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B1 problema de las circimstantias ~stóriias ·(materi~es, té~­ .·DE 1\USCHWrrz


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mínio de los fudíos puede considerarse hoy s?f¡cientemen- · -.- ·_ ~ · ¡;l ar_chlJJo Y' el _te$tigo
te aclarado, gradas a las investigacion~s~ caqa vez·más amplias
y rigurosas,'·que se han dado ~ita en este ámhito. ~Pero1a si- HOMO SACER-
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tuación es muy distinta por lo·que hace cil signifi<;:ado éÚco


·. y
politico del exterminio yhasta a la propi~ comprensión hu-
maná de lo sucedido; es decii; en último término, a su actua-
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_lidad. No sólo nos falta en este caso un verdadero 'ip.tento de


~ p GiOrgio Agamben _, . . ~

comprensión global, ~iho que· carecemos inCluso "d~ ·algo, que ''>

_nos per~i~a acercarnos a:l _sentido_y a \as•raiones del com-


P.Orta~miento de l~S yerdugos y de SUS ·VÍCtimas, cuyas pala-
bras nos siguen pareciendQ,muy a meimdo~ u~ enigma. En-
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tre el-querer comprender d_e masiado presurosamente de
aquellos que disponen de explicacio~es.para todo y la nega- ·
tiva a· comprender de.los sacralizado res a cualquier préció,
este Úbro opt~ BO.r una t~~ra~via; trata de esiuchár no t~n- · · ·,
.( .. to las voces de ·los testigos, co~o_"la laguna de 1? ifttestimo-
niable, la <<presencia sin rostro» que todo testimónio contie- ---. .
ne necesariamente, la de aquellos que -en palabras de Priino
Levi- han «tocado fondo >>: «los m.usulxilanes».
· -. En. esta p~r~p~cti~a, Auschw].tz ya no, s~ pr'ésenta sólo como
el cainp~ de la mue~te, sinóé'omÓ el lugar de'un experimen- -·
( - ·. . -- \,... ~ .
to, todavía Ífl?.pensa~o, en el~que los confines entre lo huma- ·
. no y lo~umano se difuminan. S0ine~da a 1~ prueba de Au-
...
schwitz, la entera reflexió:q_maral c(e nuestro .tiempo muestra
- ~'
PRE-TEXTOS
su completa.insuficiencia, y lo 1ql!e entre sus rumas aparece es
el perfil in<;:i erto'-de una nueva tierra ~tica: la del testimonio.
' .

-\.
)
LO QUE QUEDA
DE AUSCHWITZ
El archivo y el testigo
ROMO SACER III

Giorgio Agamben

Traducción de
Antonio Gimeno Cuspinera

PRE-TEXTOS
Bianca Casalini Agamben in memoriam
«essere alla portata di tutto significa essere capad di tutto»
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación
de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excep- A Andrea, a Daniel y a Guido quienes, al discutir conmigo
ción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) estas páginas, han permitido que vieran la luz
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(www.conlicencia.com; 91 702 19 70 1 93 272 04 47)

1 n edición: marzo de 2000


1 n reimpresión: octubre de 2002
2n edición corregida: septiembre 2005
2n edición, 1. n reimpresión: febrero 2009
2n edición, 2. n reimpresión: septiembre 201 O
2n edición, 3.n reimpresión: septiembre 2014

Diseño cubierta: Pre-Textos (S. G. E.)

Título de la edición original en lengua italiana:


Ció che resta di Auschwitz: L 'Archivio e il testimone
(Homo sacer Ill)

© de la traducción y notas: Antonio Gimeno Cuspinera, 2000


© Giorgio Agamben, 1999
© de la presente edición:
PRE-TEXTOS, 2009
Luis Santángel, 10
46005 Valencia

IMPRESO EN ESPAÑA 1 PRINTED IN SPAIN


ISBN: 978-84-8191-688-1
DEPÓSITO LEGAL: V-2073-2014

Imprenta Kadmos
ADVERTENCIA

racias a una serie de investigaciones cada vez más am-


G plias y rigurosas, entre las que el libro de Hillberg ocu-
pa un puesto de privilegio, el problema de las circunstancias
históricas (materiales, técnicas, burocráticas, jurídicas ... ) en
que tuvo lugar el exterminio de los judíos ha sido suficien-
temente aclarado. Las investigaciones venideras podrán a,rro-
jar nueva luz sobre aspectos particulares, pero el cuadro de
conjunto puede darse ya por establecido.
Muy diversa es, sin embargo, la situación por lo que hace al
significado ético y político del exterminio, e incluso a la sim-
ple comprensión humana de lo acontecido; es decir, en último
término, de su actualidad. No sólo falta aquí algo que se ase-
meje a un intento de comprensión global, sino también el sen-
tido y las razones del comportamiento de los verdugos y de las
víctimas; muchas veces, hasta sus mismas palabras siguen apa-
reciendo como un enigma insondable, reforzando la opinión
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de los que quisieran que Auschwitz permaneciera incompren- ductible a los elementos reales que la constituyen. Unos he-
sible para siempre. chos tan reales que, en comparación con ellos, nada es igual
Desde el punto de vista del historiador, conocemos, por de verdadero; una realidad tal que excede necesariamente sus
ejemplo, hasta en los detalles mínimos, lo que sucedía en Au- elementos factuales: ésta es la aporía de Auschwitz. Como es-
schwitz durante la fase final del exterminio, la forma en que tá escrito en los papeles de Lewental, "la verdad entera es mu-
los deportados eran conducidos a las cámaras de gas por una cho más trágica, aún más espantosa ... " ¿Más trágica, más es-
escuadra integrada por sus propios compañeros (el denomi- pantosa? ¿En relación a qué?
nado Sonderkommando), que se ocupaba después de sacar de Sin embargo, por lo menos en un punto, Lewental se había
allí los cadáveres, de lavarlos, de recuperar los dientes de oro equivocado. Podemos tener la seguridad de que aquel "pe-
y el cabello de sus cuerpos, antes de introducirlos por último queño grupo de gente oscura" (oscura debe entenderse aquí,
en los hornos crematorios. Y a pesar de todo estos mismos su- también, en el sentido literal de invisible, que no se llega a
cesos, que podemos describir y ordenar temporalmente con percibir) no cesará de ocupar a los historiadores. La aporía de
precisión, siguen siendo particularmente opacos en cuanto in- Auschwitz es, en rigor, la misma aporía del conocimiento his-
tentamos comprenderlos verdaderamente. Quizá no hay nadie . tórico: la no coincidencia entre hechos y verdad, entre com-
que haya expuesto con mayor inmediatez esa divergencia y esa probación y comprensión.
desazón, como Salmen Lewental, un integrante del Sonder- Entre el querer comprender demasiado, y demasiado depri-
kommando) que confió su testimonio a algunas hojillas ente- sa, de los que tienen explicaciones para todo y la negativa a
rradas cerca del crematorio III, que salieron a la luz diecisiete comprender de los sacralizadores a cualquier precio, nos ha
años después de la liberación de Auschwitz. parecido que el único camino practicable es e_1 de detenerse
sobre esa divergencia. A esta dificultad se añade otra, que afec-
Ningún ser humano puede imaginarse -escribe Lewental en su sencillo ta en particular a quien está habituado a ocuparse de textos
yídish-los acontecimientos tan exactamente como se produjeron, y de literarios o filosóficos. Muchos testimonios, tanto de los verdu-
hecho es inimaginable que nuestras experiencias puedan ser restituidas gos como de las víctimas, proceden de hombres comunes, y
tan exactamente como ocurrieron ... nosotros, un pequeño grupo de gen- gente "oscura" era obviamente la gran mayoría de los que se
te oscura que no dará demasiado que hacer a los historiadores. encontraban en los campos. Una de las lecciones de Auschwitz
es, precisamente, que entender la mente de un hombre co-
Aquí no se trata, como es obvio, de la dificultad que nos asal- mún es infinitamente más arduo que comprender la mente de
ta cada vez que tratamos de comunicar a los demás nuestras Spinoza o de Dante (también en este sentido debe ser com-
experiencias más íntimas. Esa divergencia pertenece a la es- prendida la afirmación de Hannah Arendt, a menudo tan mal
tructura misma del testimonio. Por una parte, en efecto, lo que interpretada, sobre la "banalidad del mal").
tuvo lugar en los campos les parece a los supervivientes lo úni- Los lectores quedarán probablemente decepcionados al en-
co verdadero y, como tal, absolutamente inolvidable; por otra, contrar en este libro tan poco de nuevo sobre los testimonios
esta verdad es, en la misma medida, inimaginable, es decir, irre- de los supervivientes. En su forma, éste es, por así decirlo, una
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suerte de comentario perpetuo sobre el testimonio. No nos ha
parecido posible proceder de otra manera. Sin embargo, dado
que a partir de un cierto momento se ha revelado como evi-
dente que el testimonio incluía como parte esencial una lagu-
na, es decir, que los supervivientes daban testimonio de algo
que no podía ser testimoniado, comentar sus testimonios ha Aquel día, el resto de Israel,
significado de forma necesaria interrogar a aquella laguna o, los supervivientes de Jacob,
mejor dicho, tratar de escucharla. Prestar oídos a tal laguna no no volverán a apoyarse en su agresor,
ha resultado, para el autor, un trabajo inútil. Le ha obligado, sino que se apoyarán sinceramente
sobre todo, a despejar el terreno de casi todas las doctrinas que, en el Señor, el Santo de Israel.
después de Auschwitz han tenido la pretensión de definirse Un resto volverá, un resto de Jacob,
con el nombre de ética. Como tendremos ocasión de ver, casi al guerrero divino:
ninguno de los principios éticos que nuestro tiempo ha creído aunque fuera tu pueblo, Israel,
poder reconocer como válidos ha soportado la prueba decisi- como arena del mar,
va, la de una Ethica more Auschwitz demonstrata. Por su par- sólo un resto volverá a él ...
te, el autor considerará recompensados sus esfuerzos si, en el Is. II, 20-22
intento de identificar el lugar y el sujeto del testimonio, ha lo-
grado por lo menos plantar aquí y allá algunos jalones que pue- Pues bieri, del mismo modo también en el tiempo pre-
dan orientar eventualmente a los cartógrafos de la nueva tierra sente subsiste un resto, elegido por gracia ... y así, to-
ética. O incluso si ha conseguido al menos que algunos de los do Israel será salvo.
términos con que se ha registrado la lección decisiva de nues- Rm. II, 5-26
tro siglo sean corregidos, que se abandonen algunas palabras
y otras sean comprendidas de modo diverso. También éste es
un modo -quizás el único modo posible- de escuchar lo no
dicho.

10
l. EL TESTIGO

1.1. En un campo, una de las razones que pueden impulsar


a un deportado a sobrevivir es convertirse en un testigo:

Por mi parte, había tomado la firme decisión de no quitarme la vida pa-


sara lo que pasase. Quería ver todo, vivirlo todo, experimentar todo, guar-
dar todo dentro de mí. ¿Para qué, puesto que nunca tendría la posibilidad
de gritar al mundo lo que sabía? Sencillamente porque no quería desapa-
recer, no quería suprimir al testigo en que podía convertirme (Langbein
1, p. 186).

Desde luego no todos los detenidos, sino sólo una pequeña


parte, invocan esta razón. Que bien puede ser, por lo demás,
una simple razón de conveniencia ("quiero sobrevivir por es-
ta u otra razón, por este o aquel fin, y encuentra centenares de
pretextos. La verdad es que quiere vivir a toda costa": Lewen-
tal, p. 148). O que se trate sencillamente de venganza ("natu-
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ralmente podría suicidarme lanzándome contra la alambrada gunta de si se considera un químico o un escritor: "Ah, un quí-
de espino; esto siempre cabe hacerlo. Pero quiero vivir. Tal mico, que quede bien claro, no confundamos las cosas" (/bid,
vez suceda un milagro y nos liberen. Y entonces me vengaré, p. 86). El hecho de que con el tiempo, y a su pesar, acabara
y contaré a todo el mundo lo que ha pasado aquí dentro": por llegar a serlo, escribiendo libros que nada tienen que ver
Sofsky, p. 477). Justificar la propia supervivencia no es fácil, y con su testimonio, le produce un profundo malestar: "Después
mucho menos en un campo. Además algunos de los supervi- he escrito ... he adquirido el vicio de escribir" (/bid, p. 206).
vientes prefieren callar. "Algunos de mis amigos, amigos muy "En este último libro mío, La llave estrella, me he despojado
queridos, no hablan nunca de Auschwitz" (Levi 1ª, p. 172). Pe- completamente de mi calidad de testigo. . . Con esto no renie-
ro, para otros, la única razón de vivir es impedir que muera el go de nada: no he dejado de ser un ex deportado, un testigo ... "
testigo. "Otras personas, en cambio, hablan de Auschwitz in- (!bid, p. 119).
cesantemente, y yo soy uno de ellos" (!bid). Y con este malestar a sus espaldas tuve ocasión de encon-
trarme con él en las reuniones que se celebraban en la edi-
torial Einaudi. Podía sentirse culpable por haber sobrevivido,
1.2. Primo Levi es un tipo de testigo perfecto. Cuando vuel- no por haber prestado testimonio. "Estoy en paz conmigo mis-
ve a casa, entre los hombres, relata sin cesar a todos lo que mo porque he testimoniado" (Levi 1ª, p. 219).
le ha tocado vivir: Hace como el Viejo Marinero de la balada
de Coleridge:
1.3. En latín hay dos palabras para referirse al testigo. La pri-
Si usted recuerda la escena, el viejo marinero cierra el paso a los invita- mera, testis, de la que deriva nuestro término "testigo", signifi-
dos a la boda, que no le prestan atención -ellos están pensando en la bo- ca etimológicamente aquel que se sitúa como tercero (terstis)
da- y los obliga a escuchar su relato. Pues bien, recién regresado del cam- en un proceso o un litigio entre dos contendientes. La segunda,
po de concentración yo me comportaba exactamente así. ¡Sentía una superstes, hace referencia al que ha vivido una determinada rea-
necesidad irrefrenable de contar a todo el mundo lo que me había suce- lidad, ha pasado hasta el final por un acontecimiento y está,
dido! ... Cualquier ocasión era buena para contárselo a todos, tanto al di- pues, en condiciones de ofrec~r un testimonio sobre él. Es evi-
rector de la fábrica como al obrero, aunque tuviesen otras cosas que ha- dente que Levi no es un tercero; es, en todos los sentidos, un
cer, exactamente como el viejo marinero. Después empecé a escribir a superviviente. Pero esto significa asimismo que su testimonio
máquina por la noche ... Escribía todas las noches, ¡lo cual era considera- no tiene nada que ver con el establecimiento de los hechos con
do algo todavía más insensato! (!bid, p. 173). vistas a un proceso (no es lo suficientemente neutral para ello,
no es un terstis). En última instancia, no es el juicio lo que le
Pero no se siente escritor, se hace escritor con el único fin importa, y todavía menos el perdón. "Yo no aparezco jamás
de testimoniar. Y, en cierto sentido, no llegó nunca a conver- como juez" (Levi 1ª, p. 65); "yo no poseo la autoridad de con-
tirse en un escritor. En 1963, cuando ya había publicado dos ceder el perdón ... Carezco de autoridad" (Levi 1, p. 184). Pa-
novelas y varios relatos, responde sin sombra de duda a la pre- rece incluso que lo único que le interesa es lo que hace que el
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juicio sea imposible: la zona gris donde las víctimas se con- del juicio, con independencia de la verdad o de la justicia. Es
vierten en verdugos y los verdugos en víctimas. Es éste el pun- algo que queda probado más allá de toda ~uda por la fuerza
to en que los que han sobrevivido muestran un acuerdo ma- de cosa juzgada que se aplica también a una sentencia injus-
yor. "Ningún grupo era más humano que los otros" (!bid, p. ta. La producción de la res judicata, merced a la cual lo ver-
180); "Víctima y verdugo son igualmente innobles, la lección dadero y lo justo son sustituidos por la sentencia, vale como
de los campos es la fraternidad de la abyección" (Rousset, en verdad aunque sea a costa de su falsedad e injusticia, es el fin
Levi 1ª, p. 216). último del derecho. En esta criatura híbrida, de la que no es
Y no es que no se pueda o no se deba emitir un juicio. "Si posible decir si es hecho o norma, el derecho se aquieta: no le
hubiese tenido frente a mí a Eichmann, le habría condenado es posible ir más allá.
a muerte" (Levi 1, p. 114). "Si han cometido un crimen, en- En 1983, el editor Einaudi solicitó a Primo Levi que tradujera
tonces tienen que pagar" (!bid, p. 184). Lo decisivo es sólo que El proceso de Kafka. Sobre esta obra se han ofrecido infinitas
las dos cosas no se confundan, que el derecho no albergue la interpretaciones, que acentúan su carácter profético-político (la
pretensión de agotar el problema. La verdad tiene una con- burocracia moderna como mal absoluto) o teológico (el tribu-
sistencia no jurídica, en virtud de la cual la questio facti no nal es el Dios oculto) o biográfico (la condena es la enferme-
puede ser confundida con la questio iuris. Esto es, precisa- dad por la que Kafka se sentía afectado). Pocas veces se ha
mente, lo que concierne al superviviente: todo aquello que lle- hecho notar que este libro, en el que la ley se presenta exclu-
va a una acción humana más allá del derecho, todo aquello sivamente en la forma del proceso, contiene una intuición pro-
que la sustrae radicalmente al proceso. "Cualquiera de noso- funda sobre la naturaleza del derecho, que no es aquí tanto
tros puede ser procesado, condenado y ajusticiado sin ni si- norma -según la opinión común- cuanto juicio y, en conse-
quiera saber por qué" (!bid, p. 64). cuencia, proceso. Pero si la esencia de la ley -de toda ley- es
el proceso, si todo el derecho (y la moral que queda contami-
nada por él) es sólo derecho (y moral) procesal, ejecución y
1.4. Uno de los equívocos más comunes -y no sólo en lo que transgresión, inocencia y culpabilidad, obediencia y desobe-
se refiere a los campos- es la tácita confusión de categorías éti- diencia se confunden y pierden importancia. "El tribunal no
cas y de categorías jurídicas (o, peor aún, de categorías jurí- quiere nada de ti. Te recibe cuando vienes y te despide cuan-
dicas y categorías teológicas: la nueva teodicea). Casi todas las do te vas". El fin último de la norma es la producción del jui-
categorías de que nos servimos en materia de moral o de reli- cio; pero éste no se propone ni castigar ni premiar, ni hacer
gión están contaminadas de una u otra forma por el derecho: justicia ni descubrir la verdad. El juicio es en sí mismo el fin y
culpa, responsabilidad, inocencia, juicio, absolución ... Por eso esto -como se ha dicho- constituye su misterio, el misterio del
es difícil utilizarlas si no es con especial cautela. La realidad es proceso.
que, como los juristas saben perfectamente, el derecho no tien- Una de las consecuencias que cabe extraer de esta naturale-
de en última instancia al establecimiento de la justicia. Tam- za autorreferencial del juicio -y el que la ha extraído ha sido
poco al de la verdad. Tiende exclusivamente a la celebración un gran jurista italiano- es que la pena no sigue al juicio, sino

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que éste es él mismo la pena (nullum judicium sine poena). ellas es Hans Jonas, el filósofo alumno de Heidegger, especia-
"Se podría decir incluso que toda la pena está en el juicio, que lizado en problemas éticos. En 1984, con ocasión de la entre-
la pena impuesta -la prisión, el verdugo- sólo interesa en la ga del premio Lucas, se ocupó de Auschwitz. Y lo hizo ape-
medida en que es, por decirlo así, una prolongación del juicio lando a una nueva teodicea, es decir preguntándose cómo es
(piénsese en el término 'ajusticiar', giustiziare)" (Satta, p. 26). posible que Dios haya tolerado Auschwitz. La teodicea es un
Pero lo anterior significa también que "la sentencia de absolu- proceso que no pretende establecer las responsabilidades de
ción es la confesión de un error judicial", que "cualquiera es los hombres, sino las de Dios. Y como todas las teodiceas, tam-
íntimamente inocente", pero que el único inocente verdadero bién ésta acaba con una absolución. La motivación de la sen-
"no es el que es absuelto, sino el que pasa por la vida sin jui- tencia reza más o menos así: "Lo infinito (Dios) se ha despoja-
cio" (!bid, p. 27). do por completo de su omnipotencia en lo finito. Al crear el
mundo, Dios le ha confiado, por así decirlo, a su propia suer-
te, se ha hecho impotente. Y después de haberse dado total-
1.5. Si lo anterior es cierto -y el que ha sobrevivido sabe que mente en el mundo, no tiene ya nada que ofrecernos: es al
es cierto- es posible que sean precisamente los procesos (los hombre a quien ahora le toca dar. El hombre puede hacerlo
doce procesos celebrados en Nuremberg, más otros que se velando para que no suceda, o no suceda con demasiada fre-
desarrollaron dentro y fuera de las fronteras alemanas, hasta cuencia, que, a causa de él, Dios tenga que deplorar haber de-
el de 1961 en Jerusalén, que concluyó con la muerte en la hor- jado ser al mundo".
ca de Eichmann y abrió el camino a una nueva serie de proce- El vicio de conciliación que entraña toda teodicea es aquí
sos en la República Federal) los responsables de la confusión particularmente evidente. No sólo no nos dice nada de Ausch-
intelectual que ha impedido pensar Auschwitz durante dece- witz, ni sobre las víctimas ni sobre los verdugos; sino que ni
nios. Por necesarios que fueran esos procesos y a pesar de su siquiera consigue evitar el final feliz. Tras la impotencia de Dios
manifiesta insuficiencia (afectaron en total a unos pocos cente- se deja ver la de los hombres, que repiten su 1plus jamais r;a!
nares de personas), contribuyeron a difundir la idea de que el cuando ya está claro que r;a está en todas partes.
problema había ya quedado superado. Las sentencias habían
pasado a ser firmes, sin posibilidad, pues, de impugnación al-
guna, y las pruebas de la culpabilidad se habían establecido de 1.6. También el concepto de responsabilidad está irremedia-
manera definitiva. Al margen de algún espíritu lúcido, casi siem- blemente contaminado por el derecho. Es algo que sabe cual-
pre aislado, ha sido preciso que transcurriera casi medio siglo quiera que haya intentado hacer uso de él fuera del ámbito ju-
para llegar a comprender que el derecho no había agotado el rídico. Sin embargo, la ética, la política y la religión sólo han
problema, sino que más bien éste era tan enorme que ponía en podido definirse por el terreno que han ido ganando a la res-
tela de juicio al derecho mismo y le llevaba a la propia ruina. ponsabilidad jurídica, si bien no para hacer suyas responsabi-
La confusión entre derecho y moral, y entre teología y dere- lidades de otro género, sino para ampliar las zonas de no res-
cho, ha producido también algunas víctimas ilustres. Una de ponsabilidad. Lo que, por supuesto, no significa impunidad.
18 19
Significa más bien -por lo menos para la ética- encontrarse con como mujer al pretendiente (que, por esto, era denominada
una responsabilidad infinitamente más grande de la que nun- sponsa) o a garantizar una reparación en el caso de que talco-
ca podremos asumir. Podemos, como mucho, serle fiel; es de- sa no se produjera. En el derecho romano arcaico, el uso era
cir, reivindicar su condición de inasumible. que el hombre libre pudiera constituirse en rehén -es decir, en
El descubrimiento inaudito que Levi realizó en Auschwitz se situación de cautividad-, y de aquí el término ob-ligatio -para
refiere a una materia que resulta refractaria a cualquier inten- garantizar la reparación de una ofensa o el cumplimiento de
to de determinar la responsabilidad; ha conseguido aislar algo una obligación. (El término sponsor designaba al que se ponía
que es como un nuevo elemento ético. Levi lo denomina la en lugar del reus, y prometía proporcionar, en caso de incum-
"zona gris". En ella se rompe la "larga cadena que une al ver- plimiento, la prestación debida.)
dugo y a la víctima"; donde el oprimido se hace opresor y el El gesto de asumir responsabilidad es, pues, genuinamente
verdugo aparece, a su vez, como víctima. Una gris e incesan- jurídico, no ético. No expresa nada noble o luminoso, sino sim-
te alquimia en la que el bien y el mal y, junto a ellos, todos los plemente el ob-ligarse, el constituirse en cautivo para garanti-
metales de la ética tradicional alcanzan su punto de fusión. zar una deuda, en un escenario en que el vínculo jurídico es-
Se trata, pues, de una zona de irresponsabilidad y de "impo- taba todavía íntimamente unido al cuerpo del responsable.
tencia judicandi" (Levi 2, p. 53), que no está situada más allá Como tal, está estrechamente enlazado con el concepto de cul-
del bien y del mal, sino que, por así decirlo, está más acá de pa que, en sentido lato, indica la imputabilidad de un daño
ellos. Con un gesto simétricamente opuesto al de Nietzsche, (por eso los romanos excluían que pudiera existir culpa con
Levi ha desplazado la ética más acá de donde nos habíamos relación a uno mismo: quod quis ex culpa sua damnum sentit,
habituado a pensarla. Y, sin que logremos decir por qué, sen- non intelligitur damnum sentire, el daño que uno se causa a
timos que este más acá tiene mayor importancia que cualquier sí mismo por su culpa no es jurídicamente relevante).
más allá, que el infrahombre debe interesarnos en mayor me- Así pues, responsabilidad y culpa se limitan a expresar dos
dida que el superhombre. Esta infame región de irresponsabi- aspectos de la imputabilidad jurídica y sólo en un segundo mo-
lidad es nuestro primer círculo, del que ninguna confesión de mento fueron interiorizadas y transferidas fuera del ámbito del
responsabilidad conseguirá arrancarnos y en el que, minuto a derecho. Aquí tienen su raíz la insuficiencia y la opacidad de
minuto, se desgrana la lección de la "espantosa, indecible e in- cualquier doctrina ética que pretenda fundarse sobre estos dos
imaginable banalidad del mal" (Arendt, p. 259). conceptos. (Lo anterior puede aplicarse tanto a Hans Jorras, que
ha pretendido formular un auténtico "principio de responsabi-
lidad", como, quizás, a Levinas, que, de una manera mucho
l. 7. El verbo latino spondeo, del que deriva nuestro término más compleja, ha transformado el gesto del sponsor en el ges-
"responsabilidad", significa "salir garante de alguno (o de sí to ético por excelencia.) Se trata de una insuficiencia y de una
mismo) en relación a algo y frente a alguien". Así, en la pro- opacidad que salen a la luz con claridad cada vez que se trata
mesa de matrimonio, la pronunciación de la fórmula spondeo de trazar las fronteras que separan la ética del derecho. Pre-
significaba que el padre se comprometía a entregar a su hija sentamos dos ejemplos, lejanísimos entre ellos en lo referente
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a la gravedad de los hechos en cuestión, pero que coinciden buido "a crear un clima que ha conducido al asesinato" (pero
en cuanto al distinguo que ambos parecen implicar. el delito en cuestión, la instigación a cometer un crimen, ya
Durante el proceso de Jerusalén, la línea constante de la de- había prescrito, por supuesto). Siempre se ha considerado no-
fensa de Eichmann fue expresada con toda claridad por su abo- ble el gesto de quien asume una culpa jurídica de la que es
gado, Robert Servatius, con estas palabras: "Eichmann se sien- inocente (Salvo D'Acquisto), mientras que la aceptación de
te culpable ante Dios, no ante la ley". Y, en efecto, Eichmann. una responsabilidad política o moral sin consecuencias jurídi-
(cuya participación en el exterminio de los judíos estaba am- cas ha sido una característica permanente de la arrogancia de
pliamente probada, si bien, probablemente, con un carácter los poderosos (Mussolini con respecto al delito Matteotti). Pe-
distinto del sostenido por la acusación) llegó incluso a decla- ro en la Italia de hoy estos modelos se han invertido y la con-
rar que quería "colgarse en público", para "liberar a los jóve- trita aceptación de responsabilidades morales se invoca en
nes alemanes del peso de la culpa". No obstante, se empecinó cualquier ocasión para evadir las jurídicas.
en sostener hasta el final que su culpabilidad ante Dios (que La confusión entre categorías éticas y categorías jurídicas (con
para él era sólo un H6heren Sinnestrager, el más alto portador la lógica del arrepentimiento que implica) es aquí absoluta. Y
de sentido) no era jurídicamente perseguible. El único sentido está en el origen de los numerosos suicidios llevados a cabo
posible de este distinguo, tan tenazmente destacado, es que, para sustraerse a un proceso (y no sólo por parte de los cri-
sin lugar a dudas, el asumir una culpa moral aparecía como éti- minales nazis) en que la admisión tácita de una culpa moral
camente noble para el acusado, que no estaba dispuesto, sin pretende redimir de la culpa jurídica. No es ocioso recordar
embargo, a asumir una culpa jurídica (culpa que, desde el pun- que la primera responsable de esta confusión no es la doctri-
to de vista ético, debería ser menos grave). na católica, que reconoce un sacramento cuya finalidad es la
Recientemente, un grupo de personas que años atrás habían de liberar al pecador de la culpa, sino la ética laica (en su ver-
pertenecido a una organización política de extrema izquierda sión bienpensante y farisaica que es la dominante). Después
publicaron en un diario italiano un comunicado en el que re- de haber erigido las categorías jurídicas en categorías éticas su-
conocían la propia responsabilidad política y moral en el ase- premas y de haber así trucado irremediablemente la baraja, al-
sinato de un comisario de policía llevado a cabo veinte años berga todavía la pretensión de introducir su distinguo. Mas la
atrás. "Sin embargo, esa responsabilidad -afirmaba el comu- ética es la esfera que no conoce culpa ni responsabilidad: es,
nicado- no puede ser transformada ... en una responsabilidad como sabía Spinoza, la doctrina de la vida feliz. Asumir una
de carácter penal." Conviene recordar en este punto que la culpa y una responsabilidad -cosa que en ocasiones puede ser
asunción de una responsabilidad moral tiene algún valor sólo necesario hacer- significa salir del ámbito de la ética para en-
en el caso de que se esté dispuesto a sufrir las consecuencias trar en el del derecho. Quien se ha visto obligado a dar este
jurídicas de ella. Es algo que los autores del comunicado pa- difícil paso no puede pretender volver a utilizar la puerta que
recen sospechar de algún modo, desde el momento en que, en ha dejado a sus espaldas.
un pasaje significativo, aceptan una responsabilidad que tiene
una inconfundible resonancia jurídica, al afirmar haber contri-
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1.8. La figura extrema de la "zona gris" es el Sonderkommando. de Auschwitz, contó que había asistido, durante una pausa del
Con este eufemismo -Escuadra especial- las SS se referían al "trabajo", a un partido de fútbol entre las SS y representantes
grupo de deportados a los que se confiaba la gestión de las cá- del Sonderkommando.
maras de gas y de los crematorios. Eran los que tenían que con-
ducir a los prisioneros desnudos a la muerte en las cámaras de Al encuentro asisten otros soldados de las SS y el resto de la escuadra,
gas y mantener el orden entre ellos; sacar después los cadáve- muestran sus preferencias, apuestan, aplauden, animan a los jugadores,
res con sus manchas rosas y verdes por efecto del ácido cian- como si, en lugar de a las puertas del infierno, el partido se estuviera ce-
hídrico, y lavarlos con chorros de agua; comprobar que no hu- lebrando en el campo de un pueblo (!bid, p. 40).
biera objetos preciosos escondidos en los orificios corporales;
arrancar los dientes de oro de las mandíbulas; cortar el pelo de A algunos este partido les podrá parecer quizás una breve
las mujeres y lavarlo con cloruro de amoníaco; transportar los pausa de humanidad en medio de un horror infinito. Pero pa-
cadáveres a los crematorios y asegurarse de su combustión y, ra mí, como para los testigos, este partido, este momento de
por último, limpiar los hornos de los restos de ceniza. normalidad, es el verdadero horror del campo. Podemos pen-
sar, tal vez, que las matanzas masivas han terminado, aunque
Sobre estas escuadras ya circulaban historias vagas y parciales entre los que se repitan aquí y allá, no demasiado lejos de nosotros. Pero ese
estábamos prisioneros, y fueron confirmadas más tarde por las otras fuen- partido no ha acabado nunca, es como si todavía durase, sin
tes antes mencionadas, pero el horror intrínseco de esta situación humana haberse interrumpido nunca. Representa la cifra perfecta y eter-
ha impuesto a todos los testigos una especie de reserva, por lo cual aun na de la "zona gris", que no entiende de tiempo y está en to-
ahora es difícil hacerse una idea de lo que significaba estar obligado a rea- das partes. De allí proceden la angustia y la vergüenza de los
lizar durante meses tal oficio ... Uno de ellos declaró: "En este trabajo, o supervivientes, "la angustia inscrita en todos del 'tóhu vavó-
uno enloquece durante el primer día o se acostumbra". Y otro: "es verdad hu', del universo desierto y vacío, aplastado bajo el espíritu
que hubiera podido matarme o dejarme matar, pero quería sobrevivir, pa- de Dios, pero del que está ausente el espíritu del hombre: to-
ra vengarme y dar testimonio de todo aquello. No creáis que somos mons- davía no nacido y ya extinto" (Levi 2, p. 74). Mas es también
truos, somos como todos vosotros, aunque mucho más desdichados" ... De nuestra vergüenza, la de quienes no hemos conocido los cam-
hombres que han conocido esta privación extrema no podemos esperar pos y que, sin embargo, asistimos, no se sabe cómo, a aquel
una declaración en el sentido jurídico del término sino otro tipo de cosa, partido, que se repite en cada uno de los partidos de nuestros
que está entre el lamento, la blasfemia, la expiación y el intento de justifi- estadios, en cada transmisión televisiva, en todas las formas
cación, de recuperación de sí mismos ... Haber concebido y organizado las de normalidad cotidiana. Si no llegamos a comprender ese par-
Escuadras ha sido el delito más demoníaco del nacionalsocialismo (Levi 2, tido, si no logramos que termine, no habrá nunca esperanza.
pp. 46 y ss.).

Levi refiere, con todo, que un testigo, Miklos Nyiszli, uno de 1.9. Testigo se dice en griego martis, mártir. Los primeros pa-
los poquísimos sobrevivientes de la última Escuadra especial dres de la Iglesia acuñaron a partir de ahí el término martirium
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para indicar la muerte de los cristianos perseguidos que de esa se le dio muerte, precisamente para que nosotros no muriéramos.
forma daban testimonio de su fe. Lo sucedido en los campos Si me pide que le imite, ¿será porque también él espera salvación
tiene muy poco que ver con el martirio. Sobre esto hay unani- de mi muerte? ¿O hay quizás que pensar que Dios quiere la san-
midad entre los que sobrevivieron a ellos. "Llamando mártires gre de los hombres cuando desdeña la de los toros y los machos
a las víctimas del nazismo, mistificamos su destino" (Bettelheim cabríos? ¿Cómo puede desear la muerte de quien no ha cometi-
1, p. 93). Hay, sin embargo, dos puntos en que esas dos cosas. do pecado?" (Tertuliano, pp. 63-65). La doctrina del martirio na-
parecen aproximarse. El primero se refiere al propio término ce, pues, para justificar el escándalo de una muerte insensata, de
griego, derivado de un verbo que significa "recordar". El su- una carnicería que no podía parecer otra cosa que absurda. Fren-
perviviente tiene la vocación de la memoria, no puede no re- te al espectáculo de una muerte aparentemente sine causa, la re-
cordar. ferencia a Le. 12, 8-9 y Mt. 10, 32-33 ("Al que me confiese ante
los hombres lo confesaré yo ante mi Padre del cielo. Del que re-
Los recuerdos de mi reclusión son mucho más vívidos y detallados res- niegue de mí ante los hombres, renegaré yo ante mi Padre del
pecto de cualquier otra cosa acaecida antes o después (Levi 1, p. 174). cielo") permitía interpretar el martirio como un mandamiento di-
vino y encontrar así una razón para lo irrazonable.
Conservo una memoria visual y auditiva de las experiencias de allí que Todo esto tiene mucho que ver con los campos. Porque en
no sé explicar. .. me han quedado grabadas en la mente, como en una los campos un exterminio del que quizás sería posible encon-
cinta magnética, algunas frases en lenguas que no conozco, en polaco o trar precedentes se presenta, sin embargo, en formas que le
en húngaro; se las he repetido a polacos y húngaros y me han dicho que privan de sentido absolutamente. También sobre esto los su-
estas frases tienen sentido. Por algún motivo que ignoro me ha pasado al- pervivientes se muestran acordes. "A nosotros mismos, lo que
go muy extraño, diría que algo semejante a una preparación inconscien- teníamos que decir, empezaba ya a parecernos inimaginable"
te para testimoniar (Levi 1ª, p. 220). (Antelme, p. 5). "Todos los intentos de explicación ... han fra-
casado radicalmente" (Améry, p. 16). "Me irritan los intentos
Pero en el segundo punto aparece una proximidad más íntima de algunos extremistas religiosos de interpretar el exterminio
e instructiva. La lectura de los primeros textos cristianos sobre el a la manera de los profetas: un castigo por nuestros pecados.
martirio -por ejemplo, el Scorpiace de Tertuliano- nos aporta a ¡No! Esto no lo acepto: el hecho de carecer de todo sentido ha-
este respecto enseñanzas insospechadas. Los Padres tenían que ce que sea más espantoso" (Levi 1ª, p. 219).
hacer frente a ciertos grupos heréticos que rechazaban el marti- El desdichado término holocausto (a menudo con la H ma-
rio porque éste constituía para ellos una muerte insensata (peri- yúscula) surge de esa exigencia inconsciente de justificar la
re sine causa). ¿Qué sentido podía tener hacer profesión de fe muerte sine causa, de restituir un sentido a lo que no parece
ante unos hombres -los perseguidores y los verdugos- que no poder tener sentido alguno: "... Disculpe, yo utilizo este térmi-
la entenderían en absoluto? Dios no puede querer lo insensato. no Holocausto de mala gana, porque no me gusta. Pero lo uti-
"¿Deben sufrir estas cosas los inocentes? ... De una vez para siem- lizo para entendernos. Filológicamente es un error ... " (Levi 1,
pre Cristo se ha inmolado por nosotros, de una vez para siempre p. 191). "Es un término que me molestó mucho cuando apa-
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reció; después he sabido que era el propio Wiesel quien lo ha- punto es importante señalar sobre todo dos hechos. El prime-
bía acuñado, aunque más tarde se arrepintió de ello y habría ro, que el término es empleado muy tempranamente en senti-
querido retirarlo" (Levi 1ª, p. 219). do propio por los Padres para condenar la inutilidad de los sa-
crificios cruentos (valga por todos Tertuliano, haciendo referencia
1.10. También la historia de un término erróneo puede ser a Marción: Adv. Marc. 5, 5: quid stultius ... quam sacrificiorum
instructiva. "Holocausto" es la transcripción docta del latín ho- cruentorum et holocaustomatum nidorosorum a deo exactio?
locaustum, que, a su vez, traduce el término griego holókaus- "¿Qué hay de más estúpido que un Dios que exige sacrificios
tos (que es, empero, un adjetivo, y significa literalmente "todo sangrientos y holocaustos que huelen a grasa quemada?"; cfr.
quemado"); el sustantivo griego correspondiente es holokaús- también Aug ., C. Faustum 19, 4). El segundo, que el término
toma). La historia semántica del término es esencialmente cris- se amplía de forma metafórica a los mártires cristianos para
tiana, porque los Padres de la Iglesia se sirvieron de él para tra- equiparar su suplicio a un sacrificio (Hil., en Psalm. 65, 23:
ducir -en verdad sin excesivo rigor ni coherencia- la compleja martyres in fidei testimonium corpora sua holocausta vovernnt),
doctrina sacrificial de la Biblia (en particular, de Levítico y Nú- hasta que el mismo sacrificio de Cristo en la cruz pasa a ser de-
meros). El Levítico reduce todos los sacrificios a cuatro tipos finido como holocausto (Aug., en Evang.]oah. 41, 5: se in ho-
fundamentales: olah, hattat, shelamin, minha. locaustum obtulerit in cruce Iesus; Rufin, Orig., en Lev. 1, 4:
bolocaustum ... carnis eius per lignum crncis oblatum).
Los nombres de dos de ellos son significativos. El hattat era el sacrificio A partir de aquí el término holocausto inicia la emigración
que servía para expiar el pecado llamado hattat o hataa, del que el Le- semántica que le llevará a asumir de forma cada vez más con-
vítico da una definición excesivamente vaga por desgracia. El shelamin sistente en las lenguas vulgares el significado de "sacrificio su-
es un sacrificio comunitario, de acción de gracias, de alianza y de voto. premo, en el marco de una entrega total a causas sagradas y
En cuanto a los términos olah y minha, son puramente descriptivos. Ca- superiores" que registran los léxicos contemporáneos. Ambos
da uno de ellos evoca operaciones particulares de sacrificio: el segundo, significados, el propio y el metafórico, aparecen unidos en Ban-
la presentación de la víctima, en el caso de que sea de naturaleza natural, dello (2, 24): "se han suprimido los sacrificios y holocaustos de
y el primero el envío de la oferta a la divinidad (Mauss, p. 44). los terneros, machos cabríos y otros animales, en lugar de los
cuales se ofrece ahora ese inmaculado y precioso cordero del
La Vulgata traduce en general olah con holocaustum (holo- cuerpo y la sangre del universal redentor y salvador Nuestro ~
causti oblatio), hattat con oblatio, shelamin (de shalom, paz) señor Jesucristo". El significado metafórico está atestiguado en
con hostia pro peccato. De la Vulgata, el término holocaustum Dante ("Paraíso". 14, 89: " ... Rendí holocausto a Dios", referi-
pasa a los Padres latinos, que lo utilizaron esencialmente para do a la plegaria del corazón), en Savonarola, y después de ma-
referirse a los sacrificios de los judíos en los numerosos co- nera sucesiva hasta Delfico ("muchos ofreciéndose en perfec-
mentarios del texto sagrado (así en Hil., en Psalm. 65, 23: ho- to holocausto a la patria") y Pascoli ("en el sacrificio, necesario
locausta sunt integra hostiarum corpora, quía tota ad ignem y dulce, hasta el holocausto, está para mí la esencia del cris-
sacrificii deferebantur, holocausta sunt nuncupata). En este tianismo").

