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PABLO VI Y LA ALEGRÍA CRISTIANA

Luis Paulino González Hernández


Seminarista de la Arquidiócesis de San José
gonzalezluispa@gmail.com
“…la despedida debe expresarse en un gran y sencillo acto de reconocimiento, es más,
de gratitud: a pesar de sus trabajos, de sus oscuros misterios, sus sufrimientos, su fatal
caducidad, esta vida mortal es un hecho bellísimo, un prodigio siempre original y
conmovedor, un acontecimiento digno de ser cantado con gozo y gloria: ¡la vida, la vida del
hombre!”

¿Podría creerse que estas palabras vengan de una persona depresiva, triste, amargada?
Definitivamente no. Quien vive amargado, no valora así la vida.

Estas palabras fueron escritas por el papa Pablo VI en “Pensamiento sobre la muerte”
(1965), un famoso escrito suyo publicado póstumamente. No es un documento magisterial
del Papa, sino una iniciativa totalmente personal surgida de lo profundo de su corazón y que
revela sus sentimientos más íntimos.

Pero esta misma visión se transparenta también en sus enseñanzas pontificias. Montini
es, hasta el día de hoy, el único Papa que ha publicado un documento magisterial cuyo tema
central es la alegría: la exhortación apostólica Gaudete in Domino (Alégrense en el Señor)
publicada en mayo de 1975, en el curso del Año Santo.

En ella señala cómo el cristiano es capaz de vivir feliz a pesar de las dificultades, las
luchas y los sufrimientos que muchas veces tiene que enfrentar. Esto se debe a que la alegría
cristiana es alegría del Espíritu. Dice el pontífice: “Sería también necesario un esfuerzo
paciente para aprender a gustar simplemente las múltiples alegrías humanas que el Creador
pone en nuestro camino…[e]l cristiano podrá purificarlas, completarlas, sublimarlas: no
puede despreciarlas. La alegría cristiana supone un hombre capaz de alegrías naturales.
Frecuentemente, ha sido a partir de éstas como Cristo ha anunciado el Reino de los cielos.
[13]. Pero el tema de la presente Exhortación se sitúa más allá. Porque el problema nos
parece de orden espiritual sobre todo. Es el hombre, en su alma, el que se encuentra sin
recursos para asumir los sufrimientos y las miserias de nuestro tiempo”. E identifica cuál es
la fuente última de la alegría del cristiano: “Sucede que, aquí abajo, la alegría del Reino
hecha realidad, no puede brotar más que de la celebración conjunta de la muerte y
resurrección del Señor”.

De esta manera, el Papa que tantos llamaron “el triste” hace Magisterio lo que él mismo
sabía vivir en su vida: el cristiano puede vivir feliz porque sabe que la fuente de su alegría es
Dios. Él ya lo vivía, lo demuestran su vida y sus acciones. Ahora lo escribe para integrarlo al
depósito universal de la fe.

Finalmente, su testamento también revela parte de este talante. En él dice: “siento deber
de celebrar el don, la fortuna, la belleza, el destino de esta misma fugaz existencia...”
¿Palabras de un hombre triste?
Luego de estos breves comentarios, parece razonable sugerir la lectura de estos textos
papales a quienes se sienten tristes, deprimidos o con miedo ante la muerte. Sólo quien ha
sufrido y ha aprendido a ser feliz pese a los sufrimientos, puede ayudar a otros a lograrlo.

Es muy difícil condensar, en tan pocas líneas, tanto que podría decirse sobre tan
extraordinario pontífice, aunque sea en un solo aspecto de su vida como lo es el tema que nos
ocupa. Sin embargo, al celebrar por primera vez la memoria del beato Pablo VI (este 26 de
setiembre), quiera Dios que este artículo y el de la edición anterior contribuyan, al menos un
poco, a hacerle justicia histórica y a desmentir los señalamientos de quienes osaron llamarlo
“Pablo el triste”.

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