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Vemos en nuestro día a día, tiempos y distancias que aparecen como si pudieran ser
entendidas y sentidas, desde el afecto, por todos de la misma forma. El mundo se presenta
como si las matemáticas probaran la “unión” de todo, como si fuera la sustancia que une y
da entidad a nuestro mundo.
Prueba de esto es cuando azarosamente alguien dice “1 metro de…” y sin dudar, sin
pensar, creemos con certeza que habla de una medida concreta, real, objetiva, universal y
neutral. Como si ese metro “de..” no constituyera un algo singular para alguien y expresara
la unidad del significado para un todos.
De la misma forma en que todo es expresado indiferente con la mesura de las cosas, la
psicopatología no escapa a esto, y lo vemos en su máxima expresión en la neuropsiquiatría
y la neuropsicología. Su apoteosis se ve en el llamado examen psicopatológico,el cual es
solicitado para dar conocimiento de la evaluación y donde escuetamente, por no decir
pobremente, se trata de evaluar el estado psíquico del paciente. Se utilizan medidas, juicios
que pasan desapercibidos, la lucidez, la afectividad, la memoria y el mismo juicio.
La afectividad, como las otras esferas del examen psiquiátrico, cae bajo la mesura de la
ciencia. El afecto, y sus cualidades, ya no son dignos de una poética y se los expresa como
“timia”, la cual puede mostrarse sólo en variantes dentro de una línea que va desde una
atimia, en donde este árido neologismo expresaría“la falta de afectividad”, a los extremos de
un “aumento patológico” de la afectividad, la hipertimia.
Pero aquí surge un problema apremiante para quien se detiene a preguntarse sobre su
práctica, vemos que al hablar de afecto se concurre a lo cuantitativo, y con esto a la
normalidad, una normalidad que en demasía, para un lado o para otro, se torna patológica.
Desde este lugar, de un supuesto exceso, se aplica el prefijo “hiper”, cayendo así en un
juicio, un juicio cuantitativo, pudiendo decir que esa afectividad no se corresponde.
Cabe preguntarse ¿Con que no se corresponde? ¿Con lo biográfico del pacientes, con su
singularidad o con lo esperado? ¿Por quien? En estas preguntas se devela algo de lo que la
neutralidad y objetividad esperaban encubrir con sus brumas.
Al presentarse la tristeza como el metro, ambos como objetos por fuera del observador,
por fuera del sujeto, por fuera de mi, caen en lo cuantificable, en lo mensurable. Por
consiguiente cabe la posibilidad de universalizarlo, aplicar escalas que normativicen y
regularicen las medidas de la tristeza aquí o en Timbuktu. Donde si bien se toman ciertas
medidas para situar geograficamente la escala, no aparece ni una migaja del padecer de
quien lo sufre.
¿Cómo sucedió que algo del afecto y la espacialidad, tan singulares y diferentes, caigan
ambos bajo ser considerados objetos, como es que pueden ser objetivados?
¿Cómo es que puedo acercarme en forma “pura” (sin compromisos, sin ideología, sin
inconciente, sin “yo”) a eso que se me presenta y estudiarlo desde su esencia? ¿Cómo es
que puedo abstenerme de todo lo que soy y en un segundo tiempo ir al objeto para
conocerlo en su realidad?
En estos tiempos tienen una respuesta que parece acaparar toda forma posible de conocer,
es su base, en su metafísica, actúa una concepción de sujeto y una de objeto en la que la
tristeza y el metro comparten la capacidad de ser medidos y reducidos a números por la
ciencia.
Realizaremos un intento de escapar de esta respuesta para hallar un pequeño oasis que
todavía no ha caído presa de los números, utilizaremos las contribuciones de Martin
Heidegger para dilucidar, abrir estos números y medidas para que pueden mostrarse frente
a nosotros.
Para lograrlo nos remitiremos al siglo XVII, y pondremos en foco a René Descartes y sus
meditaciones metafísicas. No debemos caer en la postura simplista que fue Descartes quien
le concedió “la verdad” de la que goza actualmente la ciencia. Las lecturas sobre
Descartes posteriores y su aplicación del método han tenido consecuencias de gran
envergadura para nuestra práctica, tanto psiquiátrica, psicológica como médica.
Pondremos el punto de partida en 1619, donde Descartes tiene una serie de sueños, los
cuales son interpretados como una revelación, una epifanía. Se le revelaba de esta forma
que la ciencia era única y universal. El método es imperante para unirla, lo único que
alberga un nivel de certeza aceptable, caracterizado por la claridad y la distinción, es la
ciencia matemática, esta debe ser el modelo bajo el cual erigir el templo del saber, la
ciencia única.
