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PARTIDOS POLITICOS

LAS CUATRO COLECCIONES


Los profesores de las Escuelas de Derecho de la Universidad de Chile y los
egresados y colaboradores de las mismas, además de las obras y publica-
ciones que particularmente realizan, cooperan a la investigación, enseñanza
y difusión de las Ciencias Jurídicas y Sociales en las siguientes Coleccio-
nes cuya edición regular se ha hecho posible gracias a la ayuda de la
Editorial Jurídica de Chile, entidad formada por la Facultad de Derecho
y el Congreso Nacional.

1.a COLECCION DE MANUALES JURIDICOS

integrada por textos reducidos y sistematizados relativos a los conceptos


fundamentales en que los profesores inspiran sus lecciones. Estos libros pro-
curan ofrecer a los alumnos un esquema de las investigaciones en que se
inician y a los profesores un cuadro de materias que les facilite el desarro-
llo de la enseñanza.

2.a COLECCION DE ESTUDIOS JURIDICOS Y SOCIALES

formada por obras de especialización en materias de interés jurídico, econó-


mico, social O'relacionadas con las investigaciones o enseñanzas propias de
la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales.

3.a COLECCION DE APUNTES DE CLASES

compuesta por las lecciones tomadas por los alumnos durante el desarrollo
de las respectivas clases o preparadas por los profesares. Estos apuntes, auto-
rizados por cada profesor en la forma y dentro de los límites que se expre-
san en los respectivos prólogos, están destinados a facilitar el trabajo de
los alumnos.

4.a COLECCION DE MEMORIAS DE LICENCIADOS

comprensiva de las Tesis que deben presentar los egresados de las Escuelas
de Derecho, para optar al grado de Licenciado en la Facultad de Ciencias
Jurídicas y Sociales. Esta Colección reúne los trabajos producidos en deter-
minados períodos bajo la dirección de los respectivos Seminarios, e n tomos
de materias similares o afines debidamente recopilados y con los Indices
de conjunto adecuados a su mejor consulta.
R . R. C.
O B R A S DEL A U T O R

JUSTO Y DOMINGO ARTEAGA ALEMPARTE. ENSAYO BIOGRÁFICO Y J U I -


CIO CRÍTICO, 1918 (Premio Universitario "Eliodoro Gormaz",
año 1925).

ALCIBIADES ROLDANJ CONSTITUCIONALISTA E HISTORIADOR, 1937.

DOCTRINAS POLÍTICAS NEO-CONTEMPORÁNEAS. EN "LAS NUEVAS


ORIENTACIONES DEL DERECHO", 1942.

MANUAL DE DERECHO CONSTITUCIONAL (agotado), 1950.

REGÍMENES POLÍTICOS, 1951. (Premio Municipal de "Ensayos",


año 1952).

En prensa:
APUNTES CONSTITUCIONALES (Colección de conferencias y artícu-
los periodísticos).

En preparación:
LA EMERGENCIA CONSTITUCIONAL.
ESTUDIOS JURIDICOS Y SOCIALES
publicados

N.° 1. EL MANDATO CIVIL N . ° 13. INTRODUCCIÓN DE LA TEORÍA


por David Stítchkin Branovsr DE LA NORMA JURÍDICA.
I,A TEORÍA DE LA INSTITUCIÓN
N.° 2. DERECHO PROCESAL DEL por Jorge Iván Ilübner Gallo
TRABAJC
N,° 14. EL CONDE DE LA CONQUISTA
por A IJrcdo Gaete Berríos y
Hugo Pereira Anabalón por Jaime Eyzaguirre

N . ° 15. DERECHO PENAL


N.° 3 . EL PROBLEMA HISTÓRICO D E L
T o m o I. P a r t e G e n e r a l .
TRABAJO
por Gustavo Labalut Glena
por Gustavo Lagos Malas
N . ° 1 6 . LA CONSTITUCIÓN DE 1 9 2 5 Y
N . ° 4 . DERECHO TRIBUTARIO. LA FACULTAD DE CIENCIAS
EL IMPUESTO SOBRE LA RENTA JURÍDICAS Y SOCIALES
por Alvaro Rencoret
N . ° 1 7 . EL IMPERIO BIZANTINO.
3 9 5 - 1 2 0 4 HISTORIA, CULTURA
N os 5 - 6 . INDIVISIÓN Y PARTICIÓN
Y DERECHO
por Manuel Somarriva U.
por Folios Molleros K.
N.° 7. TANORAMA DEL DERECHO N.° 1 8 . FUNDAMENTOS DE LA
SOCIAL CHILENO
POLÍTICA FISCAL
por Francisco Walker Linares por Felipe Herrera Lañe

N.° 8 . E L DERECHO D E L TRABAJO N.° 1 9 . PRINCIPIOS GENERALES DE


EN LAS LEGISLACIONES DERECHO DEL TRABAJO
LATINOAMERICANAS por Alfredo Gaete Berríos
por María Alvarado Smilh
y Ariaselva Ruz Duran N . ° 20. MIGUEL LUIS AMUNÁTEGUI
REYES. 1 8 6 2 - 1 9 4 9
N.° 9. DERECHO INTERNACIONAL por Raúl Silva Castro
PRIVADO. PARTE GENERAL
N.° 21. PRINCIPIOS DE DERECHO
por Federico Duncker B. TRIBUTARIO
por Mario y Héctor Fernández
N.° 1 0 , ERRAZURIZ ZAÑARTU. Provoste
SU VIDA
por Alfonso Bulnes N . ° » 2 2 - 2 3 . ECONOMÍA MUNDIAL
por Ernesto Wagemann
N . ° 11. ACCIDENTES DEL TRABAJO
Y ENFERMEDADES PROFESIONALES N.° 24. FINANZAS PÚBLICAS (LA
por Alfredo Gaete Berríos TEORÍA)
y Exequiel Figueroa Araya por Manuel Matus Benavente.

N.° 12, REGÍMENES POLÍTICOS N.° 2 5 . PARTIDOS POLÍTICOS


por Gabriel Amunátegui por Gabriel Amunátegui
FACULTAD DE DERECHO
DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE

COLECCION DE
ESTUDIOS JURIDICOS
Y SOCIALES

VOL. X X V

EDITORIAL JURIDICA DE CHILE


G A B R I E L A M U N A T E G U I
Profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Chile

P A R T I D O S
POLITICOS

1 9 5 2

EDITORIAL JURIDICA D E CHILE


LA OBRA ES PROPIEDAD

DEL AUTOR

INSCRIPCIÓN N . ° 15047

EDITORIAL UNIVERSITARIA, S. A .

RICARDO SANTA CRUZ 7 4 7

SANTIAGO

Tipografía de Mauricio Amsler


) 13 (

I N T R O D U C C I O N

En el mes de febrero de 1951, por invitación del Centro de


Progreso de Valparaíso, dictamos en la Universidad Santa María
tres conferencias acerca de "Partidos Políticos".
Esas conferencias fueron la base del programa que, sobre
Derecho Constitucional, profundizamos ese año en el último
curso de la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile.
En estas páginas hemos procurado encerrar aquéllas lec-
ciones.
"Además de regir u n a cátedra, he aprendido y he ense-
ñ a d o en una cátedra; he escrito libros, que no habría escrito sin
la Cátedra, a la que debo todo cuanto he podido hacer. El De-
recho Político, que poco a poco h e procurado elaborar en la
Cátedra, lo he llevado de la Cátedra a los Libros" 1 .
"Partidos Políticos" es el título de este nuevo "Ensayo" y,
con el pretendemos complementar nuestro anterior estudio acer-
ca de "Regímenes Políticos", fruto también del programa des-
arrollado en otro curso especializado el año 1950.
En "Regímenes Políticos" fueron analizados los distintos
sistemas de gobierno, tanto desde el p u n t o de vista de las con-
cepciones doctrinarias, como de sus positivas realizaciones.
Ese análisis pretendió demostrar que "el cultor de la Ciencia
Política no puede limitarse al examen de los textos legislativos,
y que debe penetrar en la realidad política. Q u e hay que ocu-
parse, en el terreno de la Ciencia Política, de lo que deberían
ser el Estado y el Gobierno, y, que la Ciencia Política debe pe-
netrar, en los Estados y Gobiernos, tal como son en la reali-
dad" 2 .

1 2
Adolfo Posada, "El Derecho Po- Gabriel Amunátcgui "Regíme-
lítico como espectador". nes Políticos".
14 Gabriel Amunát-e gui

El espectáculo político debe ser juzgado n o sólo a la luz


de las candilejas que iluminan el proscenio.
El público, reclinado en las butacas, observa desde ellas
únicamente el funcionamiento del aparato gubernamental: al
órgano legislativo, formando las normas que regirán la vida co-
lectiva; a la autoridad ejecutiva, ordenando su cumplimiento
y, a la simbólica m u j e r de los ojos vendados, de la balanza y de
la espada, dándoles su aplicación.
El cultor de la Ciencia Política debe penetrar en el interior
del proscenio: allí podrá conocer el aparato "extraconstitucio-
nal".
Allí se enfrentará con las realidades políticas y sociales: con
la opinión pública, con los factores operantes, con los grupos
de presión, con la prensa, con los partidos políticos.
Es este aparato "extraconstitucional" el que, a semejanza
de u n teatro de Marionetas, mueve los hilillos q u e hacen actuar
a los personajes del escenario gubernamental.
De los diversos elementos que lo integran, adquiere singular
notoriedad el partido político: en la base de todo régimen
democrático, hemos escrito, nos encontramos en presencia de los
partidos políticos.
"La democracia moderna, anota Kelsen, reposa enteramente
sobre los partidos políticos, cuya importancia es tanto más gran-
de, cuanto mayor es la aplicación del principio" 1 .
El tema referente a la política, en sus múltiples aspectos,
ha sido motivo de preocupación desde los primeros tiempos del
hombre cultivado.
Centenares de páginas le h a n sido consagradas y, son nu-
merosas las doctrinas y teorías elucubradas acerca del Estado,
del Gobierno y del poder.
Mas, generalmente, el campo de la política activa h a sido
del dominio de los individuos que se h a n adueñado de él, sin
1
Hans Kelsen, "La Democratie, sa Nature, sa valeur".
•1-5
Partidos Políticos

mayor acervo q u e su agilidad para sugestionar a las masas semi-


analfabetas, o para imponerse en círculos de camarillas y en
asambleas primarias, o por la influencia del poder económico,
A la inversa, como lo juzgara el Presidente de la República
Española, Manuel Azaña, "llegan a las tareas directivas hombres
muy versados en teorías, pero q u e son novicios en la práctica
del gobierno". Hombres a los cuales podría aplicarse la leyenda
que guarnece la tumba de Enrique el Navegante, ilustrado mo-
narca portugués, b a j o cuyo gobierno le f u é cercenado a su patria
su imperio colonial: "Entre tanto contemplaba el cielo y las
estrellas, perdió la tierra y el mar".
Con este "Ensayo" n o pretendemos, sino en u n a escasa me-
dida, que contenga ideas nuevas.
Es u n a breve síntesis de cosas q u e muchos saben; mas, nos
ilusiona la posibilidad de que sirva para fijar conceptos, y en-
lazar el principio doctrinario con su realización positiva.
Ante la visión del hombre que tiene inquietud por la cosa
pública surgen dos concepciones antagónicas que marcan etapas
diferenciadas de conciencia y cultura cívica: la del político de
Maquiavelo, personaje engendrado en el siglo XV, en los albo-
res del nacimiento del m u n d o moderno, que representaba al
hombre político, prudente, hábil, audaz, n o contenido por nin-
g ú n escrúpulo de conciencia, por n i n g u n a autoridad moral, con
tal de alcanzar, salvando todos los obstáculos, a u n a despecho de
la sangre y de la traición, el fin que se había propuesto: "El fin
justifica los medios".
Y la utópica y hermosa declaración del estadista Eduar-
do Benes, en el umbral de la segunda Guerra Mundial (1934): "El
político democrático ideal no debe ser un oportunista, vacío y
superficial, u n cínico servidor de su tiempo; n o debe ser u n pro-
fesional del maquiavelismo corriente, ni u n arriesgado aventu-
rero. Debe tener convicciones exactas, constantes y firmes, basa-
das en la moralidad universal y esforzarse para realizarlas b a j o
16 Gabriel Amunát-e gui

todas las condiciones. U n gran político, u n gran estadista demo-


crático, lo será tan sólo u n h o m b r e cuya mentalidad posea en
correcta armonía y en equilibrio, el elemento racional, analítico
y el elemento sensitivo, imaginativo y artístico" 1 .
Esa utopía n o alcanzaremos a verla realizada: corresponde
a u n f u t u r o promisorio, a u n a etapa ulterior de la vida del hom-
bre sobre la tierra.
D e n t r o de nuestras limitadas posibilidades, creemos satis-
facer nuestra obligación de maestro al allegar hacia ella, con
estas sencillas páginas, u n esfuerzo constructor.
U n esfuerzo conducente, por u n a parte, a la necesaria rec-
tificación del mecanismo político. L a actual concepción polí-
tica de la democracia debe orientar hacia lo q u e los tratadistas
ven ya como la "democracia dirigida", o sea, la rectificación del
clásico gobierno de las democracias capitalistas burguesas del
siglo X I X y de los años corridos de la actual centuria; "demo-
cracia dirigida" que deberá consultar, entre otros aspectos, la
reestructuración disciplinada de los partidos políticos.
Por otra parte, este esfuerzo pretende contribuir a estimu-
lar en las nuevas generaciones u n sincero interés por u n a polí-
tica honesta, por u n a formación política que deberá permitir q u e
la democracia, en su sentido h u m a n o , o sea, el libre desarrollo
de la personalidad, la lucha por u n a mejor justicia, por u n a
mejor vida, por u n a m e j o r existencia cultural, económica y so-
cial, para el mayor n ú m e r o posible de individuos, en el mayor
n ú m e r o posible de países del m u n d o , sea u n a realidad.

G. A.

1
Eduardo Benes, "Democracia de hoy y de mañana".
) 17 (

C a p í t u l o I

P L A N T E A M I E N T O G E N E R A L DEL
P R O B L E M A P O L I T I C O

S e c c i ó n P r i m e r a

Ciencia Política; Opinión Pública; Prensa y grupos de presión;


Partidos Políticos

1. LA POLÍTICA.—¿Qué es política? L a voz política —de "Polis",


originariamente ciudad, más tarde E s t a d o - h a derivado hacia
los adjetivos "políticos": Ciencia política; Derechos políticos;
Partidos Políticos; Regímenes políticos.
El Diccionario de la Academia Española nos dice q u e Po-
lítica es: "el arte de gobernar y dar leyes y reglamentos para man-
tener la t r a n q u i l i d a d y seguridad públicas y conservar el orden
y las buenas costumbres".
Esta definición n o encierra, en m o d o alguno, el complejo
concepto y contenido de la política.
L a Academia la circunscribe al mero ejercicio de la sobe-
ranía, a las funciones del gobierno, es decir, a los poderes le-
gislativo, ejecutivo y judicial.
L a política n o es sólo el arte de gobernar.
L a política, en su a m p l i o significado, comprende, en pri-
mer término, la existencia de u n régimen constitucional orde-
nado, es decir, condicionado al medio social respectivo, y, en
plena realización.
D e n t r o ele ella actúa la ciudadanía, o sea, el c o n j u n t o d e
nacionales investidos de derechos políticos (sufragio, elegibili-
d a d , etc.).
18 Gabriel Amunát-e gui

Y, fundamentalmente, la opinión pública, que constituye su


basamento, encauzada en partidos políticos, asociaciones, clubes,
gremios, y cuyos principales órganos de expresión son el "mee-
ting", la prensa, la radio, el teatro, el cinematógrafo.
El estudio de la Ciencia Política ha determinado q u e sea
llevado al análisis de todos los problemas de su complicado me-
canismo.
"¿Qué es la Política? interroga von Eckardt, es decir, la
política habitual, no bien estudiada, que es precisa para crear
el poder y luchar contra él, sostener pueblos y Estados, y dar
realidad a los ideales y objetivos inspirados en las más elevadas
concepciones?" Responde a su interrogante diciendo que "debe
entenderse por Política el mecanismo total del proceso para la
conformación y regulación de las relaciones de poder en la
vida pública del Estado o entre los diversos Estados" 1 .
La Política, desde el p u n t o de vista de la teoría, y de la cien-
cia, debe ocuparse tanto de lo q u e el Estado debe ser, o sea, del
estado ideal y de los estados tales como son en la realidad. El de-
ber ser y el ser están íntimamente vinculados en todas las ciencias
sociales, como la teoría y la práctica.
"Política, escribe Heller, es, en el más eminente y ejemplar
sentido, la organización y actuación autónoma de la copelación
social en u n territorio. Es indisoluble la conexión entre lo teóri-
co y lo práctico, entre la teoría del Estado y la política. EL teórico
se esfuerza constantemente por subordinar su voluntad de poder
a su voluntad de conocimiento. Para el práctico, en cambio, el
saber y el conocer, sólo tienen importancia en cuanto puedan
ser inmediatamente utilizados como arma para la lucha polí-
tica" 2 .
"La política, anota Rivarola, no es sólo el arte de gobernar,
p o r q u e en este concepto queda limitada a las funciones del go-
1 L
Hans von Eckardt, "Fundamen- ' Hennann Heller. "Teoría del Es-
tos de la política". tado".
•1-5
Partidos Políticos

bienio, aun en la acepción que comprende las de los poderes le-


gislativo y ejecutivo. Más próxima de la verdad está la defini-
ción de la política que la exprese como el esfuerzo constante de
los ciudadanos para que sean realizados los fines declarados mó-
jales o económicos, dentro de la Constitución" 1 .
La Ciencia Política sirve su específica función cuando nos
ofrece una descripción, interpretación y crítica de los fenómenos
políticos, que sean verdaderas y obligatorias.
"Debe existir u n a Ciencia —escribió Tarde, en u n a obra
aparecida en las postrimerías del siglo pasado y que nos ofrece
interés actualizado—, que, desde un p u n t o de vista general, es-
tudie la génesis y conservación del poder político, sus transfor-
maciones, su repartición, su ejercicio, sus oposiciones y sus ar-
monías" 2 .
Medio siglo más tarde, el estadista Eduardo Benes ratifica
aquellos conceptos: "La Ciencia Política es la aplicación práctica
de la ciencia sociológica. En su función como ciencia, la política
democrática inquiere cuáles son las condiciones actuales del hom-
bre; estudia, con el auxilio de ciencias especiales, el actual es-
tado del hombre en sus relaciones con la sociedad, y, con todo
lo que lo rodea; busca lo que existe de regular, de planeado, de
constante en la sociedad. Como ciencia, la política democrática
debe mirar objetivamente la sociedad y el m u n d o ; debe buscar
Ja realidad verdaderamente objetiva, debe analizar la socie-
dad, profunda y extensamente y, para así decirlo, debe disecarla
en vivo" 3 .
La interpretación de la realidad política —hemos escrito
anteriormente ("Regímenes Políticos")— requiere la posesión
de todos los elementos que concurren a su formación: opinión
pública, factores operantes, grupos de presión, partidos políticos,

1
Rodolfo Rivarola, "Enciclopedia c'.u pouvoir".
de la Constitución Argentina".
1
G. Tarde, "Les transformations ^ Eduardo Benes (Ob. cit.).
20 Gabriel Amunát-e gui

por u n a parte, Y, por la otra, el estudio sereno q u e motiva la


observación de los hechos desde el p u n t o de vista del funciona-
miento del régimen político, estructurado en las leyes consti-
tucionales.

2. OPINIÓN PÚBLICA.—La opinión pública, ¿qué debemos enten-


der por tal? Una definición tendría que ser pretenciosa, vaga
e incompleta, pues la opinión pública es el cerebro, el espíritu y el
nervio de u n a democracia.
La opinión pública no es vieja; data de ayer. Es hija de la
difusión de las letras, de los modernos medios de comunicación.
A engendrarla concurrieron la educación y la imprenta, el vapor
y la electricidad.
L a opinión pública ha venido a identificarse con el concep-
to de democracia, y es u n a unión que constituye u n a verdadera
simbiosis. N o es dable concebir u n a democracia sin opinión
pública, opinión pública que, como dice el adagio francés,
"hace la lluvia y el buen tiempo".
Opinión pública que sufre la influencia, lenta o súbita, de
toda suerte de factores y que, a su vez, resuelve, en forma defini-
tiva, desde el sombrero o traje de moda, hasta los sistemas de
gobierno, y que consagra y destroza reputaciones. ("Si la opi-
nión te acusa de haberte robado las torres de Nótre Dame, n o
te defiendas, huye").
"La doctrina de la opinión pública, como fuerza gobernan-
te, constituye u n a forma singular de la relativización del Estado
al pueblo y de la identificación del poder del Estado. La socie-
dad civil, despierta a la auto-conciencia política, sólo puede
engendrar una vida pública donde sea posible u n a comprensión,
en el mismo lenguaje, sobre intereses comunes. La opinión pú-
blica, tal como nosotros la entendemos, es opinión d e voluntad
política, en forma racional" 1
1
Heller (Ob, cit.).
•1-5
Partidos Políticos

L a importancia f u n d a m e n t a l de la opinión pública en cuan-


to base "extra-constitucional" de la organización estatal, la
constituye el hecho de q u e ella asegura las reglas convencionales
que determinan la conexión social.
La opinión pública cumple, a n t e todo, u n a función de le-
gitimación de la autoridad política y del orden q u e ella garan-
tiza.
"En este sentido —escribe el catedrático uruguayo Jiménez
de Aréchaga—, todos los gobiernos de opinión h a n debido or-
ganizar, por su Carta Constitucional, u n régimen jurídico para
la opinión pública q u e garantice su espontánea manifestación.
Garantizar la opinión es, en primer término, garantizar el dere-
cho de crítica, sin limitaciones. Por eso h a podido decir Kra-
nenburg, con una frase certera: "El totalitarismo comienza cuan-
do sólo se permite la crítica constructiva". En el gobierno de
opinión es f u n d a m e n t a l el reconocimiento del principio de la li-
bertad de cualquiera crítica" 1 .
Subrayando este concepto podemos leer en Lindsay: "El
pueblo n o puede gobernar, pero sí, controlar. El problema de
la democracia es el control de la organización de poder por las
personas vulgares y corrientes" 2 .
La libertad de crítica, la libre exteriorización de la opinión,
encuentran sus garantías en u n régimen legal q u e permita el
amplio ejercicio de los derechos fundamentales: opinión, prensa
y reunión.
La opinión pública carece, en sí misma, de organización.
Sus basamentos son el público, la masa, los gobernados.
"La opinión pública es el m o d o n o r m a l de manifestarse la
voluntad del pueblo (voluntad general, según la ideología) ins-
tancia inorganizada por definición, y que actúa desde el f o n d o
de lo amorfo y, sin estructura. T o d o el dispositivo del Estado
1 2
Jiménez de Aréchaga, "Teoría A. D, L'mdsay, "El Estado dcmo-
tiei Gobierno". ciático moderno".
22 G a b r i el A m undteg ui

liberaL está calculado para recoger y abrir cauce a los movimien-


tos de la opinión pública, asegurándoles el paso hacia la direc-
ción del Estado". U n o de los grandes problemas del regimen
de opinión pública, según el profesor Ayala, "es la manera de
transformar la opinión pública en fuerza política. Esto implica
u n salto, la superación de u n abismo, el tránsito desde el orden
de la razón al de la voluntad. Pues la opinión es u n producto
mental, u n p u r o enunciado de razón, y vive por entero d e n t r o
de la órbita del pensamiento; mientras q u e la fuerza política
es p u r o querer, decisión y pertenece al m u n d o de la voluntad" 1 .
Esa transformación de la opinión pública en fuerza actuan-
te se realiza, preferentemente, desde el p u n t o de vista de la
f u n c i ó n de gobierno, por medio de los partidos políticos.
El partido, enfocado desde este ángulo del problema, pue-
de ser considerado como elemento q u e integra el mecanismo
gubernamental. Es u n elemento intermedio entre la opinión pú-
blica, la ciudadanía y el gobierno.
La tendencia constitucional neocontemporánea, que ha de-
terminado la consagración constitucional de los partidos políti-
cos, robustece esta posición. Este pensamiento ha visto su realiza-
ción en las leyes electorales que, paulatinamente, han radicado
el poder ciudadano en los partidos políticos.
Encontramos, en consecuencia, bien cimentada la definición
del catedrático argentino Ramella: "Los partidos son los en-
cargados de recibir las tendencias de la opinión pública, de encau-
zarlas y darles formas concretas de realización de la volun-
tad política. Hasta cierto p u n t o podría decirse que los partidos
políticos constituyen la organización política d e la opinión pú-
blica" 2 .

1
Francisco Ayala, "El problema Pablo A. Ramelia, "La EstrucUi-
dcl liberalismo", ra del Estado".
•1-5
Partidos Políticos

3. PRENSA Y GRUPOS DE PRESIÓN.—Hemos ya anotado q u e u n o


de los cauces de la opinión pública es la prensa. La n a t u r a l
limitación de este "Ensayo" y la especialización del tema, nos
impiden desarrollar este párrafo con cierta amplitud.
Nos limitaremos, en cuanto a su primer punto, a reprodu-
cir algunos párrafos de u n a conferencia nuestra, dictada hace'
ya varios años:
"Debo concretarme a subrayar su importancia (la de la
prensa) desde el p u n t o de vista político. O r g a n o directo y activo
de la opinión pública, la prensa actúa como u n a fuerza capaz
de impulsar, contener y modificar los acontecimientos; vigila la
marcha del gobierno; examina los actos de los funcionarios pú-
blicos; ilustra al pueblo sobre sus deberes y derechos; muestra
los vicios de las instituciones y sus reformas necesarias, y mo-
dera las pasiones de las masas con la propagación de sanas doc-
trinas.
"Desde sus columnas la colectividad ejerce, además, u n o de
los derechos fundamentales del hombre: el derecho de petición,
que se traduce desde la garantía en el ejercicio de todos los de-
rechos individuales, hasta la obtención de una carretera o el
abaratamiento de los artículos de consumo.
"Basta, al efecto, recordar que todos los diarios registran
una sección denominada: "La voz del público", o, "Lo q u e di-
ce el lector". Esa voz, ese lector, generalmente desconocidos, casi
anónimos, son la opinión pública.
"La prensa es la más eficaz de todas las formas del pensa-
miento público y de la voluntad social. Así lo sintieron los ideó-
logos franceses de 1789: "La comunicación de los pensamientos
y de las opiniones —escribieron en esa "Declaración de los de-
rechos del h o m b r e y del ciudadano", portada del movimiento
constitucional del siglo X I X - es u n o de los derechos más pre-
ciosos del hombre. T o d o ciudadano puede, en consecuencia,
24 Gabriel A m un á te gu i

hablar, escribir, imprimir libremente, debiendo responder del


abuso de esa libertad en los casos determinados p o r la ley".
"La libertad de prensa es el derecho que tiene tod D indivi-
duo, todo m i e m b r o de la colectividad de hacer imprimir, dis-
tribuir, dar o vender sus escritos. Esos escritos, en el m u n d o
moderno, se dividen en dos categorías: los libros, comprendien-
do en esa denominación genérica todos los escritos que se pre-
sentan aisladamente, como u n acto ejecutado en u n a sola vez
y, que sólo se reproducen en ediciones posteriores; y la prensa
periódica, comprendiendo, b a j o esc nombre, todas las publica-
ciones que se continúan y se siguen con periodicidad determi-
nada, unidas las unas a las otras.
"El libro es, de ordinario, la obra de u n individuo; el dia-
rio o revista es siempre u n a obra colectiva.
"Los libros son el agente más poderoso sobre el pensamien-
to p r o f u n d o y duradero de la humanidad, ha escrito Esmein,
mientras q u e los diarios son el resorte más poderoso de la vida
política. L a prensa, todavía en mantillas, imperfectamente des-
arrollada, fué llamada el "Cuarto Poder del Estado". Es inor-
gánico, es cierto, anota u n tratadista, pero no por eso menos
poderoso.
"Durante largo tiempo la prensa periódica fué patrimonio
de las clases pudientes e instruidas: era cara y excesivamente
literaria. Con el advenimiento de la democracia, con la exten-
sión de la primera enseñanza, con el progreso científico, se ha
democratizado, rebajado sus costos, y se ha transformado en
la prensa al alcance de todos los recursos y capacidades, intelec-
tuales y económicos. N o hay hoy día un obrero, u n campesi-
no, que no lea u n diario. Cada partido político tiene el suyo y
todos los ciudadanos leen, a lo menos, uno.
"De la adhesión de los lectores a las ideas que encuentran
en las hojas públicas, resulta u n a especie de sufragio, informe,
pero absolutamente universal y poderoso. "Si el país está con
•1-5
Partidos Políticos

él( podrá vivir; si el país n o está con él, sabrá morir", escribió
e s e gran periodista chileno del pasado siglo q u e f u e r a Justo
A r t e a g a Alemparte, en el primer n ú m e r o de "La Libertad", al

entregar su diario al consenso de la opinión.


"Justamente, de esa su inmensa e innegable influencia en
la vida de la colectividad, en los rumbos y directivas de las au-
toridades y funcionarios surge la grande y significativa respon-
sabilidad de los diarios, de sus directores, redactores y de todo
aquel q u e interviene en sus funciones. El periodista debe co-
rresponder a su altísima función social; como escribiera el doctor
Orrego Luco, respecto a Justo Arteaga, "debe ser u n luchador
de guantes blancos y n o arrojar sus guantes en las polémicas".
"Acerca de toda suerte de problemas, desde los inherentes
a las altas funciones d e gobierno, hasta los detalles de la vida
doméstica, las opiniones registradas en las columnas de la pren-
sa están de ordinario divididas y surgen antagonismos y con-
troversias.
"En las cuestiones de gobierno, la f u n c i ó n de la prensa es
esencialmente delicada. Ella, como órgano de la opinión pú-
blica, tiene q u e simbolizar las dos fuerzas propias de toda colec-
tividad: la de la mayoría q u e gobierna y la de la m i n o r í a q u e
fiscaliza. L a prensa adicta al gobierno debe cooperar lealmente
a sus funciones y estimularlo en ellas, sin incurrir en el vulgar
adulo o en la lisonja destemplada y estridente. Los diarios d e
oposición, por su parte, deben llenar su papel con elevación
de miras, guiados n o por la tendencia de u n a sistemática con-
tradicción, sino con espíritu crítico y evitar los conceptos inju-
riosos y las censuras injustas. U n diario de oposición, q u e sabe
cumplir con su f u n c i ó n —absolutamente indispensable— mere-
ce respeto y consideración. Sobre el particular, podemos recor-
dar que nuestro abuelo d o n Miguel Luis Amunátegui, en el
desempeño de sus numerosas funciones ministeriales, tomaba
contacto matinal con la opinión pública, en primer término
26 Gabriel Amunát-e gui

a través de "El E s t a n d a r t e Católico", d i a r i o de enérgica oposi-


ción al gobierno, antes q u e las de "El Ferrocarril" q u e lo apo-
yaba y del cual era redactor" 1 .
El e x a m e n de la realidad social y de los fenómenos políti-
ticos debe conducir al estudioso de la ciencia política más allá
d e las fronteras de la prensa y de los partidos 2 . Ese e x a m e n
debe proyectarse hacia los grupos de presión. P o r grupos de
presión —anota el catedrático Key3— se c o m p r e n d e "a las aso-
ciaciones privadas constituidas para i n f l u i r en el gobierno y q u e
se singularizan p o r q u e , d e j a n d o a los partidos la l u c h a por los
cargos públicos y la responsabilidad por la administración del
país, c o n c e n t r a n sus esfuerzos en promover u n a política favo-
r a b l e a los intereses q u e r e p r e s e n t a n " .
Por nuestra p a r t e y, como base previa, debemos avanzar en
este asunto la cuestión referente a las clases sociales.
¿Qué es u n a clase social? T a l es el interesante i n t e r r o g a n t e
q u e p l a n t e a a sus lectores Anclré Joussain 4 . Esas complejas rea-
lidades sociales, q u e subsisten a despecho d e todas las teorías y
de todas las clases, son d e t e r m i n a d a s por múltiples factores.
A esas diferenciaciones espontáneas, q u e se p r o d u c e n e n el
seno de las sociedades, sin contornos rigurosamente definidos,
concurren la f o r t u n a , la profesión, el g é n e r o d e vida, la educa-
ción y la cultura.
L a clase social h a sido, a través de la historia, y lo es, e n
la actualidad u n factor de poder, prestigio e influencia en el
gobierno.

1
Gabriel Amunátegui, "La Pren- ¡isí quedó advertido, se anticipó la
sa, órgano de opinión pública ante publicación de este párrafo, que, pa-
el Derecho constitucional" (Confe- ra los efectos de la liilación de la
rencia dictada al Instiluto de Perio- materia, tenemos que reproducir.
3
distas. Septiembre de 1936.). V. O. Key, "Partidos Políticos y
2
En nuestro libro anterior, "Re- Grupos de Presión".
4
gímenes Políticos" (págs. 29-32), y Joussain, "Les Classes Sociales".
•1-5
Partidos Políticos

Lucha de clases, colaboración de clases, sociedad sin clases,


son posiciones que se a d o p t a n en la técnica política y en el
mecanismo gubernamental.
La Era Contemporánea se singulariza, en este sentido, por
dos fenómenos: la aparición del "Tercer Estado", la clase me-
dia, la burguesía, que estructura el Estado liberal, burgués-
capitalista del siglo X I X y la declaración del "Manifiesto de
Marx y Engels" de 1848, q u e sostiene q u e "la historia de la hu-
manidad es la historia de la lucha de clases" y reivindica la
emancipación de la clase obrera. La Asociación Internacional
de trabajadores, f u n d a d a en 1864, declara en el " P r e á m b u l o " :
"la emancipación de la clase obrera es, por consecuencia, el
gran fin a que debe subordinarse, como medio, todo movi-
miento político".
Corresponderá a la Era Neocontemporánea, en la eclosión
de los nuevos fenómenos políticos-económicos-sociales, la pro-
yección del "Cuarto Estado", o sea, la p e q u e ñ a clase media, el
obrero industrial primero y, en seguida, el trabajador agrícola.
Corresponderá, asimismo, a estos tiempos nuevos, el flore-
cimiento de los sindicatos y ele los gremios que, originariamente
constituidos para velar por sus conquistas legales, irán proyec-
tándose hacia el campo político-social, y llegan a transformarse
en ^actuantes grupos de presión.
Clases sociales y sindicatos son agentes q u e operan sobre
la opinión pública y constituyen otras tantas realidades sociales.
Mas, existen como ya está anotado, los grupos de presión
propiamente tales.
" F u n d a m e n t a l característica de los regímenes democráticos,
observa el tratadista Key (Ob. cit.) es la existencia del dere-
cho de competir por el control del gobierno, mediante apela-
ción pacífica al electorado. Igualmente básico es el derecho de
procurar influir sobre los gobernantes para la adopción de de-
terminada política. N i u n o ni otro d e estos derechos admiten,
28 Gabriel A m un A t. e gu i

por su naturaleza, el ejercicio individual. El primero se actua-


liza a través de los partidos políticos; el segundo, a través de
los grupos de presión". "El Gobierno Invisible" o, de los inte-
reses especiales, suele dominar al Gobierno, con más frecuencia
q u e el simple ciudadano, observa Faulkner, al estudiar el pano-
r a m a político norteamericano 1 .
Y, concordante con este pensamiento, Key se refiere a la
"telaraña de las relaciones pecuniarias", esto es, el m u n d o de
los negocios (agricultura, comercio, industria).
Ordinariamente el principal objeto de los intereses espe-
ciales es el poder y la riqueza, y se trata de conseguirlos, sin
tener en cuenta los derechos del pueblo.
La influencia del m u n d o de los negocios, en el p r e d o m i n i o
político, es innegable. "La expansión de la industria, escribe
Faulkner (Ob. cit.), y la concentración de las empresas h a n
obrado paralelamente: la primera, convirtiendo a los hombres
de negocios en eje de la economía nacional; la segunda, dándo-
les la cohesión necesaria para constituir u n a "elite" enérgica y
decidida. L a disciplina interior de la "elite", la influencia sobre
los partidos políticos y el control de los centros formadores d e
opinión, son consecuencias naturales del juego de la telaraña".
Esa influencia sobre la opinión pública se ejerce por los
mismos métodos de la propaganda comercial, escribe Francisco
Ayala (Ob. cit.), y está en manos ele los mismos poderes sociales
q u e d o m i n a n la economía.
Frente al cartel y al cine, frente a la radio q u e llega a
todas partes, ¿qué puede hacer el discurso pronunciado, en uso
de la libertad constitucional, ante unos centenares de perso-
nas q u e se r e ú n e n voluntariamente? Y, dadas las condiciones so-
ciales, aquellos medios técnicos están en poder de grupos econó-
micos privados que, en su "interés personal, los monopolizan.

1
Faulkner, "Vida del Pueblo Norteamericano",
•1-5
Partidos Políticos

Y agrega, e n e s t e realista examen, el catedrático español: "la


propia libertad de prensa se h a convertido, b a j o tales condicio-
nes, en libertad para desorientar y extraviar a la opinión públi-
ca, según reclame el interés privado. El periódico es hoy u n a
gran empresa industrial, vinculada a los rectores de la eco-
nomía" 1 .
Entre los grupos de presión, además de los económicos,
figuran los religiosos, q u e ejercen u n a positiva influencia en la
mayoría de los países. Las Encíclicas Papales tienen u n h o n d o
significado en la conciencia de muchos gobernantes y, en oca-
siones varias, h a n determinado la adopción o r e p u d i o de normas
jurídicas. T a m b i é n debemos registrar la masonería, q u e otrora
jugara u n papel más relevante y q u e en la actualidad, siempre
hace pesar sus acuerdos secretos.

Asimismo, los grupos profesionales, de notoria generaliza-


ción en nuestros días y que, con más frecuencia de lo q u e sería
de desear, al margen de su función orgánica, se inmiscuyen en
asuntos de gobierno; los grupos regionalistas, q u e tuvieran des-
arrollo en los EE. U U . de N. A. y q u e constituyen u n o de los
graves problemas del régimen g u b e r n a m e n t a l español. Precisa-
mente, al señalar en este "Ensayo" las bases del "Estatuto Or-
gánico" y, dentro de ellas, la exigencia d e u n a cuota partidista,
indicamos q u e los adherentes de cada p a r t i d o estén inscritos
en distintas reparticiones territoriales, a fin de eliminar u n a
posible tendencia regionalista.
Todavía cabe consignar entre los grupos funcionales d e
presión, los de tipo racial —que a d q u i r i e r a n especial relieve
dentro del régimen nacista ("Ley de la raza")—, y los de ca-
rácter internacional, como lo son algunas de las asociaciones orien-
tadas desde Norteamérica (Rotary Club, Club de Leones).
Este es el esquema, sucintamente bosquejado, de las reali-

1
Francisco Ayala, (Ob. cit.).
30 Gabriel A m u n á te g u i

dades políticas que se ofrecen a la consideración y estudio del


cultor de la Ciencia Política y del Derecho Constitucional.
Frente a este cuadro, ese estudioso debe meditar profunda-
mente y procurar que esa meditación lo lleve hacia las solucio-
nes armónicas entre los intereses generales del Estado y los
intereses particulares de los grupos.

-J. PARTIDOS POLÍTICOS.—Partido político: de "Pars", parte o frac-


ción, y "Polis", ciudad, estado, o sea, u n fraccionamiento de
la ciudad, del estado; en su contenido, de los habitantes, de los
ciudadanos.
D e n t r o de este capítulo destinado a u n planteamiento ge-
neral del problema político y, precisamente por ser este p u n t o
el tema central de este "Ensayo", nos limitaremos, de inmediato,
a reproducir variadas definiciones de consagrados tratadistas.
Por nuestra parte, avanzaremos también nuestra propia con-
cepción y, su respectivo análisis.
Barker ("Organización constitucional de Gran Bretaña").
U n partido es u n grupo formado por asociación voluntaria para
cumplir tres fines: 1. formular u n programa político; 2. pre-
sentar candidatos que acepten y sigan ese programa, y 3. lle-
var al Parlamento u n a mayoría de miembros que pongan en prác-
tica ese programa mediante la actuación de sus dirigentes que
constituyan u n gabinete ministerial. Es decir, tres propósitos: te-
ner u n programa; presentar candidatos que defiendan el pro-
grama, y, si es posible, obtener u n a mayoría en las elecciones
para llevar dicho programa a la práctica por medio del ga-
binete.
Duverger ("Droit Constitutionnel"). U n a definición de par-
tidos políticos es difícil. Se puede dar este nombre a toda agru-
pación constituida con el objeto de solicitar los sufragios de los
electores en beneficio de alguno de sus miembros y de asegu-
rar el encasillamiento de aquellos de sus miembros q u e sean
elegidos.
•1-5
Partidos Políticos

Rodolfo Rivarola ("Enciclopedia de la Constitución Ar-


gentina' '). Los partidos políticos son asociaciones de electores
para reunir adherentes y obtener votos en favor de determina-
dos candidatos q u e ellos presentan al público elector. La diver-
sidad de elecciones determina la convicción común de que los
partidos deban tener organización permanente y función con-
tinua.
E d m u n d o Burke ("Gobierno y opinión"). U n partido es u n a
reunión de hombres asociados para promover con sus esfuerzos
mancomunados el interés de la nación, conforme a ciertos prin-
cipios admitidos por todos.
Santa Marta de Paredes ("Curso de Derecho Político"). Son
los partidos políticos, como la misma palabra lo indica, frac-
ciones de un todo y, este todo es la colectividad q u e se mani-
fiesta políticamente en forma de opinión pública.
Bujarin ("Materialismo histórico"). La desigualdad de cla-
ses es la razón q u e justifica la existencia de partidos. L a clase
tiene necesariamente que gobernar por medio de su cabeza, el
partido; ella no puede hacerlo de n i n g ú n otro modo.
Mac-Iver ("Discurso Político"). Los partidos n o son otra
cota que órganos d e la manera de pensar y de sentir de los pue-
blos y de sus intereses y aspiraciones en cuanto se relacionan
cari los arreglos sociales y políticos.
Joáé Bianco ("Vida de las Instituciones Políticas"). El par-
tido político es la organización de la voluntad popular: disci-
plina fuerzas, sistematiza ideas, fija orientaciones y dicta normas,
para que el sufragio pueda exteriorizarse en la constitución
del gobierno.
L a Suprema Corte del Estado de Indiana (EE. U U . de N.
A.) definió el partido político como: u n a asociación de votan-
tes q u e creen en determinados principios de gobierno.
Jiménez de Aréchaga ("Teoría del Gobierno"). Es u n con-
j u n t o de individuos constituidos en empresa de opinión p ú -
32 Gabriel Amunát-e gui

blica con u n f i n político. C o n j u n t o más o m e n o s g r a n d e de


individuos, c i u d a d a n o s o no, p a r a i n f l u i r en la o p i n i ó n públi-
ca. Esto es lo c o m ú n a todos los partidos políticos: realizar u n
estado de o p i n i ó n p ú b l i c a y, con u n f i n político, p o r q u e esta ex-
presión es más a m p l i a q u e la de f i n electoral o q u e el f i n
de conquista del p o d e r . Es u n f i n político q u e p o d r á perse-
guirse m e d i a n t e el c u m p l i m i e n t o de las operaciones necesarias
p a r a alcanzar la mayoría g u b e r n a t i v a o, simplemente, m e d i a n t e
la gravitación d e esa orientación ideológica, sin necesidad de
i n t e r v e n i r en la lucha electoral. Empresa, p o r q u e el p a r t i d o
s u p o n e u n m í n i m u m de organización.
H a n s v o n E c k a r d t ( " F u n d a m e n t o s de la Política"). U n par-
tido, con u n criterio m o d e r n o , p u e d e definirse como u n a orga-
nización p a r a hacer u n caudillaje político, e m p l e a n d o constan-
t e m e n t e la "idea", como m e d i o p a r a la adquisición de afiliados
y votos; la "convicción", como n e x o e n t r e ellos, y, la "disci-
p l i n a del p a r t i d o " , como m e d i o p a r a conservar la capacidad de
acción y la m a g n i t u d d e la organización.
Concepción personal del autor y análisis de la misma.
Sobre la base de esas distintas deficiones, q u e coinciden en
algunos elementos esenciales, tales como el tratarse de u n a aso-
ciación v o l u n t a r i a , el interés general, el f i n político, procura-
remos f o r m u l a r nuestra p r o p i a concepción. E n seguida, entra-
remos a su análisis.
P a r t i d o político es, en nuestro concepto: " U n a asociación
v o l u n t a r i a de ciudadanos, sobre la base de u n p r o g r a m a , q u e
p r o c u r a o b t e n e r el poder, a f i n de realizar sus doctrinas desde
el G o b i e r n o y llevar a sus correligionarios a las f u n c i o n e s pú-
blicas".
El análisis o r d e n a d o de este p e n s a m i e n t o nos sugiere las
siguientes observaciones:
a) Asociación. U n r é g i m e n democrático significa u n siste-
m a político d e n t r o del cual los h o m b r e s libres gozan del ejer-
•1-5
Partidos Políticos

cirio de ciertos derechos orgánicos. U n o de ellos es el de asociarse


con el objeto de alcanzar, a su modo, ciertos ideales.
Rousseau subrayó ciertos principios fundamentales de la vi-
da social: "Si los hombres h a n de actuar juntos, sus actos tienen
que estar regidos por la finalidad del grupo. Se j u n t a n para al-
canzar esa finalidad y sus deliberaciones se e n c a m i n a n a descu-
brir, no lo que ellos quieren, sino lo q u e exige esa finalidad.
La finalidad domina y dirige sus actos; es, si se quiere emplear
esa palabra, soberana". Esto es cierto de todas las asociaciones.
" U n a asociación —escribe Lindsay— p u e d e ser u n a m á q u i n a
mediante la cual cada u n o de los miembros consigue con mayor
efectividad lo q u e desea. Cualquiera experiencia de la vida de
las asociaciones pone de manifiesto que la finalidad o teoría
de una asociación que anima a sus miembros p u e d e variar casi in-
definidamente" 1 . Como acotación pertinente, es dable observar
que la aplicación de esa experiencia, al partido político, deter-
mina la necesaria revisión periódica de su programa.
El derecho de asociación n o ha sido el f r u t o de las conquis-
tas políticas originadas en la Revolución Francesa. Por el con-
trario. Los hombres de 1789, enamorados hasta la superstición
de la "Diosa Libertad", vieron en las asociaciones, q u e vincula-
ban a sus miembros y les exigían deberes para con ellas, u n a li-
mitación a su culto. Recuérdese, en Francia la prohibitiva Ley
Chapelier (14-17 de j u n i o d e 1791) en cuyo dictamen se lee: "II
n'y a plus de Corporation dans l'Etat; il n'y a plus q u e l'interet
particulier de chaqué individu, et l'interet general". (Es opor-
tuno anotar q u e u n a de las reformas constitucionales que moti-
vara mayores debates en Chile, f u é la enmienda q u e aseguró,
en 1874, el ejercicio de la libertad de asociación).
"El derecho de asociación, escribe Ayala, es d e introducción
más tardía, y, desde luego, obedece a tendencias ajenas a las
fundamentales del estado liberal". Mediante el ejercicio del de-
1
Lindsay, (Ob. cit.).
34 Gabriel A m u n d t e gu i

l e c h o a asociarse, los h o m b r e s crean e n t r e ellos vínculos perma-


nentes con el o b j e t o de satisfacer anhelos y propósitos de ca-
rácter espiritual, cultural, moral, político, etc.
b) V o l u n t a r i a . Es ésta u n a cuestión en q u e debemos dete-
nernos u n o s instantes. L a mayoría de las definiciones q u e hemos
transcrito sobre partidos políticos coinciden en esta característica
del organismo q u e analizamos.
Mas, en el m i n u t o actual del p e n s a m i e n t o político, hay u n
interesante m o v i m i e n t o de o p i n i ó n , encauzado por autorizados
tratadistas, en o r d e n a propiciar la obligada inscripción en u n
determinado partido.
Esa corriente h a recibido la influencia de nuestro docto
amigo y colega, el Dr. D a n a M o n t a ñ o , q u i e n tiene realizados
cuidadosos estudios al respecto 1 .
E n el reciente Congreso I n t e r n a c i o n a l de Juristas, v e r i f i :
cado en la c i u d a d de L i m a , Perú, en diciembre ele 1951, u n a
de las ponencias f u é " D e la filiación obligatoria a u n p a r t i d o po-
lítico".
L a tesis a f i r m a t i v a f u é m a t e r i a de conceptuosos informes.
Por nuestra parte, p o r i n t e r m e d i o de n u e s t r o delegado, el
catedrático d o n A n í b a l Bascuñán Valdcs, sostuvimos la posición
contraria. E n definitiva prevaleció n u e s t r a tesis.
E n nuestro t r a b a j o expusimos, después de breves considera-
ciones acerca del concepto, funciones y o r d e n a m i e n t o d e los par-
tidos políticos:
"Los sostenedores de la inscripción obligatoria invocan, a
favor de su tesis, entre otros, los siguientes a r g u m e n t o s : a) f u n -
d a m e n t o jurídico-político. Es el mismo del sufragio obligatorio:
si éste se explica como prestación q u e debe el c i u d a d a n o al
Estado p a r a los fines de constituir el Gobierno, la filiación obli-
gatoria es su c u m p l i m i e n t o , p o r q u e a q u e l propósito sólo se cum-

1
Salvador Dana Montano, "El sistema representativo argentino y
su realización contemporánea: la legislación electoral vigente".
•1-5
Partidos Políticos

pie de verdad cuando se participa en la elección previa de can-


didatos, y esta la hacen los partidos políticos; b) f u n d a m e n t o
político-social. Esto es, la afiliación obligatoria estimula la in-
t e r v e n c i ó n de los ciudadanos en la vida de los partidos, comba-
tiendo la desidia y creando al elector, y c) f u n d a m e n t o legal. La
a f i l i a c i ó n obligatoria en u n partido pertenece al mismo orden de
deberes que el sufragio y el servicio militar obligatorio.
"Disentimos p r o f u n d a m e n t e de la tesis en estudio.
"Nuestra posición negativa emana de las siguientes razo-
nes:
a) En primer término sostenemos que, como cuestión previa,
es preciso la estructuración de los partidos políticos en u n Esta-
tuto Orgánico. Esa estructuración, a su vez, precisa de la capa-
citación de la ciudadanía, sobre la base de la intensificación de
la educación primaria, en orden a proveer a la nación de u n
electorado consciente;
b) En seguida, apoya nuestra posición el análisis doctrinario
de los conceptos del sufragio y del partido político. ¿Qué es, en
su esencia, el sufragio? Nuestra convicción vé en el sufragio u n a
de las formas concretas y especificadas de la libertad de opi-
nión. O sea, el sufragio es la exteriorización del pensamiento en
materia política. El hecho de que el sufragio, por tratarse de
un derecho "sui generis", u n derecho en "función social", sea
umversalmente obligatorio no puede conducirnos hasta la im-
posición de u n determinado credo político, cual es el progra-
ma del partido en el cual, obligadamente, h a tenido que regis-
trarse el ciudadano.
"¿Qué es u n partido político? De las definiciones preinser-
tas y de la historia de su evolución, desprendemos que, en su
raíz, se encuentra el ejercicio del derecho de asociación. Y de la
esencia de las asociaciones es la libertad para constituirlas. (Los
tratadistas, en su mayoría, al precisar el concepto de partido polí-
tico, utilizan las voces "voluntariamente", "libremente", etc.);
36 Gabriel Amunát-e gui

c) A c u d i e n d o a las realidades h u m a n a s —campo muchas ve-


ces i n e x p l o r a d o p o r los cultores de las Ciencia Política—, obser-
vemos con el catedrático M u r r a y Butler que, de ordinario, el
individuo obra irreflexivamente al reconocer b a n d e r a política.
Los males q u e e n t r a ñ a la incorporación precipitada, pero volun-
taria, a u n p a r t i d o político, se agravarían a n t e el imperativo de
la inscripción obligatoria. Esa inscripción artificial en los re-
gistros de u n partido determinaría la incorporación de elementos
q u e llevan en sí el germen d e la indisciplina, de la rebeldía, de
la indiferencia o del escepticismo;
d) La obligada afiliación a los partidos p r e existentes ener-
varía la posibilidad de la creación de nuevos partidos políticos.
Si bien es efectivo —y así lo tenemos subrayado en nuestro
"Ensayo" acerca de "Regímenes Políticos", q u e la m u l t i p l i c i d a d
de los partidos es perjudicial para la estabilidad del gobierno
representativo, debe tenerse t a m b i é n en cuenta q u e ya está su-
gerida la ordenación previa de los partidos en u n E s t a t u t o Or-
gánico.
Compartimos, sobre este p u n t o el pensamiento de Faulk-
ner ("Vida del Pueblo Norteamericano"), q u e declara la uti-
lidad d e la aparición de nuevos partidos, que sirven d e adver-
tencia f r e n t e a la necesidad de encarar problemas nuevos, y
e) Finalmente, y volviendo a las realidades políticas, al m a r -
gen de disgresiones doctrinarias, nos encontramos con q u e la
inscripción obligatoria en u n d e t e r m i n a d o partido, abre amplia
r u t a a la intervención del poder ejecutivo —de innegable e in-
discutible influencia en nuestras repúblicas iberoamericanas—,
en orden a encauzar a la ciudadanía hacia el p a r t i d o de gobierno
y, de ese m o d o , al robustecimiento de su autoridad.
"Conclusiones. Las observaciones precedentes f u n d a m e n t a n
las siguientes conclusiones: 1. Que, en carácter previo a toda
otra solución, es menester la formación de u n a c i u d a d a n í a ca-
pacitada e idónea, mediante la intensificación de la educación
•1-5
Partidos Políticos

Que, asimismo, es indispensable estructurar los par-


p r i m a r i a ; 2.
tidos políticos en un Estatuto Orgánico que, al margen de la
t u i c i ó n del Poder Ejecutivo, reglamente la constitución del par-
tido y su funcionamiento interno y externo; 3. Que, en mérito
de las conclusiones anteriores y, a la luz de los factores que que-
dan señalados, es inconveniente la obligatoriedad d e la inscrip-
ción en u n determinado partido; 4. Que, en cambio, satisfechas
las exigencias señaladas en las conclusiones 1 y 2, y teniendo los
partidos el respaldo consagrado de la opinión pública, la ciuda-
danía, voluntariamente y por su propia convicción, cuidará de re-
gistrarse en u n a determinada tienda política; 5. Que, sin acudir
a la solución extrema de la inscripción obligatoria, es dable uti-
lizar medios indirectos, tales como el que contempla la ley elec-
toral chilena. (Virtualmente son sólo los partidos políticos los
que pueden inscribir las listas concurrentes para las elecciones
parlamentarias. Las candidaturas independientes tienen q u e cum-
plir con el requisito, realmente prohibitivo, de contar con el pa-
trocinio de 600 electores), y 6. Que, finalmente, es a la función
proselitista del partido a la que corresponde, por el método de la
persuación, conquistar adherentes a su programa".
Nuestra tesis ha sido corroborada por valiosas opiniones. Así,
el catedrático argentino Dr. Ramella escribe sobre el particular:
"De ahí, sin embargo, a obligar a los ciudadanos a u n a continua
militancia política, sin vocación y sin entusiasmo, media gran
diferencia. L a democracia es menos la "participación" en el
gobierno de todos los ciudadanos, que la "posibilidad" de q u e
todos participen. De m o d o que u n a coacción en el sentido de
determinar al ciudadano que manifieste su sentir político, cual
sería la afiliación obligatoria, significaría u n a intromisión odio-
sa del Estado en la conciencia particular" 1 .
Es o p o r t u n o consignar, al respecto, q u e la Declaración Uni-
versal de los Derechos del Hombre, aprobada por la Asamblea
1
Pablo A. Ramella. (Ob. cit.)
•58 Gabriel A vi u n á t e g ir i

General de las Naciones Unidas el día 10 de diciembre del a ñ o


1948, resolvió, en su artículo veinte; " T o d a persona tiene dere-
cho ¡i la liberLad <le reunión y de asociación pacíficas. Nadie
podrá ser obligado a pertenecer a una asociación".
c) De ciudadanos. De conformidad con el mecanismo q u e
regula el funcionamiento del gobierno representativo 1 , así como
de la nacionalidad se extrae la ciudadanía, así de ésta se forman
los partidos políticos.
Ningún individuo, carente de ellos, [jodi ía peí Lenecer a un
partido, así como los extranjeros están marginados de la ciuda-
danía. Y, al ser el ciudadano suspendido o privado de sus dere-
chos políticos, idéntica situación debería producirse en el par-
tido a que perteneciera.
Discrepamos de la opinión del erudito maestro Jiménez
de Arédiaga, antes reproducida, en cuanto a que el partido
pueda ser integrado por "ciudadanos o no".
Además del f u n d a m e n t o doctrinario que señalamos, liay
q u e advertir respecto de los inconvenientes de carácter práctico
V concernientes a la disciplina del partido, cumplimiento de sus
deberes, aplicación de medidas correctivas, etc.
T o d o ello sin peí juicio de que, al margen del partido
complementando sus cuadros, funcionen centros v núcleos de ju-
ventud, en los cuales se desarrollará la cultura política; la
juventud adquirirá educación cívica y se prepararán los futuros
ciudadanos.
D e n t r o de este punto cabe formular un interrogante: las
mujeres -ciudadanas— (y el sufragio femenino es ya una vi-
gorosa realidad en casi Lodos los países del mundo, en respuesta
a u n a de las doctrinas políticas neocontemporáncas de mayor
expansión), ¿actuarán, c o n j u n t a m e n t e con los hombres, en las
mismas asambleas políticas? La contestación depende, en pri-

' Ver en G;thviel Amunátcgui, "Regímenes Políticos"' e^igs. r/2-57).


•1-5
Partidos Políticos

mer término, del grado de madurez política q u e aquéllas hubie-


ren alcanzado. Además, puede ocurrir —así sucede en Chile—,
que existan partidos exclusivamente feministas, en torno de u n
programa de excepción.
Desde el p u n t o de vista teórico, y como regla generalizada,
es indudable que, siendo idénticos los deberes y derechos ciuda-
danos d e ambos sexos, debería existir u n a común asamblea. Esa
asamblea única propende también a la mejor coordinación de
las tareas y a u n a mayor cohesión y disciplina.
d) El Programa. Es éste el elemento nuclear del partido
político y el basamento de su constitución.
En el programa deben formularse las aspiraciones doctri-
narias, los objetivos de inmediata y mediata consecución.
"Lo normal — escribiera Burke, hace dos siglos— es q u e
quien actúa en política encuentre personas de criterios semejan-
tes al suyo y se asocie con ellas. Y la objeción f u n d a m e n t a l q u e
se pueda hacer al partido de q u e i m p o n e u n servilismo a las
conciencias de sus miembros es, en gran parte, i n f u n d a d a , ya
que los hombres rara vez están obligados a seguir el criterio
del partido en contra del propio, ¡jorque lo corriente es q u e
quienes profesan los mismos principios, estén ele acuerdo en los
problemas concretos y el desacuerdo en los detalles será gene-
ralmente la excepción y podrá zanjarse, con frecuencia, por la
amistad" 1 .
Los parLidos políticos —como se expondrá en el panorama
histórico de su formación— tuvieron su origen en el deseo de
transformar intereses personales, en asuntos de política pública
y ellos constituyen el medio más poderoso para hacer factible
el gobierno popular.
I.a base de la asociación es la mayor o menor coincidencia
en sentimientos, ideas y doctrinas y el propósito de realizarlas.

1
Edmund Burke, "Textos Políticos".
40 Gabriel Amundtegui

' Con la ideología no captamos el p a r t i d o en su lado esencial,


escribe R a d b r u c h . L o real es ú n i c a m e n t e el interés del parti-
do; la ideología, u n simple ante-muro, u n a simple bella lachada
de ese interés. Aceptemos, por u n a vez, q u e u n partido esté íun-
dado, en efecto, sobre la base d e meros intereses políticos, sin
cooperación de ideas políticas; pues bien, semejante partido se
vería obligado, con necesidad sociológica, a formarse u n a ideo
logia, es decir, a sostener por lo menos, q u e su interés particular
está puesto en interés de la generalidad. Por eso, a u n q u e esa
ideología n o f u e r a al principio, otra cosa q u e u n disfraz enga-
ñoso para e n c u b r i r la desnudez de sus intereses, llegaría p r o n t o
a ser m u c h o más, por necesidad sociológica. L a ideología de u n
p a r t i d o n o es sólo elemento de lucha contra sus enemigos, sino
m o d o de ganar nuevos adeptos. E n t o r n o al g r u p o de gente li-
gada al interés de u n partido, se forma u n círculo cada vez ma-
yor de partidarios suyos, cuya pertenencia al p a r t i d o no está
d e t e r m i n a d a por el interés, sino por la ideología de aquél y que,
por eso, exigen de m o d o consecuente y absoluto, la realización
de esa ideología, a u n a costa del interés; ligando así, al p a r t i d o
la idea que, a su vez, los h a b í a llevado al mismo.

" T a m b i é n , de otra manera, sobrepasa la idea de u n parti-


do a su interés. Para que los ejércitos de la lucha política no
se vean sorprendidos por su flanco, necesitan extender, cada vez
más, su f r e n t e ideal. L a porfía de los partidos obliga, a cada u n o
de ellos, a tener sobre todos los problemas de la vida pública u n a
visión programática, incluso respecto de aquellos q u e con su
interés originario no tienen n i n g u n a conexión o la tienen muy
endeble. D e esta manera, u n p r o g r a m a d e p a r t i d o acoge, en sí,
nuevas pretensiones q u e n o están sociológicamente condiciona-
das, sino motivadas ideológicamente" 1 .

Es tal la importancia q u e reviste el programa ele u n p a r t i d o

Gustavo Radbruch, "Filosofía del Derecho". (Universidad de Heidelberg).


