Вы находитесь на странице: 1из 10

Marvin Minsky

¿Heredarán los robots la tierra?


(Scientific American, Octubre de 1994, con pequeñas revisiones)

Original en http://web.media.mit.edu/~minsky/papers/sciam.inherit.html

Traducido por Wintermute

1. Introducción
Early to bed and early to rise,
Makes a man healthy and wealthy and wise. --- Ben Franklin

Todos queremos sabiduría y salud, pero a menudo nuestra salud se vence antes de que
podamos conseguirlo. Para alargar nuestras vidas y mejorar nuestras mentes, en el
futuro tendremos que cambiar nuestro cuerpo y cerebro. Para ello, consideremos en
primer lugar cómo la evolución darwiniana nos trajo hasta aquí. Entonces, deberemos
imaginar formas en que futuros respuestos para partes de nuestro cuerpo resolverían la
mayor parte de los problemas de una salud en decadencia. Inventar después estrategias
para aumentar nuestros cerebros y ganar una mayor sabiduría. Incluso deberíamos
reemplazar por completo nuestros cerebros - mediante el uso de la nanotecnología. Una
vez liberados de nuestras limitaciones biológicas, seríamos capaces de decidir sobre la
duración de nuestras vidas - con la opción de la inmortalidad - y optar a otras
capacidades aún inimaginables.

En tal futuro, la salud no sería un problema; lo sería controlarla. Obviamente, este tipo
de cambios son difíciles de visionar, y muchos pensadores aún argumentan que estos
avances son imposibles - en particular en el área de la inteligencia artificial. Pero los
conocimientos necesarios para activar el interruptor ya están en marcha, y es hora de
empezar a considerar qué aspecto tendrá nuestro nuevo mundo.

Salud y longevidad.
Tal futuro no puede obtenerse mediante la biología. En los últimos tiempos hemos
aprendido mucho sobre la salud y cómo mantenerla. Hemos desarrollado miles de
tratamientos específicas para distintas enfermedades y discapacidades. Y aun así, no
parece que la longitud máxima de nuestra vida haya aumentado. Franklin vivió durante
84 años y, excepto en mitos y leyendas, nadie ha vivido el doble de tiempo. De acuerdo
con las estimaciones de Roy Walford, profesor de patología en la Escuela Médica de
UCLA, la esperanza media de vida era de 22 años en la antigua Roma; de 50 en los
países desarrollados en 1900, y ahora se mantiene sobre 75 años. Aun así, todas estas
curvas parecen terminar abruptamente cerca de los 115 años. Siglos de mejoras en la
salud no han tenido efectos sobre ese máximo:
¿Por qué nuestro tiempo de vida es tan limitado? La respuesta es simple: la selección
natural favorece los genes de aquellos con mayor número de descendientes. Este
número tiende a crecer exponencialmente con el número de generaciones, y esto
favorece los genes de quienes se reproducen a edades menores. La evolución no suele
favorecer los genes que alargan la vida más allá que el tiempo en que se necesita que los
padres cuiden de sus pequeños. De hecho, podría incluso favorecer a los vástagos que
no han de competir con sus padres vivos. Tal competición podría ayudar a la
acumulación de genes que conducen a la muerte.

Por ejemplo, el pulpo mediterráneo (O. Hummelincki) pronto tras reproducirse deja de
comer y muere por inanición. Sin embargo, si le quitamos una determinada glándula, el
pulpo continúa comiendo y vive el doble de lo normal; como él, muchos otros animales
están programados para morir pronto tras cesar su ciclo reproductivo. Algunas
excepciones a esto incluyen animales que viven mucho tiempo, como nosotros y los
elefantes, cuya progenie adquiere conocimientos importantes acumulados en sus
mayores mediante la transmisión social.

Los humanos parece que somos los animales de sangre caliente que más pueden llegar a
vivir. ¿Qué factor nos ha llevado a nuestra presente longevidad, que es hasta el doble de
los cercanos primates? La clave es la sabiduría. Entre todos los mamíferos, nuestros
pequeños son los peor equipados para sobrevivir por sí mismos. Quizá no sólo
necesitabamos sólo padres, sino abuelos también, para preocuparse por nosotros y
mostrarnos importantes pistas acerca de cómo sobrevivir.

