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Lic.

Verónica Icasuriaga Núñez


Psicóloga – Psicoanalista
Especialista en Psicología Clínica
Diplomatura Superior en Psicoanálisis y Educación
Supervisora Clínica

FortNite y la importancia de la función paterna

El discurso cultural de cada época da cuenta de un momento histórico determinado,

favorece ciertas idealizaciones, determina conceptos de normalidad o patología, fija

conceptos de lo licito y lo ilícito, etc.

Fernando Ulloa ha llamado “cultura de la mortificación” a aquella situación estable donde

la calidad de vida y las condiciones de trabajo de una población han disminuido

sensiblemente produciendo efectos en los sujetos del orden del sufrimiento y la

intimidación que vividos cotidianamente terminan siendo asumidos como “normales”.

El sujeto niega que existan esas condiciones adversas vivenciando familiarmente lo

siniestro. Por ejemplo para muchos ciudadanos, la primera vez que ven una persona en

situación de calle puede angustiarles pero hoy frente a la “normalidad” de verlas a diario,

las personas en situación de calle pasan a ser parte del paisaje de la ciudad, impidiéndoles

este mecanismo psíquico de negación, registrar el padecimiento de esa situación, desde

lo social y/o humano.


Lic. Verónica Icasuriaga Núñez
Psicóloga – Psicoanalista
Especialista en Psicología Clínica
Diplomatura Superior en Psicoanálisis y Educación
Supervisora Clínica

Lacan señala la dependencia estructural del sujeto humano de la organización familiar, la

cual transmite la posibilidad de la constitución subjetiva, y llevó en las últimas décadas a

replantear el estatuto de la infancia, manteniendo la conexión con la historicidad que le es

propia.

Para el psicoanálisis infancia es el tiempo en el que se juegan ciertas operaciones

fundantes, tiempos constitutivos donde cobra valor el juego, que evidencia movimientos

entre el sujeto y el Otro, que le servirá para anudar la estructura.

Pero si no hay quien encarne adecuadamente el lugar del Otro, o sea el lugar de la función

de los padres, ese espacio se desmaterializa, es un vacío, se abre un abismo para el niño

y/o adolescente quien queda en una situación de desamparo, y una de sus consecuencias

es un incremento de la violencia.

Los niños y adolescentes juegan lo que viven, y si un juego realizado en una país

armamentista es furor en nuestro país, tal vez sea que en algo nos estamos pareciendo, y

es en que nuestros niños/adolescentes también saben que tienen que aprender a

sobrevivir en una sociedad globalizada.


Lic. Verónica Icasuriaga Núñez
Psicóloga – Psicoanalista
Especialista en Psicología Clínica
Diplomatura Superior en Psicoanálisis y Educación
Supervisora Clínica

A diferencia de los juegos tradicionales en los actuales juegos los “buenos no siempre

ganan”.

En estos juegos virtuales la muerte no representa un final, sino la posibilidad de un nuevo

inicio de otra partida donde volverá a intentar sobrevivir, una y otra vez.

Solo se sobrevive matando al resto, y puede exponer al jugador infantil a una

confrontación directa con la violencia que para la subjetividad del niño era inaceptable y se

podría volver posible.

¿Por qué los niños demandan estos juegos?

La vida actual es un riesgo, el solo hecho de volver sanos y salvos a casa es una

preocupación cotidiana de los adultos, los valores sociales se han desmoronado y en los

conflictos sociales adultos, “los buenos” también muchas veces pierden.

El temor invade nuestra cotidianeidad, desde los noticieros, los cuales llamativamente aún

no están en un horario de protección al menor, vemos a diario noticias de asesinatos,

violencia y malestar, hay un incremento de la descomposición social que generan

desprotección y deshumanización, los niños conviven en sus casas cotidianamente con

noticias sobre muerte y el peligro.


