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El término Sombra fue introducido por el psiquiatra suizo C.G. Jung dentro del
lenguaje psicológico para referirse a una parcela de nuestro inconsciente personal.
En la formulación de su teoría afirmaba que el hombre, en su trabajo de
autodescubrimiento y autoconocimiento debía ir integrando a su psique los
elementos inconscientes, con la finalidad de tener una mayor conciencia de sí
mismo en el camino hacia la Individuación. Es decir, para llegar a convertirse en lo
que realmente es y así desarrollar su potencial individual.
En las profesiones de asesoría y/o ayuda, se espera que todo terapeuta pueda ser
un canal afinado y depurado para realmente poder prestar una labor eficaz. Si
queremos que el agua fluya limpia y cristalina, debemos periódicamente limpiar de
desechos sus canales. Si deseamos que un violín suene de manera armónica, es
necesario afinar sus cuerdas. De igual manera, quien se dedique al trabajo
terapéutico o de asesoría, debe realizar en sí mismo un trabajo de revisión
personal, lo que ineludiblemente debe incluir el trabajo sobre la Sombra. Para
Jung la primera parte del proceso terapéutico estaba enfocada en el estudio de los
elementos Sombra de la personalidad para posteriormente adentrarse en la
exploración de arquetipos más profundos.
Una vez que podamos tener un poco de mayor claridad sobre nuestras verdaderas
motivaciones como sinceros buscadores, -dispuestos a confrontarnos- es que tal
vez podremos cambiar desde adentro la imagen Sombra dentro de la Nueva Era
que se mueve en el colectivo. Sólo entonces empezaremos a transitar hacia otro
nivel de conciencia que nos permitirá profundizar sobre nuestra propia naturaleza
y aspirar, desde lo profundo, a los mundos superiores.