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Del vínculo, entre el terror y el terrorismo

Por: Germán Valencia V.


Agosto de 2019

Introducción

Escribir en tanto acto implica resultante de la complejidad de todo despliegue humano. De


ello, las marcas en piedra en forma de pictogramas, ideogramas, petroglifos en el momento
prehistórico, son ejemplo del origen escritural. Ahora, respecto al contenido, la muerte en
tanto presencia da cuenta de un despliegue escritural que evoca encrucijada cuya forma es
enigmática.

¿Qué decir de la escritura acerca de aquellos cercanos seres que han fallecido?

Entre la vida y la muerte la indefensión es resultante. A propósito de ello, y de acuerdo con


Otero J. (2013)1, la indefensión es experiencia constitutiva inmersa en lo-estético como
semblante originario, donde se anida en un no-lugar la obra como siempre posible. Y, es en
dicha condición de indefensión que la escritura se constituye, aun así no se le sepa, ni se le
asuma.

Sin duda, la experiencia en tanto tal se origina de modo intuitivo y se despliega en el


cuerpo, posteriormente en el lenguaje; de entrada, como modos de bordear lo intangible que
se decide respecto de la vida y de la muerte, llámesele vacío, llámesele nada.

De este modo la escritura se impone advirtiendo la muerte como destello siempre


enigmático de lo escritural. Es decir, escritura que comporta enigma como soporte, lo cual
le justifica y decide.

ENTRE LA VIDA Y SU FINITUD

La experiencia con la muerte, en segunda y en tercera persona, implica el sin sentido, lo


cual da sentido a la vida misma, como sugiere Jankélévitch (2004)2; y ello, a su vez
evidencia la condición enigmática que acompañará como cual sombra, la existencia de cada
uno. Ahora, más allá de lo enigmático que implica la muerte, Otero J. (2013)3, ha
desplegado un horizonte en el cual el enigma y lo secreto -en que se justifica toda
singularidad- descontaminan el sentido defensivo que se le impone a la experiencia de la
muerte; de lo cual se advierte que la muerte, la vida y el lenguaje se justifican en un más
allá de lo moral, corresponden a lo estético en tanto perspectiva.

1
Otero J. (2013) El lugar del Psicoanálisis en la actualidad.
2
JANKÉLÉVITCH, Vladimir. (2004) Pensar la muerte. Fondo de Cultura Económica. Argentina.
3
OTERO J. (2013) Lo estético desaplicado (o lo universal impedido).

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A continuación, se ingresa a la localización de como la muerte se desplegó en el ámbito
familiar y ha desencadenado instantes que fungen a modo de enigma, y que chasquea con el
imaginario de “la perdida” de un ser querido, y evocan por ello delirantes emociones que
tienden a rayar con lo melancólico.

Sin embargo, el ejercicio escritural, la escritura misma, toma como tarea el intentar forjar la
justa lectura a la imposición imaginaria que subyace en todo lenguaje, y vislumbrar a su vez
lo enigmático de la dialéctica constitutiva entre la vida y la muerte, de lo cual el vínculo
con el otro familiar en el lenguaje mismo es un semblante de sentido que decanta linaje.

Sin duda, tal apuntalamiento vincular permite la posibilidad de hacer con el vacío, con la
indefensión misma. Y decantar de entrada que justamente es la escritura lo que forja
vinculo.

¿Juventud?

(Julio 2 de 1968 – mayo 31 de 1989)

La policía de la ciudad ha dejado su cuerpo en la morgue. La noche anterior no llegó a casa.


- Días antes había culminado su experiencia del servicio militar obligatorio- Justo a las tres
de la mañana me desperté sorprendido asociando: “algo paso”, luego me levanto y me
dirijo a casa de mis padres -a eso de las cinco de la mañana- y en el encuentro con mi
madre coincidimos en lo mismo: “algo paso, algo le sucedió”.

Luego de buscarlo en la ciudad durante la mañana, antes del medio día lo he localizado en
la morgue. Me encuentro con un cuerpo desnudo, en el mismo varios impactos de bala, en
la cabeza y en el torso. Un cuerpo golpeado, ultrajado.

