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La hermenéutica en la construcción
del ciudadano prosumidor como objeto de estudio

Por: Rocío Dinora Márquez R.


rociodinor@gmail.com

Introducción

Tomando como punto de partida la idea de la hermenéutica contemporánea “vivir es interpretar” (Ferraris, 2005, p.
133) —que implica el carácter interpretativo de la existencia humana, defendido por Nitzsche; y de “la hermenéutica como
comprensión de las manifestaciones significativas del espíritu y del comportamiento humano”, cuyas bases plantó
Schleiermacher (Ferraris, 2005, p. 110)—, este texto pretende construir al ciudadano-prosumidor (aquí debe ir el concepto)
en la comunicación de gobierno local como objeto de estudio desde la hermenéutica, usando para ello una revisión
documental.

La visión que adoptamos parte también de Dilthey (1949), para quien la comprensión tiene que ver con la vida
misma. A partir de esa postura, afirmamos que el investigador es un hermeneuta, un intérprete que a través del
conocimiento hace comprensible lo no comprendido. Es más, consideramos que la misma selección de un objeto de
estudio es un proceso hermenéutico, por cuanto su elección implica que existe una dificultad para comprenderlo.

La hermenéutica: comprender y expresar

Etimológicamente, hermenéutica significa “interpretación”, “explicación”. Se trata de explicar unos enunciados con
otros. “Expresar es ya una función hermenéutica, no hay comprensión tácita, comprender sólo se realiza cuando el sentido
entendido se traduzca en logos-lenguaje” (Ferraris, 2005, p. 11). Por otro lado, Gomis (1997) afirma que interpretar tiene
dos caras, comprender y expresar; entendiendo la interpretación como la comprensión de la realidad para poder hacerla
inteligible (p. 16). Todo ello usando el lenguaje como herramienta fundamental en un sistema autopiético donde se
comprende a partir del lenguaje y se expresa a través del lenguaje mismo.

Históricamente, la hermenéutica nace ligada a la interpretación de textos. Primero los clásicos, luego los bíblicos, y
posteriormente los jurídicos. Como exégesis, un método riguroso para entender y explicar los mensajes de la Biblia. En
Ebeling (citado por Ferraris, 2005, p. 11), la búsqueda de un significado que sigue tres direcciones: “aseverar (expresar),
interpretar (explicar) y traducir (ser intérprete)”.

La Hermenéutica como modo de interpretación antropológica es tan antigua como la civilización de la


cultura occidental, pues en el mundo clásico griego se empleaba para esclarecer los enigmas que se
encontraban en el portal de los templos de los dioses griegos (…) La hermenéutica para los elegidos,
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era el arte de interpretación de los mensajes ocultos de los dioses. (…) Luego, de esta acción de
traducción de mitos y leyendas rapsódicas, la hermenéutica pasó al campo bíblico, pues se trata de
interpretar los textos de las escrituras divinas a la luz de los nuevos teológicos que surgieron con la
aparición de grupos “Protestantes pietistas” que insistían en la interpretación literal de las Sagradas
Escrituras. (…) Posteriormente, pasó la hermenéutica al estudio del problema en el campo de las leyes
(Torres, 2016, p. 610).

Pero la idea de la hermenéutica contemporánea “vivir es interpretar” (Ferraris, 2005, p. 133) plantea el carácter
interpretativo de la existencia humana. Siguiendo a Ferraris, Alzuru (2014) señala:

La universalidad de la hermenéutica contemporánea se separa de la tradición exegética de la teología,


del derecho y de la filología, aunque conserva lo que ellas habían conquistado, interpretar tiene que ver
con decisiones históricas y existenciales de sujetos y comunidades, no interpretación de textos
filosóficos sino la interpretación como cuestión fundamental de la filosofía (p. 1).

Sostiene Dilthey (1949) que no sólo los textos escritos pueden ser interpretados, sino que toda la existencia
humana es objeto de interpretación. Así “Dilthey convierte a la hermenéutica en un método general de la comprensión”
(Torres, 2016: p. 610).

En este sentido, es posible considerar que el ser humano no sólo puede ser interpretado, lo cual implica
necesariamente tomar en cuenta su historicidad; sino también que es un constante intérprete o hermeneuta de la realidad,
cuya visión de ella no es más que una mediación, construida a partir de sus prejuicios, es decir de su estar-en-el-mundo.