•1-5
Partidos Políticos

—sobre la cual volveremos, con el basamento de autorizadas opi-


niones—, que, en la actualidad ha surgido en la mente de con-
notados tratadistas, como Kelsen, el pensamiento de que en las
elecciones populares debería sufragarse, no por determinados
candidatos, sino por los partidos políticos, es decir, por las doc-
trinas y soluciones q u e encierran en sus programas. Y, después
de que la elección haya asignado la cuota de cargos que corres-
ponde a cada partido, procedan éstos a distribuirlos entre sus
correligionarios, mediante u n a lucha interna y, de acuerdo con
el procedimiento que se estableciere en el estatuto general del
partido.
Esta solución que, incuestionablemente, r e d u n d a en presti-
gio del programa, y obliga a los partidos a justificar sus plantea-
mientos doctrinarios con realizaciones efectivas que poder exhi-
bir al electorado, tiene, además, otra bondad.
Ella evitaría la inevitable atracción personal que determi-
nados candidatos, por sus condiciones de caudillo, su oratoria, o
su prestigio individual, ejercen sobre las multitudes. Y dentro
del mecanismo, de gran aplicación hoy día, de la representación
proporcional, sobre la base de listas concurrentes (no hay voto
perdido y los derrames o saldos favorecen a la lista), ese gran
arrastre electoral de u n candidato puede determinar, para su
partido, u n volumen de sufragios que no corresponde al ambien-
te popular de que disfruta.
Este innovador pensamiento reconoce ya u n a solución po-
sitiva: a fines de la guerra m u n d i a l del año 1914 los soldados
australianos y neozelandeses, q u e permanecían en Europa, con
las tropas de ocupación, sufragaron en las elecciones parlamen-
tarias por los respectivos partidos: "laborista", "conservador" o
"liberal". Después de la votación, las directivas de los partidos
designaron a los candidatos q u e ocuparían los cargos que per-
tenecían al partido.
"Bajo el aspecto histórico, escribe von Eckardt, surgieron
42 Gabriel Amunát-e gui

las colectividades ¡eolíticas de la coincidencia de opiniones, es


decir, de u n a concepción m á s o menos concreta de intereses co-
m u n e s o análogos o de u n e n t u s i a s m o g e n e r a l por u n a idea" 1 .
Esas opiniones coincidentes, esos intereses e ideas comunes,
c o n s t i t u i r á n el f u n d a m e n t o del p r o g r a m a q u e congregará a sus
adeptos.
" T o d o s los hechos d e la historia, observa T a r d e , h a n empe-
zado por ser cuestiones. C a d a u n a de esas cuestiones motiva res-
puestas múltiples, ele las cuales u n a sola se realiza en el hecho y
q u e llevará, en germen, nuevas cuestiones a las q u e h a b r á q u e res-
p o n d e r . I.a historia es u n secular i n t e r r o g a t o r i o de las naciones
por su destino" 2 .
Esas respuestas, q u e constituyen distintas soluciones a los
m ú l t i p l e s j^roblemas —políticos, económicos, religiosos, educa-
cionales, etc.— o r i g i n a r á n los diversos p r o g r a m a s de los partidos.
C a d a u n o d e ellos sustenta u n a - d e t e r m i n a d a solución de
cierto p r o b l e m a : absolutismo y democracia; r é g i m e n mayorita-
r i o y representación p r o p o r c i o n a l ; proteccionismo y librecam-
bio; estado d o c e n t e y l i b e r t a d profesional; u n i ó n o separación
de la Iglesia y del Estado.
Además d e estas soluciones extremas existen múltiples res-
puestas i n t e r m e d i a s a los p r o b l e m a s d e la c o m u n i d a d . Ellas de-
t e r m i n a n la división de la o p i n i ó n p ú b l i c a en u n a diversidad
de partidos, cuyos p r o g r a m a s ofrecen, e n t r e sí, p u n t o s de con-
tacto y de rechazo.
T o d o s aquellos q u e p a r t i c i p a n de los mismos principios, o,
gran p a r t e de ellos, se c o n g r e g a r á n d e n t r o de u n p a r t i d o común
o p r o p e n d e r á n a la f o r m a c i ó n de u n n u e v o p a r t i d o , en t o r n o de
u n n u e v o ideario. Sobre esta cuestión volveremos al t r a t a r acerca
del r é g i m e n político de p a r t i d o s múltiples.
" E n u n p a r t i d o se u n e n todos aquellos c i u d a d a n o s que
q u i e r e n f o m e n t a r , m e d i a n t e acciones c o n j u n t a s , el interés na-
1
Hans von Eckardt (Ob. cit.). - G. Tarde (Ob. cit.).
•1-5
Partidos Políticos

cional, sobre la base de algún principio determinado en el q u e


todos están de acuerdo. Los hombres que piensan libremente,
pensarán en distintas ocasiones de modo diferente, A pesar de
ello, como la mayor parte de las medidas q u e surgen en el curso
de los asuntos públicos, están en relación o dependen, en alto
grado, de algunos grandes principios generales, directores de
gobierno, tiene q u e haber sido particularmente desgraciado u n
hombre, al elegir compañía política, si no está de acuerdo con
ella nueve veces sobre diez. Si 110 concurre en los principios ge-
nerales en q u e se basa el partido y que necesariamente motivan
su aplicación, debería haber escogido, desde el principio, algún
otro más conforme a sus opiniones" 1 .
Es este u n p u n t o que atañe directamente a la disciplina del
partido y que será desarrollado al analizar la existencia de los
partidos denominados "rígidos", o sea, aquellos en que la di-
rectiva está facultada para imponer coercitivamente sus reso-
luciones.
El programa de u n partido, su contenido doctrinario, las
soluciones proyectadas, constituyen su razón de ser, determinan
su existencia y, precisamente, allí radica su p r o f u n d a diferencia
con las facciones o partidos de tipo personalista, que siguen a
u n jefe, a u n caudillo, y que estimulan el "caciquismo", tan
arraigado en las naciones iberoamericanas.
Es por esto q u e discrepamos de la opinión de Alberto
Edwards, que sostuvo: "de poco nos serviría la lectura de los pro-
gramas q u e exhiben (los partidos) como bandera, pues como
todos hemos podido observar, la mayoría de los ciudadanos, aun
en la clase ilustrada, ni los conoce ni les atribuye la menor
importancia 2 .
"De cualquier modo, todo partido tiene la idea o u n con-
junto ele ideas, que pretende realizar o mantener en las esferas
1
Edmundo Burke (Ob. cit.). los Partidos Políticos".
E
Alberto Edwards, "Historia de
44 Gabriel A m n n á t. e g u i

del gobierno, dando normas a la conciencia pública y precisan-


do la estructura social en la completa variedad de sus manifes-
taciones. Los partidos políticos se clasifican según los rasgos
que los caracterizan. Esos rasgos definen lo que podría denomi-
narse el programa de los partidos. Cuando los partidos no tie-
nen programa, sinceramente proclamado y noblemente sentido,
sin claudicaciones ni desfallecimientos, dejan de ser punto de
coincidencia entre el individuo y la colectividad. Una agrupa-
ción de hombres sin programa, vinculados con el propósito de al-
canzar la dirección de los negocios públicos, no es un partido
político: es una facción" 1 .
Precisamente, los partidos totalitarios y, elocuente ejemplo
nos suministra el lascismo, originariamente carecen de doctrina y
de programas. Mussolini lo definió diciendo que "el 'fascismo
es una gran movilización de fuerzas materiales y morales que se
proponen gobernar al país". Su misma acción les suministrará,
posteriormente, una doctrina propia. La teoría del estado fas-
cista fué elaborada, en realidad, después de varios años que el
partido había asumido el poder, pues al principio se resolvieron
los problemas de gobierno, más que respondiendo a un plan
meditado, de acuerdo con las apremiantes necesidades del mo-
mento y con criterio eminentemente práctico.
En Inglaterra el programa de los partidos políticos lia lle-
gado a ser un factor de gran importancia. "En cada elección ge-
neral los partidos someten al cuerpo electoral una declaración
de sus propósitos y proyectos. Esta declaración 110 se hace de un
modo formal v rígido; puede contenerse en los discursos de los
dirigentes del partido o en 1111 documento escrito. Por ejemplo,
el programa del gobierno laborista (Mr. Atice) fué anunciado
en un folleto de doce páginas titulado "Contemplemos el Futu-
ro". Pero, de cualquier forma que se anuncie, se considera co-
mo una promesa cierta de lo cine el partido intenta proseguir y
1
José Bianco fOb. cii.).
Partidos Políticos •1-5

de la actitud q u e se propone adoptar si llega a tener la respon-


sabilidad del gobierno. C u a n d o se acerca la posibilidad de u n a
elección general, cada organización política busca ciertos puntos
concretos para incorporarlos a su programa que, además de guar-
dar armonía con su política general, sirvan, a juicio de los di-
rectores de los partidos, para ganar el apoyo de grandes sectores
de opinión. Por esto, u n a elección general no sólo se reduce a
una elección entre partidos, sino que constituye también u n
veredicto sobre los diversos programas políticos. Sirve para en-
focar la atención pública sobre los problemas sociales y econó-
micos más urgentes, y determina, de m o d o general y, a veces de
modo preciso, la manera de resolverlos" 1 .
"El f u n d a m e n t o del programa de u n partido, anota von
Eckardt, lo constituye u n a declaración de principios, sea ésta o
aquélla, en p r o o en contra. N o hay nadie que' viviendo inteli-
gentemente n o se sienta inclinado a profesar alguna, y a todos
interesa ilustrarse sobre ellas, lo que tiene por consecuencia que
el programa concreto de u n partido siempre atraiga el interés de
los que sienten la política y constituya u n a necesidad para la
discusión pública. Por todo ello habrá siempre diversidad de
partidos" 2 .
Entre los muchos ordenamientos de los partidos políticos
y desde sus orígenes mismos, es dable distinguir entre los de
extremos, derecha e izquierda (tradicíonalista y renovador) y los
de centro (equilibrio). Los respectivos programas exteriorizan
aquellas posiciones: los partidos extremistas, en u n o y otro sen-
tido, exhiben programas precisos y bien definidos; los partidos
moderados necesitan programas nebulosos y abstractos, eludien-
do pronunciamientos categóricos.
Igualmente cabe distinguir, dentro de los gobiernos repre-
sentativos, entre los regímenes políticos, con o sin sistema parla-
1 2
Henry N. Bunbury, "Opinión y Hans von Eckardt (Ob. cit.).
Gobierno",
46 Gabriel A m u n d t eg ui

mentario. El programa de un partido que actúe d e n t r o del ré-


gimen parlamentario será siempre más circunscrito.
El régimen parlamentario de gobierno se basa, preferen-
temente, en el mecanismo ele ios partidos políticos y el neo-
constit-ucionalismo, al consagrar las prácticas clásicas, lo ha re-
glamentado en el propio texto de la ley l u n d a m e n t a l .
La Constitución de la Cuarta República Francesa de 1946,
al estructurarlo, consagra expresamente el f u n d a m e n t o doctrina-
rio del partido. Al producirse, por cualquiera causa, una crisis
ministerial, el Presidente de la República p r o p o n e a la Asam-
blea Nacional la designación de un d e t e r m i n a d o ciudadano
para el cargo ele Presidente del Consejo de Ministros. El candi-
dato a Premier se presenta a m e la Asamblea y le somete el
"Programa" y la "Política" del gabinete que pretende organi-
zar. "Lo que somete a la Asamblea, comenta el catedrático La-
ferriére (Cours de Droit Constitutionel, 1950), no son nombres,
sino ideas, el programa, la política q u e se propone seguir. Y es
únicamente sobre esto que la Asamblea e-, llamada a pronun-
ciarse no para que ella n o m b r e al Presidente del Consejo, sino
para que diga si, a p r o b a n d o ese programa, lo inviste con su
confianza".
Si la Asamblea Nacional da su aprobación al programa, el
Presidente de la República procede a designar al candidato pro-
puesto como Presidente del Consejo.
El programa constituye la base desde la cual el partido po-
lítico desarrolla su labor proselitisca, a. fin de penetrar en las
distintas capas v estratos de la heterogénea opinión pública, tan-
to para captar adherentes, como para obtener el concurso de los
simpatizantes.
Esa labor proselitista será ejercida por medio de la propa-
ganda, eme utilizará todos los medios adecuados, tales como la
prensa, la radio, el discurso, la reunión, el teatro, etc. . .
Esa propaganda, que será analizada en el capítulo respec-
•1-5
Partidos Políticos

tivo, al tratar de las funciones del partido; alcanza su desarrollo


máximo frente a u n acto electoral, y ella procura q u e los prin-
cipios fundamentales del programa golpeen la conciencia popu-
lar o, a lo menos, arrastren a los electores hacia las urnas.
e) Alcanzar el poder. El problema central de la teoría po-
lítica es la clasificación de los gobiernos y el común denomina-
dor de las materias q u e abarca la Ciencia Política, es el poder.
Mas, cabe preguntarse con el catedrático V. O. Key: ¿qué
relaciones humanas son relaciones de poder? ¿Qué relaciones
de poder son políticas? Y, respondamos con el autor citado: "Es
relación de poder toda relación de dominio, de supraordenación,
de control o de influencia, pero sólo cuando se actualiza a tra
vés de la maquinaria de gobierno adquiere relevancia polí-
tica" (Ob. cit.).
El móvil cardinal de u n jjartido —a lo menos en el plantea-
miento doctrinario del problema— es la realización de su idea-
rio, de su programa. Esa realización exige estar en posesión del
poder, del Gobierno.
El poder del Estado, anota Heller (Ob. cit.) se apoya en
un núcleo de poder formado por hombres que están unidos por
una ideología política casi común (comunidad de valores y de
voluntad), legitimando por ella el poder del Estado (opinión
pública).
"De los infinitos deseos del hombre, los fundamentales son
los deseos del poder y de la gloria, escribe Rusel). No son idén
ticos a u n q u e estén íntimamente ligados: el Píimer Ministro
(Inglaterra) tiene más poder que gloria; el Rey, más gloria que
poder. Como regla, por otra parte, puede decirse q u e el camino
más fácil para alcanzar la gloria, es obtener el poder; éste es, pre-
cisamente, el caso en relación a los hombres cuya actividad se
relaciona con los negocios públicos" 1 .

1
B. Russell, "Power, A new socialanalysis".
4 8

Al llegar u n p a r t i d o al poder, o sea, c u a n d o tiene el privile-


gio ele hacerse obedecer, se h a p r o d u c i d o la transformación, que
señalara Ayala, de la o p i n i ó n pública en fuerza política.
"El pocler, anota T a r d e (Ob. cit.), pertenece a aquellos
que, en v i r t u d de las ideas d o m i n a n t e s en su época y en su país
h a n sido juzgados como más aptos p a r a satisfacer, en esa época,
las necesidades ele ese país." De allí, agregaremos, las fatales fluc-
tuaciones del poder y las alternativas de los partidos en el go-
bierno. Este f e n ó m e n o a d q u i e r e especial relieve en los regíme-
nes políticos q u e f u n c i o n a n sobre la base del " T u o System Par-
ties", tales como Inglaterra y los EE. U U . de N. A., donde, con
cierta periodicidad, se a l t e r n a n en el poder, conservadores y la-
boristas, y republicanos y demócratas, respectivamente.
El poder, en los gobiernos democráticos, sólo p u e d e y debe
alcanzarse por el sendero constitucional, es decir, m e d i a n t e la
c o n t i e n d a electoral, el veredicto de las urnas. En u n régimen
democrático la ciudadanía tiene el d e r e c h o de competir por el
control del gobierno, m e d i a n t e la apelación pacífica al electo-
r a d o q u e realiza la p r o p a g a n d a de los partidos políticos y ele
sus candidatos.
En los países con régimen p a r l a m e n t a r i o la lucha por el po-
d e r se acentúa: allí el p a r t i d o procura t r i u n f a r en las elecciones
parlamentarias, n o sólo para disponer ele la mayoría legislativa,
sino principalmente, con el objeto de obtener "su" ministerio.
(Las reglas del gobierno p a r l a m e n t a r i o clásico —y así lo ha con-
sagrado el neo-constitucionalismo— d e t e r m i n a n q u e el jefe del
p a r t i d o mayoritario sea el Primer Ministro y organice u n gabi-
nete homogéneo, cuyos integrantes pertenezcan también a aquél).
Si ha o b t e n i d o "su" ministerio, el p a r t i d o p u e d e realizar
"su" programa. Y, en esos sistemas de gobierno, el poder ejecu-
tivo tendrá u n a estructura dual. L a f u n c i ó n ejecutiva, en esta
estructura dualista, está servida por el ¡ele del Estado —el titular
del cargo (el Monarca inglés o el Presidente de Francia)— y
•1-5
Partidos Políticos

por el jefe de Gobierno, que es, simultáneamente, el Primer Mi-


nistro y el Jefe del partido vencedor. Ambos tienen atribuciones
especificadas.
En consecuencia, en u n régimen parlamentario, el partido
que ha alcanzado el poder en las elecciones —de ellas emana su
mandato, su investidura democrática— tiene el desempeño de las
funciones legislativa y ejecutiva.
La lucha por el poder y, en contra del poder, nos ofrece, a lo
largo de la historia, rasgos similares. Ya, en la Edad Media, apun-
ta Ayala, el "Tercer Estado", la burguesía, se alió con la Coro-
na para luchar en contra del feudalismo, es decir, contra el po-
der político del estamento noble, que entonces dominaba.
Coaliciones semejantes, en que u n grupo social nuevo es-
triba en u n o de los elementos organizados del poder, para arri-
bar a éste, se ven constantemente en la historia, y pueden pasar
como u n o de los más frecuentes mecanismos de la transforma-
ción política-social.
El proletariado, en los tiempos contemporáneos, se apoya-
rá, a su vez, en la burguesía, a fin de ingresar en la vida pública.
"El nuevo sistema gubernativo —proclama en 1919 la "Con-
vocatoria a la Tercera Internacional"— debe ser u n a encarna-
ción de la dictadura que asuma la clase obrera. El nuevo Poder
debe ser arma e instrumento para la eliminación sistemática de
las clases poseyentes, mediante su expropiación".
U n somero análisis del problema del poder obliga a estam-
par algunas otras observaciones complementarias.
La primera de ellas es de carácter general y concierne al
fundamento mismo del problema constitucional que, "en su
esencia, tiene como función matriz la de armonizar a la nación
con su autoridad y al individuo con su libertad. Del equilibrio
armónico entre la autoridad y la libertad depende el funciona-
miento normal de la nación y del individuo. Si ese equilibrio
se rompe, en alguno de sus extremos, surge la dictadura, cuan-
50 Gabriel Amunát-e gui

d o la a u t o r i d a d a h o g a a la l i b e r t a d , o la a n a r q u í a , c u a n d o el
exceso d e l i b e r t a d destruye al p o d e r " 1 .
El e s t u d i o d o c t r i n a r i o de este p r o b l e m a y las realizaciones
positivas h a n d e t e r m i n a d o la a d o p c i ó n d e n o r m a s c o n d u c e n t e s
a la l i m i t a c i ó n d e l p o d e r . Es ésta u n a m a t e r i a q u e rebasa el
m o l d e d e este " E n s a y o " y nos l i m i t a m o s a consignarla, (Ver en
n u e s t r o e s t u d i o acerca d e " R e g í m e n e s Políticos", págs. 81-97).
Asimismo, y c o m p l e m e n t a n d o la observación a n t e r i o r , es
preciso a n o t a r q u e , d e n t r o d e las actuales tendencias políticas del
m u n d o , se registra u n a c e n t u a d o m o v i m i e n t o de o p i n i ó n —pen-
s a m i e n t o q u e tiene su c o n c r e c i ó n e n textos constitucionales—
h a c i a la vigorización del p o d e r ejecutivo. Es decir, c a p a c i t a r al
ó r g a n o e j e c u t i v o p a r a q u e , en el ejercicio d e la p o t e s t a d regla-
m e n t a r i a , sirva la f u n c i ó n legislativa (leyes delegatorias y de-
legadas, decretos con f u e r z a d e ley),
L a realización d e esta d o c t r i n a c o n t r i b u y e a r e f o r z a r la im-
p o r t a n c i a del p o d e r g u b e r n a m e n t a l d e los p a r t i d o s políticos.
Este t ó p i c o será a n a l i z a d o e n el p á r r a f o r e f e r e n t e a las " F u n -
ciones d e los P a r t i d o s Políticos".
L a ú l t i m a acotación q u e n o s p e r m i t i m o s m a r c a r c o n c i e r n e
a las f u n c i o n e s q u e , f r e n t e al p o d e r q u e ejerce el p a r t i d o t r i u n -
f a n t e en los comicios, sirven él o los p a r t i d o s antagónicos.
L a posición d e ese o esos p a r t i d o s d e oposición, f r e n t e al
p o d e r , es d e c a p i t a l i m p o r t a n c i a p a r a el correcto f u n c i o n a m i e n -
to d e u n r é g i m e n d e m o c r á t i c o d e g o b i e r n o . Esos p a r t i d o s , al
i m p u g n a r la p o l í t i c a e x i s t e n t e y el e s t a d o efectivo d e las cosas
d e b e n señalar, a la vez, c ó m o éstas d e b e r í a n estar y q u é solucio-
nes p r o p o n e n c o n tal o b j e t o .
Esta m a t e r i a será b o s q u e j a d a t a m b i é n en el p á r r a f o ya se-
ñalado.

1
Gabriel Amunátegui, "Regímenes Políticos",
•1-5
Partidos Políticos

f ) Funciones públicas. El segundo objetivo que persigue el


partido al obtener el poder es la posibilidad de disponer de los
cargos de la Administración Pública.
Este problema tiene q u e ser analizado desde distintos án-
gulos.
Desde el p u n t o de vista doctrinario, es preciso considerar
que las funciones públicas, políticas y administrativas, están
estrechamente vinculadas, vinculación que se acentúa con la
mayor o menor intervención del Estado en los fenómenos econó-
micos (socialismo de Estado) y con la realización de la doctrina
de la racionalización del poder (enmarcar la vida colectiva en
el derecho).
En consecuencia y, siempre dentro del planteamiento doc-
trinario del problema, es de una lógica elemental argüir que
ambas —la política y la administración— deben estar presididas
por un mismo criterio y u n a misma orientación.
Al colocar a sus hombres en posiciones públicas importan-
tes, el partido que ejerce el poder tiene en sus manos la di-
rección y control de la administración pública y, en la buro-
cracia que ha organizado, u n a sólida plataforma de sustentación.
Ya en el pasado siglo, u n a de las más puras e interesantes
figuras del pensamiento político inglés, E d m u n d Burke, escribió
en 1790 que "toda conexión (partido) honrada confesará que su
primer propósito consiste en tratar de conseguir, por todos los
medios honestos, q u e los hombres que comparten sus opiniones
se coloquen en u n a situación tal que puedan poner en ejecución
los planes comunes con todo el poder y la autoridad del Estado.
Como ese poder está unido a ciertos puestos, es su deber aspirar
a ellos" 1 .
Situándonos en otro ángulo del problema, y m i r a n d o ha-
cia las realidades sociales, tenemos que observar u n aspecto hu-
mano del problema.
1
Edmund Burke (Ob. cit.)
52 Gabriel Amunát-e gui

A los partidos políticos ingresan hombres atraídos por idea-


les, por doctrinas; hombres que ven en el partido, en la acción
colectiva, la posibilidad de que sus doctrinas puedan concretarse
en soluciones positivas para los distintos problemas q u e entraña
la vida de la comunidad.
Mas, a los partidos también tienen acceso hombres movidos
por intereses, por apetitos y para quienes el programa es, más
o menos, indiferente; y que, en cambio, pretenden utilizar su
concurso en las luchas electorales, para obtener cargos y fun-
ciones rentados,
La política de que el partido vencedor disponga, como hi-
juela pagadora, de los cargos de la administración pública, fué
introducida a partir del a ñ o 1829 p o r el Presidente Jackson,
de los EE. UU. de N. A., que hizo realidad el principio de que
"el cargo público es el botín de la lucha política; los despojos
son del vencedor".
"La m á q u i n a política, anota Key (Ob. cit.), analizando
el fenómeno norteamericano, es, en cierto sentido, u n g r u p o de
presión. Como cualquier otro grupo de presión, la m á q u i n a de-
sea cierto tipo de acción gubernativa en puntos de inmediato
interés para ella y, particularmente, en el nombramiento para
los empleos públicos con q u e desea premiar a sus colaboradores.
El sistema es generalmente considerado como u n a desgraciada
manifestación de la innata perversidad del hombre o como una
lista de venalidades personales. Resulta, sin embargo, imposible
desconocer la posición de primer orden que ocupa en la confi-
guración del poder político. L a verdad es que no se ha encon-
trado otra manera de asegurar el cumplimiento de las funciones
asignadas a la m á q u i n a partidaria. La organización del partido
hace marchar el gobierno democrático y cobra u n precio por
este servicio. Hasta que se invente otro sistema de financiación
política, el gobierno sostendrá, directa o indirectamente, las ac-
tividades del partido triunfante".
•1-5
Partidos Políticos

"Esta lucha por el poder, escribe Faulkner en su realista


estudio, h a suscitado ciertas etiquetas o apodos políticos como
"los de d e n t r o " y "los de fuera". El partido q u e está en la Pre-
sidencia es conocido como la "Administración". E x a m i n a n d o
una lista de administraciones presidenciales veréis q u e los ha-
miltonianos o sus sucesores h a n conseguido la presidencia en 19
elecciones y q u e los jeffersonianos o sus sucesores la obtuvie-
ron en 20. E n general, los partidos que h a n estado m u c h o tiem-
po en el poder, son como u n gato gordo, m u y satisfecho de sí
mismo. Entonces es el m o m e n t o en que otro partido, hambrien-
to de poder, salte sobre "los de d e n t r o " y les arrebate su presa" 1 .
Criticando el uso exagerado del sistema de monopolizar
los destinos públicos, escribe el Dr. Ramella: " N o es q u e niegue
que el gobernante salido de las filas de u n p a r t i d o debe pres-
cindir de su orientación ideológica n i q u e debe gobernar con
colaboradores ajenos a aquél. Pero, la realidad es bien distinta.
El partido político se coloca a la par del gobernante: éste n o
puede tomar n i n g u n a iniciativa, frecuentemente, n i n o m b r a r
u n empleado, sin q u e antes se haya prestado por el partido la
correspondiente conformidad. Diputados o senadores tienen dis-
tribuido u n n ú m e r o determinado de puestos públicos y ellos
son dueños de esos nombramientos. Si el g o b e r n a n t e se resiste,
si pretende tener u n m í n i m o de independencia, el p a r t i d o adop-
ta una actitud hostil y ocurre a la renuncia o el juicio político 2 .
Es innegable q u e el gobernante debe considerar los dis-
tintos intereses y peticiones del p a r t i d o que lo llevó al poder,
con particular interés y, en las designaciones d e los jefes de
los servicios d e la administración pública, procurar q u e recai-
gan en sus correligionarios.
Mas, el uso arbitrario del poder o las excesivas debilidades
del gobernante para con las autoridades de su partido, además
de significar u n grave q u e b r a n t a m i e n t o de los principios regu-
1 2
Faulkner (Ob. cit.). Ramella (Ob. cit.).
54 Gabriel Amunát-e gui

ladores del G o b i e r n o y d e la a d m i n i s t r a c i ó n , e n t r a ñ a un ger-


m e n de desprestigio y c o r r u p c i ó n .
R e a c c i o n a n d o en c o n t r a de estas actitudes, las leyes orgá-
nicas d e la A d m i n i s t r a c i ó n P ú b l i c a , p r e f e r e n t e m e n t e el "Estatu-
to A d m i n i s t r a t i v o " —de g e n e r a l i n t r o d u c c i ó n e n el m e c a n i s m o
j u r í d i c o actual—, c o n s u l t a n reglas q u e g a r a n t i z a n al funciona-
r i o la e s t a b i l i d a d e n la f u n c i ó n , la p e r m a n e n c i a en el cargo.
E n algunos países estos p r i n c i p i o s h a n sido incorporados
en el p r o p i o texto c o n s t i t u c i o n a l .
E n t r e las nuevas constituciones d e esta época p o d e m o s se-
ñ a l a r las siguientes disposiciones p e r t i n e n t e s :
Brasil, d e 1940. A r t . 156: c) " L o s f u n c i o n a r i o s públicos, des-
p u é s de dos años, c u a n d o f u e r e n n o m b r a d o s c o m o consecuencia
d e oposiciones y, en todos los casos, después de 10 años d e ejer-
cicio, sólo p o d r á n ser destituidos p o r sentencia j u d i c i a l o me-
d i a n t e proceso a d m i n i s t r a t i v o en el q u e serán oídos y p o d r á n
defenderse";
Chile, d e 1925. A r t . 72: Son a t r i b u c i o n e s especiales del Pre-
s i d e n t e d e la R e p ú b l i c a . N ? 7. " P r o v e e r los d e m á s empleos civi-
les y m i l i t a r e s q u e d e t e r m i n e n las leyes c o n f o r m e el E s t a t u t o
A d m i n i s t r a t i v o . N<? 8. D e s t i t u i r a los e m p l e a d o s d e su designa-
ción, p o r i n e p t i t u d u o t r o m o t i v o q u e h a g a i n ú t i l o p e r j u d i c i a l
su servicio, con a c u e r d o del Senado, si son jefes d e o f i c i n a o
e m p l e a d o s superiores, y con i n f o r m e de la a u t o r i d a d respecti-
va, si son e m p l e a d o s subalternos, en c o n f o r m i d a d a las leyes
orgánicas de cada servicio";
Española, de 1931. A r t . 41: "Los n o m b r a m i e n t o s , exceden-
cias y j u b i l a c i o n e s d e los f u n c i o n a r i o s públicos se h a r á n con-
f o r m e a las leyes. Su i n a m o v i l i d a d se g a r a n t i z a p o r la Consti-
tución. L a separación del servicio, las suspensiones y los traslados
sólo t e n d r á n l u g a r p o r causas j u s t i f i c a d a s previstas en la ley.
N o se p o d r á molestar n i perseguir a n i n g ú n f u n c i o n a r i o públi-
co p o r sus o p i n i o n e s políticas, sociales o religiosas".
•1-5
Partidos Políticos

Italiana, d e 1947. Art. 98: "Los empleados públicos están


al servicio exclusivo de la nación. Si son miembros del Parla-
mento sólo p o d r á n conseguir su ascenso por antigüedad".
El Salvador, de 1950. Art. 108: "Los funcionarios y emplea-
dos públicos están al servicio del Estado y n o de u n a fracción
política determinada. N o p o d r á n prevalerse d e sus cargos
para hacer política eleccionaria". Art. 109: "Se establece la
carrera administrativa. La ley regulará el servico civil y, en
especial, las condiciones de ingreso a la Administración; las
promociones y ascensos a base de mérito y a p t i t u d ; la garantía
de permanencia, etc."
El Uruguay, de 1951. Art. 58: "Los funcionarios están al
servicio de la nación y n o de u n a fracción política". Art. 59:
"La ley establecerá el Estatuto del Funcionario, sobre la base
f u n d a m e n t a l de q u e el funcionario existe para la función, y n o
la función para el funcionario". Art. 60: "Establécese la carre-
ra administrativa para los funcionarios presupuestados de la
Administración Central q u e se declaran inamovibles, sin per-
juicio de lo q u e sobre el particular disponga la ley por mayoría
absoluta de votos del total de componentes de cada Cámara. Su
destitución sólo podrá efectuarse de acuerdo con las reglas esta-
blecidas en la presente Constitución".
Venezuela, de 1947. Art. 90: "El Estado dictará u n Estatuto
que rija sus relaciones con los funcionarios y empleados públi-
cos, en el cual se establecerán las normas de ingreso a la admi-
nistración, y las de ascenso, traslado, suspensión y retiro. Los
empleados públicos están al servicio de la nación y no d e par-
cialidad política alguna".
El reverso de la política de "los despojos" nos lo ofrece
Gran Bretaña. Los tratadistas están acordes en q u e u n o de los
elementos que d a n al sistema político británico su carácter dis-
tintivo, en el concierto mundial, es la eficiencia de su servicio
administrativo.
56 Gabriel Amunát-e gui

H a c e m á s d e u n siglo q u e I n g l a t e r r a a b a n d o n ó el c o n c e p t o
q u e t e n í a d e la a d m i n i s t r a c i ó n p ú b l i c a y a d o p t ó el p r i n c i p i o d e
seleccionar a sus f u n c i o n a r i o s , p r e s c i n d i e n d o d e su e t i q u e t a po-
lítica, e n t r e "los m e j o r e s cerebros p r o d u c i d o s p o r t o d o el siste-
m a e d u c a t i v o d e l p a í s " ( B u n b u r y . O b . cit.).

S e c c i ó n S e g u n d a

Perspectiva histórica. Consagración constitucional.


Crisis política

5. PERSPECTIVA HISTÓRICA.—¿Cuál es la h i s t o r i a d e los p a r t i d o s


políticos?
" L a s colectividades aptas p a r a la acción p o l í t i c a n o son
improvisables, escribe E c k a r d t , sino q u e d e b e n ser estructura-
das s i s t e m á t i c a m e n t e con a r r e g l o a u n p l a n o r g á n i c o y sólo pue-
d e n b r o t a r , p o c o a poco, d e la convivencia d e h o m b r e s d e pen-
s a m i e n t o e intereses c o m u n e s , u n i d o s p o r su p r o p i a v o l u n t a d " 1 .
D e s d e la c u n a m i s m a d e la civilización los h o m b r e s se orde-
n a r o n en g r u p o s , d e m a y o r o m e n o r a m p l i t u d . Esos g r u p o s reco-
n o c i e r o n distintas bases d e f o r m a c i ó n : el o r i g e n , y así s u r g i e r o n
los p a t r i c i o s y plebeyos, d e la a n t i g u a R o m a ; los n o b l e s o estado
l l a n o y c o m u n e s , e n F r a n c i a e I n g l a t e r r a ; el g r a d o d e l i b e r t a d
o d e p e n d e n c i a , q u e d e t e r m i n a las castas y la clasificación en
h o m b r e s libres, libertos, siervos, esclavos; las profesiones y ofi-
cios, q u e n o s l l e v a n h a c i a el clero, el ejército, los comerciantes,
etc.; la f o r t u n a , y t e n e m o s clases ricas, m e d i a s y pobres, o c o m o
d i s t i n g u i e r a G u i z o t —y este o r d e n a m i e n t o , en el d e v e n i r , in-
f l u i r á e n l o político—, "los h o m b r e s q u e viven d e sus p r o p i e d a -
d a d e s i n m u e b l e s , d e sus tierras y capitales, sin a u m e n t a r l o s con
su t r a b a j o ; los h o m b r e s q u e , con su esfuerzo, v a l o r i z a n su ri-

1
Eckardt (Ob. cit.)
•1-5
Partidos Políticos

queza, y, finalmente, los hombres que, sin tierras n i capitales,


viven de su trabajo."
"De u n a manera general, escribe Joussain, la diversidad de
funciones en el grupo social preside a la formación de las cla-
ses: a la necesidad de asegurar la vida material, responden las
clases trabajadoras; a la necesidad de asegurar la convergencia
de las voluntades y el equilibrio de los intereses, de manera d e
hacer reinar el orden y la paz, en el interior, responden las cla-
ses dirigentes; a la necesidad de defenderse contra los enemigos
externos, la clase militar" 1 .
Clase social, dice Valsecchi (citado por Ramella) es "el
conjunto de personas q u e ejercen actividades análogas, viven
del mismo modo, h a n llegado a u n mismo nivel de formación
intelectual, tienen ideas y sentimientos semejantes". Es decir,
los cuatro elementos de la clase social serían: similitud de género
de vida; similitud de cultura; similitud de ocupaciones y simi-
litud de mentalidad.
Este ordenamiento de los hombres, esta formación de gru-
pos y de clases, que se opera b a j o el imperio de múltiples fac-
tores, se modifica en el curso de la historia y este f e n ó m e n o
habrá de ejercer u n a influencia grande en el campo del gobier-
no, del poder, de la política, en general.
Cada vez q u e u n a clase crecía en fuerza y en prestigio, pre-
tendía las ventajas y privilegios de las clases superiores: "La
cuestión obrera no se ha transformado en cuestión social (o,
más bien, política) sino cuando las necesidades, los sentimientos,
las ideas de la clase media penetraron en la clase obrera" (Funck-
Brentano. "La Politique").
Castas sociales, clases, grupos y gremios son ordenamientos
humanos, pero n o constituyen el núcleo de los partidos políti-
cos, cuyas características fueron ya precisadas.

1
Andró Joussain, "Les Classes Sociales".
58 Gabriel Amunát-e gui

El origen histórico lo encontramos en Inglaterra, en el si-


glo XVIII: allí nacerán, dentro de la evolución secular de sus
instituciones, los partidos políticos. La lucha por la hegemonía
entre la Corona y el Parlamento habrá de determinar su constitu-
ción: los partidarios del Monarca se estructurarán en el par-
tido Tory, o tradicionalista; los defensores de los "Comunes",
en el partido democrático, o Whig. Las características de los par-
tidos ingleses serán descritas al tratar del "Two Sistem Parties".
En una visión generalizada del problema, debemos anotar
que corresponderá al siglo X I X ser la cuna universal de los par-
tidos políticos.
El Congreso de Viena —1814— marca el gesto restaurador
del equilibrio europeo, trizado por las guerras de la Revolu-
ción y del Imperio, la restauración del "Antiguo Régimen", de
los antiguos gobernantes.
El ambiente era refractario a esa restauración del absolu-
tismo: las ideas proclamadas por la Filosofía del siglo XVIII
—"Soberanía Nacional"; "Derechos Individuales"—, habían ya
germinado en muchos espíritus, que anhelaban un régimen de
mayor libertad.
Estos espíritus rebeldes fueron el núcleo que habrá de en-
gendrar los primeros partidos políticos, los liberales o constitu-
cionalistas.
Durante la primera mitad del siglo X I X el mundo euro-
peo, con repercusión en tierra americana, se verá abocado al
conflicto entre dos principios antagónicos: la soberanía divina
de los reyes y el derecho soberano de los pueblos.
Ese conflicto suscitará los movimientos revolucionarios de
los años 1820, 1830 y 1848: el movimiento precede a la orga-
nización.
Frente a ese conflicto, los hombres se estructurarán, ele un
lado y del otro de la barricada, en dos corrientes poderosas.
Esas corrientes encontrarán su concreción en los dos partidos
•1-5
Partidos Políticos

que, originaria y biológicamente, encarnan las tendencias fun-


damentales que, desde todo p u n t o de vista y, respecto de cual-
quier problema, gravitan en una comunidad h u m a n a .
La corriente conservadora, tradicionalista, estática ("La ra-
zón"), por u n a parte, y, por la otra, la corriente liberal, renova-
dora, dinámica ("La imaginación").
Los adherentes de la primera, llamados aristócratas, conser-
vadores o "serviles", defendían las prerrogativas reales y, a lo
sumo, admitían acordar al pueblo los menores derechos po-
sibles.
LSUS adversarios, demócratas, liberales o radicales, reclama-

ban, en cambio, las más posibles. Reclamaban la libertad poli-


tica, con reconocimiento de las nacionalidades; la igualdad de
todos los ciudadanos, ante la ley; la participación del pueblo en
la vida política, con el régimen representativo, y el respeto a la
persona h u m a n a en el terreno de las creencias, de las ciencias y
de la industria.
Y, mientras los primeros trataban de impedir la introduc-
ción de las formas constitucionales o, a lo menos, de despojarlas
del elemento democrático, los segundos se esforzaban por des-
arrollar la vida constitucional y por extender los derechos del
pueblo.
Así nacerán en Francia, durante el gobierno de Luis XVIII,
los monarquistas y los liberales; en Suiza, conservadores y libe-
rales; en España, los partidarios del antiguo régimen absoluto,
o "serviles", y los partidarios del constitucionalismo, o, "libera-
les" (de España penetró esta expresión en la terminología po-
lítica); en Portugal, absolutistas y constitucionalistas.
Estos dos campos se subdiviclían en una infinidad de gru-
pos con matices diferenciales: así, entre los liberales, había que
distinguir los "moderados", que se satisfacían con las reformas
alcanzadas, y, los "exaltados", que anhelaban la prosecución de
la obra democrática; entre los monarquistas, surgió la rama
60 Gabriel Amunát-e gui

de los "Ultra-monarquistas", más reaccionarios que el propio


Monarca.
A partir de 1830, anota el historiador Weber ("Histoire
Contcmporaine"), "los hombres llamados del "justo medio" qui-
sieron aproximar las tendencias opuestas y crearon u n tercer
partido que, combatido por los otros, ofreció u n asilo a todo
el que fuera moderado, indeciso o tímido".
"De afll en adelante, escribe Maurice Prax, habrá hombres
obsesionados por el pasado, que constituirán la derecha; hom-
bres obsesionados por el porvenir, que constituirán la izquier-
da (estas expresiones, "Izquierda" y "Derecha", de universal
empleo, han sido motivadas por la distribución de los partidos
en el hemiciclo del Congreso francés), y hombres que, al man-
tenerse dentro de las necesidades del presente, serán el centro."
Dentro de cada partido hay, además, hombres que respetan
las cosas, tal como están, y otros, que avanzan hacia las cosas,
tal como deberían ser. Esta posición ideológica perdura: "el dra-
ma interno de los grandes partidos de la Cuarta República fran-
cesa (M. R. P. y R. P. F.), escribe Cartier, es q u e son éllos mis-
mos, parlamentos en miniatura, con su izquierda, su derecha
y su centro" 1 .
El partido tradicionalista o conservador estará constituido
por la aristocracia, por el terrateniente, por las clases poseedoras.
Contará con el apoyo de la alianza de las grandes casas reinantes;
con la influencia de la iglesia; con la presión ancestral. Uti-
lizará, en su beneficio, los rudimentarios medios del incipiente
gobierno representativo: sufragio restringido; sistema mayori-
tario. Serán agentes retardatarios de la expansión de las nuevas
doctrinas, la escasa ilustración de las masas y los limitados me-
dios de comunicación y de transporte.

3
Rayraond Cartier, "Au tour du Monde", ("París Match"). N? 160.
•1-5
Partidos Políticos

A lo largo de la historia podemos observar que, en su ori-


gen, el poder político reconocía como su f u e n t e la riqueza:
"Eran los hombres más cultos, anota Faulkner. Su riqueza les
permitía asistir a los mejores colegios y esto contribuye a hacer
de ellos los jefes naturales del país. Por otra parte, disponían de
ocios que consagrar a la política".
"El espíritu de partido —observa Suniner Main ("Gobierno
Popular")— era, en su origen, u n deporte reservado a las aris-
tocracias y, al cual, el resto de la población asistía, pero no par-
ticipaba".
El partido reformador liberal reclutará sus elementos entre
profesores y estudiantes universitarios, periodistas y escritores,
entre elementos de la burguesía y escasos núcleos de obreros
cultivados.
En su cuna, en la etapa de los movimientos revolucionarios,
habrá de adoptar la f o r m a de sociedades secretas.
Los "Carbonarios" y la "Francmasonería" —cuyos miembros
eran los burgueses liberales, hostiles al poder del clero, y los
oficiales de ejército—, descontentos con la restauración— surgen
con tal propósito.
En Francia se organizan asimismo la "Sociedad de Amigos
del Pueblo", de los "Derechos del H o m b r e " , de "Las Familias",
de "Las Estaciones".
E n Italia, Mazzini f u n d a r á , en 1831, la "Joven Italia", q u e
ampliará su programa en la "Joven Europa", E n 1844 habrá
una "Joven Italia", "Joven Polonia", "Joven Alemania", "Jo-
ven Suiza", "Joven Francia", "Joven España", y q u e estarán di-
rigidas por u n Comité Central cuyo objetivo era "liberar a los
pueblos de los gobiernos absolutos y monárquicos y establecer
en todas partes la República y la Democracia".
Debemos, al efecto, recordar la influencia que, en la eman-
cipación ibero-americana, desempeñara la "Logia Lautarina",
creada a inspiración de Francisco Miranda.
62 Gabriel Amunát-e gui

Coadyuvan a la obra clandestina, en q u e se plasman los


partidos del porvenir, los clubs y sociedades privadas, tales co-
mo en España la "Sociedad Patriótica del Café Lorenzini nacio-
nal y constitucional" y el "Club de la Fuente de Oro", que rea-
lizan su labor proselitista mediante reuniones públicas, diarios
y folletos.
En los Estados Unidos de Norteamérica que, excepción
hecha de Inglaterra, es el primer país que ofrece el cuadro de
una opinión pública organizada, los partidos políticos —cuyas
características serán también bosquejadas al tratar del régimen
de dos partidos— nacen al fundarse la República en tiempos de
Washington. La bifurcación fué motivada por la interpretación
de la Constitución y, originariamente, por la lucha entre el po-
der del gobierno federal y el de los Estados miembros.
En su origen, los partidos de doctrina se confunden con las
facciones o partidos personalistas, es decir, agrupaciones que lu-
chan, n o por el triunfo de ciertas ideas, sino de ciertos hombres.
Las luchas políticas ocultaban rivalidades personales.
Asi tenemos, en Francia, a los enemigos de la República:
los legitimistas, los orleanistas y los bonapartistas, que perseguían
el derrocamiento del gobierno, pero reivindicaban el derecho a
la Corona, con u n interés partidista personal, es decir, para los
descendientes de Carlos X, de Luis Felipe de Orleans, y de Na-
poleón, respectivamente.
En España, la lucha entre "Cristinos" y "Carlistas", es de-
cir, entre los partidarios del príncipe Carlos y de la reina María
Cristina, y, en Chile, durante el período de la Patria Vieja (1810-
1814), las rencillas entre don Bernardo O'Higgins y don José
Miguel Carrera, luchando por el poder personal.
Los partidos personalistas o facciones se combatían general-
mente por medio de insurrecciones militares.
Recordemos los "Pronunciamientos" españoles. U n jefe su-
perior del Ejército se levanta en contra del Gobierno, lanza una
•1-5
Partidos Políticos

proclama justificando su conducta —proclama en la q u e podría-


mos ver, dentro de u n régimen legal, el programa político q u e
inspirará su acción— y hace u n llamado a los descontentos. Si
el gobierno n o tiene suficiente respaldo, los insurrectos lo de-
rriban y reemplazan 1 .
"Este llamado a la fuerza, por irregular que fuera, anota
Seignobos, constituye, en los países desprovistos de educación po-
lítica, el único freno práctico al despotismo de las Coronas" 2 .
Los países iberoamericanos recibieron la herencia metropo-
litana de los "pronunciamientos" b a j o la forma de "Cuartela-
zos", o golpes militares.
"Se ha podido decir de ellos, escribió el profesor Laferrie-
re, que el régimen normal era la dictadura temperada por la
revolución". Y, por su parte, García Calderón, en su estudio
sobre el régimen político sudamericano 3 , opinó que "necesitan
esos pueblos, donde no se lucha por el triunfo de las ideas sino
por el de ciertos hombres, u n sistema político que reconociera
las prerrogativas de u n hombre. Las revoluciones sudamericanas
pueden, además, ser consideradas como u n a forma necesaria de
la actividad política."
N o sólo fueron problemas de carácter político —lucha entre
el absolutismo y la libertad— los que dieron inicio a los parti-
dos políticos.
Otra gran cuestión doctrinaria dividirá también las con-
ciencias humanas: la cuestión religiosa.
Así tenemos que, a u n antes de luchar por la liberación del
individuo frente a la prepotencia del gobernante, se lucha en
contra de la intolerancia y del sectarismo religioso, se reivindica
la libertad de cultos. La rebelión espiritual del siglo XVI, en el

1 2
Ver en Gabriel Amunátegui Cli. Seignobos, "Histoile Políti-
Regímenes Políticos"; (pág. 44- que de l'Europe Contemporaine".
3
« ) la génesis de los gobiernos auto- García Calderón, "Les démocra-
Máticos. ties latines de l'Amérique".
64 Gabriel Amunát-e gui

campo teológico, luchando por la libertad de conciencia, es


el primer antecedente de la lucha por la libertad política.
En los países cuyos habitantes practican diversos cultos, se
organizarán núcleos en torno de los respectivos dogmas. En los
Países Bajos, los partidos se estructuran originariamente, desde
este p u n t o de vista: los católicos, los ortodoxos, partidarios de la
educación confesional calvinista, y que serán, más tarde, el par-
tido conservador, y los liberales.
En Suiza podemos registrar la oposición entre los cantones
protestantes y católicos, q u e originará sendos partidos políticos.
En los países iberoamericanos esta contienda se desarrollará,
sin afectar af dogma, en torno del ejercicio del derecho de Pa-
tronato y del régimen legalista, y esta lucha, entre los gobiernos
y la Santa Sede, suscitará violentas querellas internas.
En la segunda mitad del siglo X I X surgirá u n a nueva cues-
tión q u e servirá de basamento para encasillar a la opinión pú-
blica: la cuestión social y económica.
Hasta esa fecha h a n sido los problemas políticos —monar-
q u í a limitada y más tarde, republicanismo— y los problemas
religiosos —libertad de cultos, separación de la Iglesia del Esta-
do—, las cuestiones q u e han orientado el pensamiento de los
pueblos.
L a Revolución Francesa de 1789 i n t r o d u j o en el m u n d o
contemporáneo (1789-1914) las monarquías constitucionales, el
sufragio censitario, el gobierno representativo (Parlamento),
la consagración de los derechos individuales y los principios ins-
piradores de los partidos políticos.'
H a nacido el Estado capitalista-burgués-liberal. La burguesía,
el "Tercer Estado", h a derrocado de sus prerrogativas a la no-
bleza; se busca la realización del principio de la libertad.
L a revolución francesa de 1848 —con hondas repercusiones
en E u r o p a y en América— (en Chile inspirará el movimiento
revolucionario de 1851) al derrocar la monarquía y substituirla
•1-5
Partidos Políticos

por u n gobierno republicano, determinará las primeras mani-


festaciones del "Cuarto Estado", la pequeña clase media, el pro-
letariado d e las ciudades y de los campos.
El gobierno provisorio de la Francia del 48 vé la formación
del partido de la R e f o r m a que propicia " u n a revolución social
para mejorar la suerte de los obreros."
Esc gobierno, b a j o la inspiración de Luis Blanc, establece
los "Talleres Nacionales", primera realización del credo socia-
lista; " T o d o h o m b r e tiene derecho al trabajo y el Estado, el
deber de proporcionárselo".
Ese gobierno, en el terreno político, dicta el Decreto del 5
de marzo de 1848 ampliando el sufragio, "base de nuestro dere-
cho político e instrumento indispensable de la soberanía del
pueblo", y otorga el derecho a voto a todo ciudadano francés
varón, desde los 21 años de edad. De u n día a otro el electorado
se elevó de 250.000 individuos a 9.395.000.
"La revolución de 1848 en Europa, escribe E d u a r d o Benes,
observada en su propia contextura política y social, es la culmi-
nación de u n período de lucha romántica por la libertad social,
como corolario de la libertad política ganada por las revolucio-
nes francesa y americana, a fines del siglo X V I I I . En esta revo-
lución, el "Cuarto Estado" proclamó ante el m u n d o su exis-
tencia política y realizó su primera aparición organizada en
Europa" 1 .
La revolución de 1848 ha hecho aflorar los problemas eco-
nómico-sociales y señala la iniciación de la lucha hacia la con-
secución del principio de la igualdad.
Concurre a esta transformación del pensamiento m u n d i a l
la revolución industrial que se iniciara a fines del siglo X V I I I
y que, con el auge del maqumismo, adquiere relevancia en el
siglo X I X e introduce hondas perturbaciones de carácter po-
l í t i c o , económico y social.

1
Eduardo Benes (Ob. cit.).
66 Gabriel Amunát-e gui

Esta revolución industrial, bajo el aspecto que nos interesa


recoger, determinó u n desplazamiento de la población de los
campos a las ciudades (la transformación, según el hermoso
pensamiento de Gustave Hervé, de "La Inglaterra verde en la
Inglaterra negra"); la concentración de lós obreros en las fá-
bricas y usinas en contacto de "codo con codo"; la formación
de u n a clase proletaria, provista de u n a conciencia de tal y con
ideas propias.
Aparece, en la escena política el proletariado y, surgen los
primeros partidos socialistas.
El desarrollo paulatino de la instrucción, el fomento, a es-
caso costo, de libros y diarios, van capacitando a las masas; el
sufragio amplio, al otorgarles derecho a voto, determina que
penetre en la política una nueva y poderosa fuerza.
El Manifiesto de Marx y Engels será el Credo de la cre-
ciente ideología; la Primera Internacional dará a las clases pro-
letarias u n basamento orgánico.
Este proceso seguirá su desarrollo paulatino a lo largo de la
segunda mitad del siglo X I X : en los principales países de Euro-
pa y de América se estructuran los primeros núcleos del partido
socialista.
La guerra mundial que se inició en el año 1914 cierra la
Era Contemporánea y marca el advenimiento de los tiempos
Neo-con temporáneos.
El T r a t a d o de Versalles puede ser señalado como el ante-
cedente de la época que convivimos y el mundo, a partir de esa
fecha, nos ofrece, dentro de u n proceso total de renovación de
valores, rasgos bien definidos.
"En lo político, desaparecen los últimos gobiernos absolu-
tos de la Europa: Alemania, Austria-Hungría, Rusia y T u r q u í a .
Las monarquías constitucionales ceden su lugar a las institucio-
nes republicanas. El sufragio adquiere su universalidad, al in-
corporar a la m u j e r dentro de la ciudadanía. Se generaliza el
•1-5
Partidos Políticos

mecanismo de la representación proporcional. El gobierno par-


lamentario adquiere ámbito m u n d i a l y, los partidos políticos,
su consagración en los textos constitucionales.
"La revolución rusa llevará, al terreno de las realidades, al
"Cuarto Estado": p e q u e ñ a clase media, obreros, campesinos.
Surgen los problemas económico-sociales" 1 .
La influencia q u e la revolución soviética ha ejercido en la
transformación política del m u n d o es u n o de los hechos tras-
cendentales de la historia.
En pleno desarrollo de la segunda guerra m u n d i a l —año
1942—, dictamos u n a conferencia en el Salón de la U n i ó n de
Profesores de Chile.
En ella, entre otros conceptos, expresamos:
" D u r a n t e la guerra que el p u e b l o español libró y perdió
contra tanques y aviones extranjeros, q u e utilizaron la Penín-
sula Ibérica como campo de ensayo y experimentación, apareció
un buen día en u n a ermita d e Asturias u n letrero colgado en el
pecho de u n a modestísima imagen de Jesucristo. Q u i e n se acer-
cara a leer, esperando encontrarse con u n a frase p r o f a n a y, a u n ,
blasfema, n o podía menos de sorprenderse con la tosca inscrip-
ción. En ella se leía: "Contigo n o va nada. T ú eres de los nues-
tros". La validez p u r a y sencilla de aquel símbolo encierra u n con-
tenido tan h o n d o q u e permite, por sí sólo, exteriorizar el pa-
ralelo entre esos dos enormes fenómenos históricos q u e h a n
transformado el m u n d o : el cristianismo y la revolución actual,
enlazados en el suceder cronológico, por medio d e ese otro sig-
nificativo acontecimiento q u e es la Revolución Francesa.
"En otros términos, la m a g n i t u d y enlace establecido con
la realidad h u m a n a q u e d i f u n d i ó Cristo en el m u n d o , la trans-
formación universal del siglo X V I I I , la revolución p e r m a n e n t e
de hoy día.

1
Gabriel Amunátegui. "Regímenes Políticos".
6 8 Gabriel A munátegu i

"El primero de tales acontecimientos fué el cristianismo


que, por una parte, trabó combate contra todas las divinidades
del m u n d o pagano y, por otra, predicaba u n principio destina-
do a revolucionar toda la estructura social de la época, esto es, el
principio de la igualdad ante Dios y el derecho universal a
gozar de los mandamientos.
"La crisis revolucionaria del siglo XVIII removerá, no sólo
a Francia, hasta sus entrañas, sino que arrojará, a inmensa dis-
tancia, semillas que fructificarán a lo largo del tiempo; surge
la concepción de la libertad y la igualdad jurídica y, así como
el creyente vuelve en su agonía sus ojos hacia el Mártir del Gól-
gota, así, en los labios de los eternamente oprimidos, aflora
siempre la Marsellesa.
"El tercer gran acontecimiento coetáneo es la Revolución
Rusa. La Rusia de los Zares se derrumba violentamente en la
hecatombe de la pasada guerra mundial y los gobiernos provi-
sorios ceden el paso a una nueva ideología. Surge la enérgica
figura de Lenin que, mientras el Gobierno provisorio ensaya
formas de representación democrático-burguesas, habla al pue-
blo en su propio lenguaje: " T o d o el poder para los Soviets".
Cuando la mayoría de los revolucionarios estudia la manera
como proseguir la guerra, Lenin promete la paz. Cuando socia-
listas y democráticos planean u n a reforma agraria, Lenin ofrece
la tierra al campesino. "Paz y tierra", consigna capaz de arras-
trar a 150 millones de hombres vencidos y hambreados.
"E irrumpe en el m u n d o la doctrina de la igualdad de dere-
chos económicos.
"Las tres grandes etapas engendradas por el cristianismo,
por la Filosofía del siglo XVIII y por la Revolución Rusa han
exigido, a fuerza de saltos gigantescos, u n período de ulterior
reajuste y de rectificación de formas y sistemas.
"La evolución y transformación de Europa, a partir del
tratado de Versalles y sus pactos correspondientes, o sea, el lapso
•1-5
Partidos Políticos

1919-1939* ha sido, en parte, acondicionada por el desarrollo


del marxismo y las nuevas formas que h a adoptado, en Rusia,
primero, en Francia, después. L o q u e el marxismo encuadra
en su interpretación materialista de la historia p u e d e sinteti-
zarse en la definición de lo que es la revolución democrático-bur-
guesa como antesala necesaria a la revolución proletaria o total.
Modelo de una, podría considerarse a la revolución francesa y,
de la otra, la rusa. Las condiciones en q u e ambas se desarrolla-
ron difieren mucho en el tiempo, en las raíces y en las conse-
cuencias, pero son muy semejantes en la forma y, aun, en el
fondo. L a francesa, impulsada por el ánimo universalista de los
latinos, repercutió en lo político —pese a las dificultades de co-
municación escrita— más q u e la rusa. L a madurez del clima que
siguió a Kerenski adoptaba modalidades perfectamente propias
a los eslavos. El marxismo filosófico, de amplios precedentes en
Platón, con el nexo de Hegel hasta Marx y Engels, nacido y
criado en Alemania, se transformó por obra y gracia de Lenin" 1 .
La Revolución Rusa y el régimen político que ella instaura
—y que tendrá u n a vasta extensión, preferentemente en los paí-
ses de la Europa Oriental— (la Constitución de Yugoeslavia,
por ejemplo, es la reproducción fidedigna de la Carta Sovié-
tica), y cuyas doctrinas penetran, en mayor o m e n o r grado e in-
tensidad, en los distintos países del m u n d o , al enunciar la
reivindicación de las clases asalariadas y la d e m a n d a de la demo-
cratización social y económica, obliga a los Estados democrático-
liberales, a preocuparse de estos problemas. Y la Era Neocon-
temporánea registra el auge de los partidos marxistas, socialista
y comunista.
"El nuevo Estado n o podrá ser —según el credo marxista—
escribe Colé, en estricto sentido, socialista o comunista. En la
mente de los comunistas, en efecto, la idea de u n Estado comu-

3
Gabriel Anmnátegiii "Posición de Rusia en el actual conflicto mun-
dial". ("Atenea". N ' 207, septiembre de 1942).
70 Gabriel A munátegu i

nista es una contradicción de los términos, pues para ellos la


palabra "Estado" significa un instrumento de coerción de una
clase sobre las demás y, con el pleno advenimiento del comu-
nismo, esta coerción de una clase sobre las demás habrá desapa-
recido, por lo mismo que ya 110 habrá clases. Por algún tiempo
después de la derrota del Estado capitalista, dicen los comunistas,
tendrá que haber un Estado de 1111a forma muy diferente, pues
las sociedades no pueden pasar directamente del capitalismo al
socialismo. EsLe es el período que se llama la "dictadura del pro-
letariado". Pero una clase no puede ejercer la dictadura directa-
mente o en persona. Entre el proletario y el gobierno ejecutivo, en
consecuencia, debe haber un cuerpo intermedio, una expre-
sión colectiva y organizada de la voluntad de la clase proletaria.
Esta, según los comunistas, es la función del partido comunis-
ta, abierto a todos los proletarios que tienen conciencia de su cla-
se y voluntad de participar en la obra y las responsabilidades de
la nueva clase gobernante" 1 .
La Iglesia procura armonizar su Evangelios con las nuevas
doctrinas y, recogiendo la humana inspiración de las Encíclicas
de Su Santidad León XIII, estimula y propicia el desarrollo del
socialcristianismo.
En este período nace también el partido fascista: Mussolini
lo identificará con la Nación. Bajo ese ejemplo, la Alemania de
Hitler vé aparecer al partido nacista, compenetrado en el con-
cepto de raza. Fascismo y nacismo tendrán otras líneas comple-
mentarias en este "Ensayo", al tratar del régimen político del
partido único.
"Durante los veiticinco años transcurridos desde que estalló
la gran guerra (1914), escribe Eduardo Benes en marzo de 1939,
Europa ha pasado por importantes y rápidos cambios y convul-
siones. Muy pocos períodos de la historia pueden ofrecer algo

1
G. D. Cote. "Doctrinas y formas de ia Organización Política".
Partidos Políticos 71

comparable. H a habido cambios materiales con la caída de cuatro


grandes imperios (Alemania, Austria-Hungría, Rusia y T u r q u í a )
y con la aparición de nuevos Estados nacionales, grandes revolu-
ciones sociales y económicas (Rusia soviética); guerras civiles
y cambios violentos de gobierno y de régimen (Italia, España,
Austria-Hungría, Polonia, Grecia, Bulgaria, Alemania); la des-
aparición de clases sociales y de castas enteras y la formación
de nuevas clases y naciones dirigentes" 1 .
La liquidación de la segunda guerra mundial, favorable a
la causa de las naciones que lucharan contra los regímenes fas-
cistas, significó robustecer el poder político de las democracias
y acentuó la expansión de sus realizaciones.
Mas, la nueva paz —"Paz belífera", escribió en cierta oca-
sión el Dr. Kasmarek, como título de u n a obra q u e el ilustrado
político polaco publicara en Chile— no ha significado la solu-
ción, más o menos estable, de los problemas que inquietan a
la humanidad.
Los problemas siguen latentes: aun no ha sido resuelta la
ecuación q u e permita a los hombres vivir u n a democracia "inte-
gral", o "humanitaria", según la bella expresión de Benes, en
una sociedad más h u m a n a y más justa, con u n grado más alto
de justicia social y económica.
En derredor de estos nuevos problemas, de estas nuevas
cuestiones, de estas nuevas inquietudes, se h a n polarizado la
opinión pública y los partidos políticos que ella ha canalizado.
Y, u n a vez más, frente a las cuestiones del momento, ha
surgido la matización de ideas y soluciones. Diversificación de
opiniones que podemos ordenar en tres tendencias, claramente
diseñadas; u n a corriente que recoge la inspiración soviética y
que comulga con la filosofía materialista de la lucha de clases,
en el ala izquierda; en el centro, aquellos partidos, de extrac-

1
Eduardo Benes (Ob. cit.).
72 Gabriel A munátegu i

ción burguesa, de clase media, que procuran conciliar aquella


posición, con los intereses económicos de las clases dirigentes
y que llegan hasta admitir una fórmula ecléctica bajo la etiqueta
de "Sociafismo de Estado", y, en el ala derecha, los partidos con-
servadores, tradicionalistas, que defienden las viejas trincheras.

G. CONSAGRACIÓN CONSTITUCIONAL.—Desde su origen los parti-


dos políticos nacieron y se desarrollaron dentro del aparato
"extra-constitucional".
No obstante su creciente vigorización e importancia, los
textos legales ignoraban su existencia. Por el contrario, en el
nacimiento del constitucionalismo hubo marcado recelo hacia
ellos.
La Revolución Francesa, como ya está anotado, reaccionó
en contra de toda clase de asociaciones en general, y, concreta-
mente, en contra de los partidos políticos; se eliminaba la exis-
tencia de un órgano intermedio entre la ciudadanía y el go-
bierno.
La concepción de los partidos políticos fué ajena al pen-
samiento y acción de los forjadores def gobierno representativo.
Los redactores de la Constitución de Filadelfia, los "Pa-
dres dé la Constitución", ios rechazaron enérgicamente, y fa ley
fundamental de 1787 prescinde en absoluto de ellos.
Corresponderá a la Era Neocontemporánea —marcada, en la
ruta del derecho constitucional escrito, por la Constitución ale-
mana de Weimar, de 1919—• reconocer y consagrar esas realida-
lidades políticas.
Esa consagración de los partidos políticos obedecerá a cau-
sas diversas.
En primer término, a la realización de la doctrina que Mir-
kíne-Guetzevitch denominara "Racionalización del Poder", doc-
trina que procura enmarcar en el derecho toda la vida de la co-
lectividad y el reconocimiento de prácticas y de costumbres.
Partidos Políticos 73

"Se procura, anota Heller, engendrar la creencia en la po-


sibilidad de u n a estructura unitaria de poder del Estado, me-
diante u n a codificación sin lagunas de las normas jurídicas
fundamentales. L a a m p l i t u d de este concepto significa la situa-
ción total de la u n i d a d y ordenación política, la totalidad de la
vida y- la realidad de la vida del Estado" 1 .
En seguida, es de observar que, en la redacción de las cons-
tituciones de postguerra, intervienen hombres consagrados a la
política y dirigentes de partidos, en u n i ó n de tratadistas y ju-
ristas, tales como Kelsen y Preuss, quienes aportaron a esa tarea
sus concepciones doctrinarias.
Además, hay que tener presente que en esa época se registra
en la Europa Central, especialmente, u n a acentuada manifesta-
ción hacia la organización colectiva y q u e se acentúa el espíritu
de asociación.
Como consecuencia de estos antecedentes, la casi totalidad
de las Constituciones Neocontemporáneas consagran, directa o
indirectamente, aquellas realidades q u e eran los partidos polí-
ticos, marginados, hasta entonces, del reconocimiento jurídico
y sin otro f u n d a m e n t o q u e la reiteración acentuada de prácti-
cas consolidadas en el tiempo.
E n t r e las Constituciones de este período que contienen dis-
posiciones expresas acerca de los Partidos Políticos, podemos se-
ñalar, en orden cronológico, las siguientes:
Constitución de Chile (1925). Art. 25: " E n las elecciones d e
Diputados y Senadores se empleará u n procedimiento q u e dé
por resultado, en la práctica, u n a efectiva proporcionalidad en la
representación de las opiniones y d e los partidos políticos";
Constitución de México (1937). Art. 90: " N o se podrá coartar
el derecho de asociarse o reunirse pacíficamente, con cualquier
objeto lícito; pero solamente los ciudadanos de la República

1
Hermann Heller (Ob. cit.).
74 Gabriel Amuná te gu i

podrán hacerlo para tomar parte en los asuntos políticos del


país". Art. 35: "Son prerrogativas del ciudadano, 3. Asociarse
para tratar los asuntos políticos del país";
Constitución de Panamá (1941). Art. 70; "Los partidos po-
líticos reconocidos tendrán derecho a sendos representantes con
voz, pero no voto, en todas las corporaciones electorales";
Constitución de la U. R. S. S. (1947). Art. 126: "Los ciuda-
danos más activos y conscientes del seno de la clase obrera y de
las otras capas de trabajadores se agrupan en el partido comu-
nista de la U. R. S . S." Art. 141: "El derecho a presentar candi-
dato está asegurado a las organizaciones sociales, a las asocia-
ciones de trabajadores, a las organizaciones del partido comunis-
ta, a los sindicatos, a las cooperativas, a las organizaciones de la
juventud y a las sociedades culturales";
Constitución de Italia (1947). Art. 49: "Todos los ciudada-
nos tienen derecho de asociarse libremente en partidos para
concurrir, con método democrático, a determinar la política
nacional";
Constitución de Venezuela (1947). Art. 83: "La ley regla-
mentará el principio de la representación proporcional de las
minorías y propenderá a que en los organismos electorales no
predomine ningún partido o agrupación política";
Constitución de la República Federal Alemana o Constitu-
ción de Bonn (1949). Art. 21: "Los partidos participarán en la
formación de la voluntad política del pueblo. Ellos podrán or-
ganizarse libremente. Su organización interna deberá confor-
marse con los principios democráticos. -Deberán dar a la publi-'
ciclad las fuentes de sus recursos";
Constitución de Siria (1950). Art. 24: "Los sirios tienen el
derecho de constituir partidos políticos a condición de que sus
medios sean legales y pacíficos. Una ley especial reglamentará
su declaración a las autoridades administrativas, su constitución
y el control de sus recursos";
Partidos Políticos 75

Constitución de El Salvador (1950). Art. 23: "Son derechos


de los ciudadanos: asociarse para constituir partidos políticos e
ingresar a los ya constituidos". Art. 160: "Se prohibe el funcio-
namiento de organizaciones políticas internacionales o extran-
jeras, salvo las que persigan, por vía democrática, la u n i ó n cen-
troamericana o la cooperación continental o universal, a base de
fraternidad".
Constitución de Nicaragua (1950) 1 art. 116: "El Estado pro-
hibe la formación y actividades de partidos políticos de organi-
zación internacional. Los individuos q u e a éstos pertenezcan no
pueden desempeñar ninguna función pública. Se exceptúan úni-
camente los partidos que tiendan exclusivamente a la unión de
la América Central". Art. 137: "En caso de falta temporal o
absoluta de u n miembro del Congreso, lo sustituirá el respecti-
vo suplente. Si faltare éste, el Presidente de la Cámara llamará
a cualquier otro miembro suplente del partido político del au-
sente, sujetándose a las formalidades que los respectivos regla-
mentos determinen". Art. 295: "Los servidores públicos están al
servicio de la colectividad y no al de ningún partido u orga-
nización de intereses particulares". Art. 303: "El Consejo Na-
cional de Elecciones se compondrá de u n Presidente y de dos
miembros políticos que representarán a cada u n o de los dos par-
tidos principales de la nación. El Presidente del Consejo Nacio-
nal de Elecciones será nombrado por la Corte Suprema de Jus-
ticia, por mayoría de votos, y los miembros políticos, por la
junta directiva nacional y legal de los respectivos partidos".
Art. 301: "La personalidad y derechos de los partidos políticos
y la definición de los dos partidos principales, serán objeto de
la ley". Art. 309: "El Consejo Nacional de Elecciones tendrá las
atribuciones siguientes: 5^ Pronunciar sentencia, sin ulterior

1
Esta Constitución nos ofrece la reglamenta, con mayor amplitud, al
nota singular de ser, junto con la partido político y sus principales
del Uruguay, la ley suprema que funciones.
76 Gabriel A munátegu i

recurso ordinario o extraordinario, en las controversias de ca-


rácter político que, con relación a los ejercicios electorales, se
susciten entre los partidos o promuevan los particulares". Art.
334: "Siempre que la Constitución use el término "partido de
la minoría", se refiere al partido político que obtenga, por sus
votos, el segundo puesto en las elecciones populares directas
de Presidente de la República". Art. 331: "En todo cuerpo cole-
giado incluyendo las Juntas Directivas de los Bancos o Insti-
tuciones de Crédito del Estado, así como en las misiones plura-
les y delegaciones a conferencias internacionales, corresponderá
un miembro al partido de la minoría".
Constitución del Uruguay (1951). Art. 79: "La acumula-
ción de votos por lema (denominación partidista), para cual-
quier cargo electivo, sólo puede hacerse en función de lemas
permanentes, sin perjuicio de cumplirse, en todo caso, para la
elección de representantes, con lo dispuesto en la primera parte
del art. 88. La acumulación de- votos queda, sin embargo, au-
torizada para fracciones que pertenecieron a u n mismo partido
y que, posteriormente, adquirieron o emplearon u n nuevo lema,
y podrá efectuarse bajo el lema de una de ellas o manteniendo
cada u n a su propio lema, para las listas de candidatos a con-
sejeros nacionales, senadores, representantes, miembros de los
consejos y de las juntas departamentales y de los organismos
electorales, conjunta o separadamente. En el caso de que las
fracciones políticas a que se refiere esta cláusula, acuerden hacer
uso del derecho de acumulación que ella les concede, lo comu-
nicarán por intermedio de sus autoridades nacionales a la Corte
Electoral, o a los organismos electorales departamentales, según
los casos, con treinta días de anticipación, por lo menos, a la
fecha de la elección, estableciéndose, además, en las hojas de
votación respectivas, el carácter acumulativo de las listas que
hayan sido objeto del acuerdo. Las personas vinculadas a frac-
ciones que pertenecieron a un mismo partido y que, posterior-
Partidos Políticos 77

mente, adquirieron o emplearon u n nuevo lema, p o d r á n ser


incluidas indistintamente en las listas de candidatos de esas
fracciones a miembros de ambas Cámaras del Poder Legislati-
vo, del Consejo Nacional de Gobierno, de los Consejos y las
Juntas Departamentales, así como de cualquier órgano para
cuya constitución o integración las leyes establezcan el procedi-
miento de elección por el Cuerpo Electoral".
Hacen, además, referencia a los partidos políticos, los si-
guientes artículos q u e n o reproducimos por su extensión: 58 (im-
plicancia política p a r a los funcionarios públicos); 77 (inhabili-
dades políticas); 88 (composición de la Cámara de Representan-
tes); 94 (idem. del Senado); 150 (idem. del Consejo Nacional o
Poder Ejecutivo); 151 y 158 (idem.); 271 (idem. de las J u n t a s y
Concejos Departamentales 2 75 (idem.); 324 (idem. d e la Corte
Suprema).
Entre las Constituciones que reconocen implícitamente la
existencia de los partidos políticos, podemos señalar la Consti-
tución de la Cuarta República Francesa de 1946.
Su art. 45 prescribe: "Al principio de cada legislatura, o
producida u n a crisis ministerial, por cualquiera causa, el Pre-
sidente de la República, después de las "consultas de estilo",
p r o p o n d r á a la Asamblea Nacional el candidato a Primer Mi-
nistro. Esas "consultas de estilo" corresponden, incuestionable-
mente, a la tradicional práctica del régimen parlamentario clá-
sico, en orden a que, antes de organizar u n gabinete, el Jefe
del Estado consultaba la opinión de los dirigentes políticos.
Además, el art. 52 estatuye: "En caso de disolución (de la Asam-
blea Nacional) el nuevo Ministro del Interior designa como
Ministros de Estado a miembros de los grupos no representados
en el Gobierno".
Mencionaremos, como nota singular, la Constitución de
Portugal, del a ñ o 1933 —reformada hasta el a ñ o 1951—, q u e
en su art. 22 establece que: "La opinión pública es el elemento
78 Gabriel A munátegu i

f u n d a m e n t a l d e la política y a d m i n i s t r a c i ó n del país, incum-


b i e n d o al E s t a d o el d e f e n d e r l a d e todos los factores q u e la des-
o r i e n t e n d e la v e r d a d , la justicia, la b u e n a a d m i n i s t r a c i ó n y
el bien c o m ú n " . Es el ú n i c o t e x t o c o n s t i t u c i o n a l , según nues-
tras referencias, q u e consagra, en sí m i s m a , la existencia de la
opinión pública.
El análisis d e las distintas disposiciones constitucionales,
q u e h e m o s r e p r o d u c i d o , nos c o n d u c e a ciertas conclusiones:
E n p r i m e r t é r m i n o , d e b e m o s c o n s i g n a r q u e n i n g u n a de
ellas precisa el concej^to, s i g n i f i c a d o y c o n t e n i d o del p a r t i d o
político.
C o n excepción d e las C o n s t i t u c i o n e s d e N i c a r a g u a y de!
U r u g u a y , las restantes se l i m i t a n a señalar, c o m o f u n c i ó n pre-
f e r e n t e del p a r t i d o político, su i n t e r v e n c i ó n e n las elecciones
p o p u l a r e s , y a l g u n a s d e ellas se r e m i t e n , p a r a su r e g l a m e n t a -
ción, a las leyes c o m p l e m e n t a r i a s .
L a l e c t u r a d e esos textos nos a d v i e r t e la excesiva cautela
con q u e los constituyentes p r o c e d i e r o n a consagrar la existencia
d e esas realidades, q u e son los p a r t i d o s . Se l i m i t a r o n , casi todos,
al m e r o r e c o n o c i m e n t o d e estas prácticas " e x t r a c o n s t i t u c i o n a -
les", sin p e n e t r a r en el m i s m o ó r g a n o .
P r e s c i n d i e r o n en a b s o l u t o —grave o m i s i ó n , en n u e s t r o pa-
recer— d e la creación d e u n E s t a t u t o O r g á n i c o del p a r t i d o
político.
Sólo p o d e m o s s e ñ a l a r u n a t e n t a t i v a a este respecto y q u e ,
p o r desgracia —y los a c o n t e c i m i e n t o s políticos u l t e r i o r e s así lo
h a n revelado—, n o p r o s p e r ó . (La F r a n c i a d e la C u a r t a R e p ú -
blica o r d e n ó e n su t e x t o c o n s t i t u c i o n a l tres d e las bases del ré-
g i m e n p a r l a m e n t a r i o : la o r g a n i z a c i ó n d e l g a b i n e t e ; la fiscaliza-
ción p a r l a m e n t a r i a y la f a c u l t a d d e d i s o l u c i ó n d e la Asamblea.
P r e s c i n d i ó d e la n o r m a c i ó n d e los p a r t i d o s . L a s f r e c u e n t e s cri-
sis ministeriales acusan, con exceso, esa omisión).
El p r i m i t i v o a n t e p r o y e c t o d e la n u e v a C o n s t i t u c i ó n france-
Partidos Políticos 79

sa y q u e f u e r a elaborado por la Asamblea Nacional Constitu-


yente elegida el día 21 de octubre del año 1945, contemplaba
el Estatuto de los Partidos Políticos. Ese anteproyecto consul-
taba, sobre la base de que " n i n g u n a Constitución puede fun-
cionar sin partidos disciplinados y leales al juego democrático"
y la aspiración de q u e "esos partidos sean los menos posibles,
terminando con la atomización de grupo, tan funesta p a r a el
mecanismo parlamentario", dos series de medidas: 1) disponer
el mecanismo electoral de tal manera q u e los grupos pequeños
y los candidatos sueltos, no tengan probabilidades de t r i u n f a r
ni tal vez de presentarse ante los electores. Asi, los partidos más
débiles serian eliminados, q u e d a n d o reducidos los matices po-
líticos a tres o, a lo sumo, a cuatro; 2) medidas compulsivas
o, si se prefiere la expresión, legales, q u e a r m a r í a n a los parti-
dos de facultades contra los personalismos, la indisciplina, el
fraccionamiento" 1 .
Como consecuencia de las negociaciones entre los partidos
políticos de la Asamblea Constituyente para reajustar transac-
cionalmente los diversos grupos parlamentarios, se a b a n d o n ó la
idea del Estatuto de los Partidos Políticos y del principio de
revocabilidad de los elegidos, por las organizaciones q u e hubie-
ren patrocinado su elección.

