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ANTROPOLOGÍÍA BÍÍBLÍCA

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1.1 FUNDAMENTOS DE LA ANTROPOLOGÍA

1.1 Definiciones1
El hombre en su afán de explicar su origen, desechando la enseñanza bíblica, inició lo que
conocemos como antropología. Esta palabra deriva de los vocablos griegos: antropos, que
significa hombre, y logos, que quiere decir estudio. Por tanto, la antropología es sencillamente
el estudio del hombre. Y es sobre la base de los requerimientos de esa ciencia que los
estudiosos bíblicos dieron respuestas a las numerosas preguntas de la arqueología,
implementando así la antropología bíblica: ¿Qué es el hombre? ¿Cómo se originó?, Etc., todo
ello basado en la Biblia.
1.2 Importancia de la Antropología: ¿Qué es el hombre?2
Hace tres mil años el salmista le preguntaba asombrado a Dios: “¿Qué es el hombre, para que
tengas de él memoria?” (Salmo 8:4). Después de todo este tiempo transcurrido, el ser humano
continúa planteándose la misma cuestión. La extensa gama de respuestas que se han dado a
lo largo de la historia no parecen, ni mucho menos, haber agotado el tema.
Tal ha sido siempre el reto de la antropología, en sentido general, llegar a conocer la esencia
fundamental del ser humano. Sin embargo, lo cierto es que no existe consenso. Hay todavía
numerosas concepciones de lo que es el hombre. Las diversas soluciones antropológicas
configuran un amplio abanico que va desde la más pura animalidad hasta las nociones míticas
del superhombre, el hombre-semidiós, pasando por las ideas del hombre objeto y hombre
máquina. ¿Es el ser humano una cosa más en el mundo de los objetos o, por el contrario,
estamos frente a una realidad subjetiva, ante un ser personal? ¿Somos una especie zoológica
como las otras del pretendido árbol evolutivo, o existen realmente diferencias cualitativas que
nos distinguen de los demás seres vivos? ¿Puede equipararse la mente humana al órgano del
cerebro o lo mental supera con creces lo cerebral? Las respuestas que se dan a todas estas
cuestiones configurarán modelos bioéticos distintos y contrapuestos. De ahí la necesidad de
transparencia en las ideas previas que debe exigírsele a todo planteamiento ético de la vida.
No es este el lugar para realizar una historia general de la antropología, sin embargo, sí que
nos parece pertinente revisar las últimas manifestaciones que se han venido sucediendo,
sobre todo en el último siglo, desde la aparición de la filosofía existencialista hasta el momento
presente.

1.2.1. Antropologías del siglo XX


Ante la necesidad de ofrecer una visión de conjunto, se ha optado por resaltar las
concepciones acerca del ser humano que defienden las seis ideologías siguientes:
existencialismo, estructuralismo, neo marxismo, reduccionismo biologista, conductismo y la
llamada antropología cibernética.

1.2.1.1. Antropología existencialista


El hombre se concibe como un proceso abierto e inacabado. Este proceso abierto de
autorrealización se trunca con la muerte. De ahí que la antropología existencialista sea, en

1 THOMPSON, Les. “La Persona que soy”. Unilit, 1997. Pg. 12


2 CRUZ, Antonio. “Bioética Cristiana”. Editorial Clie. 1999. Pg. 27-44

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realidad, una teoría sobre la muerte, una tanatología. Si el Dios de la fe cristiana fue el Creador
del ser a partir de la nada, el filósofo existencial sería el creador de la nada a partir del ser.

1.2.1.2. Antropología estructural


La antropología estructural afirma que el ser humano es únicamente una realidad objetiva. El
sujeto como ser trascendente, por tanto, no existiría. El hombre carecería de alma, de
conciencia y de espiritualidad. No tendría sentido ya hablar de “culpa”, sino de “error”. No
existiría el bien y el mal, sino sólo estructuras que podrían funcionar mejor o peor.

1.2.1.3. Antropología neo marxista


El marxismo ve al hombre como un producto de la vida social. El individuo no sería un ser
autónomo e independiente de la sociedad en la que vive sino que, por el contrario, se le
concibe como un ente generado por ella y dependiente de ella.

1.2.1.4. Antropología biologista


El hombre es un animal que había tenido éxito en la lucha por la existencia. Su inteligencia, así
como su capacidad para el raciocinio, la abstracción o la palabra hablada, no son más que el
producto de la acumulación neuronal en el órgano del cerebro. Las únicas diferencias con el
resto de los animales serían solamente cuantitativas pero no cualitativas.
Tres obras emblemáticas: El azar y la necesidad, del bioquímico francés J. Monod, quien fue
premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1965; El paradigma perdido, el paraíso olvidado, del
antropólogo, E. Morín y Sociobiología del etólogo E. O. Wilson. Veamos en síntesis lo que
proponen cada uno de estos autores:
Tal como se desprende del título de su libro, Monod argumenta que en el origen y transmisión
de la vida no existiría ningún tipo de finalidad sino únicamente el concurso de dos leyes
impersonales, el azar y la necesidad. Las posibilidades que tenía la vida para aparecer por
azar eran prácticamente nulas, sin embargo, “nuestro número salió en el juego de Montecarlo.
¿Qué hay de extraño en que, igual que quien acaba de ganar mil millones, sintamos la rareza
de nuestra condición?” (Monod, 1977:160) 3.
Todos los seres vivos, incluido el propio hombre, serían meras máquinas generadas por
casualidad. No habría un destino final predestinado ni un origen inteligente. No es necesario
recurrir a las ciencias humanas, a conceptos metafísicos a la noción de espíritu, para describir
lo que es el hombre. Sería suficiente con entender sus reacciones fisicoquímicas .
Pero, por otro lado, ¿no continúa siendo la vida y el propio hombre un auténtico enigma? ¿Es
posible dar cuenta de la increíble diversidad y complejidad de lo viviente sin apelar al diseño
original? ¿Puede el azar fortuito dar razón de la conciencia autor reflexiva del hombre?
¿Cómo brotó la libertad humana en un terreno únicamente abonado por la necesidad y el
azar?

3 M ONOD, J. 1977, El azar y la necesidad, Barral, Barcelona.

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Afirmar, como lo hizo Monod, que el azar es “una noción central de la biología moderna... la
única compatible con los hechos de observación y de experiencia”, es una posible
interpretación de los hechos, no la única y, desde luego, no es el hecho en sí.
Por su parte, el antropólogo Morín se propone también en su obra romper con el “mito
humanista” para quien el ser humano sería el único sujeto en un mundo de objetos. Su idea
es acabar con la “fábula” inventada por la religión cristiana, en colaboración con las ideologías
humanistas, que concibe al hombre como un ser sobrenatural o como creación directa de la
divinidad. Para conseguir su propósito procura evidenciar la gran cercanía que existiría entre
hombres y animales.
Para Morín no hay frontera alguna entre sujeto y objeto, antropología y biología, cultura y
naturaleza o, en fin, entre el hombre y los animales. La vida humana equivaldría, en definitiva,
a pura física y química. Seríamos máquinas perfeccionadas, hijos todos de la gran familia
Mecano. Robots de carne y hueso con conciencia cibernética.
Por último, nos queda la sociobiología como postrer baluarte del reduccionismo biologista
contemporáneos. Wilson la define como “el estudio sistemático de las bases biológicas de
todo comportamiento social” (Wilson, 1980:4) 4. En realidad, se trata de una disciplina que
mediante la utilización de conocimientos ecológicos, etológicos, genéticos y sociológicos,
pretende elaborar principios generales acerca de las características biológicas de las
sociedades animales y humanas. Sería un intento de unificación, una “nueva síntesis” entre la
biología y la sociología.
La misión fundamental en la vida sería producir y transmitir los propios genes para que éstos
pudieran perpetuarse convenientemente. Animales y humanos, por igual, son concebidos así
como máquinas creadas por el egoísmo impersonal de los genes. La humanidad y su
comportamiento social estarían determinados genéticamente.
Lo cierto es que siempre que se pretende construir una moral o una ética basada en la
genética se llega a consecuencias indeseables para el propio ser humano. Detrás de
cualquier racismo hay generalmente un darwinismo social o una sociobiología solapada. La
ética es algo exclusivo del hombre que no puede heredarse de forma biológica sino que ha de
adquirirse a través de la cultura. Echarle la culpa de nuestras maldades a los genes y tirar la
libertad humana por la ventana equivale a reconocer, una vez más, que somos máquinas
pensantes incapaces de autocontrol.
La sociobiología no puede explicar de manera satisfactoria las palabras bíblicas: “amarás a tu
prójimo como a ti mismo” porque los genes no entienden ese amor al prójimo que no reporta
ningún beneficio. El hombre es el único ser que posee conciencia de su propia muerte y esa
capacidad es la que le predispone hacia sus creencias religiosas. Precisamente esta
autoconciencia, junto al desarrollo de la ética y de la religiosidad, son características notables
que abren una brecha fundamental entre el ser humano y el resto de los animales.
¿A qué clase de bioética conducen los silogismos? Si el mono es igual que el hombre, ¿por
qué no se va a poder tratar absolutamente igual a ambos? De hecho, en el mundo occidental
hay animales de compañía que viven mejor cuidados que millones de niños del Tercer Mundo.

4 WILSON, E. O. 1980, Sociobiología. La nueva síntesis, Omega, Barcelona.

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El proyecto de la antropología biologista de reducir lo humano a lo puramente zoológico, y lo


biológico a lo inorgánico, no puede calificarse de científico sino, más bien, de ideológico.
Ocurre con demasiada frecuencia que de ciertas hipótesis, aparentemente científicas, se
amagan preferencias y convicciones metafísicas personales.

1.2.1.5. Antropología conductista


Asume que en el hombre no habría una realidad llamada “mente”, sino únicamente un
mecanismo de estímulo respuesta. Los cambios de conducta, o aprendizajes, se investigan
primero en animales para aplicarlos después al ser humano. La conducta humana está
determinada por el ambiente y modificado éste podría cambiarse la voluntad.

1.2.1.6. Antropología cibernética


Los últimos intentos de explicación de la realidad humana provienen de la nueva ciencia de los
ordenadores. Algunos pensadores pretenden relacionar cibernética y antropología. En
efecto, si se asume la doble ecuación de que la mente equivale al cerebro y que éste no es
más que un órgano físico, la conclusión que se sigue es la equiparación entre el hombre y la
computadora.
El ser humano no es más que una máquina pensante. Un paso hacia la aparición de las futuras
personas artificiales. Hay una enorme fe en el progreso informático que lleva a homologa:
mente-cerebro y cerebro-máquina. Sin embargo, la idea de que el cerebro es una máquina no
es compartida por todos los científicos de nuestros días, como en ocasiones se cree.
El hombre es mucho más que la máquina y que el animal. De ahí que la búsqueda científica
del alma continúe generando nuevas hipótesis y nuevos intentos de explicación (Crick, 1994) 5.

1.2.2. La antropología cristiana frente a las otras antropologías


La mayor parte de las antropologías del siglo XX que han sido brevemente reseñadas
conducen a las mismas conclusiones.
- Si el existencialismo estaba convencido de que el ser humano era portador del terrible
gusano de la nada,
- por su parte, el estructuralismo dirá que el hombre no es persona, sino únicamente un
objeto más de otros.
- De manera parecida, el conductismo y los distintos biologismos supondrán que se trata
sólo de un primate con suerte,
- mientras que la antropología cibernética nos equipará a las máquinas computadoras.
En resumen, la realidad humana según tales concepciones no difiere cualitativamente del resto
de la materia. Los conceptos de “persona” y “libertad” no significan nada. El hombre no es un
fin en sí mismo sino un medio para alcanzar otros fines. Un valor relativo que puede ser
utilizado según las circunstancias para cualquier finalidad que se considere necesaria. El
comportamiento humano y la propia historia no son más que el resultado de las leyes
biológicas y fisicoquímicas combinadas con el azar.

5 CRICK, F. 1994, La búsqueda científica del alma, Debate, Madrid.

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La raíz antropológica condiciona decisivamente cualquier respuesta bioética.