Por consiguiente, podemos afirmar que el investigador es un hermeneuta, un intérprete que a través del
conocimiento hace comprensible lo no comprendido, aunque debe hacerse consciente de sus prejuicios pues pueden
afectar la indagación. Asimismo, es viable señalar que la misma selección de un objeto de estudio es un proceso
hermenéutico, por cuanto su elección implica que existe una dificultad para comprenderlo.

Esta visión puede ser respaldada por Gadamer (1993), quien en el siglo XX radicaliza la noción de hermenéutica,
considerándola como una característica propia del conocimiento humano. “Comprender e interpretar textos no es sólo una
instancia científica, sino que pertenece con toda evidencia a la experiencia humana del mundo” (p. 8).

A partir de lo anterior, y considerando como objeto de estudio al ciudadano-prosumidor en la comunicación de


gobierno local, la hermenéutica puede ser útil, no propiamente como un método, mirada tan rechazada por la hermenéutica
contemporánea. Sino como una visión para cuestionarse sobre el estar-en-el-mundo del sujeto como ciudadano, en la era
donde las ventajas que ofrecen las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) lo convierten a su vez en un
prosumidor, pero manteniendo —debido a su condición de ser social y su capacidad para organizarse política y
territorialmente— una relación permanente con el Estado.
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El problema de la universalidad de la Hermenéutica

Existen planteamientos que rechazan la universalidad de la hermenéutica, al señalar que radicalizarla es otra
interpretación. Vattimo (1991) plantea que la hermenéutica es una verdad radicalmente histórica, una consecuencia del
desarrollo del pensamiento humano que corresponde a un momento de la historia.

La interpretación no es ninguna descripción por parte de un observador "neutral", sino un evento


dialógico en el cual los interlocutores se ponen en juego por igual y del cual salen modificados; se
comprenden en la medida en que son comprendidos dentro de un horizonte tercero, del cual no
disponen, sino en el cual y por el cual son dispuestos(...) el pensamiento hermenéutico pone el acento
en la pertenencia de observante y observado a un horizonte común, y en la verdad como evento que,
en el diálogo entre los dos interlocutores, "pone en obra" y modifica, a la vez, tal horizonte (pp. 61).

Bien vale la pena referir este señalamiento en este texto, e insistir en el planteamiento de Dilthey (1949), quien
reafirma la importancia de la interpretación en los estudios humanos; “en las ciencias que tienen por objeto la realidad
histórico social” (p. 34).

Heidegger (1951), por su parte, asevera en Ser y tiempo que hermenéutica es nuestra existencia entera: “La
comprensión del ser propia del Dasein [ser-ahí=existencia] comporta, pues con igual originariedad, la comprensión de algo
así como <<un mundo>>, y la comprensión del ser del ente que se hace accesible dentro del mundo” (p. 23). Ser en un
espacio y un tiempo equivale a existir; contextualiza inevitablemente la existencia, dando por sentado su pertenencia
temporal y espacial, y reafirmando la influencia socio-histórica a la que está sometido el sujeto.

El Dasein, explica el autor, es el ente que inicialmente ha de ser previamente interrogado respecto de su ser, de
donde parte la tarea de la “interpretación del sentido de su ser” (p. 25).

La pregunta por el ser apunta, por consiguiente, a determinar las condiciones a priori de la posibilidad
no sólo de las ciencias que investigan el ente en cuanto tal o cual, y que se mueven ya siempre en una
comprensión del ser (Heidegger, 1951, p. 21).

Para Heidegger, el Dasein se convierte así en objeto de estudio:

Ser es siempre el ser de un ente. El todo del ente, según sus diferentes sectores, puede convertirse en
ámbito del descubrimiento y la delimitación de determinadas regiones esenciales (…). La historia, la
naturaleza, el espacio, la vida, el Dasein, el lenguaje, etc., pueden ser tematizadas como objetos de las
correspondientes investigaciones científicas (1951, pp. 19-20).
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Entonces, la constante interpretación del estar-en-el-mundo, la interrogante sobre el ser, la crisis de los conceptos
fundamentales a la cual se someten las ciencias al ser interrogadas sobre las cosas mismas, y la comprensión y
explicación de nuevos fundamentos, permiten afirmar que la hermenéutica es la base de las ciencias del espíritu, como
decía Dilthey (1949); y que, además, todo cuestionamiento sobre nuestro estar-en-el-mundo constituye una postura
hermenéutica.

