“En cualquier pueblo, la teoría se realiza sólo en la medida en que supone la
realización de sus necesidades” MARX Se trata de un documento de 72 páginas publicado por la Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia el año 2015, constituido por cinco textos de los cuales cuatro son fruto de “encuentros y debates que tuvieron lugar en Europa y Estado Unidos éntrelos años 2013 y 2015”. Textos que tienen las siguientes denominaciones: Nueve tesis sobre el capitalismo y la comunidad universal; A la izquierda europea; Un horizonte de época comunitario; Estado, democracia y socialismo; y Socialismo comunitario del Vivir Bien. Álvaro García Linera nos ofrece en este documento, fruto de su desarrollo intelectual y, sobre todo, de su experiencia concreta en el histórico proceso de construir un proyecto boliviano nacional autónomo, profundamente participativo y emancipador, un rico pensamiento crítico, como una síntesis creativa de múltiples afluentes transformadores de la sociedad, que tienen indefectible aunque problemáticamente su base en Karl Marx, como es el caso de Mészáros, A. Negri, Gramsci, Harvey y Poulantzas aólo para citar a algunos. Capitalismo y neoliberalismo A lo largo del contenido desplegado en los diferentes documentos que forman parte de este texto, Álvaro García Linera se refiere al desarrollo capitalista en el mundo occidental y su proyección colonizadora y colonial en la totalidad del mundo (mundialización), hasta la situación actual que denomina como “acumulación primitiva perpetua” (esclavitud, precariedad laboral) de expropiación y subordinación impuesta en la “periferia” del capitalismo en la línea de los procesos de subsunción formal y real con los que el capitalismo subordina a la población del mundo; destacando especialmente la “subsunción real del conocimiento humano mundial, de las capacidades cognitivas o fuerzas intelectivas…”, con que se beneficia el capital para maximizar la extracción de plusvalor exprimiendo el cerebro de la gente que idiotamente celebra toda una caterva de momificados técnicos de segunda fila en la implementación, verbigracia, de las directivas curriculares en la educación básica y en la universidad emanadas, en este último caso, de la SUNEDU para la universidad peruana, creyendo ingenuamente con ello estar en la cúspide de una supuesta y fetichizada modernidad institucional. Esta forma de acumulación a la que se refiere Álvaro García conduce inevitablemente, como está sucediendo en el Perú, a la denuncia y la resistencia continua de comunidades y grupos humanos agredidos por la expansión depredadora y desposesionaria del capitalismo, en su angustia por apoderarse de recursos naturales (tierra, agua, conocimientos ancestrales, bosques) para una producción sin fin. Con la Tercera Revolución Industrial y la globalización, el capitalismo modifica su estructura productiva (transición del fordismo al toyotismo por ejemplo; incremento de la composición orgánica del capital), cambiando con ello, también, la condición de ser trabajador, la manera en que éste realiza sus funciones y genera la plusvalía fuente de riqueza de la clase dominante, aumentando su explotación. Al cambiar el sujeto económico, cambia también el sujeto social y el sujeto político. Se trasmuta la materialidad en la constitución del ser personal clasista como también la subjetividad a que ello da lugar obligando, desde la izquierda política, a una mirada renovada y más acuciosa de las clases sociales en el mundo actual y, particularmente, en el caso de la izquierda marxista, de la forma y contenido con que la clase dominada se reproduce en la formación social vigente para actualizar conceptos, métodos y procedimientos que permitan la recuperación de su vigencia histórica. El volver a Marx en toda su historia de producción intelectual constituye, por esta razón, una exigencia política de primera magnitud. Es en este sentido que Álvaro García puntualiza la emergencia de una nueva clase obrera mundial, fragmentada y dispersa (profesionales, investigadores, técnicos) sin derechos laborales, que han conducido a que “la proletarización se realiza de otras maneras y sus formas de organización también donde el sindicato pierde centralidad”. Lo que en otras palabras significa que estamos experimentando un