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IMDICE ........................................................................................................................................... 1
INTRODUCCION ............................................................................................................................. 2
WEEBGRAFIA ............................................................................................................................... 12
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INTRODUCCION
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CAPITULO I: IMPERIO ROMANO
El Imperio Romano es considerado la civilización más grande, poderosa e importante de
la historia occidental.
Comenzó en el año 27 a.C y terminó en 476 d.C Se extendía del río Rin a Egipto,
llegaba a Gran Bretaña y al Asia Menor. Así, establecía una conexión con Europa, Asia
y África.
Llegó a ser uno de los imperios más poderosos de la historia. El imperio vivió dos
etapas durante su historia, llamadas el alto impero y el Bajo Imperio, durante el bajo
imperio es donde llega la tan conocida división en dos del imperio:
El imperio de Occidente con capital en Milán el cual desaparecería en el año 476 como
consecuencia de los ataques Germanos.
Esencialmente comercial
Roma tuvo siete reyes; los cuatro primeros, latinos, y los tres últimos, etruscos, son los
que agrandaron Roma y la mejoraron con la edificación de puentes nuevos, acueductos,
alcantarillado, murallas.
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Con las constantes desavenencias entre los reyes, los romanos desataron una guerra civil
y experimentaron la república, entre 509 a.C y 27 a.C. En esta época, Sus habitantes
expulsaron los monarcas y se constituyeron en República.
El sistema político era la monarquía, ya que la ciudad era gobernada por un rey de
origen patricio.
Los plebeyos, el grupo más numeroso, incluía los agricultores, los artesanos y los
comerciantes que no tenían propiedades ni tampoco derechos políticos.
La religión en este período era politeísta, adoptando dioses semejantes a los de los
griegos, pero con nombres diferentes. En las artes se destacaba la pintura de frescos,
murales decorativos y esculturas con influencias griegas.
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Las dificultades para proteger y mantener las numerosas fronteras del Imperio. Sin
dinero para pagar a los soldados, extensas áreas quedaron desprotegidas, lo que facilitó
la invasión de pueblos enemigos, sobre todo los de origen germánico.
El colapso del sistema esclavista, causado por el fin de las guerras de conquistas a partir
del gobierno de Adriano (117-138). Con el término de las conquistas, se perdió la
principal fuente de mano de obra esclava, los prisioneros de guerra.
Pero la situación se agravaba. Las crisis políticas, ya que no había un criterio definido
de sucesión para el trono. Muchas veces, la sucesión estaba marcada por guerras entre
los generales más poderosos.
En la última fase del Imperio, Diocleciano (284- 304) intentó eludir el problema
dividiéndolo en cuatro partes (tetrarquía). Después de su muerte, las disputas sucesivas
renacieron, pues Constantino reunificó el Imperio.
A partir del siglo III, el Imperio de Roma atravesó varias crisis, que acabaron por
provocar su decadencia y, finalmente, su desintegración.
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Altos impuestos: para sostener al gran número de funcionarios y militares, necesarios en
territorio tan extenso, era necesario mucho dinero, que era recaudado del pueblo. Este
mismo dinero también sostenía el lujo y la corrupción de los gobernantes.
En 476, cuando era emperador Rómulo Augusto, la capital del Imperio de Occidente
cayó en manos de los bárbaros, encabezados por Odoacro.
El Imperio de Occidente llegó al fin con las invasiones bárbaras. En 476, los hérulos
(pueblo bárbaro) encabezados por Odoacro, invadieron Roma y depusieron al último
emperador de Occidente, Rómulo Augusto.
Los romanos tenían especialistas en las artes terapéuticas que provenían de tres grupos:
extranjeros, sobre todo griegos, esclavos y esclavos liberados. Cicerón en su libro
Deberes, describe la Medicina como una profesión
honrosa para personas de un cierto estamento social, es decir, esclavos o esclavos
liberados – nunca ciudadanos romanos.
El primer médico extranjero de Roma fue un griego que practicó la Medicina en el año
219 a.C. Sin embargo, el primero entre los griegos en alcanzar fama y fortuna como
médico en Roma fue Asclepíades, un nativo de Bitini (Asia Menor) que llegó a Roma
en el año 91 a.C. A pesar de no tener formación médica profesional, alcanzó un notable
éxito en su campo y fundó la primera escuela médica de la antigua Roma.
Las mujeres también eran practicantes de la Medicina; las primeras doctoras fueron
griegas y combinaban la mayéutica con la magia y probablemente, ejercían las artes
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relacionadas con el embellecimiento corporal. En el siglo II d.C. el famoso médico
Sorano de Éfeso afrmó que las mujeres que deseasen entrar en la profesión médica
deberían poseer dotes para escribir, una buena memoria, salud, temperamento
equilibrado, discreción, conocimientos de dietética, de farmacia y, en cierto grado, de
cirugía.
