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Nº 15

El hijo
de mil hombres

El hijo
de mil hombres
Valter Hugo Mãe

Valter Hugo Mãe

Traducción
Jerónimo Pizarro / Carlos Ciro

Ilustración
Alefes Silva
Valter Hugo Mãe
(Saurimo, Angola, 1971)

Es licenciado en Derecho con posgrado en


Literatura Portuguesa Moderna y Contemporánea.
Publicó las novelas: o nosso reino, o remorso de
Baltazar serapião (Premio José Saramago en
2007), o apocalipse dos trabalhadores, a
máquina de fazer espanhois (Gran Premio
Portugal Telecom en la categoría mejor libro del
año, y Premio Portugal Telecom en la categoría
mejor novela de 2012) y la más reciente homens
imprudentemente poéticos. Tragaluz ha publicado
las traducciones al español de sus novelas La
deshumanización (2016) y El hijo de mil hombres
(2017). Su poesía se encuentra reunida en el
volumen contabilidade. Escribió diversos cuentos
para jóvenes, reunidos en Contos de Cães e Maus
Lobos.
Valter Hugo Mãe es vocalista del grupo musical
Governo, proyecto que editó el EP Propaganda
sentimental. Escribe la sección de crónicas
Autobiografia imaginária en el Jornal de Letras
de Lisboa.
Catalogación en la publicación – Biblioteca Nacional de Colombia
Mâe, Valter Hugo, 1971

El hijo
El hijo de mil hombres / Valter Hugo Mãe ; Traducción, Jeró-
nimo Pizarro, Carlos Ciro ; Ilustración, Alefes Silva. -- 1a. ed. en
español. -- Medellín : Tragaluz Editores, 2017.
p. – (Colección lusitania / Jerónimo Pizarro ; no. 15)

de mil hombres
Título original: O filho de mil homens.
ISBN 978-958-8845-98-2

1. Novela portuguesa - Siglo XXI I. Pizarro, Jerónimo, tr.


II. Ciro, Carlos, tr. III. Silva, Alefes, il. IV. Título V. Serie

CDD: 869.35 ed. 23 CO-BoBN– a1014640

Título original: O filho de mil homens


Valter Hugo Mãe
Traducción en español: El hijo de mil hombres

Copyright © 2015, Valter Hugo Mãe e Porto Editora Lda.


© Traducción: Jerónimo Pizarro / Carlos Ciro, 2017
© Tragaluz editores S. A. S., 2017
Calle 6 Sur 43A-200, Ed. Lugo Of. 1108
Medellín - Colombia
www.tragaluzeditores.com

Autor: Valter Hugo Mãe


Traducción del portugués al español: Jerónimo Pizarro / Carlos Ciro

Traducción
Edición y diseño: Tragaluz editores
Director de la Colección Lusitania: Jerónimo Pizarro Jerónimo Pizarro / Carlos Ciro
Ilustración: Alefes Silva
Impresión: Marquillas S. A.

ISBN 978-958-8845-98-2
Ilustración
Primera edición en portugués, 2011, Santillana Editores, S. A.
Primera edición en español, diciembre de 2017, Tragaluz editores S. A. S. Alefes Silva
Impreso en Colombia - Printed in Colombia

Queda prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del copyright,


bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o
parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento.

Colección
Obra publicada con el apoyo del Camões - Instituto para la Cooperación y la Lengua, I.P., 2017. Lusitania
Obra publicada com o apoio do Camões - Instituto da Cooperação e da Língua, I.P., 2017.
Obra apoyada por la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas.
Obra apoiada pela Direção-geral do Livro, dos Arquivos e das Bibliotecas.

Tragaluz editores
Medellín - Colombia
2017
contenido

prólogo capítulo once


El hijo universal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6 Providenciar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 121

