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Codependencia e infidelidad en personas homosexuales y

heterosexuales

LÓPEZ SERRANO ANA LAURA ,CORTES JIMÉNEZ HUGO CESAR , RAMÍREZ LÓPEZ
JOCELYN ARIADNA Y OLEA LÓPEZ SARA MONTSERRAT
ACER
CODEPENDENCIA E INFIDELIDAD EN PERSONAS HOMOSEXUALES Y HETEROSEXUALES

Capítulo I. La infidelidad

1. Definición

Para Afifi, Falato y Weiner (2001). la infidelidad es conceptualizada como la conducta


romántica y sexual que se da fuera de una relación convenida de pareja entre miembros casados
o no y que cohabitan o no, y quienes tienen una expectativa de mantener una relación formal
con exclusividad sexual en sus relaciones iniciales.

Williamson (1977). por su parte, define la infidelidad como el hecho de engañar al


cónyuge, violando una cláusula del contrato inicial, pues la infidelidad tiene que ver con el
sentido de propiedad que varía según la cultura.

La infidelidad puede ser percibida como un apego excesivo hacia otra persona,
actividades sexuales con otra persona sin llegar al coito, o enamoramiento (Fisher, 1992).

Podemos definir a la infidelidad como la ruptura de un contrato, acuerdo o pacto


implícito o explícito, en el cual uno de los dos miembros en una pareja, tiene algún tipo de
relación con una tercera persona. Si bien esto puede sonar muy claro, a veces los límites de qué
es lo que se considera una infidelidad varía de persona a persona (Camacho, 2012).

La infidelidad representa una ruptura de un pacto tácito de exclusividad tanto afectiva


como sexual, entre dos personas que libremente toman la decisión de compartir sus vidas en una
relación de pareja, independientemente de si existió o no un compromiso legal.

Para Romero Palencia (2007) infidelidad significa hacer algo fuera de lo que dos
personas han acordado como fidelidad, ya sea tener sexo con otra persona o bien involucrar
energía emocional en otra relación.

La infidelidad se define como un abuso o mal uso de confianza que se deposita en la otra
persona cuando se está en una relación y puede llevar a la ruptura de la misma. Desolación,
traición, confusión, tormento por lo celos, inseguridad y baja autoestima son algunas de las
características que se experimentan cuando se sufre de infidelidad (Allen, 2005).
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Infidelidad es entendida en el presente trabajo como la transgresión de un compromiso,


implícito o explícito, íntimo y propio de los miembros de la pareja (Romero, Rivera y Díaz-
Loving, 2010).

2. Tipos de infidelidad

Por ello la infidelidad se divide en varios tipos los cuales son: infidelidad sexual e
infidelidad emocional, no obstante, se debe tomar en cuenta que también existe el deseo de
infidelidad sexual y emocional (Buss y Shakelford 1997; Wiederman y Allgeier, 1993).

2.1 Infidelidad sexual

La infidelidad sexual se entiende ocurre cuando un individuo tiene una involucración


sexual fuera de su relación primaria, con o sin el consentimiento de su pareja. La infidelidad
sexual es un tipo de infidelidad en la que hay acto sexual, y las personas involucradas no
experimentan un profundo apego emocional necesariamente. Este tipo de infidelidad suele
llevarla a cabo sobre todo por hombres (Corbin, 2018).

2.2 Infidelidad Emocional

Mientras tanto la infidelidad emocional se define cuando uno de los miembros de la


pareja centra sus fuentes de amor romántico, tales como tiempo y atención en alguien más, la
infidelidad emocional habla de un deterioro de la relación de pareja en muchos más casos que
la infidelidad física (Hoyos, 2018). Entonces el deseo de infidelidad emocional y sexual se
definirá solo como aquellos pensamientos que se tienen sin llevar a cabo la acción o el acto en
si como en la infidelidad emocional o sexual (Reyes, 2011).

3. El valor de la infidelidad

Si bien la infidelidad es una conducta común y aceptada tanto en personas homosexuales


y heterosexuales es ocasionado por un factor cultural, que reafirma la virilidad de los hombres,
la dinámica se ve determinada más por el género que por la orientación sexual (Castañeda,
2000).

El valor de la fidelidad ha sido de suma importancia para hombres y mujeres: La


violación de este pacto de exclusividad sexual y emocional puede provocar distintos conflictos,
y en algunas situaciones la solución a los mismos se puede concebir como la separación.
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Sin embargo, es necesario tener en consideración que el valor que se le concede a la


infidelidad depende de la percepción social que se tenga de la misma, pues un evento puede ser
interpretado como una transgresión por ciertas personas, mientras que para otras no implica el
rompimiento de las reglas pactadas.

(Espinoza Romo, Alejandra Viridiana; Correa Romero, Fredi Everardo; García y


Barragán, Luis Felipe,2014)

La infidelidad es considerada un problema social porque en sí misma va en contra de los


ideales y las normas sociales; asimismo, atenta contra la calidad de vida de las personas que se
ven inmersas en esta situación, ya sea en una o en todas las partes, así como la integridad y la
salud mental de los involucrados.

Además de lo anterior, un factor que la vuelve un problema aún mayor es el de las


concesiones otorgadas por la sociedad, pues dependiendo del sexo se recibe un castigo más
benevolente o más severo.

Por ejemplo, el hombre que comete infidelidad es sinónimo de masculinidad, orgullo y


merece poca o nula condena social, pero en el caso de la mujer ocurre justamente lo contrario,
por lo que recibe una condena social más rigurosa.