La precomprensión: primera condición de la hermenéutica

El ser humano pertenece a su historia, dice Gadamer (1993). “El pasado propio y extraño al que se vuelve la
conciencia histórica forma parte del horizonte móvil desde el que vive la vida humana y que determina a ésta como su
origen y como su tradición” (p. 189). De allí la importancia de hacer consciente los propios prejuicios en la interpretación.

Pero Gadamer va más allá de afirmar que la conciencia histórica determina la comprensión del intérprete; es
también una condición necesaria para la comprensión. Es decir, sin ese horizonte histórico al que pertenecemos, el ser
humano sería incapaz de comprender. Gizben (1995) entiende la precomprensión de dos formas:

[La primera] caracteriza al intérprete como miembro de una comunidad cultural. En este sentido, la
precomprensión no es una propiedad particular del intérprete que lo distinga de otros miembros de una
comunidad cultural. A ello cabe agregar que la precomprensión así entendida no se reduce a la
comprensión de un solo texto, sino que representa una condición de la comprensión de todos los textos
pertenecientes a una tradición dada. Yo denomino esto como precomprensión en sentido global. Por el
contrario, [la segunda] la precomprensión en sentido individual está relativizada a la condición de la
precomprensión por parte del intérprete individual del texto también individual. La condición de la
posibilidad de la comprensión resulta así en razón de la estructura circular del proceso de entender.
Toda comprensión es necesariamente circular, porque el texto sólo revela su contenido en el mismo
sentido en que el intérprete le haya formulado algún interrogante (p. 11).

Por lo tanto, todo intérprete se acerca a un texto partiendo de una interrogante que espera sea respondida de
alguna forma. Además, con una posibilidad de comprensión del texto condicionada por sus vivencias, experiencia,
conocimiento, saber, por su background, por la cultura a la que pertenece; su estar-en-el-mundo y su estar-aquí-y-ahora.

Quien desea comprender un texto, siempre se aproxima a él con alguna expectativa de sentido que lo
conduce a hablar él primero. Si, como consecuencia de ello, se revela algún sentido en el texto, se
sigue un nuevo esbozo de sentido, por medio del cual se formula una nueva pregunta al texto y, al
mismo tiempo, este esbozo es modificado y revisado, y así sucesivamente; un proceso que, en el
fondo, nunca termina, aunque, fácticamente, sea interrumpido en algún punto (Gizben, 1995, p.11).

Desde esta perspectiva, podemos establecer que la relación del intérprete con el texto comienza justamente en el
momento en que éste cuestiona al texto. La interrogante constituye una especie de anclaje; y esa relación se mantiene en
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la medida que el texto ofrezca respuestas a esa interrogante, y seguramente vaya produciendo otras preguntas en el
intérprete. Esta es precisamente la relación que se origina entre el investigador y la realidad objeto de estudio. “El Dasein
no es tan sólo el ente que debe ser primariamente interrogado, sino que es, además, el ente que en su ser se comporta ya
siempre en relación con aquello por lo que en esta pregunta se cuestiona” (Heidegger, 1951, p. 25).

El ciudadano prosumidor como objeto del estudio hermenéutico

Efectuadas estas consideraciones, podemos preguntarnos, ¿cómo podemos construir al ciudadano prosumidor en
la comunicación de gobierno local como objeto de estudio, a partir de la hermenéutica?

Cabe aclarar primero que ciudadano prosumidor se refiere a la nueva figura de ciudadano que se origina de su
relación con las tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Sempere (2007) sostiene que las bases de
comunicación contemporánea: la interactividad, la hipertextualidad y la conectividad, hacen que la experiencia
comunicativa sea ubicua e instantánea, y cambian completamente el rol del usuario al cambiar la forma de adquirir y
transmitir información. El autor plantea —adaptando la metáfora de McLuhan— que “el medio es el usuario” (p. 145), con lo
cual es posible describir el nuevo papel del usuario en el proceso comunicativo de esta sociedad. Ese nuevo papel lo
adopta también el sujeto como ciudadano, pues se encuentra en medio del nuevo ambiente tecnológico. Lastra (2015) lo
describe como un “nuevo tipo de público que opina, difunde y/o produce” (p. 74).

El término prosumidor — en inglés prosumer— es un acrónimo formado por las palabras productor y consumidor.
Fue introducido formalmente por Alvin Toffler en su libro La tercera ola (1980, ed. en español). Según Martínez y Raya
(2015), el concepto ya había sido anticipado “por Marshall McLuhan y Barrington Nevit en el libro Take Today, cuando
decían que la tecnología electrónica permitiría al consumidor asumir simultáneamente los roles de productor y consumidor
de contenidos” (p. 526).

