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Paranoia y propaganda
El 4 de octubre de 1957 la Unión Soviética lanzaba al espacio el Sputnik 1, el
primer satélite artificial de la historia. La noticia corrió como la pólvora por
EE UU y por todo el mundo. El insistente 'bip-bip' que emitía el satélite hizo
que la Bolsa de Wall Street bajara, que el New York Times afirmara que el
país se encontraba en una "carrera por la supervivencia" y que el científico
norteamericano George P. Rice llegara a escribir que, a menos que hubiera
un cambio de actitud evidente, era "razonable esperar que no más tarde de
1975 los Estados Unidos sean parte de la URSS", según cita Ricardo Artola
en su libro La Carrera espacial.
El Sputnik fue el pistoletazo de salida para una loca carrera que ocuparía los
doce años siguientes. Los soviéticos demostraron que eran los más
espabilados de la clase: por poco o por mucho, lograban casi todos los hitos
espaciales antes que sus rivales americanos. La URSS mandó al primer ser
vivo al espacio (la perrita Laika), al primer hombre (Yuri Gagarin) y a la
primera mujer (Valentina Tershkova), y realizó el primer paseo espacial.
Tan vital era esta competición que los dos países no repararon en utilizar
para sus proyectos espaciales a dos genios de historiales poco 'limpios' para
sus gobiernos: los americanos no habrían llegado a la Luna sin el trabajo de
Wernher von Braun, el alemán que diseñó las V-2 que bombardearon
Londres durante la Segunda Guerra Mundial y que 'acogieron' tras el
conflicto, y los soviéticos deben gran parte de sus éxitos a Sergei Pavlovich
Korolev, torturado por "subversión en el campo de la tecnología" en 1939 y
preso en el Gulag hasta 1945.
Uno de los dos hombres que llegaron a la Luna en 1969, Buzz Aldrin
resumió perfectamente el espíritu de aquella carrera: "Si llegamos a la Luna
no fue para estudiarla ni para recoger muestras de su suelo, sino para
aventajar a los rusos en la carrera espacial. Todo lo demás quedó en
segundo plano".
Cosmonautas y astronautas
Aunque era el mismo trabajo, soviéticos y estadounidenses llamaron de
diferentes maneras a los hombres destinados a conquistar el espacio: los
comosnautas, para los soviéticos, y los astronautas, para los
estadounidenses. El que los dos se jugaran el prestigio de sus respectivas
sociedades hizo que la selección de aquellos "elegidos para la gloria" fuera
delicada.
1971. Primera estación espacial Salyut 1. China y Japón envían sus primeros
satélites.
En agosto de 1962 comienzan las obras para las nueve instalaciones que
permitan desplegar los misiles. Previamente habían llegado a Cuba
especialistas soviéticos para la construción de las instalaciones. Se hacían
pasar por especialistas en agricultura. Por alguna razón, los soviéticos
estaban convencidos de que las instalaciones de los misiles no se verían
desde el aire ya que serían tapados por las palmeras caribeñas.
El 8 de septiembre llega a Cuba el primer cargamento de misiles.
El 19 de octubre queda claro por más fotografías que toman los aviones
estadounidenses que hay al menos otros cuatro lugares en los que se
realizan obras para desplegar misiles. Finalmente se impone la idea de
bloquear las aguas internacionales y el espacio aéreo que rodea a Cuba y se
dan órdenes al Ejército para prepararse para imponerlo y, al mismo tiempo,
que comience a prepararse para una posible invasión. Robert McNamara es
uno de los grandes defensores de esta opción.
El 23 de octubre Fidel Castro asegura que todas las armas en Cuba son
defensivas y que no permitirá inspecciones foráneas.
Todos los militares del Ejército del Aire de Estados Unidos fueron llamados
a sus bases y se les ordenó que estuvieran listos para entrar en combate. En
ese momento se creía que al día siguiente Estados Unidos podía estar en
guerra atacando Cuba.
A última hora del día se llega a un acuerdo entre Washington y Moscú, entre
Kennedy y Khrushchev en el que también interviene el Secretario General
de la ONU Thant. Los líderes de las dos superpotencias emiten comunicados
en los que se reconoce el acuerdo.
Khrushchev perdió el poder dos años más tarde. En parte porque se le vio
como que no había defendido bien los intereses soviéticos y por no haber
previsto las consecuencias de sus acciones. Kennedy fue asesinado apenas
un año después.
Castro conservó el poder y se aseguró de que Cuba no sería invadida por los
Estados Unidos. Sin embargo, sus relaciones con los soviéticos sufrieron ya
que desde La Habana las negociaciones durante la crisis de los misiles, en
las que no se les tuvo realmente en cuenta, se consideraron una especie de
traición. Además se consideró que se perdieron oportunidades para
negociar en el mismo paquete asuntos de interés para Cuba, como la
presencia en la Isla de militares americanos en la base de Guantánamo.
Aunque los Estados Unidos no lo sabían en aquel momento, los soviéticos
habían conseguido introducir en Cuba 100 armas tácticas con cargamento
nuclear. Ya que los americanos no sabían de ellas, no fueron incluidas en las
negociaciones.