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Más allá de que para algunos el de hoy pueda constituir un estadío "pre-paradigmático", es decir,
la etapa incipiente en que todavía no ha tomado cuerpo unificado un nuevo paradigma, todo pare-
ce indicar que el signo de los nuevos tiempos es justamente la coexistencia en la diversidad. No
obstante lo cual, sería necio negar que ciertas imágenes, ciertas búsquedas, aparezcan como recu-
rrentemente pregnantes. Los "nuevos paradigmas " por el momento son apenas algo más que la
resonancia de ciertas palabras: desorden, caos, incertidumbre, relatividad, autoorganización, es-
tructura, sistema, recursividad, holos (totalidades), historicidad, discurso, interpretación, y muchas
otras más o menos técnicas. Pero tampoco sería una resonancia dispersa e incoherente. Tal vez la
metáfora más ambiciosamente trascendente que recorre estas renovadas viejas búsquedas que aho-
ra han dado en llamarse "nuevos paradigmas ", sea la de la integración en un Holos caóticamente
armónico, un Caos armónicamente integrador, una Armonía integradamente caótica. Resulta un
desafío atractivo, indudablemente creativo y que implica un necesario y honesto compromiso con
un ética de la convivencia.
Desde hace un tiempo la frase "nuevos paradigmas- ha comenzado a circular cada vez más
versátil y difusamente. Responde a la necesidad de capturar en una des¡-nación multiuso un estado
de cosas incipiente y borroso, que todavía no sabemos muy bien de qué se trata, que nos cuesta ca-
racterizar. pero que indudablemente está en el aire. Bajo ese rótulo se cobijan múltiples propuestas
que. por eso mismo, parece interesante rastrear y desbrozar.
El concepto de “paradigma” cumple ya 30 años de vida y pese a esta mayoría de edad -que
le ha brindado un difundido reconocimiento-, parecería seguir conservando inalterable una de sus
mejores condiciones: esa inasible multivocidad que lo hace apropiado para generar --como enton-
ces- la ilusión de designar lo indesignable.
Con el agregado de novedad y multiplicidad, los "nuevos paradigmas”- parecen ahora indicar el
camino del cambio y la renovación en el ámbito de la ciencia y del pensamiento en general. La re-
sonancia y el perfil de un siglo XXI que esperamos mejor al que estamos terminando. Pero resulta
necesario y pertinente preguntarse una vez más qué extensión pretendemos cubrir bajo el rótulo de
“paradigmas” y cuanto de novedosas y revolucionarias resultan estas configuraciones.
Paradigmas
El concepto de paradigma implica entonces una crítica basal a las concepciones clásicas de
objetividad y verdad, en tanto el conocimiento científico adquiere un lugar más terrenal entre el
conjunto los saberes, cobra historicidad, se hace patrimonio relativo de los sujetos: y no de sujetos
libres e indeterminados, sino de sujetos inmersos en cierta clase particular redes sociales llamadas
comunidades científicas.
Si bien Kuhn intentó acotar el dominio de los paradigmas al ámbito científico, por alguna
razón se difundió una versión más laxa y al mismo tiempo más amplia de lo que cubre el marco
paradigmático. En algún sentido, un marco conceptual compartido y dominante en el seno de una
sociedad en una época determinada, se aproxima a las "weltanschauung" o cosmovisiones que pro-
ponen ciertas tradiciones filosóficas. Y es esta versión ampliada del término paradigma" la que qui-
siéramos rescatar aquí a los efectos de la argumentación que proponemos.
Nos interesa presentar la idea de que la concepción todavía vigente en la mayor parte de las
personas del mundo occidental se organiza en torno a los mismos ejes que fundamentaron la empre-
sa de la ciencia moderna y que la sostuvieron como discurso legítimo durante los últimos 400 años.
Usar el concepto paradigma para referirnos a un dominio de gente que excede los límites de las co-
munidades científicas, parece aún más apropiado en tanto la cultura occidental ha sido permeada
profundamente por las modalidades del operar científico y los productos teóricos y tecnológicos de
la ciencia. Hoy no parece arriesgado caracterizar a este estadio capitalista tardío de la Modernidad
occidental como una cultura científica-tecnológica.
La infiltración del proyecto científico dentro del resto de la cultura operada durante los últi-
mos 200años, nos permite a su vez no sólo intentar destejer la trama de esta profunda vinculación
epistémica, sino más aún, insinuar interpretaciones también vinculantes para explicar gran parte de
los graves y críticos problemas contemporáneos en los que nos hallamos sumergidos.