7. CRISIS POLÍTICA.—En el p á r r a f o 5? de este "Ensayo" ("Pers-


pectiva histórica") se anotó que, a raíz del desenlace d e la pri-
mera guerra m u n d i a l , es decir, desde el a ñ o 1918, el constitu-
cionalismo y la democracia política habían alcanzado u n ámbito
generalizado.
Mas, d e n t r o del lapso q u e media entre las dos guerras
—1918-1939—, este florecimiento político (sufragio universal, re-

1
"El problema Constitucional Francés". Ministerio de Información de
la República Francesa (1946).
80 Gabriel A munátegu i

p u b l i c a n i s m o , g o b i e r n o p a r l a m e n t a r i o , p a r t i d o s políticos) suli
u n grave eclipse.
E l d e s b o r d e del p a r l a m e n t a r i s m o en las viejas naciones ei
ropeas, F r a n c i a e I t a l i a , d e b i d o p r i n c i p a l m e n t e a la m u l t i p l i c
d a d d e p a r t i d o s y a las a m b i c i o n e s personalistas, p o r u n a parte
y, p o r la otra, el p r e m a t u r o ensayo del g o b i e r n o p a r l a m e n t a r a
e n los n u e v o s Estados n a c i d o s d e Versalles, d e t e r m i n a n u n prc
ceso crítico.
" L a s C o n s t i t u c i o n e s de post-guerra, escribe G o r d o n , n o sor
el p r o d u c t o d e u n a l e n t a e v o l u c i ó n histórica, de u n a t r a n s f o r
m a r i ó n g r a d u a l q u e h u b i e r a t o m a d o los rasgos salientes d e lo:
d i s t i n t o s sistemas, c o m o h a s i d o el caso de I n g l a t e r r a y, en ciert;
m e d i d a , el d e F r a n c i a . L a s A s a m b l e a s C o n s t i t u y e n t e s h a n tra
b a j a d o , e n la m a y o r í a d e los países, s o b r e t e r r e n o absolutamente
virgen. E n efecto, l a m a y o r í a d e esos países n o h a b í a n tenide
vida p o l í t i c a p r o p i a antes d e 1918" 1 .
E n esos países nuevos, q u e , e n su m a y o r í a , h a b í a n estade
s o m e t i d o s al r é g i m e n a b s o l u t o d e la R u s i a d e los Zares y d e 1;
d i n a s t í a d e los H a b s b u r g o , n o existía n i g u n a t r a d i c i ó n política
n i n g u n a conciencia cívica, y, sólo u n a r u d i m e n t a r i a o p i n i ó r
pública.
A este f a c t o r d e d i s o l u c i ó n hay q u e s u m a r , c o m o ya q u e
d a r a a p u n t a d o y, en toda la s u p e r f i c i e del p l a n e t a , el p l a n t e a
m i e n t o d e los n u e v o s p r o b l e m a s q u e , en esta época, a d q u i e r a
s i n g u l a r n o t o r i e d a d y significativa r e l e v a n c i a : los p r o b l e m a s eco
nómico-sociales. ( " U n a v i d a m á s h u m a n a , m á s d i g n a " ) .
E n este p e r í o d o crítico, e n el q u e la m a s a y la j u v e n t u c
e n t r a n t a m b i é n a j u g a r sus respectivos papeles, e m e r g e n —come
ya está s u c i n t a m e n t e esbozado— n u e v a s concepciones políticas
A p a r e c e n en el escenario p o l í t i c o los g o b i e r n o s totalitarios
c o n su "sui generis" creación d e l " P a r t i d o U n i c o " . P a r t i d o q u e

1
E. Gordon, "La responsabilité du Che£ de l'Etat dans la p l a t i q u e cons
titutionelle recente".
Partidos Políticos 81

en Rusia, se identificará con la clase obrera; en Italia, con la


concepción nacional, y el nacismo alemán, con el elemento
racial.
Por otra parte, hay en el ambiente cartel hacia los sistemas
de representación corporativista y gremial y, el régimen represen-
tativo y los partidos políticos q u e le dieran su organización
de base, se encuentran ante u n a grave crisis de valores.
La democracia política se encuentra amagada por enemigos
internos y externos. E n t r e aquéllos operan la desorganización
política, la corrupción administrativa, la abstención e indife-
rencia cívicas, el exceso de personalismo, el desborde de la li-
bertad, q u e deviene en libertinaje.
Los segundos son motivados, por u n a parte, por la expan-
sión del credo comunista; por la otra, por la tendencia hacia
•los regímenes totalitarios, o, a lo menos, hacia los ejecutivos
vigorizados.
D e n t r o de este caótico panorama, que responde al m i n u t o
de transición q u e la h u m a n i d a d está viviendo en este parén-
tesis d e su evolución, incumbe a los partidos políticos el des-
empeño de u n a gran misión y les afecta u n a grave responsa-
bilidad.
Con antelación a esta época, los partidos políticos h a b í a n
sido ya motivo de recelos y de repudios.
En su origen, como se recordará, f u e r o n desconocidos por
la Constitución de Filadelfia, la primera Carta Política que
conociera el m u n d o , y por todas las oLras que, a su ejemplo,
fueran promulgadas en el siglo X I X .
"Los "Padres de la Constitución", escribe Linares Quinta-
na, n o creían en los partidos políticos. Estimaban q u e las fac-
ciones políticas —como las denominaban— constituían u n ele-
mento nocivo para la vida democrática del Estado" 1 . Analizan-
1
Linares Quintana, "Los Partidos Políticos en los Estados Unidos de
América".
82 Gabriel A munátegu i

do el problema de los partidos políticos en EE. U U . d e N. A.


escribe F a u l k n e r : " A través de los años estos dos grandes par-
tidos (demócratas y republicanos) h a n cambiado de indumen-
taria para adaptarse a los nuevos estilos, pero en el f o n d o no se
t r a n s f o r m a n tan r á p i d a m e n t e por d e n t r o , como por f u e r a . Ha-
ce años, u n famoso inglés (Bryce) escribió, h a b l a n d o de nuestros
dos grandes partidos: " n i n g u n o tiene principios bien diferen-
ciados. A m b o s poseen tradiciones (conceptos trasmitidos)". Los
partidos americanos c o n t i n ú a n existiendo, p o r q u e existían an-
tes. U n periodista e m i n e n t e m e decía en 1908 q u e los grandes
partidos eran como dos botellas; cada u n a lleva u n a etiqueta
diciendo q u é clase de licor contiene, p e r o ambas están vacías" 1 .
Sobre la o p i n i ó n pública en general y, en especial, sobre
los partidos políticos, según está ya a p u n t a d o , gravitan los "gru-
pos de presión", es decir, el m u n d o de los negocios, de la agri-
cultura, d e la industria y del comercio.
Ese " G o b i e r n o Invisible", esa " T e r c e r a C á m a r a " h a n mi-
n a d o la democracia (un inglés, j u z g a n d o en 1880 al Senado
norteamericano, a q u i e n d e n o m i n ó "El C l u b de los Hombres
ricos", se expresó diciendo: algunos, en n ú m e r o creciente, son
senadores, p o r q u e son ricos; unos pocos son ricos, p o r q u e son se-
nadores).
M i r k i n e Guertzevitch, en su estudio acerca d e "Las Cons-
tituciones de las Naciones Americanas", concuerda con la opi-
n i ó n de Bryce: "Los dos grandes partidos norteamericanos, re-
p u b l i c a n o y demócrata, sin p r o g r a m a estrictamente definido, sin
n i n g u n a ideología particular, n o son sino dos poderosas máqui-
nas cuyo o b j e t o es conquistar el poder".
El catedrático argentino R a m e l l a r e p r o d u c e las opiniones
de dos gobernantes d e los Estados U n i d o s de Norteamérica. El
ex presidente Hoover dice: " H e de h a b l a r de dos grupos. Uno,
el de Mr. J. P. Morgan, q u e d o m i n a el m a n e j o del oro. El
1
Faulkner (Ob. cit.).
Partidos Políticos 83

otro, el de la Standard Oil Co., que domina el petróleo. Estos


dos grupos n o sólo influyen en la vida política de Europa,
sino que controlan en absoluto a Estados Unidos. Nuestro De-
partamento de Estado está administrado por los intereses mer-
cantiles".
El ex presidente Teodoro Roosevelt, expresa: "Los dos
partidos (republicano y demócrata) tienen, desde el p u n t o de
vista nacional, la misma actitud. En su esencia, las máquinas
democrática y republicana son semejantes. Las dos son con-
troladas por los privilegiados".
Aspiazú ("El Estado Católico") citado también por Rame-
lla, achaca al liberalismo que, habiendo destruido las socie-
dades intermedias entre el individuo y el Estado, vino a caer
en u n a contradicción i m p o n e n t e al dar beligerancia y carta de
ciudadanía a los partidos políticos. Los partidos políticos dege-
neraban en facciones. Su labor se reducía a amansar al enemigo,
o a lograr por la prosperidad del propio partido, o a encumbrar
personas determinadas 1 .
" N a d a quiero saber de los partidos políticos, viejos o nue-
vos, exclama el dictador del Portugal Oliveira Salazar, todos
son igualmente malos" y, llegando al poder en 1932, disuelve
los partidos políticos y crea la " U n i ó n Nacional Portuguesa", que
reúne a los más variados elementos políticos y sólo constitu-
ye, "un terreno común de colaboración de los portugueses,
indispensable para la nueva política, la nueva administración
y la nueva economía". Su misión es la de ayudar a la realiza-
ción de los principios fundamentales del "Estado Nuevo".
Juzgando el panorama político francés de la Tercera Re-
pública nos dice Emmanuel Berl: " Q u e se asemeja a u n abanico
de trece partidos (Acción francesa, Acción democrática, Repu-
blicanos de Izquierda, Izquierda Radical social, Radical, Radi-

1
Ramella (Ob. cit.).
84 Gabriel A munátegu i

cal socialista, Republicano socialista, etc.), que gobierna a base


de combinaciones: centro y derecha, centro e izquierda, e iz-
quierda y extrema izquierda". Y refiriéndose en particular a
algunos de ellos, agrega: "la Acción Francesa es u n a heroica
incomprensión que se opone al avance del Universo.
"La U.R.D. n o es u n partido, es u n inrbroglio. Los partidos
del centro: su doctrina —ni reacción ni revolución—, es justa-
mente la de no necesitar tenerla". Y, como u n a síntesis general
de su juicio acerca de los partidos, en conjunto: "los partidos
no están adecuados a la realidad política. Sus doctrinas y sus
programas n o son ya un estado de conciencia de dicha realidad
que, al revés, se les escapa" 1 .
Los partidos políticos de la América Latina, en u n a visión
generalizada, se han caracterizado por su deficiente organización
y se h a n confundido con facciones e identificado con grupos
personalistas, derivando hacia el caciquismo.
En el estudio de Ramella leemos la siguiente cita: "Los
partidos políticos en la América carecen de todos los rasgos que
tipifica a lo que se llama en ciencia política y a los que, como
tales, se conoce en los países europeos: tradición, principios, ob-
jetividad, impersonalidad, estabilidad, organismo. En cambio,
poseen todos los opuestos: son personales, inorgánicos, inesta-
bles, mudables, transitorios. Son partidos, no de gobierno, sino
de elecciones".
Velasco Ibarra, gobernante varias veces del Ecuador, dijo
en cierta ocasión: "Los partidos, en mi patria, son comandos sin
tropas. El pueblo, m i pueblo, me respaldará".
U n ex gobernante peruano, José Luis Bustamante, anali-
zando el panorama político que ofrecía su patria, durante su
gobierno (1945-1948), escribió: "Las derechas tradicionales no
previeron estos problemas. N o sintieron llegar el mensaje del

1
Emmanuel Berl, "La política y los partidos".
Partidos Políticos 85

siglo. No palparon, u n a vez hecha presente, su realidad abru-


madora.
"Las asociaciones obreras fueron desnaturalizadas por la
interferencia de la labor partidista. De organizaciones de clase
y, para fines gremiales que, por su naturaleza debieran ser, los
sindicatos quedaron convertidos en activos núcleos políticos.
"El aprismo h a introducido en el Perú el concepto y la
conciencia de lucha de clases q u e surge fulminante, en cada con-
flicto y dificulta enormemente las soluciones.
"La vida y actividad de u n partido no dependen exclusi-
vamente del resorte de la autoridad.
"Quiero también dejar establecido lo que yo entiendo y
a lo que llamo "El Clan de Ultra-derechas". Definición ésta
indispensable, a fin de que no se confunda, en la política pe-
ruana, lo que se denomina las derechas normales, en las nacio-
nes. Es decir, fuerza conservadora, pero respetable, que aboga
con sentimiento innegablemente patriótico, por el mantenimien-
to de ciertos principios tradicionales, sin rehuir u n adecuado
reformismo a tono con los imperativos de cada ciclo histórico.
El "Clan" es el grupículo feudal que representa en el Perú la
supervivencia anacrónica del concepto de oligarquía" 1 .
"Vosotros no permitís a vuestros políticos, a vuestros jefes
de partido, conducir vuestras máquinas, vuestras usinas, excla-
ma Wells. No hacéis de la salud pública u n a cuestión política.
¡Por qué dejar a esos agitados profesionales mezclarse en la vida
económica del mundo, la educación y el mantenimiento de la
paz?"2.
Podríamos agregar todavía u n factor de inestabilidad de
los partidos políticos q u e no ha sido debidamente valorizado
y que fué observado por el catedrático norteamericano Murray

1 2
José Luis Bustamante, "Tres H. G. Wells, "¿Quiebra tic la
años de lucha por la democracia eu democracia?",
el Perú".
86 Gabriel A munátegu i

B u t l e r , al cual a l u d i m o s al t r a t a r de la inscripción obligatoria


en u n partido.
Ese f a c t o r es m o t i v a d o por el h e c h o q u e , de o r d i n a r i o , el
i n d i v i d u o o b r a i r r e f l e x i v a m e n t e al reconocer b a n d e r í a política.
" N o s criarnos, d i j i m o s en cierta ocasión, en el radicalismo,
en el socialismo, en el liberalismo, o e n el conservantismo, así co-
m o e n el ateísmo, en el catolicismo o en el protestantismo.
Y, c o m o cosa n a t u r a l , somos radicales o conservadores, católicos
o protestantes.
" P o r regla g e n e r a l n o es el r a z o n a m i e n t o lo q u e nos con-
d u c e a o p t a r p o r u n a d o c t r i n a u otra, sea e n asuntos políticos,
sea e n asuntos religiosos. C a b e aplicar el lema de los escolásti-
cos: " P r i m e r o creernos' y, después, d e f e n d e m o s nuestras creen-
cias".
" D e a q u í surge, m u c h a s veces, c u a n d o e n t r a e n j u e g o el
raciocinio, el conflicto e n t r e u n c i u d a d a n o y su p a r t i d o , con-
flicto q u e d e t e r m i n a u n a r e b e l d í a p e r j u d i c i a l p a r a la necesaria
disciplina q u e d e b e i m p e r a r e n este ú l t i m o .
"Desde este p u n t o de vista, somos de o p i n i ó n q u e todo
c i u d a d a n o d e b e r í a reconocer t i e n d a política, c u a l q u i e r a q u e ella
sea, y esa elección d e b e r á ser el f r u t o d e u n análisis sereno y
racional, h a c i e n d o abstracción d e s e n t i m i e n t o s tradicionales y
de i n f l u e n c i a del a m b i e n t e " 1 .
C o n t r a p e s a n d o , en u n a i m a g i n a r i a balanza, las razones que
d e t e r m i n a r o n el origen d e los p a r t i d o s políticos y q u e , n o sólo
j u s t i f i c a n su existencia, sino q u e h a n h e c h o de ellos u n o de los
elementos esenciales del g o b i e r n o democrático, con las críticas,
adversas q u e h e m o s r e p r o d u c i d o , llegamos a la conclusión ab-
s o l u t a m e n t e f a v o r a b l e d e su i n d i s p e n s a b l e razón d e ser.

1
Gabriel Amunátegui, "Democra- Municipales de Santiago, el año
cia y cultura". (Conferencia dicta- 1941).
da ante la Asociación de Empleados
Partidos Políticos 87

Esas críticas negativas n o penetran la estructura orgánica


de los partidos y de sus múltiples funciones.
Las unas se basan en las debilidades humanas, en las an-
sias y afanes de poder, de goce, de lucro, cuyos únicos cauces
y agentes n o son, por cierto, los partidos políticos.
Es éste u n problema de cultura cívica, de ética política, de
conciencia ciudadana.
Las otras descansan, preferentemente, o en la carencia de
un programa, con contenido medular, o en la multiplicidad
de partidos, o en la indisciplina partidista.
La solución de este segundo aspecto del problema, en nues-
tro concepto, radica en la necesaria ordenación del partido po-
lítico, en la exigencia legal de su estatuto jurídico.
"Los regímenes autoritarios, en sus ataques a la democra-
cia, escribió el estadista E d u a r d o Benes, como sistema político,
principian por la crítica del sistema de partidos políticos, de su
partidismo y del régimen parlamentario, dirigido por u n siste-
ma de grujios políticos. La crítica es despiadada y, a u n q u e con-
tiene cierto n ú m e r o de acusaciones justas, en su c o n j u n t o es
desleal, ya q u e generaliza partiendo de hechos aislados, exagera
las dificultades conocidas e inevitables de la democracia gene-
ral —dificultades q u e existen para cualquier otro régimen, en el
mismo grado si no mayor—, y explota los errores de u n determi-
nado régimen o de u n a personalidad, para condenar a la de-
mocracia como sistema" 1 .
Las críticas formuladas al mecanismo político q u e estruc-
tura el estado democrático del siglo X I X sólo revelan la nece-
sidad de proceder a su rectificación. La democracia del siglo
XX debe proceder a la readaptación de sus órganos y al ne-
cesario reajuste de los mismos, en función de que sirvan debida-
mente las complejas funciones del Estado Neo-Contemporáneo.

1
Eduardo Benes (Ob. cit.).
88 Gabriel A munátegu i

L a f u t u r a democracia d e b e r á adaptarse a los verdaderos


intereses d e la c o m u n i d a d y solucionar, a r m ó n i c a m e n t e , los pro-
blemas políticos, económicos y sociales. Esa reestructuración del
mecanismo g u b e r n a m e n t a l , esa revisión del sistema político, ne-
cesariamente d e b e r á n basarse en u n a organización legal de los
partidos políticos, en "El E s t a t u t o O r g á n i c o " de los mismos.
) 89 (

C a p í t u l o II

T E O R I A D E L P A R T I D O P O L I T I C O

8. su ORDENAMIENTO—La teoría del partido político, así como


la de casi todos los elementos y órganos q u e han integrado o
integran el aparato extraconstitucional, está por escribirse.
Según quedara ya observado, sólo en estos úllimos años los
cultores de la Ciencia Política h a n penetrado con su escalpelo
en el campo de las realidades sociales.
Corresponderá a los años posteriores a la primera guerra
mundial, haber captado las inquietudes y preocupaciones que
suscita este problema: los legisladores empiezan a reconocer su
existencia; los tratadistas dan cabida en sus páginas a estos no-
vísimos problemas y los catedráticos de derecho público lo incor-
poran en sus programas.
Ya se h a n avanzado concepciones doctrinarias; ellas consti-
tuyen hasta ahora u n simple ensayo y difieren, unas de otras,
en muchos aspectos.
Por nuestra parte, sin pretender realizar un estudio pro-
fundizado, procuraremos abordarlo en sus líneas generales, a
veces simplemente esbozadas.
Como cuestión previa debemos advertir que, los partidos
políticos, en su raíz y en su esencia, son formaciones engendra-
das por la opinión pública. Esta, a su vez, está constituida por
el alma de u n pueblo, y los pueblos tienen su idiosincrasia, sus
profundos matices diferenciales. Esos matices, esas característi-
cas singulares, repercuten también en las fisonomía de los par-
tidos.
Sería imposible pretender aplicarles a todos ellos u n a mis-
ma modelación. Así, podemos anotar que u n a común denomi-
nación, las voces "radical" o "demócrata" individualizan en
90 Gabriel A ni u ndtegu i

diversos países a partidos que no contienen en sus programas


u n a idéntica solución doctrinaria al mismo problema; más aun,
que, frente a>-un mismo problema, patrocinan soluciones anta-
gónica?.
N o obstante esas obligadas divergencias, es admisible, en
una visión muy amplia, trazar las líneas generales que nos per
mitán construir u n ensayo de ordenamiento teórico.
Ese ordenamiento pretende registrar todos aquellos aspec-
tos y características concurrentes en la mayoría de los partidos
políticos.
Con este criterio liemos establecido ciertas bases fundamen-
tales sobre las cuales hemos ordenado los partidos desde distin-
tos puntos de vista.
Utilizando los ejemplos vivos de experimentación, o sea,
la realidad que nos ofrecen los partidos políticos del mundo,
hemos clasificado los partidos de acuerdo con esas bases.
Con ese criterio y, en esa inteligencia, hemos distinguido
las siguientes cuestiones fundamentales: a) funciones del par-
tido en el gobierno y en la oposición; b) los partidos desde el
p u n t o de vista doctrinario (político, religioso y económico); c) los
partidos desde el punto de vista de su estructura (partidos de
masa y de comités), y d) desde el p u n t o ele vista de la organi-
zación (autocráticos y democráticos; rígidos y flexibles).
a) Funciones del partido en el gobierno y en la oposición.
Al estampar nuestra personal concepción respecto del partido po-
lítico dijimos que era " u n a asociación voluntaria de ciuda-
danos sobre la base de u n programa, que procura obtener el
poder, a fin de realizar sus doctrinas desde el gobierno y llevar
a sus correligionarios a las funciones públicas".
Desde este punto de vista y, sobre la base de este c o n c e p t o ,
podemos, en primer término, clasificar los partidos en dos con-
juntos: el o los partidos de "Gobierno" y el o los partidos de
"Oposición".
Partidos Políticos 91

Esta cuestión numérica será determinada por la existencia,


como se verá después en el segundo párrafo de este capítulo,
de un régimen de dos partidos o de partidos múltiples, sin que
ninguno sea mayoritario.
Este primer planteamiento responde, en estricta lógica, a
los antecedentes que liemos ya avanzado. Es decir, ante todo,
al origen mismo de los partidos: nacieron con el objeto de u n i r
a todos los hombres que coincidían en las soluciones q u e debían
darse a determinados problemas de la comunidad.
Cada partido tiene "su" solución y rechaza las soluciones
de los otros partidos.
Las urnas darán su veredicto: el partido vencedor llegará
al poder, constituirá el gobierno y procurará realizar las solu-
ciones contempladas en su programa y que ha ofrecido al elec-
torado.
Los partidos vencidos se quedarán en la oposición: desde
ella, por u n a parte, criticarán la acción del gobierno, fiscaliza-
rán sus actos, y, por la otra ¡jarte, realizarán u n a activa labor
proselitista, mediante u n a enérgica propaganda de sus ideas, a
fin de incrementar sus filas, de preparar la próxima elección y
obtener en ella el poder.
Un feliz símil de T a r d e (Ob. cit.) nos hace ver en este juego
de báscula, la pugna bursátil entre "alcistas" y "bajistas": el
Gobierno juega al alza de los valores públicos y la Oposición,
a la baja de esos valores.
El gobierno de partidos —y los partidos son el basamento,
en mayor o menor grado de todos los regímenes representativos
con o sin sistema parlamentario— presupone q u e cada partido
trata de conseguir el apoyo de la generalidad de la población,
la cual puede votar en u n sentido o en otro.
"Debe concebirse, escribe Heller, la u n i d a d de la organi-
zación estatal n o como mera unificación de voluntades, sino
ante todo, como u n i d a d de dominación.
92 Gabriel A munátegu i

"La introducción del principio de las mayorías entraña


un momento autoritario que obliga a consolidar a la mayoría
como órgano dominador que puede adoptar decisiones de valor
obligatorio y general y asegurar su observancia aplicando contra
los reacios toda la fuerza eficaz de la organización" 1 .
El órgano estatal capacitado para adoptar decisiones y, ha-
cerlas cumplir, es el gobierno que ejerce el poder.
Ese gobierno, en sus titulares, lo constituirá el partido
que haya obtenido el triunfo en las urnas, que haya obtenido
el mayor número de sufragios: "ios votos se cuentan, no se
pesan".
"En sentido sociofógico, el poder es la capacidad de un
individuo o grupo de llevar a la práctica su voluntad, incluso
a pesar de la resistencia de otros individuos o grupos. T a l gru-
po puede ser u n partido político, una sociedad secreta, o una
orden religiosa.
"El derecho es u n término medio entre la anarquía y el
despotismo. El peligro de la anarquía consiste en la posibili-
dad de un abuso arbitrario de poder por parte de todos y cada
uno de los individuos. El riesgo del despotismo estriba en la
posibilidad del abuso arbitrario del poder por parte de un
hombre. El tipo ideal de derecho evitará a la vez los dos pe-
ligros.
"El derecho en su forma más pura y perfecta se realizará
en aquel orden social en el que esté reducida al mínimo la
posibilidad de abuso de poder tanto por parte de los particu-
lares como por parte del gobierno" 2 .
En esta función del derecho, justa ecuación entre la anar-
quía y el despotismo, incumbe a los partidos u n a interesante
participación.

1
Heller (Ob. cit.). ftcrccho".
2
Edgar Bodenlieimer, "Teoría del
Partidos Políticos 93

El partido de gobierno, q u e usufructúa del poder —el poder


del Estado es u n poder jurídico políticamente organizado, y
sólo goza de autoridad aquel poder del Estado a quien se le
reconoce q u e su poder está autorizado—, debe obrar d e n t r o de
s u esfera de acción y respetar el rol q u e incumbe a los partidos

de oposición.
Esta, por su parte, no debe extralimitarse en sus funciones
y reconocer el derecho q u e asiste al partido de gobierno.
Del armónico funcionamiento del gobierno y de la oposi-
ción depende el normal desarrollo de u n gobierno representa-
tivo democrático.
La alteración de esta n o r m a esencial en las relaciones entre
gobierno y oposición determina graves perturbaciones en el me-
canismo institucional.
"El hecho de q u e en los países democráticos el gobierno,
que tiene el control de la fuerza, sea elegido por el voto de la ma-
yoría ha hecho decir a algunos que el gobierno representa
la fuerza de la mayoría del pueblo. Se dice a veces que la ma-
yoría es el "Soberano real o político" del país. U n epigrama de
Fitz James Stephen q u e asegura que en unas elecciones "con-
tamos cabezas para evitarnos la molestia de romperlas" —sugie-
re la misma posición. El gobierno tiene a su disposición la fuer-
za de la mayoría y se presume que dice a la minoría: "Veis que
somos más que vosotros. Tenemos la intención de llevar a cabo
nuestros propósitos. ¿Vais a someteros tranquilamente o no?". El
único derecho de la minoría, se ha dicho, es el de convertirse
en mayoría. Error, p r o f u n d o error. E n u n a democracia, el par-
tido que se halle en cualquier momento en el poder, está obli-
gado a dar a sus adversarios políticos la posibilidad que hagan
todos lo que sean capaces de hacer para privarle, por los me-
dios constitucionales, de su poder" 1 .

1
Lindsay (Ob. cit.).
94 Gabriel Amundtegu i

Sobre este p u n t o es preciso advertir que la mayoría, en un


gobierno democrático, n o puede a d q u i r i r jamás el carácter de
permanencia. Es la mayoría q u e surge de u n proceso electoral:
el resultado de las urnas es fluctuante, pues la opinión públi-
ca, parcialmente encasillada en los partidos políticos, al recibir
la influencia de los factores operantes, de los grupos de presión,
puede rectificar el criterio q u e antes exteriorizara e inclinar sus
preferencias hacia el partido opositor al gobierno.
L a realización extrema de la posición contraria nos lleva
hacia los gobiernos de dictadura, en los cuales la oposición fué
despojada de toda clase de derechos.
La democracia es u n régimen de libertad en el cual todas
las opiniones en materia política, social, religiosa, económica,
etc., deben tener la garantía de su libre exteriorización.
"Es obligación f u n d a m e n t a l , dentro del reconocimiento del
principio de la mayoría —escribe Kelsen— reconocer los dere-
chos de la minoría."
Las funciones ejecutivas de gobierno deben ser servidas por
el p a r t i d o mayoritario. Sobre la base de la garantía de las liber-
tades de opinión, de asociación, y de sufragio, hay q u e asegurar
también la eficacia def gobierno. T o d o s p u e d e n votar y todos
los partidos políticos tener su representación parlamentaria,
pero u n solo partido debe gobernar y éste es el p a r t i d o mayo-
ritario. La mayoría obtenida en las urnas significa q u e ef ma-
yor n ú m e r o de votos exterioriza fa m á x i m a voluntad coinci-
dente en u n programa y en las soluciones q u e él encarna: esa
opinión debe tener el ejercicio del poder y constituir el gobier-
no. Mas, frente a la realidad gubernativa existe, como ya está
anotado, la oposición que, desde su p u n t o de vista, también con-
curre al ejercicio del gobierno y forma parte integrante de la
nación y de la opinión pública.
El partido de oposición está reducido, en su carácter de tal,
Partidos Políticos 95

al rol de u n crítico y, en tal carácter, presta positivos servi-


cios al gobierno.
En las próximas elecciones podrá obtener el triunfo en las
urnas si las críticas constructivas que ha realizado encuentran
arraigo en la opinión pública.
"A la mayoría que debe permanecer unida corresponde el
poder e iniciativa de las reformas. A la minoría incumbe la ta-
rea de discutir los actos del gobierno y sus proyectos de ley. Esta
oposición es por demás irresoluta y flotante cuando se siente
impotente para conquistar, a su vez, el poder; ella se entrega en-
tonces a intrigas y a maniobras para perturbar al adversario a
quien no espera reemplazar" 1 .
Este juego de báscula y de alternativa en el poder presenta
especial relieve en los regímenes políticos que tienen el sistema
de sólo dos partidos: el de mayoría, en el gobierno, y, en la
oposición, el de minoría. Si el resultado de las urnas determina
una alteración en el número de sufragios, los papeles se invier-
ten automáticamente, y el Gobierno será ejercido por el par-
tido que, hasta la víspera se encontraba en la oposición, que,
en lo sucesivo y hasta otra renovación del Parlamento, estará
servida por el que fuera partido de gobierno.
Dentro de los regímenes representativos es, entre aquellos
dotados del mecanismo del gobierno parlamentario, donde pue-
de apreciarse con mayor nitidez el funcionamiento pendular
entre los partidos de "gobierno" y de "oposición".
Su realización más correcta y fidedigna la podemos compro-
bar en Inglaterra, país q u e nos ofrece u n interesante campo de
experimentación.
(Hay que tener presente que Inglaterra ha sido la f u e n t e
creadora e inspiradora de instituciones y doctrinas políticas: allí
nacieron, empíricamente, el gobierno representativo y el régi-

1
G. Lachapelle, "L'es Régimes Electoraux".
96 Gabriel A m u n á t e gu i

m e n p a r l a m e n t a r i o ; en ella f u e r o n consagrados originariamente


los derechos individuales, y, en el mecanismo r e g u l a d o r de sus
instituciones, concibió M o n t e s q u i e u su teoría r e f e r e n t e a la sepa,
ración de los poderes públicos).
I n g l a t e r r a nos ofrece, precisamente, los elementos ejempla-
res precipitados: por u n a parte, el " T w o Sistem Parties"; por la
otra, el gobierno p a r l a m e n t a r i o .
Y, es así c o m o podemos, e n la ú l t i m a década, observar el
m o v i m i e n t o p e n d u l a r : al g o b i e r n o conservador d e postguerra,
lo sucede el gobierno laborista, después de q u e el p a r t i d o de
M r . Atlee obtuviera, e n la elección d e los Comunes, el triunfo,
y el jefe de aquél, Mr. C h u r c h i l l lo r e e m p l a z a f r e n t e a la opo-
sición. E n las últimas elecciones p a r l a m e n t a r i a s (año 1951), el
p a r t i d o conservador conquistó el poder, y los papeles fueron
trocados: M r . C h u r c h i l l se sentará en el sillón d e P r i m e r Mi-
nistro, y la banca de jefe opositor, q u e dejará, será o c u p a d a por
el dirigente laborista, Mr, Atlee. Y, así p e r m a n e c e r á n hasta que
la o p i n i ó n pública h a b l e n u e v a m e n t e en las u r n a s y determine
q u é partido deberá gobernar.
Este e q u i l i b r i o p e n d u l a r c o n t r i b u y e a a r m o n i z a r las rela-
ciones e n t r e el gobierno y la oposición. El p a r t i d o mayoritario
q u e está en el p o d e r y, q u e bien sabe q u e se trata d e una si-
tuación a b s o l u t a m e n t e transitoria y q u e su p e r m a n e n c i a en el
g o b i e r n o estará s u b o r d i n a d a a la v o l u n t a d nacional, procurará
a r m o n i z a r sus soluciones —sin sacrificar las doctrinas esenciales—
con los p u n t o s de vista de la m i n o r í a opositora. D e ese modo,
si esta ú l t i m a sale t r i u n f a n t e d e los comicios, n o correrá el
riesgo d e q u e las conquistas q u e h u b i e r e alcanzado mientras
estuvo en el poder, sean drásticamente eliminadas. A u n q u e su-
f r a n algunas rectificaciones, siempre se conservará algo de lo
o b t e n i d o , pues la m i n o r í a , q u e f u e r a r e s p e t a d a e n c u a n t o a tal,
observará idéntico criterio, en c u a n t o a su posición de gober-
n a n t e , p a r a con su adversario político.
P a r t i d o s P o l í t i c o s 97

Este j u e g o a r m o n i z a d o r e n t r e los derechos del p a r t i d o de


" G o b i e r n o " y los del p a r t i d o de " O p o s i c i ó n " tiene en Inglate-
rra, además, la s u p r a g a r a n t í a de u n o de los caracteres q u e sin-
gularizan al p u e b l o inglés.
I n g l a t e r r a ofrece u n espíritu de p a r t i c u l a r respeto a la opi-
nión a j e n a : ese espíritu se r e f l e j a e n la c o n d u c t a q u e observan
sus partidos y en u n a especial ética política.
"Los problemas, en el j u e g o d e la política, o sea, la lucha
entre dos g r u p o s opuestos —escribe Barker— t e n d r á n q u e de-
batirse e, incluso p o d r í a hacerse esto a c a l o r a d a m e n t e , p e r o cada
cual h a b r í a de estar dispuesto a escuchar el parecer del adver-
sario. Se d a p o r s e n t a d o q u e el p a r t i d o mayoritario, q u e f o r m a
el Gobierno, s i e m p r e accede a q u e se celebre u n d e b a t e cuan-
do lo solicita la oposición. E l p a r t i d o m a y o r i t a r i o , q u e ejerce el
poder, reconoce q u e las opiniones de la m i n o r í a n o solamente
deben oírse, sino, además, tomarse t a m b i é n en consideración". Y
en su i n t e r e s a n t e análisis acerca de " L a Organización Constitu-
cional de G r a n B r e t a ñ a " , agrega el d i s t i n g u i d o catedrático: "Al
pensar en el G a b i n e t e n o d e b e olvidarse n u n c a la oposición, q u e
lo sigue, como la s o m b r a al cuerpo. Ei P r i m e r M i n i s t r o , q u e
preside el G a b i n e t e es u n a persona m u y i m p o r t a n t e ; p e r o se
enfrenta con lo q u e los británicos l l a m a n su " c o n t r a p a r t i d a "
—el J e f e d e la Oposición— q u e es t a m b i é n u n a persona m u y
importante. T i e n e u n despacho p r o p i o en la C á m a r a de los Co-
munes y, p o r u n a ley del a ñ o 1947 f u é oficialmente reconocido
y se le asignó u n sueldo a n u a l de dos mil libras esterlinas. (El
Primer M i n i s t r o gana diez m i l libras esterlinas, al año). ¿Qué
significa esta alta categoría del J e f e de la Oposición? Significa
lo siguiente: los británicos creen q u e t o d a cuestión tiene siem-
pre dos aspectos y o p i n a n , p o r lo tanto, q u e esto debe aplicar-
se t a m b i é n al G o b i e r n o , p a r a lo cual establecen u n a n t i - G o b i e r n o ,
al mismo t i e m p o q u e u n G o b i e r n o . E n t r e los dos h a d e estable-
cerse el e q u i l i b r i o y h a n de e n c o n t r a r u n a f o r m a de transacción.
98 Gabriel A munátegu i

Esto es lo que los británicos desean y lo q u e tienen. Por eso yo


definí u n a vez de la siguiente forma el sistema británico en un
libro q u e escribí: "El sistema británico de democracia parla-
mentaria es u n sistema en el que u n Gabinete en funciones se
ve confrontado, criticado y r e f r e n a d o por un anti-Gabinete que
espera ser y transformarse, a su vez, en Gabinete" 1 .
Al bosquejar, en el capítulo anterior, la influencia de la
opinión pública en la génesis y orientación del gobierno, diji-
mos que era f u n d a m e n t a l , en u n régimen democrático, el re-
conocimiento del principio de la libertad de opinión, de la liber-
tad de cualquiera crítica.
Esa libertad de opinión debe tener, entre otras garantías,
el derecho de la oposición a ser escuchada por el Gobierno; el
derecho a q u e sus representantes hagan oír su voz; a que su
prensa tenga plena circulación.
"La mayor contribución d e la G r a n Bretaña al arte de la po-
lítica, escribió Sir Henry N. Bunbury, es el hábito de toleran-
cia. C o m o h a dicho m u y bien u n escritor norteamericano, "la
actitud británica n o se limita a tolerar la minoría disconforme, si-
n o que, en realidad, la cultiva como parte del c o n j u n t o " . Porque,
dentro de la teoría política británica, el gobierno del día, y,
el partido que le sustenta, tienen obligaciones n o sólo con sus
adeptos, sino también con sus adversarios" 2 .
L a oposición también tiene sus deberes q u e cumplir: debe-
res para con el partido de mayoría, cuyo legítimo triunfo debe
respeta!, y deberes para con la colectividad.
L a oposición debe jugar su papel de fiscalizador y crítico,
con altura de miras; debe realizar u n a crítica constructiva, es
decir, n o limitarse al cómodo rol de la crítica corrosiva, que
destruye, sin dar u n a solución que substituya a aquella que es ob-
jeto de su repudio.

1 a
Ernest Barker, (Ob. cit.). Bunbury (Ob. cit.).
Partidos Políticos 99

Debe, en la realización de su indispensable función política,


utilizar las soluciones consultadas en su programa de acción y
apoyarlas con todos los órganos y elementos conducentes a u n a
activa labor proselitista. Asimismo, una oposición honesta, que
se haga acreedora al respeto de sus adversarios, no debe ex-
tremar su celo fiscalizador ni llevar su crítica a u n terreno de
exagerada belicosidad.
b) Los partidos desde el punto de vista doctrinario. En el
análisis que hiciéramos de los elementos constitutivos de u n
partido político, quedó anotado que uno de ellos era el progra-
ma. Se agregó que el programa encerraba el planteamiento doc-
trinario que esa agrupación pretendía realizar desde el gobierno.
Dicho planteamiento señalaba las soluciones que el partido
ofrecía dar a determinados problemas.
En la reseña histórica de los parLidos políticos se recordó
que las principales cuestiones que han sido planteadas a la opi-
nión pública en general, y, concretamente, a los partidos, eran
de carácter político, religioso y económico-social.
Quedó igualmente referido que, ante esos problemas, desde
el siglo X I X en adelante, los hombres habían adoptado dis-
tintas posiciones: los unos, propiciaban soluciones de reforma; los
otros, sostenían la bondad de las instituciones y mecanismos
existentes.
Los partidos a que ellos dieran origen fueron, en su co-
mienzo, los liberales y los conservadores. Surgirá, más tarde, un
grupo equidistante de ambas posiciones y q u e procuró u n a solu-
ción de armonía, un justo término medio: "En el medio está
la virtud".
Así, frente al problema político, tenemos a los reformistas,
auspiciando la fórmula del gobierno republicano; a los conser-
vadores, sosteniendo el poder del monarca, y a los hombres del
centro, comulgando con la concepción de la monarquía limita-
da o constitucional, en q u e armonizaban el dogma de la insti-
100 Gabriel A m un á t e gu i

tución real —el monarca— con el p e n s a m i e n t o democrático del


gobierno representativo —el p a r l a m e n t o .
F r e n t e al p r o b l e m a religioso, i r á n a enfrentarse los sostene-
dores del p r i n c i p i o d e la u n i ó n del Estado con u n a determinada
religión —religión oficial del Estado— con los defensores del
Estado laico —separación de la iglesia y del Estado. E n el fiel de
la balanza estarán los sustentadores de la solución ecléctica:
religión oficial del Estado, con tolerancia y protección para el
ejercicio de los cultos disidentes.
F r e n t e a los problemas económicos, se e n c o n t r a r á n , en los
extremos del problema, las escuelas liberal —libre juego de
las leyes naturales— y socialista, colectivizando o comunizando
los bienes de producción y, en el centro, los partidarios del ré-
gimen del socialismo de Estado, con mayor o m e n o r interven-
ción estatal en los fenómenos económicos.
Esta lucha secular entre el absolutismo y el constituciona-
lismo, entre la a u t o r i d a d y la libertad, e n t r e la tradición y la
renovación, entre derechas e izquierdas, está sometida, en el tiem-
po, al ineludible m a n d a t o de las leyes d e la evolución.
Partidos que, en su origen, constituyeron la izquierda, en
el sentido actualizado de la expresión, es decir, q u e significa-
r o n el pensamiento más audaz de su época, al permanecer fie-
les a su p r i m i t i v a posición, f u e r o n precedidos por otros partidos
nuevos, q u e p r o p i c i a b a n soluciones más avanzadas q u e las de
aquéllos y que, a su vez, en este proceso de etapas superadas,
serán la izquierda del m i n u t o en q u e les correspondió actuar.
F r e n t e a los problemas sociales significará el encasillamien-
to d e los individuos desde el p u n t o d e vista de sus concepcio-
nes acerca de la realización del p r i n c i p i o de la igualdad.
O r i g i n a r i a m e n t e d e t e r m i n ó la l u c h a p o r la abolición de los
títulos nobiliarios, de los mayorazgos, de los privilegios. Más tar-
de, el p r o b l e m a racial que, en los Estados U n i d o s de Norteamé-
rica d e t e r m i n a r á u n a grave escisión —después de abolida la es-
Partidos Políticos 101

clavitud— y q u e se solucionará m e d i a n t e la e n m i e n d a 14 a la
Constitución, i n t i t u l a d a "Derechos civiles p a r a los negros". E n
la actualidad, este p r o b l e m a ha d e t e r m i n a d o las cuestiones inhe-
rentes a la nivelación jurídica de ambos sexos y a la identidad
de derechos de los hijos, cualquiera que sea su estado civil.
Asimismo, d e n t r o de las derechas y de las izquierdas existen
matices diferenciados: hay elementos que, en su ideología per-
sonal comulgan con doctrinas q u e tienden, e n u n o y en otro
extremo, hacia posiciones de vanguardia y retaguardia, respecti-
vamente. D e allí q u e la terminología política haya incorporado
en su léxico las voces "extrema izquierda" y "extrema derecha".
Igualmente, d e n t r o de los hombres "del medio", los hay in-
clinados, con mayor o m e n o r impulso, hacia los partidos de
ambos extremos, y esas inclinaciones sirven para d e t e r m i n a r
alianzas entre los partidos, a base de combinaciones más o me-
nos inestables. Este f e n ó m e n o se agudiza en los regímenes polí-
ticos con m u l t i p l i c i d a d d e partidos: la parcelación de la opinión
pública ofrece en ellos u n amplio territorio para que germine
toda clase de ideologías y, p a r a q u e se p r o p u g n e n i n n ú m e r a s so-
luciones a los complejos problemas de la c o m u n i d a d .
Es interesante, asimismo, observar q u e u n a ordenación de
los partidos e n "derecha" e "izquierda", es sólo relativa e im-
posible de realizar en lorma absoluta, respecto de todos los pro-
blemas doctrinarios abarcados en c o n j u n t o .
L a posición q u e los partidos, y los hombres d e n t r o de ellos,
adoptan frente a u n problema, es decir si son reformistas (iz-
quierda) o tradicionalistas (derecha), está en f u n c i ó n del proble-
ma, en sí mismo.
Así tenemos que, si para colocar la etiqueta de izquierdista
utilizamos el problema religioso, el p a r t i d o q u e propicia en sus
programas la laicización de las instituciones, ciertamente lo será.
Mas, supongamos q u e ese mismo partido, ante el p r o b l e m a eco-
nómico, sostiene la doctrina liberal. Ese partido, frente a esta
102 Gabriel Amundtegu i

cuestión, será tradicionalista. E, inviniendo los términos del


asunto, un partido cuyo programa consulte la unión de la Igle-
sia con el Estado, en lo religioso, y el credo socialista en lo
económico, será de derecha y de izquierda, respectivamente.
Derechas e izquierdas se adhieren a ciertos sistemas de va-
lores: esos valores no son permanentes. De allí la fatal inestabi-
lidad de que adolecen los programas de los partidos y que
motive que, en aquellos que están estructurados en u n régimen
democrático, deban ser revisados periódicamente, en Convencio-
nes internas.
U n partido político no puede ser estructurado en un pro-
grama inamovible: "la evolución de las condiciones materiales
y de las pasiones ideológicas, escribe Duverger, exige una evo
lución paralela de las instituciones. T a l régimen, ayer excelen-
te, es hoy día mediocre y será detestable mañana".
Es dable aplicar a los partidos políticos el aforismo de que
"o se renuevan, o desaparecen". Elocuente ejemplo nos lo ofrece
el hasta ayer poderoso partido liberal inglés, el cual, al pelma
necer invariable en su doctrina, fué "laminado" por los parti-
dos de los extremos, conservador y laborista.
Como acotación, es dable distinguir también, en u n orde-
namiento de los partidos no sólo en cuanto al fondo del pro-
blema, esto es, a sus doctrinas, sino que también respecto del
p u n t o de vista del procedimiento conducente a la realización
de estos programas.
Esta distinción nos muestra los partidos evolucionistas y l°s
partidos revolucionarios.
La Ciencia Política es una técnica del orden público, de la
normación jurídica, de la realización del derecho y, en conse-
cuencia, sólo podemos registrar la existencia de los métodos re-
volucionarios.
Sobre la base de los textos constitucionales neo-contempo-
ráneos, a la luz de las doctrinas coetáneas, y para los efectos
Partidos Políticos 103

de nuestra cátedra, trazamos en u n gráfico la concepción de u n


gobierno democrático, en toda su amplitud 1 .
Ese gráfico —que contiene u n programa doctrinario que
significa u n a posición de "centro-izquierda", y, b a j o ciertos as-
pectos, de "izquierda"— nos dice: a) que la democracia "políti-
ca", cuya función es "hacia ef gobierno dei pueblo" (liberta-
des), se realiza mediante: el sufragio universal; la representación
proporcional; el régimen representativo, con intervención di-
recta de la ciudadanía (referendum; recall); con el gobierno
parlamentario reglamentado, asesorado, por consejos técnicos;
con el ordenamiento jurídico, en u n Estatuto Orgánico, de los
Partidos Políticos; con la descentralización administrativa; b) que
la democracia "social", cuya función es "hacia u n a sociedad más
humana y justa" (igualdades), se realiza mediante: la consagra-
ción de los derechos sociales (instrucción, trabajo, etc.); la igual-
dad jurídica de ambos sexos y de los hijos; la legislación sobre
asistencia, previsión, maternidad, vejez, etc., y c) que la demo-
cracia "económica", cuya función es "hacia mejores condiciones
de vida" (igualdades), se realiza mediante u n régimen ele socia-
lismo de Estado; con la legislación del trabajo (libertad sindi-
cal); el salario vital, la asignación familiar, la participación en
las utilidades, la propiedad en función social, la propiedad
familiar; la división de la propiedad, el impuesto progresivo.
Podemos, en el terreno de las realidades, exhibir la Consti-
tución de la República española (1931). Su capítulo II, intitu-
lado "Familia, economía y cultura", contiene, entre otros, los
arts. 43 y 44. El primero legisla acerca de la familia y dice: "El
matrimonio se f u n d a en la igualdad ele derechos para ambos
sexos. Los padres tienen, para con los hijos habidos fuera del
matrimonio los mismos deberes que respecto de los nacidos en
él. No podrá consignarse declaración alguna sobre la legitimi-
1
Gabriel Amunátegui, "Manual de Derecho Constitucional".
(Pág. 213)
.104 Gabriel Amunátegui

d a d o ilegitimidad de los nacimientos ni sobre el estado civil


de los padres, en las actas de inscripción n i en filiación algu-
na". Y, el art. 44 prescribe: " T o d a la riqueza del país, sea quien
fuere su dueño, está subordinada a los intereses de la economía
nacional y afecta al sostenimiento de las cargas públicas, con
arreglo a la Constitución y a las leyes".
La Constitución uruguaya —una d e las últimas Cartas Po-
líticas del m u n d o (fué ratificada por el plebiscito de 16 de di-
ciembre de 1951)— estatuye en su art. 42: "Los padres tienen
para con los hijos habidos fuera del matrimonio, los mismos
deberes q u e respecto a los nacidos en él". Y su art. 54 dice:
"La ley h a de reconocer a quien se hallare en u n a relación
de trabajo o servicio, como obrero o empleado, la independencia
de su conciencia moral y cívica; su justa remuneración; la limi-
tación de la jornada; el descanso semanal y la higiene física y
moral".
Composición de los partidos. En su origen, como ya está
narrado, al tratar de los antecedentes históricos, la composición
de los partidos f u é motivada por la ¡aosición clasistica ele los
individuos.
Los partidos de derecha f u e r o n constituidos por las clases
aristocráticas, la nobleza, el alto clero, los terratenientes. Los
partidos de izquierda —liberales, reformadores—, reclutaron sus
elementos de la clase media: profesionales, estudiantes, periodis-
tas, militares eliminados por la Restauración.
"La burguesía francesa —escribe faeques Droz - aprovecha
de la conquista de la libertad para establecer su prosperidad
material: permanece fiel al espíritu d e Voltaire, hostil al cleri-
calismo y a todo esfuerzo de la clase nobiliaria para restablecer
sus privilegios. Pero, se preocupa también de p r o h i b i r a la de-
mocracia de los trabajadores el acceso a los ¡moderes públicos.
Después de la derrota de la nobleza, ella posee la suficiente for-
tuna e instrucción para interesarse en la conservación del go-
Partidos Políticos 105

bierno. Por otra parte, clase abierta a todos, está bastante cerca
del pueblo para acoger a todas las "élites" que deseen elevarse
hasta ella. Formada por ciudadanos q u e no están absorbidos
ni por exceso de trabajo ni por la ociosidad, dueña de la opi-
nión, posee, a la vez, el sentido del progreso y el de la auto-
ridad" 1 .
A partir de la revolución francesa del año 1848 —como ya
se anotara— surgirán los partidos socialistas y populares, q u e
serán, en el futuro, los partidos de izquierda. Esos partidos esta-
rán, en su base, constituidos por las clases asalariadas y prole-
tarias ("Proletarios del mundo, unios").
El "Tercer Estado" estará constituido por la pequeña clase
media, por los obreros industriales y agrícolas. Es u n fenómeno,
umversalmente reconocido, que la masa de los partidos de iz-
quierda la forman las clases trabajadoras, cuyas reivindicacio-
nes doctrinarias son de carácter económico y social: " T o d a s
las instituciones sociales deben tener por objeto el mejoramiento
físico de ia clase más numerosa y más pobre" (Saint-Simon).
"No tomar el poder, como instrumento, es encontrarlo como
obstáculo" (Luis Blanc). E n la izquierda se agruparán, bajo la
bandera de las reivindicaciones económico-sociales, todos aque-
llos que anhelan u n porvenir mejor.
La reunión, en fábricas y talleres, determina u n a estrecha
convivencia entre los trabajadores que forman, "entre la tota-
lidad del pueblo, una masa compacta, escribe Eckardt, mientras
que la burguesía se halla difundida entre todas las capas del
país".
Este hecho, de notoria influencia en la labor proselitista,
contribuye a la formación de la conciencia de clase y a una in-
tensa y constante difusión de las doctrinas.
Así como la historia de postguerra registra el antecedente
de que los nuevos países nacidos de Versalles, en obediencia a
1
Jacques Droz, "Hisloire des Doctrines Poli tiques en France".
106 Gabriel A m un á t e gu i

la ley de la "oscilación del péndulo", se volcaron en el régimen


parlamentario —máxima realización de la democracia política,
al ser liberados del absolutismo en que vivieran— así, las clases
proletarias, al incorporarse en la vida política, acudieron, casi ins-
tintivamente, a reconocer tienda b a j o las banderas de los par-
tidos de izquierda.
En T u r q u í a , por ejemplo (uno de los últimos países eu-
ropeos que entraron por la senda del gobierno democrático),
el Presidente Inónü, que había organizado en su patria, como
partido único, al Republicano del Pueblo, permitió en 1945
que se formara el Partido Democrático, que recogió más del
80% del campesinado de Anatolia, y que obtuvo el triunfo en las
elecciones del año 1950.
En cuanto a la influencia que ha significado la general
incorporación de la m u j e r en la ciudadanía y, las tendencias
políticas que ellas lian exteriorizado, aun cuando n o hay al res-
pecto suficientes elementos de juicio, podemos estampar dos
observaciones.
U n a de ellas que —preferentemente en los hogares popu-
lares—la mujer ha reaccionado en forma similar al hombre; es
decir, las mujeres trabajadoras han incrementado los partidos
socialista y comunista.
Además de que —siempre dentro de una visión muy am-
plia— se acusa u n a tendencia, más o menos pronunciada, en la
m u j e r hacia los principios tradicionalistas y, en la mayoría de
los casos, hacia esa posición de "Centro", de equilibrio entre
posiciones extremas, de justo "término medio". Esa tendencia
responde a características biológicas que determinan que en la
comunidad más simple —el hombre y la mujer— sea ésta quien
encarne la tendencia conservadora.
Al efecto, recordemos que, a raíz del derrumbe de Alema-
nia, en la primera guerra mundial, producida la abdicación del
Kaiser, y realizados los primeros ensayos comunistas, fué el voto
Partidos Políticos 107

de la m u j e r quien eligió como Presidente al Mariscal von Hin-


denburg, que significaba una solución de armonía y pondera-
ción.
c) Estructura de los partidos. Desde este p u n t o de vista po-
demos ordenar los partidos políticos en; 1. Partidos de comi-
tés, y 2. Partidos de masas.
1. Partidos de comités. Representan la forma arcaica de la
estructura de los partidos políticos y sus rasgos perduran en algu-
nos de los partidos burgueses o de clase media, que militan
en las filas del "Centro", o "término medio". Ofrecen la carac-
terística de que constituyen núcleos reducidos de ciudadanos
en torno, preferentemente, de alguna personalidad política de
gran relieve.
T.a influencia que ejerce el jefe determina, en los comicios
populares, u n apoyo sólido de la opinión apolítica, que se tra-
duce en la obtención de bancas en el Parlamento.
Estos partidos tienden a identificarse con tos partidos perso-
nalistas —que degeneran en facciones, y con los grupos polí-
ticos, de usual vida en Francia— que, al margen de los partidos,
se estructuran en derredor de u n político connotado.
Con el incremento de la opinión pública, la generalización
del sufragio y, ante los problemas económico-sociales, que su-
peran a los meramente políticos, estos partidos de comités están
condenados fatafmente a desaparecer.
2. Partidos de masas. Ya está escrito que u n o de los fe-
nómenos políticos que singularizan a la Era Neocontemporánca
es la aparición de las masas, de las clases proletarias, en el es-
cenario político. Y, agregado está, que las clases trabajadoras
se incorporaron o dieron vida a los partidos de "izquierda",
socialistas y comunistas.
Estos partidos se caracterizan por procurar allegar el ma-
yor número de ciudadanos a sus registros.
En estos partidos —de fisonomía originariamente popular y,
108 Gabriel A m un á t e gu i

a su ejemplo, y obligados a ello, los partidos burgueses lian


rectificado su actitud— la función proselitista es de fundamental
importancia.
Mediante u n a activa y continuada labor de propaganda ha-
cen penetrar sus doctrinas en la opinión pública y se preocu-
p a n de que el mayor n ú m e r o de individuos se incorpore a su
registro.
En los partidos populares la recluta de afiliados es más im-
portante q u e en los partidos burgueses: " O c u r r e que los parti-
dos obreros, escribe Eckardt, necesitan en mayor medida u n nú-
mero grande de afiliados, puesto que las cuotas de éstos repre-
sentan su ingreso principalmente. L o contrario, ocurre en los
partidos burgueses, q u e confian indolentes en ser subvenciona-
dos por unos pocos miembros de b u e n a posición. El día de ven-
cimiento de las cuotas en el partido socialista es, con frecuencia,
el más importante en su vida, mientras q u e en los partidos bur-
gueses no sucede así. En ello estriba el estímulo más fuerte para
el interés q u e el obrero toma en su organización. Además, la
estrecha convivencia en el trabajo, lleva a todos los compañeros
al cumplimiento de sus deberes políticos y a la lectura de la
prensa del partido" 1 .
Debemos advertir q u e esta distinción entre partidos de co-
mités y de masas sólo es admisible en los regímenes políticos
en q u e f u n c i o n a el sistema de partidos múltiples.
En el régimen del partido único, su sola estructura eviden-
cia la imposibilidad de ella, y en los países dotados de "Two
sistem parties" ambos partidos, obligadamente, procuran obte-
ner el mayor n ú m e r o de adherentes y la ciudadanía tiende a
encasillarse o a simpatizar con u n o u otro de ellos.
d) Organización de los partidos. En cuanto a esta base cabe
distinguir dos cuestiones: primero, la génesis de las directivas y

1
H a n s von E c k a r d t . ( O b . cit.).
Partidos Políticos 109

el origen de la doctrina, y, segundo, la autoridad con que están


investidas las directivas.
N<? 1. Desde el p u n t o de vista de la elección de dirigentes,
los partidos pueden ser clasificados en democráticos y autocrá-
ticos.
En los partidos democráticos, escribe Duverger ("Droit
Constitutionnel") "los dirigentes son elegidos en todos los car-
gos, en virtud de elecciones sinceras y la doctrina es definida en
Congresos, donde se forman varias tendencias, que juegan,
en las decisiones del partido, u n rol proporcional a su impor-
tancia.
"Al contrario, escribe el catedrático francés, en los partidos
autocráticos, los dirigentes son más o menos impuestos por los
jefes supremos del partido. Sobre todo, la doctrina es definida
por éstos, sin colaboración de los adhcrentes".
Esta doble cuestión —elección de los dirigentes, por una
parte y, por la otra, contenido doctrinario del programa— es
de la mayor importancia y debería constituir u n a de las bases
del proyectado "Estatuto Orgánico del Partido Político".
La generalidad de los partidos en el mundo está estructu-
rada bajo la forma democrática: los miembros de sus directivas
son elegidos en votación interna en que participan todos los
individuos que integran la colectividad.
En cuanto a la doctrina que sustenta el programa, hay que
distinguir.
En la organización de u n nuevo partido ese programa será
el fruto de la coordinación de voluntades y opiniones de us
fundadores. En lo sucesivo, ese programa tendrá que ser some-
tido a revisiones periódicas.
En el desarrollo de este capítulo quedó ya anotado que
los programas y las doctrinas estaban sometidos al cumplimiento
de las leyes inexorables, de la evolución y que necesitaban for-
110 Gabriel Amundtegu i

zosamente ser adaptados a los nuevos problemas, que requieren


soluciones nuevas.
Esa revisión de los programas y de sus doctrinas se realiza,
por lo general, en "Convenciones" que celebran periódicamente
los partidos, constituidas por delegados elegidos por las asam-
bleas.
En esas Convenciones lucharán las distintas corrientes de
opinión —izquierda, centro y derecha— que existen en toda
colectividad humana. La fórmula mayoritaria será la que im-
ponga el contenido del programa del partido.
En la actualidad podemos señalar como ejemplos de par-
tidos democráticos los partidos que hemos ubicado en el centro
y en la derecha, es decir, empleando los términos políticos de
mayor generalización —los partidos radical, liberal, conservador.
Y, corresponden al tipo de partidos autocráticos, los parti-
dos socialista y comunista.
N"? 2. En cuanto a la autoridad con que están investidos
los dirigentes debemos distinguir entre "partidos rígidos" y
"partidos flexibles".
"Yo llamo rígidos, escribe Duverger, a los partidos que ha-
cen reinar u n a disciplina estricta sobre sus miembros y, espe-
cialmente, sobre sus diputados en el Parlamento y sus ministros
en el Gobierno, los unos y otros no siendo sino los mandatarios
del partido, en el hecho y no en el derecho, del cual aplican las
directivas en la asamblea; especialmente la disciplina de los vo-
tos es absoluta."
"Al contrario, prosigue Duverger, u n partido es flexible
cuando sus miembros, especialmente sus elegidos, conservan
u n a independencia muy grande; los individuos se reúnen
a causa de sus afinidades generales, pero sin abdicar en nada
de su personalidad p r o f u n d a y de su libertad; en el Parlamento,
como en el consejo de ministros, se deciden según las exigen-
Partidos Políticos 111

cias de su propia conciencia, sin estar ligados por ninguna dis-


ciplina de voto" 1
Esta cuestión es uno de los puntos esenciales en la orga-
nización y funcionamiento de los partidos políticos; determina
lina de sus bases, que es la cohesión y disciplina que deben
existir en sus filas e influye, en forma notoria, en la estabilidad
del régimen político, particularmente en los países dotados de
gobierno parlamentario.
Esta cuestión debe ser analizada desde distintos puntos de
vista.
En primer término, surge el planteamiento acerca de la
naturaleza jurídica del cargo parlamentario. ¿Es u n represen-
tante legal? ¿Es u n mandatario?
Las doctrinas políticas clásicas, inspiradas por la concepción
de la soberanía nacional determinaron que el parlamentario
era un representante legal de la nación; que, en consecuencia,
de conformidad con los principios generales de la representa-
ción, disfrutaba de la más amplia voluntad e independencia en
el ejercicio de su cargo; que era inamovible en el desempeño d e
sus funciones y estaba exento de la obligación de rendir cuenta
de sus actos.
El neoconstitucionalismo, que consagrara aquellas doctrinas,
les introdujo rectificaciones.
El pensamiento rousseauniano ha sido substituido por la
teoría de la soberanía popular que ve en el parlamentario a u n
mero mandatario al cual son aplicables las reglas del derecho
común.
Colocándonos en esta posición ideológica tenemos que, el
mandante es la ciudadanía o, en realidad, el respectivo partido
político; el parlamentario a quien se confía la gestión de reali-
zar el programa desde el gobierno, es el mandatario y tiene q u e

1
M a u r i c e Duverger, "Les Régimes Politiques".
112 Gabriel A munátegu i

ceñirse a las facultades e instrucciones que le otorgue e imparta


su mandante.
L a realización de esta doctrina nos conduce, por u n a parte,
hacia la necesaria obediencia del parlamentario y gobernante,
en general, a las órdenes de la directiva de su partido; y, por
otra parte, hacia la facultad del mandante para revocar a su
mandatario.
Esta posición ha significado la introducción del "Recall"
o revocación anticipada del cargo parlamentario en algunas le-
gislaciones, tales como la Constitución de la U. R. S. S. y las de
algunos de los Estados-miembros de la Unión Norteamericana.
Desde otro p u n t o de vista tiene que ser encarado el pro-
blema y él está contemplado como u n a de las bases del "Esta-
tuto Orgánico del Partido", en cuanto al establecimiento de
normas que determinan la autoridad disciplinaria de la direc-
tiva y la institución de u n control jurisdiccional.
Los impugnadores de la doctrina del parlamentario-man-
datario y de la rigidez del partido, arguyen que esta solución
determinaría, en la práctica, el alejamiento de las luchas po-
líticas de aquellos individuos dotados de u n a personalidad vigo-
rosa y que n o estarían dispuestos a desempeñar u n a función
subalterna que se limitaría al mero cumplimiento del encargo
q u e recibiera.
Este problema, como casi todos los problemas humanos, re-
quiere u n a solución ecléctica en la cual, sin exagerar la nota
d e u n a extrema autoridad, que ahogue en germen toda inicia-
tiva singular de un parlamentario, consulte, preferentemente,
la indispensable disciplina, base de toda organización, q u e debe
imperar en u n partido político.
En la práctica, los acuerdos del partido que obligan a sus
representantes a votar en u n determinado sentido, son el resul-
tado de un acuerdo libre y extensamente debatido, en el cual
Partidos Políticos 113

son escuchadas las opiniones q u e se expresen en u n o y en otro


aspecto.