capítulo doce
La gallina gigante . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 127
capítulo uno
El hombre que era solo la mitad . . . . . . . . . . . 15 capítulo trece
La niña . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137
capítulo dos
El hijo de quince hombres . . . . . . . . . . . . . . 25 capítulo catorce
El funeral del almuerzo de la boda . . . . . . . . . 143
capítulo tres
La mujer que disminuía . . . . . . . . . . . . . . . 39 capítulo quince
Crisóstomo amaba con grandeza . . . . . . . . . . 149
capítulo cuatro
El hijo de Matilde . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53 capítulo dieciséis
La cura de medio corazón . . . . . . . . . . . . . . 159
capítulo cinco
La moneda pequeña . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61 capítulo diecisiete
Sueño del hombre a los cuarenta años . . . . . . . 163
capítulo seis
Los felices . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73 capítulo dieciocho
Moras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 167
capítulo siete
Devorar los hijos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83 capítulo diecinueve
El precio de los gorriones . . . . . . . . . . . . . . . 171
capítulo ocho
Bañados en lágrimas . . . . . . . . . . . . . . . . . 91 capítulo veinte
La cercanía del lobo . . . . . . . . . . . . . . . . . 177
capítulo nueve
Una fotografía que se puede abrazar . . . . . . . . 99

capítulo diez
Como si cayera desde una lámpara colgante . . . . 109 Nota del autor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179
Valter Hugo Mãe

capítulo uno

El hombre que era


solo la mitad

Un hombre llegó a los cuarenta años y asumió la tristeza de no tener


un hijo. Se llamaba Crisóstomo.
Estaba solo, sus amores habían fracasado y sentía que le faltaba la
mitad de todo, como si tuviera tan solo mitad de los ojos, mitad del pe-
cho y mitad de las piernas, mitad de la casa y de los cubiertos, mitad de
los días, mitad de las palabras para explicarse ante los demás.
Ante el espejo se veía mitad y encontraba todo demasiado breve,
precipitado, como si las cosas se le escaparan, escondiéndose para evi-
tar su compañía. Se veía mitad ante el espejo porque se veía sin nadie
más, cargado de ausencias y silencios como los precipicios o los pozos
profundos. Dentro del hombre había algo que no tenía fin, y poco o na-
da de lo que contenía le servía como felicidad. Hacia dentro del hom-
bre, el hombre caía.
Un día, tras haber comprado un gran muñeco de tela que encon-
tró a la venta en una feria, Crisóstomo se sentó en el sofá, abrazándolo.
Abrazaba el muñeco e intentaba pensar que era como un hijo verda-
dero, moviendo la cabeza como si le estuviera diciendo algo. Le acaricia-
ba el pelo mientras fantaseaba con una larga conversación sobre las co-
sas que era más importante aprender. Siempre comenzaba las frases di-
ciendo: sabes, hijo mío. Era lo que más ansiaba decirle. Quería decir hijo
mío, como si al pronunciar tales palabras pudiera crear a alguien más.
En cierto momento abrazó más fuerte al muñeco, reduciéndolo
hasta casi exprimirlo contra su pecho, y terminó llorando mucho, pero

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El hijo de mil hombres Valter Hugo Mãe

obra esas grandezas. Amar está hecho para ser una demasía y una
maravilla. Y la naturaleza nunca sería bruta. La naturaleza, eso es-
taba claro, comprendía y lo hacía todo. Lo sabía todo. El pescador te-
nía la certeza.
Después, con la sensibilidad de la que era capaz, Crisóstomo le di-
jo al hijo que él no podía quedarse solo en una casa vieja, ni embarcar-
se antes de perder los deseos de estudiar. Y el muchacho pequeño res-
pondió que tenía muchos deseos de estudiar y que, incluso, sentía mie-
do del mar, pero que no podía hacer nada en la tierra, nadie tenía un
trabajo que le diera suficientes peces para comer o cambiar por repo-
llos y papas. Y el hombre que había llegado a los cuarenta años insistió
y le dijo que si las ganas de estudiar no se le habían acabado y si ade-
más era bueno en matemáticas, debía encaminarse hacia la escuela y
no hacia el barco. Era un deber, y lo decía como si convocara la respon-
sabilidad de todas las personas a su alrededor.
Le preguntó, por responsabilidad, conteniendo su ansiedad pero
preguntándolo así, como si fuera una cosa normal, si podría ser su pa-
dre. Porque una mitad suya solo estaría completa cuando tuviera un
hijo. Y el muchacho pequeño miró hacia el gran hombre y dijo que sí,
que además de ser bueno en matemáticas sabía cocinar y que lo úni-
co que no le gustaba era planchar la ropa. Era la manera en que pen-
saba que podía dividir con alguien las tareas de los afectos, la obliga-
ción del respeto hacia quien compartiría un cuidado mutuo y una
promesa de querer. El muchacho pequeño se emocionó. Se llamaba
Camilo.
Crisóstomo abrazó de nuevo a Camilo y reparó en las estrellas y
en cómo los barcos pesqueros eran luciérnagas flotantes que podían
entender la felicidad y agradeció a la naturaleza gritando, con un to-
no alto para que todos supieran, que tenía un hijo, que tenía un hijo.
Aunque pensaran que estaba loco, o le pidieran que se callara, no se ca-
llaría. Estaba demasiado feliz para callarse o preocuparse por la cordu-
ra. Y así los pescadores se enojaron o se alegraron por igual, y se aden-
traron en la noche como en un alarido confuso de opiniones y felicita-
ciones. Pero eso ya poco importaba ante las emociones de Crisóstomo
y de Camilo que, súbitamente, estaban como solos porque eran toda la
compañía que necesitaban. La verdadera.