En estado casi delirante recorro cada lesión de su cuerpo, mis dedos palpan el estado frio y
tieso, la sangre seca, la mirada velada, con dificultad cierro sus ojos. El Sr. Don Miro
(médico legista) agacha la cabeza cuando con mi mirada y mi silencio le indico “¿Por qué,
que paso?” Lágrimas en calma de modo lento corren mis mejillas, solo deliro, tiemblo y
expreso al cuerpo: “tranquilo ya paso”, “te voy a traer un vestido, una corbata, y; te llevaré
a casa”, “ya paso”, “ya paso”.

A partir de allí se procede entonces a organizar lo que implica el funeral de “un hermano
asesinado”. Ya al caer la tarde descubrí que fue un operativo policial, donde mi hermano
fue objeto de lo que llaman: “un gancho ciego”, el cual consiste en persuadir a alguien que
sirva como carnada para agenciar un delito.

La experiencia de ello, más amenazante, quizá fue el mirar al cielo con la ira contenida de
impotencia. Sin duda, la creencia en Dios y su cielo, en el Diablo y su infierno, se

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despojaba desde las entrañas. A partir de entonces se ampliaba la perspectiva para apreciar
cada respiro de la existencia. De este modo el escenario, la escena y sus personajes
principales caen, se han desmoronado.

Surgen inevitablemente recuerdos, experiencias vividas de niñez y adolescencia con el


hermano. Sin duda, la emergencia de lo defensivo, la certeza de lo vincular constituido; la
experiencia de estar vivo.

Lo enigmático funge luego en la experiencia de la caída de la creencia vs la certeza de una


forma de humanidad institucional que se destina en dar la muerte a otro, refugiándose en la
noción de la “Ley” de coerción, con lo que justifica su licencia para “matar”.

¡Es esta localización una primera experiencia con el terrorismo!

¿Papá?

Dieciocho años después…

(enero 14 de 1929 - mayo 10 de 2007)

Un hombre alto y blanco, de origen paisa (Caramanta-Antioquia), versado, como su cultura


le dicto, en el comercio, siempre enunciando su clave: “no hacer mal a nadie”. Niñez y
juventud entrampada por pertenecer al partido liberal, lo cual implicó ser perseguido por la
“chusma” (según decía en sus repetidos relatos) hasta dejar su terruño e incursionar en el
Valle Del Cauca donde “levanto” la familia (tres mujeres y seis varones).

Ingresa por urgencias al ISS (Seguro Social), en un cuadro de serio dolor abdominal. Mi
padre tiempo atrás había sido operado del corazón a causa de la obstrucción arterial. De ello
se recuperó. Sin embargo, su caída económica lo instaló en fuerte depresión, comenzaba su
muerte. Luego de su ingreso al tratamiento respectivo, casi pasados quince días fallece por
el despliegue de una bacteria en su organismo. La noche anterior a su fallecimiento, logré
evadir la vigilancia e incursione en la sala de cuidados intensivos, lo mire, se despertó y
lloramos. Me hizo señas para que le quitara la máscara respiratoria y dijo: “cuide a su
mamá”. Le dije: “gracias por todo papá, ya es tu hora, parte tranquilo, este fin de semana es
el día de la madre, de seguro te encontrarás con mi abuela”. Luego replico: “¿Mijo usted
cree que les cumplí?” Sin duda le dije y puse mi mano en su pecho: “claro papá, lo disté
todo y hasta más”. Finalmente coloque la máscara en su lugar, luego ingresó el médico de
turno y enfadado expresa: “¡usted! ¿qué hace aquí?”, solo le digo: “hasta pronto Dr.” Al
otro día, justo a eso de las cuatro de la mañana, mi padre partió.

Son las nueve de la mañana, su cuerpo está en la morgue, en el piso, lo “cubre” un pañal,
medias cortas de color blanco. Es deprimente, hay otros cuerpos en camilla. Al vigilante de

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turno le invito a levantar el cuerpo conmigo, posarlo en una camilla, cubrirlo, y luego
firmar la salida para conducirlo a la funeraria respectiva.

La muerte del padre evocó la sensación de vacío en el piso, la experiencia de tener pies y
sentir el empuje de andar sin padre. Una extraña sensación que forcejea con la ley de
gravedad.