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Pero también el empleo del término en sentido polémico con- pretar el exterminio como un castigo por nuestros pecados, el
tra los judíos había continuado su historia, si bien se trata de eufemismo no contiene en este caso irrisión alguna. En el caso
una historia más secreta, no registrada en los léxicos. En el cur- del término "holocausto", por el contrario, establecer una co-
so de mis investigaciones sobre la soberanía me encontré por nexión, aunque sea lejana, entre Auschwitz y el olah bíblico,
casualidad con un pasaje de un cronista medieval, que consti- y entre la muerte en las cámaras de gas y la "entrega total a
tuye la primera aparición de la que tengo noticia del término motivos sagrados y superiores" no puede dejar de sonar como
"holocausto" para hacer referencia a una matanza de judíos, una burla. No sólo el término contiene una equiparación ina-
pero, en este caso, con una coloración violentamente antise- ceptable entre hornos crematorios y altares, sino que recoge
mita. Richard di Duizes testimonia que, en el día de la coro- una herencia semántica que tiene desde el inicio una colora-
nación de Ricardo I (1189), los londinenses se entregaron a un ción antíjudía.
pogromo particularmente cruento: En consecuencia, no lo utilizaremos en ninguna ocasión.
Quien continúa aplicándolo da prueba de ignorancia o de in-
El mismo día de la coronación del rey, aproximadamente a la hora en que sensibilidad (o de una y otra a la vez).
el Hijo había sido inmolado al Padre, en la ciudad de Londres se empezó
a inmolar a los judíos a su padre el demonio (incoeptum est in civitate
Londoniae immolare judaeos patri suo diabolo); y tanto duró la celebra- 1.11. Cuando, hace algunos años, publiqué en un diario
ción de este misterio que el holocausto no se pudo completar antes del francés un artículo sobre los campos de concentración, al-
día siguiente. Y las demás ciudades y países de la región imitaron la fe de guien escribió al director del periódico una carta en la que se
los londinenses y, con igual devoción, expidieron al infierno, en la san- me acusaba de haber pretendido con mis análisis ruiner le
gre, a sus sanguijuelas (parí devotione suas sanguisugas cum sanguine caractere unique et incidible de Auschwitz. Me he pregunta-
transmiserunt ad inferos) (Bertelli, p. 131). do a menudo qué podía tener en mientes el autor de la car-
ta. Es muy probable que Auschwítz haya sido un fenómeno
La formación de un eufemismo, en cuanto supone la susti- único (por lo menos con respecto al pasado; en cuanto al fu-
tución de la expresión propia de algo de lo que no se quiere, turo no se puede hacer otra cosa que esperar). "Hasta el mo-
en realidad, oír hablar, por una expresión atenuada o alterada, mento en que escribo, y no obstante el horror de Hiroshima
lleva consigo siempre una cierta ambigüedad. Pero, en este ca- y Nagasaki, la vergüenza de los Gulag, la inútil y sangrienta ~
so, la ambigüedad va demasiado lejos. Incluso los judíos se sir- campaña de Vietnam, el autogenocidío de Camboya, los des-
ven de un eufemismo para indicar el exterminio. Se trata del aparecidos en Argentina, y las muchas guerras atroces y es-
término shoá, que significa "devastación, catástrofe" y, en la Bi- túpidas a las que hemos venido asistiendo, el sistema de cam-
blia, implica a menudo la idea de un castigo divino (como en pos de concentración nazi continúa siendo un unicum, en
Js. 10, 3). "¿Qué haréis el día del castigo, cuando desde lejos cuanto a su magnitud y calidad" (Levi 2, pp. 19-20). Pero ¿por
venga la shoá?" Incluso si es probable que sea éste el término qué indecible? ¿Por qué conferir al exterminio el prestigio de
en que está pensando Leví, cuando habla del intento de ínter- la mística?

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En el año 386 de nuestra era, Juan Crisóstomo compuso en 1.12. El testimonio contiene, no obstante, una laguna. Tam-
Antioquía su tratado Sobre la Incomprensibilidad de Dios. Te- bién en esto los supervivientes se muestran de acuerdo.
nía que hacer frente a unos adversarios que sostenían que la
esencia de Dios podía ser comprendida, puesto que "todo lo Hay también otra laguna, en todo testimonio: los testigos, por definición,
que Él sabe de sí, nosotros lo encontramos también fácil- son quienes han sobrevivido y todos han disfrutado, pues, en alguna me-
mente en nosotros". Al afirmar con vigor contra ellos la abso-. dida, de un privilegio ... El destino del prisionero común no lo ha conta-
luta incomprensibilidad de Dios, que es "indecible" (árrehetos), do nadie, porque, para él, no era materialmente posible sobrevivir ... El
"inenarrable" (anekdiégetos) e "ininscriptible" (anepfgraptos), prisionero común también ha sido descrito por mí, cuando hablo de "mu-
Juan sabe bien que ésta es precisamente la forma mejor d~ sulmanes" pero los musulmanes no han hablado (Levi 1ª, pp. 215 y ss.).
glorificarle (dóxan didónai) y de adorarle Cproskjein). Dios
es incomprensible hasta para los ángeles; pero gracias a es- Los que no han vivido esa experiencia nunca sabrán lo que fue; los que
to pueden tributarle gloria y admiración, elevando incesan- la han vivido no la contarán nunca; no verdaderamente, no hasta el fon-
temente sus místicos cantos. A estas legiones angélicas, Juan do. El pasado pertenece a los muertos ... (Wiesel, p. 314).
opone a los que tratan en vano de comprender: "Aquéllos
(los ángeles) cantan su gloria, éstos se esfuerzan por cono- Es necesario reflexionar sobre esta laguna que pone en tela
cer; aquéllos adoran en silencio, éstos se afanan; aquéllos de juicio el propio sentido del testimonio y, por ello mismo,
apartan los ojos, éstos no se avergüenzan de mantener la mi- la identidad y la credibilidad de los testigos.
rada fija en la gloria inenarrable" (Crisóstomo, p. 129). El ver-
bo que hemos traducido como "adorar en silencio" es en el Lo repito, no somos nosotros, los supervivientes, los verdaderos testi-
texto griego euphemein. De este término, que significa origi- gos ... Los que hemos sobrevivido somos una minoría anómala, además de
nariamente "observar el silencio religioso" deriva la palabra exigua: somos aquellos que por sus prevaricaciones, o su habilidad, o su
moderna "eufemismo", que indica los términos que sustitu- suerte, no han tocado fondo. Quien lo ha hecho, quien ha visto a la Gor-
yen a otros que, por pudor o buenos modales, no se pueden gona, no ha vuelto para contarlo, o ha vuelto mudo; son ellos, los "musul-
pronunciar. Decir que Auschwitz es "indecible" o "incom- manes", los hundidos, los testigos integrales, aquellos cuya declaración ha-
prensible" equivale a euphemein, a adorarle en silencio, co- bría podido tener un significado general. Ellos son la regla, nosotros la
mo se hace con un dios; es decir, significa, a pesar de las in- excepción ... Los que tuvimos suerte hemos intentado, con mayor o menor
tenciones que puedan tenerse, contribuir a su gloria. Nosotros, discreción, contar no solamente nuestro destino sino también el de los de-
por el contrario, "no nos avergonzamos de mantener fija la más, precisamente el de los "hundidos"; pero se ha tratado de una narración
mirada en lo inenarrable". Aun a costa de descubrir que lo "por cuenta de terceros", el relato de cosas vistas de cerca pero no experi-
que el mal sabe de sí, lo encontramos fácilmente también en mentadas por uno mismo. La demolición terminada, la obra cumplida, no
nosotros. hay nadie que la haya contado, como no hay nadie que haya vuelto para
contar su muerte. Los hundidos, aunque hubiesen tenido papel y pluma, no
hubieran escrito su testimonio, porque su verdadera muerte había empeza-

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do ya antes de la muerte corporal. Semanas y meses antes de extinguirse han sobrevivido hablan de ella muy raramente. Y cuando hablan de ella,
habían perdido ya el poder de observar, de recordar, de apreciar y de ex- su testimonio sólo alcanza a una ínfima parte de tal situación. ¿Cómo sa-
presarse. Nosotros hablamos por ellos, por delegación (Levi 2, pp. 72-73). ber que la situación misma ha existido? ¿No es fruto de la imaginación de
nuestro informador? O bien la situación no ha existido en tanto que tal. O
El testigo testimonia de ordinario a favor de la verdad y de bien ha existido y, entonces, el testimonio de nuestro informador es falso,
la justicia, que son las que prestan a sus palabras consistencia porque en ese caso debería haber desaparecido o debería callarse ... Ha-
y plenitud. Pero en este caso el testimonio vale en lo esen- ber "visto realmente con sus propios ojos" una cámara de gas sería la con-
cial por lo que falta en él; contiene, en su centro mismo, al- dición que otorgara la autoridad de decir que ha existido y de persuadir a
go que es intestimoniable, que destruye la autoridad de los los incrédulos. Pero todavía sería necesario probar que mataba en el mo-
supervivientes. Los "verdaderos" testigos, los "testigos inte- mento en que se la vio. Y la única prueba admisible de que mataba es es-
grales" son los que no han testimoniado ni hubieran podido tar muerto. Pero, si se está muerto, no se puede testimoniar que ha sido
hacerlo. Son los que "han tocado fondo", los musulmanes, los por efecto de la cámara de gas (Lyotard, p. 19).
hundidos. Los que lograron salvarse, como seudotestigos, ha-
blan en su lugar, por delegación: testimonian de un testimonio Algunos años después, en el transcurso de una investigación
que falta. Pero hablar de delegación no tiene aquí sentido al- llevada a cabo en la Universidad de Yale, Shoshana Felman y
guno: los hundidos no tienen nada que decir ni instrucciones Dori Laub elaboraron la noción de la shoá como "aconteci-
ni memorias que transmitir. No tienen "historia" ni "rostro" y, miento sin testigos". En 1989, la primera desarrolló este con-
mucho menos, "pensamiento" (Levi 3, p. 97). Quien asume la cepto en forma de un comentario al filme de Claude Lanzmann.
carga de testimoniar por ellos sabe que tiene que dar testimo- La shoá es un acontecimiento sin testigos en el doble sentido
nio de la imposibilidad de testimoniar. Y esto altera de mane- de que sobre ella es imposible dar testimonio, tanto desde el
ra definitiva el valor del testimonio, obliga a buscar su sentido interior -porque no se puede testimoniar desde el interior de
en una zona imprevista. la muerte, no hay voz para la extinción de la voz- como des-
de el exterior, porque el outsider queda excluido por defini-
ción del acontecimiento:
1.13. Que, en el testimonio, hay siempre algo como una im-
posibilidad de testimoniar, había sido ya observado. En 1983, No es posible realmente decir la verdad, testimoniar desde el exterior.
apareció el libro de J. F. Lyotard, Le différend, que, incorpo- Pero tampoco es posible, como hemos visto, testimoniar desde el inte-
rando irónicamente las recientes tesis de los negacionistas, se rior. Me parece que la postura imposible y la tensión testimonial de to-
abre con la comprobación de una paradoja lógica: do el filme consisten precisamente en no estar ni simplemente dentro, ni
simplemente fuera; sino paradójicamente, dentro y fuera a la vez. El fil-
Es sabido que algunos seres humanos dotados de lenguaje han sido colo- me trata de abrir un camino y de tender un puente que no existía du-
cados en una situación tal que ninguno de ellos puede referir después lo rante la guerra que no existe todavía hoy entre lo interior y lo exterior,
que fue esa situación. La mayor parte desaparecieron entonces y los que para poner a ambos en contacto y en diálogo (Felman, p. 89).

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Es justamente este umbral de indiferencia entre el dentro y que Celan lleva a cabo con la lengua alemana, y que tanto ha
el fuera (que, como veremos, es algo completamente distinto fascinado a sus lectores, es comparada por Levi -por razones
de un "puente" o un "diálogo"), que habría podido conducir a sobre las que creo que vale la pena meditar- con un balbuceo
una comprensión de la estructura del testimonio, lo que la au- inarticulado o el estertor de un moribundo.
tora omite cuestionar. Más que a un análisis, asistimos al des-
plazamiento desde una imposibilidad lógica a una posibilidad Esta tiniebla que se adensa de página en página, hasta el último balbuceo
estética, por medio del recurso a la metáfora del canto: inarticulado, consterna como el estertor de un moribundo, y de hecho no
es otra cosa. Nos atrae como atraen los abismos, pero a la vez nos de-
Lo que confiere al filme su poder de testimonio, y lo que en general cons- frauda por algo que debía haberse dicho y no lo ha sido, y por eso nos
tituye su fuerza, no son las palabras, sino la relación ambigua y descon- frustra y aleja. Pienso que el Celan poeta debe ser más meditado y com-
certante entre las palabras, la voz, el ritmo, la melodía, las imágenes, la padecido que imitado. Si el suyo es realmente un mensaje, se pierde en
escritura y el silencio. Cada testimonio nos habla más allá de sus palabras, el "ruido de fondo": no es una comunicación, no es un lenguaje, o todo
más allá de su melodía, como la realización única de un canto (!bid, pp. lo más es un lenguaje oscuro y mutilado, como lo es el del que está a pun-
139 y ss.). to de morir, y está solo, como todos lo estaremos en el trance de la muer-
te" (!bid).
Explicar la paradoja del testimonio mediante el deus ex ma-
china del canto, equivale a estetizar tal testimonio, algo que En Auschwitz Levi había ya hecho la experiencia de esfor-
Lanzmann se había guardado mucho de hacer. No son el poe- zarse por escuchar e interpretar un balbuceo inarticulado, algo
ma ni el canto los que pueden intervenir para salvar el impo- como un no lenguaje, o un lenguaje mutilado y oscuro. Fue en
sible testimonio; es, al contrario, el testimonio lo que puede, si los días subsiguientes a la liberación, cuando los rusos transfi-
acaso, fundar la posibilidad del poema. rieron a los supervivientes de Burra al "Campo Grande" de Ausch-
witz. Aquí la atención de Levi se sintió atraída de forma súbita
por un niño al que los deportados llamaban Hurbinek.
1.14. Las incomprensiones de una mente honesta son con fre-
cuencia instructivas. Primo Levi, al que no le gustaban los au- Hurbinek no era nadie, un hijo de la muerte, un hijo de Auschwitz. Pare-
tores oscuros, se sentía atraído por la poesía de Celan, aunque cía tener unos tres años, ninguno sabía nada de él, no sabía hablar y no
no llegara verdaderamente a entenderla. En un breve ensayo, tenía nombre: ese curioso nombre de Hurbinek se lo habíamos dado nos-
titulado Sullo scrivere oscuro, Levi hace ver la diferencia entre otros, puede que una de las mujeres, que había interpretado con aquellas
Celan y aquellos que escriben oscuramente por desprecio al sílabas uno de los sonidos inarticulados que el pequeño emitía de vez en
lector o por insuficiencia expresiva: la oscuridad de su poéti- cuando. Estaba paralizado de la cintura para abajo, y tenía las piernas atro-
ca le hace pensar más bien en "un matarse por anticipado, un fiadas, delgadas como palillos; pero sus ojos, perdidos en su cara trian-
no-querer-ser, una fuga del mundo cuya coronación ha sido la gular y demacrada, emitían destellos terriblemente vivos, cargados de sú-
muerte deseada" (Levi 5, p. 637). La extraordinaria operación plica, de afirmaci?n, de la voluntad de desencadenarse, de romper la tumba

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de su mutismo. La palabra que le faltaba y que nadie se había preocu- niado, por recoger su palabra secreta: mass-klo, matisklo. Qui-
pado por enseñarle, la necesidad de la palabra, afloraba en su mirada con zás toda palabra, toda escritura nace, en este sentido, como tes-
explosiva exigencia ... (Levi 4, p. 21). timonio. Y por esto mismo aquello de lo que testimonia no pue-
de ser ya lengua, no puede ser ya escritura: puede ser sólo lo
Pero a partir de un cierto momento, Hurbinek empieza a re- intestimoniado. Éste es el sonido que nos llega de la laguna, la
petir incesantemente una palabra, que nadie del campo consi- no lengua que se habla a solas, de la que la lengua responde,
gue entender, y que Levi transcribe dubitativamente como mass- en la que nace la lengua. Y es la naturaleza de eso no testimo-
klo o matisklo: niado, su no lengua, aquello sobre lo que es preciso interro-
garse.
En la noche aguzábamos el oído: era verdad, desde el rincón de Hurbi-
nek nos llegaba de vez en cuando un sonido, una palabra. No siempre 1.15. Hurbinek no puede testimoniar, porque no tiene len-
era exactamente igual, en realidad, pero era una palabra articulada, con gua (la palabra que profiere es un sonido incierto y privado
toda seguridad; o, mejor dicho, palabras articuladas ligeramente diferen- de sentido: mass-klo o matisklo). Y, sin embargo, "testimonia
tes, variaciones experimentales en torno a un tema, a una raíz, quizás a a través de estas palabras mías". Pero tampoco el superviviente
un nombre (!bid, p. 22). puede testimoniar integralmente, decir la propia laguna. Eso
significa que el testimonio es el encuentro entre dos imposi-
Todos escuchaban y trataban de descifrar ese sonido, ese vo- bilidades de testimoniar; que la lengua, si es que pretende tes-
cabulario incipiente: pero aunque todas las lenguas europeas timoniar, debe ceder su lugar a una no lengua, mostrar la im-
estaban representadas en el campo, la palabra de Hurbinek posibilidad de testimoniar. La lengua del testimonio es una
permanece obstinadamente secreta: lengua que ya no significa, pero que, en ese su no significar,
se adentra en lo sin lengua hasta recoger otra insignificancia,
No, no era desde luego un mensaje, ni una revelación: puede que fuera la del testigo integral, la del que no puede prestar testimonio.
su nombre, si es que alguna vez había tenido alguno; puede (según una No basta, pues, para testimoniar, llevar la lengua hasta el pro-
de nuestras hipótesis) que quisiera decir "comer" o "pan"; o tal vez "car- pio no sentido, hasta la pura indeterminación de las letras (m-
ne", en bohemio, como sostenía con buenos argumentos uno de nosotros a-s-s-k-l-o, m-a-t-i-s-k-l-o); es preciso que este sonido despoja-
que conocía esta lengua ... Hurbinek, el sin nombre, cuyo minúsculo an- do de sentido sea, a su vez, voz de algo o de alguien que por
tebrazo llevaba la marca del tatuaje de Auschwitz; Hurbinek murió en los razones muy diferentes no puede testimoniar. O, por decirlo
primeros días de marzo de 1945, libre pero no redimido. Nada queda de de otra manera, la imposibilidad de testimoniar, la "laguna" que
él: testimonia por medio de estas palabras mías (!bid, pp. 22-23). constituye la lengua humana, se desploma sobre ella misma
para dar paso a otra imposibilidad de testimoniar: la del que
Es posible que fuera esta palabra secreta lo que Levi sentía no tiene lengua.
perderse en el fondo de la poesía de Celan. Pero en Auschwitz La huella, que la lengua cree transcribir a partir de lo intes-
se había esforzado, en todo caso, por escuchar lo no testimo- timoniado, no es su palabra. Es la palabra de la lengua, la que

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nace cuando la lengua no está ya en sus inicios, baja de pun- 2. EL "MUSULMÁN"
to para -sencillamente- testimoniar: "no era luz, pero estaba
para dar testimonio de la luz".

2.1. Lo intestimoniable tiene un nombre. Se llama en la jer-


ga del campo, der Muselmann, el musulmán.

El denominado Muselmann, como se llamaba en el lenguaje del Lager al


prisionero que había abandonado cualquier esperanza y que había sido
abandonado por sus compañeros, no poseía ya un estado de conocimiento
que le permitiera comparar entre bien y mal, nobleza y bajeza, espiritua-
lidad y no espiritualidad. Era un cadáver ambulante, un haz de funciones
físicas ya en agonía. Debemos, pues, por dolorosa que nos parezca la elec-
ción, excluirle de nuestra consideración (Améry, p. 39).

(Una vez más la laguna del testimonio,. conscientemente rei-


vindicada esta vez.)

Recuerdo que, mientras bajábamos las escaleras que conducían a los ser-
vicios, hicieron bajar con nosotros a un grupo de Muselmann, como los

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llamaríamos después, que eran los hombres momia, los muertos vivos; y una expresión indiferente, mecánica y triste. Los ojos quedaban recubier-
los hicieron bajar con nosotros sólo para hacérnoslos ver, como para de- tos por un velo, las órbitas se hundían profundamente. La piel tomaba un
cirnos: llegaréis a ser igual que ellos (Carpi, p. 17). color gris pálido, se hacía delgada y dura, similar al papel, y comenzaba
la descamación. Era muy sensible a todo tipo de infección y contagio,
El hombre de las SS caminaba con lentitud y observaba al musulmán que especialmente a la sarna. Los cabellos se ponían híspidos, opacos y se
se dirigía directamente hacia él. Todos nosotros mirábamos con el rabillo caían con facilidad. La cabeza se alargaba, los pómulos y las cuencas de
del ojo hacia la izquierda para ver lo que iba a pasar. Ese ser idiotizado y los ojos se hacían cada vez más visibles. El enfermo respiraba lentamen-
sin voluntad, arrastrando sus zuecos de madera, terminó por ir a caer jus- te, hablaba despacio y con gran esfuerzo. Según la duración del estado
tamente en los brazos del de las SS, que le dio un grito y le propinó un de desnutrición aparecían edemas grandes o pequeños. Se manifestaban
fustazo en la cabeza. El musulmán se paró, sin darse cuenta de lo que ha- inicialmente en los párpados y en los pies y aparecían en puntos diver-
bía pasado, y cuando recibió un segundo y un tercer golpe porque se sos según las horas del día. Por la mañana, después del descanso noctur-
había olvidado de quitarse la gorra, empezó a hacerse sus necesidades no, eran visibles sobre todo en la cara. Por la tarde, en cambio, se mani-
encima, porque tenía disentería. Cuando el SS vio el líquido negro y mal- festaban en los pies y en la parte inferior y superior de las piernas. El
oliente que se derramaba sobre los zuecos, se encolerizó terriblemente. estar de pie hacía que el líquido se acumulase en la parte inferior del
Se le echó encima y le dio patadas y patadas en el abdomen, y, una vez cuerpo. A medida que el estado de desnutrición se acentuaba, los ede-
que el desventurado había caído ya sobre sus propios excrementos, si- mas se difundían, en especial en el caso de los que debían permanecer
guió golpeándole en la cabeza y el tórax. Al primer golpe se dobló y des- de pie durante muchas horas, primero en la parte inferior de las piernas,
pués de otro par de golpes estaba ya muerto (Ryn y Klodzinski, pp. 128 después en las pantorrillas, los glúteos, los testículos e incluso el abdo-
y ss.). men. A la hinchazón se añadía no pocas veces la diarrea, que a menudo
podía también preceder al desarrollo de los edemas. En esta fase los en-
En lo tocante a los síntomas de la enfermedad y la desnutrición, hay que fermos se hacían indiferentes a todo lo que pasaba a su alrededor y se
distinguir dos fases. La primera se caracteriza por el adelgazamiento, la ponían al margen de cualquier relación con su ambiente. Si todavía es-
astenia muscular y la progresiva pérdida de energía en los movimientos. taban en condiciones de moverse, lo hacían como a cámara lenta, sin fle-
En este estadio el organismo no está profundamente dañado todavía. xionar las rodillas. Dado que su temperatura bajaba normalmente por de-
Aparte de la lentitud de los movimientos y la pérdida de fuerzas, el en- bajo de los 36 grados, temblaban de frío. Si se observaba de lejos a un
fermo no presenta más síntomas. Y con excepción de una cierta excita- grupo de estos enfermos, se tenía la impresión de que eran árabes en
bilidad y una irritabilidad características tampoco se manifiestan altera- oración. De esta imagen surgió la definición usada normalmente en Ausch-
ciones de carácter psíquico. Era difícil advertir el momento del paso de witz para indicar a los que estaban muriendo de desnutrición: musulma-
un estadio a otro. En algunos se producía de manera lenta y gradual, en nes (Ryn y Klodzinsky, p. 94).
otros de forma muy rápida. Se podía calcular que la segunda fase se ini-
ciaba, de manera aproximada, cuando el individuo hambriento había per- El musulmán no le daba pena a ninguno, ni podía esperar contar con la
dido un tercio de su peso normal. Si seguía adelgazando cambiaba tam- simpatía de nadie. Los compañeros de prisión, que temían continuamen-
bién la expresión de su rostro. La mirada se hacía opaca y la faz adquiría te por su vida, ni siquiera le dedicaban una mirada. Para los detenidos

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que colaboraban, los musulmanes eran fuente de rabia y preocupación, en Dachau se decía de otra forma, Kretiner (idiota); en Stutthoff, Krüpel
para las SS sólo inútil inmundicia. Unos y otros no pensaban más que en (lisiado); en Mauthausen, Schwimmer (es decir, los que se mantienen a
eliminarlos, cada uno a su manera (!bid, p. 127). flote haciendo el muerto); en Neuengamme, Kamele (camellos o, en sen-
tido translaticio, idiotas); en Buchenwald, müde Scheichs (es decir, en-
Todos los musulmanes que van al gas tienen la misma historia o, mejor tontecidos) y en el Lager femenino de Ravensbruck Muselweiber (musul-
dicho, no tienen historia; han seguido por la pendiente hasta el fondo, na- manas) o Schmuckstücke (alhajitas o joyas) (Sofsky, p. 464).
turalmente, como los arroyos que van a dar a la mar. Una vez en el cam-
po, debido a su esencial incapacidad, o por desgracia, o por culpa de cual- La explicación más probable remite al significado literal del
quier incidente trivial, se han visto arrollados antes de haber podido término árabe muslim, que designa al que se somete incondi-
adaptarse; han sido vencidos antes de empezar, no se ponen a aprender cionalmente a la voluntad de Dios, y está en el origen de las
alemán ni a discernir nada en el infernal enredo de leyes y de prohibi- leyendas sobre el presunto fatalismo islámico, bastante difun-
ciones, sino cuando su cuerpo es ya una ruina, y nada puede salvarlos de didas en las culturas europeas a partir de la Edad Media (en es-
la selección o de la muerte por agotamiento. Su vida es breve pero su nú- ta inflexión despreciativa, el término está bien atestiguado en
mero es desmesurado; son ellos, los Muselmanner, los hundidos, el ner- las lenguas europeas, particularmente en italiano). No obstan-
vio del campo; ellos, la masa anónima, continuamente renovada y siem- te, mientras la resignación del muslim reposa en la convicción
pre idéntica, no hombres que marchan y penan en silencio, apagado en de que la voluntad de Alá está presente en todo momento, en
ellos el brillo divino, demasiado vacíos ya para sufrir verdaderamente. Se el más pequeño acontecimiento, el musulmán de Auschwitz
duda en llamar muerte a su muerte, frente a la cual no albergan temor parece haber perdido, por el contrario, cualquier forma de vo-
porque están demasiado cansados para comprenderla. Pueblan mi me- luntad o de conciencia:
moria con su presencia sin rostro, y si pudiera encerrar todo el mal de
nuestro tiempo en una imagen, escogería esta imagen que me resulta fa- ... el estrato relativamente más numeroso de aquellos que habían perdi-
miliar: un hombre demacrado, con la cabeza inclinada y la espalda en- do desde hacía mucho toda voluntad de vivir. Se les llamaba en los cam-
corvada, en cuyos ojos no se puede leer ni rastro de pensamiento (Levi, pos musulmanes, es decir personas dominadas por un fatalismo absolu-
3, p. 96). to. Su disponibilidad para la muerte no era, empero, algo similar a un acto
de voluntad, sino una destrucción de la voluntad. Se conformaban con to-
do lo que pasaba, porque todas sus fuerzas estaban mutiladas y aniquila-
2. 2. Sobre los orígenes del término Muselmann las opinio- das (Kogon, p. 400).
nes no concuerdan. Por lo demás, como suele suceder con las
jergas, no faltan los sinónimos. Hay otras explicaciones, si bien menos convincentes. Como
la registrada en la Encyclopedia judaica, en la voz Muselmann:
La expresión se usaba sobre todo en Auschwitz, de donde pasó después "Usado sobre todo en Auschwitz, el término parece proceder
a otros Lager. . . En Majdanek esta palabra era desconocida y para distin- de la actitud característica de estos deportados, es decir, la de
guir a "los muertos vivientes" se empleaba la expresión Gamel (escudilla); estar acurrucados en el suelo, con las piernas replegadas al mo-
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do oriental, con la cara rígida como una máscara". O como la ra él en el paradigma sobre el cual, posteriormente, ya emi-
sugerida por Marsalek, para quien el término aludía "a los mo- grado a Estados Unidos, basó sus estudios sobre la esquizo-
vimientos típicos de los árabes cuando rezan, con su perma- frenia infantil en la Orthogenic School, que había abierto en
nente postrarse y la elevación de la parte superior del cuerpo" Chicago para la curación de los niños autistas, una especie de
(Sofsky, p. 464). O, por último, una que parece muy improba- anticampo en el que se enseñaba a los musulmanes a conver-
ble y que interpreta Muselmann como Muschelmann, hombre tirse de nuevo en hombres. No hay en la minuciosa fenome-
aconchado, o sea replegado y cerrado sobre sí mismo (Levi pa- nología del autismo infantil descrita en La fortaleza vacía, ni
rece aludir a ella cuando habla de "hombres-valva"). un solo rasgo que no tenga su oscuro precursor y su paradig-
En cualquier caso, lo cierto es que, con una suerte de auto- ma interpretativo en el comportamiento del musulmán. "Lo que
ironía feroz, los judíos saben que en Auschwitz no morirán co- era para el prisionero la realidad exterior, es para el niño au-
mo judíos. tista la realidad interior. Ambos, por razones diversas, acaban
por tener una experiencia análoga del mundo" (Bettelheim 2,
p. 46). Al igual que los niños autistas ignoran por completo la
2.3. El desacuerdo sobre la etimología del término tiene su realidad y se retraen en un mundo fantasmático, los prisione-
puntual correspondencia en la incertidumbre sobre el ámbito ros que se convertían en musulmanes dejaban de prestar cual-
semántico y disciplinario en que debe inscribirse. Que un mé- quier atención a las relaciones de causalidad reales y las susti-
dico como Fejkiel, que había trabajado durante mucho tiempo tuían por fantasías delirantes. En las miradas pseudoestrábicas,
en los Lager, tendiera a tratar al musulmán como una figura no- en el andar cansino, en la repetitividad obstinada y en el mu-
sográfica -una enfermedad particular de desnutrición, endé- tismo de ]oey, de Marcia, de Laurie y de los otros niños de la
mica en los campos- no puede sorprender. En cierto sentido, escuela, Bettelheim perseguía la posible solución del enigma
había sido Bettelheim el que abrió el camino en 1943, con la que el musulmán le había propuesto en Dachau. El concepto
publicación en el ''Journal of Abnormal and Social Psychology" de "situación extrema" no dejó nunca, empero, de tener para
de su estudio sobre Individual and Mass Behavior in Extreme él una connotación moral y política, de la misma forma que en
Situations. En 1938-39, antes de ser liberado gracias a la inter- ningún momento redujo al musulmán a una simple categoría
vención de Leonor Roosevelt, Bettelheim había pasado un año clínica. Puesto que lo que estaba en juego en la situación ex-
en los que en aquel momento eran los dos mayores campos trema era "seguir siendo o no un ser humano" (Bettelheim 3,
de concentración nazis para prisioneros políticos, Dachau y Bu- p. 214), el musulmán marcaba de algún modo ese inestable
chenwald. Aunque las condiciones de vida en el Lager durante umbral en que el hombre pasaba a ser no-hombre y el diag-
esos años no eran comparables con las de Auschwitz, Bettel- nóstico clínico análisis antropológico.
heim había tenido ocasión de ver directamente a los musul- En cuanto a Levi, cuyo primer testimonio había sido un In-
manes y se había dado cuenta de inmediato de las inauditas forme sobre la organización higiénico-sanitaria del campo de
transformaciones que la "situación extrema" producía en la per- concentración para judíos de Monowitz (Auschwitz) Alta Sile-
sonalidad de los internados. Así el musulmán se convirtió pa- sia), escrito en 1946 a petición de las autoridades soviéticas,
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la naturaleza de la experiencia sobre la que se reclamaba su no humanidad, sino también la vida vegetativa y la de relación,
testimonio no había sido nunca puesta en duda. "En efecto, la fisiología y la ética, la medicina y la política, la vida y la muer-
me interesan la dignidad y la falta de dignidad en el hombre", te transitan entre ellas sin solución de continuidad. Por esto su
declaró en 1986 a Barbara Kleiner, con una ironía que proba- "tercer reino" es la cifra perfecta del campo, del no-lugar don-
blemente no llegó a captar la entrevistadora (Levi 1, p. 66). La de todas las barreras entre las disciplinas se arruinan y todos
nueva materia ética que Auschwitz le había hecho descubrir los diques se desbordan.
no consentía de hecho juicios sumarios ni distinciones tajan-
tes y, le gustara o no, la falta de dignidad tenía que interesar-
le tanto como la dignidad misma. La ética en Auschwitz co- 2.4. El paradigma de la "situación extrema" o de la "situación
menzaba pues -incluso esto está contenido irónicamente en límite" ha sido invocado con frecuencia en nuestro tiempo tan-
el título retórico Si esto es un hombre-, precisamente, en el to por los filósofos como por los teólogos. Desempeña una fun-
punto en que el musulmán, el "testigo integral", había elimi- ción análoga a la que según algunos juristas corresponde al
nado para siempre toda posibilidad de distinguir entre el hom- estado de excepción. De la misma manera que el estado de
bre y el no-hombre. excepción permite fundar y definir la validez del ordenamien-
El hecho de que, en definitiva, el umbral extremo entre la vi- to jurídico normal, es posible juzgar y decidir a la luz de la si-
da y la muerte, entre lo humano y lo inhumano en que habi- tuación extrema -que es, en el fondo, una especie de la excep-
taba el musulmán, pudiera tener un significado político, es al- ción- sobre la situación normal. En palabras de Kierkegaard:
go que también ha sido afirmado de forma explícita. "La excepción explica lo general y se explica a sí misma. Si se
quiere estudiar correctamente lo general, es necesario ocupar-
El musulmán encarna el significado antropológico del poder absoluto de se de una excepción real". Así, en Bettelheim, el campo como
manera particularmente radical. En rigor, en el acto de matar, el poder se situación extrema por excelencia, permite decidir qué es hu-
suprime a sí mismo: la muerte del otro pone fin a la relación social. Por mano y qué no lo es, separar al musulmán del hombre.
el contrario, al someter a sus víctimas al hambre y la degradación, gana No obstante, Karl Barth ha hecho notar, con mucha razón -a
tiempo, lo que le permite fundar un tercer reino entre la vida y la muer- propósito del concepto de situación límite y, en particular, de
te. También el musulmán, como el montón de cadáveres, da pruebas del la experiencia de la Segunda Guerra Mundial- que el hombre
completo triunfo de aquél sobre la humanidad del hombre: aunque se tiene la capacidad específica de adaptarse tan bien a la situa-
mantenga todavía vivo, ese hombre es una figura sin nombre. Al conse- ción extrema, que ésta no puede desempeñar en forma algu-
guir imponer una condición tal, el régimen encuentra el propio cumpli- na una función de línea divisoria precisa.
miento ... (Sofsky, p. 294).
Según todo lo que hoy nos es dado observar -escribía en 1948- se pue-
A veces figura nosográfica y a veces categoría ética, límite de decir con certeza que, incluso el día siguiente del Juicio Universal, si
político y concepto antropológico alternativamente, el musul- tal cosa fuera posible, cualquier bar, o dancing, cualquier círculo carna-
mán es un ser indefinido, en el que no sólo la humanidad y la valesco, cualquier editorial ávida de abonos o de publicidad, cualquier

48 49.
grupo de politicastros fanáticos, cualquier reunión mundana como cual- vez, se iluminan entre ellos, por así decirlo, desde el interior.
quier cenáculo cristiano agrupado en torno a su imprescindible taza de Esto implica, sin embargo, que la situación extrema no puede
té, y cualquier sínodo eclesiástico, tratarían de reconstruir lo mejor posi- servir de criterio de distinción, como en Bettelheim, sino que
ble y continuar como hasta entonces su actividad, sin sentirse en absolu- su lección es más bien la de la inmanencia absoluta, la de ser
to afectados ni anulados, sin haber cambiado realmente en nada de ayer "todo en todo". En este sentido, la filosofía puede ser definida
a hoy. Ni los incendios ni las inundaciones ni los terremotos ni las gue- como el mundo contemplado en una situación extrema que se
rras ni las epidemias de peste ni un eclipse del sol, ni cualquier otra co- e
ha convertido en regla el nombre de esta situación extrema
sa que pensar se quiera, pueden conducirnos por ellas mismas a la an- es, según algunos filósofos, Dios).
gustia verdadera y, posteriormente, llevarnos quizás también a la verdadera
paz. "El Señor no estaba en la tempestad ni en el terremoto ni en el fue-
go" (I Re, 19, ll). ¡No, verdaderamente no! (Barth, p. 135). 2. 5. Al do Carpi, profesor de pintura en la Academia de Bre-
ra, fue deportado a Gusen en febrero de 1944 y permaneció
Es precisamente esta increíble tendencia de la situación lí- allí hasta mayo de 1945. Consiguió sobrevivir, en parte porque
mite a convertirse en hábito lo que todos los testigos, hasta los los miembros de las SS, una vez descubierta su profesión, em-
sumidos en las condiciones más extremas (los miembros del pezaron a encargarle cuadros y dibujos. Se trataba, sobre to-
Sonderkommando, por ejemplo) certifican unánimemente ("Si do, de retratos de familiares, que Carpi tenía que ejecutar a
se hace este trabajo, uno se vuelve loco el primer día o se acos- partir de fotografías, pero también de paisajes italianos y de
tumbra"). Los nazis habían comprendido tan bien este poder "pequeños desnudos venecianos" que pintaba de memoria.
secreto propio de toda situación extrema, que no revocaron Carpi no era un pintor realista, si bien, por razones compren-
nunca el estado de excepción que habían declarado en febre- sibles, hubiera querido pintar del natural escenas y figuras del
ro de 1933, al día siguiente de tomar el poder, de forma tal que campo; pero eso no interesaba para nada a sus comitentes,
el Tercer Reich ha podido ser definido, a justo título, como "una que ni siquiera toleraban tales visiones. "Ninguno quiere es-
noche de San Bartolomé que duró 12 años". cenas y figuras del Lager -anota Carpi en su diario- ninguno
Auschwitz es precisamente el lugar en que el estado de ex- quiere ver al Muselmann" (Carpi, p. 33).
cepción coincide perfectamente con la regla y en que la si- Esta imposibilidad de mirar al musulmán nos es confirmada
tuación extrema se convierte en el paradigma mismo de lo co- por otros testimonios. Hay una que, aunque inédita, es parti-
tidiano. Pero es esta tendencia paradójica a convertirse en su cularmente elocuente. No hace muchos años se hicieron pú-
contrario lo que hace de verdad interesante la situación lími- blicas las películas que los ingleses filmaron en el campo de
te. Mientras el estado de excepción y la situación normal es- Bergen-Belsen, en 1945, inmediatamente después de su libe-
tán separados en el espacio y en el tiempo, como es habitual, ración. Es difícil soportar la visión de los millares de cadáveres
permanecen opacos, aunque en secreto se refuerzan mutua- desnudos amontonados en las fosas comunes o a los que los
mente. Pero tan pronto como se muestra de forma abierta su ex guardianes llevaban a sus espaldas; esos cuerpos martiriza-
convivencia, como sucede hoy de forma más frecuente cada dos que ni siquiera los integrantes de las SS conseguían nom-

