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La Interculturalidad: Entre la formalidad y la Utopía

Carlota Amalia Bertoni Unda

La Interculturalidad es, como bien se dice, un concepto polisémico, por lo tanto, podemos
considerarla una categoría que es reinterpretada en diferentes campos de la vida social,
nace en la modernidad y en el reconocimiento de la diversidad y la complejidad de la vida
humana. Es una categoría reciente, pues nace en la segunda mitad del siglo XX cuando se
acentúan los procesos de descolonización y de denuncia de los procesos de dominación
y/o colonialismo cultural. (Parker, 2008) Su presencia deviene después de los “fracasos”
de los proyectos de izquierda y derecha del mundo moderno. Con esta mirada por lo tanto
es posible sugerir que la interculturalidad será colocada en el lugar de la utopía que se
disipaba con la caída del mundo socialista y de los metarrelatos modernos de justicia e
igualdad; significante que ha convocado a formalidades, realidades, sueños, esperanzas y
desencantos.

Es posible discurrir la Interculturalidad como un fenómeno que ha devenido desde


tiempos ancestrales si se caracteriza desde la idea de encuentro, de inter-cambio cultural
signado, de alguna u otra manera, por la conflictividad (Parker, 2008) y la integración
(Arpini, 2008); estos encuentros e inter-cambios están existiendo en la cotidianidad de la
intersubjetividad donde las culturas se hacen vivas por el re-conocimiento o el des-
conocimiento del otro. Por lo tanto, en su historicidad fenomenológica es posible
analizarla como proceso sociocultural en el que los encuentros y relaciones se viven y re-
conocen con mayor complejidad y conflictividad en la medida en que nos pensamos y
vivimos globalizados e individualizados, al mismo tiempo que reconocemos el predominio
de un Pensamiento Único (Estefanía,).

Un mundo1 en el que desde la caída del muro de Berlín, en 1989, ha experimentado


cambios impresionantes: Transformaciones culturales, pues si bien antes se ordenaba la
vida en dos mundos, el socialista y el capitalista, ahora se reconoce un mundo diverso;
una concentración del poder económico a nivel global, fusiones entre empresas con una
lógica de mercado que sitúan las cosas en grados de monopolización u oligarquización con
una economía, basada la productividad y sostenido por una revolución tecnológica,
especulaciones y desconfianzas, mientras que al paralelo se ha observado un crecimiento
de las desigualdades sociales (Tourain, 1997) e inter-cambios caracterizados por la
dominación y la hegemonía de una cultura que se establece como legitima e impone las
valoraciones de inter-cambio.

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suscrito por la competitividad, la eficiencia y el mercado
Es una categoría que alude a la existencia de relaciones entre culturas o entre sujetos
culturalmente diversos. Es una construcción histórica vinculada al ser humano que habla y
se relaciona con la naturaleza y con los otros desde la cultura; entramado de
significaciones (Geertz, 1973), orden simbólico (Berger & Luckmann, 1966) que contiene
determinada forma de vida-mundo; podemos vivirla y experimentarla en nuestras formas
de sentir, pensar y actuar contextualizados en tiempos/espacios específicos. La cultura es
el mundo propio del hombre, entendido como un conjunto de formaciones humanas que
fueron antes vivas y espontáneas y que poco a poco se estructuran pero que se vivifican y
se trans-forman en los momentos/tiempos de vida humana. Cultura es, humanización,
esto es el proceso que nos hace hombres y el hecho de que los productos culturales son
productos humanos. La historia de la trans-formación del hombre, es la historia de la
trans-formación de la cultura y de su mundo. (Ferrater, 1964)

En América Latina (una región en la que conviven pueblos de diversas culturas) esta
categoría es usada por antropólogos en la evaluación de un proyecto de salud
desarrollado por los gobiernos de los Estados Unidos y los de Brasil, Colombia, México y
Perú en 1951 en el que se entendía la Interculturalidad como un proceso de integración-
asimilación a la modernidad; justamente unos años después de concluida la segunda
guerra mundial, cuando los países poderosos se han divido las riquezas del mundo y se
instaura la idea de un desarrollo lineal y evolucionista que orientara hacia la
institucionalización de procesos modernizadores en los países de la Región y se colocara a
los países “desarrollados” como los modelos de mundo a seguir.