Pero por otro lado y frente a todo este abanico ideológico, ¿cuál es la postura de las
Escrituras? ¿Qué nos dice la antropología bíblica acerca del hombre? El relato creacional del
Génesis se refiere claramente al ser humano como “imagen de Dios”: “Hagamos al hombre a
nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”. (Gn 1:26). La culminación de toda la obra
creadora es precisamente una criatura singular y única. Un ser que será fin en sí mismo y
nunca deberá considerarse un medio. Un representante del Creador cuya responsabilidad
consistirá en señorear y gobernar la creación.
De manera que la criatura humana a pesar de pertenecer a la realidad mundana, la trasciende
porque fue hecha “un poco inferior a los ángeles” y coronada “de gloria y honra” para señorear
las obras del creador (Sal 8:5-6). La realidad del hombre, según la Biblia, es sumamente
paradójica frente al resto de los seres creados. De una parte se le confiere el señorío de un
mundo físico y material, ya que él mismo es cuerpo mundano, mientras que de otra se señala
su transmundanidad.
El hombre es “cuerpo”, materia afincada en la tierra, de ella provienen todos sus elementos
constitutivos, pero a la vez es el interlocutor entrañable de Dios, la imagen que le representa en
el mundo. Por tanto, es también “persona”, “alma”, sujeto capaz de dialogar con el Creador y
de proyectarse hacia él. El hombre no está perfectamente adaptado a ningún ecosistema
concreto sino que es capaz de sobrevivir en cualquier ambiente. Es un ser abierto a todo el
mundo, apto inclusive para alcanzar los astros y colocar su nido “entre estrellas”, como
señalara el profeta Abdías (1:4)
Una segunda característica de la especial naturaleza humana es su constante insatisfacción.
Los humanos nunca estamos satisfechos con los logros alcanzados. Siempre aspiramos a
más. El hombre vive siempre en la esperanza. Experimenta una exigencia continua de rebasar
sus propias fronteras y descubrir nuevos límites.
De manera que esta ambivalencia humana consiste en ser una creatura del mundo con cuerpo
físico y, al mismo tiempo, una espiritualidad que trasciende todo lo mundano. De ahí que
resulte tan difícil para ciertas antropologías aportar una definición satisfactoria del fenómeno
humano. Desde la concepción bíblica, no obstante, el hombre fue creado por Dios para la vida
y no para la muerte. La gloriosa victoria de Jesucristo sobre ésta constituye precisamente la
esperanza cristiana de toda resurrección.

1.3. Antropología: Instrumento para el acercamiento al hombre desde la comprensión


de su naturaleza

1.3.1. La interdependencia del sistema doctrinal


Lo que creemos acerca de una doctrina afecta o tiene implicaciones para otras doctrinas. Lo
que creemos acerca del hombre afecta lo que creemos respecto a Cristo y Su obra. Por
ejemplo, si no crees en la depravación total, no apreciarás el sacrificio de Cristo por Su pueblo.

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Además de afectar nuestra perspectiva de la salvación, nuestra antropología “afecta nuestros


métodos de evangelismo, [y] nuestra esperanza para el futuro. De hecho, afecta todo.” 6

1.3.2. ¡Lo que la gente piensa sobre sí misma y este mundo afectará profundamente la
forma en que vive!
Si el comportamiento de las personas refleja lo que ellos creen que es real y verdadero, ¿cuál
es el punto de vista que está dominando nuestra cultura?
La evolución de Darwin no es primordialmente importante como una teoría científica, sino como
un dominante entendimiento cultural de la historia de la creación. Toda cultura debe tener su
historia sobre su creación como base para su filosófica, su educación y sus leyes.7

Si queremos saber cómo dirigir nuestras vidas y relacionarnos con nuestro prójimo, el
lugar donde comenzar es conociendo cómo y por qué fuimos creados. Cuando existe un
desacuerdo radical en una comunidad sobre la historia de la creación, el escenario está abierto
para toda clase de conflictos. Este tipo de conflicto es conocido como "cultura de guerra".
Según la historia de la creación más aceptada hoy día, todos evolucionamos por un proceso
material desconocido y sin propósito, con cambios genéticos al azar, y por medio de una
selección natural que nadie controla. Esto implica que el conocimiento de la mente de un
Creador y de su propósito es ilusorio; y que el verdadero creador –la evolución – no tiene
mente ni propósito.
¿Quién o qué define moralmente un comportamiento aceptable?
La respuesta a esa pregunta no es automática ni es fácil. La respuesta que debe ser estudiada,
pensada y aceptada será la que establecerá los linderos y parámetros de la vida.
Nuestra batalla es contra todos aquellos que nos quieren quitar confianza en Dios y en Su
Palabra. Con toda su fuerza buscan minar nuestra fe. Como explica Phillip Johnson: “ Desde el
punto de vista naturalista creen que el Dios Creador de la Biblia es tan irreal como los dioses
del Olimpo, y que los Diez Mandamientos fueron dados por una deidad tan irreal que no son
más que unos mandamientos de un viejo clérigo".
Encima de todas esas negaciones, nos han venido con otro problema: la llamada
“reconstrucción postmoderna” de la historia. En realidad no es “reconstrucción” es literalmente
la “destrucción” de la historia.
Bajo este concepto se reescribe la historia para ajustarla al punto de vista buscado. A propósito
distorsionan los verdaderos hechos para que nadie pueda reclamar autoridad sobre ella. Saben
que si no existe una fuente de autoridad que indique lo bueno y lo malo, entonces ¡todo está
permitido!
En nuestras vidas, ¿qué lugar juegan las verdades históricas en cuanto a Dios, la creación, los
propósitos de Dios en habernos creado? ¿Será que nos hemos dejado engañar por aquellos

6 ROBERTS, Linleigh J., Let Us Make Man, Carlisle, PA: Banner of Truth, 1988, p.
7. 7 JOHNSON, Phillip E. Reason in the Balance, páginas 12-13.

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que por encima de la verdad buscan una religión que les convenga, que no pida mucho, que
permita hacer lo que a la gente le gusta? Tal tipo de religiosos toman la Biblia y dicen, “Esto me
gusta”, y lo colocan en la sección religiosa aceptable. Pero igualmente toman la Biblia y dicen,
“Esto no me gusta”, y lo botan en el basurero. El problema es que cuando miramos a la Biblia
que queda, ¡casi toda ha sido botada!
¿Cómo y por qué fuimos creados? Esa es la pregunta clave. La iglesia, el pastor, el cristiano
que no tiene respuesta a esa pregunta básica, vaga por este mundo tal como lo describe el
apóstol Judas: “nubes sin agua, llevadas de acá para allá por lo vientos, árboles otoñales sin
fruto, dos veces muertos y desarraigados” (Judas 1:12). Recuerde: Lo que la gente piensa
sobre ellos mismos y este mundo afectará profundamente la forma en que viven.

1.4. Comprensión de la necesidad del hombre


Cómo responder al aborto, la eutanasia, la homosexualidad, lesbianismo, y
transgénero, o cualquier otra condición humana que demande razón de la
esperanza que hay en el cristiano (1 Pedro 3:15).

2. La creación del hombre, naturaleza esencial del hombre

2.1 Razones para estudiar acerca de la creación del Hombre


Una de las tareas más productivas en la vida, es el estudio de la naturaleza
humana. Es indispensable conocer al ser humano para poder ministrar a sus
necesidades. El conocimiento que se tenga de lo que constituye una persona,
determinará en gran manera el trato que se le brinde al prójimo. El enfoque de este
estudio está basado en varios textos de Antropología Bíblica, especialmente en el
de Les Thompson,
“La Persona que soy”. En todo caso siempre que tratemos de estudiar acerca del
hombre desde la perspectiva bíblica, nos encontraremos con la necesidad de
depender totalmente de Dios en cuanto a la revelación de su diseño y plan para el
hombre. Recordemos lo que dice Proverbios 21:30, “Ante el Señor no hay
sabiduría que valga, ni inteligencia ni buenas ideas”. Por mucho conocimiento
que podamos reunir acerca del hombre no sólo desde la antropología sino desde la
teología y la filosofía, la única vida que vale la pena vivir es aquella que tiene a
Jesucristo como centro. Por eso Proverbios 22:12, dice: “Los ojos de Jehová
velan por la ciencia; mas Él trastorna las cosas de los prevaricadores”.
Esto no obstante no significa que no inspeccionemos ni tampoco nos inquietemos
por razonar acerca del cómo, el por qué y el para qué del hombre. Por eso es
bueno que pidamos a Dios…”Enséñanos de tal modo a contar nuestros días,
que traigamos al corazón sabiduría” (Salmo 90:12). Es recomendable fortalecer
este estudio con el video que FLET, ofrece acerca de este tema, titulado “La imagen
destrozada” de R.C. Sproul.

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2.2 Somos creados a Imagen de Dios “Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los
hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el
orden de los tiempos, y los límites de su habitación; para que busquen a Dios,
si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está
lejos de cada uno de nosotros” (Hch. 17:26-27).
La unidad del género humano está claramente establecida, porque a través de Adán
y Eva (Gn. 3:20), y después, a través de los hijos de Noé (Gn. 9:19), fue que
surgieron todas las razas y nacionalidades humanas. Todos procedemos de una
sangre, tanto figurativa como literalmente, puesto que los mismos tipos de sangre se
encuentran en todos los grupos étnicos.
2.2.1. Fuimos hechos seres naturales “Entonces Jehová Dios formó al hombre del
polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser
viviente” (Gn. 2:7). En la versión BAD, dice: “Cuando llegó el momento
oportuno…”. Dice la Biblia que fuimos creados “del polvo de la tierra”. La
palabra hebrea ‘adam, en su sentido general, no tiene nada que ver con la
masculinidad, sino más bien con humanidad. ‘Adam probablemente se relaciona
con el verbo ‘adom, el ser rojo, que se refiere a la hermosura del ser humano.
‘Adamah, “tierra” o “terreno” también podría derivarse de este verbo. De ahí que
Gn. 2:7 diga: “Entonces Jehová Dios formó ‘adam del polvo de ‘adamah”.

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Fuimos creados del polvo de la tierra (Gen 2). El polvo de la tierra es un material cerámico, se caracteriza por ser muy
estable en el ambiente, debido a su configuración interna, el posicionamiento de los átomos y sus enlaces. Dios no
se equivocó al escoger ese respectivo material, ya que nosotros debemos ser lo más estable con su creación en si. Si
Dios hubiera tomado otro material este por naturaleza se oxidaría con el ambiente, ya que buscaría su mayor
estabilidad.
Hasta el oro se oxida, solo que a una velocidad muy baja. Un óxido es un material cerámico, o sea el metal se vuelve
un cerámico para ganar estabilidad. Dios sopló aliento de vida (Génesis 2). Cuando alguien sopla, expulsa un gas.
Características físicas de los gases, es el menos denso de los estados esto le permite disiparse fácilmente, además
es el que mayor volumen ocupa debido a falta de enlaces primarios. Dios tampoco se equivocó en esto. Al soplarnos
lo hizo para que se llenará todo nuestro cuerpo y alma y tuviera una distribución correcta en todo nuestra vida, para
que no faltara ninguna partecita sin que hubiera ese soplo de vida. En el pasaje dice que sopló en la nariz, es el sitio
donde normalmente entran los gases a nuestro cuerpo y además influyen para bien o para mal dentro de nosotros.
Dios sopló Hálito de vida (“suave y apacible soplo de aire”– Diccionario Enciclopédico Salvat), para que en todo
nuestro ser, tanto interno como externo tuviéramos vida.
De una costilla sacó a la mujer (Génesis 2). Características de una costilla: la costilla es un hueso, el cual se
caracteriza por ser la estructura mecánica más estable para el diseño del cuerpo humano. Los huesos son porosos,
esto le permite ser muy liviano, pero debido a que es un cerámico es muy resistente mecánicamente a la tracción,
pero es muy frágil y puede romperse al impacto con mucha facilidad. Dios tampoco se equivocó en sacar a la mujer
de un hueso. Ellas son las que proporcionan estabilidad al hombre, es el complemento perfecto, pero son frágiles y
livianas, o sea, con mucho cuidado uno debe tratarlas. (Apuntes a la materia hechos por Gabriel Neira para la clase
de Antropología Bíblica – Cencam Cali / 2007)

2.2.2. Fuimos creados seres espirituales


Por la manera en que recibimos vida (“Sopló en su nariz aliento de vida, y el
hombre llegó a ser un ser viviente” - Gn. 2:7) hallamos la relación especial que
tenemos con Dios.
Este acto divino explica por qué somos tan distintos al resto de la creación y,
también, por qué el hombre -no importa a dónde uno llegue en este mundo- es un
ser religioso.
El apóstol Pablo escribió a los romanos: “…porque lo que de Dios se conoce les
es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su
eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del
mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no
tienen excusa” – Romanos 1:19-20
Y antes de esto a los atenienses: “Dios toleró la ignorancia que el hombre tenía
en cuanto a esto en el pasado, pero ahora ordena que todos arrojen a un lado
los ídolos y lo adoren sólo a Él, porque ha establecido un día en el cual juzgará
al mundo con justicia por medio del varón que escogió y que nos señaló al
levantarlo de entre los muertos” – Hechos 17:30-31.
Leamos lo que San Pablo afirma en Romanos 2,12-15 en la versión Biblia al día.
SIETE PROMULGACIONES DE LA LEY DIVINA7
Esta clasificación, ilustra el método de Dios de revelación gradual y progresiva, y de publicación de su ley.
Primera Promulgación, Escrita en la naturaleza. Salmo 19:1
Segunda Promulgación, Escrita en la conciencia. Romanos 2:15
Tercera Promulgación, Escrita en tablas de piedra. Éxodo 24:12

7 Biblia de Referencia Thompson – VRV 1960. Editorial Vida. Novena impresión, 1993. Pg. 1429

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Cuarta Promulgación, Cristo, la Palabra viviente. Juan 1:14


Quinta Promulgación, Todas las Escrituras. Romanos 15:4
Sexta Promulgación, Escrita en el corazón. Heb 8:10
Séptima Promulgación, Los cristianos como epístolas vivientes. 2 Cor 3:2-3

El hombre es un ser religioso porque tiene un origen divino. Esto se traduce en dos grandes
necesidades: Primero, una necesidad innata en el hombre de saber lo que es bueno y lo que
es malo. Segundo, una gran necesidad de adorar. Cuando estas dos necesidades son
ignoradas, los seres humanos se agrupan para conformar sociedades que proclaman sus
propios códigos de conducta, y adorar los ídolos que reflejan los estilos de vida deseados. No
es que el hombre inventó la religión para explicar lo inexplicable, sino que al ser creado por
Dios intuitivamente necesita comunicarse con su Creador. Como decía Agustín de Hipona:
“Oh Dios, tú nos has creado para ti mismo y no descansaremos hasta haya reposo en ti”.
Cuando Dios crea al hombre y a la mujer, no los crea con su voz. Los crea con sus manos.
Eso es lo que nos dice Génesis 2: 7, 21-22 “Entonces Jehová Dios formé al hombre del
polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida. Y fue el hombre un ser viviente…
entonces Jehová hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras este dormía tomó
una de sus costillas y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó
del hombre hizo una mujer, y la trajo al hombre”. Los formó entonces con sus manos. Una
vez están creados, Dios habla. Adán y Eva fueron creados de forma diferente. No con su voz y
estaban acabados. Fueron creados con sus manos para depender de su voz para siempre.

