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II Jornadas sobre Etnografía y Métodos Cualitativos

Centro de Antropología Social

Grupo-Taller de Trabajo de Campo Etnográfico

IDES 3, 4 y 5 de Junio de 1998

“Abrirse camino en el campo de la diversidad1”

Valeria Alonso*

1 Agradezco a Mariana Alonso Brá y a María Isabel Zuleta su contribución a esta ponencia.
* Lic. en Ciencias Antropológicas UBA
Abrirse camino en el campo de la diversidad 2

Introducción

En este trabajo se presentan algunas reflexiones originadas en documentos y


discusiones de trabajo vinculados con una experiencia de gestión en el área de
capacitación. El proyecto, que continúa en la actualidad, fue desarrollado desde una
institución integrante de la administración pública nacional, se puso en marcha en el
año 1995 e involucró a dos provincias del noroeste argentino y una provincia de la
región pampeana.
La ponencia se propone problematizar la relación entre las instancias personales y
afectivas en el trabajo de campo y la construcción de conocimiento, preguntándose
acerca del modo en el que esta relación es tributaria de la razón y la concepción de
sujeto modernos.

El viaje

Esa noche no dormí. No solamente era la primera vez que visitaba el norte del país, sino que también
era mi primer viaje profesional, mi primer viaje de trabajo. Eso que después se convertiría en una
especie de rutina, en oportunidades esperadas para visitar tal o cual lugar de las capitales norteñas o
para consumir tal o cual producto regional. Pero la primera vez tuvo esa mezcla de responsabilidad
desmedida y curiosidad. La responsabilidad de ocupar más o menos dignamente la representación del
equipo de trabajo que había dedicado los últimos meses a dar forma al proyecto; ese imperativo que
irrumpe a veces de lo más profundo de uno mismo, el imperativo de tener todas las respuestas, contener
todas las expectativas, asegurar la armonía del encuentro. Por otro lado, la curiosidad; esa curiosidad
que afortunadamente imponía ciertos límites al deber ser, al buen desempeño, que esfumaba el espejo y
movilizaba la escucha del otro, la posibilidad de actuar y dejar de ser actuada. ¿Cuáles eran las
preguntas, en qué consistían los interrogantes? No lo se exactamente; ahora tengo la impresión de una
nube borrosa, un todo confuso. ¿Qué buscaba Malinowski en su larguísima estadía en las Trobriand?
¿Fundar el modelo antropológico clásico, revolucionar las leyes de la economía neoclásica, un refugio
seguro en donde resguardarse de los efectos de la primera gran guerra europea? ¿Qué perseguía Lévi-

2 El título hace referencia a la famosa frase del diario de campo de Malinowski, “Tengo que abrirme
camino en medio de todo esto” (En Geertz:1997, p.32).

2
Strauss cuando se embarcó hacia el Brasil? ¿Escapar del anquilosamiento filosófico, rebelarse contra
sus propias tradiciones europeas, zambullirse en los caminos de la etnografía a través de la
oportunidad que le brindaban los pueblos del Amazonas, un cargo docente en la Universidad de San
Pablo? Mis propósitos no eran seguramente tan resonantes ni harán historia como los de nuestros
“fundadores de discursividad”3 pero, quizá por eso que algunos llaman formación y otros adscripción
disciplinaria, no podemos dar un paso sin que advenga a la memoria algún fragmento de alguna gran
empresa etnográfica. Así entonces me pregunto,¿cuál era el motivo que me hacía embarcarme de
madrugada en un avión de cabotaje de dudosa reputación, acompañada de una perfecta desconocida,
con destino a dos provincias del NOA, en donde me esperaban otros desconocidos que seguramente se
ocuparían de mis traslados, de mis comidas, de mi trabajo y de mi descanso? ¿La oportunidad de
probar mis competencias profesionales, mi capacidad de asegurar el rapport en el encuentro con el
otro, poner en acto el proyecto de trabajo compartido, seguir asegurándome la subsistencia?