3.1 Infidelidad en los hombres

Habitualmente la infidelidad se asocia más con el género masculino que con el femenino.
Los varones en todas las culturas y en todos los tiempos fueron más infieles que las mujeres.

A pesar de que la mayoría de las investigaciones señalan que en las sociedades


occidentales urbanas la relación entre la infidelidad en el hombre y la mujer es de 3 a 1 ó 2 a 1,
e incluso en algunas se equiparan aún más, estos porcentajes se van ampliando cada vez con
mayor intensidad cuando se analizan sociedades de países del tercer mundo o comunidades
rurales, llegando a situaciones extremas en países fuertemente religiosos en donde la infidelidad
femenina tiene porcentajes muy bajos o es casi inexistente.

Estos datos son muy importantes para evaluar el factor social en la infidelidad del varón.

Clásicamente se sostiene que el varón es infiel por naturaleza y que sólo le interesa
diseminar por el mundo sus genes y tratar de que se perpetúen sus características.
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Si bien esto puede ser cierto en un sentido, también es verdad que la aceptación social
y la permisividad que ciertas sociedades tienen con respecto a la infidelidad del varón
promueven la misma. cada vez es más común la infidelidad femenina.

Por otro lado, en cuanto a las causas de la infidelidad masculina, se ha reportado que
ellos presentan con más frecuencia esta conducta debido casi de manera exclusiva a eventos de
tipo biológico, pues se hace referencia a la gran cantidad de células sexuales que producen, y a
la necesidad de aparearse con más hembras, como una medida que favorece la sobrevivencia y
la conservación de la especie (Buss, 2005; Giusti, 1982; Punset, 2007).

Lo interesante de este argumento de corte biológico es que ofrece una explicación para
entender la infidelidad masculina, que se ve apoyado por la permisividad y aceptación velada o
incluso abierta de esta conducta en las más variadas psicosocioculturas, donde al varón (ubicado
como macho) se le permite, en contraste con las mujeres a las cuales se les limita y castiga por
presentar el mismo tipo de conducta (Strean, 1986; Valdez-Medina, Díaz-Loving & Pérez,
2005).

3.2 La infidelidad en la mujer

Habitualmente se cree que las mujeres son más fieles que los varones, si bien esto está
cambiando y en sociedades urbanas occidentales se nota que los porcentajes se tienden a
emparejar, todavía los niveles de engaños e infidelidades son menores en las mujeres.

Se han dado distintas explicaciones de este fenómeno, desde la antropología podemos


decir que la mujer o la hembra en las comunidades primitivas tiende a quedarse cuidando de su
descendencia.

En general las mujeres no suelen tener aventuras fugaces, pero en el caso de que esto
ocurra tienden a ocultarlo porque tienen temor de ser señaladas o juzgadas por sus conductas,
con mucho más rigor que los varones.

Algunos dicen que las mujeres son tan infieles como los varones, pero que ellas hacen
menos alarde que nosotros. Y el motivo es que los varones en general nos vanagloriamos de las
conquistas y las mostramos orgullosos como trofeos, en cambio las mujeres no las suelen exhibir
por temor o pudor a que las juzguen críticamente.
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En contraste, Romero (2012), encontró que las mujeres jóvenes con alta escolaridad y
un medio urbano competitivo, son más proclives a cometer una infidelidad, debido a que tienen
una personalidad sexual abierta, mostrada en el deseo de tener un mayor número de parejas, una
mayor diversidad en la práctica sexual y una actitud positiva hacia la infidelidad, lo cual, habla
de un cambio importante respecto de las razones de fondo que subyacen a la conducta de
infidelidad femenina, puesto que ya no se llegaría a ella exclusivamente por venganza, sino por
una decisión personal.

Tales cambios que dan fundamento a las razones que llevan a las mujeres a la infidelidad,
bien pueden deberse a las modificaciones culturales que se han venido presentando en los
diversos contextos sociales (Aguilar, Valdez-Medina, González-Arratia & González, 2013). Al
respecto, Valadez (2011), reporta que en los últimos años se ha ido observando un notable
incremento de las relaciones extramaritales de infidelidad por parte de las mujeres.

4. La infidelidad en las diferentes relaciones de pareja

Existen infinidad de formas de relacionarse y hacer una clasificación puede resultar una
tarea ardua, simplemente intentaré esbozar una mera clasificación a los fines de pensar cómo
puede influir una infidelidad en cada tipo distinto de relación.

Es importante señalar que como establecemos diferencias entre los diferentes tipos de
infidelidades, también debemos hacer esta distinción con las distintas relaciones de pareja.

Lo que varía en los diferentes tipos de pareja, además de la profundidad del vínculo, el
afecto y el tiempo, son los tipos de contratos que se establecen entre los miembros de la misma,
igualmente en general, en la mayoría de las relaciones existe la cláusula de exclusividad afectiva
y sexual.

El orden de aparición de las formas de relación es fortuito, no se intenta establecer ni un


orden evolutivo, ni jerárquico.
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5. Perspectiva biológica: teoría evolutiva

Esta teoría plantea la infidelidad como parte de nuestra táctica evolutiva. Según Fisher,
afirma que las relaciones sexuales extramaritales son con frecuencia un componente secundario
y complementario de nuestra táctica mixta de apareamiento: debido a que las criaturas que
cambian con regularidad son bilógicamente menos vulnerables a las bacterias, virus y demás
parásitos que las atacan, el tener varias parejas sexuales implicaría descendencia con diferente
carga genética y por lo tanto una mayor probabilidad de trascender de generación en generación
(como se citó en Romero, 2007). De esta postura evolutiva han surgido dos nuevas teorías muy
relacionadas tanto con la conducta sexual de los seres humanos como la infidelidad en hombres
y mujeres: la Teoría de la inversión Parental y la Teoría de las Estrategias Sexuales.

