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y m m u M A D a M M L

ALGO

SOBRE MEXICO Y MAXIMILIANO

Con notas en prosa y comentarios de un loco

POR

DON JOSE ZORRILLA "

R E I M P R E S O EN LA I M P R E S T A DE JUAN N. D E L VALLE
Puente de San Pedro y San Pablo núm. 8.
pé .
•-St

mmmmm i mmmmb.

be

Castillo de Miramar
que en el mar azul te miras,
¿por qué miras sin cesar
mar adentro en ese mar
cuyas ráfagas aspiras?
¿Por qué va tu Castellana
de un balcón á otro balcón,
y á través de su persiana
contempla la mar lejana
con febril ajitacion?
Cierra todos tus balcones,
castillo de Miramar:
cuelga de negros crespones
tus gallardos- torreones
y no mires más al mar.
F O N D O
FERNANDO DIAZ RAMIREZ
Ya es en vano que le adules?
en vano enfloras tus salas, «que dará miedo leer.

en vano tu mármol pules, Castillo de Miramar,

y tus perfumes exhalas que vas desde hoy tu belleza

sobre sus ondas azules. con crespones á enlutar,


castillo de la tristeza
Haces mál si en el favor
te has de venir á llamar.
fias del voluble mar:
te arrullará alhagador,
IL
y tus pi¿s irá á besar;
pero el mar siempre es traidor.
Castillo ayer tan risueño,
Miramar, no fies más
tioy triste mansión mortuoria,
en las ondas pasajeras
ayer pensaba tu dueño
del mar que mirando estás;
que escribiera yo tu historia....
que no te traerán jamás
jla suya me quita el sueño!
al que por ellas esperas.
Hoy que del mundo salid
Quita de ese torreon
del martirio con la palma,
ese mástil señorial;
n<5 la historia que él pensó
ya se rasgd el pabellón
sino el drama de su alma
que ostentó en él tu blasón
vengo á revelarte yo.
bajo corona imperial.
Tu crónica alegre ayer Otro pasaba en la mia

como una árabe leyenda que enlazado está con él:

que escuchar daba placer, y es esta doble agonía

va á ser una historia horrenda lo que va mi poesía


á confiar á un papel.
—6— —7—
Mas no vayas á olvidar
cuando era la Emperatriz.
si llegas mi libro á ver,
Castillo de Miramar,
que sólo á luz de tu bogar
puesto para dar pavura
no se debe de leer:
entre cielo, tierra y mar,
sé discreto, Miramar.
castillo de la locura
Y o soy quien á tu Señor
te has de venir á llamar.
bacia de otros lectura,
mientras era Emperador
III.
allá donde boy el rencor
le niega hasta sepultura.
Castillo que á tu Señora
Y o soy quien á tu Señora hoy como prisión encierras,
canté allá una salmodia: yo la vi, poco ha de ahora,
¡no sepa por tí en mal hora de otro alcázar moradora
que canto por él ahora y Señora en otras tierras.
los salmos de la agonía!
Y la vi cón inquietud
Castillo de Miramar, ir por aquella rejion,
si llegan á tí estas hojas, fiada en la rectitud,
no se las des á hojear: en la fé y en la virtud
tíralas antes al mar de su leal corazon.
en donde los piés te mojas. Y o crueé en el campo un dia
Llanto de pena verter mi corcel con su corcel;
no hará á la loca infeliz, y temblé porque sabia
quien lágrimas de placer que de aquel campo podia
derramar la supo hacer salir cautiva sobre éL
Tuve allá asiento en su mes»
y que también le vendí!
y en su presencia sitial:
Miramar, si en darla un dia
pero siempre tuve priesa
rumor con tus écos das,
de verla salir ilesa
no des en la fantasía
de aquel país desleal.
de repetir la voz mia:
Y cuando que el mar surcaba
no la hables de mí jamás.
oí decir en Castilla,
cuando supe que arribaba
del mar de Francia á la orilla, IT.
la creí en salvo.... y erraba.
Respirado el aire habia Castillo de Miramar,
de aquella letal rejion tú, que si al fin Dios la cura
y herida de allá venia. la tendrás que aposentar
{Bien allá me lo decia en sus dias de pesar,
sin cesar mi corazon! como en los de su locura,
Mas bendigo al juicio Eterno empieza á ensanchar con tiento
que el suyo quitarla quiso: la red de su incertidumbre,.
pues, sin juicio hoy de lo estemo«, para que con paso lento
no comprenderá en qué infierno entre en su alma el sentimiento
se tornó su paraíso. de su inmensa pesadumbre.
Y o , aunque otra vez se le dé
Y a de su casa no soy
Dios, jamás á verla iré:
como en su Imperio: no puedo
¡no vaya á pensar de mí
l'éerla historias desde hoy:
que por traidor me salvé
mas con la suya me quedo
— 1 0 — —11—
y á España á contarla voy. que entrar como aventurero
Castillo de Miramar, sin corona en Miramar.
por cuyos balcones mira ¡Oh castillo sin ventura!
la que crée que por el mar prisión hoy en donde llora
á tu playa ha de arribar coronada la locura,
el amor por quien delira; castillo de la amargura
di á tu infeliz Castellana te han de llamar desde ahora!
que del balcón se retire,
que cierre bien su persiana,
y que al mar con ánsia vana Y.

ya desde hoy nunca mire.


Díle que ya que esperar Castillo de Miramar
no tiene ma's que en el cielo; que ya al mar en vano miras,
que el que esperó ver tornar quédate con tu pesar:
no halló senda por el suelo, que temo que me ha de ahogar
ni navio por el mar: la atmósfera en que respiras.
y si en tan salvaje guerra Castillo de Miramar
tal vez ni aun tumba le encierra, que en duelo tan infinito
que no le envíe á buscar envuelto vas á q u e d a r . . . .
ni vivo sobre la mar, ¡guai que el castillo maldito
ni muerto bajo la tierra.
no te lleguen á llamar!
Mas que su honor queda entero:
¡Adiós, triste fortaleza
pues quiso hacerse primero
que al mar que te azota miras:
coronado allá matar,
quédate con tu tristeza,
—12— —13—
que á darme vértigo empieza
lo escrito dentro de tí!
la tristeza que me inspiras!
¡Y si al tesoro común
Y o me voy con mis cantares
de tu cuenta capital
á la tierra en que nací,
otro cuento cada cual
á echar ante sus altares
pudiéramos dar a ú n . . . .
mis flores y mis pesares:
fuera cuenta más cabal!
y apréndelo tú de mí.
Porque tú debes saber,
Pues ya aquel no ha de llegar pues se fué en tí á concebir,
que esperábamos los dos
cdmo y quién did tan ruin ser
castillo de Miramar, al Imperio que, al nacer,
vamos en Dios á esperar, se envid á México á morir;
que quien nunca falta es Dios. y debes saber también
cdmo tu dueña infeliz
VI. perdid su juicio y por quién,
y si hay quienes razón den
Mas oye aún, Miramar: de la de la Emperatriz.
me pesa á mi hogar partir,
sin poder en tí sondar
algo que, á poder hablar VII.

me pudieras tú decir.
Mas semejante poder ¡Delira mi mente loca!
Dios no puso en tí ni en mí: castillo, empresa tan ruda
¡otro el cuento habia de ser, á más poderosos toca:
si me dieras tú í leer Tú, que lo sabes sin duda,
—14—

eres una rauda roca;


y á mí me tiene la boca
mi propia ignorancia muda.
Con que, castillo, esperar. A ®0M P&SDR© AMTOMM) M
Pues ninguno de los dos
cuentas de ello hemos de dar EU POETA:

y el tiempo lo traerá en pos,


yo me vuelvo á mi lugar:
y pues Dios es j u s t o . . . , á Dios,
Castillo de Miramar.
Pedro, tu voz leal fué la primera
que me did al regresar la bienvenida;
fué luego tu amistad mi consejera:
y hoy á España mi alma agradecida
su triste voz al dirijir, espera
nuevo favor de tu amistad cumplida:
que de la España actual la puerta me abras»
que lleves tú la voz en mis palabras.

Mi juicio de poeta y de cristiano


de tu amistad al juicio se sujeta;
si al hablar del que fué MAXIMILIANO

mi frase parecer puede indiscreta,


—14—

eres una rauda roca;


y á mí me tiene la boca
mi propia ignorancia muda.
Con que, castillo, esperar. A ®0M P&SDR© AMTOMM) M
Pues ninguno de los dos
cuentas de ello hemos de dar EU POETA:

y el tiempo lo traerá en pos,


yo me vuelvo á mi lugar:
y pues Dios es j u s t o . . . , á Dios,
Castillo de Miramar.
Pedro, tu voz leal fué la primera
que me did al regresar la bienvenida;
fué luego tu amistad mi consejera:
y hoy á España mi alma agradecida
su triste voz al dirijir, espera
nuevo favor de tu amistad cumplida:
que de la España actual la puerta me abras»
que lleves tú la voz en mis palabras.

Mi juicio de poeta y de cristiano


de tu amistad al juicio se sujeta;
si al hablar del que fué MAXIMILIANO

mi frase parecer puede indiscreta,


dála tú discreción: mi intento es sano;
Fé de mi Relijion, tu sentimiento
de la fé del cristiano y del poeta
infunde á mi relato: Madre Santa
yo la llave te doy: si alguien la tuerce,
del Cristo, tú que ves mi buen intento
sé juez entre mi fe y el que la fuerce.
de mi fé al par mi inspiración levanta:
voz de mi juventud, vuelve tu aliento
y vigor juvenil á mi garganta;
Trás voluntario y singular destierro,
y útil sea á mi pueblo castellano
me es nuestra sociedad mal conocida:
mi adhesión al que fué MAXIMILIANO.
vuelvo... como después de un largo entierro
volvería un cadáver á la vida.
Guíame tú: corríjeme si yerro:
levántame si doy una caída;
tú bién, aunque de ha poco, me conoces;
esplica mis ideas y mis voces.

De este drama fatal voy á la escena


á hacerte descender: es una historia,
no de altos hechos, de amarguras llena.
De sus fastos históricos memoria
otras plumas harán; tarea ajena
de la mia, no aspiro á tanta gloria:
del muerto Emperador, si Dios meauxilia,
voy á hablar y de México en familia.
o
Mi querido Pedro: Los versos que anteceden y los
que van á seguir á esta prosa, serán probablemente
música celestial para la mayor parte de los lectores de
esta sociedad positivista y calculadora, para la cual nos
toca escribir. Me dicen que ya los versos no son letras
que corren en el mercado de nuestra patria; y así debe
de ser, pues los veo impresos como prosa en los perió-
dicos; y me parecen así estudiantes que, escapados de
su casa para ir á un baile de máscaras, pasan con miedo
por la calle en que viven sus padres, disfrazados yá
bajo un dominó negro; y así pasan los versos por entre
las columnas del periódico bajo las largas líneas negras
que les disfrazan.
Por eso yo, que soy el espíritu loco condenado por
Dios á hacer el viaje de esta vida en compañía del au-
tor de estos versos; que he ido con él á México, y que
he visto como él lo que allí pasa, pero de muy diverso
modo y á muy diferente luz de como él lo ha visto, he
resuelto anotar y comentar esta poesía suya con unos
parrafitos de prosa mia; esto es: voy, como si dijéra-
mos, á desleír el azúcar rosado de su poesía, en el agua
un si es no es amarga de mis notas y comentarios.
El poeta no ha visto en México, á la templada luz
de su siempre sereno cielo, más que sus nunca marchi-
tos paisajes, sus núnca turbias lagunas, sus siempre fio-
— 2 0 — — 2 1 —

ridas campiñas, sus productivas haciendas tapizadas de En resumen: el poeta no ha visto de México más
dulces cañas, abanicadas por ondulantes platanares, que lo que Dios puso en él; esto es: la luz, la vida, la
arrulladas por maizales sonoros, y rayadas por las lo- hermosura, la fecundidad, la poesía en fin de la crea-
sanjeadas melgas de los magueyales, como la piel de ción.
los tigres y de las zebras. Y o , empero, que mientras él se perdia en espíritu
El poeta ha visto el risueño valle de la mesa central por los espacios imajinarios de su poesía, me he pasea-
de México, el más elevado del Nuevo Mundo, como un do prosaicamente á pié por sus mal empedradas ciuda-
valioso chai de Cachemira, prendido por sus puntas en des, he vagado por sus mal guardados caminos, me he
las crestas volcánicas de la Sierra-madre, y tendido alojado en sus aisladas haciendas, y he tropezado con
por Dios sobre aquella tierra, bajo el fanal de su at- los mañosos de sus encrucijadas y los pronunciados de
mósfera tibia y perfumada, como una muestra de las todos colores: yo, que he dado la mano, he llamado
Obras que salen no más de sus Creadoras Manos. compadritos y he tenido que hacer lugar en la mesa á
El poeta ha visto á los mexicanos, con sus trajes na- los que unos llamaban jefes porque tenian subalternos,
cionales, cargados de alamares y botonaduras de plata y otros bandidos porque andaban en bandas: yo, que
y oro, sus anchos sombreros profusamente galoneados me he tuteado caminando mano á mano con algunos,
y festonados, sus abigarrados zarapes, sus lijeros caba- que murieron después honradamente colgados de un
llos paramentados de morisca guadamacilería pasama- nopal á la vera del camino, casi en olor de santidad;
xieada de oro y sedas: ha visto á las mexicanas con sus pero ¡ay! olvidados ingratamente por cuantos les cono-
naguas de cien colores, sus mal encubridores rebozos, cimos, por temor de ser llamados á dar en su canoni-
sus ceñidores de seda, cuyos flecos ondulan en torno zación testimonio de sus virtudes; yo en fia, que he vi-
de sus cimbradores talles, sus piés enanos, calzados de vido allí observando todas las cosas y metiéndome por
raso blanco,- sus grandes ojos de mirar dulce como los todas partes, como loco que soy, sin hogar propio, sin
de las'gazelas, y su andar gallardo como el de los an- oficio ni beneficio, sin opinion política, sin interés mer-
tílopes; y seducido y deslumhrado el pobre poeta pol- cantil, y esperando solo que Dios rompiera la cadena
las inflexiones musicales de su cariñoso acento, por las que me impedia volver á Europa, te voy á decir de Mé-
estrañas y entrañables frases de su atractiva conversa- xico, mi querido Pedro, lo que no te dirán los profun-
ción, y por las pintorescas imájenes con que expresan dos diplomáticos ni los grandes hombres de Estado,
en ella sus pensamientos, les ha tomado á ellos y aellas que toman los grandes negocios de las naciones desde
por abejas prolíficas y susurradoras y por esmaltadas una olímpica elevación, y les tratau desde ella con una
mariposas, revoloteando entre las flores de aquel jar- entonación homérica; y las naciones, agradecidas, pa-
din, que plugo á Dios señalarles para su habitación so- gan con su sangre y con su dinero sus sabias combina-
bre la tierra. ciones y sus luminosos discursos.
Y o no pico tan alto, Pedro amigo. Y o voy á darte muerte innecesaria una parodia del acto último de Lu-
solamente detalles caseros sobre negocios domésticos^ crecia Borja.
voy tan solo á hablarte de hechos pequeños, de rumo- Y llamo innecesaria a la muerte del Emperador,
res vulgares desdeñados casi siempre por los hombres porque realmente era inútil; no habiendo sido el Im-
de Estado y los diplomáticos, y casi nunca bien apre- perio mas que un cadáver galvanizado, cuya existen-
ciados por los grandes historiadores; voy á decirte alga cia ficticia fué solamente sostenida por la caballerosi-
no más de México y sus cosas, haciéndote sobre ellas dad de Maximiliano; incapaz de transijir con nada que
observaciones locas, y deduciendo de éstas estravagan- creyera que empañaba su honor de caballero, ni de
tes consecuencias; cuya misma excentricidad te podrá cejar un paso en el cumplimiento de lo que él creyó
acaso servir para dar con las causas mínimas de graves su deber de Soberano.
acontecimientos, que buscarán los grandes políticos en Por lo demás Maximiliano debió morir en México;
más elevadas rejiones. y murió en su lugar.
Desde el momento en que se quedó allí, despues de
Tal vez estás pensando al leer éste, que mis comen-
la retirada de los franceses, fué Emperador por su pro-
tarios van á estar escritos en un tono informal, ajeno
pia cuenta: y arrostrando las consecuencias de su he-
de la formalidad de mi asunto; pero te responderé á
róica resolución, probó su lealtad y su buena fé; y na-
esta justa observación tuya con una confidencia mia;
die puede hoy ya tomarle por un aventurero ambicio-
la cual, siendo una de las cosas estravagantes que te
so del oro y de la vanidad que trae consigo una coro-
decia que habría en este libro, no será seguramente
na; puesto que no se dejó quitar la suya sino con la
creída por Thiers, Fabre, Forey y demás hombres gra-
cabeza, sobre la cual otros y no él se la habían coloca-
ves que se han ocupado y se ocuparán de esta cuestión;
do. También te probaré esto más adelante.
y es; que México es un país de broma, á pesar de to-
El libro que vamos á enviarte detrás de esta intro-
das las atrocidades que allí pasan, y que no pasan de
ducción, no tiene, mi querido Pedro, pretensiones po-
bromas pesadas.
líticas, sociales, ni literarias de ninguna especie: y hé
Y o te probaré esto en este librejo, mi buen Pedro; aquí las razones por las cuales le escribimos, le vamos
y te diré, cdmo el noble Maximiliano, que tomé leal- á dar á la prensa y te le vamos á dedicar.
mente por lo sério á México, que es un país de broma El poeta autor de sus versos, habiendo residido on-
como te digo, llegó primero llamado, buscado, deslum- ce años en México, por causas que á nadie importan,
hrado y adulado, después engañado, calumniado, esta- se cree en la obligación y con el derecho de decir algo
fado, menospreciado y por fin vendido, al sitio de Que- sobre aquel país en las circunstancias actuales.
rétaro: en donde fué fusilado, en medio de la broma Habiendo sido tratado allí por Maximiliano con una
con la cual hicieron probablemente los juaristas de sis deferencia y una cordialidad que sobrepujaron en mu-
cho al escaso valor de su representación personal tan-
to en el mundo social como en el literario, el poeta cree
deber de su reconocimiento consagrar á la memoria del
Príncipe que le honré en tierra extranjera, unas cuan-
tas pajinas dictadas por su corazon y escritas con sus
lágrimas.
Habiendo sido recibido en España á su vuelta con
flores, versos y aplausos, debe de manifestar su grati-
tud á su patria, y esplicar al público en jeneral y á los
poetas que le saludaron á su llegada, la razón del si-
lencio casi descortés y del aislamiento al parecer es-
quivo en que ha permanecido hasta hoy: lo cual espe-
ra hacer rápidamente en este escrito.
El poeta y yo, que voy á comentar sus versos para
decirte en prosa lo que la poesía no debe descender á
decir, te la dedicamos á tí, nuestro buen Pedro, porque
habiendo sido tú el primero que nos di<5 la bienvenida,
esperamos de tu amistad que te resignes á ser intér-
prete de nuestra gratitud á la patria en que nacimos,
á sombra de cuyo pabellón hemos tenido á orgullo
vivir en las naciones que nuestra inconstancia ó nues-
tros pesares nos han hecho visitar.
No. te enviaremos sin embargo este libro inmediata-
mente, sino en el trascurso del presente mes de Agos-
to: porque necesitamos este tiempo para saber á qué
atenernos sobre algunos hechos de la última catástro-
fe de México; los cuales, teniendo que pasar por Nue-
va-York, gran fábrica de mentiras y gran desfigura-
dora de verdades, necesitan confirmación.—Yale.
I I I W W I M I I «

i.

Era en aquella edad de fe' y de gloria


En que, puesta la cruz sobre Granada,
Fué, cuento de jigantes, nuestra historia
Pajina de oro y luz jamás borrada
Del tiempo posterior en la memoria:
Y en que Europa creyente y exaltada,
Juzgd á su aliento con orgullo loco
Corta la tierra y el espacio poco.
—29—

IV.

Acosaba voraz á Europa entera


Era verdad: allá, bajo otro cielo,
Una hidrópica sed de gloria y oro;
Del móvil mar tras el cerúleo muro,
Una tras otra nave aventurera
Del aire azul tras el flotante velo,
Paso buscaba por el mar del moro
Límite doble á su horizonte oscuro,
Á un escondido eden, do una quimera
Tuvo Dios la mitad del térreo suelo
Brindaba al más audaz con un tesoro:
Vírjen, oculto, incógnito y seguro
Y atizaban cien tomos de patrañas
De las miradas, la ambición y el ruido,
Tal vértigo febril de oro y hazañas. * De nuestro medio mundo conocido.

III. y.

•Universal y estrafía calentura Y allí habia otras razas y otras jentes:


Que de una gran verdad incubadora, Y la tierra en su faz y en sus entrañas
Produjo al fin la homérica aventura Criaba, de los nuestros diferentes,
Del sueño universal realizadora. Aves, reptiles, plantas y alimañas;
Jérmen al par de gloria y desventura, Allí entre cataratas y torrentes,
Eden hallado ayer, perdido ahora, Y lagos y volcánicas montañas,
Un Jenovés tenaz de fé sencilla Cerrado á Europa por el juicio eterno
Nueva mitad del mundo dió á Castilla. Estaba aquel eden, que es hoy infierno;
—30— —31—

VI. VIII.

Aquellas cordilleras jigantescas Las playas de aquelmar do ánuestras jentes


Alfombradas de cedros colosales, Asaltan á traición fiebres mortales,
Aquellas grutas cóncavas y frescas Aquellas tierras bajas que, calientes,
Entoldadas de liquen y nopales, Nutren selvas de vírjenes frutales,
Aquellas soledades pintorescas Aquellos golfos sin cesar rujientes
Nido de eolibrís y cardenales, Que ondulan sobre bosques de corales,
Aquellos silenciosos precipicios Encerraban el oro codiciado
De la labor del hombre sin indicios; Por la Europa famélica soñado.

Aquellos cerros de peladas crestas Y era verdad: habia un nuevo mundo


Rajados por las lluvias torrentales, Trás de distinto mar que el mar del moro;
Aquellos llanos de combadas cuestas Un nuevo mundo real, vírjen, fecundo,
Cuajados de espinosos magueyales, Paraíso feraz preñado de oro:
Aquellas rampas ásperas y enhiestas Y envuelto en el misterio más profundo
Festonadas de estériles juncales, Guardado habia Dios aquel tesoro,
Aquellos estensísimos desiertos Con que Europa soñó calenturienta
Al sol no más y al huracan abiertos; De oro y hazañas pródiga y sedienta.
X.

Por vagabundas tribus mal poblado, Y elijiendo allí en paz sitios propicios
Existia aquel mundo: verdad era. De su industrial familia á las labores,
Dormia allí la corsa sin cuidado Labraban sus curiosos artificios
De la desierta loma en la ladera;
Hábiles arquitectos los castores:
A l lago, por el hombre aun no enturbiado,
Tal vez de los primeros edificios
Bajaba sus cachorros la pantera;
Labrados en la tierra constructores,
Y el condor, áun por él no perseguido,
A l hombre errante por su inculto suelo
Hacia entre los árboles el nido.
De la primer ciudad dieron modelo.

XI. XIII.

De aquellos lagos límpidos á orillas


A l l í á la márjen de insondables rios
Iban entre esos juncos tan preciados,
Que hierven al calor de los volcanes,
(Símbolos de la ley en los golillas,
Cuyas riberas y álveo bravios
Lujo de nuestros viejos majistrados,)
Sacuden terremotos y huracanes,
Ajiles á trepar grises ardillas,
Pelícanos volaban y tildíos,
Y á sestear los bisontes fatigados,
Garzas y papagayos y faisanes;
Y á dijerir los avarientos boas,
Y se iban á esponjar en sus remansos
Y á esconder los salvajes sus canoas.
Ánsares roncos y silvestres gansos.
XIV.

Allí en llanuras que jamás la caba


Quiénes eran? De dónde habian venido?
Desenyerbó, y en bosques cuyos palos
Por dónde habian saltado á aquella tierra
Sierra ni hacha privaron de su brava
Que un mar inmenso por bajel no hendido
Vejetacion ni les dejaron ralos,
En un abismo circular encierra?
Crecia la aromática guayaba,
Prole de Adán, si de él habian nacido,
La xágua de buen ver y frutos malos,
Qué cataclismo incógnito, qué guerra
La piña, el chirimoyo y los mameyes,
De elementos el globo desquiciando
Manjar del vulgo allá y aquí de reyes.
Les aisló entre los mares? Desde cuándo*

XV.
xvn.

Y allí otra raza de hombres diferente,


Del primitivo oríjen de su raza
De distintas costumbres y lenguaje,
Conservaron recuerdo tan exiguo,
Tal vez mejor, tal vez más inocente
Que aun hoy buscamos la perdida traza
Que las de Europa, pero más salvaje,
Que úne su raza á la del mundo antiguo:
Por aquel ignorado continente
Vivian de la pesca y de la caza
De la vida mortal hacia el viaje:
Algunas de sus tribus, en ambiguo
Sin conocer la relijion ni el nombre
Estado y condicion semi-salvaje,
Del Uno y Trino Redentor del hombre.
Tan pobres de razón como de traje*
Colon abrid á la fé el teatro inmenso
Otros empero con mejor instinto
De la América idólatra; la España
Social, con más saber y aspiraciones,
Consagrd á Dios su territorio extenso:
Poblaron de ciudades el recinto
Fé y valor se pusieron en campaña;
Que les cupo en tan fértiles rejiones:
Húmedo en sangre se quemd el incienso;
Diversa ilustración, jénio distinto
Y en aquella rejion nueva y estraña,
Á sus orijinales poblaciones
Último paladin de la edad media,
Dieron otro carácter y otro sello,
Abrid Cortés su herdica trajedia.
Mezcla de lo monstruoso y de lo bello.