Paradójicamente el primer encuentro consistió en que no hubo encuentro. No había nadie esperándome
en el aeropuerto de la capital provincial. Habíamos quedado en que allí nos encontraríamos para
trasladarnos al lugar de los acontecimientos. Pero, como generalmente acontece en este tipo de
emprendimientos, casi nada de lo que sucede resulta tal como se lo había planeado. ¿Acaso Lévi-
Strauss no esperó en vano en Campos Novos mantener contacto con los tupi-kawahib y éstos se le
rehusaron? Afortunadamente yo no debí abandonar la expedición -y tampoco creo que hubiera podido
retirarme a París a fundar ningún tipo de modelo teórico- porque al rato aparecieron corriendo mis
anfitriones, así que más o menos tranquilamente nos trasladamos hacia el recinto en donde se llevaría
adelante la reunión. El viaje desde el aeropuerto hasta el centro resultó de lo más ilustrativo; me llamó
la atención que a la cadena de villas miseria que había florecido a los costados de la ruta le hubieran
construido delante un larguísimo muro, como para esconderla. Ante mi comentario, me informaron que
la obra en cuestión era uno de los resultados de la gestión del presente gobernador. Qué curioso,
asombroso voto a la estética. La miseria está, pero no está.

Por fin llegamos al lugar de reunión; un salón que resultaba un poco justo para albergar a la cantidad
de presentes programados. Rápidamente observé que esta cantidad había disminuido sensiblemente.
Aprecié que nuestros contactos provinciales adolecían del poder de convocatoria del que presumían al
comienzo del proyecto. No importaba, después de todo allí estábamos, habíamos llegado a concretar un
ambicioso proyecto en un contexto en el que habitualmente los proyectos son sólo eso, proyectos. En el
salón se apreciaban claramente dos grupos. No fue necesario avanzar demasiado en las actividades
para caer en la cuenta de que su relación era tumultuosa, las hostilidades no tardaron en estallar y se
mantuvieron más o menos regularmente a lo largo de los siete meses que duró la experiencia. Uno de
los grupos, quizás el políticamente menos autónomo, intentaba trazar relaciones de alianza con

3 Geertz:1997, p.149.

3
nosotros. El otro, mejor plantado en un inamovible saber, se dedicaba a descalificar a sus adversarios y
a nosotros mismos.

Lo maravilloso fue que todos los sucesivos encuentros comenzaban y terminaban con desmesuradas
expresiones de afecto, no importaba lo que hubiera sucedido en ellos. Especialmente divertido fue el
encuentro de despedida. En aquella oportunidad llegamos a la provincia acompañados del funcionario
nacional, quien desembarcó con su discurso bajo el brazo. En realidad, esperábamos encontrarnos con
un acto solemne de culminación de las actividades. Nada de eso, una vez finalizados rápidamente los
discursos y las ceremonias se organizó espontáneamente una payada en la que la guitarra circulaba de
mano en mano. Imposible describir la expresión del funcionario mientras escuchaba las humoradas
dirigidas a sus compañeros de gestión.

Así comenzamos a preguntarnos acerca del sentido de la demanda. Supuestamente nuestra presencia allí
se apoyaba en una demanda provincial. Evidentemente nuestros anfitriones provinciales no eran un
bloque, sino más bien una suerte de arenas movedizas atravesada por disputas, rencores y competencias.
Esos siete meses transcurrieron entre disputas y carcajadas; la interpretación que hicimos de la
perspectiva local en relación con nuestras visitas podría resumirse en: qué molestia que vengan, no
necesitamos de su visita, pero no dejen de hacerlo. De tal manera que todavía hoy, a dos años de esta
experiencia, la invitación provincial se mantiene y las relaciones siguen siendo del todo amables. ¿Cuál
era la lógica de la dinámica allí instalada? ¿Qué es la lógica? ¿Por qué no una lógica de la
contradicción? Queremos y no queremos, y lo hacemos todo al mismo tiempo.