6. Teoría de la Inversión Parental

Generalmente las personas invierten una gran cantidad de tiempo y esfuerzo para ser
padres, enseñándoles habilidades sociales, valores, conocimientos que los ayuden a ser mejores
personas y cuidados emocionales. Sin embargo los hombres invierten menor cantidad de tiempo
y esfuerzo en la crianza y enseñanza de los hijos, en comparación a la inversión y tiempo que le
dedican las mujeres a sus hijos. Esto es porque los hombres tienen menor inversión fisiológica
debido a que únicamente proporcionan su carga genética, siendo así, la mujer es la que lleva
mayor responsabilidad en el proceso de la reproducción humana que incluye: fertilización
interna, placentación, gestación y lactancia para poder reproducirse (Romero, 2007).

Recientemente investigaciones objetivas en el área han demostrado que existe un


impulso genético que plantea más específicamente porque hombres y mujeres son infieles según
Fisher, de acuerdo con la teoría de la inversión parental:

Se plantea que los hombres son más promiscuos ya que de manera más o menos
independiente los hombres pueden ser menos selectivos que las mujeres para escoger a su pareja
para tales encuentros casuales en comparación con las mujeres, quienes son más meticulosas al
elegir a su pareja esto por una necesidad absoluta de producir recursos que ayuden a que
sobreviva su descendencia.
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Por otra parte algunos psicólogos evolutivos sugieren que de alguna manera las mujeres
buscan involucrarse y fertilizarse de hombres bajo ciertas condiciones, fuertes y competitivos
para incrementar el status y calidad de los genes aun cuando estas relaciones sean extramaritales.

La necesidad de los hombres de la novedad sexual radica en que si engendran hijos con
diferentes mujeres multiplican su participación en la siguiente generación.

De acuerdo a la postura evolutiva, en las mujeres existen tres razones de que el adulterio
sea biológicamente adaptativo (Romero, 2007):

a) La subsistencia complementaria: vienes y servicio adicionales proporcionado por los


amantes que se traducían en mayor protección y mejor salud.

b) Una póliza de seguro: si un compañero muero o abandona el hogar, existe otro varón
al que se le puede convencer de ayudar en las tareas domésticas.

c) La posibilidad de mejorar la línea genética.

De acuerdo a esta perspectiva el adulterio está bien visto aunque en la actualidad está
comprobado que el tener varias parejas sexuales se vuelve más vulnerable una persona a contraer
algún tipo de enfermedad de trasmisión sexual.

7. Teoría de las estrategias sexuales

Buss y Schmitt (1993) ampliaron la teoría de Trivers (1972) proponiendo la Teoría de


las Estrategias Sexuales. De acuerdo con la teoría de las estrategias sexuales, los hombres y
mujeres crean un complejo repertorio de estrategias a seguir. Una estrategia dentro del repertorio
de estrategias a seguir. Una estrategia dentro del reportorio es el compromiso de una relación a
largo plazo, típicamente marcado por el cortejo, a un alto nivel de inversión, la emoción del
amor, y la dedicación de recursos durante un largo periodo de tiempo con el fin el crear una
relación y tener una descendencia.

Otra estrategia dentro del repertorio es la de relaciones a acorto plazo, definidas como
un breve encuentro sexual como los encuentros de “una sola noche”. Entre la estrategia breves
romances, y la de relaciones a largo plazo se encentran algunas intermedias.
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De acuerdo con esta teoría hombres y mujeres buscan determinadas características en


sus parejas potenciales dependiendo de si su estrategia es una relación a corto plazo o a largo
plazo. Por ejemplo, para una relación a largo plazo los hombres buscarían signos de fertilidad y
valor reproductivo tales como juventud y apariencia física, mientras que las mujeres buscarían
estatus, a través de la madurez y los recursos (Buss y Schmitt, 1993; Ellis, 1992).

En las relaciones a corto plazo también existirían diferencias dada la inversión parental
que podría tener una relación tan corta, ya que las mujeres tendrían poco que ganar, mientras
que los hombres obtendrían grandes beneficios de reproducción (Baras y Lipton, 2001; Buss y
Shmitt, 1993). Por tanto, en este tipo de relaciones las mujeres se centrarían mucho más en
obtener hombres con altos estatus o una gran calidad genética, siendo mucho más selectivas que
los hombres.

Esta teoría plantea así tres postulados principales, que han sido comprobados a lo largo
del mundo (Buss et al en prensa):

1. Los hombres poseen un mayor deseo de variedad sexual de parejas que las mujeres.

2. Los hombres requieren menos tiempo que las mujeres para consentir en un
intercambio sexual.

3. Los hombres tienden más a buscar varias relaciones a corto plazo que las mujeres.

8. Teoría de la atribución

La importancia de conocer los motivos de la infidelidad radica en que de acuerdo con


Heider (1958), el hombre siempre desea conocer las fuentes de sus experiencias, saber de dónde
vienen y como surgen, no solamente por curiosidad, sino también porque esta atribución le
permite comprender su mundo así como predecir y controlar los acontecimientos referentes a él
y a los demás; de esta forma si se conoce la atribución causal de la infidelidad, se obtendrán
herramientas que facilitan la comprensión y predicción de dicho fenómeno.