50 51
brar (sabemos por un testimonio que no debían ser denomi- El espacio del campo (al menos en aquellos Lager, como
nados en ningún caso "cadáveres" o "cuerpos", sino sencilla- Auschwitz, en que campo de concentración y campo de ex-
mente Figuren, figuras, muñecos). No obstante, dado que los terminio coinciden) puede, pues, ser representado eficazmen-
aliados se proponían en un primer momento servirse de esas te como una serie de círculos concéntricos que, similares a olas,
filmaciones como prueba de las atrocidades nazis, que había rozan sin cesar un no-lugar central en el que habita el musul-
que difundir en la propia Alemania, no se nos ahorra ningún mán. El límite extremo de este no-lugar se llama en la jerga del
detalle del tremendo espectáculo. En un momento dado, em- campo, Selektion, la operación de escoger a los destinados a la
pero, la cámara se detiene casi casualmente sobre aquellos que cámara de gas. Por eso, la preocupación más firme del depor-
parecen todavía vivos, sobre un grupo de deportados acurru- tado era la de esconder sus enfermedades y postraciones, ocul-
cados en el suelo o que vagan en pie como fantasmas. Son só- tar incesantemente al musulmán que sentía aflorar dentro de si
lo unos segundos, suficientes, sin embargo, para darse cuen- por todas partes. Toda la población del campo no es, en ver-
ta de que se trata de musulmanes que habían sobrevivido dad, más que un inmenso torbellino que gira obsesivamente
milagrosamente, o en todo caso de detenidos muy cercanos a en torno a un centro sin rostro. Pero ese vórtice anónimo, co-
la situación de los musulmanes. Si se exceptúan los dibujos mo la mística rosa del paraíso dantesco, "pintada a imagen
ejecutados de memoria por Carpi, ésta es quizá la única ima- nuestra", llevaba impresa la verdadera efigie del hombre. Se-
gen que se ha conservado de ellos. Pues bien, el mismo ope- gún la ley en virtud de la cual al hombre le repugna aquello
rador que hasta ese momento se había detenido pacientemente con lo que teme que se le note el parecido, el musulmán es
en los desnudos yacentes, en las terribles "figuras" desarticula- unánimemente evitado en el campo porque todos se recono-
das y apiladas unas sobre otras, no puede soportar la visión de cen en su rostro abolido.
esos semivivos y vuelve inmediatamente a encuadrar los ca- Es un hecho singular que, aunque todos los testigos hablen
dáveres. Como ha señalado Canetti, el montón de cadáveres es de él como de una experiencia central, no se nombre apenas
un espectáculo antiguo, en el que los poderosos se han com- al musulmán en los estudios históricos sobre la destrucción de
placido a menudo; pero la visión de los musulmanes es un es- los judíos de Europa. Quizás sólo ahora, a casi cincuenta años
cenario novísimo, no soportable para los ojos humanos. de distancia, cuando su figura ha empezado a hacerse plena-
mente visible, nos sea posible sacar las consecuencias de tal
visibilidad. Porque ésta exige que el paradigma del extermi-
2.6. Eso que no se quiere ver a ningún precio es, sin embar- nio, que hasta el presente ha orientado de modo exclusivo la
go, el "nervio" del campo, el umbral fatal que todos los de- interpretación de los campos, sea no sustituido pero sí com-
portados están a punto de atravesar en cualquier momento. "La plementado por otro paradigma, que arroja una nueva luz so-
fase del musulmán era el terror de los internados, porque nin- bre el exterminio y, en cierto sentido, lo hace más atroz toda-
guno de ellos sabía cuándo le llegaría también a él ese desti- vía. Antes incluso de ser el campo de la muerte, Auschwitz es
no de musulmán, candidato seguro a las cámaras de gas o a el lugar de un experimento todavía impensado, en el que, más
cualquier otro tipo de muerte" (Langbein 2, p. 113). allá de la vida y de la muerte, el judío se transforma en mu-
52 53.
sulmán y el hombre en no-hombre. Y no comprenderemos lo carece de perfil, se representa siempre como un disco plano,
que es Auschwitz, si antes no hemos llegado a comprender privado de la tercera dimensión; es decir, no como un rostro
quién o qué es el musulmán, si no hemos aprendido a mirar real, sino como una imagen absoluta, como algo que sólo pue-
a la Gorgona con él. de ser visto y presentado. El gorgóneion, que representa la im-
posibilidad de la visión, es aquello que no se puede no ver.
Pero hay todavía más. Frontisi-Ducroux establece un parale-
2.7. Una de las perífrasis de que Levi se sirve para designar lo entre esta frontalidad, que rompe la convención iconográfi-
al musulmán es "El que ha visto a la Gorgona". Pero ¿qué ha ca de la pintura de los vasos cerámicos, y el apóstrofe, la figu-
visto el musulmán?, ¿qué es, en el campo, la Gorgona? ra retórica por medio de la cual el autor, quebrantando las
En un estudio ejemplar, F. Frontisi-Ducroux, sirviéndose tan- convenciones narrativas, se dirige a un personaje o directa-
to de los testimonios literarios como de los escultóricos y los mente al público. Esto significa que la imposibilidad de la vi-
de la pintura sobre vasos cerámicos, nos ha mostrado lo que sión -de la que Gorga es la cifra- contiene algo similar a un
era para los griegos la Gorgona, esa horrible cabeza femenina apóstrofe, un llamamiento que no puede ser eludido.
enmarcada por serpientes, cuya visión producía la muerte, y En consecuencia, pues, como nombre del musulmán, "el que
que Perseo tiene que cortar, por eso mismo, con la ayuda de ha visto a la Gorgona", no es una designación sencilla. Si ver
Atenea, sin mirarla. a la Gorgona significa ver la imposibilidad de ver, la Gorgona
Lo más importante es que la Gorgona no tiene rostro, en el no nombra en ese caso algo que está en el campo o acontece
sentido que daban los griegos al término prósopon, que signi- en él, algo que el musulmán habría visto, a diferencia del su-
fica etimológicamente "lo que está ante los ojos, lo que se ha- perviviente. Designa más bien la imposibilidad de ver de quien
ce ver". La cara prohibida, imposible de mirar porque ocasio- está en el campo, de quien en el campo "ha tocado fondo" y
na la muerte, es, para los griegos, una no-cara, y, como tal, se ha convertido en no-hombre. El musulmán no ha visto na-
nunca es designada con el término prósopon. Sin embargo es- da, no ha conocido nada, salvo la imposibilidad de conocer y
ta visión imposible es, a la vez, absolutamente inevitable para de ver. Por eso, para el musulmán, testimoniar, arriesgarse a
ellos. No sólo la no-cara de la Gorgona se representa en innu- contemplar la imposibilidad de ver, no es una tarea fácil.
merables ocasiones en las artes plásticas y en la pintura de los Que en el "fondo" de lo humano no haya otra cosa que una
vasos de cerámica, sino que lo más curioso es el modo mismo imposibilidad de ver: tal es la Gorgona, cuya visión ha trans-
de esta representación. "Gorga, la 'anticara' sólo se represen- formado al hombre en no-hombre. Pero que sea precisamen-
ta de cara ... en un afrontarse ineluctable de las miradas ... esta te esta no humana imposibilidad de ver lo que invoca e inter-
antiprósopon se ofrece a la mirada en toda su plenitud, con pela a lo humano, el apóstrofe al que el hombre no puede
una clara ostentación de los signos de su peligrosa eficacia vi-~ sustraerse; esto y no otra cosa es el testimonio. La Gorgona y
sual" (Frontisi-Ducroux, p. 68). En ruptura con la convención el que la ha visto, el musulmán y el que da testimonio en su
iconográfica que determina que en la pintura de los vasos la lugar, son una mirada única, la misma imposibilidad de ver.
figura humana sea retratada normalmente de perfil, la Gorgona
54 55.
2.8. Que, por lo que respecta a los musulmanes, no se pue- pretar esta experiencia-límite en términos morales. Se trataba,
de hablar con propiedad de "vivos" es algo que confirman to- en consecuencia, de lograr conservar la dignidad y el respeto
dos los testimonios. "Cadáveres ambulantes" los denominan de sí, si bien, en el campo, ninguno de ambos anhelos podían
Améry (p. 39) y Bettelheim (1, p. 104). Carpi los llama "muer- aspirar a traducirse siempre en las acciones correspondientes.
tos vivos" y "hombres momia" (p. 17); "se duda en llamarlos vi- Bettelheim parece aludir a algo de esta índole, cuando habla
vos", escribe Levi al referirse a ellos (3, p. 96). "Al final se con- de un "punto de no retorno", más allá del cual el deportado se
funden los vivos con los muertos", nos hace saber un testigo de convertía en musulmán:
Bergen-Belsen: "En el fondo la diferencia entre las dos catego-
rías es mínima ... Pero hay también una tercera categoría, los Si se quería sobrevivir como hombre, envilecido y degradado, pero a pe-
que yacen sin conseguir moverse y que respiran todavía un po- sar de todo humano, y no convertirse en un cadáver ambulante, era ne-
co ... " (Sofsky, p. 464). "Presencias sin rostro" o "larvas", habi- cesario, sobre todo, tomar conciencia del punto de no retorno individual,
tan en cualquier caso "en el límite entre la vida y la muerte", más allá del cual no se debía ceder frente al opresor a ningún precio, ni
como reza el título que Ryn y Klodzinski han dedicado al mu- siquiera si se ponía en riesgo la vida ... Eso exigía que se fuera conscien-
sulmán, la única monografía sobre el tema hasta el momento. te del hecho de que, más allá de ese umbral, la vida perdería cualquier
Pero a esta imagen biológica se une inmediatamente otra que, sentido. Se sobreviviría, pero con un respeto de sí mismo no simplemen-
en realidad, parece contener su verdadero sentido. El musul- te disminuido, sino completamente destruido (Bettelheim, p. 213).
mán es no sólo o no tanto un límite entre la vida y la muerte;
señala, más bien, el umbral entre el hombre y el no-hombre. Naturalmente, el autor se daba cuenta de que, en la situación
También sobre esto los testimonios concuerdan. "Los no-hom- extrema, el margen de libertad y de elección real era práctica-
bres que marchan y trabajan en silencio, apagada en ellos la lla- mente inexistente hasta el punto de reducirse con mucha fre-
ma divina (Levi 3, p. 96). "Renunciaban a cualquier reacción y se cuencia a un grado de asentimiento interior no mayor de aquel
convertían en objetos. Y renunciaban al mismo tiempo a sus cuali- con el que se obedecía una orden:
dades de personas" (Bettelheim 3, p. 207). Hay, pues, un punto
en el que, a pesar de mantener la apariencia de hombre, el hom- Esta conciencia y esta lucidez en el actuar, si bien no modificaban la na-
bre deja de ser humano. Ese punto es el musulmán, y el campo turaleza del acto exigido, a no ser en los casos extremos, constituían el
es su lugar por excelencia. Pero ¿qué significa para un hombre margen mínimo y la libertad de juicio que permitían al prisionero seguir
convertirse en no-hombre? ¿Existe una humanidad del hombre, siendo un ser humano. Sólo la renuncia a toda reacción afectiva y a toda
que se pueda distinguir y separar de su humanidad biológica? reserva interior, y el abandono del punto de no retorno que había que de-
fender a toda costa, podían transformar al prisionero en musulmán ... Los
detenidos que lo habían comprendido cabalmente se daban cuenta de que
2.9. Lo que está en juego en la "situación extrema" es, pues, esto y únicamente esto constituía la diferencia crucial entre conservar la
"seguir siendo o no un ser humano", convertirse o no en un propia humanidad y aceptar el morir moralmente (lo que a menudo im-
musulmán. El impulso más inmediato y común es el de ínter- plicaba también la muerte física) (!bid, p. 214).

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El musulmán es, pues, para Bettelheim, el que ha abdicado sulmanes ya no eran capaces de responder a la simpatía que se manifes-
del margen irrenunciable de libertad y ha perdido en conse- taba en esos actos (!bid, p. 211).
cuencia cualquier resto de vida afectiva o de humanidad. Este
paso más allá "del punto de no retorno" es una experiencia tan El principio según el cual "nadie quiere ver al musulmán"
turbadora, se hace hasta tal punto, para el autor, una divisoria afecta también en este caso al superviviente, que no sólo fal-
moral entre lo humano y lo no-humano, que quita al testigo sifica el propio testimonio (todos los testigos se muestran acor-
no sólo cualquier sentimiento de piedad, sino también la luci- des sobre el hecho de que ninguno "era bueno" con los mu-
dez, y le induce a confundir lo que en ningún caso debería ser sulmanes en los campos), sino que no se da cuenta de haber
confundido. Así Hoss, el comandante de Auschwitz ajusticiado transformado a los seres humanos en un paradigma irreal, en
en Polonia en 1947, se transforma para él en una especie de una máquina vegetativa cuya única finalidad es permitir dis-
musulmán "bien alimentado y bien vestido": tinguir a cualquier precio lo que en el Lager se ha hecho in-
discernible: lo humano de lo inhumano.
Aunque su muerte física se produciría más tarde, se convirtió en un ca-
dáver viviente a partir del momento en que asumió el mando de Ausch-
witz. No era un musulmán, porque estaba bien alimentado y bien vesti- 2.10. ¿Qué significa "seguir siendo hombre"? Que la respuesta
do, pero se había despojado por completo del respeto de sí mismo y del no es fácil y que hasta la propia pregunta tiene necesidad de
amor propio, hasta el punto de no ser más que una máquina cuyos bo- ser meditada es algo implícito en la admonición del supervi-
tones de mando eran accionados por los superiores (!bid, p. 307). viente: "Considerad si esto es un hombre". No se trata propia-
mente de una pregunta, sino de un requerimiento ("Os enco-
También el musulmán se convierte a sus ojos en una impro- miendo estas palabras: grabadlas en vuestros corazones": Levi
bable y monstruosa máquina biológica, privada no sólo de to- 3, p. 7) que cuestiona la propia forma de la interrogación. Co-
da conciencia moral, sino incluso de sensibilidad y de estímu- mo si lo último que pueda esperarse aquí sea una afirmación
los nerviosos: o una negación.
Se trata más bien de hacer retroceder de tal forma el signifi-
Cabe preguntarse si estos organismos habían conseguido excluir el fenó- cado del término "hombre", que el sentido mismo de la pre-
meno del arco reflejo que conduce los estímulos externos e internos a tra- gunta resulta totalmente transformado. Llama la atención que
vés de los lóbulos frontales hasta la sensación y la acción (/bid, p. 207). los testimonios de Levi y de Antelme, publicados en el mismo
año (1947), parecen dialogar entre ellos ya en los títulos mis-
Los prisioneros se convertían en musulmanes cuando ya no había nada mos de sus obras: "Si esto es un hombre", "La especie huma-
que lograra despertar en ellos emoción alguna ... Aunque tuvieran ham- na". Para Antelme lo que estaba en juego en los campos era
bre, el estímulo ya no llegaba a su cerebro de una forma suficientemente una reivindicación "cuasi biológica" de pertenencia a la espe-
clara para provocar la acción ... Los demás prisioneros se esforzaban por cia humana, el sentimiento último de pertenecer a una especie:
ser buenos con ellos cuando podían y por darles de comer; pero los mu- "La negación de la cualidad de hombre provoca una reivindi-