Lic. Verónica Icasuriaga Núñez
Psicóloga – Psicoanalista
Especialista en Psicología Clínica
Diplomatura Superior en Psicoanálisis y Educación
Supervisora Clínica

Hoy en día los niños no crecen ya dentro de los límites de seguridad que ofrecía una

extensa familia o una comunidad bien integrada, y los paradigmas de seguridad se

desmoronan frente a nuestra mirada.

Vivimos en la actualidad una gran crisis social y económica cuyas consecuencias será

para muchos la desocupación y lo que es peor también la indefensión.

La inseguridad de las leyes dejan a las personas en desamparos simbólicos, lo que

brindaba garantía a la subjetividad se quiebra.

Esta situación social con la cual conviven los niños y adolescentes de hoy, se manifiesta en

una transformación en sus gustos e intereses, de tal forma que la violencia también se

representa en formas lúdicas en juegos de “sobrevivencia”, donde el fin es matar o morir

en ese intento, como por ejemplo en el Fortnite Battle Royale

Ya no hay reglas - ¿Será por esto que los niños demandan y disfrutan tratando de perdurar

en una isla, rodeados de una tormenta eléctrica que los amenaza mientras tratan de

sobrevivir a otros jugadores?

Sigmund Freud nos hablaba en su texto “El malestar en la cultura” de que “la vida como

nos es impuesta resulta gravosa: nos trae dolores, desengaños, tareas insolubles. Para

soportarla no podemos prescindir de calmantes. Los hay de tres clases, poderosas

distracciones, que nos hagan valuar en poco nuestra miseria, satisfacciones sustitutivas,

que la reduzcan y sustancias embriagadoras que nos vuelvan insensibles a ella”


Lic. Verónica Icasuriaga Núñez
Psicóloga – Psicoanalista
Especialista en Psicología Clínica
Diplomatura Superior en Psicoanálisis y Educación
Supervisora Clínica

“Poderosas distracciones” nos dice Freud, dentro de lo cual ubicaré a los videojuegos. Es

una satisfacción sustitutiva, no transforma la realidad pero es muy efectiva psíquicamente

para los niños, permiten la tramitación de cantidades de excitación de un modo eficaz,

permite al niño codificar experiencias.

Es bueno aclarar que un juego no es lo mismo que un hecho, solo los hechos traumatizan

en el sentido de que actúan directamente sobre el psiquismo sin tramitación., pero cuando

no hay un un velamiento efectivo por los padres en la infancia, puede generar en el niño

fallas en su tramitación simbólica.

La dificultad de los padres en poner acotamiento a los juegos virtuales puede generar

síntomas en sus hijos, como bajos rendimientos académicos, trastornos del sueño por

quedarse jugando hasta altas horas de la noche, etc.

Es necesario que en la infancia y la adolescencia se cuente con una mediación parental,

para que la experiencia pueda ser delimitada y metabolizada como un juego más.

Si ante el avance de estas “poderosas distracciones” no hay un acompañamiento paterno,

la ineficacia de la contención y sostén de los adultos, hacen que los niños encuentren cada

vez menos de donde asirse, poniendo a prueba el limite de su estructura, debiendo operar

cada vez mas precariamente con sus posibilidades de resolver situaciones en su psiquismo

infantil.
Lic. Verónica Icasuriaga Núñez
Psicóloga – Psicoanalista
Especialista en Psicología Clínica
Diplomatura Superior en Psicoanálisis y Educación
Supervisora Clínica

Es imprescindible que los padres, desde su función de cuidado, se involucren informándose

sobre el funcionamiento de los videojuegos, y cabe aclarar que no es necesario jugarlos

para entenderlos.

Es importante estar atentos a como estos pueden influir en el comportamiento de sus

hijos, por ejemplo observar como resuelven las situaciones de frustración que les presenta

el juego.

Si bien los niños y adolescentes nos muestran una habilidad maravillosa para manejar las

tecnologías, es transcendental recordar que su psiquismo sigue requiriendo del

acompañamiento de la función paterna para guiarlos en el proceso de maduración que

aún queda por recorrer.

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