fenómeno de hibridación social intenso, de varios colores, formas y ritmos de socialización clasista donde el proletario fáctico ya no es el clásico hombre de mameluco y casco, herramienta en la mano y descuidado en su presentación personal; sino también también el asalariado bien trajeado y familiarizado con la tecnología digital, la tecnología productiva moderna e, incluso, la producción y el manejo de conocimiento especializado. En el caso de América Latina hay que agregar, como en el Perú, la incorporación de otros fenómenos más que han vuelto más complejo e incandescente el tejido social como es la informalidad productiva, la migración social campo-ciudad, la visibilización activa y conflictiva de la otredad cultural y el crecimiento de una economía lumpen que está dando lugar al nacimiento de una lumpen burguesía que explota importantes segmentos de fuerza laboral en condiciones de esclavitud o semi-esclavitud escandalosa en un planeta que todavía se reclama heredero de la Ilustración y la modernidad. Se debilitan las formas tradicionales de organización popular como el sindicato y los frentes de organización sindical, por lo señalado más arriba, sin que ello signifique necesariamente su disolución. Surgen nuevas formas de agregación social organizada y de convocatoria como los “colectivos” y los “círculos” que hacen uso político intenso del espacio virtual para generar opinión pública y convocar a la protesta activa de la gente, cuya naturaleza ya no es sólo clasista sino fundamentalmente de “multitud” es decir de una “asociatividad movilizada” de diferentes fuentes y actores sociales descontentos y convergentes en temas concretos de protesta social: agresión y muerte de mujeres y niños y niñas abusados sexualmente; contaminación del medio ambiente; tortura y desaparición de seres humanos; corrupción; violencia delincuencial; defensa del derecho a la vida de los animales, etc. Los ejes de movilización social y sus actores nacionales y regionales se han vuelto más diversos y mediáticos desde la esfera de la micro institucionalidad de la factibilidad política, y con diferentes niveles de profundidad en el reclamo social que tiene al Estado como punto nodal del conflicto social porque el Estado continúa siendo la macro institución de la factibilidad de la sociedad política (Enrique Dussel). ¿Hasta qué punto estas modificaciones sustanciales en el campo social-laboral y político global están siendo procesadas intelectivamente por los colectivos políticos de izquierda? Me atrevería a pensar que muy poco en el Perú y con alcances bastante limitados; lo que explica también, desde este ángulo, las dificultades serias de los partidos políticos para reencontrarse ideológica y organizativamente con la población subalterna de millones de seres humanos condenados a la explotación, la desigualdad social y la marginación. A esta dificultad hay que agregar una variable histórica en el Perú: a la derrota de la narrativa dogmática del Marxismo-Leninismo (que no es la única narrativa que se puede tener del Marxismo-Leninismo, indudablemente) más la caída del socialismo real (URSS y satélites), la globalización capitalista alucinante y expansiva, la violencia interna desatada por la locura senderista la represión de las FFAA que sustituyeron las armas de la política por las armas de la guerra (Sinesio López), así como la inoculación ideológica del neoliberalismo que fomenta una comunidad política alienada, desconcertada y pasiva; ha advenido en el espectro político-social post-dogmatismo, desde los años 80 del siglo anterior, una suerte de vacío teórico e ideológico de izquierda especialmente en la inteligencia y la voluntad política de las generaciones jóvenes posteriores absolutamente alejadas de una teorización marxista de la sociedad que es la única teorización capaz de construir una explicación desfetichizada y profunda sobre la realidad en que vivimos. ¿Cómo recuperarnos de estos más de 30 años de vacío teórico político de la izquierda en el Perú, con varias generaciones de por medio ausentes de tradición e historia de pensamiento crítico? ¿Será posible lograr esta recuperación desde los propios partidos políticos reclamados de izquierda, pero que todavía no logran desembarazarse de los lastres de una narrativa marxista