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cación cuasi biológica de pertenencia a la especie humana" dignidad no tiene ya sentido alguno. Es el único que se pro-
(Antelme, p. 11). pone testimoniar con plena conciencia en nombre de los mu-
Es importante que utilice el término técnico espece y no el sulmanes, de los hundidos, de los que han sido destruidos y
que cerraba el estribillo de una canción que sin duda le era fa- han tocado fondo. Por lo demás, en muchos testimonios está
miliar, le genre humain. Porque de pertenencia biológica en implícito que todos en Auschwitz habían perdido de una u otra
sentido estricto se trata (el cuasi es sólo una suerte de eufe- forma la dignidad humana. Pero en ninguno quizás tan clara-
mismo, poco más que un escrúpulo frente a la confrontación mente como en el pasaje de Los hundidos y los salvados en el
con lo inaudito) y no de una declaración de solidaridad moral que Levi evoca la extraña desesperación que se adueñaba de
o política. Y precisamente es esto lo que es preciso "conside- los prisioneros en el momento de la liberación: "En aquel mo-
rar" y no, como parece creer Bettelheim, una cuestión de dig- mento, en que sentíamos que nos convertíamos en hombres,
nidad. La tarea es oscura y enorme, tanto que coincide con la es decir, en seres responsables ... " (Levi 2, p. 61). El supervi-
impuesta por las SS, y obliga a tomar completamente en serio viente conoce, pues, la común necesidad de la degradación,
la ley del campo: "cerdos, no hombres": sabe que humanidad y responsabilidad son algo que el de-
portado ha debido dejar fuera del recinto del campo.
Los héroes que conocemos, por la historia o por la literatura, tanto si han Es importante, desde luego, que algunos -el piadoso Chajim,
elevado su voz para hablar del amor, la soledad, la angustia del ser o del el taciturno Szabo, el sabio Robert, Baruch el valeroso- no ce-
no-ser, la venganza, como si se han alzado contra la injusticia o la humilla- dieran. Pero no de ellos, no de los mejores es el testimonio. Y
ción, no se han visto nunca inducidos -creemos- a expresar como única y aunque no hubieran muerto -pero "los mejores han muerto to-
extrema reivindicación un sentimiento de pertenencia a la especie. Decir, dos" (!bid, p. 72)- no serían ellos los testigos, no habrían podi-
pues, que uno se sentía puesto en entredicho como hombre, como miem- do dar testimonio del campo. Quizás sí de otras cosas -la pro-
bro de la especie, puede parecer un sentimiento retrospectivo, una expli- pia fe, la propia virtud (y esto es precisamente lo que hicieron
cación posterior a los hechos. Sin embargo, fue eso lo que se vivió y sintió con su muerte)-, pero no del campo. Los "testigos integrales",
de forma más inmediata y permanente, y además era eso, exactamente eso, aquellos en cuyo lugar tiene sentido testimoniar, son los que
lo que los demás habían querido (Antelme, p. 11). "habían perdido ya el poder de observar, de recordar, de re-
flexionar y de expresarse" (!bid, p. 73), aquellos para los que
¿Cuál es el sentimiento último de pertenencia a la especie hu- hablar de dignidad y de decencia no hubiera sido decente.
mana? ¿Y existe algo que se asemeje a tal sentimiento? En el Cuando un amigo trata de convencerle de que su supervi-
musulmán, muchos parecen buscar solamente la respuesta a vencia tiene un sentido providencial, de que es un "marcado,
esta pregunta. un elegido", Levi se rebela con indignación ("esta opinión me
pareció monstruosa": !bid, p. 71), como si la pretensión de ha-
ber conservado en Auschwitz cualquier bien reconocible, de
2.11. Levi empieza a testimoniar sólo después de que la des- haber logrado salvarlo del campo para llevarlo fuera, al mun-
humanización se ha consumado, solamente cuando hablar de do normal, no fuera una pretensión aceptable, no pudiera dar
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testimonio del bien. Éste es también el sentido en que debe en el fondo no son mendigos; hay que distinguir. Son desechos, cáscaras
comprenderse la tesis según la cual los que sobrevivían no eran de hombres que el destino ha escupido. Todavía húmedos de la saliva del
"los mejores, los predestinados al bien, los portadores de un destino, se pegan a una pared, a un farol, a una columna de la calle, de-
mensaje" (!bid, p. 71). jando una mancha oscura y sucia ... ¿Por qué esta mujercita gris quedó
Los supervivientes han sido peores no sólo en comparación de pie a mi lado durante un cuarto de hora, ante un escaparate, hacien-
con los mejores, aquellos cuyas virtudes les hacían menos adap- do resbalar un lápiz largo y viejo entre sus feas manos cerradas? Yo hacía
tables, sino también con respecto a la masa anónima de los como que contemplaba las cosas expuestas y no percibía nada. Pero ella
hundidos, aquellos cuya muerte no puede ser llamada muerte. sabía que yo la había visto, sabía que yo me había detenido y que pen-
Porque ésta es precisamente la específica aporía ética de Ausch- saba qué era lo que estaría haciendo. Pues yo comprendía bien que no
witz: es el lugar en que no es decente seguir siendo decentes, podía tratarse del lápiz. Sentía que era una señal, una señal para los ini-
en el que los que creyeron conservar dignidad y respeto de sí ciados, una señal que los desechos conocen. Adivinaba que ella quería
sienten vergüenza con respecto a los que la habían perdido de decirme que fuera a algún sitio o que hiciese alguna cosa. Y lo más ex-
inmediato. traño era que no podía perder la sensación de que había realmente cier-
tas convenciones a las que pertenecía ese signo y que esta escena era, en
el fondo, algo que yo debería haber esperado ... Ahora no pasa un solo
2.12. De esta vergüenza por haber mantenido decencia y dig- día sin un encuentro semejante. No solamente en el crepúsculo, sino en
nidad hay una descripción famosa. Es el encuentro de Malte pleno día, en las calles más populosas, llegan de pronto un hombreci-
Lauris Brigge con los vagabundos por las calles de París, cuan- llo o una vieja, me hacen señas, me enseñan alguna cosa y desaparecen
do se da cuenta de que, a pesar de su aparente dignidad y de de nuevo. Como si hubieran hecho todo lo necesario. Es posible que al-
la limpieza del cuello de su camisa, aquéllos le tienen por uno gún día se les ocurra llegar hasta mi habitación. Saben muy bien donde
de ellos, le hacen signos de acercamiento. vivo y tomarán sus precauciones para no ser detenidos por la concier-
ge (Rilke, pp. 44-46).
Mi cuello está limpio, mi ropa interior también, y podría, tal como estoy,
entrar en cualquier confitería, en los grandes bulevares, y adelantar sin te- Lo que nos inter~sa aquí no es fundamentalmente que en
mor la mano hacia un plato de pasteles y servirme. A nadie le chocaría y Malte se exprese la ambigüedad esencial del gesto rilkiano, di-
nadie pensaría en gruñirme o expulsarme, pues aún es una mano de bue- vidido entre la conciencia de haber abandonado toda figura re-
na sociedad, una mano lavada cuatro o cinco veces al día. . . Sin duda, hay conocible de lo humano y el intento de encontrar a cualquier
algunos individuos en el boulevard Saint-Michel, por ejemplo, o en la rue precio una salida de esta condición, en la que cualquier des-
Racine, a los que mis muñecas no engañarían. Bien que se burlan de mis censo al abismo se convierte para él sólo en un preliminar del
muñecas. Me miran y lo saben. Saben que en el fondo soy de los suyos, ascenso inevitable a los hauts lieux de la poesía y de la no-
que no hago más que representar una comedia ... No quieren estropear- bleza. Lo decisivo es más bien la circunstancia de que, ante los
me el placer; gesticulan un poco y guiñan los ojos ... ¿Quiénes son esas "desechos", Malte se dé cuenta de que su dignidad es una co-
gentes? ¿Qué quieren de mí? ¿Me esperan? ¿Cómo me reconocen? ... No, media inútil, algo que puede inducirles a "gesticular y guiñar
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los ojos". Y que su visión, la intimidad que ellos dan por su- todos los medios a los musulmanes de la necesidad de mante-
puesta, es para Malte tan insostenible como para hacerle temer ner, incluso en Auschwitz, la dignidad y el respeto a sí mismo.
que un día puedan presentarse en su casa para avergonzarle. El gesto de un hombre así sería odioso, y su prédica una afren-
Por eso se refugia en la Bibliotheque Nationale, entre sus poe- ta atroz para el que se encuentra ya más allá no sólo de toda
tas, donde los desechos no podrán entrar nunca. posibilidad de persuasión, sino incluso de cualquier ayuda hu-
Es posible que en ningún otro momento, antes de Auschwitz, mana ("estaban casi siempre más allá de todo socorro": Bet-
se hayan descrito con tanta eficacia el naufragio de la dignidad telheim 3, p. 212). Por esto mismo los deportados renuncian
ante una figura extrema de lo humano y la inutilidad del res- de una vez y para siempre a hablar al musulmán, como si el
peto a sí mismo frente a la degradación absoluta. Hay un hilo silencio, el no ver, fuera de momento la única actitud conve-
sutil que une las "cáscaras de hombres" que asustaban a Mal- niente frente a quien habita más allá de todo el socorro.
te a los "hombres-valva" de que habla Levi. Y la pequeña ver- El musulmán ha penetrado hasta una región de lo humano
güenza del joven poeta ante los vagabundos de París es como -puesto que negarles simplemente la humanidad significaría
un mensaje asordado que anuncia la gran vergüenza, la inau- aceptar el veredicto de las SS, repetir su gesto- donde, a la vez
dita vergüenza, de los supervivientes frente a los hundidos. que la ayuda, la dignidad y el respeto de sí se han hecho in-
servibles. Pero si existe una región de lo humano en la que es-
tos conceptos no tienen sentido, no se trata entonces de con-
2.13. Esa paradójica situación ética del musulmán hace pre- ceptos éticos genuinos, porque ninguna ética puede albergar
cisa una reflexión. El musulmán no es tanto, como cree Bet- la pretensión de dejar fuera de su ámbito una parte de lo hu-
telheim, la cifra del punto de no retorno, del umbral más allá mano, por desagradable, por difícil que sea su contemplación.
del cual se deja de ser hombres; de la muerte moral, en suma,
a la que hay que resistir con todas las fuerzas para salvar la hu-
manidad y el respeto de sí, y hasta, quizás, la vida. Sino que el 2.14. Hace algunos años, procedente de un país europeo
musulmán es más bien, para Levi, el lugar de un experimento, que, con respecto a Auschwitz, tenía más motivos de mala con-
en que la moral misma, la humanidad misma, se ponen en du- ciencia que cualquier otro, se difundió en los ambientes aca-
da. Es una figura límite de una especie particular en que pier- démicos europeos una doctrina que pretendía haber descu-
den todo su sentido no sólo categorías como dignidad y res- bierto una suerte de condición trascendental de la ética, en
peto, sino incluso la propia idea de un límite ético. forma de un principio de comunicación obligatoria. De acuer-
Está claro, en efecto, que si se fija un límite a partir del cual do con esta curiosa doctrina, un ser hablante no puede sus-
los hombres dejan de serlo, y todos o la mayor parte de los traerse en modo alguno a la comunicación. En la medida en
hombres lo franquean, eso no prueba tanto la inhumanidad de que, a diferencia de los animales, están dotados de lenguaje,
los humanos, como la insuficiencia y la abstracción del límite los hombres están condenados, por así decirlo, a ponerse de
propuesto. Imaginemos ahora que las SS dejaran entrar en el acuerdo sobre los criterios de sentido y de validez de su ac-
campo a un predicador, y que éste tratase de convencer por tuación. Quien declara que no quiere comunicar, se refuta a
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sí mismo, porque en cualquier caso habrá comunicado su vo- no es siempre comunicación, sólo si da testimonio de algo so-
luntad de no comunicar. bre lo que no se puede testimoniar, podrá experimentar el ha-
En la historia de la filosofía no son nuevos, ciertamente, los blante algo como una exigencia de hablar.
argumentos de este tenor. Señalan el punto en que el filóso- Auschwitz es la refutación radical de todo principio de co-
fo se encuentra en dificultades, en que siente que el suelo fa- municación obligatoria. Y no sólo porque, de acuerdo con el
miliar del lenguaje se hunde bajo sus pies. Ya Aristóteles, en testimonio constante de los supervivientes, el intento de indu-
el momento de probar, en el libro Gamma de la Metafísica, el cir a un Kapo o a un miembro de las SS a comunicar no pro-
"más firme de todos los principios", el principio de no con- vocaba casi nunca otra cosa que bastonazos, o porque, como
tradicción, se ve obligado a recurrir a uno de aquéllos. recuerda Marsalek, en ciertos Lager cualquier tipo de comuni-
cación era sustituida por el vergajo que, por esta razón, había
Algunos exigen -escribe- que también este principio sea probado, pero sido rebautizado irónicamente, como der Dolmetscher, "el in-
muestran en esto su ignorancia. Es imposible, en efecto, que haya una térprete". La objeción decisiva es otra. Es, una vez más, el mu-
prueba para todo, porque habría que ir al infinito, y tampoco de este mo- sulmán. Imaginemos por un instante que, gracias a una prodi-
do se obtendría prueba alguna ... También en el caso de este principio giosa máquina del tiempo, nos fuera dado introducir en un
(el principio de no contradicción) se puede demostrar, por refutación, campo al profesor Apel y llevarle ante un musulmán, con el
que hay una imposibilidad, sólo con que diga algo el adversario. Y si no ruego de que también tratara de verificar en él su ética de la
dice nada, sería ridículo tratar de buscar una respuesta de quien no quie- comunicación. Creo que más vale, desde cualquier punto de
re decir nada: un hombre tal es similar en todo a una planta. vista, apagar en este momento nuestra máquina del tiempo y
no proseguir el experimento. Porque el peligro está en que, a
En cuanto se fundan sobre un presupuesto tácito (en este ca- pesar de todas las buenas intenciones, el musulmán quede una
so, que alguien debe hablar) todas las refutaciones dejan ne- vez más excluido de lo humano. El musulmán es la refutación
cesariamente un residuo en la forma de una exclusión. En lo radical de toda posible refutación, la destrucción de esos últi-
que respecta a Aristóteles, el residuo excluido es el hombre mos baluartes metafísicos que se mantienen en pie porque no
planta, el hombre que no habla. Basta, en efecto, con que el pueden ser probados directamente, sino sólo negando su ne-
adversario calle, sencilla y radicalmente, para que la refutación gación.
pierda toda pertinencia. No se trata, desde luego, de que el in-
greso en el lenguaje sea para el hombre algo que puede revo-
car a su arbitrio. Pero el hecho es que la simple adquisición de 2.15. Llegados a este punto, no es sorprendente que también
la facultad de comunicar no obliga en modo alguno a hablar, el concepto de dignidad tenga un origen jurídico, si bien esta
es decir que la pura preexistencia del lenguaje como instru- vez nos envía a la esfera del derecho público. Ya a partir de la
mento de comunicación -el hecho de que para el hablante ha- época republicana, en efecto, el término latino dignitas indica
ya siempre ya una lengua- no contiene en sí mismo ninguna el rango y la autoridad que corresponden a los cargos públi-
obligación de comunicar. Por el contrario, sólo si el lenguaje cos y, por extensión, a los cargos mismos. Se habla, así, de una
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dignitas equestre, regia, imperatoria. Particularmente instructi- En paralelo a la obra de los juristas, se desarrolla la de los
va a estos efectos es la lectura del libro XII del Codex Iustitia- canonistas. Éstos construyen una teoría análoga de las diversas
nus, que lleva por título De Dignitatibus. Vela para que el orden "dignidades" eclesiásticas, que culmina en los tratados De dig-
de las diversas "dignidades" (no sólo el de las tradicionales, de nitate sacerdotum, para uso de los celebrantes de las ceremo-
los senadores y los cónsules, sino también las del prefecto del nias. En este caso, por una parte, el rango del sacerdote -en
pretorio, del prepósito del sacro cubículo, de los guardianes cuanto se convierte durante la misa en el lugar de la encarna-
de las arcas públicas, de los decanos, de los epideméticos, de ción de Cristo- es elevado por encima del de los ángeles; por
los metates y de los demás grados de la burocracia bizantina) otra, se insiste sobre la ética de la dignidad, es decir, sobre la
sea respetado hasta en los mínimos detalles, y contiene dispo- necesidad de que el sacerdote mantenga una conducta que es-
siciones para que el acceso a los cargos (la porta dignitatis) té a la altura de su condición excelsa (que se abstenga, pues,
sea vedado a aquellos cuya vida no esté acorde con el rango de la mala vita, y que, por ejemplo, no haga uso del cuerpo de
que se reviste (cuando, por ejemplo, hayan sido objeto de una Cristo después de haber tocado las partes pudendas femeni-
nota de censura o de infamia). Pero la construcción de una au- nas). Y como la dignidad pública sobrevive a la muerte en for-
téntica teoría de la dignidad es obra de los juristas y de los ca- ma de imagen, así la santidad sacerdotal sobrevive por medio
nonistas medievales. Kantorowitz ha mostrado en un libro ya de la reliquia ("dignidad" es el nombre que, sobre todo en el
clásico que la ciencia jurídica se entrelaza aquí fuertemente área francesa, indica las reliquias del cuerpo santo).
con la teología para establecer uno de los pilares de la teoría Cuando el término "dignidad" hace su ingreso en los trata-
de la soberanía: el del carácter perpetuo del poder político. La dos de moral, éstos no tuvieron que hacer otra cosa que trans-
dignidad se emancipa de su portador y se convierte en una cribir fielmente -para interiorizarlo- el modelo de la teoría ju-
persona ficticia, una especie de cuerpo místico que se añade rídica. De la misma manera que se daba por sentado que el
al cuerpo real del magistrado o del emperador, de la misma comportamiento y el aspecto exterior del magistrado y el sa-
forma que en Cristo la persona divina duplica su cuerpo hu- cerdote (dignitas indica desde el inicio también el aspecto fí-
mano. Esta emancipación culmina en el principio, repetido en sico que es propio de una condición elevada y es, según los
innumerables ocasiones por los juristas medievales, según el romanos, el paralelo masculino de la venustas femenina) de-
cual "la dignidad nunca muere" (dignitas non moritur, Le roí bían estar en armonía con su rango, esa especie de forma en
ne meurt jamais). hueco de la dignidad es espiritualizada en determinado mo-
La separación y, a la vez, la intimidad entre la dignidad y su mento por la moral y usurpa el puesto y el nombre de la "dig-
portador corporal tienen una manifestación espectacular en el nidad" ausente. Y al igual que el derecho había emancipado el
doble funeral del emperador romano (y, más tarde, de los re- rango de la persona fleta de su portador, la moral -en un pro-
yes de Francia). En él la imagen de cera del soberano muerto, ceso inverso y especular- separa el comportamiento individual
que representaba su "dignidad" era tratada como una persona de la posesión de un cargo. Digna es ahora la persona que, a
verdadera, recibía cuidados médicos y honores y era, por últi- pesar de carecer de una dignidad pública, se conduce en todo
mo, incinerada en un solemne rito funeral (junus imaginarium). y por todo como si la tuviera. Es algo que se manifiesta con
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claridad en relación con las clases que, después de la caída del de su trasposición moral, la dignidad es, en rigor, algo autóno-
Ancien régime, habían perdido hasta las últimas prerrogativas mo con respecto a la existencia de su portador, un modelo in-
públicas que la monarquía absoluta les había dejado. Y, más tar- terior o una imagen externa a la que debe adecuarse y que de-
de, en las clases humildes, excluidas por definición de cualquier be ser conservada a cualquier precio. Pero, en las situaciones
dignidad pública, a las que los educadores de toda laya empie- extremas -y también el amor es, a su manera, una situación ex-
zan a impartir lecciones sobre la dignidad y honestidad de los trema- no es posible mantener ni siquiera una distancia míni-
pobres. Ambas se encontraban, pues, constreñidas a adecuarse ma entre las personas reales y su modelo, entre vida y norma.
a una dignidad ausente. La correspondencia llega a ser literal y no porque la vida o la norma, lo interno y lo externo preva-
con frecuencia: dignitatem amittere o servare, que indicaban lezcan según las ocasiones, sino porque se confunden en todo
la pérdida o el mantenimiento de un cargo, pasan a equivaler punto y no dejan ya ningún espacio para un compromiso dig-
ahora al hecho de perder o conservar la dignidad, sacrificar o no. (Pablo lo sabe perfectamente cuando, en la Epístola a los
salvar si no el rango, al menos su apariencia. Romanos, define el amor como el fin y el cumplimiento de la
Hasta los nazis se sirvieron, en referencia a la condición ju- Ley.)
rídica de los judíos después de las leyes raciales, de un térmi- También por esta razón Auschwitz marca el final y la ruina
no que se refiere a la dignidad: entwürdigen. El judío es el hom- de toda ética de la dignidad y de la adecuación a una norma.
bre que ha sido privado de toda Würde, de toda dignidad: La nuda vida, a la que el hombre ha sido reducido, no exige
simplemente hombre, y precisamente por ello, no-hombre. nada ni se adecúa a nada: es ella misma la única norma, es ab-
solutamente inmanente. Y "el sentimiento último de pertenen-
cia a la especie" no puede ser en ningún caso una dignidad.
2.16. Siempre se ha sabido que hay lugares y circunstancias El bien -si es que se admite que tenga sentido hablar aquí
en que la dignidad es inoportuna. Uno de estos sitios es el de un bien- que los supervivientes han logrado poner a salvo
amor. El enamorado puede ser todo menos digno, de la mis- del campo no es, por tanto, la dignidad. Al contrario, que se
ma manera que es imposible hacer el amor manteniendo la puedan perder dignidad y decencia más allá de toda imagina-
dignidad. Los antiguos estaban tan convencidos de ello que ción, que siga habiendo todavía vida en la degradación más
consideraban que incluso el nombre de placer amoroso era extrema: éste es el mensaje atroz que los supervivientes llevan
incompatible con la dignidad (verbum ipsum voluptatis non a la tierra de los hombres desde el campo. Y esta nueva cien-
habet dignitatem) y clasificaban las materias amorosas den- cia se convierte ahora en la piedra de toque que juzga y mide
tro del género cómico (Servio nos hace saber que el libro IV toda moral y toda dignidad. El musulmán, que es la formula-
de la Eneida, que conmueve a los lectores modernos hasta ción más extrema de ella, es el guardián del umbral de una éti-
las lágrimas, era considerado un ejemplo perfecto de estilo ca y de una forma de vida que empiezan allí donde la digni-
cómico). dad acaba. Y Levi, que testimonia por los hundidos, que habla
Hay buenas razones para esta imposibilidad de conciliar amor en su lugar, es el cartógrafo de esta nueva terra ethica, el agri-
y dignidad. Tanto en el caso de la dignitas jurídica como en el mensor implacable de la Muselmannland.
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2.17. El estar situado entre la vida y la muerte es, lo hemos su reacción en el momento en que la verdad sobre los campos
visto, una de las características constantes en las descripcio- empezó a ser conocida en todos sus pormenores:
nes del musulmán, el "cadáver ambulante" por antonomasia.
Frente a su rostro borrado, a su "agonía oriental", los super- Antes de esto, decíamos: está bien, tenemos enemigos. Es perfectamente
vivientes vacilan incluso en atribuirles la simple dignidad de vi- natural. ¿Por qué no habríamos de tener enemigos? Pero lo de ahora era
vientes. Pero esta familiaridad con la muerte puede tener tam- diferente. Era verdaderamente como si se hubiera abierto un abismo ... Es-
bién otro significado, más ultrajante aún, que se refiere más to no debería haber pasado. Y no me refiero sólo al número de las vícti-
a la dignidad o indignidad de la muerte misma que a la dig- mas. Me refiero al método, la fabricación de cadáveres y todo lo demás.
nidad o indignidad de la vida. No es necesario que entre en detalles. Esto no tenía que haber pasado.
Como siempre, es Levi quien encuentra la fórmula más justa Allí sucedió algo con lo que no podemos reconciliarnos. Ninguno de nos-
y, a la vez, terrible: "Se duda, escribe, en llamar muerte a su otros puede hacerlo (Arendt 2, pp. 13 y ss.).
muerte". La más justa porque lo que define a los musulmanes
e
no es tanto que su vida no sea ya vida esta especie de degra- Cada frase parece cargada de un sentido tan penoso que obli-
dación afecta, en un cierto sentido, a todos los habitantes del ga a quien las pronuncia a recurrir a locuciones que están a
campo, y no es una experiencia completamente nueva), cuanto mitad de camino entre el eufemismo y lo inaudito. En especial
que su muerte no sea ya muerte. Esto, el que la muerte de un la curiosa expresión, repetida en dos variantes, "esto no debe-
ser humano ya no pueda ser llamada muerte (no simplemente ría haber pasado", tiene un tono resentido, al menos a prime-
que haya dejado de tener importancia -esto ya ha sucedido- si- ra vista, que no deja de sorprender en la autora del libro más
no que precisamente no pueda ser llamada con ese nombre), es valiente y desmitificador que se ha escrito en nuestro tiempo
el horror especial que el musulmán introduce en el campo y que sobre el problema del mal. La impresión se acrecienta en las
el campo introduce en el mundo. Pero todo ello quiere decir asi- últimas palabras: "no podemos reconciliarnos con esto. Nin-
mismo -y es esto lo que hace que la frase de Levi sea tan terri- guno de nosotros puede". (El resentimiento, decía Nietzsche
ble- que las SS tenían razón cuando llamaban Figuren a los ca- nace de la imposibilidad para la voluntad de aceptar que haya
dáveres. Allí donde no es posible llamar muerte a la muerte, sucedido algo determinado, de su incapacidad para reconci-
tampoco los cadáveres pueden ser llamados cadáveres. liarse con el tiempo y con su "así ha sido".)
Eso que no debería haber pasado y que, sin embargo, pasó
es especificado inmediatamente después, y es algo tan exce-
2.18. Que lo que define el campo no es simplemente la ne- sivo que Arendt, después de haberlo nombrado, tiene como
gación de la vida, que ni la muerte ni el número de víctimas un ademán de esquivez o de vergüenza ("No es necesario que
agotan en modo alguno su horror, que la dignidad ofendida no entre en detalles"): "La fabricación de cadáveres y todo lo de-
es la de la vida, sino la de la muerte: todo eso era algo que ya más". La definición del exterminio como una especie de pro-
se había hecho notar. En una entrevista concedida a Günther ducción en cadena (am laufenden Band) fue empleada por
Gaus en 1964, Hannah Arendt ha descrito con estas palabras vez primera por un médico de las SS, F. Entress (Hilberg, p.
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1032) y, desde entonces, se ha repetido, con todas las varia- algo que tiene en sí, como en su textura misma, una suerte de
ciones que se quiera, en infinidad de ocasiones, no siempre dignidad particular, como una incapacidad singular para ser en-
de manera oportuna. vilecido: envilece la muerte".
En cualquier caso, la expresión "fabricación de cadáveres" A la muerte "en serie", contrapone Rilke la "muerte propia"
implica que aquí no se puede hablar propiamente de muerte, del buen tiempo pasado, la muerte que cada uno llevaba den-
que la muerte de los campos no era tal muerte, sino algo infi- tro de sí "como el fruto ... su semilla" (!bid, p. 23), la muerte
nitamente más escandaloso. En Auschwitz no se moría, se pro- que "se tenía" y "daba a cada uno una dignidad singular, un si-
ducían cadáveres. Cadáveres sin muerte, no-hombres cuyo fa- lencioso orgullo". Todo "El libro de la pobreza y de la muer-
llecimiento es envilecido como producción en serie. Según una te", escrito bajo la conmoción de la estancia en París, está dedi-
interpretación posible y muy difundida, es justamente esta de- cado al envilecimiento de la muerte en las grandes ciudades,
gradación de la muerte lo que constituye el ultraje específico donde la imposibilidad de vivir se hace imposibilidad de ma-
de Auschwitz, el nombre propio de su horror. durar el fruto de la propia muerte, de la "gran muerte que cada
cual lleva en sí" (Rilke 2, p. 457). Es singular, empero, que si
se excluye el recurso a una obsesiva imagerie de parto y de
2.19. Que el envilecimiento de la muerte constituya el pro- aborto ("parimos el aborto muerto de nuestra muerte") (!bid,
blema específico de Auschwitz no es, sin embargo, algo que p. 459), y de frutos amargos y maduros ("su propia muerte cuel-
pueda darse por descontado. Y lo prueban las contradicciones ga, verde aún, sin dulzura 1 en ellos como un fruto que no ha
en que quedan atrapados aquellos que afrontan Auschwitz des- de madurar": (!bid, p. 457), la muerte propia no se distingue de
de esta perspectiva. Como también esos autores que, muchos la otra si no es por los más abstractos y formales de los predi-
años antes de Auschwitz, habían denunciado la degradación cados: las oposiciones propiedad 1 impropiedad e interno 1 ex-
de la muerte en nuestro tiempo. El primero de todos ellos es, terno. Frente a la expropiación de la muerte operada por la
naturalmente, Rilke, quien constituye la fuente imprevisible de modernidad, el poeta reacciona, pues, según el esquema freu-
la que deriva, más o menos directamente, la expresión de En- diano del luto: interiorizando el objeto perdido. O, como en el
tress sobre la producción en cadena de la muerte en los cam- caso análogo de la melancolía, haciendo aparecer como ex-
pos. "Ahora se muere en 559 camas. En serie (jabrikméíssig), propiado un objeto -la muerte- en relación con el cual hablar
naturalmente. Es evidente que, a causa de una producción tan de propio o impropio es algo que carece simplemente de sen-
intensa, cada muerte individual no queda tan bien acabada, pe- tido. Lo que hace "propia" la muerte del chambelán Brigge en
ro esto importa poco. El número es lo que cuenta ... " (Rilke 1, su vieja casa de Ullsgaard, que Malte describe minuciosamen-
p. 22). Y, durante los mismos años, Péguy, en un pasaje que te como ejemplo de muerte "principesca", es algo que no se
Adorno evocaría de nuevo a propósito de Auschwitz, había ha- dice en ninguna parte, si se exceptúa el hecho de que muere,
blado de la pérdida de la dignidad de la muerte en el mundo precisamente, en su casa, rodeado de sus criados y de sus pe-
moderno: "El mundo moderno ha conseguido envilecer lo que rros. El intento rilkiano de restituir una "dignidad especial" a la
era quizás lo más difícil de envilecer en el mundo, porque es muerte deja tal impresión de indecencia que, finalmente, el sue-
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ño del campesino de matar al señor agonizante con su horcón te no muerta. Pero ¿qué habría podido ser, en los campos, una
parece traducir un deseo remoto del poeta. muerte muerta, una muerte soportada en el propio ser? ¿Y tie-
ne algún sentido distinguir en Auschwitz entre una muerte pro-
pia y una impropia?
2.20. La expresión "fabricación de cadáveres" para definir los El hecho es que Ser y Tiempo confiere a la muerte una fun-
campos de exterminio, había sido ya utilizada en 1949 por Mar- ción particular. Es el lugar de una experiencia decisiva que, con
tin Heidegger, maestro de Arendt en Friburgo hacia la mitad de el nombre de "Ser-para-la-muerte", expresa quizás la intención
los años veinte. Y, curiosamente, la "fabricación de cadáveres" última de la ética de Heidegger. Porque en la "decisión" que
suponía también esta vez -como ya en Levi- que para las víc- se produce ahí, la impropiedad cotidiana, hecha de habladu-
timas del exterminio no se podía hablar de muerte, que no mo- rías, equívocos o formas de diversión, a las que el hombre se
rían verdaderamente, que no eran más que piezas producidas encuentra ya siempre arrojado, se transforma en propiedad, y
en un proceso de trabajo en cadena. "Mueren en masa, por la muerte anónima, que concierne siempre a los demás y no
centenares de miles", reza el texto de una conferencia sobre la está nunca verdaderamente presente, deviene la posibilidad
técnica pronunciada por el filósofo en Brema con el título Die más propia e insuperable. Esta posibilidad no tiene un conte-
Gefahr (El peligro): nido particular, no ofrece al hombre algo para ser o para rea-
lizar. Al contrario, la muerte considerada como posibilidad, está
¿Mueren? Perecen. Son eliminados. ¿Mueren? Se convierten en piezas del al- absolutamente vacía, carece de cualquier prestigio específico:
macén de fabricación de cadáveres. ¿Mueren? Son liquidados impercepti- es la simple posibilidad de la imposibilidad de todo comporta-
blemente en los campos de exterminio ... Pero morir (sterben) significa: so- miento y de toda existencia. Pero, precisamente por esto, la de-
portar la muerte en el propio ser. Poder morir significa: ser capaz de ese cisión que en el ser-para-la-muerte experimenta radicalmente
soportar. Y nosotros sólo somos capaces de ello, si nuestro ser acepta el ser esta posibilidad y este vacío, se rescata de toda indecisión, se
de la muerte ... Por todas partes la inmensa miseria de innumerables, atro- apropia por primera vez de manera integral de su impropie-
ces muertes no muertas (ungestorbener Tode) y, sin embargo, la esencia de dad. La experiencia de la inconmensurable imposibilidad de
la muerte le está vedada al hombre (Heidegger 1, p. 56). existir, es, en consecuencia, el modo en que el hombre, libe-
rándose de su extravío en el mundo del Se, hace posible para
Algunos años después, y no sin razón, se reprochó al filóso- sí la propia existencia fáctica.
fo que, en un autor que había estado comprometido, aunque A esa luz, la situación de Auschwitz en la mencionada con-
fuera de forma marginal, con el nazismo, esa alusión de pasa- ferencia de Brema se hace todavía mucho más significativa. El
da a los campos de exterminio -después de años de silencio- campo sería, desde esta perspectiva, el lugar en que es impo-
era cuando menos inoportuna. Lo que es cierto, en cualquier sible hacer experiencia de la muerte como de la posibilidad
caso, es que las víctimas veían negada, así, la dignidad de su más propia e insuperable, como posibilidad de lo imposible.
muerte, eran condenadas a perecer -con una imagen que re- Es decir, el lugar en que no se da una apropiación de lo im-
cuerda a la rilkiana de las "muertes abortadas"- de una muer- propio y el dominio fáctico de lo inauténtico no conoce ni
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inversiones ni excepciones. Ésta es la razón de que en los entre la muerte y la simple desaparición, entre morir y "ser li-
campos (como por lo demás, según el filósofo, en la época quidado". "Cuando se es libre -ha escrito Améry pensando en
caracterizada por el dominio incondicionado de la técnica), Heidegger- es posible pensar en la muerte sin pensar nece-
el ser de la muerte está vedado y los hombres no mueren, si- sariamente en el morir, sin estar angustiados por el morir" (p.
no que son producidos como cadáveres. 51). En el campo esto es imposible. Y no porque, como pare-
Parece lícito preguntarse, no obstante, si la influencia del mo- ce sugerir Améry, el pensamiento sobre los modos de morir
delo rilkiano, que separaba rígidamente la muerte propia de la (por inyección de fenol, por el gas o por los golpes) haga su-
impropia, no ha conducido aquí al filósofo a una contradic- perfluo el pensamiento de la muerte como tal. Sino porque,
ción. En la ética de Heidegger, en efecto, autenticidad y pro- donde el pensamiento de la muerte ha sido materialmente rea-
piedad no son algo que se dé por encima de la cotidianidad lizado, donde la muerte es "trivial, burocrática y cotidiana" (Le-
inauténtica, un reino ideal superior al real; no son otra cosa vi 2, p. 126), tanto la muerte como el morir, tanto el morir como
que un "asimiento modificado de lo impropio", que no hace sus modos, tanto la muerte como la fabricación de cadáveres
más que liberar las posibilidades fácticas de la existencia. Se- se hacen indiscernibles.
gún el principio de Hólderlin, evocado por Heidegger en di-
versas ocasiones, "donde está el peligro, allí crece lo que sal-
va", son precisamente las circunstancias extremas de los campos 2.21. Grete Salus, una superviviente de Auschwitz cuya voz
las que deberían hacer posible la apropiación y el rescate. suena siempre justa, ha escrito en alguna ocasión que "el hom-
La razón de que Auschwitz esté excluido de la experiencia bre nunca debería tener que soportar todo lo que es capaz de
de la muerte debe ser, pues, otra; una razón tal que sea capaz de soportar, ni debería nunca llegar a ver que este sufrimiento lle-
poner en entredicho la posibilidad misma de la decisión au- vado a la extrema potencia ya no tiene nada de humano" (Lang-
téntica y de amenazar así la propia base de la ética heidegge- bein 1, p. 97). Hay que reflexionar sobre esta singular formula-
riana. El campo es, de hecho, el lugar en que desaparece ra- ción, que expresa a la perfección la particular condición modal
dicalmente toda distinción entre propio e impropio, posible e del campo, su realidad especial, que, según el testimonio de los
imposible. Porque aquí el principio según el cual el único con- supervivientes, lo hace absolutamente verdadero y, a la vez, ini-
tenido de lo propio es lo impropio se verifica exactamente por maginable. Si en el ser-para-la-muerte, se trataba de crear lo po-
su contrario, que afirma que el único contenido de lo impro- sible por medio de la experiencia de lo imposible (de la muer-
pio es lo propio. Y así como, en el-ser-para-la-muerte, el hom- te), aquí lo imposible (la muerte en masa) se produce mediante
bre se apropia auténticamente de lo inauténtico, en el campo la experiencia integral de lo posible, mediante el agotamiento
los deportados existen cotidiana y anónimamente para la muer- de su infinitud. Por esto mismo el campo es la verificación ab-
te. La apropiación de lo impropio ya no es posible, porque lo soluta de la política nazi que, en las palabras de Goebbels, era
impropio se ha adueñado absolutamente de lo propio y los precisamente "el arte de hacer posible lo que parecía imposi-
hombres viven en todo momento fácticamente para su muer- ble" (Politik ist die Kunst, das Unm6gliche zu Scheinende m6-
te. Y eso significa que, en Auschwitz, no es posible distinguir glich machen). Y así, en el campo, el gesto más propio de la
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ética heideggeriana -la apropiación de lo impropio, el hacer po- cieron la experiencia de lo inhumano. Es posible que esta ra-
sible lo existente- queda privado de toda efectividad y, por es- dical incapacidad de "poder" no haya sido expresada nunca
to mismo, "la esencia de la muerte le está vedada al hombre". con una claridad tan ciega como en el discurso de Himmler del
Quien ha pasado por los campos, tanto si ha perecido en 4 de octubre de 1943:
ellos como si ha sobrevivido, ha soportado todo aquello que
podía soportar; incluso lo que no habría debido o querido so- La mayor parte de vosotros debe saber qué significan 100 cadáveres, ó
portar. Este "sufrir llevado a la potencia más extrema", este 500 ó 1.000. El haber soportado la situación y, al mismo tiempo, haber se-
agotamiento de lo posible, ya no tiene, empero, "nada de hu- guido siendo hombres honestos, a pesar de algunas excepciones debidas
mano". La potencia humana confina con lo inhumano, el hom- a la debilidad humana, nos ha endurecido. Es una página de gloria de
bre soporta también al no-hombre. De aquí el malestar del su- nuestra historia que nunca ha sido escrita y que no lo será nunca (Hill-
perviviente, ese "malestar incesante ... que no tiene nombre" berg, p. 1091).
en el que Levi reconoce la angustia atávica del Génesis, "la an-
gustia inscrita en todos del 'tóhu vavóhu' ... del que está au- No es, pues, una casualidad que los miembros de las SS, ca-
sente el espíritu del hombre" (Levi 2, p. 72). Esto quiere decir si sin excepciones, se mostraran incapaces de aportar su testi-
que el hombre lleva en sí el sello de lo inhumano, que su es- monio. Mientras las víctimas testimoniaban sobre el hecho de
píritu contiene en el propio centro de él, la herida transfixan- haber pasado a convertirse en inhumanas, por haber soporta-
te del no-espíritu, del caos ya no-humano que está atrozmente do todo aquello que podían soportar, los verdugos, que tortu-
depositado en su ser capaz de todo. raban y asesinaban, no dejaron de ser "hombres honestos", no
Malestar y testimonio alcanzan no sólo a lo que se ha hecho soportaron aquello que, sin embargo, podían soportar.
o lo que se ha sufrido, sino a lo que se ha podido hacer o su- Si la figura extrema de esta extrema potencia de sufrir es el
frir. Es este poder, esta casi infinita potencia de sufrir, lo que musulmán, puede comprenderse bien por qué los integrantes
resulta inhumano; no los hechos, no las acciones o las omi- de las SS no han sido capaces de ver al musulmán, y todavía
siones. Y es precisamente la experiencia de este poder lo que menos dar testimonio por él:
se les niega a los hombres de las SS. Los verdugos siguen re-
pitiendo unánimes que ellos no podían hacer otra cosa que lo Eran tan débiles que se dejaban hacer cualquier cosa. Era gente con la
que hicieron; es decir, que sencillamente no podían, que de- que no existía ningún terreno común, ninguna posibilidad de comuni-
bían y basta. Actuar sin poder actuar se dice: Befehlnotstand, cación; y éste es el origen del desprecio, porque no podía comprender
tener que obedecer una orden. Y ellos obedecieron kadaver- cómo podían entregarse de esa forma. Hace muy poco, he leído un li-
gehorsam, como un cadáver según decía Eichmann. Desde lue- bro sobre los roedores de las nieves ("lemmings") que cada cinco o seis
go también los verdugos tuvieron que soportar lo que no ha- años se arrojan al mar para morir; me ha hecho pensar en Treblinka (Se-
brían debido (y, a veces, querido) soportar; pero, según la aguda reny, p. 313).
ocurrencia de Karl Valentin, en cualquier caso, "no se atrevie-
ron a poderlo". Por esto siguieron siendo "hombres", no hi-
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2.22. La idea de que el cadáver sea merecedor de un respe- arrojado como el estiércol" (Heráclito, fr. 96), como el precep-
to especial, de que exista algo como una dignidad de la muer- to evangélico que invita a dejar que los muertos sepulten a los
te no es, en rigor, patrimonio original de la ética. Hunde más muertos (del que se encuentra un eco, en el seno de la Iglesia,
bien sus raíces en el estrato arcaico del derecho, que se con- en el rechazo de diversas corrientes espirituales franciscanas a
funde en todo momento con la magia. Los honores y los cui- oficiar los ritos funerarios). Se puede decir que la articulación
dados que se prodigaban al cuerpo del difunto tenían en su y el contraste de esta doble herencia -una mágico-jurídica y
origen la finalidad de impedir que el alma del muerto (o, me- otra religioso-mesiánica- han determinado desde el principio
jor dicho, su imagen o fantasma) permaneciera en el mundo la ambigüedad de nuestra cultura con respecto a la dignidad
de los vivos como una presencia amenazadora (la laroa de los de la muerte.
latinos y el eídolon o el phásma de los griegos). Los ritos fúne- No hay, quizás, ningún otro lugar en que esa ambivalencia
bres servían precisamente para transformar a este ser pertur- aparezca con tanta fuerza como en el episodio de Los herma-
bador e incierto en un antepasado amigo y poderoso, con el nos Karamazov donde se hace referencia al insoportable he-
que podían mantenerse relaciones cultuales bien definidas. dor que despide el cadáver del stárets Zosima. Porque aquí,
El mundo arcaico conocía, no obstante, prácticas dirigidas, entre los monjes que se agolpan ante la celda del santo stárets,
por el contrario, a hacer imposible de forma duradera esa con- se produce pronto una división en dos campos: la de aquellos,
ciliación. Algunas veces se trataba sencillamente de neutralizar que son mayoría, quienes, frente a la evidencia de la falta de
la presencia hostil del fantasma, como en el horrendo ritual del dignidad del muerto -que en lugar de expandir un olor de san-
maschalismós, en el que las extremidades del cadáver de una tidad, empieza a descomponerse de forma inmediata e inde-
persona a la que se había dado muerte (manos, nariz, orejas, cente- ponen en entredicho la santidad de su vida, y los que
etc.) se cortaban y se ensartaban en un cordoncillo, que se ha- saben -son pocos- que la suerte del cadáver no da pie para
cía pasar después por sus axilas, con la pretensión de que el sacar consecuencia alguna en el ámbito de la ética. Las vaha-
difunto no pudiera vengarse del ultraje recibido. Pero también radas de putrefacción que llegan a los incrédulos monjes evo-
la falta de sepultura (que está en el origen del conflicto trági- can, de alguna manera, el olor nauseabundo que desprendían
co entre Antígona y Creonte) era una forma de venganza má- las chimeneas de los hornos crematorios -las "vías del cielo"-
gica que se ejercía sobre el cuerpo del muerto, que, de esta de los campos. También en este caso, para algunos esa fetidez
manera, era condenado a seguir siendo para siempre una lar- es la señal del supremo ultraje que Auschwitz ha inferido a la
va, a no poder encontrar nunca la paz. Por esto en el derecho dignidad de los mortales.
arcaico de Grecia y Roma, la obligación de los funerales era
tan estricta que, si faltaba el cadáver, se exigía que se inhuma-
ra en su lugar un coloso, o sea una suerte de doble ritual del 2.23. La ambigüedad de la relación que nuestra cultura man-
difunto (en general, una efigie de leña o de cera). tiene con la muerte alcanza su paroxismo después de Ausch-
En firme oposición a estas prácticas mágicas, se encuentran witz. Se hace particularmente evidente en Adorno, quien ha
tanto la afirmación del filósofo de que "el cadáver debe ser querido hacer de Auschwitz una suerte de línea divisoria his-
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tórica, al afirmar no sólo que "después de Auschwitz ya no se que no podemos decir adiós y con lo que hemos de confron-
puede escribir una poesía", sino también que "toda la cultura tarnos de forma obligada. Porque, en un caso, se presenta co-
posterior a Auschwitz, incluyendo la crítica de ella, es basura" mo el no-vivo, como el ser cuya vida no es verdaderamente
(Adorno 1, p. 331). Por una parte, el autor parece compartir las tal; pero, en otro, como aquel cuya muerte no puede ser lla-
consideraciones de Arendt y Heidegger (por los que no tiene, mada muerte, sino sólo fabricación de cadáveres. En definiti-
por lo demás, ninguna simpatía) sobre la "fabricación de ca- va, pues, como inscripción en la vida de una zona muerta y,
dáveres" y habla de una "producción en masa y a bajo precio en la muerte, de una zona viva. En ambos casos -puesto que
de la muerte"; por otra, denuncia con sarcasmo las pretensio- el hombre asiste a la destrucción de su vínculo privilegiado
nes de Rilke (o del mismo Heidegger) de una muerte propia. con lo que le constituye como humano, es decir, con la sa-
cralidad de la muerte y de la vida- lo que se pone en entre-
La famosa plegaria de Rilke -se lee en Mínima Moralia- en que se pide dicho es la humanidad misma del hombre. El musulmán es el
a Dios que dé a cada uno su muerte personal, no es más que un misera- no-hombre que se presenta obstinadamente como hombre y
ble engaño, con el que se trata de esconder que los hombres revientan, lo humano que es imposible disociar de lo inhumano.
y eso es todo (Adorno 2, p. 284). Si lo anterior es cierto, ¿qué pretende decir el supervivien-
te cuando habla del musulmán como del "testigo integral",
Esta oscilación delata la imposibilidad de la razón para iden- del único cuyo testimonio tiene, pues, un significado gene-
tificar con certeza el crimen específico de Auschwitz. A éste se ral? ¿Cómo puede el no-hombre dar testimonio sobre el hom-
le imputan, en efecto, dos cargos en apariencia contradictorios: bre? ¿Cómo puede ser el verdadero testigo aquel que por de-
por una parte, el haber conseguido el triunfo incondicional de finición no puede prestar testimonio? Porque el título Si esto
la muerte sobre la vida y, por otra, el haber degradado y envi- es un hombre tiene, sin duda, también este sentido: que el nom-
lecido la muerte. Ambas imputaciones como quizás cualquier bre "hombre" se aplica sobre todo al no-hombre, que el tes-
imputación, que es siempre un gesto genuinamente jurídico, tigo integral del hombre es aquel cuya humanidad ha sido
no llegan a apurar el ultraje de Auschwitz, a captarlo en toda destruida integralmente. Es decir, que el hombre es lo que pue-
su concreción. Como si hubiera allí algo similar a la cabeza de de sobrevivir al hombre. Si llamamos "paradoja de Levi" a la
la Gorgona, que no se puede, ni se quiere, ver a ningún pre- tesis de que "el musulmán es el testigo integral", la compren-
cio; algo tan inaudito que se trata de hacerlo comprensible po- sión de Auschwitz coincidirá en ese caso -si es que puede
niéndolo en relación con categorías que son, a la vez, más ex- realmente darse una tal comprensión- con la comprensión del
tremas y más familiares: la vida y la muerte, la dignidad y la sentido y del no-sentido de esa paradoja.
indignidad. Entre éstas, la verdadera cifra de Auschwitz -el mu-
sulmán, el "nervio del campo", aquel al que "ninguno quiere
ver" y que inscribe en cada testimonio una laguna- fluctúa sin 2.24. Michel Foucault ha propuesto una explicación de la de-
llegar a encontrar una ubicación definida. Es verdaderamente gradación de la muerte en nuestro tiempo, expresada en tér-
la larva que nuestra memoria no consigue sepultar, eso a lo minos políticos, que la vincula a la transformación del poder
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en la Edad moderna. En su figura tradicional-que es la de la tos- es el punto en que las dos figuras del poder entran en co-
soberanía territorial- el poder se define esencialmente como lisión frontal. Para Foucault, sin embargo, los dos poderes que,
derecho de vida y de muerte. Tal derecho es, no obstante, en en el cuerpo del dictador, parecen confundirse por un instan-
virtud de su propia naturaleza, asimétrico, en el sentido de que te, siguen siendo esencialmente heterogéneos y su distinción
se ejerce fundamentalmente por el lado de la muerte y sólo se traduce en una serie de oposiciones conceptuales (cuerpo
contempla la vida de manera indirecta, como abstención del individual 1 población; disciplina 1 mecanismos de regulación;
derecho de matar. Por esta razón Foucault caracteriza la sobe- hombre cuerpo 1 hombre especie) que, en el alba de la mo-
ranía mediante la fórmula hacer morir y dejar vivir. Cuando, a dernidad, definen el paso de un sistema al otro. Naturalmente,
partir del siglo XVII, con el nacimiento de la ciencia de lapo- Foucault se da cuenta perfectamente de que los dos poderes y
licía, el cuidado de la vida y de la salud de los súbditos em- sus técnicas pueden, en algunos casos, integrarse uno en otro,
pieza a ocupar un lugar cada vez más importante en los me- si bien en cualquier caso siguen siendo conceptualmente dis-
canismos y los cálculos de los Estados, el poder soberano se tintos.
transforma progresivamente en lo que Foucault denomina un Es precisamente esa heterogeneidad la que comenzará, em-
biopoder. El antiguo derecho de hacer morir y dejar vivir cede pero, a hacerse problemática en el momento de afrontar el
su lugar a una figura inversa, que define la biopolítica moder- análisis de los grandes Estados totalitarios de nuestro tiempo,
na y que se expresa en la fórmula hacer vivir y dejar morir. en particular del Estado nazi. En efecto, en éste una absoluti-
zación sin precedentes del biopoder de hacer vivir se entrecruza
Mientras, en el derecho de soberanía, la muerte era el punto en el que el con una no menos absoluta generalización del poder de hacer
poder absoluto del soberano resplandecía en su forma más manifiesta, morir, de forma tal que la biopolítica pasa a coincidir de for-
ahora la muerte se convierte, por el contrario, en el momento en que el ma inmediata con la tanatopolítica. Esta coincidencia repre-
individuo escapa a todo poder, vuelve a sí mismo y se repliega, de algu- senta, en la perspectiva de Foucault, una auténtica paradoja
na manera, sobre su parte más privada (Foucault 1, p. 221). que, como toda paradoja, exige una explicación. ¿Cómo es posi-
ble que un poder cuyo objetivo es esencialmente el de hacer vi-
De ahí la descalificación progresiva de la muerte, que se des- vir, ejercite por el contrario un poder incondicionado de muerte?
poja de su carácter de rito público en el que participaban no La respuesta que da el autor a esta pregunta, en el curso de
sólo los individuos y las familias, sino, en cierto sentido, la so- 1976 en el College de France, es bien conocida: el racismo es
ciedad entera, y se convierte en algo que hay que esconder, justamente lo que va a permitir al biopoder establecer en el
una especie de vergüenza privada. continuum biológico de la especie humana una serie de ce-
La muerte de Franco, en la que se vio a quien había encar- suras, y volver a establecer de este modo en el sistema de "ha-
nado durante más tiempo en nuestro siglo el antiguo poder so- cer vivir" el principio de la guerra.
berano de vida y de muerte, caer bajo el dominio del nuevo
biopoder médico -que consigue "hacer vivir" a los hombres de En el continuum biológico de la especie humana, la aparición, la distin-
forma tan eficaz que los hace vivir incluso cuando están muer- ción y la jerarquía de las razas, la calificación de algunas razas como bue-

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nas y de otras, por el contrario, como inferiores; todo esto es un modo de límite es el musulmán. En el punto en que el Haftling se con-
fragmentar ese ámbito de lo biológico que el poder ha tomado a su car- vierte en un musulmán, la biopolítica del racismo va, por de-
go; un modo de diferenciar en el interior de la población a unos grupos cirlo así, más allá de la raza y penetra en un umbral en el que
con respecto de otros. En definitiva, pues, de establecer una cesura de ti- ya no cabe establecer cesuras. Aquí el vínculo fluctuante entre
po biológico en el seno de una esfera que se define, precisamente, como pueblo y población se rompe definitivamente y asistimos a la
esfera biológica" (!bid, p. 227). aparición de algo que se asemeja a una sustancia biopolítica ab-
soluta, que no puede ser fijada y que no admite cesuras.
Tratemos de prolongar el análisis de Foucault. La cesura funda- Es entonces cuando se comprende bien la función decisiva
mental que divide el ámbito biopolítico es la existente entre pue- de los campos en el sistema de la biopolítica nazi. No sólo son
blo y población, que consiste en hacer surgir del seno mismo el lugar de la muerte y del exterminio, sino también y sobre
del pueblo una población; es decir, en transformar un cuerpo todo, el lugar de la producción del musulmán, de la última sus-
esencialmente político en un cuerpo esencialmente biológico, tancia biopolítica aislable en el continuum biológico. Más allá
en el que se trata de controlar y regular natalidad y mortalidad, no hay más que las cámaras de gas.
salud y enfermedad. Con el nacimiento del biopoder, cada pue- En 1937, durante la celebración de un congreso secreto,
blo se dobla en población, cada pueblo democrático es, al mis- Hitler formula por primera vez un concepto biopolítico extremo,
mo tiempo, un pueblo demográfico. En el Reich nazi, la legis- que es necesario considerar. Al referirse a la Europa centro-
lación de 1933 sobre "protección de la salud hereditaria del oriental, afirma que tiene necesidad de un volkloser Raum, de
pueblo alemán" sella precisamente esa cesura originaria. La ce- un espacio sin pueblo. ¿Cómo comprender esta singular for-
sura que sigue inmediatamente después es la que va a estable- mulación? No se trata simplemente de algo parecido a un de-
cer en el conjunto de la ciudadanía la distinción entre los ciu- sierto, de un espacio geográfico desprovisto de habitantes (la
dadanos de "ascendencia aria" y los de "ascendencia no aria"; región a que se refería tenía una densa población y era rica en
y una cesura posterior separará entre estos últimos a los judíos pueblos y nacionalidades diferentes). Designa más bien una in-
(Volijuden) de los Mischlinge (personas que sólo tienen un abue- tensidad biopolítica fundamental, que puede aplicarse en cual-
lo judío o que tienen dos abuelos judíos, pero que no profe- quier espacio, y por medio de la cual los pueblos se mudan en
sen la religión judía y que no tengan consortes judíos en la fe- poblaciones y las poblaciones en musulmanes. Lo que el volk-
cha del 15 de septiembre de 1935). Las cesuras biopolíticas loser Raum nombra es, en definitiva, el motor interno del cam-
son, pues, esencialmente móviles y aíslan en cada ocasión en po, entendido como una máquina biopolítica que, una vez im-
el continuum de la vida una zona que está más allá de él y plantada en un espacio geográfico determinado, lo transforma
que lleva consigo un proceso de Entwürdigung y de degra- en espacio biopolítico absoluto, Lebensraum y Todesraum a la
dación cada vez más acentuado. De esta forma, el no ario se vez, donde la vida humana pasa a estar más allá de cualquier
transmuta en judío, el judío en deportado (umgesiedelt, ausge- identidad biopolítica definible. Llegado este punto, la muerte
siedelt), el deportado en internado (Haftling), hasta que, en el no es más que un simple epifenómeno.
campo, las cesuras biopolíticas alcanzan su límite último. Este

88 89
3. LA VERGÜENZA, O DEL SUJETO

3.1. Al principio de La tregua, Levi describe el encuentro con


la primera avanzadilla rusa que, el 27 de enero de 1945, llega
al campo de Auschwitz abandonado por los alemanes. Este en-
cuentro, que marca la liberación definitiva de la pesadilla, no
se produce, sin embargo, bajo el signo de la alegría, sino, cu-
riosamente, bajo el de la vergüenza:

Eran cuatro soldados jóvenes a caballo que avanzaban cautelosamente,


metralleta en mano, a lo largo de la carretera que limitaba el campo. Cuan-
do llegaron a las alambradas, se pararon a mirar intercambiando palabras
breves y tímidas, y dirigiendo miradas llenas de un extraño embarazo a
los cadáveres descompuestos, a los barracones destruidos y a los pocos
vivos que allí estábamos ... No nos saludaban, no sonreían; parecían opri-
midos, más aún que por la compasión, por una timidez confusa que les
sellaba la boca y clavaba su mirada sobre aquel fúnebre espectáculo. Era
la misma vergüenza que conocíamos tan bien, la que nos invadía después

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de las selecciones, y cada vez que nos tocaba asistir a un ultraje o sopor- alguna vez ante las peticiones de otros compañeros más jóve-
tarlo: la vergüenza que los alemanes no conocían, la que siente el justo nes, o el episodio del hilillo de agua compartido con Alberto,
ante la culpa cometida por otro, que le pesa por su propia existencia, por- pero negado a Daniel) son, naturalmente, veniales; pero el ma-
que ha sido introducida irrevocablemente en el mundo de las cosas que lestar del lector no puede dejar de reflejar en este punto la tur-
existen, y porque su buena voluntad ha sido nula o insuficiente, y no ha bación del superviviente, su imposibilidad de superar la ver-
sido capaz de contrarrestarla (Levi 4, p. 12). güenza.

Más de veinte años después, mientras escribía Los hundidos


y los salvados, vuelve a interrogarse sobre la vergüenza, que 3.2. El sentimiento de culpa del superviviente es un locus
ahora se presenta como el sentimiento dominante entre los so- classicus de la literatura sobre los campos. Bettelheim ha ex-
brevivientes, y trata de proporcionar algunas explicaciones. No presado su carácter paradójico con estas palabras:
hay nada de sorprendente en que, como en cualquier intento
de dar explicaciones, el capítulo del libro que se titula La ver- El verdadero problema ... es la irresoluble contradicción de la condición
güenza resulte finalmente insatisfactorio. Sobre todo porque es existencial del que ha sobrevivido, porque mientras, en tanto que ser de
la inmediata continuación del dedicado al extraordinario aná- razón, sabe perfectamente que no es culpable (yo, por ejemplo, en lo
lisis de la "zona gris", que se atiene deliberadamente a lo inex- que a mí se refiere estoy absolutamente seguro de ello), su humanidad
plicable y rechaza de forma temeraria cualquier explicación. Si le impone, en el nivel emotivo, sentirse preso de la culpa. No se puede
ante los Kapos, los colaboradores y "prominentes" de todo ti- haber sobrevivido a los campos de concentración y no sentirse culpable
po, los desdichados miembros del Sonderkommando e inclu- por haber tenido una suerte tan extraordinaria cuando millones de per-
so ante Chaim Rumkowski, el rex judeorum del ghetto de Lodz, sonas como nosotros han muerto, y no pocas veces ante nuestros pro-
el superviviente había concluido con un non tiquet ("pido que pios ojos ... En los campos de concentración, se estaba obligado a contem-
la historia de los 'cuervos del crematorio' sea meditada con plar día tras día, año tras año la destrucción de los compañeros, con la
compasión y prudencia, pero que no se pronuncie un juicio sensación de que se hubiera podido intervenir, aun a sabiendas de lo poco
sobre ellos": Levi 2, p. 53), en el capítulo sobre la vergüenza, razonable que hubiera sido hacerlo y, en consecuencia, con un sentimiento
el autor parece emparentar a ésta expeditivamente con el sen- de culpa por no haberlo hecho y, sobre todo, por sentirnos contentos cada
timiento de culpa ("que muchos -y yo mismo- hayan experi- vez que la muerte no nos tocaba a nosotros (Bettelheim 1, p. 217).
mentado vergüenza, es decir, sentido de culpa ... ", !bid) p. 63).
Inmediatamente después, al tratar de identificar las raíces de Una aporía de la misma especie es la que Wiesel ha com-
esa culpa, el mismo autor que poco antes se había arriesgado pendiado en el apotegma: "Vivo, luego soy culpable", aña-
sin temor en un territorio absolutamente inexplorado de la éti- diendo de inmediato: "Estoy aquí porque un amigo, un com-
ca, se somete a un examen de conciencia tan pueril que el lec- pañero, un desconocido ha muerto en lugar mío". La misma
torno puede evitar una cierta incomodidad. Las culpas que sa- explicación se repite en Ella Lingens, como si el superviviente
len a la luz (haberse encogido de hombros con impaciencia sólo pudiera vivir ocupando el puesto de otro: "Cada uno de

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nosotros, los que hemos vuelto, lleva consigo sin duda un sen- be el encuentro con Ugolino en la sima de los traidores. La ci-
timiento de culpa que, por el contrario, nuestros verdugos ex- ta contiene una doble, implícita, referencia al problema de la
perimentan muy de tarde en tarde: ¿Estoy vivo porque los de- culpa de los deportados. Por una parte, en el "pozo oscuro"
más han muerto en lugar mío?" (Langbein 2, p. 496). se encuentran los que han traicionado, en particular a sus pro-
También Levi experimenta un sentimiento de esta índole. Pe- pios parientes y compañeros; por otra, y no sin una amarga
ro no acepta sus consecuencias hasta el fondo, lucha tenaz- alusión a la propia situación de supervivientes, el verso cita-
mente contra él. Todavía en 1984, este sentimiento se expresa do se refiere a alguien a quien Dante cree vivo, aunque sólo
en el poema titulado El superviviente: lo esté en apariencia, porque su alma ha sido ya engullida por
la muerte.
Since then, at an incertain hour, Dos años después, en el momento de escribir Los hundidos
Desde entonces, a una hora incierta, y los salvados, Levi vuelve a plantearse la pregunta: "¿Es que te
esa pena retorna, avergüenzas de estar vivo en lugar de otro? ¿Y sobre todo de
y si no encuentra quien le escuche, un hombre más generoso, más sensible, más sabio, más útil,
el corazón le arde en el pecho. más digno de vivir que tú?". También esta vez, empero, la res-
Vuelve a ver los rostros de sus compañeros puesta es dubitativa:
lívidos en la alborada,
grises del polvo de cemento, No puedes soslayarlo: te examinas, pasas revista a todos tus recuerdos,
velados por la niebla, esperando encontrarlos todos, y que ninguno se haya enmascarado ni dis-
teñidos de muerte en el sueño inquieto: frazado; no, no encuentras transgresiones abiertas, no has suplantado a
De noche agitan las mandíbulas nadie, nunca has golpeado a nadie (pero ¿habrías tenido fuerzas para ha-
bajo el pesado vagar de los sueños cerlo?), no has aceptado ningún cargo (pero no te los han ofrecido), no
masticando un nabo inexistente. has quitado el pan a nadie; y sin embargo no puedes soslayarlo. Se trata
"Atrás, fuera de aquí, pueblo hundido, sólo de una suposición, de la sombra de una sospecha: de que todos sea-
iros. No he suplantado a nadie, mos el Caín de nuestros hermanos, de que cada uno de nosotros (y esta
no he usurpado el pan de nadie, vez digo "nosotros" en un sentido muy amplio, incluso universal) haya su-
nadie ha muerto en lugar mío. Nadie. plantado a su prójimo y viva en lugar de él (Levi 2, p. 71).
Tornad a vuestra niebla.
No es culpa mía si vivo y respiro El hecho mismo de generalizar la acusación (o, por mejor de-
y como y bebo y duermo y llevo vestidos" (Levi 6, p. 581). cir, la sospecha) embota de alguna manera su filo, hace menos
dolorosa su herida. "Nadie ha muerto en lugar mío. Nadie";
Aquí no se trata simplemente de una denegación de res- "Nunca se está en el lugar de otro" (!bid, p. 53).
ponsabilidad, como testimonia la cita de Dante en el último
verso. Procede del canto 33 del "Infierno" (v. 141), que descri-
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3.3. La otra cara de la vergüenza del que ha sobrevivido es dispuesto a pagar el precio más elevado se revela, no obstan-
la exaltación de la simple supervivencia como tal. En 1976 Te- te, al final como algo que no es otra cosa que la vida biológi-
rrence Des Pres, profesor en la Colgate University, publicó The ca como tal, la simple, impenetrable "prioridad del elemento
Survivo0 an Anatomy of Life in the Death Camps. El libro, que biológico". En un perfecto círculo vicioso, en el que el conti-
tuvo pronto un éxito notable, se proponía mostrar que la "su- nuar no es más que un retroceder", la "vida adicional" que la
pervivencia es una experiencia dotada de una estructura defi- supervivencia abre es simplemente un a priori absoluto:
nida, ni fortuita ni regresiva ni amoral" y, al mismo tiempo, "ha-
cer visible esa estructura" (Des Pres, p. v). El resultado de la Despojado de todo salvo de la vida, el superviviente no cuenta más que
auténtica disección anatómica de la vida en los campos que el con un cierto "talento" biológicamente determinado, reprimido durante
autor lleva a cabo es que vivir es, en última instancia, sobrevi- mucho tiempo por las deformaciones culturales, un banco de conoci-
vir y que, en la situación extrema de Auschwitz, el núcleo más mientos inscritos en las células de su cuerpo. La llave de la conducta de
íntimo de la "vida en sí misma" sale a la luz como tal, liberado supervivencia se encuentra en la prioridad del ser biológico (!bid, p. 228).
de las trabas y de las deformaciones de la cultura. Aunque Des
Pres evoca también en un momento determinado el espectro
del musulmán, como figura de la imposibilidad de sobrevivir 3.4. No es de extrañar que el libro de Des Pres suscitara una
("instancia empírica de la muerte en vida": !bid, p. 99), repro- indignada reacción de Bettelheim. En un artículo aparecido en
cha a Bettelheim el haber infravalorado en su testimonio la lucha el New Yorker el día después de la publicación de The Survi-
anónima y cotidiana de los deportados por su supervivencia, vor, reivindica la importancia decisiva del sentimiento de cul-
en nombre de una ética anticuada del héroe, del que está dis- pa en el superviviente.
puesto a renunciar a la vida. Por el contrario, el verdadero pa-
radigma ético de nuestro tiempo es, para Des Pres, el supervi- Muchos supervivientes se asombrarían si se les dijera que son "lo bas-
viente que, sin buscar justificaciones ideales, "elige la vida" y tante fuertes, lo bastante maduros, lo bastante conscientes ... para abra-
lucha sencillamente por sobrevivir: zar la vida sin reservas", a la vista de que sólo un número ridículo de to-
dos aquellos que fueron deportados a los campos de concentración nazis
El que ha sobrevivido es el primer hombre civilizado al que le ha sido da- lograron salvarse. ¿Y los muchos millones que perdieron la vida? ¿Eran "lo
do vivir más allá de las constricciones de la cultura, más allá de ese miedo bastante conscientes ... para abrazar la vida sin reservas" mientras les lle-
a la muerte que sólo puede aplacarse negando que la propia vida tenga vaban a las cámaras de gas? ... ¿Y qué decir de los muchos supervivientes
un valor. El superviviente es la prueba de que hay hoy hombres y muje- a los que aquella experiencia destruyó tan completamente que ni siquie-
res lo bastante fuertes, lo bastante maduros y conscientes para afrontar la ra después de años del mejor tratamiento psiquiátrico han logrado hacer
muerte sin mediaciones y abrazar la vida sin reservas (!bid, p. 245). frente a sus recuerdos, que siguen persiguiéndoles desde el fondo de su
absoluta depresión, no pocas veces ligada al suicidio? ¿Y qué decir de las
La vida que el superviviente opta por "abrazar sin reservas", terribles pesadillas sobre los campos de concentración que siguen des-
el "pequeño suplemento de vida" (!bid, p. 24) por el que está pertándome hoy, treinta y cinco años después, a pesar de la vida plena y

