Вы находитесь на странице: 1из 51

Dedicatoria de Las Vidas

Al ilustre y excelente señor Cósimo de Médici, Duque de Florencia

Distinguidísimo señor mío:

Continuando su Excelencia el seguir las huellas de sus muy famosos progenitores y de


su natural magnanimidad incitada y empujada, que no deja de favorecer y exaltar cada
suerte de virtud por todas partes que se encuentren, y tiene especial protección de los
dibujantes, e inclinación a los artistas, conocimiento y deleite por las bellas y
extraordinarias obras, pienso que le seré agradable por esta obra mía, de escribir las
vidas, los trabajos, las maneras y las condiciones de todos los que, estando apagadas,
primeramente resucitaron, y a continuación de vez en cuando aumentaron y realzaron,
elevándolas, a la extraordinaria belleza y majestad en que se encuentran en estos días. Y
asimismo que tales fueron casi todos toscanos y florentinos muchos de ellos muy famosos
antiguos y premiados con honores e incitados y ayudados a realizarlas, se puede decir
que en su estado, y en su muy feliz casa, y para beneficio suyo, tenga el mundo a estos
por recuperadores y para ennoblecerlo y embellecerlo sea.

Debido a que este siglo, está obligado y la suerte de los autores deben comúnmente a los
suyos y a ella (su magnanimidad) como de la virtud de ellas y de la protección hacia estas
profesiones, y para los que como yo os deben particularmente, por haber aprendido ellas,
por ser súbdito, para serle fieles, porque me elevé en parte bajo Hipólito Cardenal de
Médicis y bajo Alejandro su antecesor, y porque estoy infinitamente agradecido a los
restos del Magnífico Ottaviano de Médici, por el que fui sustentado, fui amado y
defendido mientras que él vivió, por todas estas cosas digo, y porque de ningún otro
considerará la utilidad de ella y el cansancio y la diligencia hecho para conducirla, me
pareció que a su Excelencia solamente convenía dedicarla, y bajo su honorable nombre
quise que llegue a las manos de los hombres. Se digne ruego a su Excelencia de aceptarla,
favorecerla, y si la altura de sus pensamientos le dejan, a veces de leerlo, refiriéndose a
la calidad a cosas que allí se trata de mi pura intención; que no es procurarme elogios
como escritor, pero como autor de alabar la industria y restablecer la memoria de estos
que, al dar vida y adorno en estas profesiones, no merecen que sus nombres y las obras
queden muertas y en el olvido.

También al mismo tiempo, con el ejemplo de muchos hombres valiosos y con las noticias
de tantas cosas que se recogieron en este libro, pensé de servir a no pocos profesores en el
ejercicio de estos y de divertir a todos los otros que tienen gusto y gracia. He pretendido
hacerlo con cuidado y con la fe de quien busca la verdad de la historia y en las cosas que
se escriben. Pero si la escritura, por ser inculta y de natural como mi habla, no es digna
de la oreja de Vuestra Excelencia ni meritoria de su claro talento, excusas pido, por su
parte, que la pluma de un dibujante, como fueron ellos, aún, no tiene más fuerza que
en las líneas y las sombras, por su parte, agradecido sería de que se dignara de gustar
mi esfuerzo, considerando que mis necesidades las procuro con el ejercicio del pincel. Ni
con ellos llegando a este término, imagino de poderme añadir ahora con fortuna,
también favor, que con más conveniencia y con más elogio parecen más satisfechos otros
que por las cosas del pincel en estas de la pluma para quizás explicar al mundo los
conceptos míos cualquiera que sean.

Asimismo ayuda y protección que debo esperar de su Excelencia, como mi señor


partidario de los pobres virtuoso, ha querido la divina bondad elegir para su vicario en
la tierra muy santo y muy feliz al más grande Julio III Pontífice, amante y conocedor
de cada suerte, virtud y de las artes excelentes y difíciles. Y de la que suma liberalidad,
que espero descansar de muchos años consumidos y muchos cansancios hasta ahora sin
ningún fruto. Yo que también me he dedicado como esclavo perpetúo a su Santidad, que
como todos los autores de esta edad deben esperar honor y recompensan en tales ocasiones
de su ejercicio, llegado en su tiempo al supremo grado de la perfección y a Roma la cual
adornan mucho estos nobles autores, que contando con los de Florencia que allí se
aplican, todos los días su Excelencia les hace encargos, De otros maestros se escribirá,
otras edades de mi libro.

Mientras tanto me contento que tenga buena fe en mí, y mejor opinión que ahora tiene,
sin culpa por mi parte; deseando que no escuchara otros que desde mucho mi vida y mis
obras mostrarán lo contrario de lo que se dice. Manteniendo el espíritu de honrarle y
servirle siempre dedicándole mi enorme esfuerzo, como cada cosa mía, e incluso yo
mismo, le suplico que no desprecie mi solicitud de protección o contemplar al menos con
afecto lo que os presento, y tenga en gracia al recomendarme, humildemente beso las
manos.

De Vuestra Excelencia su humilde servidor,

Giorgio Vasari, pintor aretino


Proemio

Tenían hábito los espíritus egregios llevados por un encendido afán de gloria, en todas
sus acciones acostumbraban someterse a cualquier fatiga, por grande que ésta fuese, con
tal de que sus obras alcanzasen la perfección que las tornase estupendas y asombrosas
para todo el mundo, ni la mala fortuna de muchos lograba reducir sus esfuerzos para
llegar a lo supremo, tanto para vivir en medio de la general alabanza, cuanto para dejar
a los tiempos por venir la eterna fama de su singular excelencia. Y aunque de tan loable
estudio y deseo hayan sido en vida altamente recompensados por la liberalidad de los
príncipes y por la virtuosa ambición de los estados, y después de morir todavía
perpetuados ante el mundo con los testimonios de las estatuas, los sepulcros, medallas y
otras memorias semejantes, es cosa manifiesta que la voracidad del tiempo no sólo ha
mermado en gran parte las obras y otros honrosos testimonios, sino borrado y
consumido aquellos nombres: sin embargo muchos nombres de ellos han podido
conservarse solamente gracias a las vivaces y piadosas plumas de los escritores. Muy a
menudo me puse a meditar en ello y sabiendo, no sólo por el ejemplo dado por los
antiguos sino también por los modernos. A menudo me puse a considerar sobre ello, y
sabiendo, no sólo por el ejemplo dado por los antiguos sino también por los modernos,
que los nombres de muchos antiguos y modernos arquitectos, escultores y pintores, junto
con sus bellas y abundantes obras realizadas en diversas partes de Italia se han ido
consumiendo y olvidando poco a poco, de tal manera que la muerte de todo la meditamos
muy cercana. Con el propósito de defenderlos en lo posible de esta segunda muerte, y
mantenerlos el mayor tiempo posible en la memoria de los vivos, mucho tiempo he
consumido en buscar aquéllas con la mayor de las diligencias, para identificar la patria,
el origen y las acciones de los artífices, y con mucho empeño he procurado sacar provecho
de sus relaciones con hombres ya muy viejos; de múltiples recuerdos y escritos que
conservaban los herederos, presa fácil del polvo y cebo de la carcoma, pero que a la postre
me fueron muy útiles y provechosos. Así, pues, no sólo juzgué conveniente sino necesario
escribir estas memorias, y que sirviéndome de mi escaso talento y poco juicio pudo hacerse.

En honor pues de los que ya han muerto, y sobre todo en beneficio de los estudiosos de
las tres excelentísimas artes: Arquitectura, Escultura y Pintura. Escribiré las Vidas de
los artífices de cada una de ellas, de acuerdo con el tiempo en que han vivido, a partir de
Cimabue hasta nuestros días, y me referiré a los antiguos sólo cuando sea estrictamente
necesario, por no saber decir algo mejor de lo que dijeron estos escritores cuyas obras
han llegado hasta nuestros días. Trataré de muchas cosas concernientes al magisterio de
cada una de las artes. Pero antes de hablar de los secretos de aquéllas o de la historia de
los artistas, me parece justo tocar de paso un conflicto en el que muchos participaron
con poco juicio: de la primacía y nobleza, no de la arquitectura (a la cual dejaron a un
lado), sino de la escultura y de la pintura, y que una y otra parte adujeron, al menos
muchas dignas razones de oírse por los autores el en cuestión. Digo pues que los
escultores, dotados quizás de la naturaleza y del ejercicio de mejor complexión, con más
sangre y de más fuerzas y más atrevidos y hostiles que nuestros pintores, y buscando que
los señalen como los mejores en el arte, quieren probar que la nobleza de la escultura es
la primera en la antigüedad, por haber el gran Dios hecho el hombre, que fue la primera
escultura, dicen que la escultura comprende muchos más miembros de las artes y muchos
más auxiliares que la pintura, como el bajo relieve, obras de barro, de cera, de yeso de
madera y de marfil vaciado de metales y todos los cincelados, y el tallado en las piedras
preciosas y en el acero, y otros muchos, y que en maestría avanzan a estos en la pintura;
y que estas se defienden mejor y más del tiempo pues más se conservan a pesar del uso de
los hombres, en su beneficio y a su servicio para el cuál se han hecho, son seguramente
más útil y dignas y son más valiosas y honradas, afirman que la escultura es más noble
que la pintura, cuánto más apta para conservarse, ella y el nombre de quien se celebra el
mármol y el bronce contra todas las injurias del tiempo y el aire, que no la pintura, que
de su naturaleza no puede resistirse a ellos, incluso resguardado en sitios seguros por los
arquitectos. Respecto del número, no solamente de los autores excelentes, también
incluyendo los ordinarios, con relación al infinito número de los pintores, es menor
deduciendo su principal nobleza, diciendo que la escultura requiere estar en mejor
disposición de espíritu y de cuerpo, que raras veces se encuentran juntas; mientras que la
pintura se contenta con cualquier débil organismo, a condición de que tenga si no
gallarda, por lo menos la mano segura. Y que esta afirmación puede probarse por la
mayor cantidad de elogios dichos particularmente por Plinio, (Plinio "El viejo" en la
historia Natural) de los amores causados del maravillosa belleza de algunas estatuas, y
de la opinión que tenía de quien hizo la estatua de la Escultura en oro y la de la Pintura
en plata, poniendo a aquella a la diestra y a ésta a la izquierda. Tampoco dejan de
mencionar las dificultades que hay para obtener sus materiales, ya sean éstos, mármoles
o metales, y su alto costo; mientras en la pintura no hay ninguna dificultad en conseguir
tablas, lienzos y colores, que pueden hallarse en cualquier parte y a precios muy bajos.
También las brandes dificultades al manejar el mármol y el bronce, que son muy
pesados, y la muy ardua labor de trabajarlos con tantos instrumentos, cosa que no sucede
con los ligeros pinceles, los lápices y los carbones, mientras los escultores ponen a trabajar
todas las partes del cuerpo, de forma muy distinta y fatigosa si lo comparamos con la
cómoda y ligera obra del ánimo y la sola mano del pintor. Además hacen hincapié en
que las cosas son más nobles y perfectas en cuanto más se acercan a lo real, y dicen que
la escultura imita a la forma verdadera y muestra todos sus aspectos con sólo que
caminemos alrededor de ella; en cambio, la pintura, al extenderla con simples pinceladas,
y no tener más que una sola luz, no muestra sino una sola apariencia. Sin ningún
respeto, muchos de ellos dicen que la escultura es tan superior a la pintura cuanto la
verdad a la mentira. Como última y más poderosa razón abogan que el escultor no sólo
debe contar con la perfección de juicio ordinario, como en el pintor, sino que además
tiene que ser absoluto e inmediato, de manera que pueda saber de antemano cómo es el
interior del bloque de mármol e imaginar cabalmente la figura que piensa extraer del
bloque, y pueda sin otro modelo formar en primer lugar muchas partes perfectas, que se
conjunten, como hizo divinamente ya Miguel Ángel. Cuando falta este juicio, sucede
que se pueden cometer con facilidad errores que después ya no tienen remedio, y los cuales,
ya cometidos, son prueba de los errores cometidos con el cincel o por el poco juicio del
escultor. Esto no le sucede a los pintores, porque todo error que éstos cometen con el
pincel o por su poco juicio, tienen tiempo, cuando ellos mismos se aperciben o se lo dicen
los demás de recubrirlos con el mismo pincel. Teniendo el pincel en la mano, el pintor
tiene una ventaja que no puede tener el escultor con el cincel, pues éste no restaña, y
sucede como con el hierro de la lanza de Aquiles, que empeora las heridas

A estas cosas responden los pintores con desprecio, diciendo primeramente que los
escultores se consideran sagrados y ennoblecidos y que están completamente equivocados
al pensar que su oficio pertenece la estatua que hizo el primer padre por haberla hecho de
barro, porque el arte de tal operación, por el simple hecho de poner y quitar, no es menos
de los pintores que de los demás y a tal procedimiento los griegos lo llamaron plastikós,
y los latinos fictus; que Praxíteles mismo la consideró madre de la escultura, del vaciado
en bronce y del cincel, por lo cual la escultura resulta nieta de la pintura, de manera que
la plástica y la pintura nacen del dibujo. Dicen primeramente que, al examinar tales
razones fuera de la sacristía tantas son y tan distintas las opiniones al respecto en el
curso de los siglos, que difícilmente se le puede creer más a una que a otra, y que,
considerando al fin la mayor nobleza (de la escultura), en ciertos aspectos pierden y en
otros no ganan como podremos ver claramente en el proemio de las Vidas.