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Aquella noche, después de llegar a las urgencias del hospital, Isaura


sentó a María en el banco al pie de la puerta y volvió a casa. Al día si-
guiente, después de los animales y las hortalizas, ella iría a hablar con capítulo siete
Crisóstomo y pensaba en él como condensando así la vida entera. No
pensó en el tiempo que esperaría María deshaciendo orégano hasta
que alguien se diera cuenta de lo sola que estaba, hasta que tal vez le
asignaran una cama para la noche, para los días, por un tiempo. Al me- Devorar
nos por un tiempo, como en unas vacaciones convenientes para una
paciente tan difícil. El tamaño de la vida de Isaura, en aquel momento, los hijos
cabía solo en el rompecabezas de Crisóstomo. La taza de té en la mano,
el pequeño plato, el azul solazado en la ventana enfrente. El pan tosta-
do. La risa sobre los arándanos.
Tras despertarse temprano a la mañana siguiente, Isaura bajó has-
ta donde estaban los animales desorientados de hambre y distribuyó Una vecina le decía a Matilde: si dios quiso que lo hiciera, también
las raciones en el lugar de cada uno. Al elevar los ojos hacia el gran por- ha de querer que lo deshaga, si así ha de ser. Mátelo. Es una orden de
tón, se dio cuenta súbitamente de que, después de muchos meses, el dios. Matilde, atormentada, ni siquiera respondía. La otra preguntaba:
hombre marica había vuelto. Dudó si todavía estaría casada. Asustado, y no le da asco lavarle la ropa y la loza. Mire que se puede enfermar
casi muerto de miedo, recostado contra el portón como si se apoyara por tocar las suciedades de su cuerpo. Matilde decía que sí, que le daba
para orinar largamente. El hombre marica había vuelto. Isaura vio có- asco, pero que también creía que no pasaba de una forma delicada de
mo llegó temblando, cruzando el campo como si lo golpeara el vien- dedicación, que no era sexual. Tal vez nunca llegaría a ser sexual. Má-
to, llorando. Lloraba igual que los niños perdidos. Y ella le preguntó así: telo, como se hace con los escarabajos que nos asustan. Son un asco
estás perdido. Y, sin más, blandió un rastrillo en el aire alejándolo, y lo cuando se ponen a volar por ahí en la primavera.
mataría si él se atreviera a dar un paso más. Estás perdido, preguntó La vecina insistía: su muchacho es marica y lo será toda la vida; se
de nuevo. El hombre marica, siempre llorando, respondió: tengo miedo, bambolea como las ramas y tiene más flores que el almendro. Si fuera
Isaura, tengo mucho miedo. Ella dijo: si mi mamá te ve aquí, te corta a mi hijo, por vergüenza, yo lo partía a la mitad y lo metía en el foso de
la mitad, hijo de puta. Pero María ni siquiera estaba allí. Isaura se sintió los perros sarnosos. Matilde, con el corazón encogido y la cabeza con-
sola. El amor era un problema solo suyo, definitivamente. Y los hom- fusa llenándose de odio, pensaba que si su hijo se muriera la vida se-
bres, por fin, parecían diferentes. guiría normal, porque ser mamá era una ilusión. Parecía una niña si
pensaba en sus sentimientos cuando evocaba al hijo. Parecía una niña
cuando decía algunas palabras, parecía que, cuando se distraía, gesti-
culaba demasiado. Matilde no lograba entender por qué le ocurría un
horror así. La vecina, que hablaba con más facilidad, le contaba que
por los alrededores, los pocos casos afines habían sido tratados como
correspondía. Unos partieron a los hijos por la mitad, otros los expulsa-
ron tras golpearlos y sin permitirles volver, y un hombre incluso intro-
dujo una vara gruesa por el culo de su hijo y lo colgó de un gancho para