XIX. XXL

Ni Bjipto, do entre nieblas y misterio |Dios, que al viejo Colon diste la llave
Su faz Adán tras Moisés asoma, Para abrir á tu luz la tierra entera;
. Ni el ojo avaro del celeste imperio Que en él mostrastes el poder que cabe
Que oríjen cuenta que en los astros toma, En un alma tenaz que crée y espera;
Alcanzaron á ver este hemisferio Que echar le vistes en su frájil nave

Que ni Grecia soñd, ni invadid Roma: La fé y las joyas de Isabel primera,

La fé de España con la luz de Cristo Y el globo eslabonar de zona á zona

Abrid al mundo aquel mundo nunca visto. Con el anillo de su real corona:
—38— —39—

xxn. XXIV.

De Isabel y Colon bajo tu manto ¡Dios, luz de la cristiana poesía,


Las nobles almas en tu gloria encierra: Que me has visto exhalar en tus altares
Que nunca vuelvan desde el cielo santo Todo el aliento de la vida mia

Su mirada inmortal á aquella tierra: Y toda la honda fé de mis cantares,

Que no vean el mar de sangre y llanto Hoy en este lamento de agonía

En que ahoga de América la guerra Es cuando necesito que me ampares!


Haz que sea en América mi acento
La fé, el honor, la ley, las tradiciones,
Rujido de león calenturiento.
Que la llevé la cruz de sus pendonesl

XXV.
XXIII.

Dios por quien vivo y cuya sombra adoro! Pero antes de exhalarle audaz, salvaje,
Clemente Dios cuya paterna mano Como le arranca al corazon de Europa
Mi fé sostuvo sobre el mar sonoro, De la feroz América el ultraje,
Y me amparé en el mundo americano; Y de volverla de su hiél la c o p a . . . .

Y o que á aquel litoral no fui por oro, jOh excelsa poesía! tu lenguaje

Que amé allí al infeliz Maximiliano, Celestial y tu noble y áurea ropa


Que envilezca perdóname y que arrastre
Y o y á enviar á su féretro sangriento»
D e tal pueblo al hablar y tal desastre.
El último suspiro de mi aliento.
—40—

XXVI.

Para hacerme entender dar de su historia ¡KdLHippo ijKPfdLBML®*«**

Prosáicos detalles necesito:


Mas cuando de ella la mohosa escoria
Hoy con la pala del recuerdo ajito, MEXICO.
Tu poética faz, tu luz de gloria
[Ay de mí! sé que anublo y que marchito;
Y parte tal de la leyenda mia,
Es narración vulgar, no poesía.

1551.

i.

Era en el siglo aquel de las hazañas,


En que hidalgos de rústicos solares
Abrían á la fé nuevas Españas,
Despues que el buen Colon la abrid los mares
Y poniendo de madre con entrañas
En su pendón la cruz de sus altares,
Iba España por ambos hemisferios
Abriendo mundos y borrando imperios.
—40—

XXVI.

Para hacerme entender dar de su historia ¡KdLHippo ijKPfdLBML®*«**

Prosáicos detalles necesito:


Mas cuando de ella la mohosa escoria
Hoy con la pala del recuerdo ajito, MEXICO.
Tu poética faz, tu luz de gloria
[Ay de mí! sé que anublo y que marchito;
Y parte tal de la leyenda mia,
Es narración vulgar, no poesía.

1551.

i.

Era en el siglo aquel de las hazañas,


En que hidalgos de rústicos solares
Abrían á la fé nuevas Españas,
Despues que el buen Colon la abrid los mares
Y poniendo de madre con entrañas
En su pendón la cruz de sus altares,
Iba España por ambos hemisferios
Abriendo mundos y borrando imperios.
—42—

n.

Pisa Cortés la playa mexicana, Su ojo de halcón percibe entre la bruma


Y abarcando su espléndido horizonte Por entre aquellos riscos y barrancos,
Se tiende su mirada soberana Que fía en Dios y en su constancia suma
De volcan en volcan, de monte en monte. Para poner ante su espada francos,
De ellos detrás, de multitud lejana Empenachados de pintada pluma
Que airada espera que contra él se apronte Móviles grupos y estandartes blancos;
Sdn amenazador le trae el v i e n t o . . . . Un pueblo en fin que en presentarse tarda
Y audaz le aspira con plaeer su aliento. Y que á ver antes de atacar aguarda.

V.

Tras aquellas coclépeas montañas De esos montes detrás hay un imperio:


Y agrestes precipicios solitarios, Al fin con su señor cruza mensajes;
A donde huyen ante él de sus cabañas De uno á otro palabras de misterio
Míseras los medrosos propietarios, Traen y llevan estraños personajes.
Siente alzarse contra él huestes estrañas A su amago ceder es vituperio,
Al rumor de sus pasos temerarios: Y demencia exijir sus homenajes:
Yendrá acaso sobre él la tierra entera, Mas el misterio penetrar que encierra

Y él la siente venir y audaz la espera. Esfuerza, aunque haya que forzarla tierra
—44— —45 —

VI. VIII.

Cortés crée que cejar deshonra á España; Fé, fortuna, valor, estratajemas,
Su fé, acicate de su honor, le incita Tenacidad, homéricas campañas,
A acometer la temeraria hazaña Desventuras sin par, cuitas extremas,

De avanzar sobre un pueblo, á quien irrita Inconcebibles, épicas hazañas,

Y asombra al par su pretensión estraña; Que no caben en libros ni en poemas,

Su audacia más la oposicion escita, Marcaron en los mapas dos Españas;


Fué española del mar la doble orilla.
Y cuanto más glorioso le parece
¡México por Cortés! ¡Dios por Castilla!
Más en intento tal se fortalece.

De héroes un puñado le acompaña Asombro de ambos mundos su victoria,

Para dar cima á tan hercúleo antojo; A Cortés del pasado entre la bruma

Asombrada su hueste grita "¡á España!" Admiran á la luz de tanta gloria


Cortés sus naves sin temor ni enojo Los que no envidian su victoria suma.
Quema, y abre su homérica campaña, {Cuál es despues de México la historia?
Diciendo á su lejion con noble arrojo: Yeloz sobre ella al resbalar mi pluma,
"Para volver del mar á la otra orilla Tal vez á ser mi cántico descienda
Esta hay que conquistar. Dios por Castilla!" Frió resúmen de vulgar leyenda.
—46— —47—

X. XII.

" P o r España y por Dios" con fé y sin miedo Cárlos, rey en sus reinos extranjero,
Dijo Cortés entrando los lugares: Imperé en el desérden provocado
' 'Por Dios y por España" el padre Olmedo Sdlo por él: se levanté Lutero
Decia detrás de él alzando altares. Contra Roma: harto de ella y ultrajado
La furia del soldado templé ledo Sealzé contra su Corte el comunero:
De Cristo el sacerdote: y ambos pares El viejo mundo, en guerras empeñado
En Ja fé, y en valor nadie el segundo, Por él, se hundid en desdrden tan profundo
Dieron á Cárlos quinto un nuevo mundo. Que infiltrd el jérmen de él al nuevo mundo.

XIII.

En vano el capitan noble y valiente


El primero de austriaca dinastía,
Enviaba desde México á Castilla
Emperador y Rey Cárlos primero
De aquel nuevo país y nueva jente
Soñé en sí vincular la monarquía
Crdnica injénua en narración sencilla:
Universal, ser rey del mundo entero.
En vano el sacerdote intelijente
Dios casi se la dié, cual ser podia
De la fé derramando la semilla,
En siglo tal fanático y guerrero:
Pedia para el indio mexicano
Alumbrando discordias y esterminios,
A la Iglesia favor y al Soberano.
No se ponia el sol en sus dominios.
—48— —49—

XIV. XVI.

Era un siglo de gloria y entusiasmo: El rey al labrador para soldado


Soñó Europa no más que guerra y oro: Sacaba sin piedad de sus hogares,
Creyó que habia dormido en un marasmo Dejando erial el campo no sembrado:
De indijencia á la boca de un tesoro, La inquisición en prd de los altares
Cuando á la pobre España vid con pasmo Arrancaba al judio del mercado
Avasallar el mar, rendir al moro: Y al morisco industrial de sus telares:
Y rey de medio mundo el rey de España, Queriendo con un celo temerario
Contra la otra mitad salid á campaña. Dar cristianos á Dios y oro al erario.

XV. XVII.

Robd tierra á la Iglesia la herejía, Y en pds de libertad-d de riqueza,


La ardiente inquisición saltd á la arena Cuantos la inquisición d la justicia
En favor de la fd y la monarquía; Ó la guerra dejaban en pobreza,
Francia arriesgd tenáz, de celos llena, Aprovecharon la ocasion propicia
Contra el Emperador cuanto tenia: De salvar su caudal y su cabeza
Y di para batallar en tierra ajena, De la fd armada y de la real codicia;
Tiendo ño más en Mdxico un tesoro, Y del juicio y la leva los azares
Le decía no más, "mándame oro." Esquivando, lanzáronse á los mares.
—50—

XVIII. XX.

Por más que los leales y los buenos. Y el soldado rapaz, el fraile ignaro,
Que se le habían ganado al Soberano, El tornadizo de judio y moro,
X e pedían de juicio y razón llenos El juez venal, el mercader avaro,
Que enviara sólo al suelo mexicano Echando al mar vergüenza, fé y decoro,
Jueces de envidia y ambición ajenos Fueron á aquella tierra á vender caro
Y sacerdotes de valor cristiano, Fé, justicia, hasta su alma á cambio de oro:
Él enviaba no más á quien más oro Y de mal estos jérmenes distintos
Mandara desde México al tesoro. Dieron entre los indios y los pintos.

XIX. XXL

Y el ladrón y el apóstata que huían El indio es haragan, supersticioso,


De tribunal civil ó relijioso, De limitado y torpe entendimiento;
Las polillas sociales que nacían Como desnudo, impúdico; vicioso
Del polvo de aquel tiempo borrascoso,. Como nutrido mál de acre alimento.
Langostas de la América, caían El pinto, que es de México el leproso,
Sobre su campo vírjen y abundoso; Nace manchado el cuerpo macilento
Y , lejos de la ley, iban sin freno De herpéticos lunares movedizos,
De jérmenes de mal á henchir su seno. Ecsudacion de virus pegadizos.
xxn.

Dios no nos did en la tierra madre malaj Mala sangre española y mala indiana,
Pero aquí como allá la madre tierra Ni indios en realidad ni castellanos,
Al haragan y al vago no regala Brotd esta innoble raza americana,
El pan ni el oro que en su seno encierra: Del continente occidental jitanos.
Fecúndanla azadón, arado y pala, Y renegados de su raza hispana,
No sangre derramada en larga guerra: Y repugnando confesarse indianos,
Así fud que los vagos que allá fueron,. Ni cristianos ni iddlatras, lo mismo
Pobres aquí y en México se vieron. Deshonran la india fe que el cristianismo.

/ *

XXIIF. XXV.

Y el estdmago de hambre y las entrañas Vale en España más honra que oro:
De ddio y pesar roidos, acordaron Reyes también de Amdrica sus reyes,
Utilizar allí sus viejas mañas; Dieron al fin á México decoro
Las indias y las pintas no tardaron Y alto valor social con sabias leyes:
Con ellos en unirse, y sus cabañas Dieron, sin menoscabo del tesoro,
Otra projenie pésima albergaron: Pan y justicia al pueblo sus vireyes;
Hijos de aquellos padres tornadizos Y la Iglesia catdlica en sus templos
Hoy los léperos son y los mestizos. L e did instrucción y de virtud ejemplos.
55—

XXVI. XXVIII.

íntegros jueces, nobles caballeros, . El comercio, la paz, la fé y las leyes


Comerciantes exentos de avaricia Á México atrajeron la bonanza
Y monjes evanjélicos y austeros, De la gloriosa edad de los vireyes;
Eu pré de la moral y la justicia A l camino sacd con confianza
Esgrimieron al par leyes y aceros El rey su oro, el labrador sus bueyes:
Contra la iniquidad y la codicia: La nobleza, el comercio, la labranza
La razón alumbrando y las conciencias Y el clero se fiaron grandes sumas,
Su virtud, su palabra y sus sentencias» Sin haber menester prendas ni plumas.

XXVII. XXIX.

Sabios de toga y nobles de golilla No le ocurrid jamás á un castellano


Fueron con nobles de solar y espada Sábdito del buen rey Cárlos tercero,
 echar, bajo los fueros de Castilla, La palabra poner de un mexicano
De otra raza leal, noble y honrada Peor que la de un noble caballero,
En aquellas rejiones la semilla; Jiraba allá el coinereio gaditano
Solariega nobleza allí creada Oro con que comprar un mundo entero;
Sembré allí el jérmen del honor cristiane». E indiano que de México venia,
Prez del blason del pueblo castellano. Hasta el tesoro real franco tenia.
—56— —57—

XXX. XXXII.

Y era México un pueblo hospitalario, El indio humilde, el lépero ladino


Rumboso, alegre, decidor, sincero; Y a á respetar el fuero acostumbrado,
Como hijo de andaluz un poco vario, Siempre sagaz, pero jamás dañino,
Mezcla de comerciante y caballero: Del español y el rico apadrinado,
Y enviaba sus millones al erario En la calle, el paseo, y el camino
Queriendo en la metrópoli primero Al español y al rico hacia lado:
Ser hidalgo español que no escatima, Tiendo todos sin ódio ó pesadumbre
Que mercader á quien el dar lastima. Tal superioridad corno costumbre.

XXXI. XXXIII.

Como hijo de la alegre Andalucía Hombreaba hidalgo el español: el rico


A l lépero y al indio mantenia;
Pródigo de cenvites y de fiestas,
Mantenido y en paz, cerraba el pico
Aniversario de algo cada dia,
El pueblo á quien tal yugo no oprimia;
Ferias tenia sin cesar dispuestas:
El ceño se fruncian un tantico,
Y en medio de ruidosa coheteria,
Mas podian llamarse cada dia
Las campanas á vuelo siempre puestas,
Sin ponerse uno á otro en ningún potro
En jamáicas pasaba y coleaderos
Lépero el uno, y gachupín el otro.
Bajo un cielo sin par meses enteros.
—59—

XXXVI.

Aceptando ambos pueblos los deberes Pueblo medio oriental, medio europeo,
De aquella sociedad indo-cristia'na Tan descuidado cual de injenio agudo,
Y de siervo y señor los caracteres, G-racioso y perspicaz como algo feo,
(Española honradez y astueia indiana) Como al trépico cerca, algo desnudo,
Á fundir ayudando las mujeres, Bailé, canté y dié gusto á su deseo
Lazo común de la flaqueza humana, Y á un buen virey, que se finjié ceñudo
Del indio astuto y del audaz hispano Por no arriesgar su autoridad, basada
Se produjo el carácter mexicano. En aquella opresion tal vez amada.

XXXV. XXXVII.

Áspero el español en su ardimiento Con un puñado.de soldados viejos


De vencedor con humos todavía, Y unas cuantas parejas de corchetes,
Sagaz en su preciso rendimiento Ayudando los rústicos concejos,
El natural que á su merced vivia, Se rejia aquel pueblo: que entre cohetes
Aquel antes hostil doble elemento Y repiques, vaciaba los pellejos
Confundiéndose más fué cada dia; De pulque haciendo trovas y motetes
Hasta que, ni español ni americano, L o mismo al noble santo de la fiesta,
Dié de sí un nuevo pueblo: el mexicano. Que ála moza más guapa é mejor puesta.
Alguno que otro dia por un bando
Que había un rey de España se sabia
Que se llamaba Carlos ó Fernando;
Y por el funeral que se le hacia
Y el busto del troquel que iba cambiando
SIGLO XIX.
Que cambiaba de Rey se apercibía;
Y así sufría el pueblo mexicano
Lo que llamaba el yugo castellano.

XXXIX.
«seeaBBBM»

Llegó al fin nuestro siglo turbulento: •


Sacudió la tormenta las naciones
Yiejas de Europa: bamboleó el cimiento
Del trono en que dormían los Borbones:
El sol de la República sangriento
Enjendró á Napoleon con sus lejiones:
Y en el són de un cantar republicano
Cruzó la libertad el occeano.
Alguno que otro dia por un bando
Que había un rey de España se sabia
Que se llamaba Carlos ó Fernando;
Y por el funeral que se le hacia
Y el busto del troquel que iba cambiando
SIGLO XIX.
Que cambiaba de Rey se apercibía;
Y así sufría el pueblo mexicano
Lo que llamaba el yugo castellano.

XXXIX.
«seeaBBBM»

Llegó al fin nuestro siglo turbulento: •


Sacudió la tormenta las naciones
Viejas de Europa: bamboleó el cimiento
Del trono en que dormían los Borbones:
El sol de la República sangriento
Enjendró á Napoleon con sus lejiones:
Y en el són de un cantar republicano
Cruzó la libertad el occeano.
xm.

Acordonó con tropas y con leyes A falta de noticias y de pruebas,


Las aduanas y puertos mexicanos El viento liberal era bastante
Alarmado el poder de los vireyes; Del apuro español para dar nuevas:
Los diarios quemó republicanos Supo México al fin que delirante
Y ocultó el cautiverio de sus reyes; Abandonaba España hozes y estebas
Mas todos sus esfuerzos fueron vanos: Por fusiles y e s p a d a s . . . . é incitante
La voz de la república francesa A lid, ajitador, calenturiento,
Envió á través del mar la marsellesa. Jérmen de insurrección bebió en el viento

XLI. XLHL

Las canciones políticas son malas Era el viento del siglo: soplo escaso,

Todas sin escepcion: pero ninguna Leve, fugaz, que ni se vé ni zumba

Aunque del jénio y arte sin las alas Como el aire sutil que hiende un vaso
Deja de hacer prontísima fortuna. Al principio, y que al fin moles derrumba:
Hechas entre clarines, sangre y balas A l que se opone de su siglo al paso
En la hora precisa y oportuna, De su siglo una ráfaga le tumba;
Dan al arte es verdad gloria bien poca, Y aquella concitaba subversiva
Mas son un huracán del pueblo en boca. A echar abajo lo que estaba arriba.
¿De quien la culpa? lo dirá la historia.
Francia, realista aún, la independencia
Para sondar tan nebuloso arcano,
A p o y ó de los Norte-americanos
Fresca aún de los hechos la memoria,
Por ódio de Albíon; tal imprudencia
No hay todavía luz: áun es temprano:
Los jérmenes caldeó republicanos
Y ni es para el poeta tál victoria,
En los pueblos conquista y dependencia
Ni hay tál poder en nuestra débil mano.
Hasta allí de los reyes castellanos:
•¿Quién rebeló la América española?
Y el viento de la América del Norte
Culpemos sólo al siglo y á ella sóla.
Nos envió la tormenta á nuestra corte.

XLV. XLVII.

Nuestro siglo es rebelde: no hubo modo


¿Era el soplo del siglo? Es cuestión grave.
De resistir al siglo. Comenzóse
Que fué el soplo de Dios hay en el dia
A recordar y á comentarlo todo:
Quien opina tal vez; mas Dios lo sabe.
Se evocó lo pasado: apostrofóse
L o que el manto rasgó á la monarquía,
Al castellano gachupín y godo.
Arcano es del que Dios tiene la llave:
Que era invasor tirano declaróse,
Pero mientras España defendia
Y empezó en uno y otro conciliábulo
Su libertad, sus indias posesiones
La insurrección caliente á tomar pábulo.
Hacia allá la libertad jirones.
— 6 6 —

XLVIII.

Nadie dió una razón muy valedera Y ¡oh mengua de la América española!
Para tál rebelión: nadie en tál hora ¡Oh error de la rebelde raza humana
De nadie esclavo ni oprimido era, Que echa sus males sobre sí ella sola!
Ni era la autoridad más opresora: Los que amparaba más la castellana
Mas era el jénio indócil de la éra: Dominación, y á quienes más desoía
Habia una carcoma roedora El ódio á España y á la fé cristiana
La tradición monárquica minado, Del sangriento rencor republicano,
Y aspiró á gobernar lo gobernado. Dieron á la república la mano.

XLIX. JA.

Léjos allá del trono la justicia, Un clérigo con otros el primero


Léjos el clero de la luz de Roma, El estandarte del motin levanta;
Lata la disciplina en la milicia, Deja el altar y cíñese el acero
De aquella sociedad eran carcoma A tál insurrección llamando santa.
Superstición, abuso, ódio y codicia; Recurso musulmán del que heredero
Como en todo país que creces toma Es nuestro pueblo aún (y que ni espanta,

Lejos de la metrópoli, impotente Ni engaña á nadie ya:) cuando interesa,

Coptra el volcan que brota de repente. Llamamos santa á la peor empresa.


—68—

LII.

Mas ni una hay que haya puesto por testigo Ley que al necio no más coje de susto
Ó por pretesto á Dios de su malicia Es que quien mata á hierro á hierro muere,
Que haya salido bien, ó á quien amigo De árbol letal quien le eultiva arbusto,
Haya Dios amparado en su justicia. De áspid quien junto así guardarle quiere.
Las razas olvidé de que era abrigo Es la ley del talion. Dios siempre es justo:
México, en su política impericia, Quien elementos pútridos injiere
El cura de Dolores: y á su grito, En cuerpo sano y épio en planta buena,
Se alzò otro pueblo que el por él bendito. Cuerpo y planta marchita y envenena.

LIIL LV.

c
Libertad é igualdad: principio santo
"¡Libertad, igualdad, independencia!
Tal vez que el cura Hidalgo sacé á plaza
Mueran los españoles, los tiranos!
Contra el pueblo español: mas que entretanto
Todos desde hoy iguales, su existencia
Que él le aplicaba al suyo, cada raza
Empiezan hoy por mí los mexicanos!"
Se le aplicaba á sí, bajo su manto
Dijo el cura; y su ley fué su sentencia:
Todos libres por él y ciudadanos Dándose de acojerse prisa y traza;

Hechos, á su pendón allegadizos Y levanté las dos que con las leyes
Acudieron mulatos y mestizos. Niveladas tenian los vireyes.
—70—
—71—

LY!. LVIII.

" L I B E R T A D , IGUALDAD, FRATERNIDAD."


El mulato, el mestizo, el pinto feo
Tres palabras que encierran grandes miras
Eran hombres sin duda como todos:
Para el bien de la humana sociedad,
Mas, en vil sociedad é innoble empleo,
Y que han sido hasta ahora tres mentiras;
I)e mal instinto y de peores modos;
Pues tan solo la han dado en realidad
Eran, si vá á decirlo sin rodeo,
Opresión, desnivel, discordia é iras:
Los polvos de que vienen estos lodos;
Mas tres palabras son que, una vez sueltas
Eran lodo social; fermentaciones
Han de hacer dar al mundo muchas vueltas. Del limo vil de Adán en las naciones.

LVII. LIX.

La de México fué vuelta completa: Republicano ya é independiente,


Se hizo libre: salió de tutoría. Tuvo en su sociedad que dar cabida
Y o no sé si fué vuelta 6 voltereta México liberal á aquella jente:
En república dar de monarquía:
Y ella astuta y sagaz, bien advertida,
Pero esta no es cuestión para el poeta:
Injiriéndose en ella mansamente,
¿Por qué está desde entonces la anarquía
Inoculé en la sávia de su vida
Entronizada en México? Es un punto
Republicana jérmenes perversos
Para el historiador; no es nuestro asunto.
Y de su esencia natural diversos.
—73—

LXII.

Aquellos á mandar por tantos años Por eso se afanaron cada dia

Y en el hogar del blanco no admitidos, La influencia en roer de la ié hispana

Asaltaron con cabalas y engaños Falseando sus recuerdos: todo habia


Sido opresion sultánica y tirana.
El hogar y el gobierno prohibidos:
Pero ¿y la relijion? ¿y la hidalguía?
Mas llevando consigo sus amaños
¿Y el comercio? ¿y la lengua castellana?
Y vicios en la crápula adquiridos,
Superstición, orgullo y latrocinio:
Infiltraron su hez negra y villana
Digno todo de escarnio y de esterminio.
En lo azul de la sangre mexicana.