Al lograr una explicación única y elemental del movimiento universal; Newton introduce el
principio de la simplicidad. Esto llegó a constituir para la ciencia algo así como un ideal estético:
entre dos teorías rivales siempre será preferible, la más simple; a la par que un valor ético: lo simple
es mejor que lo complejo. El principio de simplicidad fue la base de otra operación altamente valo-
rada en el paradigma científico: el reduccionismo. La ‘verdadera’ explicación de un fenómeno se
encuentra siempre en los niveles más básicos. Así, siguiendo un modelo estratigráfico, de la reali-
dad, lo social se explica por reducción a los fundamentos biológicos de la conducta, lo biológico
por los procesos químicos que regulan el funcionamiento orgánico y aquéllos, por las leyes físicas
que operan en todos los niveles.
Descartes además de la metáfora mecanicista, aporta a este modelo la separación entre dos
tipos de sustancias: la material (res extensa) t la espiritual (res cogitans), que será la verdadera pie-
dra basal de la epistemología de la ‘objetividad’. Sujeto y objeto de conocimiento serán ahora dos
entidades independientes y enfrentadas. El mundo objetivo externo al observador, y el proceso de
observación y conocimiento no lo modifican. La razón es el instrumento por excelencia que el hom-
bre dispone para descubrir los secretos de la naturaleza. Pero el hombre, que hasta entonces se había
sentido y concebido como parte del orden natural, será ahora arrojado de ese Edén. Esta dicotomía
mente/cuerpo y su concomitante sujeto/objeto es la que permite articular el paradigma científico
con la aspiración baconiana “saber es poder”. El propósito de la ciencia moderna ya no será com-
prender la Naturaleza para armonizarse con ella; su proyecto es ahorra instrumental y concreto: co-
nocer la naturaleza como llave para dominarla, someterla y arrancarle sus secretos aunque sea por la
fuerza. El paso previo imprescindible fue separarse de ella y ubicarse en un lugar de superioridad.
Se produce así lo que algunos autores han llamado el “desencantamiento del mundo”.
La revolución científica no hubiera sido suficiente por sí sola para cristalizar el paradigma
moderno, si las condiciones históricas, sociales, económicas, religiosas y políticas, no hubieran
favorecido su transformación en una revolución tecnológica e industrial. Esto fue lo que cambió
definitivamente cambió el paisaje moderno y contemporáneo. El modelo mecanicista resultó útil y
aplicable para la construcción de las máquinas e instrumentos técnicos, que permitieron, entre otros
factores, la consolidación del capitalismo. La obsesión por el control y el dominio de la Naturaleza
se ajustaban muy bien a la ética de la acumulación, la expansión y la jerarquización de las diferen-
cias.
La causalidad lineal del modelo newtoniano -expresión casi suprema del principio de sim-
plicidad- encuentra su mejor reflejo en la metáfora del crecimiento y progreso acumulativo e indefi-
nido, en la visión que identifica al desarrollo con la tendencia hacia el máximo de producción y
consumo.
No es difícil advertir la relación de estos rasgos del paradigma cartesiano newtoniano con la
configuración del mundo contemporáneo y sus líneas de fractura. Pero quisiera enfatizar la repercu-
sión desquiciante que produjo la separación cartesiana entre materia y espíritu. El carácter de esta
oposición, que en lugar de diferenciar aspectos complementariamente relacionados los enfrentó
como adversarios antagónicos, marcó el estilo propio del conocimiento occidental: el análisis dico-
tómico que segrega, aísla, contrapone y distancia. Así una serie de otras oposiciones se encadenaron
detrás de aquella dicotomía primordial entre mente y materia, entre sujeto y objeto, señalando como
campos irreconciliables a lo racional y lo emocional, lo teórico y lo empírico, lo intelectual y lo
concreto, la ciencia y el arte, lo masculino y lo femenino. Pero la oposición no quedó en un enfren-
tamiento. Por las mismas razones históricas por las cuales lo imponerse finalmente el paradigma
científico por sobre otras tradiciones cognitivas, la oposición tuvo el carácter de una contienda cuyo
resultado fue la supremacía de un término sobre el otro.
