con la Fábrica de Vesalio fue definitivo e irreversible, pero además rebasó los límites de esa ciencia e influyó poderosamente en el desarrollo de otras ramas de la medicina, como la cirugía, la fisiología y la medicina interna. Otros factores ya mencionados también participaron, pero uno tan importante como inesperado fue la guerra. En los siglos XVI y XVII las guerras religiosas fueron prolongadas y feroces y, además, desde el siglo XV ya se contaba con armas de fuego, lo que había aumentado la variedad de lesiones que se producían los combatientes. La cirugía se desarrolló a pesar de que los cirujanos no poseían ni conocimientos ni medios adecuados para controlar el dolor y la hemorragia, ni para combatir la infección. Esto limitaba la naturaleza de los procedimientos que podían llevar a cabo, y que fueron esencialmente los mismos desde la antigüedad hasta después del Renacimiento. Por eso mismo, los instrumentos con que contaban los cirujanos para trabajar entre los siglos XII y XV eran muy semejantes a los que habían usado los médicos hipocráticos del siglo V a.C. Un médico del mundo helénico del siglo I d.C. no hubiera tenido ninguna dificultad para atender la terrible herida por tridente de un pobre gladiador romano con los instrumentos quirúrgicos que Henri de Mondeville usaría en alguno de sus nobles pacientes 13 siglos más tarde. Al terminar la Edad Media los enfermos tenían tres fuentes posibles de ayuda para el diagnóstico y tratamiento de sus males: 1) el médico educado en una universidad, de orientación galénica o arabista, que se limitaba a hacer diagnósticos y pronósticos y a recetar pócimas y menjunjes como la teriaca, y que no ejercía la cirugía porque para ingresar a la universidad (París, Montpellier) había tenido que jurar que no lo haría; 2) el cirujano-barbero, que no había asistido a una universidad sino que se había educado como aprendiz de otro cirujano-barbero más experimentado; 3) el curandero, charlatán o mago, un embaucador itinerante que viajaba de pueblo en pueblo vendiendo sus ungüentos y sus talismanes, sacando dientes y ocasionalmente haciendo hasta flebotomías y cirugía menor, casi siempre con resultados desastrosos. En París un grupo de nueve cirujanos se reunió en 1311 para fundar la Hermandad de San Cosme, con el propósito de establecer un monopolio sobre la práctica de la cirugía en esa ciudad y en sus alrededores y evitar que los 40 barberos existentes trataran heridas menores, úlceras y tumefacciones. Esta hermandad consiguió en ese mismo año una ordenanza de Felipe el Hermoso en donde se dice que nadie podrá ejercer la cirugía sin haber sido examinado y aprobado por Jean Pitard (quien era el cirujano real) o por sus sucesores, pero los barberos no incluidos en la Hermandad también formaron su corporación, los cirujanos solicitaron y obtuvieron el apoyo del rey para que los médicos y los cirujanos los dejaran trabajar. El pleito continuó a lo largo del siglo XV, con la Facultad de Medicina en favor de los barberos en contra de los cirujanos, hasta que después de más principios del siglo XVI se resolvió al aceptarse que la Facultad era la autoridad suprema, que los cirujanos tenían privilegios universitarios y podían aspirar a obtener grados académicos y que los barberos podían tomar cursos de anatomía y cirugía en la Facultad y hasta ingresar a la Hermandad de San Cosme. Esto ocurrió en 1515. Ambroise Paré(1517-1590) nació en Hersent, suburbio de Laval, en Bretaña su padre era carpintero. Se inició como aprendiz de barbero y a los 16 años de edad llegó a París, en donde continuo siendo aprendiz pero al poco tiempo ingresó como interno al Hôtel Dieu y pasó ahí tres años, al cabo de los cuales se incorporó al ejército de Francisco I como cirujano. Tenía entonces 19 años de edad y era su primera experiencia en la guerra, pero en ella hizo su primer descubrimiento: las heridas por armas de fuego evolucionan mejor cuando no se tratan con aceite hirviendo como se hacía tradicionalmente, debido a la creencia de que la pólvora era venenosa. Este descubrimiento fue por serendipia, ya que un día al joven cirujano se le acabó el aceite y entonces trató a un grupo de heridos por arcabuz con un "digestivo" preparado con yema de huevo, aceite de rosas y aguarrás. En 1549, en el sitio a Bolonia, hizo otro gran descubrimiento al no cauterizar el muñón de los amputados para cohibir la hemorragia, sino hacerlo por medio de ligaduras de los vasos arteriales y venosos seccionados. En una guerra ulterior (Hesdin) Paré cayó prisionero del duque de Saboya, quien le ofreció que se quedara de su lado y a cambio le daría nuevas ropas y lo dejaría andar a caballo, pero Paré rechazó la oferta. Finalmente, Paré curó de una úlcera cutánea a uno de los nobles invasores, con lo que ganó su libertad y regresó a París. La cirugía del Renacimiento se caracteriza en toda Europa por la división entre cirujanos y barberos; los primeros, con instrucción teórica, conocimientos de anatomía y de medicina; los segundos, poco más que curanderos ambulantes. Sin embargo, tanto unos como otros vieron amenazada su profesión por los médicos, cuya mejor posición social y preparación les proporcionaba una mayor clientela. Durante el medievo, esta intromisión fue evitada por el poderío de los gremios de cirujanos. En Francia se regularon los estudios de los cirujanos barberos (de toga corta) y los cirujanos de toga larga, que dependía de la Facultad de Medicina.