LXIII.
LXI.

Porque el mestizo, el pinto y el mulato Los hijos de los nobies castellanos

Estremados en su édio al europeo, Vistos ya como indianos por las leyes,

Este ddio la infiltraron en su trato Eran los verdaderos mexicanos

Con la raza española: su deseo Al negar obediencia á nuestros reyes:

Fué, con íé desleal é instinto ingrato,. Dueños de haciendas mil ricas en granos,

Emplear desde la estafa hasta el saqueo, En chilares, en cañas y magueyes,

Hasta quedarse del país señores Sustentaban al pueblo y al erario


Únicos en los tiempos posteriores. Con su alto lujo y su comercio vário.
—74 —

LXIV. LXVI.

Mas vieron éstos con mortal disgusto Desde entonces, queriendo con el velo
Á altos puestos optar antojadizos, Santo de Relijion y de civismo
Y ponerles tal vez el ceño adusto, Cubrir su afan de poseer el suelo,
Á los que con desden de advenedizos Su igual intolerancia y egoísmo;
Trataron: mas fué tarde y no era justo: Unos han invocado al Dios del cielo
Los pintos, los mulatos, los mestizos, Y otros la libertad y el patriotismo;
Y a con ellos al par republicanos, Y a m b o s bandos, sin f é y con ira estrema,
Eran libres también y ciudadanos. Escriben "Dios y libertad" por lema.

LXV. LXVII.

Mas es afan sacrilego y artero;


Entonces unos con pesar los ojos
Pues no hay ya cosa allí que no se llame
Pusieron en Europa y la esperanza:
Por su nombre jenuino y verdadero:
Otros vueltos al Norte hasta despojos
Hoy por más que el político declame,
Le ofrecieron por vientos de mudanza:
Detrás de la opinion se vé el dinero,
Se llamaron al fin mochos y rojos
Trás las proclamas la ambición infame:
Y entraron en lid de édio y de venganza,
Hoy en México arrastran las pasiones
Alzando dos banderas nacionales
La fé y la liberta»! entre cañones.
Reaccionarios hoy y liberales.
LXVIII.

México tiene un cielo que le cubre


¡Oh fé sin Dios! ¡Oh libertad esclava,
Como un fanal azul y trasparente;
Que vaso hacéis en que beber sedientas
Tibio, aromado, diáfano y salubre,
Del corazon en que el puñal se clava:
Templa el pulmón y el corazon su ambiente.
Que dais á vuestro Dios aras sangrientas
Tan sereno en abril como en octubre
Y á vuestra libertad mordaza y traba!
Brilla, jamás glacial, jamás ardiente;
Dios y la libertad os llevan cuentas;
Una sola estación bajo él impera:
Mas por no apadrinaros en el suelo,
Una suave y perenne primavera.
Dios y la libertad se han ido al cielo.

LXXI.
LXIX.

Su sol, que reverbera en unos lagos


Tal es la historia triste del moderno
Cercados de volcánicas montañas,
México y el carácter de esta tierra:
No hace al herirla en la pupila estragos;
Tál la razón del desarreglo eterno,
Ni el ojo necesita las pestañas
Y de la indócil inquietud que encierra.
Para templar sus resplandores vagos,
Tál el foco del fuego del infierno
Tibios, suaves, rosados y de estrañas
Que dá alimento á su salvaje guerra;
Tintas: no hay sol que al mexicano iguale
Inconcebible es vista por encima
Cuando se vá del horizonte é sale.
Jente tán dulce en tán benigno clima.
-79-

LXXIV.

Muy alto sobre el mar. el valle ameno Y en medio de este valle pintoresco,

De la mesa central, es el paisaje Perla prendida en árabe acerico,

De ma's variados accidentes lleno: Ciudad como esas que el primor chinesco

Quintas floridas, páramos salvajes, Labra sobre el marfil de un abanico,

Pedregales y montes cuyo seno Blanco, claro, jentíl aéreo, fresco,


Nutre olorosos árboles, plumajes México yace perezoso y rico,
Que empenachan cimbrándose sus crestas, Como Sultán que en sus jardines fuma

Y que sombra y tapiz dan á sus cuestas. Viendo al mar á sus piés hacer espuma.

LXXIII. LXXV.
/

Llanos que dan poquísimos afanes, México es la ciudad de los caflfáres,

Y gran cosecha al labrador; calizas Huerto rico de frutas y de flores;

Rocas en donde áun abren los volcanes Y en medio de la guerra y sus azares,

Bocas que obstruyen hoy muertas cenizas; Y en medio de la peste y sus horrores,

Ruinas do áun salen á vagar los manes Se mece en sus chinampas seculares,

De héroes, que entre las ondas movedizas Cantando ante su tumba sus amores

De las lagunas de Texcoco y Chalco En un cantar que abarca estos estremos:

Hallaron cristalino catafalco. "Cantemos hoy; mañana moriremos."


— 8 1 —

Lxxvni.

Mezcladas, aunque hostiles, hoy sus razas Hechos á ver sin pesadumbre alguna,
Y hechas de su política á los jiros, Cual sin placer ni afan en juego y guerra
En salones, haciendas, campo y plazas Dar vueltas á su vida y su fortuna,

Bailan, ya acostumbradas, entre tiros, Que un naipe ó un cañón corta ó encierra,

Besos, quejas, requiebros y amenazas: De su viaje al panteón desde la cuna


El camino peor no les aterra:
Viven entre cantares y suspiros,
L o necesario es oro para el viaje;
Y mueren con la misma indiferencia
Y con la guerra van juego y pillaje.
De batalla (5 festin por consecuencia.

LXXIX.
LXXVII.

Sus derechos iguales todo á todos,


Galanes y diestrísimos jinetes,
Ciudadanos é iguales, les conceden:
Llevan en sus caballos un tesoro
En toda éra y país por varios modos
En chapas, hebillajes y filetes;
Pocas del oro á la virtud no ceden:
Y ostenta, recordando el gusto moro,
Dicen: "Barniz dorado limpia lodos;
Su cairelado arnés flecos y herretes:
No hay peces que en red de oro 110 se enreden.''
Gastadores sin par de tiempo y oro,
Todo allí todos á su alcance miran:
Toman, mirando el oro como barro,
Todos á todo sin temor aspiran.
Por liberalidad el despilfarro.
Lxxxn.

Y hechos de limo tai los mexicanos, Méjico es el país de más talento, .


Y á vivir en la alerta y suspicacia De más gracia, más májia y más encanto
De una guerra, que cambia los hermanos En su trato social; el sentimiento
En enemigos y la fé en falacia, Está en sus frases con cariño tanto

Pueden con los más diestros cortesanos Espresado y tán bién cada momento,

Competir en destreza y diplomácia: Del amor y la fé tan bajo el manto,

Y no les hay sobre la tierra iguales Que sus pláticas son, de encanto llenas,

En gracia de palabras y modales. Hermanas del cantar de las Sirenas.

LXXXI. LXXXIIL

Este pueblo habla aún el castellano: "Ánjel mió! primor! mi alma! mi vidaí"
Mas con tál fraseoléjia y tál acento, Cuanta frase al decir presta incentivo,
Que el lépero más rústico y villano Vá en su conversación tán repetida
Sabe en ella espresar su pensamiento Cual si fuera de amor diálogo vivo.
Con un período culto y cortesano, Es nuestra lengua, sí: desposeída
Con tono dulce, cadencioso y lento, De su carácter varonil nativo:
De imájenes y tropos con gran copia, El español hablando es franco y grave:
Con natural acción, fácil y propia. El mexicano seduct or y suave.
-84- —•85—

LXXXIV. LXXXVX

Todo allí es seductor, todo allí es grato;


Rápido en concebir, en lo que piensa
Todo embelesa, atrae, deslumhra, embriaga,
Cuando la idea se le ocurre, abarca
Clima, país, lenguaje, hábitos, trato;
Su acepción y ampliación la más estensa,
Hasta el mismo desérden que lo estraga
Y en su interpretación vía se marca
Todo, es característico é innato;
Con su veloz perspicuidad inmensa;
No hay allí mal que nos parezca plaga:
Siempre está sobre sí: jamás se embarca
En agua cuyo fondo no sondea: Infierno que fué Edén, aun en su suelo

Siempre á su fin para llegar rodea. Hay no sé qué del primitivo cielo.

LXXXV. LXXXVII.

Dulce y flexible, cuanto astuto y vivo, Tál fué México ayer; tál es en suma
Envuelve en la palabra el pensamiento Hoy: mezcla de contrarios elementos:
Con el jiro más diestro y persuasivo, Con sangre de Cortés y Moctezuma
Y al eco musical dá de su acento Y con édio á los dos: rico en talentos,
Con su faz y su acción doble atractivo. Càuto, s a g a z . . . . y vario como espuma
La mexicana que relata un cuento Del mar que ajitan sobre el mar los vientos.
Tiene en su acción graciosa y su voz suave Y á esta nación del mundo americano

Algo del vuelo y del cantar del ave. Fué engañado á reinar Maximiliano.
JCÍ JLTbnpc» s e g u j H L d o .

MAXIMILIANO.

i.

Tibio, rosado, diáfano, sereno.,


Daba su limpia Inz á una mañana
Un sol primaveral. De vida lleno,
México respiraba el áura sana
Que le traia en su ondulante seno
El aroma vital de la cercana
Sierra cedrosa, y los perfumes vagos
Del agua azul de los salobres lagos.
—sa- —89—

lí. IV.

Y esta aura en sus balsámicos vapores Do quier se tienda la curiosa vista,


Á la risueña capital traia Halla de la ciudad vestido el casco
Vago són de campanas y tambores, De terciopelo, brocatel, batista,
Que brotaba confuso en lejanía. Raso, blonda, moiró, tul y damasco.
La ciudad exhalaba mil rumores Canastillo adornado por florista,
Que acusaban de insólita alegría, O de ámbar chino cincelado frasco
Con su alegre susurro y movimiento, Á una novia ofrecidos por su amante,
De placer un incógnito elemento. Móxico se parece en tál instante.

Y.

No hay mirador, ni torre, ni azotóa Entapiza sus calles fina arena;


Sin pendón, banderola ó gallardete: Mástiles, pilarillos y jarrones
Ni minuto en que alzarse no se vea Sostienen de jazmín, rosas, verbena
Á estallar en los aires algún cohete; Y enredaderas ondas y festones;
Mál parece la esquina en que no humóa Su bulliciosa poblacion, ajena
Exhalando su aroma algún pebete: De afan, por puertas, pórticos, balcones,
Lazos, cifras, divisas, pabellones, Puentes, pretiles, muestra la galana
Y guirnaldas en rejas y balcones. Móxico, la Yenecia americana.
VI.

Cruza allá una simbólica carroza Acota esta carrera una muralla
Que alegoría del país encierra, De marciales trofeos y paveses:
En torno de la cual piafa y retoza Cubiertos como en dia de batalla
Cuadrilla de jinetes de la tierra. De sus armas y bélicos arneses,
Allá el camino artificial destroza Desde el campo al palacio forman valla
Tren militar con séquito de guerra. Zuavos, dragones y húsares franceses:
Y allá atraviesa un víctor de muchachos Brillando en sus enseñas y pendones
Cargado de infantiles mamarrachos. La N de los audaces Napoleones.

VII. IX.

Indias allá que trotan divididas Mostrando entre sus filas van ufanos
De su cuadrilla de indios forastera; Al francés que le admira y le desdeña,
Besos, encargos, señas, despedidas Su traje nacional los mexicanos,
De balcón á balcón, de acera á acera Sin dar la faz á la francesa enseña:
De familias fuereños, que perdidas Sino enviando galanes besamanos
Van un puesto á buscar en la carrera: A sus mujeres, cuya faz risueña
Á la cual su torpeza ya en retraso Asoma alegre entre aderezos ricos
Busca afanosa sin hallarle paso. A través de sus blondas y abanicos.
—92— —93—

XII.

Todo es el aire señas que se cruzan, Esto es todo. ¿A qué vamos al paseo,
Abanicos y guantes que al acaso A l teatro, á visitas, á la calle?
Caen: flores que albas manos desmenuzan, A ser vistos y á ver. Es gran recreo
Lentes, pedazos de batista y raso, Ver y hallar agradable algún detalle;
Que acaso el paso y el deseo azuzan Y el agrado es el padre del deseo,
De'alguno que al pasar los coje al paso: Y la tierra es de llanto y gustos valle,
Consecuencias del ser, culpas eternas Y... ¡oh inútil reflexión! ¡oh moral vana!...
De las fiestas antiguas y modernas. Jamás podréis con la flaqueza humana!

XIII.

Son el compendio de la humana vida: Grande es la fiesta de hoy, y al par la sola


Do quier que el mundo de placer é duelo Que México rejistra en sus anales
A espectáculo alguno nos convida, Desde que fué cristiana y española.
Cubre do quier la multitud el suelo. Por la primera vez sus naturales
Uno del espectáculo se cuida, Van al príncipe á ver por quien tremola
Y mientras mil, de goces con anhelo, La nación sus banderas nacionales:

En buscar el placer su injenio agotan, Hoy vá de Europa al pueblo mexicano,

Pasa otro á quien coronan é acogotan. Como un iris de paz un Soberano.


XIY. XVI.

Todo es oro y primor en la carrera; El grave inglés en Lóndres tintorero

Allá, tipo jenuino, vá el ranchero Y jefe allí de lucrativa empresa;


Que de botones mil la calzonera El aleman en Nuremberg cubero

Carga, y orla de aljófar el sombrero, Rico aquí con juguetes de sorpresa;

Y prende con diamantes la chorrera, El ayer en Pachuca barretero

El zarape en los hombros, el esmero Y hoy señor de la barra de oro-pesa,

Ostentando y el lujo mexicano, Y el montero que debe á sus barajas

Par con el andaluz y el africano. Ser rifa andando y anaquel de alhajas:

XV. XVII.

La china (que se pierde, mas que áun dura) Y el jeneral bordado hasta las cejas;

Mezcla de la manóla y la jitana, Y el guerrillero jefe de cuerudos,

Marchando con jentil desenvoltura Que corta á los contrarios las orejas

Sobre unos piés de perfección enana, Y á los de su facción deja desnudos;

Su equívoco pudor y su hermosura Las de damas equívocas parejas,

Mál envolviendo entre cendal y grana, Las de Yánkees groseros y zancudos,


El que á hacer vá un millón con una tienda
Ostenta (en desnudez piernas y brazos,)
De americana piel rojos pedazos. Y el que debe otro ya sobre su hacienda:
-96—

XVIII. XX.

Y el cura que hizo más de uua campaña, Los más de nuestros pueblos europeos
Y el héroe que cien veces se ha escondido, En fiesta 6 reunión pública juntos,
Y el banquero, que lo es por su hábil maña Con nuestros negros lóbregos arreos
En contrabando audaz jamás cojido, Que hacen ser á sus hombres negros puntos,
Y el libelista, que de vil patraña Parecen por las calles y paseos
Sobre el ajeno honor sacé partido. . . . Triste acompañamiento de difuntos:
Cuanto compone allí raza ó ralea, Los pueblos de la América, al contrario,
En la carrera bulle y se codea. Presentan un conjunto alegre y vario.

XIX. XXI.

En tal clima no ardiente y siempre fresco, Los azules y rojos zagalejos,

Que abrigo al par y desnudez permite, Los verdes y amarillos ceñidores,

Do al indio rojo el pálido tudesco, Los alamares mil y rapacejos,

Si interés média, á sociedad admite, Los zarapes de múltiples colores,


Hacen, mirado en México de léjos,
El público se vé más pintoresco,
Al pueblo parecer campo de flores,
Cuando en su cuadro orijinal compite
Que el ojo al par y el corazon recrea
De aquel pueblo tan gárrulo y bizarro
Cual vista de jardín que el aire orea.
El lujo señoril y el gusto charro.
7
—98—

XXII.

Y he aquí que en sus calles á esta hora La águila liberal republicana


Todo cuanto hay en México de bello, De la francesa al litoral huia:
Cuanto en él choca, admira y enamora, Por la primera vez México ufana
Cuanto á su aspecto popular el sello Ver claro el sol del porvenir creía:
Contribuye á poner, la acusadora Y acaso ya la pompa cortesana
Marca, el característico destello
Le halaga de la fiesta de aquel dia;
Que dá á un pueblo ájuzgar por su conjunto,
Pues monárquica ayer, tal vez simpática
Junto se encuentray de juzgarse á punto.
V é su futura vida aristocrática.

XX'III. XXV.

Tras medio siglo de discordia y duelo, Mas ¡ay! olvida su moderna historia:
Presa de la ambición y la venganza, De un anterior imperio se nos cuenta
Le parece por fin que vá en su cielo La rápida y fatídica memoria
A amanecer el sol de la esperanza; En una breve pájina sangrienta:
Y hoy comienza á esperar para su suelo México espera del imperio gloria
Nueva era de paz y bienandanza, Y en tan dulce esperanza se apacenta:
Plantando ante el dosel de un Soberano Mas ¿quién sabe si Dios le abre en su imperio
El jardín de un imperio mexicano. En lugar de un jardín un cementerio?
»

—100—
—loi—
XXYI.
XXVIÍI.

La que del sol de la esperanza brota Y a está libre la vía: ya el ambiente


Es una luz rosada, que ilumina Vibra al sén de las trompas y atabales:
Con rayos de oro la rejion remota Y a vé avanzar la mexicana jente
Donde risueña la ilusión domina: Sus tropas y banderas nacionales,
Mas su horizonte azul en playa ignota Donde brillan con luz de sol naciente
De mar tempestuosísimo termina; La corona y las armas imperiales:
En cuya playa estéril llora uraño, Y en cien carrozas de esplendente lujó
Solitario y desnudo el desengaño. Cuanto mantiene autoridad é influjo.

XXVII. XXIX.

¡Quién sabe si la raza mexicana Clero, ciudad, consejos, rejidores,


Que á su segundo emperador espera, Las damas de palacio, la grandeza,
Su segunda corona vá mañana Chambelanes, rejencia, embajadores,
En la sangre á arrojar con la primera! Ciencia, majistratura, armas, nobleza;
Mas retumba el cañón: ya la campana Placas, bordados, plumas, blondas, flores,
La comitiva anuncia, y la carrera La corte, en fin, con su imperial riqueza,
Despejan por las filas circulando
Como un enjambre de áureas mariposas,
Señales de atención, voces de mando.
Avanza entre una lluvia de oro y rosas,.
—102— —103—

XXX. XXXII.

Luego en grupo fastástico que ondéa,. Ellos son: la apiñada muchedumbre


La imperial comitiva, que camina Se aglomera, y á verles se prepara,
Con grave lentitud: en él campéa De ver á sus monarcas sin costumbre
De la brillante guardia palatina Y espectáculo tál de ver avara.
El uniforme rojo y la librea Y a avanza entre su roja servidumbre
Roja imperial; cuyo color domina La carroza imperial; ya cara á cara
De aquel dorado grupo entre las olas, Mira el pueblo á sus nobles soberanos,
Como entre "rubia miés las amapolas. Y.... olvida por mirar lenguas y manos.

XXXI. XXXIII.

Y.... ¡qué delirios la aprensión inventa? Ellos son; la simpática Carlota,


El rojo que, apagando los colores De alto decoro y dignidad modelo:
Todos, al avanzar rojos ostenta Sencillez en alcázares ignota
Pajes, guardias, aurigas, picadores Dá á su faz juvenil púdico velo:
De su manto imperial cáuda sangrienta Grave, serena, perspicaz, lo nota

Parece tras los dos Emperadores. Todo, y mira de frente, sin recelo

¡Color siniestro, cuyos visos rojos De parecer, fijándose, altanera;

Yértigo dan al alma y a los ojjost Que no tiene doblez su alma sincera.
—105—

XXXVI.

Su cabeza jentil se gallardea Cortés, sencillo, natural, sereno


En sus hombros con gracia soberana: Maximiliano avanza. Su figura
Su frente nobilísima rodea Noble y característica, en el pleno
Con la imperial diadema mexicana: Período juvenil, más que hermosura
En sus brillantes diáfanos campea Rebosa estilo y dignidad: ajeno
El águila que fué republicana; De altivez imperial, su fé segura
Y al pueblo absorto al saludar Carlota, Revela en el cortés Maximiliano
Luz, como un astro, de su frente brota. Más el hombre leal que el Soberano.

XXXV. XXXVII.

Blanco como los copos de la nieve Tradición de la jente primitiva


Que de Alemania cubre las montañas, Del idélatra Anáhuac moradora,
Rubio, que dar al sol envidia debe; Fué que, hija del sol, á venir iba
Y tán rico de barba y de pestañas Raza rubia á ser de él conquistadora;
Que, cuando al saludar su busto mueve» Y vé el indio tal vez tradición viva,
De su barba partida las marañas Llegar al rubio emperador ahora:
Riquísimas circundan su semblante Y si no hijo del sol, del sol hermano
De áurea luz con ráfaga ondulante; Le parece tal vez Maximiliano.
—106—

XXXVIII.

La milicia les rinde los honores


Sus ojos, de un azul más trasparente
Que el del cielo de México, se posan Que su alto rango y dignidad reclaman:

Sobre la multitud tán francamente, Polvo de oro y esencias entre flores

Que si ojos hay que provocarles osan, Sobre ellos al pasar francas derraman

Sondan bien la honradez benevolente, Las damas mexicanas, en primores


La fé y la lealtad en que rebosan: Táles sin par; pero ¿por qué no aclaman
Los ojos del leal Maximiliano Las turbas espesísimas sus nombres,
Tienen la calma del valor cristiano. Ni lanzan vivas en su honor los hombres?

XXXIX. XLI.

Rica de juventud y de hermosura, ¿Por qué un grito espontáneo no levanta


Modelo de elegancia cortesana, México ante el cortés Maximiliano?
Iris augurador de paz futura, A l ver tál juventud y gracia tánta
Avanza la pareja soberana ¿Qué es lo que dice el pueblo mexicano?
Con benévola faz é intención pura "Que entra con mala sombra y mala planta:
Entre la absorta turba mexicana; Porque pone á su sélio el soberano
Y recorrido ya el mayor espacio Bayonetas francesas por alfombra
De la carrera, avistan el palacio. Y del pendón francés bajo la sombra."
—109—
—IOS—
XLIV.
XLII.

México es hijo nuestro. Cárlos quinto


Los pueblos tienen siempre más instinto
Su primer rey con Francia se batía
Que las sesudas testas diplomáticas.
Al poblar de españoles su recinto:
Á éstas las llevan siempre á un laberinto
A l renegar de España nos veía
Sus elucubraciones sistemáticas;
Con ella en guerra, y heredé ese instinto
Los pueblos ven su mal claro y distinto Contra Francia en la sangre que hasta el dia
Y hacen sobre él buen juicio y buenas pláticas: Tiene nuestra; y la tiene aunque le ciegue
Lo que en el sélio México vé malo Su édio é ingratitud y la reniegue.
Es el favor del inconstante Galo.

XLY.
xlíii.

Mas ¡la sombra de Francia es tán odiosa


El pueblo es ignorante: nunca estiende
Que torne descortés á un pueblo entero
Sobre el papel discursos eruditos:
Con una dama tán jentíl y hermosa
Mas por instinto su interés comprende,
Y un príncipe leal y caballero?
Porque su instinto se lo dice á gritos:
¿No queda de hoy en su carácter cosa
Ni le alucina nunca quien le vende
De su carácter español primero1?
Aunque le haga discursos muy bonitos:
Republicano ó né ¿puede á un saludo
Dijo la Intervención: "Paz, abundancia,
México liberal quedarse mudo?
Imperio y ley" y el pueblo dijo: "Francia!"
—111—

XLVI. xlvul

No: quedan, aunque ayer republicanas, ¡Sexo noble y leal, Dios te bendiga!

Raza de las hidalgas españolas, Dios por tu instinto fraternal te abone

Mil jenerosas damas mexicanas Cuando el ruin ddio que tu pueblo abriga

Que, corazon y fé guardando solas, Contra la Europa tras la lid se encone:

Arrojan por balcones y ventanas Tú que tiendes no más tu mano amiga

De oro y esencias y de flores olas: A l que ahí Dios en el tormento pone,

Enviando con la ofrenda de sus manos ¡Que Dios te tienda su Paterna Mano

Sus almas á los nobles soberanos. Entre el pueblo al fallar y el soberano!

XLIX.
XLYII.

Fué una ovacion al fin: frente el palacio


La mujer siempre es noble y jenerosa
A l llegar, de ambas calles de Plateros
En toda edad y pueblo: por instinto,
»Las damas anublaron el espacio
Es imparcial y justa: no la acosa
Canastillos por di lanzando enteros
La política vil con su inextinto
Sobre el silencio descortes, reacio
Rencor: la mexicana cariñosa
Y ofensivo á tan nobles estranjeros:
Recibid al sucesor de Carlos quinto,
Una voz delicada y femenina
Porque su instinto femenil sentía
Hizo al pueblo estallar como una mina.
Por la pareja mártir simpatía.
—112—

L. LII.

"¡Viva el Emperador!" A par veloces Roto una vez su dique, el agua, el ruido
Son la electricidad y el entusiasmo: Y el entusiasmo al fin se precipitan,
Evocó aquella voz todas la voces Y son inundación, trueno, estallido,
É hizo al pueblo salir de su marasmo: Frenesí, que arrebatan y que ajitan
Y aun los republicanos más feroces Cuanto al precipitarse han recojido:
Arrastrados sintiéndose con pasmo, Y así en México estallan, crujen, gritan
Rompieron, á su franca iniciativa Y repican frenéticas y locas,
En un inmenso y estruendoso viva. Salvas, campanas, músicas y bocas.