Ahora bien, teniendo clara esta concepción, podemos partir del concepto de la precomprensión para indicar que la
relación de este objeto de estudio con el investigador se produce de la inquietud generada por el nuevo rol que tiene el
ciudadano ante la llegada de las tecnologías de la comunicación y la información. Para el investigador, que actúa como
interpretante, esa inquietud no sólo es imposible de hacer a un lado, sino que de ella surge el interés por el tema. De igual
forma, la existencia de los juicios y presupuestos con los que inicia la investigación forman el horizonte histórico desde el
que mira al objeto para comprenderlo. Hacerse consciente de ello significa hacerse consciente también de la “finitud
histórica del individuo, que opera en un mundo histórico-social del cual sufre de una serie de influjos” (López, 2002, p. 4). Y
el lenguaje forma parte de esa influencia temporal y espacial:

“La conceptualidad en la que se desarrolla el filosofar nos posee siempre en la misma medida en que
nos determina el lenguaje en el que vivimos. Y forma parte de un pensamiento honesto el hacerse
consciente de estos condicionamientos previos” (Gadamer, 1993, p. 10).
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Esto implica que el investigador partirá de una pregunta, y que como hermeneuta, que es el papel que le hemos
asignado en este texto, tendrá que someter su objeto de estudio a múltiples interrogantes para llegar a comprenderlo en
profundidad.

Ubicación espacio temporal del objeto de estudio

Heidegger se opone a la concepción de Dilthey sobre la posibilidad de que un método científico sea capaz de
sustraer al intérprete de la influencia del prejuicio. Es el tiempo el que determina al ser como presencia, dice Heidegger
(2012).

Al tiempo lo nombramos al decir: Cada cosa tiene su tiempo. Lo que con ello se mienta es: todo lo que
cada caso es, cada ente, viene y va en el tiempo que es oportuno y permanece por un tiempo, durante
el tiempo que le ha sido asignado. Cada cosa tiene su tiempo (p. 27).
De esta forma, la ubicación espacio temporal es fundamental para la interpretación, pues “ser y tiempo se
determinan recíprocamente” (Heidegger, 2012). No podemos comprender un texto, un fenómeno, un hecho, sin ubicarlo en
su tiempo y en su espacio; y tampoco sin tomar en cuenta la ubicación espacio temporal del intérprete. El texto y el
intérprete están en el mismo horizonte histórico, y de este debe partir el intérprete para entender al objeto en su contexto.
Pertenecemos al pasado, apunta Heidegger (1951), quien insiste en la contextualización de la existencia: “Al Dasein le
pertenece esencialmente el estar en un mundo” (p. 22), el ser se encuentra en el hecho de que algo es, en el estar-ahí, en
el existir (p. 17).

En el caso del ciudadano prosumidor como objeto de estudio, para entenderlo en su totalidad, el investigador debe
comprender conceptos fundamentales, como el de ciudadano, el de prosumidor, y el origen de ambas concepciones.

Pero como hemos dicho, la mirada hermenéutica que proponemos implica también la contextualización del objeto
de estudio. Así, el investigador tendrá que profundizar en las diferencias entre la concepción griega de ciudadano y la
concepción heredada de la modernidad; en la relación del ciudadano con el Estado; en los cambios de roles que han
provocado las nuevas tecnologías de la comunicación y la información; y las transformaciones sociales, políticas e
históricas que se han producido con el paso del tiempo. En este sentido, cabe en la investigación, indagar qué significa el
Estado para entender su relación con el sujeto, pues “para el hombre moderno, el Estado es parte de su realidad
cotidiana, a él se debe enfrentar como ciudadano para someterse a sus leyes o para reclamar sus derechos” (Del Búfalo,
1997, p. 50).

A su vez, esto conlleva comprender el significado de lo público, lo privado y lo gubernamental (Morales, 2008, p.
15). El Estado actúa en lo público, donde confluye con los ciudadanos para interactuar y es “el único espacio donde se
ejerce en realidad, el poder” (p. 15). De esta forma, en un esfuerzo por descubrir la naturaleza de la relación Estado -
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sujeto, es necesario inquirir sobre el Estado, cuya comprensión puede encontrarse en un callejón sin salida, como señala
Del Búfalo (1997), por la ligereza con la que se ha usado esa palabra.

