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EL NOS SALVÓ Y NOS LLAMÓ A UNA VIDA SANTA

Estimados seminaristas que reciben el Alba.

Nuestra comunidad se llena de alegría al celebrar con ustedes este sencillo


rito de la entrega del Alba. Después de haber vivido la experiencia del año
propedéutico, después de haber hecho un primer trayecto del largo camino
formativo que conduce hacia el sacerdocio, ustedes reciben el alba que
vestirán en las celebraciones litúrgicas en el Seminario y en las comunidades
donde realizarán su apostolado. Con este rito queremos indicar que ustedes
se integran de manera total a la comunidad que, en la etapa del arraigo,
marcha hacia el sacerdocio.

Considero importante profundizar en el sentido de este rito de incorporación


más honda a la vida de nuestra comunidad. Nuestros ritos son también
lenguaje sagrado, a través de ellos no solo significamos o representamos la
acción de Dios sino que Dios mismo, en la persona de Jesucristo, obra, actúa.

Todos nosotros conocemos, por la vivencia y estudio de nuestra liturgia, el


valor y el significado que posee la vestidura blanca. Prácticamente en todos
los sacramentos está presente. Especialmente en el bautismo se hace
referencia expresa a ella y nos habla de la nueva condición que Cristo nos ha
conseguido por nuestra identificación con Él en su muerte y resurrección.

“Eres una creatura nueva y has sido revestido de Cristo. Esta vestidura
blanca sea signo de tu dignidad de cristiano. Ayudado por la palabra y el
ejemplo de los tuyos, consérvala sin mancha hasta la vida eterna. Así reza la
oración de imposición de la vestidura blanca que se lleva a cabo en el
bautismo.

Estimados jóvenes seminaristas: con la entrega del alba, el Señor Jesucristo,


por medio de la Iglesia, les está diciendo: vive tu bautismo. Si quieres ser
sacerdote, vive tu bautismo. El seminarista en esta etapa del arraigo que
ustedes han comenzado a recorrer este año, se dispone a lograr mayor
conciencia de su condición de bautizado, de estar unido a Jesucristo en su
muerte y resurrección, de estar siendo transformados por Cristo, de
experimentar el poder de su resurrección, de pertenecer exclusivamente al
Padre, de ser hijo escuchando y poniendo por obra la palabra del Hijo, de
acoger a Dios y manifestarlo con la santidad de la vida.

El santo Padre Benedicto XVI en su reciente mensaje de cuaresma ha


vinculado la cuaresma, al bautismo y nos ha recordado que es precisamente
en el bautismo que se ha iniciado “la aventura gozosa y entusiasmante del
discípulo”: hay una estrecha relación entre realidad bautismal, vocación
cristiana y vocación sacerdotal. La etapa formativa que ustedes han
comenzado a vivir les permite ser auténticamente creyentes, serlo de verdad.
Para ser sacerdote de Nuestro Señor Jesucristo hay que vivir el bautismo. No
podremos ser sacerdotes santos si no hacemos vida nuestro ser bautismal.

Reciban entonces el alba, que cada vez que se revistan con ella hagan
memoria de lo que son: Bautizados en Cristo, unidos a él, llamados a hacer
de nuestras vidas un permanente ejercicio de morir al mal, al pecado y a
resucitar para vivir según la novedad de la vida de Jesucristo glorificado. Si
hacemos vida, si vivimos de forma consecuente nuestro ser de bautizados, se
notará la novedad de ser llamados. Que la vestidura sagrada forme una
unidad con la persona de cada uno. Manténgase limpios de corazón, sin
mancha hasta la ordenación y después de ella hasta la vida eterna.

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