Resulta irónico que un raro episodio esoterico constituya uno de los momentos cruciales
del comienzo de una época en la que la ciencia desplaza a la filosofía y a la teología en
relevancia intelectual y estatus social. Sin embargo, bien pensado, el carácter divinizado de
la ambición cartesiana nos ayuda a entender la moderna concepción de la ciencia y sus
irreales expectativas de conocimiento progresivo y, en un futuro, total.
Partiendo de la duda radical intentara mostrar la existencia de tres sustancias, Yo, Dios y el
Mundo.
● Por último, aparece algo por fuera de la res cogitans, y mucho más por fuera
, el cuerpo y el mundo.
de la perfección divina. Lo nombrara la res extensa
¿Pero como? Hay ciertas ideas, referirá Descartes, que no provienen del
propio yo y que no me han sido impuestas por Dios directa o indirectamente,
y si este último no es capaz de engañarme, debo reconocer que estas ideas
provienen de los cuerpos. Es así como cobra sustancia la res extensa.
Habiendo realizado la división, en forma clara y distinta, separando una sustancia de la otra
nos abocaremos a conocer un poco más de la res extensa para comenzar el camino que
removerá el velo de la concepción del cuerpo propio de la ciencia y la biomedicina.
Es importante resaltar que el método que utiliza Descartes para arribar a las conclusiones
sobre las sustancias no es cualquier método, es la meditación. La meditación es una
tradición de la religión y la literatura apologética, San Jerónimo, por nombrar un ejemplo y
ciertos pensadores griegos utilizaban la apologética como modo de sostener una postura
con relación a un saber u opinión. La meditación se basa es que el autor debe cortar los
lazos con el mundo, el cual es un obstáculo para la elevación.
Cabe aclarar que el cuerpo no conforma parte de la res cogitans, muy por el contrario el
cuerpo y su mochila de impurezas -pasiones, dolores, afectos, sensaciones, etc- quedará
en la res extensa, al igual que el cuerpo de las mesas, las sillas, los árboles y el mundo.
Pero continuemos con Descartes. Ya estamos al tanto de que ha logrado, o cree haber
logrado, justificar la existencia de las tres sustancias; la res infitans, la res cogitans y la res
extensa. Esto no es nuevo para la época pero el modo y método en que lo ha hecho, sí.
Ya hemos nombrado que a René se le presenta que lo que podrá unificar a las ciencias en
una sola, es la matemática, ¿Pero por qué? La matemática en el siglo XVII poseía dos
propiedades que eran cruciales para el proyecto cartesiano, la claridad y la distinción, que
este proyecto pretendía que sean extendidos al resto de las ciencias. Esto último haría que
se presenten de forma evidente y que de esta manera no pueda negarse su veracidad, por
lo que es menester que para conocer algo debo lograr que se presente de forma clara y
distinta.
Con lo explicado podemos ver como la metafísica cartesiana puede dar una explicación
acabada de la realidad. Puede demostrara que a los objetos le corresponde lo claro y
distinto, que pertenecen a la res extensa, que su cualidad es la extensión y puede ser
diferenciado de las otras sustancias y por lo tanto del sujeto.
De esta manera, entendiendo que a los objetos le corresponde lo claro y distinto, todo
puede ser aprehendido racionalmente, con la certeza de la matemática universal.
La res extensa, como mundo, como corpóreo, como extensión, puede ser dividida, no así la
res cogitans. Se presenta de este modo una dualidad, dos sustancias radicalmente
opuestas, que conformarán una psicología por lado del sujeto y la res cogitans, por otro se
conformará un mecanicismo total, que dará como resultado una medicina biológica
anatomoclínica.
Nuestro camino, para poder comprender los vínculos que se establecen entre el afecto y un
metro, tomarán los caminos de la res extensa . El espíritu ha quedado excomulgado del
mundo, del cuerpo, Solo ante nosotros se presenta la extensión, una tierra nutricia para que
todo sea sometido a la matemática y su mesura para que surja una ciencia dura, fría,
plagada de certezas. Todo el mundo quedó por fuera de la conciencia, es mera extensión.
“Así reconozco muy claramente que la certeza y la verdad de toda ciencia dependen
del solo conocimiento de Dios verdadero: de suerte que antes que lo conociese, no
podía saber perfectamente ninguna otra cosa. Y ahora que lo conozco, tengo el medio
por el que adquirir una ciencia perfecta en lo tocante a una infinidad de cosas, no
solo a aquellas que están en él, sino también a aquellas que pertenecen a la
naturaleza corpórea.”