LUI.

Como abriendo sus flaneos de repente Entraron en su alcázar entre flores


Lanza un nublado en el barranco seco Y entre esta, aunque tardía, jigantea
Abierto entre dos montes un torrente, Aclamación los dos Emperadores.
En el ámbito azul del aire hueco El sangriento color de su librea
Lanzó aquel viva unánime, estridente, Fué el último de todos los colores,
Un torrente de ruido: á cuyo éco Que vió la multitud que victorea:
Ondeó sobre la plaza y el palacio Y el séquito imperial dejó en mis ojos
La trama de la luz en el espacio. Del siniestro color los visos rojos.
LIV. LVI.

Porque yo estaba allí; yo conocía Vuelve á tu limpia Béljica, Carlota:


La raza y el país; yo era estranjero Torna á tu Miramar, Maximiliano.
En él y huésped: mas nacido había Llanto y sangre no más es lo que brota
Hidalgo y español, y soy sincero, Y espinas de oro el suelo mexicano.
Sentí por ellos honda simpatía: De Austria y de Moctezuma os dá ya rota
Y ella tán noble y él tan c a b a l l e r o . . . . La corona imperial traidora mano.
Me parecieron pájaros sin nido, <Ay dél que por malicia ó ignorancia
Que, por darse á volar, le habían perdido. Os tráe aquí bajo el pendón de Francia!

¿Por qué tienden á América su vuelo «saases«»


Esta garza real de blanca pluma
Y este noble condor de ojos de cielo?
¿Qué es lo que esperan encontrar en suma
De la ya libre América en el suelo,
8i en la tierra infeliz de Moctezuma
No han dejado los vicios de los hombres
Sino males no más con buenos nombres?
"KájL'bsfc» t e v c e v o »

(1865.)

i.

No se hartan de gozar la luz del cielo


Ni de aspirar el aromado ambiente,
Ni de pasear por el florido suelo,
Ni de admirar el lago trasparente,
Ni de escuchar la lengua, con anhelo
De comprenderla en boca de una jente
Que dá al idioma varonil de España
Suavidad femenil que les estraña.
—118—

n. IV.

Están pasando el vértigo del clima El ranchero, la china, el indio, el pinto,


Y aspirando el vapor que en e'l embriaga. Las damas, los jinetes, los carruajes,
Desde el fondo del valle hasta la cima Cuantas guarda de México el recinto
Del volcan, cuanto en torno de ellos vaga. Muestras de razas cultas y salvajes,
Bulle á sus piés ó de ellos flota encima. Cuanto Dios en el gayo laberinto
Les arrulla, les ciega y les halaga; Sembró de estos poéticos parajes,
Su imperio es un Edén que acotan monte» Todo lo miran al través del velo
De incopiables paisajes y horizontes.
Que á México envolvió cuando fué cielo.

V-.
I

Y á fé que de aquel valle incomparable


Todo les enamora y les encanta,
No habrá jamás quien la beldad conciba
Todo les ilusiona y les seduce,
Por lo que de él se escriba ni se hable,
La agua que brota, el pájaro que canta,.
Aunque de él con primor se hable ó escriba.
El éco que sus pasos reproduce,
Su suave luz y su aura saludable
La bruma que del agua se levanta,
La canda que el lépero conduce, Núnca imajinará quien no reciba

El cantar que se pierde en lejanía, Latentes en sus ojos y en su cara


La campana que anuncia el fin del día:.- Su oréo sano y trasparencia clara.
—121—

VIII.

Desde el alcázar del antiguo Azteca, CHAPULTEPEC, de los vireyes quinta,


CHAPULTEPEC donde el austríaco mora, Sobre un añoso bosque se levanta,
(Monte feraz que ni en estío seca Que le orla de esmeraldas como cinta
Ni deshoja en invierno ni desflora Puesta de reina india en la garganta:
Un clima igual que de estación no trueca) De cuyo sacro bosque nunca estinta
De un ambiente á través que el sol colora La rumorosa soledad encanta
Con resplandor que alumbra y que no ofende 7 Música natural, que en sén de fiesta
La vista sobre México se estiende. De sus pájaros mil le dá la orquesta.

VIL IX.

¡Con qué espansion de cándida alegría


Se estiende sobre México y su rico
El espléndido valle mexicano
Valle: el más elevado que en la tierra
Sale á admirar al despuntar el dia
Como doble paisaje de abanico
Desde CHAPULTEPEC Maximiliano!
Envuelve en marco circular la sierra.
¡Con qué infantil injenuidad envia
Desde el volcan cuyo nevado pico
Al vecino volcan como á un hermano
En pabellón de niebla el cielo encierra
Hasta el vago horizonte de Tlaxcala, (¡De inocente placer cándido esceso!)

Hay un país al que ninguno iguala. Un saludo c o r d i a l . . . . tal vez un beso!


X.

¡La luz! Ante su albor rompe y se estiende Y de él en rededor cien lugarejos,


De los alegres pájaros la salva, Rancherías y fábricas y haciendas
Mientra el crespón de las tinieblas hiende Y santuarios blanquean á lo lejos,
Con alboréos trémulos el alba: Cual de disperso campamento tiendas.
Y tras la niebla azul con que se prende Trás él Chalco y Texcoco, de los viejos
El Popocatepec la frente calva, Héroes aliados de Cortés viviendas;
Salta y derrama el sol la poesía Y allá en último término el sombrío
La música y la luz del nuevo dia. Temeroso encinar de R i o - f r i o .

XI. XIII.

Maximiliano aspira, los aromas Allá, más hácia el norte,- por encima
Que exhalan de las curvas cordilleras Del cerro á que su Iglesia y su convento
Los frescos valles y enyerbadas lomas, De las lagunas por temor arrima
Llenos de aloes, cedros y palmeras. Guadalupe, se alcanza el opulento
Abajo azules bandas de palomas Terreno de Ápam; su cosecha opima
Yagan del limpio lago en las riberas, Es del fisco el más pingüe rendimiento:
Espejo mdvil en cuya haz se pinta Y á sus labriegos dá renta de reyes
El cielo azul con incopiable tinta. Con la miel y el licor de sus magueyes.
—125—

XVI.
XIV.

Idólatras vijías de los Llanos, Allá, al poniente, el gárrulo Cabrío,

Allí Teotihuacaa pares levanta, Laberinto de chozas y frutales;

Jeroglíficos mudos mexicanos, San-Ánjel mas acá, quinta de estío

Dos pirámides: montes que de planta Que aroman el azahar y los fresales.
Coyoacan, engastado en su bravio
Amasaron los indios con las manos
Ceñidor de salvajes pedregales;
Y que coronan hoy con la cruz santa:
Y Ajusco, madriguera de ladrones
Misteriosos y bárbaros trofeos
Al servicio de todas las facciones.
Que tal vez recordaron al de Céos.

XV. XVII.

Allá, al sur, en la plácida vertiente Y en el centro del valle, chai chinesco


Del tajo que da paso á los jardines Prendido por sus puntas en la cresta
De la amena y febril tierra caliente, De la sierra, tapiz mullido y fresco
Tlálpam, reina del juego y los festines, Sobre el cual duerme México la siesta,
Blanquea entre castaños y bullentes Alza su limpio casco pintoresco
Manantiales del valle á los confines: La capital junto á las aguas puesta:
Reina holgazana del país del vicio, Nardo que el lago juguetón salpica
Con la baraja por blasón y oficio. Y perfumado el céfiro abanica.
—126—

XVIII. XX.

Tranquilo.... alegre.... satisfecho.... ufano, Aquella capital, aquel perdido

Contempla de este Edén la perspectiva Paraíso, aquel valle, aquella tierra


Sin par, que ha tiempo que ensordece el ruido
Desde CHAPULTEPEC Maximiliano:
Y alumbra el fuego de intestina guerra,
Y halaga sus oidos allá arriba
Aquel jardin ayer de amores nido
El rumor matinal, el són temprano
Y hoy vivero de crímenes, no encierra
De la ciudad, que se despierta viva
Ni una piedra labrada, ni una sola
Y amorosa entre música y aroma,
Que no haya puesto allí mano española.
Como una hurí del cielo de Mahoma.

XXI.
XIX.

Todo allí á voces nos recuerda ausentes:


Mas un dia vendrá tras otro dia,
Rótulos por do quier áun 110 borrados
Y se irá desgarrando el velo esterno
Dicen en español á los presentes
Que cubre este país de poesía,
Los nombres de las plazas, los mercados,
Y el volcan que bajo él fermenta eterno.
Las calles, las basílicas, los puentes,
Y este Edén lleno de ámbar y ambrosía
Los cerros, los alcázares, los prados,
Tornándosele irá lóbrego infierno....
Los paseos, las fuentes, las haciendas,
Y ¡ay del que á infierno tál su solio trajo
Desde las carreteras á las tiendas.
Dejando el cráter del volcan debajo!
XXII.

Y en esa tierra hoy con ira ciega


Sus casas con balcones, miradores
Se invoca en nuestra lengua la doctrina
Y alcobas; sus refrescos, sus manjares,
Monroe, y del oríjen se reniega
Sus trajes, sus costumbres interiores,
Español, y á los pueblos se alucina
La siesta, los refranes, los cantares,
Predicando otra fé que á saco entrega
Los bailes, las domésticas labores,
Y al vilipendio nuestra fé divina,
Hasta las inscripciones tumulares
Y se demanda en nuestra lengua bella
Todo, desde el palacio á la cabaña,
Que del nombre español no quede huella.
Dice allí en español: "esto fué España."

XXIII. XXV.

Y fué la Nueva España á donde un dia México, sí, y la América española


Piden en español que al cielo unida
Cortés con el pendón de Cárlos quinto
Alce el mar, cual un muro una grande ola
Llevé la relijion. la monarquía,
Que otra vez de la Europa la divida.
Y el comercio, y la imprenta y el instinto
Y esa es hoy su política, la sola
Social, que á la feroz idolatría
Aspiración de su ajitada vida....
Antropéfaga eché de su recinto,
Y eso es lo que no crée Maximiliano
Y en fin, la noble lengua castellana
Que se oculta en su valle mexicano.
Para entenderse con la raza humana.
—130— '

XXVI. XXVIII.
I

Allí, en aquel Edén que le enamora. La política, vieja prostituta


Cuyo incopiable panorama admira, Que los crímenes todos apadrina;
Cuyo almo sol bendice á cada hora, De cu} r o amparo protector disfruta
Cuyo aire sano con afan respira,
T o d o audaz charlatan, toda doctrina
Cuyos recuerdos como artista adora,
Venenosa: á quien dá la fuerza bruta
Con cuya gloria y porvenir delira,
Por muleta un fusil cuando camina:
Se esconde torva y á traición le acecha
Que de justicia y buena fé blasona,
Hidra feroz á las traiciones hecha.
De la inocente buena íé ladrona.

XXVII.
XXIX.

Allí vela el dragón de mil cabezas Allí está la política villana,


Que se llama política: serpiente En aquel paraíso ya perdido
Monstruosa que se nutre de vilezas De la facciosa tierra mexicana,
Y se arrastra en el fango pestilente Cáuta en acecho del primer descuido
De la ambición; do incuba las bajezas Del europeo Emperador, y ufana
Del servilismo hipócrita, sirviente De su injenio sagaz, prostituido
Vil de todo poder, de todo yugo En diez lustros de vicios y traiciones,
Inventor, y compadre del verdugo. Hilvanando contra é\ conspiraciones-
-138—

XXX. XXXIL

Allí están los sangrientos partidarios Ambos á las naciones estranjeras


De la alma libertad, que allí esclavizare Trabajan por burlar: las alucinan
Los pueblos y saquean los santuarios; Con el lema mendaz de sus banderas:
Allí los que á los pueblos moralizan Ambos á dos las ciegan y fascinan
Con loas á la íé y devocionarios, Oon datos y memorias embusteras:
Y las pasiones de su pueblo atizan; Y con falaz astucia ambos inclinan
Y en el nombre de Dios tocando águerra r En su favor de Europa á las naciones,
En el nombre de Dios roban la tierra. De engañarlas despues con intenciones.

XXXI. XXXIII.

Todos degolladores é incendiarios, De los crímenes mismos ambas róas,


Con la misma ambición y el mismo encono Pagan corresponsales y emisarios
Evocan, de la tierra propietarios ; Que doren su desmán eon las ideas
Por ser, santos principios en su abono: De que á sus jefes dan por partidarios:
Y unos con las campanas é incensarios Y las ciegas naciones europeas
Y otros con el cañón tiran al trono: Abren en sus congresos y diarios
Los dos partidos que ai imperio atienden De ambas en prd calientes discusiones,
Le combaten los dos, los dos le venden. Dando fé á sus hipócritas razones.
—134—

XXXIV.

jOh impudente política blasfema, Unos pocos leales que sinceros


Del progreso social dique y carcoma,. La fé le dan que la ambición le niega,
Que los más santos símbolos por lema Unos pocos no más que, caballeros
De su ambición y su venganza toma! Sabrán morir con él si el caso llega,
¡Oh política vil, que el anatema Guiar con mejor luz y por senderos
Y apoyo invoca de la Union y Roma! Mejores la fé intentan que le ciega;
¡Tirana libertad, fé sin decoro, Y hé aquí del nuevo imperio mexicano
Que hacen cómplice á Dios de su sed de oro» Cómo es Emperador Maximiliano.

XXXV. XXXVII.

Y el pueblo.... la familia verdadera Así sueña aquel príncipe en su trono


Del pueblo.... el labrador, el artesano. En restaurar á México, y se afana
El que de la política está fuera, Por dar al érden con la ley abono
El que produce y paga.... el pueblo sano,. En la fé confiando mexicana.
La nación, nada del imperio espera; Y a sélo en un confín hierve el encono
Y hé aquí lo que no vé Maximiliano- De la errante facción republicana:
En el infierno-eden donde confia Mas ¿cuál el porvenir es de su imperiol
En paz hacerse bendecir un dia. Encima de un volcan un cementerio.
—136—

xxxvm. XL.

La tradición monárquica perdida,. Maximiliano al ir, como cristiano,


La relijion católica befada, Como europeo y culto y caballero
La dignidad social escarnecida, N o tiende al cetro con afan la mano
La hereditaria propiedad saqueada, Por sed de vanidad y de dinero.
Nadie seguro en heredad ni en vida, Hacer del pueblo inquieto mexicano
Todos queriendo todo hacer de nada, Un pueblo grande y libre, un verdadero
Muerto el comercio, provocada Europa» Núcleo de nación es lo que intenta.
México es la anarquía viento en popa. ¡Dios se lo tome en su justicia en cuenta!

XXXIX. XLI.

Maximiliano al ir lleva consigo Para rejenerar pueblo tán viejo


La tradición histórica: el decoro En la inmoralidad de la anarquía,
Social: la relijion: la ley, abrigo Le deben su favor y su consejo
Y luz de la fó pública en el foro, La tradición, la fé y la monarquía.
Y del instinto antisocial castigo: Allí Maximiliano es el espejo
La ilustración: el crédito y el oro' En que se ha de mirar la Europa un dia:
Que vá tras él: todo esto representa De acíbar ó de miel, su imperio es copa
Allí: mas nadie se lo toma en cuenta. Que ha de apurar con él la vieja Europa.
—138— —139—

XLIV.
XLII.

MAXIMILIANO.
Roma arriesga con él su fé y su oro:
Madre, tú estás del mar a l otro lado,
Su sangre el Austria y Béljica: la Francia
Y en el pueblo revuelto que dirijo
Sus soldados, su fama, su decoro, Han vendido tu hacienda en el mercado.
Su dinero y su actual preponderancia: Madre, ilústrame tú: yo soy tu hijo.
De su honor, su comercio ó su tesoro ROMA.
Tienen algo á que dar fé ó importancia Que restituyan todos: me han robado.
Del imperio de México en la tierra MAXIMILIANO.
Cuantas naciones hoy la Europa encierra Transije, Madre santa.
ROMA.
N o transijo.
MAXIMILIANO.
XLIII.
Perdónales sinó.
ROMA.
No les perdono.
Roma tiene una niebla ante los ojos, MAXIMILIANO.
Roma ha escuchado erróneos consejos, El perdón base de la fé y el trono
Y ha cedido á políticos antojos: Será; cede, acomódate.
Y aunque jamás sus ojos serán viejos, ROMA.
No cedo;
Ha mirado al imperio con enojos
Mi hacienda es la de Dios: no hay acomodo.
Y hoy de Roma está México más lejos.
MAXIMILIANO.
El imperio es católico; en América
Madre, es un laberinto en que me enredo-
•Por Roma lidia mál la Fé colérica. Cedamos algo, ó lo perdemos todo.

/
ROMA. Porque en todas incómoda estranjera
Tú eres Emperador: yo nada puedo Jamás se identifica con ninguna:
Ceder: soy infalible. Porque audaz, petulante y altanera
MAXIMILIANO. Es hasta á sus amigos importuna:
Pues me quedo, Y creyendo á sus piés la tierra entera
Y por tí, buen católico, me inmolo. Siempre al fin se la vuelve la fortuna:
¡Á la merced de Dios!—Lidiaré solo. Cuando dá humilla, cuando ampara ofende
Y pára en ser vendida, si no vende.

Maximiliano en México batalla XLYII.


Solo: R o m a lo vé.... no puede.... y calla.
MAXIMILIANO.
XLV. Francia, ampárame bien, ó no me ampares
FRANCIA.
Francia vá á la cabeza de la Europa: Y o mando: soy la fuerza de tus manos.
H o y centro del comercio y de las artes,
MAXIMILIANO.
Tremola con ventura viento en popa
Y o quiero la razón en mis hogares.
Su glorioso pendón por todas partes. •
FRANCIA.
Roma vive por ella: libre Italia
Venció al Austria por ella en Solferino: Y o te avasallaré á los mexicanos.
África se la abrié: no vé la Grália MAXIMILIANO.
Cerrado á su valor mar ni camino. Y o me los haré amigos: sus altares,
Su patria, mios.son: son mis hermanos.
FRANCIA.
XLYI.
No te amarán.
Es gran nación: acaso la primera: MAXIMILIANO.
Abdicaré.
Pero no se hará amar en tierra alguna
—142 —

FRANCIA. XLVIII.
La vida
Juegas: partiré antes. Inglaterra.... vá sola. Comerciante
MAXIMILIANO. De escasa propiedad de tierra ingrata
Tú! A l labrador, isleña navegante,
FRANCIA. De la marina universal pirata,
Sin duda: Ni crée que hay otro Dios, ni por delante
Francia no debe errar ni ser vencida. Lleva más su política que plata.
Tú eres el responsable.
Toda revolución la dá intereses:
MAXIMILIANO.
A revuelta nación, pesca de ingleses.
Tal r.yuda
Es traición.
FRANCIA. XLIX.
Pero es mia la partida.
MAXIMILIANO.
Y el drama de interés más palpitante
Mi fé ante el mundo y ante Dios me escuda.
Que ha puesto nuestra época en escena,
FRANCIA.
Es el drama de México: anhelante
Por ella morirás.
La Europa asiste á él: de encono llena,
MAXIMILIANO. La América española está delante
Lo sé y me inmolo. Del proscenio ajitándose: serena
¡Á la merced de Dios!—Déjame solo. Al parecer la IJnion calla arrogante,
Mas la opinion del público envenena
Hábil y sutilísima intrigante;
Y solo, ejemplo de leal constancia, Y espera el desenlace, que condena
Lidia con la república sin Francia. A America é á Europa eternamente
El mercado á perder de un continente.
—144—

L.

Y hé aquí la incierta situación del drama Porque ¡es verdad! la Francia le abandona
Del cual en su alma el buen Maximiliano,
Como á un desheredado aventurero;
Sin conducir la acción, teje la trama.
Y él que de noble príncipe blasona,
¡Dios al final le tenga de su mano!
Él no conoce á México y le ama: Queda, solo, á probar al mundo entero
Monarca liberal, por ciudadano Que acepta, rey leal, buen caballero,
Se tiene ya del pu'eblo que le llama De Emperador é mártir la corona.
Señor, y de su pueblo por hermano. ¿Será al fin en su sélio mexicano
Mártir é Emperador Maximiliano?
LI.

México empero, ingrato americano,


LUI.
De jérmenes viciados amalgama,
Se hartará del amor de un Soberano
Que paz en cambio de su amor reclama:
Le venderá, calumniará su fama ¡Dios, único que ves en lo futuro
Y le hará al fin (si con furor villano Y que lées en las almas; Juez Supremo
Su jenerosa sangre no derrama) Del subdito y del rey; único puro
Caer y huir llamándole tirano.
Y e n q u i e n n o cabe error... yo debo y temo
Y él, del árbol de Hapsburgo noble rama,
De su siniestro porvenir oscuro
Solo, privado del favor romano,
Llegar con él hasta el ignoto estremo....
Y de la Union y Francia ajeno al dolo,
Si vence Emperador, vencerá solo; Y o no temo morir en tierra estraña:
Sélo caerá se eáe.... mártir cristiano. Mas no quiero morir siu ver á España.
10
LIV. LVI.

Y o no seré jamás, ni nunca he sido


Más que una voz lanzada en el espacio
Oye ahora, Alarcon:.... yo le he seguido Por Dios, mi Criador: un vagaroso
Por todas las escenas de su drama. Murmullo, el cási imperceptible ruido
Su abnegación me asombra: su fé mido De un átomo sonoro, desprendido
Del ruido universal, que en el reposo
P o r ella, y su fé muda mi íé inflama.
Nocturno exhala su fugaz sonido,
Por su poder magnético atraido
A la luz de esas chispas de topacio
Marcho tras él: mi corazon le ama: Que al mundo alumbran cuando está dormido;
Y Emperador ó mártir, triunfe ó muera Un éco que en América perdido
N o perderá de vista su bandera. Maximiliano oyó, y en su palacio.
Le hizo sonar porque halagd su oido.
¡Ay!... y ni áun le halagé por su armonía,
LY. Sino porque en América le oia!

P o r qué? quién soy? qué valgo? qué supongo! LVIL


¿Qué la añade, qué pesa en su fortuna
Que en la balanza de su imperio pongo
Eso soy: éco que precipita
Mi fé? ¿Presumo de importancia alguna?
Del aire hueco por la estension
No, Pedro mió, no: quien en su tierra La voz amante de un alma errante,
Ni en la nuestra imajine que bravéo, Que necesita cantar constante
Ni que por algo superior me creo, La fé inmarchita de un corazon.
Ni necesario á nadie, ó miente ó yerra. ¿Yoz vagabunda, santa 6 precita.
—149—

Tal vez oriunda de la maldita


Sima profunda del hondo averno,.
Del que no alegra la noche negra
Ni un rayo pálido, ni un dulce sdn£ ¥ aguda, lenta, tierna, vibrante,
¡Voz tal vez de alma de f ó infinita; flonca, violenta, triste, exaltada,
Mas que sin calma jime y se ajita Fresca, espirante, cóncava, ahogada,
Cumpliendo un plazo de espiacion: Trémula, llena, vaga, sonora,
Viendo á lo lejos la luz bendita Desesperada, desgarradora,
Y en torno errante de la mansion r De gozo y pena rara espresion,
Que con reflejos de gloria inunda Trina, suspira, murmura, llora,
La faz radiante del Sór Eterno, Gorjóa, ruje, retumba, canta,
En cuya palma posa y gravita Ondea, muje, deleita, encanta,
Viva y fecunda la creacionl Conmueve, inspira, mece, enamora,
Arrulla, hechiza, crispa, amedrenta,
Pasma, electriza, hiere ó espanta,
LYIII. Conforme aumenta, mengua, se auyenta,
Ó se adelanta ó se acrecienta,
Voz solitaria que consonante Según lanzada d apareada
Con cuanta varia modulación Vá despeñada con la eascada,
i Ó arrebatada con la tormenta
Lanzan al viento esos millones
De vagos sones que, en reunión, Del aire cóncavo por la rejion.
Forman (aliento del mundo vivo)
El sdn solemne, perpe'tuo, activo
De su perenne respiración,
Inquieta jira, de todo ruido
Que vá perdido loca se inspira;
De toda estraña voz se acompaña: Y a susurra en las hojas de olmos y cañas;
De todo éco hace reproducción. Y a entre las algas flojas, las espadañas
Y el liquen de los lagos y las montañas? Se vá: se acrece: retumba, vaga,
Y a exhala con las aves gorjeos suaves; Yibra, se apaga: reaparece,
Y a eleva con la fuente rumor bullente Se desvanece; y al fin fenece
Y burbujeos vagos de agua corriente: Flébil y exháusto su último sdn
Y a silva entre las grietas de los breñales? Entre las nieblas con que la bruma
Y a zumba en las veletas y en los cristales Dá á las tinieblas fleco ondulante,
De alcázares, castillos y c a t e d r a l e s . . . . Antes que errante y agonizante
La luz se suma, cuando la sorbe
La noche densa bajo su inmensa
Sombra flotante, que sirve al orbe
De p a b e l l ó n . . . .
Y allá á lo lejos entre el sombrío
Y al fin rodando de soto en soto, Túl del vacío, ya sin reflejos
De vega en vega, de coto en coto, Que le ddn pálida coloracion,
Se vá alejando de monte en monte, Aun el oido crde oir perdido
Y hasta el mar llega, que el horizonte De su sonido la vibración. . . .
Cierra en su círculo sin solucion; Y es de la espuma
Y con sus ondas de orlas redondas Bnrbuj adora
Dá notas hondas, .cuyo hondo sdn Que le devora
Sobre las olas, que por sí solas La ebullición.
Nacen, renacen, y se deshacen,
Y otra vez se hacen, y se rehacen
LXII.
En su perpdtua reproducción,
Se desarrolla, comba y ondea,
Hierve, borbolla, flota, cimbrda,. Y eso soy: nada más.—De orgullo ajeno,
Bulle, se mece, boga, se aleja, Estraño cási al mundo en que respiro,
Del agua encima llevar se deja, Y o no soy más que un átomo que sueno,
Y a se aprocsima, ya desparece? Y en el silencio de la noche jiro
Del aire azul en el vacío seno;
Vibro un instante en él, y en él espiro.
Y eso es no más lo que mi sér encierra;
Y hoy no soy más que elsdn fugaz, liviano
Del éco de su nombre, que en la tierra
Dejará trás de sí Maximiliano:
Y con este papel, en que de lleno
Su llanto y íé mi corazon derrama,
Ni blasono de ser, ni á ser aspiro
Más que el sincero é íntimo suspiro
De un corazon que agradecido le ama:
El ¡ay! postrero de la voz amiga
Que trás su sdlio ó su sepulcro diga: *
"iViva el Emperador!" al fin del drama.
JCIAUMH?«»

FE Y PATRIA.