Incluso con tales consejos, hay muchas causas de mortalidad que pueden hacernos
sucumbir. Muertes por infección; nuestro sistema inmunológico ha evolucionado en
diversos caminos para hacer frente a estas enfermedades. Incluso, estos mismos
sistemas inmunológicos a veces nos hacen daño tratando partes de nuestro cuerpo como
si, también, se tratara de invasores. Este ceguera nos lleva a enfermedades como la
diabetes, la esclerosis múltiple, la artriris reumatoide, y muchas otras.

También estamos expuestos a heridas que nuestro cuerpo no puede reparar. Accidentes,
venenos, calor, radiación, deshidratación,... estas y otras influencias pueden alterar
químicamente o deformar las moléculas en nuestras células haciéndolas inservibles.
Algunos de estos errores se corrigen reemplazando las moléculas defectuosas; pero
cuando la sustitución es demasiado lenta, los errores se acumulan. Cuando las proteínas
del cristalino del ojo pierden su elasticidad, perdemos nuestra capacidad para enfocar y
necesitamos lentes bifocales - otra invención de Franklin.

Las causas de muerte más importantes, son resultado del efecto de genes heredados.
Estos genes incluyen aquellos que parecen ser responsables de problemas de corazón y
cáncer, las dos principales causas de mortalidad, así como muchos otros desórdenes
como la fibrosis cística. Las nuevas tecnologías deberían ayudar a prevenir algunos de
estos desórdenes encontrando formas en que reponer estos genes.

Quizá lo peor de todo, sufrimos defectos inherentes al modo de trabajar de nuestro


sistema genérico; la relación entre genes y células es excesivamente indirecta, no
existiendo ningún mapa que guíe a nuestros genes a la hora de construir y reconstruir el
cuerpo. A medida que aprendamos más sobre nuestros genes, seremos capaces de
corregir, o al menos posponer, muchos problemas que abundan en edad avanzada.

La senectud es, probablemente, inevitable en todo organismo biológico; pero


curiosamente, algunas especies (incluyendo algunas variedades de peces, galápagos y
langostas) no parecen aumentar su mortalidad con la edad. Estos animales parecen
morir gracias a causas externas, como depredadores o falta de comida. Aun así, no
tenemos constancia de animales que hayan vivido 200 años - aunque esto no prueba que
no existan. Walford y muchos otros piensan que una dieta cuidadosamente calculada y
con restricciones calóricas serias, podría aumentar significativamente la esperanza de
vida de una persona. No podría, sin embargo, evitar nuestra muerte.

Desgaste biológico
A medida que aprendamos más sobre nuestros genes, tendremos una mayor capacidad
para corregir o al menos posponer muchos sucesos que acontecen en nuestra edad más
madura. Pero aunque encontrásemos una cura para cada enfermedad, aún tendríamos
que vérnoslas con el problema genérigo del "desgaste". El funcionamiento normal de
cada célula incluye miles de procesos químicos, los cuales cometen de vez en cuando
errores aleatorios. Nuestros cuerpos utilizan muchos tipos de técnicas de corrección,
cada una de ellas activada por un tipo de eror determinado. No obstante, suceden estos
errores de tan distintas maneras que no hay sistema a bajo nivel que pueda corregirlos
todos.

El problema es que nuestros sistemas genéticos no se diseñaron para un mantenimiento


a largo plazo. La relación entre los genes y las células es demasiado indirecta y no hay
ningún esquema indicandoa los genes sobre cómo deben construir o reparar el cuerpo.
Para remediar defectos a gran escala, el cuerpo necesitaría algún tipo de catálogo que
especificase qué tipos de células deberían situarse en cada lugar; una redundancia
sencilla en programas informáticos, estamos acostumbrados a que muchos ordenadores
mantengan copias sin utilizar de sus programas más críticos y a que comprueben
rutinariamente su integridad. Sin embargo este no es un camino en que los animales
hayan evolucionado en ningún caso; quizá dado que este tipo de algoritmos no pueden
desarrollarse mediante la selección natural. El problema es que esta corrección de
errores detendría la mutación - lo cual al final sólo frenaría la evolución de los
descendientes de un animal, que serían incapaces de adaptarse a los cambios en su
entorno.

