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Todos somos discípulos misioneros Algunos puntos de la
119. En todos los bautizados, desde el primero hasta el último, Evangelii Gaudium de
actúa la fuerza santificadora del Espíritu que impulsa a evangelizar. nuestro Papa Fran-
El Pueblo de Dios es santo por esta unción que lo hace infalible «in cisco:
credendo». Esto significa que cuando cree no se equivoca, aunque
no encuentre palabras para explicar su fe. El Espíritu lo guía en la
verdad y lo conduce a la salvación[96]. Como parte de su misterio
de amor hacia la humanidad, Dios dota a la totalidad de los fieles
de un instinto de la fe —el sensusfidei— que los ayuda a discernir
lo que viene realmente de Dios. La presencia del Espíritu otorga a
los cristianos una cierta connaturalidad con las realidades divinas y
una sabiduría que los permite captarlas intuitivamente, aunque no
tengan el instrumental adecuado para expresarlas con precisión.
120. En virtud del Bautismo recibido, cada miembro del Pueblo
de Dios se ha convertido en discípulo misionero (cf. Mt 28,19). Cada
uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia y
el grado de ilustración de su fe, es un agente evangelizador, y sería
inadecuado pensar en un esquema de evangelización llevado ad-
elante por actores calificados donde el resto del pueblo fiel sea
sólo receptivo de sus acciones. La nueva evangelización debe im-
plicar un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados. Esta
convicción se convierte en un llamado dirigido a cada cristiano,
para que nadie postergue su compromiso con la evangelización,
pues si uno de verdad ha hecho una experiencia del amor de Dios
que lo salva, no necesita mucho tiempo de preparación para salir
a anunciarlo, no puede esperar que le den muchos cursos o largas
instrucciones. Todo cristiano es misionero en la medida en que se
ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús; ya no decimos
que somos «discípulos» y «misioneros», sino que somos siempre «dis-
cípulos misioneros». Si no nos convencemos, miremos a los primeros
discípulos, quienes inmediatamente después de conocer la mirada
de Jesús, salían a proclamarlo gozosos: «¡Hemos encontrado al Me-
sías!» (Jn 1,41). La samaritana, apenas salió de su diálogo con Jesús,
se convirtió en misionera, y muchos samaritanos creyeron en Jesús
«por la palabra de la mujer» (Jn 4,39). También san Pablo, a partir
de su encuentro con Jesucristo, «enseguida se puso a predicar que
Jesús era el Hijo de Dios» (Hch 9,20). ¿A qué esperamos nosotros?
121. Por supuesto que todos estamos llamados a crecer como
evangelizadores. Procuramos al mismo tiempo una mejor for-
mación, una profundización de nuestro amor y un testimonio más
claro del Evangelio. En ese sentido, todos tenemos que dejar que
los demás nos evangelicen constantemente; pero eso no significa
que debamos postergar la misión evangelizadora, sino que encon-
tremos el modo de comunicar a Jesús que corresponda a la situ-
ación en que nos hallemos. En cualquier caso, todos somos llama-
dos a ofrecer a los demás el testimonio explícito del amor salvífico
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del Señor, que más allá de nuestras imperfecciones nos ofrece su
cercanía, su Palabra, su fuerza, y le da un sentido a nuestra vida. Tu
corazón sabe que no es lo mismo la vida sin Él; entonces eso que
has descubierto, eso que te ayuda a vivir y que te da una esperan-
za, eso es lo que necesitas comunicar a los otros. Nuestra imperfec-
ción no debe ser una excusa; al contrario, la misión es un estímulo
constante para no quedarse en la mediocridad y para seguir creci-
endo. El testimonio de fe que todo cristiano está llamado a ofrecer
implica decir como san Pablo: «No es que lo tenga ya conseguido
o que ya sea perfecto, sino que continúo mi carrera [...] y me lanzo
a lo que está por delante» (Flp 3,12-13).
1° Momento: Lc 4,31-32 ; 40
Antes de leer el texto, invoco al
Espíritu Santo, le pido que me asis-
ta y me dé su luz para entrar en la
oración descubriendo lo que Dios
quiere decirme a mí, en particular
Lectio Leo varias veces el texto tratando
de introducirme en él, viendo lo que
describe: Jesús baja a Cafarnaún, enseña, la gente se asombra,
cura,…etc. Me quedo en las frases o imágenes que me resuenan, que
dicen algo a mi corazón…Voy gustando interiormente lo que leo…
Abro mi corazón para “rumiar”, gustar y meditar lo que me ha
Meditatio quedado sonando en el corazón y me pregunto por qué me re-
suenan algunas palabras o frases:
“Jesús enseña”: ¿En mi vida cotidiana, en mi tarea pastoral: imito
a Jesús en esta misión de enseñar, de transmitir lo que he apren-
dido de mi fe?