La segunda provincia fue un flechazo a primera vista. Sí, no importaba nada de lo que efectivamente se
hiciera. Lo bueno era estar ahí, la relación era un valor en sí misma. Nuestros contactos provinciales se
deshacían en atenciones hacia nosotros y, por otro lado, parecían tener buenas relaciones con el conjunto
de participantes de los encuentros. En términos generales nuestras estadías en esa provincia fueron del
todo apacibles; con el tiempo se fue tramando una relación verdaderamente afectiva entre nosotros.

Recuerdo especialmente el relato de una señora que, con lágrimas en los ojos, me apartaba del resto de
la gente, y del tratamiento del tema para el que supuestamente estábamos allí reunidos, para
confiarme la vejación a la que había sido sometida su hija por un vecino del pueblo. Mi confusión al
observarme a mi misma como destinataria de ese desahogo. El profundo respeto que me inspiró. El
bienestar de haber compartido su dolor. Creo que me devolvió la humanidad al cuerpo. ¿Quién puede
olvidar los primeros relatos de Mead en Samoa? Mead, que había llegado a las islas del Pacífico de la
mano de la Armada Norteamericana, no podía esconder su resto de asombro al haber sido recibida por
las comunidades locales con todos los honores. Honores que habían terminado por sumergirla en una
red de reciprocidades locales que llegó a agotarla emocionalmente al mismo tiempo que no dejaban de

4
halagarla profundamente: “Y cuando yo paso dicen: <<¡Qué Dios te ame siempre! ¡Te vas!>>”4

Sin embargo, creemos no haber caído nunca en la ingenuidad de pensar que la experiencia en este
segundo caso se iba a desarrollar en un escenario totalmente armónico. Las reuniones y entrevistas con
la gente dejaron entrever una serie de posiciones encontradas. Sólo que esta vez el conflicto parecía
estar canalizado hacia instancias externas a las relaciones que habíamos logrado tramar entre nosotros.
Generalmente se expresaba a través del cuestionamiento de la compleja trama política local en la que se
debatían las propias condiciones de existencia, de la que nuestra relación aparecía constituida
significativamente como un espacio resguardado, casi como un espacio habilitado a la catarsis. Efecto
especialmente adverso a uno de los objetivos prioritarios del proyecto, cuyas actividades se proponían
justamente tramarse en las prácticas locales. El desarrollo de la experiencia a través del tiempo fue
profundizando esta contradicción; en los encuentros se debatían temáticas y posibilidades de acción que
resultaban inhabilitadas en las condiciones políticas de la trama social de los participantes. La
perspectiva general coincidía en la manifestación de estas limitaciones a la vez que paradójicamente
apoyaba seriamente el emprendimiento que nos reunía. El apoyo del emprendimiento se extendía
también a quienes ocupaban los lugares de la dirección política, el objeto visible de la mayoría de los
cuestionamientos. Esta diversidad de posiciones encontradas confluyó en nuestra despedida, la que fue
no sólo profundamente emotiva, sino también significativa políticamente.

Mientras nos abrazábamos con los participantes, los responsables provinciales y los intendentes
planificaban la repetición de la experiencia. No podría explicar claramente por qué ahora recuerdo el
asombro de Lévi-Strauss al observar la admisión oficial nambikwara del relato del hechicero, quien
explicaba en una noche de tormenta en la que había desaparecido misteriosamente por unas cuantas
horas, cómo había sido transportado por un trueno y devuelto a las cercanías del asentamiento de la
comunidad, cuando todo el mundo sospechaba que había salido al encuentro, con propósitos de dudosa
procedencia, del grupo que en algún momento había sido el suyo y que en esos días estaba atravesando
la sabana cercana, usurpando así las atribuciones del jefe político. La lógica nambikwara no excluía la
convivencia de las dos versiones. Tampoco lo hacía la lógica de los distintos sectores con los que
tratamos en la provincia. Así como los participantes observaban las limitaciones políticas del proyecto
mientras seguían sosteniendo el valor de la experiencia, los sectores dirigentes de diferentes niveles
jerárquicos apoyaban ciegamente el emprendimiento sin la menor intención de interiorizarse en los
vaivenes discursivos de su desarrollo.