¿Sería posible que viviéramos varios siglos mediante un cambio en algunos genes?
Después de todo, sólo nos diferenciamos de gorilas y chimpancés en unos pocos miles
de genes, y aun así vivimos prácticamente el doble que ellos. Si pensamos que sólo una
pequeña fracción de estos genes causó este aumento en nuestra esperanza de vida, quizá
no fueran más de cien de estos genes los impicados; y aun así, esto no garantizaría que
pudiéramos ganar otro siglo cambiando otros cien genes. Puede que fueran sólo unos
pocos, o muchos, lo que tuviéramos que cambiar para que esto sucediera.

Fabricar nuevos genes y utilizarlos es algo que poco a poco se está haciendo posible.
Pero también tenemos otro frente en nuestro frente contra el desgaste biológico:
reemplazar los órganos susceptibles de fallar con un sustituto artificial o biológico.
Algunos de estos reemplazos son ya una rutina. Otros están en el horizonte. Un corazón
no es más que una bomba que empuja la sangre un tanto inteligente; los músculos y
huesos son motores y vigas; el sistema digestivo, un reactor químico. Sustituir estas
partes es un problema que tarde o temprano resolveremos.

Si consideramos sustituir un cerebro, un transplante no funcionará. No puedes cambiar


tu cerebro por otro y seguir siendo la misma persona; perderías todos tus conocimientos
y el proceso que constituye tu identidad. Podríamos aun así sustituir algunas partes de
un cerebro mediante el transplante de células de tejido fetal; no recuperaría nuestros
conocimientos perdidos, pero esto tendría escasa importancia pues probablemente
almacenamos cada fragmento de conocimiento en varios lugares distintos a la vez, en
formas diferentes. Los nuevos fragmentos del cerebro podrían ser integrados con el
resto, e incluso es posible que parte de este proceso sucediera de forma espontánea.

Los límites de la sabiduría humana


Aparte del hecho del desgaste de nuestros cuerpos, me asalta la sospecha de que el
mismo tope biológico existe para nuestros cerebros. Como especie hemos alcanzado ya
el cénit de nuestro desarrollo intelectual; no parece que seamos mucho más listos ahora
que antes. ¿Albert Einstein ha sido mejor científico que Newton o Arquímedes?
¿Alguna obra de teatro en estos últimos años ha superado a Shakespeare o Euripides?
Hemos aprendido muchísimo en los últimos dos mil años y aun así la sabiduría antigua
sigue resultando impresionante, lo que me hace sospechar que no hemos progresado
mucho desde entonces. Aun no sabemos cómo enfrentarnos a los conflictos en que se
entrecruzan objetivos individuales e intereses globales. Somos tan malos a la hora de
tomar decisiones importantes que, en cuanto podemos, dejamos una elección insegura al
azar.

¿Por qué se encuentra tan limitada nuestra sabiduría? ¿Es quizá que no tenemos tiempo
para aprender mucho, o que no poseemos la suficiente capacidad? ¿A, cómo dice la
leyenda popular, que sólo utilizamos una pequeña parte de nuestro cerebro?...
¿Ayudaría una mejor educación? Por supuesto, pero sólo hasta cierto punto. Hasta
nuestros mejores prodigios no aprenden más que al doble de la velocidad del resto.
Tardamos tanto en aprender porque nuestros cerebros son terriblemente lentos.
Seguramente tener más tiempo nos ayudaría, pero la longevidad no es suficiente. El
cerebro, como sucede con todo lo finito, tiene un límite; no sabemos cuales son esos
límites, y quizá nuestros cerebros podrían seguir aprendiendo durante unos cuantos
siglos. Pero al final, necesitaríamos aumentar su capacidad.

Cuanto más aprendamos sobre nuestros cerebros, más formas tendremos de mejorarlos.
Cada cerebro tiene cientos de regiones especializadas. Sabemos muy poco sobre lo que
hace cada una - pero en cuanto averiguemos cómo funciona cualquiera de esas partes,
los científicos intentarán desarrollar modos de extender su capacidad. Concebirán
capacidades complétamente nuevas que la biología nunca nos ha proporcionado, y a
medida estos inventos se acumulen intentaremos conectarlos a nuestro cerebro - quizá
mediante millones de electrodos microscópicos insertados en el corpus callosum, el
mayor bus de datos del cerebro. Gracias a los avances posteriores, no dejaremos sin
retocar una sóla parte de nuestro cerebro; al final, encontraremos caminos para
reemplazar cada parte de nuestro cuerpo y cerebro, reparando así todo aquello que hace
nuestras vidas tan breves.