(AGOSTO 1866.)

I.

Y o he visto á Dios su protectora Mano


Tenderme sin cesar: cuando rujia
Yoraz bajo mis piés el occeano,
Cuando el cañón que frente á mí crujía
Cubria de cadáveres el llano,
Cuando hervia la peste.... ¡yo vivia!
Y el que así vive, la bondad eterna
Reconoce, crée en Dios y se prosterna.
n. IV.

Y años há que en América le pido Hé aquí ya la frontera: ya es el viento


Que si me ha de matar en tierra estraña, Español el que oréa mis facciones.
No me hunda allá en el polvo del olvido ¡Con qué delicia penetrar le siento

Sin dejarme tornar á ver á España. Y dilatar mis ávidos pulmones!

Y mi voz ha llegado hasta Su Oido, Su soplo abre mi alma al sentimiento

Pues Su Amparo visible me acompaña. De pasadas memorias y afecciones.


¡Patria, tus áuras de recuerdos llenas
jCdmo nt5, si por medio de María
Se llevan las memorias de mis penas!
En América á Dios me dirijia?

III. V.

Y a aquí tienen las jentes otro porte


Y vuelvo al fin. Con su favor los mares
Y el país otras fábricas y otro arte.
Y las tierras crucé.—¡Salvo, tranquilo
Alto!—llaves, rejistro, pasaporte:
De peligros, aunque harto de pesares,
La tierra aquí con el francés se parte.
Yuelvo hoy á entrar en el caliente asilo
¡España!.... ¿qué hay aquí que no soporte
Del patrio hogar y los paternos lares.
El que antes de morir vuelve á besarte?
Siento de afán mi corazon en vilo
¡Vamos! ya el conductor la fusta empuña:
Y no late, que salta de alegría!
Y a partimos...., ya estoy en Cataluña.
¡Ya aspiro el aire de la patria mia!
—159—

VI. VIII.

¡España!—¡fuera ya pesar y afanes! Oh qué hermoso país! qué brava jente!


España..., ¡fuera ya tiros franceses! De aquí sacé sus héroes audaces
¡Ah bravos postillones catalanes! Rojer de Flor para asombrar á Oriente:
¡Ah valientes caballos montañeses! Aquí hicieron paisanos pertinaces
¡Á escape!—¡galopad como huracanes; G-uerra á España y á Francia juntamente.
Corred hasta que salten los arneses! De todo aquí los hombres son capaces:
Corred ¡mare de Deu! aunque volquemos Un patrón catalán de un mal falucho
Corred... ya á Dios aquí tentar podemos. Dar vuelta al mundo en él no crée aquí mucho

VII.

Así!—No hay que'cuidarse del camino. Oh qué hermoso país!—Aquella sierra


Adelante está Dios, y atrás se queda Tán pintoresca, orijinal y estraña,
Ébrio de rabia nuestro mal destino. Sobre cuyos crestones abre y cierra
¡Así! poder de Dios, qué polvareda! La niebla una fantástica maraña
¡Que nos crea la tierra un torbellino: Que rasgan viento y sol con ella en guerra,
Que no toque en su haz ninguna rueda! Aquella es la romántica montaña
Corred!.... Mare de Deu de Monserrate, Que cobija en su centro solitario
Solo aquí temo que el placer me mate. Vírjen de Monserrate, tu santuario.
X.

¡Tórtola casta que en el monte anidas, Iris de tu poética montaña,


Lirio fragante que en las peñas creces, Estrella tutelar de Barcelona,
Madre que en vela de tus hijos cuidas Empresa de su escudo en la campaña,
T á Dios te encargas de elevar sus preces: Santo floron de su condal corona,
Tú que á ninguno en el afan olvidas, Antes que vuelva á abandonar á España
Y amparo á todos en el riesgo ofreces, La ofrenda te traeré que hoy no me abona:
Santa Madre de Dios de Monserrate Obra debe de ser de mis afanes
Á quien oré en el mar y en el combate: Si me la hau de estimar tus catalanes.

XI. XIII.

Yírjen del monte, á cuyo auxilio santo Á Castilla! al hogar en que he nacido!
Debo el tornar á ver el patrio suelo; Quiero ver la ciudad y ios lugares
La primera oracion; y el primer canto De mis recuerdos infantiles nido,
Que al ver'cumplido mi ferviente anhelo Antes que torne, pájaro perdido,
Á Dios en mi honda gratitud levanto, Solo á morir allende de los mares.

Te confío: diríjeles al cielo!


Y o ofrecí al otro lado de los mares
Venirles á poner en tus altares.
—162— —163—

XIV. Después de tantas desventuras vivo!


¿Con qué dulce placer halla mi anhelo,
Al cruzar la ciudad que me dié cuna,
(SETIEMBRE.)
Los lugares queridos, los rincones
Esta es Valladolid.... ¡al fin la veo! Que conservan aún por mi fortuna
¡Con qué placer.... como la luz primera Su antigua faz: conozco los portones
Cuando en ella nací. ¡Dios mió! creo Que para mí se abrian; los umbrales
Que vuelvo hoy á nacer. Espera, espera De las casas amigas: los balcones
Cariñosa amistad! solo un paseo Donde amistad é amor me han esperado
Por la plaza, una vuelta por la acera— Enviándome á través de los cristales
Déjame este aire respirar: deseo Sonrisas y esperanzas.... ¡Sombras bellas
Beber las dulces aguas de esta fuente Que un dia ante mis ojos han pasado
De mis recuerdos, y bañar mi alma Dejando sélo en mi memoria huellas!
En el remanso tibio y trasparente Estos son los palacios ya rajados
Que hace, con ellas resbalando en calma, Que aun blasonan heráldicos escudos
Del tranquilo Pisuerga la corriente. Con réjia profusión lambrequinados;
Déjame... quiero hablar con estas piedras Jeroglíficos hoy áun no borrados
Y abrazar estos a'rboles, y ansioso . Mas para el pueblo de hoy rétulos mudos.
Besar estas paredes de que yedras
Son mis dulces memorias, y reposo
Tomar en estos bancos en que un dia Aquellas son las torres bizantinas
Mal estudiante á divagar venia. Del buen Don Per-Anzules.... en mi oido,
No olvidado jamás, vibrando ha ido
m j. • i•

¡Con cuan profunda gratitud recibo


El premio de volver al patrio suelo
—164—

XVI. Y una familia nueva, un verdadero


ISTuevo paterno hogar donde el cariño
Noble, leal, simpático y sincero
¡Qué esta es Valladolid! Fábricas nuevas. De una afección sin cortesano aliño
Banco, teatros, fuentes, adoquines, Me brinda para el tiempo venidero,
Canal, ferro-carril....; y mis esguebas? De sensaciones íntimas tesoro,
Y mis prados de ayer?... plazas... jardines; Con un amor de corazones de oro
Pero, oh noble amistad! dónde me llevas? Que anuda al mió voluntad de ACERO.
Y o recuerdo estos curvos callejones:
Conozco esos antiguos caserones....
XVIII.
Esta es la calle de terreno escasa
Donde mis muertos padres han vivido:
Y esa.... ¡qué existe aún!... esa es la casa
Donde á mi vida inútil he nacido.
Luces, ruido ¡esto más? músicas, flores
Y coronas y vítores y ofrendas!
XVII.
¡Dónde, cuándo gané táles honores!
¡Dónde ha de conservar tán caras prendas
Quien debe de volver á tierra estrafía
¿Sueño? No sé lo que en mi alma pasa—
Solo y triste á morir lejos de España!
¡Qué oigo! me tienen el placer sin tasa
Esa gloria me espanta
En mi patria á mi vuelta prevenido!
La casa en que nací! ¿huésped en ella Y me fascina al par: porque esa gloria
H o y ? — Á sus puertas bendecirte quiero, Aquí á mi faz levanta,
Nueva y santa amistad, que en mis hogares De ese templo al mirar la puerta santa,
Me haces hoy encontrar, sobre la huella •Contra mí mi conciencia y mi memoria.
De mis recuerdos Cándidos de niño, Esa Iglesia... ¡ay de mí! de ella contemplo
Sus primitivos jénios familiares: Salir en larga y silenciosa hilera
—166— —167—

Todos mis años idos.... triste ejemplo XIX.


De una existencia inútil, que vá entera
Á caer en la honda eternidad mañana
Sin costar una lágrima siquiera, Vírjen de San Martin, á cuyas plantas
Sin dejar en la tierra un alma hermana Casi muerto al nacer recibí un dia
De sus dichas y duelos compañera. Del agua bautismal las gotas santas:
Tú que vida me diste en la agonía,
Tú que mi fé sostienes, y levantas
A q u í vine á nacer: en ese templo En alas de mi fé mi poesía,
Santo me bautizaron.... "pues espera,
Luz de mi inspiración, en tus altares
" A n d r a j o de oropel de gloria humana,
Acepta tú mis últimos cantares.
" Á t o m o errante de rumor inútil,
"Insaboro raudal, manojo fútil
" D e palabras de lengua castellana,
"Espera aquí.—¡Prostérnate, altanera,
" R u i n y vacía vanidad mundana!....
"¡De rodillas, orgullo, de rodillas!
FEBRERO — 2 1 — 1 8 6 7 .
" H a z algo bueno alguna vez, villana
"Vanagloria procaz, y ora sincera. ¡Madre del Hombre Dios y Madre miaí
"¿Qué Vales, polvo vil, si no te humillas?
Cuando el Cristo en el Gélgota espiraba,
"Prostérnate: yo soy tu fé cristiana:
"Obedece: en mi voz te habla lejana Á la raza de Adán por quien moria
" L a voz del huracau de las Antillas De tu amor al amparo encomendaba.
" Y el éco de las tumbas de la Habana!'1' Desde que vi á tus piés la luz del dia,
H o y medio siglo de cumplirse acaba:
Madre, trás medio siglo de pesares,
Vuelvo al pié de tu altar á que me ampares.
—168—

XXI.

jMadre buena del triste y del que llora.,. Mi madre.... (¡desdichada madre mia!

No desdigas mi voz, no me abandones! ¿Quién el futuro mal nos predijera?)

Recuerda que tu fé consoladora Mi madre me enseñaba y yo aprendia

Inspiró desde niño mis canciones: De tus Dolores la epopeya entera:


Mi madre di<5 su fé á mi poesía,
Solo, con mi arpa y con tu fé, Señora.
Y o uní el tuyo á su amor con fé sincera;
Crucé de medio mundo las rejiones:
Ella murié abrevada de pesares,
Y hoy del mundo á través con mis cantares
Y yo vuelvo por ella á tus altares.
Me trae mi fé á tus piés á que me ampare».

XXIV.
XXII.

Á sombra de.tu torre bizantina ¡Infeliz madre mia! en te'dio y duelo ,

Del vientre de mi madre me sacaron; Vivió por mí sus postrimeros años.

Desde el nicho en que estás, trás su cortina' Y o abandoné mi hogar áun muchachuelo

Viste como á tus piés me bautizaron; Del mundo por correr tras los engaños:

Á tu materna protección divina Ella por mí á tus piés oraba al cielo

Mis padres al nacer me encomendaron: Mientras corria yo climas estraños.

La primera oracion que en mis hogares ¿Y á quién debí salvar tierras y mares

Aprendí, fui á rezarla en tus altares. Si no fué á su oracion en tus altares?


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—170—
«lo!® Jv
XXY.

ii|
¿Quién sind tú y por quién siné por ella Trás mí dejo mi huella, madre mía,
Pudo velar por mí en la tierra estraña? Marcada por do quier con sepulturas;
¿A quién debo siné la fausta estrella Cuantos darme quisieron compañía
Que en mi loca existencia me acompaña? Murieron en mis locas aventuras:
¿A quién debo las flores que mi huella Dejo á los que allí me aman todavía
H-
Do quiera pisa cuando vuelvo á España? Un porvenir de sangre y desventuras:
¿Y dénde siné al pié de tus altares Y á través de tan múltiples azares
Debo poner mis laures y cantares? ¡Sólo incólume yo vuelvo á mis lares!
U f f r .
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i XXVI. XXVIII.

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Hi ¿Quién siné tú me guarda, Vírjen Santa?
¿Por quién siné por tí me han respetado
r La fiebre, el mar, el célera, la guerra ¿Quién á mi bien siné tu amor me guia?
Y el édio que á mi raza inveterado ¿Quién conserva la voz en mi garganta?
De otra en el ciego corazon se encierra? ¿Quién mantiene la fé en mi poesía?
A l llegar y al volver, me han alfombrado ¿Quién hacia Dios mi espíritu levanta?
Allá de flores como acá la tierra: ¿Quién mi alma acojerá en mi último dia?
Y ¿quiénes son los jénios tutelares La historia de mi vida y mis cantares.
Que enfloran para m í tierras y mares? Tienen principio y fin en tus altares.
—172—

XXIX.

Y hé aquí toda la historia de mi vida: La gloria y el favor son polvo y humo:


De esta vida que aun mima la fortuna, Las coronas del mundo son de espinas:
Toda en el vicio por mi mal perdida, No hay laurel que no tenga amargo zumo,
Las horas he perdido una por una. No hay aura sin moléculas dañinas:
Tan solo la oracion por mí aprendida No hay triunfo colosal ni áxito sumo,
De mi madre en los brazos en la cuna Sin envidias rastreras y mezquinas:
No olvidé, ni he perdido en tus altares Con mis coronas vengo á tus altares
Mi fé y vengo con ella á que me ampares. De mi gloria mortal i que me ampares.
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XXX. XXXII.

Prédigo me dié el mundo sus placeres, Madre, yo reconozco mi bajeza,


Su gloria el suelo me alfombré de flores, Y o sé mi pequeñez y mi ignorancia.
A m é y me amaron mucho las mujeres, Salva del rudo escollo en que hoy tropieza
Me embriagó la fortuna de favores, El barquichuelo ruin de mi importanci a.
Me honraron de la tierra los poderes, Libra de humo que embriaga mi cabeza,
La fama me aclamé con los mejores: Salva á mi corazon de mi arrogancia:
Aun me corona el mundo en sus altares, Pues vengo en bien y en mal á tus altares,
Mas yo vengo átu altar á que me ampares. Ni en el mal ni en el bien me desampares.
—174— —175—

XXXIII. XXXV.

¡Vírjen Santa, cuyo amparo


Madre, hoy en prenda de mi fé, en tus aras
Guardé allá mi inútil vida,
Yengo á colgar humilde mis coronas:
Guarda en mi alma dolorida
Prendas son, Madre, para mí muy caras,
Las semillas de tu fé:
Mas áun debo partir á estrañas zonas.
Pues tu amparo á mí es tan claro
Por si allá por recónditas y raras
Mis coronas bajo él dejo:
Razones y desdichas rae abandonas,
Y a sin raza.... solo.... y viejo
Y me pierdo, y las pierdo en mis azares...
¿Para quién las guardaré?
Guárdalas, Madre mia, en tus altares.

XXXIV.

«eesjssgsa»

Y á aquellos que pusieron á mi planta


0 en mi sien esos lauros y esas flores,
Díles que frases no hay en mi garganta
Con que agradezca yo táles honores:
Y si en mi fé no créen... ¡oh Vírjen Santa!
Si me juzgan ingrato á sus favores....
¡Madre mia y del Cristo, á tus altares
Vendré de su injusticia áque me ampares!
—177—

XXXVII.

Hermanos que acatais mis piadosos


Votos, dejadme orar pues sois cristianos^
Pues españoles sois, sed jenerosos
a l o s j o v e n e s r e d a c t o r e s de l a " c r o n i c a mercantil"
Conmigo y tolerantes como hermanos.
Dejadme, tras veinte años azarosos,
Que alzando al sol de mi país las manos,
Vuelva de calma con afan profundo
El corazon á Dios, la espalda al mundo.

XXXVI.
xxxvni.

Vosotros los .que flores y cantares Esto que oso decir sé que es estraño;
Me echáis al paso al regresar á España, Que puede apenas perdonarse sélo
Perdonadme la hiél de los pesares A la honda convicción del desengaño:
Que hace muda mi voz, mi faz uraña. Mas yo á mi fé mi vanidad inmolo.
Escusad que postrado en los altares Sé también que es encubridor amaño
Conjure al jénio ruin que me acompaña: Hoy tal vez la piedad y la fé un dolo;
Dejadme hablar para calmar mi duelo, Que al par que la ambición á la fé adula
Antes que con vosotros con el cielo. Con la fé la política especula.
—178— —179—

XXXIX. XLI.

Venga conmigo á la nación que en guerra


Mas mi fé no es hipócrita ni artera,
Civil grita ha diez lustros ¡muera España!
•Ni á político bando pertenece,
Y en aquel pueblo y en aquella tierra
Ni á sombra del favor medrar espera,
Que no producen más que édio y cizaña,
Ni adula á la opinion porque enriquece
A l Dios se volverá que allí le encierra
La pluma. Creo en Dios con fé sincera,
En tál sentina de doblez y saña:
Y me humillo al favor que me enaltece:
Y si le vuelve Dios libre á Castilla,
Y el que no créa que con fé lo digo,
Ó apostaté de Dios ó se arrodilla.
Vuelva á la mar y á México conmigo.

XLII.

Vosotros que del vil materialismo


Venga conmigo al mar, y en la crujiente
Guardado habéis vuestra alma castellana,
Nave que el agua con furor azota,
Y del frió é hipócrita egoismo
Y que arrebata el huracan rujiente
Que roen hoy la sociedad humana,
Y que vá ya desarbolada y rota,
Que creéis en la fé que hay en mí mismo,
Alzará como yo al Omnipotente
Que no dudáis en mi humildad cristiana,
Con voz exhausta su oracion devota,
Sed mi mundo vosotros, sed mi escudo
Pidiéndole no más con hondo anhelo
Contra ese mundo ante quien paso mudo.
Un punto azul en el perdido cielo.
- 1 8 1 —

xliii. lxv.

M e cantan por do voy, y no respondo^


,0hhermanos mios! mi honra y mi esperanza
Me aplauden por do quier y paso mudo
Encomendados dejo en vuestras manos;
Como un espectro que devuelve el fondo
Si mientras por las vegas del Arlanza
De su tumba á la luz hosco y eeñudo:
V o y mis deberes á cumplir cristianos,
M e buscan mis amigos y me escondo:
De la calumnia é el rencor me alcanza
M e saludan las damas y el saludo
Algún dardo traidor, rompedle, hermanos:
N o devueldo... .¡velad por mi conciencia
Y cuando muera, de mi fé en abono,
Mientras cumplo hasta el fin mi penitencia!
Decid á mi agresor que le perdono..

XLIV,

A dar un adiós último á Castilla


V o y en la inmensidad de mi tristeza»
Debo volver del mar á la otra orilla:
Si voy:... de no tornar tengo certeza.
Vosotros que sondáis por qué se humilla
Coronada de flores mi cabeza,
Sancionad mi silencio con el mundo
Sin dar razón de mi pesar profundo.
—183—