Sin embargo, si se quiere mantener el sentido estricto del término Estado, este sólo es aplicable a
sociedades como la moderna donde las prácticas sociales despóticas se entrecruzan con las prácticas
sociales mercantiles que producen la figura del individuo soberano. En sentido estricto, podemos
aceptar la tesis según la cual en ciertas sociedades despóticas antiguas no existía el Estado. Hablando
con toda propiedad, los griegos tenían a la polis, los romanos a la respublica, regnum, imperium o
civitas. Palabras que se traducen libremente con Estado, pero que, por lo dicho anteriormente, ninguna
tiene su significado exacto, aunque sí algunos de sus rasgos (pp. 50-54).

Investigar sobre la interacción de los ciudadanos y el Estado permitirá al investigador profundizar en la


comprensión del objeto de estudio, que no sólo está relacionado con el impacto de las TIC a través del término
prosumidor; sino que va más atrás en el horizonte histórico. Teniendo clara dicha contextualización, el investigador podrá
ubicar temporal y espacialmente al ciudadano prosumidor. Esta necesidad se refleja en Heidegger, quien afirma: “La
marcha de la investigación irá desde este carácter existencial del estar-en-el-mundo mediano hacia la idea de la
mundaneidad en general. La mundaneidad del mundo circundante (…). La expresión <<mundo circundante>> contiene (…)
una referencia a la espacialidad” (Heidegger, 1951, p. 75).

También, siguiendo la concepción distancia temporal de Gadamer, los conceptos de ciudadano y prosumidor
pueden ser interpretados a cabalidad, al contextualizarlos históricamente. Esta ubicación permitirá establecer la relación
entre el sujeto y el objeto, hacer conscientes los prejuicios verdaderos y falsos, e interpretar el estar-en-el-mundo del
objeto de estudio para conocer todas sus consecuencias. O adaptando la pregunta de Gadamer (1993, p. 108) “¿no es la
comprensión del significado una reconstrucción de lo originario?

Los tres momentos de la hermenéutica y el objeto de estudio

Lo que hemos planteado hasta aquí no es precisamente un método, sino la construcción o reconstrucción del
ciudadano prosumidor como objeto de estudio a partir de elementos de la hermenéutica, que puedan permitirnos una
mirada integral de él. Nótese que hemos insistido en el término “construcción” que, siguiendo a Gadamer (1993), “se
relaciona con el verbo formar” (p. 116).

En este sentido, para construir al ciudadano prosumidor podríamos usar los tres momentos de la hermenéutica
que distingue Rambach: La investigatio, o verificación de sentido; la explicatio, que es el acto de exponer a los demás lo
que se ha comprendido a través de la investigatio; y la adplicatio. Este último se refiere al “fundamento de la revaloración
de la aplicación de la hermenéutica contemporánea” (Ferraris, 2005, p. 52).
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El intérprete que se enfrenta a un dato históricamente transmitido, busca aplicárselo a sí mismo. (…) El
intérprete no se propone otra cosa que entender este universal: el texto. Y esto significa que quiere
comprender lo que es históricamente transmitido, lo que constituye el significado y el sentido del texto.
Para entender esto, no puede prescindir de sí mismo y de la situación hermenéutica concreta en la cual
se encuentra. Si quiere entender el texto, debe relacionarlo justamente con esta situación (Gadamer
citado por Ferraris, 2005, p. 52).
De forma similar a Rambach, Gadamer plantea también tres fases de la interpretación: comprender, explicar y
aplicar. En este sentido, la construcción del objeto de estudio implica: primero, una investigación para su comprensión, que
requiere ubicarlo espacial y temporalmente, es decir, la contextualización del objeto; y que el investigador se haga
consciente en el horizonte histórico de su propio contexto para que considere sus prejuicios. En segundo lugar, la
explicación del objeto, que requiere antes la comprensión, y que implica usar el lenguaje para poder revelar y transformar
ese objeto. Y finalmente, la aplicación, que “comporta la actualización del pasado sobre el presente, sobre cada presente,
por lo que hace de la comprensión, un proceso infinito” (López, 2002, p.5).

¿Cómo construir entonces al ciudadano prosumidor a través de estas tres fases de la hermenéutica?

