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¡Venga tu Reino!

Via Crucis con textos


de Sor Minke de Vries
Guía
Oremos

Quien preside:

De nuevo, Jesús sube al monte Calvario


con nosotros, en nosotros, por nosotros,
para que de nuevo la humanidad contemple
en su rostro ensangrentado
la revelación suprema del Amor del Padre.

Con nosotros está la Madre de Jesús,


que sigue al Hijo hasta la cruz,
acogió su testamento,
lo vio morir,
le dio sepultura con piedad inmensa,
esperó con confianza el cumplimiento de la Palabra:
“Al tercer día resucitaré”.

Todos
Amén.
PRIMERA ESTACIÓN
Jesús en el huerto de los Olivos

Quien preside: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

Guía: Que por tu santa cruz redimiste al mundo.

Primer lector
Llegaron a un lugar llamado Getsemaní.
Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan
y les dijo: “Siento una tristeza mortal.
Quedaos aquí, y velad”.
Y avanzando un poco más, se postró a tierra y suplicaba:
“¡Abba, Padre! Todo te es posible.
Aparta de mí esta copa de amargura.
Pero no se haga como yo quiero, sino como quieres Tú”(Mc 14, 32a.33a.34-36).

Segundo lector
Después de haber comido la Pascua con tus discípulos, oh Jesús,
te diriges a un huerto llamado Getsemaní.
Tus discípulos tienen miedo.
Desconcertados se adormilan, cargados de tristeza.
Tú, Jesús, sabes que esta tarde ha llegado la hora,
la hora ardientemente deseada.
Tú, ahora, en lo profundo de tu humanidad, la tienes miedo.

Quieres amar hasta el fondo...


Pero una angustia inmensa te inunda
con el solo pensar que serás entregado a todo el tormento del mal,
como un cordero descoyuntado por el pecado del mundo...
Tú suplicas: “¡Abba, Padre!
Si quieres, aleja de mí este cáliz”.
Pero tu corazón sigue siendo un corazón de hijo:
“Pero no lo que yo quiero, sino lo que quieres Tú”.
Tu sí mueve ahora todo tu ser humano,
que se hace una sola cosa con la voluntad de Amor del Padre
hasta el límite supremo.

Guía: Oremos

Quien preside:
Abre, Padre, con la gracia de tu Espíritu Santo,
nuestros corazones para acoger tu voluntad,
a fin de que tengamos la fuerza de vigilar y orar con Jesús
en su combate contra el mal,
y la participación a sus sufrimientos
nos permita experimentar la potencia de su resurrección.

Todos: Amén
SEGUNDA ESTACIÓN
Jesús, traicionado por Judas, es arrestado

Quien preside: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

Guía: Que por tu santa cruz redimiste al mundo.

Primer lector
Llegó Judas, uno de los Doce,
y con él un tropel de gente con espadas y palos,
enviados por los jefes de los sacerdotes,
los maestros de la ley y los ancianos.
Se acercó a Jesús diciendo: “Rabbí”, y lo besó.
Ellos le echaron mano y lo prendieron (Mc 14, 43.45-46).

Segundo lector
No como un héroe, sino como un Siervo,
Tú, el Hijo amado que sabe de dónde viene y a dónde va,
acoges, con el corazón abierto y desarmado,
la banda de hombres enviados para arrestarte como un malhechor.

A la cabeza, Judas,
tu discípulo y amigo,
compañero de la primera hora.
No rechazas su beso.
Sólo le preguntas:
“¿Por qué de este modo?”.

¿Habrías querido hacerle salir de su prisión?


Mas ya él está demasiado ocupado con su proyecto,
demasiado, oh dolor, para dar marcha atrás.

Y tus discípulos...
huyen, todos.

Guía: Oremos

Quien preside:
Jesús, Tú has afrontado la prueba,
la más dura para nosotros de soportar:
la traición y el abandono de los amigos.
Ayúdanos a permanecer de pie,
en toda circunstancia,
sin cerrar el corazón al Amor.