Descartes, con su duda radical, comienza a dudar de lo que se presenta por fuera de sí, por
ejemplo una torre que desde la lejanía se observa con márgenes rectos, cuando me acerco
esta es de base y forma circular. Podrá decir que hay excitaciones provenientes de otros
cuerpos, enteramente diferentes a su pensamiento y que esas ideas emanan de otros
cuerpo, los cuales veía y sentía; que inclusive cuando estos cuerpos no se encontraban
delante de sí, explícitamente frente a sus órganos. De esta manera no solo puede ser
engañado por los cuerpos externos, sino que su propio cuerpo, el cual refiere no es él, pero
es el cual le pertenece de manera “más propia y estrictamente que otro” también lo puede
engañar. Relata el ejemplo de las personas que tuvieron la amputación de un miembro y
pese a esto continúan sintiéndolo como si estuviera ahí. En el sueño, donde veo y siento
cosas que luego realmente no están ahí, podrá decir que solo la razón lo sacará de estos
embrollos así como la temporalidad y la causa/efecto presente en esta, en forma de la
memoria. Nos dirá que ha reconocido una diferencia fundamental entre el sueño y la vigilia,
dirá que la memoria no puede enlazar los sueños unos con otros y con el curso de nuestra
vida, por lo contrario en nuestra vigilia, referirá que los hechos se irán concatenando por la
memoria.
“Mas cuando advierto cosas de las que distantemente conozco el lugar del que
proceden, aquel en el que están, y el tiempo en que se me aparecen, y que, sin
interrupción alguna, puedo enlazar ese sentimiento que tengo con el curso del resto
de mi vida, estoy enteramente seguro, entonces, de que las percibo despierto y, en
modo alguno, estando dormido”
Los estados del cuerpo, así como las sensaciones que emanan de este son vividas de un
modo muy particular, refiere que está “unido a él muy estrechamente y de tal forma
confundido y mezclado que compongo con él como un solo todo” , pero que el
verdadero conocimiento no está ni llega a través del cuerpo, sino que es a través de la res
cogitans mediante la razón que puedo acceder a este.
El cuerpo en Descartes asoma como lo dirá él:
“(...) como una máquina fabricada compuesta de huesos, nervios, músculos, venas,
sangre y piel (...)”
De esta manera deja bien en claro, la cualidad de claridad y distinción, donde el cuerpo, la
res extensa, es divisible. Para Descartes el cuerpo es algo que puede deshacer en trozos,
para colegirlos, conocerlos, aprehenderlos desde la razón. El cuerpo es extenso, tiene la
capacidad de ser medido, pesado, no así el alma. Los cuerpos son tales que responden a la
geometría, a la matemática.
Estos cuerpos, este cuerpo, que ambos adquieren la nominación de objetos. Con esto,
particularmente con el cuerpo que le es más propio aparecen el hambre, la sed, apetitos,
“(...) e inclinaciones corporales hacia la alegría, la tristeza, la cólera, y otras tales
pasiones.”
De esta manera una vez pensada la genealogía del objeto, del cuerpo, la res extensa,
debemos volver a preguntarnos:
¿Cómo sucedió que algo del afecto y la espacialidad, tan singulares y diferentes, caen bajo
el ser ambos considerados objetos, como es que pueden ser objetivados?
¿Cómo es que puedo acercarme en forma “pura”, a eso que se me presenta, y estudiarlo
desde su “esencia”, como es que puedo abstenerme de todo lo que soy y en un segundo
tiempo ir al objeto para conocerlo en su realidad?
Podemos ir dilucidando para quién y cómo puede transformarse la tristeza, un dolor del
alma, un profundo sufrimiento, una inconmensurable carga para el espíritu, una pérdida, en
una hipertimia displacentera, en una falta de serotonina. Un cuerpo que no difiere de una
mesa, de una silla, las cuales si se rompen no hace falta más que repararlas.
Pero no podemos solo quedar en esto ¿Qué propuesta surge a partir de esta crítica?
¿Existe algo que puede hacerse, existe una concepción del cuerpo que pueda no ser la del
objeto?
Creemos que sí, creemos que hay una apertura a la historia del concepto como a una
revisión y cuestionamiento de este en el pensamiento de Martín Heidegger.