No es necesario decir que, al hacerlo, nos convertiremos en máquinas.

¿Significa esto que seremos sustituidos por máquinas? No veo el sentido en las
distinciones que hacemos respecto a las máquinas en términos de "nosotros" y "ellas".
Prefiero con mucho la actitud de Hans Moravec de la universidad de Carnegie-Mellon,
quien sugiere que deberíamos pensar en estas máquinas inteligentes futuras como
nuestros propios "hijos mentales".

En el pasado, tendíamos a vernos como el producto final de la evolución; esta, sin


embargo, no seha detenido. De hecho, estamos evolucionando ahora más velozmente -
aunque no por el camino del viejo Darwin. Es hora de que empecemos a pensar en
nuestras nuevas identidades emergentes. Podemos diseñar sistemas basados en nuevos
tipos de selección no-natural que explotan planes y objetivos precisos, y podemos
aprovechar la herencia de características adquiridas. Evitar estas ideas costó un siglo
para los evolucionistas - dicen los biologistas, 'teleológico' o 'Lamarckiano' -, pero ahora
hemos de cambiar las reglas.

Sustituyendo nuestro cerebro


Casi todo el conocimiento que adquirimos se distribuye en varias redes dentro de
nuestros cerebros. Estas redes consisten en un inmenso número de pequeñas células
nerviosas, y aún más pequeñas estructuras llamadas sinapsis que controlan como saltan
de una célula a la otra las señales; para reemplazar su cerebro, tendríamos que conocer
algo sobre cómo relaciona el par de células que une cada una de sus sinapsis.
Tendríamos también que saber cómo responde cada una de estas estructuras a distintos
campos eléctricos, hormonas, neurotransmisores, nutrientes y otras sustancias químicas
allí presentes. Su cerebro contiene trillones de sinapsis, luego no resulta ser un
prerrequisito sencillo.

Afortunadamente, no tenemos que conocer cada pequeño detalle. Si esto fuera así,
nuestros cerebros no funcionarían; los organismos biológicos han evolucionado de
modo que cada sistema sea insensible a la mayor parte de los detalles de los subsistemas
de los que depende. Para copiar por tanto un cerebro, debería bastar con replicar lo
suficiente la función de cada parte de modo que produzca sus efectos en el resto.
Supongamos que quisiéramos copiar una máquina - digamos un cerebro - que tuviera un
trillón de componentes. Hoy no podríamos hacer algo como eso (aunque tuviéramos el
conocimiento necesario) si tuviéramos que construir cada componente por separado. Sin
embargo, si tuviéramos un millón de máquinas de construcción cada una de las cuales
pudiera construir mil partes por segundo, nuestra tarea concluiría en minutos; en las
próximas décadas nuevas máquinas harán esto posible. La mayor parte de la
manufacturación hoy en día se basa en dar forma a materias primas; esto entra en
contraste con el campo de la nanotecnología, basada en situar cada átomo y molécula
justo donde los queremos.

Mediante estos métodos, podríamos construir fragmentos realmente idénticos y escapar


de la aleatoriedad que degrada la capacidad de las máquinas convencionales; hoy por
ejemplo, cuando intentamos fabricar circuitos muy pequeños, el tamaño de los cables
varía tanto que no podemos predecir sus propiedades eléctricas. Esta evolución nos
llevará también a nuevos tipos de materiales que las técnicas actuales no pueden
fabricar; podríamos darles una fuerza extraordinaria, o nuevas propiedades cuánticas.
Estos productos nos llevarán, entonces, a ordenadores tan pequeños como sinapsis, pero
de inigualable velocidad y eficiencia.

Una vez podamos usar estas técnicas para construir una máquina de construcción de
propósito general que opere a escala atómica, se podrá alcanzar un mayor progreso. Si
esta máquina tardara una semana en reproducirse, tendríamos un billón de copias en
menos de un año.