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2.2.3. Fuimos hechos seres materiales


Otro hecho inquietante son los atributos especiales con que Dios dotó al hombre.
El conjunto de ellos nos muestra el valor especial del hombre:
• Jehová Dios les dio un lugar especial para vivir: El campo abierto no era apropiado para
esta criatura especial, ya que el hombre no es como los animales. Necesita casa, abrigo, y
techo.
• Los dotó con un sentido estético: la habilidad para apreciar lo artístico y lo bello. “Y el
Señor Dios hizo brotar de la tierra todo árbol agradable a la vista” (Gn. 2:8).
• Les dio el sentido del gusto: Árboles “buenos para comer”. Hizo cada cosa con un sabor
especial para satisfacer el paladar del hombre.
• Les dio objetos de valor material: “El oro de aquella tierra es bueno; allí hay bedelio y
ónice” (Gn. 2:12). Dios en el Huerto de Edén, anticipa nuestra necesidad de oro y piedras
preciosas. El abuso, y el pecado, ocurre cuando amamos más lo material que a Dios.
• Les dio animales, criaturas vivas para proveerles alimento, abrigo, y entretenimiento: A la
vez, estas criaturas servirían para recordarles la diferencia entre ellos y el resto de la
creación.

2.2.4. Fuimos hechos seres prácticos


A este ser especial, creado del polvo, Dios le dio la habilidad para trabajar: “Tomó,
pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo
labrara y lo guardase” (Gen. 2:15).
El hombre al ser hecho a la imagen de Dios (Dios es un ser activo y creativo),
requiere responsabilidad y actividad para satisfacer sus habilidades creativas.
Dios dijo: “Llenad la tierra; sojuzgadla y tened dominio sobre los peces del mar,
las aves del cielo y todos los animales que se desplazan sobre la tierra” (v. 28).
El trabajo es importante para sentirnos satisfechos. Es el resultado de la obra de
nuestras manos lo que nos alegra. Algo parecido a lo que Dios sintió luego de sus
actos creativos. La Biblia dice: “Y vió Dios todo lo que había hecho, y he aquí
que era bueno en gran manera” (Gen 1:31).
2.2.5. Fuimos creados seres racionales Gen. 2,19-20
“Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los
cielos, y las trajo a Adán para que viese cómo las había de llamar; y todo lo que
Adán llamó a los animales vivientes, ese es su nombre. Y puso Adán nombre a
toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo” (Gen. 2:19-20).
Cuando La Biblia habla de “dar un nombre”, significa describir conceptualmente las
cualidades de lo nombrado. Por lo tanto, la tarea encomendada a Adán era una
responsabilidad científica.

2.2.6. Dios nos hizo seres sociales


Los sociólogos señalan que la gran aflicción del hombre moderno es la soledad.
Interesantemente esto fue lo que Dios le quitó al primer hombre: Gn.2:18-25

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Cuando Dios dice: “No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda
idónea”, no está hablando de la inferioridad de la mujer sino de la insuficiencia del
hombre. Esto indica que requiere ayuda y compañía. Para satisfacer esas dos
necesidades básicas, Dios establece el matrimonio.
A su vez hay quienes enseñan que el celibato agrada más a Dios. Veamos lo que la
Biblia enseña:
• Lev.21:13: En los tiempos del Antiguo Testamento el individuo más santo era el sumo
sacerdote; y siempre era casado.
• Jue. 14:2-3: Al nazareo, persona separada especialmente para servir a Dios, se le permitía
casarse.
• 1 Cor. 7:7: En los tiempos de San Pablo, se cree que por razones de las intensas
persecuciones, a algunos les fue dado el don del celibato, pero esto no era normativo.
• En toda la Biblia jamás se le ordena al hombre no casarse (1 Tim. 4:3).
Continuando el comentario, es interesante el dato que se nos da acerca de la manera
novedosa en que la mujer fue creada. Este detalla su importancia. El hombre viene del polvo;
la mujer de Adán: “fue tomada del hombre”. Ese acto creativo tiene que ver,
- En primer lugar, de la relación que la esposa ha de tener con su marido. Como indicó Adán,
ella es “hueso de mis huesos y carne de mi carne”. Eso habla de una unidad indispensable.
Ver: Efesios 5:25,28-29.
- En segundo lugar, el hecho de que “fue tomada del hombre” señala el rango que ocupa.
Indicar que la mujer procede del hombre (algo así como un segundo rango), no es asignarle
un grado de inferioridad a ella, sino el lugar correcto que Dios le ha dado al lado del hombre.
La mujer fue hecha para el hombre (1 Cor. 11:9), por tanto ha de estar sujeta a su autoridad (1
Cor. 11:3), y eso para gloria de él (1 Cor 11:7 - Por eso Pr 12:4, dice: “La mujer virtuosa es
corona de su marido, mas la que lo avergüenza es como podredumbre en sus huesos”). Esta
es la enseñanza bíblica que sale de este pasaje. Rebelarse contra esta intensión de Dios
equivaldría a que el Hijo de Dios se rebelara en contra de su Padre, o que el Espíritu Santo se
rebelara en contra de su rango divino. Desaprobar los propósitos de Dios sólo trae miseria y
descontento.
La última frase del capítulo añade otro aspecto del matrimonio: “estaban ambos desnudos,
el hombre y su mujer, y no se avergonzaban”. Vivían en tan hermosa armonía que no
tenían nada que esconder el uno del otro.

Resumen

El ser humano existe en una relación de varón y mujer (Gn. 1:27). Dios creó todas las cosas dando una orden, menos
al ser humano. Somos una unión entre polvo y aliento divino (Gn. 2:7).

Todo lo que Dios hizo fue bueno (Gen. 1:4, 10, 12, 18, 21, 25,31). Solamente una cosa no era buena: que el
hombre estuviese sólo. Por lo tanto creó a la mujer. La imagen de Dios se refleja en ambos, varón y mujer (Gn. 1:27)

Dios no creó a Eva desligada del hombre, sino que utilizó la costilla de Adán para subrayar su interdependencia: “Esto
es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne” (Gn. 2:18-25). En el propósito de Dios ninguno es inferior o
superior al otro (Gn.1:28).

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2.3. ¿Bipartitos o Tripartitos?


Existe una polémica entre los que creen en una construcción tripartita de nuestro ser
y los que creen que es posible considerar adecuadamente al hombre en dos niveles
únicamente. Todas las partes en esta polémica reconocen que el ser humano
consiste por lo menos de una parte física que muere y que necesita ser resucitada, y
de una parte inmaterial que vive más allá de la muerte, la parte propiamente llamada
persona. La única cuestión es si pueden diferenciarse dos partes en la parte
inmaterial.
Sin embargo, no debemos perder de vista lo siguiente: Ya sea que hablemos de dos
partes o de tres partes que componen el ser del hombre, un individuo es una unidad.
Su salvación consiste en la redención de todo su ser, no sólo de su alma o de su
espíritu, del mismo modo que (estableciendo un paralelismo en sentido opuesto)
cada parte es afectada por el pecado.
Y esto es todo lo que implica la diferencia entre espíritu y alma en el esquema de
tres partes. Espíritu, alma y cuerpo son simplemente términos útiles para hablar de
lo que realmente significa ser un ser humano. El cuerpo, entonces, es la parte visible
de la persona, la parte que tiene vida física. Lo que importa de esta discusión es que
nuestros cuerpos son de gran valor y deberían ser honrados por la manera como los
tratamos. Como hombres y mujeres redimidos, deberíamos considerar nuestros
cuerpos como “templos” de Dios (l Co. 6:19).
El alma es la parte del hombre que llamamos su "personalidad". En términos
generales, el alma se refiere a lo que hace de los individuos una persona única,
singular. Podríamos decir que el alma se concentra en la mente y que incluye todo lo
que nos gusta y lo que no nos gusta, nuestras habilidades especiales y nuestras
debilidades, nuestras emociones, nuestras aspiraciones y todo lo demás que
diferencia al individuo de los demás miembros de su especie. Porque tenemos alma
es que podemos tener comunión, amor y comunicación entre unos y otros. Pero no
sólo tenemos comunión, amor y comunicación con los miembros de nuestra especie.
También amamos y tenemos comunión con Dios, para lo cual necesitamos un
espíritu. El espíritu es, por lo tanto, la parte de la naturaleza humana que entra en
comunión con Dios y participa en cierta medida de la esencia misma de Dios.

3. Somos agentes morales


Otra parte de haber sido hechos a imagen de Dios es que somos agentes morales
responsables dentro del universo divino. La responsabilidad moral está implícita en los
atributos de nuestro ser (el conocimiento, los sentimientos, la voluntad, y la conciencia de Dios)
y en la prueba posterior de obediencia a Dios (Gn.2:16-17). Este concepto ya está presente en
el relato de la creación. En el mismo versículo que se nos habla sobre la decisión de Dios de
hacer al hombre a su imagen también se nos dice que él ha de señorear "en los peces del mar,
en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra
sobre la tierra" (Gn.1:26). Cualquier clase de dominio, pero este dominio por su alcance en
particular, involucra la habilidad de actuar con responsabilidad.
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En la actualidad en el mundo occidental hay una fuerte tendencia a negar la responsabilidad


moral humana sobre la base de alguna clase de determinismo. Dicha posibilidad no es
aceptable en la Biblia. Hoy en día, el determinismo toma una de las siguientes dos formas.
Puede asumir la forma de un determinismo físico y mecánico ("los seres humanos son el
producto de sus genes y de la química orgánica") o la forma de un determinismo psicológico
(“los seres humanos son el producto del medio ambiente y de su historia pasada”). En ambos
casos, el individuo está libre de responsabilidad por sus actos.
El punto de vista bíblico no podría ser más contrario a esto. Schaeffer señala que “como Dios
ha hecho al hombre a Su imagen, el hombre no está preso en las ruedas del determinismo. Por
el contrario, el hombre es tan grande que puede influenciar la historia para sí y para otros, para
esta vida y para la vida futura”. Hemos caído, pero aún en nuestro estado como caídos somos
responsables. Podemos hacer grandes cosas, o podemos hacer cosas terribles, cosas por las
que algún día rendiremos cuentas ante Dios.
Existen cuatro áreas en las que debemos ejercer nuestra responsabilidad:
Primero, Eres responsable ante Dios. Ap.20:12. Dios es el Ser que creó al hombre y la mujer y
les dio el dominio sobre todo el orden creado. Como consecuencia ellos son responsables ante
él por lo que hagan con la creación.
Segundo, Eres responsables frente a las demás. Gen.9:6; Santiago 3:9-10. En estos pasajes
se prohíben los asesinatos y las maldiciones sobre la base que la otra persona (aun después
de la Caída) retiene algo de la imagen de Dios y por lo tanto debería ser valorada por nosotros,
del mismo modo que Dios también la valora.
Tercero, Eres responsable frente a la naturaleza. Ro. 8:20-21. La manera como nos
comportemos frente a la naturaleza, si la cultivamos y la desarrollamos, o si la utilizamos y la
destruimos, tiene una dimensión moral y ética.
Cuarto, Eres responsable ante ti mismo. Sal. 8:5;8 Fuimos colocados entre los seres más
superiores y los más inferiores, entre los ángeles y las bestias. Lo que es significativo es que
se diga que hemos sido colocados un poco por debajo de los ángeles, en lugar de decir que
fuimos colocados un poco por encima de las bestias. Nuestro lugar y nuestro privilegio es ser
una figura intermediaria, pero una figura que mira hacia arriba y no hacia abajo. Cuando
rompemos esa ligadura que nos ata a Dios y tratamos de despojarnos del gobierno de Dios,
no nos elevamos para ocupar el lugar de Dios, como es nuestro deseo, sino que nos
hundimos al nivel de las bestias. Hemos llegado a considerarnos como bestias ("el mono
desnudo") o, lo que es incluso peor, como máquinas.
3.1. ¿Qué pasó con la imagen de Dios en el hombre?
Estudiemos ahora con mayor detalle lo que significa haber sido creados a imagen de Dios.
Una de las cosas que significa es que las mujeres y los hombres comparten esos atributos de
la personalidad que Dios mismo posee, pero que los animales, las plantas y la materia no