Lo enigmático de la dialéctica entre la vida y la muerte, se trenza con la enfermedad y el


tiempo, en tanto da sentido a la condición de destino, tempranamente a sumida en la
escuela a través del enunciado: “los seres nacen, se reproducen y mueren”, lo cual no
pasaba de ser mera información, hasta que se evidencia la muerte en la experiencia de ello
en un ser cercano y decisivo, un padre, “mi papá”.

Y, es que la muerte del padre actualiza una trama imaginaria en la que se ha significado el
sexo, el parentesco, la identidad. Trama que cae en la escena interminable de la muerte
vislumbrado lo óseo, el ser portadores de un esqueleto que simboliza la finitud; la presencia
de un enigma, un más allá de todo parentesco, la fuerza del vínculo.

¿Adultez?

Ocho años después…

(marzo 31 de 1963 – agosto 29 de 2015)

Quince días antes lo intuitivo alertaba, tanto a él como a mí. Su comportamiento ansioso
me permitió sugerirle un dialogo al respecto, de lo cual se negó. Solo aceptó que
departiéramos vino frente a la imagen de una película: “Olimpo bajo fuego”.

Justo a la 1:30 pm, recibo una llamada: “asesinaron a tú hermano”. En 20” transité de sur a
norte, al llegar al lugar me desplacé hacía la entrada (parqueadero) de su lugar de trabajo,
estaba tendido en el piso. Ubiqué su cabeza en mi regazo y le cerré sus ojos, nos mecimos
en el piso de modo desesperado, miraba a todos lados, deliraba con el cuerpo, era
insoportable el sentir como se desvanecía su calor en mis brazos. De igual modo el
descubrir que su brazo izquierdo se había quebrado en la caída, le colgaba de un lado. Lo
tome y lo repose en su torso cubierto de sangre.

Seguidamente contesté dos llamadas en su celular, su hija y su sobrina; ambas verificando y


negando el suceso.

La experiencia trágica con el asesinato de “otro” hermano, a causa del “fleteo” en la ciudad;
lo cual de entrada actualiza las dos anteriores, de allí que el tema de la muerte cobre
significativa fuerza puesto que “alerta” la condición de vacío interno. ¿Qué decir del
terrorismo?

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Al igual que la muerte primera, el dolor y la rabia fueron de significativa intensidad por
aquello del asunto social, el riesgo que impone la ciudad frente a la certeza de estar vivo.

Una ciudad que se destila fantasmal, sea de día, sea de noche, da igual, dado que se
experiencia lo sombrío siempre al asecho de un respiro.

Y, es que lo enigmático se revela con la repetición de un escenario cuya humanidad hace


del dar la muerte un síntoma de aristas económicas, delictivas y psicopatológicas, donde lo
político se ejerce a ciegas haciendo por ello estallar tal modo de humanidad.

Para mi hermano, una escritura que fuese leída luego de la ceremonia religiosa:

JAIME

Justo ahora nos preguntamos ¿Cómo honrar tú final silencio?

Sin duda en cada quien has dejado un destello de luz, de enseñanza.

A mi madre y hermanos, …

que son los tuyos, …

a la familia toda...

A tú noble esposa y preciosa hija,

¿Qué decir de los amigos?

Lo que recuerdo ahora es un cáñamo, un hilo y un plástico rojo,

Tú primer regalo, …

mi primera cometa.

Tú siempre diestro con las manos, hábil en el manejo del tiempo,

De la responsabilidad…

Este agosto cierra tú inquieta mirada…

Al igual que el modo como una estrella fugaz nos sorprende con su luz y su silencio.

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Hermano, tú hombre, padre y amigo fiel…

Siempre habrá un lugar para ti en nuestras almas…

Nos duele tú silencio…

Tanto, tanto, tanto…

Como igual te amamos.

¿Mamá?

Tres años después…

(septiembre 28 de 1931 – noviembre 08 de 2018)

Mi madre, sí.