Ese acuerdo, como toda resolución de u n cuerpo colegiado


—y así ocurre con la propia elección de los parlamentarios en las
urnas y con las resoluciones q u e éstos a d o p t a n en el Parlamen-
to— tiene q u e condicionarse con la inevitable ley de la mayoría.
La fórmula usual es acordar q u e la representación parlamen-
taria "vote como partido". L a infracción a esa orclen es causal
de la adopción de u n a medida disciplinaria.
Concordante con esta doctrina leemos el pensamiento de
Stuart Mili en el "Gobierno Representativo": "Por considera-
ciones de moralidad política es necesario admitir q u e ciertas
reglas, ciertos lineamientos generales de conducta, deben ser
sometidos a los electores por el candidato. Y, u n a vez propuestas
al electorado y aceptadas por éste, el candidato queda moral-
mente obligado a regular por ellos su gestión política".
Por su parte, el catedrático Jiménez de Aréchaga (Ob. cit.)
expresa: "En la política hay u n a zona incontrovertible de gran-
des principios fundamentales, q u e corresponden a la mentalidad
particular o al programa de cada agrupación política y, en esta
materia, el legislador q u e ha obtenido el sufragio de los hom-
bres que participan de ese credo, está en el deber moral de
ajustar a estos principios su conducta, u n a vez q u e haya obte-
nido su b a n d a parlamentaria".
Debemos todavía agregar que f r e n t e al posible dilema de
conciencia que pudiere plantearse a u n parlamentario q u e ha
recibido la orden de su partido de proceder en desacuerdo
de sus propias convicciones, cabe la solución correcta de su di-
misión, por la imposibilidad moral en que se encuentra para
desempeñar su cargo.
El ejemplo más notorio de partido rígido nos lo ofrecen los
partidos ingleses.
"La disciplina dentro de los partidos es rigurosa y se for-
114 Gabriel A mu n á t e g u i

talece por el hecho de haber sólo dos grandes agrupaciones po-


líticas. Falto el rebelde de varios partidos d o n d e poder refugiar-
se, el castigo por su rebeldía se traduce en que n o es reelegido
y termina así su carrera política; la independencia, d e n t r o de los
partidos, n o p u e d e extremarse" 1 .
"Debemos agregar todavía que los partidos políticos ingle-
ses son d e tipo rígido, es decir, q u e impera en ellos la más abso-
luta disciplina. Singulariza esta rigidez la institución de los
"whips" (látigos) que son los encargados de velar por q u e los di-
putados c u m p l a n con sus obligaciones de partido, sea en cuanto
a la asistencia a las sesiones, sea respecto de la emisión de sus
votos, etc." 8 .
Como nota actualizada podemos exhibir el ejemplo que nos
ofrece el partido socialista de la República Federal Alemana
(Alemania Occidental), "Para Schumacher, su jefe, el S. D. P.
(Partido Socialista) es u n a especie de orden monástica d e la po-
lítica en que reina, a lo menos, la regla de la obediencia. Es sa-
bido q u e n i n g ú n d i p u t a d o puede aceptar u n a invitación a co
mer sin estar autorizado y se presume q u e debe dar cuenta
en seguida de la conversación. Es inútil tratar de obtener de un
socialista u n p u n t o de vista personal" 3 .
Como ejemplo de partidos flexibles —fuente generosa de in-
disciplina e inestabilidad—, debemos señalar el q u e nos ofrece
la Francia d e la Tercera República, especialmente el partido
Radical y los grupos personalistas.

9. REGÍMENES Y PARTIDOS POLÍTICOS.—En el análisis de la teoría


del partido político es preciso considerar a este organismo en
función del régimen político.
U n régimen político, es decir, u n sistema de gobierno, está

1
R. N. Bunbury, Ob. cit. " Raymond Carticr, "Au tour d"
2
Gabriel Amunátegui, "Regíme- Monde" ('Taris Match" N ° 100, r>'
nes políticos". 12 mayo 1952).
Partidos Políticos 115

estructurado sobre tres bases fundamentales: génesis del gobier-


no, es decir, origen de la autoridad; estructura de los organis-
mos superiores del Estado, o Poderes Públicos, y funciones que
sirven esos órganos.
El partido político ejerce influencia grande sobre esas tres
bases y opera sobre eflas.
1, Génesis del gobierno u origen de la autoridad. Hemos
ya anotado que en la base de todo régimen representativo nos
encontramos con la existencia de los partidos políticos. Agrega-
remos, todavía, que en los gobiernos semirepresentativos (los
gobiernos directos son hoy día, y quizá lo han sido siempre,
meras concepciones doctrinarias, irrealizables en lo positivo), la
intervención directa de la nación (plebiscito, recall) se realiza
por intermedio de esos órganos.
El Gobierno representativo, que es el régimen político de
mayor expansión, puede concebirse dentro de u n proceso selec-
tivo. De la nación surge la ciudadanía o nación legal, consti-
tuida por la selección de aquellos nacionales capacitados para
ejercer los derechos políticos. Estos ciudadanos, a su vez, eligen
dentro de ellos, a los gobernantes.
"El fenómeno de la aparición de los partidos políticos, es-
cribe Duverger, es relativamente reciente y se manifiesta a me-
diados del siglo XIX. Al encuadrar a los gobernados y a los
candidatos propuestos a su sufragio, ai coagular, alrededor de
algunas poderosas ideas fundamentales, u n a multitud de pensa-
mientos individuales, variables e imprecisos, que se transforma-
ban de ese modo en u n a "opinión pública", los partidos políticos
han contribuido poderosamente al desarrollo de la democracia,
al darle una organización de base" 1 .
Desde este p u n t o de vista, o sea, de la génesis del gobierno,
son los partidos políticos, en los Estados democráticos, los que
ejercen virtualmente el poder electoral.
1
Maurice Duverger, "Les Régiraes l'olitiques".
116 Gabriel A munátegu i

Desde luego, u n crecido n ú m e r o de la ciudadanía está ano-


tado en sus registros; los candidatos son patrocinados por ellos
(este rasgo se acentúa en los sistemas electorales de representa-
ción proporcional, en que juega el resorte de las listas concu-
rrentes, previamente inscritas; esa inscripción es realizada, exclu.
siva o preferentemente por el partido político) y, en cuanto a
la elección de Presidente de la República, su influencia es de-
cisiva.
En esta materia hay que distinguir respecto del procedi-
miento que, al efecto, se hubiere adoptado.
Como regla general podemos anotar que, dentro del pre-
sente siglo, ha adquirido patente universal la fórmula, surgida
en la otra centuria en los EE. U U . de N. A., de las Convencio-
nes Presidenciales.
Con antelación a la elección presidencial, los partidos po-
líticos, reunidos en u n a Convención ad hoc, proceden a designar
de su seno, al candidato a la Presidencia de la República,
En seguida, hay q u e distinguir entre los sistemas de elec-
ción directa e indirecta o de segundo grado. En los primeros,
los correligionarios y simpatizantes o adherentes de u n determi-
nado partido, sufragarán eri las urnas por el candidato que se
hubiere designado, E n t r e los sistemas de segundo grado tene-
mos el mecanismo de los electores de Presidente, fórmula inter-
media entre la ciudadanía y el gobernante; en ellos, los electores
son escogidos en función directa de sufragar por el candidato
que el partido hubiere proclamado (ejemplo, los EE. UU. de
N. A.). En otros países se ha adoptado el sistema de elección in-
directa en el cual el Presidente es elegido por el Congreso
(ejemplo, Francia). E n este caso, los parlamentarios actúan de
acuerdo con las instrucciones precisas de su partido. (La fórmula
es mucho más severa en los partidos que hemos calificado corno
"Rígidos").
2. Estructura de los órganos. Esta base del régimen político
Partidos Políticos 117

afecta a los órganos legislativo y ejecutivo —el órgano judicial,


por la naturaleza de sus funciones, requiere una estructura espe-
cificada y, asimismo, que esté marginado de la política—, y con-
cierne, por tanto, al Gobierno y a las Asambleas.
La estructura de los órganos está en función directa del ré-
gimen de partidos (sistemas He u n partido, de dos partidos y de
partidos múltiples), y dada su importancia, será materia de otro
párrafo dentro de este capítulo.
Desde luego podemos anotar que, en la estructura del órga-
no ejecutivo, los partidos políticos acusan su existencia.
Así tenemos, por ejemplo, la característica singular que nos
Ofrece, al respecto, el gobierno parlamentario.
Este régimen político, denominado también precisamente
por su influencia, régimen de partidos, se ha traducido en la dua-
lidad de funciones entre el Monarca o Presidente (Inglaterra,
Francia), que es el Jefe del Estado y, el Primer Ministro o Pre-
mier, que es el Jefe del Gobierno. (Gobierno, en la actual termi-
nología constitucional es una voz que individualiza al Gabinete).
El Jefe del Estado y el Jefe def Gobierno —ejecutivo dualis-
ta— tienen atribuciones especificadas.
Ahora bien: las reglas, consuetudinarias, en su origen y, re-
glamentadas en el neoconstitucionalismo, determinan que sea el
jefe del partido mayoritario —como ya se explicara al tratar del
"Gobierno y de la Oposición"— el que sirva, automáticamente,
en Inglaterra y otros países con rasgos análogos, las funciones
de Jefe del Gabinete. Agreguemos, todavía: la estructura de un
gobierno democrático consulta también, según se anotara antes,
la existencia de una oposición, función que incumbe al partido
minoritario. Esa oposición tiene su jefe que, desde este punto de
vista, debe ser considerado como elemento complementario de la
estructura gubernamental.
Hay otra forma de ejecutivo, el ejecutivo colegiado o pluri-
personal. Esta estructura nos la ofrece el ejecutivo en Suiza y en
118 Gabriel A munátegu i

U r u g u a y . En este ú l t i m o país, la r e f o r m a constitucional realizada


en diciembre de 1951 restableció la f o r m a colegiada o directoría!
(originariamente se h a b í a i m p l a n t a d o .en ese país el a ñ o 1917 y
estuvo en vigencia hasta el a ñ o 1937). L a actual Constitución
U r u g u a y a ha creado el Consejo Ejecutivo Nacional, compuesto
por nueve miembros. Seis de ellos pertenecen al lema (denomina-
ción partidista) mayoritario, y, tres, al p a r t i d o a q u i e n correspon-
diere el segundo v o l u m e n de sufragios.
E n la estructura de las Asambleas Legislativas (Parlamento,
Congreso, Cortes) la intervención de los partidos es importante.
Desde luego, q u e d ó ya observado q u e los candidatos y,
consecuencialmente, los elegidos, son p r o h i j a d o s por los partidos
y, de c o n f o r m i d a d con las novísimas doctrinas, son mandatarios
suyos.
E n seguida, y respondiendo también a las nuevas tenden-
cias políticas del m u n d o , el sistema de la representación propor-
cional ha t e n i d o u n a gran aplicación.
Ese sistema motiva q u e los distintos partidos tengan sus per-
soneros en el P a r l a m e n t o e n proporción de las fuerzas electorales
de q u e h u b i e r e n dispuesto.
En consecuencia, la fisonomía política del P a r l a m e n t o es el
reflejo —o debería serlo— del o r d e n a m i e n t o de la o p i n i ó n pú-
blica, en partidos políticos. Esta característica se acentúa en los
regímenes q u e f u n c i o n a n sobre la base del sistema de partidos
múltiples.
T o d a v í a podemos agregar que, en los países d o n d e ha exis-
tido o sobrevive u n a ordenación social q u e motiva u n a clase aris-
tocrática (Inglaterra, Austria, H u n g r í a , J a p ó n ) q u e origina la
formación d e u n p a r t i d o político, su influencia se ha ejercido
e n la estructura del P a r l a m e n t o en forma bi-cameral. U n a de las
dos ramas representa al elemento aristocrático, generalmente es-
t r u c t u r a d o en u n p a r t i d o conservador o tradicionalista (Cámara
de los Lores, en Inglaterra; Consejo, del I m p e r i o Ruso; Cámara
Partidos Políticos 119

Alta, del J a p ó n ; Cámara de los Señores, en Prusia, y Cámara de


los Magnates, en H u n g r í a ) .
3. Funciones q u e sirven los órganos. El problema de la dis-
tribución de las funciones gubernamentales, entre los órganos del
Poder, debe ser circunscrito al Legislativo y al Ejecutivo. El Po-
der Judicial, como ya se anotara, al tratar acerca de la estructura
de los órganos, está al margen de esta cuestión.
"En todo sistema constitucional la organización política im-
plica, f r e n t e a las Asambleas, u n órgano ejecutivo, cuyo rol, en
una fórmula simplificada, consiste en asegurar ei "Gobierno", es
decir, realizar en el cuadro de las leyes los variados actos q u e
motiva la vida nacional.
"Esto es, frente al Parlamento, el Gobierno. D e a q u í surgen
varios interrogantes: ¿cuáles van a ser en el Estado las situaciones
respectivas del Legislativo y del Ejecutivo? ¿Cómo se reglamen-
tarán las necesarias relacione? entre ambas autoridades? ¿Cómo se
distribuirán, entre ellas, las funciones de Gobierno?" 1 .
E n la respuesta a estos interrogantes hay q u e escuchar la voz
de los partidos políticos.
Sin ahondar, en esta o p o r t u n i d a d , acerca del o r d e n a m i e n t o
de los regímenes políticos, sobre la base de la repartición de fun-
ciones e n t r e los órganos legislativo y ejecutivo, agregaremos sólo
que dicho ordenamiento distingue dos sistemas: confusión de
poderes y separación de poderes.
Este último, a su vez, p u e d e ser clasificado en separación rí-
gida y flexible.
El sistema de separación flexible de poderes constituye, e n
su realización, el gobierno representativo parlamentario, o go-
bierno de "partidos".
Esta ú l t i m a denominación subraya, por sí sola, el significado
e influencia q u e los partidos políticos tienen en este régimen po-
lítico.
1
G a b r i e l Auuiiiálegui, " R e g í m e n e s Políticos".
120 Gabriel A munátegu i

El gobierno parlamentario ha sido definido diciendo que es


"el sistema de gobierno en el cual la función gubernativa es ser-
vida por u n a delegación del Parlamento, que constituye el Ga-
binete".
En este régimen parlamentario el partido mayoritario - y
ésto ya f u é avanzado al tratar de la función del partido de go-
bierno— sirve simultáneamente la tarea legislativa, por medio
de sus representantes en la Asamblea, q u e constituyen la mayoría
parlamentaria, y la tarea ejecutiva, por medio del Gabinete que
¡^reside el jefe del partido mayoritario.
En los gobiernos estrictamente representativos —comúnmen-
te denominados "Presidenciales"—, la influencia de los partidos
es menos acentuada, pero, en todo caso, se hace sentir en el pro-
blema de distribución y ejercicio de las funciones de gobierno.
Este régimen político, cuyo modelo lo encontramos en la
Constitución de Filadelfia, procuró realizar la doctrina de Mon-
tesquieu acerca de la separación de los poderes, en forma rígida.
Mas, las prácticas políticas, las interpretaciones de la Consti-
tución por parte de la Corte Suprema y del Congreso, y el robus-
tecimiento de los partidos, h a n introducido profundas rectifi-
caciones.
Ya hemos a p u n t a d o que son los partidos políticos los que,
en sus Convenciones, proclaman al candidato a Presidente. Una
vez elegido, con el enorme respaldo de los millones de sufragios
que ha obtenido en las urnas, procurará realizar el programa de
su partido. Además, el partido mayoritario (en EE. U U . de N. A.
el partido demócrata gobierna en el Congreso y en la Casa Blan-
ca desde hace veinte años) en el Congreso tiene como jefe o, a lo
menos, como u n o de sus principales dirigentes, al candidato que
proclamara e hiciera elegir como Persidente. De ese modo se es-
trecha el vínculo entre ambos poderes.
Por otra parte, si bien la Constitución no autoriza la inicia-
tiva d e l Ejecutivo en el proceso formador de la l e y , e l P r e s i d e n t e
Partidos Políticos 121

puede enviar sugerencias al Congreso, por medio de mensajes, o


formularlas implícitamente en discursos y conferencias. Su opi-
nión, con la valiosa consagración de la opinión pública, tiene q u e
ser escuchada. De ese modo se estrechan, a ú n más los vínculos
entre las potestades legislativa y ejecutiva.
Agreguemos, a este esbozo de la realidad política norteameri-
cana, el f u n c i o n a m i e n t o de los "Comités" parlamentarios, u ór-
ganos informantes de los proyectos de ley, y ante los cuales tienen
acceso los Secretarios de Estado, y llegaremos a la conclusión d e
que se h a producido u n a colaboración de funciones. En esa co-
laboración intervienen, como agente directo y principal, el parti-
do de gobierno, para desarrollar su programa, y el partido de
o p o s i c i ó n , para servir su función de crítica y de fiscalización.

Los Regímenes Políticos en función de los Partidos. El aná-


lisis de la doctrina de los partidos políticos nos lleva, después
de las observaciones precedentes, a u n a clasificación de los regí-
menes políticos desde el p u n t o d e vista del n ú m e r o de partidos
que en ellos funcionan.
Ese ordenamiento determina la siguiente clasificación: a) sis-
temas de u n partido; b) sistema de dos partidos, y c) sistema d e
partidos múltiples.
•a) Sistemas de u n partido. Es ésta u n a de las innovaciones
que, en materia de política, singulariza la estructura guberna-
mental del siglo X X , y es u n o de los fenómenos más interesan-
tes de la Era Neocontemporánea 1 .
Su origen lo encontraremos en el gobierno fascista que hizo
su aparición en Italia el año 1922 y u n a de cuyas particularida-
des era la existencia del partido oficial único.
Mussolini, su creador, resucitando las glorias de la vieja Ro-
ma ("Fascios", haces), exigió para realizar su movimiento (la

1
El desarrollo de este párrafo fué nuestro libro anterior sobre "Regl-
insertado, según nota marginal, en menes Políticos". (Ver págs. B4-66).
122 Gabriel A munátegu i

doctrina surgirá después), " u n partido único que permita la ac-


ción de la disciplina política conjuntamente con la disciplina
económica y q u e esté por encima de todos los intereses en con-
traste; que sea un vínculo que u n e a todos en u n a misma fe".
Frente a los históricos partidos Mussolini crea u n "anLi-par-
tido", u n partido oficial único, que está en el Estado y se iden-
tifica con él.
"El fascismo —escribe Benes (Ob. cit.)— fué en u n principio,
u n movimiento de reacción contra todo lo existente, en particu-
lar contra la situación del momento, tanto en ideas como en po-
lítica. El sistema se desarrolló en dos direcciones: primero, como
u n movimiento político contra el orden social establecido, y, se-
gundo, como un sistema de ideas y de doctrinas opuesto a las
aceptadas generalmente".
Escapa a la naturaleza de este "Ensayo" el análisis de
las doctrinas fascistas y del régimen político, en general, y debe-
mos limitarnos a reseñar las características del Partido Unico.
Desde luego, debemos reparar el uso de la expresión: en pá-
ginas anteriores ya se anotó el origen del vocablo: "Pars" y "Po-
lis", partes o fracciones de la ciudad, de la colectividad. Es una
burda contradicción —que los panegiristas del régimen han pro-
curado cohonestar, arguyendo que obedece al peso de la tradi-
ción— el uso de esa expresión para refirirse a u n todo que llega
a identificarse con el Estado.
Juzgando al "Partido único", en el campo de la doctrina,
Kelsen nos dice: "El Estado de partidos se ha convertido en "Es-
tado de un solo partido", esto es, en dictadura de partido, desde
el momento que u n gran partido único ha alcanzado el poder
para ejercerlo exclusivamente por sí mismo, excluyendo a todos
los restantes. Estos son aniquilados, y se impide, por todos los
medios posibles, la formación de partidos nuevos. Los cargos pú-
blicos de mayor importancia son ocupados por miembros del par-
tido dominante, el único al q u e se reconoce existencia jurídica.
Partidos Políticos 123

Su organización es la única que influye, de m o d o decisivo, en la


voluntad estataf" 1 .
"El "Partido Unico" r e ú n e los ciudadanos más fieles al Go-
bierno, a aquellos que constituyen su apoyo más seguro, escribe
Duverger. La adhesión al partido único no es, por lo demás, li-
bre: entrar en él constituye u n h o n o r que sólo se discierne a u n a
selección. El partido se presenta así como u n a casta, más o menos,
cerrada. Tiene, como objeto esencial, vincular al gobierno
con el pueblo. De manera descendente, comenta a los gobernados
las decisiones de los gobernantes; de manera ascendente, ilustra a
los gobernantes sobre la opinión de los gobernados" 2 .
El Partido Fascista, el Fascio, se caracteriza por su magnífi-
ca organización y disciplina y a su formación p r o p e n d e n la cul-
tura y educación nacionales; la literatura i n f a n t i i se singularizó,
justamente, por la tendencia a formar en la mente del niño u n a
concepción fascista.
El G r a n Consejo Fascista es el órgano supremo del Partido
y del Estado, y lo forman representantes del Partido, delegados
de las organizaciones sindicales y altos funcionarios del Estado.
Entre el partido único —estructurado en Italia sobre la base
del concepto de "Nación", en su signiEicado amplio— y el Estado,
existe u n a relación de derecho. La existencia del partido fascista
fué aprobada por Decreto Real, previo informe del Gran Con-
sejo fascista y def Consejo de Ministros ("El Partido Nacional
Fascista es u n a milicia civil a las órdenes del Duce y al servicio
del Estado fascista"). El Secretario del Partido y del G r a n Consejo
Fascista es n o m b r a d o por el Rey, a propuesta del Jefe del Go-
bierno.
El Partido se ramifica por medio de Corporaciones y Sindi-
catos y existe u n a verdadera simbiosis entre el Estado y el Par-
tido.
1
Kelsen, "Teoría del Estado".
0
Duverger, "Les Régimes Politiques".
124 Gabriel A munátegu i

Por su parte, Hitler, al impulsar en Alemania el nacismo


—que recibiera de pleno la inspiración e influencia fascistas—, lle-
gado al poder, por ley de julio del año 1933 procede a la disolu-
ción de todos los partidos políticos existentes y prohibe la for-
mación de nuevos partidos. A fines de ese mismo año, el Gobierno
declara: "El Partido es hoy el Estado" (identificándolo con el
concepto de "Raza"), y resuelve, por medio de la ley "Para ase-
gurar la unificación del Partido y del Estado", que: "El Partido
Obrero Alemán-Nacional-Socialista es el símbolo de la idea del
Estado Alemán y está ligado indisolublemente a ella".
El Partido da a la nación alemana Führer y Jefe Supremo
del Ejército. El Führer dirige al Estado, al Partido y al Ejército
q u e significan u n a u n i d a d indisoluble, sin ser idénticos entre sí.
Estos tres elementos tienen como base al pueblo alemán, y como
vértice al Führer. Podemos así concebir al partido único como
u n a pirámide: su vértice, el Führer, designa a los distintos jefes
del Estado y del Partido.
"El "Nacionalsocialismo" —a semejanza del partido fascista-
debe permanecer constituido por lo más selecto de la nación. Se-
gún las últimas disposiciones podía ser miembro "toda persona
intachable que pertenezca al pueblo alemán, de sangre alemana,
q u e n o esté afiliado a las logias masónicas o a las organizaciones
que han sucedido a éstas, y que haya cumplido 18 años de
edad,
"El nuevo miembro debe prestar el siguiente juramento:
"Yo j u r o fidelidad a mi Führer, Adolfo Hitler prometiéndole
guardar a los Jefes que me designe, en todo momento, respeto y
obediencia"; y, entre los mandamientos nacionalsocialistas, figu-
raron: "Dar siempre la razón al Führer"; "Justo es cuanto bene-
ficia al movimiento nacionalsocialista, por tanto, a Alemania, es
decir, al pueblo alemán" 1 .
1
Gabriel Amunátegui, "Doctrinas Políticas Neo-Contemporáneas"
("Atenea", N ' 200, febrero de 1942).
Partidos Políticos 125

El régimen político ruso estableció también, como u n o de


sus elementos básicos, al partido único, el comunista, identificado
c on el concepto de clase.

La Constitución Política de la U. R. S. S. prescribe: "Los


ciudadanos más activos y más conscientes del seno de la clase
obrera y de las otras capas de trabajadores se agrupan en el Par-
tido Comunista (Bolchevique) de la U. R. S. S. que constituye
el destacamento de vanguardia de los trabajadores en su lucha
por el afianzamiento y desarrollo del Régimen Socialista" (Art.
126).
Ratificando esta posición, el Congreso Comunista del año
1929 acordó la siguiente moción: "Todos los esfuerzos que se
realicen para independizar al Estado del Partido son de natura-
leza contrarrevolucionaria. Debe asegurarse al Partido la direc-
ción de los órganos soviéticos y de la economía del Estado". La
unión en Rusia, entre el Estado y el Partido —a diferencia del
nexo jurídico del fascismo—, responde a una situación de hecho.
El Partido, desde luego, tiene una estructura similar a la del
Estado; los dirigentes del Partido desempeñan altos cargos del Go-
bierno, y el Jefe del Estado es el Secretario General del Partido
Comunista.
Regímenes de Partido Unico se registran también en algunos
otros países.
China, cuya Constitución provisoria de 1? de junio de 1931,
creó el Partido de Estado, el "Kuomingtang", cuyo Comité Eje-
cutivo nombraba al Presidente y a los Consejeros del Gobierno.
Portugal, donde el gobernante —Jefe del Gobierno o Primer
Ministro— Oliveira Salazar disolvió los Partidos Políticos exis-
tentes y, como ya quedó escrito, creó la asociación denominada
"Unión Nacional", que, en el hecho, es el partido único, oficial
del Estado y del Gobierno. Aun cuando la Constitución Portu-
guesa garantiza las libertades de opinión y de asociación, es im-
126 Gabriel A munátegu i

probable q u e mientras perdure el actual régimen, p u e d a n orga-


nizarse legalmente los partidos políticos.
Juzgando, en su generalidad, el problema del Partido Uni-
co, observaremos que su existencia es de la esencia de los regí-
menes totalitarios, así denominados porque el Estado tiene, o pie
tende tener, ingerencia en "todos" los dominios de la actividad
nacional; pretende agrupar, en todo orden de actividades, bajo
u n a estricta disciplina, a todos los individuos que integran la
nación.
En cuanto al f o n d o del problema, tenemos que subrayar las
siguientes ideas;
1. L a existencia del partiuo único ataca en su base al go
bierno representativo democrático. Las votaciones q u e se verifi-
can en los regímenes totalitarios para los cargos d e designación
popular, no constituyen u n a elección, sino sólo u n plebiscito,
pues los ciudadanos o votan por el candidato o lista únicos, o se
abstienen de votar. En esos regímenes está paralizado el libre y
esencial juego de "báscula" entre el Gobierno y la oposición; en
esos regímenes está en suspenso el ejercicio de la libertad de opi-
nión; la fiscalización y la crítica a los actos del Gobierno, silen-
ciadas.
" U n partido único con arreglo al modelo totalitario, escribe
Mac-Iver (citado por Ramella), de n i n g ú n modo es u n partido
en el sentido p r o p i o de la palabra. Es u n monopolio q u e impide
la libre formación y expresión de la opinión. Es, precisamente,
la antítesis del régimen de partidos";
2. Con el p a r t i d o único no sólo se obtiene —o procura ob-
tener— la u n i d a d de opiniones en el orden político, social, reli-
gioso y, hasta privado.
Juzgado clesde el p u n t o de vista de la influencia de los par-
tidos políticos en las bases sustentadoras de los regímenes políti-
cos —génesis del poder, estructura de los órganos y repartición de
las funciones—, nos encontramos con que, a semejanza de un
Partidos Políticos 127

experimento de laboratorio, en que u n ácido ataca toda suerte


de metales, el partido único corroe los cimientos mismos de la
construcción constitucional.
En el p u n t o primero hicimos referencia a la génesis de los
gobernantes y se dijo que ellos eran impuestos a los gobernados.
Ahora, en cuanto a la distribución de las funciones —cues-
tión fundamental en la técnica política—, tenemos que anotar
que la existencia del partido único determina, fatalmente, un
proceso de concentración de poderes.
"Poco importa, escribe Duverger, que la Constitución distin-
ga varias categorías de órganos gubernamentales, entre los cuales,
de acuerdo con sus artículos, se reparten conscientemente las fun-
ciones de manera equitativa: todo ese edificio es puramente fic-
ticio. La realidad del poder, bajo todas sus formas, permanece
en manos de ios dirigentes del partido: ministros, diputados, ad-
ministradores, sólo existen por voluntad del partido y no obran
sino de acuerdo con sus directivas" 1 .
b) Sistemas de dos partidos ("Two System Partys"). El sis-
tema de dos partidos reconoce su origen en la evolución institu-
cional inglesa.
Como ya está anotado, los partidos tuvieron su origen en
Inglaterra en torno de los conflictos por el poder entre la Coro-
na y el Parlamento.
Los defensores de la autoridad del Monarca y de su prolon-
gación en la Cámara de los Lores, constituirán el partido " T o -
ry", o conservador.
Los sustentadores del poder de la nación y de su órgano re-
presentativo, la Cámara de los Comunes, darán origen al partido
"Whig", o liberal.
Las reformas electorales, iniciadas a partir del año 1832 y
conducentes, por una parte, a rectificar las bases territoriales d e
la Cámara de los Comunes (supresión de los burgos "de bolsi-
1
Maurice Duverger, "Les Rcgimes Folitiques".
128 Gabriel A munátegu i

lio" y de los "burgos podridos"); la transformación de la Ingla-


terra agrícola en la Inglaterra industrial que h a motivado un
desplazamiento de la población de los campos a las fábricas; y l a
extensión del sufragio, van, paulatinamente, robusteciendo la au-
toridad del pueblo, y de su genuino personero, la Cámara de los
Comunes.
La promulgación de la "Ley del Parlamento", el año 1911,
cierra el proceso secular q u e ha generado al gobierno representa-
tivo, estructurado en el molde parlamentario, y consagra el po-
der de los Comunes.
Son, en adelante, los j^roblemas económico-sociales los que
d e t e r m i n a r á n la base del ordenamiento político inglés.
El partido liberal es "laminado" entre él partido conserva-
dor, heredero de los viejos tories, y el naciente partido laborista,
en cuya doctrina se plantean las soluciones del credo socialista
a los problemas de la economía nacional.
Al tratar, en el párrafo anterior, acerca de la clasificación de
los partidos en "Gobierno" y "Oposición", q u e d ó precisado el
f u n c i o n a m i e n t o " p e n d u l a r " de los partidos ingleses.
Debemos agregar que el régimen de dos partidos constituye
u n a de las bases esenciales para el funcionamiento del gobierno
parlamentario e influye, de modo definitivo, en el conjunto de
«se sistema político.
El régimen parlamentario requiere, como pieza vital del
mecanismo, del cual es su eje, la existencia de u n gabinete homo-
géneo. Esa homogeneidad sólo puede obtenerse en u n sistema de
gobierno en el cual u n solo partido, al alcanzar el triunfo en las
u r n a s y, por tanto, la mayoría parlamentaria, forma "su" ga-
binete. Ese gabinete estará únicamente integrado por individuos
q u e pertenecen al partido de gobierno. (Sólo en circunstancias
de emergencia, tal como d u r a n t e la primera guerra mundial, In-
glaterra conoció, y en forma esporádica, la existencia de gabine-
tes "universales", es decir, con u n a heterogénea c o m p o s i c i ó n
Partidos Políticos 129

política). L a existencia de u n solo partido en el gobierno asegura


en forma definitiva la estabilidad ministerial.
Reproduciremos, al efecto, algunas cifras q u e publicamos
en nuestro estudio acerca de los "Regímenes Políticos":
Inglaterra (dos partidos) en 136 años (1801-1937) 44 mi-
nisterios;
Francia (partidos múltiples) en 65 años (1875-1940) 100 mi-
nisterios, y
Chile (partidos múltiples) en 33 años (1891-1924) 97 mi-
nisterios.
Es decir, Francia ha duplicado la cuota inglesa y Chile la
ha cuadruplicado.
Frente a la función de "Gobierno" servida por el partido
mayoritario, incumbe al partido minoritario —y este p u n t o ya
ha sido señalado— desempeñar el importante rol de la "Opo-
sición".
El mecanismo del Gobierno y de la Oposición está asentado
en Inglaterra en sólidas bases reglamentarias, por u n a parte y,
por la otra, en prácticas consagradas en el tiempo.
Gobierno y oposición se respetan recíprocamente: de la
esencia, hemos escrito, d e la política inglesa es "el respeto a
la opinión ajena". El Gobierno considerará debidamente las crí-
ticas q u e su gestión reciba; esas críticas las hace la oposición
con elevado criterio. (Es tan importante esta cuestión, q u e el
ejercicio de la función fiscalizadora está n o r m a d o en sus deta-
lles. Así, por ejemplo, es interesante consignar que antes de
cada sesión, el gabinete y los diputados tienen en su poder u n
ejemplar impreso con la m i n u t a de las "cuestiones" q u e se plan-
tearán al gabinete, distinguiendo entre aquellas q u e deberán
ser absueltas, en forma oral, y las q u e requieren u n a mayor di-
lación. Tenemos, en nuestras manos, por gentileza de nuestro
colega, el profesor don R u b é n Oyarzún, presente en aquella
reunión, la " M i n u t a " N ? 69 correspondiente a la sesión de la
130 Gabriel A munátegu i

Cámara de los Comunes del 1 de abril del año en curso. Erí


ella leemos: "Mr. Fredcrik Willey. Para preguntarle al Primer
Lord del Almirantazgo..."; "Mr. Cahir Healey. Para preguntarle
al Assistant Postmaster General.. "Mr. Driberg. Para pregun.
tarle al Secretario de Estado para las Relaciones Exteriores...";
"Mr. Osborne. Para preguntarle al Parlamentario-Secretario del
Ministro de D e f e n s a . . . " , etc., etc. Es decir, u n a técnica que ga-
rantice la corrección de procedimientos, tanto por parte del
Gobierno, como de la Oposición, ambas respetables, en el servi-
cio de sus respectivos deberes).
El régimen de dos partidos lo encontramos también en
los Estados Unidos de Norteamérica.
E n esa nación los partidos politicos surgieron, a comienzos
del pasado siglo, cuando el pueblo empezó a discutir el signi-
ficado de la Constitución.
Surgieron los partidos federalista y republicano. El primero
de ellos, encabezado por Hamilton, u n o de los "Padres de la
Constitución", encerraba u n a corriente centralista y aristocráti-
ca, creían en u n a libre interpretación constitucional; apoyaban
a u n gobierno fuerte, con preminencia de la autoridad central
sobre los estados-miembros. Favorecían los intereses industriales
del Este y, en asuntos internacionales, se inclinaban hacia los
británicos.
Los republicanos, o antifederalistas, dirigidos por otro de
los grandes fundadores de la nación, Jefferson, encarnaban un
espíritu de mayor tendencia democrática. Se oponían a ser go-
bernados por los ricos; combatían la m o n a r q u í a y el privilegio.
En su asociación dieron cabida a los obreros, a los pequeños
agricultores. Sostenían la estricta interpretación de la ley funda-
mental: querían fuertes gobiernos estatales; favorecían los inte-
reses agrícolas del Sur y del Oeste; y, en los asuntos extranjeros,
tenían marcada tendencia hacia Francia.
1'19
Partidos Políticos

Dentro de la evolución institucional norteamericana, el orde-


namiento político se transforma: los federalistas son sustituidos
por los "republicanos" cuyo programa contempla: aplicación
estricta del texto constitucional, vigorización del poder federal,
y rechazo de una exagerada intervención estatal.
Los republicanos, a su vez, son reemplazados por los de-
mócratas, en cuyo ideario podemos ver: tendencia hacia u n go-
bierno semirrepresentativo, rechazo de la centralización admi-
nistrativa y avance hacia la democracia económica.
No obstante estos rasgos diferenciados, con los que hemos
pretendido individualizar la doctrina propia de cada uno de los
grandes partidos norteamericanos, es del caso observar que esta
bifurcación de la opinión pública en EE. UU. de N. A., n o
responde a causas profundas como en Inglaterra. (En el párra-
fo consagrado a la "Crisis Política" quedó avanzado este punto).
En uno de los mejores estudios que se hayan escrito sobre el
régimen político norteamericano, anotó Bryce: "Hay en los Es-
tados Unidos dos grandes partidos y varios partidos secunda-
rios. Los grandes partidos son los republicanos y los demócra-
tas. ¿Cuáles son los principios, doctrinas y tendencias que los
distinguen? ¿Cuál de ellos es favorable a una reforma de las
tarifas aduaneras, a una nueva extensión del servicio civil, a
una firme política extranjera y, de una manera general, a los
diversos problemas que se discuten en el país y que intere-
san a su prosperidad? Esto es lo que los europeos preguntan sin
cesar a los demócratas y republicanos inteligentes. Y siguen
preguntando, porque no tienen respuesta. Las respuestas que
reciben, los dejan más perplejos todavía. Después de algunos
meses comienzan a apercibir la verdad. Ninguno de los dos par-
tidos tiene, en cuanto a tal, ideas precisas sobre esos problemas;
ninguno tiene doctrinas firmes ni principios distintos. Ambos
tienen tradiciones. Las teorías y los principios, las cuestiones
132 Gabriel A munátegu i

de doctrina política y de política práctica, han desaparecido


completamente" 1 .
Y, en la obra con que Faulkner, Kepner y Bartlett, actua-
lizaron el estudio anterior (año 1941), podemos leer: "Desde
la Primera Guerra Mundial hace falta más que nunca un tercer
partido. Esto se debe al hecho de que en los últimos años los
partidos demócrata y republicano se lian acercado mucho. Y
esto sucede porque cada uno de ellos contiene miembros con-
servadores y liberales (o progresistas). Es decir, que en cada
partido hay personas que respetan las cosas tal como están, y
otras que avanzan hacia las cosas tal como deberían ser" 2 .
Con la perspectiva de la distancia y, sobre la base de infor-
maciones cablegráficas y otros medios de conocimiento, juzgan-
do la realidad política norteamericana, ella nos produce la im-
presión de que, entre las dos grandes corrientes políticas existi-
rían, principalmente, los siguientes motivos de bifurcación: en lo
interno, los demócratas sustentarían soluciones económicas de
tipo socialista, que son repudiadas por los republicanos y, en lo
externo, aquéllos serían partidarios de una política de mayor
cooperación con las demás naciones democráticas del mundo, al
paso que los republicanos propenderían hacia una política de
aislacionismo.
En su análisis de las instituciones de Norteamérica, el esta-
dista Bryce señaló la existencia de varios partidos secundarios.
Esos partidos menores, que sustentan ideas nuevas —y sobre
esto volveremos al tratar de la necesidad de facilitar su crea-
ción—, son varios. "En nuestra historia, escribe Faulkner, ha
habido más de doce partidos pequeños, que, comúnmente, han
patrocinado reformas en tres distintos terrenos: reformas huma
nitarias, con el objeto de mejorar al género humano; reformas
en las condiciones del trabajo, y transformaciones que permi-
1 2
James Bryce, "The American Faulkner, Ob. cit.
Commonwealth".
Partidos Políticos 1'19

tan al agricultor compartir los beneficios de nuestro sistema


económico".
Esos partidos menores —entre ellos, el de la "Prohibición
Nacional" (de bebidas alcohólicas); los "Reformistas del Tra-
bajo"; partido "socialista", partido "popular", etc., si bien han
ejercido influencia en la opinión pública, por su escaso volu-
men de sufragios no han significado una alteración en el me-
canismo regulador del "Two System Parties"; republicanos y
demócratas se alternan en el poder y en la oposición, respecti-
vamente.
El fenómeno del dualismo partidista obedece a distintas
causas.
Desde luego, el análisis del problema en Inglaterra nos
obliga a señalarle, en forma específica, como factor generador
del mismo, esa acusada tendencia del pueblo inglés de su pecu-
liar idiosincrasia —que ha sido la fuente generadora de sus ins-
tituciones—, hacia el respeto de las tradiciones y la formación
de un singular criterio jurídico. Ese "buen sentido" del pueblo
inglés fué el principal agente que operó en la desaparición del
histórico partido liberal. La creación y auge del partido labo-
rista alcanzó a significar que el régimen de dos partidos, basa-
mento del gobierno parlamentario, tendría que apoyarse en un
trípode, lo que motivaría la alteración sustancial del mecanis-
mo político. El partido liberal fué, entonces, absorbido por
conservadores y socialistas y el equilibrio alternado se resta-
bleció.
Juzgando el problema, en sus líneas generales, debemos
anotar que en el número de partidos influye, y esto es impor-
tante, la mayor o menor cohesión que exista dentro de la opi-
nión pública.
Tenemos ya escrito que los programas de los partidos con-
tienen las distintas soluciones que cada uno de ellos ofrece a
lós diversos problemas de la colectividad. A mayor complejidad
134 Gabriel A munátegu i

de los problemas, responde u n mayor n ú m e r o de soluciones


(hay países q u e tienen que resolver, o h a n resuelto, cuestiones
q u e son ajenas a otros, tales como el problema de la esclavitud,
el religioso, el problema indígena, en muchos países de Amé-
rica, etc.)
En la formación de los partidos e n t r a n en juego las ten-
dencias asociativa y disociativa de la sociedad: a mayor cohesión
político-social corresponde menor n ú m e r o de partidos y mayor
n ú m e r o de adherentes.
En seguida, influye en el bi-partidismo el Estatuto Orgá-
nico del partido político. Si se exige, para los efectos de la exis
tencia de u n partido, u n a determinada cuota m í n i m a de ciuda-
danos registrados, se propenderá a reducir su número.
Todavía, es del caso considerar la influencia q u e significa
el mecanismo electoral. Los regímenes mayoritarios —lista com-
pleta y colegios múltiples uni-nominales— obligan a u n sistema
mínimo de partidos, pues es preciso ordenar a la ciudadanía en
u n escaso n ú m e r o de ellos, desde el m o m e n t o en que sólo alcan-
zan representación los partidos q u e h a n obtenido, en las urnas,
la mayoría de los sufragios emitidos.
Al contrario, el sistema de representación proporcional, al
favorecer a las minorías, induce al fraccionamiento ele la ciuda-
danía y a la multiplicidad de partidos políticos.
El sistema de dos partidos motiva u n a positiva modit'ica-
ión en u n régimen político.
La doctrina de la separación de los poderes públicos sufre
u n a p r o f u n d a rectificación y surge, como u n a nítida realidad,
u n gobierno de separación "flexible" o de "colaboráción de po-
deres".
Ya hemos visto q u e en Inglaterra el p a r t i d o mayoritario
—en este m o m e n t o (abril de 1952), el partido Conservador-
ha vinculado por medio de "su" gabinete, al Parlamento y a la
1'19
Partidos Políticos

Corona y que, ese Gabinete, sirve las funciones legislativa y eje-


cutiva.
En los Estados Unidos de Norteamérica, cuya Constitución
procuró realizar, con la máxima estrictez, la doctrina de la se-
paración de los poderes públicos, el " T w o System Partys" ha rec-
tificado el texto legal.
El partido mayoritario ha creado, entre el Congreso y el
Presidente, un fuerte vínculo, ignorado por la Ley fundamen-
tal. Ese vínculo propende a atenuar la rígida separación y esti-
mula así, u n sistema también de colaboración en funciones.
c) Sistemas de Partidos múltiples. Es éste el cuadro que nos
ofrece la mayoría de los regímenes políticos en la actualidad.
"Así, por ejemplo —anticipamos en nuestros "Regímenes
Políticos" (Págs. 63-64)— podemos exhibir los siguientes ante-
cedentes:
"En Bélgica (elecciones parlamentarias de 1936) contendie-
ron seis partidos (socialista, liberal, católico, rexista, flamenco
y comunista);
"En los Países Bajos (elecciones del año 1937) se enfrenta-
ron ocho partidos (católico, liberal, socialista, anti-revolucio-
nario, cristiano histórico, radical, nacional-socialista y comu-
nista);
"En Dinamarca (elecciones del año 1937) participaron siete
partidos (socialista, izquierda, conservador, radical y tres par-
tidos pequeños);
"En Noruega (elecciones del año 1936) cuatro partidos ob-
tuvieron representación parlamentaria (trabajadores, conserva-
dores, radicales y agrarios);
"En Suecia (elecciones del año 1936) cuatro partidos (social-
democráticos, conservadores, paisanos y liberales).
"Ya antes se anotó que la Francia de la Tercera República
ofreció un abanico de numerosos partidos y, en la actualidad,
136 Gabriel A munátegu i

tres combinaciones políticas, integradas por distintos partidos


y por grupos personalistas, se disputan el favor del electorado.
"La América Latina se caracteriza o por un régimen de
dictaduras —que marginan los partidos políticos— o por la mul-
tiplicidad de ellos."
Como nota marginal, digamos que, dentro de la anarquía
reinante en la materia, constituyen, respecto de la organización
de sus partidos, una nota de excepción Chile, Colombia y Uru-
guay.
Las causas que motivan el régimen de partidos múltiples
son de diverso orden.
Desde el punto de vista de su prelación, señalaremos —co-
mo ya está avanzado— la razón determinante del nacimiento (Je
los partidos: se dijo que su mayor o menor número está en fun-
ción directa de la mayor o menor asociación entre las células
que componen el conglomerado social.
Al analizar el fenómeno del régimen bi-partidista se anotó
que, a mayor cohesión social, menor número de partidos y vice-
versa.
Influyen, además, en este problema de la estructuración
política de la opinión pública, las tendencias y ambiciones per-
sonalistas, de vigorosa raigambre en los países de raza latina
(Francia, Italia, Iberoamérica).
Igualmente, es factor que contribuye al crecimiento de los
partidos el régimen electoral.
Los sistemas mayoritarios —que excluyen automáticamente
a las minorías y aplican, con todo rigor, la ley del n ú m e r o -
obligan a una concentración de la ciudadanía en el menor nú-
mero posible de partidos.
El reverso del problema lo vemos en los sistemas de repre-
sentación proporcional, de amplia generalización en los tiem-
pos coetáneos.
1'19
Partidos Políticos

I ,a representación proporcional —cuyo pensamiento doctri-


nario obedece a la realización de dar posibilidad a todas las
opiniones para ser representadas en el Parlamento— propende,
desde el punto de vista en estudio, a la aparición de nuevos
partidos, sea en torno de un programa o de un jefe.
El régimen de partidos múltiples introduce graves altera-
ciones en el funcionamiento del sistema político.
"En u n régimen de partidos múltiples, escribe Duverger,
los vínculos entre el Parlamento y el Gobierno se relajan, al
mismo tiempo que se debilita la posición del uno en relación
con el otro. Como ningún partido dispone normalmente de la
mayoría, se está obligado a recurrir a coaliciones heterogéneas-
y cambiantes, que provocan frecuentes crisis ministeriales en el
régimen parlamentario; por lo demás, el gobierno, que está com-
puesto por varios partidos rivales, tiene una débil unidad de
miras y es muy grande la dificultad para aplicar un programa
coherente y preciso: debe limitarse, lo más a menudo, a "la ex-
pedición de los asuntos corrientes", en espera de la próxima cri-
sis ministerial" 1 .
Este problema de la multiplicidad de partidos merece, to-
davía, otras observaciones complementarias.
La cuestión que concierne a la inestabilidad gubernativa,
en general, se agudiza en aquellos regímenes políticos en que
—y esto es lo corriente— ninguno de los múltiples partidos es
mayoritario, o sea, que pueda gobernar por sí solo.
Esta deficiencia numérica obliga al partido de gobierno
a suplirla mediante pactos de alianza con aquellos partidos que
ofrezcan mayor afinidad ideológica.
Idéntica situación ocurre entre los grupos de oposición, los
que, por igual causa, se ven también imposibilitados para ser-
vir debidamente su función fiscalizadora.
1
Maurice Duverger, "Les Régimes Politiques".
138 G ab r i el Amunátegui

Los partidos de gobierno y los de oposición, en sus roles


respectivos, tienen que actuar sobre la base de los puntos de
contacto y evitar, cuidadosamente, u n pronunciamiento, en uno
u otro sentido, acerca de las numerosas cuestiones en que di-
vergen.
Acudiendo a la realidad política, indicaremos otro hecho
grave, q u e afecta a la estructura del gabinete y que, con todo
acierto, señala el catedrático Laferriére: "Los Ministros sin car-
tera responden a u n a razón política. Estando provistos los dis-
tintos departamentos ministeriales, se asegura la entrada al
Ministerio (se trata de la política francesa) de los jefes o perso-
nalidades sobresalientes de los partidos o grupos políticos que
forman la mayoría sobre la cual el partido se apoya, de modo
de equilibrar su influencia y, dándoles a veces, u n titulo que
subraye la importancia del lugar que ocupan en el Gobierno,
el de Vicepresidente del Consejo. El ministerio Ramadier, forma-
do el 22 de enero de 1947, comprendía, además del Presi-
dente del Consejo, sin cartera, cinco ministros en idénticas con-
diciones, de los cuales dos tenían el título de Vicepresidentes
del Consejo y, otro, el de Ministro del Plan.
El Ministerio Bidault, formado en octubre de 1949, com-
prendió u n Vicepresidente del Consejo, encargado del Interior,
y u n Ministro de Estado encargado de la Información. En el mi-
nisterio los ministros, con o sin cartera, tienen la misma si-
tuación" 1 .
Actualizando la información anterior, podemos agregar, por
nuestra parte, que el Ministerio de Edgard Faure, en enero
de 1952, comprendió dos Vicepremier y cuatro Ministros de
Estado, en u n a combinación política a base de los partidos
de centro y de derecha y en la que participaron once del

1
Laferriere, "Droit Constitutionnel". (1950).
1'19
Partidos Políticos

M. R- P- (Movimiento Republicano Popular); ocho del Radi-


cal-Socialista; tres agrarios; tres de la U n i ó n de la Resistencia
Democrática y Socialista, y diez independientes.'
Este problema de los partidos múltiples es u n asunto que
requiere u n estudio cuidadoso y que debe ser enfocado desde dis-
tintos ángulos.
Asi, por ejempfo, como observa Faulkner (Ob. cit.) "los
partidos menores recuerdan a los más viejos que la nación debe
seguir adelante. De cuando en cuando, agrega, u n fabricante de
automóviles lanza u n modelo excesivamente m o d e r n o o "radi-
cal". N o se vende bien p o r q u e se adelantó a su época. Cinco años
más tarde no es raro que sea copiado por todos los demás fa-
bricantes.
"Esa es, en pocas palabras, la historia de los terceros par-
tidos, los modelos exagerados, a u n q u e con u n a diferencia. Sue-
len ser necesarios treinta o más años para q u e las ideas "radica-
les" de u n partido menor p u e d a n convertirse en u n a generación,
o sea, unos treinta años, en el pensamiento de la mayoría o de
los más. Por eso el término "radical" puede suscitar muchos
equívocos, ya que su significación depende en gran parte de los
tiempos. Si el "radical" de hoy n o sigue a la vanguardia de
las ideas, puede descubrir dentro de veinte a treinta años que
la mayoría lo ha alcanzado."
De allí que, en materia de partidos múltiples, haya q u e dis-
tinguir entre su nacimiento y la influencia política y derechos
que p u e d a n ejercer.
Convencidos de la necesidad de que las nuevas ideas, las
nuevas soluciones que d e m a n d a n los tiempos nuevos —al n o ser
captadas por los viejos partidos— sean el basamento de u n a
nueva asociación, es por lo que hemos contemplado esta cues-
tión al redactar u n proyecto de Estatuto Orgánico del p a r t i d o
político.
140 Gabriel A munátegu i

E n ese Estatuto distinguimos entre la creación de partidos


—mínimas exigencias reglamentarias— y otorgamiento de dere-
chos al partido —máximas exigencias.
La estructura orgánica de los partidos es, en nuestro pare-
cer, u n a solución eficiente para atenuar los graves inconvenien-
tes que motiva la excesiva parcelación de la opinión pública,
factor innegable de inestabilidad gubernamental.
) 141 (

C a p í t u l o I I I

EL P A R T I D O P O L I T I C O : SU O R D E -
N A M I E N T O L E G A L Y F U N C I O N E S

10. ORDENAMIENTO LEGAL DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS.— E l l el


desarrollo de nuestro "Ensayo" hemos ya avanzado opinión en
cuanto a la necesidad de reglamentar legalmente los partidos
políticos dentro de un "Estatuto Orgánico".
En el análisis q u e hiciéramos de su consagración constitu-
cional y de los preceptos pertinentes, se dejó testimonio de
que la mayoría de ellos se limitan a consignar su existencia
y que, a lo sumo, sólo reconocen la función electoral.
Asimismo, al tratar de la "Crisis Política" y, dentro de ella
de las responsabilidades que incumben a los partidos, se expuso
que estaba en función de la deficiente estabilidad y ordena-
miento de dichos órganos.
"Es evidente, escribe Heller, que la observancia de normas
jurídicas se halla también asegurada, en amplia medida, por or-
denaciones no jurídicas de carácter natural, social y normativo;
por las situaciones económicas de intereses; por las reglas con-
vencionales, la religión y la moral y, asimismo, por los órganos
de otras organizaciones distintas del Estado. Ningún Estado
podría subsistir ni una hora sin estas garantías especiales y so-
ciales de su ordenación jurídica. Así acontece, por ejemplo, que
en la democracia parlamentaria el partido político es un fenó-
meno —"extraconstitucional"— al que con frecuencia el dere-
cho constitucional no hace referencias, a pesar de que la or-
denación y los órganos de los partidos son algo imprescindible
para la creación jurídica en aquellas formas de Estado" 1 .
"Si ef partido político, anota K,elsen, llega a ser u n factor
1
H c r m a n n Heller, O b . cit.
142 Gabriel A munátegu i

decisivo en la formación de voluntad estatal, se hace precisa la


ordenación legal del mismo, desde este p u n t o de vista, cuidan-
do especialmente de que dentro del partido impere el {Jrincipio
del control democrático y de que se limite en lo posible la
dictadura de los comités y líderes, a que tanto se presta el siste-
ma de representación proporcional" 1 .
"Es innegable que la voluntad y la acción que los partidos
políticos desempeñan hoy —nos dice el profesor Bascuñán Val-
dés en un informe universitario— es aún mayor en la época de
auge del parlamentarismo (Chile) de lo cual hay sobradas mues-
tras en Derecho y en la designación, actuación y destino de
los Secretarios de Estado. ¿Puede continuar esta desproporción
entre las menciones constitucionales y legales de los partidos
políticos, importantes, sin duda, pero incompletas, y la efectiva
proyección de los mismos en las responsabilidades del gobierno
y de la legislación del país? Además, es a todas luces innegable
que dentro de u n régimen de sufragio universal, recae sobre los
partidos políticos la trascendental tarea de seleccionar los hom-
bres que, por su ideología e idoneidad, tengan títulos para re-
cabar el pronunciamiento del electorado. Si tales son las res-
ponsabilidades públicas de los partidos políticos ¿no cabe acaso
considerar de u n a vez y con urgencia la redacción de u n esta-
tuto orgánico que los incorpore al sistema constitucional?"
"Los partidos políticos, dice Linares Quintana, constituyen
elementos esencialísimos en la estructuración jurídico-política-
democrática-representativa, al p u n t o que no sería posible siquie1
ra el funcionamiento eficiente de u n gobierno tal, sin la exis-
tencia de dos o más agrupaciones partidarias que desenvuelvan
su acción por los cauces delimitados mediante u n adecuado orde-
namiento jurídico positivo" 2 .

1
Hans Kelsen, "Teoría General políticos en los Estados Unidos d<-
del Estado". América".
2
Linares Quintana, "Los partidos
1'19
Partidos Políticos

"Es indispensable, comenta Frías, la regulación jurídica de


jos partidos con la garantía de evitar que el ejecutivo tenga
ingerencia en la vida de los partidos, en su organización e
ideología" 1 .
No pretendemos, ni podríamos pretender en modo alguno,
que el Estatuto Orgánico de los partidos políticos constituya la
solución definitiva que remedie todas las deficiencias de que
adolecen.
Las leyes no tienen valor en sí mismas y operan solamente
en función del ambiente y del medio en que son aplicadas.
En el fondo, este problema, como casi todos los problemas
políticos, reconoce su raíz en el elemento humano. Ninguna
ley puede cambiar violentamente las costumbres y los hábitos
de un país ni eliminar, por su sola promulgación, las pasiones,
vicios y defectos del hombre. "Las construcciones puramente
ideales, escribe Ramella, que no asientan en la realidad social,
están condenadas de antemano a perecer."
La solución definitiva al problema consiste en cimentar la
democracia —y con ella y en ella, todos sus órganos y elemen-
tos— en la cultura, entendiendo por cultura, el cultivo de todos
los conocimientos humanos y el ejercicio de las facuftades inte-
lectuales y morales del hombre.
Cada vez que se sobravaloriza una ley en sí misma, por sa-
biamente concebida que sea (en cualquier terreno, político,
económico, higiénico, etc.) asoma a nuestra mente una sencilla
anécdota de nuestro pasado histórico.
Rezan las crónicas que, durante la etapa colonial, fué des-
cubierta por las autoridades españolas una biblia, introducida
de contrabando y destinada a circular entre los indios arauca-
nos. Esa biblia, documento herético, fué quemada por mano de
verdugo, en solemne "Auto de Fe" en la Plaza de Armas

1
Pedro J. Frías, "El ordenamiento legal de los partidos políticos",
144 Gabriel A munátegu i

d e nuestra ciudad capital. Esa biblia estaba escrita en inglés,


lengua extraña para los aborígenes, a quienes estaba destinada.
Mas, tampoco debemos subestimar la b o n d a d d e los tex-
tos, en cuanto a factor operante en la vida institucional de un
país, y el ordenamiento jurídico de los partidos políticos con-
curriría a la estabilidad del régimen de gobierno.
" U n a ordenación legal, con efectivas sanciones y la inter-
vención real de la justicia, n o trabada por formulismos que, en
definitiva, constituyen u n a verdadera evasión para los delin-
cuentes electorales, puede llegar a realizar u n a depuración en
la acción cívica" 1 .
H a existido u n a acentuada resistencia entre los hombres
del gobierno y entre los políticos, en general, para estructurar
a los partidos dentro de normas jurídicas.
Esa resistencia es motivada, en primer término, por u n mo-
tivo doctrinario.
Se arguye que esa reglamentación —y toda disposición nor-
mativa implica u n a restricción, u n a limitación— vendría a aten-
tar en contra del libre ejercicio de fundamentales derechos del
individuo, tales como los de asociación y los de opinión, además
d e que penetraría en el campo de los derechos políticos, al
interferir en la emisión del sufragio.
Se teme q u e esa reglamentación determine q u e el poder
ejecutivo —y todo poder tiende, en menor o mayor grado, a
extralimitarse en sus funciones— intervenga en demasía en la
vida de los partidos políticos, los prive de su esencial libertad
y los constituya en mecanismos subordinados a su acción.
Refuerza esta recelosa actitud el gesto que realizara Hitler
—y, en menor grado, Oliveira Salazar— al suprimir los partidos
políticos y crear el partido oficial del Estado.
U n análisis sereno del problema nos permite descartar las

1
Pablo A. Ramella, Ob. cit.
1'19
Partidos Políticos

objeciones e insistir en la bondad del ordenamiento jurídico


de los partidos políticos.
Como cuestión previa debemos observar que, entre la situa-
ción anárquica actual que singulariza la vida de la mayoría de
los partidos políticos en el mundo y la dictatorial actitud de los
gobiernos autoritarios, existe un amplio margen dentro del cual
puede realizarse, con criterio ecléctico, el procedimiento regu-
lador.
Los tratadistas de la hora actual —ya hemos apuntado los
nombres de Kelsen, Heller, Bascuñán, Frías, y agregaremos
los de los catedráticos Jiménez de Aréchaga y Ramella entre
otros— están contestes en la imprescindible necesidad de dicho
ordenamiento.
Ya hay un atisbo de realización de esta doctrina que, por
demás, h a penetrado en la legislación de la mayoría de los Es-
tados-miembros norteamericanos.
En páginas anteriores anotamos las disposiciones pertinen-
tes que sobre este punto consultaba el anteproyecto de la Cons-
titución de la Cuarta República francesa. Ese anteproyecto, cu-
yas principales características fueron señaladas, respondía "a la
fuerte tendencia de la Nueva Francia para desindividualizar
la democracia". Al efecto, señalaba, entre otras soluciones, la de
que los partidos confeccionaran listas que someterían en bloque
a los electores. (Es ésta la base, en Chile, de las elecciones pluri-
personales). De ese modo, la presentación de los candidatos pa-
saría del individuo o del grupito político al partido. A favor
del sistema se pronunciaron los tres grandes partidos políticos
franceses.
"Se establece la responsabilidad de los representantes ante
el electorado, facultando al partido que lo hubiere presentado
para revocarlo. Es preciso advertir la trascendencia que entra-
ña esta medida. Los diputados pierden su antigua investidura de
"Representantes de la nación" y se transforman en mandatarios,
146 Gabriel A munátegu i

no ya de los electores, sino de su partido. (Esta medida corres-


ponde a las tendencias del neo-constitucionalismo: a la substi-
tución de la doctrina de la "Soberanía Nacional", por la con-
cepción de la "Soberanía Popular" y a las proyecciones de esta
última). La finalidad de esta medida está clara: se intenta evi-
tar que los diputados pasen de u n grupo al otro, especialmente
para crear mayorías adventicias o para colocar a un gobierno
en minoría, como sucedió frecuentemente en el antiguo parla-
mento 1 .
Aun cuando como lo declara Mr. Vincent Auriol, actual
Presidente de Francia, ese anteproyecto hubo de ser abandona-
do, por meras razones políticas del momento, siempre es inte-
resante consignarlo como una base para una ulterior realiza-
ción de la idea.
Por su parte, el Instituto de Investigaciones Jurídico-polí-
ticas de la Universidad del Litoral (República Argentina) y
bajo la dirección de nuestro distinguido amigo y colega el pro-
fesor Dana Montano, realizó u n a interesante encuesta sobre este
punto.
Entre otras conclusiones, esa encuesta determinó: "1. En
el régimen constitucional vigente, los órganos de expresión de la
opinión pública llamados partidos políticos, son susceptibles
de reglamentación legal en el orden nacional, provincial y mu-
nicipal, según sea su esfera de acción, y es necesario que ella
se emprenda. (El estudio se realizó en u n Estado federal; de
allí que se haya distinguido entre partidos nacionales y provin-
ciales); 2- La legislación sobre la materia debe comprender la
organización y funcionamiento de tales entidades, tanto en lo
interno como en lo externo y, por lo tanto, sobre la forma de san-
cionar las cartas orgánicas, elección de autoridades, designación
de candidatos, etc.; 3. Los Partidos Políticos, para ser recono-
1
"El Problema Constitucional Francés". Ministerio de Información de
la República Francesa (1946).
1'19
Partidos Políticos

cidos como tales, deben satisfacer un mínimo de exigencias;


4. La ley ha de admitir cuaiquiera finalidad de los partidos,
dentro del orden establecido, aunque entre ellas figure el cam-
bio institucional de nuestro régimen, siempre que para el logro
de sus propósitos usen el régimen de la legalidad".
Estas doctrinas han penetrado ya en el campo positivo.
Las primeras leyes, como ya se avanzara, fueron dictadas
en los Estados-miembros de la Unión Norteamericana; la legis-
lación federal no las contiene.
"Sin duda alguna, apunta Linares Rivas, son los Estados
Unidos el país en el que rige la más abundante y completa le-
gislación sobre los partidos políticos y cerca del ochenta por
ciento de esas normas se refieren a lo que los autores norte-
americanos han dado en denominar prácticas corruptivas elec-
torales ("corrupt practices")" 1 .
La legislación uruguaya (y ya quedó anotado que es
la Constitución de este Estado una de las que dan en su texto
mayor desarrollo a los partidos políticos) contiene normas re-
glamentarias.
"La ley de 1939, escribe Jiménez de Aréchaga, establece las
condiciones que debe cumplir u n a organización partidaria para
obtener de la Corte Electoral el reconocimiento de su lema, es
decir, de su denominación: presentar las actas de fundación con
los nombres y apellidos de los concurrentes; indicación de serie
y número de su inscripción en el registro cívico; presentar el
programa de principios que se propone desarrollar el partido,
y la "Carta Orgánica" del mismo, con n o menos de quinientas
adhesiones; indicar el local principal que constituye su domi-
cilio legal y el nombre de sus autoridades" 2 .
En la República Argentina, a semejanza de los Estados
Unidos de Norteamérica, la regulación legal de los partidos

1 2
Linares Rivas, Ob. cit. Jiménez de Aréchaga, Ob. cit.
148 Gabriel A munátegu i

existe en algunas provincias. Así, en Mendoza, se dictó una in-


teresante legislación conforme a la cual se exige que tengan
su contabilidad; que se registren de u n modo fehaciente todos
los aportes de dinero que reciban; que se lleven libros de actas
y de acuerdos de las autoridades partidarias; que se registre
toda la documentación en forma que permita a las autoridades
políticas examinar, en cualquier momento, la conducta del par-
tido.
Reforzando la posición que sustenta la indispensable regu-
lación de los partidos políticos, debemos descartar el reparo de
que ella restringiría sus libertades y derechos.
Al respecto, anotemos u n valioso antecedente: en todos las
países del m u n d o están cuidadosa y prolijamente reglamenta-
das la génesis, estructura, atribuciones, responsabilidades, etc.,
de los Tribunales de Justicia desde el doble p u n t o de vista de la
función y del funcionario.
Y, no obstante esa minuciosa reglamentación, en todos los
países de régimen constitucional, los Tribunales de Justicia
—Poder del Estado— gozan de u n a amplia autonomía e inde-
pendencia.
Estatuto Orgánico1. El Estatuto Orgánico del partido po-
lítico debería estar orientado por los siguientes principios doc-
trinarios: a) que su existencia jurídica, en carácter de persona
de derecho público, esté marginada de toda intervención del
gobierno. Los tratadistas difieren acerca de si se trataría de per-
sona de derecho público, de derecho privado o de doble perso-
nalidad. Por nuestra parte y atendiendo al fin de los partidos
(funciones destinadas a satisfacer intereses públicos y que obran
en interés del Estado) nos inclinamos a reconocerles la perso-
nalidad jurídica de Derecho público; b) que su inscripción,

3
Para este párrafo hemos utiliza- de Derecho Público de la Facultad
do nuestro estudio sobre "Partidos de Ciencias Jurídicas y Sociales')
Políticos" ("Boletín del Seminario N.os 49-52, afio 1950.
Partidos Políticos 1'19

para los efectos de su existencia legal, se produzca ante la Auto-


ridad Electoral y que ella proceda siempre que se cumplan las
exigencias reglamentarias; c) que la Autoridad Electoral sólo
pueda rechazar los programas que encierren procedimientos que
contraríen el ordenamiento social. "La ley ha de admitir, opinó
el Instituto que dirige el profesor D a n a Montaño, cualquiera
finalidad de los partidos, dentro del orden establecido, a u n q u e
entre ellas figure el cambio institucional de nuestro régimen,
siempre q u e para el logro de sus propósitos usen el régimen de
la legalidad". Diversas Constituciones de la nueva época, entre
ellas las de Francia e Italia, h a n consagrado la doctrina de que
nadie puede ser perseguido por sus ideas políticas y reconocen
la existencia legal de los partidos comunistas, y d) que ese Es-
tatuto reglamente la constitución del Partido y su funciona-
miento interno y externo.
El Estatuto deberá contener las siguientes prescripciones
reglamentarias:
a) Denominación partidaria, esto es, el nombre con que se
distinguirá a u n a determinada agrupación política. Esa deno-
minación debe ser distinta a toda otra, con exclusión de las ya
usadas por entidades semejantes a u n q u e se pretenda diferen-
ciarlas con agregados de cualquier forma. Cada partido tiene
derecho exclusivo al nombre que haya registrado y podrá opo-
nerse a que cualquiera otro pueda usarlo. A este respecto y, por
analogía, pueden ser aplicadas las reglas del derecho común
referentes a la propiedad industrial (marca de fábrica). Se con-
templaría también el caso del legítimo derecho a la denomina-
ción, en caso de u n a escisión del partido;
b) Masa partidaria. Es ésta u n a cuestión de capital impor-
tancia y que ha sido muy debatida.
Esta exigencia puede ser planteada desde u n doble p u n t o
de vista: u n m í n i m o y u n máximo de adherencia o sólo u n a
150 Gabriel A m u n á t e gu i

cuota mínima del electorado. Las opiniones se inclinan hacia


esta última solución.
También, sobre este punto, es conveniente exigir que los
adherentes pertenezcan a colegios electorales de distintas repar-
ticiones territoriales, a fin de evitar la tendencia hacia el re-
gionalismo que pueda adoptar un partido cuyos integrantes
estén radicados en determinada zona. ("Cuando la división de
los partidos, observa Tarde, de acuerdo con Bluntschli, se funda
en la situación geográfica, cuando se dice por ejemplo, el par-
tido del Norte y el partido del Sur, está en germen una cues-
tión nacional, un sisma patriótico, en preparación. Lo mismo
que, cuando la división obedece a la de las clases sociales, existe
un gran peligro social; está latente u n a cuestión social") 1 .
La exigencia de la cuota partidista determinaría que, para
que un partido se constituya y continúe existiendo, se necesita
que un determinado número de ciudadanos esté registrado en
sus filas.
Para poder inscribirse en los registros de u n partido sería
preciso ser ciudadano (este punto fué tocado en la definición
que diéramos del partido político): se prohibiría la inscripción
simultánea en dos o más partidos; el inscrito adquiriría obliga-
ciones y derechos; estaría sometido a la autoridad del partido,
etc.
Distintas soluciones han sido adoptadas en los países cuya
legislación contempla la proyectada reglamentación.
Así vimos, por ejemplo, que en la República del Uruguay
se exige, para organizar u n partido, una cuota mínima de qui-
nientos individuos.
En algunos de los Estados-miembros de la Unión Norteame-
ricana se ha adoptado la misma fórmula; en el de New York,
cincuenta mil; en el de Texas, cien mil.