Escribonio Largo, doctor personal del emperador Claudio, fue otro famoso médico
romano que escribió con profusión acerca de los tratamientos dentales. Entre varias
recomendaciones para el tratamiento del dolor de molares, son adecuadas la
fumigaciones de semillas de belladona, esparcidas sobre las brasas; a continuación debe
enjuagarse la boca con agua caliente, y de esta manera, a veces se expulsan pequeños
gusanos. La Medicina en la Roma clásica era una combinación de la magia primitiva del
pueblo itálico, la sabiduría sacerdotal de los etruscos y algunas supersticiones de origen
griego. El gran naturalista Plinio el Viejo (que murió durante la erupción del Vesubio en
el año 79 d.C.) describió una cura de dolor de muelas que consistía en encontrar una
rana a la luz de la luna llena, mantener su boca abierta, escupirle dentro y enunciar una
fórmula.
Otro médico griego digno de mención fue Claudio Galeno (131 a.C), que estudió
también en Alejandría y recopiló todas las obras de Medicina conocidas en su época,
ejerció en Roma y fue el primero en reconocer que el dolor dental podría deberse a
pulpitis (infamación de la pulpa) o pericementitis (infamación de la porción radicular
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del diente). Clasifcó los dientes en centrales, cúspides y molares. Sirvió como médico
del emperador Séptimo Severo, era un escritor incansable y su trabajo se utilizó como
fuente autorizada de la ciencia hasta los tiempos del Renacimiento.
Además de efectuar el tratamiento de enfermedades bucales y extracción de dientes, los
romanos eran expertos restauradores de dientes cariados con coronas de oro y
reemplazaban los dientes perdidos con prótesis fjas. En la era cristiana, la prótesis
dental se había sofsticado bastante, siendo comunes las dentaduras totales o parciales.
Parece razonable creer que las prótesis eran fabricadas por orfebres y otros artistas y
posteriormente, colocadas en la boca por el médico, de la misma manera como trabajan
en colaboración los dentistas y técnicos de laboratorio. Mucho de lo que sabemos de la
Odontología romana, procede de los escritores satíricos, entre los cuales se destacaban
Marcial y Juvenal. Los romanos tenían en gran estima la higiene bucal y a pesar de no
tener jabón, usaban el agua para lavarse. El uso de polvos dentífricos era generalizado y
podía usarse una gran variedad de sustancias, como huesos, cáscaras de huevo, ostras,
etc. Después de quemarlas y mezclarlas con miel, se reducían a un fno polvo. A pesar
que la superstición y el capricho dictaba la elección de los ingredientes, la adición de
astringentes como la mirra o la sal indica la intención de limpiar los dientes y
reforzarlos cuando empezaban a moverse. La conciencia de los romanos de clase alta en
cuanto a la higiene dental, era extrema, al punto de que, cuando tenían invitados a cenar,
les regalaban palillos de metal fnamente decorados, a menudo de oro, para limpiarse los
dientes.
Por otra parte, existía una especie de pasta de dientes primitiva que se componía de
diferentes ingredientes que arrastraban los restos de comida. Este dentífrico contenía
polvo de piedra pómez, vinagre, miel y sal, y se atribuye su invención al médico latino
Escribonio Largo.
Los comensales romanos contaban también con diferentes remedios para camuflar el
mal aliento producido por los precarios cuidados de la boca y las digestiones pesadas.
Plinio el Viejo recomienda enjuagar la boca con vino por las noches antes de dormir.
Otros, prefieren recurrir a las hierbas aromáticas, como una tal Mírtale que menciona
Marcial: “Mírtale suele oler fuertemente a vino y, para disimularlo, mastica hojas de
laurel y, astuta, mezcla el vino con hierbas, no con agua.”. También existían pastillas
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perfumadas, como las que inventó el famoso perfumista Cosmo, muy mencionadas por
los escritores.
Según Marcial, una tal Fescenia las tomaba al día siguiente de haber bebido vino, para
disimular que era una borracha, aunque también menciona la inutilidad del remedio, que
sólo aumenta la fetidez por la mezcla de olores:
“Para no apestar, Fescenia, al mucho vino de ayer, te tragas, refinada tú, pastillas
perfumadas. Tal desayuno te cubre los dientes, pero no es impedimento cuando un
eructo te sale del fondo de las tripas” (Marcial I 87).
Se recurría a los dentistas que, con medios rudimentarios, trataban o minimizaban los
efectos de las caries y fabricaban dentaduras postizas. De nuevo encontramos ejemplos
en boca del poeta satírico Marcial: “Tais tiene los dientes negros; Lecania, blancos.