Todos: Amén
TERCERA ESTACIÓN
Jesús es condenado por el sanedrín

Quien preside: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

Guía: Que por tu santa cruz redimiste al mundo.

Primer lector
Los jefes de los sacerdotes y todo el sanedrín
buscaban una acusación contra Jesús para darle muerte,
pero no la encontraban.
El sumo sacerdote interrogó a Jesús diciendo:
“¿Eres Tú el Mesías, el Hijo del Dios Bendito?”
Jesús contestó:
“¡Yo lo soy!”.
Todos lo juzgaron reo de muerte (Mc 14, 55.61-62a.64b).

Segundo lector
Todo es terriblemente falso en este proceso,
como en tantos procesos en el curso de la historia,
provocados por la rivalidad,
por el miedo de perder el poder, de perder la autoridad.

Tú estás en silencio,
como el siervo que no abre la boca.
Tu corazón está hinchado de dolor
en este momento trágico
en el que se excava un abismo entre Ti y tu pueblo,
el pueblo predilecto de tu Padre.

“Sí, yo soy el Cristo,


el Hijo de Dios Bendito”,
y el abismo se excava todavía más...
Pero Tu jamás has renegado de tu pueblo:
“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
Y lo que ellos han hecho,
nosotros, tu Iglesia, lo continuamos haciendo
desde casi dos mil años...

Guía: Oremos

Quien preside:
Padre, perdónanos.
Tantas veces hacemos de la fe una propiedad,
un privilegio que nos pertenece.
Pero sólo por tu gracia podemos reconocer a Jesús como el Mesías,
tu Hijo, nuestro Señor.

Todos: Amén
CUARTA ESTACIÓN
Jesús es negado por Pedro

Quien preside: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

Guía: Que por tu santa cruz redimiste al mundo.

Primer lector
Transcurrió como una hora, y otro afirmó rotundamente:
“Es verdad, éste andaba con él, porque es galileo”.
Entonces Pedro dijo: “No sé de qué me hablas”.
E inmediatamente, mientras estaba hablando, cantó un gallo.
Entonces el Señor se volvió y miró a Pedro.
Pedro se acordó de que el Señor le había dicho:
“Hoy mismo, antes que el gallo cante, me habrá negado tres veces”,
y saliendo afuera, lloró amargamente (Lc 22, 59-62).

Segundo lector
He aquí tu discípulo, la roca de la que habías dicho:
“Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”.
El discípulo que había declarado:
“Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”
¡Qué roca...!
Estaba tan seguro que te seguiría hasta el final,
que se habría quedado junto a ti a toda costa...
Y ahora niega ser uno de los tuyos,
niega la propia identidad de Galileo...
Pero Tú no has cesado de orar por él,
como no cesas de orar por tu Iglesia,
a pesar de sus infidelidades y de sus traiciones.

Al canto del gallo Pedro encuentra la mirada de Jesús,


y vuelve en sí.
Llora amargamente, como no ha sabido hacer, ¡qué pena!, Judas.
Poco a poco su orgullo se hace añicos,
la carne y la sangre se abren a la voluntad del Padre.
En la ribera del lago, Pedro se convertirá en pastor,
que confirmará a los hermanos y a las hermanas,
y se dejará conducir humildemente, allí a donde no querría ir.

Guía: Oremos

Quien preside:
Jesús, Tú no cesas de orar por nosotros.
No nos abandones cuando nos descarriemos.
Tu mirada compasiva pose sobre nosotros,
y nos haga volver a Ti, siempre.

Todos: Amén
QUINTA ESTACIÓN
Jesús es juzgado por Pilatos

Quien preside: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

Guía: Que por tu santa cruz redimiste al mundo.

Primer lector
Las autoridades y el pueblo gritaban:
“¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!”.
Por tercera vez Pilatos les dijo:
“Pues, ¿qué mal ha hecho éste?
No he encontrado nada en él que merezca la muerte”.
Pero ellos insistían a grandes voces,
pidiendo que lo crucificara,
y sus gritos se hacían cada vez más violentos.
Entonces Pilatos decidió que se hiciera como pedían (Lc 23, 21-24).