El modelo de la atribución plante que los eventos son filtrados por las atribuciones o
explicaciones que se hacen de ellos (Heider, 1958; Weiner, 1980). Las experiencias negativas
vividas pueden ser atribuidas a otra persona, a la situación o a sí mismo, y son más propensas a
e licitar respuestas agresivas, cuando son atribuidas a un agente personal (Heider, 1944).
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8.1. Modelo de Atribuciones Weiner, (1980):

Tabla 1
Interno Externo
Estable Habilidad Dificultad
de la tarea
Inestable Esfuerzo Suerte

El cuadro muestra las distintas atribuciones que se pueden hacer de acuerdo con estas
dimensiones.

Además de las dimensiones de la atribución que se han mencionado aparece una más la
de Global – Especifica. Cuando un individuo percibe un resultado como incontrolable se
preguntan si sus causas se aplican a muchas situaciones de la vida (global) o a una sola
circunstancia (especifica). Se admite que las dimensiones en las que se realiza esta atribución
(Weiner, 1980) son:

 Externa-interna
 Global-específica
 Estable- inestable

De acuerdo con estas atribuciones se orientará las ulteriores respuestas de afrontamiento


del sujeto.

Aplicando este modelo a la infidelidad, la víctima o receptor de infidelidad sería más


propenso a hacer atribuciones de la conducta de su pareja (ejecutor de infidelidad) y a que la
naturaleza de estas atribuciones influenciara su respuesta ante esta infidelidad (Hall y Finchman,
2006). Así las atribuciones ante la infidelidad que promueven el conflicto (internas, globales y
estables) parecerían más lacerantes para la relación (promoviendo conductas destructivas como
el rompimiento e incrementando la tendencia de conductas negativas recíprocas por parte del
compañero), mientras que las atribuciones denominadas por estos autores como benignas
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(externas, específicas e inestables) promoverían el mantenimiento de la relación (conductas


constructivas como la reconciliación).

En la teoría de la atribución, el denominado error fundamental de atribución (conocido


también como sesgo de correspondencia o efecto de sobre atribución) es la tendencia o
disposición de la gente a sobre-dimensionar los motivos personales internos a la hora de explicar
un comportamiento observado en otras personas, dando poco peso por el contrario a motivos
externos como el rol o la situación, para este mismo comportamiento. En otras palabras, la gente
tiende a explicar comportamientos fundamentados más que “tipo” de persona, dando poco peso
a los factores sociales y ambientales que rodearon e influyeron a la persona. Esta presunción por
defecto hace que la gente haga explicaciones erróneas del comportamiento (Ross, 1977). Otro
sesgo derivado del error fundamental de la atribución es el sesgo del actor – observador. Los
sujetos tienden a explicar su propia conducta por medio de cusas situacionales (externas), pero
tienden a explicar la conducta de otros por medio de la personalidad que es una causa interna.

Buunk (1987) encontró que, entre las parejas casadas y en unión libre que
experimentaron infidelidad, aquellos individuos que terminaron después de la infidelidad
reportaron más que su propia infidelidad y la de sus parejas fue motivada por una agresión
(venganza) o carencia (alejamiento en la relación primaria) (atribuciones externas) o carencia
(alejamiento en la relación primaria) (atribuciones externas) más que los individuos que se
reconciliaron después de la infidelidad.

9. Teoría motivacional

Algunos investigadores han otorgado importancia también a aspectos motivacionales


para el involucramiento en una infidelidad. Drigotas y Rusbult (1992) detectaron que las
relaciones podían ayudar a la gente a obtener sus metas o necesidades en adición al aspecto
sexual. Estas necesidades adicionales incluían la intimidad, la compañía, la seguridad y el
compromiso emocional. Las necesidades de seguridad incluían el realizar juntos actividades
como pasar tiempo juntos y divertirse juntos resultando en un gran sentido de cercanía. Las
necesidades de seguridad involucraban el obtener de la relación seguridad, estabilidad,
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satisfacción. Las necesidades de compromiso emocional se referían al sentido de conexión


emocional con la pareja y empatía.

Debido a que estas cinco necesidades se encuentran comúnmente incluidas como parte
de las relaciones románticas, parecería probable que un vacío en alguna de estas áreas pudiera
acarrear problemas a la relación tales como una alta susceptibilidad a la infidelidad
Lewandowky y Ackerman, (2006). Esto es que cuando la relación primaria es incapaz de llenar
ciertas necesidades del individuo, él o ella se encontrarán más motivados a buscar llenar este
vacío o necesidad a través de alguna relación extradiádica. Ya que de acuerdo con Pittman
(1994) en la mayoría de las situaciones de infidelidad, no se busca una alternativa al matrimonio,
sino un suplemento.

A partir de esta teoría motivacional general se han desarrollado otras, tales como la teoría
de la inversión y la teoría del intercambio social.

10. teoría de la inversión

De acuerdo con Rusbelt (1983), el compromiso es la representación subjetiva de la


dependencia, basada en una alta satisfacción, inversiones no recuperables, y una baja calidad de
alternativas. El compromiso consiste en un sentimiento de apego psicológico hacia la pareja
acompañado por un deseo de mantener la relación. Se esperaría que, en general, la reciprocidad
pudiera jugar un papel importante cuando los individuos contemplan involucrarse en una
infidelidad sexual y cuando los individuos son confrontados con la infidelidad de sus parejas.
Más aún, un alto nivel de dependencia y compromiso puede ser acompañado de un fuerte deseo
de preservar la calidad y la estabilidad de la presente relación, y, por lo tanto, una baja
inclinación a involucrarse en relaciones sexuales estradíadicas.