El interrogante

4 Mead:1983, p.66.

5
Si al emprender el primer viaje al NOA no podíamos definir claramente la naturaleza de nuestros
propósitos, el haber andado y luego desandado los caminos de esta experiencia tampoco nos permitió
delimitarlos nítidamente. Sí, en cambio, pudimos perfilar algunas preguntas. La fuerza del interrogante
¿para quién estamos trabajando? fue emergiendo a medida que nos íbamos desenvolviendo en el medio
de esta trama de relaciones, en la que nos era imposible despejar claramente algún direccionamiento
preciso. Sin embargo, considerábamos vital para nuestra subjetividad aclarar algún tipo de
fundamentación que le diera sentido a nuestra presencia en aquella empresa. ¿Acaso nuestro
compromiso estaba sellado con la institución nacional, en cuya representación formal emprendíamos el
viaje? Ciertamente, alguna cuota de este compromiso no podíamos desoír puesto que la institución era el
ámbito en el que se había cristalizado la demanda del proyecto. Proyecto en el que hacía meses que
veníamos trabajando y trabajo que se había convertido en una lucha incesante, en un abrirse paso contra
la marea de las propias condiciones institucionales. Hegemonía del discurso civilizador, educador,
capacitador. Reinado del dominio técnico en el que el carácter político constitutivo de cualquier relación
social no tenía oportunidad de escucha. Relaciones de trabajo verticalizadas, jerarquizadas,
momificadas. ¿Hasta dónde llegaba nuestro apoyo honesto del proyecto, es decir, nuestro
convencimiento acerca de sus bondades y posibilidades? El pasaje por el campo quizás había sido el
terreno de germinación que había transformado el entusiasmo de participar en un proyecto
interdisciplinario en la sospecha de complicidad en una empresa con vocación disciplinante. Aunque
convengamos que a la institución nacional la tarea civilizatoria tampoco le resultaba del todo sencilla.
No en vano se le habrá ocurrido a Foucault aquel maravilloso principio que reza “donde hay poder, hay
resistencia”5 Por otro lado, así como se ha observado que en las provincias visitadas no encontramos
homogeneidad en cuanto a perspectivas e intereses, tampoco podemos permanecer ajenos a los
alineamientos político-personales que atraviesan la propia institución, atravesamientos que la desdibujan
en una multiplicidad de versiones y sobredeterminan la microfísica de su funcionamiento. Pero de esto
hablaremos más adelante.

Al año siguiente de la visita al NOA, nos tocó en suerte, por esos vericuetos políticos de las relaciones
interinstitucionales, atender la demanda de una provincia central. Esta vez la frecuencia de los viajes
aumentó considerablemente, al mismo tiempo que también lo hacía la pasión de las relaciones que allí
entablamos. Dada la corta distancia geográfica que nos separaba, los viajes se realizaban por tierra.
Habíamos convenido con nuestros anfitriones provinciales que ellos se ocuparían de nuestro traslado.
Así que durante seis meses distintos conductores institucionales nos pasaron a buscar, nos llevaron y nos
trajeron de vuelta.