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satisfactoria que he tenido, y que, lo mismo que a mí, atormentan a todos al descubierto, con su gesto simétrico, una secreta solidaridad.
los supervivientes con los que he encontrado ocasión de hablar (Bettel- Son las dos caras de la imposibilidad en que se halla el viviente
heim 1, p. 216). de mantener separadas la inocencia y la culpa; es decir, de su-
perar, de una forma u otra, su propia vergüenza.
Sólo la capacidad de experimentar sentimientos de culpa nos hace hu-
manos, sobre todo si, objetivamente, no somos culpables (!bid, p. 231).
3.5. No es en absoluto seguro que el sentimiento de culpa
A pesar de los tonos polémicos, hay muchos indicios que por vivir en lugar de otro sea la explicación correcta de la ver-
permiten pensar, no obstante, que las dos tesis se encuentran güenza del superviviente. Ya la tesis de Bettelheim -que con-
menos alejadas de lo que parece. Los dos adversarios están de sidera que el que ha sobrevivido es inocente y que, sin em-
hecho aprisionados, más o menos conscientemente, en un cu- bargo, está obligado por ese mismo hecho a sentirse culpable-
rioso círculo. En él, por una parte, la exaltación de la super- es sospechosa. La asunción de una culpa de esta índole que se
vivencia tiene necesidad de remitir permanentemente a la dig- refiere a la condición del superviviente como tal y no a lo que,
nidad ("Hay una extraña circularidad en la existencia en una como individuo, ha hecho o ha omitido hacer, nos recuerda la
situación extrema: los supervivientes conservan su dignidad difundida tendencia a asumir una genérica culpa colectiva ca-
para no empezar a morir; se ocupan de su cuerpo por una da vez que se fracasa en el intento de resolver un problema
cuestión de 'supervivencia moral'": Des Pres, p. 72) y, por otra ético. Ha sido Hannah Arendt quien nos ha recordado que la
parte, la reivindicación de la dignidad no tiene otro sentido sorprendente disponibilidad de los alemanes de cualquier edad
que la supervivencia y el "instinto de vida" ("sobrevivían los a asumir durante la posguerra una culpa colectiva con respec-
prisioneros que no permitían que se acallaran las voces del to al nazismo, a sentirse culpables por lo que sus padres o su
corazón y de la razón ... " Bettelheim 3, p. 214). "Nuestra deu- pueblo habían hecho, desvelaba una no menos sorprendente
da moral, no con los muertos, sino con nosotros mismos y los mala voluntad en cuanto al establecimiento de las responsabili-
supervivientes es reforzar el instinto de vida ... ": Bettelheim 1, dades individuales y los delitos singulares. De modo análogo,
p. 102). Y no es desde luego un azar que Bettelheim acabe por la Iglesia Evangélica alemana declaró públicamente en un deter-
volver contra Des Pres la misma acusación de "ética del he- minado momento que era "corresponsable ante el Dios de Mi-
roísmo" que éste le había dirigido: "Los supervivientes que de- sericordia del mal que nuestro pueblo ha hecho a los judíos";
ben la vida al azar se transforman en ese libro en héroes. Los pero no ha mostrado la misma prontitud para sacar la conse-
campos de la muerte se convierten en lugares que han produ- cuencia de que esta responsabilidad no tenía que ver, en rea-
cido esos seres superiores que son los que han sobrevivido a lidad, con el Dios de Misecordia, sino con el Dios de Justicia,
ellos ... " (!bid, p. 95). y hubiera significado, en consecuencia, el castigo de los pas-
Es como si las dos figuras opuestas del superviviente -el tores culpables de haber justificado el antisemitismo. Lo mis-
que no logra desterrar la culpa de la propia supervivencia y mo puede decirse de la Iglesia Católica que recientemente, por
el que en ella exhibe una pretensión de inocencia- pusieran medio de una declaración del episcopado francés, se ha mos-
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trado dispuesta a reconocer su propia culpa colectiva frente a gel no reviste, empero, en modo alguno la forma de un caso
los judíos; pero esta misma Iglesia se ha negado siempre a ad- de conciencia, que oponga simplemente una inocencia subje-
mitir las precisas, graves y documentadas omisiones del pontí- tiva a una culpa objetiva; trágica es, por el contrario, la asun-
fice Pío XII con respecto a la persecución y al exterminio de ción incondicionada de una culpa objetiva por parte de un su-
los judíos (y de forma particular en relación con la deportación jeto que nos parece inocente. Así, en Edipo rey:
de los judíos romanos en octubre de 1943).
Que hablar de una culpa -o de una inocencia- colectiva no Se trata de la legitimidad de lo que el hombre realiza con querer auto-
tiene sentido alguno, que sólo metafóricamente se puede de- consciente, frente a lo que ha hecho realmente de forma involuntaria y
cir que uno se siente culpable por lo que han hecho el propio sin saberlo, por determinación divina. Edipo ha matado al padre, se ha
pueblo o el propio padre, es algo de lo que Levi está comple- casado con la madre y ha engendrado hijos en un matrimonio incestuo-
tamente convencido. Al alemán que le escribe, no sin hipo- so; y, sin embargo, se ha visto envuelto en estos horrendos delitos sin que-
cresía, que la "culpa gravita pesadamente sobre mi pobre pue- rerlo y sin ser consciente de ello. El derecho de nuestra conciencia actual,
blo traicionado y engañado", le contesta que "de las culpas y más profunda, consistiría en negarse a reconocer esos crímenes como ac-
de los errores se debe responder personalmente, pues de otra tos del propio Yo, puesto que se han producido fuera de la conciencia y
manera cualquier vestigio de civilización desaparecería de la de la voluntad; pero el griego, tan plástico, asume la responsabilidad de
faz de la tierra" (Levi 2, p. 153). Y cuando habla, una sola vez, lo que ha llevado a cabo como individuo y no se escinde entre la subje-
de una culpa colectiva, la entiende en el único sentido posible tividad formal de la autoconciencia y lo que constituye el hecho objeti-
para él, es decir, una culpa en que incurrieron "casi todos los vo ... Pero no quieren ser inocentes de estos actos, sino que, al contrario,
alemanes de entonces": la de no haber tenido el valor de ha- su gloria es haber hecho realmente lo que han hecho. A un héroe tal no
blar, de testimoniar de todo aquello que no podían dejar de podría decírsele cosa peor que afirmar que ha obrado sin culpa (!bid, pp.
haber visto. 1356-58).

No hay nada que esté más lejano de Auschwitz que este mo-
3.6. Pero hay también otra razón que induce a desconfiar de delo. Porque el deportado ve crecer hasta tal punto el abismo
esta explicación. Pretende, de forma más o menos conscien- entre inocencia subjetiva y culpa objetiva, entre lo que ha he-
te, más o menos explícita, presentar la vergüenza del super- cho y aquello de que puede sentirse responsable, que no lo-
viviente en los términos de un conflicto trágico. De Hegel en gra asumir ninguno de sus actos. Con una inversión que frisa
adelante, el culpable-inocente es la figura con que la cultura con la parodia, se siente inocente de aquello de que el héroe
moderna ha interpretado la tragedia griega y, con ella, sus más trágico se siente culpable, y culpable donde éste se siente ino-
secretas discordias. "En todos estos conflictos trágicos -escribe cente. Éste es el sentido del singular Befehlnostand, del "esta-
Hegel- debemos, sobre todo, descartar la falsa representación do de constricción subsiguiente a una orden" invocado por Le-
de culpa o inocencia; los héroes trágicos son tan culpables co- vi a propósito de los miembros del Sonderkommanndo, que
mo inocentes" (Hegel, p. 1356). El conflicto de que habla He- hace imposible cualquier conflicto trágico en Auschwitz. El ele-
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mento objetivo, que para el héroe griego era, en todo caso, la "Por lo que hecho, mi conciencia está tranquila" dijo, las mismas palabras
instancia decisiva, se convierte aquí en aquello que hace im- envaradamente pronunciadas, que había repetido una y otra vez en su pro-
posible la decisión. Y al no conseguir dar cuenta de sus actos, ceso y durante las semanas siguientes, cada vez que habíamos vuelto a en-
la víctima busca un refugio, como Bettelheim, detrás de la no- frentarnos con este problema. Pero en esta ocasión yo no dije nada. Él hi-
ble máscara de la culpa inocente. zo una pausa y esperó, pero se mantuvo el silencio en el recinto. "Yo nunca
Pero lo que más que nada induce a desconfiar del modelo he hecho mal a nadie deliberadamente", dijo en un tono diferente, menos
trágico para explicar Auschwitz es la facilidad con que es in- incisivo, y de nuevo esperó, mucho tiempo. Por primera vez en todos es-
vocado por los verdugos, y no siempre de mala fe. Que el re- tos días yo no le prestaba ninguna ayuda. Ya no había tiempo. Él se afe-
curso al Befehlnostand por parte de los funcionarios nazis era rró a la mesa con ambas manos, como para sostenerse. "Pero estaba allí",
claramente una impudicia, es algo que se ha puesto de mani- acabó diciendo, en un tono de resignación, extrañamente seco y cansino.
fiesto en no pocas ocasiones (entre otros, por el propio Levi 2, Había necesitado casi media hora para pronunciar estas pocas frases. "Y
p. 52). Es cierto, no obstante, que -por lo menos a partir de un por eso, sí. .. ", dijo al final, de forma muy sosegada, "en realidad compar-
determinado momento- aquellos lo invocan no tanto para elu- to la culpa ... porque mi culpa ... mi culpa ... sólo ahora ... en estas con-
dir la condena (la objeción ya fue rechazada durante el primer versaciones. . . ahora que he hablado. . . ahora en que por primera vez he
proceso de Nuremberg, a la vista de que el propio código mi- dicho todo ... ". Se interrumpió. Había pronunciado las palabras: "mi cul-
litar alemán contenía un artículo que autorizaba la desobe- pa"; pero más que las palabras, lo que denunciaba la importancia de esta
diencia en los casos extremos), como para representarse la pro- admisión, fue el súbito aflojarse del rostro, el rostro caído. Después de un
pia situación en los términos -evidentemente más aceptables- minuto, continuó, como de mala gana, con voz átona. "Mi culpa -dijo-- es
de un conflicto trágico. "Mi cliente se siente culpable ante Dios, estar todavía aquí. Ésta es mi culpa" (Sereny, pp. 492 y ss.).
no ante la ley", repetía en Jerusalén el abogado de Eichmann.
Un caso ejemplar es el de Fritz Stangl, el comandante del Por parte de un hombre que había dirigido la muerte en las
campo de exterminio de Treblinka, cuya personalidad ha tra- cámaras de gas de millares de seres humanos, la evocación alu-
tado de reconstruir pacientemente Gitta Sereny, por medio de siva a un conflicto trágico de nuevo tipo, tan inextricable y enig-
una serie de coloquios en la cárcel de Düsseldorf, en un libro mático que sólo la muerte podría resolverlo sin injusticia, no
que lleva un título elocuente: En aquellas tinieblas. Hasta el fi- significa, como parece considerar Sereny, atenta exclusivamen-
nal siguió defendiendo obstinadamente su inocencia con res- te a su dialéctica de confesión y de culpa, el aflorar de un ins-
pecto a los crímenes que se le imputaban, sin negar en abso- tante de verdad, en el que Stangl "había pasado a ser el hom-
luto los hechos. Pero, durante el último coloquio, que tuvo bre que hubiera debido ser" (!bid, p. 495). Señala, por el contrario,
lugar el 27 de junio de 1971, pocas horas antes de su muerte la ruina definitiva de su capacidad de testimoniar, el cierre des-
a consecuencia de un colapso cardiaco, la autora tiene la im- esperado de "aquellas tinieblas" sobre sí mismas. El héroe grie-
presión de que las últimas resistencias habían cedido y de que go se ha despedido de nosotros para siempre, no puede en nin-
"en aquellas tinieblas" se abría paso fatigosamente un vislum- gún caso testimoniar por nosotros; después de Auschwitz, no
bre de conciencia ética: es posible servirse de un paradigma trágico en la ética.
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3.7. La ética de nuestro siglo se abre con la superación nietz- de. Jean Améry ha llegado de esta forma a enunciar una au-
scheana del resentimiento. Contra la impotencia de la voluntad téntica ética antinietzscheana del resentimiento, que sencilla-
frente al pasado, contra el espíritu de venganza frente a lo que mente rechaza "aceptar que lo sucedido haya sido lo que fue"
irrevocablemente ha sido y ya no puede ser querido, Zaratustra (Améry, p. 123).
nos enseña a querer hacia atrás, a desear que todo se repita. La
crítica de la moral judea-cristiana se cumple en nuestro siglo en Los resentimientos como dominante existencial son, para los semejantes a
nombre de la capacidad de asumir integralmente el pasado, de mí, el resultado de una larga evolución personal e histórica ... Mis resenti-
liberarse de una vez por todas de la culpa y de la mala con- mientos existen para que el delito se convierta en una realidad moral pa-
ciencia. El eterno retorno es, sobre todo, victoria sobre el re- ra el criminal, para que quede enfrentado a la verdad de su delito ... En las
sentimiento, posibilidad de querer lo que ha sido, de transfor- dos décadas que he consagrado a la reflexión sobre lo que me pasa, creo
mar todo "así fue" en un "así he querido que fuera": amor fati. haber comprendido que la remisión y el olvido provocados por una pre-
Incluso con respecto a esto Auschwitz marca una ruptura de- sión social son inmorales ... El sentido natural del tiempo tiene efectiva-
cisiva. Imaginemos una repetición del experimento que Nietz- mente sus raíces en el proceso fisiológico de cicatrización de las heridas y
sche propone en La gaya ciencia, bajo el título El peso más ha entrado a formar parte de la representación social de la realidad. Pre-
grande. Imaginemos, pues, que "un día o una noche" un de- cisamente por este motivo, tiene un carácter no sólo extramoral, sino an-
monio se desliza junto al superviviente y le pregunta: "¿Tú quie- timoral. Es un derecho y un privilegio del ser humano no mostrarse de
res que Auschwitz vuelva, una vez y millares de veces, que ca- acuerdo con todo acontecimiento natural y, en consecuencia, tampoco con
da detalle, cada instante, cada mínimo acontecimiento del campo la curación biológica provocada por el tiempo. Lo pasado, pasado está: es-
se repitan eternamente, vuelvan sin cesar y exactamente en el ta expresión es tan verdadera como contraria a la moral y al espíritu. . . El
mismo orden en que sucedieron? ¿Quieres tú esto una vez más hombre moral exige la suspensión del tiempo; en nuestro caso, clavando
y eternamente?" La simple reformulación del experimento es al malhechor en su fechoría. De esta forma, una vez cumplida la inversión
suficiente para refutarlo más allá de toda duda, para hacer que moral operada por el tiempo, podrá producirse su acercamiento a la vícti-
no se pueda proponer nunca. ma en calidad de prójimo" (Améry, pp. 122-24).
Este fracaso de la ética del siglo veinte frente a Auschwitz no
depende, empero, de que lo que allí sucedió sea en tal medi- No hay nada de eso en Primo Levi. Es verdad que rechaza la
da atroz que nadie pueda querer que se repita, amarlo como condición de "perdonador" que le atribuyó en privado Améry.
un destino. En el experimento nietzscheano, el horror se daba "No tengo tendencia a perdonar, nunca he perdonado a nin-
por supuesto desde el principio, tanto que el primer efecto que guno de nuestros enemigos de entonces" (Levi 2, p. 117). Pe-
produce sobre el que lo escucha es el de hacerle "rechinar los ro la imposibilidad de querer el eterno retorno de Auschwitz
dientes y maldecir al demonio que ha hablado de esa forma". tiene para él otra y muy diferente raíz, que implica una nueva
Pero tampoco se puede decir que el fiasco de la lección de Za- e inaudita consistencia ontológica de lo acaecido. No se puede
ratustra suponga la pura y simple restauración de la moral del querer que Auschwitz retorne eternamente porque, en verdad,
resentimiento. Aunque, para las víctimas, la tentación sea gran- nunca ha dejado de suceder, se está repitiendo siempre. Esta fe-
104 105
roz e implacable experiencia le es consignada a Levi en la for- y el corazón se rompía en el pecho.
ma de un sueño. Ahora hemos regresado a casa,
nuestro relato ha terminado.
Es un sueño dentro de otro sueño, diferente en los detalles, único en la Ya ha llegado la hora. Pronto oiremos otra vez
sustancia. Estoy comiendo con la familia, o con amigos, o en el trabajo, o la orden extranjera:
en una verde campiña; en un ambiente apacible y distendido, alejado en "Wstawaé" (Levi 6, p. 530).
apariencia de la tensión o del dolor; y, sin embargo, siento una angustia
sutil y profunda, la sensación definida de una amenaza que se cierne so- El problema ético ha cambiado radicalmente de forma en
bre mí. Y de hecho, a medida que se desarrolla el sueño, poco a poco o este caso: ya no se trata de vencer el espíritu de venganza
brutalmente, cada vez de forma diferente, todo se derrumba y deshace a para asumir el pasado, de querer que éste vuelva eterna-
mi alrededor, el escenario, las paredes, las personas, y la angustia se ha- mente. Y tampoco de mantener con firmeza lo inaceptable
ce más intensa y más precisa. Todo se ha tornado ahora caos: estoy sólo por medio del resentimiento. Lo que ahora tenemos delante
en el centro de una nada gris y turbia, y de repente sé qué es lo que es- es una condición que está más allá de la aceptación y del re-
to significa y sé también que lo he sabido siempre: estoy de nuevo en el chazo, del eterno pasado y del eterno presente; un aconte-
Lager, y nada era verdad fuera de él. El resto era una breve vacación, o cimiento que retorna eternamente, pero que, precisamente
engaño de los sentidos, sueño: la familia, la naturaleza en flor, la casa. por eso, es absoluta, eternamente inasumible. Más allá del
Ahora este sueño interno, el sueño de paz, ha acabado, y en el sueño ex- bien y del mal no se encuentra la inocencia del devenir, si-
terior, que sigue gélido su curso, oigo resonar una voz, bien conocida; no una vergüenza no sólo sin culpa, sino, por así decirlo, sin
una sola palabra, no imperiosa, más bien breve y sorda. Es la orden del tiempo.
amanecer en Auschwitz, una palabra extranjera, temida y esperada; le-
vantarse, "Wstawaé"' (Levi 6, pp. 254 y ss.).
3.8. El que la vergüenza no es en realidad sentido de culpa,
En la variante registrada de una poesía de En hora incierta, vergüenza por haber sobrevivido a otro, sino que tiene otra
la experiencia no tiene ya forma de sueño, sino la de una cer- causa, más difícil y oscura, es algo que el testimonio de Antel-
teza profética: me refleja por encima de toda duda. Nos refiere que cuando
la guerra estaba ya terminando, durante la enloquecida marcha
Soñábamos en las noches feroces para trasladar a los prisioneros de Buchenwald a Dachau, las
sueños densos y violentos SS, a las que las tropas aliadas pisaban los talones, fusilaban
soñados con alma y cuerpo: por pequeños grupos a todos aquellos que, en razón de sus
volver, comer; contar lo sucedido condiciones, podían retrasar la marcha. A veces, con las prisas,
Hasta que sonaba breve y sorda se diezmaba al azar, sin ningún criterio definido. Un día le to-
la orden de la amanecida: ca a un joven italiano.
"Wstawaé";

106 107
El SS sigue llamando: Du, komme hier! Es otro italiano el que sale, un es- "como un perro" y el cuchillo del verdugo se hunde dos veces
tudiante de Bolonia. Le conozco, le miro y veo que su cara ha enrojecido. en su corazón, se produce en él algo como una vergüenza, "era
Le miro atentamente. Guardo todavía ese rubor en mis ojos. Se queda al como si la vergüenza hubiera de sobrevivirle". ¿De qué se aver-
borde de la carretera. Tampoco él sabe qué hacer con sus manos. Tiene güenza Josef K.? ¿Por qué se ruboriza el estudiante de Bolonia?
un aire confuso ... Se ruborizó nada más decirle el SS: Du komme hier!Mi- Es como si ese rubor en las mejillas manifestase que, por un
ró a su alrededor antes de ruborizarse, pero era efectivamente él quien instante, se ha rozado el límite, que, en el viviente, se ha to-
había sido designado, y entonces enrojeció, cuando ya no le cabía duda. cado algo como una nueva materia ética. Y, desde luego, no
El SS que buscaba a un hombre, a uno cualquiera, para matarle, lo había se trata de un hecho del que el estudiante hubiera podido dar
"encontrado": él. Y cuando le encontró, se dio por satisfecho, no se pre- testimonio de otra manera, que hubiera podido tratar de ex-
guntó: ¿por qué él y no otro? Y el italiano, cuando comprendió que se tra- presar con palabras. Pero, en cualquier caso, ese rubor es co-
taba realmente de él, aceptó ese azar para sí y no se preguntó: "¿por qué mo un apóstrofe mudo que vuela a través de los años y llega
yo y no otro?" (Antelme, pp. 240-42). hasta nosotros, testimonia por él.

Es difícil olvidar el rubor de este anónimo estudiante de Bo-


lonia, muerto durante la marcha, solo, en el último momento, 3.9. Sobre la vergüenza, Emmanuel Levinas trazó en 1935 un
en el borde de la carretera junto a su asesino. Sin duda, la in- esbozo ejemplar. Según el filósofo, la vergüenza no deriva, co-
timidad que se experimenta frente al propio asesino descono- mo en la doctrina de los moralistas, de la conciencia de una im-
cido es la intimidad más extrema, que puede, como tal, pro- perfección o de una carencia de nuestro ser, frente a la que es-
vocar vergüenza. Pero, cualquiera que sea la causa de aquel tablecemos unas distancias. Se funda, por el contrario, en la
sonrojo, lo que está claro es que la vergüenza no se debe a ha- imposibilidad de nuestro ser para desolidarizarse de sí mismo,
ber sobrevivido. Más bien, según todas las apariencias, se aver- en su absoluta incapacidad para romper consigo mismo. Si, en
güenza de tener que morir, de haber sido elegido por puro azar, la desnudez, experimentamos vergüenza es porque no podemos
él y no otro, para morir. Éste es el único sentido que puede te- esconder aquello que quisiéramos sustraer a la mirada, porque
ner en los campos la expresión "morir en lugar de otro": que el impulso irrefrenable de huir de uno mismo tiene su paralelo
todos mueren y viven en lugar de otro, sin razón ni sentido, en una imposibilidad de evasión igualmente cierta. Así como en
que el campo es el sitio en que nadie puede verdaderamente la necesidad corporal y en la náusea -que Levinas asocia a la
morir o sobrevivir en el propio lugar. Auschwitz significa tam- vergüenza en un mismo diagnóstico- hacemos la experiencia
bién esto: que el hombre, al morir, no puede encontrar a su de la intolerable y, sin embargo, insuprimible presencia ante nos-
muerte otro sentido que ese rubor, que esa vergüenza. otros mismos, así, en la vergüenza, quedamos entregados a al-
En todo caso, el estudiante no se avergüenza por haber so- go de lo que no podemos deshacernos a ningún precio.
brevivido. Por el contrario, es la vergüenza la que le sobrevi-
ve a él. También aquí Kafka había sido un buen profeta. Al fi- Lo que aparece en la vergüenza es pues precisamente el hecho de estar
nal de El proceso, en el momento en que ]osef K. va a morir clavado a sí mismo, la imposibilidad radical de huir de sí para ocultarse a

108 109
uno mismo, la presencia irremisible del yo ante uno mismo. La desnudez 3.10. En el curso del semestre invernal 1942-43, dedicado a
es vergonzosa cuando es la patencia de nuestro ser, de su intimidad últi- Parménides, Heidegger se ocupó también de la vergüenza o,
ma. Y la de nuestro cuerpo no es la desnudez de una cosa material anti- más exactamente, del término griego correspondiente, aidós,
tética al espíritu, sino la desnudez de nuestro ser total en toda su pleni- que define como "palabra fundamental de la helenidad auténti-
tud y solidez, de su expresión más brutal de la que no es posible dejar de ca" (Heidegger 2, p. 110). Según el filósofo, la vergüenza es al-
tomar nota. El silbato que se traga Charles Chaplin en Luces de la Ciudad go más que un "sentimiento que tiene el hombre"(Ibid); es más
hace que aparezca el escándalo de la presencia brutal de su ser; es como bien la tonalidad emotiva que atraviesa su ser entero y lo de-
un aparato registrador que permite captar las manifestaciones intermiten- termina. La vergüenza es, pues, una suerte de sentimiento on-
tes de una presencia que, por otra parte, apenas disimula el legendario tológico, que tiene su lugar propio en el encuentro entre el
traje de Charlot ... Es nuestra intimidad, es decir nuestra presencia ante hombre y el ser; tiene tan poco de fenómeno psicológico que
nosotros mismos, lo que es vergonzoso. No revela nuestra nada, sino la Heidegger puede escribir que "el ser mismo lleva consigo la
totalidad de nuestra existencia. . . Lo que la vergüenza descubre es el ser vergüenza, la vergüenza de ser" (!bid, p. 111).
que se descubre (Levinas, pp. 86-87). Para subrayar este carácter ontológico de la vergüenza -el
hecho de que, en la vergüenza,_r:!Q~~ncontr:!mO~-~xpu~sjQS _
Tratemos de prolongar el análisis de Levinas. Avergonzarse frente a un ser que se avergüenza él m~~mo- Heidegger pro-
significa: ser entregado a lo inasumible. Pero lo así inasumible pone comprenderla a partir dela repugnancia (Abscheu). Cu-
no es algo externo, sino que procede de nuestra misma inti- riosamente, esta conexión no tiene continuidad, como si fuera
midad; es decir, de lo que hay en nosotros de más íntimo (por evidente, y está muy lejos de serlo. Por fortuna, sobre la re-
ejemplo, nuestra propia vida fisiológica). El yo, en consecuen- pugnancia poseemos un análisis tan breve como pertinente en
cia, está aquí desarmado y superado por su misma pasividad, un aforismo de Dirección única. Según Benjamin, la sensación
por su sensibilidad más propia; y, sin embargo, este ser ex- dominante en la repugnancia es el miedo a ser reconocido por
propiado y desubjetivado es también una extrema e irreducti- aquello que nos produce asco. "Lo que se estremece de re-
ble presencia del yo a sí mismo. Como si nuestra conciencia pugnancia en las profundidades del ánimo es la conciencia os-
se desmoronara y desertara por todas partes y, al mismo tiem- cura de que en él habita algo que es tan poco ajeno al animal
po, fuera convocada por un decreto irrecusable a asistir sin re- que nos asquea que éste pueda reconocerlo" (Benjamin, p. 11).
medio a su propia ruina, ab-9-ue deje de no ser mío lo que me Y esto significa que quien se estremece de repugnancia se ha J" ,-) \j

es absolutamente propio. tEn la vergüenza el sujeto no tiene, reconocido de alguna manera en el objeto de su repulsión, y ·~ L ·
en consecuencia, otro contenido que la propia de~ubj_~!i~ª=.­ teme a su vez ser reconocido por él. El hombre sacudido por
ción, se convierte en testigo del propio perderse com¿-sujeto. la repugnancia se reconoce en una alteridad inasumible, es de-
Este doble movimientq, a la vez de subjetivación y desqb]~i-.:_ cir, se subjetiva en una absoluta desubjetivación.
vación, es la vergüenza. Una reciprocidad de esta índole es la que encontramos en el
análisis que, más o menos en las mismas fechas, Kerényi de-
(1 dica a la aidós en su libro sobre La religión antigua. Según el

110 111
mitólogo húngaro, la aidós, la vergüenza, es, a la vez, pasivi- que le supera infinitamente, que llega a abdicar de su propia
dad y actividad, ser mirado y mirar. condición de sujeto y se somete íntegramente a otro sujeto: el
sádico. De ahí esa panoplia ceremonial de ataduras, de con-
En el fenómeno de la aidós, situación fundamental de la experiencia re- tratos, de metales, de corsés, de suturas, de coacciones de to-
ligiosa de los griegos, se unen recíprocamente visión activa y visión pa- da índole, por medio de la cual el sujeto masoquista trata en
siva, el hombre que mira y es mirado, mundo mirado y que mira, en el vano de contener y fijar irónicamente esa pasividad inasumi-
que el ver significa también penetrar. .. El heleno no sólo ha nacido "pa- ble que le desborda irónicamente por todas partes. Y sólo por-
ra ver"; "llamado a mirar", la forma de su existencia es el ser mirado (Ke- que el sufrimiento propio del masoquista es sobre cualquier
rényi, p. 88). otra cosa el de no poder asumir la propia receptividad, su do-
lor puede transformarse de inmediato en voluptuosidad. Pero
En esta reciprocidad de visión activa y pasiva, la aidós es lo que constituye la sutileza característica de la estrategia ma-
algo que se asemeja a la experiencia de asistir al propio ser soquista, casi su sarcástica profundidad, es que sólo puede lle-
visto y de ser tomado como testigo de lo que se mira. Como gar a gozar de aquello que le excede a condición de encontrar
Héctor ante el seno descubierto de la madre ("¡Héctor, hijo fuera de sí un punto que le haga posible asumir la propia pa-
mío, ten aidós ante esto!"), quien siente vergüenza se siente sividad, el propio placer inasumible. Este punto exterior es el
1
J oprimido por el propio hecho de ser sujeto de la visión, de- sujeto sádico, el amo.
\ be responder de aquello que le quita la palabra. El sadomasoquismo se presenta, pues, como un sistema bi-
Llegados a este punto, podemos anticipar una primera defi- polar, en el que una pasibilidad infinita -el masoquista- en-
nición, provisional, de la vergüenza. Ésta es nada menos que cuentra una impasibílídad igualmente infinita (el sádico); sub-
el sentimiento fundamental de ser sujeto, en los dos sentidos jetivación y desubjetivación circulan incesantemente entre los
opuestos -al menos en apariencia- de este término: estar so- dos polos sin pertenecer en propiedad a ninguno. Pero la in-
metido y ser soberano. Es lo que se produce en la absoluta determinación no afecta sólo a los sujetos del poder, sino tam-
concomitancia entre una subjetivación y una desubjetivación, bién a los del saber. La dialéctica entre amo y esclavo no es
entre un perderse y un poseerse, entre una servidumbre y una aquí, en rigor, el resultado de una lucha por la vida y por la
soberanía. muerte, sino el de una "disciplina" infinita, de un interminable
y minucioso proceso de enseñanza y aprendizaje, en el que los
dos sujetos acaban por intercambiar los papeles. De la misma
3.11. Existe un ámbito particular en que este carácter para- manera que el sujeto masoquista no puede asumir su placer
dójico de la vergüenza es tomado deliberadamente como ob- más que en el amo, el sujeto sádico no puede reconocerse co-
jeto para ser transformado en placer; en el que, en consecuencia, mo tal, no puede asumir su saber impasible salvo transmitién-
la vergüenza, digámoslo así, va más allá de ella misma. Se tra- doselo al esclavo por medio de una instrucción y de un castigo
ta del sadomasoquismo. Porque aquí un sujeto pasivo -el ma- infinitos. Pero, puesto que por definición el sujeto masoquista
soquista- se apasiona hasta tal punto por la propia pasividad goza de su cruel aprendizaje, lo que debía servir para transmi-
112 113
tir un saber -el castigo- sirve por el contrario para transmitir ¿Cómo hay que entender esta paradoja? ¿Qué significa ser
un placer, con lo que disciplina y aprendizaje, amo y esclavo pasivo con respecto a sí mismo? Está claro que pasividad no
se confunden sin remedio. Esa indisociabilidad entre discipli- significa simplemente receptividad, el mero hecho de ser afec-
na y goce, en que los dos sujetos llegan a coincidir por un ins- tados por un principio activo externo. Puesto que aquí todo
tante, es, precisamente, la vergüenza, que el amo indignado no sucede en el interior del sujeto, actividad y pasividad deben
deja de recordar a su humorístico alumno: "Di, ¿no te da ver- coincidir y el sujeto pasivo debe ser activo con respecto a la
güenza?". Es decir: "¿No te das cuenta de que eres el sujeto de propia pasividad, debe comportarse (verhalten) "contra" sí
tu propia desubjetivación?'¿f mismo (gegen uns selbst) como pasivo. Si definimos sencilla-
mente como receptiva la película fotográfica que es impre-
sionada por la luz o la cera blanda sobre la que se imprime
3.12. No es sorprendente encontrar un perfecto equivalente la imagen del sello, entonces llamaremos pasivo sólo a aque-
de la vergüenza precisamente en esa estructura originaria de llo que, por así decirlo, experimenta activamente su ser pasi-
la subjetividad que en la filosofía moderna se denomina au- vo, está afectado por su propia receptividad. La pasividad, en
toafección y que, desde Kant en adelante, suele identificarse tanto que autoafección, es, pues, una receptividad a la se-
con el tiempo. Lo que define al tiempo -en cuanto es la for- gunda potencia, que se padece a sí misma, a la que apasio-
ma del sentido interno, es decir, del "intuirnos a nosotros mis- na su propia pasividad.
mos y nuestro estado interno" (Kant, pp. 76-77)- es, según
Kant, que en él, "el entendimiento ... realiza dicho acto sobre Comentando esas páginas kantianas, Heidegger define el
el sujeto pasivo, sujeto del cual el mismo entendimiento cons- tiempo como "afección pura de sí", que tiene la forma singu-
tituye la facultad, y así decimos justificadamente que a través lar de un "moverse desde sí hacia ... " que es, al mismo tiem-
de ésta es afectado el sentido interno" (!bid, p. 168) y que, por po, un "mirar hacia detrás". Sólo en este complicado gesto, en
eso, en el tiempo "nos intuimos a nosotros mismos a través de este mirar hacia sí en el propio alejarse de sí, puede consti-
él sólo según somos afectados por nosotros mismos" (!bid, p. tuirse algo como un "sí mismo":
169). Una prueba evidente de esta automodificación implícita
en nuestra intuición de nosotros mismos es, para Kant, el he- El tiempo como afección pura de sí mismo, no es una afección efectiva
cho de que no podemos pensar el tiempo, sin trazar en la ima- que alcance a un sí mismo ya disponible, sino que, siendo pura, forma la
ginación una línea recta, que es, por decirlo así, la huella in- esencia de lo que se puede considerar como un concernirse a sí mismo.
mediata del gesto de autoafección. En este sentido, el tiempo Pero en tanto que este poder-ser-concernido como un sí mismo pertene-
es autoafección; pero precisamente por esto, Kant puede ha- ce a la esencia del sujeto finito, es el tiempo, como autoafección pura, el
blar aquí de una auténtica "paradoja", que consiste en el he- que forma la estructura esencial de la subjetividad. Solamente basado en
cho de que "tengamos que comportarnos con respecto a nos- esa mismidad puede ser el ser finito lo que debe ser: un ser remitido a la
otros mismo como pasivos" (wir uns gegen selbst als leidend receptividad (Heidegger 3, pp. 161-162).
verhalten mussten) (!bid).
114 115
Aquí la analogía con la vergüenza -que hemos definido co- sa inmanente ... la cual, como hemos dicho, significa "visitarse a sí mis-
mo el ser entregados a una pasividad inasumible- sale a la luz, mo" o "constituirse en visitante o, en fin, mostrarse visitante" (constituí-
y la vergüenza se presenta incluso como la tonalidad emotiva re se visitantem, vel denique praebere se visitantem) (Spinoza, p. 361).
~pr_Qpi<Lc:i~Jª. §~l1Pietividad. Porque no há)rcierta~entenada
de vergonzoso en un ser humano que sufre a su pesar una vio- Para explicar el sentido de estas formas verbales, la simple
lencia sexual; pero si experimenta placer en su sufrir esa violen- -aunque, en este caso específico, no trivial- forma reflexiva
cia, si se apasiona por su pasividad -es decir, si se produce una "visitarse" no le parece suficiente a Spinoza, quien se ve obli-
autoafección- en ese caso, y sólo entonces, se puede hablar gado a formar el singular sintagma "constituirse en visitante" o
de vergüenza. Por eso los griegos establecían una neta sepa- "mostrarse visitante" (con la misma razón hubiera podido es-
ración, en la relación homosexual, entre el sujeto activo (el cribir "constituirse en visitado o mostrarse visitado"). De la mis-
erastés) y el sujeto pasivo (el er6menos) y exigían, en nombre ma forma que, en el lenguaje común, para definir a una per-
de la eticidad de la relación, que el er6menos no experimen- sona que recibe placer en soportar algo eo que por lo menos
tase placer. La pasividad, como forma de la subjetividad, está, es cómplice de este soportar), se dice que "se hace hacer" al-
pues, constitutivamente escindida entre un polo puramente re- go (y no simplemente que se le hace algo), el coincidir de agen-
ceptivo (el musulmán) y un polo activamentepisiVo (el testi- te y paciente en un sujeto no tiene la forma de una identidad
go), pero en un modo tal que esta escisión no sale nunca de inerte, sino de un movimiento complejo de autoafección, en
ella misma, no separa nunca del todo los dos polos, tiene siem- que el sujeto se constituye -o se muestra- a sí mismo como
pre, al contrario, la forma de una intimidad,~ de la entrega de pasivo (o activo), de modo que actividad y pasividad no pue-
sí a una p(lsividad, de un hacerse_p~~jy~, ~n el que losdQB- tér- den separarse nunca, pero se muestran distintas en su imposi-
-minos- se distinguen y confunden a la vez. ble coincidencia en un yo. El yo es lo que se produce como
En el Compendium grammatices linguce hebrece, Spinoza resto en el doble movimiento -activo y pasivo- de la auto-
ejemplifica el concepto d{_~ª.ljsª infliafl,enfe -es decir de una afección. Por esto la subjetividad tiene constitutivamente la for-
acción en que agente y paciente son una misma y única per- ma de una subjetivación y de una desubjetivación, por esto es,
sona- con las categorías verbales hebraicas del reflexivo acti- en lo íntimo, vergüenza. El rubor es ese resto que, en toda sub-
vo y del nombre infinitivo: jetivación, traiciona una desubjetivación y, en cada '-"'"'V'-'-IVI'--·U

vación, da testimonio de un sujeto.