*'Que Dios sólo en el monton


XLTL.
* "Sabe ya cuyos han sido."
—¡Rompiste sus tumbas!
-Sí:
* * * MARZO 1 3 .
Tu padre me lo mandó.
—¡Él!
Mis padres yacen aquí:
Antes de volver al mar, —¿No sabes eso?
Y o y en su sepulcro á orar —No:
Por si el mar me traga á mí. Cuéntamelo.—
Sin mí les cojió la muerte, —Escucha.
No escuché su último adiós; —Di.
Quiero dejar de los dos
Recojido el polvo inerte.
Me dejaron al morir
Sin hacienda y sin hogar:
Y yo les quiero dejar
Un panteón en que dormir.
¡Con qué emoción, con qué afaní
XLVII.
Por el cementerio adentro
Penetro!... pero no encuentro
Sus sepulcros.... ¿dónde están?
Al guardian octojenario
Demando ¿qué ha sido de ellos? ¡Oh política maldita,
Y me heriza los cabellos Cuya ciega fé insensata
Con un cuento funerario; El amor del padre mata
Y á los hijos se le quita!
"Sus huesos ha removido
jMaldita sea en la tierra
"Tántas veces mi azadón»
La política opinion ¡Sino fué de ambos fatal!
Que echa á Dios del corazo» Condenados á él nacimos:
Y á los hijos se le cierra! Y núnca nos comprendimos
Y el bien se nos torné en mal.
Fama y oro para tí
XLVIII. Gané con fortuna rara....
¡Y me volviste la cara
Espíritu, que ya en calma Cuando á ofrecérteles fui!
Duermes en la eternidad, ¡Tál édio á la poesía!
¡No veas la soledad Rechazaste hasta una losa
Que me has dejado en el alma En que escribiera piadosa
Un epitafio la mia:
H é ahí lo que pido á Dios:
Y ella tu hacienda empeñada
Que nunca ver te permita
Con sus versos ha pagado.
La desventura infinita
¡Pobres versos que has odiado!..,
Que has dejado de tí en pés.
Por ellos no debes nada.
Mucho erré en mi juventud
Mucho errando te ofendí; ¡Yo soy quien los édio ahora;
Mas.... ¡ni áun dejas para mí Pues por ellos he perdido
Tu polvo en el atahud! Esta vida que he vivido
¡Tanto, padre, tu amargura Dia á dia, hora por hora!
Te cegó el alma y los ojos, Mis versos son un cordel
Que me dejas tus enojos Que me aprieta el corazon:
Fuera de tu sepultura! ¡Dios me eché la maldición
Bien hecho está lo que has De ahogar mi dicha con él!
Y o me avengo á tál castigo. Y por ellos me condena
¡Dios para hacer tál conmigo Tal vez á dar honra y vida
Te acuerde cual yo derecho!: Por una càusa perdida
Empeñada en tierra ajena. Maldita sea la opinion
Mas ¿qué importa ya el lugar Política por la cual
Ni el porqué pueda morir Ahogé el amor paternal
El que no supo lograr El mió en su corazon.
De su padre hacerse amar, Jamás bando seguiré:
Ni con su padre vivir, Mas si uno á seguir me obligan,
Ni sucederle en su hogar, No será el de los que sigan
Ni sus huesos reunir El que de mi padre fué.
Bajo una cruz tumular Pobre padre! partidario
Donde ir por él á llorar De la ingratitud moriste
Y á Dios por él á pedir? Obcecado, pobre, triste
¡Maldita tal poesía Y olvidado y solitario.
Causa de tal desventura! Y tu obcecación fatal
¡Y que haya una criatura Hizo tu opinion tan brava,
Que aun tenga en algo la mia! Que hasta privarme intentaba
¡Que aun haya en la tierra un hombre Del cariño maternal.
Que envidie como laureles Dios no te lo permitid:
El talco y los oropeles Mi madre á Dios por su hijo
Con que empenachan mi nombre! Pidié.... y lloré.... y me bendijo..
¡Vivas ruindades mezquinas! Y me amé y me perdoné.
Mi única venganza fuera Mi madre en mis manos deja,
Coronaros si pudiera Por tú no cuidarte de ellos,
Con mis coronas de espinas. De sus hermosos cabellos
¡Jamás el alma os taladre Una perdida guedeja.
De la mia el duelo sumo! No lo supiste jamás,
Y o vago entre ruido y humo Y es la única herencia mia.
Pária sin raza y sin padre. No he preguntado hasta el dia
Si habia de ella algo más. Espíritu, duerme en paz:
Lazo que siempre llevé Contra tí.... ni Dios ni yo.
Sobre el corazon sujeto, Mi poesía tenaz
Ha sido santo amuleto Los plazos por tí cumplid:
Que le did esperanza y fé; En sus promesas veraz,
Y boy dos que á mi madre amamos Del olvido te sacd:
Sus cabellos repartimos, De una inmensa fé capaz,
Y los dos la bendecimos, Mi cariño te guardé;
Y los dos por tí rogamos: La política mendaz
Pero pidiéndole á Dios Que no me contamind
Que á tu alma ver no permita Á ser te arrastrd, falaz,
La desventura infinita Ciego sí, mal padre no.
Espíritu, duerme en paz.
Que nos dejas de tí en pés.
Erraste tú, pequé yo.
Por mí, padre, bién has hecho:
Y o me avengo á tál castigo:
¡Dios para hacer tál conmigo
Te acuerde cual y o derecho! XLIX.
Tu política tenaz
Te humillé.y te empobrecié: Dios, que las conciencias vés,
En sus promesas falaz Sé para mi padre ciego:
Te abandoné y te olvidé. La pena de ambos te ruego
De sentimiento incapaz Que á mí en la tierra me dés.
El corazon te secé: Sirva á ambos de espiacion
Y en tédio amargo y voraz La existencia solitaria
Lejos de mí te mat¿. Que he llevado como un pária
La política mendaz De la civilización.
F u é la que te descarrié. Dígnate en cuenta tomar
Que los versos que él maldijo Y que hasta el polvo me niegas
Son Sambenito que el hijo Del barro de quien nací;
Penitente ha de llevar. Adiós!—Pues ya para mí
Y que toma en cuenta ten No hay en tí lecho, ni hogar,
Por igual como favores Que derecho á reposar
Los silbidos y las flores Vivo ni muerto me acuerde
Que por sus versos le den. En él,.... ¡á Dios!.... ¿qué se pierde
Y en cuenta ten que, en su afan, Con que me pierda en el mar?
Con esos versos malditos
Se ha de ir confesando á gritos LI.
Y mendigando su pan.
Dios mió! aunque yo infeliz Deja la tierra, corcel,
Viva mucho, y mal acabe, De este lugar tras de tí.
Y o solo de entrambos lave ¡Hasta las piedras en él
Hasta el último desliz. Manan lágrimas de hiél
Dame de mi posicion Y vergüenza para mí!
Conocimiento profundo,
Corre, que ya esta carrera
Para no ser en el mundo
Vá á ser tal vez la postrera
Fariseo ni bufón.
En que tus lomos me dás:
Dame ¡Dios mió! humildad
Corre y dejemos atrás
Que en la eternidad me abone,
Toda su comarca entera.
Y como tú me perdone
Corre; y de correr no ceses
Mi padre en la eternidad.
Hasta dar en las campiñas
Y los valles Burgaleses:
Atropella por sus mieses,
Yilla en que heredar debí
Atraviesa por sus viñas.
Casa y fincas solariegas
Corre; ya veo á lo lejos Que su alta nobleza abona,
De sus cerros solitarios Alzando una cruz de hierro
Los ruinosos castillejos, Do llevé Wamba á un encierro
Y los gayos campanarios Su cabeza sin corona.
De "sus pardos lugarejos. Aquí la vieja Celada
Y a entramos en su distrito: A cuyos piés agua corre
Corcel, tu paso conten Del Arlanza descauzada:
Por aquí; que necesito Y allá Torre la almenada,
Buscar aquí un pueblecito Y allí San ti usté sin torre:
Que para mí es un eden. Allá detrás de una cuesta
Castilla, cuyos castillos Veo de Villaldemiro
Hoy en escombros abruman La iglesia en un cerro puesta:
Tus débiles lugarcillos, Y de aquel pico en la cresta
Y cuyas ruinas perfuman Los restos de Muñé miro.
«
Las salvias y los tomillos: ¿Quién así te maltraté
Te llevé fotografiada ¡Oh Muñé! en ausencia mia,
Por donde fui en mi memoria; Que tan pobre te dejé
No he olvidado de tí nada: De las piedras con que un dia
Jornada sé por jornada Torreado te vi yo?
Toda tu tierra y tu historia. ¡Pobre Muñé! á duras penas
Héme aquí en terreno amigo; Conozco ya tus cimientos:
Conozco el rumbo que sigo Y tus torres con almenas
Palmo á palmo: sí, allí están Y tus puentes con cadenas
El hidalgo Villodrigo Son ya un cuento de mis cuentos.
Y el moro Yillaquirán. ¡Pobre Muñé! todavía
Allá Pampliega en el cerro Por tus recuerdos te adoro;
1-3
Y no está lejos el dia Las pardas tejas asoma
En que halle mi poesía De sus casas Quintanilla.
En tus ruinas un tesoro. ¡Bendito el pobre lugar
¡Pobre Muñó! tú me distes Donde mi madre nació!
En mi juventud abrigo, ¡Bendito el modesto hogar
Y debo hoy que envejeeistes Donde la luz á mirar
Probarte que en mí adquiriste» Sus negros ojos abrió!
Entonces un buen amigo. ¡Bendito el aire que aliento
Solo te queda un cantar Inspirando en su pulmón,
Que recuerda tu fin triste: La dió vital sentimiento
Y yo sé cémo evocar Con el primer movimiento
Á álguien que pueda contar Que imprimió á su corazon!
Á tu pesar lo que fuiste. ¡Bendita sea la estancia
Pero... ¡Adiós!—No formes queja, De esta casa oscura y fria,
Mufié, sf adelante sigo Donde durmió en la ignorancia
Entre Arroyo y Yillavieja: Anjelical de la infancia
Que pararme no me deja El sueño del primer dia!
Uu afan que vá conmigo.
¡Bendita sea la campana
Voy á buscar un lugar Con que tocé á su bautizo,
En donde tengo un altar Y la fuente de que mana
En el que antes de morir El agua con que cristiana
Quiero á mi ánjel tutelar El sacerdote la hizo!
Evocar y bendecir. Madre á quien idolatré,
Allí trás aquella loma Y con quien nunca viví,
Al pié de una torrecilla Y cuya vida amargué. . . .
Blanca como una paloma, ¡Porque tál mi sino f u é . . . .
Por estas calles pasaste,
Porque Dios lo quiso asir Por estas eras corriste,
Madre, de cuyo cariño En esta iglesia rezaste. - . .
Tan pocos años gocé, .¡Madre, por qué no me ahogaste
De quien me apartaron niño, Cuando la vida me diste!
Y á quien, indócil lampiño, ¿Por qué de la madre tierna
Y o obcedado abandoné: No pudo más el amor
¡Con cuánto afan busco ahora Que la vanidad paterna,
Cuanto dejaste tras tí! De quien nos tuvo el rigor
¡Con cuánta fé mi alma adora En separación eterna?
Cuanto imajino, señora, - ¿Por qué á estraños al fiar
Que guarda algo tuyo aquí! Mi padre mi educación,
De estas llaves y aldabones Antes que á tu hijo soltar,,
De ventanas y portones No te dejaste arrancar
Se aseguraron tus manos, Los brazos y el corazon?
Y sobre estos escalones
¿Qué necesidad habia
Tus piececitos enanos.
De lanzarme al mundo vano,
Bajo este envigado techo Á mí que adorado habría
Soné aquella voz tan suave La ignorada medianía
Que salia de tu pecho: Del labrador castellano?
Que Dios para tí habia hecho.
¿Qué nos importaba en él
Como el canto para el ave.
Con humos de alta nobleza
En este rincón tenias Salir á hacer un papel,
Tu lecho casto y modesto: Si en la alma se torna hiél
Y aquí ante la luz ponía« El humo de la cabeza?
El espejo en que veias ¡Aquí hubiéramos vivido,
Tu faz, y tocado honesto.
Madre, los dos tan felices! A l morir yo de tí en pos,
Nos hubieran mantenido Bastara para los dos
Tan bien sin gloria y sin ruido Una tumba y una cruz.
Nuestros granos y raices! ¡Delirios!—Hácia la mar
Te hubiera aquí sin cesar, Me arrastra ya mi deber.
Pues que tu solo hijo fui, ¡Adiós villa! Adiós, hogar
Dia y noche hasta espirar Que á ella la visteis nacer
Al calor de nuestro hogar Y á mí venirla á llorar!
Tenido yo junto á mí.
Nadie hubiera de mí hablado» lii.
Mi me hubieran aplaudido,
Ni me hubieran coronado,
Vírjen Santa de Muñ<5,
Ni en su cámara sentado
Soledad de Quintanilla,
Me hubieran reyes tenido. ..«.
Á quienes mi madre y yo
Pero hubiera sido honrado, Orábamos cuando áun no
Y feliz hubiera sido, Se hablaba de mí en Castilla,
Viviendo siempre á tu lado
Pues que ni vivió conmigo,
Por tí en tu hogar cobijado
Ni he de teuer al morir
Como el pic-hon en su nido.
Con ella en la tumba abrigo,
Mejor que en tierras estraña& Abreviadme ¡ay! el castigo
En mesas de Emperadores De mi vida porvenir.
jOh madre de mis entrañas! Pues no me podéis volver
Comiera yo en sus cabañas Ni á la oscuridad de ayer,
Pan tuyo con tus pastores; Ni á la calina de mi hogar,
Y cuando tus ojos Dios Ni á la que en él me did el s é r . .
Cerrado hubiera á la luz, ¿Enviad tormentas al mar!
—200—

Que del buque en que á él me lance


Yaya un huracán en pds,
Y en él de mi muerte el trance
3SlA AJfcBSCC» « I Q l i j i b ^ C O .
Tán solo á saber alcance
El mar en que le hunda Dios!

¡Y2E YICTIS!

m %&, G á t W $ M > m mmm»

(19 JUNIO 1 8 6 7 . )

Honda inquietud el alma me atribula,


Yago terror el corazon me prensa:
Miro al cielo, y el aire que le azula
Ennegrece á mis ojos niebla densa:
Sondéo el porvenir, y se acumula
En su horizonte tempestad inmensa;
Quiero cantar, y el llanto me sofoca:
Orar, y no hallo preces en mi boca.
—200—

Que del buque en que á él me lance


Yaya un huracán en pds,
Y en él de mi muerte el trance
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Tán solo á saber alcance
El mar en que le hunda Dios!

¡Y2E YICTIS!

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(19 JUNIO 1 8 6 7 . )

Honda inquietud el alma me atribula,


Yago terror el corazon me prensa:
Miro al cielo, y el aire que le azula
Ennegrece á mis ojos niebla densa:
Sondéo el porvenir, y se acumula
En su horizonte tempestad inmensa;
Quiero cantar, y el llanto me sofoca:
Orar, y no hallo preces en mi boca.
—202—

n. IV.

Vuelvo tras larga ausencia á ver á España Algo á mí superior me paraliza,


Con el placer que un náufrago la orilla, Mi inspiración poética impotente
Y me acoje al volver de tierra estraña Torna, y mi pobre injenio esteriliza:
En su regazo maternal Castilla: No brotan las ideas en mi mente,
Mas un jenio fatal que me acompaña Mi voz mi antigua fé no vigoriza,
Mi lengua anuda y mi cabeza humilla, Presa del miedo el corazon se siente,
Y mal mi pecho en su pavor alienta, Y la tristeza que me rée el alma
Y de pesar mi corazon revienta. Silencio exije y soledad y calma.

V.

¿Qué es de mi gratitud y mis cantares? Á través de los mares, de un amigo


Vuelvo tal vez sin alma y sin aliento, Espero oír la voz. y.... ¡tarda mucho:
Ó desdeño la tierra y los solares En vano trás sus nuevas me fatigo,
Do fui feliz y amé y viví contento? La tierra esploro y el silencio escucho:
¿Dejé mi alma allende de los mares Y en la esperanza que de oiría abrigo,
Y quedaron allá mi fé y mi acento? Con mi pavor desesperado lucho.
No, todo en mi alma por Castilla aboga: ¿Qué es lo que oculta en México ¡Dios bueno,
Es mi duelo interior el que me ahoga. Este silencio de amenazas lleno?
VI.
VIII.

¡Insoportable afan! La noche oscura


Porque yo vengo al templo y sin rezarte
No tráe ya para mí la paz del sueño:
Que estoy hincado ante tu altar advierto,
De dia entre las jeutes con premura
Que está mi pensamiento en otra parte,
Paso como visión de torvo ceño:
Y que con frases para orar no acierto:
Me enoja quien consuelos me procura:
Y mis vagas ideas ni áun del arte
Frió, el amor y la amistad desdeño,
Con el primor multíplice divierto:
Y espero de esperar desesperado.
Yo, que entro en esta Catedral bendita
¡Oh si estuviera el globo taladrado!
Y el mundo de delante se me quita.

VIL
IX.

Tanta nueva invención.... tanto adelanto!


Y o que he venido á ella pequeñuelo
Tanta electricidad, telegrafía,
Con mi madre infeliz, que me enseñaba
Globos, vapores.... ¡y silencio tanto
Á oir la misa y á invocar al cielo:
Y tanta soledad.... tanta agonía!
Mientras yo, ignaro aún, solo saciaba
¡Y no poder en mi inquietud, Dios santo,
De ver el templo mi infantil anhelo,
La pena revelar del alma mia!
Y sus palabras santas no escuchaba;
¡Y créer en tí, buen Dios, con íé sincera
Y en lugar de atender al sacrificio,
Y no poderte ni rezar siquiera!
Admiraba encantado el edificio.
-207-
—206—
XII.

Y o que por fé, placer, arte y costumbre, La Catedral de Burgos, maravilla


Del arte, de la tierra castellana
Cuando de Burgos la ciudad habito,
Gloria y joyel, y fuera de Castilla
Yengo á soliviantar la pesadumbre
Muestra sin par de fábrica cristiana,
Del corazon en su ámbito bendito:
Es el templo ojival donde más brilla
Y esquivo la devota muchedumbre
La fé de una nación en su arte humana
Aquí cual fuera la mundana evito,
Modelo de arte y fé, yo la contemplo
Para dejar que se apacente el alma
De ellas á par como museo y templo.
De triste paz y relijiosa calma.

XIII.

Percibe en sus católicos santuarios


¡Cuán poético es Dios! ¡y cuán poético
La presencia de Dios el alma mia:
Es un templo católico, que encierra
Aspira en sus andenes solitarios
Cuanto conmovedor, grande y magnético
Inspiración y fé mi poesía:
Podemos concebir sobre la tierra:
Exaltan sus prodijios estatuarios
Desde el libro y el cántico profético,
A l éstasis tal vez mi fantasía....
Hasta el grosero material de tierra:
¡Con la imajinería de un retablo,
Desde la prueba real hasta el misterio;
Delirando tal vez, plática entablo!
Todo, desde el bautismo, al cementerio.
XIV. XVI.

Solo á quedarme en su recinto espero Sánchez, Diego de Siloe, Vallejo,


O á él cuando solo le supongo acudo: Jil, Berruguete, el Borgoñon, Camargo..,
Y olvidándome aquí del mundo entero, Toda jente leal del tiempo viejo
A-quí al arte y á Dios adoro mudo: Que vivirá en la historia tiempo largo,
Sonrío á los relieves del crucero; Salen conmigo á plática é consejo
Los bustos de los túmulos saludo: Rompiendo un punto su mortal letargo,
Canto en el coro, beso los altares, Y á hacerme imajinaria compañía
Y abrazo las estátuas y pilares. Dándoles voz mi ignara poesía.

XV. XVII.

Y platico en espíritu á mis solas La Catedral de Burgos abre ahora


Con cuantos en su fábrica pusieron De consuelo á mi espíritu un tesoro:
Las manos. Con sus mitras y sus colas A q u í vé á Dios mi alma, aquí le adora,
Vienen trás mí arzobispos y arcedianos A q u í su amparo omnipotente imploro:
Salen con sus perillas y sus golas Y en la inquietud aquí que me devora,
Á hablarme con sus obras, castellanos Por los que en riesgo están le ruego y lloro;
Y estranjeros á un tiempo, entalladores Y aquí á solas á Dios pregunto en vano
Plateros, arquitectos y escultores. ¿Qué es ¡oh buen Dios! del buen Maximiliano?
14
—211 —

XVIII.

A q u í frente á la májica escultura, Es una tarde parda; centellea


Obra del Borgofion incomparable, El sol entre los cárdenos celajes
Me siento a ver cerrar la noche oscura- De un aplomado nubarrón que ondea
Al umbral del cancel del Condestable: Ante él, cuyos flotantes cortinajes
Y espero que del Cristo la figura Entoldan su fulgor; amarilléa
De su relieve se desprenda y hable; Desgarrándole el sol por mil parajes

Y le pregunto en mi delirio insano, Con mil rayos de luz de cuando en cuando:

¿Qué es, buen Jesus, del buen Maximiliano? Mas el nublado ante él se vá cuajando.

XIX. XXL

Todas las tardes vengo: todas miro Penetran en las naves, por los huecos

Mientras hay luz el Cristo del relieve: De sus ojivos dobles ajimeces,

Y en vano todas á sus piés suspiro, Los relámpagos vagos y los secos

Porque ni me habla el Cristo ni se mueve. Truenos, roncos aún: siéntese á veces


Todas esperanzado me retiro De las hondas capillas á los ecos
De que alguna por fin moverse debe Ir por las insondables lobregueces
Y darme nuevas de él.... ¡delirio insano El trueno á repetir que afuera zumba
De mi afan por el buen Maximiliano! De rincón en rincón, de tumba en tumba,
XXIV,

Á la luz temerosa y fujitiva TÓr'nanse- á su fulgor los rosetones,


Del rápido relámpago brillante, 'Ojos de leviaAau que parpadean:
Los arquitraves en que el templo estriva La labor de hojarasca y canelones,
Vacilan desquiciados un instante. Reptiles que en los muros culebrean:
Toda imájen de altar salta de él viva: Las capillas profundas, panteones
No hay busto que no marche é se levante, Donde libres los muertos se pasean:
Pareciendo en redor por un momento Las ventanas de vidrios losanjeados,
Toda inmovilidad en movimiento. Hornos de salamandras atestados.

XXIII. XXV.

Parece la calada crestería A l lejano rumor de un ronco trueno,


De los arcos y nichos ojivales Miles de voces de invisibles bocas
Ondulante y flexible encajería: Pueblan del aire el impalpable seno,
Las verjas y barreados barandales Incoherentes, gárrulas y locas.
Lanzas de militar caballería Allí resuena un ¡ay! de angustia lleno,
Que avanza en escuadrones desiguales: Allá muje un torrente entre las rocas,
Y los tubos del órgano salientes Allá el crujido del incendio estalla,
Crestas de grifos, colas de serpientes. Allá rompe el clamor de una batalla.
—214—

xxvi. XXVIII.

Jime allí un moribundo que se quejáy ¿Cuán poético es Dios! quó poderosa
Allá rechina un cable que se amarra? La fó del creador catolicismo,
Una ráfaga silba en una reja, Que de grandeza artística rebosa
Una tela se rasga en una barra, Al enunciar el pobre cristianismo,
Canta en una cornisa una c o r n e j a . . . » Con esa sencillez maravillosa
Y el ruido del turbión que se desgarra»,. De quien tráe su poder consigo mismo.
En los huecos del órgano gorjóa, ¡Cómo atráe, cómo exalta el alma mia,
Bufa, muje, relincha y cacaróa.. Oh santa Catedral tu poesía!

xxvn. XXIX.

Del trueno al són y al resplandor del cielo .Bendita sea, sí, bendita sea
Nada queda sin voz ni yace inerte. La relijion sublime cuyo culto
¡Un relámpago!.... y pueblan aire y suelo Todas las artes en glosar emplea
Móviles bultos mil—¡un trueno!... y vierte Su sentido simbólico y oculto:
Su- voz en ól mil ecos de ódio, anhelo; Haciendo por do quier que el pueblo vea
Triunfo, terror, placer, victoria ó muertev Su tradición histórica de bulto
Pasan.... y pasa cuanto suena y jira, En iglesias, imájenes y fiestas,
La calma torna y el rumor espira- El sentimiento para herir dispuestas.
—216— —217—

xxx. xxxii.

ìQué fé, qué inspiración, qué poesía Esa imájen del Cristo que camina
Aspira en esta nave solitaria Por el ajeno crimen al suplicio,
Exaltada esta tarde el alma mia! De ese pueblo feroz que le asesina
¡Cómo en este primor de imajinaria Y le escarnece audaz entre el bullicio....
Del Borgoñon Felipe me estasia Del pueblo que hoy ante el se arremolina
La escena angustiadora y tumultuaria» Para verle marchar al sacrificio,
En que la imájen de Jesus divina Como ayer á aclamarle se agolpaba
Inocente al patíbulo camina! Cuando triunfante en la ciudad entraba,

xxxi. xxxiii.
i

¡Oh poder misterioso, oh fé del artef Hace en mí una impresión inesplicable.


En esta maravilla de escultura, Esa escultura al contemplar, me siento
Se vé que el hombre en su alma tiene parte Estasiado en un doble é inefable
De aquella esencia creadora y pura Artístico y piadoso arrobamiento.
Con que Diosle hizo á él: Dios la reparte Paréceme imposible que no hable
En almas aptas á crear, y dura Ni se ponga ese cuadro en movimiento:
En sus obras la chispa creadora Y la figura mística del Cristo
Á cuya luz quien crée las vé y adora. Me hace acordar... de un hombre á quienhe visto,
—218— —219—

xxxiv. xxxvi.

Libre de culpa y de virtud ejemplo ¡Qué tempestad, Dios mió!... ¡quémedrosa


Contempla al Redentor mi fé cristiana.. Soledad! Yago y temeroso ruido
Mas.... ruje el huracan fuera del templo Llena la oscuridad, que pavorosa
Y á intervalos la imájen soberana Por capillas y naves se ha estendido.
Á la luz del relámpago contemplo. Estremécese el suelo en que reposa
Esa escultura ¡aberración insana! La fábrica maciza al estallido
Me hace acordar del buen Maximiliano Del trueno, y del relámpago á la llama
Á merced del furor republicano. La tenebrosa oscuridad se inflama.

xxxv. xxxvii.

Estalló al fin la'tempestad violenta: Qué efecto tán fantástico producen


El viento las vidrieras estremece; En mi imajinacion las llamaradas
Y desencadenada la tormenta,- De luz intermitente, que introducen
Que vá á arrancar la Catedral parece. Su fulgor en las bóvedas sagradas,
Culebréa el relámpago: revienta Y á sus puntos más lóbregos conducen
El trueno: el agua cáe: desaparece Olas de luz sulfúrea descarriadas
La luz.... ya no distingo las figuras Que, al alumbrar los lóbregos rincones,
Santas de las marmóreas esculturas. Les pueblan de fantásticas visiones!
—221 —

xl.

Es la primera vez que me amedrenta Esa escultura vive!—una armonía


La soledad de un templo, y que me espanta Imperceptible cási en ella suena,
La voz con que habla Dios en la tormenta. Que de santa y febril melancolía
Siento algo que en la sombra se adelanta: El embargado espíritu me llena.
Algo percibo que en la sombra alienta: Un incoloro albor de opaco dia
Presa me siento de pavura santa. Comienza á herir la escultural escena
Crée mi fé... aunque mi espíritu fluctúa... Y á su mística luz la piedra inerte
Que un misterio en la sombra se efectúa. En vision á mis ojos se convierte.

xxxix.
xli.

¡E relámpago!... ¡Dios! ¿qué es lo que he visto


Todo en el cuadro escultural se mueve:
En el cuadro de piedra? tengo miedo—
Las figuras de piedra se adelantan
Á la fulgúrea luz creí del Cristo
Detrás del Salvador, con pié tan leve
Ver la figura andar.... mover no puedo
Que rumor con sus pasos no levantan
Los piés. ¡Otro relámpago!... ¡oh resisto
Al marchar por el campo del relieve.
En vano á la evidencia... el rostro ledo
No oso á Jesus mirar, porque no aguantan
Volvid hácia mí la imájen... No respiro
Mis pupilas la luz y la belleza
De pavor—Oh prodijio! Y o deliro.
De su gloriosa y celestial cabeza.
—222—

XLII.

Los monjes de la Rábida, el aliento


Del cuadro, tras Jesús, desvaneciendo
De la fé de Colon, de quienes queda
Se van del Borgoñon las esculturas,
La memoria en el gran descubrimiento
Y de Jerusalen á di van saliendo
Juan de Grijalva y Álvarez Pineda,
Por la puerta de piedra otras figuras:
Modelos de constancia y ardimiento
Cuya presencia bien áun no comprendo,
Con Yespucio, Solís, Pinzón y Ojeda:
Mas de quienes por bustos y pinturas
Y el Papa que los mares con su mano
De relieves, sepulcros y paisajes
Partid, cual Dios del mundo soberano.
Reconociendo voy los personajes.

XLIII. XLV.

Luego trás de Cortds los compañeros


Cuanto la fd, el valor y la grandeza
De su sin par homérico heroísmo.
De la España á la Ame'rica eslabona,
Las-Casas, con los santos misioneros
Pasa ante mí: la histórica nobleza
Que recibid á Colon en Barcelona; Que llevaron la luz del cristianismo

Fernando é Isabel que á su cabeza Á la iddlatra México: primeros

Ciñen ya de ambos mundos la corona; Mártires del rencor, el egoísmo


Y Beatriz Galindo la Latina, Y la ambición fatal de una raquítica,
Entre Guttdmberg y Colon camina. Torpe, y errdnea y suspicaz política.
—224— —225 —

XLVI. xLvrti.

T o d o este lento y silencioso bando


Carlos quinto, ya monje, del convento
De evocadas histéricas figuras,
Con el traje claustral, su dinastía
Austriaca trae en pos, con paso lento, Se va sobre el relieve colocando

Torva faz, y mortal melancolía. En lugar de las santas esculturas:

Cuantos al trono ó á la fé alimento Y un ancho semicírculo formando


Dieron ó gloria á México algún dia, Y del paisaje ampliando las anchuras, -
Los obispos, los jueces, los vireyes Del postigo de piedra el paso franco
Que le dieron fé, paz, gobierno y leyes. Dejan, y enfrente de él un cuadro blanco.