Recuerdo mi enojado asombro durante aquel viaje de regreso en el que tuve que escuchar el relato del
conductor, y a la vez propietario de un criadero de perros, el que consistió básicamente en un detallado

5 Foucault:1983, p.177

6
informe, con mímica incluida, de los diversos modos de apareamiento de las distintas razas de perros,
diversidad que fundamentalmente obedecía a ¡sus tipos de anatomía genital! Pocas veces me he sentido
tan maltratada. ¿Acaso se había hecho añicos en mi la perspectiva del etnógrafo a la que había sabido
apelar Lévi-Strauss de regreso de su expedición al Brasil, esa inclinación subversiva en la propia
sociedad y conservadora en la ajena? ¿Acaso el grotesco relato del conductor había terminado de
colmar mi cansancio de verme involucrada, creo que sin haberlo buscado, en una interna provincial en
la que las relaciones de fuerza se manifestaban de manera descarnada en una pugna constante?

La oposición entre distintos grupos de participantes de la experiencia, los rencores entre participantes y
funcionarios, la obstinación de algunos funcionarios en la concreción del proyecto, el desinterés de
otros, la colaboración distante de algunos otros, en el marco del mandato institucional de seguir
adelante. Los encuentros comenzaron en un ambiente hostil, las agresiones se disparaban sin cesar desde
distintos puntos hacia otros tantos puntos; así se sucedieron en una especie de caricatura dantesca
discusiones, malos entendidos, ofensas. Instalados en pleno huracán, atinamos a interpretar: habíamos
contribuido, desde la externalidad, a la constitución de un espacio propicio para el estallido del conflicto
y la disputa local. Interpretación verdaderamente tranquilizadora: los efectos del proyecto no eran tan
malos después de todo. Quizás fue esta perspectiva, sumada a un cierto acostumbramiento local a la
rutina de los encuentros, las condiciones que posibilitaron cierta tregua en las hostilidades, tregua que
pronto dio paso nuevamente al humor, de manera tal que durante el último período nuestros encuentros
consistieron en una sucesión de ocurrencias hilarantes que nos hacían llorar, a todos, de la risa.

No creemos que nuestro trabajo haya contribuido en lo más mínimo a suavizar la


interna local; pensamos que simplemente habíamos colaborado en mostrarla. No
porque estuviese demasiado escondida ciertamente, sino porque estallaba en un
espacio que aparecía viable para hacerlo. Era un espacio generado desde afuera de las
relaciones locales, que en cierta medida fue vivenciado como una imposición,
especialmente porque habíamos desembarcado en la provincia de la mano personal de
un personaje, después nos dimos cuenta, no demasiado popular en esa compleja red de
relaciones. ¿Hasta dónde la consistencia de los proyectos de trabajo no está atada
significativamente a los sujetos que los impulsan? De todas maneras esto no parece
importarle demasiado a nadie; después de tantas marchas y contramarchas, acabamos
de recibir una nueva invitación de la misma provincia para la repetición de la
experiencia en dos de sus regiones, es decir, por duplicado. ¿Otra vez? Ya estamos
preparando el equipaje...

7
Un juego de diferencias

Mientras tanto, el interrogante se sostiene: ¿para quién estamos trabajando? En cada


una de las tres provincias visitadas a lo largo de estos dos últimos años, el desarrollo
del proyecto ha tenido ecos diferenciados; las relaciones que se han constituido en
cada una de ellas han asumido distintas características, algunas se distinguieron por la
cordialidad, mientras que otras lo han hecho por su belicosidad; no obstante, todas las
provincias han demandado la repetición de la experiencia o su continuación en alguna
variante de lo mismo; también seguimos manteniendo contacto con muchos de los que
han participado en el proyecto. Si nuestro compromiso con la institución nacional se
fue esfumando a medida que fueron irrumpiendo las voces de los participantes
provinciales, al mismo tiempo que el arduo trabajo de sostener la continuidad del
proyecto fue descubriendo en la propia institución una compleja trama de
alineamientos y posiciones diferenciadas y cambiantes que impidieron valorarla
significativamente como totalidad, nuestra experiencia en las provincias también nos
mostró una red de relaciones locales atravesada por distintas “posiciones de sujeto” 6,
muchas veces contradictorias, que tampoco permitían apreciarlas como instancias
homogéneas, sino como un juego de ordenamientos fragmentarios. Así se debilitaba
también nuestro compromiso con las instituciones provinciales. ¿Cómo lograr trabajar
para las provincias, si estas mismas, lejos de constituirse como una reunión de
intereses, se particularizaban por el encuentro, no siempre feliz, de posiciones
antagónicas y objetivos contrapuestos y no del todo claros? Funcionarios que se
lanzaban sobre el proyecto para ascender o tan sólo mantenerse políticamente; otros
funcionarios que, al haber quedado por fuera de la iniciativa, se mantenían recelosos y
en guardia para aprovechar o generar cualquier dificultad que pudiera encontrarse en
su desarrollo; otros, de mayor jerarquía, que tan sólo aparecían al principio o al final
de las actividades, depende de la evaluación del potencial rédito político que
significara en cada etapa su presencia.

