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Etapas del realismo español

Realismo idealista (años 50)

La etapa denominada como realismo idealista empieza en 1849 con la


publicación de La gaviota, de Fernán Caballero, y se caracteriza por una
abundante presencia de elementos costumbristas, un estilo claro y sencillo, así
como diálogos realistas. Los relatos de este realismo suelen ser escritos con un
propósito moral y presentan un mundo dividido entre buenos y malos, por lo
que la objetividad es muy limitada, hecho que los aleja de la clasificación dentro
del campo propiamente realista. Los escritores más importantes son: Cecilia
Böhl de Faber, conocida como Fernán Caballero, o Pedro Antonio de Alarcón
con El sombrero de tres picos.

Realismo propiamente dicho (años 70)

El realismo propiamente dicho empieza en 1868 con La fontana de oro de


Benito Pérez Galdós. Los autores que se inscriben dentro de este movimiento
pretenden describir la realidad de manera más objetiva que los anteriores, por
lo que no se alejan del dualismo anterior (y por eso sus obras son “novelas de
tesis”), y se centran en descripciones más ricas y precisas, que, en cuanto a los
personajes, se caracterizan por el minucioso análisis psicológico que supone en
muchos casos el hecho de “dejarlos” actuar con libertad, de modo que su
comportamiento dependa de las circunstancias en que viven y su propia
psicología.

Los escritores realistas son: Juan Valera, con novelas como Pepita Jiménez o
Juanita la larga; José Mª Pereda (Peñas arriba y Sutileza) o Benito Pérez
Galdós.

Realismo naturalista (años 80)

Aunque se adoptan algunos de los rasgos del Naturalismo de Zola


(experimentación, crítica social, personajes sórdidos y desagradables,
observación detallada de la realidad...), el verdadero Naturalismo no tuvo
arraigo en España por el rechazo del rasgo fundamental de esta corriente
literaria: el determinismo, tanto biológico como social. El realismo naturalista en
España comienza con la publicación de una serie de artículos bajo el título La
cuestión palpitante, de Pardo Bazán. Algunas novelas naturalistas de interés
son La desheredada de B. Pérez Galdós, Los pazos de Ulloa y La madre
naturaleza, de Emilia Pardo Bazán, o La Regenta, de Leopoldo Alas, “Clarín”.

Realismo espiritual y simbolista (años 90).

Por desencanto del materialismo, se acentúa el idealismo de los personajes y


pierde importancia la descripción de la realidad, como en Nazarín, de Galdós, o
Su único hijo, de “Clarín”

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