De esta forma un amorío puede ser particularmente probable en las relaciones


caracterizadas por una baja dependencia y un bajo compromiso. Johnson y Rusbult (1989)
encontraron que os individuos con bajo compromiso son más abiertos al contacto con personas
atractivas del sexo opuesto, mientras que los altos en compromiso tienden a rechazar
compañeros potencialmente atractivos. Rusbult y Buunk (1993), encontraron que la carencia de
satisfacción, alternativas atractivas y bajas inversiones en la relación (bajo compromiso),
contribuyen a la intención de tener amoríos. De ahí que las relaciones sean más satisfactorias y
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estables cuando los resultados para cada miembro de la pareja (costos y beneficio) son más o
menos equitativos. Así, como se puede observar esta teoría se relaciona fuertemente con las
teorías del intercambio social y la equidad.

11. Teoría del intercambio social

La teoría del intercambio social y la interdependencia asume que los individuos forman
y continúan relaciones con base a la reciprocidad de costos y beneficios e estas relaciones
(Burgess y Huston, 1979; Thiabaut y Kelley, 1959).

Bajo esta perspectiva se predice que aquellos sujetos que perciban más costos que
beneficios dentro de su relación actual se involucran con mayor facilidad en relaciones
extradiadicas cuando perciban en una pareja potencial más beneficios que costos (Buunk y
Dijkstra, 2000). De la misma forma de acuerdo con esta teoría tanto el sobre-beneficio como la
privación son predictores para ambos sexos los amoríos extramaritales y su temprana aparición.

Las mujeres que se sientan sobre-beneficiadas y las mujeres que se sientan sub-
beneficiadas en sus relaciones tienen relativamente fuertes deseos de involucrarse en relaciones
sexuales extradiadicas y tienen más relaciones de este tipo, mientras que entre los hombres ni la
fuerza del deseo de sexo extradiadico ni la frecuencia de los amoríos se relaciona con el grado
de reciprocidad en la relación primaria. (Prins, Buunk y Van Yperen, 1992.

Meyering y Epling-McWerther (1986) encontraron que, en la decisión para llegarse a


involucrar a un armonio extradiadico, los hombres fueron más influenciados por los beneficios
percibidos (la posibilidad de variación sexual) mientras que las mujeres fueron mayormente
influenciadas por los costos (la probabilidad de fuertes sentimientos de culpa y el hecho de que
su matrimonio se viera afectado negativamente).

La equidad/inequidad, como se observa puede determinar qué tan contentas o


disgustadas se encuentran las parejas con respecto a su relación, y esto en consecuencia debe
determinar que tanto riesgo tienen ellos de involucrarse en un amorío extramarital. Las parejas
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equitativas parecen estar más felices, más satisfechas con su relación y más confiadas en su
relación que con sus contrapartes no equitativas.

De acuerdo con esta postura Brown (1991), plantea que una infidelidad es una posible
adaptación a la relación primaria. De acuerdo con esa autora, una infidelidad indica que un
elemento emocional importante está faltando: la habilidad para sostener intimidad con alguien
o para resolver conflictos sin perder la autoestima. Muchas parejas no hablan acerca de sus
vacíos en la relación primaria, por tanto un amorío, cuando se usa para llenar el vacío, puede
hacer factible que la relación continúe como hasta el momento, o puede ser el impulso que
felicite el cambio. En algunos casos la infidelidad es destructiva, tanto como para la pareja como
para sus miembros. No obstante de acuerdo con esta postura, sus resultados y el esfuerzo que
implica, la infidelidad siempre es un intento de resolver el problema.

Desde esta visión el sexo es visto como:

 Un mecanismo de restauración de la equidad que puede ser usado por el


miembro privado para alcanzar equidad.
 Algo que puede indicar la disposición de uno de los miembros para
abandonar la relación porque siente que puede haber algo mejor.
 Puede representar un deseo de alcanzar equidad en una relación
alternativa cuando la inequidad penetra la relación primaria.

12. teoría socio-cultural

La definición de infidelidad puede variar dependiendo el grupo cultural debido a que las
tradiciones socio-culturales realmente inciden en la definición y la actitud de las personas
respecto al adulterio (Fisher, 1992). Términos como adulterio, infidelidad, y engaño reflejan la
transgresión normativa que usualmente implica una relación sexual con una tercera persona
(Buunk y Bringle, 1991).

De acuerdo con McGodrick, Preto, Hines y Lee “las normas culturales y los valores
prescriben las reglas bajolas cuales operan las personas”. Bajo esta condición, la infidelidad no
se trata de una relación tríadica, sino que es un cuarteto formado por el rival, el miembro de la
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pareja objeto de deseo (ejecutor), el componente de la relación víctima de infidelidad (receptor)


y la comunidad, cuya función es vigilar el cumplimiento de las reglas, fomentando las conductas
que van a favor de las mismas e inhibiendo los comportamientos que la contradicen (García,
Gómez y Canto, 2001). Nuestra cultura es la encargada de determinar que situación es
amenazadora, cuando esa situación es realmente un peligro y en qué condiciones se requiere la
manifestación de emociones y conductas (Hupka, 1981). Normas y valores suponen afiliaciones
y ejercicios de roles que asignan maneras esperadas de controlar las relaciones de pareja e
infidelidad (Garcia, Gómez y Canto, 2001).