Después dicen que la pintura cuenta con más artes semejantes que la escultura, dado que
la pintura abarca la invención de la historia, el dificilísimo arte del escorzo y todos los
cuerpos de la arquitectura para poder hacer los caseríos y la perspectiva; colorear al
temple y el arte de pintar al fresco, tan diferente de todos los demás; también el de pintar
al óleo sobre madera, piedra y lienzo, y el miniado, que es cosa muy especial; y pintar
vidrios y hacer mosaicos de vidrio, taracear a colores, haciendo historias con maderas
teñidas, que también es pintura. De la misma manera son pintura el esgrafiado en hierro,
el nielado, y los grabados en cobre; los esmaltes de los orfebres, la aplicación del oro al
damasquinado, pintar figuras vidriadas, la representación de figuras e historias en vasos
de barro cocido, tejer los brocados con figuras y flores, y el hermoso invento de los
tapices tejidos, considerando que es posible llevar la pintura a todas las partes por salvajes
y civilizadas que estén. Por donde se vea, en todas estas artes es indispensable el correcto
ejercicio del dibujo, que es cosa nuestra. Así pues mucho más útiles y numerosas son las
ramas de la pintura. Ni niegan lo eterno, puesto que así la llaman, de las esculturas,
pero dicen que no es un privilegio natural que ennoblezca a la escultura, sino una simple
cualidad de la materia, porque si la longevidad le confiriese nobleza al alma, el pino ente
las plantas y el ciervo entre los animales, tendrían un alma más noble que la del hombre.
Y dicen (los pintores) que ellos igualmente podrían afirmar que sus mosaicos son tan
eternos y nobles en cuanto a la materia como las esculturas, pues muchos de ellos pueden
verse todavía, tan antiguos como las más antiguas esculturas de Roma. Y en lo del
reducido número de escultores, afirman que ello no se debe a que tal arte requiera mejor
disposición del cuerpo y un juicio mayor, sino a la escasez de los materiales que emplean,
al poco favor y a la avaricia de los hombres ricos que no les resulta fácil encontrar
mármoles y dar ocasión de trabajar, como se puede ver y parece que se hizo en tiempos
antiguos, cuando la escultura vino en alto grado. Y es que quien no dispone de cantidad
de mármoles y piedras duras, las cuáles cuestan mucho también, no puede practicar este
arte según conviene, siendo que quien no lo práctica no lo aprende y no se entera que
puede hacerlo bien. Por esto dicen qué no deberían con estas causas justificar el poco
número de excelentes, y pretender con otras tomar su nobleza.
En cuanto a los mayores precios de las esculturas, responden que, aun cuando los de ellos
son menores, ganan más, valiéndole con un muchacho que le muelen los colores y le
prepare los pinceles o alguna predela pues gastan poco, pero los escultores, además del
gran gasto en el material, necesitan mucha ayuda y poner mucho tiempo en una única
figura, los pintores en tanto hacen muchas más; por lo que les parecen que los precios no
tienen que ver con la calidad y duración de la materia, sino de las ayudas que requieren
y del de tiempo que se les pone en trabajarlo, que de la excelencia del arte propio. Y
cuando ésta no valga el precio principal, como sería fácil cosa en quien proceda
diligentemente en considerarla, que mejor precio que la maravillosa, belleza, y muy
virtuosa y excelente obra que Apeles hizo a Alejandro el Magno no ofreciendo grandes
tesoros, a su amada y bella Campsaspe (en Plinio el Viejo, historia natural); y se advierte,
que Alejandro era joven, y estaba enamorado de ella y naturalmente al afecto de Venus
supeditado, siendo rey y griego a la vez, y luego tomen este juicio a su gusto. A los
amores de Pigmalión y de aquéllos otros pérfidos y no dignos de los hombres, citados
para prueba de nobleza del arte, no saben que responderse a la ceguera de mente si es
noble o una gran perversión. Y de estos escultores en cuanto a hacer la escultura de oro
y la pintura de plata, argumentan ellos, que tienen más dinero que juicio, no sería de
razón disputar con él. Y concluyen finalmente que el antiguo vellocino del oro, por
muy celebrado que esté era, sin embargo solo era un carnero sin inteligencia; no será
prueba de las riquezas ni de los deseos impúdicos, sino de las letras, del ejercicio, de la
bondad y del juicio que debe esperarse.

En esto no responden otra cosa que la al escasez de mármoles y los metales, y su propia
pobreza es el origen de su grado principal de nobleza. Y sin pudor ninguno afirman
riéndose que las extremadas fatigas del cuerpo y los peligros propios de las obras, sin
algún malestar responden que mayores son los cansancios y los peligros que implican la
nobleza, en el arte de extraer los mármoles de las canteras, empleando cuñas, los postes
y las porras, serán más noble que la escultura, y siendo así el herrero sobre el orfebre y
la albañilería sobre la arquitectura. Y dicen después que las verdaderas dificultades están
más en el espíritu, no en el cuerpo, y que las cosas de naturaleza en que se tiene necesidad
de estudio y de conocimiento principal, es más noble y excelente que las que se sirven de
la fuerza del cuerpo; y que al valerse a los pintores de la virtud del espíritu más que ellos,
este primer honor pertenece a la pintura. A los escultores les bastan los compases y
escuadras para encontrar todas las proporciones y las medidas que tienen necesidad; a los
pintores le son necesarios, además del conocimiento emplear bien los instrumentos de
medir, y un aseado conocimiento de perspectiva, para poder colocar mil cosas, no solo
paisajes o edificios; siendo necesario tener juicio para la cantidad de las figuras en una
historia donde puede haber más errores que en una única estatua.

Al escultor le basta con conocer las verdaderas formas y facciones de los cuerpos sólidos
y palpables y supeditadas en todo al tacto el cual les manda; Es necesario que el pintor
conozca las formas de todos los cuerpos rectos y los que no, y también la de los
transparentes e impalpables; además es imprescindible que sepan qué colores conviene a
estos cuerpos, y el gran numero y variedad de los colores, hecho universal y variada de
manera casi infinita, lo demuestra más que nada las flores, los frutos y los minerales,
cuyo conocimiento se adquiere y amplía con dificultad por la infinita variedad de ellos.

Dicen de la escultura que debido a la indocilidad e imperfección del material, solo puede
representar los estados de ánimo con el movimiento, el cual sin embargo, no puede
extenderse totalmente en ella, y con la posición de los miembros, pero tampoco en todos.
Los pintores lo representan en todas sus formas, que son infinitas, con la posición de
todos los miembros, por muy finos que éstos sean. ¿Quieren mayores pruebas? Con el
aliento mismo y los espíritus de la vida, los cuales, cuando se alcanza la perfección en
este arte, representan no sólo las pasiones y los estados de ánimo, sino además los
accidentes por llegar, como sucede en la realidad, y para ello es necesario tener un
conocimiento cabal de esa fisonomía. Al escultor le basta conocer la parte que considera
la cantidad y la forma de los miembros, sin preocuparse de la cualidad de los colores.
Quien tiene ojos sabe cuan necesario y útil es el conocimiento de los colores para imitar
realmente a la naturaleza, y quien más se acerca a ella trabaja de manera más perfecta.
Igualmente dicen que la escultura, quitando poco a poco, al mismo tiempo crea el fono
y da relieve a las cosas que por naturaleza tienen un cuerpo, sirviéndose del tacto y la
vista; en dos tiempos, los pintores dan fondo y relieve con la ayuda de un solo sentido,
por lo cual, cuando el pintor es inteligente y conocedor de su arte, logra engañar
placenteramente a muchos grandes hombres, por no decir que también a los animales,
cosa que jamás ha ocurrido con una escultura, por no imitar a la naturaleza en forma
tan perfecta como la pintura. Y finalmente, para responder por entero a la absoluta
perfección de juicio de la escultura, afirmando en primer lugar que tales errores son,
como dicen, incorregibles, no se puede poner remedio con parches, los cuales, como en
los tejidos son cosa de pobres, en las esculturas y en las pinturas del mismo modo son
cosas de pobres de talento y juicio. A continuación con paciencia y tiempo indispensable,
por medio de los modelos, cimbras, los equipos, compases, escuadras y otros mil
instrumentos con los que no solamente les defienden de los errores, también los conducen
a la perfección, concluyen que esta dificultad, no es nada en relación a las que tienen los
pintores al trabajar al fresco; y que dicha perfección de juicio no es más necesario en los
escultores que en los pintores, es suficiente a aquéllos llevar los modelos a cera, barro u
otro, como a éstos sus proyectos similarmente llevarlo a cartones; y que finalmente esto
se reduce poco a poco de los modelos a los mármoles, solo con la paciencia del escultor,
pero se llamará juicio, como quieren los escultores, si le es más necesario para quien
trabaja al fresco que para quien talla los mármoles. por no tener lugar para la paciencia
ni el tiempo, por no ser amigos de la unión de la cal y de colores, y porque el ojo no ve
los colores verdaderos hasta que la cal no está bien seca, y el tacto solo puede juzgar si
está bien seco; de modo que quien trabajara en la obscuridad o con gafas de colores la
verdad, no creo que errara mucho; al contrario no dudo que tal juicio sea más
conveniente en el trabajo de escultura, que para catalejos, justos y buenos, sirve la cera.
Y dicen que en este trabajo es necesario tener un juicio resuelto, para prever el final en
el material blando antes de que este seque. Siendo que no se puede abandonar el trabajo,
mientras que la cal esté fresca, y es necesario terminar en un día lo que hace la escultura
en un mes. Y que se ve quien tiene juicio y es excelente, antes del final del trabajo pues
al poco tiempo empiezan a aparecer los parches las manchas, los colores superpuestos y
la herrumbre, que son cosas despreciables y dan a conocer la deficiencia del artista
exactamente como en la escultura. ("Tal ocurre a menudo cuando se lavan las figuras
pintadas al fresco con el fin de renovarlas: todo lo pintado al fresco permanece, y lo
pintado en seco y los retoques desaparecen al pasarles un esponja mojada", añadido en la
Giuntina).

Añaden aún que dónde los escultores logran hacer un conjunto dos o tres figuras como
mucho de un mármol, ellos en una sola tabla son capaces de mostrar varios aspectos de
una misma figura, variando las poses, escorzos y actitudes, sin necesidad de tener que
dar vueltas en torno para observarlas en una escultura. (“Esto lo logró ya Giorgione de
Castelfranco en una de sus pinturas, con la cual volviéndose y teniendo dos espejos a
ambos lados, y un espejo de agua al pie, en el cuadro muestra el reverso, en el espejo de
agua el frente y en los espejos los lados; cosa que jamás ha podido hacer la escultura”.
Agregado en la edición Giuntina) También aseguran que la pintura no deja elemento
alguno que no sea ornato y plenitud de todas las excelencias que la naturaleza les ha
concedido, dando ala aire su luz y sus tinieblas, con todas sus variedades e impresiones
y llenándola de toda clase de pájaros; a las aguas la transparencia, los peces, los musgos,
las espumas, la ondulación de las olas, las naves y muchas otras de sus pasiones, a la
tierra, los montes, las llanuras, las plantas, los frutos, las flores, los animales, los
edificios, y con tal multitud de cosas, variedad de formas y realidad en los colores,
cuantos la naturaleza misma los tiene de asombrosa manera; y dando al fuego tanto
calor y tanta luz, que parecemos verlo arder en realidad, son sus llamas temblorosas,
iluminando parcialmente las más oscuras tinieblas de la noche. Por estas razones, a ellos
les parece concluir justamente cuando dicen que al comparar las dificultades de los
escultores con las propia; las fatigas del cuerpo con las del ánimo; la imitación de una
sola forma con la imitación de una enorme cantidad y variedad de cosas vistas con los
ojos; el reducido número de cosas donde la escultura puede y demuestra su virtud, ante
el enorme número de cosas que la pintura representa y conserva perfectamente para el
intelecto, llevándolo a lugares que la naturaleza no ha creado, por todo ello, pues,
afirman que la nobleza de la escultura en cuanto al ingenio, a la invención y al juicio
de sus artífices, es mucho menor comparada con la pintura. Esto es lo que ha llegado a
mis oídos por ambas partes, siendo lo más digno de tener en cuenta.

Siendo que me parece que los escultores hablan con mucho atrevimiento y los pintores
con demasiada indignación, y tomando en cuenta que durante mucho tiempo he
considerado las cosas que atañen a la escultura y mi largo ejercicio en la pintura,
cualquiera que sea el fruto alcanzado en ella, pienso en la finalidad de este texto y en el
deber de manifestar mi opinión acerca de esta polémica (valiendo la autoridad que en
ello pueda tener) lo voy a hacer brevemente.