Estas máquinas transformarán nuestro mundo; por ejemplo, podríamos programarlas


para fabricar receptores eficientes de energía solar que además les dieran su propia
energía, construyendo campos de micro-factorías al mismo estilo en que ahora
plantamos árboles. En tal futuro, tendríamos pocos problemas respecto de obtener
abundancia, pero sí sobre cómo controlarla; deberíamos tener sin duda bastante cuidado
al manejar cosas (incluyéndonos a nosotros) con la habilidad de autoduplicarse.

Los límites de la Memoria Humana.


Si estamos pensando en aumentar nuestros cerebros, primero deberíamos preguntarnos
cuánto sabe una persona hoy en día. Yhomas K. Landauer del Bell Communications
Research revisó gran cantidad de experimentos en los que a diversos sujetos se les hacía
leer textos, observar dibujos, escuchar palabras, frases, fragmentos cortos de música y
sílabas sin sentido; mediciones posteriores a través de varios caminos demostraron que
en ninguna de estas situaciones la gente era capaz de aprender y recordar posteriormente
más de 2 bits por segundo. Si mantuviéramos ese ritmo doce horas al día durante 100
años, el total sería de unos tres billones de bits - menos de lo que podemos almacenar en
un disquette de cinco pulgadas. En una década, esa cantidad tan sólo llenaría un simple
chip.

A pesar de que estos experimentos no se parecen mucho a lo que hacemos en nuestra


vida diaria, no tenemos pruebas de que la gente pueda aprender más rápidamente.
Además de las leyendas populares de "memorias fotográficas", no se ha conocido a
nadie que haya aprendido palabra por palabra más de cien libros - o una gran
enciclopedia. Las obras completas de Shakespeare están compuestas de 130 millones de
bits. El límite de Landauer, implica que una persona necesitaría unos cuatro años para
memorizarlas... no sabemos cuanta información se necesita para realizar tareas como
pintar o esquiar, pero no veo ninguna razón para que estas actividades no estén
limitadas del mismo modo.

El cerebro contiene del orden de cien trillones de sinapsis - lo cual debería dejar espacio
para estos pocos billones de bits de memoria reproducible. Algún día, debería ser
posible producir la misma cantidad de espacio de almacenamiento en el tamaño de un
guisante, gracias a la nanotecnología.

El futuro de la Inteligencia.
Una vez sepamos bien lo que hacer, la nanotecnología nos permitirá construir cuerpos y
cerebros no limitados a trabajar al lento "tiempo real". En nuestros ordenadores, los
eventos se suceden millones de veces más rápido que en las células del cerebro;
podríamos diseñar a nuestros sucesores de modo que piensen un millón de veces más
rápido que lo que nosotros lo hacemos. Para un ser así, medio minuto podría parecer tan
largo como uno de nuestros años, y cada hora como una vida.

¿Llegará esto a existir? Muchos pensadores opinan que esas máquinas nunca pensarán
como nosotros independientemente de cómo los construyamos, que siempre faltará
algún tipo de ingrediente vital. Llaman a esta esencia mediante varios nombres -
consciencia, espíritu, alma -, nombres sobre los que los filósofos han escrito libros
enteros para probar que, gracias a esta deficiencia, nunca una máquina podrá sentir o
entender como lo hacen las personas. Cada prueba sin embargo en estos libros, cae por
su propio peso al ser asumido aquello que pretende probar: la existencia de algún tipo
de mágico mecanismo sin propiedades detectables.

No tengo paciencia con este tipo de argumentos. No deberíamos buscar cada pequeña
parte que falta; el pensamiento humano tiene muchos ingredientes, y en cada máquina
que hemos construido se echan en falta docenas, centenares de ellos. Comparemos lo
que los ordenadores hacen hoy con el pensamiento, y deduciremos que el pensamiento
humano es mucho más flexible y adaptable. En cuanto algo va mal en un programa hoy
en día, la máquina se detendrá o producirá algún tipo de resultado erróneo. Cuando en
nuestro caso algo va mal, sabemos reaccionar; probamos algo distinto, intentamos
enfocar el problema de otra forma, buscamos una nueva estrategia. ¿Qué nos da la
capacidad de funcionar de esta manera?