Por el contrario los valores de respeto y de reconocimiento se instituyen en el campo


educativo a partir de las críticas al modelo educativo bilingüe en un encuentro indigenista
en Paztcuaro en 1980. Sin embargo, se podría pensar que una elaboración conceptual de
la Interculturalidad con un sentido de respeto e inclusivo es la de Mosonyi y Rengifo
(1983), quienes sostienen que todas las culturas deberían conservar su propia
cosmovisión y establecer un inter-cambio abierto y recíproco entre sí, en una relación
dialógica y en condiciones de igualdad. (Mato, 2007) Será entonces, desde el campo
educativo, en las décadas de los ochenta y noventa, cuando la Interculturalidad empieza a
ser apropiada y resignificada por organizaciones indígenas y por otros actores sociales
asociados con sus iniciativas y luchas, hasta convertirse en una idea paradigmática para
este movimiento en varios países latinoamericanos (Dávalos, 2002).

La cuestión aquí es entonces preguntarnos ¿cómo sería posible hablar de una


Interculturalidad que signifique construir algo que supera las polarizaciones, para no
desdibujar al otro?
En la perspectiva de pensar la interculturalidad desde la teoría de la integración -
moderna-, es posible reconocer, en principio, tres vertientes: una, llamada integración
asimilacionista y antes comentada que se caracteriza por la negación del otro2 y la
imposición de una cultura sobre otra, la cual es convenida en las políticas oficiales (de los
Estados nacionales), es la hegemonía de una cultura sobre otra, lo cual genera
incomprensión y el fracaso de unos y el éxito de otros. Es una Interculturalidad que se
inspira en los principios de equidad e igualdad de las culturas en un orden sistemico; dos,
la integración como un respeto profundo socio-afectivo y que reconozca la diferencia, el
conflicto, la cultura propia que nos remite a la historia, por lo tanto nos lleva a aprender
estar en el mundo, la comprensión de uno mismo y del otro (Saldivar, 2011); y tres, la
Integración subjetivación, esto es, la formación (trans-formación) de un uno que es la
relación de un yo con el otro. “Consiste en la afirmación autónoma del sujeto, en la que la
determinación del ‘yo’ se resignifican en clave del ‘nosotros’ […] sin etnocentrismos […]”.
(Arpini, 2008:17)

Desde la teoría crítica, la Intercultural es pensada como un principio político e ideológico


de los movimientos indígenas y afro latinoamericanos, demandan transformar la
concepción de Estado monocultural a un Estado pluricultural. Desde esta visión de la
Interculturalidad se establece la necesidad del reconocimiento de un mundo “global
“multi-pluri-cultural” y las dimensiones identitaria y cognitiva que se movilizan en las
inter-subjetividades, conciben a la cultura como un campo de batalla ideológico por el
control de la producción del saber verdadero y por la hegemonía cultural y política. En ese
sentido la Interculturalidad es un proyecto no solo político, sino epistémico. (Walsh, 2002)

La perspectiva crítica permite detenerse a pensar en las diferentes formas de construcción


del conocimiento, en su enseñanza y aprendizaje, tareas que han sido asignadas a una
institución moderna, la escuela. Las Instituciones de Educación Superior en general y la
Universidad en particular es una institución escolar moderna, su función está en la
enseñanza y producción de conocimientos desde diferentes epistemologías, pues según,
lo que se ha establecido formalmente, la libertad de cátedra es un prerrogativa propia de
los que enseñan, si esto es así y entendemos está libertad en el sentido epistémico,
entonces es propio pensar a la Universidad como un espacio Intercultural. La cuestión es
preguntarnos ¿Cuál es la concepción de Interculturalidad que se vive en un lugar tan
específico como es la Universidad?

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No negarse a sí mismo para ser como el otro quiere que seas, pero si niego lo que soy, es negar lo que
pienso, siento y hago
La visión que han inspirado los proyectos de Educación Superior en nuestros países es el
de carácter intercultural integracionista asimilacionista establecida por el Estado nacional
que actualmente es una […] idea de interculturalidad, investida de atributos positivos,
como ideario u orientación ético-política “interculturalista”, crecientemente orienta
investigaciones, políticas y programas en instituciones “convencionales” de educación
superior, así como políticas y programas de agencias gubernamentales dedicadas a la
materia. (Mato, 2007) Se habla y norma la interculturalidad al mismo tiempo que si bien
se reconocen las subjetividades se niega el “Inter” para dejar a los sujetos individualizados
frente a la institución, frente al sistema.

Sin embargo está política estatal integracionista se encuentra entretejida con las políticas
de los espacios micropolíticos universitarios en el que se viven las intersubjetividades
ocutas entre escrituras y lecturas de interpretaciones y significaciones que se desdibujan.
En estos espacios, me parece, es posible pensar en realizar un proyecto político-
epistémico de la interculturalidad, de la construcción presencial de epistemologías
(cosmovisiones) diversas, (Walsh, 2002) desarrollando la capacidad de articular saberes
fuertemente vinculados con la diversidad de contextos culturales reconociendo las
diferentes dimensiones (económico, político, social, educativo, religioso, ideológico,
étnica, epistemológico, afectivo, …) de la vida cultural de los pueblos y los sujetos. La
cuestión es preguntarnos, ¿qué queremos de la universidad?, ¿qué tipo de der humano
queremos formar y para qué?

