Вы находитесь на странице: 1из 4

La palabra seminario proviene de semen, semilla, un lugar donde puede germinar algo.

Esto invita a un desafío, ese desafío es reunirnos para pensar.

En relación a las adicciones todos tenemos un saber constituido. Todos sabemos algo en
relación a lo que queremos decir cuando decimos adicto. Sin embargo ese saber se confronta
con una verdad: poco hemos podido hacer como sociedad con una problemática creciente,
con pocas soluciones y siempre parciales.

La verdad a lo que se llega acumulando saber, sino aquello que nos muestra la insuficiencia, la
falla en el saber sobre el que queremos descansar cómodamente.

Todo lo que sabemos de las adicciones, sin embargo, el tratamiento de las adicciones es los
más difícil que hay.

Es un llamado de humildad para el psicoanálisis

La verdad es el testimonio de la insuficiencia del saber, lo que nos muestra que aún el
problema está intacto, que aún no hemos alcanzado a resolverlo.

Por eso este espacio nos plantea un desafío: pensar.

Pensar no es recitar saberes, sino evaluar por qué esos saberes son insuficientes para resolver
los problemas, es el desafío de poner en tela de juicio todo lo que sabemos y someterlo al
beneficio de la duda para intentar construir desde ahí nuevas respuestas.

Hablar de adicciones es un tema sumamente complejo porque requiere generalizar aspectos


que sólo pueden pensarse en singular.

Al decir de Fabián Naparstek, un psicoanalista que escribe sobre el tema, no hay nada más
distinto que un adicto que otro adicto.

Cómo generalizar la singularidad del consumo de cada uno a la totalidad de aquellos que
consumen.

Para obtener una orientación me serví de un comentario, muy atinado, que me hizo Ayelén
cuando conversábamos sobre el tema el mes pasado.

Me dijo que una psicóloga planteó que el adicto no consume, contra todo lo que solemos
pensar porque tiene un problema.

Es algo que solemos olvidar con frecuencia, incluso los profesionales de la salud y es una
experiencia constante en el primer contacto que uno tiene con una persona con problemas de
consumo.

Un padre, una madre, un profesional que le pregunte al adicto ¿por qué consumís?, de modo
casi invariable se va a encontrar con una respuesta desconcertante: no sé, porque me gusta,
porque sí, porque no puedo hacer otra cosa, porque no puedo dejar de hacerlo.

Nunca la respuesta va a ser: porque me separé, porque mis padres se separaron, porque no
soporto a mi jefe, etc.

Nunca el que consume consume porque tiene un problema porque a los problemas se los
resuelve, o se resuelven solos, o se los tolera.
Porque eso no es adicción, tomar anfetaminas para rendir un examen, etc, no es adicción, es
abuso, pero no A-DICCIÓN.

El que consume lo hace por otra causa y ese es el interrogante que pretendo seguir.

El consumo tiene como causa algún tipo de sufrimiento, y la sustancia, o lo que sea que vaya a
ese lugar aparece como remedio.

Hay algo intolerable en el adicto, que intenta cada vez, con cada nueva dosis calmar.

No pensemos en drogas solamente, pensemos en comida, en el juego, en el encuentro sexual


promiscuo, en los gastos compulsivos, donde lo que hay es una repetición de lo mismo, una y
otra vez lo mismo para aquietar algo que empuja desde el interior y pareciera que no puede
calmarse.

Eso “mismo” que insiste, ese “apetito insaciable” de ninguna manera creo que se pueda
llamar problema.

Problema es algo que se puede resolver con una acción concreta, algo que uno toma o deja,
algo que uno afronta o esquiva, pero no ese empuje que pide satisfacción monótona y
mortífera.

Los seres humanos vivimos entre problemas. Los grandes hombres y mujeres de la historia,
han sido grandes porque tuvieron un gran problema que resolver.

San Martín se convirtió en quien fue porque estuvo dispuesto a buscarse un gran problema y
resolverlo. Más allá de las motivaciones particulares, que eso se lo dejo a los historiadores,
nadie lo obligó a venir desde España, donde era un militar con trayectoria a los lejanos países
americanos. Él se lo buscó, y por eso se transformó así mismo.

Einstien dedicó buena parte de su vida a resolver la relación entre la velocidad de la luz y el
espacio recorrido y determinó la relatividad del tiempo. Inventó una teoría que cambió al
mundo y tuvo en sus investigaciones un objeto de pasión y entusiasmo que le dio un sentido.

Freud, en el encuentro con la histeria, inventó el psicoanálisis que cambió la forma que
tenemos de pensar el psiquismo humano.

No son los grandes hombres y mujeres los que resuelven los problemas, sino que son los
grandes problemas los que engendran grandes hombres.

La mayor suerte que podemos tener las personas es tener problemas, que nos transforman en
quienes somos.

No hace falta pasar a la historia para tener grandes problemas que nos den sentido a la vida,
uno puede ser padre, maestro, profesional, etc.

Hay un primer tiempo en el que un sujeto está inerme frente a un problema nuevo, un
segundo tiempo de lucha y un tercer tiempo de resolución y trasformación.

Cuando atravesé un problema soy otro, independientemente del resultado.