“Todos estaban asombrados…” ¿Me dejo interpelar y asombrar
por lo que Dios me va mostrando en mi proceso de búsqueda?
¿Disfruto de las sorpresas de Dios?
“Hablaba con autoridad”¿La Palabra de Jesús tiene para mí la
autoridad suficiente que me lleve a actuar de acuerdo a ella? ¿Su
Palabra encuentra mi corazón abierto y receptivo?
“Todos los que tenían enfermos… se los llevaban” La gente con-
fiaba en Jesús, creía en su capacidad de hacer algo por sus enfer-
mos... ¿Creo realmente en que Jesús es capaz de tomar mi vida y 9
hacer de ella algo nuevo? ¿Cómo es mi confianza? ¿Le ofrezco, le
llevo a Jesús mis dolencias y limitaciones? ¿Le presento el dolor de
mis hermanos para que él lo tome en sus manos? ¿Llevo el mensaje
del Señor a otros, llevo a otros hacia Jesús?
“Imponiendo las manos…sobre cada uno de ellos… los curaba”
¿Qué significa para mí este gesto de imponer las manos? ¿Tengo
en mi acción pastoral la delicadeza de preocuparme por “cada
uno” como hace Jesús, o bien, no dedico el suficiente tiempo para
ver, entender, ayudar, a cada persona con lo que ella es? ¿Me
dejo curar por Jesús?
Luego de dejarme interpelar por el Señor, meditar con su Pa- Oratio
labra, reconocer en mi interior lo que este pasaje del Evangelio
deja en mi corazón, dialogo con Jesús y le pregunto qué me qui-
ere decir, por qué hace resonar en mi alma esta o esa frase, esta o
esa imagen…Hago silencio y hablo con el Señor “como un amigo
habla a un amigo”
Hago silencio interior para escuchar lo que Jesús quiera decir a Contemplatio
mis preguntas o lo que simplemente él desee decir a mi corazón…
Con mucha sinceridad reviso mi vida y veo en qué debo mejorar Actio
mi compromiso pastoral y social, a qué me llama el Señor, qué me
dice…e intento hacer
Lc 5,1-11 2° Momento:
Antes de iniciar la lectura del pasaje del Evangelio, invoco
al Espíritu Santo…Puedo hacerlo serena, silenciosa y pausada-
mente con estas palabras:
Promesa de Dios Padre, Ven a mi corazón
Autor de todo bien. Ven a mi corazón
Espíritu de amor y de verdad. Ven a mi corazón
Espíritu de paz y de mansedumbre, Ven a mi corazón
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¿Cómo interiorizo el mensaje?. Escucho de los labios del Se- Contemplatio
ñor, con los oídos de la fe, lo que Él quiere decirme en este
pasaje. Escucho sus palabras como dirigidas a mi en particular.
¡No temas!
¿A qué me comprometo? ¿Qué paso hacia adelante puedo Actio
dar para vivir la invitación de Jesús de navegar mar adentro, echar
las redes, desde ahora serás pescador…?
“EL REINO1”
OBJETIVO:
Examinar en mi vida concreta cómo estoy realizando el Reino a
través de los siete valores cristianos que caracterizan la “empresa”
o el Reino a que Cristo me llama.
DESARROLLO:
Dijo en una ocasión Oscar Wilde que “vivimos en una socie-
dad que sabe muy bien el precio de todo y no conoce el valor de
nada”.Precios y valores. Una sociedad en la que nos preocupamos
tanto de las listas de precios que tenemos el peligro de olvidar las
tablas de valores.
“Precio” es el valor pecuniario en que se estima, se tasa, una cosa.
“Valor” es el alcance de la significación o importancia de una cosa.
Vivimos en una sociedad de precios, que se olvida o se enfrenta
a una sociedad de valores. Mientras esgrimimos nuestras tarifas de
precios, se nos están olvidando los verdaderos valores, que son los
únicos que pueden dar sentido a nuestra vida.
Estamos buscando más el gusto que el sentido. Estamos vivien-
do en una civilización de los “cómo” que está desatendiendo los
“porques”.
Y por eso se ha dicho que “nunca una sociedad caminó tan
aprisa hacia ningún sitio”. Porque estamos preocupados de cómo
vivimos, pero no nos preocupamos por qué vivimos.
Pero, si nuestra vida no tiene sentido, un sentido que sea profun-
do y coherente, de poco nos sirve el mejorarla. De poco nos sirve
el atender con esa insistencia a los “cómo”, si nos hemos olvidado
de los “porque”.
Nuestra sociedad se queda en el aire. Se convierte en una socie-
dad sin valores, que es una sociedad vacía.
Estamos ganando en confort, en rapidez, en abundancia, en
fuerza, pero estamos “perdiendo nuestra alma”, es decir, el sentido
profundo de la vida y de las cosas.