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exigencias y todo se vuelve muy general. Poco importan los pormeno-


res, decía ella. Se crea una urgencia en el cuerpo y pasamos a ser ape-
nas un regalo, una porción generosa de gente, y nos confiamos a la capítulo diez
buena o mala suerte para que nos lleven, nos quieran, por bien o por
mal, y nos den uso. Isaura explicó a Crisóstomo que se sentía así, ur-
gida. Después dijo que María había muerto. Después dijo que se sen-
tía sola en el mundo. Crisóstomo la besó. Besó a la mujer que había si- Como si cayera desde
do del hombre marica y dijo que la amaba. Tal vez todavía no fuera el
doble de un hombre, pero ya era, sin duda, mucho más que un hombre una lámpara colgante
completo. Podía mucho más. Le dijo: habremos de recomponer las co-
sas. También yo sentí esa urgencia. Pero no quiero una mujer cualquie-
ra, alguien que me lleve y me use al azar. Te quiero a ti. Quiero a la mu-
jer que habla a solas con la arena y el mar, la que vino a mi justo en-
cuentro. Isaura sintió que estaba triste y feliz al mismo tiempo. Le preguntaron si era verdad que andaba metido con la mujer del
Ella preguntó: puedes repetir. marica. Les parecía hasta normal que ella tuviera otro, porque si el
Él dijo: te amo, Isaura. marido era así no servía para lo esencial. Lo esencial, al ser necesario,
Súbitamente, la mitad de las cosas parecían recompuestas. es siempre lo correcto y no puede faltar. Crisóstomo, con el corazón
en llamas, no hablaba del asunto, porque consideraba violento que se
metieran en su vida, sin respeto por las circunstancias, los detalles, los
amores. La espera tan larga. Sin embargo, los pescadores se animaban
con la conversación por lo cómico de cada idea. Decían que era una
desproporción del mundo moderno que los maricas se casaran y que
las mujeres se desinhibieran por el vecindario. Los maricas eran unos
cochinos; y las mujeres, unas ordinarias. La humanidad se hacía así.
De bien solo quedaban los hombres, por ser estables y normales. Todos
iguales. De aberración en aberración, uno de ellos contó que ya había
visto a una mujer que antes había sido un hombre. No era un hombre
de vestido, como en el carnaval, era un hombre de pipí cortado. Fue un
enfermero quien se lo aseguró, un enfermero amigo que acababa de
ver esa aberración desvestida para una operación cualquiera. Tenía un
hueco en la carne como si el pene le hubiera sido arrancado a dentella-
das. Otro pescador contó que la hija de una vecina había nacido con los
ojos tapados como si fuera una bola cerrada. Había muerto luego de un
llanto que nadie pudo parar. Fue algo bueno que muriera, pues incluso
la mamá sentía vergüenza. Las mamás siempre tenían vergüenza de
hijos así, unos hijos mal concebidos, porque eran vistas como malas

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El hijo de mil hombres Valter Hugo Mãe