metafísica, de materialismo vulgar o, en la otra orilla, de un reformismo que quiere cambiar las cosas para que todo siga igual? Las respuestas ciertamente son complejas pero no se puede perder un minuto en encontrarlas. “El neoliberalismo y su mediocre cultura de desesperanza mercantilizada (dice Álvaro García Linera) se han apoderado del alma de la sociedad europea”. Lo que significa que la mente de la gente ha sido copada por la ideología pragmática del individualismo extremo, la seducción del confort material, el hedonismo superficial, el oportunismo funcional, la relativización de valores morales y un cortoplacismo de miradas sumamente funcionales a un capitalismo global que se aproxima suicidamente a sus límites estructurales sin retorno (caso del medio ambiente). ¿Cuánto de esto significa una derrota de la “izquierda tradicional”? Álvaro García dice que bastante, si entendemos por “izquierda tradicional” a la izquierda dogmática, metafísica, mecanicista y vulgar como se ha señalado más arriba, que manualizó todo lo que de rica teoría marxista cayó en sus manos. Es que manualizar un pensamiento no es sólo leerlo y explicarlo en el manejo cognoscitivo de manuales (textos que organizan y simplifican un pensamiento y determinan una concepción de la realidad y una praxis), sino también en conocer un pensamiento directamente en la obra de su autor pero dando cuenta de él en la forma que le interesa al lector y no en toda la riqueza del autor, fetichizando lo que se encuentra y convirtiéndolo en el talmud para “explicar” lo que se quiere explicar. Lo sucedido, sin ir muy lejos, con el senderismo que en su primera etapa leyó religiosamente a Mariátegui e incluso se autodefinió “por el luminoso sendero de Mariátegui” sin un átomo siquiera de Mariátegui en la explicación de la realidad peruana y sus posibilidades de trnsformación. Con la derrota de la “izquierda tradicional”, añade Álvaro García, se ha producido también una derrota moral del pueblo izquierdista; “una derrota intelectual y moral de “vaciamiento del horizonte alternativo,” lo que ha venido conduciendo a luchas inmediatistas, fragmentadas y caóticas, sin orientación crítica racional y copadas por diferentes intereses e ideaciones sin propósito estratégico. El Estado: relaciones sociales materiales e ideativas de dominio- subordinación Hay dos formas equivocadas de entender al Estado capitalista: una lectura instrumental del Estado (“Estado-instrumento”) y una lectura abdicante frente al Estado burgués. El “Estado instrumento” o “Estado máquina” en la versión marxista vulgar del Estado como una cosa que se toma, se ocupa y se destruye para colocar en su lugar otra cosa Estado un Estado supuestamente socialista. Este concepto de Estado es un concepto que supone equivocadamente una diferencia absoluta entre la sociedad y el Estado donde el Estado es una unidad instrumento de una clase, la clase dominante o clase burguesa en el capitalismo, sin espacios para la lucha por la liberación actuada por las clases subordinadas, sino por fuerzas externas a las propias clases sociales, una de las cuales y la más importante es el partido político profesional o “vanguardia” lúcida desprendida supuestamente de la fetichización capitalista. La emancipación de los subalternos y dominados, en este caso, sólo puede advenir desde afuera de las propias clases populares. Desde un afuera de ilustrados incontaminados y profesionales de la política que llevan la luz de las ideas a una masa humana contaminada por la fetichización y políticamente alienada para despertarla a la acción política convirtiéndola en “clase para sí”. La lectura abdicante frente al Estado, por el contrario, es la lectura de ciertos círculos de una izquierda reformista que quieren modificar la sociedad sin asumir real y efectivamente el poder del Estado, porque se piensa que al ser el Estado una cosa externa a lo social se puede cambiar lo social sin necesariamente cambiar el Estado. En consecuencia esta izquierda se queda en la epidermis del sistema político parchando huecos del sistema, sin percibir que el sistema a la postre fagocita esos parches y los integra a su propia lógica reproductiva. El Estado, por el contrario, argumenta Álvaro García Linera en su texto, es una “condensación material de relaciones