1
G. Tarde, Ob. cit.
1'19
Partidos Políticos

En otros de los Estados-miembros, la cuota de adherentes


corresponde a un determinado porcentaje de la ciudadanía,
que fluctúa del 5 al 15%.
Por nuestra parte nos inclinamos a esta última solución que
evita la arbitrariedad que significa siempre una cifra estable y
que, además, permite mantener una conveniente proporcionali-
dad entre la ciudadanía y la población electoral de los distintos
partidos en que aquella se estructura. Máxime si se considera que
la base ciudadana obedece a u n proceso de constante creci-
miento.
"En el orden de las realizaciones prácticas —nos dice el pro-
fesor Ramella, sosteniendo nuestra posición—, estimamos que
debe exigirse u n número determinado de adherentes para cons-
tituirse en partido político". Y agrega, anticipándose a u n p u n t o
que tocaremos en seguida: "Consideramos que ese número no
debe ser muy grande, pero sí debe exigirse u n número mayor
de adherentes para poder participar en u n a elección. Según
nuestro criterio, debe existir la máxima libertad para constituir
partidos, como expresiones de los diversos matices de la opinión
pública, pero el derecho a participar en u n a elección debe ser
acordado cuando ese partido ha arraigado, en cierta medida, en
la opinión pública por su prédica doctrinaria" 1 .
De conformidad con nuestro planteamiento, debemos exte-
riorizar la disconformidad con la opinión emitida por Eckardt,
en cuanto a que "el número de los miembros inscritos en el par-
tido parece, ante u n a consideración somera, de poca o ninguna
importancia. En Alemania los partidos se estiman principalmen-
te, por el número de votos que los candidatos logran en las
elecciones. Pero es sabido que el número de miembros y de
electores suele distanciarse gradualmente. Muchos partidos, que
tienen relativamente pocos afiliados inscritos y cotizantes, mo-
vilizan grandes legiones de electores simpatizantes" 2 .
1 2
Pablo A. Ramella. Ob. cit. Eckardt. (Ob. cit.).
152 Gabriel A munátegu i

Admitimos esta opinión sólo en cuanto a q u e el mayor o


m e n o r n ú m e r o de militantes de u n p a r t i d o sufre alteraciones
en las urnas, en el sentido de q u e ellas, arrojen u n mayor porcen-
taje de sufragios. Es ésta u n a cuestión q u e atañe, preferentemente,
a los partidos de comités (escasa militancia,) y q u e se relaciona,
directamente, con la f u n c i ó n proselitista de u n p a r t i d o y, dentro
de ella, a la técnica de la propaganda.
Mas, la descartamos de plano en c u a n t o a q u e sea indife-
rente, para los efectos de la constitución, organización y esta-
bilidad de u n partido, el n ú m e r o de los ciudadanos que lo
componen.
Recogiendo el concepto de Ramella, debemos agregar que
]a legislación electoral uruguaya distingue entre partidos "per-
m a n e n t e s " y partidos "accidentales". Son "permanentes", expli-
ca Jiménez de Aréchaga, las agrupaciones de ciudadanos que
registran o hayan registrado d u r a n t e el período de inscripciones
en el Registro Cívico Nacional, ante la Corte Electoral, o ante
las J u n t a s Electorales de los departamentos en que actúan, su
denominación partidaria y los nombres de las personas que com-
p o n e n sus autoridades ejecutivas, nacionales y locales. (Ya que-
dó anotado q u e la ley uruguaya exige u n m í n i m o de quinientos
ciudadanos p a r a constituir u n partido). Partidos "accidenta-
les" los hay de dos clases: primero, las agrupaciones de ciudada-
nos que cumplen los requisitos indicados p o r lo menos treinta
días antes de las elecciones. Son simples grupos de ciudadanos
q u e se presentan a registrar listas de candidatos antes de la
elección; segundo, las agrupaciones de ciudadanos que, en nú-
m e r o n o m e n o r de cincuenta, se presentan a inscribir listas de
candidatos, por lo menos veinte días antes de la elección. Este
n ú m e r o h a sido modificado por la ley de lemas del año 1931.
(En Chile, como lo veremos en el respectivo capítulo de es-
te "Ensayo", determinado n ú m e r o de ciudadanos independientes
1'19
Partidos Políticos

puede patrocinar la inscripción de listas de candidaturas. Ese


derecho n o los constituye en partidos "accidentales").
Aun cuando la multiplicidad de partidos políticos entraña
un factor de inestabilidad gubernamental —como ya quedara
expuesto af tratar de los partidos en función del régimen polí-
tico—, la aparición de nuevos partidos, según también está ya
señalado, ofrece innegable interés y utilidad. Esos "nuevos" par-
tidos o partidos "menores" no se interesan tanto por conseguir
votos y obtener representación parlamentaria, como por patro-
cinar las nuevas ideas políticas.
"Mientras los partidos mayores ganan las elecciones, obser-
va Faulkner, están satisfechos. No les parece de buena política
bambolear el navio de las ideas. No busquéis disgustos, parece
su lema. Pero los "terceros" partidos miran la vida de otro mo-
do. Parecen vivir con el único objeto de hacer oscilar el barco
para que los pasajeros, la tripulación e, incluso, el capitán, no
se duerman. Y, si ocurre, saben que la nave del Estado puede
alejarse de la ruta del progreso que, según ellos, es el único
capaz de democratizar más aun la vida" 1 .
En nuestro concepto es preciso adoptar una fórmula que
permita conciliar ambos puntos de vista, es decir, la necesidad,
por una parte, de que cada partido cuente con u n a cuota míni-
ma de adherentes y, por la otra parte, la utilidad que signi-
fica la formación de nuevos partidos.
La solución consistiría en que en el Estatuto Orgánico se
estableciera u n a distinción: esa distinción podría adoptar, por
analogía, las normas que regulan el mecanismo de la ciudada-
nía y, dentro de ella, el ejercicio de los derechos de sufragio y de
elegibilidad. Para tener derecho a voto se exige un mínimo de
requisitos; para poder ser elegido es preciso satisfacer otras con-
diciones complementarias. (Así, en Chile, por ejemplo, para

1
Faulkner, (Ob. cit.).
154 Gabriel A munátegu i

p o d e r ser elegido Senador es preciso, además de ser ciudadano,


tener, a lo menos, treinta y cinco años d e edad, y treinta para
el cargo d e Presidente de la República; los extranjeros naciona-
lizados sólo p u e d e n o p t a r a cargos de elección p o p u l a r después
de estar en posesión de su carta, cinco años, a lo menos).
Asimismo, cabe inspirarse en u n símil del derecho común;
el individuo, a m e d i d a q u e progresa en edad, va adquiriendo,
paulatinamente, el ejercicio de los derechos civiles.
Con ese criterio, en el Estatuto Orgánico cabría distinguir
entre partidos con y sin determinados derechos, tales como pa-
trocinio de candidaturas: integración de organismos electora-
les, etc.
Las exigencias reglamentarias q u e bosquejamos en este
"Proyecto" serían aplicables sólo a los primeros. Los nueves
partidos, o partidos "menores", como los d e n o m i n a Faulkner,
estarían exentos de la mayoría de ellas. (Desde luego, necesita-
rían, para constímirse, u n a cifra m e n o r de componentes). Y,
cuando estuvieren én condiciones de satisfacerlas, entrarían al
goce de la p l e n i t u d de los derechos del Partido.
D u r a n t e esta p r i m e r a etapa de su formación se limitarían a
ejercer, mediante sus campañas de p r o p a g a n d a , u n a intensa la-
bor proselitista.
c) P a t r i m o n i o del Partido. Este aspecto de las finanzas del
Partido nos ofrece, desde todo p u n t o de vista, positivo interés.
E n p r i m e r t é r m i n o debemos subrayar q u e u n a de las prin-
cipales críticas q u e se h a n f o r m u l a d o a los partidos políticos es
el d e la venalidad y corrupción de sus dirigentes, representantes
y afiliados, en general. " H a y partidos pobres, pero no hay par-
tidos incorruptibles". Es, precisamente en esta cuestión, donde
se acusa la mayor influencia de los "grupos de presión", de la
"telaraña del m u n d o de los negocios".
A l analizar la consagración constitucional de los partidos
se a n o t ó la l i m i t a d a reglamentación de los mismos; y, sobre el
Partidos Políticos 155

particular, se comprobó —y esto vigoriza la importancia de esta


base— que algunas de esas Constituciones (Alemania Occiden-
tal, Siria) legislan acerca de la fiscalización de los recursos de
los partidos políticos. En otros países la legislación complemen-
taria contiene normas pertinentes.
En ella podemos señalar, como ejemplo, la Ley Federal Nor-
teamericana ("Federal corrupt practices act"), de 25 de febrero
de 1925. L a citada ley obliga a cada comité político a tener u n
Presidente y u n Tesorero. Este debe llevar cuenta documenta-
da de los ingresos e inversiones, siendo obligatorio exigir recibo
por cada gasto que exceda la suma de diez dólares. Es obligatorio
anotar el nombre de las personas que hagan contribuciones al
Partido, cuando ellas alcancen, dentro del año, a cien dólares.
Se establecen los límites máximos de los gastos que puede rea-
lizar un candidato, según la clase de elección. Se prohibe hacer
promesas de empleos u obtener apoyo para conseguir nombra-
mientos en la administración pública, como asimismo se veda a
las corporaciones o bancos hacer contribuciones a los partidos
políticos.
" N o es exagerado subrayar, escribe Eckardt, que no sólo
la suerte de la organización de los partidos, sino en general, to-
da su política, depende del aprovisionamiento financiero de
aquéllos. Por esto convendría prestar más atención a este p u n t o
en el futuro, y exigir, verbigracia, oficiafmente por parte def Es-
tado, que todo partido estuviera obligado a publicar sus cuentas
y entonces podría pensarse en prohibir, conforme al ejemplo
húngaro, las subvenciones extranjeras a los partidos" 1 .
"Hay u n aspecto particular, anota Jiménez de Aréchaga,
en el cual se ha considerado indispensable ejercer u n contra-
lor sobre los partidos políticos, y es el relacionado con su pro-
visión y movimiento de fondos. Se ha entendido que u n o de
los medios más eficaces para evitar la corrupción electoral es
1
VonEckardt,(Ob. cit.).
156 Gabriel A munátegu i

establecer u n limite a las sumas de dinero de que se pueda


disponer para u n a elección, y la creación de métodos de contra-
lor eficaces que permitan establecer claramente de dónde obtie-
nen los partidos esos fondos y como los invirtieron" 1 .
"Los partidos necesitan recursos, para sufragar sus gastos,
comenta Bianco. La movilización de las fuerzas electorales y la
propaganda política, no pueden realizarse sin los medios que
permitan a los partidos, proceder con entera y absoluta inde-
pendencia, los unos de los otros, en el escenario en que actúan.
La premisa, simple en su enunciado, afecta, sin embargo, la es-
tructura interna de los partidos. La obligación moral, que sur-
ge con el ejercicio de los derechos políticos, no tiene en todos
los ciudadanos la influencia suficiente para determinarlos a con-
tribuir con su peculio al equilibrio financiero del partido. En
la mayoría de los afiliados se requiere algo más que el impera-
tivo categórico" 2 .
El problema financiero del partido debe comprender, en-
tre otros puntos, los siguientes: 1. Patrimonio inicial del Parti-
do. Al constituirse la asociación, debe contar con u n capital, con
bienes propios. Este patrimonio, además de significar un res-
paldo económico, tiene el significado psicológico de hacer pre-
sumir la seriedad del organismo y sus propósitos de estabili-
dad; 2. El pago periódico de las- cuotas por parte de los asocia-
dos. Este p u n t o ofrece singular interés y debe ser una de las
obligaciones por cuyo cumplimiento ha de velar la autoridad
directiva con máxima acucia; su infracción debe recibir severas
sanciones.
El cabal pago de las cuotas ordinarias y extraordinarias es-
tas últimas son motivadas, generalmente, por los gastos que
origina u n a campaña electoral) es factor de u n a mayor vincu-
lación entre el militante y su partido; la exigencia de su cumph-

1
Jiménez de Aréchaga (Ob. cit.). ' José Bianco, (Ob. cit.).
Partidos Políticos 157

miento periódico hará eliminarse a los individuos que se incorpo-


raran sólo por u n motivo egoísta, sin ligamen doctrinario.
Además, con este procedimiento se suprime de raíz u n gra-
ve foco de corrupción interna. En los partidos de estructura de-
mocrática, los candidatos a los cargos de elección popular son
designados, en carácter de pre-candidatos, en una votación inter-
na. En esa votación sólo participan los asambleístas que hubie-
ren cancelado oportunamente sus cuotas. Y, con suma frecuen-
cia —fenómeno de gran raigambre—, ocurre que u n postulante,
a trueque de obtener los sufragios internos, cancefe las cuotas
de los asambleístas morosos. Es u n a peculiar forma de cohecho
que afecta a la solvencia moral del Partido y de sus represen-
tantes, y 3. Todas aquellas otras sumas que u n Partido pueda
recibir a título de donaciones, porcentaje de los sueldos y re-
muneraciones parlamentarias de sus afifiados, etc.
Es del caso recordar —ya nos referimos anteriormente a este
hecho— que son los partidos populares y de izquierda —par-
tidos esencialmente de "masa"— las organizaciones políticas me-
jor disciplinadas para obtener los recursos económicos y cum-
plir con sus obligaciones tributarias.
d) Autoridad del Partido. "La organización de los partidos
exige, por la psicología misma de las masas, observa Bianco, u n a
técnica que discipline las fuerzas y les fije rumbos. Por esta cir-
cunstancia, el núcleo dirigente surge, espontáneo en sus comien-
zos, para transformarse en permanente" 1 .
El Partido político, como toda comunidad, precisa de un
Gobierno. En el estudio de la teoría del Partido se expuso que,
desde este punto de vista, los partidos podían clasificarse en
autocráticos y democráticos, según se capacitara o no a sus indi-
viduos en la generación de la autoridad.
Y, desde el p u n t o de vista de las facultades con que la di-
rectiva actúa, se agregó que los partidos se ordenaban en "Flexi-
1
Bianco, (Ob. cit.).
158 Gabriel A munátegu i

bles" y "Rígidos". En estos últimas la autoridad directiva está


investida del máximo poder y puede ordenar el cumplimiento
de sus resoluciones.
La autoridad de un Partido, a objeto de mantener la cohe-
sión y disciplina indispensables, debe estar capacitada para
hacer uso del imperio, es decir, de los medios coercitivos que obli-
guen al cumplimiento de sus acuerdos.
Las sanciones que ella aplicara en forma escalonada —amo-
nestación, multa, suspensión y expulsión— serían aplicables a
todos los componentes del Partido: militantes, funcionarios po-
líticos y administrativos, etc. En caso de que la medida de ex-
pulsión recayere en algún mandatario —parlamentario, regidor-,
cesaría en sus funciones y el Partido procedería a llenar la va-
cante con otro individuo de su seno. De las resoluciones que
adoptare la directiva del Partido podría recurrirse, por la vía
de la apelación, ante la Suprema Autoridad Electoral.
e) Régimen jurisdiccional. Es ésta otra de las bases esen-
ciales en que debe apoyarse el Estatuto Orgánico del partido
político.
Es indispensable, como garantía f u n d a m e n t a l de todo el me-
canismo y de su correcto funcionamiento, que exista una Su-
prema Autoridad Electoral que tenga jurisdicción sobre todos
los partidos políticos, respecto de los cuales ejercerá la superin-
tendencia correccional, disciplinaria y económica, y bajo cuya
competencia estarán todas las leyes electorales y políticas.
Respecto de la constitución de ese organismo existen dis-
tintas soluciones.
U n a de ellas propende a radicarlo en el Poder Judicial y,
dentro de la escala jerarquizada de su estructura, en el Tribu-
nal Supremo.
Otras opiniones se inclinan hacia la creación de un Tri-
b u n a l especial, a semejanza del T r i b u n a l de Garantías Consti-
tucionales, de la República Española; del T r i b u n a l C a l i f i c a d o r
1'19
Partidos Políticos

de Elecciones, de la actual Constitución chilena, y de la Corte


Electoral uruguaya.
Por nuestra parte nos inclinamos hacia esta segunda solu-
ción que ofrece la ventaja innegable de evitar que el Poder Ju-
dicial se inmiscuya en negocios políticos. Además, la creación de
un organismo ad hoc permitiría que, en su composición, entra-
ran a formar parte de él personeros de los partidos políticos y
técnicos del derecho, como, por ejemplo, catedráticos universi-
tarios.
El informe del Instituto de Investigaciones Jurídico-Políti-
cas de la Universidad Nacional del Litoral (República Argen-
tina), antes señalado, opinó a este respecto: "Los actos jurisdic-
cionales y de control sobre los partidos políticos han de
confiarse, en el orden nacional, a un T r i b u n a l especial compues-
to de tres magistrados designados del mismo modo que los jueces
federales e inamovibles como ellos; y de cuatro representantes,
legisladores o no, de los partidos con u n a representación de la
Cámara de Diputados, elegidos por los mismos, cuyas decisio-
nes, por simple mayoría, no admitirán recurso".
La actual Constitución uruguaya, aprobada en el plebisci-
to del día 16 de diciembre del año 1951, integra la Corte Elec-
toral con nueve titulares.
Cinco de ellos son designados por la Asamblea General, en
reunión de ambas Cámaras, por dos tercios de votos del total
de sus componentes, "debiendo ser ciudadanos que, por su posi-
ción en la escena política, sean garantía de imparcialidad". Los
cuatro titulares restantes representantes de los partidos, serán
elegidos por la Asamblea General por el sistema del doble voto
simultáneo, correspondiéndole dos a la lista mayoritaria del
lema más votado, y dos a la lista mayoritaria del lema que le
siga en número de votos.
Entre ambas integraciones —la sugerida por el informe del
Instituto argentino y, la contemplada en la Constitución uru-
160 Gabriel A munátegu i

guaya— nos inclinamos a favor de aquélla. L a Corte Electoral


del U r u g u a y se compone exclusivamente de militantes politicos
(parlamentarios y personeros de los partidos); el organismo pro-
yectado por la Universidad del Litoral d a ingerencia a magis-
trados, quienes a p o r t a r á n u n criterio d e mayor ecuanimidad y
justicia que aquéllos.
Debemos recordar, por ser pertinente, q u e el T r i b u n a l Ca-
lificador de Elecciones q u e creara la Constitución chilena de
1925 ofrece, todavía, mayor garantía de imparcialidad. En efec-
to, de los cinco miembros q u e lo componen, tres de ellos re-
presentan a los T r i b u n a l e s Superiores de Justicia y sólo dos a am-
bas ramas del Congreso Nacional. Es decir, el criterio jurídico
tiene primacía numérica sobre el m e r a m e n t e político.
L a Suprema A u t o r i d a d Electoral estaría capacitada, como
ya se a p u n t ó , para fiscalizar el f u n c i o n a m i e n t o interno y ex-
terno de los partidos; conocería de las apelaciones q u e se inter-
pusieren en contra de las resoluciones de sus directivas y tendría
atribuciones para sancionar toda clase de infracciones cometidas
por los partidos —a los que p o d r í a cancelar su personalidad-
por sus integrantes, representantes, etc. Conocería también de las
escisiones internas de u n partido; del uso legítimo de la denomi-
nación partidista. E n general, conocería de todo el mecanismo
de las leyes electorales y políticas. Como m á x i m a fiscalización,
existiría acción popular.
Las resoluciones expedidas p o r la Suprema A u t o r i d a d Elec-
toral n o serían susceptibles de recurso alguno en su contra.

11. FUNCIONES DE LOS PARTIDOS P O L Í T I C O S . — S o b r e la base de las


observaciones desarrolladas en las páginas anteriores de este
"Ensayo" y, en u n a visión generalizada, podemos clasificar las
funciones q u e sirven los Partidos Políticos en las que siguen:
a) proselitismo y pre-electorales; b) electorales; c) g u b e r n a m e n -
Partidos Políticos 161

tales (legislativas y ejecutivas); d) administrativas, y e) econó-


mico-sociales (gremiales).
a) Funciones de proselitismo y pre-electorales. Hemos ano-
tado ya antes que uno de los grandes problemas de la demo-
cracia es la transformación de la opinión pública en fuerza
política. Esa transformación, agregamos, se realiza, preferente-
mente, por medio de los Partidos Políticos.
Las funciones proselitistas, o sea, la captación y llamamien-
to de los ciudadanos a inscribirse en un determinado partido,
son de carácter permanente.
Ellas descansan y divergen del basamento doctrinario del
partido, o sea, del programa que ha determinado su existencia
y de las soluciones que propone a los diversos problemas e in-
númeras cuestiones de la colectividad.
El proselitismo adquiere especial relevancia en los partidos
que hemos denominado de "masa", o sea, de gran número de
adherentes.
Estos partidos —y hacia su estructura propenden hoy día la
casi totalidad— h a n sido, desde su origen, los partidos popu-
lares.
"Los partidos obreros, anota Eckardt, necesitan, en mayor
medida, u n número fijo de afiliados, puesto que las cuotas de
éstos representan su principal ingreso. Lo contrario ocurre
en algunos partidos burgueses, que confían indolentes en ser
subvencionados por unos pocos miembros de buena posición.
Además, las masas trabajadoras ejercen sobre sí mismas, por su
reunión en fábricas y talleres ("contacto de codo con codo")
un eficaz control, al surgir en ellas una estrecha convivencia
que lleva a todos los compañeros de trabajo al cumplimiento
de sus deberes políticos y a la lectura de la prensa del partido" 1 .
Las funciones pre-eiectorales son de carácter periódico y se
desarrollan en vísperas de las elecciones de Presidente de la Re-
1
Von Eckardt, (Ob. cit.).
162 Gabriel A munátegu i

pública, de senadores, diputados, regidores, etc., o frente a algu-


na intervención directa de la ciudadanía en el ejercicio de la
autoridad (plebiscito, referéndum, etc.).
Conciernen ellas, en primer término, a la designación de
candidatos por presentar a la lucha ciudadana. En este proble-
ma hay que distinguir, como ya está señalado, entre los partidos
"democráticos" y "autocráticos". En los primeros, son los aso-
ciados los que eligen a los candidatos; en los segundos, son
designados por las directivas.
Estas funciones adquieren especial relieve respecto de la can-
didatura a Presidente de la República, y el cuadro ofrece contor-
nos bien interesantes en los Estados Unidos de Norteamérica.
La Constitución norteamericana prescribe que el Presiden-
te de la República sea elegido mediante el sistema indirecto o
de segundo grado, o sea, por medio de electores de Presidente,
designados por los ciudadanos.
Desde los tiempos del Presidente Jackson los partidos polí-
ticos se organizaron para que salieran de su seno los candidatos
a la Presidencia y así nació la práctica de las Convenciones
presidenciales.
Los miembros de los partidos demócrata y republicano —las
dos grandes colectividades políticas— proceden, en elecciones
primarias, a designar sus representantes a sendas Convenciones.
Esos convencionales, en libre votación, eligen al respectivo
candidato.
Así, en 1884, los demócratas nombraron candidato a Cleve-
land, y los republicanos, a James G. Blaine; esos mismos parti-
dos proclamaron, respectivamente, en 1932 y en 1934, a Franklin
D. Roosevelt y Herbert Hoover y, nuevamente, a Roosevelt y a
Thomas E. Dewey 1 .

1
Para los efectos de la elección 1952 la convención demócrata —pal-
presidencial del presente año de tido de gobierno—, proclamó como su
1'19
Partidos Políticos

Los electores presidenciales son elegidos con el mandato


imperativo de votar por el candidato del partido al cual perte-
necen. La práctica de las Convenciones presidenciales, al recti-
ficar el procedimiento constitucional, ha determinado que, en
la realidad, sean los partidos políticos quienes proponen a los
candidatos entre los cuales elige la ciudadanía.
Idéntica importancia reviste esta función pre-electoral
de los partidos en aquellos países, tales como Chile y Francia,
en los cuales el mecanismo electoral reposa sobre la base del
sistema de la representación proporcional.
Este sistema requiere la inscripción de listas concurrentes,
que encierran los nombres de los candidatos.
El patrocinio de la inscripción es función casi privativa de
los partidos poiíticos y ellos anotarán en sus listas los nombres
de los prc-candidatos que hubieren alcanzado, en la lucha in-
terna, las más altas mayorías, o que, para ese fin, hubieren sido
designados por las directivas.
"Los partidos políticos, escribe José Bianco, desenvuelven
una doble actividad: disciplinan las fuerzas para obtener el
triunfo en los comicios y condensan la opinión para elegir can-
didatos. Esta doble actividad se vincula con la propaganda, que
puede ser personal o impersonal. Es impersonal cuando busca
el éxito con los problemas que plantea, las teorías que enuncia,
las doctrinas que propaga, los propósitos (pie persigue y los
ideales que encarna. (En páginas anteriores, dentro del análisis
del concepto de "Partido Polítíco" y al referirnos al "Progra-
ma", quedó señalada la doctrina que propicia que el sufragio
se configure en torno de fos programas y no de los candidatos).
"Es personal cuando relaciona esos problemas y esas teo-
rías con las aptitudes, preferencias o inclinaciones de los candi-
datos que elige para ser consagrados por el voto popular" 1 .

convención del partido republicano, a Dwight Eisenhower.


1
candidato a Adlai Stevenson y, la José Bianco, (Ob. cit.).
164 Gabriel Amunátegui

Esta labor proselitista y pre-electoral va encauzada, de prc


ferencia, hacia la masa ciudadana de opinión pública que está
marginada de los partidos políticos y que constituye, incuestio-
nablemente y, en todos los países, u n crecido porcentaje de su-
fragios.
"A ella va dirigido, ante todo, el ruidoso "tam-tam" de la
propaganda electoral —escribe von Eckardt— y por quien se lucha
practicando, en el pleno sentido de la palabra, u n a caza de vo-
tos. Frente a ellos, los indiferentes, los interesados en el éxito
de los respectivos partidos se valen de toda clase de medios
posibles e imposibles. Una parte del programa está destinada,
pues, a persuadir a tales indiferentes electores" 1 .
En derredor de los partidos estables y disciplinados existe
la masa fluctuante de la opinión, que oscila de acuerdo con
principios, inquietudes y espejismos, muchas veces accidentales
y superfluos.
Esa masa flotante es la que determina el triunfo en las urnas.
Ese partido de los "sin partido", constituido, en su mayoría, por
elementos de la burguesía, de la clase media (en renglones an-
teriores hemos dejado testimonio de dos hechos pertinentes:
el uno, en orden a que desde el origen mismo de los gobier-
nos y, desde entonces en adelante, las clases poseedoras se con-
sagraron a la política; el otro, en cuanto a que las clases asala-
riadas, estrechamente vinculadas en la fábrica y en el taller,
estructuraron partidos de "masa", con gran número de afilia-
dos) dispone de u n considerable y decisivo caudal de votos.
Esa masa fluctuante, al sufragar por u n determinado par-
tido o por la persona de cierto candidato, no adquiere para
con ellos ningún vinculo permanente; en la próxima elección
puede —y ciertamente lo hará— modificar su opinión en las
urnas.

1
Von Eckardt, (Ob. cit.).
1'19
Partidos Políticos

Este fenómeno motiva la política de alternativa en el po-


¿ e r _ya anotada en nuestro "Ensayo"— que singulariza la mayo-
r ia numérica de la Cámara de los Comunes en Inglaterra, en
que conservadores y laboristas oscilan del gobierno a la oposi-
ción. Asimismo, la rotativa presidencial en los Estados Unidos
de Norteamérica, entre demócratas y republicanos. (Es del caso
observar que, durante los últimos veinte años, esa opinión apo-
lítica ha apoyado al partido demócrata que ha dispuesto, a su
favor, aproximadamente del cincuenta por ciento del electo-
rado).
Esta aseveración en orden a la influencia de los ciudadanos
"sin partido" podemos ilustrarla con cifras.
En su estudio, varias veces citado, acerca de la "Vida de las
Instituciones Políticas", observa Bianco que "en las elecciones
en la Capital Federal (Buenos Aires, República Argentina) en
eí mes de marzo del año 1914, los dos candidatos del partido
socialista obtuvieron, el uno, 44.335 votos y, el otro, 41.141. Los
afiliados a ese partido, inscritos en los registros electorales, eran,
más o menos, tres mil. En este caso, el partido socialista, con
sólo tres mil inscritos, ha sido el exponente representativo, pol-
lo menos, de 41.141 votos. La diferencia que existe entre los
votos obtenidos y los inscritos en el registro del partido, es una
parte de la masa flotante de la opinión que, obedeciendo a las
sugestiones de esa hora o a la eficacia del esfuerzo, al prestigio
de los candidatos o al valor nominal de las ideas que vulgari-
zan, se incorporan momentáneamente al electorado socialista".
La realidad política chilena nos ofrece un cuadro similar.
En nuestro libro acerca de "Regímenes Políticos", hemos escrito:
"Ningún partido exhibe la realidad de sus registros. Al efecto,
podemos señalar que el Partido Radical que aparece en el cua-
dro con 146.840 votantes (elecciones municipales del año 1950),
sólo reconoció, para los efectos de su tucha interna para desig-
166 Gabriel A munátegu i

liar candidato a la Presidente de la República (año 195i^ a


48.328 asambleístas, en todo el país".
Hacia esa masa de opinión pública, hacia ese oscilante p a f .
tido de los "sin partido", se encamina la labor proselitista de
los partidos políticos, en el doble sentido ya apuntado: hacia la
captación de adherentes en sus registros y, hacia la obtención
de sufragios en las urnas.
La propaganda. Esta labor proselitista se desarrolla me-
diante la propaganda que, sin duda, es u n o de los factores deci-
sivos en la formación y desenvolvimiento de los partidos polí-
ticos.
"Acaso el rasgo más llamativo, visible y notorio en nues-
tros días y de la vida social del presente, escribe Francisco Ayala,
sea la propaganda, que ha penetrado en todas las manifesta-
ciones de esa vida social y que, al extenderse, ha adquirido para
la conciencia pública el estatuto propio de los métodos legítimos
de actuación en la sociedad" 1 .
"La propaganda —término extraído del latín pontifical y
que, en el siglo XIX, hiciera irrupción en el lenguaje laico-
es una tentativa para influenciar la opinión y la conducta de la
sociedad de tal suerte que las personas adopten una opinión
y u n a conducta determinada. El objeto del propagandista es
influenciar la actitud de las masas sobre puntos que están some-
tidos a la propaganda, que son objeto de opinión.
"La propaganda política, considerada como u n a empresa
organizada para influenciar y dirigir la opinión, no aparece si-
no en el siglo XX, al término de una evolución q u e aporta, a la
vez, su campo de acción —la masa moderna, y sus medios de
acción— las nuevas técnicas de información y de comunica-
ción" 2 .

1
Francisco Ayala, (Ob. cit.).
2
J. M. Domenech, "La propagande I'olitique".
Partidos Políticos 167

E n los Estados Unidos de Norteamérica la p r o p a g a n d a está


organizada a semejanza de u n mecanismo industrial; la máqui-
na partidaria constituye u n poderoso g r u p o de presión y, entre
sus técnicas electorales, ocupa lugar de privilegio la propaganda,
que Lawell h a definido como "la dirección de las actitudes co-
lectivas mediante el m a n e j o ele símbolos".
"Los propagandistas americanos, observa Eckardt, no quie-
ren sólo influenciar los órganos específicos de la opinión, sumi-
nistrando noticias a los periódicos, i n f o r m a n d o a los redactores,
etc., sino también hablar a los transeúntes en la calle, apostro-
far a los particulares, dentro de la masa, a la manera aplicada
por el reclamo norteamericano. En Norteamérica se hace el re-
clutamiento h o m b r e con hombre, enviando cartas personales
a millones de ellos y haciendo hablar al maestro en la escuela;
al clérigo, en la iglesia; al comerciante, para conseguir que
todos se enteren de las cosas y disminuir el n ú m e r o de los indi-
ferentes" 1 .
Los q u e pretenden servir a la democracia —y órganos reali-
zadores de ellas, son los partidos políticos— deben informar al
pueblo. L a democracia total, la democracia, en u n a palabra,
exige u n a amplia y gran difusión de los problemas y de sus
soluciones: el soberano debe ser ilustrado.
Hemos anotado q u e la propaganda se ejerce sobre la masa
apolítica, sobre los ciudadanos sin partido, sobre los indiferen-
tes; se agregó que esa p r o p a g a n d a está d o t a d a de medios de
acción.
En su interesante y actualizado estudio (año 1950) nos dice
Domenach: "El escrito, la palabra y la imagen eran los sopor-
tes permanentes de la propaganda. Pero, su empleo estaba li-
mitado: el escrito, el más poderoso vehículo desde la invención
de la imprenta, era entrabado por la carestía de su precio y la
lentitud de su distribución; la palabra, estaba limitada por
1
Von Eckardt, (Ob. cit.).
168 Gabriel Amunátegui

el alcance de la voz h u m a n a , y la imagen reducida a dibujos y


pinturas, reproducida por costosos procedimientos.
" E n la actualidad, la prensa periódica h a adquirido una
enorme difusión y los diarios se venden a módico precio; la pa-
labra, p o r medio del micrófono, de la telegrafía sin hilos y de
la radio, permite que ella sea llevada a los más lejanos confines
del m u n d o ; la imagen, por medio de la fotografía y del cine-
matógrafo —nueva universidad del m u n d o actual— permite una
expansión universal" 1 .
La p r o p a g a n d a obedece, en su funcionamiento, a ciertas
leyes.
En primer término, a su "simplificación", es decir, en su
origen, al propiciar u n a nueva concepción, debe limitarse a de-
terminados puntos, claramente definidos; en seguida actúa
la ley de " a b u l t a m i e n t o de las informaciones" y "desfigura-
miento d e las mismas", de frecuente uso por la prensa mundial;
además, la p r o p a g a n d a debe repetir, incesantemente los temas
principales, presentándolos b a j o diversos aspectos. En ella ope-
ran, todavía, las leyes d e la sugestión y del contagio, que uti-
lizan, entre otros medios, las manifestaciones y desfiles de ma-
sas y el engrosamiento artificial de los concurrentes.
La propaganda, en lo material, emplea banderas, música,
estandartes, uniformes, insignias, affiches, antorchas, etc. En lo
espiritual, entra en el campo de los mitos y de las ficciones.
"Desde el p u n t o de vista de la propaganda, observa Bianco
(ob. cit.), la palabra hablada o escrita, colectivamente escucha-
da o individualmente leída, descuella en primer término. Las
conferencias y los discursos populares despiertan los entusiasmos
y enardecen las pasiones. L a oratoria es tal vez el medio más
eficaz para sugestionar en las luchas políticas, siempre canden-
te y apasionadas, cualquiera q u e sea la organización que ten-
gan los partidos."
1
Domenech, (Ob. cit.).
1'19
Partidos Políticos

Cerraremos este párrafo subrayando que la propaganda,


para servir sus fines necesita un clima especial, cuyos factores
esenciales son el libre ejercicio del derecho de reunión —el
"meeting" ha sido uno de los agentes forjadores de las demo-
cracias inglesa y norteamericana— y la libre exteriorización del
pensamiento por medio del amplio ejercicio del derecho de
prensa.
b) Funciones electorales. El ordenamiento de los regímenes
políticos, desde el punto de vista del origen de la autoridad,
distingue dos grandes tipos: autocráticos y democráticos. Esta
clasificación obedece a que ios gobernantes procedan o no d e
la voluntad de los gobernados.
En los regímenes democráticos la nación elige a sus gober-
nantes. L a democracia política se realiza mediante el sistema
de gobierno denominado representativo.
"Llamamos democracia, escribe Duverger, u n régimen en
el cual los gobernantes son designados por los gobernados por
medio de elecciones libres y sinceras" 1
"El sistema representativo —escribimos en "Regímenes Po-
líticos"— es en la actualidad el adoptado —a lo menos en el
texto de las Constituciones— en la gran mayoría de los actuales
Estados."
En la concepción originaria de la doctrina del gobierno
representativo, el poder electoral de la nación estaba radicado e n
la nación legal o ciudadanía; es decir, en el conjunto de nacio-
nales investidos del derecho del sufragio, o ciudadanos.
La aparición —como ya se anotara— de ios partidos polí-
ticos en el siglo X I X y la vigorización paulatina de su influen-
cia en los tiempos neo-contemporáneos, han determinado q u e
sean ellos, realmente, quienes tienen en sus manos el poder
electoral y generan el gobierno o poderes públicos.

1
Duverger, "Droit Constitutionnel et Science Politique"
170 Gabriel Amunátegui

En el desarrollo de "la Teoría del Partido Político" seña-


lamos la influencia que esos organismos ejercen en las bases
fundamentales de un Régimen Político y, dentro de ellas, en
la generación del poder.
Y, al bosquejar la consagración constitucional de los Par-
tidos Políticos (Cap. I. Sec. 2) se comentó que la mayoría de
los textos se limitan a reconocer las funciones electorales de esas
asociaciones.
"Dentro del juego regular de la vida política, expresa Bian-
co, lo que vulgarmente se denomina instituciones representati-
vas, es la fuerza expansiva del derecho que actualiza y concreta
el sufragio, para intervenir en la dirección de los negocios pú-
blicos, dando normas al sentimiento, rectitud al carácter, noble-
za a la energía, idealidad al pensamieíito y entereza al ciuda-
daño. El sufragio es la piedra angular a cuyo alrededor giran
y se desenvuelven esas instituciones. Enunciado el postulado,
corresponde desenvolver sus consecuencias. La organización ra-
dica en la voluntad expresa o tácitamente manifestada o con-
sentida por el pueblo. De ahí una finalidad históricamente com-
probada: todos los gobiernos se fundan en la opinión" 1 .
La función del partido político, en su esencia, es la trans-
formación de la opinión pública en fuerza política: ya quedó
apuntado que podemos concebir al partido político como "la
organización política de la opinión pública".
El partido político es la organización de la voluntad popu-
lar: "Disciplina fuerzas, sistematiza ideas, fija orientaciones y die-
ta normas para que el sufragio pueda exteriorizarse en la cons-
titución del gobierno".
Las funciones electorales de los partidos políticos han sido,
en la actualidad, consagradas en la generalidad de las leyes re-
glamentarias de la Constitución y, sin exageración, podemos
aseverar que, en la mayoría de los países, el mecanismo electo-
1
Bianco, (Ob. cit.).
1'19
Partidos Políticos

ral y generador del gobierno, está estructurado sobre la base de


los partidos políticos.
"En nuestro país, comenta el catedrático uruguayo Jimé-
nez de Aréchaga, no se alcanza u n a banca parlamentaria sin
integrar un partido político; esto ocurre no por necesidades del
régimen constitucional, sino por exigencia de la real organiza-
ción política. La ley electoral autoriza la presentación de listas
de candidatos por la decisión espontánea de u n grupo de ciu-
dadanos; pero, en la realidad de nuestra vida política, el hecho
es que la banca parlamentaria se alcanza exclusivamente por
intermedio de los partidos. Me animaría a decir más: a dedi-
que "lo político" entre nosotros está monopolizado por los par-
tidos" 1 .
El problema político de Chile, que será analizado en u n
postrer capitulo de este "Ensayo", ofrece rasgos similares al cua-
dro que nos exhibe el profesor uruguayo.
Las funciones electorales de los partidos son múltiples: po-
demos decir que ellas se inician con la propia inscripción del
partido para los efectos de su constitución y dei otorgamiento
de su personalidad jurídica.
En seguida, en la inscripción de las candidaturas para los
efectos de las elecciones populares, aun cuando este acto caería
en la esfera de los trámites previos; en la fiscalización del acto
electoral (votación y escrutinios); en la atención de las secre-
tarías políticas; en la orientación de los sufragantes; en la inter-
posición de los reclamos y acciones judiciales pertinentes, etc.
Asimismo, en la integración de determinados organismos,
tales como en Chile, los cargos de Consejeros parlamentarios en
las instituciones semifiscales; en el Uruguay, para la composi-
ción de la Corte Electoral; del Consejo Central de Elecciones,
en El Salvador; del T r i b u n a l de Garantías Constitucionales, en

1
Jiménez de Aréchaga, (Ob. cit.).
172 Gabriel A munátegu i

la Constitución de España republicana; del Consejo Superior


de la Magistratura, en Italia; los Comisarios que designa el
Parlamento ante el Consejo Económico, en Francia, etc.
El ejercicio de las funciones electorales, propiamente tales
de los partidos políticos h a sido una fuente generosa de irregu-
laridades y ha constituido u n a de las principales causas de se-
veras críticas y de desprestigio, desde el p u n t o de vista de la
pureza y corrección del acto electoral.
Los paliativos ilegales con que se ha pretendido cohonestar
al sufragio universal, ley de mayoría —tales como el fraude, el
cohecho, el abuso de poder— han tenido y tienen patente casi
universal.
En su obra acerca del problema y realidad políticos, nos
dice Key, en u n capítulo consagrado al proceso electoral norte-
americano: "En el empadronamiento de los electores, en la
votación, en el escrutinio, y en la comunicación de los resulta-
dos, el fraude se practica con largueza" 1 .
Es éste un asunto de suma gravedad y que afecta honda-
mente a la solvencia de los partidos políticos ante la opinión
pública; ha sido la causa determinante de serias perturbaciones
institucionales y requiere atención preferente de los gobernan-
tes y de los propios partidos políticos.
La legislación, electoral de esta época ha introducido nor-
mas reglamentarias que garantizan el correcto desenvolvimiento
del proceso electoral y sancionan sus infracciones. En su raíz,
es u n problema de cultura y madurez política.
c) Funciones gubernamentales. En el análisis que hiciéra-
mos acerca de nuestra propia concepción del partido político
se dijo que "el móvil cardinal de un partido —a lo menos en el
planteamiento doctrinario— es la realización de su ideario, de

1
V. O. Key, " P a r t i d o s políticos y G r u p o s de P r e s i ó n " .
1'19
Partidos Políticos

su programa. Esa realización exige estar en posesión del poder,


del Gobierno".
En el desempeño del Gobierno, en el ejercicio del poder,
el Partido Político servirá numerosas e importantes funciones.
Entre fas funciones gubernamentales hay q u e distinguir en
legislativas y ejecutivas y, asimismo, entre los gobiernos repre-
sentativos, con o sin régimen parlamentario, y los gobiernos
semi-representativos.
En los gobiernos representativos con régimen parlamenta-
rio —que es la doctrina que ofrece una órbita de aplicación más
extensa— el partido político sirve, preferentemente, la función
legislativa. Este fenómeno se acentúa —según ya quedara ex-
puesto— en los sistemas de dos partidos.
En Inglaterra será el gabinete: "En u n gobierno parlamen-
tario —escribió Bagehot— el gabinete no es sino u n a comisión
del Parlamento" —integrado por representantes del partido ma-
yoritario (laboristas o conservadores); en los Estados Unidos de
Norteamérica, los Comités parlamentarios— (órganos que, en
derecho, son de mero carácter informativo y que, en la reali-
dad, sirven la función iegislativa), e integrados por el partido
mayoritario (demócratas o republicanos) quienes ejercerán la
potestad legislativa.
En el régimen parlamentario el gabinete estará también
investido de la atribución ejecutiva: por su intermedio, será el
partido político que lo integra, quien ejercerá el poder.
En los sistemas representativos estrictamente tales, o sea,
en los denominados presidenciales, la influencia del partido
político en la función ejecutiva se hará sentir a través del titular
del cargo, miembro activo y, por lo general, jefe o connotado
dirigente del partido mayoritario.
Robustece la acción gubernativa la estructura rígida de los
partidos que obliga a sus parlamentarios, b a j o el apercibimiento
de las medidas disciplinarias que pueden llegar hasta su expul-
174 Gabriel A munátegu i

sión, a acatar las órdenes de la directiva. La institución de los


partidos "rígidos" corresponde — según ya está referido— a la
realización de la novísima doctrina del mandato imperativo.
Dentro de la órbita gubernamental de los partidos políticos
es preciso registrar el ejercicio de la soberanía externa o tran-
seúnte; es decir, el desarrollo del programa del partido en ma-
teria de relaciones internacionales,
Además de la dirección de la política externa, radicada en
el órgano ejecutivo y cuyo titular la orientará en consonancia
con el programa de su partido, las diversas Constituciones con-
dicionan esa política, para los efectos de determinados actos
—celebración de tratados, designación de agentes diplomáticos-
a la aprobación del Congreso. Esa intervención del Parlamento
origina, en consecuencia, la participación de los partidos, por
medio de sus respectivos parlamentarios.
Este breve esquema de la función gubernamental debe ser
completado, en sus rasgos esenciales, con la misión —que es tam-
bién de carácter similar, desde el otro aspecto del problema—
que desempeña la oposición.
En la clasificación que hiciéramos de los partidos, distin-
guimos entre el "Gobierno" y la "Oposición", y señalamos cuá-
les eran sus roles respectivos.
Los partidos de oposición, al fiscalizar y controlar los actos
del Gobierno, están realizando también una función de go-
bierno.
Esa fiscalización, ese análisis crítico de las tareas legislati-
vas y ejecutivas deben ser motivadas en el programa del partido
opositor, que contempla soluciones disimiles a las patrocinadas
por el Gobierno.
Las atribuciones gubernamentales de los partidos políticos
se han vigorizado con la tendencia actual hacia la mayor inter-
vención directa de la ciudadanía en el ejercicio de la autoridad.
La realización de la doctrina neo-contemporánea del go-
Partidos Políticos 175

bierno semi-representativo ha investido a la ciudadanía, es de-


cir, frente a la realidad, a los partidos políticos, de las siguientes
facultades: "a) el veto popular; b) el referéndum, que, a su vez,
s e desdobla en Referéndum consultivo o "Ante Legem", y Re-
feréndum posterior, o de ratificación; y en Referéndum facul-
tativo y obligatorio, y c) la iniciativa popular, que se clasifica
en "iniciativa no formulada" e "iniciativa formulada".
"Entre los principales regímenes políticos que h a n intro-
ducido este sistema, debemos citar el de la República italiana.
Su Constitución promulgada el 27 de diciembre de 1947 otorga
a la ciudadanía (léase partidos políticos), intervención directa.
El art. 71 reconoce al pueblo el derecho de la "iniciativa formu-
lada" de u n proyecto de ley, mediante la propuesta, a lo menos,
de 50.000 electores. Además, según el art. 75, cincuenta mil elec-
tores o cinco Consejos regionales (los Consejos son los órganos
que gobiernan y administran las regiones en que se divide el
territorio, y sus miembros son de elección popular) pueden
requerir el "Referéndum" popular para la derogación, total o
parcial, de u n a ley" 1 .
d) Funciones administrativas. Respecto de ellas hay que
distinguir entre las funciones que se sirven por órganos de elec-
ción popular tales como las Municipalidades, Cabildos o Ayun-
tamientos, los Consejos Regionales, etc., respecto de cuya gene-
ración es dable reproducir lo observado para las elecciones, en
general, por una parte; y, por la otra parte, las funciones, pro-
piamente tales, de la Administración Pública.
Desde luego, es un principio fundamental del Derecho Pú-
blico que la organización constitucional es esencial para la ad-
ministración, que no es sino la aplicación práctica de la Cons-
titución a las necesidades del Estado.

1
Gabriel Amunátegui, "Regímenes Políticos".
176 Gabriel Amunátegui

La administración tiene que amoldarse a la Constitución-


ésta es el órgano; la administración, la función.
El cambio que se opere en el régimen constitucional - e t l
sentido amplio— de acuerdo con la orientación doctrinaria del
partido de gobierno, influye directamente en la administración
Todavía, debemos consignar' otra observación concurrente-
"Aun cuando los problemas de la administración pública -he-
mos escrito— no son esencialmente de carácter político, es in-
negable que ella ejerce influencia en el ejercicio del poder. La
centralización administrativa robustece el poder del Gobierno.
Podemos agregar que la descentralización administrativa —fuer-
za por la cual la nación reacciona en contra del gobierno del
Estado— responde a la realización de la democracia política"1.
Además de este planteamiento general, la influencia de los
partidos en la administración se registra en el nombramiento
de los jefes de los servicios públicos.
En el gobierno parlamentario será el Gabinete, personero
de la mayoría política, el que haga recaer las designaciones en-
tre sus correligionarios.
En un gobierno presidencial será el titular del Ejecutivo
—elemento político e integrante del partido mayoritario— el
que adopte el mismo criterio.
En el análisis del concepto de partido político se precisó
que una de sus finalidades era la de "llevar a sus correligio-
narios a las funciones públicas" y se observó que "desde el pun-
to de vista doctrinario, es preciso considerar que las funciones
públicas, políticas y administrativas, están estrechamente vincu-
ladas, vinculación que se acentúa con la mayor o menor inter-
vención del Estado en los fenómenos económicos (socialismo
de Estado) y con la realización de la doctrina de la racionali-
zación del poder (enmarcar la vida colectiva en el derecho).

1
Gabriel Amunátegui, "Regímenes Políticos".
1'19
Partidos Políticos

j¿n consecuencia y siempre dentro del planteamiento doctri-


nario del problema, es de una lógica elemental argüir que am-
bas —la política y la administración— deben estar presididas
por un mismo criterio y una misma orientación" (Cap. I., sec.
]aj párrafo 4).
Esta intervención de los partidos en la designación de los
altos funcionarios de la Administración ha determinado que,
sea por disposiciones internas de sus reglamentos o, por meras
prácticas, los candidatos deban solicitar de la directiva de su
colectividad la autorización o "pase", en carácter previo.
Debemos agregar que, respecto de los funcionarios públicos,
es aplicable también la facultad del partido en cuanto a las
medidas disciplinarias que pueda decretar la directiva e incluso
la obligada dimisión o alejamiento del cargo.
c) Funciones económico-sociales (Gremiales). En páginas
anteriores de este "Ensayo" y con motivo de distintos puntos
de vista, hemos señalado que una de las características que sin-
gularizan a la Era Neo-Contemporánea es el planteamiento de
los problemas económico-sociales.
Y, ese planteamiento adquiere tanta consistencia que habrá
de determinar, por una parte, el nacimiento de los regímenes
totalitarios que sacrificarán —transitoria o permanentemente—
la democracia política en aras de la realización de la democra-
cia económico-social; y, por otra parte, la tendencia hacia la
rectificación del gobierno representativo y la substitución de
la Cámara electiva, de origen popular, por u n a Cámara Corpo-
rativista.
En nuestro éstudio sobre "Regímenes Políticos", al analizar
el gobierno del Portugal (Cap. III; Sec. 2^), opinamos que esas
soluciones, en mayor o menor grado, atacaban, en su base, al
gobierno representativo-democrático. Agregamos que "correspon-
derá a la técnica del Dérecho Constitucional el debido encarna-
miento de esas fuerzas (los intereses, socialmente organizados),
1 7 8 Gabriel A munátegu i

dentro de u n a fórmula jurídica, que no contradiga los princi-


pios fundamentales de u n régimen político democrático,"
Es innegable que, en el minuto actual, y frente al descrédito
con que se ha querido envolver a los partidos políticos, hay car-
tel hacia los regímenes corporativistas, en este m u n d o inquieto
en que existe u n a acentuada confusión de conceptos acerca de
los fines políticos, sociales y económicos de la democracia, de la
intervención de los gremios en la política, y de los políticos, en
el campo gremial.
René Bothereau, Secretario de la C. G. T . francesa escribió:
"El sindicalismo, por su esencia, 110 puede desinteresarse de la
forma del régimen político de que está dotado el país. Sin li-
bertades públicas no hay libertades sindicales n i siquiera sindi-
calismo. El Congreso de Tolosa de 1936 acordó que los sin-
dicatos se reservaban el derecho de tomar la iniciativa de
colaboraciones momentáneas, estimando que su neutralidad res-
pecto de los partidos políticos no podía implicar su indiferencia
respecto a los peligros que amenazaran a las libertades públi-
cas. T o d o grupo político que tenga en sus manos una organiza-
ción sindical, puede fácilmente, por medio de huelgas económi-
cas, perturbar la tranquilidad del Gobierno. La política de
partido no debe penetrar en el sindicalismo: su vida debe pres-
cindir de opiniones políticas, filosóficas o religiosas" 1 .
No obstante tan elocuentes palabras, es u n hecho genera-
lizado en la actualidad, la tendencia hacia la creación, en los
partidos políticos, de departamentos sindicales, de indiscutible
función proselitista, y que realizan una marcada labor de pene-
tración en los gremios.
En nuestro estudio acerca del corporativismo, antes citado,
dijimos que la técnica del Derecho Constitucional debería en-
cauzar las corrientes gremiales.
1
Reñí Bothereau, "Sindicalismo y Política". ("Revue Politique et
P a r l a m e n t a i r e " , N o v e m b r e d e 1947).
1'19
Partidos Políticos

No creemos que la creación de departamentos sindicales


dentro de las asociaciones políticas responda a u n a correcta so-
lución del problema.
Por nuestra parte, somos de los que piensan que, en primer
término, ella se encuentra en una adecuada legislación sindical
que permita el libre desenvolvimiento de los gremios y la rea-
lización de la democracia económico-social.
En seguida, y recogiendo el ensayo de la Constitución de
VVeimar, actualizado por la Constitución de la Cuarta Repúbli-
ca Francesa, en la creación, en carácter de órganos consultivos,
de Consejos técnicos.
Estos Consejos asesorarían, con su dictamen, al Congresc
en el proceso de formación de la ley. A esos Consejos —a seme-
janza del Consejo Económico francés—, podrían asistir los Mi-
nistros de Estado y los delegados del Congreso, con derecho a
voz. En esas reuniones se produciría —sin interferir funciones,
ni confundir roles— el contacto necesario entre los personeros
de los intereses generales de la colectividad, —los gobernantes—
y los representantes de los intereses particulares —corporaciones,
sindicatos, productores, etc. Debemos agregar que, en nuestro
concepto, y de acuerdo con la doctrina, las funciones económico-
sociales que deben servir los partidos políticos, tienen que ser
encauzadas, preferentemente, d e n t r u de sus facultades guberna-
mentales. Es decir, la promulgación de leyes que permitan rea-
lizar la democracia integral, por u n a parte, y, por la otra, la
oposición a medidas restrictivas que ataquen, en sus raíces, las
garantías sindicales, y, en general, la legislación sindical.
) 181 (

C a p í t u l o IV

El, P R O B L E M A EN C H I L E

12. EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS.—La eVO-


hición de los partidos se identifica con la historia constitucional
de Chile y su formación democrática.
"El proceso evolutivo de las instituciones públicas en Chile,
hemos escrito, significa, en el cuadro general de Hispanoamé-
rica, una nota singular" 1 .
En este "Ensayo" sólo subrayaremos algunos rasgos: la pro-
longada vigencia de la Constitución de 1833; la continuidad
presidencial; el espíritu de armonizar el gesto revolucionario
con el principio de la legitimidad.
Nuestra historia constitucional, abarcada en una visión de
conjunto, y de conformidad con el ordenamiento original que
planificamos en nuestro "Manual" puede ser dividida en tres
grandes períodos:
A) De los ensayos, desde el año 1810 —instalación de la
Primera Junta Nacional de Gobierno —hasta el año 1833— pro-
mulgación de la Constitución Política;
B) República autocrática, desde el año 1833 hasta el año
1874 —periodo de profundas reformas constitucionales y lega-
Ies-, y
C) República democrática, a partir de esta última fecha.
Dentro de este ordenamiento procuraremos seguir la géne-
sis y trayectoria de las ideas políticas.
A) Período de los ensayos (1810-1833). Su denominación
obedece a que en este lapso todas las formas gubernamentales

1
Gabriel Amunátegui, ("Manual de Derecho Constitucional"), (ver
parte tercera; c a p í t u l o p r i m e r o , págs. 219-267).
176
Gabriel A munátegu i

fueron de carácter transitorio, y se substituían rápidamente las


unas a las otras (Juntas de Gobierno, Congreso Ejecutivo, |)¡(>
taduras militares, Federalismo, Ensayo liberal).
La formación política de esta época responde al cuadro gu.
bernamental.
Así tenemos, por ejemplo, que los vestigios de partidos los
encontramos ya en el Primer Congreso Nacional (1811) donde
actuaron godos, exaltados y moderados. Asimismo, surgen fac-
ciones o partidos personalistas, tales como los O'Higginislas
Carreristas y Estanqueros, en torno de sus jefes don Bernardo
O'Higgins, don José Miguel Carrera, y don Diego Portales.
Dentro de este período los núcleos políticos se estructuran
en "pelucones" (uso de peluca empolvada) que encarnaban a la
aristocracia terrateniente, la tradición colonial, la profunda fe
religiosa, el respeto acendrado a la autoridad; y, en "pipiólos",
de un estrato social inferior, con mayor cultura, muchos de ellos
profesionales, poseídos de un espíritu, si no revolucionario, por
lo menos reformista. Su ideología, inspirada en la filosofía po-
lítica francesa, era vaga e imprecisa.
"Pelucones y pipiolos van a llenar, escribe Guillermo Feliú
Cruz, todo el periodo corrido desde la caída de O'Higgins (28
de enero de 1823) hasta la batalla de Lircay (17 de abril de
1830) en un espacio de siete años" 1 .
"Afianzada ya la independencia, anota Julio Heisse, pode-
mos distinguir en nuestra burguesía criolla dos grupos: los pe-
lucones y los pipiolos. El primero estaba formado por el grueso
de la clase alta, lo integraban los hombres más ricos, descen-
dientes de los conquistadores españoles de los siglos XVI y XVII
y de los mercaderes vascos que hicieron fortuna en el siglo XVIII.
El grupo pipiolo, poco numeroso, más culto y menos rico pre-

1
Guillermo Fcliú Cruz, " U n Esquema de la evolución social en Chile .
Partidos Políticos 1'19

tendió con gran patriotismo, con gran altura de miras, poner


]a sociedad a tono con los ideales proclamados en la Revolución
de la Independencia" 1 .
"Ya existía, sin embargo, el germen —escribe Alberto
Edwards— de las dos tendencias cuya lucha formó, por largos
años, la esencia de nuestra historia política. Por una parte, el
espíritu conservador y tradicionalista, encarnado particularmen-
te en las clases altas, y por la otra, el ideal revolucionario y de-
mocrático, que quería la aplicación, más o menos absoluta, de
los principios filosóficos franceses del siglo XVIII" 2 .
Dentro de este período de los Ensayos debe registrarse tam-
bién al partido "federalista", estructurado en torno de don José
Miguel Infante. Este distinguido estadista adquirió gran pres-
tigio a raíz del descrédito de la Constitución moralista que re-
dactara don J u a n Egaña, y que fué promulgada en 1823. "En
poco tiempo, escribe Domingo Amunátegui Solar ("Pipiolos y
Pelucones"), conquistó en favor del nuevo régimen numerosí-
simos adeptos. Puede asegurarse que h u b o día en que casi todas
las personas ilustradas eran federalistas".
El año 1828 registra el último "Ensayo" político: corres-
ponderá al partido pipiolo hacer promulgar ese año la Consti-
tución liberal. Esa carta, redactada por clon José Joaquín de
Mora, de acentuada tonalidad democrática, habrá de inspirar,
más tarde, las reformas liberales que, a partir del año 1874, se
introducirán en la autocrática Constitución de 1833.
A fines de este período se forma en contra del Gobierno
pipiolo una vasta combinación política: pelucones, O'Higginis-
tas, Estanqueros, Federalistas.
Una interpretación de la Constitución —motivo delezna-