12 1 Tomado de los ejercicios espirituales del Pp. Juan Pablo Cárcamo s,j –
“Los que más se querran afectar” (EE 97).
Hemos llegado a la Luna, pero no sabemos llegar a los que viven
con nosotros.
El sentido de la vida lo dan los valores, no los precios. Porque
los valores son los que dan peso y orientación seria a lo que hac-
emos, a lo que tenemos y a lo que somos.
Y por eso, para poder vivir con seriedad y con intensidad,
necesitamos todos una tabla de valores.
Los cristianos tenemos nuestra tabla de valores. Esos valores
que querríamos ver realizados en el mundo.
La realización de esos valores es nuestra tarea, nuestra em-
presa. Ésta es la empresa a la que nos invita Jesús, nuestro Rey: lib-
erar al mundo de su mentira, de su pecado, restaurando todas las
cosas en Cristo.
¿Y cuál es esa tabla de valores cristianos? Las características
del Reino de Cristo tal como aparecen, creo que preciosamente
repetidas, en el prefacio de la misa de Cristo Rey (domingo anterior
al primero de Adviento), que nos indica que el Reino de Cristo es:
1.
Frente a un mundo en el que reina la mentira o, al menos, la
apariencia; en el que se valora a las personas, no por lo que son,
sino por lo que hacen y ostentan; en un mundo en el que se da
LA VERDAD: una continua pugna por ver quién tiene más y quién sabe presumir
mejor; en un mundo en el que la palabra está perdiendo su valor
de verdad, porque, a fuerza de querer engañarnos, de sentirnos
engañados (sea por la palabra política, sea por la palabra publici-
taria...), hemos acabado realmente por recelar de toda palabra y
no creyéndonos nada; en este mundo de apariencia y mentira, los
cristianos decimos que la verdad es para nosotros un valor y que
queremos hacer descansar nuestra vida en ese valor de la verdad.
Y por eso tú, ahora, en los Ejercicios, meditando esta meditación
de la empresa, del Reino de Cristo, tienes que examinar a ver cuán-
to de mentira queda todavía en ti. A ver cuánto de apariencia
queda todavía en tu vida. Y a ver cuánto de verdad estás tú in-
tentando llevar al mundo.
2.
LA VIDA:
Frente a un mundo en el que tantas veces se desprecia la vida,
en el que cada día nos enteramos, casi impasibles, de la muerte de
tantos hermanos nuestros; en el que cada cinco minutos muere de 13
hambre una persona, o herida por algún tipo de bomba uniperson-
al...; en este mundo de la carrera armamentista, del lujo superfluo
(insulto a la miseria de muchos), del consumo desmesurado...
Es un mundo donde la vida se minusvalora, se manipula, se com-
ercia con ella, se gasta en deshacerla... ese mundo terrible y mortal
de la droga, en donde se vierten continuamente opiniones pesi-
mistas y negativas sobre el valor de la misma vida... en ese mundo
donde reinan las mafias diversas..., nosotros, los cristianos, decimos
que la vida es un valor para nosotros y que no se puede condenar
a nadie a morir ni a malvivir.
Y tienes que examinar hoy cómo valoras tu vida. Es decir, cómo
la vives, con qué intensidad, con qué sentido. Con qué aprove-
chamiento.
3.
Frente a un mundo que se ríe de los buenos, de los inocentes,
de los ingenuos; un mundo en el que triunfan los espabilados y los
pícaros, los que saben abrirse paso en la vida, aunque sea a fuerza
de codazos o de zancadillas a los demás... LA SANTIDAD:
Frente a un mundo donde lo que cuenta es el placer o el propio
provecho; y los que quieren ser buenos quedan marginados y los
que son generosos o desinteresados se abusa de ellos, nosotros,
cristianos, venimos a decir, con nuestra palabra y nuestro ejemplo,
que también para nosotros la santidad es un valor.
La santidad, la bondad, la generosidad, la misericordia y el pen-
sar bien de los demás, aunque nos engañen. Y el dar siempre una
segunda oportunidad al que se equivoca. Y el perdonar “setenta
veces siete” al que nos hiere o nos engaña.
Tienes que examinar tu santidad. Tu santidad de cada día, que
no será una santidad de altar o aureola, sino tu esfuerzo diario por
ser generoso, bondadoso, tolerante, leal, fiel y lleno de misericor-
dia. Eso quiso decirte Jesús cuando dijo: “Sed santos como vuestro
Padre del cielo es Santo.”
4.