El que consume compulsivamente, no consume porque tiene un problema, consume porque


no lo tiene.
Si lo vemos desde cierta óptica, los problemas son límites. Es el límite que nos impone una
situación confrontada con nuestra creatividad para resolverla.  y eso es lo que nos
humaniza.

La forma más terrible de no tener problemas es la exclusión social. El que está afuera no
participa de los problemas de la comunidad, está afuera, tiene que sobrevivir y tiene que
soportar su exclusión.

Lo que sabemos es que los excluídos consumen las drogas más mortíferas, el paco, el poxiran.
Lo mortífero es la situación en la que se encuentran, fuera del lazo social.

Otra forma de quedar afuera es el trabajo mecanizado, que aparece en la cultura occidental
con el capitalismo, en el que un sujeto no pone su creatividad en juego, sino que, al modo de
una máquina, realiza un trabajo siempre igual a sí mismo que lo mecaniza. Chaplin lo
dramatiza en una comedia que se llama tiempos modernos, haciendo una crítica lúcida.

Entonces, aproximándonos, podemos decir que cuando al ser humano se le impide desarrollar
su creatividad, su capacidad de inventiva, sus recursos para poder responder al llamado del
otro social queda sumido en un modo de sufrimiento particular: la angustia.

Tenemos a un otro social que está ahí, pero que no hace sitio a un sujeto para que encuentre
en él su lugar.

La angustia es el sujeto frente a su desamparo, a su exilio del otro.

Todos alguna vez pasamos por allí.

Todos alguna vez pasamos por la angustia.

Todos alguna vez quedamos exiliados del otro.

Nacer, soportar la ausencia materna, empezar el jardín de infantes, dejar la familia de origen,
construir la propia vida, suponen exilios renovados de una posición previa de comodidad.

Para pensar esto en la tradición occidental tenemos un mito de origen, Adan y Eva, expulsados
del paraíso por comer del fruto de la curiosidad.

Los mitos son interesantes, seamos religiosos o no, porque nos permiten pensar de un modo
metafórico los problemas humanos.

Adán y Eva expulsados y un ángel portador de una espada de fuego que impide volver al
paraíso tienen que ver con esos exilios renovados del paraíso que atravezamos los humanos a
lo largo de la vida.

Aunque lo intentamos todo el tiempo…!

Y cada intento de volver, si uno insiste es una insistencia renegatoria. Eso es la adicción.

Estamos afuera permanentemente del otro, de la sociedad y allí intentamos inscribirnos con
acciones, siempre parciales, siempre condicionales, siempre provisorias.

Que nos mueve a inscribirnos en la sociedad?: esa misma fuerza que empuja.

Esa fuerza es la necesidad que tengo como ser humano de resolver mi exilio. Mi profunda
diferencia respecto del resto de el grupo humano al que pertenezco a medias.
Allí aparecen toda clase de dificultades: ¿me aceptarán?, ¿Qué esperarán de mí?, ¿soy bueno?,
¿sirvo?.

El adicto se ahorra todas esas preguntas.

La satisfacción está en la sustancia y no en el otro. O bien, esa sustancia, le permite encajar en


el lugar que el otro espera de él.

Un amigo me contaba de un vendedor de autos que tomaba cocaína para vender. Mi amigo se
sorprendía de lo exitoso que era (creo que un poco lo envidiaba) y me parece que me
preguntaba más bien donde fallaba la cuestión.

No sé si la cosa fallaba, ese tipo nunca iría a un psicoanalista, porque se adaptaba


perfectamente a lo que se esperaba de él, que fuera un buen vendedor.

El tipo resolvía su extrangeridad con una muleta.

Hay otros que directamente usan la sustancia para un placer solitario, así se evitan todo
vínculo con el otro.

A eso responde la dificultad de tratamiento. Entendamos que si aquel que consume lo hace
para evitar poner en juego su falla, su dificultad en el campo del otro, ese mismo mecanismo
que lo enferma lo hace difícilmente permeable a su tratamiento.

El adicto no quiere perder el paraíso, nosotros lo invitamos a salir afuera.

Ahí entra en juego el caso por caso, la singularidad. Tenemos que entender, en alguien que
consume, que función tiene ese objeto ahí.

Que hace que en ese sujeto sea tan difícil el vínculo con el otro.

Y principalmente, antes de atender a lo singular, que medidas de intervención previas


podemos encontrar entre ese sujeto excluído y ese empuje que funciona allí como empuje
hacia la muerte.

Desde esta perspectiva puede entenderse a la reducción de daños como una intervención
válida, pero que deja intacto el problema por el cual alguien se excluye del vínculo con el otro
y con sus propias debilidades.

La reducción de daños es una respuesta parcial que puede adoptarse desde una institución,
que de ninguna manera es incompatible con otros abordajes y sin duda ayuda a prevenir
daños asociados con el consumo, como el contagio de enfermedades y el empuje hacia la
muerte.

Con lo único que es incompatible la reducción de daños es con la toleracia cero. Estoy de
acuerdo con que sería la mejor solución, si es que eso funcionara.

Bajo ciertas condiciones, en instituciones, con posibilidad de control estricto eso es factible,
pero a nivel comunitario tal vez sea utópico y eso deje intactas las condiciones de daño
asociadas al consumo.

Вам также может понравиться