1 3
J u l i o Heisse, " L a Constitución Alberto Edwards, "La organiza-
de 1925 y las nuevas tendencias po- ción política de Chile".
lítico-sociales".
178
Gabriel A munátegu i

ble— origina el pretexto, aparentemente legítimo, para el esta-


llido revolucionario.
El triunfo de las armas revolucionarias en la batalla de Lir-
cay —17 de abril de 1830 (fecha de hondo significado en la vida
institucional de Chile)— cierra, de hecho, el período de los "En-
sayos".
La promulgación, el día 25 del mes de mayo del año 1833,
de la nueva Carta Fundamental, legitimará una nueva etapa de
la evolución institucional chilena.
B) República Autocrática (1833-1874). La batalla de Lircay
tiene decisiva influencia en la vida política de Chile: a raíz de
ella, se clarifica el panorama; cesa la anarquía de la opinión pú-
blica, y es el antecedente inmediato de la promulgación de la
Constitución de 1833 y de la organización del Partido Conserva-
dor.
"La Constitución de 1833 es una carta autocrática y aristo-
crática. El gobierno de Chile que ella cimentara, se generaba me-
diante un sistema estrictamente censitario, de conformidad con el
principio de la representación mayoritaria; el Senado y el Pre-
sidente de la República eran elegidos mediante el sistema indirec-
to o de segundo grado. El Senado era designado en un número
arbitrario (veinte senadores) en un solo colegio electoral, y sus
miembros eran los únicos que tenían representación en la Co-
misión Conservadora.
"Esta Constitución dijimos que era autocrática: l a m á x i m a
autoridad estaba radicada en e l Presidente de l a R e p ú b l i c a
("Un pequeño m o n a r c a temporal, absoluto e irresponsable").
Ya anotamos que e l t i t u l a r era elegido en forma i n d i r e c t a ; su
mandato de cinco años admitía una reelección, por igual pe-
ríodo (En la práctica, los cuatro presidentes: Prieto, Bulnes,
Montt y Pérez, gobernaron, cada uno, d i e z años). El P r e s i d e n t e
de la República era irresponsable d u r a n t e el e j e r c i c i o de su
Partidos Políticos 1'19

cargo; suprimido el cargo de Vicepresidente, le subroga el Mi-


nistro del despacho clel Interior, de libre elección del Presidente.
"El Presidente disponía de veto absoluto y podía hacer uso
de facultades extraordinarias que le otorgara el Congreso Na-
cional. Además, al declarar el estado de sitio, "se suspendía
el imperio de la Constitución".
"El Presidente de la República era la única autoridad ca-
pacitada para prorrogar el período ordinario de sesiones del
Congreso, y para convocarlo a reuniones extraordinarias. Es
del caso prevenir que el Congreso, para sesionar, requería un
quorum elevado de sala, y que su período ordinario de sesio-
nes era breve.
"La Constitución de 1833 otorgaba al Presidente de la Re-
pública, en la art. 82, N<? 3, la facultad de "velar sobre la pronta y
cumplida administración de justicia". Estaba asesorado por un
Consejo de Estado. Este organismo, de indiscutible raigambre
monárquica, estaba compuesto por los ministros de estado, y por
funcionarios designados por el Ejecutivo. En él radicaba el me-
canismo de proponer en terna a los candidatos para ocupar los
cargos del Poder Judicial" 1 .
Hemos reproducido, en extenso, las principales caracterís-
ticas de la Constitución de 1833 porque habrá de significar el
antecedente directo de la formación de uno de los más impor-
tantes partidos políticos de Chile.
En torno del programa, que significó la Constitución, se con-
gregarán los vencedores de Lircay y otros elementos afines; los
antiguos pelucones, los estanqueros, los pipiolos moderados y
constituirán, bajo la égida de Portales, el Partido Conservador.
"Adelantándose quizás a los acontecimientos, escribe Al-
berto Edwards, ya en septiembre de 1830 don Manuel José Gan-
darillas afirmaba, en el primer editorial del "Araucano", que

1
Gabriel Aniunálegui, " M a n u a l de Derecho Constitucional".
180
Gabriel A munátegu i

en Chile la palabra "partido", había quedado sin significa-


ción" 1 .
H a nacido el Partido Conservador —su nombre quizás obe-
dezca al antecedente de que, hombres de esa tendencia ideoló-
lógica, constituyeron la mayoría del Senado-Conservador, de
1823—, que gobernará la República durante las administracio-
nes de Prieto, Bulnes y gran parte del decenio Montt.
Su doctrina fundamentaí la constituirá el establecimiento
de u n gobierno fuerte: "en el hecho, anota Alberto Edwards
(Ob. cit.) y, sin dejar de respetar las fórmulas legales, los Presi-
dentes fueron, en un principio, monarcas absolutos y, el gran
elector de Chile fue, durante sesenta años, ef propio Presidente
de la República".
"A partir de la caída del partido pipiolo en 1830, la historia
de Chile se endereza hacia otros rumbos, escribe Feliú Cruz.
Cesa la anarquía, la autoridad se ejercita en forma, la adminis-
tración se disciplina, el ejército no delibera. Es u n orden im-
puesto por la fuerza material, y por la emanación de la fuerza
moral de quien conduce el gobierno, por el ideal de la dicta
clura concebida a la manera pelucona. Portales representa esa
fuerza moral y así llega a crear un verdadero sistema político,
u n régimen llamado portaliano. Durará, muy desfigurado, hasta
1891. Pero la autoridad del Ejecutivo, no obstante los progresos
de la opinión, sabrá siempre imponerse durante cuarenta años
(1831-1871)"2.
A pesar del régimen férreo que singulariza al gobierno de
Prieto, durante su administración se produce el primer síntoma
de escisión del Partido Conservador. Allá por el año 1835, en
vísperas de la elección presidencial, u n sector moderado del
conservantismo, encabezado por Benavente, Rengifo y Ganda-

1
Alberto Edwards, (Ob. cit.).
a
G u i l l e r m o Feliú Cruz, (Ob. cit.).
Partidos Políticos 1'19

rillas, realiza, en las páginas del periódico "El Philopolita"


("Amigo del Pueblo") un abortado intento hacia la formación
de un paitido progresista, dentro del peluconismo. "Sin negar
en sus columnas, escribe Amunátegui Solar ("La Democracia en
Chile") nna completa adhesión al Presidente Prieto, discutía con
franqueza los asuntos de actualidad, y se inclinaba a una polí-
tica más liberal que la adoptada".
La omnipotencia de Portales determinará la reelección de
Prieto a fines de julio de 1836.
Al término de su segundo período "El Gran Elector" im-
pondrá la designación, en 1841, de don Manuel Bulnes como
Presidente de la República.
La administración Bulnes se singulariza por un ambiente
de mayor tolerancia política y, en ella, se señalan algunos gestos
de organización de la fuerza democrática.
Así, los opositores al gobierno establecieron la "Sociedad
Demócrata" cuyo fin principal era "la defensa de los derechos
del pueblo" y en 1845 la "Sociedad Caupolicán", de la cual for-
maron parte algunas decenas de artesanos. Ensayos prematuros,
que el ambiente no permitió fructificar.
Mas, dentro de este decenio, se opera un fenómeno político
de gran importancia: la formación del Partido Liberal.
En el segundo quinquenio de Bulnes —reelegido unánime-
mente en 1846—, es dado a luz el folleto "Bases de la Reforma"
(octubre de 1850) redactado por el maestro José Victorino Las-
tarria y el diputado Federico Errázuriz.
Ese manifiesto encierra el programa completo de las aspi-
raciones liberales y propone reformas constitucionales y legales.
Entre las primeras, ampliación del sufragio, supresión de
los estados de sitio, incompatibilidades parlamentarias, prohi-
bición de reelegir al Presidente, abolición de los mayorazgos,
etc.
182
Gabriel A munátegu i

E n t r e las segundas, e n m i e d a d e las leyes d e elecciones y


de i m p r e n t a ; legislación sobre m a t r i m o n i o s m i x t o s ; registro elec-
toral p e r m a n e n t e ; colegios fiscales p a r a n i ñ o s , etc.
L a s t a r r i a y los h o m b r e s d e l " M o v i m i e n t o i n t e l e c t u a l del
a ñ o 1842" s e r á n los jefes del P a r t i d o L i b e r a l o Progresista. (De
las dos expresiones p r e d o m i n ó el calificativo d e " L i b e r a l " , in-
t r o d u c i d o ya antes e n Chile, p o r d o n M a n u e l J o s é Gandarillas).
C o n t r i b u i r á n a este m o v i m i e n t o r e n o v a d o r los C l u b s de la
R e f o r m a , y l a Sociedad d e la I g u a l d a d , q u e f u n d a r a n e n esta
é p o c a S a n t i a g o Arcos y F r a n c i s c o Bilbao, i n s p i r a d o s e n las teo-
rias socialistas ( p r i m e r a m a n i f e s t a c i ó n d e este c r e d o e n Chile),
y q u e será u n a especie d e c l u b d e m o c r á t i c o , d e s t i n a d o a la ins-
t r u c c i ó n del p u e b l o , y con fines m a r c a d a m e n t e políticos.
" L a R e v o l u c i ó n f r a n c e s a de f848, escribe B e n j a m í n Vicuña
M a c k e n n a , t e n d r á e n C h i l e u n a f u e r t e i n f í u e n c i a . C o n t r a la oli-
g a r q u í a , L a s t a r r i a , Bilbao, los M a t l a , los A m u n á t e g u i , los Blest,
S a n t i a g o Arcos, D i e g o B a r r o s A r a n a , f u n d a r á n l a Sociedad de la
I g u a l d a d , C l u b secreto, p a r a a r r a n c a r al p u e b l o de la vergon-
zosa t u t e l a a la q u e h a b í a sido s o m e t i d o " .
Los C l u b s d e la R e f o r m a —reforma de las leyes electorales y
de i m p r e n t a — , d e f e n d e r á n las ideas liberales y l a fe romántica
de los h o m b r e s d e l 48, cuya f u e n t e i n s p i r a d o r a e r a Lamartine.
F r e n t e a la candidatura de d o n M a n u e l M o n t t , el año 1851,
vigoroso ministro d e B u l n e s y levantada p o r " E l G r a n Elector",
se producen gTaves perturbaciones revolucionarias en Santiago
y otras ciudades.
L a oposición p r e s e n t ó la c a n d i d a t u r a d e l I n t e n d e n t e de
C o n c e p c i ó n , G e n e r a l d o n José M a r í a de l a C r u z .
Las elecciones se r e a l i z a r o n b a j o la e n é r g i c a intervención
g u b e r n a t i v a , e n m e d i o de u n e s t a d o de a l a r m a e i n q u i e t u d .
El e s c r u t i n i o g e n e r a l d i ó el s i g u i e n t e r e s u l t a d o : 132 votos,
a f a v o r d e d o n M a n u e l M o n t t ; 29 p o r el g e n e r a l C r u z (en La
Partidos Políticos 1'19

Serena, 3; 5 en Maule y 21 en Concepción) y uno por don Ra-


món Errázuriz.
Los paludarios del general Cruz repudiaron el veredicto de
las urnas y recurrieron a la guerra civil: la batalla de Loncomi-
11a —8 de diciembre de 1851—, favorable a las fuerzas del go-
bierno, puso término a la revolución y ratificó el predominio del
Partido Conservador.
El Decenio Montt tendrá que enfrentarse con graves pro-
blemas religiosos, que repercutirán, hondamente, en la estabili-
dad política de su gobierno.
Ellos fueron: la tentativa para el retorno de la orden de los
jesuítas; el proyecto de Concordato, para legalizar las relaciones
con la Santa Sede, y finalmente, la cuestión denominada "de
los sacristanes", o sea, un conflicto de competencia entre la Cor-
te Suprema de Justicia y el Arzobispado.
La actitud enérgica del Presidente Montt, al dar respaldo
a la posición de la Corte Suprema, determinará el cisma del
Partido Conservador.
La fracción extrema del partido, los utramontanos, en apo-
yo de los fueros de la Iglesia e identificando la política con la
religión, constituirá el Partido Conservador, de larga y respeta-
ble trayectoria en nuestra vida institucional, y que será más
tarde una de las bases en que operará el régimen de combina-
ciones de partidos políticos (coaliciones).
La otra fracción, más moderada, e integrada por amigos
personales del Presidente, constituirá el partido nacional o Montt-
varista, con su lema "La Libertad dentro del Orden." Defenderá
el patronato y las regalías del Estado, y la doctrina de un go-
bierno fuerte y autoritario.
El día 29 de diciembre del año 1857 lanzará un manifiesto
al país en el que señala su posición "tan lejos de las utopías re-
formistas, como del espíritu retrógrado".
El Partido Nacional, al cual también adhirieron liberales
184
Gabriel A munátegu i

moderados, tendrá influencia en la política de Chile. De sus filas


surgirá, más tarde (1906) la presidencia de don Pedro Montt y
antiguos nacionales fueron, en su iniciación política, los Presi-
dentes don J u a n Esteban Montero y d o n Pedro Aguirre Cerda.
El Partido Nacional se fusionará, dentro de las tiendas li-
berales, al producirse la unificación, el año 1933, de las distintas
ramas de este partido.
Con el Partido Nacional gobernará Manuel Montt el resto
de su período y será el f u n d a m e n t o de la administración ele don
José J o a q u í n Pérez (1861-1871).
Por su parte, la oposición organizará también sus filas.
E n el mes de enero del año 1858 quedó sellado el acuerdo
definitivo entre Liberales y Conservadores, que constituirán la
fusión "Liberal-conservadora" ("Canónigos y rojos, nos enseñaba
nuestro profesor de Historia Documental de América y de Chile,
del Instituto Pedagógico, don Alejandro Fuenzalida Grandón,
combatirán al gobierno de Montt").
El programa común que los unía, a pesar de sus antagónicas
doctrinas, era luchar en contra cíe la omnipotencia del Presidente
de la República y establecer la libertad electoral.
E n las elecciones parlamentarias del año 1858, la oposición
obtuvo catorce diputados, en u n total de setenta y dos; este re-
sultado, en vista del mecanismo clel sistema mayoritario (lista
completa) y de la intervención gubernativa, constituyó un éxito
de importancia.
Los últimos años del "Decenio" transcurren en medio de
graves perturbaciones motivadas por el conflicto de voluntades
entre el Gobierno y la oposición.
Esta, desde luego, impugnaba l a candidatura a la P r e s i d e n -
cia del gran Ministro de Montt, don Antonio Varas, que lo había
acompañado, dentro o fuera del gabinete, d u r a n t e toda su Ad-
ministración.
La agitación política hizo crisis el año 1859.
Partidos Políticos 1'19

En el mes de enero de dicho año estalló la insurrección en


diversos puntos del país.
En el norte del territorio, en Copiapó, un minero, Pedro
León Gallo, "hombre rico en talegas, pero aun más rico en idea-
les", y que luchaba abnegadamente por la reforma constitucio-
nal, organizó, a sus expensas, un ejército.
Después de un éxito transitorio en el combate de "Los Lo-
ros", fué vencido definitivamente en la batalla de "Cerro Gran-
de" por las tropas gobiernistas.
Desde Santiago había cooperado a la revolución un grupo
ie jóvenes, a la cabeza de los cuales estaban los Matta, Eusebio
L,illo e Isidoro Errázuriz.
Los resultados políticos inmediatos de la revuelta fueron el
lestierro de los complotados; la condenación a muerte de los
caudillos, que escaparon a Inglaterra, y la promulgación de la
"Ley de Responsabilidad Civil", por la cual los revolucionarios
respondían, con sus bienes, de los perjuicios causados por la re-
volución. Es ésta una de las leyes más represivas que se hayan
dictado en Chile (5 de noviembre de 1860).
Los resultados inmediatos de la insurrección fueron, por
una parte, la patriótica renuncia a su candidatura de don An-
tonio Varas y la formación del partido radical.
Los ánimos, a raíz de la renuncia de Varas, se apaciguaron
y las distintas agrupaciones políticas se unieron el año 1861 para
elegir Presidente de la República a don Josc Joaquín Pérez, indi-
viduo moderado, garantía de tranquilidad.
Vino una calma relativa: el gobierno de la "reconciliación"
para todos.
En el primer gabinete de Pérez estaban representados todos
los partidos, menos los hombres que hicieron la revolución de
1859.
Este Ministerio renunció pronto, para dar paso al partido
de oposición.
1'19
Partidos Políticos

En el mes de enero de dicho año estalló la insurrección en


diversos puntos del país.
En el norte del territorio, en Copiapó, u n minero, Pedro
León Gallo, "hombre rico en talegas, pero a u n más rico en idea-
les", y que luchaba abnegadamente por la reforma constitucio-
nal, organizó, a sus expensas, u n ejército.
Después de u n éxito transitorio en el combate de "Los ho-
tos", fué vencido definitivamente en la batalla de "Cerro Gran-
de" por las tropas gobiernistas.
Desde Santiago había cooperado a la revolución u n g r u p o
de jóvenes, a la cabeza de los cuales estaban los Matta, Eusebio
Lillo e Tsidoro Errázuriz.
Los resultados políticos inmediatos de la revuelta fueron el
destierro de los completados; la condenación a muerte de los
caudillos, que escaparon a Inglaterra, y la promulgación de la
"Ley de Responsabilidad Civil", por la cual los revolucionarios
respondían, con sus bienes, de los perjuicios causados por la re-
volución. Es ésta u n a de las leyes más represivas que se hayan
dictado en Chile (5 de noviembre de 1860).
Los resultados inmediatos de la insurrección íueron, pol-
lina parte, la patriótica renuncia a su candidatura ele don An-
tonio Varas y la formación del partido radical.
Los ánimos, a raíz de la renuncia de Varas, se apaciguaron
y las distintas agrupaciones políticas se unieron el año 1861 para
elegir Presidente de la República a don José Joaquín Pérez, indi-
viduo moderado, garantía de tranquilidad.
Vino u n a calma relativa: el gobierno de la "reconciliación"
para todos.
En el primer gabinete de Pérez estaban representados todos
los partidos, menos los hombres que hicieron la revolución de
1859.
Este Ministerio renunció pronto, para dar paso al partido
de oposición.
192 Gabriel A munátegu i

El año 1862 entraban al gobierno los liberales doctrinarios,


en la persona de su jefe, don José Victorino Lastarria, que ocu-
paba la cartera de Hacienda. Presidía dicho gabinete don Manuel
A. Tocornal, el más representativo de los conservadores, gran
orador y distinguido abogado.
El año 1863 se organizó la unión de los liberales con los
conservadores, unión que, en lo sucesivo, se conocerá con el nom-
bre de "Coalición".
El pacto tenía por objeto excluir a los nacionales del gobier-
no, pues se estaban apoderando de él.
Lastarria no aceptó a los conservadores y los liberales se re-
tiraron a la oposición. Sus elementos más avanzados formarán el
partido radical o "rojo". Sus orígenes arrancan de la revolución
del 59, más sólo el año 1863 se fundan las primeras asambleas ra-
dicales en Copiapó y La Serena.
"El partido radical —escribe Eeliú Cruz— era el producto de
la transformación social del medio siglo. Lo formaba la clase me-
dia más pobre de las provincias, el elemento intelectual y profe-
sional que arrojaban el Liceo y la Universidad. Su ideal era la
emancipación de los espíritus en todo orden: en el religioso, en
el social, y en el moral" 1 .
Desde ese momento el Partido Radical quedará engarzado
en la vida política de Chile y constituirá el otro centro estructu-
rador de la combinación política denominada "Alianza".
El partido nacional, que había sido excluido por la fusión
liberal-conservadora, combatía también abiertamente al gobierno.
"Es ésta una época notable en los anales parlamentarios de
Chile.
"Se operaba, en ese entonces, una profunda evolución social:
las ideas erróneas y atrasadas, que se conservaban cual último

1
Guillermo Feliú Cruz, (Ob. cit.).
1'19
Partidos Políticos

vestigio colonial, iban perdiendo poco a poco su valor ante el


avance creciente del liberalismo.
"Las añejas preocupaciones del abolengo eran abandonadas
ante la nueva aristocracia del talento y del saber que empezaba
a levantarse.
"El poder absoluto del gobierno se debilitaba, diluyéndose
en el país entero, que más consciente de sus derechos, empezaba
a hacer uso de ellos.
"El clero perdía también la enorme influencia de que dis-
frutó en tiempos anteriores; si bien disminuyó con ello su impor-
tancia, la religión fué mirada con el respeto que los liberales tie-
nen por las creencias y los derechos ajenos.
"En la Cámara y en los periódicos se debatían asuntos tras-
cendentales como la reforma de la Constitución y de la ley de
elecciones y se abogaba por la libertad de prensa" 1 .
La Administración Pérez —gobierno de transacción y de
transición— ofrecerá u n marcado contraste con el régimen ante-
rior: no habrá estados de sitios ni facultades extraordinarias;
reinará absoluta libertad de prensa; las Cámaras funcionarán
sin coacción de ninguna especie, y la autoridad no obstaculizará
el ejercicio del derecho de reunión.
Durante este gobierno se decretó amnistía política; se dero-
gó la ley de "Responsabilidad Civil"; se promulga la ley de "To-
lerancia de Cultos", del año 1865, y con fecha 8 de agosto de
1871, la primera reforma constitucional, que prohibe la inme-
diata reelección del Presidente de la República.
La Constitución promulgada el 25 de mayo de 1833 había
creado un gobierno autocrático.
El partido pelucón, bajo el imperio del cual se dictó y el
partido conservador que de ella naciera, habían querido, en pri-
mer término, poner límite al estado de revolución constante por

1
Gabriel AmunáLegui, "Justo y Domingo Arteaga Alemparte".
194 Gabriel A munátegu i

que había atravesado el país, y, en seguida, impedir que los libe-


rales subieran al gobierno.
Los liberales avanzados que formaron el partido reformista
y los radicales aspiraban a una modificación completa de nuestra
Carla Constitucional, en el sentido de disminuir la poderosa au-
toridad presidencial y de establecer la libertad de cultos.
Cupo al Congreso Constituyente de 1870 iniciar las reformas
que, en 1864 la Comisión de Constitución de la Cámara de Di-
putados había encontrado "justas y oportunas en su propósito".
De todas las reformas propiciadas sólo se consiguió una: la
prohibición de reelegir al Presidente ele la República.
Desde la vigencia de la Constitución de 1833, el derecho de
reelección, facultado por ella, había sido ejercido siempre.
El día 8 del mes de agosto del año 1871 se estableció que
ningún Presidente podría ser reelegido inmediatamente de ter-
minar su mandato, sino después que transcurriera u n período
igual a aquel para el que había designado.
Dentro del primer período de la Administración Pérez los
liberales estuvieron con Lastarria, transitoriamente en el Gabi-
nete, pero la base de su gobierno la constituyó el partido nacio-
nal, con amplio predominio en ambas Cámaras. Es de advertir
que el Partido Radical conquistará algunas bancas de Diputados
(Manuel A. Matta, Tomás Gallo, J u a n N. Espejo, Ricardo Claro
y Cruz, Manuel Recabarren).
El Presidente Pérez, de conformidad con su política conci-
liatoria, organiza ministerios con elementos liberales y conserva-
dores, y los nacionales se retiran a la oposición.
El Presidente, con la oposición de la mayoría de ambas
ramas del Congreso, tiene el respaldo de la opinión pública.
El año de 1866 Pérez f u é elegido para un nuevo período.
En las elecciones se p r o d u j o el siguiente resultado: 191 votos,
por Pérez; 15, por don Manuel Bulnes, candidato del partido
nacional, y 11, por don Pedro León Gallo, candidato del par-
Partidos Políticos 195

tido radical (obsérvese que transcurrirá largo tiempo, casi tres


cuartos de siglo, antes de una presidencia radical: don Pedro
Aguirre Cerda, el año 1938. Prescindimos de la elección de don
Juan Esteban Montero, el año 1931, porque no obstante su fi-
liación radical, fué un candidato apoyado por un gran conjunto
heterogéneo de partidos).
En el segundo período de la administración Pérez hay que
registrar un hecho político: la acusación interpuesta ante la
Cámara, por el diputado Vicente Sanfuentes, el año 1868, en con-
tra de la Corte Suprema. Esta acusación, motivada por apa-
sionamiento político —resabios del "Decenio"— en contra de don
Manuel Montt, presidente del Tribunal, y que será rechazada
por el Senado, habrá de influir en el robustecimiento de la
fusión liberal-conservadora.
Para los efectos de las elecciones presidenciales del año 1871
nace, en la vida política de Chile, una interesante práctica que
se incorporará definitivamente en nuestro mecanismo institu-
cional: las convenciones presidenciales.
Es decir, una reunión previa de los representantes de los
partidos afines, en que se procede, mediante el sistema de vota-
ciones a designar al respectivo candidato. Los electores de Pre-
sidente —la Constitución de 1833 adoptó, al efecto, ef sistema
de elección indirecta o de segundo grado— tenían que sufragar
por el candidato del partido respectivo.
Puede aseverarse categóricamente que el procedimiento con-
sultado por la Constitución de 1833 para elegir Presidente de
la República no funcionó jamás.
Durante el período autocrático, los Presidentes se auto-
reelegían, o sea, presidían su propia elección y, en seguida, im-
ponían a su sucesor.
Posteriormente, a partir del año 1871 y, hasta el año 1920
-última elección de esa naturaleza—, los candidatos eran pro-
1 9 6 Gabriel A munátegu i

clamados en convenciones y los electores desempeñaban el mero


rol de mandatarios.
La práctica de las Convenciones Presidenciales reconoce el
siguiente origen:
"A mediados de 1870 diversos dirigentes de la política chi-
lena firmaron un documento —que conservamos de puño y
letra de Domingo Arteaga Alemparte—, que dice: "Los que
suscriben, comisionados de ios diversos grupos de opinión inde-
pendientes de esta capitai, animados del común propósito de
que la próxima elección de Presidente de la República contri-
buya a devolver al país la eficacia de su soberanía y a asegu-
rarle los medios de llevar a cabo la reforma sinceramente liberal
de sus instituciones y prácticas políticas, han acordado las si-
guientes bases de unión para los trabajos electorales: Primera.
Rechazar toda intervención directa o indirecta del Gobierno,
sus agentes o dependientes en los trabajos y actos de las próxi-
mas elecciones de Presidente de la República; Segunda. Abste-
nerse de todo arreglo con cualquiera candidatura oficial que
represente el gobierno personal y el sistema represivo; Tercera.
Invitar a los electores de los departamentos de la República a
que nombren por sí, tantos delegados cuantos diputados corres-
pondan al departamento, a fin de que los representen en una
Convención que se reunirá el 1? de enero de 1871, en el lugar
que ella misma designe, para hacer la proclamación del candi-
dato a la Presidencia de la República".
Santiago, septiembre 11 de 1870.
(Firmados): José Victorino Lastarria, Francisco Bacza, Luis
Cousiño, Manuel A. Matta, J. M. Balmaceda, Pedro Gallo, Jo-
vino Novoa, Domingo Arteaga Alemparte, Jerónimo Urmene-
ta, Aniceto Vergara Albano, Vicente Izquierdo, Vicente Reyes,
Silvestre Ochagavía.
"La Convención se verificó en los primeros días de enero
de 1871. Entre sus delegados figuraban, además de los firman-
Partidos Políticos 197

tes, personas tales como Manuel Recabarren, Isidoro Errázuriz,


José Francisco Vergara, Miguel Cruchaga, Eduardo de la Barra,
Enrique Mac-Iver, Alejandro Fierro, etc.
A ella asistieron radicales, nacionales y liberales-reformistas.
"Al procederse a elegir el candidato para la Presidencia
las opiniones estaban sumamente divididas, al extremo de que
hubo necesidad de catorce votaciones, pues ninguno de los op-
tantes contaba con la mayoría necesaria.
"Al fin, fué proclamado don José Tomás Urmeneta" 1 .
La combinación de gobierno, integrada por liberales y con-
servadores, designó a don Federico Errázuriz Zañartu, cuya can-
didatura contaría con la poderosa influencia de la Moneda.
En el escrutinio de las elecciones, practicado por el Congre-
so, Errázuriz obtuvo 226 votos contra 58 a favor de Urmeneta
(las provincias apoyaron a éste último: Atacama, 9 votos; Co-
quimbo, 15; Aconcagua, 1; Talca, 12; Ñuble, 12; Arauco, 3 y
Llanquihue, 6).
El Presidente Errázuriz inicia su gobierno con un Gabinete
de liberales y conservadores y los primeros años de su admi-
nistración corresponden al término de la República Autocrá-
tica.
c) República Democrática. Primera etapa. Gobierno libe-
ral (1874-1891).
Con anterioridad al año 1874, hay que registrar algunos
antecedentes que corresponden a causas remotas de la transfoi--
mación política de Chile.
Hemos anotado ya la división del partido Conservador, du-
rante el decenio Montt, división que habrá de facilitar la difu-
sión de las doctrinas liberales, al debilitar la férrea estructura
de la base gubernamental; el nacimiento del partido radical; la
obra pacifista y liberal del gobierno Pérez y las positivas realiza-

1
Gabriel Amunátegui, "Justo y Domingo Arteaga Alemparte".
1 9 8 Gabriel A munátegu i

dones que significaron la ley de tolerancia de cultos y la prohi-


bición constitucional de reelegir de inmediato al Presidente de
la República.
En seguida, en orden cronológico, debemos apuntar las gra-
ves dificultades que se suscitarán, a raíz de su elección, entre el
Presidente Errázuriz y el partido conservador.
Una de ellas fué motivada por el conflicto producido en
Concepción, respecto del uso de los cementerios parroquiales, y
que determinó el Decreto Supremo de 21 de diciembre de 1871,
en virtud del cual, entre otras disposiciones, se estableció que:
"En cada uno de los cementerios católicos existentes en el
país deberla reservarse un local para los individuos a quienes
las reglas canónicas negaran el derecho de ser sepultados en
sagrado" y, que "en lo sucesivo, los cementerios erigidos con
fondos fiscales y municipales, estarían exentos de la jurisdicción
eclesiástica para la sepultación de los cadáveres, sin atender
a los diversos cultos religiosos".
El otro conflicto fué originado por el decreto dictado, con
fecha 15 de enero de 1872, por el Ministro de Instrucción Pú-
blica don Abdón Cifuentes, referente a los exámenes en los
colegios particulares.
Bajo el pretexto de garantizar la libertad de enseñanza, se
atacaba en su base al Estado docente.
Ese decreto —que algunos tratadistas han calificado de "fe-
ria de exámenes"— fué la fuente de graves abusos e irregulari-
dades.
Miguel Luis Amunátegui y Diego Barros Arana defendie-
ron los fueros universitarios; la opinión pública les dió el de
bido respaldo y el Ministro Cifuentes hubo de renunciar.
Su sucesor, el magistrado don José María Barceló, se apre-
suró a derogar el decreto.
Estos hechos determinarán, a breve plazo, que la fusión
liberal-conservadora formada como elemento opositor al gobier-
Partidos Políticos 199

n o Montt, que fuera el apoyo de la administración Pérez y lle-


vara al gobierno a Errázuriz, no pueda mantenerse en et poder
y que los conservadores se vayan a la oposición.
Se avecina la hora del gobierno liberal.
Prosiguiendo con la reseña de los factores que, directa o in-
directamente concurren a fa transformación democrática de Chi-
le, debemos consignar la promulgación de la Ley de Imprenta
del año 1872, cuyos principales redactores fueran Miguel Luis
Amunátegui y Antonio Varas y que, según la opinión de don
Valentín Letelier "es la ley más liberal y tolerante que se haya
dictado en Chile". Bajo su imperio la prensa adquiere un gran
desarrollo, y las ideas renovadoras, su máxima difusión.
Este antecedente debe ser concordado con la obra perseve-
rante y sistemática de la Escuela, del Liceo y de la Universidad,
gratuitos, laicos y democráticos.
El divorcio definitivo entre ei Presidente y ei partido con-
servador se producirá con motivo de los debates parlamentarios
referentes a los proyectos de Código Penal y de Ley Orgánica de
Tribunales, que fueran promulgados en los años 1874 y 1875,
respectivamente. Ambos proyectos fueron ardorosamente resis-
tidos por la Curia y el partido conservador, por estimar lesivos
algunos de sus preceptos (la Ley Orgánica suprimió el fuero
eclesiástico).
Al Gabinete liberal, organizado el año 1874, se incorpora-
rán los radicales, con la designación, en abril de 1875, de don
José Alfonso, miembro de aquel partido, como Ministro de Re-
laciones Exteriores.
Ha nacido, en Chile, la combinación política denominada
"Alianza Liberal".
El año 1874 se inicia el gran proceso reformatorio de nues-
tra Constitución a fin de despojarla de sus originales caracte-
rísticas de aristocrática y autocrática.
Los reformadores se inspiran en la Constitución pipióla
200 Gabriel A munátegu i

del a ñ o 1828 y en "las Bases de la R e f o r m a " , q u e publicaran


Lastarria y Errázuriz el a ñ o 1850.
L a legislación reglamentaria de nuestra Ley Fundamental
experimenta i m p o r t a n t e s modificaciones.
E n t r e esa obra, debemos subrayar los siguientes negocios:
en m a t e r i a de sufragio, o sea, composición de la nación legal,
por m e d i o de u n a ley interpretativa —se presume q u e todo el qu e
sabe leer y escribir, posee la r e n t a m í n i m a exigida para ser
ciudadano— se a m p l í a considerablemente el sufragio; se intro-
duce el voto acumulativo (representación arbitraria de las mi-
norías) p a r a las elecciones de d i p u t a d o s y el de lista incompleta
(dos tercios) p a r a las de municipales; se consagran los derechos
de r e u n i ó n , asociación y libertad de enseñanza; se crean las
primeras incompatibilidades parlamentarias, a f i n de substraer
a los miembros del Congreso de la influencia del Ejecutivo.
Se m o d i f i c a n las bases de generación del Senado el que, en
lo sucesivo, será elegido directamente por las provincias, en pro-
porción al n ú m e r o de diputados; se m o d i f i c a n las composicio-
nes de la Comisión conservadora, a la q u e se incorporan repre-
sentantes de la Cámara y, del Consejo de Estado, al cual dejan
de pertenecer los ministros y pasan a integrarlo personeros de
ambas ramas del Congreso, a razón de tres p o r cada Cámara.
Se p r o m u l g a u n a nueva ley de elecciones, q u e substrae este
p r o b l e m a de la tuición de las M u n i c i p a l i d a d e s —bajo tutela del
Ejecutivo— y lo radica en las J u n t a s de Mayores Contribuyen-
tes.
Chile asiste, e n esta época, a u n a transformación substan-
cial de su régimen político.
Al término de su administración, Federico Errázuriz propi-
ció u n a Convención —ya el mecanismo estaba engarzado en
nuestra vida institucional— de la Alianza Liberal a fin de ele-
gir a su sucesor.
Esa Convención se r e u n i ó en octubre del a ñ o 1875 y la vota-
Partidos Políticos 201

ción dió el siguiente resultado: Aníbal Pinto, 523 votos; Miguel


Luis Amunátegui, 414 votos; 8, en blanco y 7 dispersos.
La candidatura de Gobierno tuvo como opositor a don Ben-
jamín Vicuña Mackenna, estadista y escritor, con gran raigam-
bre popular.
En torno de Vicuña Mackenna, apoyado por núcleos con-
servadores y por liberales disidentes, se organizó el partido
"Balmacedista", de tipo personalista y que se disolvió después
de la campaña.
La enérgica intervención electoral determinará el triunfo,
sin contendor —Vicuña Mackenna se desistirá de su postula-
ción— de don Aníbal Pinto, que obtuvo la unanimidad de los
votos; sólo aparecieron 14 votos en blanco en Coquimbo.
La Administración Pinto —que, en lo tocante a interven-
ción electoral constituye una honrosa excepción— significará
una tregua política, motivada por la guerra del Pacífico, que
obligará a consagrarle todas las actividades del gobierno y de la
oposición.
Podemos, sin embargo, anotar dos hechos significativos.
El uno, la promulgación, con fecha 9 de enero de 1879,
de la Ley orgánica de la enseñanza secundaria y superior, que
regirá hasta el año 1927. Esta ley, al estructurar nuestro Liceo
y nuestra Universidad, en moldes democráticos, habrá de con-
tribuir grandemente a la formación de las futuras conciencias
ciudadanas.
El otro hecho es el problema monetario, motivado por la
inconvertibilidad del billete bancario (1878) y la primera emi-
sión fiscal de papel moneda (1879). Este problema habrá de
constituir, en el futuro, una importante y grave cuestión polí-
tica.
Durante toda su administración Aníbal Pinto gobernará
con gabinetes integrados por elementos de la Alianza Liberal.
202 Gabriel A munátegu i

Al término de su período los partidos políticos empezaron


a preocuparse de su sucesión.
El partido conservador, tenaz opositor, proclamó la candi,
d a t u r a del General don M a n u e l Baquedano, a la que adhirie-
ron algunos liberales disidentes.
A los pocos días, abril de 1881, u n a Convención del parti-
do radical proclamaba la candidatura de d o n Domingo Santa
María, de filiación liberal.
Esa candidatura fué apoyada por el partido nacional y por
u n a gran Convención del partido liberal.
Baquedano renunció a su candidatura y las urnas arrojaron
el siguiente resultado: Santa María, 275 votos, y Baquedano,
12.
La administración Santa María se inicia con u n gabinete
de alianza radical-liberal-nacional, q u e es presidido, por vez
primera, por u n miembro del partido radical, don José Fran-
cisco Vergara.
El partido conservador permanecerá, durante todo este pe-
ríodo, en u n a abierta y enérgica oposición.
Desde el p u n t o de vista político, el gobierno de Santa Ma-
ría-se singulariza, en primer término, por u n a audaz interven-
ción electoral. Esa intervención, dirigida desde la Moneda - y
que determinó que, en las elecciones parlamentarias del año
1882 el partido Conservador se abstuviera de participar en ellas
y que en las del año 1885, obtuviera escasa representación-
obedecía al propósito de Santa María de contar con u n Con-
greso q u e le permitiera realizar su programa. (Es oportuno
recordar que u n a situación similar se presentará durante la pri-
mera administración Alessandri, con las elecciones parlamenta-
rias del año 1924).
Santa María, en su defensa, declaraba que "todos los par-
tidos atropellaban la ley, desprendiéndose que los gobiernos,
conocedores de esa situación e impotentes para remediarla, se
Partidos Políticos 203

veían constreñidos, para defender sus planes y posiciones, a usar


de iguales procedimientos, con la diferencia que su acción re-
sultaba más eficaz, como que disponían de la fuerza oficial" 1 .
La libertad electoral será u n o de los principios por los cua-
les luchará, en adelante, la oposición, a fin de disminuir la
influencia del "Gran Elector", transformado en el "Gran Inter
ventor". Esa bandera será llevada, más tarde, a los campos de
batalla de Concón y la Placilla.
Otro rasgo acentuado de este gobierno son los conflictos
con la Iglesia.
En primer término, la provisión del Arzobispado de San-
tiago no se realiza, pues la Santa Sede negó su aceptación a la
propuesta a favor de Monseñor Taforó; el gobierno se opuso
a reemplazarla y canceló sus pasaportes al delegado del Papa,
Monseñor del Frate.
En seguida, fueron promulgadas las "Leyes laicas", sobre
cementerios (agosto de 1883); matrimonio civil (enero de 1884)
Registro Civil (julio de 1884).
Estas leyes fueron condenadas por la Iglesia. (El proyecto
sobre separación de la Iglesia y del Estado no prosperó porque
el propio Santa María era de opinión de no independizar a la
Iglesia y de mantenerla bajo el régimen de patronato).
Durante esta administración se producen serias perturba-
ciones entre el Presidente y los partidos que lo llevaron al poder.
La exagerada intervención electoral le enajena un impor-
tante sector liberal, encabezado por clon Diego Barros Arana;
los conflictos con la Iglesia lo alejarán de otros elementos libe-
rales, de conciencia católica, y, su disconformidad con la sepa-
ración entre el Estado y la Iglesia, enfriará sus relaciones con
el partido radical.

1
Humberto Alegría Reyes, "Orientación política ile la Administración
Santa María".
204 Gabriel A munátegu i

Aparecen ya, en este período, los primeros y graves sínto-


mas de la anarquía política que caracterizará, años después, al
ensayo de gobierno parlamentario.
Desde el punto de vista de la obra institucional, debemos
anotar en este período las siguientes realizaciones: la reforma
constitucional del año 1882 que modificó el procedimiento para
enmendar la Constitución; las leyes de garantías individuales
v de régimen interior, que otorgaron mayores seguridades para
los derechos humanos, y, la ley de elecciones, que "representó Un
progreso frente a la viciosa organización del poder electoral en
las leyes anteriores".
Para los efectos de la sucesión presidencial de Santa María
se celebran dos convenciones políticas: la una, liberal-radical,
que proclama a don Josc Francisco Vergara, de esta última fi-
liación; y, la otra, liberal-nacional, que elige al candidato del
Gobierno, don José Manuel Balmaceda.
El partido conservador se abstuvo de participar en la con-
tienda.
Vergara renunció a su candidatura y Balmaceda fué elegido
por la unanimidad de los sufragios, con excepción de seis elec-
tores de Atacama, que votaron por Vergara.
La Administración Balmaceda (1886-1891) que cierra la
primera etapa de la República democrática, se singularizará,
en lo político, por la rotativa ministerial —15 gabinetes— y por
la enconada lucha entre el Congreso y el Presidente de la Re-
pública.
"Balmaceda pretendió remontar una corriente que hacía
imposible el curso fatal de los hechos. Restaurar, entonces, el
espíritu primitivo de la Carta de 1833, no era una empresa fácil
y hacedera cuando el medio en que se desenvolvían las ideas,
hacía prácticamente inútil y peligroso el esfuerzo.
"La evolución democrática del país, virtualmente realizada
por el Liceo, la Universidad y la prensa laicos, consiguió f°r-
Partidos Políticos 205

mar una conciencia de ciudadanía de que ningún país de Amé-


rica ha tenido igual o parecido ejemplo. Entre 1880 y 1890 esa
conciencia habla adquirido toda su madurez" 1 .
Balmaceda abre su período con un ministerio integrado
por tres liberales y dos nacionales. En adelante y en las dis-
tintas combinaciones, ingresará, en una de ellas, u n radical.
Entre la obra política realizada, hay que subrayar la recon-
ciliación con la Santa Sede. Este hecho se traducirá en la designa-
ción de don Mariano Casanova, como Arzobispo de Santiago
y en una relativa tolerancia, hacia el gobierno, de parte de los
conservadores.
Asimismo, es promulgada la reforma constitucional del año
1888, que consagró ef sufragio amplio, otorgado por la ley inter-
pretativa del año 1874; además, se fijó en 30.000 habitantes la
base mínima de población para elegir un diputado, y se rebajó
el quorum de sala de las Cámaras. Quedaron también aproba-
das, en primer trámite, otras reformas constitucionales.
Durante este Gobierno, en el año 1887, nace el partido de-
mócrata.
"Sus dirigentes, escribe Feliú Cruz (Ob. cit.), antes que
un programa político, tienen uno social para los obreros y traba-
jadores desamparados a lo largo de todo u n siglo. Mal mirado
por su origen, esencialmente popular, la ascensión de este par-
tido será larga y difícil."
En efecto: sólo obtendrá el partido demócrata su primera
banca parlamentaria el año 1894, al ser elegido don Angel Gua-
rello, diputado por Valparaíso, y a quien le corresponderá tam-
bién la primera representación ministerial de su colectividad,
al ser designado Ministro de Obras Públicas del Gobierno San-
fuentes, en el año de 1916.
Balmaceda quiso, en u n minuto determinado, producir la
unificación de los grupos liberales —liberales, liberales-gobier-
1
Gabriel Amunátegui, "Alcibiades Roldan".
206 Gabriel A munátegu i

nistas, liberales doctrinarios o independientes y nacionales— y


organizó un gabinete que los comprendía.
"Esos liberales, escribiera Alberto Edwards, sin propósito
común, sin lazo de unión y propiciando utopías desquiciado,
ras" ("Los Partidos Políticos").
Mas, la propia acción del gobernante, con marcada prepo-
tencia —y que llegara a pensar en crear u n partido propio— s u
intervención en las elecciones, las fricciones producidas por el
reparto de las bancas parlamentarias y las gestiones iniciales
de Balmaceda para imponer a su sucesor, determinaron que ese
gesto de unificación fuera estéril.
Por el contrario, "en contra suya, escribe Domingo Amuná-
tegui Solar ("La Democracia en Chile") se formó entre inde.
pendientes, nacionales, liberales-doctrinarios y radicales, una
liga política muy estrecha, que se conoció con el nombre de
"Cuadrilátero", la cual debía deshacer todos los proyectos
de Balmaceda".
El partido conservador, en su inmensa mayoría, encabeza-
do por Irarrázaval, estaba en la oposición y, el Presidente que
sólo contaba con los liberales gobiernistas y u n a débil fracción
conservadora, perdió la mayoría de ambas Cámaras.
El conflicto se agudiza el año de 1890: en el período or-
dinario de sesiones (l1? de junio-11? de septiembre de cada año)
—al cual presentó Balmaceda u n interesante proyecto de refor-
ma constitucional (algunas de cuyas ideas serán recogidas en la
actual Constitución de 1925)— el Ministerio fué censurado en
ambas ramas del Congreso.
Cerrado el período ordinario y estando pendientes de su des-
pacho —además de las leyes periódicas de presupuestos y cobro
de contribuciones— algunas tan urgentes como la de elecciones,
el Presidente, única autoridad facultada al efecto, prescindió de
convocar al Congreso a sesiones extraordinarias.
La Comisión Conservadora, en us Q de sus atribuciones, lo
Partidos Políticos 207

requirió, con tal fin, hasta por dos veces. El Presidente se limi-
tó a responder que "no había llegado aún el momento de con-
vocarlo".
El día 1? de enero del año 1891 Balmaceda dirigió un "Ma-
nifiesto" af país, explicando su actitud y el día 5 de ese mismo
mes decretó —con violación abierta de la Constitución— que
regiría la Ley de Presupuestos del año anterior.
La mayoría opositora del Congreso respondió con dos ges-
tos: la deposición del Presidente de la República —resolución
notoriamente inconstitucional, pues el Presidente ni siquiera
podía ser procesado en el ejercicio de su cargo— y la subleva-
ción de la Escuadra.
Durante los ocho meses siguientes, en que Balmaceda go-
bernó de facto, procedió a renovar el Congreso y a elegir a don
Claudio Vicuña, como su sucesor.
Las batallas de Concón (21 de agosto) y la Placilla (28 d e
agosto), ganadas por el ejército congresista, determinaron el
triunfo de la Revolución.
Esta Revolución, de gran influencia en la vida política
de Chile, cierra la etapa de la República Liberal.
Haciendo su balance y contradiciendo la docta y apasio-
nada palabra de Alberto Edwards, hemos escrito: "Obra del
Partido Liberal fueron las reformas constitucionales que asegu-
raron el ejercicio de los derechos del individuo y las leyes civi-
les, que organizaron a la familia, estabilizando el núcleo social.
Liberal fué el Estatuto Orgánico de la instrucción secundaria
y superior, mediante el cual cultivó su cerebro nuestra genera-
ción, y huellas indelebles de la realización de su doctrina en-
contramos en los distintos campos de la actividad humana"
("El Liberalismo y su misión social", 1933).
Segunda Etapa. República Parlamentaria (1891-1924). "A
diferencia de los vencedores de Lircay, que cosecharon el fruto
de su siembra al estructurar a Chile en la Constitución de
208 Gabriel A munátegu i

1833, de acuerdo con su doctrina —(hemos escrito, entre otros


conceptos, en u n análisis de este periodo 1 )— los vencedores de
Concón y la Placilla no irán a realizar, en la letra de la ley
el pensamiento que los inspirara. Las reformas introducidas, a
partir de 1891, en nuestra Constitución, son de carácter secun-
dario y no conducen hacia las bases en que debe cimentarse
un gobierno parlamentario".
Este período de nuestra evolución institucional —1891.
1924— conocido bajo la denominación de "República Parla-
mentaria" ofrece, entre otros, los siguientes rasgos:
a) "Frente a la autoridad presidencial, escribe Julio Heisse,
la revolución de 1891 significó el triunfo absoluto y definitivo
de la oligarquía chilena, que inicia entonces la República Par-
lamentaria; pero significa también, y esto es menester no olvi-
darlo, la unión de los dos sectores oligárquicos (financiero y
terrateniente) que, desde las postrimerías del gobierno de Montt,
venían disputándose el predominio político. Así como la gue-
rra del Pacífico significó el triunfo social y económico de la
oligarquía financiera, la Revolución de 1891 representa su triun-
fo político. Es el sistema capitalista que, representado por nues-
tra oligarquía financiera, da el último golpe a la autoridad pre-
sidencial que contrariaba la libre expansión del liberalismo, no
sólo desde el punto de vista político, sino también, económico"2.
b) La República Parlamentaria se singulariza por la inesta-
bilidad ministerial que evidencia el siguiente cuadro:
Jorge Montt (1891-1896), ocho ministerios;
Federico Errázuriz Echaurren (1896-1901), doce ministerios;
Germán Riesco (1901-1906), dieciséis ministerios;
Pedro Montt (1906-1910; no terminó su período), once mi-
nisterios;

1 2
Gabriel Amunátegui, "Manual Julio Heisse, "La Constitución
de Derecho Constitucional", (págs. de 1925 y las nuevas tendencias po-
260-267). lítico-sociales".
Partidos Políticos 209

Ramón Barros Luco (Í9I0-I915), quince ministerios;


Juan Luis Sanfuentes (1915-1920), diecisiete ministerios, y
Arturo Alessandri (1920-1924; no terminó su período), die-
ciocho ministerios.
c) El panorama político nos señala la existencia del régi-
men de partidos múltiples, sin que ninguno sea mayoritario.
A los partidos preexistentes —conservador; liberal, con va-
rias fracciones; nacional; radical y demócrata, vino a aunarse
el partido liberal-democrático o "balmacedista". Estructurado
en torno a la memoria del Presidente Balmaceda, hizo suyo el
programa de este gobernante; el partido liberal-democrático
ejercerá gran influencia en la política chilena y subsistirá hasta
la unificación liberal del año 1933.
Esta situación de anarquía política quedó exteriorizada
desde las elecciones parlamentarias del año 1894, a raíz de la
revolución y determinó la siguiente composición de la Cámara:
"Conservadores, 29; liberales-democráticos, 26; liberales, 21; ra-
dicales, 15; nacionales, 5 y demócratas, 1" (René León Echaiz:
"Evolución de los partidos políticos chilenos").
La multiplicidad de partidos los obligará, para formar ma-
yoría, a pactar uniones, más o menos artificiales, y que consti-
tuirán el núcleo de la política chilena.
Estas combinaciones serán, como ya quedara avanzado, la
"Alianza Liberal", sobre la base del partido radical y la "Coali-
ción" (llamada, más tarde " U n i ó n Nacional") en torno del
partido conservador.
d) "Durante la República Parlamentaria, desde el gobierno
de don Jorge Montt, observa Amunátegui Solar ("La Demo-
cracia en Chile") empezó a ejercitar su predominio el Congreso
sobre los demás Poderes Públicos, en forma tal, q u e desequi-
libró el mecanismo de la Constitución; arrebató su prestigio al
Poder Ejecutivo y, al cabo de algunos decenios, precipitó al país
a una verdadera catástrofe". Analizando esos conceptos, escri-
210 Gabriel A munátegu i

bímos en nuestro " M a n u a l de Derecho Constitucional": "El se-


ñor Amunátegui Solar observaba que el Congreso ejercitaba su
predominio sobre los demás Poderes públicos: penetró en la ge-
neración del Poder Judicial por medio de sus representantes
en el Consejo de Estado y, esa intervención originó el sistema
conocido usualmente con el nombre de "ternas cerradas", es
decir, virtualmente, la propuesta unipersonal del candidato
a juez q u e contaba con mayor arraigo político".
e) En esta etapa de nuestra formación institucional se ge-
neraliza el sistema de las Convenciones Presidenciales, cuyo ori-
gen señaláramos en el año 1871-
A1 efecto, analicemos las elecciones de este período: 1) a
raíz del triunfo de la Revolución del 91, el Directorio General
del Partido Conservador, con fecha 1? de noviembre de ese año,
proclama la candidatura de don Jorge Montt. Tres días más
tarde se celebra u n a Convención radical-liberal, en la que se
disputan la candidatura don Manuel Recabarren, radical, y don
Jorge Montt. Fué elegido este último y, en las urnas, obtuvo
la u n a n i m i d a d de los sufragios; 2) al expirar el término de la
Administración Montt se celebraron dos convenciones: la pri-
mera, llamada de "Alianza Liberal", se verifica en la ciudad
de Valparaíso el día 30 del mes de enero del año 1896 y parti-
cipan en ella liberales, radicales, liberales-democráticos y de-
mócratas. Esa Convención proclamó como su candidato a don
Vicente Reyes, de filiación liberal.
La segunda, integrada por liberales y nacionales, eligió el
día 5 de abril de ese año, a don Federico Errázuriz Echaurren,
liberal moderado. El partido Conservador resolvió apoyar a esta
última candidatura.
En el escrutinio resultaron 137 votos por Errázuriz y 134, por
Reyes. En vista de que, por haberse anulado algunos sufra-
gios, n i n g u n o tenía la mayoría absoluta, h u b o de elegir —de
acuerdo con la Constitución— el Congreso, que nombró a Errá-
Partidos Políticos 211

zuriz por 62 votos contra 60 a favor de Reyes; 3) a fines de la


Administración Errázuriz (falleció antes de terminar su perío-
do y le subrogó el Vicepresidente, Ministro del Interior, don
Aníbal Zañartu) los partidos se preocupan de la sucesión
presidencial y organizan, nuevamente, dos convenciones. La una,
de "Alianza Liberal", integrada por radicales, liberales y libe-
rales-democráticos, que con fecha 8 de marzo de 1901, después
de varios días de votación, proclamó a don Germán Riesco. La
otra, estructurada por los Directorios Generales de los partidos
nacional y conservador, que proclamó a don Pedro Montt. Ries-
co y Montt eran liberales, de distintas fracciones. El escrutinio
arrojó 172 votos a favor de Riesco, y sólo 79 por Montt; 4) para
los efectos de la elección del reemplazante de Riesco nos en-
contramos, otra vez, con los partidos polarizados en dos con-
venciones: la de "Alianza Liberal", compuesta por radicales,
liberales y nacionales y que el día 26 del mes de abril del año
1906 proclamó candidato a don Pedro Montt (esta vez por la
Alianza Liberal) y la otra de "Coalición", compuesta por con-
servadores, balmacedistas y liberales disidentes, que eligió el
día 10 de mayo a don Fernando Lazcano. Los dos candidatos
pertenecían a distintas fracciones liberales. Por gran mayoría
triunfó Montt; 5) antes de que terminara Montt su período
hubo que preocuparse de su substitución. (El distinguido es-
tadista falleció en Bremen, el día 16 del mes de agosto del año
1910 y le subrogaron como Vicepresidentes los Ministros del
Interior, don Elias Fernández Albano, que también falleciera
y don Emiliano Figueroa Larraín). Con este motivo se celebró
una Convención nacional en que participaron liberales, radi-
cales, liberales-democráticos y demócratas. Después de muchas
votaciones y, mediante u n a fórmula transaccional, fué elegido
don Ramón Barros Luco. A esta candidatura adhirió el partido
conservador y Barros Luco, liberal, fué elegido sin contendor; 6)
Ja lucha política para su sucesión fué muy agitada. Se celebraron
212 Gabriel A munátegu i

dos Convenciones: una, de "Alianza Liberal" por los partidos


liberal, radical y demócrata, con fecha 10 de mayo de 1915, q U e
tres días más tarde ungió candidato a don Javier Angel Figue_
roa; la otra, de "Coalición" constituida por los partidos con-
servador, nacional y liberal-democrático, que eligió a don Juan
Luis Sanfuentes. Figueroa y Sanfuentes eran ambos liberales.
Con motivo de las dificultades electorales, se constituyó —al mar-
gen de la ley— u n T r i b u n a l de Honor, que asignó a Sanfuentes
174 votos y a Figueroa, 173. En vista de que ninguno había
alcanzado la mayoría absoluta, el Congreso eligió a Sanfuentes
por 77 votos, contra 41, que obtuvo Figueroa; 7) se cierra la
República Parlamentaria con la elección presidencial del año
1920. Para sus efectos, se congregan dos convenciones: la de
"Alianza Liberal", con representantes de los partidos Radical,
Liberal-doctrinario y Demócrata, más una fracción balmace-
dista, que eligió, con fecha 25 de abril, a don Arturo Alessandri;
la segunda, de "Unión Nacional", reunida en 2 de mayo y com-
puesta por liberales, nacionales, y la otra fracción balmacedista,
que proclamó a don Luis Barros Borgoño. El partido conser-
vador adhirió a la candidatura Barros Borgoño. La elección,
entre dos candidatos liberales, de distintos matices doctrinarios,
ofreció u n cuadro similar al anterior. H u b o necesidad, también,
de acudir a un T r i b u n a l de Honor, que asignó 177 votos a
Alessandri y, 176 a Barros Borgoño. De conformidad con el com-
promiso subscrito entre los partidos, el Congreso eligió a don
Arturo Alessandri.
I<) Es interesante, asimismo en relación con el punto ante-
rior, subrayar la etiqueta política de los presidentes, la posición
de los partidos frente a sus elecciones y la base política con
que aquéllos gobernaron: 1) la Administración de don Jorge
Montt, fruto de la unión de los partidos vencedores y, que lle-
vará sin lucha a un hombre apolítico, se singulariza porque
durante ella desempeñarán la jefatura del Gabinete, individuos
Partidos Políticos 213

de las distintas tiendas. Así, tenemos a Mac-Iver y M a n u e l Re-


cabarren, radicales; a M a n u e l José Irarrázaval, conservador; a
Ramón Barros Luco y E d u a r d o Matte, liberales; a Pedro Montt,
nacional; 2) la Administración de Errázuriz gobernará sólo con
los elementos de la combinación liberal-nacional-conservadora,
que lo llevó al poder; d u r a n t e esta administración formará par-
te del Gabinete, por vez primera, un miembro del partido li-
beral-democrático, al ocupar don R a i m u n d o Silva Cruz, en 1897,
la Cartera de Relaciones Exteriores; el Presidente pertenecía
a la corriente moderada del partido liberal; 3) el Presidente don
Germán Riesco, de filiación liberal, pero de tendencias conser-
vadoras, y que debe su triunfo a la "Alianza Liberal", motivará,
durante su administración, nuevas combinaciones políticas. El
partido liberal-democrático se retira de aquélla y, se incorpora
a la "Coalición". L a "Alianza Liberal", se debilita; a sus Ga-
binetes, suceden los de "Coalición", combinación que robus-
tece su autoridad; 4) "Cuando subió a la Presidencia de la Re-
pública don Pedro Montt, escribe Amunátegui Solar ("La
Democracia en Chile"), había sido el alma del partido nacional
durante más de veinte años. N o debe, pues, causar extrañeza
que hubiera sido en 1901 el candidato de la "Coalición". En
cuanto a su plataforma política escribía "El Mercurio" (10
de marzo ele 1909), a raíz de las elecciones parlamentarias
de ese año: "Los partidos, con insignificantes alteraciones, con-
servan su antigua posición en ambas ramas legislativas, lo que
significa para el país la expectativa de u n nuevo período de
tres años de desgobierno en la administración y de desorden
político". Y el señor Amunátegui (Ob. cit.), comentaba: "El
gobierno ya no contará nunca con u n a mayoría parlamentaria
estable y, debía ir solicitando, en cada caso, ele banco en banco,
el apoyo de los diputados quienes vendían cara su adhesión".
Don Pedro Montt permaneció fiel a su doctrina, pero n o realizó
en su gobierno obra alguna de reacción y procuró mantener u n
214 Gabriel A munátegu i

perfecto equilibrio entre los bandos opuestos en que se dividía


el país; 5) Don Ramón Barros Luco —había sido originaria-
mente pelucón, en la época de don Manuel Montt y, posterior-
mente, liberal moderado— fué elegido, en transacción, por l a
unanimidad de los partidos. "Casi todos los Gabinetes organi-
zados por él, escribe Amunátegui Solar, fueron de coalición,
compuestos por liberales, conservadores, nacionales y liberales-
democráticos. Cuando creyó del caso llamar radicales, los escogió
entre los más moderados". En esta Administración, como ya
está anotado, fué elegido el primer senador demócrata, don An-
gel Guarello; 6) la presidencia de don J u a n Luis Sanfuentes
significará el retorno al poder del partido balmacedista, así
como el triunfo de don Pedro Montt determinó, en su momen-
to, el resurgimiento del partido Nacional. Iniciada bajo los aus-
picios de la "Coalición", durante ella se verifican las elecciones
parlamentarias del año 1918, en las que la "Alianza liberal-
radical-demócrata" obtuvo u n gran triunfo (fueron elegidos
veinticuatro miembros suyos para el Senado, por sólo trece de
la "Coalición"). Podría, quizás, aseverarse que si bien la Repú-
blica Democrática se inicia el año 1874, sólo viene a consoli-
darse el año 1918. Agregaremos que, durante este período, el
partido demócrata se incorpora, por vez primera, en el Minis-
terio; 7) la elección de don Arturo Alessandri, candidato de la
"Alianza Liberal", significó ratificar aquel triunfo parlamen-
tario del año 1918. El señor Alessandri, de raigambre liberal,
gobernará, preferentemente, con los elementos de la combina-
ción política q u e lo llevó al poder.
G) Obra Constitucional y Legislativa complementaria. En
esta materia, como ya está anotado, hay poco material por re-
coger.
En u n rápido inventario anotaremos las reformas constitu-
cionales de los años 1891 y 1893; mediante ellas se autorizó a
la Comisión Conservadora para convocar al Congreso a sesiones
Partidos Políticos 215

extraordinarias; se exigió que el nombramiento de los Ministros


Diplomáticos fuera sometido a la ratificación del Senado y el
veto del Presidente de la República se limitó al solo efecto
suspensivo, supeditado por la insistencia de ambas Cámaras.
Desde el afio 1893 y hasta su caducidad en 1924, la Cons-
titución Política de 1833 no experimenta ninguna otra refor-
ma (hubo proyectos, que no prosperaron, auspiciados princi-
palmente por el Presidente Alessandri y por los senadores José
Maza y Eleodoro Yáñez).
En este renglón hay que registrar la Ley de Comuna Autó-
noma, inspirada por don Manuel José Irarrázaval y que, de-
bido a su inadaptación social, h u b o de fracasar; asimismo, ia
Ley Electoral del año 1914, que reconoció, por vez primera,
a los partidos políticos.
También es del caso anotar que se generaliza el voto acu-
mulativo, que se hace extensivo a las elecciones de Senador y de
electores de Presidente de la República. Procede la acotación
de que, si bien es efectiva la menor intervención electoral del
Ejecutivo, es preciso recordar el exagerado abuso del cohecho,
y de la influencia del poder comunal resguardado por su po-
licía.
En esta época fueron promulgados los Códigos de Proce-
dimiento Civil y Penal (28 de agosto de 1902 y 12 de junio de
1906, respectivamente); la Ley Orgánica de Tribunales recibió
reformas de importancia y se crearon nuevas Cortes de Ape-
laciones.
Con fecha 26 de agosto de 1920 fué promulgada la nueva
Ley de Educación Primaria, que estableció la obligatoriedad de
dicha enseñanza;
H) Cuestiones Internacionales. Corresponde, a este perío-
do, la solución de los problemas con la República Argentina.
Nuestra cuestión limítrofe, sometida al arbitraje del Rey de In-
glaterra, fué solemnizada con "el abrazo del Estrecho", entre
216 Gabriel A munátegu i

los Presidentes Roca, de Argentina y Errázuriz Echaurren, de


Chile, el 15 de febrero de 1899. Con ese mismo país celebramos
los "Pactos de Mayo", el año 1902, uno de arbitraje, y el otro
de limitación de armamentos.
Igualmente se suscribió, el año 1904, el tratado de paz con
Bolivia;
I) Cuestiones económico-sociales. Al margen del problema
político irrumpen, en esta época las primeras reivindicaciones
proletarias. Son motivadas, por una parte, por la desvaloriza-
ción de nuestra moneda, y por la otra, por el despertar de una
conciencia de clase. Se producen huelgas de trabajadores: la
primera de importancia, entre el personal de obreros de la Em-
presa de Tracción de Santiago, el año 1900, que es solucionada
satisfactoriamente. N 0 asi las huelgas de los obreros de vapo-
res, en Valparaíso, el año 1903; la gran huelga de más de veinte
mil trabajadores en Santiago, el año 1905; las huelgas de Anto-
fagasta e Iquique, los años 1906 y 1907, respectivamente, que
tuvieron caracteres sangrientos.
"A partir de esta fecha, escribe Julio Heisse (Ob. cit,), la
clase trabajadora se organizará en Chile al margen de los parti-
dos políticos y triunfará sin el concurso de ellos, en poco más
de tres quinquenios de lucha".
Estas cuestiones engendrarán el nacimiento de las asocia-
ciones de trabajadores; la promulgación de las primeras leyes
protectoras del trabajo (Administración Alessandri, año 1924),
y la formación de los partidos marxistas, socialista y comunista,
que se vigorizarán dentro del gobierno presidencial a partir
del año 1932.
Tercera Etapa. Segunda Anarquía Política (1924-1932).
"El régimen parlamentario hace crisis el año 1924, hemos escrito
en u n libro. La deficiente organización de los partidos políti-
cos, base esencial de todo gobierno parlamentario, determinaba
la frecuente rotativa ministerial, y la falta de homogeneidad
Partidos Políticos 217

entre los Ministros, lo que esterilizaba las funciones políticas


y administrativas.
"Por otra parte, el Ejecutivo carecería de la facultad q u e
en u n régimen parlamentario, sirve de contrapeso a la fiscafi-
zación parlamentaria, o sea, la facultad de disolver a la Cámara
Política. U n sistema de gobierno, privado de sus piezas esencia-
les, está condenado fatalmente a su disolución.
"El año 1924 graves dificultades políticas entre el Presi-
dente de la República y el Congreso, y hondas diferencias en-
tre los partidos políticos, agudizadas por las elecciones parla-
mentarias realizadas en marzo de ese año, operaron sobre los
factores de disolución que hemos bosquejado.
" U n pronunciamiento militar, realizado el día 5 de septiem-
bre del referido año, determina la clausura del Congreso Nacio-
nal; la obligada ausencia al extranjero del Presidente de la Re-
pública; la caducidad, de hecho, de la Constitución Política,
y la suspensión del régimen institucional.
"Chile se vé enfrentado, por segunda vez, a u n período
anárquico" 1 .
Dentro de esta etapa debemos recoger dos hechos: la pro-
mulgación, el año 1925, de la Constitución Política del Estado,
que actualmente nos rige, y que sólo entrará en realización es-
table el año 1932, y el ensayo de la República Socialista, el año
1931.
Estos dos hechos precisan de observaciones complementarias.
Dentro del desarrollo del proceso anárquico, h u b o u n a so-
lución de continuidad, al retornar al país el Presidente Consti-
tucional, don Arturo Alessandri, en el mes de marzo del año
1925. Procuró restablecer el orden institucional: el ambiente
estaba preñado de dificultades; el Congreso, clausurado; los
partidos políticos, desconceptuados ante la opinión pública, y
1
Gabriel Amunátegui, "Manual de -Derecho Constitucional", (págs.
263-266).
218 Gabriel A munátegu i

el ejército, desorbitado. A los aires de fronda y de dictadura


agréganse los primeros vestigios del corporativismo en función
política, de la representación de esos elementos que, en ese mi-
ñuto, se actualizaran bajo la denominación de "Fuerzas vivas
de la Nación".
Alessandri quiso conjugar todos esos factores y los reunió
en una "Comisión Consultiva" a la que sometió el Proyecto de
Reforma Constitucional que redactara en colaboración con el
Ministro de Justicia e Instrucción Pública, José Maza 1 .
Ese proyecto, previa la consulta referida, fué sometido al
plebiscito de ratificación por la ciudadanía, que le prestó su
aprobación, el día 30 de agosto del año 1925; la Constitución
fué promulgada el día 18 de septiembre y se acordó su vigencia
para el día 18 de octubre del citado año.
En cuanto al "Ensayo socialista", es interesante consignar
que en esa época el partido socialista no estaba organizado: ri-
ge, u n a vez más, la realización del principio que singulariza
a gestos similares, esto es, que "el movimiento precede a la or-
ganización".
"El socialismo, como partido, comenta Eduardo Frei, no
constituía ni u n a fuerza organizada ni un sentimiento maduro
para sostener algo que, por su nombre, parecía u n a Revolu-
ción y que n o era sino u n asalto descabellado" 2 .
El partido socialista en Chile tendrá su organización más
tarde y llegará a constituir u n a importante fuerza política a
partir del año 1938.
Cuarta Etapa. Gobierno Presidencial (desde 1932). Este
período, así denominado por haberse realizado en él la vigencia
de la Constitución del año 1925, que, desde cierto punto, ofrece
algunos rasgos de esa modalidad del régimen representativo, no