Frente a un mundo autosuficiente, que piensa que no necesita
recibir nada de fuera, nada de Dios. Frente a un mundo que ha
perdido la conciencia de pecado. Frente a un mundo indiferente
a los valores y agarrado únicamente a las tarifas, a los precios... LA GRACIA:
Frente a un mundo en el que lo que únicamente cuenta es lo
que se puede tocar y lo que se puede tener: un mundo encerrado
en sus cuatro paredes, que no quiere ni le interesa ver más allá de
sus ojos. Este mundo nuestro de patas para arriba, un mundo sin
cielo, sin esperanza, sin un Dios vivo que intervenga y sea una reali-
dad concreta en la vida... venimos los cristianos a decir que para
nosotros la gracia es un valor.
14 Es un valor que reconocemos y proclamamos con valentía. Es un
valor que deseamos y pedimos.
Examina tu vida, a ver si la gracia es algo importante en la reali-
dad de tu día. A ver si no es un concepto abstracto. A ver si Dios no
es una imagen, no es un concepto, no es una idea en tu vida, sino
algo vivo que actúa e interviene en ella.
6. Frente a un mundo que se nos está volviendo cada día más frió;
un mundo de indiferencia, de frialdad calculada, de indiferencia
, en el que los jóvenes, que tendrían que ser los más ardientes, los
EL AMOR: más generosos, “ni ahí” con todo... Como decía Bernanos, “cuan-
do la juventud se enfría, el mundo entero se pone a tiritar”...
Frente a un mundo que insiste en la incomunicación, en la im-
posibilidad de un amor sincero, generoso, no egoísta..., venimos
nosotros, a decir que el amor es nuestro “mandamiento nuevo”,
nuestro mandamiento central, y que él es el que da sentido a nues-
tra vida. Y que sobre él, y sólo sobre él, podemos construir un mun-
do nuevo, un mundo mejor.
Examina tus frialdades. Tus relaciones con quienes no te son
agradables. Examina tus cálculos. Examina también tus “ni ahí”; tu
falta de interés. A ver si realmente estás siendo un testigo del amor
de Cristo que viene a hacer arder el mundo.
7.
Frente a un mundo de la discordia. De la discordia entre blo-
ques, la discordia entre naciones, la discordia dentro de los pro-
pios países; la discordia dentro de las propias familias; la discordia
LA PAZ: dentro del corazón de cada hombre..., venimos a traer un mundo
de paz, un mundo de armonía y de unidad, un mundo en el que 15
el hombre pueda sentirse interna y externamente en paz. Consigo
mismo y con los demás.
Éste es nuestro valor. Nuestro valor tal vez incomprendido.
Nuestro valor tantas veces pisoteado, marginado. Pero seguimos
incansablemente hablando en contra de la violencia, hablando a
favor de la paz.
Y tienes que examinarte, a ver si eres testigo pacífico en este
mundo. A ver si creas paz a tu alrededor o estás creando tensión y
discordia.
Éstas son nuestras tablas de valores. Estos siete valores son los que
conforman el Reino de Cristo. Ésta es la empresa a la que Cristo,
cada día, nos sigue llamando.
¿Cómo los estás viviendo?
¿Cómo sentís que Dios te pide que los vivas?
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PARA Este mes te quisimos presentar algunos temas que consideramos
muy importantes para el discernimiento vocacional. Los podríamos
DIALOGAR sintetizar en los siguientes puntos:
CON EL a. Misión Apostólica y compromiso por el mundo: para ello no
ACOMPA- sirvió ver a Jesús en Cafarnaum y leer el testimonio de nuestros her-
manos, que por medio de una vocación consagrada o laical bus-
ÑANTE can día a día con la gracia de Dios, la construcción del reino. Tam-
ESPIRITUAL bién en la última propuesta para la oración, veíamos los “valores”
de este Reino y rezábamos con la invitación que Dios nos hace a
vivirlos.
a.¿Qué lugar ocupa el trabajo apostólico hoy en tu vida?
¿Qué significa la misión en tu vida de fe?
b.¿Desde dónde te imaginas construyendo el Reino el día de
mañana?
c.¿Con cuál valor del Reino te sentís fuertemente identificado?
d.¿Has pensado en una consagración total a la misión?
¿Cómo crees que lo podrías vivir desde una vida matrimonial
y laical? ¿Y desde una vida consagrada?
b. Sentido de pertenencia eclesial: algo presente en los tres tes-
timonios, es el acompañamiento materno por parte de la Iglesia
en todo el proceso vocacional. Todo cristiano, desde su vocación
debe sentirse miembro de ésta, debe quererla y amarla como su
propia familia en la fe.
a.¿Qué significó y qué significa la Iglesia en tu camino de fe y
vocacional?
b.Para un consagrado la Iglesia es Madre, pero también espo-
so/esposa; ya que es un pueblo concreto al que se le entrega
la vida ¿Has considerado alguna vez esta relación exclusiva
con la Iglesia?
c.¿Qué es lo que más te llama la atención de matrimonios
o noviazgos que ven y sienten la Iglesia “como su segunda
casa”?
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