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A continuación se realizará una reseña basada en el texto “La metrópoli y la vida

mental” del autor Georg Simmel, encontrado en el apartado V de su libro “Sobre la


Individualidad y las Formas Sociales”, publicado en Buenos Aires en el año 2002.
Simmel plantea el interrogante de cómo la personalidad del hombre se acomoda y se
ajusta a las exigencias de la vida social; planteo que intenta analizar a lo largo de la obra
citada. Lo expuesto aquí denota un componente cultural y psicológico por sobre el área
política o económica.
El objetivo del texto se basa en dar cuenta acerca de las características que diferencian
a la vida del hombre en las metrópolis (grandes ciudades) en contraposición a la vida en
el ámbito rural o pequeñas ciudades.
La idea central que el autor propone es una mirada al hombre que vive en las
metrópolis como un ser que intelectualiza la vida social, de aquello deviene el título del
texto “La metrópoli y la vida mental”.
Lo señalado en el párrafo anterior es argumentado por el autor comparando la
metrópoli y el ámbito rural. En primer lugar, toma el grado de conciencia que se
presenta en cada uno de ellos; afirmando que en la primera existe un mayor grado de
conciencia y estado de alerta (en la cual el ritmo de vida y la actividad sensorial y
mental ocurren de modo acelerado e ininterrumpido) que en la segunda donde todo
sucede de una manera más tranquila y uniforme.
A su vez, y en relación a lo expuesto, el autor manifiesta la existencia de un fenómeno
anímico asociado a las metrópolis denominado “indolencia” (página 392), con ello
quiere representar la indiferencia del hombre hacia el entorno a causa del embotamiento
que producen los incesantes estímulos que el hombre de la metrópoli recibe
constantemente. Además, aparece otro fenómeno anímico que nomina “reserva” (página
394), con el cualel hombre de la metrópoli adopta una actitud de aversión y antipatía
con su entorno. Ambos fenómenos anímicos mencionados los caracteriza como
fenómenos adaptativos presentes en las grandes ciudades.
Por otra parte, otro argumento que considera el autor y que se vincula con lo
desarrollado anteriormente radica en las relaciones sociales observadas en un ámbito y
en el otro. En el caso de la metrópoli los vínculos sociales están sostenidos desde
relaciones intelectuales con el entorno (menor sensibilidad y mayor distancia con la
profundidad del ser); mientras que en el caso del ámbito rural, los mismos están dados
en relaciones emocionales profundas (mayor sensibilidad, empatía y acercamientos con
lo más profundo de la personalidad).
Asimismo, Simmel se refiere a la metrópoli como la sede de la economía monetaria;
afirma que el principio monetario y el intelecto están enlazados, dado que ambos
mantienen relaciones esporádicas y eventuales tanto en el trato con los hombres como
con las cosas en general; es decir, aquí no hay espacio para la individualidad ni
sensibilidad, ambas características de la vida rural.
En concordancia con lo desarrollado en los párrafos anteriores, Simmel sostiene que
“todas las relaciones anímicas entre personas se fundamentan en su individualidad”
(página 390); aquí el autor intenta referirse a los lazos que se mantienen en la vida rural,
“mientras que las relaciones conforme al entendimiento calculan con los hombres como
con números, como con elementos en sí indiferentes que sólo tienen interés por su
prestación objetivamente calculable” (página 390); en este caso se refiere a los vínculos
que acontecen en la vida de las metrópolis.
Con lo cual en las líneas citadas se aprecia nuevamente la diferencia más importante
en las relaciones sociales del hombre rural y del hombre de la metrópoli, donde una vez
más se pueden observar relaciones racionales, mentales o intelectualización de la vida

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social (sinónimos que utiliza el autor para describir al modo de interacción que posee el
hombre de la metrópoli).
La lectura del texto aquí trabajado ha permitido aportar una comparación con la vida
actual en la ciudad donde vivimos, dado que al estar inmersos en una vorágine de
actividades y acontecimientos, no permite brindarnos el espacio para detenernos en
observar a nuestro alrededor así como tampoco a nuestro interior, nuestra propia
individualidad. En consecuencia, en lo personal, el texto posibilitó realizar una
comparación entre la ciudad de Buenos Aires (enmarcada en lo que Simmel describe
como metrópolis o grandes ciudades) y el interior del país (situado en lo que el autor
define como zonas rurales o pequeñas ciudades).En ambos, el estilo de vida es
totalmente diferente entré sí, con ritmos de vida contrapuestos.

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