Pienso que reflexionar acerca de la Universidad tiene que ir relacionado con el vivir
cotidiano como es el proyecto de sociedad en el que quisiéramos vivir, en ese sentido, la
categoría de interculturalidad nos permite articulaciones para pensar estas cuestiones en
la complejidad que implica un proyecto de formación universitaria.

Cuando estudie vivíamos nuestro pertenecer a distintas ideologías con el compromiso de


acabar con las desigualdades y los rezagos. Las inquietudes de los estudiantes de hoy no
son las mismas que las nuestras, ellos se encuentran en la disyuntiva de escoger entre
prepararse para competir en un mercado profesional, y el deseo de transformar el mundo
en el que viven, generador de desigualdades que traen pobreza y sufrimiento material y
espiritual; como pueden darse cuenta es una diferencia enorme.

[…] esta coincidencia entre propósito individual y propósito social no se da porque


en el momento en que uno se forma como estudiante para entrar en la
competencia profesional, uno hace de su vida estudiantil un proceso de
preparación para participar en un ámbito de interacciones que se define en la
negación del otro bajo el eufemismo: mercado de la libre y sana competencia. La
competencia no es ni puede ser sana porque se constituye en la negación del otro.

La sana competencia no existe. La competencia es un fenómeno cultural y humano


y no constitutivo de lo biológico. Como fenómeno humano la competencia se
constituye en la negación del otro. Observen las emociones involucradas en las
competencias deportivas. En ellas no existe la sana convivencia porque la victoria
de uno surge de la derrota del otro, y lo grave es que, bajo el discurso que valora la
competencia como un bien social, uno no ve la emoción que constituye la praxis
del competir, y que es la que constituye las acciones que niegan al otro
(Maturana, 1991:6)

Concluyo entonces preguntando: ¿es posible pensar en la interculturalidad desde el


modelo curricular por competencias que se está impulsando en la Unach?, si
respondiéramos afirmativamente, preguntamos ¿cuál es la concepción de
Interculturalidad en la que se está posicionando?

Bibliografía

Arpini, A. (2008) Diversidad y conflictividad. Contribuciones a la formulación de categorías


heurísticas para la integración y el diálogo intercultural. En Santos H., José. Integración e
Interculturalidad. Desafíos pendientes para América Latina. Chile: Tipográfica, Instituto de Estudios
Avanzados, USCH.

Berger, P & Luckmann (1966) La construcción social de la realidad. Buenos Aires: Amorrortu
Editores. Quinta reimpresión en castellano, 1979.

Dávalos, P. (2002) “Movimiento indígena ecuatoriano. Construcción política y epistémico”. En:


Daniel Mato (coord.), Estudios y otras prácticas intelectuales latinoamericanas en cultura y
poder, Caracas, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) / Universidad Central de
Venezuela, disponible en: < http://www.globalcult.org.ve/pdf/Davalos.pdf>

Estefanía, J. (1997) Contra el pensamiento único. Madrid: Taurus.

Geertz, C. (1973) La Interpretación de las culturas. España: Gedisa editorial

Ferrater Mora, J (1964) Diccionario de filosofía. Tomo I. Buenos Aires: Editorial Sudaméricana

Macas, L. (2001) “Diálogo de culturas. Hacia el reconocimiento del otro”. En: Yachaykuna, No. 2,
diciembre, pp. 44-55, disponible en: < http://icci.nativeweb.org/yachaikuna/2/macas.html>

Maturana, H. (1991) El sentido de lo humano. Chile: Ediciones Pedagogicas Chilenas, cuarta


edición, 1992.

Mato, D. (2007) Educación e Interculturalidad. Diversidad de contextos, actores, visiones y


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disponible en: < http://www.ucentral.edu.co/NOMADAS/nunme-ante/26-30/nomadas27/5-
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Parker G., C. (2008) “Interculturalidad e integración en América Latina, una problemática incierta”.
En Santos H., José. Integración e Interculturalidad. Desafíos pendientes para América Latina. Chile:
Tipográfica, Instituto de Estudios Avanzados, USCH.

Tourain, A. (1997) “Prologo”. En Estefanía, J. Contra el pensamiento único. Madrid: Taurus

Walsh, C (2002) Consideraciones críticas desde la política, la colonialidad y los movimientos


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Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociaes en el Perú, Lima, pp. 115-142.

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