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Ahora, una vez aclarado qué entendemos por consciente estamos en condiciones
de adentrarnos a explorar lo inconsciente.
El inconsciente o lo inconsciente
Por otro lado, hay otro grupo de fenómenos de los que no nos damos cuenta
porque los hemos contenido y reprimido. A nuestra consciencia suelen llegar en
forma de malestar de distinto tipo: tensiones musculares crónicas que no se
solucionan con los tratamientos médicos convencionales, sentimiento de vacío, un
estado emocional que no obedece a causas presentes (melancolía más o menos
crónica, rabia sin causa aparente, etc.).
En el desarrollo infantil, sobre todo durante los primeros dieciocho meses el bebé
tolera escasa frustración. Así, cuando no se satisfacen inmediatamente sus
necesidades básicas el bebé lo reclama mediante el llanto y posteriormente el
frustrarse derivará en las típicas rabietas de golpear y patalear. Esto, junto con el
abrazo amoroso de la madre o las personas que cumplen la función madre, son
las únicas maneras posibles que el bebé tiene de descargar el exceso de energía
y de disminuir la excitación y el ansia vivida como angustia. Por lo tanto, si
sistemáticamente se prohíben mediante coacción y castigo o si se hace caso
omiso a sus necesidades dejándole llorar o patalear hasta que se calle (como
ignorantemente aconsejan muchos pediatras y educadores), el niño no tendrá más
remedio que reprimir sus impulsos expresados mediante el llanto y el pataleo,
impulsos que recordemos reclaman la satisfacción de sus necesidades reales.
Este proceso que lleva su tiempo suele traducirse en mayor bienestar y libertad
para la persona que lo atraviesa. Deriva en autoconocimento lo que permite
gestionar con mayor eficacia la realidad cotidiana y al mismo tiempo la persona se
siente con más energía y feliz, ya que la energía que anteriormente se gastaba en
mantener los mecanismos de defensa ahora está libre para realizar las actividades
que la persona desee. También, al disminuir la tensión muscular crónica la
persona se vive desde el placer, mejorando la autoestima y desarrollando la
capacidad de amar que muchas veces no puede desarrollarse por las vivencias
distresantes vividas en la primera infancia.