de fuerzas entre clases y fracciones de clases”, siguiendo a Nikos Poulantzas. Condensa material e ideativamente la subalternidad de las clases sociales y por ello constituye en su propia estructura también la subalternidad en forma institucional y simbólica (las instituciones son las esferas de la factibilidad política dice Enrique Dussel en sus “20 Tesis de Política). Adicionalmente, es la comunidad social fetichizada (separada y cosificada) muy semejante con lo que sucede con el trabajo humano concreto y el trabajo humano abstracto, en una situación donde los seres humanos se hallan dominados por su propia obra. El Estado fetiche creado por la sociedad humana cuando se divide en clases sociales, se autonomiza en las ideas y creencias de la gente, y se impone a la sociedad haciendo creer que la fuente del poder y la soberanía se encuentra en el propio Estado y no en la sociedad. Sin embargo, el Estado capitalista para existir debe representar formalmente a todos los miembros de la sociedad, para lo que necesita monopolizar la dirección estatal en manos de una élite política de unos cuantos sujetos quienes, al mismo tiempo, están obligados a ampliar socialmente lo público común material, ideativo o simbólico hacia el conjunto social. “El Estado solo puede ser Estado si garantiza la universalidad, un ser íntimo común a todos, un mínimo de bienes comunes para todos” (p: 46), mediante la gestión de la producción y la administración monopólica de los bienes que afirma al Estado en un sistema institucional de legitimación sobrepuesto a la sociedad como si fuera una cosa con vida propia. El Estado fetichizado se reproduce constantemente porque crea y recrea una socialidad abstracta o “comunidad ilusoria” (Marx). Cohesiona a la sociedad y sus tendencias comunes a partir de “la monopolización-privatización del uso, gestión y usufructo de esos bienes comunes” (“fetichismo de la dominación”). En conclusión, el Estado no es externo a la sociedad sino parte de la sociedad dividida en clases sociales y jerarquizada en relaciones de dominio- subordinación. Es más, el Estado “monopoliza e impone el sentido común” de lo universal burgués; “monopoliza (y administra) la materia y la creencia de casi todo aquello que hace vivir a una sociedad” desde la visión de la clase dominante. La disputa teórica y política, siendo así, es por conducir “el sentido de lo universal, el sentido de la comunidad política de un país” que no es sino la lucha por el poder del Estado pero no de un Estado instrumento sino integral, lucha que en un sentido amplio viene a ser la lucha por la hegemonía en el sentido en que la planteó Antonio Gramsci. El Estado integral señala Álvaro García, “es un flujo, una trama fluida de relaciones, luchas, conquistas, asedios, seducciones, símbolos, discursos que disputan bienes, símbolos, recursos y su gestión monopólica” (p. 37). Un espacio institucional de “relaciones y procesos sociales que institucionalizan relaciones de dominación político-económica-cultural-simbólica para la dominación público-económica-cultural-simbólica” (p.38). Un espacio que por su propia naturaleza y dinámica presenta brechas o rajaduras constantemente, fruto de contradicciones clases dominantes y subalternas o entre las fracciones de la propia clase dominante, que la izquierda debe utilizar para construir su propio espacio de hegemonía y su accionar estratégico para asumir el poder. Abundando más en esta línea interpretativa del Estado, Álvaro García argumenta que el Estado capitalista busca el equilibrio en las relaciones vigentes que son las relaciones de dominación-subordinación; construye y difunde mediante sus espacios institucionales como la educación, sistemas mentales, esquemas simbólicos y toda una concepción del mundo (ideas, saberes procedimentales y formas de percibir la realidad). Concentra y monopoliza las decisiones fundamentales del poder estadual así como universaliza funciones, conocimientos, derechos y posibilidades. Y algo muy importante, monopoliza la coerción (“sociedad política”) pero también los tributos, certificaciones (títulos, diplomas) y narrativas como “la monopolización constante de los saberes y procedimientos organizativos del orden social”, es decir de la vida material y simbólica de la sociedad. Por ello