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un sentido.
Freud se interesa por lo sueños, ya que le nació la sospecha de que también los
sueños poseen un sentido debido que los pacientes neuróticos en vez de presentar
síntomas, presentaron sus sueños también, dice pues que el sueño mismo es
también un síntoma neurótico y, por cierto, de tal índole que posee para nosotros la
inapreciable ventaja de presentarse en todas las personas sanas.
Freud nos invita a conocer los sueños desde la experiencia. Pues si las operaciones
fallidas pudieron tener un sentido, tal vez ocurra lo mismo con el sueño.
Si eso es el dormir, entonces el sueño en modo alguno está en sus planes, parece
más bien un intruso inoportuno. Ya que, dice Freud, el dormir sin soñar es el mejor,
el único correcto, pues mientras se duerme no debe haber actividad anímica
ninguna. (Si lo hay, es porque no hemos logrado evitar todo resto de actividad
anímica), esos restos, eso sería el soñar.
Llegados a este punto, se expone una dificultad debido a que al parecer los sueños
no poseen un sentido ya que en las operaciones fallidas eran sin duda actividades
de vigilia. Si yo duermo, si la actividad anímica cesa por completo y solo no he
podido sofocar ciertos restos de ella, no es necesario en absoluto que esos restos
posean un sentido. En realidad, no puede tratarse sino de reacciones del tipo de las
contracciones espasmódicas: de fenómenos anímicas que son resultado directo de
una estimulación somática. Los sueños serían entonces los restos de la actividad
anímica de la vigilia, perturbadores del dormir… Pero, por más que el sueño sea
superfluo, no obstante, existe; y podemos intentar dar razón de su existencia.
¿Existe algún otro rasgo común? Sí, es un rasgo inequívoco, pero mucho más difícil
de aprehender y de describir. Los procesos anímicos que se producen mientras se
duerme tienen un carácter totalmente diverso de los de la vigilia. En el sueño se
vivencian muchas cosas y se cree vivenciarlas, cuando en verdad nada se vivencia,
salvo, quizás, el estímulo que perturba al soñante. Se vivencia predominantemente
en imágenes visuales; ahí pueden colarse también sentimientos, pensamientos,
además de los otros sentidos. Pero fundamentalmente se trata de imágenes.
De aquí tropezamos con una dificultad, la de contar el sueño, de la necesidad de
traducir estas imágenes en palabras, (podría dibujarlo, pero no sé cómo decirlo).
Pondremos cuidado en tener presente este segundo rasgo común a todos los
sueños, por más que pueda haber quedado incomprendido.
¿Existen todavía otros rasgos comunes? No hallo ninguno; veo por doquier sólo
diferencias, y por cierto en todos los respectos. Tanto por lo que toca a la duración
aparente cuanto a la nitidez, a la participación de los afectos, a la permanencia, etc.
Asimismo, también hay sueños muy breves, u otros que tienen una enorme riqueza
de contenido, escenifican novelas enteras y parecen durar largo tiempo. Hay sueños
que son nítidos como la vivencia, tan nítidos que después de despertar, durante un
rato, todavía no lo reconocemos como sueños. Algunos sueños pueden poseer
sentido pleno o al menos ser coherentes, otros en cambio, son confusos, absurdos
y muchas veces locos.
Estos sueños son muy bonitos, provistos en un todo de sentido, en modo alguno
tan incoherentes como suelen serlo los sueños. Lo común a ellos es que la situación
en cada caso desemboca en un ruido que, tras despertar, se individualiza como el
del despertador. Entonces aquí vemos que el sueño no reconoce al despertador, y
tampoco este aparece en el sueño, sino que sustituye el ruido del despertador por
otro; interpreta el estímulo que pone fin al dormir, pero en cada caso lo interpreta de
manera diversa. Pero comprender el sueño equivaldría a poder indicar la razón por
la cual ha escogido precisamente este ruido y no otro para interpretar el estímulo
que ofició de despertador.
Y aun tengan ustedes en cuenta que los sueños de despertar son los que ofrecen
las mejores posibilidades de comprobar la influencia de estímulos externos
perturbadores del dormir. Puesto que el estímulo ya no es más comprobable, no
puede obtenerse certidumbre alguna. Pero aun sin considerar eso, desistimos de
ponderar los estímulos externos perturbadores del dormir, puesto que sabemos que
pueden explicarnos sólo un pequeño fragmento del sueño y no la reacción onírica
entera.
Mas no por eso hemos de desechar por completo esa teoría. Si no en todos los
casos puede estar en juego un estímulo que venga del exterior, quizá lo remplace
uno de los llamados estímulos corporales, provenientes de los órganos internos. la
tesis de que los sueños derivan de un estímulo corporal es apoyada por un número
considerable de buenas experiencias. Es en general indudable que el estado de los
órganos internos puede influir sobre el sueño. El vínculo entre el contenido de
muchos sueños y la repleción de la vejiga o un estado de excitación de los órganos
sexuales es nítido e inequívoco.
Schemer (1861), estudioso de los sueños, ha sostenido con particular vigor que el
sueño deriva de estímulos de órgano, aduciendo en favor de su tesis algunos bellos
ejemplos. En el sueño aparecen pasadizos largos, estrechos y tortuosos, como de
estímulo intestinal, o sobre los dientes al soñar con una hilera de muchachos. Y ello
corrobora la tesis de Scherner según la cual el sueño busca sobre todo figurar el
órgano que envía el estímulo mediante objetos que se le parecen.
El otro rasgo común de los sueños, su particularidad psíquica, es por una parte difícil
de aprehender y, por la otra, no ofrece asideros para una ulterior pesquisa. En la
mayoría de las veces, en el sueño vivenciamos algo en formas visuales.
Si los rasgos comunes de los sueños no nos permiten avanzar, hagamos el ensayo
con sus diferencias. Es cierto que a menudo los sueños carecen de sentido, son
confusos, absurdos; pero los hay plenos de sentido, sobrios, racionales.
Examinemos estos últimos, los provistos de sentido, para ver si pueden aclararnos
algo sobre los disparatados. Hay unas partes en el sueño es una reminiscencia
directa de algún evento ocurrido durante el día, la otra parte del sueño, que solo
tiene cierto parecido con una vivencia anterior. Únicamente nos enseñan que
hallamos en ellos repeticiones de la vida diurna o anudamientos con ella; pero esto
es solo valido únicamente para una minoría; en los sueños no hallamos
anudamiento alguno a la víspera y a partir de esto no echamos ninguna luz sobre
los sueños disparatados y absurdos.
Quizá los sueños diurnos lleven este nombre a causa de una idéntica relación con
la realidad: para indicar que su contenido ha de juzgarse tan poco real como el de
los sueños.