8 Esta referencia a haber sido hecho "un poco menor que los ángeles” se aplica en una primer instancia a la persona del Mesías
venidero, el Señor Jesucristo. Pero es solamente con referencia a su Encarnación que es empleada. Por lo tanto, la expresión y,
en realidad, todo el salmo pueden ser entendidos como haciendo referencia a los hombres y las mujeres en general. Los
versículos siguientes se refieren al papel del dominio otorgado a Adán y Eva en el Génesis: “Le hiciste señorear sobre las obras
de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies” (Sal. 8:6)

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poseen. Para tener personalidad es necesario poseer conocimiento, sentimientos (incluyendo


el sentimiento religioso), y voluntad. La personalidad, en el sentido que la estamos definiendo
aquí, es algo que relaciona a la humanidad con Dios, pero que no relaciona ni a la humanidad,
ni a Dios, con el resto de la creación.
Otro segundo elemento implícito al haber sido creados a imagen de Dios es la moral. La moral
incluye, además, dos elementos adicionales: la libertad y la responsabilidad. Para ser exactos,
los hombres y las mujeres no poseen una libertad absoluta. En otras palabras Adán, y Eva, no
eran autónomos. Eran criaturas y eran responsables de reconocer su estado en la obediencia.
El tercer elemento presente por haber sido creados a imagen de Dios es la espiritualidad. La
humanidad existe para estar en comunión con Dios que es Espíritu (Jn.4:24). Aquí podríamos
precisar que aunque tenemos cuerpos físicos, como las plantas y los animales, solamente los seres
humanos poseernos espíritus. Y es sólo en este nivel del espíritu que podemos tomar conciencia de
Dios y estar en comunión con Él.
Por “imagen y semejanza” con Dios entendemos que nuestros padres, Adán y Eva, fueron
creados perfectos en su ser, naturaleza, y en sus conocimientos (Col. 3:10), y en justicia y
santidad (Ef 4:24). Adán tenía la capacidad de poder comunicarse inteligente y directamente
con el omnisciente Dios (Gen. 2:16,17; 3:8-10). La mujer también es mostrada con la
capacidad de hablar y razonar con inteligencia (G. 3:1-6; 4:1). Por esa perfección de su
creación fue que Dios pudo responsabilizarlos plenamente por desobedecerlo.
3.2. Una imagen hecha añicos
Cuando Dios puso a Adán y Eva frente a la prueba del árbol prohibido, que debía servir como una
medida de su obediencia y responsabilidad hacia Aquel que los había creado, Dios dijo: "De todo árbol
del huerto podrás comer; más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que
de él comieres, ciertamente morirás" (Gen. 2:16-17). Adán y Eva comieron del árbol prohibido, y
murieron. Sus espíritus, esa parte que podía establecer una comunión con Dios, murieron
instantáneamente. Su muerte espiritual es obvia del hecho de que huyeron de Dios cuando Dios vino a
ellos en el huerto. Los hombres y las mujeres han estado huyendo y escondiéndose desde ese
entonces. Además también comenzó a morir el alma, el asiento del intelecto, los sentimientos y la
identidad. Es así como los hombres y las mujeres comenzaron a perder el sentido de su propia
identidad, a dar rienda suelta a los malos sentimientos y sufrir la descomposición de su intelecto. Al
describir este tipo de descomposición, Pablo nos dice que, habiendo rechazado a Dios, las personas
inevitablemente “se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido.
Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de
imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedo y de reptiles" (Ro, 1:21-23). Eventualmente, el
cuerpo también muere. Así está escrito: "Polvo eres, y al polvo volverás" (Gen. 3:19).
Podemos apreciar la gloria y la plenitud del evangelio cristiano, cuando Dios salva a un
individuo, porque salva a toda la persona. La salvación del espíritu está en primer lugar; Dios
establece contacto con la persona que se había rebelado contra él. Esto es lo que se llama la
regeneración o el nuevo nacimiento. A continuación, Dios comienza su obra con el alma,
renovándola para que se asemeje a la imagen del hombre perfecto, el Señor Jesucristo. Esta
obra se conoce como la santificación. Por último, tendrá lugar la resurrección, donde hasta el
mismo cuerpo será redimido de la destrucción.
Pero además, como lo señala Pablo en 2a Corintios 5:17, Dios hace de la persona redimida
una nueva creación. No se trata solamente de poner remiendos al espíritu viejo, al alma vieja y
al cuerpo viejo; como si fuera posible reparar la casa, en proceso de derrumbe, apuntalándola
por aquí y por allá y dándole una mano de pintura. Lo que si hace es crear un nuevo espíritu,
una nueva alma (conocida como el hombre nuevo) y un nuevo cuerpo. Este cuerpo es del
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mismo orden que el cuerpo resucitado de nuestro Señor Jesucristo. Hoy hemos sido salvados
como cristianos, pero también estamos en proceso de salvación, lo que implica que el presente
también es importante. Y, además, mantenemos nuestra mirada hacia el futuro, porque sólo en
la resurrección futura se completará la redención comenzada en esta vida y podremos
erguirnos perfeccionados delante de la presencia de nuestro gran Dios y Salvador, y de
Jesucristo.
3.3. Cuatro teorías que explican cómo opera la imagen de Dios en el hombre después de
la caída.

3.3.1. La imagen se entiende en términos de la capacidad moral


Esta interpretación es la que enseña la Iglesia Católica Romana. Puesto que vivimos en un
ambiente católico, es muy importante que la comprendamos, pues el efecto de esa
enseñanza influye en el pensamiento y conducta de todos.
- Primero: Adán y Eva fueron creados moralmente neutros. Esto es, no fueron creados
buenos, ni fueron creados malos. Su cuerpo y alma estaba sin pecado, ya que fueron
creados en perfecta inocencia. No tenían vicios ni defectos en sus cuerpos y almas. Sin
embargo, fueron creados con apetitos que podían conducirles a pecar, pero sus facultades
de razonamiento les alertaban de las consecuencias. Tal apetito es llamado
concupiscencia; no es pecado, sino el combustible que puede ocasionar el pecado.
- Segundo: Dios, para prevenir el pecado, intervino y les dio lo que llaman un donum
supernaturalis (Un don dado por encima de lo recibido naturalmente). Se explica así: Por
faltarles fuerza para resistir el mal, Dios les dio una medida adicional de gracia, a la cual
ellos podían acudir para recibir toda la fuerza necesaria para vivir como les correspondía.
- Tercero: ¿Qué perdieron en la caída? No perdieron su condición de inocencia moral;
perdieron esa donum supernaturalis, es decir, la gracia que les daba poder sobre sus
inclinaciones normales. El hombre, tal como enseñan los católicos, nace con “inocencia
moral”: no es bueno ni malo. Llega a ser o “bueno” o “malo” por la conducta que escoge.
Ya que desde la desobediencia de Adán y Eva nace sin gracia, tiene que luchar
fuertemente para hacer obras que Dios acepte. Para ser “salvados” de esa “caída”, ahora
necesitan no sólo del perdón de Dios sino de una nueva fuente de gracia especial.
- Cuarto: ¿Cómo se recupera ese donum supernaturalis? La iglesia, por medio de los
sacramentos, provee esa gracia, haciendo posible que los pecadores logren poseer la
justicia que el santo Dios demanda.

Resumen: La consecuencia de tal creencia es que el hombre, por ser moralmente neutro –ni
bueno, ni malo-, puede escoger ser malo o bueno. El pecar no es innato, ni inevitable, ya que
el hombre escoge lo que quiere hacer. Las buenas obras, junto con esa gracia dispensada por
la IGLESIA contribuyen a la salvación. Pero aún más significativo, la muerte de Cristo figura
solamente como la base para el perdón, y nada más. Esa muerte no es en esencia sustitutiva,
ni la única provisión de Dios para salvación de los pecados. La Iglesia, junto con el esfuerzo
humano, es igualmente importante para la salvación.

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3.3.2. La imagen se entiende en términos de dominio y representación


Algunos teólogos, apegados al movimiento ambientalista moderno, toman a Génesis 1:27-28
como base para su concepto de la imagen de Dios en el hombre: “Hagamos al hombre a
nuestra imagen, que gobierne y tenga dominio. . .” ven una relación entre “dominio” e
“imagen”. Para ellos es obvio que la relación entre “imagen” y “dominio” en el texto aclara lo
que es “la imagen” de Dios en nosotros. Enseñan que la imagen se limita a la obligación de
ejercer dominio sobre la creación como representantes de Dios. El deber humano, entonces,
es reflejar “la imagen de Dios”. Esto se logra al actuar en nombre de Él y a favor de la
naturaleza y todo lo creado. Maneras en que lo hacemos:
Maneras en que lo hacemos: 1) Manteniendo la pureza de la naturaleza. 2) Controlando la
“polución” (o contaminación) que está destruyendo nuestro planeta. 3) Protegiendo los
animales, árboles, ríos, mar, etc.
Resumen: Como podemos ver, este concepto reduce a un mínimo el amplio sentido bíblico de
lo que es la imagen de Dios en nosotros. Llega a ser un solo deber, una obra, una
responsabilidad, y no propiedades de nuestra personalidad que reflejen al Ser divino.

3.3.3. La imagen se entiende en términos de virtud moral


Martín Lutero fue el que elaboró esta interpretación de la imagen de Dios. Se basó en dos
enseñanzas bíblicas: Efesios 4:22-25 y Colosenses 3:9-10: “En cuanto a su antigua manera de
vivir, desháganse ustedes de su vieja naturaleza que está corrompida, engañada por sus malos
deseos. Ustedes deben renovarse en su mente y en su espíritu, y revestirse de la nueva
naturaleza, creada según la voluntad de Dios (a imagen de Dios) y que se muestra en la vida
recta y pura, basada en la verdad”. “No se mientan los unos a los otros, puesto que ya se han
librado de su vieja naturaleza y de las cosas que antes hacían, y se han revestido de la nueva
naturaleza: la del nuevo hombre, que se va renovando a imagen de Dios, su Creador, para
llegar a conocerlo plenamente”.
Según esta interpretación, el hombre cuando fue creado recibió “virtudes morales excelentes” –
como las de Dios—que representaban la “imagen de Dios”. Al pecar, el hombre perdió la
“imagen de Dios”, esa cualidad de excelencia moral. Su entendimiento fue entenebrecido. Su
disposición tornó hacia el pecado y no a la santidad. Finalmente, su comportamiento llegó a
ser pecaminoso en lugar de justo. La imagen perdida se recobra por el acto de regeneración y
la obra santificadora del Espíritu Santo. El pecador, al venir a Cristo Jesús, recupera la imagen
de la excelencia moral perdida en la caída.
Resumen: La objeción principal al concepto de Lutero –que el hombre al pecar perdió la
imagen de Dios- es que limita demasiado al hombre como creación especial. No aprecia la
totalidad de la grandeza de la creación del hombre. La imagen se reduce sólo a la conducta o
a lo moral, sin tomar en consideración otras características en el ser humano que reflejan la
persona de Dios, por ejemplo, lo intelectual del hombre y su capacidad creativa, evidentes aún
en los que niegan a Dios.

3.3.4. La imagen se entiende en términos de personalidad


Varios teólogos evangélicos enseñan que esta explicación de la “imagen de Dios” en el hombre
se encuentra al definir lo que es ser “persona”. Tanto Dios como el hombre poseen cualidades
especiales que les distinguen de todo aquello que es impersonal. Para ilustrar esta similitud se
puede usar el proceso común de hacer copias de un documento. Se lleva el original a una

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fotocopiadora y sale una reproducción “semejante” al original. Al definir esta posición se


aclara:
• Lo que distingue a Dios del hombre: En ciertos aspectos el ser humano se parece a
Dios, en otros hay una diferencia abismal. Se entiende esta diferencia por los atributos
incomunicables de Dios: o Su omnipotencia o Su omnisciencia o Su omnipresencia
o Su inmutabilidad (no cambia; es igual ayer, hoy y siempre).
• Similitudes del hombre con Dios: El humano se parece a Dios en lo interno, no en lo
externo. No es en el cuerpo, sino en aquello que no es material. Se entiende esa similitud
a través de los atributos comunicables: o Capacidad intelectual (seres racionales) o
Libertad moral (seres volitivos) o Habilidad para amar (seres personales) o Sentimientos
(seres emotivos)
Textos bíblicos usados para afirmar esta interpretación: Génesis 5:1-3; 9:6; 1 Corintios 11:7;
Santiago 3:9.
Las dos últimas interpretaciones tienen un gran valor. Dios no sólo es un ser PERSONAL,
también es un ser MORAL. No es sano dividir estos dos aspectos, ni en Dios, ni en el hombre,
puesto que ninguno es neutro. En la caída, el hombre perdió lo que fue la plena imagen que
tuvo al principio. Perdió su parentesco con Dios en su conducta, aunque retuvo importantes
características de personalidad. El pecado distorsionó su naturaleza. El nuevo nacimiento es el
comienzo de un proceso de restauración de esa imagen perdida, que la Biblia llama
“santificación”, proceso que llegará a su total perfección cuando lleguemos al cielo, donde
nuestra restauración será completada. El mensaje de la Biblia explica quiénes somos, y cómo
llegamos a ser. Contesta el gran interrogante acerca de qué nos pasó. Más importante aún no
nos deja en un callejón sin salida, sino que nos presenta el maravilloso remedio para nuestra
dolencia.
4. EL PECADO

4.1. DEFINICIÓN DEL PECADO


Resultaría mucho más agradable tratar las gracias y excelencias de nuestra humanidad que
tratar el tema de nuestra propia miseria y pobreza. Es esta reflexión la que nos lleva a
preguntarnos: ¿Qué es el pecado? ¿Por qué peco? ¿De dónde proviene toda esa maldad que
veo en mí y en mi prójimo? ¿Cómo se transmite el pecado? ¿Qué consecuencias trae? Estas y
otras preguntas relativas al pecado son estudiadas por la hamartiología, que es la parte de la
teología sistemática que trata el asunto del pecado. Este término deriva de dos vocablos
Griegos: hamartia, que significa literalmente “no dar en el blanco”, ofensa, maldad, pecado; y
logos, que quiere decir estudio. Por tanto, la hamartiología intenta responder los
planteamientos ya formulados.
Podemos definir el pecado de la siguiente manera:
“En términos generales el pecado es esa gran dañina enfermedad moral que afecta a toda
la raza humana, desde sus rangos más elevados, a toda otra clase, a todo hombre y mujer,
a toda nación, a todo pueblo, y a toda lengua. Es una enfermedad que ha infectado a todo
el mundo y se evidencia claramente en todo nacido de mujer, con la sola excepción de
Jesucristo, el Hijo de Dios. El pecado particular o personal es el acto de hacer, decir,
pensar, imaginar cualquier cosa que no esté en perfecta armonía y conformidad con la
mente y la ley de Dios”.