¿Cuál es la razón? Ésta los tiene comprados, aquélla naturales.”. En un epigrama se
dirige a una mujer vanidosa y le echa en cara: “y te quites de noche los dientes igual que
las sedas” (IX, 37), y en otro revela, no sin maldad, de una tal Lelia: “Dientes y cabellos
–y no te da vergüenza- llevas postizos” (XII 23).
Los dentistas conseguían encapsular los dientes y construir una especie de puente o
prótesis de oro. A propósito, una de las Leyes de las Doce Tablas del año 450 aC, que
prohibían expresamente depositar en las tumbas objetos de oro, permite, sin embargo,
que los muertos pudieran ser enterrados con sus prótesis de oro. La ley precisaba “cui
auro dentes juncti erunt”.
De forma más sencilla, había un remedio para el dolor de dientes recomendado por
Plinio el Viejo: enjuagar la boca con agua fría por las mañanas pero un número de veces
impar (frigida matutinis inpari numero ad cavendos dentium dolores
Para acabar, existía un método para blanquear los dientes. Además de las pastillas de
Cosmo, que también blanqueaban, los romanos conocían una costumbre importada de
Hispania o del norte de África: enjuagar la boca con orina. El poeta Catulo menciona
este método para meterse con un rival en amores, un tal Egnacio, quien “porque
cándidos dientes tiene, los hace brillar todo el tiempo”, y nos dice de él “celtíbero eres:
en la tierra de Celtiberia, lo que cada uno mea, con esto se suele, por la mañana, el
diente y el rojo espacio de la encía frotar, así que, cuanto este vuestro diente más pulido
está, tanto que tú más cantidad has bebido, predica, de orina” (Catulo Carm. 39). Y
también en otro poema nos dice: “tú antes que todos, único de los de pelo largo, de la
conejosa Celtiberia hijo, Egnacio, al que bueno hace tu opaca barba y tu diente, fregado
con ibera orina” (Catulo Carm. 37). Sin duda el amoníaco de la orina hacía que la
sonrisa del tal Egnacio resplandeciese, matando de envidia a Catulo, que prefiere otros
métodos.
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2.2 Un odontólogo para el César
Hallaron una prótesis dental en una Necrópolis de Roma que data del siglo I o II A.C.
Constituye la primera evidencia arqueológica de la avanzada odontología de la época
imperial romana.
Según revela la revista científica The American Journal of Medicine, esa pieza
odontológica que se remonta al siglo I o II A.C. suministra la primera prueba tangible
de una prótesis dental elaborada en la época del Imperio Romano. El hallazgo confirma
las descripciones que aparecen en la literatura de ese período.
En un libro de medicina, el doctor Cornelius Celsus (25 a.C.-50 d.C.) explica: "Si por
algún golpe u otras razones los dientes están inestables, deben ser atados con un
alambre de oro a los dientes sólidos". Según Simona Minozzi, investigadora del
Departamento de Antropología de la Universidad de Pisa (Italia), el satírico Marcial (40
DC. -104 d.C.) acostumbraba hacer bromas sobre las aplicaciones dentales: "Lucania
tiene dientes blancos, Thais marrones. ¿Cómo puede ser? Una tiene dientes postizos, la
otra los propios. Y tu, Galla, en la noche deja a un lado tus dientes como lo haces con tu
vestido de seda".
Si bien se han encontrado varias prótesis dentales etruscas del siglo VI y IV a.C., hasta
la fecha no se había hallado evidencia arqueológica de esos materiales fabricados en el
período romano. De acuerdo con Minozzi, la prótesis dental hallada era un "diente
artificial", que ocupaba el lugar del incisivo central derecho. A simple vista, es posible
observar la presencia de dos alambres de oro que pasan por un agujero de ese diente y
que están firmemente atados a los dientes adyacentes.
Minozzi y sus colegas creen que el "diente artificial" pertenecía a la misma mujer y que
luego de haberse caído, fue utilizado nuevamente para hacer la prótesis. Gino
Fornaciari, de la División de Paleopatología -ciencia que estudia las enfermedades
padecidas por personas o animales en la antigüedad- de la Universidad de Pisa, señala:
"Probablemente la caída de ese diente es resultado de una severa periodontitis", una
enfermedad de etiología bacteriana que afecta el tejido de sostén de los dientes.
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La odontología protésica ya se practicaba en la Primera República en Roma,
sofisticándose aún más en la era cristiana, cuando era común el uso de dentaduras
totales o parciales.
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WEEBGRAFIA
www.gador.com.ar/odonto/pdf/hist_odonto02.pdf
http://www.culturaclasica.com/?q=node/1641
http://servicios.laverdad.es/servicios/cuadernossalud/pg291207/suscr/nec7.htm
https://www.google.com/amp/s/www.odontologos.mx/odontologos/noticias/amp/1911/hig
iene-bucal-en-la-antigua-roma
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