Un texto sobre el cerebro descansa sobre mi mesa; su índice posee unas 6000 líneas
referidas a cientos de estructuras especializadas, tal que si por ejemplo hieres una de
ellas, podrías perder la capacidad de recordar nombres de animales. Otro tipo de daños
harían que no pudieras trazar planes a largo plazo. Incluso otro tipo de disfunción podría
hacer que utilizaras palabras malsonantes debido a los daños en la maquinaria que
censura normalmente estas formas de expresión. Conocemos gracias a miles de hechos
similares que el cerebro contiene toda esta diversa maquinaria.

Tu conocimiento por tanto está representado de diversas formas que son almacenadas en
distintas regiones del cerebro, para ser utilizado por procesos individuales. ¿A qué se
parecen estas representaciones? Aún no lo sabemos a nivel cerebral. Sin embargo, en el
campo de la Inteligencia Artificial, se han encontrado varios métodos útiles para
representar el conocimiento, algunos especializados en conseguir determinados
objetivos; el sistema más popular es el de "si-entonces", así como el de "frames" (que se
parecen a cuestionarios que han de ser rellenados). Otros utilizan redes parecidas a telas
de araña, o esquemas que semejan árboles. Algunos sistemas almacenan el
conocimiento en sentencias parecidas al lenguaje, o en expresiones lógicas. Un
programador comienza siempre sus proyectos decidiendo cómo será la representación
más adecuada a ellos; típicamente, si esta falla, todo el sistema cae derribado. Esto,
justifica la queja habitual de que un ordenador realmente no "entiende" aquello que está
haciendo.

Pero... ¿qué significa entender? Muchos filósofos han dicho que entender (o significado,
o consciencia) ha de ser una habilidad básica que tan sólo puede poseer una mente viva.
Opino que esto es una muestra de la "envidia de la física" - esto es, envidia sobre cómo
la física ha demostrado tanto con tan pocos principios. Los físicos han hecho bien
evitando toda explicación compleja, buscando las más sencillas en su lugar. Sin
embargo, este método no funciona cuando nos enfrentamos a la vasta complejidad del
cerebro; como dije acerca de este tema en mi libro The Society of Mind, "si entiendes
algo sólo mediante un camino, no lo entiendes en absoluto. Esto se debe a que, si algo
va mal, sigues encerrado en un pensamiento dentro de tu mente que no te conduce a
ninguna parte. El secreto de lo que cualquier cosa significa para nosotros depende en
cómo lo hemos enlazado respecto al resto de cosas que sabemos; es por eso que cuando
alguien aprende algo de memoria, como un loro, decimos que no lo entiende realmente.
Sin embargo, si tienes varias representaciones del hecho cuando una falle podrás utilizar
la siguiente; demasiadas conexiones lógicamente convertirían el cerebro en un caos,
pero las conexiones adecuadas pueden permitirte ver las cosas desde tantas perspectivas
que acabes encontrando una que funcione; ¡y a eso nos referimos cuando pronunciamos
'pensar'!"

Pienso que esta flexibilidad explica porqué el hecho de pensar es tan fácil para nosotros
y tan difícil para los ordenadores actualmente. En The Society of Mind, sugiero que el
cerebro raramente usa una sóla representación. En su lugar, suele ejecutar varios
escenarios en paralelo, de modo que hayan múltiples puntos de vista disponibles en
cada momento. Cada parte, cada proceso en el cerebro, poseerá deficiencias que
deberíamos poder solucionar encontrando otras partes que nos ayuden a detectarlas y
corregirlas.

Para poder pensar de modo eficiente, se necesitan multitud de procesos que ayuden a
describir, predecir, explicar, abstraer y planear que hará tu mente a continuación. La
razón de que podamos pensar de modo tan impecable no es una serie de talentos
misteriosos ocultos en nuestro cerebro, sino el uso de sociedades de agentes que
trabajan de mutuo acuerdo para impedir que nos quedemos atascados. Cuando
descubramos como funcionan estas sociedades, podremos reproducirlas en ordenadores;
si un proceso en un programa se atasca, otro podrá sugerirle una aproximación
alternativa. Si vieramos a una máquina hacer cosas como esa, seguro pensaríamos que
es consciente.