Estoy convencido de no suplantar con presunción o ignorancia, ni de escribir sobre artes


ajenas para presumir ante el vulgo de conocer todas las cosas, como le ocurrió al
peripatético Formión de Éfeso, (filósofo del siglo III a. C.) cuya ignorancia y
presunción hizo reír a Aníbal cuando aquél queriendo hacer ostentación de su
elocuencia, se puso a hablar de las virtudes del gran guerrero. Digo pues que la escultura
y la pintura son realmente hermanas nacidas del mismo padre, que es el dibujo, en un
solo parto y al mismo tiempo, y que ninguna de ellas aventaja a la otra sino cuando la
virtud y el poderío de quien las practica logra que una esté sobre la otra y no por
diferencias ni por mayor grado de nobleza que realmente se pueda encontrar en ellas. Y,
aunque tienen ciertas diferencias esenciales no son tantas ni tan especiales que no podamos
contrapesarlas juntas ni darnos cuenta de la pasión, o la terquedad, más que el juicio, de
quien pretenda que una es superior a la otra. Por esto con razón podemos decir que una
sola alma alienta en dos cuerpos y creo que hacen mal los que se ingenian en separar
una de la otra. El cielo tal vez quiere engañar en tal cosa, en diferentes épocas ha hecho
que nazcan muchos escultores que también han pintado y muchos pintores que hacían
esculturas, como podremos ver en la vida de Antonio del Pollaiolo, de Leonardo da Vinci
y de tantos otros. En nuestra época la bondad divina nos ha dado a Miguel Ángel
Buonarroti, en el cual perfectamente relumbran estas dos artes, que tan parecidas y
unidas lucen que los pintores se maravillan de sus pinturas y los escultores reverencian
en grado sumo las esculturas que hace. Quizás para que no tuviese la necesidad de acudir
a otro maestro capaz de colocar debidamente las figuras que hace, la naturaleza le
concedió la ciencia de la arquitectura, y de tal modo, por sí mismo, sabe darles a sus
propias figuras el lugar más honroso y conveniente. De modo que él, con todos los
merecimientos, debe ser llamado escultor único, supremo pintor y no sólo excelentísimo
arquitecto, sino verdadero maestro de arquitectura. Y con certeza podemos afirmar que
no andan errados quienes lo llaman divino, porque divinamente se han reunido en él las
tres más plausibles e ingeniosas artes que pueden hallarse entre los mortales y con ellas,
como si fuera un dios, nos enriquece de infinita manera. Y que esto baste en lo que
respecta a la dicha disputa entre ambas partes y mi opinión sobre ella. Y volviendo a mi
propósito inicial, el cual es mi deseo, mientras me asista la plenitud de mis fuerzas, el
cual es: arrebatar a la voraz boca del tiempo los nombres de los escultores, pintores y
arquitectos que desde Cimabue hasta aquí, hicieron en la Italia algo notable con
excelencia, y deseo que mi cansancio no sea menos útil que lo agradable que me resultó
su estudio.

Me parece necesaria, antes de empezar la historia, hacer con brevedad una introducción
de estas tres artes y de los cuales debo escribir las vidas; de modo que cada hermoso espíritu
oiga primero las cosas más notables de sus profesiones, sirviendo con agrado y utilidad
para pueda conocer abiertamente en que fueran las diferencias, y con que dieron belleza
y hermosura a las patrias de ellos y que pueda valer para la industria y el conocimiento
de aquéllos.

Comenzaremos pues la arquitectura, como el más universal y más necesario y útil a los
hombres, y a cuyo servicio y adorno están las otras dos; y brevemente demostraré la
diversidad de las piedras, las maneras o modalidades de construir con sus proporciones,
y como reconocer las buenas fábricas a quien le importe. Después, al razonar de la
escultura, diré como se trabajan las estatuas, y la forma y la proporción que se debe
esperar en ellas; y cuales son buenas esculturas, con toda la instrucción más secreta y
necesaria. Por último discurriendo de la pintura, diré del dibujo, de las modalidades de
colorear, de la perfección para llevarlos a cabo, de la calidad de las pinturas y lo necesario
para llegar a conseguirlo, de las clases de mosaico, del nielado, de los esmaltes, de trabajos
en damasquinado y finalmente de los grabados. Y con estas cosas me persuado de que
este cansancio mío divertirá a quienes no estén en el ejercicio, tanto como a los que están
en la profesión. Porque, en la introducción revisarán las modalidades, y en las vidas de
los autores aprenderán dónde están sus obras y a conocer fácilmente la perfección o
imperfección de aquéllas y a distinguir entre una manera y otra manera, y podrán darse
cuenta de cuantas merecen elogio y honor, y quienes a la virtud del arte acompañan
honestos hábitos y bondad de vida; y encendidos estos de las alabanzas alcanzadas por los
hechos, los elevarán aún más a la verdadera gloria. Nacido él fruto de la historia, será
verdadera guía y maestra de nuestras obras, al leer los distintos y diversos casos de los
autores tratados, algunos por su culpa y muchos otros de la fortuna.

Tengo pendiente pedir disculpas por las veces que he empleado algunas voces que nos son
toscanas, no quiero extenderme en ello, al emplear las voces y las palabras particulares y
propias de nuestros artistas, a la elegancia y delicadeza de los escritores. Que sea legal
emplear en su lengua las voces de nuestros autores, y sean contentos cada uno con mi
buena voluntad, la cual me movió a hacer esta obra, no para enseñar a otros, no es
asunto mío, pero con el deseo de conservar al menos esta memoria de los autores más
celebrados, puesto que en tantas decenas de años no supe ver aún que se haya hecho mucho
en su recuerdo. Con mi tosco trabajo he querido saldar mis obligaciones con los egregios
hechos, y devolverles en alguna manera la obligación que tengo a sus obras que me
ayudaron a aprender esto que sé, en vez del maligno ocio, viviendo de la crítica, y
censurando las obras de otros, acusándolos y corrigiéndolos como es costumbre en estos
tiempos. Pero ha ya tiempo de ir al asunto.
Proemio a la primera parte de las Vidas

Texto traducido de “Las Vidas de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores
italianos desde Cimabue a nuestros tiempos”, descritas por Giorgio Vasari, Edición
Torrentina de 1550

No dudo que casi de todos los escritores está muy determinada la opinión de que la
escultura junto con la pintura fueron encontrados primero naturalmente de los pueblos
de Egipto, y que algunos otros lo atribuyen a los caldeos las primeras caras de mármol
y los primeros relieves de las estatuas, como dan también a los Griego la invención del
pincel y de colorear. Pero diré que serlo de uno u otro arte es por el dibujo, que es el
fundamento de aquéllos, y al contrario es la misma alma que alimenta incluso así todos
los partos de los intelectos, (Maria Teresa Mendez Baigez y Juan Montijano García
traductores para Cátedra, de este proemio, le cazan las apropiaciones. Esta primera de
Pomponio Gaurico, de Scultura) Que era más perfecto en su origen que todas las demás
cosas, cuando el altísimo Dios, había hecho el cuerpo del gran mundo y adornado el cielo
con sus claras luces, descendiendo con la inteligencia la limpieza de aire y la solidez de
la tierra, y, al formar el hombre, con la invención de las cosas en la primera forma de
escultura y que hombre la obra a continuación (y no me debería llevar la contraria)
como el verdadero ejemplar de las estatuas y la escultura y la dificultad de las aptitudes
y de los contornos, y de las primeras pinturas (cualquiera que ellas fueran ) la morbidez,
la unión y la discordante concordia que hacen las luces con las sombras. Siendo que el
primer modelo, donde salió la primera imagen del hombre, fue una masa de tierra, y no
sin causa; asimismo el divino arquitecto del tiempo y la naturaleza, (Dante, Purgatorio
X 33) como el muy perfecto, volvió a mostrar en lo imperfecto de la materia el hábito y
las maneras en el quitar y añadir (expresión de Miguel Ángel), con el mismo método
que trabajan los escultores y pintores buenos, los cuales en los modelos añaden y quitan,
y reducen los imperfectos bocetos hasta el final con la perfección que se quiere. Le dio
Dios un color muy vivo de carne, donde se extrajo para las pinturas, de las minas de la
tierra los colores, para falsificar todas las cosas que representan en las pinturas. Bien es
cierto que no se puede afirmar en absoluto que la imitación de las cosas hermosas
impulsara haciéndose a los hombres antes del diluvio. Aunque parece verosímil creer que
esculpieran y pintasen de alguna manera; a continuación Belo, hijo del altivo Nebrot,
200. años después del diluvio universal hizo la estatua de donde nació a continuación la
idolatría; y Semiramis la muy celebrada nuera, Reina de Babilonia, en la torre de esa
ciudad colocó entre el ornamentos de aquélla, no solamente variados y diferentes tipos
de animales representados y coloreados de natural, sino a sí misma y a Nino, su marido,
y las estatuas aún de bronce del suegro y de la suegra y de su consuegra, como cuenta
Diodoro (Sículo), llamándole con nombres de Griegos, que no existían, Júpiter, Juno
y Ops. Por estas estatuas aprendieron por aventura los caldeos a hacer las imágenes de
los dioses; a continuación, 150 años después, Raquel huyó de Mesopotamia junto con
Jacob su marido, robando los ídolos de Laban su padre, como oportunamente cuenta el
Génesis.

No fueron sin embargo los únicos los caldeos en hacer a esculturas y pinturas, que las
hicieron aún los Egipcios, ejerciendo en el arte con tanto estudio, cuánto se puede ver en
el sepulcro maravilloso del antiguo Rey Simandio, que ampliamente describe Diodoro, y
cuánto da el severo mandato hecho por Moisés al salir de Egipto, es decir so pena de
muerte, no se hacían de Dios imágenes algunas. Al descender del monte, se encontró
hecho el ternero del oro y adorado solemnemente de su gente, que se perturbó seriamente
de ver concedidos los divinos honores a la imagen de un animal, no solamente lo rompió
y lo redujo a polvo, que de castigo de tan grave error, hizo matar de los Levitas a muchos
millares de los pérfidos hijos de Israel, que habían cometido esta idolatría. Pero no el
trabajar estatuas, adorarlas era pecado gravísimo, y se lee en el Éxodo que el arte del
dibujo y las estatuas, no solamente mármol, sino de todas la suerte de metal. Le dió Dios
conocimientos a Besaleel de la tribu de Judá y a Ohliab del tribú de Dan, que fueron los
que hicieron a los dos querubines de oro y el candelabro el velo y el y las ropas sacerdotales
y tantas de otras muy hermosas cosas que se fundieron para el tabernáculo, y no por otro
motivo que para invitar la gente a contemplarlos y adorarlos.

Luego de las cosas vistas antes del diluvio, la soberbia de los hombres encontró el método
con las estatuas para que permanecieses en el mundo con renombre inmortal. Y los
Griegos, quienes razonan diferente de este origen, dicen que en Etíopesa encontraron las
primeras estatuas, segundo Diodoro, y los Egipcios aprendieron de ellos, y de éstos los
Griegos, puesto que hasta los tiempo de Homero se ve que la escultura y la pintura eran
perfectas, como de hecho da fe el escudo de Aquiles descrito por el divino poeta (Iliada
canto XVIII -478) con tanto arte que más parece escultura y pintura que escritura.
Firmiano Lactanzio en sus fábulas concede a Prometeo, igualmente que del gran Dios,
dar forma a la imagen humana del barro; y afirman que el arte de las estatuas vino de
él. Pero, según escribe Plinio, este arte vino a Egipto de Giges Lidio (Plinio el viejo Hª
natural libro VII -205), el cual, estando junto al fuego vió la sombra de si mismo, y
rápidamente con un carbón en mano dibujó el contorno en la pared; y de esta edad
durante tiempo solo líneas sin cuerpo ni color, sí como afirma el mismo Plinio (Plinio
el Viejo Hª Natural libro 35); y es cosa de Filocles el egipcio y que también del mismo
modo de Cleantes y Ardice de Corintio, y de Delefanes sicionio que lo encontraron.
Cleofantes de Corintio fue el primero de los Griegos en aplicar colores, y Apolodoro el
primero que usó el pincel (Plinio Hª Nat. libro-35; 60). Le Siguieron Polignoto, Tasio
(Plinio 35-58), Zeuxis (Plinio 35-61) y Timagoras de Calcis, Pitio y Aglafantes, todos
celebradísimos, y después de éstos, el muy celebrado Apeles, a quien Alejandro Magno le
estimó mucho su virtud considerándole y honrándolo, que además era muy listo usando
la calumnia y el favor; como nos muestra Luciano, y como casi siempre sucede con todos
los pintores y los escultores excelentes, son dotados del cielo las más de las veces, no
solamente del adorno con la poesía, como se extrae de Pacuvio (Plinio 35-19), también
de filosofía, como se ve en Metrodoro, experto tanto en filosofía cuánto en la pintura,
enviado por los Atenienses a Paulo Emilio para adornar el triunfo, que siguió
quedándose para enseñar filosofía a sus hijos (Plinio 35-135).

Fueron grandes practicando en Grecia la escultura, en las cual se encontran a muchos


autores excelentes, y entre otros a Fidias ateniense, Prasiteles y Policletos enormes
maestros (Plinio 34-49); también, Lisipo y Pirgoteles (Plinio 37-8) que tallando valen
mucho; y Pigmalión en el relieve de marfil, cuyos favores, dicen que rogó para que
respirase y tuviera espíritu la figura de una Virgen que él hizo (Ovido - Metamorfosis
X-242). La pintura los Romanos la honraron y premiaron del mismo modo que los
antiguos Griegos y por grandes tuvieron a quienes presentaron maravillas, bien pagados
de las ciudades y con gran dignidad.