Una mujer de baja estatura y rasgos indígenas, de una fidelidad impecable4, de origen
boyacense (pueblo de Briceño), y quien impuso desde el nacimiento mismo el valor del
estudio. Desde su casamiento con mi padre, se dedicó en oficios domésticos, y en ocasiones
ello le permitió algunos ingresos como apoyo a su pareja. Le encantaba la poesía,
inventarlas, declamarlas. Soñó con ser bachiller, con tocar la guitarra, anhelos que nunca
desplegó de modo formal, pues el ambiente machista al cual ingresó no se lo permitió. Por
ello, su despliegue verso en lo materno.

Sí, también falleció al desencadenar el deterioro de sus pulmones, un enfisema. Su niñez,


adolescencia y adultez en la experiencia con las “brazas” para preparar arepas caseras,
dieron como resultado tal deterioro.

Durante su estadía en la clínica (cuidados intensivos) se le acompañó como es debido. Sin


embargo, la experiencia de observarla dependiendo de aparatos para mantener su
respiración, ya anunciaban la fragmentación.

Curiosa muerte que ya se había experienciado en el nacimiento mismo, el desprendimiento


biológico, en el ingreso al lenguaje (escuela, colegio, universidad) y en el descubrimiento
del amor de pareja, de padre.

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¿impecable? Me ha sorprendido este significante. Sin “pecado”. Pienso que por tiempo largo la religión fue
un soporte para experienciar a la mujer como “mamá” y el lugar de “hijo”. Formas defensivas de la
sentencia incestuosa legitimada en la religión y en el derecho, su moralización.

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Sin duda, el corte del cordón umbilical es una primera muerte que decantará sujeción al
lenguaje. A partir de entonces el lenguaje torna defensivo frente al vacío existencial, el cual
le antecede al despliegue biológico y de nacimiento.

Tal vacío no es de ningún modo materialidad, implica espacialidad y temporalidad, es de


otro registro.

¿Adultez?

Ocho meses después…

(febrero 06 de 1950 – julio 15 de 2019)

Hermano mayor, en un chequeo médico se le identificó un serio problema de salud


(enfermedad de las arterias) y falleció mientras estaba en “recuperación” en la USI de la
Clínica del Valle del Lili.

El acompañamiento durante algunas horas en diferentes días, identificaba un cuerpo sujeto


a la tecnología, reacciones orgánicas que evidenciaban la fragmentación de lo psíquico con
la vida. Él habla sin voz, sin sonido, tan solo su boca en movimiento evidenciaba la
indefensión frente al zarpazo de la muerte.

El “mayor”, guía en el despliegue académico, a todos los hermanos y hermanas les


acompañó en el encuentro con las operaciones básicas de la matemática, del algebra y de la
geometría.

¿Muerte-s?

Un hermano mayor, mi madre y mi padre que ingresan a la fragmentación del cuerpo con la
vida por la ruta de la “enfermedad”, a diferencia de los dos hermanos que escenifican la
ruptura del cuerpo con la vida. De hecho, fragmentación y ruptura implican connotaciones
distintas que van a resignificar el drama familiar que se destila en el vínculo, tanto su
sutileza como su fuerza.

Un padre, tres hermanos, referentes de lo masculino y que en el lazo afectivo trazan limite
frente a lo femenino de la madre, un modo de agenciar la sentencia edipica desplegada en la
escritura de Freud. La muerte del otro masculino es fantaseada y se acompaña de culpa
como límite experienciando en el mismo, lo enigmático que impone lectura,
desciframiento; de lo contrario -el no asumirlo- torna destino.

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Lo masculino y lo incestuoso comporta como enigma ¿Qué es ser hombre y que es ser
mujer? Ello no se resuelve de ningún modo en la prohibición. En ello, por el contrario, se
arma defensa que se evidencia como malestar en dos vías: discursiva y constitutiva. La
primera impuesta por el discurso religioso y científico, mientras la segunda de mayor
hondura implica lo pendiente en tanto enigma y lo secreto.

La muerte en tanto tal, antes de experiencia es enigma. Enigma recuperado en la


experiencia con el significante y luego con la escena del cuerpo sin vida, lo cual deja en
entredicho el lenguaje y sus discursos. Y, quizá, el dolor de tal experiencia implica la
indefensión de todo discurso frente a la realidad del enigma, el cual torna entonces como
lo-enigmático.

