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Presentación
La lectura, antes de las cátedras de didáctica, parecía un proceso del cual poseía todos los
conocimientos y el cual dominaba al derecho y al revés. Pero, ¡vaya qué error! No tenía la
menor idea de la profundidad y el alcance, e incluso la conceptualización, de un proceso tan
importante y esencial en la enseñanza como es el proceso lector. A partir de los
acercamientos teóricos y conceptuales, he erigido una idea contundente de lo que significa
leer y los alcances que esta práctica tiene, o al menos, debería tener. En el aula de clase, la
lectura es quizá, en términos populares, una de las competencias más desarrolladas, o al
menos esa es la idea que se tiene. Sin embargo, este desarrollo es huero, llano, memorístico,
mecánico y con falencias, desaprovechando la mayor parte didáctica que la lectura puede
aportar para la formación de los estudiantes. Es de esta urgencia propia y de este
descubrimiento autóctono que surge la necesidad de elaborar, en primera estancia, unos
conceptos que conduzcan a la posterior materialización de la secuencia didáctica, teniendo
los términos aprehendidos y valorados en función de las ideas y los proyectos personales.
Aprendizaje de la lengua
Sin duda, el paradigma lingüístico que dominó buena parte del siglo pasado, junto con el
generativismo, fue el estructuralismo. Su idea de estructura quedó marcada con tanto
ahínco en el sistema de la lengua, que sus conceptos pasaron también a dominar el entorno
pedagógico y de la enseñanza. El conductismo fue, entonces, la manera en que se llevó al
aula toda la enseñanza y, en particular, la lengua, cuyo aprendizaje no consistía más que en
una memorización básica y repetitiva de estructuras, vocabulario y principios normativos
que han de ser importantes, pero solo en el aspecto básico del aprendizaje, pues todo lo que
de ellos se deriva constituye retos a la altura de la cognición humana y corresponde a un
entorno lingüístico más abierto, pragmático, social y pedagógico. Por ello, es que Cassany
enfatiza en la necesidad de enseñar la lengua en mayor medida a partir de sus aspectos
funcionales.
Igualmente, es preciso retomar la distinción que hace Cassany entre enseñar a leer y
alfabetizar, siendo esta última la capacidad de desenvolvimiento autónomo en sociedad.
Wells, citado por Cassany, identifica cuatro niveles en la adquisición y el dominio de la
lengua escrita: el ejecutivo, el funcional, el instrumental y el epistémico, los cuales van
desde el dominio del código y las características textuales (procesos de menor complejidad)
hasta el acceso a los conocimientos y la ordenación creativa y crítica del pensamiento
(procesos de mayor complejidad). Esta noción de aprendizaje de la lengua escrita es
pertinente por su profundidad y exhaustividad y da pie para criticar, como se hizo en el
párrafo anterior, el escaso énfasis solo en los niveles ejecutivo y funcional, sin ahondar en
los caracteres propios de niveles superiores, así en términos de lengua escrita como en
términos del proceso lector.
Finalmente, Cassany en Método para aprender a leer y escribir comenta que existen dos
maneras de enseñar a leer (dos formas de aprendizaje de la lectura). La primera, basada en
el código y caracterizada por ser la manera tradicionalista del aprendizaje de la lectura, es
decir, se basa en descifrar el código, en la repetición y en la correspondencia sonido-grafía.
La segunda forma, por su parte, está basada en la construcción del sentido y esta se
caracteriza por las siguientes máximas:
Es, sin duda, esta segunda noción una visión más pertinente del aprendizaje de la lectura y
de la lengua escrita en general, pues abarca un proceso de construcción donde el trabajo del
docente es ser guía y facilitar que los alumnos exploren y realicen su propio descubrimiento
del proceso de lectura y escritura. De esta forma, se concluye igualmente que el aprendizaje
de la lengua va más allá de la corrección y de la gramática y la ortografía, donde también
debe haber lugar para contenidos y aprendizajes más consecuentes con la vida de los
alumnos y su realidad lingüística, política y social, junto a su experiencia y cotidianidad.
2.2. Didáctica
Las definiciones dadas por los teóricos desde el mismísimo padre de la didáctica, como se
conoce a Comenio, han evolucionado y han contenido añadidos significativos que han
hecho más completas las nociones de didáctica respecto a los puntos considerados en su
definición y las perspectivas hacia las que apuntan. Por supuesto que ese “arte de enseñar
todo a todos” pasa a desglosarse según lo que se enseña, según los interrogantes del cómo,
por qué y para qué, según se considere un arte, un oficio, una ciencia, entre otros factores a
tener en cuenta. Se descartan para su consideración nociones como la de Klingberg por ser
tan arraigada al cómo enseñar enfocándose en la técnica o los insumos supuestamente
necesarios para tal fin. Es evidente, no obstante, que la didáctica no responde
exclusivamente a aquello del cómo, sino que sus interrogantes poseen una visión más
profunda y crítica del acto de enseñar y de aprender. Se rescata, igualmente, la pregunta que
se hace Alves de Matos (1973) donde se interroga por cómo hacer para que el estudiante
aprenda según términos como el orientar y el incentivar. Del colectivo de autores cubanos
es rescatable, por su parte, el hecho de interrogarse por cómo convertir a los estudiantes en
el centro del conocimiento, planteando así una preocupación por la autonomía. Asimismo,
Imídeo Nérici habla de un conjunto de técnicas a través de las que se materializa la
enseñanza, pero esa noción de técnicas no se acoge por haberse descartado ya. De De La
Torre se rescata el considerar la reflexión sobre el acto de enseñar y el interrogarse por el
por qué, cómo y para qué enseñar. Finalmente, de Sevillano (2006) se rescata la
concepción de la didáctica como una ciencia que guía el proceso de enseñanza-aprendizaje
en un contexto interactivo según factores culturales. Esta consideración cultural y del
entorno es completamente pertinente.