se puede decir también que el Estado “es una relación de fuerzas de construcción de bienes comunes que son monopolizados y usufructuados, en mejores condiciones, por unos pocos”, situación en la que se apoya la legitimidad del Estado y la conversión ideológica de la dominación como algo natural (“naturalización de la dominación”). El Estado está constituido por instituciones que “son…solidificaciones temporales de luchas, de correlaciones de fuerza entre distintos sectores sociales, y de un estado de esa correlación de fuerza que, con el tiempo, se enfrían y petrifican como norma, institución, procedimiento…en sí mismas son luchas objetivadas, pero además, sirven a esas luchas, expresan la correlación de fuerzas dominante de esas luchas pasadas y que ahora, con el olvido funcionan como estructuras de dominación sin aparecer como tales estructuras de dominación” (p.38).” En consecuencia, pelear por el dominio del Estado es “haber ganado previamente las creencias; el haber derrotado a los adversarios previamente en la palabra, en el sentido común; haber derrotado previamente las concepciones dominantes de derecha en el discurso, en la percepción del mundo, en las percepciones morales que tenemos de las cosas” (26). Algo que en la lucha por la hegemonía no se reduce al tema de la correlación de fuerzas en coyunturas determinadas y particularmente en situación de crisis de la dominación, sino al convencimiento, al sentido común transformado en el “buen sentido” (Gramsci), a ideas, juicios y prejuicios inter-subjetivados sobre la realidad. “Siempre existe (indica Álvaro García) una dimensión emancipadora, un potencial comunitario que deberá develarse al momento de la confrontación con las relaciones de monopolización que anidan en el proyecto o voluntad estatal” (p: 45). Es, asimismo, encontrar en los “espacios huecos de la dominación” es decir en “los espacios que habilitan la posibilidad de la emancipación o la resistencia desde los propios dominados”. ¿Cuándo se generan los espacios de incertidumbre que posibilitan otras propuestas de sentido y horizontes posibles? Cuando lo que hace el Estado no corresponde con la realidad de los grupos sociales subalternos formándose una “masa critica de disponibilidad hacia nuevas creencias portadoras de esperanza y de incertidumbre” y “se abre el espacio de una amplia predisposición a la revocatoria de las viejas creencias” (p: 56). La hegemonía alternativa y socialismo La hegemonía alternativa es entendida como la “construcción de un liderazgo político-cultural general” que implica un nuevo sentido común o “buen sentido” de juicios y prejuicios, transformador, crítico, emancipador y revolucionario. Es “revolucionar los esquemas lógicos y morales profundos con los cuales las personas organizan su existencia en el mundo”; en un proceso político, ético, cultural e ideológico desde el abajo social hasta su cúspide mediante un “activismo molecular que devenga en insurgencia social” que da lugar a comunidades políticas expansivas que se reapropian del concepto de democracia (justicia, igualdad, participación) radical con valor en sí y no como algo instrumental. Es construir popularmente “horizontes de una subjetividad social materialmente sustentadas” que erradiquen y superen las diferencias sociales estructurales instituidas en la forma como se ha constituido y organizado el poder capitalista, y disuelvan las antiguas certidumbres sociales impeliendo a la gente a participar y a crear un nuevo sentido de la democracia. Se trata de luchar por la totalidad de la formación social y no solamente por una de sus partes, provistos de un marxismo crítico y creador. El asumir la democracia con nuevos términos significa entenderla como “valores, principios organizativos del entendimiento del mundo: la tolerancia, la pluralidad, la libertad de opinión, de asociación, está bien, pero no son solamente principios; son instituciones, pero no solamente son instituciones” (23) y también “acción colectiva como participación en la administración pública”. Alfonso Ibáñez refiriéndose a Agnes Heller en cuanto a sus ideas sobre el socialismo indicaba algo muy importante sobre el particular: “se trata de cambiar no sólo el modo de producción, sino también todas las relaciones de subalternidad en la