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De esta explicación general el Dr. Ryle (1816-1900), quien fue obispo y distinguido predicador,
pasa a mostrar la manera en que esa enfermedad del alma se evidencia. Él lo llama “el
pecado particular”. Es importante aclarar que El hombre no es pecador porque peca, sino que
peca porque en esencia es pecador. Cuando hablamos del pecado en su sentido general, nos
referimos a la condición universal del hombre. Vemos que no fue un pequeño resbalón que
diera Adán y Eva en el huerto: fue una severa caída con consecuencias espantosas que nos
afectan a todos (Rom. 5:12-19). Todo hombre, toda mujer, están contaminados y manchados
con este mal. Es una herencia que pasa de generación a generación.
¿Qué es el pecado entonces? Es “el hacer, decir, pensar, imaginar cualquier cosa que no esté
en perfecta armonía con la mente y la ley de Dios". Esta es simplemente una ampliación de lo
que el apóstol Juan dijo: “El pecado es la infracción de la ley” (1 Juan 3:4). ¿Cuál ley? La ley
de Dios, esa ley que explica la mente o el pensar de Dios. Esa ley que encontramos en la
Biblia. El pecado es cualquier infracción de lo que Dios ha prohibido. Lo describimos así:
Puede ser un acto de desobediencia a lo que Dios nos ha mandado.

4.2. EL ORIGEN DEL PECADO


¿De dónde viene el pecado? ¿Cómo entró en el universo?
Primero, aún antes de la desobediencia de Adán y Eva, el pecado ya estaba presente en el
mundo angelical con la caída de Satanás y los demonios. Pero con respecto a la raza humana,
el primer pecado fue el de Adán y Eva en el huerto del Edén (Gn. 3:1-19). El pecado ataca la
base del conocimiento, porque da una respuesta diferente a la pregunta: “¿Qué es verdad?”.
Mientras que Dios había dicho que Adán y Eva morirían si comían del fruto del árbol (Gn. 2:17),
la serpiente dijo: “¡No es cierto, no van a morir!” (Gn. 3:4).
Segundo, el pecado ataca la base de las normas morales porque da una respuesta diferente a
la pregunta, “¿Qué es lo bueno?”. Dios había dicho que era moralmente correcto para Adán y
Eva no comer del fruto del árbol. Pero la serpiente sugirió que estaría bien el comer y que al
hacerlo ellos llegarían a “ser como Dios” (Gn. 3:5). Eva confió en su propia evaluación de lo
que era recto y lo que era bueno o malo.
Tercero, Tercero, su pecado dio una respuesta diferente a la pregunta “¿Quién soy yo?”. La
respuesta correcta era que Adán y Eva eran criaturas de Dios, dependientes de Él y
subordinadas a Él como Creador y Señor. Pero Eva y luego Adán, sucumbieron a la tentación
de ser como Dios” (Gen 3:5), con lo que intentaron ponerse en el lugar de Dios, y por lo tanto a
la deriva en cuanto a su identidad.

4.2.1. LA DOCTRINA DEL PECADO HEREDADO


¿Cómo nos afecta el pecado de Adán? Las Escrituras nos enseñan que heredamos el pecado
de Adán en dos formas.

4.2.1.1. Heredamos la culpa


Somos declarados culpables a causa del pecado de Adán. Pablo explica los efectos del pecado
de Adán de la siguiente manera: “Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y
por medio del pecado entró la muerte; fue así como la muerte pasó a toda la humanidad,
porque todos pecaron” (Ro. 5:12). El contexto nos dice que Pablo no está hablando de los
pecados que las personas comente cada día, porque todo el párrafo (Ro. 5:1221) está
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haciendo una comparación entre Adán y Cristo. Nos está diciendo que por medio del pecado
de Adán la muerte se extendió a todos los hombres pues todos pecaron.
Pablo está diciendo aquí explícitamente que por medio de la transgresión de un solo hombre
“muchos fueron constituidos pecadores”. Cuando Adán pecó, Dios consideró pecadores a
todos los descendientes de Adán. Aunque nosotros todavía no existíamos, Dios, mirando al
futuro y sabiendo que existiríamos, empezó a considerarnos culpables como Adán. Esto es
también coherente con la declaración de Pablo de que “cuando todavía éramos pecadores,
Cristo murió por nosotros” (Rom.5:8). Por supuesto, ninguno de nosotros ni siquiera
existíamos cuando Cristo murió; pero, no obstante, Dios nos consideró pecadores que
necesitábamos salvación.
La conclusión que podemos sacar de estos versículos es que todos los miembros de la raza
humana estaban representados por Adán en el momento de su prueba en el huerto del Edén.
Como nuestro representante, Adán pecó y Dios nos consideró a nosotros culpables, como
también a Adán.
A veces la doctrina del pecado que heredamos de Adán se le llama doctrina del “pecado
original”.
Sin embargo, el pecado del que habla no se refiere al primer pecado de Adán sino a la culpa y
tendencia a pecar con las que nacemos. Es “original” en el sentido de que procede de Adán y
es también original en que lo tenemos desde el comienzo de nuestra existencia como
personas.
Cuando nos enfrentamos por primera vez a la idea de que se nos considera culpables por
causa del pecado de Adán, nuestra tendencia es a protestar porque nos parece injusto. En
realidad, no decidimos pecar, ¿no es cierto? ¿Cómo entonces se nos puede considerar
culpables? ¿Es justo que Dios actúe así? Podemos decir tres cosas para responder a esto:
• Todo el que protesta diciendo que esto es injusto olvida que él también ha cometido
voluntariamente muchos auténticos pecados por los cuales Dios también lo considera
culpable. Estos constituirían la base primaria sobre la que se nos juzgará en el día final,
porque Dios “pagará a cada uno según lo que merezcan sus obras” (Ro. 2:6), y el que hace
el mal pagará por su propia maldad” (Col. 3:25).
• Si pensamos que es injusto estar representados por Adán, debiéramos también pensar que
es injusto estar representados por Cristo y que Dios anote a nuestro favor Su justicia.
Porque el procedimiento que Dios usó fue el mismo, y eso es exactamente lo que Pablo
está diciendo en Rom. 5:12–21
4.2.1.2. Corrupción Heredada:
Nuestra naturaleza incluye una disposición al pecado por lo que Pablo puede afirmar que antes
que fuéramos cristianos, “como los demás, éramos por naturaleza objeto de la ira de Dios” (Ef.
2: 3). Todos los que han criado hijos pueden dar testimonio experimental de que todos
nacemos con esa tendencia a pecar. A los niños no hay que enseñarles a hacer lo malo; lo
descubren por sí mismos. Lo que nosotros tenemos que hacer como padres es enseñarles a
hacer lo bueno, criarlos “según la disciplina e instrucción del Señor” (Ef. 6: 4).
Esta tendencia al pecado heredada no quiere decir que los seres humanos son todo lo
malvados que podían ser. Las sujeciones de la ley civil, las expectativas de la familia y de la
sociedad, y la convicción de la conciencia humana (Ro. 2: 14–15), evitan el desenfreno

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particular y social. Sin embargo cuando somos confrontados por la realidad de nuestro pecado,
nuestra tendencia es:
1. Evitar los textos bíblicos que tratan el tema del pecado y no estudiarlos.
2. Apuntar a pecados más horribles que los nuestros y que vemos en otros.
3. Ver cómo arreglamos la comunidad y el mundo con programas sociales, en lugar de buscar
remedio y cura para nuestro propio mal.

4.2.1.2.1. En nuestras naturalezas carecemos totalmente de bien espiritual ante


Dios:
No es cuestión de que algunas partes de nosotros sean pecaminosas y otras puras. Más bien,
cada parte de nuestro ser está afectado por el pecado: nuestros intelectos, emociones deseos,
corazones (el centro de nuestros deseos y de toma de decisiones), nuestra metas, y motivos e
incluso nuestros cuerpos físicos. Pablo dice: “Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza
pecaminosa, nada bueno habita” (Ro. 7: 18), y “para los corruptos e incrédulos no hay nada
puro. Al contrario, “tienen corrompidas la mente y la conciencia” (Tito 1:15). Además; Jeremías
nos dice: “Nada hay tan engañoso como el corazón. No tienen remedio. ¿Quién puede
comprenderlo?” (Jer. 17: 9)
4.2.1.2.2. En nuestras acciones estamos totalmente incapacitados de hacer el
bien delante de Dios:
Esta idea está relacionada con la anterior. No solo no somos pecadores que carecemos de todo bien
espiritual en nosotros, sino que también carecemos de la capacidad de agradar a Dios y la posibilidad
de acercarnos a Dios por nosotros mismos. Pablo dice que “los que viven según la naturaleza
pecaminosa no pueden agradar a Dios”. (Ro. 8:8). Además en términos de llevar fruto para el reino de
Dios y hacer lo que le agrada a él, Jesús dice: “Separados de mí no pueden ustedes hacer nada” (Jn.
15:5).

4.2.2. PECADOS EN LA VIDA

4.2.2.1. Todos somos pecadores ante Dios


Las Escrituras dan testimonio en muchos lugares de la pecaminosidad universal de la
humanidad. “Todos se han descarriado, a una se han corrompido. No hay nadie que haga lo
bueno; ¡no hay uno solo!” (Sal. 14: 3). David dice: “Ante ti nadie puede alegar inocencia” (Sal
143: 2). Y Salomón dice: “Ya que no hay ser humano que no peque” (1 R 8: 46; cf Pr. 20: 9).
En el Nuevo Testamento, Pablo desarrolla un amplio razonamiento en Rom 1: 1:18-3:20,
mostrando que todas las personas, tanto judíos como griegos, son culpables delante de Dios.
Dice: “Ya hemos demostrado que tanto los judíos como los gentiles están bajo el pecado. Así
está escrito: “No hay un solo justo, ni siquiera uno” (Ro. 3: 9-10). Pablo está seguro de que
todos han pecado y están privados de la gloria de Dios” (Ro. 3: 23). Santiago, el hermano del
Señor, confiesa: “todos fallamos mucho” (Stg. 3: 2), y si el, un líder y apóstol en la naciente
iglesia, podía confesar que había tenido muchos fallos, nosotros también deberíamos estar
dispuesto a reconocerlo. Juan, el discípulo amado, quien estuvo siempre muy cerca de Jesús,
dijo: Si afirmamos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no tenemos
la verdad (1 Jn 1:8).
4.2.2.2. ¿Nos limita nuestra habilidad en nuestra responsabilidad?