6 Laclau y Mouffe:1987, p.132

8
Pensamos entonces que nuestro compromiso se tramaba con la gente. La mayoría de
los participantes depositaba, como nosotros, su potencial de trabajo en las actividades
del proyecto. Su entusiasmado compromiso se expresaba a través del esfuerzo que
invertían en el sostenimiento de la experiencia y, muchas veces, de los acercamientos
personales que efectuaban con nosotros. Sin embargo, tampoco los participantes de
cada una de las provincias eran un bloque; también ellos se encontraban divididos por
diversos intereses y perspectivas, que en oportunidades desembocaban en abierta
disputa. El mismo proyecto podía representar para unos la formalización del trabajo
que esperaban emprender en su comunidad y para otros la oportunidad de ascender
políticamente en los niveles locales, o bien una mezcla de ambas cosas. Algunos
habían pugnado por participar de la experiencia y la consideraban como una respuesta
legítima a una demanda también legítima, otros acudían a desgano como producto de
imposiciones políticas. En cualquier caso, la pregunta que se fue perfilando para
nosotros tenía que ver con el grado de participación de la gente en la gestación de
aquella empresa. ¿Acaso el proyecto no había sido diseñado y producido en la
institución nacional y se ofrecía en forma de don a las provincias? ¿Acaso no
reproducía las relaciones asimétricas de poder en las que se supone a la Nación la
poseedora de un saber-civilización del que las provincias-barbarie no disponen?
Relaciones que, con resistencia de algunos y complacencia de otros, eran sin duda
reproducidas localmente a través del aluvión de demandas de continuación de la
experiencia.

El otro yo

Lo más turbador, dice Geertz del diario de campo de Malinowski, consiste en “el capricho de las propias
pasiones, la debilidad de la constitución personal y la deriva de los propios pensamientos: esa cosa
oscura que es el sí mismo”7. Si nos resulta imposible aislar una racionalidad social única, sino
ordenamientos inestables y precarios en el medio en el que estamos actuando y por el que, a su vez, no
podemos dejar de ser actuados, también resulta infructuosa la búsqueda de la más pura acción racional
desde el propio yo, también efecto de múltiples determinaciones 8. ¿No será ociosa entonces la pregunta
por nuestros objetivos, al menos formulada en términos absolutos? Detrás de esa preocupación casi

7 Geertz:1997, p.87
8 Alberti-Méndez:1993,p.74

9
obsesiva por la toma de partido de una vez y para siempre, de los “ataques sobre la justificación de (la
propia) empresa”9, ¿no se esconde la concepción omnipotente de la conciencia moderna? El sujeto de la
conciencia, pura razón, nada emoción, capaz de dirigir su empresa hacia los fines previamente
definidos, mantener el rumbo y, al final, acceder al conocimiento objetivo y a la acción moralmente
correcta.