Puesto que con frecuencia sucede -escribe a propósito de este último-
que el agente y el paciente son una sola y misma persona, los judíos tu-
vieron necesidad de formar una nueva y séptima especie de infinitivo, 3.13. Sobre la desubjetivación, como experiencia vergonzo-
que les hiciera posible expresar la acción referida al mismo tiempo al sa y, sin embargo, inevitable, existe un documento excepcio-
agente y al paciente, y que tuviera, en consecuencia, al mismo tiempo, nal. Es la carta enviada por Keats a John Woodhouse el 27 de
la voz del activo y del pasivo ... se hizo preciso, pues, inventar otra es- octubre de 1818. La "confesión vergonzosa" de que se trata en
pecie de infinitivo, que expresara la acción referida al agente como cau- la carta se refiere al propio sujeto poético, a su incesante fal-
116 117
tarse a sí mismo para consistir únicamente en la alienación y en la estancia empieza a gravitar sobre mí de modo tal, que en poco tiem-
en la inexistencia. Las tesis que la carta enuncia en forma de po me encuentro aniquilado, y esto no sólo entre adultos; me pasaría lo
paradoja son bien conocidas: mismo en el cuarto de los niños ... (Ibid).

1) El yo poético no es un yo, no es idéntico a sí: "En cuanto al Pero la última paradoja es que lo que, en la carta, sigue in-
carácter poético propiamente tal (me refiero a esa especie de mediatamente a la confesión, no son el silencio y la renuncia,
la que, si soy algo, soy miembro) ... no es él mismo, no tiene sino la promesa de una escritura absoluta e indefectible, deci-
yo -es todo y nada- no tiene carácter (it is not itself-it is every dida a destruirse y renovarse día tras día, como si la vergQ_nzo-
thing and nothing, it has no character)" (Keats, p. 227). sa desubjetivación que está. implícita eg_el_acto de pala_Q~~on­
2) No hay nada más impoético que un poeta, porque es siem- tuVleraunas-~creta belleza· y-·1.1;-·¡;~ier; más que empujar al
pre algo distinto de sí, está siempre en lugar de otro cuerpo: poeta a testimoiiiafincesantemente sobre la propia alienación:
~---·~--··-··

"Un poeta es lo menos poético de cuanto posee existencia, por-


que no tiene identidad, está continuamente tras de ella y ocu- Voy a tratar de alcanzar en la poesía una cima tan alta como me permita
pando cualquier otro cuerpo (he is continually in for- and fil- soportar la fuerza que me ha sido concedida ... Estoy seguro de que se-
ling some other body... )"(/bid, p. 228). guiría escribiendo ... aun si la labor de mis noches debiera ser quemada
3) El enunciado 'yo soy un poeta" no es un enunciado, sino cada mañana y ninguna mirada brillara sobre ella. Pero incluso en este
una contradicción en los términos, que implica la imposibili- mismo momento quizás no estoy hablando desde mí mismo sino desde
dad de ser poeta: "Así pues, si no tiene yo, y si yo soy un poe- algún otro personaje en cuya alma vivo ahora ... (Ibid, pp. 228 y ss.).
ta, ¿qué hay de extraño en que diga que ya no escribiré más?"
(/bid).
4) La experiencia poética es la experiencia vergonzosa de . , 3.14. Que el acto de creación poética y, quizás, también to-
una desubjetivación, de una desresponsabilización integral y do acto de palabra, suponen de algún modo una desubjetiva-
\ ción, es ya patrimonio común de nuestra tradición literaria
sin reservas, que afecta a todo acto de palabra y sitúa al sedi-
cente poeta en un nivel más bajo todavía que el del cuarto de
los niños:
< ("musa" es el nombre que los poetas han dado desde siempre
/ a esta desubjetivación).
L-
Es vergonzoso confesarlo (it is a wretched thing to confess); pero la pu- ¡un yo sin garantías! -escribe Ingeborg Bachmann en una de sus leccio-
ra realidad es que ni una sola de las palabras que pronuncio puede ser nes de Frankfurt- ¿Qué es el Yo y qué es lo que puede ser? Un astro cu-
tomada con seguridad como una opinión surgida de la identidad de mi ya posición y cuya órbita no han sido nunca identificadas del todo, y
naturaleza; ¿cómo podría serlo si yo no tengo naturaleza? Cuando me cuyo núcleo está compuesto de sustancias todavía desconocidas. Podría
encuentro en una habitación con otras personas, si en algún momento ser esto: miríadas de partículas que forman un "Yo", pero, al mismo tiem-
me libero de especular sobre las creaciones de mi propio cerebro, no es po, el Yo podría ser nada, la hipóstasis de una pura forma, algo similar a
mi yo quien vuelve a sí mismo: la identidad de cada uno de los presentes una sustancia soñada (Bachmann, p. 58).

118 119
Poetas, según Bachmann, son justamente aquellos que "han parará para la batalla? Lo mismo os pasa a vosotros con las lenguas: si no
hecho del Yo el terreno de sus experimentos, o que han he- pronunciáis palabras inteligibles ¿cómo se entenderá lo que decís? Es co-
cho de sí mismos el terreno experimental del Yo". Por eso "co- mo si hablarais al viento ... Por tanto, el que habla en lenguas pida el don
rren permanentemente el riesgo de perder la cordura" (!bid), de poder interpretar. Porque si oro en lenguas, mi espíritu ora, pero mi
de no saber lo que dicen. mente queda sin fruto ... Hermanos no seáis niños en juicio ... (Ibíd, 14,
Pero la idea de una experiencia totalmente desubjetivada del 8-20).
acto de palabra no es tampoco ajena a la tradición religiosa.
Muchos siglos antes de haber sido adoptada programáticamente
por Rimbaud en su carta a Paul Demeny (car je est un autre. 3.15. La experiencia glosolálica no hace otra cosa que radi-
Si le cuivre s'éveille clairon, il n'y a ríen de safaute), una ex- calizar una experiencia desubjetivante implícita en el más sen-
periencia de esta índole había sido registrada, como práctica cillo acto de palabra. Uno de los principios adquiridos por la
habitual de una comunidad mesiánica, en la primera epístola lingüística moderna es que la lengua y el discurso en acto son
de Pablo a los Corintios. El "hablar en lengua" (lalein glosse) al dos realidades absolutamente escindidas, entre las cuales no
que se hace referencia en la carta designa un acontecimiento existen ni transición ni comunicación. Ya Saussure había ob-
de palabra -la glosolalia- en que el hablante habla sin saber lo servado que si, en la lengua, están prestos una serie de signos
que dice ("En efecto, nadie le entiende: dice en espíritu cosas (por ejemplo: "buey, lago, cielo, rojo, triste, cinco, hender, ver"),
misteriosas" Cor. I, 14. 2). Lo anterior significa, empero que el nada hay en ella, sin embargo, que permita prever y comprender
principio mismo de la palabra se convierte en algo ajeno y "bár- de qué modo y en virtud de qué operaciones esos signos se
baro". "Si no entiendo el significado de una lengua, soy un ex- ponen en funcionamiento para formar el discurso. "Esta serie
tranjero para el que me habla y él lo es para mí" (!bid, 14. 11); de palabras, por ricas que sean las ideas que evocan, no indi-
es decir, según el significado propio del término bárbaros, un can nunca a un individuo humano que otro individuo, al pro-
ser no dotado de lagos, un extranjero que no sabe verdadera- nunciarlas, quiera significarle algo". "El mundo del signo -aña-
mente entender ni hablar. La glosolalia ofrece, pues, la aporía día Benveniste algunas décadas después, volviendo a utilizar
de una absoluta desubjetivación y "barbarización" del aconte- para desarrollarla la antinomia de Saussure- es un mundo ce-
cimiento de lenguaje, en que el sujeto hablante cede su pues- rrado. Del signo a la frase no hay transición, ni por sintagma-
to a otro, niño, ángel o bárbaro, que habla "al viento" y "sin tización ni de ningún otro modo. Un hiato los separa" (Ben-
fruto". Y es digno de notar que Pablo, aunque no rechaza del veniste 2, p. 65).
todo las prácticas glosolálicas de los Corintios, los pone en guar- Por otra parte, cada lengua dispone de una serie de signos
dia contra la regresión pueril que implica y los invita a esfor- (que los lingüistas denominan shifters o indicativos de la enun-
zarse en interpretar lo que dicen: ciación entre los cuales, en particular, los pronombres "yo, tú,
esto", los adverbios "aquí, ahora, etc.") destinados a permitir al
Y si la trompeta no da un sonido claro (es aquí donde Rimbaud inserta individuo apropiarse de la lengua para ponerla en funciona-
su defensa de los Corintios: sí le cuívre s'éveílle claíron .. .), ¿quién se pre- miento. Un carácter común de todos estos signos es que no
120 121
poseen, como las otras palabras, un significado léxico defini- ción, se ha introducido, de hecho, en una lengua en que, por
ble en términos reales, sino que sólo pueden identificar su sen- definición, no hay nada que permita pasar al discurso; y, sin
tido por medio de la remisión a la instancia de discurso que embargo, diciendo: "Yo, tú, esto, ahora ... ", se ha despojado de
los contiene. toda realidad referencial para dejarse definir tan sólo por la re-
lación pura y vacía con la instancia de discurso. El sujeto de la
¿Cuál es, pues, -se pregunta Benveniste- la realidad a que se refieren yo enunciación está hecho íntegramente de discurso y por el dis-
o tú? Únicamente una "realidad de discurso", que es algo muy singular. curso; pero, precisamente por esto, en el discurso, no puede de-
Yo puede ser definido únicamente en términos de "locución" y no en tér- cir nada, no puede hablar.
minos de objeto, como lo es un signo nominal. Yo significa "la persona "Yo hablo" es, en consecuencia, un enunciado tan contra-
que enuncia la instancia presente de discurso que contiene yo" (Benve- dictorio como lo era, según Keats, "yo soy un poeta". Puesto
niste 1, p. 252). que no sólo yo, con respecto al individuo que le presta la voz,
es siempre otro, sino que ni siquiera tiene sentido decir, de es-
La enunciación no se refiere, pues, al texto del enunciado, te yo-otro, que habla, porque -en cuanto se sostiene única-
sino a su tener lugar y el individuo puede poner en funciona- mente en el puro acontecimiento del lenguaje con indepen-
miento la lengua sólo a condición de reconocerse en el acon- dencia de cualquier significado- se encuentra más bien en la
tecimiento mismo del decir y no en lo que, en tal decir, se di- imposibilidad de hablar, de decir cualquier cosa. En el presen-
ce. Pero ¿qué significa entonces apropiarse de la lengua? ¿Cómo te absoluto de la instancia de discurso, subjetivación y desub-
es posible, en estas condiciones, la toma de palabra? jetivación coinciden de todo punto, y tanto el individuo de car-
El paso de la lengua al discurso es, si bien se mira, un ac- ne y hueso como el sujeto de la enunciación callan de la manera
to paradójico, que implica, al mismo tiempo, una subjetiva- más acabada. Lo que también se puede expresar diciendo que
ción y una desubjetivación. Por una parte, el individuo psi- el que habla no es el individuo, sino la lengua; pero esto sig-
cosomático debe abolirse por entero y desubjetivarse en cuanto nifica ni más ni menos que una imposibilidad de hablar ha ad-
individuo real para pasar a ser el sujeto de la enunciación e venido -no se sabe como- a la palabra.
identificarse en el puro shifter "yo", absolutamente privado No es sorprendente entonces que, frente a ese íntimo extra-
de cualquier sustancialidad y de cualquier contenido que no ñamiento que está implícito en el acto de palabra, los poetas
sea la mera referencia a la instancia de discurso. Pero, una experimenten algo similar a una responsabilidad y una ver-
vez que se ha despojado de toda realidad extralingüística y güenza. Por esto Dante, en la Vita nuova, conminaba al poe-
se ha constituido como sujeto de la enunciación, descubre ta, bajo pena de "gran vergüenza", a saber aclarar en prosa
que no es tanto a una posibilidad de palabra a lo que ha te- (" aprire per prosa") las razones de su poesía, y es difícil olvi-
nido acceso, cuanto a una imposibilidad de hablar; o, más dar las palabras con que Rimbaud evocaba muchos años des-
bien, a una situación en que siempre se le anticipa una po- pués, su pasada estación poética: "No podía continuar, me ha-
tencia glosolálica sobre la que no tiene control ni ascendien- bría vuelto loco y además. . . eso estaba mal".
te. Al apropiarse de la instrumentación formal de la enuncia-
122 123
3.16. En la poesía del siglo veinte, el documento quizá más mos más memorables, que se convertiría en su maestro (o, me-
impresionante de una desubjetivación -de la transformación jor dicho, en el maestro de otro heterónimo, Alvaro de Campos):
del poeta en un puro "terreno de experimentación" del Yo- y
de sus posibles consecuencias éticas, es la carta de Pessoa so- Me acerqué a una cómoda alta, cogí papel y comencé a escribir de pie,
bre los heterónimos. En respuesta del 13 de enero de 1935 a como escribo siempre que puedo. Y escribí treinta y tantos poemas de
su amigo Adolfo Casais Monteiro, que le había preguntado por un tirón, en una especie de éxtasis cuya naturaleza no conseguiría de-
el origen de sus numerosos heterónimos, empieza por pre- finir. Fue el día triunfal de mi vida, y nunca podré tener otro igual. Em-
sentarlos como "una tendencia orgánica y constante a la des- pecé con un título, O Guardador de Rebanhos, y lo que vino después
personalización": fue la aparición en mí de alguien a quien di desde ese momento el nom-
bre de Alberto Caeiro. Perdóneme el absurdo de la frase: había apare-
El origen de mis heterónimos es el profundo rasgo de histeria que hay en cido en mí mi maestro. Ésa fue la sensación inmediata que tuve. Tanto
mí. No sé si soy simplemente histérico o si soy, más exactamente, un bis- es así que, una vez escritos esos treinta y tantos poemas, tomé inme-
tero-neurasténico. Me inclino por esta segunda hipótesis, porque hay en mí diatamente más papel y escribí, también de un tirón, los seis poemas
fenómenos de abulia que la histeria, propiamente dicha, no incluye en el que constituyen la Chuva Obliqua, de Fernando Pessoa. Inmediata y
registro de sus síntomas. Sea como fuere, el origen mental de mis heteróni- completamente ... Fue el regreso de Fernando Pessoa-Alberto Caeiro a
mos está en mi tendencia orgánica y constante a la despersonalización y la Fernando Pessoa, él solo. O mejor: fue la reacción de Fernando Pessoa
simulación. Estos fenómenos -felizmente para mí y para los demás- se han contra su inexistencia como Alberto Caeiro (!bid, p. 228).
dado en mí de una forma puramente mental; quiero decir que no se ma-
nifiestan en mi vida práctica, exterior y de contacto con otros; estallan ha- Analicemos esta incomparable fenomenología de la desper-
cia dentro y los vivo a solas conmigo ... Esta tendencia a crear en torno a sonalización heteronímica. No sólo cada nueva subjetivación
mí otro mundo, igual a éste pero con gente distinta, nunca ha abandona- (la aparición de Alberto Caeiro) implica una desubjetivación (la
do mi imaginación. He tenido varias fases, entre las cuales ésta ... Acudía a despersonalización de Fernando Pessoa, que se somete a su
mi mente alguna frase ocurrente, absolutamente ajena, por un motivo u maestro), sino que, de forma igualmente inmediata, cada de-
otro, a quien soy, o a quien supongo que soy. Y la decía inmediatamente, subjetivación supone una resubjetivación: el retorno de Fer-
espontáneamente, como si fuera de un amigo mío, cuyo nombre inventa- nando Pessoa que reacciona frente a su inexistencia, es decir,
ba, a cuya historia daba forma, y cuya figura -cara, estatura, traje y gesto- a su despersonalización en Alberto Caeiro. Todo sucede como
veía inmediatamente delante de mí. Y de esta forma he forjado y dado a si la experiencia poética constituyera un proceso tan comple-
conocer a varios amigos y conocidos que no han existido nunca, pero que jo que pone en juego a tres sujetos por lo menos; o más bien
todavía hoy, a cerca de treinta años de distancia, oigo, siento y veo. Repi- a tres diversas subjetivaciones-desubjetivaciones, puesto que
to: oigo, siento, veo ... Y tengo nostalgia de ellos (Pessoa, pp. 226 y ss.). aquí no es posible hablar en sentido propio de sujeto. Está, so-
bre todo, el individuo psicosomático Fernando Pessoa, que el
El relato prosigue hasta llegar a la súbita personalización -el 8 de marzo de 1914 se acerca a la cómoda para escribir. Res-
8 de marzo de 1914- de Alberto Caeiro, uno de los heteróni- pecto a este sujeto, el acto poético no puede suponer otra co-

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sa que una desubjetivación radical, que coincide con la subje- nada que decir ("cuento cosas ... que no he experimentado en
tivación de Alberto Caeiro. Pero una nueva conciencia poéti- mi propia persona"). Un movimiento, pues, en el que quien no
ca, algo como el auténtico ethos de la poesía, sólo surge cuando dispone de palabras hace hablar al hablante y el que habla lle-
Fernando Pessoa -que ha sobrevivido a su despersonalización va en su misma palabra la imposibilidad de hablar, de manera
y regresa a un sí mismo que es, y a la vez ya no es, el primer que el mudo y el hablante, el no-hombre y el hombre entran,
sujeto- comprende que debe reaccionar a su inexistencia co- en el testimonio, en una zona de indeterminación en la que es
mo Alberto Caeiro, que debe responder de su desubjetivación. imposible asignar la posición de sujeto, identificar la "sustancia
soñada" del yo y, con ella, al verdadero testigo.
Todo lo anterior se puede expresar también diciendo que el
3.17. Releamos ahora la fenomenología del testimonio en Pri- sujeto del testimonio es aquel que testimonia de una desubjeti-
mo Levi, la dialéctica imposible entre el superviviente y el mu- vación, pero a condición de no olvidar que "testimoniar de una
sulmán, el pseudotestigo y "el testigo integral", el hombre y el desubjetivación" sólo puede significar que no hay, en sentido
no-hombre. El testimonio se presenta aquí como un proceso propio, un sujeto del testimonio ("lo repito, no somos nos-
en el que participan al menos dos sujetos: el primero, el su- otros ... los testigos verdaderos"), que todo testimonio es un
perviviente, puede hablar pero no tiene nada interesante que proceso o un campo de fuerzas recorrido sin cesar por co-
decir, y el segundo, el que "ha visto a la Gorgona", el que "ha rrientes de subjetivación y de desubjetivación.
tocado fondo", tiene mucho que decir, pero no puede hablar. Aquí puede medirse bien la insuficiencia de las dos tesis con-
¿Cuál de los dos es el que testimonia? ¿·Quién es el sujeto del trapuestas que dividen la opinión a propósito de Auschwitz: la
testimonio? del discurso humanista, que afirma "todos los hombres son hu-
Se diría, en primera instancia, que es el hombre -el que ha manos" y la antihumanista, que pretende que "sólo algunos
sobrevivido- el que da testimonio sobre el no-hombre, el mu- hombres son humanos". Lo que el testimonio dice es algo com-
sulmán. Pero si el superviviente testimonia por el musulmán -en pletamente diferente, que se podría formular en la tesis: "Los
el sentido técnico de "por cuenta de" o "por delegación" ("ha- hombres son hombres en cuanto no son humanos" o, de for-
blamos en lugar suyo, por delegación")- en ese caso, según el ma más precisa: "Los hombres son hombres en cuanto testi-
principio jurídico en virtud del cual los actos del delegado se monian del no-hombre".
atribuyen al delegante, es el musulmán el que de alguna ma-
nera testimonia. Pero esto significa que el que verdaderamente
testimonia sobre el hombre es el no-hombre, que el hombre no 3.18. Sea el viviente singular: el niño. ¿Qué sucede en él y
es, pues, más que el mandatario del no-hombre, que le presta para él en el momento en que dice yo, en que se hace hablante?
la voz. O, si se prefiere, que no hay un titular del testimonio, El yo, la subjetividad a que accede es -lo hemos visto ya- una
que hablar, testimoniar, significa entrar en un movimiento ver- realidad puramente discursiva que no remite ni a un concepto
tiginoso en el que algo se va a pique, se desubjetiva por com- ni a un individuo real. Este yo que, como unidad que trasciende
pleto y calla, y algo se subjetiva y habla sin tener -en propio- la totalidad múltiple de las vivencias, garantiza la permanencia
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de lo que llamamos conciencia, no es más que el aflorar en el dirse- cada vez que ponemos en funcionamiento la lengua pa-
ser de una propiedad exclusivamente lingüística. Como escri- ra hablar, en la charla más frívola como en la palabra dada de
be Benveniste, "es en la instancia de discurso en la que yo de- una vez para todas a sí mismo y a los demás.
signa al locutor donde éste se enuncia como 'sujeto'. Es, pues, Pero hay algo más: el viviente que se ha hecho absolutamente
literalmente cierto que el fundamento de la subjetividad está presente a sí mismo en el acto de enunciación, en el decir yo,
en el ejercicio de la lengua" (Benveniste 1, p. 162). Los lin- hace retroceder a un pasado sin fondo sus vivencias, no pue-
güistas han analizado los efectos que ejerce sobre la estructu- de coincidir inmediatamente con ellas. La instancia de discur-
ra de las lenguas la introducción de la subjetividad en el len- so en el puro presente escinde irremediablemente la presencia
guaje. No obstante, quedan todavía por analizar, en gran parte, ante sí mismas de las sensaciones y de las vivencias en el mo-
los efectos de esa subjetivación sobre el individuo vivo. Gra- mento mismo en que las refiere a un centro de imputación uni-
cias a esta inaudita presencia a sí mismo como yo, como locu- tario. El que ha gozado de la presencia especial que se realiza
tor en la instancia de discurso, se produce en el viviente algo en la conciencia íntima de la voz enunciadora, pierde para siem-
que se asemeja a un centro unitario de imputación de las vi- pre esa adherencia intacta a lo Abierto que Rilke descubría en
vencias y de los actos, un punto firme sustraído al océano en la mirada del animal, vuelve sus ojos hacia el interior, hacia el
movimiento de las sensaciones y de los estados psíquicos, a no-lugar del lenguaje. Por esto la subjetivación, el producirse
los que estos pueden referirse íntegramente como su titular. Y de la conciencia en la instancia de discurso, es casi siempre un
Benveniste ha puesto de manifiesto cómo se genera la tempo- trauma del que los hombres se recuperan mal; por esto tam-
ralidad humana por medio justamente de la presencia a sí mis- bién el frágil texto de la conciencia se deshilacha y borra sin
mo y al mundo que el acto de enunciación hace posible y, cesar, mostrando a plena luz la separación sobre la que está
cómo, en general, el hombre no dispone de ningún otro me- construido, la constitutiva desubjetivación de toda subjetiva-
dio para vivir el "ahora", que el realizarlo a través de la inser- ción. (No es extraño que justamente a partir de un análisis del
ción del discurso en el mundo, de decir: yo, ahora. Pero pre- significado del pronombre yo en Husserl, Derrida haya podido
cisamente por esto, precisamente porque no tiene otra realidad extraer su idea de un infinito diferir, de una separación origi-
que la propia del discurso, el "ahora" -como prueba cualquier naria -una escritura- inscrita en la pura presencia de la con-
intento de aferrar el instante presente- está marcado por una ciencia a sí misma.)
negatividad irreductible; precisamente porque la conciencia no No sorprende, pues, que cuando algo que se asemeja a la
tiene otra consistencia que no sea la del lenguaje, todo lo que conciencia (syneídesís, synnoía) hace su aparición en los trá-
la filosofía y la psicología han creído descubrir en ella no es gicos griegos y en los poetas de la misma época, se presente
más que una sombra de la lengua, una "sustancia soñada". La como la inscripción de una zona de no conocimiento en el len-
subjetividad, la conciencia, en que nuestra cultura ha creído en- guaje y de mutismo en el saber, que tiene desde el principio
contrar su fundamento más firme, reposan sobre lo que hay una connotación ética y no lógica. Así, en la Eunomía de So-
en el mundo de más frágil y precario: el acontecimiento de pa- Ión, Diké tiene la forma de un con-saber silencioso (síg6sa
labra. Pero este lábil fundamento se reafirma -y vuelve a hun- synoíde) y, en los trágicos, la conciencia puede atribuirse tam-
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bién a un objeto inanimado, que, por definición, no puede ha- mún los dos miembros de esa disyunción, función de la vida e historia in-
blar: el lecho insomne en Electra y el antro rocoso del Filocte- terna de la vida, es imposible, por mucho que el intento se lleve a cabo
to (Agamben, pp. 113 y ss.). Cuando un sujeto surge por vez una y otra vez, porque la vida como función es algo muy distinto de la
primera en la forma de una conciencia, tal cosa se produce, vida como historia (!bid, p. 96).
pues, marcando una desconexión entre saber y decir; o sea,
como experiencia, en el que sabe, de una dolorosa imposibi- Binswanger se limita a dejar constancia de esta dualidad y a
lidad de decir y, en el que habla, de una imposibilidad no me- sugerir al psiquiatra que tenga en cuenta los dos puntos de vis-
nos amarga de saber. ta. Pero la aporía que señala es mucho más radical, tanto que
pone en entredicho la posibilidad misma de un terreno unita-
rio para la conciencia. Consideremos, por una parte, el flujo
3.19. En 1928 Ludwig Binswanger publicó un estudio con un continuo de las funciones vitales: respiración, circulación de la
título muy significativo: Función vital e historia interna de la sangre, digestión, homeotermia -pero también sensación, mo-
vida. Lo que en estas páginas se abre camino de forma fatigo- vimiento muscular, irritación, etc.- y, por otra, el del lenguaje y
sa, por medio de la inserción en la terminología psiquiátrica de el del yo consciente, que permiten organizar las vivencias en
un vocabulario fenomenológico todavía no bien afirmado, es una historia individual. ¿Existe un punto en que estos dos flu-
la idea de una heterogeneidad fundamental entre el plano de las jos se articulen en una unidad, en que el "sueño" de la función
funciones vitales -tanto físicas como psíquicas- que se des- vital se una con la "vigilia" de la conciencia personal? ¿Dónde
arrollan en un organismo y el de la conciencia personal, en el y cómo puede tener lugar la introducción de un sujeto en el flu-
que las vivencias de un individuo se organizan en una historia jo biológico? En el punto en que el locutor, al decir yo, se pro-
interior unitaria. A la distinción tradicional entre lo psíquico y duce como subjetividad, ¿tiene lugar una cierta coincidencia en-
lo somático, Binswanger sustituye aquí otra, para él mucho más tre las dos series, en virtud de la cual el sujeto hablante puede
decisiva, entre la "modalidad funcional del organismo psico- asumir realmente como propias las funciones biológicas y el vi-
somático, por un lado, y la historia interna de la vida, por otro". viente identificarse con el yo hablante y pensante? No hay na-
Y eso le permite evadirse airosamente de la confusión "con- da, en el desenvolvimiento cíclico de los procesos corporales
natural al término 'psíquico' y que está ya superada científica- ni en la serie de los actos intencionales de la conciencia, que
mente, entre el concepto de función psíquica y el contenido parezca consentir tal coincidencia. Yo significa, por el contrario,
espiritual de las vivencias psíquicas" (Binswanger, p. 46). la separación irreductible entre funciones vitales e historia in-
En un escrito sucesivo (que sería comentado por Foucault) terior, entre el devenir hablante del viviente y el sentirse viviente
esa dualidad es comparada por Binswanger con la que existe del hablante. Sin duda, las dos series se despliegan una junto a
entre el sueño y la vigilia. otra y, por así decirlo, en absoluta intimidad; pero ¿no es pre-
cisamente intimidad el nombre que damos a una proximidad
Mientras está soñando -escribe- el hombre es ... "función vital", cuando que, al mismo tiempo, sigue siendo distante, a una promiscui-
está despierto hace "historia de la vida" ... Reducir a un denominador co- dad que no llega a ser nunca identidad?
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3.20. El psiquiatra japonés Kimura Bin, director del hospital A la temporalidad del esquizofrénico corresponde, en Ser y
psiquiátrico de Ky oto y traductor de Binswanger, ha tratado de tiempo, la primacía del porvenir, en la forma del proyecto y de
desarrollar el análisis de la temporalidad contenido en Ser y la anticipación. Precisamente porque su experiencia del tiempo
tiempo con vistas a una clasificación de los tipos fundamenta- se temporaliza originariamente a partir del futuro, el Dasein pue-
les de enfermedad mental. Se sirve, a estos efectos, de la fór- de ser definido por Heidegger como "el ente al que en su ser
mula latina post festum (literalmente "después de la fiesta"), que le va su propio ser" y que, de esta forma, "en su ser, se antici-
indica un pasado irrevocable, un llegar siempre cuando las co- pa siempre a sí mismo". Pero, justamente por esto, el Dasein es
sas han pasado ya, al que contrapone simétricamente el ante constitutivamente esquizofrénico, corre siempre el peligro de
festum y el intra festum. incumplirse, de no estar presente en la propia "fiesta".
La temporalidad del post festum es la del melancólico, que Podría esperarse que la dimensión temporal del intra festum
siempre vive el propio yo en la forma de un "yo ya sido", de correspondiera al punto en que, entre la pérdida irreparable de
un pasado irremediablemente concluido, con respecto al cual sí mismo del melancólico y el faltar por anticipado a la propia
sólo se puede estar en deuda. A esta experiencia del tiempo fiesta del esquizofrénico, el hombre accede finalmente a una
corresponde, en Heidegger, el ser arrojado del Dasein, su en- plena presencia ante sí mismo y encuentra su dies fes tus. No
contrarse ya siempre abandonado en una situación fáctica que es así. Los dos ejemplos que Kimura Bin proporciona para ilus-
es absolutamente irrebasable para él. Es decir, hay una suerte trar la temporalidad intra festum no tienen nada de festivo. En
de "melancolía" constitutiva del Dasein humano que siempre el primero -la neurosis obsesiva- la adherencia al presente tie-
está retrasado respecto a sí mismo, que ha perdido para siem- ne la forma de una reiteración obsesiva del mismo acto para
pre su "fiesta".
procurarse, por así decirlo, las pruebas del propio ser sí mis-
La temporalidad del ante festum corresponde a la experien- mo, de que uno no se ha perdido ya para siempre. El tipo ob-
cia del esquizofrénico, en quien la orientación del tiempo hacia sesivo busca, por decirlo con otras palabras, asegurarse, por
al pasado, propia del melancólico, invierte su dirección. Como medio de la repetición, los documentos de la propia presencia
para el esquizofrénico, el yo no es nunca una posesión cierta, en una fiesta que de manera manifiesta se le escapa. Este cons-
sino algo que hay que ganar permanentemente, vive su tiem- titutivo faltarse a sí mismo que caracteriza la temporalidad del
po bajo la forma de la anticipación. intra festum es todavía más evidente en el segundo ejemplo
que ofrece Kimura Bin. Se trata de la epilepsia, que presenta
El yo que está en cuestión en la esquizofrenia -escribe Kimura Bin- no como el "archipaisaje" de la locura, como una forma particular
es aquel "ya sido" y ligado a un deber, es decir el yo post festum del me- de carencia que brota de una suerte de exceso extático de la
lancólico, del que sólo se habla en la forma de un pasado y de una deu- presencia. Según Kimura Bin, la pregunta decisiva en relación
da ... El punto esencial aquí es más bien el problema de la propia posibi- con la epilepsia es: "¿Por qué pierde el conocimiento el epi-
lidad de ser sí mismo, de la seguridad de poder convertirse en sí mismo léptico?". Su respuesta es que, en el punto en que el yo está al
y, en consecuencia, del riesgo de poder quedar alienado con respecto a borde de adherirse a sí en el supremo instante festivo, la crisis
sí mismo (!bid, p. 79).
epiléptica sanciona la incapacidad de la conciencia para so-
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portar la presencia, de tomar parte en su propia fiesta. En las "decidir" la desconexión. El Lager, la situación absoluta, es el
palabras de Dostoievski, a quien cita al llegar a este punto: final de toda posibilidad de una temporalidad originaria, es de-
cir de la fundación temporal de una situación singular en el es-
Hay instantes, no duran más de cinco o seis segundos, en los que de re- pacio, de un Da. En él, lo que de irreparable tiene el pasado
pente sentís la presencia de la armonía eterna, la habéis alcanzado. No es asume la forma de una inminencia absoluta; post festum y an-
terrenal: tampoco quiero decir que sea celeste, sino tan sólo que el hom- te Jestum, sucesión y anticipación se aplastan paródicamente
bre, en su forma terrenal, es incapaz de soportarla. Debe transformarse fí- una a otra. El despertar queda sumergido para siempre en el
sicamente o morir (/bid, p. 151). interior del sueño: "pronto oiremos todavía 1 la orden extran-
jera: 1 '¡Wstawaé!"'.
Kimura Bin no ofrece un equivalente de la temporalidad epi-
léptica en Ser y tiempo. Se puede suponer, no obstante, que se
trata del instante de la decisión, en que anticipación y haber 3.21. Se aclara ahora en qué sentido la vergüenza es verda-
sido, temporalidad esquizofrénica y temporalidad melancólica deramente algo como la estructura oculta de toda subjetividad
coinciden y el yo adviene a sí mismo al asumir auténticamen- y de toda conciencia. En cuanto consiste únicamente en la ins-
te el propio pasado irrevocable ("la anticipación de la posibi- tancia de la enunciación, la conciencia tiene constitutivamen-
lidad extrema y más propia es el regreso al propio haber si- te la forma del estar consignada a algo no asumible. Tener con-
do"). La decisión silenciosa y angustiada, que anticipa y asume ciencia significa: estar asignados a una inconsciencia. (De aquí
el propio fin, sería entonces algo similar al aura epiléptica del tanto la culpa como estructura de la conciencia en Heidegger,
Dasein, en el que éste "toca el mundo de la muerte en la for- como la necesidad del inconsciente en Freud.)
ma de un exceso, desborde y fuente de vida a la vez" (!bid, p. Sea la vieja definición filosófica del hombre como zóon ló-
152). En cualquier caso, lo interesante es que para el psiquia- gon échon, el viviente que tiene el lenguaje. La tradición me-
tra japonés, el hombre parece morar necesariamente en una tafísica ha interrogado en esta definición, tanto al viviente co-
separación respecto a sí mismo y al propio dies festus. Como mo al lagos; pero lo que en ella ha permanecido impensado es
si el viviente, por el hecho de haberse convertido en hablan- el échon, el modo de este tener. ¿Cómo puede un viviente te-
te, por haber dicho yo, estuviera ahora constitutivamente divi- ner el lenguaje? ¿Qué puede significar para el viviente hablar?
dido y el tiempo no fuera otra cosa que la forma de tal desco- Los análisis precedentes han mostrado reiteradamente que
nexión. Ésta sólo se supera en el acceso epiléptico o en el hablar es un acto paradójico que supone, al mismo tiempo,
instante de la decisión auténtica, que representan una suerte una subjetivación y una desubjetivación, y en el que el indi-
de arquitrabe invisible que sostiene el edificio estático-hori- viduo viviente se apropia de la lengua únicamente en una
zontal del tiempo, impidiéndole caer en pedazos sobre la si- expropiación integral, se hace hablante sólo a condición de
tuación espacial de Ser- ahí, sobre su ahí. hundirse en el silencio. El modo de ser del yo, la condición
Desde este punto de vista, Auschwitz señala la crisis irreme- existencial del viviente-hablante es, pues, una suerte de glo-
diable de la temporalidad propia, de la posibilidad misma de solalia ontológica, una cháchara absolutamente insustancial,
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en que el viviente y el hablante, la subjetivación y la desub- duzca el testimonio. Si no hay articulación entre el viviente y
jetivación no pueden coincidir nunca. Por esto la metafísica el lenguaje, si el yo queda suspendido en esta separación, en-
y la reflexión occidental sobre el lenguaje -si se admite que tonces puede darse testimonio. La intimidad, que traduce nues-
sean dos cosas distintas- han buscado sin cesar -entre el vi- tra no-coincidencia con nosotros mismos, es el lugar del testi-
viente y el hablante- alguna forma de articulación, han trata- monio. El testimonio tiene lugar en el no-lugar de la articulación.
do de construir un gozne que permitiera asegurar la comuni- En el no-lugar de la Voz no está la escritura, sino el testigo. Y
cación entre lo que parecía incapaz de entrar en comunicación, precisamente porque la relación (o, más bien, la no relación)
dar consistencia a la "sustancia soñada" del sujeto, a su ina- entre el viviente y el hablante reviste la forma de la vergüen-
prehensible glosolalia. za, de estar recíprocamente consignados a un inasumible, el et-
No es éste el lugar para mostrar cómo esta articulación se ha hos de esa separación no puede ser otra cosa que un testimo-
buscado, en general, pensando en un Yo o en una Voz, voz si- nio; algo, pues, que no se puede asignar a un sujeto y que
lenciosa de la conciencia que se hace presente a sí misma en constituye, no obstante, la única morada, la única consistencia
el discurso interior, por una parte, y en la voz articulada, pho posible de un sujeto.
ne énarthros, por otra, en la que la lengua se liga firmemente
al viviente inscribiéndose en su propia voz. Pero permanece el
hecho de que, en todo momento, esta Voz resulta ser, en últi- 3.22. Hay una figura especial de heteronimia, denominada
ma instancia, un mitologema o un theologoúmenon, y de que "seudonimia cuadrática" u "homoseudonimia", sobre la que ha
en ninguna parte nos es dado alcanzar, en el viviente o en el escrito Giorgio Manganelli. Consiste en utilizar un seudónimo
lenguaje, un punto en que se produzca algo realmente similar absolutamente idéntico al nombre propio. Un día, un amigo le
a una articulación. No hay -fuera de la teología, del encarnar- informa de que se ha enterado de la publicación de un libro
se del Verbo- un momento en que el lenguaje se haya inscri- suyo, pero él no lo sabe, si bien ya otras veces había sucedi-
to en la voz viva, un lugar en que el viviente haya podido lo- do que "personas juiciosas" le comunicaran que habían visto
gificarse, hacerse palabra. libros con su nombre y apellido expuestos en escaparates de
Es en este no-lugar de la articulación donde la desconstruc- librerías de prestigio. La (seudonimia) lleva al extremo lapa-
ción ha inscrito su "huella" y su différance, en el que voz y le- radoja ontológica de la heteronimia, porque aquí no sólo un
tra, significación y presencia difieren infinitamente. La línea yo cede su lugar a otro, sino que este otro pretende no ser tal
que, en Kant, establecía el único modo posible de representar otro, sino identificarse con yo, cosa que yo no puede hacer otra
la autoafección del tiempo es ahora el movimiento de una es- cosa que negar.
critura que no permite que pueda "permanecer" la "mirada"
(Derrida, p. 117). Pero es justamente esta imposibilidad de man- Había adquirido y leído parcialmente un libro que un calumniador ho-
tener reunidos al viviente y el lenguaje, la phoné y ellogos, lo nesto, un historiador, un anagrafólogo, habría clasificado como "mío".
no-humano y lo humano, la que -lejos de autorizar que la Pero si lo hubiera escrito yo, si hubiera existido un "yo" capaz de es-
significación quede diferida infinitamente- permite que se pro- cribir un libro, ese libro, ¿cómo se hubiera podido explicar la absoluta

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y penosa extrañeza que me separaba de esa cosa escrita? (Manganelli, algo que sólo podría ser leído y escuchado por un sinónimo
p. 13).
cuadrático, que, en sí, no existe, si no es tomando el puesto
del primer yo, quien, por su parte, renuncia a existir (es decir,
Con respecto al simple yo, el homoseudónimo es absoluta- muere). En este punto la elevación al cuadrado de la seudoni-
mente extraño y perfectamente íntimo, incondicionadamente mia se ha consumado: el yo dotado de nombre pero no de seu-
real y necesariamente inexistente a la vez, hasta el punto de dónimo desaparece en el inexistente homoseudónimo.
que ninguna lengua podría describirlo ni ningún texto garan- Pero la pregunta que surge ahora es: ¿Quién está hablando
tizar su validez.
en el relato de Manganelli, quién es su autor? ¿Quién da testi-
monio del malestar de esta extrañeza íntima? ¿El yo privado de
Así pues, yo no había escrito nada; pero por "yo" entendía al que tenía seudónimo, que existe pero no puede escribir? ¿O el seudóni-
nombre pero carecía de seudónimo. ¿Era el seudónimo quien había es- mo de grado cero, que escribe el texto ilegible del primer yo?
crito? Probable, pero el seudónimo seudoescribe y no es técnicamente ¿O acaso el tercero, el seudónimo cuadrático, que lee, relee y
legible por el yo, sino, en el mejor de los casos, ~or el yo 'del seudónim~ pierde el libro nulo e incomprensible? Si está claro que "he
cuadrático, el cual, como es obvio, no existe. Pero si el lector es inexis- muerto hace muchos años", ¿quién sobrevive para hablar de
tente, yo sé qué es lo que puede leer: lo que puede escribir el seudóni- ello? Es como si, en el proceso vertiginoso de la subjetivación
mo de grado cero, algo que no puede leer nadie que no sea el seudónimo heteronómica, algo sobreviviera siempre al proceso, como si
cuadrático, el que no existe. En rigor, lo que se escribe es la nada. El li- un yo -ulterior o residual- se generase en todo decir yo, con
bro no significa nada y, en cualquier caso, no puedo leerlo si no es re- lo que la elevación al cuadrado de la seudonimia nunca se
nunciando a existir. Quizás no sea más que toda una burla: como habrá cumple verdaderamente, vuelve a caer siempre hacia atrás, so-
quedado claro, yo estoy ya muerto desde hace muchos años, como el ami- bre un nuevo yo indiscernible del primero y que, sin embar-
go con quien me había encontrado, y el libro que ojeo sigue siendo inin- go, no coincide con él.
teligible, lo leo, lo releo, lo pierdo. Quizás sea necesario morir varias ve-
ces (!bid, p. 14).