Uy, dijo él, como de su tamaño cuando estira el pescuezo. Y ella dio acepta, me hace falta que me lo dijera para acelerar las cosas, el amigo
un salto, se rio y respondió preguntando: entonces eso es un avestruz. aquí ya explicó, tengo la casa muy desordenada y ando comiendo por-
En ese momento, desde el fondo del camino, Matilde miró hacia la querías que me hacen daño y de tan flaco que estoy ya casi me muero
esquina de la cocina y gritó: entonces, ya quedó comprometida o todo sin cuidados. Si Rosinha aceptara, que acepte pronto para seguir ade-
esto fue para nada. La niña respondió: el viejo tiene una gallina gigan- lante con la vida. Y Matilde dijo: acepte, Rosinha, acepte, que a mí no
te, un avestruz. Rosinha encaró a Gemúndio y preguntó: y la casa es me importa tenerla aquí, pero mire que así también le da una lección
suya, con título y todo. Él dijo que sí, que todo era suyo, para dejárselo al otro, por andar por ahí engañándola tanto tiempo y usted sin nada,
a quien estuviera casada en regla con él. Ella le gritó a la otra: ay doña ni tiene casa, ni gana dinero. Y el hombre joven añadió: también, si le
Matilde, venga aquí, venga aquí a ver qué le parece. La otra subía el ca- hace falta, le pone los cuernos, que un marido de estos ya no se puede
mino de vuelta profiriendo improperios: usted está ofuscada, mujer, no quejar de nada, no es cierto, señor Gemúndio. El viejo asentía, resigna-
le basta ser engañada por un viejo, ahora también se acalora por otro, do o sin más capacidad de discusión.
mándelo lejos, que eso es para cansarse y quedar sin nada. Ay doña Rosinha se quedó callada unos segundos. La pequeña la soltó y es-
Matilde, decía el hombre más joven, el del cerco, si no fuera algo formal taba colgada del portón espiando al candidato, tal vez evaluándolo, mi-
yo ni vendría hasta aquí para acompañar al señor Gemúndio. Estamos diéndolo en detalles, para saber si lo querría de padre. Matilde allí se
hablando de gente buena, gente honesta. Y Gemúndio, ya muy morti- quedó, con las manos en la cadera, con una cierta sonrisa en los labios,
ficado, se quejó: tuve una vida llena de respeto con mi difunta mujer, esperando. Y la casera dijo: y esa gallina es un avestruz, es que me con-
no vine hasta aquí para ser insultado. Matilde le levantó la mano y le funde que no diga avestruz. Y él respondió: no es un avestruz, es ape-
respondió: cálmese, señor, que aquí a mi finca no nos llegan preten- nas un animal grande que apareció en el gallinero una noche de tor-
dientes todos los días con tanta prisa, si quiere algo, espere ahí y ex- menta. La niña volvió a preguntar: si no es un avestruz, entonces qué
plíquese bien a ver si la gente le entiende y acepta. La niña se aferró a es para que tenga el tamaño de mi mamá. Usted no está loco, preguntó
la mamá y quedó viendo más de cerca los rostros de los hombres que ella de nuevo, no está ya loco de viejo. Gemúndio dijo que no y se mos-
se asomaban por encima del portón. Y Rosinha pidió: ahora diga otra tró cansado. Matilde fue la que decidió el asunto: mire, venga aquí ma-
vez lo que tiene a su nombre, así clarito para saberlo yo y que la patro- ñana a buscarla. Pasamos la tarde haciéndole las maletas y puede lle-
na aquí pueda oírlo. Y él, otra vez, enumeró y agregó: una casa, tres te- vársela. Ay Rosinha, usted se va a ir con este aunque tenga que ganar
rrenos, uno muy grande donde se pierde la vista, un tractor, cinco va- juicio a latigazos. Vaya con este y hágalo para darle un futuro a su hi-
cas, un burro, quince cerdos, un montón de colmenas, conejos y galli- ja. Si no se agarra así a una casa, cualquier día estará en el monte ha-
nas normales y una gallina gigante. blando a los gruñidos con los lobos.
Una gallina gigante, preguntó Matilde. Es un avestruz, dijo la niña. Así fue como quedó todo bien acordado, con Matilde sintiéndose
Y eso es suyo, quiso saber la patrona. Es todo mío, mi señora, todo mío. una patrona de las mejores. Se sentía mujer de mucha inteligencia, co-
Y usted qué espera, Rosinha, el otro le ha dado alguna cosa. Va por ahí mo si quien se arrimara a ella incluso se contagiara de eso, semejan-
dándole hijos y la deja metida aquí trabajando. Con este usted consi- te a una cosa derrochada, en contagio por gracia de la naturaleza. Yo
gue casa, cuida el ganado que es suyo y, si le apetece, vende un terreno no tengo tiempo para hacer las maletas en una tarde, ay señora, míre-
y come dinero, hasta puede poner la hija a estudiar. La niña preguntó: me bien. Y la otra respondía: de eso nos encargamos las dos y la niña
ay mamá, el viejo campesino es mi papá. también. Si faltara alguna cosa, viene a buscarla después. Y si es para
Y qué más, quiso saber Rosinha, y qué más, señor Gemúndio, qué casarse, todavía toma tiempo, que uno no se casa en un día y no es le-
más quiere decir. Mire, nada, que vivo allí a la entrada del pueblo y, si gal. Ay Rosinha, ya se casará, pero ahora instálese allá, que ese hombre