Los procesos de socialización influirán el establecimiento y contenido de límites, reglas


o acuerdos explícitos o implícitos acerca de lo que una pareja considerara fidelidad o infidelidad
(McGoldric, 1997) ya que los miembros de esta pareja acarrearan una historia un grupo y un
conjunto de criterios previamente establecidos en base a sus interacciones sociales, que
intervendrán en su forma de abordar y considerar dicho fenómeno, es decir, la infidelidad se ve
influida por todos aquellos procesos culturales, tales como:

 La aculturación y la socialización: la aculturación que se observó después


de la colonización de los pueblos indígenas de nuestro país donde mediante la
evangelización la cultura dominante, es decir, la española, se implántala monogamia, el
matrimonio cristiano y la fidelidad sexual, haciendo a un lado las tradiciones,
costumbres y reglas de los diferentes grupos indígenas del territorio. Actualmente
mediante la socialización se sigue estableciendo reglas civiles y morales que en la
mayoría de los casos impiden, e incluso sancionan, la infidelidad (más la femenina que
la masculina), al menos dentro de su contexto sexual, considerando actualmente al
adulterio como causal de divorcio y anteriormente como un delito, para las reglas civiles,
mientras que para las reglas morales y más específicamente de la religión, se ha
considerado el adulterio como un pecado,, por ejemplo, con mandatos tales como: “No
fornicaras”, “NO cometerás adulterio”, “No desearas la mujer de tu prójimo” (Ex. 20:14.
Biblia de Jerusalén p. 91).
 La endoculturación y el aprendizaje social: que por una parte exhaltan las
relaciones monógamas y por otra alientan la infidelidad en algunos casos tales como el
machismo (Strean, 1986), manteniendo una doble moral en la cual se castiga la
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infidelidad sexual femenina y la infidelidad emocional masculina, pero permite y en


muchos casos promueve la infidelidad emocional de las mujeres y la sexual de los
hombres (Daly, Wilson y Weghorst, 1982). A través de la televisión o de conocimientos
populares (Premisas Histórico Socio Culturales) que permanecen relativamente estables
a lo largo del tiempo transmitiéndose de forma popular y tomándose como
mandamientos culturales que plantean que “la mujer casada debe ser fiel” a su marido,
o que “ni siquiera debe bailar con otro hombre que no sea su marido”, pero que a la vez
transmiten que “los hombres pueden ser infieles” (Díaz Guerrero, 2003). De hecho, de
acuerdo con Pittman (1994) en nuestra propia sociedad, hay culturas y subculturas que
juzgan poco censurables y aún previsibles estas aventuras. La regla es mantenerlas en
secreto (Pittman, 1994).

Así durante todos estos procesos de socialización de acuerdo con Yela, (2002),
aprendemos cómo debemos sentirnos cuando estemos enamorados, cuándo debemos
enamorarnos, qué características son deseables en el otro para enamorarnos de él (sexo, edad,
clase social, estado civil, atractivo físico, actitudes y aptitudes en general), cuáles son las pautas
y el ritmo de seducción adecuados, qué se espera de la gente cuando se enamora (a corto, medio
y largo plazo), cuáles son los lugares apropiados para enamorarse, etc. Aprendemos cuáles son
las pautas normativas y cuáles las desviadas, y a la vez soportamos y ejercemos el control social,
colaborando a la modificación paulatina de una o varias normas amorosas que la sociedad
probablemente hará suyas. Claro ejemplo es que en nuestra cultura los matrimonios
convencionales asumen, junto con la exclusividad sexual, una serie de supuestos socialmente
condicionados: una aventura, de ocurrir, no ha de ser descubierta; si es descubierta esto debe
significar que la relación de pareja es un completo fracaso, por otra parte, el miembro fiel de la
pareja, debe sentirse absolutamente traicionado. Existe también una diferencia genérica tácita:
bajo los supuestos convencionales los varones son menos monógamos que las mujeres, por tanto
las transgresiones masculinas son más esperables y por tanto más perdonables (Zumaya, 1994).

De esta forma se podría hipotetizar, que el concepto infidelidad así como los motivos
que llevan a ella, han sido construidos por la cultura y se han mantenido en ella de generación
en generación a través de los procesos de socialización; la infidelidad no existiría como se
conoce hoy en día, pues, es la resultante de una serie de regulaciones que la cultura ha creado y
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ha ido transformando a lo largo del tiempo (Hunt, 1959); dado estas circunstancias la infidelidad
como fenómeno psicológico simple y sencillamente no se podría estudiar sin abarcar a su vez
los procesos de socialización que la contextualizan y le dan el sentido y la importancia que
requiere su estudio.

A manera de ejemplo se podría mencionar que en algunas culturas orientales se considera


infidelidad únicamente en el caso de que un hombre tenga relaciones sexuales con una mujer
casada; el hecho de relacionarse con una concubina o una prostituta no entra dentro del concepto
de infidelidad (Bullough, 1976).

En otras culturas se consideraría que un hombre comete infidelidad por el simple hecho
de caminar con otra mujer que no sea su pariente o invitarle una bebida (Fisher, 1992).

Así mismo centrándose en la esfera occidental, en la mayoría de las sociedades actuales


el adulterio no necesariamente indica coito, la infidelidad puede ser percibida como un apego
excesivo hacia otra persona, actividades sexuales con otra persona que no sea la pareja sin llegar
al coito, o enamoramiento (Ford y Beach, 1951).

