre los diferentes niveles tróficos. El universo en su conjunto, con los movimientos de sus millones de soles, planetas y galaxias, así como la Tierra misma, actúan y forman una majestuosa unidad, donde se manifiestan diversas transformaciones de energía. Algunos autores expresan, quizás con cierto sentido poético, que la energía es el motor impulsor de todo proceso o fenómeno que ocurre en el Universo, y se entende por esto que en cada fenómeno o proceso se originan cambios que en última instancia propician transformaciones energéticas; esto abarca desde el movimiento planetario hasta la explosión de una estrella supernova o la transición de un átomo de un estado excitado de mayor energía a otro de menor energía con la consecuente emisión de radiación electromagnética. Durante la evolución de los seres humanos surgieron diversos fenómenos y procesos que se daban a su alrededor, aunque no se podían explicar o comprender, apreciaban cómo la fuerza de los vientos podía derribar un árbol durante una tormenta, los efectos de las descargas eléctricas, o simplemente, cómo el Sol era capaz de calentar sus cuerpos y proporcionarles iluminación durante el día. En aquella remota época, los hombres contaban con dos fuentes principales de energía: el Sol y los alimentos. El astro rey les proveía de luz y calor, y además les permitía orientarse en el mundo circundante. Los alimentos, que eran tomados directamente del medio, les proporcionaban la energía corporal necesaria para realizar sus tareas cotidianas. El descubrimiento del fuego y la habilidad para controlarlo, representó una auténtica revolución en su capacidad para generar la energía que le permitiría calentarse y cocinar los alimentos, debido a que desde sus orígenes, el hombre ha extraído, transformado y transmitido la energía de unos cuerpos a otros para satisfacer sus necesidades básicas. De esta forma nació la leña como gran fuente de energía. Hace poco más de un siglo las principales fuentes de energía eran la fuerza de los animales y la de los hombres y el calor obtenido al quemar la madera. El ingenio humano también había desarrollado algunas máquinas con las que aprovechaba la fuerza hidráulica para moler los cereales o preparar el hierro en las ferrerías, o la fuerza del viento en los barcos de vela o los molinos de viento. Pero la gran revolución ocurrió con la máquina de vapor, y desde entonces, el gran desarrollo de la industria y la tecnología han cambiado, significativamente, las fuentes de energía que mueven la sociedad moderna. El desarrollo de un país está ligado a un creciente consumo de energía de combustibles fósiles como el petróleo, carbón y gas natural.