1
Ver "La Constitución de 1925 y 1951).
2
la Facultad de Ciencias Jurídicas y Eduardo Frei, "Los Partidos Po-
Sociales". (Editorial Jurídica; año Uticos".
Partidos Políticos 219

podemos juzgarlo con la suficiente perspectiva, dada su proxi-


midad cronológica.
Nos limitaremos a reseñar sus hechos más destacados.
Se abre este período con las elecciones generales de parla-
mentarios, y de Presidente de la República el año 1932- En la
lucha presidencial contendieron los siguientes candidatos: Ales-
sandri, apoyado por las principales fracciones del partido libe-
ral, el partido radical y elementos disidentes de otros partidos,
y partidos menores; Héctor Rodríguez de la Sotta, por el partido
conservador; Enrique Záñartu Prieto, por el partido agrario y
una fracción iiberal; Marmaduke Grove, por los socialistas y
Elias Lafferte, por el partido comunista.
En las urnas, no obstante la multiplicidad de candidaturas,
obtendrá la mayoría absoluta de sufragios don Arturo Alessan-
dri quien gobernará desde el año 1932 hasta el año 1938.
De su obra política, desde el p u n t o de la planificación de
este trabajo, debemos señalar, en primer término, el restableci-
miento de la vida institucional de la República; a las elecciones
de Senadores, y Diputados, verificadas, como ya se anotara, el
mismo año 1932, seguirían, en 1935, las de Regidores, con el
objeto de normalizar el funcionamiento de las Municipalidades.
Asimismo, se reestructuran los partidos políticos, a fin de
ordenar a la democracia en su cauce legítimo.
Al término de su Gobierno se perfilan dos corrientes po-
líticas bien diseñadas: la combinación de gobierno, sobre la
base de los partidos liberal, conservador y una fracción demó-
crata, que levanta la candidatura del Ministro de Hacienda Gus-
tavo Ross, y la oposición. La oposición, orientada por el Par-
tido Radica], separado en los últimos años de la Moneda,
congrega en su derredor una asociación de partidos de "Izquier-
da", preferentemente socialistas y comunistas. Esta asociación,
a semejanza de los "Frentes" o "Blocs" franceses, constituye la
alianza que se denominará "Frente Popular". En lo universal,
220 Gabriel A munátegu i

podernos decir que uno de los elementos que singulariza a los


"Frentes populares" es la presencia en ellos del partido comu-
nista. Es éste un interesante fenómeno que, en la Europa Orien-
tal, adquirió singular importancia.
El "Erente Popular" patrocinó la candidatura del estadista
y maestro radical don Pedro Aguirre Cerda. En una ejemplari-
zadora campaña electoral, obtuvo en las urnas la mayoría absolu-
ta de sufragios el señor Aguirre Cerda, quien gobernara desde
1938 hasta el mes de noviembre de 1941. (Por motivos de salud
hubo de pedir licencia y fué subrogado por el Ministro del
Interior, don Jerónimo Méndez. Su sensible fallecimiento le im-
pidió reasumir sus funciones).
El Sr. Aguirre Cerda fué, como ya está recordado, el primer
Presidente radical (abstracción hecha de don Juan Esteban
Montero, el año 1931), y gobernó casi exclusivamente, con ga-
binetes de esa filiación política.
Al producirse la vacancia del cargo, surgieron las candida-
turas de don Juan A. Ríos, radical, levantada por su partido y
que contará con los elementos que integraron el "Frente Popu-
lar" —que señalaba síntomas de desquiciamiento—, y una frac-
ción disidente del partido liberal, y la de don Carlos Ibáñez
del Campo, proclamado por el partido conservador y la mayo-
ría del partido liberal. Triunfó, también por mayoría absoluta
de sufragios el Sr. Ríos.
La Administración Ríos se desarrolla entre los años 1942
(2 de abril) y 1946 (17 de enero). En esta última fecha, por mo-
tivos de salud, hubo de pedir licencia y fué subrogado, en ca-
rácter de Vicepresidente, por el Ministro del Interior, don Alfre-
do Duhalde.
De esta Administración y con el criterio que hemos fijado,
podemos registrar la promulgación, el año 1943, de la única
reforma constitucional que, hasta la fecha, se ha introducido en
nuestra ley fundamental. Esa reforma, en el fondo, obedeció
Partidos Políticos 221

al propósito de robustecer las atribuciones legislativas del Pre-


sidente de la República (Legislación de emergencia) y a res-
tringir la iniciativa parlamentaria en materia de gastos pú-
blicos.
El fallecimiento prematuro del Sr. Ríos obligó a convocar
a elecciones extraordinarias el año 1946. La oposición al Go-
bierno, integrada por la combinación de "Centro-derecha", com-
puesta por los partidos liberal, conservador y agrario-laborista,
celebró una "Convención". Esa Convención se disolvió sin ha-
ber proclamado candidato. Ante esta situación, el partido libe-
ral levantó el nombre del Senador y catedrático, don Fernando
Alessandri Rodríguez; el partido conservador, a su colega de
banca parlamentaria y tribuna docente, doctor don Eduardo
Cruz Coke. La Convención de Gobierno, integrada, sobre la
base del partido radical, por los elementos de izquierda, designó
a don Gabriel González V. Obtuvo la mayoría relativa de sufra-
gios el Sr. González V., quien fué elegido por el Congreso, en
votación con el doctor Cruz Coke.
La Administración González (1946-1952) ofrece los siguien-
tes hechos: en primer término, se agudiza —como anotaremos
en seguida— el desquiciamiento de los partidos políticos. En
esta materia Chile ofrece fa cuota más elevada entre los regí-
menes de partidos múltiples. Es oportuno reproducir el pensa-
miento del catedrático Duverger: "En el cuadro de u n régimen
presidencial, la multiplicidad de partidos tiende a vigorizar al
Ejecutivo. Frente a una Asamblea, dividida entre múltiples
tendencias, de la cual no puede desprenderse ninguna mayoría
coherente y estable, aquél aparece como árbitro de los partidos,
al mismo tiempo que como un órgano de dirección de la política
nacional" 1 .
En seguida, debemos registrar la promulgación de la Ley
N? 8.987 restrictiva de los derechos individuales, de carácter
1
Maurice Duverger, "Les Régimes Politiques".
222 Gabriel A m uñatee: o u i

permanente, y q u e modifica las leyes de inscripción electoral


y de elecciones; la ley de imprenta; el Código del T r a b a j o ; las
disposiciones procesales, etc. Esa ley penetra en el campo de la
ciudadanía y en el territorio de los partidos políticos, como se-
rá representado más adelante.
Finalmente, d u r a n t e esta administración la Cámara de Di-
putados aprueba u n proyecto d e reforma de la Constitución
Política del Estado, en el cual podemos ver u n atisbo de retorno
al régimen parlamentario y cuyo despacho está pendiente de
la consideración del Senado.
Observaciones generales respecto de este período. El período
de nuestra vida política q u e se iniciara el a ñ o 1932, y al cual
usualmente denominamos "Presidencial" (quizá más correcta
sería la expresión "Radical", por la fisonomía política de casi
todos sus gobernantes —en todo caso, desde 1938 hasta 1952—
y por la orientación doctrinaria del poder), admite las siguientes
generalizaciones:
a) E n primer término, la inestabilidad ministerial, motiva-
da, casi exclusivamente, p o r el régimen de partidos múltiples y
la desorganización existente entre ellos, factores cjue la Constitu-
ción de 1925 n o p u d o neutralizar.
"Por desgracia, escribe E d u a r d o Frei, no ha resuelto (la
Constitución) el problema de la estabilidad ministerial, porque
a la intervención del P a r l a m e n t o ha sucedido la menos respon-
sable de la directiva de los partidos políticos, en cuyo seno ac-
túan muchos q u e n o h a n recibido u n m a n d a t o p o p u l a r expreso,
n i son responsables pública y legalmente por sus actos. El Pre-
sidente, por su parte, necesita ajustar o adaptar sus gabinetes
a la opinión de los partidos, si quiere gobernar con éstos, con-
dición esencial en u n régimen democrático" 1 .
Extraigamos de otro libro nuestro algunas cifras; 2
1
Eduardo Frei. Ob. cit.
2
Gabriel Amunátegui, "Regímenes Políticos",
Partidos Políticos 223

En el Congreso elegido el año 1932 la Cámara de Diputa-


dos ofreció el siguiente panorama político: Conservadores, 33
diputados; Conservador independiente, 1; Liberales, 18; Libera-
les-unidos, 6; Liberales-doctrinarios, 2; Liberal-democrático, 1;
Agrarios, 4; Agech, 1; Radical, 31; Radical independiente, 1;
Radical-socialista, 8; Social-republicano, 4; Demócrata, 7; De-
mócrata-socialista, 1; Democrático, 12; Democrático independien-
te, 1; Socialista Unificado, 1; Socialista de Chile, 1; Nap, 3;
Independientes, 4.
Durante la actual Administración del Sr. González, y para
los efectos legales de las últimas elecciones generales de parla-
mentarios verificadas en el mes de marzo del año 1949, esta-
ban inscritos en el Registro Electoral los siguientes partidos:
Conservador; liberal; radical; radical-democrático; agrario-labo-
rista; democrático; socialista de Chile; Falange Nacional; liberal-
progresista; socialista-auténtico; socialista-popular; demócrata;
radical-doctrinario; conservador-tradicionalista; movimiento so-
cialcristiano; acción renovadora de Chile; democrático del pue-
blo; laborista; socialista-democrático, y federalista-demócrata.
Es decir, la cantidad de veinte partidos políticos, en un electora-
do —a esa fecha— inferior a ochocientos mil individuos.
Hay, todavía, un interesante antecedente que exhibir res-
pecto de la anarquía partidista de Chile, y es la etiqueta polí-
tica de los gabinetes con que iniciaron su gobierno los Presiden-
tes de este período:
Alessandri (1932), radical, liberal, conservador, demócrata,
social-republicano.
Aguirre Cerda (1938), radical, socialista, demócrata. (Es
el que ofrece mayor homogeneidad política).
Juan A. Ríos (1942), radical, liberal, socialista, demócrata, y
González V. (1946), radical, libera], comunista. (Es el que
ofrece mayor disociación política).
b) Constitución de nuevos partidos; escisiones y cancelacio-
224 Gabriel A munátegu i

nes. D e n t r o de este período, a b a r c a d o e n u n a m i r a d a de con-


j u n t o , podemos divisar los siguientes hechos q u e conciernen a
la existencia de los partidos políticos:
D e n t r o de este ciclo e s t r u c t u r a n su organización e influyen
en la política chilena, los p a r t i d o s marxistas, socialistas y comu-
nista, q u e i n t e g r a r á n el " F r e n t e P o p u l a r " y servirán cargos pú-
blicos e n el G o b i e r n o y en l a Administración.
E n esta e t a p a n a c e n la Falange Nacional, cuyo programa
recoge las influencias de las Encíclicas Papales, f u n d a d a por ele-
m e n t o s disidentes del P a r t i d o Conservador y que, e n el orde-
n a m i e n t o doctrinario, señala u n a m a r c a d a tendencia hacia la
" I z q u i e r d a " , y el P a r t i d o Laborista, q u e se transformará en el
Agrario-Laborista, con base en los propietarios rurales y en ciu-
d a d a n o s de posición centrista, q u e i n t e g r a r á la combinación
de "Derecha".
El ParLido Conservador e x p e r i m e n t a u n a división tan grave
como la q u e ocurriera d u r a n t e el g o b i e r n o de M o n t t , y surgen,
e n tienda aparte, el Conservador, p r o p i a m e n t e tal, o "Social-
cristiano" y el Conservador " T r a d i c i o n a l i s t a " .
Los cuadros liberales ofrecen el reverso de la medalla: las
distintas fracciones e n q u e estuviera escindido el histórico par-
t i d o q u e f u n d a r a Lastarria - l i b e r a l - d o c t r i n a r i o ; liberal-demo-
crático; liberal-unido; nacional—, se r e ú n e n , en u n a gran Con-
vención en Valparaíso el a ñ o 1933 y constituyen u n todo
unificado, el P a r t i d o L i b e r a l que, desde esa fecha, h a permane-
c i d o i n v u l n e r a b l e a las tácticas divisionistas.
El p a r t i d o socialista, q u e viviera días de poder, durante la
administración Aguirre C e r d a y cuyo p r o g r a m a , con h o n d o con-
t e n i d o económico-social, arraigara e n las masas populares, es
víctima de complejos factores. E n la a c t u a l i d a d —año 1952—, el
p a r t i d o socialista está f r a c c i o n a d o e n tres o c u a t r o banderías.
El p a r t i d o comunista, q u e f u e r a u n a de las bases que llevó
a l p o d e r al Sr. González V. y q u e i n t e g r a r a su p r i m e r Gabinete,
Partidos Políticos 225

fué marginado del Registro Electoral y cancelada su existencia


y las de sus militantes, de conformidad con la Ley N? 8.987 por
estimarse que su doctrina atentaba en contra de la seguridad
del Estado.
De conformidad con la legislación electoral, varios de los
partidos menores —como se anotará al tratar ele la actual reali-
dad política chilena— han sido cancelados por no haber obte-
nido representación parlamentaria.
No obstante el balance negativo que significan las obser-
vaciones precedentes, ese balance hay que juzgarlo con una vi-
sión más amplia que la sola contemplación del escenario po-
lítico chileno.
En otras páginas de este Ensayo hemos escrito que la
evolución institucional de Chile ofrece, en el cuadro de Ibero-
América, una nota singular.
En ese cuadro resaltan nuestros partidos políticos.
"Los partidos políticos chilenos, escribe Eduardo Frei (Ob.
cit.), se han distinguido en América Latina por su solidez y gran
influencia. Y ello, porque en su nacimiento y desarrollo, siem-
pre han significado u n programa y una posición ideológica,
porque su fuerza ha residido en ser la expresión de categorías
sociales y económicas que agrupan a sectores amplios de la opi-
nión pública."
Ese cuadro de Ibero-América ha motivado, respecto de Chi-
le, los siguientes comentarios, que reproducimos de nuestro an-
terior Ensayo:
"La evolución política ele Chile es verdaderamente original;
presenta su historia caracteres esLables y profundamente nacio-
nafes" (García Calderón "Les democraties latines de l'Ameri-
que").
"Entre los escasos países de la América Latina que ofrecen
rasgos democráticos, figura Chile" (John Günther "América por
dentro").
226 Gabriel A munátegu i

13. FUNCIONES QUE SIRVEN L o s PARTIDOS.—En u n a v i s i ó n a m p l i a


de los partidos políticos escribimos en u n comentario periodís-
tico:
"Téngase presente que los partidos políticos en Chile, d e
consagración constitucional, sirven u n a función pública de ca-
pital importancia: son quienes detentan efectivamente el poder
electoral; quienes prohijan al Congreso y las Municipalidades;
quienes, por medio de sus Comités, determinan el funciona-
miento del Congreso. Es indispensable, si quiere preservarse el
régimen representativo que es, en Chile, virtualmente un
gimen de Partidos", dotar a éstos de estabilidad jurídica. O sea,
que la vida del partido esté reglamentada por u n a ley. Esa ley
debe, fundamentalmente, cautelar la independencia del partido
y sustraerlo, en absoluto, a la intervención del Ejecutivo. El solo
esbozo de las disposiciones de esa ley precisaría de un amplio
margen" 1 .
Y, en u n memorándum que, sobre "Los Partidos Políticos"
redactamos: "Entre las distintas funciones que sirve en Chile el
partido político, podemos anotar las siguientes: a) patrocinio
de las candidaturas de Diputados, Senadores y Regidores; b)
dirige la vida del Congreso, por medio de los Comités parla-
mentarios; c) por medio de los Comités, determina la composi-
ción de los Comisiones legislativas; d) por el mismo medio, in-
fluye en la elección de las mesas directivas del Congreso, y
consecuencialmente, por medio de éstas, interviene en la cons-
titución e integración del T r i b u n a l Calificador de Elecciones, y
e) los estatutos de los partidos políticos exigen el otorgamiento
del "Pase" para las designaciones de Ministros de Estado, Re-
presentantes Diplomáticos y altos funcionarios de la Adminis-

1
Gabriel AmunAtegui, "El partido político en Chile". ("La hora", 31
enero de 1950).
Partidos Políticos 227

tración Pública, y autorizan a sus directivas para obligarlos a


renunciar" 1 .
Procediendo, en un análisis lógico, al ordenamiento de las
principales funciones que sirven en Chile los partidos políticos
y enmarcándolas en los respectivos textos legislativos y regla-
mentarios, tenemos que ellos operan, directa o indirectamente,
en los siguientes negocios:
A) Integración de la Nación Legal o Ciudadanía (forma-
ción del Registro Electoral). En esta primera etapa de la estruc-
tura de nuestro régimen representativo, o sea, en la selección
de aquellos nacionales a quienes se otorga, por el hecho de su
inscripción en el Registro Electoral, el derecho de sufragio, los
partidos políticas están autorizados para controlar la inscrip-
ción; cada uno de ellos está facultado, al efecto, por medio de
un apoderado quién goza del fuero de no poder ser expulsado
del recinto en que funcione la respectiva Junta Inscriptora (Arts.
7? y 12 de la Ley N1? 9.341 de 15 de septiembre de 1949 sobre ins-
cripciones electorales y municipales);
B) Constitución e integración del Tribunal Calificador de
Elecciones. En la designación de este organismo —al cual nos
referiremos en otro párrafo—, y que es la máxima autoridad
electoral, los partidos políticos intervienen en forma indirecta.
De conformidad con el Art. 7 ' de la Ley General de Elec-
ciones N9 9.334 de marzo de 1949, el Presidente de la Corte Su-
prema, el Presidente del Senado, el Presidente de la Cámara de
Diputados y el Presidente de la Corte de Apelaciones de
Santiago, procederán a elegir, por sorteo, a las cinco personas
que, en conformidad al Art. 79 de la Constitución, deben cons-
tituir el Tribunal Calificador.
El referido precepto constitucional determina que esos cin-
co miembros deberán investir las siguientes categorías: "Un in-
1
Gabriel Amunátegui, "Los partidos políticos". ("Boletín del Semi-
nario de Derecho Público" N.os 49-52, año 1950).
228 Gabriel A munátegu i

dividuo que haya desempeñado los cargos de Presidente o Vice-


presidente de la Cámara de Diputados por más de un año; uno,
entre los individuos que hayan desempeñado los cargos de Pre-
sidente o Vicepresidente del Senado, por igual período; dos en-
tre los individuos que desempeñen los cargos de Ministros de la
Corte Suprema, y uno entre los individuos que desempeñen los
cargos de Ministros de la Corte de Apelaciones de la ciudad
donde celebre sus sesiones el Congreso."
En virtud de las citadas disposiciones, los partidos políticos
que han determinado la designación de los Presidentes y Vice-
presidentes de ambas ramas del Congreso Nacional, están re-
presentados por medio de dichos personeros, tanto en la Comi-
sión constitutiva del Tribunal Calificador de Elecciones, como,
asimismo, en el citado organismo.
Es del caso prevenir que, en la época en que la mesa de la
Cámara, antes de la reforma de su reglamento, se renovaba en
cada legislatura ordinaria, existía la práctica, por parte del par-
tido o combinación de partidos de mayoría, de reemplazar pe-
riódicamente a la directiva, con el objeto de disponer del mayor
número posible de parlamentarios con opción, dentro del sorteo,
para integrar el Tribunal Calificador.
C) Designación de las mesas receptoras de sufragio. Las
juntas electorales deben proceder, periódicamente, a la designa-
ción de vocales de las mesas receptoras de sufragios. (Art. 32,
Ley N? 9.334). Ante esas juntas ios partidos políticos, en virtud
de lo prevenido en el Art. 126 de la citada ley, pueden designar
un apoderado con derecho a voto y asimismo las mesas directi-
vas pueden enviar una nómina que señale hasta diez nombres, de
los miembros de las respectivas entidades.
D) Patrocinio de las candidaturas de Diputados, Senadores,
Presidente de la República y Regidores. (Arts. 12 y 173 de la
Ley General de Elecciones). De acuerdo con el Régimen Elec-
Partidos Políticos 229

toral chileno, y las prácticas políticas, el poder electoral está


virtualmente radicado en los partidos políticos.
Estos organismos reconocen, en su estructura interna, el ré-
gimen de asamblea. Al aproximarse el periodo de renovación del
Congreso Nacional, en cada una de las asambleas, se verifica
una lucha eleccionaria con et objeto de designar a los candida-
tos del partido que patrocinará en los comicios populares.
Con los nombres propuestos, la directiva del partido proce-
derá a la formación de una lista que los incluirá en orden de
precedencia; esa directiva deberá inscribir la lista en el Conser-
vador de Bienes Raíces respectivo.
Idéntico procedimiento se aplica para la elección de los
Regidores que compondrán las Municipalidades del país.
Debemos agregar que, con motivo de la Reforma de la Ley
Electoral, las candidaturas independientes no pueden prosperar:
para prohijar candidaturas a senadores o diputados, en tal ca-
rácter, se necesita el patrocinio, en un acto ininterrumpido, de
seiscientos ciudadanos y, de ciento cincuenta si se trata de elec-
ción de regidores.
En cuanto a la elección de Presidente de la República, y,
tal como quedara señalado en el párrafo anterior referente a ta
evolución histórica de los partidos políticos en Chile, desde
el año 1871, en adelante, se ha consagrado la práctica de las Con-
venciones presidenciales. Esa práctica ha motivado que sean los
partidos políticos los que propongan al electorado los distintos
nombres por los que tendrán que ser emitidos los sufragios.
E) Acto electoral. En todo el desarrollo del acto electoral
—instalación de las mesas receptoras de sufragio el día de la elec-
ción; la votación; la vigilancia de la cámara secreta; los escru-
tinios seccionales; departamentales, etc.— estará en función el
partido político.
El Art. 126, ya citado, autoriza a cada partido político para
designar un apoderado que lo represente en todas esas actúa-
230 Gabriel A munátegu i

ciones; ese apoderado deberá ser ciudadano elector y su creden-


cial le será otorgada por la directiva de cada entidad política
En lo concerniente a las elecciones presidenciales rige el De.
creto Reglamentario N9 3.774 de 29 de septiembre de 1938 que,
reconociendo la práctica de las Convenciones presidenciales a
que nos hemos referido, prescribió que "Se entenderá como "can.
didato", en u n a elección presidencial, la persona que ostensi-
blemente pretenda el cargo de Presidente de la República, ha-
biendo sido proclamado por entidades representativas de opinión
o grupos de ciudadanos reunidos en convención";
F) Funcionamiento del Congreso Nacional, De conformidad
con las normas reglamentarias de ambas ramas del Congreso
Nacional, corresponde a los partidos políticos dirigir el funcio-
namiento de este organismo.
El Reglamento del Senado, con las reformas que le fueran
introducidas hasta el año 1949, radica, indirectamente, en los
partidos políticos, la designación de la mesa directiva.
En la primera sesión de cada legislatura ordinaria, el Sena-
do elegirá u n Presidente y un Vicepresidente; estos cargos, de
significativa importancia, —el Presidente del Senado tiene im-
portantes atribuciones, señaladas en la Constitución Política del
Estado, y en el ordenamiento interno de la corporación; en el
desempeño de ellas tiene derecho hasta subrogar al Presidente
de la República— son elegidos en votación, y con criterio estric-
tamente político, sobre la base de las combinaciones en que los
partidos estén unidos.
La designación de la mesa directiva del Senado tiene inne-
gable repercusión política y, es u n índice elocuente para poder
determinar si el gobierno cuenta o no con mayoría en esa rama
del Congreso.
El anterior Reglamento de la Cámara, a semejanza del ac-
tual del Senado, establecía también la elección periódica de su
mesa directiva, al iniciarse cada Legislatura ordinaria, y el Regla-
Partidos Políticos 231

niento que estuviera vigente desde el año 1846 hasta 1904 pres-
cribía que el nombramiento de Presidente y Vices fuera por
un mes.
Comentando esta situación, escribió ei estadista don Ismael
Valdés Valdés, que presidiera durante largos años y con sin-
gular imparcialidad la Cámara de Diputados: "En nuestro anti-
guo régimen el Ministerio tenía, mes a mes, presentada la
cuestión de confianza en ta elección de Mesa. Los Diputados, des-
agradados con la Mesa, y los que deseaban debilitar disimulada-
mente la situación ministerial, formaban el vacío, ausentándose
el día de la elección. La prolongación del período presidencial
independiza en cierto modo al Presidente de la influencia cons-
tante de la mayoría, le da la situación de Presidente de toda la
Cámara y le permite demostrar las condiciones de justiciera im-
parcialidad sin las cuales no se puede hacer labor útil en el
desempeño que se ha propuesto" 1 .
El señor Valdés Valdés estimaba preferible que la duración
de dichos cargos correspondiera a la duración de un período le-
gislativo y abrigaba esperanzas de que "con el tiempo se estable-
cerá así, sin duda". Las esperanzas del distinguido estadista se
vieron realizadas durante el cuadrienio 1932-1936. En ese lapso
se verificó una reforma del Reglamento de la Cámara en virtud
de la cual se estableció que su mesa directiva, —un Presidente,
un primer Vicepresidente y un segundo Vicepresidente—, serán
elegidos por todo el período legislativo, es decir, por todo el cua-
drienio (jue duran las funciones de los diputados. (Arts. 45 y 5
del Reglamento).

Esa elección, que se verifica por mayoría absoluta de sufra-


gios, es determinada también, a semejanza de la del Senado, por
la voluntad de los partidos políticos.
El Presidente de la Cámara está también investido de facul-
/

1
Ismael Valdés Valdés, "Prácticas parlamentarias".
232 Gabriel A m u n át e gui

tades específicas, cuyo ejercicio involucra una acción indirecta


del partido o.combinación de partidos que lo eligiera.
Dentro de la vida de nuestra Cámara de Diputados hay que
señalar la existencia ele órganos "extraconstitucionales" y que,
creados por el Reglamento Interno de la Corporación, juegan en
su funcionamiento el papel primordial.
Esos órganos son los comités parlamentarios generados por
el Reglamento de la Cámara que legisla, acerca de ellos, dentro
de su Título VII, en los Arts. 36 a 44 inclusive.
Los comités deben su existencia al propósito de "convertir
las Cámaras Legislativas en organismos de una sólida organiza-
ción interna, como única manera de desarrollar el papel prepon-
derante que están llamadas a desempeñar", leemos en una inte-
resante Memoria de Prueba que, romo profesor informante, cali-
ficamos con la nota de "Distinción" 1 . "Los parlamentarios de
muchos países, prosigue su autor, Sergio Oyarzún, han llegado
a crear verdaderos organismos menores, dentro de su seno, los cua-
les, reduciendo proporcionalmente la representación de los par-
tidos políticos dentro de la Asamblea, son los encargados de
adoptar e imponer, en el trabajo legislativo, todas aquellas me-
didas que no admiten la discusión amplia, sino que, por el con-
trario necesitan, precisamente, ser impuestas sin demora por la
voluntad concorde de los jefes de grupos políticos, tratándose
de regímenes representativos presidenciales, o, simplemente, por
la voluntad del Partido que hace Gobierno, dentro de los regí-
menes representativos parlamentarios".
Los Comités o sea, "conjuntos de personas encargadas de
entender en algún asunto" fueron reconocidos por el Reglamen-
to de la Cámara de Diputados el año 1918.
El Sr. Valdés Valdés les dedica el siguiente comentario: "La
otra novedad es que se da vida reglamentaria a los Comités par-

1
Sergio Oyarzún, "Comités Parlamentarios", 1948.
P a r t i d o s P o l í t i c o s 233

l a m é n t a n o s d e los p a r t i d o s , los q u e son f o r m a d o s p o r D i p u t a d o s


elegidos p o r sus colegas p a r a f a c i l i t a r las relaciones e n t r e u n o s
p a r t i d o s y otros, p e r o a los cuales el R e g l a m e n t o n o les recono-
cía a t r i b u c i ó n a l g u n a q u e n o f u e r a la q u e sus m i e m b r o s t e n í a n
en su carácter de d i p u t a d o s " .
"¿Será necesario q u e , e n a d e l a n t e , los p a r t i d o s , al d e s i g n a r
sus Comités, p o n g a n este h e c h o e n n o t i c i a del P r e s i d e n t e d e la
C á m a r a ? ¿Será necesario cada vez q u e , p o r a u s e n c i a d e u n m i e m -
b r o d e C o m i t é , su p a r t i d o lo r e e m p l a c e a c c i d e n t a l m e n t e p o r otro,
h a c e r t a m b i é n la respectiva c o m u n i c a c i ó n ? " .
" C r e e m o s q u e este a r t í c u l o 84 —el q u e consagró a los Co-
mités—, q u e la sido desde h a c e años atrás el c a m p o d e b a t a l l a ,
e n t r e l a t e n d e n c i a o b s t r u c c i o n i s t a , f a v o r a b l e a l a m i n o r í a , y la
t e n d e n c i a c o n t r a r i a a la o b s t r u c c i ó n , f a v o r a b l e al r á p i d o despa-
c h o d e los negocios públicos, t i e n e q u e m o d i f i c a r s e m u c h a s ve-
ces a u n p a r a llegar a ser práctico, s i m p l e y fácil d e a p l i c a r " 1 .
E l a c e r t a d o p r o n ó s t i c o del d i s t i n g u i d o ex P r e s i d e n t e d e l a
C á m a r a h a visto su p l e n a c o n f i r m a c i ó n : los C o m i t é s p a r l a m e n -
tarios, c u i d a d o s a m e n t e normados e n el t e x t o reglamentario,
p e r s o n i f i c a n a sus respectivos p a r t i d o s ; están investidos d e im-
p o r t a n t e s a t r i b u c i o n e s y son, v i r t u a l m e n t e , los hilos c o n d u c t o -
res del d e s e n v o l v i m i e n t o de la C á m a r a .
D e b e m o s , e n p r i m e r t é r m i n o , c o n s i g n a r la i n s t i t u c i ó n del
C o m i t é . E l l a la e n c o n t r a m o s e n el A r t . 36 d e l respectivo Regla-
m e n t o : el d e r e c h o a su c o n s t i t u c i ó n c o r r e s p o n d e a c a d a P a r t i d o
—y, al efecto, se r e p r o d u c e la d e f i n i c i ó n de " P a r t i d o " q u e con-
t i e n e la L e y Electoral—, " q u e n o m b r a r á u n C o m i t é c o m p u e s t o
d e u n m i e m b r o p o r c a d a doce r e p r e s e n t a n t e s q u e t e n g a e n la
Cámara".
L a exigencia d e la c u o t a m í n i m a d e doce d i p u t a d o s es u n a
feliz disposición de n u e s t r o m e c a n i s m o j u r í d i c o —y, u n a d e las es-
/

1
Ismael Valdés Valdés, Ob. cit.
234 Gabriel A munátegu i

casas normas, desgraciadamente—, que propende hacia la es-


tructuración de grandes partidos políticos y a la eliminación de
los pequeños partidos, o partidos "menores".
Es del caso subrayar que, de acuerdo con su ordenamiento
interno, los diputados, individualmente considerados, carecen
de atribuciones para poder intervenir en el ejercicio de las dis-
tintas atribuciones reglamentarias, las cuales quedan radicadas
en los partidos, que actúan por intermedio de sus respectivos
comités.
Los partidos "menores" y los diputados que carecen de eti-
queta partidista, deben constituirse, en u n común block, dentro
de u n "Comité independiente".
Entre los numerosos derechos de q u e están investidos los
Comités, podemos consignar los siguientes: reclamar de la con-
ducta de la mesa; solicitar la clausura del debate; hacer uso de
la palabra en el respectivo "Cuarto de hora", en los "Inciden-
tes"; intervenir en la designación de las Comisiones parlamen-
tarias; formar la tabla de despacho inmediato, etc.
El Reglamento del Senado n o consagra la existencia de los
Comités, omisión motivada por el escaso n ú m e r o de individuos
que integran a aquel Cuerpo y que, por tanto, facilita la com-
prensión directa entre ellos.
Mas, las prácticas políticas h a n originado su creación, al
margen del texto reglamentario: "los Comités existen, y más o
menos, con las mismas funciones q u e los Comités de la Cámara,
anota Oyarzún (Ob. cit.), pero iodos los acuerdos a que ellos
arriban y todas las materias sobre q u e quieren hacer primar es-
tos acuerdos, están entregados en su cumplimiento a meras
normas de caballerosidad y de pactos de honor, que se acostum-
b r a observar entre los Senadores. Así, por ejemplo, los Comités
del Senado, partiendo de cualquiera de ellos la iniciativa, acos-
t u m b r a n acordar la supresión de sesiones o, la celebración de
ellas".
Partidos Políticos 235

Entre los derechos de que están investidos los Comités, está


su intervención en el nombramiento de las Comisiones parla-
mentarias.
Las Comisiones parlamentarias constituyen otro órgano
"extra-constitucional", u organismo "menor" del Congreso que
sirve también importantes funciones.
Las Comisiones de las Cámara —Diputados y Senado— co-
rresponden a distintas clasificaciones, según la naturaleza de la
respectiva función que han de desempeñar.
En este párrafo nos concretamos a las Comisiones perma-
nentes, de carácter legislativo y que están normadas en el Tí-
tulo I X (arts. 55 a 72) del Reglamento de la Cámara y en el Tí-
tulo VI (arts. 20 a 35) del Reglamento del Senado.
Estas Comisiones —la "cocina del Parlamento"— están cons-
tituidas para "facilitar el curso de los negocios", según la decla-
ración del Reglamento de la Cámara alta.
Los miembros de las Comisiones —en total cada Cámara
consta de trece— son nombrados, conjugando las disposiciones
reglamentarias con las prácticas políticas, por la Cámara respec-
tiva, a propuesta de su Presidente. El Presidente, de acuerdo
con los Comités parlamentarios, procede, en carácter previo, a
fijar la proporción que corresponde a cada partido y a indicar
los nombres que aquéllos le indiquen.
"Lo hace asi, escribe Carlos Andrade, para que sean los
Comités quienes designen a los miembros de sus Partidos en
las Comisiones, según su versación en las materias que le están
encomendadas a cada u n a de ellas. Es fundamentaf, para ef buen
éxito de las labores de las diferentes Comisiones, que sus miem-
bros sean io más idóneos posibles" 1 .
Los arts. 27 y 60 de los Reglamentos del Senado y de la
Cámara, respectivamente, señalan el objetivo de las Comisio-
1
Callos Andrade, "Uas Comisiones parlamentarias en la Cámara de
Diputados". 1945.
236 Gabriel A m u ná t e g u i

nes, estableciendo que: "Las Comisiones informarán los pro-


yectos que se les envíen en examen; prepararán los datos e in-
vestigarán los hechos que estimen necesarios para la deliberación
de la Cámara, y podrán solicitar de los Poderes Públicos la com.
parecencia de aquellos funcionarios que, por sus especiales apti-
tudes, estén en situación de ilustrar sus debates". El artículo
pertinente del Reglamento del Senado contiene un inciso adi-
cional: "Además, podrán (las Comisiones) asesorarse de cual,
quier especialista extraño a la administración". En este inciso
queremos ver nosotros el germen del f u t u r o Consejo técnico, ór-
gano asesor del Congreso.
En vista de la compleja vida de las Cámaras; sus múltiples
funciones; el relativo tiempo de que disponen para debatir sus
proyectos en las sesiones, etc., la verdadera función legislativa
es desempeñada por las Comisiones parlamentarias y, en con-
secuencia, son los personeros de los partidos allí representados,
quienes ejercen, virtualmente, la potestad legislativa.
G) Funciones Gubernamentales. En el estudio doctrinario
del Partido Político quedaron analizadas sus distintas funcio-
nes. Entre ellas figuran las funciones gubernamentales, clasifi-
cadas en legislativas y ejecutivas.
Entre nosotros, nuestros partidos políticos, según ya está
señalado al tratar, en la letra F) del funcionamiento del Con-
greso, sirven las funciones legislativas por intermedio de sus
órganos, los Comités y las Comisiones parlamentarias.
Además, podemos consignar la intervención que, dentro de
la ciudadanía, corresponde a los partidos políticos en el acto
plebiscitario que consulta nuestra Constitución, en sil art. 109
—única intervención directa del pueblo— referente a la reforma de
la Ley fundamental.
Este plebiscito, reglamentado en el Decreto-ley N° 544, de
19 de septiembre de 1925, y que entraña u n a votación popular,
está condicionado, como todas las votaciones en general, a las
Partidos Políticos 237

resoluciones que, a su respecto, acuerden los partidos políticos.


Esas resoluciones, a su vez, habrán de corresponder a las posi-
ciones que los partidos hubieren adoptado durante los debates y
acuerdos del Congreso.
Las funciones gubernativas que desempeñan los partidos
políticos en Chile, por intermedio del Congreso Nacional, de
carácter ejecutivo, corresponden a su intervención en actos pro-
pios del Presidente de la República.
"Esas atribuciones, escribimos en otro libro, pueden ser
clasificadas en dos categorías fundamentales:
"a) Fiscalización sobre los actos del Ejecutivo, el desempe-
ño de sus funciones y, su permanencia en el territorio nacio-
nal, y
b) Intervención en el ejercicio de la Soberanía externa (ra-
tificación de tratados internacionales; nombramientos de agen-
tes diplomáticos y, declaración de guerra)" 1 .
H ) Funciones Administrativas. Estas funciones, de diversa
índole, encuentran su raíz, en la Constitución Política del Es-
tado, en leyes especiales, en los Estatutos de los partidos y en
prácticas políticas.
Las funciones de origen constitucional las sirven los parti-
dos en el. Congreso a través de sus Comités. Ellas se refieren,
entre otras, a la cuenta que anualmente debe dar el Presidente
de la República al Congreso Pleno del estado administrativo y
político de la nación (art. 5fi). Esa cuenta puede ser motivo
de las observaciones pertinentes de la Cámara de Diputados. De
este carácter participa también la cuenta que consigna el art.
43, N9 1, o sea, acerca de la inversión de las rentas públicas.
Los altos cargos en las fuerzas armadas requieren para su otor-
gamiento, el acuerdo del Senado; idéntico trámite debe cumplir
la destitución de los jefes de servicios de la Administración Ci-

1
Gabriel Amunátegui, "Manual de Derecho Constitucional"
238 Gabriel A munátegu i

vil; entre ellos, es preciso anotar que la designación de Con-


tralor General de la República precisa de la voluntad del Sena-
do. Las Asambleas Provinciales —órgano administrador— pueden
ser disueltas por el Presidente de la República, de acuerdo con
el Senado, etc.
Asimismo, debemos anotar que, en ausencia de las Asam-
bleas Provinciales —pues la ley reglamentaria no ha sido dic-
tada hasta la fecha— desempeñan las funciones que la Consti-
tución les encomienda, los respectivos Intendentes (Ley I\J9
7.164, de 3 de febrero de 1942). Estos funcionarios, de carácter
esencialmente político, son designados, de conformidad con
prácticas arraigadas, a sugerencia de los jefes políticos regiona-
les.
La Ley N? 8.707, de 19 de diciembre de 1946 - d e discuti-
ble bondad constitucional— creó las "Consejerías Parlamenta-
rias". O sea, el derecho del Senado y de la Cámara, "para desig-
nar dos representantes de cada rama del Congreso ante la junta
Central de Beneficencia Pública y, en cada Consejo de organis-
mos fiscales, de administración autónoma o semifiscales de la
República" (art. 1).
Estos Consejeros, que deberán ser parlamentarios, son de-
signados, por votación unipersonal, y son elegidos los que obtie-
nen las dos primeras mayorías.
La práctica ha revelado que esas designaciones —como todas
las que, en general produce el Congreso— son determinadas
por la acción de los Comités Parlamentarios.
Todavía, sin pretender un enunciado completo de las fun-
ciones administrativas y, remitiéndonos, en general, a las obser-
vaciones estampadas en el análisis doctrinario del problema, po-
demos agregar lo siguiente.
Los estatutos de los partidos políticos chilenos prescriben
que sus correligionarios, antes de aceptar un cargo directivo en
' la Administración Pública —Agente diplomático; Subsecretario;
Partidos Políticos 239

Jefe de Servicio; Intendente; etc.— deben, en carácter previo,


solicitar la autorización o "pase" de la directiva de su partido.
Este se reserva el derecho de obligarlos a presentar la renuncia
del cargo, cuando así lo estimare conveniente.
I) Funciones Judiciales. "Estas atribuciones, escribimos en
nuestro "Manual de Derecho Constitucional", pueden ser orde-
nadas en dos grupos: a) el ejercicio de la acción conducente a
hacer efectiva la responsabilidad penal de determinados funcio-
narios, y b) atribuciones judiciales exclusivas del Senado".
Es del caso subrayar una cuestión muy interesante: dentro
del mecanismo del "Juicio político", o sea, el procedimiento
mediante el cual se ejerce la acción conducente a responsabilizar
a los altos funcionarios, se prescribe que el Senado "resolverá
como jurado" (art. 42, N<? 1). Es decir, en conciencia, sin man-
dato imperativo de ninguna especie.
No obstante tan clara y terminante disposición constitucio-
nal, debemos reparar que, en varias ocasiones, al ventilarse la
responsabilidad de Ministros de Estado, las directivas de los
partidos han ordenado a sus representantes en el Congreso votar
"como Partido", es decir, de conformidad con la resolución que
hubiere adoptado en ese negocio. Con ese criterio se desnatu-
raliza, en su raíz, el pensamiento generador del mecanismo y, la
función judiciaf —esencialmente imparcial— que sirve el Con-
greso Nacional queda supeditada a la calificación partidista.
Idéntica observación cabe reproducir respecto de otras atri-
buciones judiciales que sirve nuestro Congreso, y en él, el par-
tido político, tales como la declaración de inhabilidad, que afec-
te a los parlamentarios; la autorización que debe otorgar el
Senado para que un particular pueda demandar, civilmente,
a un Ministro de Estado, etc.
Estas consideraciones nos inclinan a pensar en la innegable
conveniencia de substraer estos negocios de la competencia del
Congreso, tal como lo hiciera la Constitución del año 1925 res-
240 Gabriel A munátegu i

pecto de la calificación de las elecciones parlamentarias y del


desafuero de los Senadores y Diputados.
J) Funciones Económico-sociales. Sin perjuicio de la acción
legislativa que, en cumplimiento de los principios doctrinarios
que contengan sus respectivos programas, realicen los partidos
políticos, en Chile —a semejanza como ya se observará del fenó-
meno generalizado— la política partidista ha penetrado también
en las asociaciones de trabajadores. Casi todos los partidos han
creado un departamento sindical y, en los organismos fiscales y
semifiscales han establecido núcleos de acción..
K) Labor proselitista; propaganda política. A la función
proselitista, de carácter permanente, en orden a la captación
de adherentes, y periódica, frente a los actos electorales, en
cuanto a la obtención de sufragios, deben consagrar nuestros
partidos una atención preferente.
Es un hecho irredargüible que un alto porcentaje de la
ciudadanía no está registrado en tiendas políticas.
Esa cuota apolítica, ese partido de los "sin partido" —como
lo denomináramos en el análisis doctrinario del problema— la
estimamos, en nuestro criterio, sobre la base de los escasos datos
estadísticos que poseemos (los partidos, por razones de táctica,
eluden el conocimiento preciso del volumen de sufragios con
que cuentan) en un cincuenta por ciento, a lo menos, del elec-
torado.
Es efectivo que, dentro de ese alto porcentaje, hay que con-
siderar a los "simpatizantes" de un determinado partido, los que,
si bien por cualquier motivo, no se han inscrito, se sienten,
moralmenle, impelidos a acompañarlo sistemáticamente en las
elecciones.
Hecha la correspondiente deducción, siempre tenemos una
masa ciudadana indiferenciada, "flotante" y que se singulariza
por la fluctuación de sus opiniones.
Partidos Políticos 241

Hacia esa masa —que representa miles de sufragios— va en-


caminada la función proselitista de nuestros partidos.
La propaganda la ejercen por los diversos medios utiliza-
bles: prensa, radio, conferencias, etc.
Es del caso sí, frente a nuestras realidades políticas —a que
nos referiremos en el próximo párrafo— anotar que, como ob-
servación de carácter general, los partidos políticos chilenos,
salvo contadas excepciones, carecen de órganos de prensa pro-
pios. Entre esas notas de excepción, podemos señalar "El Diario
Ilustrado", en Santiago, y "La Unión" en Valparaíso, al servicio
de la causa del partido Conservador.
Marcado contraste ofrece el panorama político chileno,
desde este punto de vista, con el que singularizara a la segunda
mitad del pasado siglo y comienzos de éste. En una rápida vi-
sión evocamos las páginas de "El Ferrocarril"; "La Nación";
"El Chileno"; "El Estandarte Católico" y, remontando la co-
rriente de los años, "La Libertad" y "Los Tiempos", que funda-
ran los hermanos Arteaga Alemparte. En las columnas de esos
y otros diarios los partidos políticos desarrollaban una intensa
propaganda de sus credos políticos, los hacían penetrar en la
opinión pública y mantenían interesantes polémicas con sus ad-
versarios.
En función de su labor proselitista los partidos en Chile
utilizan el ejercicio del derecho de reunión, reglamentado de-
ficientemente por un mero Decreto Supremo, cuyo uso arbitra-
rio puede cohonestarlo; además, la exteriorización de sus doc-
trinas por intermedio de un amplio desarrollo de la libertad
de opinión.
La Tribuna parlamentaria —la regla general es que las se-
siones sean públicas— es otro e importante agente que opera
en este sentido. (A este respecto y, como una simple nota margi-
nal, agregaremos que el Reglamento de la Cámara determina
que cada Diputado "tendrá derecho a diez tarjetas, anualmente",
242 Gabriel A munátegu i

con acceso a las tribunas de la Sala de Sesiones (art. 32) y el


del Senado prescribe que los Senadores dispondrán de la mi.
tad de sus Tribunas (art. 162). Las franquicias señaladas son,
ciertamente, utilizadas, con fines de propaganda).

14. REALIDAD POLÍTICA CHILENA.—íij Datos estadísticos. Según


los resultados provisorios (y que sólo pueden recibir leves rec-
tificaciones) que determinará el Censo General que, con el nú-
mero XII, se practicara en la República dentro del año en cur-
so (24 de abril de 1952), la población total de Chile alcanza a
cinco millones novecientos quince mil trescientos setenta y seis
habitantes (5.915.376).
Ese resultado, que acusa un aumento de novecientas mil
unidades, aproximadamente, en comparación con el Censo veri-
ficado el año 1940 (5.023.539, fué la cifra que arrojara esta ope-
ración), al obtener su sanción legal, influirá en la composición
de nuestra Cámara de Diputados.
Como es del dominio público, una de sus bases de consti-
tución es la población (un diputado, por cada treinta mil habi-
tantes y, otro, por fracción que no baje de quince mil, art. 37
C. P.).
De conformidad con la Constitución Política del Estado
los resultados del Censo significarán, en el sentido que señala-
mos, el aumento de la cifra de diputados —en la actualidad son
147— en 47 diputados más.
Es éste u n hecho que ofrece innegable interés a la atención
de los partidos políticos, en un futuro próximo.
En un estudio que realizáramos anteriormente 1 y, sobre
la base de una población probable de cinco millones ochocien-
tos cuarenta mil habitantes (5.840.000) en el año 1950 (hay una

1
Cabriel Amunátegui, "Los par- nario de Derecho Público", N.os 49-
tidos políticos", ("Boletín del Semi- 52, año 1950).
Partidos Políticos 243

leve diferencia, con el actual Censo, de poco más de 100.000


individuos) calculamos, de acuerdo con el Director del Regis-
tro Electoral, una masa hábil para inscribirse, de 700.000 mu-
jeres y de 800.000 hombres. (En Chile hay paridad de sexos,
en números redondos).
Es de advertir que, desde un punto de vista teórico, el vo-
lumen de nacionales aptos para poder adquirir la ciudadanía,
es decir, que deberían satisfacer los requisitos legales es supe-
rior a la cifra apuntada.
Sobre una base de población, como la que tiene Chile en
la actualidad, que bordea los seis millones, deberíamos tener
una ciudadanía constituida por un tercio, a lo menos, de aqué-
lla. Es decir, un electorado de dos millones de individuos.
Es incuestionable que el factor retardatario para el creci-
miento de nuestro electorado es, en primer término, la insufi-
ciente realización de la educación primaria. El mandato obliga-
torio no ha podido enervar los factores adversos, en especial, los
de carácter económico, tanto desde el punto de vista del Estado,
como de los particulares.
Sobre esa masa hábil de electores en "potencia" de un mi-
llón quinientos mil individuos utilizamos los datos estadísticos
que ha ordenado la Dirección General del Registro Electoral
para los efectos de la elección ordinaria de Presidente de la Re-
pública que deberá verificarse el día 4 de septiembre de este
año (1952).
Ese resumen estadístico, fechado en el mes de junio del
año,en curso, arroja los siguientes resultados globales:
En el Registro electoral de varones hay inscritos, en toda
la República, la suma de 776.625 ciudadanos y, en el Registro
electoral de mujeres, 328.404.
Es decir, un total general de electores, con derecho a su-
fragio, de 1.105.029.
Como antecedentes ilustrativos agregaremos que, para los
244 Gabriel A munátegu i

efectos de las elecciones municipales verificadas en el pais el año


1950 la Dirección del Registro Electoral reconoció la calidad de
ciudadanos a 591.994 varones; en esas mismas elecciones tuvie-
ron derecho a sufragio 191.283 mujeres.
Es decir, la inscripción masculina aumentó en ese lapso
-1950-1952— en u n a cifra de 84.631 individuos, y la población
electoral femenina acreció en 137.121. (Es del caso prevenir que,
al otorgarse sufragio político a la mujer el año 1949, conser-
varon su validez las inscripciones efectuadas en el Registro Mu-
nicipal).
Al estimarse la población que es hábil para inscribirse en
1.500.000 individuos de ambos sexos, y, considerando que la real-
mente inscrita es de 1.105.029, tendríamos u n alto porcentaje
de ausentismo electoral. (La inscripción es obligatoria y, su in-
fracción, sancionada, arts. 24 y 67 de la Ley N? 9.341).
Determinadas ya, en cifras, la composición de la nación
—5.915.376 habitantes— y, dentro de ella, de la Ciudadanía o
nación Legal —1.105.029 electores— avancemos, con esos antece-
dentes, hacia los Partidos Políticos.
De conformidad con la Ley General de Elecciones —cuyo
estudio será materia del próximo párrafo— con fecha 12 de ju-
lio del año 1949, terminado el proceso de calificación practi-
cado por el H. T r i b u n a l Calificador, de las elecciones ordina-
rias de Senadores y Diputados efectuadas el 6 de marzo de ese
año, el Director del Registro Electoral procedió a dejar testi-
monio de los Partidos Políticos que, por haber alcanzado re-
presentación parlamentaria, registraban su inscripción, en carác-
ter permanente, por el período legislativo 1949 a 1953.
Esos partidos fueron los siguientes: Conservador; Liberal;
Radical; Radical-democrático; Falange Nacional; Agrario La-
borista; Democrático; Socialista de Chile; Socialista Popular;
Socialista auténtico; Conservador tradicionalista; Liberal-progre-
sista; Acción Renovadora de Chile y Democrático del Pueblo.
Partidos Políticos 245

Es decir, un total de catorce partidos políticos.


Con este ordenamiento de los Partidos Políticos penetre-
mos en el recinto del Congreso Nacional, a fin de determinar
la representación que ellos tienen:
Partido Consevador, 8 senadores y 31 diputados; Partido
Liberal, 12 senadores y 33 diputados; Partido Radical, 13 sena-
dores y 34 diputados; Partido Radical-democrático, 1 senador
y 8 diputados; Partido Agrario Laborista, 3 senadores y 14 dipu-
tados; Falange Nacional, 1 senador y 3 diputados; Partido So-
cialista popular, 3 senadores y 6 diputados; Partido democrá-
tico, 1 senador y 6 diputados; Partido Comunista, 3 senadores.
(Este Partido fué eliminado por la Ley N? 8.987. En consecuen-
cia, no pudo postular a las elecciones del año 1949; conservaron
sí, su investidura, los senadores elegidos el año 1945); Partido
Socialista de Chile, 5 diputados; Partido Socialista auténtico, 1
diputado; Partido Conservador tradicionalista, 2 diputados;
Partido Liberal-progresista, 2 diputados; Partido Acción Reno-
vadora de Chile, 1 diputado; Partido Democrático del Pueblo,
1 diputado.
Con posterioridad a la instalación del Congreso Nacional
elegido el año 1949, hubo acontecimientos de mayor o menor
importancia que influyeron en la estructura interna de ambas
ramas, desde el punto de vista de la organización de los parti-
dos y, de la distribución de los bancos parlamentarios.
En primer término y, como ya está señalado en el primer
párrafo de este Capitulo (Evolución histórica de los partidos
políticos), se produjo la escisión del partido Conservador. Una
fracción, con 5 senadores y la mayoría de los diputados —previo
un proceso administrativo ante las Autoridades electorales— (año
1949) quedó bajo la denominación de "Partido Conservador
Tradicionalista"; la otra fracción, con 3 senadores y menor cuo-
ta de diputados que aquélla, conservó la denominación de "Par-
246 Gabriel A munátegu i

tido Conservador", o "Conservador-Socialcristiano", como usual-


mente se la denomina.
En seguida, en el año 1950 se declaró la vacante, por ha-
berse ausentado del país sin autorización legal, del senador por la
Primera Agrupación, don Pablo Neruda, comunista. Su vacan-
te fué ocupada por el candidato falangista, don Radomiro To-
mic; el fallecimiento, el año 1950, del senador radical por la
séptima Agrupación, don Alberto Móller B,, determinó su reem-
plazo, en las urnas, por su correligionario don Fernando Maira
Castellón; el sillón que ocupara, en representación de la Cuarta
Agrupación Provincial, el estadista don Arturo Alessandri Pal-
ma, fué discernido en las urnas, con motivo de su fallecimiento,
a don Arturo Matte; los señores Alessandri y Matte de filiación
liberal.
En la Cámara de Diputados las substituciones han sido las
siguientes:
En la segunda agrupación, un cargo que correspondiera al
partido liberal, es obtenido en la elección complementaria del
año 1950 por un candidato socialista; en la octava agrupación,
un conservador tradicionalista substituye, en 1951, a un corre-
ligionario; el año anterior (1950) una vacante radical, en la
Agrupación decimoséptima es llenada por un demócrata y, el año
1951, sendas diputaciones de esa misma Agrupación y de la Vi-
gésima, servidas por un radical y un demócrata, son llenadas
por un radical y un liberal, respectivamente. Es digno de ano-
tarse que en la elección complementaria efectuada en la Deci-
moséptima Agrupación, la representación radical recayó en la
primera mujer que se haya incorporado a nuestro Parlamento,
la Sra. doña Inés Enríquez Frodden.
Como balance de estas substituciones, esos datos revelan
que: el Partido Liberal mantuvo sus cuotas en el Senado y, en la
Cámara; el Partido Radical perdió un asiento en la Cámara;
la Falange Nacional, aumentó en una unidad su representa-
Partidos Políticos 247

ción en el Senado, y el Partido Comunista sufrió la pérdida de


uno de sus senadores; ef Partido Socialista, obtuvo un diputado
más y el Partido Demócrata no modificó su cifra parlamentaria.
Dentro del último año no se han proveído tres vacantes
producidas en la Cámara de Diputados 1 .
Con posterioridad a la declaración, ya señalada, del Direc-
tor del Registro Electoral, de 2 de julio de 1949, el reconoci-
miento legal de los Partidos Políticos ha experimentado recti-
ficaciones.
Ellas han sido motivadas por la fusión de algunas colecti-
vidades pequeñas dentro de las grandes, tal como ocurrió, por
ejemplo, con el partido radical-democrático, en el partido radi-
cal.
De conformidad con la circular que enviara, con fecha 10
de julio de 1952, el Director del Registro Electoral a los Nota-
rios-Conservadores de Bienes Raíces, para los efectos del dere-
cho a designar apoderados ante las Mesas receptoras de sufragios y
los Colegios escrutadores (elección de Presidente de la Repú-
blica en 4 de septiembre de 1952), los Partidos registrados son:
Agrario Laborista; Conservador (Social Cristiano); Conser-
vador-tradicionalista; Democrático; Democrático del Pueblo;
Falange Nacional; Liberal; Liberal-progresista; Radical; Socia-
lista de Chile y Socialista Popular. En total, once Partidos po-
líticos en la plenitud del ejercicio de sus derechos legales.
Es del caso consignar que, al margen de la consagración
jurídica, existen en la actualidad —año 1952— varias otras aso-
ciaciones que se autodenomínan "Partidos" y, que si bien es
efectivo que no tienen existencia jurídica en cuanto a tales, con-
gregan a una parte de la ciudadanía, es decir, tienen que ser con-
siderados como grupos operantes de opinión pública.

1
Hemos utilizado en nuestro "Ensayo" el interesante trabajo de
don Luis Valencia Avaria, "Anales de la República".
248 Gabriel A munátegu i

Cerraremos este cuadro de la realidad política chilena —ex-


presada en el lenguaje de los datos estadísticos— con u n balance
de los distintos Ministerios del período 1932-1952 (o sea, los
veinti^ años de la República "Presidencial" o Gobierno "Radi-
cal"). En él quedan comprendidas, por u n a parte, la filiación
política de sus integrantes; asimismo, las Vicepresidencias que
se produjeran d u r a n t e las Administraciones Aguirre Cerda, R í o s
y González 1 .
Presidencia de don Arturo Alessandri P. (1932-1938). En
ella lo asesoraron 63 Ministros, en calidad de titulares, en los
11 Ministerios que lo acompañaran en su período. Ellos se des-
componen así: Ministros del Interior, 6; de Relaciones Exterio-
res y Comercio, 4; de Hacienda, 6; de Educación Pública, 4; de
Defensa Nacional, 1; de Fomento, 7; de Agricultura, 9; del Tra-
bajo, 6; de Salubridad Pública, 7; de Tierras y Colonización,
9; de Justicia, 8.
En cuanto a la filiación política de los integrantes de los
distintos Ministerios, tenemos que se formaron a base de radi-
cales y liberales, con participación, en menor escala, de demócra-
tas, conservadores, social-republicanos y elementos ajenos a la
política militante.
La proporción de Ministros, por partidos, f u é la siguiente:
liberales, 18; radicales, 15; demócratas, 7; conservadores, 5;
social-republicanos, 5; técnicos, 3. " N o fué posible establecer
la filiación política de 10 Ministros".
Presidencia de don Pedro Aguirre Cerda. (1938-1942). En
ella hubo, en carácter de titulares, 48 Ministros, en 12 Minis-
terios, a saber, Ministros del Interior, 9; del T r a b a j o , 3; de
Relaciones Exteriores, 6; de Comercio y Abastecimientos, 1;

1
En este cuadro hemos utilizado en el 59 año de Derecho en 1951, rea-
el trabajo de pre-seminario que, pa- lizara el alumno don Justo del Vi-
ra nuestro Curso de "Derecho Cons- llar M.
titucional Profundizado", dictado
Partidos Políticos 249

de Hacienda, 5; de Justicia, 3; de Educación Pública, 4; de De-


fensa Nacional, 7," de Fomento, 2; de Tierras y Colonización,
2; de Agricultura, 4; de Salubridad, 2.
Los Ministerios estuvieron formados políticamente a base
de: radicales, 32; socialistas, 8; democráticos, 5 y, además, 2 téc-
nicos. "No fué posible averiguar la filiación política de 1 Mi-
nistro".
Presidencia de don Juan A. Ríos (1942-1946). Durante ella
pasaron por los 12 Ministerios de este período, en calidad de
titulares, 91 Ministros; a saber: del Interior, 17; de Relaciones
Exteriores, 5; de Hacienda, 7; de Economía y Comercio, 12; de
Justicia, 6; de Educación Pública, 8; de Defensa Nacional, 2;
de Obras Públicas y Vías de Comunicación, 8; de Tierras y
Colonización, 8; de Agricultura, 8; del Trabajo, 4; de Salubri-
dad, Previsión y Asistencia Social, 6.
En cuanto a la filiación p o l í t i c a de los Ministros, tenemos
que, en su gran mayoría fueron radicales, 43 y socialistas, 11;
fué también apreciable el número de Ministros técnicos, 23,
debido a que hubo dos gabinetes de "Administración". (Entre
los Ministros técnicos hemos incluido a algunos militares y a los
políticos que pertenecieron a Gabinetes de "Administración",
es decir, a Ministerios sin fisonomía partidista). Los demás par-
tidos cooperaron con 4 Ministros liberales; 6 democráticos y 1
fafangista. "La filiación política de los 3 Ministros restantes es
desconocida".
Presidencia de don Gabriel González (desde 1946 hasta co-
mienzos de 1952. Faltan sus últimos meses de este año). Durante
ella han ocupado los cargos de Ministros 81 personas, en 12
Ministerios. Se han dividido esas funciones del siguiente modo:
del Interior, 10; de Relaciones Exteriores, 6; de Economía y Co-
mercio, 8; de Hacienda, 7; de Educación Pública, 7; de Jus-
ticia, 9; de Defensa Nacional, 3; de Vías y Obras, 4; de Agri-
cultura, 6; de Tierras y Colonización, 7; del Trabajo, 8; de
250 Gabriel A munátegu i

Salubridad, 6. Filiación política de los Ministros: radicales, 24;


conservadores, 10; democráticos, 9; liberales, 5; comunistas, 3;
falangistas, 2 y socialistas de Chile, 4. El número de ministros
técnicos llegó a 24, debido a que hubo varios gabinetes de "Ad-
ministración".
Los datos estadísticos que preceden y, referentes al número
de los partidos políticos en Chile, a la representación parla-
mentaria que ellos invisten, a la cantidad de gabinetes y al
porcentaje, dentro de ellos, de los distintos partidos, nos con-
ducen a las siguientes conclusiones:
1. Que el régimen político de Chile está estructurado en el
sistema de "Partidos múltiples";
2. Que ningún Partido es mayoritario, y
3. Que esa inestabilidad de Partidos y su insuficiencia nu-
mérica determinan una continua y permanente rotativa minis-
terial, por una parte (y que emula a la que singularizara a
nuestra República "Parlamentaria") y, por la otra, a la forma-
ción de gabinetes de una marcada heterogeneidad política.
b) Régimen legal de los Partidos Políticos en Chile. Debe-
mos anotar, en primer término, que los partidos políticos, cuya
vida se identifica con la evolución institucional chilena, sólo
alcanzaron su reconocimiento el año 1914, al autorizarlos la Ley
General de Elecciones para ser representados ante las Juntas
o Comisiones electorales.
La Constitución Política del Estado, promulgada el año
1925 —y que acusa débilmente la influencia doctrinaria del neo-
constitucionalismo— los consagró en su art. 25 que prescribe:
"En las elecciones de Diputados y Senadores se empleará un
procedimiento que dé por resultado, en la práctica, una efectiva
proporcionalidad en la representación de las opiniones y de los
partidos políticos".
En ninguno de sus otros preceptos se refiere a ellos la Ley
fundamental del Estado.
Partidos Políticos 251

Las normas reglamentarias de la Constitución —leyes elec-


torales y Reglamentos de las Cámaras— encierran importantes
disposiciones atingentes.
Debemos, en primer término, consignar la existencia de las
Autoridades Electorales y Políticas; el Director del Registro
Electoral y el Tribunal Calificador de Elecciones1.
El art. 88 de la Ley N? 9.341, de 15 de septiembre de 1949,
que fijó el "Texto definitivo de las inscripciones electorales y
municipales", establece que: "la Dirección Superior del Ser-
vicio Electoral, regido por la presente ley, estará a cargo del
Director del Registro Electoral". Este funcionario es nombrado
por el Presidente de la República, de acuerdo con el Senado;
110 puede ser removido sin la anuencia de este Cuerpo y, para
los efectos de su responsabilidad criminal, está investido del
privilegio del fuero.
El Tribunal Calificador de Elecciones —cuya constitución
e integración quedaron señaladas en el párrafo anterior— es fa
máxima autoridad electoral y ejerce acción fiscalizadora y co-
rreccional sobre el Director del Registro Electoral.
"El Tribunal Calificador de Elecciones, hemos escrito, es
un Tribunal especial y de carácter distinto de los Tribunales
ordinarios de Justicia.
"Es el Supremo Tribunal electoral: no está sometido a la
supervigilancia de la Corte Suprema; sus resoluciones son irre-
vocables y, sus titulares son irresponsables.
"En conformidad con la Constitución deberá proceder co-

1
En nuestro "Ensayo" anterior brindara. Debemos, en esta ocasión,
acerca de "Regímenes Políticos" de- reiterar los agradecimientos por su
jamos expreso testimonio de reco- valiosa ayuda en este trabajo. A su
nocimiento hacia nuestro distingui- sugerencia debemos, además de da-
do amigo don R a m ó n Zañartu E., tos legales y estadísticos, útiles con-
Director del Registro Electoral, por ceptos.
la eficiente cooperación que nos
252 Gabriel A mu n'á tegui

1110 J u r a d o en la apreciación d e los hechos, "es decir, con entera


libertad para juzgar en conciencia —anota d o n Guillermo Gue-
r r a ("La Constitución de 1925")— como h a n debido realizarse
los acontecimientos y las consecuencias q u e h a n podido pro-
ducir.
"Sus sentencias deberá expedirlas con arreglo a derecho,
es decir, de conformidad con la Ley General de Elecciones.
" T o d o lo concerniente a materia de elecciones populares
es de la incumbencia del T r i b u n a l Calificador, con la sola ex-
cepción de las inhabilidades parlamentarias y, por tanto, la Cor-
te Suprema n o puede intervenir en sus atribuciones.
"La competencia del T r i b u n a l Calificador de Elecciones
comprende los siguientes negocios: a) calificar las elecciones de
parlamentarios y proceder a declararlos electos; b) conocer
de las elecciones de Presidente de la R e p ú b l i c a y practicar el
escrutinio definitivo q u e remitirá el Congreso; c) conocer, en se-
g u n d a instancia, de los fallos expedidos por los Tribunales
Calificadores provinciales y, proclamar a los candidatos que fue-
ren elegidos Regidores; d) conocer y resolver, en segunda ins-
tancia, acerca de las resoluciones expedidas p o r el Director
del Registro Electoral, respecto de las inscripciones de ciuda-
danos, y e) conocer y resolver, en igual forma, respecto de las
cuestiones a q u e dé lugar las inscripciones de los partidos polí-
ticos" 1 .
L a Ley General de Elecciones N ? 9.334, de 21 de marzo de
1949 precisa en su art. 15 el concepto d e partido político: "Las
entidades de carácter político, social o económico, cuyas auto-
ridades directivas centrales hayan registrado su respectiva deno-
minación ante el Director del Registro Electoral, con noventa
días de anticipación, a lo menos, a la fecha de cada elección
ordinaria, mediante presentación por escrito".