XLIX.
XLVII.

Y o no sé qué de horrible me acongoja


Los mercaderes íntegros y honrados
Viendo en el cuadro el pértico judío,
Que luego opulentísimos señores,
A l que un poder incógnito despoja
Fueron en sus incultos despoblados
De sus figuras ante mí vacío.
De ciudades y puertos fundadores.
Y o no sé qué de horrible se me antoja
Los que dieron el nombre á sus estados,
Que vá á salir por él: marmóreo frió
De su vida social los creadores
Como acceso febril me sobrecoje;
Dando á las tribus bárbaras indianas
El corazon no late y se me encoje.
La honradez y la lengua castellanas.
L m.

Mis pupilas devoran el oscuro ¿Prisioneros con él sus jenerales


Hueco cancel de la ciudad impía, Dentro del cuadro... Miramon, Mejía...
Que libre deja en el judío muro Los últimos., los únicos leales
La evocacion ante la vista mia. Al pendón de la hundida monarquía!
Siento tras él un paso igual, seguro, jVivos! Fué vuestro afan! Sois liberales
De tropa... héla allí ya... una compañía Los que bebeis su sangre á sangre fria!
De rifleros... ¡Dios mió... y o me pierdo Él me vé... me sonrie... se adelanta
De ese tren militar tras un recuerdo! Hacia mí... me vá á hablar ¡víctima santa!

LI. Lili.

¡Sueño, visión; delirio... los antojos Habla, te escucho; que en mi oido suene
Disipa con que el alma me acongojas! Tu simpática voz mansa y serena
Sondar me aterra lo que ven mis ojos: Por la postrera vez, aunque me llene....
De lanzas'y de sables hierros y hojas... Aunque me parta el corazon de pena.
Rojas divisas... uniformes rojos... Háblame aunque la vida me envenene
¡La librea imperial!... no... ¡blusas rojas Tu última frase de amargura llena.
¡Forman el cuadro! ¿Quién? ¡delirio insano Pon fin á la agonía con que lucho:
¡Él... es ÉL! ¡mi infeliz Maximiliano! Habla...: aunque sea un sueño: ya te escucho.
-228—
—-229—
uv.
LVI.

• MAXIMILIANO.
C o n m i g o aquí que su poder abdique:
" O y e : la tierra entera me abandona. ""De los Hapsburgos héstia espiatoria,
"Dios sea juez de los que á tal abismo •"Que la posteridad me justifique.
" M e han arrastrado: mi alma les perdona»' " N i una palabra tú. Dios y la historia
"Dios me basta: aquí en paz conmigo mismo¿. "Hablarán: deja á Dios que me vindique;
" L a tradición histérica me abona, J 'Mas si vuelve á Carlota la memoria...
"Acompáñame el viejo cristianismo, •"Conocerá tu voz... díla que muero
" Y asisten á mi muerte desastrada "Cristiano, Emperador y caballero."
" L a fé y la gloria de la edad pasada.

LV. LVIL

"Francia.... se'hizo á la mar: Roma me olvida^ ¡Dijo así: saludéme con la mano;
" P e r o pierden conmigo estas rejiones: T o m é lugar entre sus dos leales
" L a Iglesia queda trás de mí vendida, Mejía y Miramon, Maximiliano,
"Muertas las europeas tradiciones. Y ofrecié á los fusiles liberales
" L o que México mata no es mi vida: La noble faz y el corazon cristiano.
" L o que á la boca aquí de sus cañones Precisión militar juntas é iguales
"Tiene de su república la tropa, Las armas asesté contra su seno:
" E s la vida en América de Europa. ¿Fuego!-dijo una v o z - y estalló un trueno.
-230— —231—

lviii.

Sueño, visión, delirio... á su estallido Como en Cristo en tí han befado


Todo se disipó: letargo breve De una ley las tradiciones,
Me embargó: y al volver despavorido Y el error de las naciones
De él, trémulo de afán miré el relieve. Te arrastraron á espiar:
Sus figuras de piedra no han perdido Como á Cristo te han llevado
Su inmóvil posicion: nada se mueve: Á traición al sacrificio,
La lluvia cesa, el huracan se calma... Mas como Él en el suplicio
Queda la tempestad sólo en mi alma. Encontrastes un altar!

LXI.
LIX.

¡Santo mártir! ¡Cuál seria


De tu espíritu la pena
¡Oh leal monarca bueno v
A l morir en tierra ajena
Que pudiendo tu persona
Como infame salteador!
Rescatar con tu corona
Y o te veo en tu agonía
Arrojándola á la tnar,
Como á Cristo en el Calvario
De egoismo ruin ajeno r
Espirando solitario,
De tu buena fé en abono-
De tu raza redentor.
Tu cabeza al pié del trono-
Preferistes arrojar;.
—233—

lxiv.
lxii.

De tu crónica funesta Dios, que libras las naciones

Yiva pajina arrancada Y las cargas de ddio y yugos;


Para dar, por Dios salvada,. Dios, que Juez de los verdugos
Testimonio de tu fé, Y las víctimas serás;
Con mi voz desde la cresta Dios, que el sello á todo pones,
De un peñasco de Castilla, Y o á tus piés por ÉL orando
Como el buho y la abubilla. No venganza te demando....
Las tinieblas turbaré. ¡Dios, justicia nada más!

xxiii.

Y si al són de sus cañones,


Presa en guerra ya cercana,
Olvidar puede mañana
Europa al Emperador,
En los viejos paredones
De su albergue castellano
Llorará á Maximiliano,
Mientras viva, Su Lector;.
LXVII.
X p í l o g o .

La libertad es jenerosa: empieza


LXV.
Por lidiar y vencer; triunfa y perdona:
Oye, pueblo sagaz, republicano Sélo acepta del alma la nobleza,
Que llevas "Dios Y LIBERTAD" por lema. Ódia la tiranía y la destrona.
Tu Dios es un vil ídolo: en su insano La tuya les arranca la cabeza
Furor de Dios tu libertad blasfema. Por quitar á los reyes la corona.
Tiene la libertad limpia la mano México audaz de rejicidio rea,
De oro y de sangre: su equidad suprema Si esa es tu libertad ¡maldita sea!
De la equidad de Dios es santa.hermana.
¡,Es esta libertad la mexicana?

LXVIII.
LXYI.

No lo es: tu libertad liberticida Oye, México, aún: Maximiliano


Se ceba en los vencidos, atropella No tendrá vengadores en la tierra:
La libertad que en la conciencia anida Mas deliras si sueñas que tu mano
Dé quien difiere de opinion con ella: Le hizo tu prisionero en buena guerra.
Al que encomienda á su merced la vida, No: Dios te le entregé: y es un arcano
Por el afan de degollar, degüella: De su Justicia que en su Juicio encierra.
Y vá, cual hiena vil, con el insulto No tienen en la tierra vengadores

Á hozar con el cadáver insepulto. Los que cual CRISTO y ÉL son Redentores.
—237—

LXXI.
LXIX.

Mas tu édio á Europa te arrastré muy lejo


Dios de su raza redentor le ha hecho Tu libertad con él has fusilado,
Y ÉL sus crímenes viejos ha espiado; Y en lugar de romper tus grillos viejos
Tu, con las balas que le enviaste al pecho Otros grillos más duros te has forjado.
Cuanto á Europa te liga has fusilado; Escuchaste del Yánkee los consejos,
Todos los lazos mutuos has deshecho: Y del Yánkee en la red te has enredado:
Mas tál nudo al romper con tal pecado, Puestánto édias tu sangre de Europea....
Olvidaste en tu célera insensata ¡Ojalá seas Yánkee y yo lo vea!
Que muere á hierro quien á hierro mata.

LXXII.
LXX.

¡Ojalá seas Yánkee y luterana:


L o sabes como yo: Maximiliano Porque para llegar hasta ese dia
Tu corona en las sienes no se puso Has de arrojar la lengua castellana,
Por propia voluntad; ni fué tirano La relijion del Hijo de María,
Ni usurpador en Me'xico ni intruso:
Y tu ruin libertad republicana
Fué á engañarle un partido mexicano
En el vil lodazal de tu anarquía:
Diciendo que era tu nación: fué iluso,
Y sin fuerza, sin honra y sin altares,
Fué víctima: vivié y murié tu amigo:
Entregarás al Yánkee tus hogares.
Y es venganza su muerte, no castigo.
—239—

Lxxin. LXXY.

Pero el Yánkee jamás será tu hermano, Desparrama tus hordas liberales


Ni irá á la par contigo: no lo esperes. Por tu suelo infeliz republicano:

Dueño una vez del suelo mexicano Y que borren las últimas señales

Se apropiará tus minas y placeres: Que hay en él de Español y de Cristiano,

Te obligará á sembrar para él tu grano Borrando en tus banderas nacionales

Y dará á sus colonos tus mujeres, Tu "Dios y LIBERTAD" en castellano:


Porque ¡oh nación de deicidio rea!
Porque tu raza india hallará féa....
Dios con tu LIBERTAD no se aparea.
¡Ojalá seas Yánkee y yo lo vea!

LXXIY. LXXYI.

¡Ojalá pronto tu anexión reclamen ¿Un pueblo independiente y soberano

Los Estados-Unidos, pueblo iluso! Quieres ser?-el derecho está en tu abono:


Mas eres más sacrilego y tirano
Y haz que á su madre en español no llamen
Tus hijos, siervos ya del Yankee intruso, Que el rey peor que se senté en un trono.
¡Asesinas al buen Maximiliano
Y òdio en la leche de su madre mamen
Al padre vil que en su poder les puso. Á la Europa, tu madre, por encono!

Es la ley del talion, nación ingrata: México en ÉL de parricidio rea,

Á hierro muere quien á hierro mata. ¿Esa es tu libertad?—¡maldita sea!


LXXVII.

Oye, Roma política y mundana;