3.22. El término "sobrevivir" encubre una ambigüedad insal-


Lo que la seudonimia al cuadrado pone de manifiesto, en es- vable. Supone una remisión a algo o a alguien a lo que se so-
ta broma terriblemente seria, es nada menos que la paradoja brevive. El latín supervivo, como también el equivalente su-
ontológica del viviente-hablante (o escribiente), del viviente perstes sum, se construyen en este sentido con el dativo, para
que puede decir yo. Como simple yo, dotado de un nombre indicar el "respecto a qué" de la supervivencia. Pero, desde el
pero privado de seudónimo, no puede escribir nada ni decir principio, el verbo, referido a los seres humanos, admite una
nada. Pero todo nombre propio, en cuanto nombra a un vi- forma reflexiva; es decir, la idea singular de un sobrevivir a sí
viente, algo no lingüístico, es siempre un seudónimo (de gra- mismo y a la propia vida, en que el que sobrevive y aquello a
do cero). Sólo como seudónimo yo puedo escribir, puedo de- lo que sobrevive coinciden. Si Plinio puede decir, así, de un
cir yo; pero lo que entonces escribo y digo es nada, es decir personaje público que "había sobrevivido durante treinta años
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139
a su gloria" (triginta annis gloriae suae supervixit), en Apule- deramente humano es aquel cuya humanidad ha sido ínte-
yo encontramos expresada ya la idea de una auténtica exis- gramente destruida.
tencia póstuma, de una vida que vive sobreviviéndose (etiam La paradoja, en este punto, es que si el que testimonia ver-
mihi ipse supervivens et postumus). En el mismo sentido, los daderamente de lo humano es aquel cuya humanidad ha sido
autores cristianos pueden decir no sólo que Cristo -y con él to- destruida, eso significa que la identidad entre hombre y no-
dos los cristianos- en cuanto ha sobrevivido a la muerte es, a hombre no es nunca perfecta, que no es posible destruir ínte-
la vez, testador y heredero ( Christus ídem testator et haeres, qui gramente lo humano, que siempre resta algo. El testigo es ese
morte propia supervivit), sino también que el pecador, puesto resto.
que, en verdad, está espiritualmente muerto, sobrevive a sí mis-
mo en la tierra (animan tuam misera perdidisti, spiritualiter
mortua supervivere hic tibi). 3.24. A propósito del libro de Antelme, Blanchot ha escrito
que "el hombre es lo indestructible, y esto significa que la des-
Eso implica que, en el hombre, la vida lleva con ella una ce- trucción del hombre no tiene límites" (Blanchot, p. 200). In-
sura, que puede hacer de cualquier vivir un sobrevivir y de destructible no significa aquí algo -esencia o relación huma-
cualquier sobrevivir un vivir. En un sentido -es el que hemos na- que resista infinitamente a la propia destrucción, y Blanchot
encontrado en Bettelheim- sobrevivir indica la pura y simple malinterpreta sus mismas palabras cuando ve emerger de la
continuación de lanuda vida, respecto de una vida más ver- destrucción infinita una "relación humana en su condición pri-
dadera y más humana; en otro, la supervivencia tiene un sen- mordial", como relación con el otro (!bid, 199). Lo indestruc-
tido positivo y se refiere -como en Des Pres- al que, comba- tible no existe, ni como esencia ni como relación, y la frase ha
tiendo contra la muerte, ha sobrevivido a lo inhumano. de ser leída en otro sentido, más complejo y más sencillo al
Sea ahora la tesis que compendia la lección de Auschwitz: el mismo tiempo. "El hombre es lo indestructible que puede ser
hombre es aquel que puede sobrevivir al hombre. En el primer infinitamente destruido" como también "el hombre es lo que
sentido, se refiere al musulmán (o a la zona gris) y significa en- puede sobrevivir al hombre" no son definiciones que, como
tonces la capacidad inhumana de sobrevivir al hombre. En el cualquier buena definición lógica, identifiquen una esencia hu-
segundo, se refiere al superviviente, e indica la capacidad del mana mediante la atribución de una diferencia específica. El
hombre para sobrevivir al musulmán, al no-hombre. Pero, bien hombre puede sobrevivir al hombre, es lo que queda después
visto, los dos sentidos convergen en un punto que constituye, de la destrucción del hombre, no porque haya en alguna par-
por decirlo así, su núcleo semántico más íntimo, en el que los te una esencia humana que tenga que ser destruida o salvada,
dos significados parecen coincidir por un momento. En ese sino porque el lugar del hombre está escindido, porque el
punto está el musulmán; y en él se libera el tercer sentido de hombre tiene lugar en la fractura entre el viviente y el hablante,
la tesis -el más cierto y el más ambiguo a la vez- que Levi nos entre lo no-humano y lo humano. O dicho de otra forma: el
revela cuando escribe "son ellos, los 'musulmanes', los hundi- hombre tiene lugar en el no-lugar del hombre, en la frustrada
dos, los testigos integrales": el hombre es el no-hombre; verda- articulación entre el viviente y ellogos. El hombre es el ser que
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se falta a sí mismo y consiste sólo en este faltarse y en la erran- 4. EL ARCHIVO Y EL TESTIMONIO
cía que con ello se abre. Cuando Grete Salus escribía que "el
hombre no debería nunca tener que soportar todo lo que pue-
de soportar, ni llegar a ver cómo este sufrir llevado a su po-
tencia más extrema no tiene nada de humano", quería decir
también lo siguiente: que no hay una esencia humana, que el
hombre es un ser de potencia y, en el punto en que, al afe-
rrar su infinita destructibilidad, se cree aprehender cuál es su
esencia, lo que se ve entonces es "que ya no tiene nada de
humano".
El hombre está siempre, pues, más acá y más allá de lo hu-
mano, es el umbral central por el que transitan incesantemente
las corrientes de lo humano y de lo inhumano, de la subjetiva-
ción y de la desubjetivación, del hacerse hablante del viviente
y del hacerse viviente dellogos. Estas corrientes coexisten, pe-
ro no son coincidentes, y su no coincidencia, la divisoria suti-
lísima que las separa, es el lugar del testimonio.

4.1. Una tarde de 1969, en París, Émile Benveniste, profesor


de lingüística del College de France, sufrió una indisposición
repentina en plena calle. No llevaba sus documentos encima y
no fue reconocido. Cuando se le identificó era ya víctima de
una afasia incurable y total que no le permitió desarrollar nin-
gún tipo de trabajo hasta su muerte, ocurrida en 1972. En ese
mismo año apareció en la Aia, en la revista Semiotica, el estu-
dio sobre "Semiología de la lengua", al final del cual establece
un programa de investigación más allá de la lingüística de Saus-
sure, que habría de permanecer incumplido para siempre. No
es extraño que, como fundamento de este programa figure la
teoría de la enunciación, que constituye quizás la creación más
genial de Benveniste. La superación de la lingüística saussu-
riana, afirma, se llevará a cabo por dos caminos; el primero
-perfectamente comprensible- es el de una semántica del dis-
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curso, distinta de la teoría de la significación fundada sobre el 4.2. En el mismo año, 1969, Michel Foucault publicaba La ar-
paradigma del signo; el segundo -que es el que nos interesa queología del saber, que formula el método y el programa de
aquí -consiste "en el análisis translingüístico de los textos y de sus investigaciones mediante la fundación de una teoría de los
las obras, por medio de la elaboración de una metasemántica enunciados. Aunque el nombre de Benveniste no figura en el
que se construirá sobre la semántica de la enunciación" (Ben- libro y a pesar del hecho de que es posible que Foucauk no
veniste 2, p. 65). tuviera conocimiento de sus últimos artículos, el programa fou-
Parece conveniente detenerse por un momento en la aporía caultiano y el diseñado por el lingüista están unidos por un hi-
que está implícita en esa formulación. Si la enunciación no se lo secreto. La novedad incomparable de la Arqueología con-
refiere, como sabemos, al texto del enunciado, sino al hecho siste, precisamente, en haber tomado como objeto de forma
de que tenga lugar, si no es más que la pura autorreferencia del explícita no las frases ni las proposiciones, sino los enuncia-
lenguaje a la instancia de discurso en acto, ¿en qué sentido es dos, no el texto del discurso, sino el hecho de que éste tenga
posible hablar de una "semántica" de la enunciación? El aisla- lugar. Es decir, Foucault ha sido el primero que ha compren-
miento de la esfera de la enunciación permite distinguir por pri- dido la dimensión inaudita que había revelado al pensamien-
mera vez, en un enunciado, lo dicho del hecho de que éste tenga to la teoría de Benveniste sobre la enunciación, y el primero
lugar; pero, precisamente por esto, ¿no representará la enun- también en convertirla con plena consecuencia en objeto de
ciación la identificación de una dimensión no semántica en el una nueva investigación. Se daba cuenta, sin duda, de que es-
lenguaje? Sin duda es posible definir un cierto tipo de significa- te objeto era, en cierto sentido, indefinible y de que la arqueo-
do de los deícticos yo, tu) ahora, aquí (por ejemplo, yo significa logía no delimitaba de modo alguno, en el lenguaje, un ámbi-
el que enuncia la instancia presente del discurso en el que está to parangonable al demarcado por los saberes de las diversas
contenido yo); pero esto es algo completamente diferente con disciplinas ... Puesto que la enunciación no se refiere a un tex-
respecto al significado léxico que corresponde a los otros signos to, sino a un puro acontecimiento de lenguaje (en la termino-
del lenguaje. Yo no es ni una noción ni una sustancia y, en el dis- logía de los estoicos: no a lo dicho, sino a lo decible que que-
curso, la enunciación se refiere no a lo que se dice, sino al puro da no dicho en ello), su territorio no puede coincidir nunca
hecho de que se esté diciendo, el acontecimiento -evanescente con un nivel definido del análisis lingüístico (la frase, la pro-
por definición- del lenguaje como tal. Al igual que el ser de los posición, los actos ilocucionarios, etc.); ni abarca tampoco los
filósofos, la enunciación nos pone en presencia de algo único, ámbitos específicos configurados por las ciencias, sino que re-
de lo que hay de más concreto, porque hace referencia a la ins- presenta más bien una función que puede gravitar sobre cada
tancia de discurso en acto, absolutamente singular e irrepetible; uno de ellos. Como escribe Foucault, con una conciencia muy
y, al mismo tiempo, es lo más vacío y genérico, porque se repi- lúcida de las implicaciones ontológicas de su método: "El enun-
te una y otra vez sin que sea posible fijar su realidad léxica. ciado no es una estructura ... , sino una función de existencia"
¿Qué puede significar desde esta perspectiva una metase- (Foucault 2, p. 115). En otras palabras, el enunciado no es al-
mántica fundada en la semántica de la enunciación? ¿Qué es lo go que esté dotado de propiedades reales definidas, sino pu-
que Benveniste había entrevisto antes de hundirse en la afasia? ra existencia, el hecho de que un cierto ente -el lenguaje- ten-

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ga lugar. Frente al sistema de las ciencias y la multiplicidad de pondiente a un cierto nivel del discurso significante y del aná-
saberes que definen, en el interior del lenguaje, frases, propo- lisis lingüístico (la frase, la proposición, el acto ilocucionario,
siciones dotadas de sentido y discursos más o menos bien for- etc.), el sujeto de ellas se identificaba ingenuamente con el in-
mados, la arqueología reivindica como territorio propio el pu- dividuo psicosomático que supuestamente profería el discurso.
ro tener lugar de estas proposiciones y de estos discursos; es Por otra parte, incluso la filosofía moderna, que había despoja-
decir, el afuera del lenguaje, el hecho bruto de su existencia. do de sus atributos antropológicos y psicológicos al sujeto trans-
La arquelogía llevaba así a cabo muy precisamente el pro- cendental, reduciéndolo al puro yo hablo, no había advertido
grama benvenistiano de una "metasemántica construida sobre por completo la transformación de la experiencia del lenguaje
una semántica de la enunciación": después de haber aislado que todo ello implicaba, su deslizamiento sobre un plano ase-
-gracias a una semántica de la enunciación- la esfera de los mántico, que ya no podía ser el de las proposiciones. Tomar
enunciados de la de las proposiciones, Foucault se sirve de ella verdaderamente en serio el enunciado yo hablo significa, de he-
para elevarse a un nuevo punto de vista que hace posible in- cho, dejar de pensar el lenguaje como comunicación de un sen-
dagar los saberes y las disciplinas, un afuera que permite rein- tido o de una verdad por parte de un sujeto que aparece como
vestir por medio de una "metasemántica" -la arqueología- el titular y responsable de ellos; significa más bien considerar el
campo de los discursos disciplinarios. discurso en su puro tener lugar y considerar al sujeto como "la
Es posible, desde luego, que al proceder de esta forma Fou- inexistencia en cuyo vacío prosigue sin tregua el difundirse in-
cault no estuviera haciendo otra cosa que revestir la vieja on- definido del lenguaje" (Foucault 3, p. 112). En el lenguaje, la
tología, impresentable ya, con los ropajes modernos de una enunciación señala el umbral entre un dentro y un fuera, su te-
nueva metadisciplina histórica, y volver a proponer así, con ner lugar como exterioridad pura; y desde el momento en que
consecuente ironía, la filosofía primera no como un saber, si- los enunciados se convierten en referente principal de la in-
no como la "arqueología" de cualquier saber. Pero eso sig- vestigación, el sujeto queda liberado de cualquier implicación
nifica desconocer que la novedad de su método, que con- sustancial y pasa a ser una pura función o una pura posición.
fiere una incomparable eficacia a la indagación, es el no haber
tratado de aprehender -como una tradición dominante en la El (sujeto) es un lugar determinado y vacío que puede ser llenado efecti-
cultura moderna- el tener lugar del lenguaje por medio de vamente por individuos diferentes ... Si una proposición, una frase, un
un Yo o de una conciencia transcendental -o, peor aún, a conjunto de signos pueden ser llamados "enunciados", no es, pues, por-
través de un yo psicosomático no menos mitológico- sino el que haya habido, un día, alguien que los haya proferido o haya deposi-
haber planteado con decisión la pregunta de si algo como tado en algún lugar su huella provisional; es más bien porque en ellos
un sujeto o un yo o una conciencia puede tener todavía una puede establecerse la posición del sujeto. Describir una formulación en
correspondencia con los enunciados, con el puro tener lugar tanto que enunciado no consiste en analizar las relaciones entre el autor
del lenguaje. y lo que ha dicho (o ha querido decir, o ha dicho sin querer), sino en de-
De hecho, dado que las ciencias humanas se definían me- terminar cuál es la posición que puede y debe ocupar un individuo para
diante la introducción en el lenguaje de un desglose corres- ser el sujeto de ella (Foucault 2, pp. 125-26).

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De forma coherente con estas premisas, Foucault emprendió momento en que ocupa el "puesto vacío" del sujeto, en el pun-
ese mismo año su crítica a la noción de autor, no tanto para to en que, al entrar en un proceso de enunciación, descubre
certificar su eclipse o constatar su muerte, como para definirla que "nuestra razón no es más que la diferencia de los discur-
en términos de una simple especificación de la función-sujeto sos, que nuestra historia no es más que la diferencia de los
cuya necesidad no puede darse en modo alguno por descon- tiempos, que nuestro yo no es más que la diferencia de las más-
tada. caras"? (Foucault 2, pp. 172 y ss.).
Es decir, todavía una vez más, ¿qué significa ser sujeto de una
Se puede imaginar una cultura en que los discursos circularan y fueran re- desubjetivación? ¿Cómo puede un sujeto dar cuenta de su pro-
cibidos sin que apareciera nunca la función de autor. Todos los discursos, pia disolución?
fueran cuales fueren su condición, su forma, su valor o el tratamiento a Esta omisión -si de omisión se trata- no obedece, como es
que se les sometiera, se desarrollarían en el anonimato del murmullo (Fou- obvio, a un olvido o a una incapacidad por parte de Foucault,
cault 3, p. 21). sino a una dificultad que está implícita en el concepto mismo
de una semántica de la enunciación. En cuanto es inherente
no al texto del enunciado sino a su tener lugar, no a lo dicho
4.3. Comprensiblemente preocupado por definir el territorio sino a un puro decir, no puede constituir a su vez ni un texto
de la arqueología con respecto a los ámbitos de los saberes ni una disciplina; puesto que se sostiene no sobre un conteni-
y de las disciplinas, Foucault parece haber omitido -al menos do de significado sino sobre un acontecimiento de lenguaje, el
hasta cierto punto- interrogarse sobre las implicaciones éticas sujeto de la enunciación, cuya dispersión funda la posibilidad
de la teoría de los enunciados. Comprometido como estaba en de una metasemántica de los saberes y constituye los enun-
borrar y despsicologizar al autor, en identificar en la neutrali- ciados de un sistema positivo, no puede tomarse a sí mismo
zación de la pregunta "¿quién habla?" una suerte de ética inma- como objeto, enunciarse. No puede haber, pues, una arqueo-
nente de la escritura, sólo empezó a advertir tardíamente todas logía del sujeto como hay una arqueología de los saberes.
las consecuencias que la desubjetivación y la descomposición ¿Quiere eso decir que el que ocupa el puesto vacío del suje-
del autor podían tener sobre el propio sujeto. Se puede decir to está destinado a permanecer para siempre en la sombra, que
así, en los términos de Benveniste, que la metasemántica de el autor debe perderse por completo y naufragar en el mur-
los discursos disciplinarios ha terminado por ocultar la semán- mullo anónimo del "¿qué importa quién habla?" En la obra de
tica de la enunciación que la había hecho posible; que la cons- Foucault hay quizá un solo texto en el que esta dificultad aflo-
titución del sistema de enunciados en una positividad y en un ra temáticamente a la conciencia, en el que la oscuridad del su-
a priori histórico ha hecho que se olvide la desaparición del jeto emerge por un instante en todo su esplendor. Se trata de
sujeto que era su presupuesto indispensable. De esta forma, la La vida de los hombres infames, concebida en su origen como
justa preocupación por descartar el falso problema "¿quién ha- prefacio a una antología de documentos de archivo, registros
bla?", ha impedido formular la pregunta -completamente di- de internamiento o lettres de cachet, en el que. el encuentro con
versa e inevitable: ¿Qué sucede en el individuo viviente en el el poder, en el momento mismo en que los marca con el sig-
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no de la infamia, arranca a la noche y al silencio existencias sólo lo ya dicho, y la excesiva desenvoltura del olvido, que se
humanas que de otro modo no hubieran dejado ninguna hue- entrega en exclusiva a lo nunca dicho, el archivo es lo no dicho
lla de ellas. Lo que por un momento brilla en estos lacónicos o lo decible que está inscrito en todo lo dicho por el simple he-
enunciados no son -como quisiera la afectación patética de cho de haber sido enunciado, el fragmento de memoria que que-
una cierta historia oral- los acontecimientos biográficos de una da olvidado en cada momento en el acto de decir yo. Foucault
historia personal, sino la estela luminosa de otra historia; no instala su campo de investigación en este "a priori histórico",
la memoria de una existencia oprimida, sino el mudo ardor suspendido entre la langue y la paro/e, y funda la arqueología
de un ethos inmemorial; no el rostro de un sujeto, sino la des- como "tema general de una descripción que interroga a lo ya di-
conexión entre el viviente y el hablante que señala su pues- cho en el nivel de su existencia" (!bid, p. 173); es decir, como
to vacío. Puesto que aquí hay una vida que subsiste sólo en la sistema de relaciones entre lo dicho y lo no dicho en cada acto
infamia en que se ha desenvuelto y un nombre que vive úni- de palabra, entre la función enunciativa y el discurso sobre el
camente en el oprobio que le ha cubierto, algo en este opro- que se proyecta, entre el fuera y el dentro del lenguaje.
bio da testimonio de ellos más allá de cualquier biografía. Imaginemos ahora una repetición de la operación de Fou-
cault que la haga deslizarse hacia la lengua, es decir, que des-
place el campo de investigación que había instalado entre la
4.4. Foucault llama "archivo" a la dimensión positiva que co- langue y el conjunto de actos de palabra, al plano de la len-
rresponde al plano de la enunciación, al "sistema general de la gua o, mejor aún, a un plano que se sitúe entre la lengua y el
formación y de la transformación de los enunciados" (Foucault archivo. Es decir, no ya entre un discurso y el hecho de que
2, p. 171). ¿En qué forma debemos concebir esta dimensión, si éste tenga lugar, entre lo dicho y la enunciación que en él se
no corresponde al archivo en sentido estricto -es decir, al de- ejerce, sino entre la lengua y su tener lugar, entre una pura po-
pósito que cataloga las huellas de lo ya dicho para consignar- sibilidad de decir y su existencia como tal. Si la enunciación
las a la memoria futura- ni a la babélica biblioteca que recoge está suspendida de alguna manera entre la langue y la paro/e,
el polvo de los enunciados para permitir su resurrección bajo se tratará entonces de aventurarse a considerar los enunciados
la mirada del historiador? no desde el punto de vista del discurso en acto, sino desde el
En cuanto conjunto de reglas que definen los acontecimientos de la lengua; de mirar, desde el plano de la enunciación, no
de discurso, el archivo se sitúa entre la langue, como sistema de en dirección al acto de palabra, sino hacia la langue como tal.
construcción de las frases posibles -o sea, de la posibilidad Es decir, una vez más, de la articulación de un dentro y un fue-
de decir- y el corpus que reúne el conjunto de lo ya dicho, de ra no sólo en el plano del lenguaje y del discurso en acto, si-
las palabras que han sido efectivamente pronunciadas o escri- no también en el de la lengua como potencia de decir.
tas. El archivo es, pues, la masa de lo no semántico inscrita en En oposición al archivo, que designa el sistema de las rela-
cada discurso significante como función de su enunciación, el ciones entre lo no dicho y lo dicho, llamamos testimonio al sis-
margen oscuro que circunda y delimita cada toma concreta de tema de las relaciones entre el dentro y el fuera de la langue,
palabra. Entre la memoria obsesiva de la tradición, que conoce entre lo decible y lo no decible en toda lengua; o sea, entre
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una potencia de decir y su existencia, entre una posibilidad y una una potencia existe como tal. Considerada desde el punto de
imposibilidad de decir. Pensar una potencia en acto en cuan- vista de la potencia, es un acontecimiento (contingit), el dar-
to potencia, pensar, pues, la enunciación en el plano de la lan- se de una cesura entre un poder ser y un poder no ser. Este
gue} significa inscribir en la posibilidad una cesura que la divi- darse tiene, en la lengua, la forma de una subjetividad. La con-
de en una posibilidad y una imposibilidad, en una potencia y tingencia es lo posible que se pone a prueba en un sujeto.
una impotencia, y situar a un sujeto en tal cesura. Mientras la Si en la relación entre lo dicho y su tener lugar, el sujeto del
constitución del archivo presuponía dejar al margen al sujeto, enunciado podía, en rigor, ponerse entre paréntesis, porque en
reducido a una simple función o a una posibilidad vacía, y su cualquier caso se había producido ya la toma de palabra, la re-
desaparición en el rumor anónimo de los enunciados, la cues- lación entre la lengua y su existencia, entre la langue y el ar-
tión decisiva en el testimonio es el puesto vacío del sujeto. No chivo, exige una subjetividad que atestigua, en la posibilidad
se trata, naturalmente, de volver al viej; problema que Fou- misma de hablar, una imposibilidad de palabra. Por eso se pre-
cault había pretendido liquidar: "¿Cómo puede abrirse camino senta como testigo y puede hablar por aquellos que no pue-
la libertad de un sujeto en las reglas de una lengua?", sino más den hacerlo. El testimonio es una potencia que adquiere reali-
bien de situar al sujeto en la separación entre una posibilidad dad mediante una impotencia de decir, y una imposibilidad que
y una imposibilidad de decir, preguntando: "¿Cómo puede pro- cobra existencia a través de una posibilidad de hablar. Estos
ducirse en el plano de la lengua algo como una enunciación? dos movimientos no pueden identificarse ni en un sujeto ni en
¿En qué modo puede atestiguarse como tal una posibilidad de una conciencia, ni separarse en dos sustancias incomunicables.
decir?". Precisamente porque el testimonio es la relación entre El testimonio es esta intimidad indivisible.
una posibilidad de decir y su tener lugar, sólo puede darse me-
diante la relación con una imposibilidad de decir; sólo, pues,
como contingencia, como un poder no ser. Esta contingencia, 4.5. Éste es el momento de intentar una nueva definición de
este acaecer de la lengua en un sujeto es otra cosa que el pro- las categorías de la modalidad en la perspectiva que aquí nos in-
ferir o no proferir efectivamente un discurso en acto, que su teresa. Las categorías modales -posibilidad, imposibilidad, con-
hablar o callar, que el producirse o no producirse de un enun- tingencia, necesidad- no son categorías lógicas o gnoseológi-
ciado. Tal contingencia se refiere, en el sujeto, a su poder te- cas inocuas, atinentes a la estructura de las proposiciones o a
ner o no poder tener lengua. El sujeto es, pues, la posibilidad la relación de una cosa con nuestra facultad de conocer. Son
de que la lengua no esté en él, de que no tenga lugar o, por operadores ontológicos, es decir, las armas devastadoras con las
mejor decir, de que sólo tenga lugar por medio de la posibili- que se lleva a cabo la gigantomaquia biopolítica por el ser y
dad de que no exista, de su contingencia. El hombre es el ha- con las que se decide en todo momento sobre lo humano y so-
blante, el viviente que tiene lenguaje, porque puede no tener bre lo inhumano, sobre un "hacer vivir" o un "dejar morir". La
lengua, es capaz de in-fancia. La contingencia no es una mo- subjetividad es el campo de esta lucha. Que el ser se dé en for-
dalidad entre las otras, junto a lo posible, lo imposible y lo ne- ma modal significa que "ser, para los vivientes, es vivir" (tó de
cesario: es el efectivo darse de una posibilidad, el modo en que zein tois zósi tó einai estín: Aristóteles: De an. 415 b, 13). Las
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al musulmán del testigo, y de esta forma deciden de él. ble"- adquiere aquí todo su peso. Define un experimento bio-
Posibilidad (poder ser) y contingencia (poder no ser) son los político sobre los operadores del ser que transforma y desar-
operadores de la subjetivación, del punto en que un posible ticula al sujeto hasta un punto límite, en que el nexo entre
adviene a la existencia, se da por medio de la relación a una subjetivación y desubjetivación parece deshacerse.
imposibilidad. La imposibilidad, como negación de la posibili-
dad [no (poder ser)], y la necesidad como negación de la con-
tingencia [no (poder no ser)], son los operadores de la desub- 4.6. El significado moderno del término "autor" aparece re-
jetivación, de la destrucción y de la remoción del sujeto; es lativamente tarde. En latín auctor significa originariamente el
decir, de los procesos que establecen en él una división entre que interviene en el acto de un menor (o de quien, por la ra-
potencia e impotencia, posible e imposible. Las dos primeras zón que sea, no tiene la capacidad de realizar un acto jurídi-
categorías constituyen al ser en su subjetividad, es decir, en úl- camente válido) para conferirle el complemento de validez
timo término como un mundo que es siempre mi mundo, por- que le es necesario. Así el tutor, al pronunciar la fórmula auc-
que en él la posibilidad existe, toca (contingit) lo real. Nece- tor fío, proporciona al pupilo la "autoridad" que le falta (se di-
sidad e imposibilidad, por el contrario, definen el ser en su ce en este caso que el pupilo actúa tutore auctore). De la misma
integridad y compacidad, pura sustancialidad sin sujeto; un forma, la auctoritas patrum es la ratificación que los senado-
mundo, pues, que no es nunca, en último término, mi mundo, res -denominados por ello patres auctores- aportan a una re-
porque en él no existe la posibilidad. Pero las categorías mo- solución popular para hacerla válida y obligatoria a todos los
dales -como operadores del ser- no están nunca ante el suje- efectos.
to, como algo que éste pueda elegir o rechazar, y ni siquiera Entre las acepciones más antiguas del término, figuran tam-
como tarea que pueda decidir -o no- asumir en un instante bién la de "vendedor" en un acto de transferencia de propie-
privilegiado. El sujeto es más bien el campo de fuerzas atrave- dad, la de "quien aconseja o persuade" y, en fin, la de "testigo".
sado desde siempre por las corrientes incandescentes e histó- ¿De qué forma un término que expresaba la idea de comple-
ricamente determinadas de la potencia y la impotencia, del po- ción de un acto imperfecto puede significar también vendedor,
der no ser y del no poder no ser. consejo y testimonio? ¿Cuál es el carácter común que está en la
Auschwitz representa, en esta perspectiva, un punto de de- raíz de estos significados en apariencia heterogéneos?
rrumbamiento histórico de estos procesos, la experiencia devas- En cuanto a los significados de "vendedor" y de "consejero",
tadora en que se hace que lo imposible se introduzca a la fuer- un rápido examen de los textos basta para verificar su sus-
za en lo real. Es la existencia de lo imposible, la negación más tancial pertinencia en relación con el significado fundamental.
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El vendedor es denominado auctor en cuanto su voluntad, contrapone a res (auctor magis ... quam res ... movit, el testi-
complementándose con la del comprador, convalida y hace go tiene más autoridad que el hecho testimoniado: Liv. 2, 37,
legítima la propiedad de éste. La transferencia de propiedad 8) o a vox (voces ... nullo auctore emissae, palabras de las que
aparece, pues, como la convergencia de por lo menos dos par- ningún testigo garantiza la verdad: Cic, Coel. 30). Así pues, el
tes en un proceso de traslación en que el buen derecho del testimonio es siempre un acto de "autor", implica siempre una
adquirente se funda siempre en el del vendedor, que se con- dualidad esencial, en que una insuficiencia o una incapacidad
vierte así en su auctor. Cuando leemos en el Digesto (5º, 17, se complementan y hacen valer.
175, 7) non debeo melioris condicioni esse, quam auctor meus, Así se explican también el sentido de "fundador de una es-
a quo ius in me transit, esto significa simplemente: mi título tirpe o de una ciudad" que otorgan los poetas al término auc-
de propiedad se funda de manera necesaria y suficiente en el tor, y el significado general de "hacer surgir, dar existencia"
del vendedor que lo "autoriza". Lo esencial es, en cualquier que Benveniste identifica como el sentido originario de auge-
caso, la idea de una relación entre dos sujetos, en la que uno re. El mundo clásico no conoce, como es sabido, la creación
de ellos sirve de auctor al otro: auctor meus es, para el propie- ex nihilo, por lo que todo acto de creación implica siempre
tario actual, el vendedor que funda la legitimidad de su pro- algo más, materia informe o ser incompleto, que se trata de
piedad. También el significado de "quien da consejo o per- perfeccionar y "hacer crecer". Todo creador es siempre un co-
suade" presupone una idea análoga. La voluntad incierta o cread.or, todo autor un co-autor. Y así como el acto del auc-
vacilante de un sujeto recibe, de hecho, del auctor el impul- tor completa al del incapaz, da fuerza de prueba a lo que por
so o el suplemento que le permite pasar al acto. Cuando en sí mismo carece de ella, y vida a aquello que por sí solo no
el Miles de Plauto leemos, quid nunc mi auctor es, ut faciam?, podría vivir, se puede decir, a la inversa, que es el acto im-
esto no significa simplemente "¿qué me aconsejas hacer?", si- perfecto, o la incapacidad que le precede que es subsanada
no "¿a qué me autorizas?", ¿en qué modo complementas mi vo- por el autor, lo que da sentido al acto o a la palabra del auc-
luntad para hacerla capaz de decidirse por una determinada tor-testigo. Un acto de autor que pretenda valer por sí solo es
acción? un sinsentido, de la misma manera que el testimonio del su-
Desde esta perspectiva, también el significado de "testigo" se perviviente únicamente tiene verdad y razón de ser si suple al
hace transparente y los tres términos que en latín expresan la del que no puede dar testimonio. De la misma manera que el
idea de testimonio adquieren por separado su propia fisiono- tutor y el incapaz, el creador y su materia, el superviviente y
mía. Si testis hace referencia al testigo en cuanto interviene co- el musulmán son inseparables y sólo su unidad-diferencia cons-
mo tercero en un litigio entre dos sujetos, y superstes es el que tituye el testimonio.
ha vivido hasta el final una experiencia y, en tanto que ha so-
brevivido, puede pues referírsela a otros, auctor indica al tes-
tigo en cuanto su testimonio presupone siempre algo -hecho, 4.7. Sea la paradoja de Levi: "El musulmán es el testigo inte-
cosa o palabra- que le preexiste y cuya fuerza y realidad de- gral". Implica dos proposiciones contradictorias: 1) "el musul-
ben ser confirmadas y certificadas. En este sentido auctor se mán es el no-hombre, aquel que en ningún caso puede testi-
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moniar"; 2) "El que no puede testimoniar es el verdadero tes- 4.8. Que la vida pueda sobrevivir a sí misma, que esté consti-
tigo, el testigo absoluto". tutivamente escindida en una pluralidad de vidas -y, en conse-
El sentido y el no sentido de esta paradoja se hacen trans- cuencia, de muertes- es la tesis central de la fisiología de Bichat.
parentes en este momento. Lo que se expresa en ellos no es Todas sus Recherches physiologiques sur la vie et sur la mort se
otra cosa que la íntima estructura dual del testimonio como apoyan en la comprobación de una escisión fundamental, que
acto de un auctor, como diferencia y complementariedad de el autor presenta como la convivencia, en todo organismo, de
una imposibilidad y una posibilidad de decir, de un no-hom- dos "animales": !'animal existant en dedans, cuya vida -que lla-
bre y un hombre, de un viviente y de un hablante. El sujeto ma orgánica y parangona a la de un vegetal- no es más que una
\\ del testimonio está constitutivamente escindido, no tiene otra "sucesión habitual de asimilación y excreción", y !'animal vivant
o~~consistencia que la que le dan esa desconexión y esa separa- au-dehors, cuya vida -que es la única que merece el nombre de
1CÍÓn y, sin embargo, no es reductible a ellas. Esto significa "ser animal- se define por la relación con el mundo exterior. La es-
hs:ujeto de un<1;. desubjetivación"; y, por esto mismo, el testigo, cisión entre lo orgánico y lo animal atraviesa la vida entera del
l:!_sujeto édcg) es aquel sujeto que testimonia de una desub- individuo, y queda cifrada en la oposición entre la continuidad
jetivación. Este carácter no asignable del testimonio no es más de las funciones orgánicas (circulación de la sangre, respiración,
que el precio de esta escisión, de esta intimidad inquebranta- asimilación, excreción, etc.) y la intermitencia de las funciones
ble entre el musulmán y el testigo, entre una impotencia y una animales (entre las cuales la más evidente es la de sueño-vigi-
potencia de decir. lia), entre la asimetría de la vida orgánica (un solo estómago, un
También la segunda paradoja de Levi, que reza: "El hombre hígado, un corazón) y la simetría de la vida animal (un cerebro
es aquel que puede sobrevivir al hombre" encuentra aquí su simétrico, dos ojos, dos oídos, dos brazos, etc.) y, en último tér-
sentido. Musulmán y testigo, humano e inhumano son com- mino, por la no coincidencia de sus inicios y de sus fines. Lo
plementarios y, sin embargo, no coincidentes; están divididos, mismo que la vida orgánica empieza, en el feto, antes de la ani-
por inseparables que sean. Esta partición indivisible, esta vi- mal, también sobrevive, en el envejecimiento y en la agonía, a
da escindida y, no obstante, indisoluble, se expresa por me- la muerte de ésta. Foucault ha señalado la multiplicación de la
dio de una doble supervivencia: el no-hombre es el que pue- muerte en Bichat, la forma en que se hace muerte paulatina y
de sobrevivir al hombre, y el hombre es lo que puede sobrevivir por partes, y su división en una serie de muertes separadas: muer-
al no-hombre. Sólo porque en el hombre ha sido posible lle- te del cerebro, del hígado, del corazón ... Pero lo que Bichat no
gar a aislar a un musulmán, sólo porque la vida humana es consigue aceptar, lo que sigue presentándose a sus ojos como
esencialmente destructible y divisible, puede sobrevivirles el un enigma insoluble, no es tanto este multiplicarse de la muer-
testigo. La supervivencia del testigo a lo inhumano es función te, como el hecho de que la vida orgánica sobreviva a la animal,
de la del musulmán a lo humano. Lo que puede ser infinita- la inconcebible permanencia del "animal de adentro" una vez
mente destruido y io que puede sobrevivir infinitamente a sí que el animal de afuera ha dejado ya de existir. Si la preceden-
mismo.
;/.-~· ·-~~
cia de la vida orgánica con respecto a la animal se puede expli-
car, en rigor, como un proceso de desarrollo hacia formas más
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elevadas y complejas cada vez, ;cómo dar cuenta, en cambio. Esta mengua de los sentidos externos tiene su corresoon-