Floreció tanto este arte en Roma, que Fabio dio nombre a su linaje firmando en las
pinturas hermosamente realizadas en el templo de la Salud, y llamándose Fabio Pintor
(Plinio 35-19).
Se prohibió por decreto público que los siervos ejercieran tal arte para las ciudades
(Alberti de la pintura), y tanto honor hicieron la gente de continuo en el arte a los
autores, que las obras raras en los despojos de los triunfos, como cosas milagrosas, a
Roma se mandaban, y los autores excelentes eran liberados si eran esclavos y reconocidos
y honrados con premios de las repúblicas. Los mismos Romanos tanta reverencia a tales
miembros llevaron, que más allá del respeto en dañar la ciudad de Siracusa quiso
Marcelo que se respetase a un autor famoso de allí, siendo su voluntad de al asaltar la
ciudad tuvieran respeto (Plinio 7-125) de no poner fuego a esta parte donde estaba una
muy bella tabla pintada, que se llevó a continuación a Roma en el triunfo con mucha
pompa. Dónde en un espacio de tiempo, desnudó al mundo, y se redujeron los autores
mismos y las egregias obras de ellos, luego Roma a continuación, se hizo muy bella, que
en verdad le dieron gran empaque las estatuas, y más las extranjeras que las propias, que
se sabe que en Rodas, ciudad de una isla no muy grande, había más de tres mil de estatuas
que faltan entre bronce y mármol. Y no le faltaban muchas a los Atenienses para
igualarlos, pero había muchas más en Olimpia y Delfos, e innumerables las de Corinto,
y todas muy hermosas y de enorme valor. ¿No se sabe que Nicomedes el Rey de Licia, por
desear una Venus de mano de Praxiteles, consumió casi todas las riquezas de
pueblo?(Plinio 7-125) ¿No hizo el mismo Atalo, que por tener la tabla de Baco pintado
de Arístides, no le importó gastarse más de 6000 sestercios? La cuál tabla Lucio Mummio
la llevó, para adornar también Roma, en el templo de Ceres con enorme pompa. (Plinio
35-25)

Pero con toda la nobleza de este arte, y que estuviera tan apreciada, no se sabe sin
embargo aún ciertamente quién le dió el primer empuje. Porque, como ya se razonó, se
vió entre los antiguo caldeos, algunos los atribuyen a los Etiopes y los Griegos a si
mismos lo asignan, y pudiera ser no sin razón pensar que quizá lo más antiguo fuera
Toscano, como da prueba nuestro León Batista Alberti, y en esto ha puesto mucha
claridad la maravillosa sepultura de Porsena, en Chiusi, dónde no hace mucho tiempo
que se encontró bajo tierra, entre las paredes del Laberinto, algunas tejas de tierra cocida,
con figuras de mediorrelieve, muy excelentes y con tan buenas maneras que fácilmente
se puede conocer la perfección de esa época, como aún puede ver todos los día por muchas
partes barros rojos y negros aretinos, (Los negros son etruscos, los rojos aretinos) como
se juzga por la manera, en torno al mismo tiempo, con elegantes tallas y figuras e
historias de bajo relieve, y muchas máscaras redondas sutilmente trabajadas de maestros
de esta edad, como para tal efecto se muestran, muy prácticos y valientes en este arte.
Parece aún por las estatuas encontradas en Viterbo al principio del pontificado de
Alejandro VI, que la escultura tiene una alta perfección en la Toscana; y como no se
sabe precisamente el tiempo en que ellas fueron hechas, por eso, y la manera de las
figuras, el método de la sepultura y su construcción, así como las inscripciones de
escritos toscanos, se puede conjeturar que son muy antiguos y hechas en tiempos en que
las cosas allí estaban en orden y gran estado. Pero las antigüedades nuestras como las de
los Griegos, Etíopes y Caldeos son parecidamente dudosas o quizás sea mayor, y como
es necesario fundar el juicio de tales cosas en conjeturas, pero no tanto que por sin
sentidos se descartan y no señalen, creo, no haber ido muy separado de la verdad, y no
piensen cada uno que en esta parte discretamente considerarán, juzgarán como yo,
cuando sobre esto dicen, que el principio de estas artes ha sido la misma naturaleza, y el
principio, y modelo, la muy hermosa fabrica del mundo y el maestro de esta luz
infundida es Dios. Y en nuestro tiempo, se ha visto (como yo creo poder demostrar para
con muchos ejemplos) que los simples niños educados en los bosques, ellos solos ayudados
por el ejemplo natural ejecutan bonitas pinturas y esculturas de la naturaleza, solo con
la vivacidad de su talento ellos mismos comienzan a dibujar (Tópico que atribuye a
Giotto), cuánto más se puede verdaderamente pensar, que sucedió con los hombres
primeros, los cuales no estaban faltos ni andaban alejados de su principio y divina
generación, tanto más perfectos eran y con mejor talento, teniendo por guía la
naturaleza, y por maestro la inteligencia pura. ¿No pudieron estos en un principio ir
poco a poco mejorando, y llegando finalmente a la perfección?. Yo no quiero negar que
no haya habido uno que comenzase el primero, yo sé, que es necesario que alguno
encuentre el principio; ningún nacido negará el haber sido posible que uno ayudara al
otro y enseñase y abriese el camino al dibujo, y al color y al relieve, porque sé que el arte
nuestro es en gran parte, imitación de la naturaleza principalmente y porque por sí
mismos no lo pueden subir muy arriba, los que son considerados mejores maestros. Pero
digo que la voluntad determinante de afirmar que ese u otro fueran, es cosa muy
peligrosa de juzgar y quizá poco necesario para a saber, la verdadera raíz y origen de
su nacimiento. Porque, a continuación que obras que son la vida y el renombre de los
autores, las primeras las segundas y terceras y otras al pasar de mano en mano los días,
y el tiempo que consume todo, y no siendo conocidos pues entonces no los escribían, por
tanto al menos por esta causa no son conocido en la posteridad, aun llegando son
desconocido los autores de aquéllas; Cuando los escritores comenzaron por hacerles
memoria de las cosas hechas de los de delante, por tanto ya no hablan de aquéllos de
cuáles no habían podido tener nuevas, de modo que a los primeros que parecen ser, son
solo los últimos en no perderse en la memoria. Así como el primero de los poetas por
consenso común dicen ser Homero, no porque antes él no hubiera algúno, que los hubo,
así bien no muy excelentes y en las cosas suyas se ve claramente, pero porque se había
perdido ya el recuerdo de los primeros, de quienes fueron, hace ya 2000 años. Sin
embargo, dejando apartada esta parte, demasiado dudosa por su antigüedad, pasemos a
las cosas más claras de su perfección, ruina y restauración, para decirlo mejor, al
renacimiento, que con mucho mejor fundamento podremos razonar.

Digo, que el arte es verdad, que comenzó en Roma tarde, si las primeras figuras fueron
sin embargo, como se dice, la representación de Ceres hecha de metal, de los bienes de
Espurio Casio (Plinio 34-15) el cual, porque maquinaba de hacerse rey, lo mató su padre
sin respeto a sus deseos, y continuó creciendo los miembros de la escultura y la pintura
hasta a consumar los XII Césares. Pero la fortuna cuando conduce a los otros a la cima
de la rueda, o por cambiarle el humor o por arrepentimiento las más de las veces lo
vuelven en fondo. Y para esto, se alzaron en distintos lugares del mundo casi todas las
naciones bárbaras, en contra de los Romanos, y en seguida en poco tiempo no solamente
cayó el imperio, sino la ruina entera y máxime de la misma Roma, con la cual
arruinaron los excelentes autores, escultores, pintores, dejando a los mismos enterrados
y sumergidos entre las miserables masacres y ruinas de aquélla muy famosa ciudad. En
primer lugar desparecieron la pintura y lo escultura como artes más para el deleite que
para otra cosa poco servían, aunque la arquitectura, como necesaria y y útil a la salud
del cuerpo, continuó pero no ejercitándose demasiado bien. Y si no fuera porque las
esculturas y las pinturas representaban ante los ojos de los que nacieran de mano en
mano de quien habían sido honrados para darles perpetua vida, incrustados, se hubiera
apagado la memoria de las unas y de los otros. Allí donde se conservaron es porque las
inscripciones se colocaron en las arquitecturas privadas, o en la pública, estando en los
anfiteatros, teatros, en las termas, en los acueductos, en los templos, en los obeliscos, en
los colosos, en las pirámides, en los arcos, en los erarios, y finalmente en la sepultura
misma; que se destruyó una gran parte por gente cruel y atroz, que no tenían de hombres
solo la efigie y el nombre. Éstos entre otros fueron los Visigodos, los cuales tenían a
Alarico por Rey, y sitiaron Italia y Roma, y la saquearon por dos veces (en el 410) sin
respeto a nada determinado. Lo mismo hicieron los Vándalos (en el 455) venidos de
África con Genserico su Rey; el cuál, no contento con la crueldad que les hizo, que
redujo a esclavos a las personas y con ellas una enorme miseria, incluida Eudosia, mujer
que fue del emperador Valentiniano, este habiendo sido muerto un poco antes por sus
propios soldados. Todo, había degenerado en muy gran parte el valor antiguo romano
de los emperadores, desde hacía tiempo los mejores habían huido a Bizancio con el
emperador Constantino emperador, no teniendo ya ni más hábitos, ni modales buenos
para la vida. Al perder al mismo tiempo los verdaderos hombres y toda suerte de virtud,
y cambiado las leyes, formas de vivir, nombres y lenguas, todas estas cosas juntas, y cada
una de ella por su lado, quedó lo hecho por el espíritu alto y el talento, muy feo y muy
bajo para serlo. Pero lo que sobre todas las cosas dichas, resultando ser una gran pérdida
muy grande para estas profesiones, fue el celo entusiasta de la nueva religión cristiana;
la cual, después de largo y sangrante combate, al conseguir finalmente con milagros y
con la sinceridad de sus hechos, cortar y terminar la vieja fe de los gentiles, mientras que
ardientemente esperaba con cada diligencia lavar y extirpar en la menor ocasión
cualquier error que pudiera nacer, no dañó solamente, o lanzó por tierra todas las
estatuas maravillosas sino también las esculturas, pinturas, mosaicos y ornamentos de
los falaces dioses de los gentiles, sino aún las memorias y los honores de infinitas personas
egregias. A los cuales, por sus excelencias, merecimientos, y virtudes, en la antigüedad
les hicieron en público estatuas y otras memorias. Por otro lado para construir las iglesias
al uso cristiano, no solamente destruyó los más honrados templos de los ídolos. Para
hacer pasar por más noble y para adornar a San Pedro, se desnudó de columnas de piedra
la Mole de Adriano, hoy proverbio Castel Sant´Angelo (En la edición Giuntina omite
este comentario no probado), así como la Antoniana se despojó de columnas piedras y de
incrustaciones para esta de San Pablo, y las Termas de Diocleciano y de Tito para hacer
la Santa María la Mayor, con extrema ruina y daño, de las muy divinas construcciones,
las cuales se comprueba hoy arruinadas y destruidas. La religión cristiana no hacía esto
por odio a la virtud, sino solamente para injuria y sacrificio de los dioses de los gentiles;
pero con tan ardiente celo que consiguió la ruina de estas adornadas profesiones, las
cuales perdían en todo la forma. Por si nada faltara a este gran infortunio, llegará
Totila contra a Roma, que además de romper las murallas, y arruinar con hierro y
fuego todos los más maravillosos y dignos edificios de aquélla, la quemó toda por entero;
y expoliándola de todos los cuerpos vivos, la dejó a las llamas del fuego, a los 18 días de
continuo no se encontraban nadie vivo; cortó y destrozó tanto las estatuas, las pinturas,
los mosaicos y los yesos maravillosos, que se perdió, digo ya no solo la majestad, sino la
forma y ni siquiera parecía ciudad. Siendo las habitaciones bajas, trabajadas de estuco y
pinturas y estatuas, con las ruinas se cubrieron todas que es lo que en nuestros días se
encuentra. Y los que sucedieron a continuación, al juzgar todo ello en la ruina, sobre
ello plantaron vides. De modo que como las habitaciones permanecieron bajo la tierra,
los modernos las llamaron grutas, y grutescos las pinturas desnudas que han llegado al
presente. Terminados el periodo Ostrogodo, que fueron por Narsés derrotados, viviendo
entre las ruinas de Roma de alguna manera los habitantes, y vinieron después de ciento
años Constante, segundo Emperador de Constantinopla, y recibido afectuosamente de
los Romanos, dañó, desnudó y expolió todo lo que en la pobre ciudad de Roma hubiera
quedado más por suerte que por voluntad de quienes la habían arruinado. Bien es cierto
que no pudo gozarse esta presa, porque, por una tormenta de mar llegó a Sicilia, siendo
precisamente ajusticiado de los suyos, dejó los despojos, el reino y la vida, en manos de
la fortuna. Quién, no satisfecha con las desgracias de Roma, para que las cosas robadas
no pudieran volver ya nunca, les llevó a un ejército de Sarracenos, a la isla (827); los
cuáles se llevaron todo lo de Sicilia y los mismos despojos de Roma a Alejandría, con
enorme vergüenza para Italia y el Cristianismo. De tal manera que todo lo que no
habían dañado los Pontífices, máxime San Gregorio (Gregorio Magno 590-604), del
cual se dice que arrasó las estatuas y despojos de los edificios, el cual tuvo un mal final
por las hordas griegas. De modo que, al no verse más vestigios ni indicios de ningún
orden, los hombres que vinieron luego, al no encontrarlos, trabajaron tosco y rudo, y
particularmente en las pintura y en la escultura, incitados de la naturaleza y modelados
en el aire, dieron en hacer, no según las normas predichas de las artes, que no tenían,
sino de acuerdo a la calidad de sus talentos. Y así nacieron de sus manos estos fantoches
y aquéllas gofas, que en las casas viejas aún aparecen hoy. Lo mismo se produjo con la
arquitectura; porque, fue necesario también edificar y habiéndose perdido en todo las
formas y el buen método en los autores muertos, y por las obras destruidas y arruinadas,
los que se dieron a tal ejercicio no construían nada que tuviera medida o gracia, ni
dibujo, ni razón evidente. Por lo que vinieron a reaparecer nuevos arquitectos, que los
bárbaros trajeron y siguiendo su métodos hicieron de esta manera edificios que hoy
nosotros los llamamos alemanes, los cuales hacían algunas cosas ridículas para nosotros
los modernos pero por ellos alabadas; mientras las mejores formas encontraban a los
mejores autores, como se ve de esta manera por toda la Italia en las más viejas iglesias,
y no antiguas, que ellas se construyeron, como en Pisa, la planta del Duomo diseñada de
Buschetto Greco da Dulichio, construida en el 1016 (1063); En su honor, le pusieron por
su valía en esta edad ruda, hoy en Duomo de Pisa en su sepultura:
QVOD VIX MILLE BOVM POSSENT IVGA IVNCTA MOVERE ET QVOD
VIX POTVIT POUR MER FERRE RATIS BVSCHETI NISV QVOD ERAT
MIRABILE VISV DENA PVELLARVM TVRBA LEVAVIT ONVS.