Los fallos de la Ética


Este artículo deriva hacia nuestros derechos a tener hijos, cambiar nuestros genes, y
morir si lo deseamos. No ha existido aún sistema ético popular, sea humanista o
religioso, que se haya enfrentado a los retos que ya confrontamos. ¿Cuántas personas
deberían ocupar la Tierra? ¿Qué tipo de personas? ¿Cómo deberíamos compartir el
espacio disponible? Claramente, deberíamos cambiar nuestras ideas sobre tener más
hijos. Los individuos son concebidos mediante el azar; algún día, sin embargo, serán
compuestos de acuerdo a unos determinados deseos y designios. Incluso, cuando
construyamos nuevos cerebros, no será necesario que sigan el mismo camino que el
nuestro, comenzando con tan escasos conocimientos sobre el mundo. ¿Qué tipo de
cosas deberían saber nuestros hijos mentales? ¿Cuántos deberían producirse - y quién
debería decidir sus atributos?

Los sistemas éticos tradicionales de centran en los individuos, como su fueran las únicas
cosas de valor. Obviamente, debemos también de considerar los derechos y papeles de
seres a mayor escala - como las superpersonas a las que llamamos culturas, y los
sistemas crecientes llamados ciencias, que nos ayudan a entender otras cosas. ¿Cuántas
de estas entidades queremos? ¿De qué tipo son las que más necesitamos? Deberíamos
tener cuidado de aquellas que se atascan en formas que impiden un mayor crecimiento.
Algunas opciones de futuro son inimaginables; pongamos una revisión de tu y mi
mentalidad, a partir de la cual se compilase una nueva mente unida basada en la unión
de estas experiencias.

Sea lo que sea lo que nos depare el futuro, ya estamos cambiando las reglas que nos
hicieron. Aunque la mayoría de nosotros temamos al cambio, muchos otros querrán huir
de sus actuales limitaciones; cuando decidí escribir este artículo, probé con estas ideas
sobre diversos grupos a los que realicé encuestas informales; el curioso resultado fue
que al menos tres cuartas partes de la audiencia parecían sentir que nuestra vida ya era
demasiado larga. "¿Para qué querría alguien vivir quinientos años? ¿No sería aburrido?
¿Y si murieran todos tus amigos? ¿Qué harías con todo ese tiempo?" preguntaron.
Parecía haber un miedo secreto a no merecer vivir durante tanto tiempo; me resulta
preocupante pensar que tanta gente está resignada a morir.

Mis amigos científicos me mostraron algunas de estas preocupaciones; "hay tantas cosas
que quiero averiguar, tantos problemas que quiero resolver, que podría utilizar varios
siglos", dijeron. Ciertamente, la inmortalidad podría parecernos poco atractiva si
implicara una debilidad y dependencia de otros infinita - pero estamos asumiendo un
estado de salud perfecto. Alguna gente expresó una preocupación importante; que los
mayores deben morir para que los jóvenes puedan traer nuevas ideas; no se trata de un
buen argumento si, como me temo, estamos acercándonos a nuestros límites
intelectuales. No ganaríamos nada en los vastos océanos de sabiduría más allá de
nuestra capacidad.

Así que, ¿heredarán los robots la tierra? Si, pero serán nuestros hijos. Debemos nuestras
mentes a las muertes y vidas de todas aquellas criaturas que se encontraron alguna vez
en esta lucha llamada Evolución. Nuestro objetivo entonces, es asegurarnos de que este
titánico trabajo no acabe siendo tan sólo un innecesario gasto de energía...

Leer Más...
Longevity, Senescence, and the Genome, Caleb E. Finch; Univ of Chicago Press, 1994
MAXIMUM LIFE SPAN.1983. Roy L. Walford. W. W. Norton and Company,

THE SOCIETY OF MIND, Marvin Minsky. Simon and Schuster,

MIND CHILDREN Hans Moravec, Harvard University Press, 1988.

NANOSYSTEMS, K. Eric Drexler. John Wiley & Sons, 1992.

THE TURING OPTION, Marvin Minsky and Harry Harrison. Warner Books, 1992.

Вам также может понравиться