Nuevamente la figura de Isaac Newton, aparece como la metáfora prototípica. El aura del
Newton mecanicista, enterrado con todas las pompas y honores, ha eclipsado algunos interesantes
aspectos y recorridos de su vida personal. Además de los detalles psicológicos que algunos de sus
biógrafos han podido reconstruir y que muestran una historia de privaciones afectivas, de obsesivi-
dad y represión, nos interesa rescatar por su resplandor paradójico el hecho de que fuera uno de los
últimos alquimistas brillantes. Compenetrado de la tradición hermética, su meta no era otra cosa
que lograr el dominio de la materia, resumir en una explicación áurea el caos del universo. Sin em-
bargo tuvo preclara lucidez al ocultar metódicamente esas facetas. Con el correr de los años, en aras
de consolidar su imagen pública y adherir al programa racionalista, debió incluso abjurar de algunas
de sus más íntimas convicciones, como la del carácter animado de la materia. Sin embargo, y más
allá de haber logrado reconocimiento y éxito indiscutidos, en algunos de sus escritos más personales
se percibe una insatisfacción aguda: su tremendo sistema teórico no le permitió nunca dar una ex-
plicación consecuente para aquello que explicaba todo lo demás; la gravitación, como atracción que
se ejerce a distancia, siguió pareciendo más el principio hermético de fuerzas simpatizantes que el
resultado de la dinámica de masas.
Esta apretada lista de anunciaciones muestra de todas maneras la magnitud de los temas que
estallarán en el campo de las ciencias durante el siglo XX. Junto a la revolución de la física, con su
consecuente diáspora de derivaciones tecnológicas, la biología y las Ciencias Sociales introducen
nuevas convulsiones en el paisaje del pensamiento contemporáneo.
Varias líneas de clivaje ya habían sido señaladas desde la filosofía. Tanto Nietzsche como
Heidegger habían anunciado la disolución del sujeto cartesiano. La ausencia de un fundamento para
la Verdad, el perspectivismo frente a la objetividad, el carácter discursivo del lenguaje, lahistorici-
dad de toda experiencia. Pero seguirán siendo tradiciones malditas, relegadas al lugar de los márge-
nes, voces estigmatizadas que no lograrán sacudir siquiera la sólida estantería central del paradig-
ma moderno. Esto no sucederá hasta entrado ya el siglo actual.
La nueva física quiebra con la visión atómica de la realidad y en su lugar surge una visión
relacional, un mundo de consistencia menos sólida y más virtual, enorme red de vínculos entre di-
versas partes que configuran aleatoriamente un todo heterogéneo, estable en su inestabilidad, orde-
nado en su caos.
Diferentes descripciones resultan ser válidas para explicar el mismo fenómeno, el compor-
tamiento de las partículas subatómicas no resulta independiente de la participación del observador
en el proceso de observación: todo parece indicar que la ‘objetividad materialista’ fue sólo una ilu-
sión más, un sueño de poder tuvo éxito y por tanto, consistencia de realidad
A partir de la década de los '70 el problema del cambio ocupa el centro del escenario. Los
modelos que interesan ahora son los de los procesos de cambio no lineales, la autoorganización de
nuevas estructuras no como el resultado inevitable de la acumulación progresiva, sino como la
emergencia inesperada y en alto grado impredecible a partir de situaciones caóticas o desordenadas.
Las Teorías del Caos, la Termodinámica No Lineal de Procesos Irreversibles (Ilya Prigogine), la
Teoría de las Catástrofes (René Thom), la Matemática Fractal (Mandelbrot), son algunos de los
aportes más levantes en estos campos.
¿Nuevos paradigmas?
Después de este apretado recorrido desde Copérnico hasta nuestros días parece oportuno
volver sobre la pregunta que de alguna manera inspiró este artículo. ¿Estamos asistiendo a un re-
cambio paradigmático?
No obstante lo cual, sería necio negar que ciertas imágenes, ciertas búsquedas, aparezcan
como recurrentemente pregnantes. Los "nuevos paradigmas” por el momento son apenas algo más
que la resonancia de ciertas palabras: desorden, caos, incertidumbre, relatividad, auto - organiza-
ción, estructura, sistema, recursividad, holos (totalidades), historicidad, discurso, interpretación, y
muchas otras más o menos técnicas. Pero tampoco sería una resonancia dispersa e incoherente. Tal
vez la metáfora más ambiciosamente trascendente que recorre estas renovadas viejas búsquedas que
ahora han dado en llamarse “nuevos paradigmas" sea la de la integración en un Holos caóticamente
armónico, un Caos armónicamente integrador, una armonía integradamente caótica. Resulta un de-
safío atractivo, indudablemente creativo y que implica un necesario y honesto compromiso con una
ética de la convivencia.
Bibliografía General
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WOODCOCK, Alexander y Monte DAVIS. Teoría de las catástrofes. Cátedra, Madrid, 1989.
Guía de lectura
1) Subraye las palabras que representen el advenimiento de un nuevo paradigma y busque su signi-
ficado.
2) Frente a la concepción tradicional de ciencia como proceso lineal y acumulativo, cuál es la visión
de Kuhn?
6) Trace una línea histórica con los principales acontecimientos desde Copérnico hasta nuestros días
8) ¿Qué metáforas utiliza la autora para referirse al paradigma de los nuevos tiempos?