Es decir, la experiencia con la muerte impone lo pendiente, la condición de lo-enigmático


que subyace en la trama entre la vida y la muerte. De hecho, el tiempo y el espacio en cada
quien se constituyen, justamente en tales mojones.

ENTRE EL TERROR Y EL TERRORISMO

Cinco eventos que implican la muerte y su condición trágica, sea por enfermedad, sea por
las condiciones de ciudad que impone el terrorismo vulgar, su escena.

Ahora, más allá de la tristeza que ello desencadena, se escenifica desde la carne al lenguaje
la condición del vínculo, de lazo y tejido social en el contexto familiar, su origen mismo.

Vínculo con lo materno, con lo paterno; vínculo con lo fraterno y con lo familiar; lo cual es
develado en la experiencia con la muerte (fragmentación y ruptura), más allá de su forma
de presentación.

Y, es que ello, cuestiona de entrada el vínculo como obra, su distorsión en el lenguaje, su


condición simbólica, más allá de toda condición empírica.

Descubre entonces el vínculo en el registro de toda inmaterialidad que obliga al cierre de la


mirada e impone una suerte de respiro insaciable que decanta la certeza de ello, de la vida.

Sin duda, la muerte es una sola, de igual modo lo es la vida. Sus formas se encarnan y
desencarnan en las especies como cual ley que impone el tiempo, el espacio y el sentido; al
igual que el capricho del peso de los cuerpos con la fuerza de gravedad que destila
movimiento. Lo imaginario constituido en la experiencia con el lenguaje y con cada
respiro, queda cuestionado con la certeza del ver-morir y saberse vivo.

En el caso de la familia se implica lo-familiar para decantar lugares y personajes en que se


justifica un actuar. Es decir, frente a la caída de lo imaginario respecto antes de la vida y
después de la muerte, se aprecia el lazo afectivo, su condición vincular.

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De este modo el vínculo en tanto obra se experiencia en el lugar, un privilegiado lugar que
da licencia para advertir la indefensión en que se justifica lo defensivo del lenguaje y sus
contenidos discursivos, desde lo mítico a lo religioso, desde lo científico a lo económico.
En ello, el terror constitutivo en que se anida y justifica la indefensión, se destila el
terrorismo, sea creador (de obra), sea vulgar (agenciar la muerte).

Lo trágico es entonces condición, cuya forma, sea de fragmentación, sea de ruptura, es


escena entre el terror y el terrorismo. De hecho, el vínculo familiar en tanto obra implica un
primer cimiento de armado de ciudad, en lo cual se teje lo humano, lo social y lo urbano5; y
viceversa. Ahora, tal cimiento comporta como sostén un primer respiro, el vínculo con la
vida, justamente.

La obra y lo trágico se entroncan como destino, lo justifican; cierta correspondencia que se


torna paradoja en el registro moral, mientras que se vislumbra en silencio lo-estético del
mundo hecho carne y velado en todo lenguaje, si se quiere el horizonte mismo.

¿Vínculo en tanto obra? La experiencia gestacional indiferenciable biológicamente


inaugura de entrada lo vincular, lo cual se va a destilar en la experiencia del nacimiento y el
ingreso al lenguaje. La connotación de obra es resultante del nacimiento mismo. Es decir, el
nacimiento implica la travesía del desarrollo y crecimiento celular hasta la consolidación de
un organismo que ingresa al lenguaje.

Ahora, ¿todo ello a que contexto corresponde?

¿No es, a acaso, acto de deseo?

Al igual que lo onírico en tanto ámbito destila sueños, el encuentro de la afectividad


sexuada ¿no destila deseo, así no se explicite en la conciencia? Sigmund Freud ubicó de
entrada el deseo en la partitura onírica, de allí que el sueño y su contenido sean destellos de
deseo, evidencia de la más excelsa singularidad.

Y, ¿un trasfondo otro, más allá de lo psíquico?

La vida y la muerte como fenómenos que se corresponden, más allá de lo personal y de lo


escuetamente empírico, implican la singularidad, una enigmática esencia sutil en acto.