Segundo lector
Tú estás ahora ante el gobernador romano,
después de haber sido juzgado
por las autoridades religiosas de tu pueblo.

Maniatado, Tú eres libre.


Acusado, estás firme en la verdad
sólidamente anclado a la voluntad de amor del Padre.
Desarmado, permaneces de pie.

Así inauguras tu Reino,


el Reino del amor y de la verdad, de la justicia y de la paz;
el Reino de las bienaventuranzas,
y de la encontrada libertad de los hijos de Dios.
¡Cuántos mártires, en su empeño definitivo por la Verdad,
han sido fortificados por tu ejemplo!

Pero el mal es más profundo que esta maquinación,


que esa diplomacia más o menos lograda...
Tú debes recorrer el camino hasta el final,
expuesto a los escarnios y a la tortura.

Guía: Oremos

Quien preside:
Señor Jesús, ruega por nosotros,
para que podamos continuar siguiéndote,
en tu camino de amor y de libertad,
ahora, en este viacrucis,
y en la vida de cada día.

Todos: Amén
SEXTA ESTACIÓN
Jesús es flagelado y coronado de espinas

Quien preside: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

Guía: Que por tu santa cruz redimiste al mundo.

Primer lector
Los soldados, trenzando una corona de espinas, se la ciñeron.
Después comenzaron a saludarlo, diciendo:
“¡Salve, rey de los judíos!”.
Y le golpeaban en la cabeza con una caña,
le escupían y, poniéndose de rodillas, le rendían homenaje (Mc 15, 17a.18-19).

Segundo lector
“¡He ahí el hombre!”,
el único verdadero hombre,
el siervo, que inaugura la era mesiánica.

Jesús, ha comenzado tu bautismo.


Eres entregado a todo el mal
del que el ser humano es capaz en su abyección,
con frecuencia incluso por solo divertirse.

Pero Tú eres rey, porque no cesas de amar.


Dejas que hagan, perdonas, te das sin reserva.
Tomas sobre Ti, concretamente,
todos los males que afligen a nuestro mundo:
la violencia, el escarnio, el odio y el desprecio,
que nos infligimos unos a otros con tanta facilidad,
nosotros, creados a imagen y semejanza de Dios...

Guía: Oremos

Quien preside:
Padre, has creado al hombre a tu imagen y semejanza.
En Jesús nos revelas tu perfecta imagen.
Que el Espíritu Santo
haga nuestra vida cada vez más conforme a la de tu Hijo,
y nos enseñe a reconocer su rostro,
que se transparenta en el rostro de los torturados
y de los humillados de este mundo.

Todos: Amén
SÉPTIMA ESTACIÓN
Jesús es cargado con la cruz

Quien preside: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

Guía: Que por tu santa cruz redimiste al mundo.

Primer lector
Tras burlarse de Él,
le quitaron el manto de púrpura,
lo vistieron con sus ropas
y lo sacaron para crucificarlo (Mc 15, 20).

Segundo lector
Jesús, cargan sobre Ti la cruz,
en la que serás clavado fuera de la ciudad.
Cómo pesa la cruz
cargada con el abandono de tus discípulos,
con el rechazo de tu pueblo,
con la vileza del gobernador,
con la crueldad de los soldados,
con el fanatismo de la multitud voluble,
que algunos días antes te había proclamado rey
a tu ingreso en Jerusalén.

La cruz se hace todavía más pesada


por todos nuestros rechazos, nuestros fanatismos,
nuestros actos de vellaquería.
Pero para esto, Tú, Cordero de Dios, llevas la cruz;
cargas sobre Ti los pecados del mundo para librarnos de ellos.

Y Te dejas conducir fuera de la ciudad


en el lugar de la vergüenza.
¿Tendremos la valentía de llegar hasta allí,
entre todos los humillados de la tierra?

