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¿Qué es el Inconsciente?

De la Gestalt a la Clínica Postreichana

Empecemos por la consciencia

Me gusta mucho la definición gestáltica de la consciencia o el consciente. Fritz


Perls, el padre de la psicoterapia gestalt, entendía esta como nuestra capacidad
de darnos cuenta, tanto de lo que pasa en nuestro interior como en el mundo
externo. Se trata de una definición sencilla y concreta que expresa muy bien la
naturaleza de la consciencia: la facultad de percibir nuestras sensaciones,
emociones, motivaciones, pensamientos y el resto de estados internos
conscientes así como de captar el mundo externo mediante nuestros sentidos.
Esta capacidad, cuando se desarrolla sin distorsiones ni bloqueos musculares y
energéticos, es llamada en muchas tradiciones espirituales como Ser o
Consciencia Testigo y reporta a quien la cultiva y a sus allegados una enorme
felicidad.

Ahora, una vez aclarado qué entendemos por consciente estamos en condiciones
de adentrarnos a explorar lo inconsciente.

El inconsciente o lo inconsciente

Por oposición y complementación podríamos definir lo inconsciente como todo


aquello de lo que no nos damos cuenta de una manera lúcida.

Evidentemente, muchos fenómenos escapan a nuestra capacidad de darnos


cuenta, sobre todo del mundo exterior o algunos fenómenos del cuerpo como la
actividad de nuestros órganos. Sin embargo, existen una serie de fenómenos de
los que podríamos ser plenamente conscientes y que sin embargo poco o nada
sabemos de ellos…veamos pues.

Tipos de fenómenos inconscientes: lo automatizado y lo reprimido

Como todos sabemos, existen una serie de fenómenos y actividades


automatizadas que muchas veces realizamos como zombis: andar, comer, hablar,
respirar, conducir, etc. Son actividades que no suelen requerirnos un gran
esfuerzo y mientras que las realizamos solemos estar en otro sitio, pensando en
otra cosa y abstraídos de lo que está pasando en ese momento. Estos no serían
estrictamente inconsciente pero sí semiconscientes, en el sentido en que se
realizan casi sin darnos cuenta.

Por otro lado, hay otro grupo de fenómenos de los que no nos damos cuenta
porque los hemos contenido y reprimido. A nuestra consciencia suelen llegar en
forma de malestar de distinto tipo: tensiones musculares crónicas que no se
solucionan con los tratamientos médicos convencionales, sentimiento de vacío, un
estado emocional que no obedece a causas presentes (melancolía más o menos
crónica, rabia sin causa aparente, etc.).

Un ejemplo típico de represión

Muchas personas sufren dolor y tensión en las mandíbulas, llegando incluso a la


aparición de problemas como el bruxismo y el desgaste de las piezas dentales
acarreadas por este. La experiencia clínica demuestra que en numerosos casos la
función de estos músculos crónicamente contraídos es la de contener un impulso
que en su día fue vivido como prohibido, normalmente detrás de este se encuentra
la prohibición en la infancia del llanto y la agresión (recordemos que se nos ha
dicho infinidad de veces “los niños no lloran”, “se bueno”, “las niñas no hacen eso,
eso es cosa de chicos”, etc.).

En el desarrollo infantil, sobre todo durante los primeros dieciocho meses el bebé
tolera escasa frustración. Así, cuando no se satisfacen inmediatamente sus
necesidades básicas el bebé lo reclama mediante el llanto y posteriormente el
frustrarse derivará en las típicas rabietas de golpear y patalear. Esto, junto con el
abrazo amoroso de la madre o las personas que cumplen la función madre, son
las únicas maneras posibles que el bebé tiene de descargar el exceso de energía
y de disminuir la excitación y el ansia vivida como angustia. Por lo tanto, si
sistemáticamente se prohíben mediante coacción y castigo o si se hace caso
omiso a sus necesidades dejándole llorar o patalear hasta que se calle (como
ignorantemente aconsejan muchos pediatras y educadores), el niño no tendrá más
remedio que reprimir sus impulsos expresados mediante el llanto y el pataleo,
impulsos que recordemos reclaman la satisfacción de sus necesidades reales.

La contención y represión no nos salen gratis, pagamos un alto precio: se


consigue mediante la limitación de la motilidad muscular (recordemos la expresión
“aprieta los dientes”) de diversos grupos de músculos y de la disminución del
volumen respiratorio. Cuando esto ocurre pagamos un alto peaje,
independientemente de que existan problemas como el bruxismo, la limitación del
volumen respiratorio natural y el estado espástico de la musculatura configuran
una coraza muscular rígida, esto conlleva que se perciba la vida como si
estuviéramos anestesiados, con falta de placer y un sentimiento de pesadumbre y
monotonía, unido inexorablemente a la falta de atención al momento presente que
atestigua nuestra desconexión de nosotros mismos.

Una posible solución

Uno de los caminos para liberar estos contenidos inconscientes es el de


psicoterapia psicocorporal derivada de los descubrimientos efectuados por
Wilhelm Reich, en esta psicoterapia mediante la relación terapéutica, la
psicoterapia psicoanalítica y el trabajo psicocorporal creamos las condiciones
necesarias para que la persona poco a poco vaya liberándose de parte de su
pasado que se manifiesta en el presente mediante las tensiones musculares
crónicas y sentimientos vagos de vacío o sentimientos que no corresponden a lo
que ocurre en su realidad actual.

El camino de libración de los contenidos reprimidos fue magistralmente descrito


por Wilhelm Reich en sus obras Análisis del Carácter (1949) y El descubrimiento
del Orgón (1942) (erróneamente traducido al castellano como La función del
orgasmo y publicado por Paidós en 1955).

Lo que Reich comenta, resumiendo y simplificando muchísimo puede describirse


así: primero el paciente toma contacto con su malestar. Seguidamente, por un
lado se va haciendo consciente de su historia y del posible significado de los
impulsos aún contenidos y reprimidos mediante el análisis del carácter, al mismo
tiempo que se liberan las tensiones somáticas mediante el empleo de actings
neuromusculares que a su vez aflojan la musculatura crónicamente contraída y
favorecen también la recuperación de emociones y recuerdos anteriormente
reprimidos.

Este proceso que lleva su tiempo suele traducirse en mayor bienestar y libertad
para la persona que lo atraviesa. Deriva en autoconocimento lo que permite
gestionar con mayor eficacia la realidad cotidiana y al mismo tiempo la persona se
siente con más energía y feliz, ya que la energía que anteriormente se gastaba en
mantener los mecanismos de defensa ahora está libre para realizar las actividades
que la persona desee. También, al disminuir la tensión muscular crónica la
persona se vive desde el placer, mejorando la autoestima y desarrollando la
capacidad de amar que muchas veces no puede desarrollarse por las vivencias
distresantes vividas en la primera infancia.

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