Trad. Lo que no hubieran podido mover mil bueyes en yugo, y que un barco por mar
difícilmente pudo arrastrar, con el admirable esfuerzo de Buschetto, pudieron soportar
la carga diez doncellas.

El Duomo de Milán fue hecho de la misma manera, construido el año 1388 (1386), y el
de Siena, e infinidad de edificios con estilo alemán, incluso muchos palacios y distintas
edificaciones, que hay por toda Italia y fuera ella; como San Marcos de Venecia, la
Cartuja de Pavía, San Antonio de Padua, San Petronio de Bolonia, de San Martino de
Lucca, la iglesia de Arezzo, la Cúpula, y el obispado, que lo hizo terminar el Papa
Gregorio X, piacentino de la familia de los Visconti, e igualmente el templo de Santa
María de Fiore en Florencia, construido por el arquitecto Arnolfo Alemán.

Siendo la causa de que bajo las ruinas de Roma permaneciese enterradas las modalidades
de las esculturas y de las pinturas, desde que la arruinó Totila hasta el 1200. Por aquel
tiempo había permanecido en Grecia un resto de autores a la manera vieja, que hacían
imágenes de barro y piedra, y pintaban otras figuras monstruosas, con el primer
lineamento y con el campo de color. Y estos como estaban solos en la profesión, llevaron
el arte de la pintura a Italia, junto con el mosaico y la escultura, y como sabían, a los
hombres italianos les enseñaron la rudeza. Como los hombres de ese tiempo, no
conociendo otra bondad ni perfección en las cosas, que aquéllas que veían, solamente se
maravillaban de aquéllas, aunque bellaquerías eran, sin duda como las mejores las
aprendían. Por eso los espíritus de los que nacían, ayudados en algún lugar por la
naturaleza y sutileza del aire, y se purgaron hasta tal punto de errores que en el 1250, el
cielo, a piedad se movió por los talentos que en la tierra toscana se producían cada día,
y los condujo a la forma primera. Aunque antes de ellos habían visto restos de arcos o
de colosos o de estatuas, o de pilas, o columnas con historias, en los tiempos que estuvieron
después de los saqueos, la ruina y los incendios de Roma, que sepamos, nunca lograron
hacerlos valer o aprovecharlo de alguna determinada manera, hasta el tiempo dicho
arriba, Y, como yo decía, los talentos mejores, conociendo muy bien los órdenes malos,
abandonaron las maneras viejas, ellos equivalió a imitar las antiguas, con toda la
industria y talento en ellas. Pero porque más fácilmente se entienda lo que llamo viejo y
antiguo, antiguas, fueron las cosas antes de Costantino, de Corinto, Atenas y Roma, y
de otras muy famosas ciudades, hechas bajo Nerón, los Vespasianos, Trajano, Adriano
y Antonino; asimismo, a otras llamo viejas, desde San Silvestre (Papa en el 314) desde
aquí fueron realizadas obras por los restos de los Griegos, las cuales más sabían de teñir
que de pintar. Porque, al ser en estas guerras muertos los excelentes mejores autores, el
resto de los Griegos, viejos y no antiguos, no les quedó otra que realizar las primeras
líneas en un solo campo de color; como de esto dan fe hoy en día, los infinitos mosaico,
que por toda la Italia han sido trabajados por los Griegos, como en el Duomo de Pisa, y
en San Marcos de Venecia, y de aún en otros lugares. Y continuaron haciendo muchas
pinturas, de esta manera: Con los ojos espirituales, manos abiertas, y los pies en puntillas,
como se ve aún en San Miniato (#) extramuros de Florencia, entre la puerta que va a la
sacristía y la que va al convento, (Pero Vasari parece referirse a los frescos del Maestro
de la Magdalena) y en Santo Spirito en la misma ciudad toda la banda del claustro hacia
la iglesia, y del mismo modo en Arezzo, en San Julián y en San Bartolomé y en otras
iglesias, y en Roma en la basílica vieja de San Pedro, hay historias alrededor y entre las
ventanas, con cosas que en el lineamento, tienen más de efigie monstruosa, que de ser de
humano.

De esculturas, ellos, del mismo modo hicieron infinitas, como se ve aún, sobre la puerta
de San Miguel en la plaza Padella de Florencia, de bajorrelieve, y también en Ogni
Santi, y para muchos lugares, sepulturas y en ornamentos de puertas para iglesias, donde
tienen en ménsulas, figuras para resistir el techo, cosas feas y toscas, tan mal hechas, que
parece imposible hacerlo peor.

Y de esta manera aparecen en Roma en el arco de Constantino, bajo los tondos hay
historias, que fueron despojos del arco de Trajano, y usadas por Constantino en honor
a la victoria sobre Majencio, y allí quedaron colocados; por lo que se ve que no tenían
maestros, los que tenía el principado hicieron eso, vergüenza desnuda en el mármol
tallado. Trabajaron aún las nuevas iglesias de Roma de mosaico a la manera griega,
como la tribuna de Santa Práxedes, y en Santa Prudenciana, y similar en Santa María
Nuova, con un mismo método, en Santa Inés fuera de Roma y en todas las muy
honradas basílicas que dedicaron a los santos, Hasta que empezaron a mejorar su estilo,
y así hicieron en la tribuna de San Juan de Letrán y en la de Santa María la Mayor, y
particularmente la tribuna de la capilla principal de San Pedro en Roma, e infinitas
otras iglesias y capillas de la dicha ciudad. Y, en el antiguo templo de San Juan en
Florencia la tribuna de ocho caras, del marco hasta la linterna, que fue trabajada de
mano de Andrea Taffi con la misma manera griega, pero en verdad mucho más
hermoso.

Hasta aquí me pareció discurrir de los principios de la escultura y la pintura, y por


ventura más ampliamente de lo que en este lugar es necesario. Que sin embargo, lo hice,
no tanto transportado de mi afición al arte, sino movido hacia el beneficio y utilidad
común de los autores nuestros. Los cuales puedan ver, con método, desde el pequeño
principio, a como se conduce a suma altura, y como desde un grado tan noble cayó hasta
la ruina más extrema, y, por consiguiente, la naturaleza de este arte, similar a este otro,
que, como cuerpo humano, tiene que nacer, crecer, envejecer y morir, y con ello podrán
ahora más fácilmente conocer el progreso de su renacimiento; y aquélla perfección, que
ha alcanzado en los tiempos nuestros.

Y si por causa de no lograrlo (no lo quiera dios), llegase por algún tiempo, por el
descuido de los hombres o por la malignidad de los siglos o por no querer los cielos, que
no parece que quieran que las cosas se mantenga en su esencia mucho tiempo, y ocurriese
de nuevo el mismo desorden y ruina, puedan estos trabajos mío, donde fuera (siendo
dignos de una benigna fortuna), por lo dicho, y lo discurrido más delante, para aquéllas
personas que puedan mantener en vida el arte; o al menos dar el espíritu a los más
elevados talentos para proveerlos de mejores ayudas: siendo mucha mi buena voluntad, y
con las obras de estos, sean abundantes ayudas y ornamentos de aquéllos, de los cuáles
(si es lícito decir la verdad libremente) han faltado hasta ahora. Pero ya es tiempo de
empezar con la vida de Giovanni Cimabue; el cuál, dio principio al nuevo método de la
pintura, es justo e indispensable que esté en las vidas, en las cuales me esforzaré en
observar más las maneras de ellos, más que su tiempo. Describiré sin embargo diferente
las formas y rasgos de los autores, al juzgar como tiempo perdido circunscribir con
palabras lo que manifiestamente se pueden ver en sus obras, citadas y asignadas por mí,
que por todas partes se encuentran.
Proemio a la segunda parte de Las Vidas

Cuando yo comencé, muy humano lector mío, a describir estas vidas, no fue mi
intención hacer a una nota de los autores y un inventario, de cosas, y obras de ellos, ni
creí juzgar nunca un digno final de estos trabajos míos, ciertamente largos y aburridos
cansancios, pero hermosos, luego de encontrar su época y los nombres y las patrias de
ellos, y enseñarlos de qué ciudad y en qué lugar se encuentran en el presente sus pinturas
o esculturas o edificios; que esto yo lo habría podido hacer con una simple tabla, sin
interponer en parte en ningún sitio mis juicios. Pero viendo que los escritores de historia,
estos que por consenso tienen fama de haber escrito con mejor juicio, no solamente no
se contentaron con decir simplemente los casos sucedidos, sino que con diligencia y con
gran curiosidad tanto como pudieron, han buscado las modalidades y los medios y las
vías que emplearon los hombres que valían en llevar adelante las empresas, y procurado
encontrar el porqué de los errores, y también de los aciertos mejoras y medidas que
prudentemente hubieran tomado en el gobierno con sus actos, y de todo el resumen que
sagazmente o descuidado, con prudencia o con piedad siendo magnánimos según los
casos en que actúe el príncipe, y que se dice largo de él o la república para informar de
sus juicios, y consejos, y de las partes de los manejos de los hombres, que causan a
continuación la felicidad e infortunio. Que es realmente el alma de la historia; y lo que
en verdad es signo de cómo debe vivirse y hacer hombres prudentes, y que fuera del placer
que se extrae de tratar las cosas pasadas como presentes, es el verdadero fin de aquélla.
Por esto que al empezar a escribirse la historia de los muy nobles autores, para servir a
estos con todas mis fuerzas y para honrarlos, todo cuánto puedo, a imitación de las cosas
de hombres tan valiosos, uso el mismo método; y he pretendido no solamente decir lo que
hicieron, sino discurriendo sobre el mejor orden, destacar donde sobresalen los mejores
de los buenos, y observar un poco diligentemente las modalidades, los aires, las maneras,
las características y la imaginaciones de pintores y de los escultores; buscando, cuánto
más diligentemente yo he sabido, de hacer conocer a estos que por sí mismos no saben
hacerlo, las causas y las raíces de las maneras y la mejora y empeoramiento en el arte,
en distintos tiempos y con distintas personas. Y porque al principio de estas vidas hablé
de la nobleza y antigüedad de las artes, propósito que se exigía, dejando aparte muchas
cosas que las que me habría podido servir de Plinio y otros autores, si no hubiera querido,
contra la creencia quizás de muchos, de dejar libre a cada uno de ver la imaginación en
las propias fuentes, me parece que es conveniente hacer al presente, huyendo del tedio y de
alargarme, mortal enemigo de la atención, hacer lo que no pude entonces, esto es abrir
más diligentemente el espíritu, y aclarar la división en tres partes de la obra.

En los artistas nace en cierta manera la diligencia de la aptitud, en otros del estudio, o
en la imitación, y otros del conocimiento de las ciencias, que todo esto ayuda, y en algunos
todas las dichas cosas juntas o de la mayor parte de aquéllas, pero como ya he sido
detallista en las vidas particulares razonando más que suficiente de sus modalidades del
arte, maneras y en cosas buenas y mejores y sobresalientes que impulsan a aquéllos,
razonaré generalmente de esta cosa, y más rápidamente de la calidad en las épocas en
las personas, distinguiéndolas y divididas por mí en edades, desde el renacimiento de estas
artes hasta el siglo en que vivimos, porque se manifiesta una gran diferencia según se
conoce a la vista.