Guía: Oremos

Quien preside:
Jesús, has dejado que te lleven fuera de la ciudad.
Concédenos la gracia de no avergonzarnos
de seguirte hasta allí
y de juntarnos a todos los hombres y mujeres
que en nuestro mundo son despreciados y excluidos.
¡Ellos son el lugar privilegiado de tu presencia!

Todos: Amén
OCTAVA ESTACIÓN
Jesús es ayudado por Simón de Cirene a llevar la cruz

Quien preside: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

Guía: Que por tu santa cruz redimiste al mundo.

Primer lector
Cuando se lo llevaban para crucificarlo,
echaron mano de un tal Simón de Cirene,
que venía del campo,
y le cargaron la cruz
para que la llevara detrás de Jesús (Lc 23, 26).

Segundo lector
Tus discípulos te siguen de lejos,
descarriados y turbados.
¡Cómo hubiesen querido ayudarte a llevar esta Cruz...!
Pero no ha llegado todavía para ellos la hora.

Tú ya no puedes más, las fuerzas te abandonan.


Este leño que te llevará
es ahora demasiado pesado para Ti,
para Ti que nos pides llevar nuestra cruz,
también ella quizás asaz pesada.

Un pasante, Simón de Cirene,


un hombre bien plantado,
es obligado a realizar este servicio fatigoso e ingrato.
¡Un trabajador extranjero,
uno que no es de Jerusalén!

La vida de este hombre y de toda su familia,


la vida de sus hijos Alejandro y Rufo,
no será ya como la de antes.

Guía: Oremos

Quien preside:
Señor, tu gracia nos basta.
Tu potencia se muestra en nuestra debilidad.
Cuando la cruz nos parece demasiado pesada,
Tú la llevas con nosotros.
Ayúdanos a aceptarla sin duda alguna.

Todos: Amén
NOVENA ESTACIÓN
Jesús encuentra las mujeres de Jerusalén

Quien preside: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

Guía: Que por tu santa cruz redimiste al mundo.


Primer lector
Lo seguía una gran multitud del pueblo
y de mujeres, que se golpeaban el pecho
y se lamentaban por él.
Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:
“Mujeres de Jerusalén, no lloréis por mí;
llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos” (Lc 23, 27-28).

Segundo lector
A lo largo de esta subida interminable,
finalmente un signo de compasión:
son las mujeres que osan llorar por Ti, Jesús,
su Maestro y Salvador.
Tú había tenido por ellas reconocimiento y respeto,
las habías amado y jamás despreciado
en su realidad de mujeres.
Les habías hablado del Reino.

También ahora te diriges a ellas


y les dices: “No lloréis por mí,
llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos”.
Tú sabes que la ruina se abatirá sobre Jerusalén,
como se he abatida sobre Ti.
Tú acoges las lágrimas de las mujeres,
las de Raquel y las de todas las madres del mundo,
las lágrimas de María, la Madre de los dolores.
Tú las acogerás en tu muerte,
para que nuestras lágrimas puedan correr libremente,
y venir a ser el lugar mismo de nuestro encuentro
contigo, el Resucitado.

Guía: Oremos

Quien preside:
Jesús, enséñanos a llorar,
como Tú has llorado sobre Lázaro, tu amigo,
y sobre tu ciudad, Jerusalén.
No permitas que nos encerremos en nuestras lágrimas,
porque has bajado hasta nuestros infiernos
y nos tiendes siempre la mano,
Tú, el Resucitado.

Todos: Amén
DÉCIMA ESTACIÓN
Jesús es crucificado

Quien preside: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

Guía: Que por tu santa cruz redimiste al mundo.

Primer lector
Después lo crucificaron
y se repartieron sus vestidos,
echándolos a suertes,
para ver qué se llevaba cada uno (Mc 15,24).

Segundo lector
Te han despojado de tus vestidos, Jesús,
te han clavado en la cruz.
Tú has rehusado el vino y la mirra
porque tu corazón debe estar vigilante, hasta el final.

¡He aquí el hombre!


El rey de los Judíos, el Unigénito.
Él mismo se ha despojado
asumiendo la condición de siervo
que da la vida por los amigos, por los enemigos,
por cada uno de los seres humanos.

