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A muchos les parecerá que vestir “ropa americana usada” de bajo precio es bueno
(cuántos lo hacen por usar “ropa de marca”) ignorando que ese gustito puede traer
problemas de salud ya que la ropa del enfermo o el muerto al que perteneció no fue
desinfectada como se hacía cuando se la importaba legalmente (requisito que no
cumple el contrabando).
Cuando en 2006 el gobierno emitió el D.S. 28761 prohibiendo importar ropa usada
desde el 21 de abril de 2007 “indefectiblemente”, suspendiendo su comercialización
a partir del 1 de marzo del 2008 “indefectiblemente”, el apoyo empresarial fue
unánime. El Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), que en 2005 desnudó la
magnitud de dicho negocio con el estudio “Impacto de la Importación de Ropa Usada
en Bolivia”, aplaudió las medidas esperando recuperar un mercado de 40 millones
de dólares/año para la industria textil boliviana.
Sin embargo, pudo más la presión de los ropavejeros que lograron extender el plazo
de venta por un año (D.S. 29463) y luego hasta el 1 de abril del 2009 (D.S. 29521)
pese al reclamo de los confeccionistas que veían cómo su mercado tristemente era
avasallado por la competencia ilegal y desleal del contrabando.