Вы находитесь на странице: 1из 4

Nunca va a ser perfecto, así que solo hazlo

Por Tim Herrera 10 de julio de 2019


He aquí una grandiosa y maravillosa ironía: comencé a
escribir este artículo a principios de junio.
Regresaba a mi raquítico documento de Google a los
pocos días, reescribía las mismas pocas oraciones que
tenía hechas; cada vez pensaba que por fin estaba listo
para terminar. Pero la verdad es que no lograba grandes
avances: quería que fuera perfecto y caí en un círculo
vicioso de edición y reedición. Por supuesto que
“perfecto” es un espejismo que nunca se materializa y
que me impedía acabar este artículo.
¿Acaso la prosa aquí mejoró gracias a todos esos
graduales avances falsos? ¡Lo más seguro es que no!
Quería que fuera así, pero sé que si tan solo lo hubiera
terminado cuando quería, en lugar de analizar cada
palabra bajo un microscopio, me habría ahorrado
mucho estrés innecesario (y realmente habría cumplido
con la fecha que me había impuesto). Además, esa
obsesión inútil con la perfección es el meollo del asunto:
al atormentarnos por mejoras mínimas en nuestro
trabajo —si es que acaso son mejoras— nos impedimos
alcanzar la meta real de hacer el trabajo.
“En algún momento debemos tener presente que todos
los cambios que hacemos a una creación ya no la
mejoran, sino que sencillamente la hacen diferente (y a
veces peor)”, escribió Alex Lickerman en Psychology
Today sobre el tema de simple y llanamente hacer las
cosas. “Reconocer ese punto de inflexión, el punto en el
cual nuestra continua necesidad de revisar lo que ya
hicimos llega a una ley de rendimientos decrecientes, es
una de las habilidades más difíciles de aprender, pero
también es una de las más necesarias”.
Lickerman agregó: “Trabajar en algo en exceso es tan
malo como no pulirlo”.
A estas alturas, tal vez estén pensando en esa cita que se
le atribuye a Voltaire: “Lo perfecto es enemigo de lo
bueno”. Y sí, esa es la idea. Todos lo sabemos, entonces
¿por qué no dejamos de hacerlo?
Una solución es la interpretación de un tema que los
lectores que siguen mis artículos reconocerán: la DMA o
la Decisión Mayormente Atinada (la patente todavía está
en trámite).
La DMA es el resultado mínimo que estamos dispuestos
a aceptar como consecuencia de una decisión. Es aquello
que nos parece bien, en lugar del resultado que sería
perfecto. La raíz de la DMA se encuentra en la diferencia
entre maximizadores y satisfactores. Los maximizadores
buscan sin cesar todas las posibles opciones en un
escenario por miedo a perderse “la mejor”, mientras que
los satisfactores toman decisiones rápidas con mucha
menos investigación.
Pero la clave es que, paradójicamente de algún modo, las
investigaciones han demostrado que los satisfactores
están más contentos con sus decisiones que los
maximizadores.
En otras palabras, hacer las cosas —ya se trate de una
decisión que hay que tomar o trabajo que hacer— te
dejará más satisfecho que atormentarte buscando la
perfección. Y lo que es mejor, sí terminarás.

Seguramente estás pensando: “Es más fácil decirlo que


hacerlo”. Es cierto. Así que ahora te daré dos estrategias
que pueden ayudarte.
Primera, acepta la magia de los microprogresos: en lugar
de ver una tarea, proyecto o decisión como elementos
que deben completarse, divídelos en unidades de
progreso mínimo, luego ve haciéndolas una a la vez. Esta
estrategia alivia la presión de pensar que necesitamos un
plan perfecto antes de comenzar algo, después de todo,
si tu primer paso es “abrir un nuevo documento de
Google para el artículo de esta semana”, en lugar de
“elegir el tema perfecto, escribir una frase o párrafo
inicial perfectos y tener una organización perfecta”,
entonces sabrás si lograste o no esa meta mínima. No
hay medias tintas.
Segundo, reformula cómo piensas en tus pendientes.
Concéntrate menos en el resultado y más en el proceso;
esto te permite estar consciente de los avances que estás
logrando hacer, en lugar de obsesionarte con el
resultado final de esos avances. Como el escritor James
Clear lo describió: “Cuando pienses en tus metas, no solo
consideres el resultado que quieres. Presta atención a las
repeticiones que te llevan a ese lugar. Presta atención al
montón de trabajo que precede al éxito. Concéntrate en
los cientos de macetas de cerámica que llegan antes de
la obra maestra”.
Al final, solo haz el trabajo. No será perfecto, pero te
sentirás mucho más feliz, y estará hecho. Y hecho es
mejor que perfecto.

Вам также может понравиться