Heidegger cuestionará los fundamentos de la ciencia y con esto de la metafísica,
preguntando:
Heidegger nos hará pensar que el cuerpo que aparece objetivado bajo la concepción de la
ciencia, el cuerpo como es concebido por la biomedicina, es concebido como un “cuerpo
físico”, que en lo general no difiere de cualquier otro cuerpo u objeto, ya que encuentran su
determinación en la extensión. Señala la particularidad de todos los cuerpos, aún de aquel
cuerpo con vitalidad, el cuerpo viviente; el cual para nuestro amigo René, como para la
ciencia, no deja de ser extensión, materialidad, espacialidad.
Todos los cuerpos, inclusive el propio, quedaron por fuera de sí mismo, del yo, son objetos
de los cuales dispongo y puedo valerme. Estos cuerpos que pueden engañarme no son
más que objetos a los cuales debo teorizar, conocer desde la torre de marfil de la res
cogitans, de la razón. Hoy el sentir, el pensar, como el vivir quedaron reducidos a funciones
lógicas, matemáticas del cerebro, capaces de ser apresadas por la razón, la cual hoy no
deja de estar en la res extensa de la corteza frontal.
Martin Heidegger planteará una diferencia crucial, en torno al cuerpo. Así se devela, un
segundo cuerpo, un cuerpo viviente, un cuerpo que a diferencia del cuerpo del martillo,
siente y es sentido.
“Cuando tomo el vaso, entonces siento el vaso y mi mano. Esta es la así llamada
doble sensacion, es decir, la sensación de o tocado y el sentir de la mano”
Implica un cuerpo que presenta una co-sensación, no solo es la herramiento por la cual
debo mediar con el mundo a través de los sentidos, sino que es parte del mundo como de
los sintiente y lo sentido. En toda sensación está implícito este cuerpo como sentido y como
sintiente, muy lejos del objeto que es sentido.
Se diferencian dos cuerpos, uno claramente el cartesiano, del que está al tanto la ciencia
como cuerpo físico, en alemán hay una palabra para este, Körper, y otro que vive, es vivido,
sentido y sintiente, en germano Lieb.
El Körper se halla como objeto y como objetivado, es capaz de entrara en una mesa de
autopsias, es más no se diferencia de ésta en su capacidad de ser medido, pesado,
dividido. Un cuerpo que es dominado y aprehendido por la razón, en tanto que puede ser
intervenido, alterado; hoy en día hasta puede ser mejorado cree la ciencia. Es fruto de la
causa y el efecto
Pero se abre otro cuerpo, un cuerpo viviente, incapaz de ser medido, donde en la mesa de
autopsias, en un examen de laboratorio, así como en la resonancia no figura más que como
un fantasma. No aparece en el espacio, el es el que hace la espacialidad del espacio. Es la
resistencia misma, así como de donde surge la resistencia, a la medición y la cuantificación.
No coincide punto por punto, celula a celula, no es la totalidad molecular del cuerpo, ni su
genoma. No es representado por lo material, por el ente. No termina en la piel, se extiende
en el mundo como su atención. Se imbrica con los entes que le hacen frente en el mundo,
es con los cuerpos y estos con él, es un “ser con”.
“El cuerpo físico [Körper] se termina en la piel [...] El límite del cuerpo viviente
[Leibgrenze], frente al límite del cuerpo físico, no difiere cuantitativa, sino
cualitativamente. El cuerpo físico como cuerpo físico no puede tener en absoluto un
límite tal como el del cuerpo viviente [...] Al apuntar con el dedo hacia la cruz en la
ventana allá afuera yo no termino en la punta de mis dedos.”
Presenta cierta semejanza con ese dolor inclasificable, sin base orgánica que es vivido por
la histeria y que la ciencia con sus fármacos e intervenciones no puede ni acercarse a
calmar. Es ese mismo dolor de estómago o de muelas “que extiende un velo sobre la
existencia”, ese dolor que no duele al estómago o a la muela, sino a ese cuerpo del que son
tributarios como unidad y no como parte medida y pesada.
La ciencia, la biomedicina, toman sin lugar a dudas al körper como única concepción del
cuerpo, y someten al Lieb a un lecho de procusto. Apareciendo así una medida en el
laboratorio que marca lo sano de lo enfermo, lo normal de lo anormal, un cierto peso para
una cierta altura; una resonancia para vislumbrar un cierto cerebro. Lo esperable no es
neutral, no es objetivo, no es desde la pureza de la falta de singularidad que surge lo normal
lo esperado. Todo es para un cierto cuerpo, un cuerpo que no es sin la ciencia moderna
quien lo conoce y lo funda en el mismo acto. Un cuerpo de donde provienen la tristeza como
la alegría, que no dejan de ser parte del Körper, parte divisible y medible, permitiendo
pensarlas como hiper o hipo, como normal y patológicas.