$ f t o Antonia h glaram.
Si apegada á los bienes de la tierra,
Sin humildad ni caridad cristiana
Fomentas las discordias y la guerra, i.
Sin atender á la razón humana,
Los poetas, mi querido Pedro, son insoportables: y tenia razón aquel
Ni al tiempo oir que la verdad encierra- sábío de la antigüedad que queria que fuesen escluidos de la repúbli-
ca. Ni aun los locos podemos entrar en sociedad con ellos, sin salir
Dios de todos es Juez, y no perdona con las manos en la cabeza.
Este libro no es el que te prometí en mi prospecto: y como todas
A l que el rencor y la venganza encona. las sabrosas especias con que había yo salpimentado mis notas y co-
mentarios, no han de ser ya capaces de sazonar la desaborida pepito-
ria en que ha convertido este libro el autor de sus versos, me retracto
LXXVIII. de lo ofrecido por mí; y haciendo al poeta solo responsable de todo lo
en él escrito, renuncio á enviarte la estupenda prosa, que debia de
hacerme famoso, á la par de los versos que deben en mi juicio desacre-
ditarle á él. Suum cuique.
Oye, Francia versátil y altanera, Y o te enviaré, por mi propia cuenta y bajo mi sola firma, el librejo
de notas y comentarios que te prometí añadir á sus versos; y en él te
Que juegas con la fe' de las naciones; diré el algo sobre México y Maximiliano que á mí me correspondía
La fortuna no es más que una escalera decir: cargue el poeta con el mal porvenir de su drama del alma; que
no quiero yo condenar la mía por pecados de la suya.
De mal asegürados escalones. Para declarar disuelta mi compañía con el poeta, tengo aunque lo-
co mis razones,-y te las voy á exponer sin reparar en pelillos.
Quien pisa en uno mal, la rueda entera: Como lo echarás fácilmente de ver por el námero de pájíuas que los
Y como ea ella des dos resbalones versos ocupan, el poeta se ha apropiado las doscientas á que debia li-
mitarse el trabajo de ambos; y si á lo menos sus versos valieran la pe-
Como el que diste en México, te quedas na de suprimir mi prosa, podría yo resignarme á ello: pero escucha,
Pedro mío, lo que es el trabajo del tal poeta: á quien DÍ03 se le per-
De la escalera al pié, porque la ruedas. done después de que el público se le desdeñe, la crítica justa se le dea-
16
maba su madre, y que por aquella puerta salia su abuela, y que en
troce, y la mordaz y apasionada le dé por él la más merecida cencer-
aquel cuarto se le habia muerto un tio, y que al pié de aquel peral le
rada y la más oportuna paliza.
habia dado un beso una prima suya; como si á cada hijo de vecino de
El autor de los versos de este libro (además de haberme robado pa-
su edad no se le hubieran ya muerto padres y abuelos, y no le hubiera
ra sus ramplonas estrofas el lugar destinado en él para una prosa que
dado algún beso alguna prima: cosa tan natural entre parientes tan
debia inmortalizarme), ha hecho del libro primero de los ciuco en que
próximos.
le divide, un trabajo literario digno del sacristan que puso en octavas
reales la regla de San Benito. Pero todos estos sustos y afanes mios, mi benévolo Pedro, han sido
En su libro tercero, primo hermano del primero, ha enjaretado en tortas y pan pintado, comparados con el trabajo de Hércules á que he
verso prosaico unos dialoguitos entre Roma, Francia y Maximiliano, tenido que dar cima, para no dejarle meterse.en otro berenjenal, del
que pueden arder en un candil; concluyendo el tal tercer libro con que no nos hubiera podido sacar en seis meses aquel forzudo semi-
una fantasía de pésimo gusto, que hubiera estasiado y dejado vizcos á Dios de la maza, modelo, envidia y admiración de los gañanes y mozos
los románticos de 1839; pero que no hay narices con que leer en 1867, d e cuerda. Quería nada menos mi disparatado versificador, que dar
p o r falta de espacios en que colocar los alientos, y de un solo período gracias á todos y cada uno de los poetas y amigos que le habían salu-
del cual pueda colejirse que el autor tiene sentido común. dado á su vuelta á la patria; contestando á sus versos con otros en la
En su libro cuarto, se echa por esos trigos de Dios á biiscnr á su misma rima y con los mismos consonantes: sin duda por aquello de in-
padre y á su madre, y á encomendarse á María Santísima: cosas muy terrogatio et responsio.—Quería hacer trescientas quintillas á la jen-
santas y muy buenas tal vez, si no dejara plantado al lector en el valle til, franca y leal Carolina Coronado, precedidas de retumbante prosa
de México, para venirse de un salto á rezar y lloriquear por Cataluña al honrado Ferrer del Rio: ésta impresa en letra muy gorda, para que
y Castilla la Yieja. ¡Yaya un brinco, Pedro mió! Y échales galgos á correspondiera con el tamaño de la persona á quien debia ir dirijida;
los poetas. y unos muy repiqueteados ovillejos á sus viejos amigos los Asquerinos:
éstos en letra muy pequeña por la razón contraria á la de la prosa de
Mis más desesperados esfuerzos para encarrilarle por la vereda de
Ferrer: y una coleccion de romances á Ventura Ruiz de Aguilera, y
su argumento han sido inútiles; y todas mis razones de loco se han es-
á Camilo Jover, y á Narciso Campillo, y á Flores Arenas, y á Emilia
trellado en sus razones de pié de banco.
Pardo Bazan, y al simpático GtíIo. y á todos los redactores del Lloyd
Á la crítica mia de la narración prosáica de su libro segundo, me
Español y de la Corona de Cataluña, y de todos los periódicos de
ha respondido con el más impertinente desenfado; que "si no pra ver-
Burgos, Valladolid y Madrid que le dieron los buenos dias ó las bue-
so, era verdad;" y á la de sus extemporáneas escursiones del libro
nas noches; y quería escribir sesenta cartas humorísticas á Cárlos
cuarto, me ha contestado: que hacia veinte años que estaba ausente
Frontáura, y nueve sonetos á Núñez A r c e , y una novela en cuatro-
de España y que quería hartarse de andar por ella: que los Yallesoli-
cientos capítulos á Fernandez y González: y tenia además el plan de
tanos, los Burgaleses y los Palentinos eran hermanos suyos de padre
un poema fantástico, en el cual mostrara su gratitud al Sr. Barón de
y madre; y que no pensaba dormir en cama hasta haber dado á todos
Andilla, y al Jeneral Covellar, y al marqués de Heredia, y á la Du-
y á cada uno de ellos un cordial apretón de manos.
quesa de N., y al Marqués de X . , y á la Vizcondesa de * * * , y á to-
Figúrate tú l o q u e habré tenido que sudar, para impedirle que abra-
dos los que le habían honrado convidándole á comer y á bailar y á to-
zara á cuantos topaba por las calles de Burgos y Vallado! id; que se
mar té, y hasta á los que solo lo habían pensado; concluyendo su obra
p a r a r a á j i m o t e a r con cuanta vieja le hablaba del tiempo pasado, y
con un doble rombo, bien piramidal, que figurase un bonito reló de
que besara y limpiara los mocos á los chicos de Qniutanilla, como si
arena, como aquellos que hacían la Avellaneda, Espronceda y él en
fueran hijos suyos. P o r más que le asía y o del brazo y me le pOnia
aquellos tiempos romboidales, en que tomó la poesía todas las formas,
delante para enveredarle por su asunto, él se me largaba por unapuer-
hasta la de la alcuza En esta desatinada idea estaba emperradísimo
.ta falsa á un huerto vecino, ó por una senda de cabras se me encara-
el desatinado autor de los versos de este libro: pero al fin desistió de
maba hasta las ruinas de un castillejo, ó so me arrodillaba, en fin, en
ella ante las siguientes reflexiones:
un abandonado santuario; y dále con que por aquella ventana le lla-
Primera: que todo aquel fárrago cou que él quería llenar diez vo- Caballero, Tárrago y Mateos y Fernandez González: que se rompen *
lúmenes, podia reducirse á una sola composicion dirijida á todos; pues- con gusto los guantes y las manos aplaudiendo EL TANTO POR CIENTO,
to que iba á decirles á todos lo mismo. LAS QUERELLAS DEL R E Y SÁBIO, L A CAMPANA D E I.A ALMÜDAINA, EL LOGO
Segunda: que aun esta única era preciso que la pensara mucho; por- DE LA BOHARDILLA, EL TOISON ROTO, 1J todas lüS producciones de los ill-
que podia parecer gana de prolongar el ruido, y comezon inestingui- jenios nuevos, como si fueran obra de sus hermanos y de sus hijos: y
ble de hablar de sí mismo: defecto abominable en que habia incurrido que eso es lo que han hecho el autor de estos versos y el loco de ellos
mil veces en estos últimos tiempos, y de que habia llegado ya el de comentador en México, y lo que esperan continuar haciendo mientras
que se corrijiera para siempre; porque la modestia dobla el valor del vivan en España: porque Dios les ha dado felizmente un corazon sin
que algo vale, y hace valer algo al que ninguno tiene: y que darse envidia, y una lealtad de la cual pueden dudar solamente los que no
por entendido de los hiperbólicos elojios que en tales casos se haceu les conocen."
á los que su fortuna se los procura, era lo misino que ir diciendo por Díles también, Pedro, que el que pueda creer que un hombre en la
la calle: "miren qué buen mozo soy y qué talento tengo, cuando tan- posicion del poeta autor cíe los versos de este libro, puede no agrade-
tos chicoleos me echan al pasar los hombres y las mujeres." cer ó desdeñar las muestras públicas de cariño que ha recibido al re-
Tercera: que podian ofenderse los que con injeuua cordialidad le gresar á su patria, es preciso que tenga perdido el juicio ó gangrena-
habiau hecho versos y obsequios, al ver que se apresuraba á devolvér- do el corazon: y que el que no comprenda sa fé cristiana, y las causas
selos, como si fueran dineros prestados por usureros que se grababan de su silencio y aislamiento en las circunstancias en que le ha coloca-
cou intereses—y en fin, que lo mejor que podia hacer, era aguardar á do la suerte en 1867, tiene que ser más tonto qué lo que yo seria si
que se presentara una ocasion oportuna de manifestarse agradecido al escribiera sobre esto una sola palabra más.
público y á sus amigos: que Dios se la depararía, sin duda, pues no Con que haz leer esta pájina, mi querido Alarcon, á los que tú creas
hay plazo que 110 se cumpla, ui deuda que no se pague. que deben de leerla: y 110 les dejes leer las demás, porque ésta es la
Estas reflexiones mias debieron de hacerle fuerza, porque se puso á única de este libro que vale la pena de ser leida, por ser la sola en
escribir el libro quinto de este volúmen, que era á lo que debia ha- que manifestamos, á nuestro entender, un átomo de talento, y es la
berse limitado desde el principio; encomendándome que tratara conti- que expresa la gratitud y lealtad de nuestra alma castellana.
g o , Pedro bueno, de buscar ocasion y manera de no pasar por vani- Y á otra cosa.
doso ni ingrato; y paréceme á mí que la publicación de este líbrejo,
es una ocasion pintiparada para que yo te encargue, á tí que conoces n.
á toda lo jente de talento, á todos los literatos, poetas, artistas y ac-
tores de España, que la han dado lustre con su nombre durante nues- En cuanto á aquel A L G O S O B R E M É X I C O Y M A X I M I L I A -
tra voluntaria expatriación, que les digas de nuestra parte estas ó se- N O que yo intentaba decirte, formará libro aparte como ya te lie in-
mejantes palabras: dicado; y lo recibirás, querido Pedro, cuando el tiempo lo permita:
"Que cuando se nace en Castilla y se encuentra uno á dos mil le- porque áun cuando el poeta autor de los versos de este libro, ha mar-
guas de España, en nna tierra que tiene el empeño monómano de re- cado en ellos con su pluma los puntos culminantes del cuadro que
bajar nuestras glorias nacionales, se reciben allá las noticias de nues- debí yo dibujar ante tus ojos, la poesía 110 es más que música celes-
tra patria como auras vitales que confortan y alargan nuestra exis- tial; y cuando es como la del libro segundo de los cinco de versos de
tencia: que para los desterrados allende el mar, no hay partidos polí- éste, 110 llega á la destemplada música de la más desacordada murga.
ticos ni literarios: y se enorgullecen con los triunfos logrados en la Además, mis opiniones difieren de las del poeta respecto á M é x i c o :
guerra de África por nuestros jenerales y ejércitos, como con los con- y los detalles rapidísimos que voy á darte en lugar de mis notas y c o -
seguidos en la tribuna, en la prensa y en el teatro, por nuestros ora- mentarios, te darán la muestra de nuestra diverjencia de pareceres;
dores, poetas y actores: que leen con lágrimas de placer y de entusias- constituyendo aquellos la base de una historia de la intervención fran-
mo, los versos de Selgas y Campoamor y Grilo. y las novelas de F . cesa y el imperio de Maximiliano en México, algo diferente de las que
igualdad ante el tribunal de Dios, y ante el de todos los poderes y tri-
se escribirán en México y en Francia, por republicanos é imperialistas.
bunales que por medio de la administración de justicia representan su
Y hé aquí algo de aquel ALGrO que me proponía decirte.
divina autoridad en la tierra: y el lema de cste partido añade á su re-
La idea del imperio mexicano fué la elucubración de algunos diplo-
lijion los fueros; es decir esenciones, privilejios, rancho aparte del res-
máticos, que no conocían á México; unos por haber permanecido a u -
to del pueblo. Este partido tenia sus periódidos, el mas marcado de
sentes muchos años de aquella tierra, y otros por no haber estado j a -
los cuales era "EL PÁJARO VERDE," fundado y sostenido (según voz pú-
más en ella.
blica, tal vez mentirosa) por un alto personaje de aquella comuniou
Y permíteme, Pedro, que te haga una observación entre parénte-
política: y dirijido por un hijo de español, que se ocupaba en él de
sis. (Los diplomáticos tengo yo para mí que son los que menos saben
averiguar las vidas ajenas, de apuntar todos los rumores injuriosos y
de los países estranjeros por donde viajan; porque como viven sólo en
perjudiciales al baudo contrario: encabezando sus artículos de fondo
las cortes y capitales, y están convidados á todos los bailes y á todas
con textos latinos de los Apóstoles y los Santos Padres, y concluyen-
las cenas de los palacios, y tienen que pagar tantas visitas, no tienen
do con folletines morales de Euj. Sué y Alej. Dumas; cuidando ade-
tiempo de estudiar los países; sabiendo de ellos lo que les dicen los
más de alimentar su imprenta con reimpresiones de las novelas de los
periódicos y los habitantes de la capital.—Y hecha esta observación,
autores españoles, y de las obras teatrales y líricas de sus poetas mas
que 110 lleva intención maligna contra nadie, cierro el paréntesis y v o y
favoritos de los lectores.—Ya ves lo que ganarán los editores que de
adelante con mi cuento.)
aquí envían ejemplares de ellas, con corresponsales como " E l pájaro
El poeta te dice en este libro que los mexicanos tienen mucho t a - verde."
lento y mucha sagacidad. Esto debe de ser una gran verdad, aunque
T e estoy viendo fruncir el entrecejo, Pedro: y te hace cosquillas en
él te la haya dicho en verso; puesto que embarcaron en su descabella-
el pensamiento la idea de que voy mostrando mis puntas de liberales-
da intervención á los Emperadores de Austria y Francia, al buen R e y
co, como ahora he visto que por acá se escribe; pero para que te con-
Leopoldo de Béljica, á quien como sabes elejían todos los soberanos
venzas de que mi relato es imparcial, no tienes más que tomarte la mo-
de Europa por arbitro de sus negocios, y á las Reinas de España y de
lestia de descomponer el título del tal p«ríódico, y hallarás que "EL
Inglaterra. Y a ves si tendrían talento los mexicanos, cuando levanta-
PÁJARO V E R D E " es el anagrama de 11 Arde pleve roja" (esta pleve con v
ron con él una polvareda capaz de cegar á todos los ministros, conse-
pertenece á la ortografía mexicana, que no hace difereucia entre la b
jeros y diplómatas de aquellos dos imperios y de estos tres reinos.
y la v, ni eutre la s, la z y la c: y que es prima hermana de la del maes-
L o s que desde México azuzaban á los visionarios imperialistas de
tro andaluz, que decia á sus discípulos: " n i ñ o z , zordao ze ezeribe con
acá, eran en su mayor parte los del partido mexicano que ha tomado
eze y con ele.") Me parece que en las columnas de un periodico cuyo
por lema "REUJION Y FUEROS:" quienes por aquel entonces llevaban lo
título anunciaba el deseo de quemar á la plebe, no rebosarían la to e -
peor en su revuelta tierra: y en donde Juárez, de regreso de su segun-
rancia evanjélíca ni la caridad cristiana: y no creo en conciencia e-
da ejira, habia audazmente acometido las más ultraliberales reformas,
vantarle ningún falso testimonio, suponiéndole para sus contrarios las
con asombro de algunos y contento de muchos; peí1?» sin oposicion de
intenciones de un gavilan con respecto al pollo que se lleva en las
nadie.—Había vendido por más de setenta'millones de duros de bie-
garras. . , , ....
nes del clero: derribado la mayor parte de los templos y monasterios: 1
Entre estos dos partidos arrojó al desventurado y leal Maximiliano
exclaustrado á los frailes y monjas: establecido el matrimonio civil:
abolido todos los fueros y privilegios: prohibido el traje eclesiástico, el la intervención europea; de la cual tuvo Prim el buen instinto de se-
toque de campanas, la enseñanza relijiosa en las escuelas, etc., etc., etc. parar el pabellón español en las playas de Veracruz; por lo cual le de-
Este buen Juárez lieva en las banderas de su partido el lema nacional be estar la patria agradecida, aunque yo no estoy conforme con el mo-
de la república, que es "DIOS Y LIBERTAD." Averigua tú de qué Dios do con que se ganó el derecho á tal agradecimiento, como te contare
y de qué libertad hablará aquel lema. en mi otro libro. ,
Pero el de —"REL'IJION Y FOEKOS"—de los otros, también tiene gra- L o s franceses que creen que el uuiverso entero no es más que el pa-
cia. L a Relijion (suponiendo que sea la de Jesucristo) establece la tio de París, se fueron metiendo por México como por su casa; hasta
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que en Puebla les dieron !os mexicanos una tollina, que les obligó á Avanzaban los franceses sobre Puebla y la pusieron sitio: Una de
tantear la tierra antes de sentar el pié sobre ella. las cosas que con más cuidado traia á los mexicanos, era la destreza
El poeta y yo te repetimos que los mexicanos tienen muchísimo ta- maravillosa con que se decia que los zuavos manejaban la bayoneta.
lento: y yo te añado que tienen muchísimos talentos; uno de los cuales Habia quien aseguraba que ensartaban moscas en ella, y que un solo
es el de buscar y hallar el lado flaco ó ridículo á todo lo grande, be- francés con aquella arma daba cuenta de tres jinetes mexicanos arma-
llo ó sublime que vá de Europa, ó que puede hacerles sombra. Este es dos de lanza. Se formalizó el sitio: atacaron los franceses y resistieron
un gran sistema: con un cuentecito, una cancioncilla ó un dicharacho los mexicanos: éstos se batieron como buenos: yo soy quien te lo digo,
injeniosísimos, apagan ante los ojos del vulgo la más luminosa reputa- Pedro: la prueba es que el resultado final de la destreza de los bayo-
ción, antes de que. tenga tiempo de admirar su brillantez.—Este talen- netistas franceses en los ataques á la bayoneta con los mexicanos, era
to le destilan á través de aquel principio florentino de " c a l u m n i a , que que el francés ensartaba en su bayoneta al mexicano por debajo del
algo queda" en unas composiciones que llaman "ensaladillas," cada esternón, mientras el mexicano introducía la suya al francés por la
una de cuyas estrofas es una saeta envenenada, que vá derecha á la mismísima boca del estómago: quedando ensartadas en sus fusiles mu-
honra de un hombre, de una mujer, de una familia ó de una sociedad chas parejas de muertos de ambas naciones — A estas infelices parejas
entera, las llamaron los mexicanos los jemelitos (las mancuernitas, que es c o -
Unos ejemplitos: se dió un beneficio en el teatro (no importa para mo se llaman allá los dobles botones del puño de las camisas); y esta
qué objeto) y tomaron todos sus palcos las familias de más alta posi- sola palabra, igualando al soldado mexicano con el francés, destruyó el
ción. A l dia siguiente circuló una ensaladilla por la ciudad, en la cual prestijio de la superioridad de éste sobre aquel. Y aquí concluyó el
110 habia más que la numeración dé los palcos de esta manera. miedo á las bayonetas francesas.
En el que ocupaba la familia de un rico banquero, cuyas señoras L o mismo hicieron con todo; y así avanzó la intervención por la co-
oian misa todos los dias y concurrían todas las noches al teatro, decía: marca de México, hasta dejar á Maximiliano y Carlota en su trono y
Palco núm L a ópera y el sermón. su capital.
En el de un conocido personaje cuya esposa tenia fama de dominar- Los republicanos se retiraron delante de ellos; pero teniendo la as-
le, decía: tuta previsión de dar en escritos, versos y cantares el título de traido-
Palco núm L o de arriba abajo. res á los partidarios del imperio: título que nunca favorece á ningún
En el de una familia cuyo jefe tenia afición al juego, decia: partido en ninguna nación.
Palco núm El rey de bastos. Maximiliano creyó, y era lójico en su opinion, que él 110 debia ser
Y así de todos los palcos; aplicando á las familias que les ocupaban' jefe de un partido: sino formar, con los elementos encontrados de to-
el título de una comedia, que las satirizara. dos los de México, el núcleo del elemento imperial: que debia fundir
Llegó nuestro embajador Pacheco, que era el primer embajador en un solo bando nacional; todas las discordes aspiraciones y mal aveni-
que iba á México, 110 habiendo tenido allí las naciones europeas más dos intereses: y creyó también, y en esto también era lójico, que ha-
que encargados de negocios, ministros plenipotenciarios ó cónsules j e - biendo estado México medio siglo constituido en república, su impe-
nerales. Todo lo que en una, república puede tomarse por aristocracia rio debia basarse en una constitución y unas instituciones necesaria-
y toda la jente acomodada salió á recibirle. Más de una legua de cami- mente liberales, si 110 habian de chocar eon los hábitos contraidos por
no se cubrió de carruajes y de jinetes; toda la poblacion estaba sobre el pueblo. Pero aquí de los de REUJION Y FUEROS, que habian contado
la carretera de Veracruz.—A los pocos dias se vendía en las tiendas con que Maximiliano, «atólico y bendecido por el Papa, fusilaría y
una bebida, mezcla de aguardiente, pulque, y otros ingredientes espi- ahorcaría á todos los compradores de bienes eclesiásticos nacionaliza-
rituosos, que los léperos pedian á los tenderos diciendo: déme vd. dos dos por Juárez; repartiendo á su vez entre los imperialistas los bienes
cuartos de Embajada de España.—Estos detalles prueban la verdad y haciendas de los republicanos.-—Maximiliano 110 podía acceder á se-
de lo que en mi prospecto te dije: que México es un país de broma: y • ¡nejante pretensión, que hubiera enajenado al imperio la simpatía del
ahora verás. comercio estranjero, y de los que con él liabíau adquirido aquellas fin-
cas, al precio y bajo las condiciones con que el Gobierno entonces es- dos como esclavos; y comenzó á despertarse el ódio y el deseo de las
tablecido las habia sacado á venta. Maximiliano ordenó una revisión represalias, sin que Maximiliano lograra mitigar aquellos rigores; pues
de las escrituras de venta, en pró de los compradores de buena fé, y las comisiones militares francesas eran inexorables; y sobre él echaron
ordenó que devolvieran al Estado las fincas no pagadas. Los de reli- después los liberales lo odioso de aquel procedimiento arbitrario y ti-
jion y fueros le dijeron que el Gobierno de Juárez era ilejítimo, y que ránico.
no había podido vender: repuso el Emperador que tan lejítiino era el Y aquí se vió un caso curioso en los anales de las intervenciones,
Gobierno de Juárez como el de todos los presidentes, que lo habían que prueban que la peor causa puede llegar á hacerse nacional en un
sido por la fuerza ó por la intriga: los dos únicos modos de llegar á l a pueblo por la torpeza de los que le gobiernan.
presidencia, desde la emancipación del país de la dominación españo- La plebe mexicana tomó el empeño de sostener el robo como si fue-
la; tornaron á replicar ellos, y á negar él; y en cuanto vieron que la ra una industria nacional; y protestó contra su castigo de una manera
revisión se entablaba, y que una comision mexicana debia de hacer orijinal, que merece ser tomada en cuenta.
presentes á Pió I X la situación del país y las dificultades del nego- Mientras los franceses fusilaban á un mexicano, el oficial y los sol-
cio, hicieron comprender á los majistrados que incurrían en escomu- dados del peloton eran despojados por los léperos de alguna prenda
nion si daban curso á las revisiones; y la conciencia de los jueces, que de su vestuario, que echaban de menos despues de la ejecución; ope-
habían sancionado las escrituras de venta hecha por Juárez, se escan- ración que ejecutaban los léperos á riesgo de la vida, y que significa-
dalizó de la revisión de Maximiliano. Partió á Roma la comision me- ba bien claramente "nos fusilareis, pero os robaremos hasta que poda-
xicana, para someter humildemente al Papa las bases de un concor- mos fusilaros."
dato, como los que se han hecho en nuestras naciones europeas: pero Convencidos de su impotencia, ó por causas que no me importa in-
los de "REI.IJION Y FUEROS" les minaron el terreuo por medio de sus vestigar ahora, los franceses se retiraron de México; los republicanos
ajentes en Europa. comenzaron á estender sus guerrillas depredadoras por los terrenos
Eutonces fué cuntido algunos periódicos europeos, á quienes tenían que la abandonaban; los imperialistas de buena fé comenzaron á des-
embaucados los relijioneros-fueristas, cayeron sobre el acorralado confiar del porvenir, y Maximiliano bajó á Orizava, enviando sus pa-
Maximiliano, á quien dieron poco menos que por apóstata y hereje, peles y equipajes á Veracruz, resuelto á abdicar.—Trató de entablar
diciendo que se vendia á los liberales, etc., etc. negociaciones con los jefes republicanos, con el fin de asegurar las per-
L a comision mexicana anduvo muchos meses por Roma sin dar .con sonas é intereses de los que le habian sido adictos; pero los jefes repu-
Su Santidad: y Maximiliano se desprestijiaba con su poca influencia blicanos, seguros ya de su triunfo, desecharon con desprecio sus pro-
en las cortes de Europa. La Emperatriz, que quisa ayudar á su ma- posiciones de avenencia, que probaban su amor á los mexicanos, á
rido en esta cuestión, la más vital de un imperio, estudiándola cou su quienes ya solo podía protejer humillándose: lo que no vacilaba en ha-
estraordinaria perspicuidad mujeril, se embarcó también para Euro- cer en pró de los suyos.
pa, modelo de esposa y de soberana, á abogar ante las testas corona- Dios le habia destinado para pagar los pecados de Europa en A m é -
das por la causa del Emperador su marido; pero tuvo la desgracia de rica; y como á un corazon leal se le puede engañar muchas veces, se
indisponerse al ir á entablar su demanda: y Maximiliano esperó allá le volvió á hacer creer que el imperio era popular: que solo le des-
el resultado de su viaje, que no llegó nunca á saber positivamente. prestijiaba la alianza y presencia de los franceses, y que los imperialis-
Entretanto los franceses (que se habian hecho lugar con el pueblo, tas podían aún disponer de veinte mil hombres y veinte millones de
durante el mando benéfico y conciliador del honrado Mariscal Forey,) duros, para que el Emperador salvara en México la causa de la reli-
empezaron en el del jeneral Bazaíne á azotar á los mexicanos en el jion, de la sociedad y de las tradiciones europeas.
patio de la casa donde estaba alojado uno de los jefes, y después á fu- El caballeroso Maximiliano creyó que le deshonraría el volver la es-
silarles en la plaza de Mixcalco; só pretesto de que todos eran ladro- palda á los que se creia en deber de protejer; y formando un plan de
nes, y de que era preciso estinguir el robo. Comenzó á revelarse el campaña, que todavía hubiera podido dar un resultado más favorable,
amor propio de los que un año autes eran ciudadanos viéndose azota- y que le hubiera pefmitido salir al menos con honor del país, se fué á
Que lo que se deseaba en México por el bando anti-juarista, no era
encerrar en Querétaro con Miramon, Mejía y Castillo: provocando á
un imperio nacional mexicano, sino un imperio que hiciera triunfar su
los republicanos á sitiarle en aquella plaza, mientras Márquez reunía
partido.
en México el cuerpo de ejército y los elementos de guerra suficientes
Que el catolicismo hubiera logrado más de un concordato hecho por
para caer sobre los sitiadores. Estos no dejaron de acudir á la audaz
Maximiliano, que lo que ha de rescatar de las garras de Juárez y de
provocacion de los imperiales, y sitiaron á Querétaro: pero Márquez,
las de los republicanos que no dejarán el valor de dos reales de la ha-
en lugar de seguir puntualmente el plan del Emperador, fué torpe-
cienda de la Iglesia.
mente á hacerse derrotar en Puebla por Porfirio Díaz: y volvió fujiti-
Que los partidos relijiosos y sus periódicos de acá, deben reflexionar
vo á la capital, donde hizo maldecir al imperio y desear la vuelta de
antes dé hacer suya la causa de los partidos relijioneros de allá: por-
los republicanos, con sus tropelías y esacciones. Encarceló á los ricos
que el Dios y la libertad de América no deben de ser los mismos que
para hacerles vomitar dinero, y les tuvo en pié sin silla ni cama en que
los nuestros: pues Dios y libertad, relijion y fueros, y todos sus pro-
reposar; echó una contribución diaria á todo vecino que tenia algo, y
gramas, sus proclamas y sus anagramas y todos sus lemas, se tradu-
cojió dé leva á los indios abastecedores de víveres á la capital, para
cen al castellano por este: detrás de fa:'cruz, el diablo: y que las pa-
hacerles trabajar en las trincheras; privando así á la ciudad de abas-
labras y las teorías son las mismas; pero las prácticas de los hombres,
tecimiento. Se pagaba.el maíz á cien duros y el trigo á ciento cincuen-
no es fácil que las apadrinen como suyas ni Dios ni la libertad.
ta: los pobres se morian materialmente de hambre, y unas familias ven-
dían para comprar alimento los muebles que otras más ricas compra- Que por aquello de morto leóne, de á moro muerto, y del árbol caí-
ban para calentar el suyo. Sabiendo la catástrofe de Querétaro, díó do, Maximiliano tendrá por ahora que cargar con las culpas de todos
la falsa noticia de la derrota de Juárez y de la vuelta próxima de — y verás como Lerdo de Tejada (que es uno de los menos lerdos de
Maximiliano triunfante: Se echaron.las campanas á vuelo, y se creyó aquel país en donde nacen pocos) te prueba en su memorándum,
en un milagro de Dios: entre cuyo tumulto desapareció el Jeneral, y como tres y dos son nueve, que sus republicanos eran inocentes é in-
al dia siguiente los liberales intimaron la rendición á la capital. ofensivos como monjas hasta que el bribón de Maximiliano vino á de-
gollarles como corderos.—Y verás también como, si los relijioneros
Así cayó Maximiliano en poder de Juárez: y los periódicos que le
vuelven al poder y publican su memorándum, para emparejar con el
tacharon de mal católico, de mal europeo y de traidor á su propia cau-
de Lerdo, te prueban también én él que la ignorancia, la ineptitud y
sa, dijeron que era un héroe y un mártir, y pidieron á grito herido ven-
la terquedad del herético Maximiliano, fueron la causa de la caida del
ganza á Dios. ¡ A y ! Dios no es ministro de la venganza de nadie. Dios
imperio; porque aquel obcecado Príncipe 110 se dejó gobernar y acon-
castiga, pero no se venga; porque la venganza, que pudo ser el placer
sejar por ellos, que le hablaban en nombre de Dios.
de los dioses del paganismo, no cabe en el Dios de los cristianos que
Que la república será de hoy más la forma de gobierno en México
es la suma justicia y la suma perfección: Dios castiga, y nada deja sin
y en la América española: donde la Europa ha perdido toda su influen-
premio y sin castigo sobre la tierra-pero no se venga-Dios castigará.
cia y la mitad de su comercio futuro, por el error de Francia: y que
Por estos rápidos y desaliñados apuntes comprenderás, Pedro mió, por este error se ha burlado, se está burlando y se burlará México só-
que el algo que yo intentaba decirte, debia de constituir una historia lo de la mitad de la Europa.
de la intervención francesa y. del imperio de Maximiliano en México,
Que Juárez y sus republicanos estuvieron en su derecho al fusilar á
algo diferente de como la contarán los franceses y los mexicanos: los
Maximiliano, á quien nunca reconocieron más que por su enemigo:
republicanos que fusilaron al Emperador y los imperialistas que le
pero que abusaron infamemente de tál derecho, fusilaudo á un h o m -
abandonaron: y de cuya historia mia iban á desprenderse naturalmen-
bre cuya bondad conocían; acusándole de crímenes que jamás pensó
te las siguientes consecuencias:
cometer, y ponderando la necesidad en que se vieron de fusilarle para
Que el imperio mexicano fué un sueño, que 110 pudieron realizar la salvación de la patria: que no puede estar más perdida que en sus
Austria, Francia y Béljica, que dieron tropas para tal intervención: y manos.
que este desengaño debe servir á la Europa de lección, y darla la nor- Que nosotros 110 abogamos por Maximiliano y Carlota, solo porque
ma de sus relaciones futuras con las Américas españolas.
ellos fuesen príncipes ó porque nosotros seamos serviles; sino porque influencia europea en América con la muerte de Maximiliano. H a in-
eran Unos príncipes buenos, i n tel. ij en tes y deseosos de buena fé del sultado impunemente á Austria y á Francia en sus Embajadores y
bien y progreso de México. súbditos: ha demostrado la impotencia de las intervenciones, y conser-
Que el autor de los versos de este libro y yo, no tenemos el más le- va insepulto el cadáver del Emperador para jugar con Austria al tira
ve átomo de rencor ni enemistad á los mexicanos, cuya perspicacia, v afloja, ó para poner al fin un precio enorme al piadoso anhelo de la
talento, cortesía é instrucción hemos celebrado de buena fé en este li- familia imperial. Este sacrilejio es lo que no le perdonamos ni á él ni
bro, cuando de ellos nos ha tocado hablar: que pensamos dar idea á sus secuaces: pero no teniendo la vanidad de creernos competentes,
de su civilización y de la poesía de sus cosínmbres y de su país, en para juzgar de las razones que tienen Francia y Austria para no darse
otro libro menos ingrato; en que hablaremos de su vida, de sus ha- por entendidas por ahora de ello, ni de la indisposición de la E m p e -
ciendas, de los gallardos ejercicios de su equitación en sus coleaderos ratriz, comprendemos que nuestro papel es el de irnos con la música
y lazaderos; de sus bailes y sus cauciones que rebosan gracia, orijina- á otra parte, y nos vamos: porque en política somos ceros á la iz-
lidad y carácter: porque lo único que encontramos malo, y por lo cual quierda: en la sociedad nuestra importancia está representada por el
no les tenemos rencor sino compasion, es su absurda, su maldita polí- signo menos; y en los anales de la literatura patria, no somos más que
tica basada en el ndio monomaniaco que tienen á Europa, y sobre to- una errata de imprenta que desluce una pajina.
do á España (Grachúpia), cuya raza son y cuya sangre corre por sus
venas. En este sentido hemos hablado de México agriamente en ver- IV.
so y prosa en este libro: pero protestamos que solo considerándolos
bajo el punto de vista político, y no social ni personalmente.—Senti- Este libro no tiene en sí más que una cualidad buena: la de su IN-
remos que así no lo comprendan: pero si así no fuere, tampoco nos OPORTUNIDAD; y de propósito hemos suspendido su publicación hasta
pesará mucho; porque les daremos ocasion de mostrar su verbosa eru- que fuera inoportuna y estemporánea, porque habíamos llegado á
dición, su gracejo nacional y su agudeza chispeante de gracia flexible apercibirnos de que nuestros amigos sospechaban que qneriamos tam-
y de punzante malicia, al devolvernos lo que crean que les ofende. Y bién especular con el nombre y la catástrofe de Maximiliano, publi-
esto en lugar de dolemos, nos enorgullecerá: porque vendrá á corro- cando un libro de circunstancias, cuyo éxito asegurara su interés de
borar nuestra asersion de que tienen mucho talento. La política les actualidad. Las cuestiones de Italia y de Oriente, la actitud de P r u -
envenena el corazon, y es la única tacha de sus buenas cualidades; asi sia con Francia, y otros acontecimientos que absorben la atención
que, si arrastrados por esta nacional antipatía política, nos envían en universal, hacen de la publicación de este libro una cosa parecida á
contestación unas cuantas calumnias bien intencionadas, ó unas cuan- una piedrecilla tirada al mar: y nos damos de ello la enhorabuena.
tas injurias bien personales, las recibiremos cordialmente como chistes El autor de estos versos y yo hemos querido á Maximiliano en Mé-
del país; pues estamos acostumbrados á leer el PÁJARO VERDE y EL GA- xico' como si hubiera sido nuestro padre: liemos llorado su muerte en
CHUPÍN, que se publicó á la llegada de Prim con la intervención. España como si hubiéramos sido sus hijos; y no haremos jamás de su
nombre ni del de la Emperatriz Carlota un objeto de lucro, ni un me-
III. dio de meter ruido ni de darnos importancia.
Consideramos á Maximiliano, desde que le vimos entrar en la capi-
He leido en no sé qué periódico de por acá no sé qué sobre los re- tal de México, como una víctima espiatoria enviada por Dios al altar
mordimientos de Juárez por la muerte de Maximiliano. Juárez tiene del sacrificio: íe vimos luchar con sus tribulaciones, sonriendo con la
orgullo y no remordimientos de tal pecado, y no se cambia ahora por resignación de los mártires: nos prodigó las más cariñosas muestras de
Alejandro Magno si resucitara, ni por Cromwel á quien parodia. Los cordialidad, mientras pudo sin riesgo nuestro manifestarnos en públi-
remordimientos son hijos de las creencias relijiosas; y vayan á pregun- co su amistad: y nos apartó de sí cuando vió que se acercaba la hora
tarle al indio Juárez cuál es su opinion sobre el catecismo del P . R i - del peligro. Nosotros, humillándonos ante los Juicios del Omnipoten-
palda. Juárez cree (y tal vez no yerra), que ha dado el cachete á la te como cristianos, nos preciamos de ser de los pocos (no osamos decir
los únicos) q u e conservarémos hasta nuestra última hora una relijiosa
veneración p o r la memoria del mártir, una profunda gratitud p o r los
favores del S o b e r a n o , una lealtad sincera á la cordialidad del a m i g o ,
y un retrato del hombre á la c a b e c e r a de nuestro lecho, c e r c a del de
Cristo: en c u y a fé esperamos morir, á pesar de nuestra locura, de
nuestra profesion, de nuestros escritos y de nuestra historia.

V.

A d i ó s , P e d r o bueno y leal: nuestra intención era enviarte un libro


q u e nos hiciera h o n o r á nosotros y no te avergonzara ;í t í . — N u e s t r o
miserable injenio no ha alcanzado á llenar nuestra buena voluntad:
esperamos empero q u e , al hojear éste, tengas la agradable sorpresa de
comprender que hemos p e r d i d o nuestro talento en A m é r i c a , p e r o q u e
hemos encontrado nuestro corazon al volver á nuestra patria.

E l Iioco comentador.

RESPONSABLE, Francisco de P. Retia.


PQ6575
108177
D8

CAPILLA ALFONSINA
U. A. N. L.

Esta publicación deberá ser devuelta


antes de la última fecha abajo indi-
cada.

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