Con eso, en la primera edad y más antigua, se ve a estas tres artes que están muy alejadas
de la perfección, y teniendo algo de orden, les falta acabado, que no merecen un gran
elogio; aunque, por haber dado principio y método para mejorarse más adelante, no
debemos y no podemos si no decir bien y dar aún más gloria que la que tendrían, que no
merecen las obras mismas, si se juzgaran con estricta norma artística. En la segunda
parte a continuación él desnudo es manifiesto de haber mejorado mucho y en las
invenciones y en conducirlas con más dibujo y con mejores maneras y con gran
diligencia, y ya retirada esta herrumbre de la vejez y esa torpeza y desproporción grosera
que esos otros tiempos les había aportado. ¿Pero quién se atreverá de decir en ese tiempo
haber encontrado un artista en cada cosa perfecto? ¿Y que haya conducido las cosas al
término de hoy en invención dibujo y color? ¿Y qué haya observado difuminar
suavemente las figuras degradando el color, y que las luces nazcan de un punto
solamente sobre los relieves, y del mismo modo hayan observado las cavidades y
terminados extraordinarios en las estatuas de mármol como en aquéllas se ven? (Si
descartamos a Tiziano y Rafael, por no practicar la escultura y a Miguel Ángel por
salirle todas las chicas con aspecto de gladiador recién afeitado, resulta difícil suponer
quién es ese ente) Este elogio determinado pertenece a la tercera edad, en la cual, se puede
decir seguramente que el arte ha hecho lo que un imitador de la naturaleza puede hacer,
y que se llega tan arriba, que más rápidamente podemos temer que pueda bajar, que
esperar que aumente.
He considerado atentamente estas cosas, y juzgo que es un beneficio propio y particular
de la naturaleza de estas artes, que de un humilde principio van a poco a poco mejorando,
y finalmente alcanzan el máximo de perfección. Y esto me lo hace creer, el haber
observado casi esto mismo en otras artes; que, por existir entre todas las artes liberales,
determinada relación de parentesco, y no pequeño, argumento que esto sea verdadero.
Pero en pintura y escultura en otro tiempo debe haberse llegado de manera muy similar
que, si se cambiasen los nombres, sabríamos fijo los mismos casos. Pero es que se ve, si
se tiene que dar fe de aquellos que vivieron en otros tiempos y por tanto ver y juzgar los
trabajos de los antiguos, estatuas de Cánaco (de Sición) era muy duro y sin vivacidad o
movimiento evidente, y muy alejado de la realidad, y de Calamis se dice lo mismo (Ni
Estrabón, ni Plinio, ni Pausanias, ¿?), aunque fueran bastante más suaves que las
predichas. Vino a continuación Mirón, que no imitó totalmente la realidad de la
naturaleza, pero dichas obras tienen tanto proporción y gracia, como para permitir
llamarlas razonablemente bellas. Pasan al tercer grado Policleto y otros tan celebrados,
los cuales, como se dice y debemos creerlo enteramente, las hicieron perfectas.

Este mismo progreso debió darse en las pinturas, porque se dice, y es verosímil, y así
tenemos que pensar que fueran las cosas en las obras de los que con un único color
pintaron, y por ello fueron llamados los monocromistas (Plinio libro35, 56), no se daba
una gran perfección. A continuación en las obras de Zeuxis y Polignoto y de Timantes,
o de otros que solamente usaban en la obra cuatro colores, que son alabadas en los
alineamientos, los contornos y las formas, y sin duda se podría también desear algo más.
Pero a continuación con Ethion, Nicomaco, Protógenes y Apeles, las cosas son perfectas
y muy hermosas, y no se las puede imaginar mejor. Al trabajar no pintaron solamente
las formas y las actitudes de cuerpos excelentes, sino aún el afecto y las pasiones del
espíritu. Pero dejando a estos, ya que para tratarlos hay que referirse desde otros autores
y muchas veces ellos no están de acuerdo en los juicios, y los que es peor, en las fechas,
aún que yo sabiendo de estas consecuencias sigo a los mejores autores, nos llegaremos a
los tiempos nuestros, dónde tenemos el ojo, mucho mejor guía y juez que la oreja. ¿No
se ve claramente cuánta mejora hizo, para comenzar dese el maestro de arquitectura
Buschetto el Griego a Arnolfo el Alemán y a Giotto? Se pueden ver las construcciones de
ese tiempo, los pilares, las columnas, las basas, los capiteles y las cornisas deformes, como
está en Florencia en Santa María de Fiore, (no es la que vio, 1588 la hicieron nueva) y
en la incrustación de fuera de San Juan, y en San Miniato al Monte, en el Obispado de
Fiesole, en el Duomo de Milán, en San Vital de Rávena, en Santa María Mayor de
Roma (no es la que vio) y en el Duomo viejo de Arezzo, donde, exceptuando un poco de
orden seguido en los fragmentos antiguos, no es cosa que se tenga que tratar como bien
hecho. Pero aquéllos, ciertamente lo mejoraron mucho, y no hicieron poco; porque las
redujeron a mejor proporción y les dieron fábricas no solamente estables y vigorosas,
sino que en alguna parte las adornan; ciertamente es sin embargo los adornos son
confusos y muy imperfectos, y que se podría decirle, que poco adornan. Porque en las
columnas no observaron las medidas y proporción que pide el arte, ni distinguieron entre
órdenes, dórico, corinto o jónico o toscano, sino mezclado con una regla sin norma,
haciendo las columnas muy gruesas o muy delgadas, como mejor les parecía. Y las
invenciones llegaron, una parte de su cabeza, y una parte de las antigüedades vistas por
ellos. Y formaban los planos una parte tomando ordenes de los modelos, y una parte
ayudándose de la imaginación, que elaboradas las murallas tenían otra forma. Sin
embargo quien compare las cosas de estos con los de antes, las verá mejor todas ellas, y
verá cosas que dan pena en nuestro tiempo, como son algunos templetes de ladrillos
trabajados de estuco en San Juan de Letrán en Roma (Borromini en el XVII la
transformó casi por completo).

Esto incluso digo de la escultura, la cual en la primera edad de su renacimiento tuvo


muy buen orden, porque, huyeron de la manera basta griega que era un tanto ruda, que
tenía aún más de artesano que de talento de artista, siendo aquéllas estatuas bloques
enteros sin pliegues ni aptitud o movimiento determinado, y realmente debían llamarse
“statua” (juego de palabras “estar o quedar quieto”), donde, al mejorar a continuación
el dibujo con Giotto, mucho más mejoraron las figuras de los mármoles y piedras, como
hizo Andrea Pisano y Nino su hijo y los demás sus discípulos que fueron mucho mejor
que los primeros con más movimiento y actitud en las obras, y así mismo como hicieron
dos sieneses, Agostino y Agnolo que hicieron la sepultura de Guido, Obispo de Arezzo
(destruida por los franceses), y los Tedescos que hicieron la fachada de Orvieto. Parece
entonces que en este tiempo la escultura mejorase un poco, dando mejor forma a las
figuras, con más belleza en los pliegues de los tejidos y algunas caras con mejor aire, y
algunas aptitudes no muy rígidas, y finalmente se había comenzado el buen arte; pero
por haber carecido en este tiempo de buena perfección en el dibujo, tienen muchos defectos
por todas partes, y no había cosas buenas para poder imitar. Donde los maestros que
estuvieron en este tiempo, y que he puesto en la primera parte, merecen este elogio y de
tenerlos en esta cuenta, que lo merecen por las cosas hechas, por eso hay considerar,
incluso esto también de los pintores en ese tiempo, sin tener delante ayuda alguna, pero
tenían que encontrar el buen camino; y aun siendo el principio, aún pequeño, es digno
siempre de un elogio.

No corrió mejor fortuna la pintura en este tiempo, pero entonces se usó más por tener
mucha devoción la gente del pueblo, y consecuentemente hubo más autores, y por esto se
hace más evidente del progreso que las otras dos. Se ve en que la primera manera griega,
en los principio de Cimabue se pierde, y a continuación con la ayuda de Giotto, se apagó
del todo, y con él nació una nueva manera la cual yo de buen grado llamo manera de
Giotto, porque la encontró él y la siguieron sus discípulos, y a continuación
universalmente fue muy venerada e imitada. Y se ve en este que suprimió los perfiles que
rodeaban todas las figuras, y esos ojos espirituales y pies erguidos de puntillas y las manos
puntiagudas, sin tener sombras, y demás monstruosidades del estilo Griego, añadiendo
una buena gracia en las cabezas y morbidez en el color. Y Giotto en particular, mejoró
las aptitudes de sus figuras, y mostró algún principio de viveza en las cabezas, dobló los
tejidos con más naturaleza que sus antecesores, y logro en parte, alguna cosa en
difuminado y escorzar las figuras. Además de esto dio principio al afecto, que se
reconocen en parte el temor, la esperanza, la ira y el amor; y redujo a una suave
morbidez su manera, que antes era dura y escabrosa; y si no hizo los ojos con esta belleza
de parecer vivo, y con el final de su lagrimal, ni los cabellos flexibles, ni largas barbas,
ni las manos con sus nudillos y los músculos, ni los desnudos como la realidad,
excusándole por la dificultad del arte y por no haber visto a mejores pintores que él de
quien tomar. Y tome cada uno en esta pobreza del arte en su tiempo, la bondad de su
juicio en recrear las escenas, la observación de los aires y el logro obediente de un natural
muy fácil, porque también se ve que las figuras obedecían para lo que tenían que ser; y
en consecuencia se concluye que tuvo un juicio muy bueno, aunque no perfecto.

E incluso se ve a continuación en otros, como en Taddeo Gaddi en el color, que es más


suave y con más fuerza; y que mejora la representación de la carne y del color en los
tejidos, con más gallardía, y con más movimiento en sus figuras. En Simón el Sienés se
ve el decoro componiendo historias; en Stefano Scimmia y en Tommaso su hijo, que
grandes acercaron la útil perfección en el dibujo e invención de la perspectiva y el
difuminado y la armonía de los colores, conservando siempre la manera de Giotto. Tal
hicieron en la práctica y destreza Spinello Aretino, Parri su hijo, Iacopo del Casentino,
Antonio Veneciano, Lippo y Gherardo Starnina y los otros pintores que trabajaron
después de Giotto, siguiendo su aire, lineamento, coloreado y la manera. Y aun
mejorando un tanto, pero no mucho ni suficiente para parecer haber cambiado las
maneras con otro toque.

Si consideraran mi discurso, verá a estas tres artes que hasta aquí están, como esbozadas,
y carecen mucho de la perfección que merecen, y determinado, si mejoraron, fue poca
esta mejora como para no tenerla demasiado en cuenta. No quiero que crean que soy
burdo, y de poco juicio, que no conozco las cosas de Giotto y Andrea Pisano y Nino y de
todos los otros, que por tener maneras iguales los puse juntos en la primera, y que si se
compararán a estos después de ellos que impulsaron, no merecerán elogio tan
extraordinario pensando incluso que son mediocres; y que no lo veía, cuando los alababa.
Pero hay que considerar la calidad de su tiempo, la escasez de autores, la dificultad de
poder ayudarse, entonces, no tendrían las obras por bellas, sino como dije,
extraordinarias, y les agradarán muchísimo ver los primeros comienzos y estas chispas
de orden en las pinturas y esculturas comenzando a resucitar. Siendo cierto que la
victoria de Lucio Marzio en España no es muy grande (212 a. C.), como muchas otras
más importantes que hicieron los romanos. Pero al entenderla con relación al tiempo, y
al lugar, al caso, a la persona y al número, es magnífica y aún hoy también es digna de
elogio, y de infinitos y muy grandes relatos hechos de los escritores. Por todo eso me
pareció que debía escribirse y que merecían no solamente mi diligencia, sino alabanzas,
y por eso las hice. Y pienso que no habrán aburrido ni sus estilos ni costumbres y que
tomarán utilidad haberlo oído de estos en las vidas y haber considerado sus maneras y
sus modalidades: y no errando quizá en poco útil, que yo confió en tanto como me ha
sido posible que les proporcionara mi trabajo, utilidad y deleite.