La primera fase, la investigación, involucra la indagación sobre el objeto de estudio, el hacer y rehacer
interrogantes que obligarán al investigador a escudriñar para obtener respuestas. Esta primera dimensión origina una
estrecha relación sujeto-objeto, que está presente en Gadamer, y que permite entender cómo el objeto es afectado y
afectante del sujeto investigador, convirtiéndose a su vez, también en sujeto. Esa interacción, el estar en el mismo
horizonte histórico, involucra comprender al objeto, y esa comprensión irá modificando los prejuicios verdaderos y falsos
que tengamos como investigadores sobre el tema. Ello requiere un diálogo sincero con la realidad a interpretar.

Una conciencia formada hermenéuticamente tiene que mostrarse receptiva desde el principio de la
alteridad del texto. Pero esta receptividad no presupone ni neutralidad frente a las cosas ni tampoco
auto cancelación, sino que incluye una matizada in-corporación de las propias opiniones previas y
prejuicios. Lo que importa es hacerse cargo de las propias anticipaciones, con el fin de que el texto
pueda presentarse en su alteridad y obtenga así la posibilidad de confrontar su verdad objetiva con las
propias opiniones previas (Gadamer, 1993, p. 170).

Interpretar en la otredad es fundamental para seguir la segunda fase de la hermenéutica: la explicación.


No está completa la interpretación sin la otra cara, expresar. Entender para poder expresar, decodificar para
codificar en lenguaje inteligible. No hay interpretación completa sin esta cara, que plantea Gomis y que permite
recordar lo que dijimos al comienzo de este texto sobre la importancia del lenguaje en la hermenéutica. La tercera
fase, la aplicación, es el componente práctico del trabajo hermenéutico; traerlo a la realidad misma del
investigador.
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Tomar en cuenta estas tres fases permitirá al investigador ver integralmente al ciudadano prosumidor
como objeto de estudio. Hacerse preguntas sobre lo que significa: ¿Qué es ser ciudadano? ¿Qué es ser
prosumidor? ¿Cómo se transforma un ciudadano en prosumidor? ¿Es un ciudadano el hombre soberano? O
¿cuál es la relación que éste tiene con el Estado? ¿Es la condición de prosumidor una ratificación del hombre
soberano y por tanto de la figura del ciudadano? Y pueden surgir más preguntas que requerirán respuestas; y
esas originarán otras. Sólo así, respondiendo a ellas, interrogando al objeto en una verdadera relación dialógica,
el hermeneuta podrá entender la realidad que se ha dispuesto interpretar.

A modo de conclusión

Considerando a la hermenéutica como inherente al conocimiento humano, identificamos el papel del


hermeneuta con el investigador, pues la relación que se origina entre el texto y el hermeneuta es precisamente la
misma que se produce entre el investigador y el objeto de estudio. Una relación irreductible al método del
pensamiento científico moderno que busca la exactitud y el análisis de un objeto por un sujeto objetivo. Para
Nietzsche (cita), esa relación es muy estrecha, pues para él no existe un hecho en sí, sino un grupo de
fenómenos escogidos y reunidos por un ser que interpreta. Sin embargo, el investigador está obligado a indagar,
a cuestionarse, para acercarse lo más posible a lo que acontece, para encontrar la verdad a pesar de sus propios
prejuicios.

Y esa búsqueda requiere una ubicación espacio temporal que implica el trabajo hermenéutico para
comprender cabalmente el objeto de estudio. Así, no partimos desde la consideración de la hermenéutica como
un método; sino desde la visión de que interpretar forma parte de la existencia. La experiencia humana sobre la
realidad es una mediación, por lo tanto, el “ser-ahí” implica una ubicación en el tiempo y en el espacio, pues
representa nuestro estar-en-el-mundo, nuestro aquí-y-ahora.

Referencias
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http://redivep.com/sitio/wp-content/uploads/2016/10/Introducci%C3%B3n-a-la-Historia-de-la-Hermen%C3%A9utica.pdf
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https://repositorio.uc.cl/bitstream/handle/11534/14637/000178427.pdf?sequence=1 Consulta: Julio de 2017.
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VATTIMO, G. (1991). Ética de la interpretación. Barcelona: Paidos.

Nota: en la idea de prosumer hay algo de o se inserta en un horizonte de comunicación total y de autotransparencia de la
conciencia, sin embargo hoy, aquí-ahora, podemos constatar cómo los ciudadanos siguen encontrando obstáculos para el
iluminista “valerse por sí mismos”, esa comunicación total, esa autotransparencia. Para ello puede ser útil el texto de Mario
Perniola “Contra la comunicación”.

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