Quizás, si aceptamos resignarnos a nuestra contradictoria constitución, al juego


también contradictorio de sobredeterminaciones sociales que nos atraviesa, nos
apropiamos de la maravillosa posibilidad de hacer, no en un único sino en múltiples
sentidos. El juego permanece abierto, vital, cambiante. Las posibilidades son
múltiples. Las respuestas son diversas. Quizás el secreto esté en abandonar el deber ser
y animarse al poder hacer, desde el “desafío de sostener el interrogante”10.

Se pregunta Geertz, nuevamente del Diario de Malinowski, “¿cómo es posible extraer de toda esa
cacofonía de noches de plenilunio y exasperantes nativos, nerviosismos momentáneos y depresiones
asesinas, una auténtica descripción de un modo de vida ajeno? 11. ¿Es posible el hacer desde otro lugar
que no sea la emoción y la afectividad? El hacer siempre es hacer con otros; esto ya lo dijo claramente
Marx, por lo que no abundaremos en este detalle tan obvio. ¿Pueden permanecer ajenas a la afectividad
las relaciones que mantenemos con el otro? ¿Pueden efectivamente ajustarse a una racionalidad única
que determine el rumbo de nuestros propósitos?

¿Podremos desembarazarnos por fin de esa triple exclusión que ha levantado el Imperio de la Razón y
recuperar la sensibilidad, la pasión y la experiencia del misterio 12 en nuestra construcción del
conocimiento?

La etnografía y después

¿Cuál es la especificidad de la Antropología? ¿Cuál es su marca? ¿Cómo definir los


atravesamientos disciplinarios que condicionan nuestra mirada, nuestra escucha,
nuestras preguntas? Quizás, uno de los mayores legados que hemos heredado de los
padres de la etnografía resida justamente en la experiencia sensible de la pasión en el
encuentro con el otro, que abre paso al asombroso misterio de la diversidad de la

9 Geertz:1997, p.149
10 Alberti-Méndez:1993,p.77
11 Geertz:1997, p.88
12 Hernández: 1988

10
condición humana. ¿Por qué sino Frazer en su Prefacio de Los Argonautas destaca de
Malinowski su predisposición a “tener en cuenta todas las complejidades de la
naturaleza humana”, a ver “hombres en relieve, no perfiles de una sola dimensión”, a
recordar “que el hombre es una criatura de emociones, por lo menos tanto como de
razón”13?

¿Es esta sensibilidad la protagonista de nuestra práctica profesional, ya sea que ésta se
desenvuelva en cualquiera de sus variantes? ¿Sensibilidad que nos impone
determinada mirada distinguible en sus efectos reflexivos de la del resto de las
disciplinas sociales? Una mirada disciplinaria que en definitiva atraviesa a quienes se
debaten en la investigación y a quienes nos debatimos en la gestión.

13 Malinowski:1986, p.8.

11
Bibliografía

Alberti, B. y Méndez, M.L.: La familia en la crisis de la modernidad Ed. Libros de la


Cuadriga Buenos Aires 1993

Foulcault, M.: El discurso del poder Ed. Folio Buenos Aires 1983

Geertz, C.: El antropólogo como autor Paidós Barcelona 1997

Hernández, E.: “La piedra que desecharon los constructores -Notas sobre el origen de
la racionalidad metódica-” En: Revista de Filosofía Latinoamericana y Ciencias
Sociales (segunda época) Año XIII Buenos Aires Nov. 1988

Laclau, E. y Mouffe, Ch.: Hegemonía y estrategia socialista -Hacia una


radicalización de la democracia- Siglo XXI Madrid 1987

Lévi-Strauss, C.: Tristes trópicos Eudeba Buenos Aires 1976

Malinowski, B.: Los argonautas del Pacífico occidental Planeta-Agostini Barcelona


1986

Marx, K.: Introducción general a la crítica de la economía política. 1857. Cuadernos


de Pasado y Presente Buenos Aires 1985

Mead, M.: Cartas de una antropóloga Bruguera Barcelona 1983

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