Has tomado sobre Ti,


sobre tu cuerpo torturado, agotado, ofrecido sin reserva,
toda la violencia que nos posee,
todo el peso de nuestros rechazos, de nuestras rebeliones,
de nuestras traiciones, de nuestras derrotas,
y nos abres para siempre la fuente del perdón,
las puertas del Reino.

Así se manifiesta plenamente,


en tu extrema debilidad, la fuerza del Amor.
Y tus manos clavadas a la cruz
están abiertas, en un gesto de bendición,
a todo el universo.

Guía: Oremos

Quien preside:
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimo.
Con tu cruz has redimido al mundo.
Te adoramos.

Todos: Amén
UNDÉCIMA ESTACIÓN
Jesús promete su Reino al buen ladrón

Quien preside: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

Guía: Que por tu santa cruz redimiste al mundo.

Primer lector
Uno de los malhechores crucificados insultaba a Jesús.
Pero el otro intervino para reprenderlo, diciendo:
“¿Ni siquiera temes a Dios?”.
Y añadió:
“Jesús, acuérdate de mí cuando vengas como rey” (Lc 23, 39a.40a.42)

Segundo lector
Blasfemias, escarnios, injurias de los pasantes:
“Sálvate a Ti mismo”.
¿Por qué este gusto perverso
de divertirse a espaldas del débil indefenso?
Incluso uno de los condenados
se abandona a este placer
con las pocas fuerzas que le quedan.
Las fuerzas del reino de las tinieblas
obran en plena luz,
y se encarnizan para salvar lo que pueden de su poder.

Pero Tú, Cordero de Dios,


con el corazón herido por un dolor inmenso,
permaneces completamente en la voluntad del Padre.
Interrumpes la espiral de la violencia
rehusando el dejarte envolver por ella
y el mantener a los demás en su ceguera.

Sí, Tú perdonas,
y hoy acoges en tu Reino,
sólo por tu gracia y para siempre,
al buen ladrón,
el homicida que se abre a la fe.
¡Y el centurión, el pagano, queda estupefacto!

Guía: Oremos

Quien preside:
En tu reino sin fronteras,
¡acuérdate también de nosotros, Señor!

Todos: Amén
DUODÉCIMA ESTACIÓN
Jesús en la cruz, la Madre y el discípulo

Quien preside: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

Guía: Que por tu santa cruz redimiste al mundo.

Primer lector
En aquella hora, Jesús, al ver a su madre
y junto a ella al discípulo a quien tanto quería,
dijo a su madre:
“Mujer, ahí tienes a tu hijo”.
Después dijo al discípulo:
“Ahí tienes a tu madre”.
Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa (Jn 19, 26-27).

Segundo lector
María ha vivido todo el sufrimiento
que puede experimentar una mujer en su desgarradora angustia.
Ha asistido impotente a la tortura del hijo,
ha visto al pueblo befarse de él,
y a los soldados repartirse sus vestidos.
Ha conocido el desprecio, la humillación;
ha sentido lacerársele el corazón, partírsele,
atravesado por la espada.

Escucha la voz de Jesús: “Madre, he aquí a tu hijo”.


Y su corazón se inunda de ternura,
de la consolación inefable
de un amor que le revela otra maternidad.

“Tú ya no me tienes contigo,


pero conocerás un amor más grande.
De ahora en adelante tu corazón
no estará lleno de una sola ternura,
amarás hasta el infinito.
Te dejo los míos, mi discípulo predilecto.
Serás la madre que compadece, que anima, que ora,
y con ellos recibirás al Espíritu Santo”.

Guía: Oremos

Quien preside:
Jesús, Tú has dejado a María, tu Madre, y a tu discípulo predilecto,
el don de un amor más grande,
manantial de vida para tu Iglesia.
Concédenos también a nosotros
acogerlo y vivirlo juntos.

Todos: Amén
DÉCIMOTERCERA ESTACIÓN
Jesús muere en la cruz

Quien preside: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

Guía: Que por tu santa cruz redimiste al mundo.