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Otros títulos / Outros títulos Jerónimo Pizarro
Colección / Colecção (Bogotá, Colombia, 1977). Profesor en el Departamento de
Lusitania Humanidades y Literatura de la Universidad de los Andes y
1. Plural como el universo / Plural como o universo - Fernando Pessoa
Traducción / Tradução: Jerónimo Pizarro. Edición bilingüe / Edição bilingue
titular de la Cátedra de Estudios Portugueses del Instituto
Camões en Colombia. Tiene un doctorado en Lingüística
2. El banquero anarquista y una entrevista sensacional
O banqueiro anarchista e uma entrevista sensacional - Fernando Pessoa Portuguesa de la Universidad de Lisboa y otro en
Traducción / Tradução: Nicolás Barbosa López. Edición bilingüe / Edição bilingue
Literaturas Hispánicas de la Universidad de Harvard. Ha
3. Catálogo de luces / Catálogo de Luzes
José Eduardo Agualusa - Traducción / Tradução: Jerónimo Pizarro
editado y coordinado varios libros; entre otros, la primera
edición crítica del Livro do Desasocego (2010) y el volumen
4. El pintor debajo del lavaplatos / O pintor debaixo do lava-loiças
Afonso Cruz - Traducción/ Tradução: Nicolás Barbosa López colectivo Portuguese Modernisms: Multiple Perspectives
5. Los mató la vida. Antología de escritores suicidas portugueses on Literature and the Visual Arts (2011). Coordina la
Matou-os a vida. Antologia de escritores suicidas portugueses
Antologista y traductor / Antologista e tradutor: Pablo Javier Pérez López
colección Pessoa de la editorial Tinta-da-china.
Edición bilingüe / Edição bilingue Fue el comisario de la visita de Portugal, en calidad de
6. Un libro muy original / A Very Original Book país invitado de honor, a la Feria Internacional del Libro de
Alexander Search. Autor ficcional de Fernando Pessoa
Traducción / Tradução: Natalia Jerez Quintero. Edición bilingüe / Edição bilingue
Bogotá 2013 (FILBo 2013).
7. El marinero / O Marinheiro
Fernando Pessoa
Traducción / Tradução: Nicolás Barbosa López. Edición bilingüe / Edição bilingue
Carlos Ciro
(Medellín, Colombia, 1974). Traductor, poeta y ensayista.
8. El retorno / O Retorno
Dulce Maria Cardoso - Traducción / Tradução: Jerónimo Pizarro Desde 1996 ha traducido poetas de lenguas portuguesa,
9. Enciclopedia de Historia Universal / Enciclopédia da Estória Universal francesa, alemana, italiana, rumana e inglesa para el
Afonso Cruz - Traducción / Tradução: Nicolás Barbosa López Festival Internacional de Poesía de Medellín y la revista
10. En los días tristes no se habla de aves Prometeo. Además, ha dedicado veinte años al estudio
Nos dias tristes não se fala de aves
Filipa Leal - Traducción / Tradução: Pedro Rapoula, Jerónimo Pizarro sistemático y la traducción de la obra de Fernando Pessoa,
11. La deshumanización / A Desumanização realizando a la par una labor de difusión y discusión en
Valter Hugo Mãe - Traducción / Tradução: Carlos Ciro diferentes espacios, entre ellos, el blog “Pessoas de Pessoa”.
12. La hora del Diablo y otros cuentos / A Hora do Diabo e outros contos Su compilación y traducción Yo soy una antología
Fernando Pessoa - Traducción / Tradução: Jorge Uribe
Edición bilingüe / Edição bilingue –poemas selectos– de Fernando Pessoa, fue publicada por
13. Escuela del silencio / Escola do silêncio la Editorial Universidad de Antioquia en 2014. Con la
José Tolentino Mendonça - Traducción / Tradução: Nicolás Barbosa López Corporación Cultural La Bisagra ofrece y orienta talleres
14. Vas siempre demasiado lejos / Os Meus Sentimentos literarios y clubes de lectura, y edita La Bisagra. Revista de
Dulce Maria Cardoso - Traducción / Tradução: Ana Lucía De Bastos
creación poética.

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