sociedad, transformando la vida cotidiana. Y como no estar de acuerdo con Agnes Heller, cuando sostiene que el socialismo no es una cuestión de estadísticas sobre el nivel de vida, sino de relaciones cotidianas, de modos de vida, de sentimientos que expresan lo que una sociedad vale realmente” (p: 14). La lucha por la hegemonía implica la lucha por un camino democrático en perspectiva socialista. Un camino que busque la transformación radical de la correlación de fuerzas entre las clases sociales materializada en una organización material diferente del Estado con nuevas ideas-fuerza de la sociedad. Es asumir la democracia no como un medio simplemente sino como un valor que hay que defender y extender radicalmente, expropiándole a la burguesía el monopolio ideológico deformado que ha ejercido sobre la democracia como una forma de defender sus intereses. El camino democrático, continúa Álvado García Linera, no es sencillo. Por el contrario, es un proceso de “intensas luchas sociales en cada uno de los espacios de las estructuras estatales”; de lucha por el concepto y el sentido de la democracia así como por su concreción en los diferentes espacios sociales de necesidades, aspiraciones y movilización de la gente. Es más, constituye toda una labor de convencimiento molecular de las clases populares en el proceso de construir una hegemonía nueva y derrotar a la hegemonía de las clases dominantes en el país. Según el autor que se comenta, el socialismo es un proceso histórico de relaciones y contradicciones densas y complejas que se inicia desde la realidad fáctica actual enfrentando activamente y en diferentes coyunturas con una poderosa voluntad de poder, una secuencia de “nudos” o sistemas en campos de la formación social, de “nudos” principales, “nudos decisivos” y “nudos” estructurales. Los “nudos” principales son los que alteran la correlación de fuerzas sociales y políticas con una construcción teórica cargada de historicidad y una estrategia que ordene el conjunto social en la lucha política. Forman parte de estos nudos el sistema gobierno, el parlamento o congreso y los medios de comunicación. No olvidar, en relación con esto, que el poder es “una relación de fuerzas que debe ser modificada y no (como) una institución que debe ser “tomada”; la organización partidaria como fracción interna a la clase y no como vanguardia externa a ella; la pluridimensionalidad organizativa de las clases subalternas; el papel protagónico de las masas, de su cultura y de sus instituciones propias en el proceso de conquista del poder; el socialismo no como empresa de iluminados jacobinos sino como autogobierno del pueblo y, en fin, la revolución como un acontecimiento inscrito en el desarrollo de cada historia del pueblo-nación” (J. Carlos Portantiero, p:78) Los “nudos” decisivos corresponden, por otro lado, a la organización y movilización autónoma de las clases populares; a la participación social en la gestión pública; a la redistribución de los recursos público; y al horizonte utópico de posibilidad estructural que pone en movimiento a la gente. Y los “nudos” estructurales que vienen a ser los que afectan las formas de propiedad y gestión de la economía, y los esquemas morales y lógicos con los que se desenvuelve la sociedad. Si el proceso histórico de cambio social se anquilosa sólo en los primeros nudos, el cambio social sólo se protagoniza dentro del mismo sistema que no se vea alterado en su lógica estructural. Si el cambio avanza hacia los segundos nudos, cambia el comportamiento democrático de la sociedad y hay una ampliación democrática de las instituciones y los derechos de las personas. Y si se avanza hasta el tercer tipo de nudos, recién se puede hablar de una revolución social. BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
2. García Linera (2015). Socialismo comunitario. Un horizonte de época. Vicepresidencia del Estado. Presidencia de la Asamblea Legislativa Plurinacional. Bolivia. 3. Ibáñez, Alfonso (s/f). Agnes Heller: la satisfacción de las necesidades radicales. Instituto de Apoyo Agrario SUR. 4. Laclau, Ernesto y Chantal Mouffe (1987). Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la democracia. 5. Portantiero, Juan Carlos (s/f). Los usos de Gramsci. Colección EL TIEMPO DE LA POLÍTICA. Siglo XXI, Madrid.