de las Recherches. Los movimientos del viejo son lentos y tardos, costándole trabajo salir de
la actitud en que se halla: sentado al calor del hogar pasa allí los días
La muerte natural es notable, porque termina casi enteramente la vida ani- concentrado en sí mismo, ajeno de todo lo que le rodea, privado en cier-
mal mucho tiempo antes de que se acabe la orgánica. Veamos en prueba to modo de deseos, de pasiones y de sensaciones, hablando poco, por-
cómo se extingue el hombre al fin de una larga vejez. Ciertamente muere que nada le determina a romper el silencio, y feliz en sentir que existe
por partes: sus funciones exteriores terminan unas después de otras; todos todavía cuando casi se han desvanecido para él todos los demás senti-
sus sentidos se van cerrando sucesivamente, y las causas naturales de las mientos ... Por lo que acabamos de decir se ve fácilmente que las fun-
sensaciones pasan por ellos sin afectarlos. La vista se oscurece, se turba y ciones externas se extinguen poco a poco en el viejo, y que ya ha cesa-
cesa por fin de transmitir la imagen de los objetos, lo cual constituye la ce- do casi enteramente la vida animal, cuando la orgánica está todavía en
guera senil: los sonidos hieren primero confusamente el oído, y muy pres- actividad. Bajo este respecto el estado del animal próximo a ser aniqui-
to llega ya a ser éste enteramente insensible: el tegumento cutáneo coa- lado con la muerte, se asemeja a aquel en que se hallaba en el vientre
rrugado, endurecido, privado en parte de los vasos que se han obliterado, de su madre, y aun al del vegetal que no vive sino interiormente, y pa-
no goza ya sino de un tacto oscuro y poco distinto: por otra parte el há- ra el cual está en silencio toda la naturaleza (!bid, p. 316-17).
bito de sentir ha embotado en él el sentimiento. Todos los órganos de-
pendientes de la piel se debilitan y mueren; los cabellos y la barba se en- La descripción culmina con una pregunta que es, a la vez,
canecen, y se caen un gran número de pelos privados de los jugos que los una amarga confesión de impotencia frente al enigma:
nutrían: por último, los olores no producen en la nariz sino una impresión
muy débil ... Así aislado en medio de la naturaleza, privado ya en parte de Mas ¿por qué causa cuando ya hemos dejado de existir exteriormente
las funciones de los órganos sensitivos, el anciano ve igualmente extin- existimos todavía en lo interior, puesto que los sentidos o la locomo-
guirse en breve las del cerebro, y cesa en él casi del todo la percepción, ción, etc. están destinados principalmente a ponernos en relación con
por lo mismo que casi no hay cosa alguna de parte de los sentidos que de- los cuerpos que deben nutrirnos? ¿Por qué estas funciones se debilitan
termine su ejercicio: se embota la imaginación, y desaparece muy presto. en mayor desproporción que las internas? ¿Por qué entre su mutua ce-
La memoria de las cosas presentes se destruye en el viejo: olvida al mo- sación no hay una relación exacta? No puedo resolver enteramente es-
mento lo que acaban de decirle, porque sus sentidos externos debilitados ta cuestión (!bid, p. 318).
ya y muertos, digámoslo así, no le confirman lo que su espíritu le enseña:
las ideas se desvanecen cuando no conservan su impresión las imágenes Bichat no podía prever que un día las tecnologías médicas de
trazadas por los sentidos (Bichat, tomo 1, pp. 309-12). reanimación, por una parte, y las biopolíticas, por otra, iban a
operar precisamente sobre esa desconexión entre lo orgánico y
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lo animal, haciendo realidad la pesadilla de una vida vegetati- hacer vivir, sino hacer sobrevivir. No la vida ni la muerte, sino
va que sobrevive indefinidamente a la vida de relación, de un la producción de una supervivencia modulable y virtualmente
no-hombre infinitamente separable del hombre. Pero, como si infinita es lo que constituye la aportación decisiva del biopo-
un oscuro presagio de esta pesadilla penetrara en su mente de der de nuestro tiempo. Se trata, en el caso del hombre, de se-
improviso, imagina en este momento el sueño simétrico de una parar, en todo momento, la vida orgánica de la animal, lo no-
muerte invertida, que deja sobrevivir en el hombre las funcio- humano de lo humano, al musulmán del testigo, la vida vegetal,
nes animales y destruye por completo las de la vida orgánica. mantenida en funcionamiento por medio de técnicas de reani-
mación, de la vida consciente, hasta alcanzar un punto límite
Si fuese posible suponer un hombre en quien la muerte destruyese so- que, como las fronteras de la geopolítica, es esencialmente mó-
lamente las funciones internas, como la circulación, la digestión, las se- vil y se desplaza según el progreso de las tecnologías científi-
creciones, etc., dejando subsistir el conjunto de la vida animal: este hom- cas y políticas. La ambición suprema del biopoder es producir
bre vería con indiferencia acercarse el término de su vida orgánica, porque en un cuerpo humano la separación absoluta del viviente y del
conocería que no está aneja a ella el bien de la existencia, y que des- hablante, de la zoé y el bíos, del no-hombre y del hombre: la
pués de este género de muerte, se hallaría en estado de sentir y experi- supervivencia.
mentar casi todo lo que anteriormente constituía su felicidad (!bid, pp. Por eso el musulmán del campo -como, hoy, el cuerpo del
321-22). ultracomatoso o el del neomort de las salas de reanimación-
no sólo manifiesta la eficacia del biopoder, sino que repre-
Sea el hombre o el no-hombre lo que sobrevive, lo animal o senta, por decirlo así, su cifra secreta, y exhibe su arcanum.
lo orgánico, se diría, en cualquier caso, que la vida lleva en sí En su De arcanis rerum publicarum (1605), Clapmar distin-
misma el sueño -o la pesadilla- de la supervivencia. guía, en la estructura del poder, una faz visible (el jus impe-
rii) y una faz oculta (el arcanum, que hace derivar de arca,
cofre, caja). En la biopolítica contemporánea, la superviven-
4.9. Foucault -lo hemos visto- define la diferencia entre el cia es el punto en que esas dos caras coinciden, el surgir a la
biopoder moderno y el poder soberano del viejo Estado terri- luz del arcanum imperii como tal. Por eso permanece, por
torial mediante el engarce de dos fórmulas simétricas. Hacer así decirlo, invisible en su propia exposición, recóndito cuan-
morir y dejar vivir compendia la divisa del viejo poder sobe- to más se exhibe a la mirada. En el musulmán, el biopoder
rano, que se ejercita sobre todo como derecho de matar; ha- ha pretendido producir su último arcano, una supervivencia
cer vivir y dejar morir es la enseña del biopoder, que hace de separada de cualquier posibilidad de testimonio, una suerte
la estatalización de lo biológico y del cuidado de la vida el pro- de sustancia biopolítica absoluta que, en su aislamiento, per-
pio objetivo primario. mite la asignación de cualquier identidad demográfica, étni-
A la luz de las consideraciones precedentes, entre las dos fór- ca, nacional o política. Si alguien participaba de una forma u
mulas se insinúa una tercera, que define el carácter más espe- otra en la "solución final" era, en la jerga de la burocracia na-
cífico de la biopolítica del siglo veinte: no ya hacer morir ni zi, un Geheimnistrager, un depositario de secretos, y el mu-
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sulmán es el secreto absolutamente intestimoniable, el arca gamos todo, no a vosotros. La historia del Lager, seremos nosotros quien
no desvelable del biopoder. Indesvelable por estar vacía, por- la dicte (Levi 2, p. 11).
que no es más que el volkloser Raum, el espacio vacío de gen-
te situado en el centro del campo que, separando a cada vi-
da de sí misma, marca el paso del ciudadano al Staatsangeh6rige 4.10. Precisamente es este aislamiento de la supervivencia
de ascendencia no aria, del no ario al judío, del judío al de- con respecto a la vida lo que el testimonio refuta con cada una
portado y, por último, del judío deportado más allá de sí mis- de sus palabras. Lo que su palabra nos dice es que por el he-
mo al musulmán, es decir a una nuda vida inasignable e in- cho mismo de que el no-humano y el humano, el viviente y
testimoniable. el hablante, el musulmán y el superviviente no coinciden; preci-
Por eso, los que hoy reivindican la indecibilidad de Ausch- samente porque hay entre ellos una división insuperable, pue-
witz deberían mostrarse más cautos en sus afirmaciones. Si pre- de haber testimonio. Es justamente el hecho de que éste sea
tenden decir que Auschwitz fue un acontecimiento único, fren- inherente a la lengua como tal, porque atestigua el manifestarse
te al que el testigo debe de una u otra forma someter su palabra de una potencia de decir solamente por medio de una impo-
a la prueba de una imposibilidad de decir, tienen desde luego tencia, lo que hace que su autoridad no dependa de una ver-
razón. Pero si, conjugando lo que tiene de único y lo que tiene dad factual, de la conformidad entre lo dicho y los hechos, en-
de indecible, hacen de Auschwitz una realidad absolutamente tre la memoria y lo acaecido, sino de la relación inmemorial
separada del lenguaje, si cancelan, en el musulmán, la relación entre lo indecible y lo decible, entre el dentro y el fuera de la
entre imposibilidad y posibilidad de decir que constituye el tes- lengua. La autoridad del testigo consiste en que puede hablar
timonio, están repitiendo sin darse cuenta el gesto de los nazis, únicamente en nombre de un no poder decir, o sea, en su ser
se están mostrando secretamente solidarios con el arcanum im- sujeto. El testimonio no garantiza la verdad factual del enun-
perii. Su silencio entraña el riesgo de duplicar la advertencia sar- ciado custodiado en el archivo, sino la imposibilidad misma
cástica que las SS transmitían a los habitantes del campo, que de que aquél sea archivado, su exterioridad, pues, con res-
Levi transcribe al principio de Los hundidos y los salvados: pecto al archivo; es decir, su necesaria sustracción -en cuan-
to existencia de una lengua- tanto a la memoria como al ol-
De cualquier manera que termine esta guerra, la guerra contra vosotros vido. Por esto mismo -porque se testimonia sólo allí donde se
la hemos ganado; ninguno de vosotros quedará para dar testimonio de da una imposibilidad de decir y porque hay un testigo sólo
ella, pero incluso si alguno lograra escapar el mundo no lo creería. Tal cuando ha habido una desubjetivación- el musulmán es ver-
vez haya sospechas, discusiones, investigaciones de los historiadores, daderamente el testigo integral, y por eso no es posible sepa-
pero no podrá haber ninguna certidumbre, porque con vosotros serán rar al testigo del superviviente.
destruidas las pruebas. Aunque alguna prueba llegase a subsistir, y aunque Es oportuno reflexionar sobre la condición particular que,
alguno de vosotros llegara a sobrevivir, la gente dirá que los hechos que en esta perspectiva, le corresponde al sujeto. Que el sujeto
contáis son demasiado monstruosos para ser creídos: dirá que son exa- del testimonio -que incluso cualquier subjetividad, si ser su-
geraciones de la propaganda aliada, y nos creerá a nosotros que lo ne- jeto y testimoniar son, en última instancia, lo mismo- sea un

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resto, no debe entenderse en el sentido de que sea -según Reino mesiánico no es ni futuro (el milenio) ni pasado (la
uno de los significados del término griego hypóstasi~ algo si- edad de oro): es un tiempo como resto.
milar a un sustrato, un depósito o un sedimento que los pro-
cesos históricos de subjetivación y desubjetivación, de hu-
manización y de deshumanización, dejan tras ellos como una 4.11. En una entrevista de 1964 en la televisión alemana, Han-
especie de fondo, o de fundamento, de su devenir. Una con- nah Arendt respondió al entrevistador que preguntaba qué era
cepción similar repetiría, una vez más, la dialéctica del fun- lo que, según ella, quedaba de la Europa del período pre-hit-
damento, en virtud de la cual algo -en nuestro caso, lanuda leriano en que había vivido, la autora respondió: "¿Qué queda?
vida- debe ser separado y tocar fondo, para que una vida hu- Queda la lengua materna" ( Was bleibt? Es bleibt die Mutter-
mana pueda ser asignada propiamente a unos sujetos (en es- sprache). ¿Qué es una lengua como resto? ¿Cómo puede so-
te sentido, el musulmán es el modo en que la vida judía toca brevivir una lengua a los sujetos y, por añadidura, al pueblo que
fondo para que pueda producirse algo como una vida aria). la hablaba? ¿Y qué significa hablar en una lengua que resta?
El fundamento es en este caso función de un télos, que con- El caso de una lengua muerta procura en este punto un pa-
siste en alcanzar o fundar lo humano, en el devenir humano radigma aleccionador. Se puede considerar que cada lengua es
de lo inhumano. Es esta perspectiva la que debe ser puesta un campo que está recorrido por dos tensiones opuestas, una
en tela de juicio sin ninguna clase de reservas. Debemos de- de las cuales se orienta hacia la innovación y la transforma-
jar de considerar los procesos de subjetivación y desubjetiva- ción mientras que la otra lo hace hacia la invariancia y la con-
ción, el hacerse hablante del viviente y el devenir viviente del servación. La primera corresponde, en la lengua, a una zona
hablante -y, más en general, los procesos históricos- como si de anomia, la segunda a la norma gramatical. El punto de in-
estos tuvieran un télos apocalíptico o profano, en que vivien- tersección entre estas dos corrientes opuestas es el sujeto ha-
te y hablante, no-hombre y hombre -o los términos de un blante, como el auctor en el que se decide en cada caso lo que
proceso histórico, cualesquiera que sean- como si su desen- se puede decir y lo que no se puede decir, lo decible y lo no
lace fuera a ser una humanidad cumplida y consumada, con- decible de una lengua. Cuando, en el sujeto del habla, la rela-
ciliada en una identidad realizada. Esto no significa, en mo- ción entre norma y anomia, entre lo decible y lo no decible, se
do alguno, que, en cuanto privados de un fin, estén condenados rompe, nos encontramos ante la muerte de la lengua y la apa-
a la insensatez o a la vanidad de un desencanto o de un an- rición en la conciencia de una nueva identidad lingüística. Una
dar a la deriva infinitos. Si no tienen un fin, tienen un resto; lengua muerta es, pues, aquella en que no se pueden oponer
no hay en ellos, o subyacente a ellos, fundamento alguno, sino, norma y anomia, conservación e innovación. De una lengua
entre ellos, en su centro mismo, una separación irreductible, así se dice con razón que ya no es hablada, es decir que en
en que cada uno de los términos puede situarse en posición ella es imposible asignar la posición de sujeto. Lo ya dicho for-
de resto, puede testimoniar. Verdaderamente histórico es lo ma parte de un todo clauso y privado de exterioridad, que sólo
que cumple el tiempo no en la dirección del futuro ni sim- puede ser transmitido mediante un corpus o evocado de nue-
plemente hacia el pasado, sino en el exceder un medio. El vo en un archivo. En el caso del latín, tal circunstancia se pro-
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dujo en el momento en que la tensión entre el sermo urbanus ofrece su voz y su sangre -en una suerte de nekyia filológica-
y el sermo rustícus, que aflora a la conciencia de los hablantes a la sombra de la lengua muerta para que vuelva -como tal- a
ya en la época republicana, se rompe. Mientras que la oposi- la palabra. Curioso auctor; que autoriza la palabra y la convo-
ción entre ambos era percibida como una tensión polar inter- ca a una absoluta imposibilidad de hablar.
na, el latín se mantuvo como lengua viva y el sujeto tenía el Si volvemos ahora al testimonio, podemos decir que testimo-
sentimiento de hablar en una única lengua; cuando se que- niar significa ponerse en relación con la propia lengua en la si-
branta, la parte normada se separa como lengua muerta (o co- tuación de los que la han perdido, instalarse en una lengua vi-
mo aquella a la que Dante llama grammatíca) y la parte anó- va como si estuviera muerta o en una lengua muerta como si
mica da vida a los romances vulgares. estuviera viva, mas, en cualquier caso, fuera tanto del archivo
Evoquemos ahora el caso de Giovanni Pascoli, poeta en len- como del corpus de lo ya dicho. No sorprende que este gesto
gua latina a caballo entre los siglos XIX y XX, es decir, cuando testimonial sea también el del poeta, el del auctor por exce-
ya el latín era desde hacía siglos una lengua muerta. Lo que su- lencia. La tesis de Hblderlin, según la cual "lo que queda, lo fun-
cede en este caso es que un individuo consigue asumir la po- dan los poetas" (Was bleibf; stiften die Díchter) no debe ser com-
sición de sujeto en una lengua muerta, o lo que es lo mismo prendida en el sentido trivial de que la obra de los poetas es
restaurar en ella la posibilidad de oponer lo decible y lo no de- algo que perdura y permanece en el tiempo. Significa más bien
cible, la innovación y la conservación, lo que, por definición, que la palabra poética es la que se sitúa siempre en posición
ya ha dejado de ser posible. A primera vista podría decirse que de resto, y puede, de este modo, testimoniar. Los poetas -los
un poeta tal en una lengua muerta, en cuanto se reinstala en testigos- fundan la lengua como lo que resta, lo que sobrevive
ella como sujeto, lleva a cabo una auténtica resurreción de la en acto a la posibilidad -o la imposibilidad- de hablar.
lengua. Es lo que sucede, por lo demás, en los casos en que el ¿De qué testimonia una lengua así? ¿De algo -hecho o acon-
ejemplo del auctor aislado es seguido por otros, como ocurrió tecimiento, memoria o esperanza, júbilo o agonía- que podría
con el habla piamontesa de Forno, en Val di Piu, cuando el úl- ser registrado en el corpus de lo ya dicho? ¿O de la enuncia-
timo anciano que se servía de ella contagió a un grupo de jó- ción, que atesta en el archivo la irreductibilidad del decir a lo
venes que empezaron a hablarla, o con el hebreo moderno, dicho? Ni de una cosa ni de la otra. No enunciable, inarchiva-
caso en el que toda una comunidad se sitúa en posición de su- ble es la lengua en que el autor consigue dar testimonio de su
jeto con respecto a una lengua que sólo era ya puramente cul- incapacidad de hablar. Una lengua que sobrevive a los sujetos
tual. Pero, bien mirado, la situación es más compleja. En la me- que la hablan coincide con un hablante que queda más acá de
dida en que el ejemplo del poeta en lengua muerta queda la lengua. Es la "tiniebla oscura" que Levi sentía crecer en las
deliberadamente aislado y él mismo sigue hablando y escri- páginas de Celan -como un "ruido de fondo"-, es la no-lengua
biendo en otra lengua materna, se puede decir que hace que de Hurbinek ( mass-klo, matisklo) que no tiene su lugar en las
la lengua sobreviva a los sujetos que la hablaban, que la pro- bibliotecas de lo dicho ni en el archivo de los enunciados. Y
duce como un medio -o un testimonio- en el que no cabe así como en el cielo estrellado que vemos de noche, las estre-
discernir entre una lengua viva y una lengua muerta. Es decir, llas resplandecen circundadas por una densa tiniebla, que, en
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opinión de los cosmólogos, no es más que el testimonio del una tupida red de citaciones bíblicas, como una serie de ce-
tiempo en que no brillaban todavía, la palabra del testigo da suras que dividen al pueblo de Israel y, a la vez, a los genti-
también testimonio de un tiempo en que él no era humano to- les, situándolos en todos los casos en posición de resto. "Del
davía. O, de la misma manera, según una hipótesis análoga, mismo modo, también en el tiempo presente (en t6 nyn kair6,
que en el universo en expansión, las galaxias más remotas se expresión técnica para el tiempo mesiánico) subsiste un res-
alejan de nosotros a una velocidad superior a la de su luz, que to (lefmma) elegido por gracia" (Rom. 11, 5). La cesura no se-
no llega a alcanzarnos, de forma tal que la oscuridad que ve- para, sin embargo, sólo a la parte del todo (Rom. 9, 6-8: "No
mos en los cielos no es más que la invisibilidad de esta luz, en- todos los descendientes de Israel son Israel. Ni por ser des-
contramos en la paradoja de Levi, el testigo integral es aquel a cendientes de Abraham, son todos hijos. Sino que tu descen-
quien no podemos ver, el musulmán. dencia será la de Isaac". Es decir: no son hijos de Dios los hi-
jos según la carne, sino que los hijos de la promesa se cuentan
como descendencia), sino también al pueblo del no-pueblo
4.12. Resto es un concepto teológico-mesiánico. En los libros (Rm. 9, 24: "Como dice Oseas: A no-pueblo lo llamaré Pue-
proféticos del Antiguo Testamento, lo que se salva no es to- blo-mío, a Desamada Amada; y donde antes les decía: no sois
do el Pueblo de Israel, sino un resto, indicado como se' ar ]is- mi pueblo, allí se llamarán hijos del Dios vivo"). Y, al final, el
ra'el, el resto de Israel, en Isaías, o como se' erit]osep, resto de resto se presenta como una máquina soteriológica que per-
José, en Amós. La paradoja es que los profetas se dirigen ato- mite la salvación de ese todo, del que, sin embargo, había
do Israel para que se convierta al bien, pero al mismo tiempo, proclamado la división y la pérdida (Rom. 11, 26: "Todo Israel
anuncian que sólo un resto será salvado (así en Am. 5, 15: será salvado").
"Odiad el mal, amad el bien, instalad en el tribunal la justicia: En el concepto de resto, la aporía del testimonio coincide
a ver si se apiada el Señor, Dios de los ejércitos, del resto de con la mesiánica. Como el resto de Israel no es todo el pueblo
José"; y en Is. 10, 22: "aunque fuera tu pueblo, Israel, como la ni una parte de él, sino que significa precisamente la imposi-
arena del mar, sólo un resto volverá a él"). bilidad de que el todo y la parte coincidan con sí mismos y en-
¿Qué hay que entender aquí por "resto"? Es decisivo que, co- tre ellos; y como el tiempo mesiánico no es ni el tiempo his-
mo no han dejado de hacer notar los teólogos, el resto no pa- tórico ni la eternidad, sino la separación que los divide; así el
rece remitir simplemente a una porción numérica de Israel; más resto de Auschwitz -los testigos- no son ni los muertos ni los
bien resto es la consistencia que Israel asume en el punto en que supervivientes, ni los hundidos ni los salvados, sino lo que que-
es puesto en relación inmediata con el éschaton, con el acon- da entre ellos.
tecimiento mesiánico o con la elección. En su relación con la
salvación, el todo (el pueblo) se sitúa, pues, necesariamente
como resto. 4.13. En cuanto define el testimonio únicamente por medio
Esto es particularmente evidente en Pablo. En la Epístola a del musulmán, la paradoja de Levi contiene la única refutación
los Romanos piensa el acontecimiento mesiánico, a través de posible de cualquier argumento negacionista.
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170
Sea, en efecto, Auschwitz, aquello de lo que no es posible sobre su muerte y sobre sus posibilidades de supervivencia.
testimoniar; y sea, a la vez, el musulmán como absolqta im- Los testimonios recogidos no añaden nada esencial a lo que ya
posibilidad de testimoniar. Si el testigo testimonia por el mu- sabíamos. Excepto en un punto, que nos interesa de modo par-
sulmán, si consigue llevar a la palabra la imposibilidad de ticular porque parece poner en cuestión no ya el testimonio de
hablar -es decir, si el musulmán se constituye como testigo Levi, sino uno de sus presupuestos fundamentales. Una sec-
integral- el negacionismo queda refutado en su propio fun- ción de la monografía (pp. 121-24) se titula !eh War ein Mu-
damento. En el musulmán, la imposibilidad de testimoniar no selmann, "Yo era un musulmán". Contiene diez testimonios de
es ya, en rigor, una simple privación, sino que se ha conver- hombres, que han sobrevivido a la condición de musulmán y
tido en real, existe como tal. Si el superviviente da testimonio tratan ahora de relatárnosla.
no de las cámaras de gas o de Auschwitz, sino por el musul- En la expresión Yo era un musulmán, la paradoja de Levi
mán; si habla sólo a partir de una imposibilidad de hablar, en alcanza su formulación más extrema. No sólo el musulmán es
ese caso su testimonio no puede ser negado. Auschwitz -aque- el testigo integral, sino que ahora habla y es testigo en primera
llo de lo que no es posible testimoniar- queda probado de for- persona. A partir de este momento debería estar claro en qué
ma irrefutable y absoluta. sentido esta formulación extrema -Yo, el que hablo, era un
Eso significa que las tesis "yo testimonio por el musulmán" musulmán, es decir aquel que no puede hablar en ningún ca-
y "el musulmán es el testigo integral" no son ni juicios consta- so- no sólo no contradice la paradoja, sino que, incluso, la veri-
tativos ni actos ilocutorios ni enunciados en el sentido de Fou- fica puntualmente. Dejemos, por eso, que sean ellos -los mu-
cault; articulan más bien una posibilidad de palabra sólo por sulmanes- los que tengan la última palabra.
medio de una imposibilidad y, de este modo, marcan el tener
lugar de una lengua como acontecimiento de una subjetividad.

4.14. En 1987, un año después de la muerte de Primo Levi,


Z. Ryn y S. Klodzinski publicaron en los "Auschwitz-Hefte" el pri-
mer estudio dedicado al musulmán. El artículo -que lleva el sig-
nificativo título de "En la frontera entre la vida y la muerte. Un
estudio del fenómeno del musulmán en el campo de concen-
tración" -contiene 89 testimonios, casi todos de ex deportados
de Auschwitz, a los que se les había presentado un cuestiona-
rio sobre los orígenes del término, sobre los caracteres físicos
y psicológicos de los musulmanes, sobre las circunstancias que
producían la "musulmanización", sobre el comportamiento de
los demás detenidos y de los funcionarios con respecto a ellos,
172 173
Aquellos días, en que era un musulmán, no puedo olvidar- aquel momento vuelvo al Lager a cuestas de los compañeros.
los. Estaba débil, exhausto, con un cansancio de muerte. Mi- Pero los musulmanes somos cada vez más...
rara donde mirase, veía algo de comer. Soñaba con pan y so- Edward Sokol
pa, pero nada más despertarme tenía un hambre insoportable.
Las raciones de pan, 50 gramos de margarina, 50 gramos de
mermelada, cuatro patatas cocidas con toda la cáscara, que También yo fui un musulmán, desde 1942 hasta principios
habíamos recibido la tarde anterior, eran ya cosa del pasado. de 1943. No era consciente de serlo. Y creo que muchos musul-
El jefe del barracón y los otros internados que tenían algún car- manes no se daban cuenta de que pertenecían a esta catego-
go, arrojaban las cáscaras de las patatas y a veces hasta una ría. Pero al dividir a los internados me pusieron en el grupo de
patata entera; los espiaba a escondidas y buscaba las cáscaras los musulmanes. En muchos casos, era el aspecto de los inter-
entre los desperdicios para comérmelas. Las untaba de merme- nados lo que decidía que los inscribieran en este grupo ...
lada y estaban verdaderamente buenas. Un cerdo no se las ha- ] erzy Mostowsky
bría comido, pero yo sí, las masticaba hasta que sentía la are-
na en los dientes ...
Lucjan Sobieraj Quien no ha sido él mismo durante algún tiempo un musul-
mán, no puede imaginarse hasta qué punto eran profundas las
transformaciones psíquicas que sufría un hombre. Uno se hacía
Personalmente fui un musulmán durante muy poco tiempo. en tal medida indiferente a su propia suerte que ya no se que-
Recuerdo que después de ser llevado al barracón me derrumbé ría nada de nadie y se esperaba en paz la llegada de la muerte.
completamente desde el punto de vista psíquico. El derrumbe se Ya no se tenían fuerzas ni ganas para luchar por la supervi-
manifestó de la siguiente forma: fui presa de una apatía gene- vencia cotidiana; nos bastaba con el hoy, uno se contentaba con
ral, nada me interesaba, no reaccionaba ya ni a los estímulos la ración o con lo que encontraba entre los desperdicios ...
externos ni a los internos, había dejado de lavarme, y no sólo Karol Talik
por falta de agua, sino incluso cuando tenía ocasión de hacer-
lo; ni siquiera sentía el hambre ...
Feliksa Piekarska . .. En general se puede decir que entre los musulmanes había
exactamente las mismas diferencias que hay entre los hombres
que viven en condiciones normales; quiero decir diferencias fí-
Soy un musulmán. Trataba de protegerme del peligro de la sicas o psicológicas. Las condiciones del Lager hacían, eso sí,
pulmonía, como los demás compañeros, con la característica que estas diferencias se hicieran más evidentes, y con frecuen-
posición encorvada, estirando lo más posible los omóplatos y cia éramos testigos de cómo se invertían los papeles entre los fac-
moviendo paciente y rítmicamente las manos sobre el esternón. tores físicos y los psíquicos.
Así me calentaba cuando los alemanes no miraban. A partir de Adolf Gawalewicz
174 175
Ya había tenido un presentimiento de esta situación. En la En este período es cuando comenzó la "musulmanidad"
celda había conocido la sensación de la vida que se esc;apa- (das Muselmanentum), que se difundió entre todos los grupos
ba: todas las cosas terrenas habían dejado de tener impor- que trabajaban al aire libre. El musulmán era despreciado
tancia. Las funciones corporales se debilitaban. Y hasta el ham- por todos, hasta por los compañeros. . . Sus sentidos se embo-
bre me atormentaba menos. Sentía una extraña dulzura, sólo tan, y todo lo que le rodea se le hace completamente indife-
que no tenía ya fuerza para levantarme del jergón y, si lo con- rente. No puede hablar de nada y ni siquiera rezar, ya no
seguía, tenía que apoyarme en las paredes para ir a las letri- cree en el cielo ni el infierno. Ya no piensa en su casa, en la
nas ... familia, en los compañeros del campo.
Wlodzimierz Borkowski Casi todos los musulmanes murieron en el campo, sólo un
pequeño porcentaje logró salir de esa situación. Gracias a la
buena suerte o a la providencia algunos pudieron ser libera-
He vivido en mi propio cuerpo la forma de vida más atroz del dos. Por eso puedo describir cómo conseguí librarme de esa
Lager, el horror de la condición de musulmán. Fui uno de los condición.
primeros musulmanes, erraba por el campo como un perro va- Se veían musulmanes a cada paso, en los huesos, con aspec-
gabundo, todo me era indiferente con tal de poder sobrevivir to mugriento, ennegrecidas la piel y la cara, la mirada perdi-
un día más. Llegué al Lager el 14 de junio de 1940 con el pri- da, los ojos hundidos; harapientos, empapados y malolientes.
mer convoy de la prisión de Tarnow ... Se movían con pasos lentos y vacilantes, inadecuados al ritmo
Después de algunas dificultades, me metieron en el Kommando de la marcha ... No hablaban más que de sus recuerdos y de co-
Agricultura, en el que trabajé hasta el otoño de ese año en la re- mida: cuántos pedazos de patata había ayer en la sopa, cuán-
colección de patatas y heno y en la trilla. En el Kommando se tos tropezones de carne, si el caldo era espeso o sólo agua ... Las
produjo un incidente imprevisto. Habían descubierto que los ci- cartas que llegaban de casa no servían de consuelo, nadie se
viles de fuera nos daban de comer. Acabé en la compañía dis- hacía ilusiones de volver. Los paquetes se esperaban ansiosa-
ciplinaria y fue allí donde comenzó la tragedia de mi vida en mente, para poderse saciar al menos por una vez. Soñábamos
el campo. Perdí las fuerzas y la salud. Después de dos días de con hurgar entre los restos de la cocina para procurarnos so-
trabajo duro, el Kapo del Kommando anterior me transfirió bras de pan o posos de café.
desde la compañía disciplinaria al Kommando Aserradero. El El musulmán trabajaba por inercia o, mejor, hacía que tra-
trabajo era menos duro, pero había que estar todo el día al ai- bajaba. Un ejemplo: durante el trabajo en el aserradero buscá-
re libre y aquel año el otoño fue extremadamente frío con agua- bamos las sierras menos afiladas, que se podían usar sin difi-
nieve sin cesar,· se iniciaban ya las heladas e íbamos vestidos cultad, sin que importase que cortaran o no. A menudo fingíamos
con una tela muy ligera, ropa interior y camisa, zuecos de ma- que trabajábamos durante un día entero, sin llegar a cortar ni
dera sin calcetines y una gorra de tela. En esta situación, sin siquiera una cepa. Si teníamos que enderezar los clavos, no ha-
alimento suficiente, empapados y helados todos los días, la muer- cíamos otra cosa que golpear sin parar en cualquier parte del
te no nos daba tregua ... yunque. Teníamos, esos~ que estar pendientes de que nadie
176 177
nos viera, e incluso esto resultaba fatigoso. El musulmán no te- untadas con sacarina, cuyo gusto recordaba al de las peras.
nía un objetivo, hacía su trabajo sin pensar, se movía sin pen- Día a día mi condición empeoraba: me salieron úlceras en las
sar, soñaba sólo con ocupar un lugar en la fila que le permi- piernas y había perdido la esperanza de sobrevivir. Lo único
tiera recibir más sopa y más espesa. Los musulmanes seguían que esperaba era un milagro, aunque no tuviera fuerzas para
muy atentamente los gestos del jefe de cocina para ver si, cuan- concentrarme y rezar con fe ...
do metía el cacillo en la olla sacaba el aguachirle de arriba o Estaba en esta situación cuando tomó nota de mí una comi-
de abajo. Comíamos deprisa y no pensábamos más que en con- sión, creo que de médicos de las SS, que habían entrado en el
seguir una segunda ración, pero eso no pasaba nunca: reci- barracón después de la última llamada. Eran tres o cuatro y
bían otra ración los que trabajaban más y mejor y eran mejor mostraban un interés especial por los musulmanes. Además de
considerados por el jefe de cocina .. . los bultos en las piernas, tenía una hinchazón en el tobillo del
Los demás internados evitaban a los musulmanes: no había tamaño de un huevo. Por esa razón me prescribieron una ope-
ningún tema de conversación común con ellos, porque los mu- ración y me enviaron con los demás al barracón 9 (el ex ba-
sulmanes desvariaban y no hablaban más que de comida. Los rracón 11). Recibíamos el mismo alimento que los otros, pero
musulmanes no querían a los prisioneros ((mejores': a no ser que no íbamos a trabajar y podíamos descansar todo el día. Nos vi-
pudieran conseguir de ellos algo de comer. Preferían la compa- sitaron médicos del campo y a mí me operaron -conservo to-
ñía de los suyos, porque asípodían intercambiarfácilmente pan, davía las cicatrices- y me recuperé. No teníamos que presen-
queso o salchicha por un cigarrillo u otros alimentos. Tenían tarnos a la llamada, hacía calor y se estaba bien, hasta que un
miedo de ir a la enfermería, jamás se declaraban enfermos y de día llegaron las SS responsables del barracón. Dijeron que el ai-
ordinario se derrumbaban de improviso durante el trabajo. re era sofocante e hicieron abrir todas las ventanas; era el 1 7
Aún hoy puedo ver perfectamente las escuadras que vuelven de diciembre de 1940... Unos minutos después todos temblá-
del trabajo en filas de a cinco: las primeras filas marchaban al bamos de frío y nos hicieron correr por la estancia hasta que
paso siguiendo el ritmo de la orquesta, las cinco que iban in- todos quedamos bañados de sudor. Después dijeron: ((sentados JJ

mediatamente detrás no conseguían mantener el paso, en las y ninguno se movió. Hasta que nuestros cuerpos se enfriaron y
siguientes los hombres tenían que apoyarse unos en otros, mien- de nuevo nos quedamos helados. Después una nueva carrera,
tras que en las últimas filas los cuatro más fuertes llevaban co- y así todo el día.
gido por los brazos y las piernas al quinto que se estaba mu- En vista de la situación decidí irme de allí, y durante la vi-
riendo ... sita de control dije que estaba curado, que ya me encontraba
Como ya he dicho, en 1940 deambulaba por el Lager como bien y que quería trabajar. Y así fue. Me transfirieron al ba-
un perro vagabundo, tratando de conseguir al menos alguna rracón 10 (ahora es el número 8) y me pusieron en una habi-
cáscara de patata. Intentaba meterme en unos hoyos que esta- tación en la que sólo había recién llegados ( . .) . Como deteni-
ban cerca del aserradero donde se ponían a fermentar las pa- do antiguo, le caía bien al jefe del barracón, que me ponía
tatas que servían después de pienso para los cerdos y otros ani- como ejemplo a los otros detenidos ( .. ). A continuación fui
males. Los compañeros comían rebanadas de patatas crudas transferido al Kommando Agricultura, en el establo de las va-
178 179
cas. También aquí me gané la confianza de los compañeros y
comida suplementaria, trozos de remolacha, azúcar morena,
sopa de la porqueriza, leche en cantidad y además el calor del
establo. Esto me hizo recobrarme, y me salvó de la condición
de musulmán ( . .) .
El tiempo en que fui un musulmán ha quedado profunda- BIBLIOGRAFÍA
mente inscrito en mi memoria: recuerdo perfectamente aquel
incidente en el Kommando Aserradero en el otoño de 1940,
veo todavía la sierra, los troncos de madera apilados desorde-
nadamente, los barracones, los musulmanes que se dan calor
unos a otros, sus gestos ( . .).Los últimos momentos de los mu-
sulmanes eran verdaderamente como se dice en esta canción
del campo:

¿Hay algo peor que el musulmán?


¿Acaso tiene derecho a vivir?
¿No esta allí para que le pisoteen, le empujen y le peguen?
Deambula por el campo como un perro vagabundo.
Todos le apartan, pero su salvación es el crematorio.
La ambulancia le quita de en medio.
Bronislaw Goscinski

(Residua desiderantur)

180
La bibliografía contiene solamente los libros citados en el texto. La tra-
ducción italiana de obras extranjeras, que, siempre que ha sido posible, se ha
citado, se ha modificado cuando se ha considerado necesario atendiendo al
texto original.*

(*) La presentación de esta bibliografía y de los textos precedentes que fi-


guran en ella ha seguido los siguientes criterios:
Se hace referencia a los títulos que figuran en el elenco según la misma sis-
temática utilizada por el autor, con las obligadas modificaciones que impone
la introducción de ediciones en castellano. A efectos de localización y consul-
ta de los párrafos citados, la obra de referencia es siempre la que figura en pri- ADORNO, T. W.
mer lugar, a partir de la cual se establece la paginación. l. Díalettíca negativa, Einaudi, Torino 1975 (3ª ed.; ed.orig. Negatíve Día-
En principio se ha recurrido a la versión castellana, cuando existe, de las lektík, Suhrkamp, Frankfurt a.M. 1966). Ed. cast. Dialéctica negativa, Tau-
obras que figuran en esta bibliografía, si bien su utilización no ha sido posible rus, Madrid 1966; traducción de J. M. Ripalda.
en todos los casos. En algunas oportunidades nos hemos inclinado de forma 2. Mínima Moralía, Einaudi, Torino 1997 (3ª ed.; ed. orig. Mínima Moralía.
deliberada por el texto original o su traducción italiana, si bien en la mayoría Reflexionen aus dem beschiidígten Leben, Suhrkamp, Frankfurt a.M. 1951).
de las veces este proceder se justifica sencillamente por el hecho de que al tra- Ed. Cast. Mínima Moralía. Reflexiones desde la vida dañada, Taurus, Ma-
tarse de fragmentos muy breves o de simples alusiones de pasada, no parecía drid 1987; versión de Joaquín Chamorro.
justificado el esfuerzo de establecer la correspondencia entre las dos fuentes
a efectos de localización de la cita. En todo caso, salvo omisiones involunta- AGAMBEN, G.
rias, se menciona siempre alguna de las traducciones castellanas disponibles. Illínguaggio e la morte, Einaudi, Torino 1982.
Cuando el título que aparece en primer lugar no es italiano ni castellano, la
AMÉRY, J.
traducción se ha establecido de ordinario a partir de la fuente original cuando Un íntellettuale a Auschwítz, Bollati Boringhieri, Torino 1987 (ed. orig. jen-
nos ha sido dado disponer de ella, pero teniendo siempre en cuenta la ver- seíts von Schuld und Sühne. Bewiiltígungsversuche eínes Überwiiltígten, F.
sión italiana del autor de este volumen. Klett, Suttgart 1977).
En las citas de las obras vertidas al castellano se ha introducido, cuando se
ha considerado necesario algunas modificaciones que nos han parecido im- ANTELME, R.
puestas por la fidelidad al texto original. L'Espece humaíne, París 1947 (ed. it. La specíe umana, Einaudi, Torino 1976).
En relación con los fragmentos bíblicos presentes en las páginas de este li-
ARENDT, H.
bro nos hemos servido de la eidción castellana de la Biblia de jerusalén, si
1. La banalíta del mate. Eíchmann a Gerusalemme, Feltrinelli, Milano 1993
bien en algún momento se ha hecho uso de la traducción de Luis Alonso Scho-
(5ª ed.; ed. orig. Eichmann in jerusalem: A Report on the Banalíty ofEvíl,
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183
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2. Parmenides, GA vol. 54, Klostermann, Frankfurt a.M. 1982.
* Hemos optado por esta pulcra y castiza traducción, introduciendo al- 3. Kant e il problema delta metafísica, Silva, Milano 1962 (ed. orig. Kant und
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RYN z. y KLODZINSKI S.

* Numeramos como 1ª el texto italiano, sólo parcialmente traducido en l. And der Grenze Zwischenn Leben und Tod. Bine Studie über die Erscheinung

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des "Muselmanns" im Konzentrationslager, en "Auschwitz-Hefte", vol. 1,
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London 1974).

SOFSKY, w. El autor de esta traducción desea dejar constancia de su agradecimiento a sus


L'ordine del terrore, Laterza, Roma-Bari 1995 (ed. orig. Die Ordnung des Te- compañeros del Instituto de Filosofía del CSIC, quienes, en su mayoría, han apo-
rrors, Fischer, Frankfurt a.M. 1993). yado en una u otra medida esta modesta empresa o la anterior versión del vol. 1º
de Hamo Sacer. Muy especialmente a José Gómez Caffarena, Francisco Pérez, ]o-
SPINOZA, B.
sé Miguel Marinas, Miguel García Baró y Agustín Serrano de Haro, que han com-
Compendium grammatices linguae hebraeae, en Id., Opera, ed. de Geb- partido conmigo de manera harto generosa, no pocas perplejidades o que me han
hardt, vol. 3, Heidelberg 1925. aportado preciosas sugerencias y aclaraciones. Nada tienen que ver, como es ob-
TERTULIANO vio, con las deficiencias que puedan atribuirse a este texto.
Scorpiace, ed. de G. Azzali Bernardelli, Nardini, Firenze 1990.

WIESEL, E.
Por Sorne Measure of Humility, in "Sh'ma. A Journal of Jewish Responsabi-
lity", nº 5, 31 octubre 1975.

188
ÍNDICE

ADVERTENCIA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

EL TESTIGO ............................ 13
EL "MUSULMÁN" .......................... 41
VERGÜENZA, O DEL SUJETO . . . . . . . . . . . . . . . . 91
EL ARCHIVO Y EL TESTIMONIO . . . . . . . . . . . . . . . . 143

BIBLIOGRAFÍA .......................... 181

AGRADECIMIENTOS ....................... 189


Esta edición de
LO QUE QUEDA DE AUSCHWITZ
de Giorgio Agamben,
se terminó de imprimir
el día 30 de septiembre de 2014

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