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La idea de que solo somos responsables ante Dios de la capacidad que tenemos de hacer el
bien, es contraria al testimonio de las Escrituras, que afirman que estábamos muertos en las
transgresiones y pecados en que andábamos (Ef.2,1) y en consecuencia no podemos hacer
ningún bien espiritual y todos somos culpables ante Dios. Además si nuestra responsabilidad
ante Dios estuviera limitada a nuestra capacidad, los pecadores extremadamente endurecidos,
que están muy esclavizados en el pecado, podrían ser menos culpables ante Dios que los
cristianos maduros que se esfuerzan a diario por obedecerle. Y Satanás mismo que
eternamente solo puede hacer el mal, no tendría culpa en lo absoluto, lo que es sin duda una
conclusión incorrecta.
La verdadera medida de nuestra responsabilidad y culpa no es nuestra capacidad de obedecer
a Dios, sino más bien la absoluta perfección de la ley moral y la santidad de Dios (que se
refleja en esa ley). “Por tanto, sean perfectos, así como su Padre celestial es perfecto.” (Mt
5:48).
4.2.2.3. ¿Son los infantes culpables antes de haber cometido pecados auténticos?
Algunos sostienen que las Escrituras enseñan una “edad de responsabilidad” antes de la cual los niños
pequeños no son considerados responsables del pecado y no son tenidos como culpables ante Dios.
Sin embargo, los pasajes mostrados arriba en la sección acerca “del pecado heredado” indican que aún
antes del nacimiento los niños tienen culpa delante de Dios y una naturaleza pecaminosa que no solo
les da una tendencia al pecado, sino que también hace que Dios los vea como “pecadores”. El salmo
51,5; Rom.2:6-11 no dice nada acerca de las bases del juicio cuando no ha habido acciones individuales
buenas o malas, cuando los niños mueren siendo bebés. En tales casos, debemos aceptar las
Escrituras que dicen que tenemos una naturaleza pecaminosa desde antes del nacimiento. Además,
tenemos que reconocer que la naturaleza pecaminosa del niño se manifiesta muy temprano,
ciertamente dentro de los dos primeros años de la vida del niño, como puede afirmarlo todo el que ha
tenido hijos. Salmo 58:3.
Entonces ¿qué decimos acerca de los infantes que mueren antes de que alcance a entender y creer en
el evangelio? ¿Pueden ellos ser salvos? Aquí tenemos que decir que si tales infantes son salvos, no
pueden serlo sobre la base de sus propios méritos ni sobre la base de su propia justicia o inocencia,
sino que debe ser por completo sobre la base de la obra redentora de Cristo y la obra de regeneración
del Espíritu Santo dentro de ellos 1 Timoteo 2:5 y Juan 3:3
En Mateo 18:1-14 el amor divino hacia los niños se manifiesta de diversas maneras.9
Jesucristo se identifica con los niños: Cuando los recibimos en su nombre, es como si le
recibiéramos a él. «Y el que recibe en mi nombre a un niño como éste, me recibe a mí» (vs 5).
Al Señor Jesús le indigna que se haga tropezar a un pequeño. «Pero si alguien hace pecar a
uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgaran al cuello una gran piedra de
molino y lo hundieran en lo profundo del mar» (vs 6).
El Señor Jesús nos dice que no menospreciemos a los pequeños. «Miren que no
menosprecien a uno de estos pequeños. Porque les digo que en el cielo los ángeles de ellos
contemplan siempre el rostro de mi Padre celestial» (vs 10).
Dios Padre no desea que siquiera uno de estos pequeños se pierda. «Así también, el Padre de
ustedes que está en el cielo no quiere que se pierda ninguno de estos pequeños» (vs 14).
El Señor Jesucristo está buscando a los pequeños que están perdidos. «El Hijo del Hombre
vino a salvar lo que se había perdido. ¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le extravía
una de ellas, ¿no dejará las noventa y nueve en las colinas para ir en busca de la extraviada? Y si llega
a encontrarla, les aseguro que se pondrá más feliz por esa sola oveja que por las noventa y nueve que
no se extraviaron. (vs. 11,12,13).
9 Tomado y adaptado del libro ¿Por qué evangelizar a los niños?, Sam Doherty, Desarrollo Cristiano Internacional, 2002, pp. 7981
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En Mateo 19:13-15, Marcos 10:13-16, y Lucas 18:15-17 podemos ver la reacción del Señor Jesús
cuando sus discípulos reprendían y despedían a los que traían niños al Salvador para que él los tocara
y bendijera.
Se indignó por lo que hacían. «Cuando Jesús se dio cuenta, se indignó y les dijo: "Dejen que los
niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de Dios es de quienes son como ellos".» (Marcos
10:14).
Advirtió a los discípulos que no volvieran a hacer lo mismo. Les dijo que no impidieran a los
niños venir a él (Mateo 19:14; Marcos 10:14; Lucas 18:16).
Dio a los discípulos un mandato concerniente a los niños. «Dejen que los niños vengan a mí»
(Mateo 19:14; Marcos 10:14; Lucas 18:16).
Hizo una afirmación a los discípulos en cuanto a los niños. «El reino de Dios es de quienes son
como ellos» (Mateo 19:14; Marcos 10:14,15; Lucas 18:16,17).
Demostró a los niños su amor. «Y después de abrazarlos, los bendecía poniendo las manos
sobre ellos» (Marcos 10:16). «Después de poner las manos sobre ellos, se fue de allí» (Mateo 19:15).

4.3. EL PECADO Y EL CRISTIANO


Cuando un cristiano peca, su posición legal delante de Dios no cambia. Todavía está
perdonado porque “ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús”
(Ro. 8:1). La salvación no está basada en nuestros méritos sino en el don gratuito de Dios (Ro.
6:23) y la muerte de Cristo ciertamente pagó por todos nuestros pecados: pasados, presentes y
futuros. “Cristo murió por nuestros pecados (1 Cor 15:3), sin ninguna distinción. En términos
teológicos, seguimos conservando nuestra “justificación”.
Además seguimos siendo hijos de Dios y todavía tenemos membresía en la familia de Dios. En
la misma epístola en las que Juan dice: “Si afirmamos que no tenemos pecado, nos
engañamos a nosotros mismos” (1 Jn 1:8), se les recuerda también a los lectores: “Queridos
hermanos, ahora somos hijos de Dios” (1 Jn 3:2). El hecho de que tengamos pecado que
permanece en nuestra vida no significa que hayamos perdido nuestra posición como hijos de
Dios. En términos teológicos, seguimos conservando nuestra “adopción”.
¿Qué se afecta entonces? Nuestro compañerismo con Dios queda perturbado y nuestra vida
cristiana dañada. Pablo escribió que es posible para los cristianos “[agraviar] al Espíritu Santo
de Dios” (Ef. 4:30); cuando pecamos, lo entristecemos y el pecado repetitivo hace que se
apague su fuego en nosotros. Cuando desobedecemos, Dios el Padre se entristece, de la
misma forma que lo hace un padre terrenal ante la desobediencia de sus hijos, y nos disciplina.
Cuando pecamos como cristianos, no es solo nuestra relación personal con Dios la que se ve
afectada. Nuestra vida y fecundidad en el ministerio quedan también dañadas. Jesús nos
advierte: “Así como ninguna rama puede dar fruto por sí misma, sino que tiene que permanecer
en la vid, así tampoco ustedes pueden dar fruto si no permanecen en mí” (Jn 5:4). Cuando nos
apartamos de la comunión con Cristo a causa del pecado en nuestra vida, dejamos de dar
fruto.
Pablo dice que cuando los cristianos ceden al pecado se van haciendo progresivamente
“esclavos” del pecado (Ro.6:16). Además, cuando pecamos como cristianos sufrimos una
pérdida de recompensa celestial. Una persona que no ha edificado en la obra de la iglesia con
oro, plata o piedras preciosas, sino con “madera, heno y paja” (1 Co. 3:12) verá su obra
“consumida por las llamas” en el día del juicio y “sufrirá pérdida. Será salvo, pero como quien
pasa por el fuego” (1 Co 3:15). Pablo se da cuenta de que es necesario que todos

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comparezcamos ante el Tribunal de Cristo, para que cada uno reciba lo que le corresponda,
según lo bueno o lo malo que haya hecho mientras vivió en el cuerpo” (2 Co 5:10). Pablo
implica que hay grados de recompensas en el cielo, y que el pecado tiene consecuencias
negativas en términos de pérdida de recompensa celestial.

4.3.1. ¿Puede ser un pecado de omisión dejar de hacer lo que sabemos que Dios nos
pide?
La severidad con que Cristo trata el pecado de omisión debe hacernos pensar. Dijo: “Apartaos
de mí, malditos, al fuego eterno... porque tuve hambre, y no me diste de comer, tuve sed, y no
me diste de beber, anduve como forastero, y no me diste alojamiento. Me faltó ropa y no me
disteis de vestir; estuve enfermo, y en la cárcel y no me vinisteis a visitar. Preguntaron ellos,
¿Señor, cuándo te vimos con hambre o con sed, como forastero, o falta de ropa, o enfermo, o
en la cárcel y no te ayudamos? Él les contestará: Os aseguro que todo lo que no hicisteis por
una de estas personas más humildes, tampoco por mí la hicisteis. Esos irán al castigo eterno”
(Mt. 25:41-46).
4.3.2. ¿Puede cometerse un pecado en ignorancia?
Dios, al dar su ley, le reveló a Moisés el peligro en que estaba el pueblo de cometer pecados
inocentemente: “Di a los israelitas que, en aquellos casos en que alguien peque involuntariamente
contra alguno de los mandamientos del Señor y haga algo que no está permitido, se hará lo
siguiente. . .” (Lv. 4:1-35 y Núm. 15:24-29). En estos pasajes se delinea la confesión y el sacrificio
debidos para lograr perdón por los pecados cometidos en ignorancia.
En su tema del siervo fiel e infiel, Cristo también habla de pecados involuntarios (Lc. 12:41-47). Entre
otras cosas nos dice: “El siervo que sabe lo que quiere su amo, pero no está preparado ni le obedece,
será castigado con muchos golpes. Pero el siervo que sin saberlo hace cosas que merecen castigo,
será castigado con menos golpes. A quien mucho se le da, también se le pedirá mucho; a quien mucho
se le confió, se le exigirá mucho más.”
4.3.3. La ignorancia nos lleva a falsas conclusiones
Se cuenta de un joven, que quería ser ordenado como pastor, a pesar de que no tenía preparación
bíblica, insistía en que se le examinara porque estaba seguro de su llamado al ministerio. Así fue que
un grupo de pastores se reunió y procedieron a evaluar los conocimientos bíblicos del presunto
candidato al pastorado.
La primera pregunta que se le hizo fue: “¿Cuál es tu libro preferido de la Biblia?” Contestó: ---
El evangelio según el Buen Samaritano.
Los pastores se miraron entre sí, y uno le preguntó:
--- ¿Nos podrías contar algo de lo que dice ese evangelio?
--- Por supuesto --- dijo el joven, y con gran entusiasmo prosiguió: --- Hubo pues un samaritano que
salió de camino a Jericó. Pasando por la ciudad se dirigió a Jerusalén. A su paso cayó entre
ladrones. Estos le golpearon cuarenta días y cuarenta noches y lo dejaron por muerto. Cuando pudo
levantarse, parecía estar lleno de mosto y tuvo hambre. Entonces los cuervos vinieron y le dieron de
comer. Le traían pan por la mañana y carne por la noche. Se levantó luego el Samaritano de aquel
lugar y regresó a Jericó. Aconteció que entrando a Jericó, levantó sus ojos y vio a Jezabel sentada
sobre la muralla. Entonces dijo a los que estaban con él: “Échenla de la muralla.” Y la echaron una
vez. Y repitió: “Tírenla otra vez.” Y la tiraron hasta setenta veces siete. De los restos recogieron

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doce cestas y fue grande su ruina. Decidme, en el día de la resurrección, ¿de quién será ella
esposa?
Nos reímos al escuchar tan obvia tergiversación de la Biblia. La triste verdad es que tal tipo de cosa
sucede continuamente de labios de “maestros” que no conocen la Palabra de Dios, y pretenden
interpretarla. Toman pasajes y los citan, cambiando por completo su sentido y su enseñanza. Los que
escuchan conociendo aún menos, lo aceptan como verdad. Así entra el error.

4.3.4. Cinco observaciones acerca del pecado


4.3.5.
4.3.5.1. El peligro de “cristianos no convertidos”
Un estilo de vida de continua desobediencia a Dios emparejado con falta de elementos del fruto del
Espíritu tales como el amor, el gozo, la paz y otros (vea Ga 5: 22 -23) es una seria indicación de que
probablemente esa persona no es de verdad cristiana en su interior, de que no ha habido una auténtica
fe de corazón desde el principio y nada de obra de regeneración del Espíritu Santo. Jesús advierte que
a algunos que han profetizado, expulsaron demonios e hicieron milagros en su nombre les dirá: “Jamás
los conocí. ¡Aléjense de mí, hacedores de maldad! (Mt. 7:23). Y Juan nos dice que el que afirma: “Lo
conozco”, pero no obedece sus mandamientos es un mentiroso y no tiene la verdad” (1 Juan 2:4; Juan
estaba hablando aquí de una forma de vivir persistente).

4.3.5.2. El castigo del pecado


Aunque el castigo de Dios por el pecado sirve como disuasivo en cuanto a seguir pecando y
como una advertencia para los que observan, esa no es la razón primaria por la que Dios
castiga el pecado. La razón primaria es que la justicia de Dios lo demanda, a fin de que él sea
glorificado en el universo que ha creado. Él es el Señor que actúa en la tierra “con amor, con
derecho y justicia, pues es lo que a mí me agrada” (Jer 9: 24).
Pablo dice de Cristo Jesús que Dios lo ofreció como un sacrificio de expiación que se recibe
por la fe en su sangre” (Ro 3: 25). Pablo entonces explica por qué Dios ofreció a Jesús como
“expiación” (esto es, un sacrificio que lleva sobre sí la ira de Dios en contra del pecado y de ese
modo, Dios transforma la ira en favor): “Para así demostrar su justicia”. Anteriormente, en su
paciencia, Dios había pasado por alto los pecados” (Ro 3: 25). Pablo se da cuenta de que si
Cristo no hubiera venido a pagar el castigo por los pecados, Dios no podría mostrar que era
justo.
4.3.5.3. La tendencia es creer lo que queremos creer, aunque tengamos que torcer
la verdad para creerlo.
¿Cómo empezaron todas las sectas, y por qué tienen tantos seguidores? Tergiversan la verdad
y forman su propia doctrina, la que más les conviene. En Mateo 28.11-15, tenemos una
interesante ilustración. Allí encontramos el informe que llevaron los guardias a los líderes
religiosos cuando vieron que la gran piedra ante la tumba de Jesús había sido rodada y que
Jesús ya no estaba en la tumba. Al recibir ese temible informe, los sacerdotes les instruyeron:
“Decid vosotros: Sus discípulos vinieron de noche y lo hurtaron, estando nosotros dormidos”.