Ahora, a continuación que las tenemos ya criadas, con un método para poder decir cómo
hacerlo, estas tres artes, y esperando aún la facilidad, viene la segunda edad, donde se
verá muy mejorada cada cosa; y la invención más numerosa de figuras, con más rico
ornamentos; y dibujo más fundado y más natural hacia lo vivo; y por otro lado más
terminados aunque faltos de práctica, pero cuidados y con diligencia; la manera más
suelta, los colores más vagos, de modo que poco queda allí para reducir cada cosa a la
perfección, y para que ellos imitasen con rigor la verdad de la naturaleza. Porque en
primer lugar, con el estudio y con la diligencia del gran Filippo Brunelleschi la
arquitectura encontró las medidas y las proporciones de los antiguos, tanto en las
columnas redondas como en los pilares cuadrados y en los cantos rústicos y pulidos, y
desde entonces ya se distinguió los órdenes e hizo ver la diferencia que había entre ellos.
Se ordenó que las cosas siguieran una norma, y una distribución proporcional. Se dio la
fuerza y se consideró al dibujo, como fundamental, para dar a las cosas elegancia, y dio
a conocer la excelencia de este arte. Se volvió a dar belleza y variedad en los capiteles y
cornisas, de tal manera como se ven en las plantas de los templos y de otros edificios de
esa época, muy adornados, espléndidos y proporcionados, como se ve en la muy
magnífica máquina de la cúpula de Santa María de Fiore en Florenza, y en la belleza
y gracia de su linterna, en lo adornada, variada y graciosa iglesia de Santo Spirito, y no
carece de hermosura el edificio de San Lorenzo, y la bizarra invención del templo en
ocho caras de los Ángeles (Santa María de los Ángeles), y la airosa iglesia y convento de
la Abadía de Fiesole, El inicio del trabajo del palacio Pitti, Otros como el cómodo y gran
edificio que Francesco di Giorgio hizo en el palacio y la iglesia de la Cúpula de Urbino,
y el muy fuerte y rico castillo de Nápoles, y el inexpugnable castillo de Milán, y muchas
otras notables obras de ese tiempo, y aún que no tuviera una gran finura y una
determinada gracia exquisita precisamente en las cornisas, ni pulcritud y gracia en las
hojas ni terminando los ornamentos de follajes, que ya lo perfeccionaron a
continuación, como se verá en la tercera parte, donde trataremos de estos que harán todo
ello perfecto en la gracia, en finura y en naturalidad, como no se puede aún llamarse
hermosas y buenas. No los llamo ya perfectas, porque, vistas a continuación mejoran
este arte, por lo que podemos razonablemente afirmar que les faltaba algo. Y así bien
hay alguna de estas tres partes milagrosa, la cual en nuestro tiempo aún no se hizo
mejor, ni por aventura se hará por los que vendrán, como la verbigracia de la linterna
de la cúpula de Santa María de la Fiore (el 17 de julio de 1600 un rayo la tiró), y por el
tamaño, la cúpula misma, donde no solamente Filippo tuvo el espíritu de compararse
con los antiguos en el cuerpo de las fábricas, y superarlos en la altura de las murallas;
pero en esto hablamos universalmente y en general, y no se puede compararse la
perfección y la bondad por una sola cosa, ni argumentar la excelencia enteramente. Esto
dicho vale también para la pintura y la escultura, que se ven aún hoy cosas muy
originales (el ambiguo término de "raro" como “diferente” aquí elijo “original”,
azótenme si me equivoco) de maestros de esta segunda edad, como estos de Masaccio en
el Carmine, que hizo un desnudo que tiembla del frío, y en otras pinturas vivezas y
espíritus; pero en general no se alcanzan la perfección del tercer estilo, de los cuáles se
hablarán a su tiempo, siendo aquí necesario razonar de los del segundo;

Diremos antes de los escultores, que mucho se alejaron de las maneras de los primeros, y
tanto la mejoraron, que dejaron poco a los terceros. Y realizaron los encargaos de una
manera más graciosa, más natural, más ordenado, y con más dibujo y proporción, que
sus estatuas comenzaron a parecer personas casi vivas, y no más estatuas como las
primeras. Dan fe estas obras, de cómo ellos en realidad, renovaron la manera de
trabajar, como se verá en esta segunda parte, donde las figuras de Jacopo de la Quercia
tienen más movimiento y más gracia y más dibujo y diligencia, estas de Filippo más
hermosura buscando el músculo y de mejor proporción y más juicio, y así las cosas de
sus discípulos. Pero más les añadió Lorenzo Ghiberti en la obra de las puertas, donde
mostró invención, orden, maneras y dibujo, porque sus figuras se mueven y tienen alma.
Pero no me soluciono todo, aún que fueran también los tiempos de Donato, no quiero
ponerlo entre los terceros, permaneciendo sus obras en parangón con los buenos
antiguos, yo diré en esta parte que se puede llamar la regla de los otros, por tener él
solamente todas las partes reunidas que habían estado dividas entre muchos; puesto que
dio movimiento a sus figuras y una determinada vivacidad y diligencia, que soportan la
comparación con las cosas modernas y, como dije, con los antiguos mismo. Mejoró en
este tiempo la pintura, en la cual sobresalen Masaccio que mejoró en todo la manera de
Giotto, en las cabeza, ropas, edificios con perspectiva, en el desnudo, en color, en los
escorzos que él renovó, y sacó a la luz esta manera moderna, en esos tiempos y hasta hoy
seguido de todos nuestros autores, y que poco a poco con mejor gracia, invención, con
ornamentos, enriquecido y adornado; como particularmente se verá en las vidas de cada
uno, y se conocerá una nueva manera de color, vistas en escorzo, aptitudes naturales; y
muchos más expresados los movimientos, el espíritu y los gestos del cuerpo, que buscan
reflejar más la verdad de las cosas naturales con el dibujo; y los aires de la cara que
pareciesen enteramente a los hombres, y que fueran reconocidos por quienes los habían
hecho. Por esto intentaron hacer lo que vemos al natural y no más; y por esto vinieron a
ser más consideradas y mejor comprendidas las cosas de ellos, y esto les dio el atrevimiento
de poner la norma en perspectiva y a hacerlos escorzar correctamente, como los hacían,
en relieve, del natural y en su forma, y en estas cosas vinieron observando las sombras y
las luces, las disminuciones y otras cosas difíciles, y las composiciones de las historias con
más similitud. Intentaron también hacer los paisajes más similares a los verdaderos, y
los árboles, las hierbas, las flores, los aires, las nubes, y otras cosas de la naturaleza,
tanto que se podrá decir ardientemente que estas ares han sido elevadas, y conducidas a
la juventud, y que resumidamente debían venir a su perfección.

Daremos aún con la ayuda de Dios, principio a la vida de Jacopo de la Quercia, y a


continuación a los otros arquitectos y a los escultores, finalmente llegaremos a Masaccio;
que por haber sido el primero que mejorase el dibujo en la pintura, mostrará cuánto le
deben por su renacimiento. Y a continuación siendo que elegí a Jacopo dicho para
honrado principio de esta segunda parte, siguiendo las maneras, iré diciendo siempre en
sus vidas propias, la escasez de hermosura, y lo difícil de estas honorables artes.

El Final
Proemio de la tercera parte de Las Vidas

Realmente dieron un gran impulso las artes, en la arquitectura, pintura y escultura por
aquéllos excelentes maestros a quienes describimos hasta ahora, en la segunda parte de
estas Vidas, que añadiendo a las primeras cosas reglas, orden, medida, dibujo y maneras,
si no muy perfectas, tanto al menos cerca de la verdad, de tal manera que los terceros de
los cuales razonaremos a continuación, pudieron mediante tal luz alzarse y conducirse
a la suma perfección, dónde debemos las cosas modernas de mayor valor y más celebres.
Pero para que se conozca con más claridad la calidad de la mejora que hicieron dichos
artistas, en absoluto estará de más decir en pocas palabras las cinco novedades que
nombré, y discurrir largo de donde ha nacido esta calidad, que ha sobrepasado al siglo
antiguo, dejando el moderno así de glorioso.

Fue entonces la norma en la arquitectura siguiendo el método de medir las antigüedades,


observando ahora las plantas de los edificios antiguos en las obras modernas; Se trató de
dividir los distintos géneros, pero que a cada cuerpo le correspondiesen los miembros
suyos, dejando de intercambiarse más entre ellos el dórico, el jónico, el corintio y el
toscano; y la medida fue universal, así en la arquitectura, como en la escultura, haciendo
los cuerpos de las figuras rectos, y derechos con los miembros organizados uniformes;
y similarmente se hizo en la pintura. El dibujo fue a imitar lo más bello de la naturaleza
en todas las figuras, fueran talladas o pintadas, lo cual acaba, de tener en la mano el
talento, y el ojo para relacionar lo que se ve con lo que se dibuja, ya sea sobre hojas o
tablas o cualquier otro plano, muy exactamente y en su punto; y de la misma manera en
los relieves y en la escultura; las maneras alcanzaron a continuación la mayor
hermosura, luego de haberla puesto con frecuencia a retratar las cosas más bonitas, y de
ellas las mejores, ya fueran manos, la cabeza o el cuerpo, o piernas, unidas luego en
conjunto y de hacer luego una figura con todas estas bellezas como más se podía; y
poner en uso esto en cada obra, para todas las figuras, siendo esto la razón, como se
diría de estas hermosas maneras.

Estas cosas no las había hecho Giotto, ni los primeros artistas, habían descubierto los
comienzos de toda esta dificultad, y los aplicaban superficialmente, como en el dibujo,
más verdadero de lo que era antes y más similar a la naturaleza, y algunas cosas en la
unión de colores y en la composición de las figuras en las historias y muchas otras cosas,
de las cuales bastante se razonó. Así bien los segundos aumentaron en gran parte en las
artes todas las cosas dichas, ellas no habían sido sin embargo muy perfectas, no estaban
tan refinadas y finas como para alcanzar la total perfección. Al faltar confianza en la
norma, no siendo aún de norma la regla, ni las licencias se controlaban dentro de la
norma para que no pudiera crear confusión o dañar el orden, siendo que había necesidad
de invención copiosa de todas las cosas y de una determinada belleza seguida en cada
detalle, que pusiera de manifiesto todos estos ornamentos. En las medidas faltaba un
juicio recto, sin que las figuras fueran medidas, dotándolas de un tamaño, y con una
gracia que excediesen las medidas. En el dibujo no se habían alcanzado sus límites,
porque así bien se hacía un brazo redondo y una pierna derecha, no se conseguía con
músculos esta facilidad graciosa y suave, que aparece y se oculta, como hacen la carne y
las cosas vivas: porque se hacían crudos y ruines, que no eran fáciles a los ojos y con
dureza en las maneras, a la cual faltaba una elegancia fina y graciosas en todas las
figuras y sobre todo las mujeres y los putti con miembros naturales como en los hombres,
pero cubiertos de esa grasa y carnosidad, que no son toscas sino como naturales, eso que
da el arte con dibujo y juicio.

Les faltaban aún la copia de las hermosas prendas de vestir, la variedad con muchísimas
rarezas, la hermosura de colores, la universalidad en los edificios con perspectiva y la
variedad en los paisajes. Y aunque muchos de ellos comenzaban como Andrea
Verrocchio, Antonio del Pollaiuolo y muchos otros más modernos, que pretendían hacer
sus figuras más estudiadas, y que tenían mejor dibujo, con esa imitación más parecida
y más cercana a las cosas naturales, Pero aún no se alcanzaba, aunque nosotros estamos
ciertos, de que ninguno iba ya opuesto al orden y que sin embargo sus obras eran
aprobadas en segundo lugar luego de las antiguas, como se vio en las medidas cuando
el Verrocchio rehízo las piernas y los brazos de mármol del Marsias de la casa de los
Médici en Florencia. Que le faltó un buen acabado sobre todo en el final de los pies,
aunque corresponde no cuenta con la perfección y la flor del arte, si hubiera sido así, sus
encargos tendrían una gallardía resuelta en las obras, y se alcanzarían la gracia y una
pulcritud, que son lo mejor, aún que no tenga diligencia, ya se dan unos finales artísticos
con unas hermosas figuras, ya sean relieve o pintadas, aunque podemos reconocer el
esmero. Aquella terminación fina que nos falta, no se podía conseguir rápidamente, si
se produce por el estudio, la manera torna en sequedad, cuando se toma para terminar
obras con este método. Bien lo encontraron a continuación después ellos otros, al ver
desenterradas algunas antigüedades citadas de Plinio (libro 36) de las más famosas: el
Laocoonte, el Hércules y el torso del Belvedere, la Venus, la Cleopatra (mientras la
reconsideraban a Ariadna se encontraron 2 más), el Apolo y otras muchas, que en su
dulzura y en asperezas con términos carnosos y sacados de las principales bellezas en
vivo, con algunos movimiento, aunque no contorsionan del todo el cuerpo, tienen
algunas partes moviéndose, y muestran una muy hermosa gracia. Y fueron la causa de
limpiar una determinada manera seca, cruda y mordiente, que por el excesivo estudio
habían dejado en este arte Pietro de la Francesca, Lazzaro Vasari, Alesso Baldovinetti,
Andrea del Castagno, Pesello, Ercole Ferrarese, Giovan Bellini, Cosimo Rosselli, el Abad
de San Clemente, Domenico Ghirlandaio, Sandro Botticelli, Andrea Mantegna, Filippo
y Luca Signorelli; quiénes esforzándose pretendían hacer lo imposibles en el arte con su
trabajo y máxime en los escorzos y en las vistas desagradables, para ellos muy
complicado quedando ásperos y difíciles, a los ojos de quienes los observan. Y aún que la
mayoría estuvieran bien dibujadas y sin errores, les faltaban también un espíritu de la
diligencia (que no se ve nunca), y una dulzura en la unidad de los colores, que lo
comenzaron a emplear en las cosas suyas Francia Bolognese y Pietro Perugino. Y el
pueblo al verlo corría como locos a esta nueva belleza más viva, pareciéndoles a ellos
absolutamente que ya nunca se podría hacer mejor.