Hombres y mujeres, debido a la variedad de aprendizajes experimentados en su vida,


desarrollan diferentes actitudes acerca de las conductas adecuadas dentro de una relación de
pareja. Estas actitudes son factores importantes para el entendimiento de las respuestas que
hombres y mujeres tienen ante potenciales crisis en su relación (Cann, Mangnum y Wells, 2001).
A este respecto, Pick, et al. (1988), encontraron por ejemplo, que es más probable que se
presente la infidelidad en hombres y una mayor aceptación de ella por parte de las mujeres,
producto de cuestiones culturales.

13. Perspectiva de género

El género de las personas es el predictor de la infidelidad, más consistente. Las


estadísticas a nivel mundial indican que los hombres tienen más aventuras que las mujeres. Entre
estos hombres y mujeres que tienen aventuras, los hombres tienen un mayor número de parejas
que las mujeres (Lawson, 1988). Los hombres tienen aventuras mas frecuentemente sobretodo
sin involucrarmiento emocional, mientras que las relaciones extradiádicas de las mujeres
usualmente van acompañadas de un enamoramiento (Blumstein & Schwartz, 1983; Glass &
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Wright, 1985). Allen et al. (2005) explicaron estas diferencias en términos de los roles de género
y el factor socialización. Mediante la simbolización que los seres humanos hacemos de la
diferencia sexual (el género), la sociedad construye las ideas de lo que se supone es “propio” de
cada sexo (Navarro y Stimpson, 1999; Butler, 2001; Rubin, 1996). Así para Bourdieu (1991) la
división del mundo basada en las diferencias biológicas actúa como la “mejor fundada de las
ilusiones colectivas”, estructurando la percepción y la organización concreta y simbólica de toda
la vida social.

Lake, (1980) y Strean, (1986), resaltaron el incremento del comportamiento infiel


vinculándolo con una forma de adaptación a la cultura y características de las sociedades
actuales en las cuales las experiencias extramaritales son vivenciadas como un patrón de
conducta favorecido por los preceptos y costumbres y donde el hecho de ser un secreto le
confiere mayor atracción. Así, los hombres necesitan jactarse de sus aventuras en presencia de
otros hombres, las madres adiestran a sus hijos inconscientemente para la aventura pasajera,
permitiéndoles desde jovencitos rebasar límites y demostrar su capacidad de conquista;
conducta que se presenta incluso una vez realizado el matrimonio donde lo que importa es ser
pícaro y salir bien librado (Strean, 1986).

Este aspecto no es algo nuevo, la doble moral o doble estándar atribuida a la infidelidad
de hombres y mujeres surge desde tiempo atrás, en el siglo XVII por ejemplo, Schopenhauer
afirmaba que la fidelidad en el matrimonio era artificial para el hombre y natural en la mujer, y
por consiguiente (causa de sus consecuencias y por ser contrario a la Naturaleza), el adulterio
de la mujer debía ser mucho menos perdonable que el del hombre.

Hombres y mujeres actúan de acuerdo a los conceptos de feminidad y masculinidad


dominantes en su cultura y que han internalizado. El género es por tanto, una construcción social
responsable, de las creencias aprendidas sobre el papel tradicional de los hombres y las mujeres
(Hupka y Bank, 1996). En este sistema simbólico se asignan roles de género: las mujeres en lo
doméstico y la reproducción, los hombres en la producción y lo público (De Barbieri, 1992).
Las normas y los roles de género dominantes en un contexto ideológico van a determinar la
percepción que ellas y ellos poseen de sus compañeros, creando diferentes expectativas ante el
comportamiento social del sexo opuesto (Eagly, 1987).
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En lo sexual, en la mayor parte de las sociedades, se espera de las mujeres escaso


conocimiento, procreación como principal motivo para ejercer su sexualidad, pasividad,
complacer a la pareja mas allá de su propio deseo o voluntad, fidelidad. De los hombres se
aguarda sobrada experiencia en el tema, estar siempre “dispuestos” como una afirmación de su
masculinidad, se les aceptan relaciones fuera de la pareja y/o varias parejas, existiendo una
creencia generalizada de que “los hombres por su naturaleza necesitan tener más relaciones
sexuales que las mujeres”. De hecho, en algunos países es una práctica culturalmente aceptada
la infidelidad de los hombres casados, por lo que las relaciones sexuales y la violencia sexual
contra las mujeres, son fenómenos en crecimiento (Goldzieber, Deren, y Shulman, 1997).

Los resultados de un estudio realizado sobre la construcción de la infidelidad en


Latinoamérica (Cáceres et al, 2002) indicaron que la mayoría de las mujeres entrevistadas de
todos los ámbitos –con y sin experiencia de infidelidad por parte de sus parejas–, tenía la
explicación arraigada de que el hombre es infiel por instinto, que la infidelidad es parte
constitutiva de su naturaleza y sólo necesita el elemento apropiado que la estimule. En las
mujeres de los sectores populares que participaron en dicho estudio, se evidenció una
autoculpabilización respecto de la infidelidad masculina, afirmando que la gran promotora de la
infidelidad del hombre es la mujer.

La situación contraria, es decir la infidelidad de la mujer, en este estudio, fue


severamente condenada en el marco de una sociedad patriarcal con fuertes mecanismos de
control social, mientras que ellas por su parte toleran resignadas la infidelidad, pues comparten
la noción de que la mujer nació para sufrir. En otro estudio se detectó que la infidelidad de la
esposa es mas probable que termine en un divorcio que la infidelidad del esposo, por ejemplo
(Shackelford, Le Blanc y Drass, 2000).