4.3.5.4. El pecado es invisible hasta que se denuncia públicamente


La gran mayoría de nosotros no podemos ver nuestros propios pecados. Vemos con toda
facilidad el de los demás, pero el nuestro nos es invisible. Una vez que un pecado es

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denunciado, alguien nos acusa de haber hecho esto o aquello, ¡qué agonía sufrimos! Ese
pecado se levanta como un monstruo que no nos deja quietos. También cuando el Espíritu
Santo denuncia un pecado, hace que nos moleste hasta que nos arrepintamos y lo dejemos.
4.3.5.5. El pecado es una realidad en nuestras vidas, aunque lo veamos desde la
óptica de los prejuicios que crean nuestras creencias y valores.
Nuestra tendencia es decidir personalmente lo que es bueno y lo que es pecado por lo que
oímos o por lo que categorizamos en nuestras propias mentes. Por ejemplo, la Biblia señala
que la “ira”, “malicia”, “maledicencia”, “envidia”, “mentira”, “palabras deshonestas”, son
pecados. Normalmente no los clasificamos así. Más bien llamamos a estas cosas “fallas en
nuestra personalidad”, “cosas que heredamos del carácter de nuestros padres”, etc. Sólo
clasificamos como pecado el homicidio, el robo, el adulterio, y cosas que la sociedad en
general califica de malas.
¿Quién determina qué es pecado? ¿Tú?, ¿yo?, ¿Dios? Es por esto que no podemos confiar
en nuestro propio criterio, ni en el del vecino, ni el del periódico, ni el de una revista o libro.
Tenemos que depender de lo que Dios declara como pecado.

4.3.6. Fuentes equivocadas de autoridad


4.3.6.1. La sociedad, la opinión pública, lo que dice la gente.
Una publicidad en Francia decía: “Un millón de franceses no pueden estar equivocados”, como
si la opinión de una gran agrupación de personas determinara lo bueno o lo malo.
4.3.6.2. Lo que a veces oímos en los púlpitos o leemos en las revistas religiosas o
libros; la opinión personal.
Pastores o líderes religiosos a veces dan opiniones erradas sobre lo que es y lo que no es
pecado, predicando sus propios criterios y no siguiendo lo que dice la Biblia. Así a veces se
inventan pecados y ponen cargas sobre la gente que Dios nunca pensó.
4.3.6.3. Interpretaciones equivocadas, de pasajes difíciles de la Biblia
Vamos a tratar ahora uno de los pasajes difíciles de la Biblia, sobre el cual hay mucha divergencia
de opinión. Si llegamos a esta porción con nuestros prejuicios y nuestras opiniones, con dificultad
aceptaremos lo que claramente aquí nos enseña el Espíritu Santo a través del apóstol Pablo.
“Porque yo sé que en mí, es decir, en mi carne, no habita nada bueno; porque el querer está presente
en mí, pero el hacer el bien, no.
Porque no hago el bien que deseo, sino el mal que no quiero, eso practico.
Y si lo que no quiero hacer, eso hago, ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que habla en mí.
Así que, queriendo hacer el bien, hallo esta ley de que el pecado habita en mí.
Porque en el hombre interior me deleito con la ley de Dios, pero veo otra ley en los miembros de mi
cuerpo que hace guerra contra la ley de mi mente, y me hace prisionero de la ley que está en mis
miembros.
¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?
Gracias a Dios por Jesucristo, Señor nuestro. Así que yo mismo, por un lado, con la mente sirvo a la
ley de Dios, pero por el otro, con la carne, a la ley del pecado. - Romanos 7:18-25
Este pasaje explica la lucha de una persona antes de aceptar a Cristo como su Salvador.
Imposible. Contestamos que tal explicación es imposible ya que, aparte de la gracia de Dios obrando en

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el corazón, la persona sin Cristo está en sus pecados, se deleita en el pecado, y se entrega al pecado.
No se preocupa por el pecado ni le aflige sobre manera.
Este pasaje explica un período de carnalidad en la vida del apóstol. Improbable. No hay indicio
bíblico ni secular para respaldar tal creencia.
En este pasaje el apóstol presenta un caso hipotético. Inconsistente. Pablo en todo el libro
habla en primera persona, y se usa a sí mismo como ejemplo. Sería inconsistente en este capítulo
introducir de repente un elemento simbólico.
Este pasaje explica una simple realidad en todo creyente. Consistente. Esta es la postura que la
gran mayoría de expositores asumen al comentar estos textos, y es una postura consistente con la
experiencia de cada creyente si analiza su corazón con honestidad.

4.4. EL PECADO IMPERDONABLE


Varios pasajes de las Escrituras hablan de un pecado que no será perdonado, Jesús dice:
Por eso les digo que a todos se les podrá perdonar todo pecado y toda blasfemia, pero la
blasfemia contra el Espíritu no se le perdonará a nadie. A cualquiera que pronuncia alguna
palabra contra el Hijo de hombre, se le perdonará, pero el que habla contra el Espíritu Santo no
tendrá perdón ni en este mundo ni en el venidero. (Mt. 12: 31-32).
Encontramos una declaración similar en Marcos 3: 29- 30, donde Jesús dice: “Excepto a quien
blasfeme contra el Espíritu Santo. Éste no tendrá perdón jamás; es culpable de un pecado
eterno” (Mr.3: 29; cf. Lc. 12: 10).
Así mismo Hebreos 6 dice: Es imposible que renueven su arrepentimiento aquellos que han
sido una vez iluminados, que han saboreado el don celestial, que han tenido parte en el
Espíritu Santo y que han experimentado la buena palabra de Dios y los poderes del mundo
venidero, y después de todo esto se han apartado. Es imposible, porque así vuelven a
crucificar, para su propio mal, al Hijo de Dios, y lo exponen a la vergüenza pública (He 6: 4-6;
cf. 10: 26-27; también las reflexiones sobre el “pecado que lleva a la muerte” en 1 Juan 5:
1617).
Este pecado cosiste en el rechazo intencional, muy malicioso y difamador de la obra del
Espíritu Santo de testimonio acerca de Cristo y atribuir su trabajo a Satanás. Un examen más
detenido de la declaración de Jesús en mateo y Marcos muestra que Jesús estaba hablando
en respuesta a la acusación de los fariseos de que “éste no expulsa a los demonio s sino por
medio de Belcebú, príncipe de los demonios” (Mt 12:24). Los fariseos habían visto las obras de
Cristo repetidas veces. El Señor acababa de sanar a un hombre endemoniado que estaba
ciego y mudo (Mt. 12:22). Las personas estaban maravilladas y un gran número de ellas
seguía a Jesús, y los mismos fariseos habían visto muchas veces claras demostraciones del
poder asombroso del Espíritu Santo obrando por medio de Jesús para traer vida y salud a
muchas personas. Pero los fariseos, a pesar de estas claras demostraciones de la obra del
Espíritu Santo delante de sus ojos, deliberadamente rechazaron la autoridad de Jesús y sus
enseñanzas y las atribuyeron al diablo. Jesús les dijo claramente que “toda ciudad o familia
divida contra sí misma no se mantendrá en pie. Si Satanás expulsa a Satanás, está dividido
contra sí mismo, ¿Cómo puede entonces mantenerse en pie su reino? (Mt. 12: 25-26). De
modo, que era irracional y tonto que los fariseos atribuyeran los exorcismos de Jesús al poder
de Satanás. Eso era una clásica mentira maliciosa y deliberada.

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PREGUNTAS DE APLICACIÓN PERSONAL


- ¿Ha despertado la lectura de este capítulo una creciente conciencia del pecado que
permanece en su vida?
- ¿Puede usted mencionar alguna forma específica en que esto es cierto?
- ¿Puede usted mencionar algunos paralelismos entre la tentación que enfrentó Eva y las
tentaciones que usted enfrenta en su vida cristiana?
- ¿Realmente piensa que antes de ser cristiano, estaba totalmente incapacitado para hacer
algún bien espiritual delante de Dios?
- ¿Qué clase de libertad de elección tienen las personas no cristianas que a usted le rodean?
- ¿Piensa usted que los cristianos de hoy han perdido bastante de vista lo aborrecible que
es el pecado? ¿Lo han perdido también los no cristianos?
- ¿Piensa usted que el mayor problema de la raza humana, y de todas las sociedades y
civilizaciones, no es la falta de educación, la falta de comunicación, ni la falta de bienestar
material, sino el pecado en contra de Dios?

5. PACTOS ENTRE DIOS Y EL HOMBRE10


Desde la creación del mundo, las relaciones de Dios con el hombre han estado definidas por
requerimientos y promesas específicas. Dios le expresa a las personas cómo quiere que
actúen y también Él se manifiesta dando a entender al hombre cómo obra. La Biblia ilustra
cómo ha sido la relación entre Dios y el hombre, y con frecuencia llama “pactos” a este
accionar específico de Dios. Un pacto es un acuerdo legal, inalterable y divinamente
impuesto entre Dios y el hombre que estipula las condiciones de sus relaciones. La
frase “divinamente impuesto” indica que el hombre nunca puede negociar con Dios o cambiar
los términos del pacto. El solo puede aceptar las obligaciones del pacto o rechazarlas.
Probablemente por esta razón los traductores griegos del Antiguo y del Nuevo Testamento, no
usaron la palabra griega común que denotaba contratos o acuerdos en los que ambas partes
eran iguales (syntheke), sino que más bien eligieron una palabra menos común, diadsekh, que
hace hincapié en que las provisiones del pacto fueron establecidas solo por una de las partes.
De hecho la palabra diadsekh se usaba con frecuencia para referirse a “testamento” o última
voluntad” que una persona dejaba para indicar la distribución de sus bienes después de su
muerte.

5.1. EL PACTO DE OBRAS


Aunque el pacto que había antes de la Caída ha sido expresado mediante varios términos
(tales como el pacto adánico o el pacto de la naturaleza), la designación más útil parece ser la
de “pacto de obras”, puesto que la participación en las bendiciones del pacto dependía
claramente de la obediencia u “obras” de parte de Adán y Eva. Los requerimientos de sus
relaciones aparecen bien definidos con los mandamientos que Dios les da a Adán y Eva (Gen
1: 28-3’; cf. 2: 15) y en el mandamiento directo a Adán: “Puedes comer de todos los árboles del

10 TOMADO CARPETA REGIÓN CENTRO


Y PDF. (Teología Sistematica Wayne Grudem ) pag 513- 550 Capítulo 25

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jardín, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no deberás comer. El día que de él
comas, ciertamente morirás” (Gen 2: 16-17).
¿Está todavía en vigor el pacto de obras? El pacto de obras todavía está en vigor para todo ser
humano aparte de Cristo, aunque ningún ser humano puede cumplir con sus estipulaciones y
conseguir sus bendiciones. Cristo obedeció perfectamente el pacto de obras por nosotros
porque él no cometió ningún pecado (1 P 2:22), sino que obedeció a Dios en todo a nuestro
favor (Rom 5:18–19). En realidad, para los cristianos hoy pensar que estamos obligados a
tratar de ganar el favor de Dios mediante la obediencia sería apartarse de la esperanza de la
salvación. “todos los que viven por las obras que demanda la ley, están bajo maldición…es
evidente que por la ley nadie es justificado delante de Dios” (Ga 3: 10-11). Los cristianos han
quedado liberados del pacto de las obras por razón de la obra de Cristo y han sido incluidos en
el nuevo pacto, el pacto de la gracia (vea abajo).