Y, es en esta travesía por la muerte de los seres queridos que se impone la escritura como
un modo de destilar los mojones que evoquen la obra en tanto tal. En la trama
psicoanalítica, claves como lo imaginario, lo simbólico, lo real, el goce y el deseo; pese a
que no linderan de modo intencional el tema de la vida y de la muerte, apelan a la angustia
como experiencia de las paradojas (condición defensiva) de todo lenguaje. Y, en la trama
de Clínica de lo social, claves como lo humano, lo social, lo urbano, el terror, el terrorismo

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Otero J. (……) Lo humano, lo social y lo urbano.

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y el secreto; se despliega la partitura que permite una aproximación a la condición
enigmática en que se decide lo humano, su vida y su muerte. Si se quiere, un más allá del
síntoma.

DEL VÍNCULO, RESPIRO INAUGURAL

Un escenario que significa comporta claves esenciales como la singularidad y el secreto.

El inconsciente como objeto psicoanalítico está inmerso en lo-inconsciente, es decir, lo


personal está inmerso en lo humano. Desde dicha perspectiva se hace posible vislumbrar la
Obra como condición de siempre posibilidad, y es justo en ella que se destila singularidad
decidida en el secreto y viceversa.

De este modo lo-inconsciente torna ámbito en el que se forja la Obra y su destello en


singularidad y secreto, despliegue de lo-estético que resulta, justamente, de la condición de
indefensión en que se decide la vida vs la muerte.

De acuerdo con Otero J. (2013) el despliegue escritural advierte un interesante movimiento


que se escenifica a medida que se transita en cada símbolo. Advertir a la luz del
movimiento el ámbito escritural y sus captaciones en cada palabra, permite intuir el ámbito
del lenguaje, del discurso y de lo intangible; como también un ámbito ajeno al lenguaje
mismo.

En el lenguaje y sin el lenguaje se teje un entre, llámesele “caos”, llámesele “secreto”,


llámesele “lo amorfo”. Es justamente el “entre” como asunto linderal lo que permite
trascender la disciplina y la unidad de todo discurso. Lo sintomático y el armado de todo
síntoma siempre lo han advertido. Lo-estético ha logrado captar dicho “entre” y dar sentido
al entronque imprevisto entre lo humano y el mundo, entronque que retrata lo posible, lo
intangible en la escena misma de la singularidad y de lo singular.

¿Por qué ello urge?

Lo-estético se enuncia sin el lenguaje, por el contrario, le subtiende a dicha obra humana. Y
por ello el lenguaje es una modalidad suya, no la única. Sin embargo, la “pretensión”
humana se ha reducido a “mero” lenguaje.

Lo-estético es Obra en movimiento que hace posible el dialogo entre la noche y el día, entre
la luz y la oscuridad, entre la vida y la muerte. De este modo lo onírico y lo vigilico son
modalidades de mundo, sin ser el mundo de modo acabado.

El sueño y la conciencia en tanto modalidades del lenguaje advierten la trama entre la


singularidad y lo singular respectivamente. Ello da cuenta de la noción de secreto, la sola
presencia de ambos “personajes-nociones-símbolos” advierten una tarea que hace de lo

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humano obra en acto puro. Descifrar tal encuentro que no tiene absolutamente nada ni de
improviso ni de destino. Quizá una clave que argumenta tal captación es el hecho mismo
del lenguaje que al advertir la singularidad, delata su impotencia frente a la misma, cosa
que no sucede con lo singular dado que está más del lado de lo “humano-todo”, su
condición pulsional.

La escritura de Otero J., que se acalora a cada paso, se despliega entre lo amorfo y la forma,
con la certeza de lo-estético que se hace haciéndose. Digamos que se detiene en cada acto
escritural advirtiendo sin decirlo el compromiso de lo temporal en el despliegue del
movimiento. Lo humano en dicho ámbito es forma que no se reduce ni a lo natural, ni a lo
cultural, como caprichosamente pretende todo discurso decidido en claves morales.

Lo-estético entonces vislumbra el modo como lo moral se impone como destino, sus
formas son a partir del lenguaje. Además, al trascender lo moral, destila horizonte cuya
esencial partitura implica el enigma y el secreto que toda vida-muerte comportan.

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