Pero el error en que estaban se demostró a continuación claramente, en las obras de


Leonardo da Vinci, que, al dar principio a aquélla tercera manera que queremos llamar
la moderna, por otra gallardía y habilidad de dibujo, y otra manera de representar
sutilmente todos los detalles de la naturaleza tal como son, teniendo en cuenta como es
ella, con buena norma, y mejor trato, recta medida, dibujo perfecto y gracia divina,
muy abundante de copias y muy profundo arte, que dio realmente a sus figuras el
movimiento y el aliento. Siguió después él, aún que bastante lejos, Giorgione de
Castelfranco, que difuminando sus pinturas y dándoles una terribilidad del movimiento
a algunas cosas, como es la historia de la escuela de San Marcos en Venecia, donde con
un tiempo turbio que truena (#), y hace temblar la pintura, y las figuras parecen moverse
por la tabla, por una determinada oscuridad de sombras bien realizadas. No menos que
este dicho dio a sus pinturas fuerza, relieve, dulzura y gracia en los colores fray
Bartolomeo de San Marco. Pero más que ninguno el muy gracioso Raffaello de Urbino,
el cual estudiando los trabajos de los artistas viejos y modernos, tomando de todos lo
mejor, y recogido, logró la perfección el arte de la pintura y la entera perfección, que
tuvieron antiguamente las figuras de Apeles, Zeuxis y otros, si se pudiera mostrar las
obras de estos para tomar parangón. Donde la naturaleza quedó vencida de sus colores,
y la invención les resultaba tan fácil que se puede juzgar quien ve las historias suyas, que
son similares a los escritos, mostrándonos en aquéllas los lugares similares y los edificios,
cosas como en la gente nuestra y extraños, las caras y las prendas de vestir, según quiso:
Tenía el don de la gracia en las cabezas, de jóvenes, viejos y mujeres, reservando
modestia a la modesta, lasciva a la lasciva y a los putti manteniendo los vicios en los ojos
y manteniendo los juegos en las aptitudes. Y cosas de sus tejidos doblados, ni demasiado
simples, ni intrincados, pero con un aire que parecen verdaderos. Siguió en esta manera,
pero más suave coloreando y sin tanto vigor Andrea del Sarto, pero de quien no se puede
decir que no fuera raro, porque las obras suyas no tienen errores. No se puede expresar
el encanto y la vivacidad que hizo en las obras Antonio de Correggio, dando a los
cabellos, no de esa manera fina en que los hacían antes de él (difícil, mordaz y seca),
dándoles una esponjosidad y flexibilidad, que se perciben de uno en uno, en la facilidad
de hacerlos, que parecían de oro y más bonitos que los vivos, a los que supera en color.
Similar hizo Francesco Parmigianino, quien en muchas partes lo supera en gracia y
adornos y bonitas maneras, como se ve en muchas pinturas suyas, las cuales se ven caras
resolutivas y ojos vivaces, como reales, que parece tener pegado el pulso, como más
satisfizo a su pincel. Pero quien considere las obras de las fachadas de Polidoro y de
Maturino, verán a las figuras hacer gestos que son imposibles, que no se pueden hacer,
y asombrará como se puede razonar con la lengua que es fácil, pero expresar con el
pincel muy terribles invenciones puestos en sus trabajos con tanta práctica y la destreza,
representando los hechos de los Romanos como propiamente fueran. ¿Y cuántos hay que
dieron la vida a sus figuras con los colores? Como el Rosso, fray Sebastiano, Giulio
Romano, Perino del Vaga, porque de los vivos, no nos atañe que incluso son muy
conocidos. Pero el que entra las muertos y los vivos se lleva la palma y sobrepasa y
oscurece a todos es el divino Miguel Ángel Buonarroti qué no solamente tiene el
principado de las artes, si también de todas en su conjunto. Este sobrepasa ya no
solamente a todos, que casi tienen ya vencida la naturaleza, y ya a los mismos los muy
famosos antiguos, que loados fuera de duda la sobrepasaron: y único precisamente que
triunfa sobre aquellos, sobre estos y sobre ella, no imaginándose apenas cosa tan extraña
y muy difícil, que él con la virtud de su muy divino talento, por medio de la industria,
el dibujo, el arte, el juicio y la gracia, con mucho no se puede superar. Y no solamente
en la pintura y en los colores, bajo cualquier clase se incluyen todas las formas y todos
los cuerpos derechos o no, palpables e impalpables, visibles e invisibles, pero también en la
extrema rotundidad aún de cuerpo: y con la punta de su escarpelo y el hermoso y
fructífero trabajo, ha extendido ya tanta ramas y tan honradas, que luego de tener lleno
el mundo de un estilo tan poco usual de frutas tan excelentes, aún dio por acabar y
terminar estas tres muy nobles artes con su maravillosa perfección, que bien se puede
decir seguramente que sus estatuas en cualquier parte de aquéllas, son mucho más bellas
que las antiguas. Al conocerse y poner en parangón cabeza, manos, brazos y pies
formados por uno y por otros, permanece en las de este un determinado fundamento
más sólido, una gracia más enteramente graciosa y mucho más en términos absolutos,
perfección. Conducida con un determinado dificultad que parece fácil en su manera,
pero que es imposible ver nada mejor. Y lo mismo en consecuencia se puede creer de sus
pinturas. Cuáles, si por ventura nosotros las pudiéramos comparar con las muy famosas
griegas o romanas, de poder estar ellas frente a frente, tanto más serían apreciadas,
cuánto más aparecen sus esculturas superiores al todas las antiguas. Pero sí tanto
admiramos nosotros a los famosos artistas, que recibieron tantas recompensas y con
tanta felicidad, ellos dieron vida a las obras, ¿Cuánto más debíamos celebrar y poner en
cielo a estos muy raros talentos, que no solamente sin premios, y con una pobreza
miserable hacen frutos así de preciosos?. Que se crea y afirme aun que si en nuestro siglo
fuera la remuneración más justa, lograrían seguramente obras mejores y más grandes,
que las que hicieron nunca los antiguos. Pero por tener que combatir más con el hambre
que con el renombre, tienen enterrados los pobres talentos, sin darse a conocer (culpa y
vergüenza de quien podría aliviarlo pudiendo y no se ocupa). Y es suficiente para la
intención, siendo ya tiempo de volver a las Vidas, tratando distintamente de todos estos
que hicieron obras celebradas en ésta tercera manera: quien lo inició y con quien
empezamos Leonardo da Vinci.

Fin del Proemio


Conclusión de la obra, a los artistas y lectores

Porque yo lo he amado sumamente, a los artesanos virtuosos, a vosotros nobles lectores,


os digo. De todos esos hermosos y laboriosos trabajos, que al mismo tiempo, deleitando y
alegrando, adornan y embellecen el mundo. Y a pesar del amor y singular afecto, que
siempre he usado con los realizadores de aquellos, que me ha impulsado muchas veces a
defender los nombres distinguidos de esos, de los estragos de la muerte y el tiempo, para
honrar su memoria en beneficio de cualquier persona que quiera imitarlos.

No creía, desde el principio que resultase tan voluminoso, sin que se saliese en la amplitud
de ese gran mar abierto, donde demasiado afanado por satisfacer el ansia de
conocimiento de los primeros principios de nuestras artes, y persuadido cálidamente de
muchos amigos, que por amor me guiaron, mucho más se prometían lo mejor de mí,
más de lo que pueden mis fuerzas, y las indicaciones de algunos superiores, que son más
que mandamientos, finalmente contra mi voluntad. Incluso con sumo esfuerzo y gastos
y molestias, he tratado minuciosamente durante diez años en toda Italia, saber de las
costumbres, las tumbas y obras de aquellos artistas, de los que he descrito la vida, y con
tanta dificultad, que varias veces habría abandonado por desesperación, sin los fieles
alivios de verdaderos buenos amigos, a los que soy deudor como mi nombre,
confortándome para conservar el buen ánimo, que me ha hecho tirar adelante
gallardamente, con todos aquellos apoyos amables, en todo lo que ellos podían,
advirtiéndome en las conclusiones de varias cosas diferentes, de las cuales yo estaba
desconcertado, aunque las tenía vistas y consideradas con mis propios ojos.

Y estos realmente fueron los hechos y la ayuda, para que pudiera escribir la pura verdad
de muchos genios divinos, y sin ningún velo ni sombra simplemente sacarlo a la luz, sin
que yo espere ni tenga compromiso de lograr nombre de historiador, o escritor, nunca
pensé en esto. Siendo mi profesión pintor, y no escritor. Sino sólo para dejar estas páginas
o notas, proyecto o memoria, como quieran decirlo, para que cualquier ingenio feliz que
adornado de esas excelencias raras que pertenecen a los escritores, quiera con más alto
estilo, celebrar a estos artistas y hacerles gloria inmortal. A los que yo simplemente les he
quitado el polvo y el olvido, que ya los tenía suprimidos en gran medida.
Y me esforcé para efectuar esto con la diligencia posible para verificar las cosas dudosas,
con más información, y he registrado de cada autor en su vida, aquellas cosas que han
hecho ellos. Nada fuera de las memorias y escritos de personas de confianza, y con el
asesoramiento y consejo de los arquitectos, siempre los más viejos que dieron cuenta de
las obras, y casi las vieron ellos hacer.

También me he ayudado en mucho, de los escritos de Lorenzo Ghiberti, Domenico


Ghirlandaio y Raffaello de Urbino, en lo que, de nuevo me he ajustado dando fe como
correspondía con razón, que siempre he querido trabajar con el reconocimiento de la
vista, que por una larga práctica (y lo digo sin envidia) reconoce las diferentes maneras
de los autores, como un escribano con práctica, reconoce los diferentes y variados escritos
de sus iguales en el oficio.

Ahora, veremos si he logrado el objetivo muy deseado, de poner luz entre tanta tiniebla,
entre las muchas cosas de nuestros antiguos, y preparar el material para los que quieran
escribir.

Estoy muy agradecido; porque me he deleitado y divertido en parte, voy a pensar que he
tenido una gran recompensa habiendo sacado fruto del mucho trabajo y fatiga que se
puede ver en la obra. Y en lo que no fuera así por lo demás bien, voy a estar contento de
haberme esforzado en algo tan honorable, que me merezco lástima y el perdón de
personas virtuosas y de los arquitectos, y de los artífices, que anhelaba gratificar, porque
sí sé de sus diversas y diferentes formas, y aún puedo saber de sus juicios y sus gustos.

Me disgusta sin embargo no haber logrado honrar a aquellos que han hecho algo útil
en las bellas artes, de los que siempre han honrado sus obras y han sido de un gran
beneficio. Puede suceder que por lo poco que sé, ni siquiera consiga el premio que siempre
he buscado con todas las industrias y altamente he deseado, y que tal vez si hubiera sido
más afortunado en el trabajo como ardiente en considerarlo, y dispuesto a la práctica.
Pero ahora, acabando tan larga discusión, sí, he escrito es como pintor, y en el idioma
que hablo, sin considerar si es florentino o toscano, y aunque muchas palabras de nuestro
arte, sembradas por todo el trabajo, han sido ciertamente utilizadas, más tirando del
servicio y la necesidad de entenderse por los artistas, que el deseo de ser alabado.

No me ha importado el orden común de la ortografía, trato sin averiguar si antes es la


Z es más que la T, o si puedo escribir sin H, porque, en principio confiando en una
persona tenida por juiciosa y digna de honor, muy querido por mí, lo di en la atención
a lo largo de este trabajo, y que con plena libertad lo corrigiese a su gusto; siempre que
el sentido no quedara alterado por el contenido de las palabras, y aunque probablemente
estuvieran mal entretejidas, no se cambiasen.

Hasta donde yo sé, a mí no me causa pesar, porque no he tenido la intención de enseñar


a escribir toscano. Solo decir sobre la vida y obra de los artistas que he descrito.

Tomad lo que os estoy dando, y no tratéis de buscar lo que yo no os puedo dar, yo os


prometo, que en no mucho tiempo añadiré un montón de cosas que pertenecen a este
volumen, con las vidas de aquellos que aún viven y están con tantos años, que poco se
puede esperar de ellos, que puedan hacer muchos más trabajos (en 1568 se publicó la
edición Giuntina, donde añadió "vidas nuevas").

Para lo cual, y para compensar lo que faltase, si se ofreciese algo nuevo, yo no estaría
falto y podría tomar la pluma; y, según se vaya viendo en estos mis trabajos
agradecimientos y bienvenidas nuevas de creadores, y estudios de estas virtudes, e incluso
traer el honor de los que, (porque yo los quiero con toda sinceridad) yo recuerdo en el
final del razonamiento, que es necesario para aquellos que desean ser alabados, por la
belleza y la bondad de las obras, que deben seguir siempre los pasos de los mejores y más
talentosos. Y aquellos que quieran acompañar la historia, y puedan justamente verse
honrados con sus labores, tienen que lograr que parezcan menos claras y menos bellas
las de los muertos.
Mis queridos artífices, espero que les pueda resultar beneficioso. Yo ya he hecho mi
trabajo, y continúo trabajando en nuestra profesión.

El Fin

Вам также может понравиться