5.2. EL PACTO DE REDENCIÓN


Los teólogos hablan de otra clase de pacto, un pacto que no es entre Dios y el hombre, sino
entre miembros de la Trinidad. Es el pacto que llaman el “pacto de redención”. Este es un
acuerdo entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, mediante el cual el Hijo está de acuerdo en
hacerse hombre, ser nuestro representante, obedecer las demandas del pacto de obras en
nuestro nombre y pagar el castigo del pecado que nosotros merecíamos.
En cuanto al Padre, este “pacto de redención” incluía un acuerdo de dar al Hijo un pueblo que
él redimiría para ser suyo (Jn 17:2, 6), enviar al Hijo para que fuera su representante (Jn 3: 16;
Ro 5: 18-19), preparar un cuerpo para que el Hijo morara en él como hombre (Col 2:9; He
10:5), aceptarle como representante del pueblo que habría redimido (He 9:24) y darle a él toda
la autoridad en el cielo y en la tierra (Mt. 28:18), incluyendo la autoridad de derramar el poder
del Espíritu Santo y aplicar la redención a su pueblo (Hch 1: 4; 2: 23).
De parte del Hijo, estuvo de acuerdo en que vendría a este mundo como hombre y viviría como
hombre bajo la ley mosaica (Ga 4:4; He 2:14.18), y que se sometería en perfecta obediencia a
todos los mandamientos del Padre (He 10:7-9), se humillaría a sí mismo y se haría obediente
has la muerte en la cruz (Fil 2:8). El Hijo también estuvo de acuerdo en formar a un pueblo
para sí mismo a fin de que ninguno de los que el Padre le iba a dar se perdiera (Jn 17: 12).
El papel del Espíritu Santo en el pacto de redención a veces se pasa por alto en las reflexiones
sobre el tema, pero sin duda era único y esencial. Estuvo de acuerdo en hacer la voluntad del
padre y llenar y facultar a Cristo para que llevara a cabo su ministerio en la tierra (Mt. 3:16; Lc
4:1,14,18; Jn 3:34) y aplicar los beneficios de la obra redentora de Cristo a los creyentes
después de que Cristo regresara al cielo (Jn 14:16-17; Hch 1: 8; 2:17-18, 33).

5.3. EL PACTO DE GRACIA


5.3.1. Elementos esenciales
Cuando el hombre no obtuvo la bendición ofrecida en el pacto de obras, se hizo necesario que Dios
estableciera otro medio, uno mediante el cual el hombre pudiera ser salvado. El resto de las Escritura
después del relato de la Caída en Génesis 3 es la narración de la acción de Dios en la historia para
llevar a cabo el maravilloso plan de redención a fin de que las personas pecadoras pudieran entrar en
compañerismo con él.

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Las partes en este pacto de gracia son Dios y el pueblo que él redimiría. Pero en este caso Cristo
cumple con un papel especial como “mediador” (He 8:6; 9: 15; 12:24) en el cual cumple por nosotros las
condiciones del pacto y de ese modo, nos reconcilia con Dios. La condición (o requerimiento) de la
participación en el pacto es tener fe en la obra de redención de Cristo (Ro 1: 17; et al.). Este
requerimiento de fe en la obra redentora del Mesías era también la condición para obtener las
bendiciones del pacto del Antiguo Testamento, como Pablo lo demuestra claramente por medio de los
ejemplos de Abraham y David (Ro 4: 1-15). Ellos, como otros creyentes del Antiguo Testamento,
alcanzaron la salvación mirando hacia el futuro a la obra del Mesías que iba a venir y depositando su fe
en Él.
5.3.2. Varias formas del pacto
¿Qué es entonces el “antiguo pacto” en contraste con el “nuevo pacto” en Cristo? Se refiere al
pacto que se hizo en el Monte Sinaí (Ex 19-24), y se le llama el “antiguo pacto” (2 Co 3:14; cf.
He 8:6, 13), porque iba a ser sustituido por el “nuevo pacto” en Cristo (Lc 22:20; 1 Co 11:25; 2
Co 3:6; He 8:8, 13;9: 15; 12: 24). El pacto mosaico era la aplicación de detalladas leyes
escritas puestas en vigor con el propósito de señalar los pecados de las personas y ser una
guía que nos llevara a Cristo. Pablo dice: “Entonces, ¿cuál era el propósito de la ley? Fue
añadida por causa de las transgresiones hasta que viniera la descendencia a la cual se hizo la
promesa” (Ga 3:19), “así que la ley vino a ser nuestro guía encargado de conducirnos a Cristo”
(Ga 3:24).
El sistema de sacrificios del pacto mosaico no quitaba en realidad el pecado (He 10:1-4), pero
si prefiguraba que Cristo, el perfecto sumo sacerdote que era también el sacrificio perfecto,
cargaría con nuestros pecados (He 9:11–28). Pablo se da cuenta de que el Espíritu Santo que
actúa dentro de nosotros es el único que puede capacitarnos para obedecer a Dios en una
manera que la ley mosaica nunca podría, porque él dice que “Dios nos ha capacitado para ser
servidores de un nuevo pacto, no el de la letra sino el del Espíritu; porque la letra mata, pero el
Espíritu da vida” (2 Co 3:6).
El nuevo pacto en Cristo es, entonces, mucho mejor porque cumple las promesas hechas en
Jeremías 31:31-34, como aparece citado en He 8:6-12:
7
Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar
para el segundo.
8
Porque reprendiéndolos dice: He aquí vienen días, dice el Señor,
En que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto;
9
No como el pacto que hice con sus padres El día que los tomé de la mano para sacarlos de la
tierra de Egipto; Porque ellos no permanecieron en mi pacto, Y yo me desentendí de ellos,
dice el Señor.
10
Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel Después de aquellos días, dice
el Señor:
Pondré mis leyes en la mente de ellos,
Y sobre su corazón las escribiré;
Y seré a ellos por Dios,
Y ellos me serán a mí por pueblo;
11
Y ninguno enseñará a su prójimo,
Ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor;
Porque todos me conocerán,

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Desde el menor hasta el mayor de ellos.


11
Porque seré propicio a sus injusticias,
Y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades. m
12
Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece,
está próximo a desaparecer.

6. EL PAPEL DEL HIJO DE DIOS EN RELACIÓN CON EL HOMBRE 12


HA SIDO DICHO QUE "EL CRISTIANISMO ES CRISTO" y que la teología cristiana es por lo
tanto una explicación sobre quién Cristo es y lo que significa tener fe en Él.
6.1. ¿Por qué cristo se hizo hombre? 13

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La respuesta a esta pregunta, como habremos de ver, es que Jesús se hizo hombre para poder
morir por los que habrían de creer en Él. En las obras de Anselmo de Canterbury (que murió en
1109) encontramos una afirmación clásica con respecto a la pregunta sobre por qué Jesucristo
se hizo hombre. Anselmo respondía que Dios se hizo hombre en Cristo porque sólo una
persona que fuera Dios y hombre al mismo tiempo podía lograr nuestra salvación.
La Encarnación además hace dos cosas adicionales. Primero, nos muestra que Dios es capaz
de entendernos y simpatizar con nosotros, lo que sirve de impulso para acercarnos a él en
oración. Segundo, la Encarnación, también, constituye un ejemplo sobre cómo debería vivir
una persona en este mundo. Pedro habla incluso de la crucifixión en estos términos: "Cristo
padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas" (1 P.2:21).
Pero la expiación es la causa real de la Encarnación. El autor de la epístola a los Hebreos
afirma esto con claridad. "Porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede
quitar los pecados. Por lo cual, entrando en el mundo dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste; más
me preparaste cuerpo. Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron. Entonces
dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad, como en el rollo del libro está escrito
de mí" (He. 10:4-7). Y el autor luego agrega a continuación que cuando Jesús dice que ha
venido a cumplir con la voluntad de Dios, esa voluntad debe ser entendida como
proporcionando un mejor sacrificio. "En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda
del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre" (10:10).
Encontramos este mismo énfasis en otros lugares. En sus denotaciones el nombre Jesús
("Jehová salva") está apuntando hacia la expiación. “Llamarás su nombre JESÚS, porque él
salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt. 1:21). Jesús mismo hizo referencia a su próximo
sufrimiento (Mr. 8:31, 9:31), ligando el éxito de su misión a la crucifixión: "Y yo, si fuere
levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo” (Jn. 12:32). En varios otros lugares en el

11 PDF. (Fundamentos de la Fe Cristiana James Montgomery Boice ) pag 293- 299

12 Los Fundamentos de la Fe Cristiana – Una teología exhaustiva y comprensible - James Montgomery Boice Editorial Unilit - Pág. 293 -

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evangelio de Juan se habla de la crucifixión como la "hora" para la cual Cristo vino (Jn. 2:4;
7:30; 8:20; 12:23,27; 13:1; 17:1).

6.2. La salvación mediante el Dios-hombre


¿Por qué la doctrina de la expiación es central en las Escrituras? ¿Por qué debe haber un
sacrificio? ¿Por qué la salvación debía de lograrse de esta manera?
Anselmo (y luego Calvino) proponía dos respuestas posibles:
La primera es que la salvación debía alcanzarse por medio de Dios, ningún otro podía lograrla.
Resulta evidente que ningún hombre o mujer podían alcanzarla, ya que somos nosotros los
que estamos en problemas. Estamos en esta situación debido a nuestra rebelión contra las
justas leyes y decretos de Dios. Además, hemos sufrido los efectos del pecado a tal extremo
que nuestra voluntad está sometida, y por lo tanto ni siquiera podemos optar por agradar a
Dios, y mucho menos agradar a Dios efectivamente. Si hemos de ser salvos, solo Dios, quien
tiene tanto el poder y la voluntad de salvarnos, debe ser quien nos salve. La segunda
respuesta de Anselmo es que, si bien aparentemente es una contradicción, la salvación debe
ser también alcanzada por el hombre. El hombre es quien le ha fallado a Dios y debe ser por lo
tanto quien arregle el mal que ha hecho. Dada esta situación, la salvación sólo puede ser
lograda por aquel que es al mismo tiempo Dios y hombre, o sea, por Cristo.
Esto implica tres aspectos:
Primero, es Dios quien inicia y lleva a cabo la acción. La naturaleza de Dios está caracterizada
por el amor, y fue por amor que planificó y llevó a cabo la expiación. En Cristo, Dios mismo
estaban satisfaciendo su propia justicia. Es fácil comprender entonces por qué la Encarnación y
la expiación deben ser consideradas conjuntamente para evitar que no sean distorsionadas.
Segundo, en la explicación de Anselmo no hay ninguna sugerencia, de ningún tipo, de que los
seres humanos puedan de algún modo aplacar la ira de Dios. La propiciación se refiere al
aplacamiento de la ira. No es el hombre quien logra aplacar a Dios. Más bien se trata de Dios
que aplaca su propia ira para que su amor pueda seguir abrazando y salvando al pecador.
Tercero, no se trata de una cuestión de sustitución en un sentido superficial, donde una víctima
inocente toma el lugar de otra persona quien debe ser castigada. Se está hablando de
sustitución en un sentido más profundo. Quien toma el lugar del hombre para poder satisfacer
la justicia de Dios es en realidad uno que se ha hecho hombre a sí mismo y que por lo tanto
podemos considerarlo como nuestro representante.

6.3. El carácter central de la cruz


Podemos arribar a varias conclusiones a partir de esta explicación de la Encarnación:
Primero, de acuerdo con las Escrituras, el Calvario y no Belén constituye el centro del
cristianismo. De acuerdo con las enseñanzas bíblicas, la razón de un Dios-hombre es que un
Dios-hombre era quien debía morir por nuestra salvación. Enfocar el tema de la Encarnación
sin considerar la cruz conduce a una falsa sentimentalidad y negligencia del horror y la
magnitud del pecado humano.
Segundo, si la muerte de Cristo en la cruz es el verdadero significado de la Encarnación,
entonces no puede haber ningún evangelio sin la cruz. La navidad por sí sola no es el
evangelio. La vida de Cristo no es el evangelio. Ni siquiera la resurrección. Porque las buenas
noticias no son sólo que Dios se hizo hombre, ni que Dios habló para revelarnos la vida que
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deberíamos seguir, ni siquiera que la muerte, ha sido conquistada. Las buenas noticias son que
se ha conquistado al pecado (la resurrección es prueba de ello); que Jesús ha sufrido Su
castigo como nuestro representante, para que nosotros nunca tengamos que sufrirlo; y que por
lo tanto todos los que creen en Él pueden esperar el cielo.
La resurrección no es simplemente la victoria sobre la muerte (si bien se trata de esto también)
sino la prueba que la expiación fue una expiación satisfactoria a la vista del Padre (Ro. 4:25), y
que la muerte, el resultado del pecado, ha sido abolida sobre esa base. Cualquier evangelio
que sólo hable del acontecimiento de Cristo, entendiendo por esto la Encarnación sin la
expiación, es un evangelio falso.
Por último, del mismo modo que no puede haber un evangelio sin la expiación como razón de
la Encarnación, tampoco puede darse una vida cristiana sin ella. Sin la expiación el tema de la
Encarnación se torna fácilmente en una especie de deificación de lo humano y conduce a la
arrogancia y al provecho propio. Con la expiación, el verdadero mensaje de la vida de Cristo, y
por ende también el significado de la vida de los hombres y mujeres cristianos, es la humildad y
el sacrificarse para suplir las necesidades de otros.
La vida cristiana no consiste en la indiferencia frente a aquellos que padecen hambre, o están
enfermos, o están sufriendo alguna limitación. No es el contentamiento con la propia
abundancia, ni la abundancia de una clase media con casas y automóviles y ropa y
vacaciones, ni la abundancia de una buena educación, ni siquiera la abundancia de buenas
iglesias, Biblias, enseñanza bíblica o amigos y conocidos cristianos. Se trata de tomar
conciencia de que no todos tienen estas cosas y que por lo tanto nosotros debemos sacrificar
muchos de nuestros propios intereses para poder identificarnos con estas personas y así
traerlas paulatinamente a la misma abundancia que disfrutamos.

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