1
Gabriel Amunátegui, "Manual de Derecho Constitucional",
Partidos Políticos 253

El Reglamento de la Cámara de Diputados, reimpreso con


sus modificaciones el 21 de mayo de 1949, legisla acerca de los
partidos en su art. 36.
Ese precepto dice que: "se entiende por partido, para los
efectos de este Reglamento las grandes entidades de carácter
político, social o económico cuyas autoridades directivas centra-
les hayan registrado su respectiva denominación ante el Direc-
tor del Registro Electoral y que tengan como representación en
la Cámara no menos de 12 Diputados".
Es del caso observar que el Reglamento adiciona a la Ley
con dos exigencias: que se trate de "grandes" entidades, y que
cada u n a de ellas tenga u n a representación m í n i m a de doce
Diputados.
El Reglamento del Senado no consagra la existencia de los
partidos; mas, como ya quedara anotado al tratarse de los comi-
tés parlamentarios, rigen, en esta materia, las prácticas políticas.
Para los efectos de la inscripción de u n partido en el Re-
gistro Electoral, la Ley prescribe que las solicitudes respectivas
deben ir acompañadas del acta de su organización y, de copia
autorizada d e su respectivo programa de labor pública.
El concepto —"Acta de su Organización"— a q u e se refiere
la ley, h a sido definido por sentencia del Director del Registro
Electoral, confirmada con fecha 3 de julio de 1951 por el Tri-
b u n a l Calificador de Elecciones, y que h a fijado jurisprudencia
sobre el particular.
Esa sentencia, en su parte pertinente, dice lo siguiente: "el
texto de la Ley es bien claro: requiere el conocimiento de la
organización del partido —no de su fundación— esto es, del cuer-
p o de disposiciones reglamentarias a que h a de ceñirse el fun-
cionamiento de la nueva entidad, del cual aparezca cuáles son
y cómo se eligen sus organismos directivos, facultades que se
les concede, forma y mayoría necesarias para tomar los acuerdos,
254 Gabriel A munátegu i

etc. El conjunto de estas normas constituye los "Estatutos" de


toda Corporación".
El Director del Registro Electoral resolverá acerca de la pe-
tición de inscripción formulada; su resolución es apelable para
ante el T r i b u n a l Calificador de Elecciones, dentro de los tres
días siguientes a la notificación.
L a inscripción de los partidos que n o alcanzaren, en el pro-
ceso electoral, representación parlamentaria, deberá ser cance-
lada automáticamente.
De conformidad con esa disposición —art. 15 de la Ley Elec-
toral— con fecha 12 de junio de 1949, fué cancelada la inscrip-
ción provisional registrada de los siguientes partidos: demócrata;
radical doctrinario; movimiento social cristiano y laborista. Esos
partidos se inscribieron para tener derecho a participar en la
elección ordinaria de Senadores y Diputados al Congreso Na-
cional efectuada el 6 de marzo de 1949, y no obtuvieron en ella
n i n g ú n cargo.
Los derechos que las leyes electorales otorgan a los partidos
políticos inscritos en el Registro Electoral, fueron ya precisados.
En efecto, en ef análisis de las distintas funciones que sirven en
Chile los partidos políticos indicamos, con cierto cuidado, las
atribuciones que estos organismos tienen en los siguientes nego-
cios: integración de la nación legal o ciudadanía (formación
del Registro Electoral); constitución e integración del T r i b u n a l
Calificador de Elecciones; designación de las mesas receptoras
de sufragios; patrocinio de las candidaturas de diputados, se-
nadores, Presidente de la República y regidores; funcionamiento
del Congreso Nacional, etc.
El ordenamiento legal de nuestros partidos es rudimenta-
rio: si confrontamos los preceptos legales q u e los rigen con las
bases proyectadas hacia u n Estatuto Orgánico que los reglamen-
te, podemos apreciar la insuficiente armadura jurídica de que
están dotados.
Partidos Políticos 255

Entre las escasas disposiciones pertinentes y, que tienen


referencia directa con este problema, podemos consignar:
a) Aquellas que han recogido el principio doctrinario que
concierne a revestir de autoridad a las directivas de los partidos.
La Ley General de Elecciones, en su art. 15, determina que
las inscripciones de candidaturas que hagan ante el Director del
Registro Electoral las Mesas Directivas Centrales de los Parti-
dos "primarán sobre las que hubieren hecho los Directorios Lo-
cales de esas mismas entidades, dejándolas sin efecto". Asimis-
mo, el citado precepto faculta a las Directivas Centrales para
poder inscribir listas "rígidas", es decir, que "el orden de pre-
ferencia —precedencia, debió ser la voz utilizada—, fijado para
los candidatos de ia lista no podrá ser alterado por los electo-
res". (El mecanismo de nuestra ley electoral distingue entre la
"precedencia", que es, como quedara anotado en el renglón
anterior, la prelación de los candidatos, esto es, un orden de pre-
cedencia, el cual, en los partidos de estructura democrática, es
determinado por el número de sufragios que obtienen los pre-
candidatos en la lucha interna que se realiza en las asambleas;
y, la "preferencia", que es el derecho que puede ejercer u n elec-
tor, al indicar, con una marca, que su voto de lista sea compu-
tado, en primer término, al candidato de sus afecciones).
Los estatutos de los partidos —simples normas de conducta
doméstica, sin sanción ni fiscalización legales—, y las prácticas
políticas, contemplan y vigorizan el derecho que asiste a las di-
rectivas de estos organismos para adoptar acuerdos que deben
acatar los militantes, en general, y, específicamente, ios mandata-
rios ante el Congreso, las municipalidades, etc.
La terminología política h a consagrado, al respecto, la ex-
presión: "Se ordenó votar como partido".
El cumplimiento de esta orden queda entregado, en mayor
o menor grado, a la conciencia de quien,deba acatarla. Las re-
beldías —de frecuencia grande en los anales de nuestra vida
256 Gabriel A munátegu i

política— generalmente sólo reciben leves sanciones, y, es éste


precisamente, uno de los puntos delicados que ofrece el in-
estable ordenamiento de los partidos políticos chilenos.
Este punto nos permite señalar otro de los caracteres que
singularizan a estos organismos: en el bosquejo de la realidad
política chilena, desde el ángulo de la estadística, se indicó que
los partidos políticos chilenos correspondían al sistema de la
multiplicidad, y, que ninguno de ellos era mayoritario; a esos
rasgos fisonómicos, agreguemos, ahora, su característica de "fle-
xibilidad".
"No tiene noticias el autor de este trabajo, escribe Sergio
Oyarzún, de disención o actitud independiente alguna que pue-
da haber tenido jamás algún parlamentario comunista —no la ha
presenciado en los cinco años que lleva observando de cerca
las funciones del Congreso (año 1948)—, ni la ha encontrado en
la revisión de los Boletines de Sesiones correspondientes a los
dos o tres últimos lustros; los parlamentarios del Partido Radi-
cal, por el contrario, sólo en estos últimos cinco años han pre-
sentado una nutrida exhibición de actitudes independientes en
casi cada uno de los proyectos de importancia que se han dis-
cutido, culminando tal falta de solidez interna con la escisión
de un grupo que no aceptó la candidatura a la Presidencia de
la República del actual Presidente, señor González Videla.
"En esta ocasión hago el sacrificio más grande de mi vida
parlamentaria, expresó el diputado Manuel Rivas Vicuña (Bole-
tín de Sesiones, Legislatura Ordinaria de 1918), sometiéndome a
la disciplina de mi partido, protestando de lo que sucede y vo-
tando que sí, porque así me lo mandan. Votaría mil veces que
no, porque así lo siento". Así tal cual manifestara su dignidad,
el diputado Rivas Vicuña y tal cual respetara las órdenes de su
partido, deberían marchar siempre los parlamentarios y sus res-
pectivos partidos políticos"1.
1
Sergio Oyarzún (Ob. cit.)
Partidos Políticos 257

Al antecedente señalado por el señor Oyarzún del diputado


Rivas Vicuña, acatando la orden de "votar como partido", de-
bemos agregar otro hecho significativo.
Corrían los días de la segunda administración del señor
Alessandri y, con motivo de amenazas de perturbaciones insti-
tucionales, el Gobierno envió al Congreso Nacional un Mensaje
proponiendo la aprobación de un proyecto de ley sobre "Segu-
ridad Interior del Estado" (Ley N<? 6.026).
En la sesión que celebrara el Senado el día 5 de enero del
año 1937, el H. senador conservador, don Rafael Luis Gumu-
cio, durante la discusión y aprobación general, dió a conocer
su posición: "Voy a dar mi opinión personal", expresó el dis-
tinguido parlamentario, y, después de impugnar el proyecto,
terminó diciendo: "Señor Presidente, comprendo muy bien que
lo que he dicho contra este proyecto de ley represiva, me traerá,
no ya sólo las críticas, sino la pesada condenación de la gente
que más aprecio. Pero, la honradez y la consecuencia con mis
convicciones, tienen más fuerza que el deseo de complacer. He
dado libremente mi opinión, porque mi opinión me pertenece
a mí. Mi voto le pertenece a mi partido. He sido elegido se-
nador, no por mis méritos ni por fuerzas mías, sino porque fui
candidato del Partido Conservador. Votaré como me ordene
mi partido, si no me deja en libertad".
Idéntica actitud adoptó, en aquella ocasión, el senador li-
beral don José Maza, uno de los principales autores de la vigen-
te Constitución Política de Chile.
En resguardo de la autoridad de las directivas de los parti-
dos, podemos también señalar el art. 42 del Reglamento de la
Camara de Diputados.
Esa norma prescribe que "ningún diputado podrá oponer-
se a los acuerdos a que hayan llegado sus comités —en un pá-
rrafo anterior precisamos la existencia y funciones de los comi-
tés párlamentarios—, con el Presidente y los otros comités de
258 Gabriel A munátegu i

la Cámara, cuando hayan sido adoptados por todos los comités


y por unanimidad. La oposición que se haga se tendrá por no
formulada y no será admitida a debate alguno".
b) Disposiciones concernientes a estructurar la opinión pú-
blica en el régimen "de partidos". En esta materia podemos
consignar, en primer término, el ya citado art. 15 de la Ley
General de Elecciones. Este precepto faculta, preferentemente,
a las directivas de los partidos para proceder a registrar las listas
concurrentes que postulen a una elección parlamentaria.
La exigencia de seiscientos electores para patrocinar una
candidatura independiente es de imposible realización práctica
>y ella obedece sólo a la necesidad de armonizar la ley regla-
mentaria, con la Constitución. Nuestra ley fundamental, en su
art. 25, contempla la representación de "las opiniones".
Para las elecciones de regidores se plantea una situación
similar, en virtud de lo prevenido en los arts. 170, 173 y 174
de la Ley N<? 9.334 (General de Elecciones).
Hacia este mismo propósito apunta el art. 36 del Regla-
mento de la Cámara de Diputados —ya utilizado en nuestro
estudio—, que determina que, para constituir un comité, es ne-
cesario que un partido tenga una representación mínima de 12
diputados. Este precepto está ratificado con el art. 37 de dicha
ordenación: "Los partidos y los diputados que, en conformidad
al artículo anterior, tienen obligación de constituir comités
o pertenecer a ellos y no lo hagan, pierden, en la persona
de sus componentes, las facultades pertinentes que se otorgan
por este Reglamento".
Como antecedente ilustrativo podemos consignar que, en
los dos últimos períodos legislativos no se ha incorporado al
Congreso ningún parlamentario "independiente". Aquellos que
carecían de tienda política y postularon a una representación,
debieron solicitar su inscripción en la lista de algún partido.
Asimismo, la Ley General de Elecciones, en el tantas veces
Partidos Políticos 259

citado art. 15, prescribe que "el Director del Registro Elec-
toral procederá, por el solo hecho de que algún partido no al-
canzare representación parlamentaria, a cancelar la respectiva
inscripción". Quedó ya anotado que, a raíz de las elecciones
ordinarias de parlamentarios, verificadas el año 1949. cuatro
entidades políticas fueron canceladas por dicho motivo.
c) Normas referentes al control de la propaganda y de la
corrección del acto electoral. En el análisis doctrinario de los
problemas que motivan este "Ensayo", hemos expuesto que uno
de los vicios que desnaturalizan el acto electoral y desprestigian
el régimen representativo, es el cohecho.
Nuestra Ley General de Elecicones encierra algunas normas
pertinentes.
Entre ellas tenemos: el art. 98, referente a los gastos líci-
tos de propaganda electoral; el art. 64, que ubica a las "secreta-
rías de propaganda" dentro de un determinado radio; el art.
133, que garantiza el libre funcionamiento de ellas, y el art. 137,
que faculta a las autoridades —Juez del Crimen y Jefe de las
Fuerzas Armadas—, para visitarlas "a fin de estabiecer si en
ellas —las secretarías—, se practica, el día de la elección, el cohe-
cho de electores".
d) Disposiciones referentes a la inscripción de partidos. Ade-
más de aquellas que señala el art. 15 de la Ley N? 9.334 —que
ya fueron analizadas—, es preciso consignar que la Ley N9 8.987
—ya reparada en nuestro estudio—, y que modificara a un gran
conjunto de leyes sustantivas y procesales, penetró también en
este terreno.
Contrariando la tendencia nueva —consagrada en las Cons-
tituciones francesa c italiana, entre otras-, de que las doctrinas
que contenga el programa de un partido político no pueden
motivar su exclusión, la referida ley colocó al Partido Comu-
nista al margen de la vida institucional.
Son estas normas —salvo algunas otras sin mayor significa-
260 Gabriel A munátegu i

ción ni importan ría-- las únicas que proveen al ordenamiento


jurídico de los partidos políticos chilenos.
Nada dicen los textos legales y reglamentarios acerca de
cuestiones fundamentales en la vida de los partidos políticos.
¿Sobre las exigencias de una base numérica de ciudadanía?
¿Sobre las atribuciones de la directiva? ¿Sobre escisiones dentro
de un partido? ¿Sobre la existencia de un control jurisdiccional?
¿Sobre medidas disciplinarias?
Todas esas bases fundamentales de la organización de los
partidos son desconocidas al derecho escrito y carecen de fun-
damento legal.
Salvo algunas prescripciones de los Estatutos —sin mayor
eficiencia—, ellas reposan y, sólo algunas, en prácticas y costum-
bres.
Un estudio sereno del problema del partido político en
Chile —de todos sus antecedentes legales, reglamentarios, reso-
luciones de las autoridades electorales, prácticas, etc.— nos ca-
pacita para declarar que los parLidos se singularizan por su defi-
ciente e inestable estructuración jurídica.
El Director del Registro Electoral, cuya política funcionaría
se ha singularizado por su decidida orientación hacia el orde-
namiento legal de estas colectividades, ha reconocido expresa-
mente este hecho, en múltiples ocasiones.
En vísperas de las últimas elecciones parlamentarias, dicho
funcionario, en los considerandos de su Resolución N? 126, de
17 de enero de 1949 declara que: "analizando en conciencia
esos antecedentes en cuanto a que ellos puedan o no constituir
base seria de verdaderos partidos políticos"; agrega, más adelan-
te, que "podría estimarse que (determinados partidos) sustentan
corrientes de opinión que, puedan tener arraigo en la ciuda-
danía y ser constitutivas de un partido político, en cuanto re-
presentan una tendencia idealista de bien público". A estos
conceptos, de suyo graves, agregaremos que en el referido fallo
Partidos Políticos 261

podemos leer todavía: "Del texto de la ley aparece un vacío


respecto de la forma en que se deba proceder a la inscripción
de nuevos partidos" y asimismo que "la omisión de ia fey —acer-
ca del derecho de los partidos ya inscritos para presentar can-
didatos—, en este aspecto fundamental para la iniciación y des-
arrollo mismo del proceso electoral, debe resolverse por el Di-
rector del Registro Electoral teniendo en vista el espíritu de
la ley, etc."
Con motivo de la escisión del Partido Conservador, en las
dos facciones ya señaladas —tradicionalista y socialcristiana— el
Director del Registro Electoral envió, con fecha 13 de agosto
de 1949, la comunicación N? 2.789 a los presidentes de ambas
tiendas. En ella el señor Ramón Zañartu declara: "Como per-
sonalmente lo he expresado a Uds. la ley de elecciones en vigor
nada prescribe respecto de los partidos políticos con represen-
tación parlamentaria en el Congreso Nacional, cuya denomina-
ción figura —se disputaban, ambas fracciones, el derecho al uso
de la denominación partidista "Conservador"—, registrada en
esta Dirección del Registro Electoral desde la vigencia de nues-
tro actual sistema electoral y que, podría decirse —en "carácter
permanente"—, como es particularmente el caso del Partido
Conservador".

Es del caso agregar que el Decreto Supremo Reglamentario


N? 7.085, de 30 de noviembre de 1948, que contiene disposición
referente a la división de los partidos, es excesivamente rudi-
mentario.
La Ley N? 9.341, de 15 de septiembre de 1949, Orgánica
del Registro Electoral, prescribe en su art. 89: "Son atribucio-
nes y deberes del Director del Registro Electoral: N<? 21. Dictar
normas de carácter general sobre aplicación e interpretación de
las leyes electorales de la República, previo acuerdo del Tribu-
nal Calificador".
262 Gabriel A munátegu i

En uso de esa facultad, el Director del Registro Electoral


ha dictado diversas resoluciones —ya quedó señalada aquella
que, sentando jurisprudencia, definió el concepto "Acta de Or-
ganización de un Partido"—, e impartido instrucciones regla-
mentarias. Entre éstas últimas podemos citar la que enviara
a los Notarios Conservadores de todo el país, en el mes de marzo
del año 1950, con motivo de' las elecciones municipales verifi-
cadas ese año. En ella la autoridad electoral precisa el alcance
y significado de diversos preceptos pertinentes, como por ejem-
plo, que "rada declaración de candidatura a regidores, patroci-
nada por partidos políticos, lo podrá ser solamente por un par-
tido".
Mas, las resoluciones no se han traducido —como empeño-
samente lo ha reiterado el Director del Registro Electoral de
su superior jerárquico, el Tribunal Calificador de Elecciones— en
"normas de carácter general", como expresamente lo autoriza
la ley respectiva.
Así, precisamente en el diferendo conservador antes recor-
dado, el Director, refiriéndose a una solución que propusiera,
agregaba: "bien pudiera traducirse en una norma general de
aplicación de la Ley de Elecciones, si ello tuviese la aprobación del
H. Tribunal Calificador".
Degraciadamente y por causas que escapan a nuestra com-
prensión, la máxima Autoridad Electoral ha prescindido de la
sabia política de una normación generalizada y ha preferido,
con criterio singular, resolver cada caso en forma específica.
Esas normas generales, supletorias de una Ley y Estatuto
Orgánico de los partidos políticos chilenos, habrían permitido,
mientras tanto, estabilizar la base en que reposan y se desenvuel-
ven estos organismos.
Como nota de excepción podemos señalar la única norma
de carácter general que obra en nuestro conocimiento, y que,
P a r t i d o s P o l í t i c o s 263

con acuerdo del Tribunal Calificador, dictara con fecha 5 de


abril de 1952, el Director del Registro Electoral.
Ella se refiere a la aplicación e interpretación del art. 39
de la Ley N? 9.334 ("General de Elecciones") concerniente a
la designación de locales "para el funcionamiento de las mesas
receptoras de sufragios con posterioridad a una elección ordi-
naria general de Congreso Nacional".

15. ESTATUTO ORGÁNICO DEL PARTIDO P O L Í T I C O . — E n las páginas


anteriores de este "Ensayo" y, preferentemente en el párrafo 10
del Capítulo III, hemos desarrollado la concepción del Estatuto
Orgánico en que deben ser ordenados la vida y el funciona-
miento del partido político.
Hemos sostenido, con voluntaria insistencia, que la norma-
ción jurídica de los partidos es un elemento esencial para la es-
tabilidad de un régimen institucional democrático-representa-
tivo.
Hemos observado, en el análisis de nuestra realidad polí-
tica, que nuestro régimen de gobierno es, esencialmente, u n régi-
men "de partidos".
"No obstante, hemos escrito, las importantes funciones que
el partido político desempeña y su innegable influencia en la
vida política —ya hemos opinado que nuestro régimen es un
"régimen de partidos"—, estos organismos carecen de un Estatuto
Orgánico.
"Es ésta una cuestión fundamental, pues es preciso estruc-
turar nuestro régimen político, de conformidad con las realida-
des sociales"1.
El Director del Registro Electoral, según está ya anotado,
ha sostenido invariablemente la necesidad de propender a la
estructuración de los Partidos Políticos.
Con motivo de la reforma de la Ley de Elecciones realizada
1
Gabriel Amunátegui, "Regímenes Políticos",
264 Gabriel A munátegu i

en el mes de enero del año 1930, aquel funcionario patrocinó sus


ideas al respecto.
Aün cuando, desgraciadamente, sus sugerencias no fueran
acogidas es interesante y útil, tanto desde el punto de vista de
nuestro estudio, como de una futura legislación, dejar testimo-
nio de ellas.
En su proyecto proponía el Director del Registro Electoral:
a) encauzar en la Ley de Elecciones el régimen de partidos sus-
tentado en la Constitución Política (art. 25) y distinguir entre
"partidos permanentes" y "partidos accidentales"; b) la Ley es-
tablecería que los Diputados y Senadores, elegidos por los par-
tidos inscritos, no podrían constituir un nuevo partido, diferente
del que los eligió; c) el programa de labor pública de una enti-
dad política es propiedad de la misma y no puede estar sometido
a censura o fiscalización por el Director del Registro Electoral;
d) la autoridad máxima de una Convención interna del Partido
es la llamada a resolver las dificultades que se susciten en él,
y e) la Ley debe dar personalidad legal a la autoridad directiva
de los partidos.
A lo largo de estas páginas liemos apoyado nuestra tesis re-
ferente a la indispensable ordenación de los Partidos Políticos,
dentro de un Estatuto Orgánico, en las opiniones de reputados
tratadistas del Derecho Público.
Hemos señalado, también, tres posiciones concurrentes a
propiciar soluciones positivas: una de ellas, que encontrara su
concreción en el anteproyecto de la primera Constitución de la
Cuarta República Francesa; una segunda, inspirada por el in-
forme que emitiera el Instituto de Investigaciones Jurídico-Po-
líticas de la Universidad del Litoral (República Argentina), y la
tercera, señalada en los renglones precedentes de este párrafo, y
que tiene su origen en la experiencia dilatada y en el real cono-
cimiento del problema por parte del Director del Registro Elec-
toral chileno.
Partidos Políticos 265

Esas tres posiciones concuerdan —además del común pen-


samiento en cuanto a la necesidad de proveer a los partidos polí-
ticos de su estructura jurídica— en ciertos principios funda-
mentales.
Esos principios son, entre otros, y, en primer término, el de
que esa ordenación legal determine la formación de grandes par-
tidos políticos y elimine la tendencia, muy generalizada en los
países latinos, hacia una excesiva parcelación de la opinión
pública, en una multitud de grupitos políticos.
Ya nos hemos referido, bajo este aspecto, al problema del
régimen de partidos múltiples en Francia y en Chile.
Creemos oportuno subrayar nuestra situación doméstica con
un comentario de prensa que publicara una de las plumas más
brillantes del periodismo chileno: "Mientras más, menos" —es
el epígrafe del artículo de Julio César—, y anota en él que "a
otras cosas podrán ganarnos a los chilenos, p e r o . . . ¡a tener par-
tidos políticos! El domingo hemos marcado la cifra record de
26. Las palabras "división", "cisma", son las que más se han
pronunciado en Chile en los últimos quince o veinte años. Son
vocablos que en realidad le quedan grandes al hecho que con
ellos se trata de calificar. Mejor le vendrían los de "desintegra-
ción", "pulverización". Porque dentro de cada una de las colec-
tividades a que se aplican los 26 nombres de partidos, hay capi-
llas y subcapillas que los atomizan, todavía más. No hace mucho
tiempo, en Iquique, vi en una misma calle tres distintas asam-
bleas de una misma "pinta radical". Y, después de una compara-
ción con el régimen político norteamericano, en que una masa
ciudadana de cerca de cincuenta millones, se congrega, virtual-
mente, en sólo dos partidos, agrega Julio César "¡Contra veinti-
séis nosotrosl, sería el caso de exclamar. Pero mucho más propio
serla alterar un poco el orden de los términos: ¡veintiséis contra
nosotros!" 1 .

"El Imparcial", 16 de mayo de 1951.


266 Gabriel A munátegu i

Otro de los principios en que están acordes las soluciones


positivas en referencia, es acerca de la ineludible razón que existe
en dotar a las directivas de los partidos del máximo de autoridad,
a fin de que puedan mantener el orden y la disciplina, elemen-
tos básicos para el normal funcionamiento de los partidos v
consecuencialmente, del régimen político al cual dan su estruc-
tura orgánica.
Diversos otros planteamientos que aquéllas señalan, serán
utilizados en el "Memorándum" con que cerraremos nuestro
"Ensayo".
"Memorándum para un proyecto de Estatuto del Partido
Político"1.
I. En carácter previo sería preciso reformar las leyes elec-
torales: la del Registro Electoral y la Ley General de Elecciones.
Que las inscripciones sean realmente permanentes, y no, como
ocurre en la actualidad, en que los registros sólo funcionan los
ocho primeros días de cada mes, a razón de dos horas diarias,
10 que es absolutamente insuficiente.
"Es necesario que los registros sean realmente permanentes
—hemos escrito en otro libro—, y, como solución de orden prác-
tico, podría entregarse su funcionamiento a las Oficinas del Re-
gistro Civil, establecidas en todo Chile.
"Además, debería exigirse la inscripción en el Registro Elec-
toral, tal como para ingresar a la Administración Pública (art.
7?, letra d de la Ley N<? 8.282 sobre Estatuto Administrativo) en
los diferentes actos y contratos notariales.
"Las leyes electorales sancionan la falta de inscripción con
una multa de $ 50, y, el incumplimiento de la obligación de su-
fragar, con otra multa de $ 100 y la publicación, en un diario,

1
Hemos utilizado el t i a b a j o que, del Seminario de Derecho Público"
bajo el título de. "Los Partidos Po- (N.os 49-52, Año 1950).
líticos", publicáramos en el "Boletín
Partidos Políticos 267

del nombre del infractor. Además de que no se instruyen los


procesos respectivos, en todo caso, las sanciones son exiguas.
"Marcado contraste ofrece esta cuestión con el celo y me-
didas punitivas referentes al incumplimiento de la obligación
militar, de las infracciones a las ordenanzas del tránsito, etc.
"Repudiando, por convicción y cultura, los procedimientos
coercitivos, sólo los aceptamos a titulo de emergencia y, en este
sentido, propiciamos que las sanciones por infracción a fas Le-
yes Electorales, sean de una apreciable cuantía pecuniaria y, que
ese cumplimiento se controle debidamente. Un porcentaje ele-
vado de esas multas, o, su totalidad, iría a fomentar el desarrollo
de la educación primaria. La capacitación de los futuros chile-
nos permitiría la eliminación del régimen de coacción" 1 .
Las leyes electorales deben también ser reformadas en un
doble sentido; que, por una parte las listas concurrentes sólo
puedan ser patrocinadas por un partido y no por dos o más,
y por otra parte, que en esas listas se inscriban únicamente los
candidatos que pertenezcan al partido que prohije el registro de
la lista.
Asimismo, sería menester rectificar los Reglamentos internos
de la Cámara y del Senado en conformidad con las disposiciones
que contengan el Estatuto Orgánico del partido y la nueva legis-
lación electoral. En este sentido dejamos avanzada la sugerencia
de que el Reglamento del Senado, a semejanza del de la Cámara,
consagre la práctica de sus Comités Parlamentarios.
II. El Estatuto Orgánico del Partido Político debería estar
orientado por los siguientes principios doctrinarios: a) que su
existencia jurídica, en carácter de persona de derecho público,
esté marginada de toda intervención del Gobierno, a fin de ase-
gurar la máxima libertad para la constitución de estos organis-
mos,

1
Gabriel Amunátegui, "Regímenes Políticos"
268 Gabriel A munátegu i

A este respecto —y hacemos nuestro el pensamiento del Di-


rector del Registro Electoral—, seria conveniente distinguir entre
partidos "permanentes" —los inscritos con representación parla-
mentaría—, y partidos "accidentales" o "transitorios", consti-
tuidos por las nuevas agrupaciones que pretenden obtenerla.
Unos y otros perderían sus inscripciones al no alcanzar, en los
comicios, la obtención de ningún cargo en el Congreso; los "per-
manentes" la conservarían, hasta la próxima elección general,
en el carácter de "accidental" o "transitoria" y, condicionada,
al hecho de recuperar, en ella, su investidura parlamentaría.
Se podría, todavía, para consolidar al partido, dentro de
la opinión pública, consultar la exigencia de una cuota mínima
de representantes para que se le otorgue la personalidad jurí-
dica. En este sentido es un útil ejemplo el requisito que contem-
pla, para la constitución de "Comité" el Reglamento de la Cá-
mara, art. 36, al requerir un mínimo de doce Diputados, b) Que
su inscripción se produzca ante la Autoridad Electoral y que
ella proceda siempre que se cumplan las exigencias reglamenta-
rias. A este respecto debemos anotar que, en nuestro concepto,
las Autoridades Electorales chilenas —Director del Registro Elec-
toral y Tribunal Calificador de Elecciones— están bien planifi-
cadas y ofrecen las debidas garantías de imparcialidad. Según
ya se estampara en este trabajo, el Director del Registro Electo-
ral es designado por el Presidente de la República, con acuerdo
del Senado. Este Cuerpo, en la mayoría de los casos, personifi-
ca asi la voluntad del más alto porcentaje ciudanano. Si se quiere
eliminar al máximo la intervención partidista, podría quizá, es-
tablecerse que fuere nombrado —a semejanza de la integración
de la Excma. Corte Suprema de Justicia— de una lista que pro-
pusiere este Tribunal al Ejecutivo.
En cuanto a la composición del Tribunal Calificador de
Elecciones, ya analizada, la estimamos más idónea —desde el
punto de vista de un criterio justiciero— que la Corte Electoral
Partidos Políticos 269

Uruguaya y que el organismo proyectado en el informe del Ins-


tituto de Investigaciones Jurídico-Políticas argentino, según que-
dara antes observado en este trabajo. Si se pensara en revestir a
la más alta Autoridad Electoral de una plataforma más amplia
de sustentación, podrían penetrar en ella —tal como en el Tri-
bunal de Garantías Constitucionales que creara la Carta de la
República Española de 1931— profesores de Derecho Público
de la Universidad Nacional, c) La Autoridad Electoral sólo po-
dría reparar los programas que encerraran doctrinas que contra-
ríen el "ordenamiento social" y no el "régimen político" del
país.
A este respecto estimamos necesario vigorizar este principio
con los siguientes antecedentes: la Constitución de la República
Italiana, promulgada el día 27 de diciembre del año 1947, pres-
cribe en su Art. 3?: "Todos los ciudadanos son iguales ante la
ley sin distinción de sexo, raza, lengua, religión, opinión política,
condiciones personales y sociales"; el art. 22 prescribe que "Na-
die puede ser privado, por motivos políticos, de la capacidad
jurídica, de la ciudadanía y del nombre; y el Art. 49, estable-
ce que: "Todos los ciudadanos tienen el derecho de asociarse li-
bremente en partidos, para concurrir, con procedimientos de-
mocráticos, a determinar la política nacional".
Por su parte, el Preámbulo de la Constitución de la Cuarta
República Francesa, aprobada por Referéndum popular el día
13 de octubre del año 1946, consagra que " T o d o ser humano, sin
distinción de raza, religión o creencias, posee derechos inaliena-
bles y sagrados" y que "nadie podrá ser lesionado en su trabajo
o en su empleo por sus orígenes, opiniones o creencias".
El varias veces citado informe del Instituto argentino con-
tiene una declaración similar: "La ley ha de admitir cualquiera
finalidad de los partidos, dentro del orden establecido, aunque
entre ellas figure el cambio institucional de nuestro régimen,
270 Gabriel A munátegu i

siempre que para el logro de sus propósitos use el régimen de la


legalidad".
Finalmente, las sugerencias del Director del Registro Elec-
toral frente a un proyecto de reglamentación del partido en
Chile, contemplan este fundamental planteamiento: "El progra-
ma de labor pública no puede estar sometido a censura o revi-
sión por el Director del Registro Electoral; el electorado es quien
se pronuncia sobre ese programa mediante los sufragios emiti-
dos a favor de sus candidatos", y d) que ese Estatuto reglamente
la constitución del Partido y su funcionamiento interno y ex-
terno.
III. El Estatuto deberá contener —y en esta materia segui-
mos la orientación que fijáramos en el análisis doctrinario del
problema—, a lo menos, las siguientes reglas y exigencias: a) que
el partido tenga su denominación específica, con la cual deberá
inscribirse en el Registro Electoral. La denominación partidista,
con la cual se individualizará y lo capacitará para el ejercicio de
sus derechos, será de su uso exclusivo. La reglamentación de este
punto podría acordarse, por analogía, con las normas del de-
recho privado referentes a las propiedades intelectual e indus-
trial; b) la posesión de un patrimonio propio en el momento de
requerir su inscripción y el mecanismo del pago de las cuotas
ordinarias y extraordinarias por parte de los asociados: c) la masa
partidista, es decir, una cuota mínima de adherentes que deberán
ser ciudadanos.
En el estudio general del problema fueron señaladas las
dos soluciones que contempla la legislación vigente sobre la ma-
teria: o una cuota determinada, o un porcentaje mínimo de la
ciudadanía.
Por nuestra parte, nos inclinamos hacia esta segunda solu-
ción que ofrece la ventaja de mantener una debida proporción,
en forma constante, entre los electores y los asociados en par-
tidos.
Partidos Políticos 271

Ahora, en cuanto al porcentaje mínimo, es del caso enfren-


tarse con los resultados de las últimas elecciones en Chile y ver,
en ellas, la cuota de sufragios que obtuvieron los diversos par-
tidos.
Según los cómputos oficiaies de los comicios municipales
—abril de 1950—, la ciudadanía se distribuiría del siguiente
modo:
Radicales, 146.840.
Liberales, 102.178.
Conservadores (Socialcristianos), 84.382.
Conservadores tradicionalistas, 75,802.
Agrario laborista, 57.816.
Socialistas populares, 40.132.
Democráticos, 29.035.
Falangistas, 29.010.
Socialistas de Chile, 21.612.
Independientes, 14.421.
Democráticos del Pueblo, 9.978.
Liberales progresistas, 3.706.
De conformidad con u n estudio electoral practicado por la
secretaría de la Presidencia de la República en el año 1951 —y
que reprodujimos en nuestros "'Regímenes Políticos"—, el elec-
torado estaría distribuido entre los principales partidos, según
el siguiente porcentaje:
Radical, 23,9%.
Liberal, 16,61%.
Conservador (Socialcristiano), 13,72%.
Conservador tradicionalista, 12,33%.
Agrariolaborista, 9,4%.
Socialista popular, 6,53%.
Democrático, 4,72%.
Falange Nacional, 4,72%.
Socialista Popular, 3,51%.
'Democrático del Pueblo, 1,62%.
272 Gabriel A munátegu i

En el párrafo referente a la "Realidad Política chilena" se-


ñalamos la composición partidista de nuestro Congreso, de acuer-
do con las elecciones generales verificadas el año 1949.
En ella hemos podido ver que el Partido Radical —con el
más alto porcentaje de electores, según el estudio anterior— ob-
tuvo una cuota de catorce senadores y cuarenta y dos diputados;
que el Partido Agrario-Laborista, con un electorado inferior a
un décimo del total, alcanzó una representación de 3 senadores
y de 14 diputados, y finalmente, que el partido democrático
del pueblo logró elegir a un diputado, al obtener el 1,62% de
los sufragios.
Sobre la base de estos guarismos podemos avanzar en el es-
clarecimiento de esta importante materia, o sea, en la fijación de
una cuota mínima del electorado como exigencia perentoria
para poder constituir un partido.
De conformidad con las ideas avanzadas más arriba, al tra-
tar acerca del otorgamiento de personalidad jurídica al partido,
habría que establecer una distinción entre el derecho de inscri-
birse en el Registro Electoral, y los derechos que el partido
inscrito pudiera, a su vez, ejercer.
El derecho a inscribirse, en carácter de "accidental" o "tran-
sitorio" lo tendría el partido que contara, entre sus adherentes
—todos ciudadanos—, con una cuota mínima del 5% del elec-
torado.
La personalidad jurídica se otorgaría al Partido que, en la
Cámara de Diputados, obtuviera, a lo menos, una representa-
ción que correspondiera a un determinado porcentaje de los
asientos parlamentarios. De ese modo se mantendría, también,
una debida proporción entre el número total de diputados y
los personeros de cada Partido.
De acuerdo con lo anotado al tratar de la Teoría del Par-
tido, creemos conveniente que los adherentes estén inscritos en
más de una provincia, a fin de evitar la tendencia —de suyo
Partidos Políticos 273

peligrosa, pues envuelve un germen divisionista— hacia un sepa-


ratismo regional, o la expansión de un caciquismo o grupo per-
sonalista, sin mayor arraigo en el país.
d) La autoridad directiva del Partido debería ser generada
mediante procedimientos democráticos, es decir, en votación
en que participe la totalidad de los miembros de la asociación
(Partidos democráticos).
Una vez constituida tendría máximas atribuciones para
mantener disciplina y cohesión (Partidos rígidos).
Entre esas atribuciones y, mirando hacia la realidad polí-
tica chilena —sin pretender una enumeración prolija— ten-
dríamos, desde luego, todas aquellas que le confieren las leyes
electorales vigentes y que hemos indicado en nuestro Estudio.
Además, creemos que es indispensable que sea la Directiva
del Partido la que designe los Comités Parlamentarios y, por
medio de éstos, y, a su indicación, las Comisiones Legislativas.
De ese modo se evita el grave inconveniente de la dualidad
de directivas: por una parte, la Mesa del Partido y, por la otra,
los Comités Parlamentarios. Así se uniforma la acción y se vigo-
riza la autoridad de la directiva del Partido.
"Deben ser las directivas de los partidos, escribe Sergio
Oyarzún (Ob. cit.) las que deben designar a los parlamentarios
que van a constituir el Comité. Si el régimen democrático es un
gobierno de partidos, en ellos debe descansar total y absoluta-
mente la responsabilidad política, para lo cual las respectivas
directivas deben contar con amplias atribuciones que les per-
mitan fijar y sostener la línea política del Partido, lo cual sólo
podrá ser alcanzado teniendo la posibilidad de ejercer una acción
fiscalizadora y disciplinada sobre todos aquellos militantes que
tienen alguna representación ante otros organismos".
Asimismo, y, siempre con el pensamiento en nuestras prác-
ticas políticas, creemos que, entre otros negocios, grandes y pe-
queños, de nuestra vida institucional, que el Estatuto debería
274 Gabriel A munátegu i

recoger y entregar en manos de la directiva de] Partido, figu-


ran los "pareos" y los "pactos".
Los "pareos", o sea, compromisos de honor entre parla-
mentarios de distintos partidos que convienen en abstenerse,
recíprocamente, de participar en alguna acción parlamentaria.
Estos "pareos", en su concertación y en su desautorización, han
provocado frecuentes dificultades y rozamientos.
Es, en consecuencia, de innegable ventaja —máxime si se
considera al parlamentario en función de mandatario de su
partido— que, en éste como, en otros negocios, se ciña a las ins-
trucciones y autorizaciones de su mandante.
Idéntica situación existe en la celebración de pactos o alian-
zas transitorios y circunstanciales entre representantes de dis-
tintos partidos, al margen de la intervención de la Directiva
central.
Este hecho adquiere especial relieve en la elección de Al-
calde en las Comunas integradas por un número reducido de
regidores —cinco o siete— y, en las cuales; la multiplicidad de
partidos impide que ninguno de ellos tenga la mayoría necesa-
ria para elegir, por si solo, al Alcalde.
Ha nacido, en consecuencia, la práctica de la "rotativa al-
caldicia", o sea, que dos o tres partidos —según la cuota de regi-
dores con que cuenten— celebran un pacto para alternarse en
el ejercicio de la Alcaldía.
Estos pactos —que han sido reparados por la Contraloría
General de la República desde el punto de vista de la legiti-
midad— han motivado, en más de alguna ocasión, dificultades
y perturbaciones en el normal desenvolvimiento de la labor
comunal.
Su consagración en el Estatuto, por una parte y, por la
otra, la competencia de la Directiva Central del Partido, signifi-
carían una solución eficaz y conveniente.
Generalizando el problema diremos que la Autoridad Di-
Partidos Políticos 275

lectiva del Partido y, que tiene su personería, debería estar fa-


cultada para resolver, en forma imperativa, en toda clase de
negocios que conciernan a la vida interna y externa de la colec-
tividad.
e) Imperio y sanciones. En consonancia con el punto d)
de este párrafo, agregaremos que, a fin de poder imponer el
cumplimiento de sus resoluciones a todos los integrantes de un
partido —militantes, representantes parlamentarios, Ministros de
Estado, regidores, etc.— es decir, de que acaten la "Orden del
Partido", la Directiva estaría facultada para imponer medidas
disciplinarias. Estas medidas, que se regularían en un orden de
gravedad, consistirían en amonestación verbal y escrita; multas,
suspensión y, hasta la pena de expulsión.
Si esta medida se aplicara a un militante que sirve una fun-
ción de gobierno o administrativa, cesaría en ella. En este caso,
de tratarse de un cargo de elección popular —diputado, regidor—
el Partido estaría facultado para llenar la vacante con un corre-
ligionario, de acuerdo con el procedimiento que se hubiere con-
templado al efecto.
Creemos oportuno volver sobre un punto ya señalado en
nuestro "Ensayo". Al tratar acerca de la estructura de los par-
tidos "rígidos", o sea, aquellos en los cuales impera una severa
disciplina y cuyos parlamentarios deben "votar como parti-
do", se hizo ver un reparo sugerido por los tratadistas.
Hay opiniones, dignas de respeto, que estiman que una si-
tuación de esa naturaleza, en la cual los parlamentarios serían
meros ejecutores de voluntades ajenas, alejaría de la arena par-
lamentaria a las personalidades con contornos propios, que no
admitirían que sus criterios fueran sojuzgados por una orden
irrechazable.
En esa oportunidad hicimos ver que, de conformidad con
el procedimiento que regula el funcionamiento de los partidos
democráticos, los acuerdos que éstos adoptan son el resultado
2 7 6 Gabriel A munátegu i

de un debate en el que se exterioriza toda suerte de pareceres


y, en el cual, cada tesis es patrocinada con máxima libertad. A
ese debate concurren los parlamentarios, sea directamente o, por
el intermedio de sus personeros ante la Mesa Directiva. Es pre-
ciso, además, como en todo problema político, considerar la ley
no escrita, la ley de la psicología de las masas, que determina
que una personalidad vigorosa, que ejerce influencia grande, re-
cibe especiales consideraciones y sus opiniones son debidamente
valorizadas. Además, el representante —parlamentario, regidor,
consejero— tiene expedito el recurso para reclamar del fallo de
la Directiva de su Partido ante la máxima Autoridad Electoral.
Finalmente, nuestra Constitución Política contempla el caso
de que un parlamentario se encuentre ante un dilema insalva-
ble de conciencia: entre la "Orden de su Partido" y, el man-
dato de sus personales convicciones. Su art. 26 lo autoriza para
"dimitir por un motivo de tal naturaleza que lo imposibilite
moralmente para el ejercicio de su cargo". La Cámara respec-
tiva, por las dos terceras partes de sus miembros presentes, resol-
verá acerca de la renuncia.
Y, en todo caso, creemos que es preferible el sacrificio de
una o varias individualidades, antes que la supervivencia de un
régimen de anarquía —una multitud de partidos inorgánicos e
indisciplinados— amenace la estabilidad del régimen institu-
cional.
Volvamos los ojos de la inteligencia y del criterio hacia el
cuadro político que en estos instantes —año 1952— nos ofrece
la Francia de la Cuarta República.
Su Constitución de 1946, al consagrar el gobierno represen-
tativo con régimen parlamentario, reglamentó tres de las bases
esenciales del sistema: la formación del gabinete; la fiscalización
y censura parlamentaria o política, y, la facultad de disolver la
Asamblea Nacional por parte del Ejecutivo.
Omitió el ordenamiento de los Partidos Políticos (ya he-
Partidos Políticos 277

mos anotado que un anteproyecto, en tal sentido, fué desecha-


do por la Convención Constituyente) y esa omisión se ha tra-
ducido en constante rotativa ministerial.
Hemos señalado, también, idéntico fenómeno en la Repú-
blica "Presidencial" de Chile, o sea, en el lapso que se inicia
a partir del año 1932- Según nuestro criterio, esa inestabilidad
política obedece, en grado preferente, a la desorganización y
anarquía que singularizan a los múltiples partidos políticos.
f ) El Estatuto del Partido debe contemplar la celebración
periódica de Convenciones, o sea, de congresos que representen,
por la vía democrática, a la universalidad de los miembros del
organismo. Esos Congresos o Convenciones estarían facultados
para revisar el programa y doctrina; para resolver las cuestiones
suscitadas entre la Directiva y sus parlamentarios; para recibir
la cuenta del mandato de esa Directiva y de los distintos repre-
sentantes políticos y administrativos; para aplicar medidas dis-
ciplinarias, etc. La Convención debe ser la máxima autoridad
interna del Partido. El Estatuto debe preveer la celebración,
según los motivos que se establezcan, de Convenciones extra-
ordinarias.
g) Finalmente, dentro de este enunciado, en grandes bro-
chazos, de los rasgos generales de un Estatuto Orgánico, es
preciso revestir a la Autoridad Electoral de atribuciones cuida-
dosamente precisadas.
Al tratar, en este párrafo, acerca de los principios doctri-
narios que deben informar la redacción del Estatuto Orgánico,
señalamos la composición de nuestras autoridades electorales
—Director del Registro Electoral y Tribunal Calificador de
Elecciones— y, las rectificaciones que en ella se podrían introdu-
cir. Son también conocidas las atribuciones de que disponen
en la actualidad.
Dentro del Estatuto Orgánico esas Autoridades Electorales
deberían estar facultadas para controlar la vida interna y ex-
278 Gabriel A munátegu i

terna del Partido; fiscalizar las prescripciones reglamentarias y,


sancionar sus violaciones. Las sanciones consultarían la suspen-
sión y cancelación de los militantes y del propio Partido.
Conocerían, en primera instancia —Director del Registro
Electoral— y, en segunda instancia —Tribunal Calificador— de
las apelaciones que se interpusieren en contra de las resolucio-
nes de las Autoridades directivas del Partido y, en contra de las
sentencias del Supremo Tribunal Electoral, no procedería re-
curso alguno.
Son estas líneas, simplemente, el esbozo —en un "Memo-
rándum"— de las grandes ideas conducentes a la realización de
un anteproyecto de ley: de la ley que, al desarrollar la concep-
ción del Estatuto Orgánico del Partido Político de Chile, de-
termine su estructuración dentro de un régimen en que se con-
cillen —como en todo problema que cae en la órbita del Derecho
Constitucional— los grandes principios de la libertad y de la
autoridad.
"La democracia, hemos escrito —"Regímenes Políticos"—
reposa sobre dos fundamentos, estrechamente solidarios: la li-
bertad, de una parte; la autoridad y la disciplina, de otra parte.
El ordenamiento jurídico de los partidos políticos —basamento
de todo Gobierno representativo— concurre a la estabilidad del
régimen."
Libertad de los ciudadanos para asociarse, dentro de par-
tidos políticos y, en derredor de un programa cuyas doctrinas
procurarán realizar desde el Gobierno.
Autoridad del Estado para enmarcar esos organismos en el
régimen institucional que permite la convivencia social.
) 279 (

B I B L I O G R A F I A

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de I'Europe Contemporaine". cracia?"
) 283 (

INDICE DE MATERIAS

INTRODUCCIÓN 13

Capitulo I

PLANTEAMIENTO GENERAL DEL PROBLEMA POLITICO

Sección Primera

CIENCIA POLITICA; OPINION PUBLICA; PRENSA Y GRUPOS DE


PRESION; PARTIDOS POLITICOS

1. La Política 17 sión 23
2. Opinión pública . . . . 20 4. Partidos políticos . . . 30
3. Prensa y grupos de pre-

Sección Segunda

PERSPECTIVA HISTORICA; CONSAGRACION CONSTITU-


CIONAL; CRISIS POLÍTICA

5. Perspectiva histórica . . 56 i nal . . . 72


6. Consagración constitucio- 7. Crisis política 79

Capitulo II

TEORIA DEL PARTIDO POLITICO

8. Su ordenamiento . . . 89 partidos 108


a) Gobierno y oposición . 90 9. Regímenes y partidos po-
b) Los partidos desde el líticos 114
punto de vista doctri- a) Sistemas de un partido 121
nario 99 b) Sistemas de dos parti-
c) Estructura de los par- dos 127
tidos . 107 c) Sistemas de partidos
d) Organización de los múltiples 135
284 Gabriel A munátegu i

Capitulo III

EL PARTIDO POLITICO: SU ORDENAMIENTO LEGAL Y


FUNCIONES

10. Ordenamiento legal de b) Funciones electorales . 169


los partidos políticos . . 141 c) Funciones gubernamen-
Estatuto orgánico . . . 148 tales 172
11. Fundones de los partidos d) Funciones administra-
. políticos 160 tivas 175
a) Funciones de proseli- e) Funciones económico-
tismo y preelectorales . 161 sociales (gremiales) . . 177

Capítulo IV

EL PROBLEMA EN CHILE

12. Evolución histórica de los b) Régimen legal de los


partidos políticos . . . 181 partidos políticos en
13. Funciones que sirven los Chile . 250
partidos 226 15. Estatuto orgánico del par-
14. Realidad política chilena 242 tido político . ' . . . . 263
a) Datos estadísticos . . 242

BIBLIOGRAFÍA 279
COLECCIONES DE LA FACULTAD

Los Profesores de las Escuelas de Derecho de la Universidad de Chile y


los egresados y colaboradores de las mismas, cooperan a la enseñanza, inves-
tigación y difusión de las Ciencias Jurídicas y Sociales en las siguientes Co-
lecciones, cuyos títulos se enumeran correlativamente.

I.' COLECCION DE MANUALES JURIDICOS

Integrada por estudios sintéticos sobre diversas materias doctrinarias y de


legislación.
Los Manuales Jurídicos se publican bajo la dirección del Decano de la
Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Chile.

N.° 1 . — M a n u a l d e D e r e c h o P e n a l , N.°7.—Manual de Derecho Admi-


por J. Raimundo del Río C. (Pro- n i s t r a t i v o , por Manuel Jara Cris-
fesor del ramo y Decano de la Fa- ti (Profesor del ramo en la Uni-
cultad de Ciencias Jurídicas y So- versidad de Chile).
ciales de la Universidad de Chile).
N.° 8 . — M a n u a l d e M e d i c i n a L e -
N." 2 . — M a n u a l d e D e r e c h o de M i - g a l , por Samuel Gajardo Contre-
n e r í a , por Armando Uribe He- ras (Profesor del ramo en la Uni-
rrera (Profesor del ramo en la Uni- versidad de Chile y Juez de Me-
versidad de Chile). nores de Santiago).
N.° 3 . — M a n u a l d e D e r e c h o Civil,
por Victorio Peseio (Profesor del ra- N.°9.—Manual de Criminalística,
m o y Director de la Escuela de De- por el Dr. Luis Sandoval Smart
recho de Valparaíso). Tomo I: «Tí- (Profesor de Criminalística en el
tulo Preliminar del Código Civil». Instituto Superior de Carabineros
de Chile y de la Escuela Técnica
N.° 4 . — M a n u a l d e Derecho Penal, de la Dirección General de Inves-
por Gustavo Labatut Glena (Pro- tigaciones y Jefe del Laboratorio
fesor del ramo y Director del Se- de Policía Técnica).
minario de Derecho Penal y Me-
dicina Legal de la Universidad de N.° 1 0 . — M a n u a l d e H i s t o r i a d e l
Chile). D e r e c h o , por Carlos Hamilton De-
passier (Profesor Extraordinario del
N . ° 5 . — M a n u a l d e D e r e c h o Civil, ramo en la Universidad de Chile).
por Victorio Pescio (Profesor del
ramo y Director de la Escuela
de Derecho de Valparaíso). To- N,° 1 1 . — M a n u a l d e D e r e c h o P r o -
mo II: «Teoría general de la prue- c e s a l ( T e o r í a ) , por Manuel Urru-
ba y teoría de los actos jurídicos». tia Salas (Profesor del ramo en la
Universidad de Chile).
N.° 6 . — M a n u a l d e D e r e c h o P r o c e -
s a l P e n a l , por Osvaldo López N.° 1 2 . — M a n u a l d e D e r e c h o C a -
(abogado). Esta obra tiene por n ó n i c o , por Carlos Hamilton De-
base las explicaciones de clases del passier (Doctor en Derecho Canó-
profesor don Fernando Alessandri nico de la Pontificia Universidad
Rodríguez. Gregoriana de Roma).
N.° 13.—Manual de Derecho del Derecho de Valparaíso). Tomo III.
Trabajo, por Alfredo Gaete Be- «De las Personas, de los Bienes y
rríos (Profesor del ramo en la de la Propiedad».
Universidad de Chile).
N.° 23.—Manual de Derecho Civil,
N.° 14.—Manual de Seguridad So- (Las obligaciones), por Ramón
cial, por Alfredo Gaete Berríos Meza Barros (Profesor del ramo
(Profesor de Derecho del Trabajo en la Escuela de Derecho de Val-
de la Universidad de Chile) e paraíso).
Inés Santana Davis (Ayudante de
Derecho del Trabajo del Semina-
rio de Derecho Privado de la Uni- N.°¡> 24-25.—Manual de Derecho
versidad de Chile). Procesal Orgánico, por Mario
Casarino Viterbo (Profesor del ra-
N.° 15.—Manual de Técnica de la mo en la Escuela de Derecho de
Investigación Jurídico-Soclal, Valparaíso). 2 tomos.
por Aníbal Bascuñán Valdés (Pro-
fesor de los ramos de Introducción N.° 26.—Manual de Organización
al Estudio de las Ciencias Jurídi- y Atribuciones de los Tribu-
cas y Sociales y de Historia del nales, por Jaime Galté Carié (Pro-
Derecho de la Universidad de Chi- fesor de Derecho Procesal de la
le). Universidad de Chile).
N.° 16.—Manual de Procedimien-
t o Civil (Recursos Procesales), N.° 27.—Manual de Derecho Fi-
por Alejandro Espinosa Solís nanciero, por Enrique Piedrabue-
de Ovando (abogado), Con prólogos na (Profesor del ramo en la Uni-
de don Luis Barriga Errázuriz versidad Católica).
(Director del Seminario de Dere-
cho Privado de la Universidad de N.° 28.—Manual de Derecho Cons-
Chile) y de don Darío Benavente titucional, por Gabriel Amuná-
Gorroño (Director de la Escuela de tegui (Profesor del ramo en la
Derecho y Profesor de Derecho Universidad de Chile).
Procesal en la Universidad de
Chile).
N os 29-30-31,—Manual de Derecho
N.° 17.—Manual de Procedimien- Comercial, por Julio Olavarría
to Civil (Juicio Ejecutivo), por (Profesor del ramo en la Univer-
Raúl Espinosa Fuentes (abogado). sidad de Chile). 3 tomos.
Prólogo de don Fernando Alessan-
dri Rodríguez (Profesor del ramo N.°' 32-33.—Manual d e Derecho
en la Universidad de Chile). I n t e r n a c i o n a l Privado, por Fer-
nando Albónico (Profesor del ra-
18-19.—Manual de Derecho mo en las Universidades de Chile
R o m a n o , por Francisco Jorquera y Católica). 2 tomos.
(Profesor del ramo en la Universi-
dad de Chile). 2 tomos. N.° 34.—Manual del Abogado, Re-
copilación, por Carlos Estévez
N.°» 20-21.—Manual d e Medicina G. (Vicepresidente del Consejo
Legal, por Luis Cousiño Mac-lver General del Colegio de Abogados
(Profesor del ramo en la Universi- de Chile).
dad de Chile). 2 tomos.
N.° 35.—Manual d e Derecho Aé-
N.° 22.—Manual de Derecho Civil, reo, por Eduardo Hamilton D.
por Victorio Pescio (Profesor del (Profesor de la Universidad Cató-
ramo y Director de la Escuela de lica).
N.° 3 6 . — M a n u a l d e Sociología, "De la copropiedad. De la pro-
por Samuel Gajardo C. (Profesor piedad horizontal y de la pose-
de Medicina Legal en la Univer- sión».
sidad de Chile y Juez de Menores
de Santiago). N.° 4 5 — M a n u a l de Historia
C o n s t i t u c i o n a l d e C h i l e , por
N.°" 3 7 - 3 8 . — M a n u a l d e D e r e c h o Fernando Campos Harriet (Pro-
C o n s t i t u c i o n a l , por Mario Ber- fesor del ramo en la Universidad
naschina (Profesor del ramo en la de Chile).
Universidad de Chile). 2 tomos.
N.° 4 6 . — M a n u a l d e D e r e c h o A d -
N.°' 39-40.—Manual de Derecho ministrativo (Parte General),
Civil (De l a s f u e n t e s d e l a s o b l i - por Patricio Aylwin A. (Profesor
g a c i o n e s ) , por Ramón Meza Ba- del ramo en la Universidad de
rros (Profesor del ramo en la Escue- Chile).
la de Derecho de Valparaíso). 2
tomos. N.° 4 7 . — M a n u a l d e I n t r o d u c c i ó n
a l a s C i e n c i a s J u r í d i c a s y So-
N.os 4 1 - 4 2 . — M a n u a l d e I n t r o d u c - c i a l e s , por Jorge I. Hübner Gallo
ción a las Ciencias J u r í d i c a s y (Profesor del ramo en la Univer-
Sociales, por Adolfo Carvallo (Pro- sidad de Chile y Doctor en Dere-
fesor del ramo en la Escuela de De- cho en la Universidad Central de
recho de Valparaíso). 2 tomos. Madrid.

N.° 4 3 . — M a n u a l d e D e r e c h o P r o - N.°s 48-49.—Manual d e P o l í t i c a


c e s a l , por Mario Casarino Viterbo E c o n ó m i c a , por Felipe Herrera
(Profesor del ramo en la Escuela de Lañe (Profesor del ramo en la Uni-
Derecho de Valparaíso). Tomo III. versidad de Chile) 2 tomos.

N.° 4 4 . — M a n u a l d e D e r e c h o Ci- N.° 5 0 . — M a n u a l d e D e r e c h o d e


vil, por Victorio Pescio (Profesor del F a m i l i a , por Enrique Rossel (Pro-
ramo y Director de la Escuela de fesor de Derecho Civil en la Uni-
Derecho de Valparaíso). Tomo IV. versidad de Chile).

2.' COLECCION DE ESTUDIOS JURIDICOS Y SOCIALES

Formada por obras de especialización de interés jurídico, económico, so-


cial o relacionadas con las investigaciones propias de la Facultad de Cien-
cias Jurídicas y Sociales.

N.° 1.—El M a n d a t o Civil, por Da- tus (Profesor Extraordinario de


vid Stitchkin B. (Profesor de De- Derecho del Trabajo de la Uni-
recho Civil en la Universidad de versidad de Chile).
Chile y ex Profesor de Derecho
Civil Comparado de la Universi- N.° 4 . — D e r e c h o T r i b u t a r i o (El
dad de Concepción). I m p u e s t o s o b r e la R e n t a ) , por
Alvaro Rencoret (Profesor del ra-
N.° 2.—Derecho Procesal del Tra- mo en la Universidad Católica).
bajo, por Alfredo Gaete Berríos y
Hugo Pereira Anabalón (Profeso- N.° B 5-6.—Indivisión y P a r t i c i ó n ,
res de Derecho del Trabajo y De- por Manuel Somarriva U. (Profe-
recho Procesal respectivamente de sor de Derecho Civil de la Univer-
la Universidad de Chile). sidad de Chile). 2 tomos.
N.° 3.—El p r o b l e m a histórico del N.° 7. — P a n o r a m a del D e r e c h o
Trabajo, por Gustavo Lagos Ma- S o c i a l C h i l e n o , por Francisco
Walker L. (Profesor de Derecho N.° 15.—Derecho P e n a l ( P a r t e G e -
del Trabajo de la Universidad de n e r a l ) , por Gustavo Labatut Gle-
Chile), na (Profesor del ramo y Director
del Seminario de Derecho Penal y
N.° 8.—El D e r e c h o del T r a b a j o e n Medicina Legal de la Universidad
las Legislaciones L a t i n o a m e r i - de Chile).
c a n a s , por María Alvarado S. y
Ariaselva Ruz D. Con prólogo de N.° 1 6 — La C o n s t i t u c i ó n d e 1925
don Luis Barriga Errázuriz (Direc- y la F a c u l t a d d e C i e n c i a s J u r í -
tor del Seminario de Derecho Pri- dicas y Sociales.
vado de la Universidad de Chile). N.° 17.—El I m p e r i o B i z a n t i n o .
395 - 1204. H i s t o r i a , Cultura
N.° 9 . — D e r e c h o I n t e r n a c i o n a l P r i - y D e r e c h o , por Fotios Malle-
v a d o ( P a r t e G e n e r a l ) , por Fede- ros K. (Profesor de Historia y Len-
rico Duneker B. (Profesor del ra- gua Griegas en la Universidad de
mo en la Universidad de Chile). Chile).
N.° 1 0 . — E r r á z u r i z Z a f l a r t u . S u N.° 1 8 . — F u n d a m e n t o s de la P o -
vida, por Alfonso Bulnes (de la lítica Fiscal, por Felipe Herrera
Academia Chilena de la Historia). Lañe (Profesor de Política Eco-
nómica de la Universidad de
N.° 11.—Accidentes d e l T r a b a j o Chile).
y Enfermedades Profesionales
por Alfredo Gaete B. (Profesor de N.° 1 9 . — P r i n c i p i o s G e n e r a l e s d e
Derecho del Trabajo de la Uni- D e r e c h o d e l T r a b a j o , por Alfredo
versidad de Chile) y Exequiel Fi- Gaete Berríos (Profesor del ramo
gueroa A. (Ayudante de Derecho en la Universidad de Chile). Pró-
del Trabajo del Seminario de De- logo de don Luis Barriga Errá-
recho Privado de la Universidad zuriz (Director del Seminario de
de Chile). Prólogo del Dr. Ma- Derecho Privado de la Universi-
riano R. Tissembaun (Profesor de dad de Chile).
Derecho del Trabajo y Director N." 2 0 . — M i g u e l L u i s A m u n á t e -
del Instituto de Derecho del Tra- g u i R e y e s , por Raúl Silva Cas-
bajo en la Facultad de Ciencias tro (de la Academia Chilena de
Jurídicas y Sociales de la Univer- la Historia).
sidad Nacional del Litoral de Ar-
gentina) . N.° 2 1 , — P r i n c i p i o s d e D e r e c h o
T r i b u t a r i o , por Mario y Héctor
N.° 1 2 . — R e g í m e n e s P o l í t i c o s , por Fernández Provoste.
Gabriel Amunátegui (Profesor de N.°9 2 2 - 2 3 . — E c o n o m í a M u n d i a l ,
Derecho Constitucional de la Uni- por el Dr. Ernesto Wagemann. 2
versidad de Chile). tomos.
N.° 1 3 , — I n t r o d u c c i ó n a la Teoría N.° 2 4 — F i n a n z a s P ú b l i c a s (La
d e la N o r m a J u r í d i c a y la T e o - t e o r í a ) , por Manuel Matus Be-
ría d e l a I n s t i t u c i ó n , por Jorge navente (Profesor titular de De-
Iván Hiibner Gallo (Profesor Ex- recho Financiero de la Universi-
traordinario de Introducción a las dad de Chile).
Ciencias Jurídicas y Sociales de la
Universidad de Chile). N.° 25.—Los p a r t i d o s p o l í t i c o s , por
Gabriel Amunátegui. (Profesor de
N.° 14.—El C o n d e d e la C o n q u i s - Derecho Constitucional de la Uni-
ta, por Jaime Éyzaguirre. versidad de Chile).

3." COLECCION DE APUNTES DE CLASES


Compuesta por las lecciones lomadas por los alumnos durante el desarro-
llo de las respectivas clases o preparadas por los profesores. Estos Apuntes,
autorizados por cada Profesor, en la forma y dentro de los límites que se ex-
presan en los correspondientes prólogos, están destinados a facilitar el trabajo
de los alumnos en el Curso.

N.° 1.—Derecho Internacional Pú- N.° 4.—Política Económica, por


b l i c o , por Ernesto Barros Jarpa Felipe Herrera Lañe (Profesor del
(Profesor del ramo en la Univer- ramo en la Universidad de Chile).
sidad de Chile y ex Ministro de
Relaciones Exteriores). N.° 5.—Procedimiento Civil (Jui-
cio ordinario de mayor cuan-
N.° 2—Procedimiento Civil (Jui- t í a ) , por Ignacio Rodríguez Papic.
cios Especiales), por Carlos Al- Tomados del Curso del Profesor
berto Stoehrel y Mario Muñoz Sa- don Darío Benavente G.
lazar. Tomados del Curso del
Profesor don Fernando Alessan- N.° 6.—Economía Política, por
dri Rodríguez. Víctor Gazitúa N. (Profesor del ra-
mo en la Universidad de Chile).
N.° 3.—Historia Constitucional
d e C h i l e , por Julio Heise (Profe- N.°7—Derecho Marítimo, por Luis
sor del ramo en la Universidad de Humeres. Tomados del curso del
Chile). Profesor don Enrique Munita B.

4." COLECCION DE MEMORIAS DE LICENCIADOS


Esta Colección reúne las Tesis que deben presentar los egresados de las
Escuelas de Derecho para optar al grado de Licenciado, producidas en deter-
minados periodos, en tomos de materias similares o ajines, debidamente reco-
piladas y con los índices de conjunto adecuados a su mejor consulta.

Tomo 1.° Derecho-del T r a b a j o .


Tomo 2.° Derecho del T r a b a j o .
Tomo 3." Derecho Industrial y Agrícola.
Tomo 4.° Ciencias Económicas.
Tomo 5° Ciencias Económicas.
Tomo 6.° Historia del Derecho.
Tomo 7.° Medicina Legal.
Tomo 8.° Ciencias Económicas.
Tomo 9." Derecho del Trabajo.
Tomo 10. Derecho del Trabajo.
Tomo 11. Derecho Civil.
Tomo 12. Derecho Procesal Civil.
Tomo 13. Ciencias Económicas.
Tomo 14. Derecho de Minería.
Tomo 15. Ciencias Económicas.
Tomo 16. Derecho Comercial.
Tomo 17. Derecho Penal.
Tomo 18. Derecho Internacional Privado.
Tomo 19. Derecho Internacional Público.
Tomo 20. Historia del Derecho.
Tomo 21. Derecho Procesal Penal.
Tomo 22. Derecho Procesal Civil.
Tomo 23. Derecho del Trabajo.
Tomo 24. Derecho del T r a b a j o .
Tomo 25. Derecho Civil.
Tomo 26. Derecho Administrativo.
Tomo 27. Derecho Comercial.

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