Así las cosas, la evolución del concepto de didáctica desde la perspectiva de este trabajo va,
momentáneamente, de la siguiente manera:
Comenio, Klingber
y Nérici: valorados
pero no utilizados
Sevillano: didáctica
como ciencia;
Alves de Matos:
rescatable:
cómo hacer para
contexto
que el estudiante
interactivo y
aprenda
noción de
CULTURA
Para culminar este apartado, es pertinente señalar ciertas ideas que plantean, como
complemento, Colomer y Camps (1996). Al principio del presente trabajo ya se expuso lo
que corresponde, para estas teóricas, el proceso lector. Sin embargo, su noción de lectura
abarca igualmente la consideración de la integración de la información y el control de la
comprensión (después de que se formulan hipótesis y se verifican) en donde proponen que,
para entender el significado de un texto, el lector debe elaborar interpretaciones globales a
modo de las macroestruturas propuestas por la teoría de Van Dijk junto con sus
macrorreglas. Igualmente, las teóricas aseveran que hay varios factores que inciden en la
comprensión lectora, a saber, determinar cuál será el propósito de la lectura y los
conocimientos aportados por el lector, entre estos, los conocimientos paralingüísticos, que
son de vital importancia y que han de constituir un eje central en la concepción didáctica de
la lectura que involucra, por lo demás, las ya mencionadas relaciones grafema-fonema, pero
además la morfología, la sintaxis, la semántica, la lingüística textual (Koch, nuevamente),
las estructuras textuales (periodos y secuencias textuales de Adam, por ejemplo), entre
otros conocimientos pertinentes del mundo. De este modo, ha quedado en evidencia que la
didáctica de la lectura como disciplina debe comprender que se enfrenta a la reflexión de
estrategias y técnicas que surgen de una actividad de gran complejidad como lo es la
lectura, y que debe considerar sus nociones, perspectivas y las competencias que debe
poseer el aprendiz lector para lograr motivar con éxito el aprendizaje del alumno, en los
términos previamente aclarados y en los contextos pertinentes.
Para definir estrategia es preciso, según el texto del Instituto de Estudios Superiores de
Monterrey, hacer referencia al término en su ámbito original, es decir el contexto militar.
Entre los griegos, se dice, la estrategia era la actividad del estratega, general del ejército,
quien proyectaba y ordenaba las operaciones militares con la suficiente habilidad como
para que sus tropas cumplieran el objetivo. La estrategia didáctica es, entonces, un sistema
de planificación aplicado a un conjunto articulado de acciones (técnicas) que permite
conseguir los objetivos planteados en medio de la actividad didáctica, con el fin de obtener
los resultados esperados. Una estrategia, según Avanzini (1998) se compone de la relación
entre tres elementos, a saber, la misión de la institución educativa según el tipo de persona,
sociedad y cultura; la estructura curricular según la dificultad de contenidos y el orden a
seguir; finalmente, según las posibilidades cognitivas de los alumnos y de la concepción
que se tiene de ellos. Es importante esta triple consideración pues la estrategia, en este
orden de términos, se debe plantear después de un conocimiento propicio de los
estudiantes, del entorno educativo y según los contenidos.
Por su parte, la técnica didáctica es un procedimiento que sirve para ejecutar parte del
aprendizaje que se persigue con la estrategia. Su objetivo es orientar el aprendizaje del
estudiante en una parte puntual y específica de todo el camino de aprendizaje. De esta
manera, la técnica es el recurso procedimental que utiliza el maestro para cumplir con los
propósitos que se plantea la estrategia, en aspectos puntuales y precisos.
Estrategia
didáctica
Técnica
didáctica
Actividad
didáctica
Camps, A., & Ruiz Bikandi, Uri. (2011). El objeto de la didáctica de la Lengua y la
Literatura. En: didáctica de la lengua castellana y la literatura. Barcelona: Grao.
Cassany, D., & Aliagas, C. (2013). Miradas y propuestas sobre la lectura. En: Para ser
letrados. Barcelona: Paidós.
Cassany, D., Luna, M., & Sanz, G. (2007). Enseñar Lengua. Barcelona: Grao.
Colomer, T., & Camps, A. (1996). ¿Qué es leer? En: Enseñar a leer, enseñar a comprender.
Madrid: Celeste Ediciones / MEC