Esta actitud de aceptación resignada de la infidelidad masculina, según los autores,


responde a factores socioeconómicos y culturales y se debe, por una parte, a las condiciones en
las cuales se constituyen las parejas y, por otra, a las relaciones de dependencia económica,
social y emocional. Schmitt, et al. (1996) en un estudio transcultural encontraron que la fidelidad
es la característica mas valorada por el hombre en una pareja de larga duración y también es
valorada altamente por las mujeres, pero ordenada solamente en tercer o cuarto lugar de
importancia, detrás de cualidades como la honestidad.
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No obstante, en la actualidad un cambio importante está surgiendo, la infidelidad ya no


se asocia necesariamente con la presencia de insatisfacción en la pareja, sino más bien a la
búsqueda de emociones, excitaciones, aventuras, variedad o a la estimulación o tonificación de
relaciones debilitadas (Fernández Rius, 2004).

Este cambio surge a partir de la liberación femenina comenzada en el siglo XX. Destaca
la asociación entre la liberación de la persona y la liberación de su sexualidad, el control y
disfrute de esta. Para ser igual que el hombre, la mujer debía participar de un rol semejante en
su vida sexual. La separación entre sexualidad y fertilidad marcan la clave, la sexualidad de la
mujer no iba unida a la maternidad. Se desarrolla el conocimiento del cuerpo y su valoración.
Los años 60, marcan un cambio sustancial de la actitud de las sociedades hacia la sexualidad y
sus manifestaciones, se extiende una asociación entre el amor y el sexo, el sexo como
manifestación libre, como forma de comunicación, la igualdad entre los géneros
(Morales,2004).

En el plano de la fecundidad, existe un notorio cambio, puesto que ésta ha descendido


en los últimos 30 años, también existen otros ámbitos en donde han ocurrido cambios: conductas
como el aplazamiento para casarse, el establecimiento de diversos tipos de proyectos personales
fuera de la maternidad, el incremento de uniones consensuales, el crecimiento de separaciones
matrimoniales, el aumento en niveles de escolaridad, la diversificación en profesiones y
espacios en los que hoy día las mujeres se desplazan, el reconocimiento a la jefatura de hogar
femenina, etc. (Quintero, 2005).

Otros indicadores de cambio se aprecian en el ámbito privado donde ha aflorado la


tendencia a construir un modelo de pareja más simétrico en el que ambos resulten coprovidentes
así como el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos que posibilite a ambos miembros
de la pareja el disfrute de la sexualidad, controlar la fecundidad y planificar la familia, mantener
y disolver la unión conyugal. Las mujeres solicitan la mayoría de los divorcios que se tramitan,
pues prefieren quedarse solas a seguir una relación que no las satisface y, con mayor razón, si
ya no dependen económicamente del hombre. Los hombres también prefieren quedarse solos si
los electrodomésticos les facilitan el trabajo doméstico (Vallescar, 2005).

Con respecto a la exclusividad, algunos jóvenes piensan hoy que el asunto de la fidelidad
es más una cuestión a lo interno del vínculo amoroso que algo para ser enjuiciado desde lo social
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y que los grados de fidelidad dentro del vínculo deberían decidirse sólo en su interior. Por
supuesto que este tema requiere de una perspectiva de género para su comprensión pues la
infidelidad masculina siempre ha sido mejor tolerada. No es el caso de la infidelidad femenina,
la cual, aunque está apareciendo con más frecuencia en los últimos tiempos, no deja de ser vivida
con culpas. No obstante, en la cuestión de la fidelidad perduran los matices distintivos desde lo
genérico, lo individual y sus especificidades de expresión según el contexto sociocultural
(Fernández Rius, 2004).

Se encuentra entonces que las cuatro teorías representan diferentes niveles de


explicación :

 La teoría evolutiva (Buss y Schmitt, 1993) explica los motivos últimos


para involucrarse en el sexo extradiádico, esto es, como algunas conductas han
contribuido al éxito reproductivo en nuestro pasado evolutivo.

 La teoría de la atribución (Hall y Fincham, 2006), plantea los procesos


internos por los que atraviesa un individuo ante una presente, pasada o futura situación
de infidelidad, propia o de su pareja.

 La teoría motivacional (Rusbult, 1992), una teoría de reforzamiento, esta


enfocada a explicar como se asocian las relaciones sexuales extradiádicas con los
procesos de reciprocidad, dependencia e intercambio en una relación.

 La teoría socio-cultural (Strean 1986) plantea la influencia de la cultura,


el grupo de referencia, el contexto y los vínculos sociales en los conceptos, actitudes,
intenciones y conductas que tenga un individuo ante la infidelidad.

De esta forma se encuentra que la decisión de involucrarse en alguna relación


extradiádica secreta (infidelidad), estaría influenciada tres vertientes principalmente. En la
primera vertiente se encontrarían factores de tipo individual, tales como el deseo sexual, la
personalidad sexual, la conducta sexual y la orientación sociosexual. En la segunda vertiente
factores de tipo relacional, tales como los celos y la satisfacción con la relación de pareja. En la
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tercera y última vertiente se encontrarían los procesos contextuales-culturales tales como el


concepto que se tenga de infidelidad, las consecuencias positivas o negativas que se perciban a
partir de un evento de infidelidad, los motivos por los que se sería infiel y el sexo de las personas.
Dada la alta incidencia de este fenómeno y su repercusión en el desarrollo de las relaciones de
pareja, surge la idea de crear y probar un modelo que involucre estas variables en la predicción
de la conducta infiel, para con ello alcanzar una mayor comprensión del fenómeno y de los
actores involucrados en él.

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