Primer lector
A eso de las tres gritó Jesús con fuerte voz:
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”.
Uno fue corriendo a empapar una esponja en vinagre
y le ofrecía de beber.
Pero Jesús, lanzando un fuerte grito, expiró (Mc 15, 34.36a.37).

Segundo lector
Grito de extrema desolación, angustia profunda del hombre,
presa de los tormento de la muerte, abandonado a sí mismo.
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”.
Tú no eres ya sino sed, sed del Padre,
a pesar de su ausencia;
sed de nuestro amor, a pesar de nuestros rechazos.

En Getsemaní habías presentido


que tu Sí a la voluntad del Padre
tendría que llegar hasta este extremo
para desposar a la humanidad en su alejamiento de Dios,
en su estado de separación.
Tú habías consentido,
y ahora el sí prorrumpe de tus entrañas en otro grito,
el grito del recién nacido, primicia de la nueva humanidad.

“Padre, todo está consumado.


En tus manos entrego mi espíritu”.
Extremo abandono en las manos del Padre,
que acoge el último respiro del Hijo predilecto.

Guía: Oremos

Quien preside:
Jesucristo, Tú has destruido en tu carne
los muros que nos dividen tan fácilmente,
y, con tu Cruz, has eliminado el odio, Tú que eres nuestra paz.
Que seamos una sola cosa: Tú en nosotros y nosotros en Ti,
como Tú estás en el Padre y el Padre está en Ti,
para que el mundo crea que el Padre te ha enviado
y nos ama como te ama a Ti.

Todos: Amén
DÉCIMOCUARTA ESTACIÓN
Jesús es colocado en el sepulcro

Quien preside: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

Guía: Que por tu santa cruz redimiste al mundo.

Primer lector
José de Arimatea compró una sábana,
bajó el cuerpo de Jesús, lo envolvió en la sábana,
y lo puso en un sepulcro excavado en roca (Mc 15, 46a).

Segundo lector
¡Una lanzada!
Agua y sangre.
Jesús está ya muerto.
Tu cuerpo desgarrado, contorsionado por el sufrimiento,
puede finalmente entrar en el reposo.
Tus amigos te bajan delicadamente de la Cruz.
Las mujeres están allí para recibir tu cuerpo.
Incrédulas, contemplan tu rostro.
¿Ha terminado todo de verdad?

Con cuidado envuelven en un lienzo tu cuerpo precioso


y lo colocan con amor en un sepulcro nuevo.
Declina el día, vigilia de un nuevo Sábado,
hay que darse prisa para rodar la piedra delante del sepulcro.

Un intenso silencio envuelve la creación en su reposo,


pero Dios Padre continúa su obra de compasión.
La Vida desciende a los abismos de la muerte,
iluminando los lugares más tenebrosos.
Fecundidad del grano de trigo, arrojado en la tierra,
que muere a su estado originario
para resucitar a la vida nueva y eterna.

Guía: Oremos

Quien preside:
Oh Dios, que nos amas,
con el Bautismo en la muerte de Jesús, tu Hijo,
hemos sido sepultados con Él.
Danos la gracia de un verdadero arrepentimiento,
para que, a través de la muerte y de la puerta del sepulcro,
resurjamos, en el gozo, a una vida nueva,
por Jesucristo, tu Hijo,
que ha muerto, ha sido sepultado
y ha resucitado por nosotros.

Todos: Amén
8 VIACRUCIS CON TEXTOS DEL PAPA PABLO VI

Guía:

Oremos

Quien preside:

Jesús, muriendo en la cruz, nos ha salvado.


Por nosotros ha sufrido y ha muerto.
Desde la cruz mana un torrente de misericordia
y ofrece a nosotros, a todos, la inestimable suerte
de ser perdonados, de ser redimidos.
La cruz ya no será más
un patíbulo de ignominia y de muerte,
sino símbolo de victoria.
Si queremos, podemos recibir
de las lágrimas, de la sangre, de la muerte de Cristo
nuestro gozo, nuestra esperanza, nuestra salvación.

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