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Metáforas sobre la visión, por Stan Brakhage

Imaginar un ojo no gobernado por las leyes de la perspectiva hechas por el hombre, un ojo
no-prejuiciado por la lógica composicional, un ojo que no responde al nombre de todo,
pero el cual tiene que conocer cada objeto encontrado en la vida a través de la aventura
de la percepción. ¿Cuántos colores hay en un campo de hierba para el bebé, que gatea
ignorante del “verde”? ¿Cuántos arcoiris puede crear la luz para el ojo no educado? ¿Cuán
consciente de las variaciones en las ondas de calor puede estar ese ojo? Imaginar un
mundo poblado de objetos incomprensibles y estremecidos por una interminable
variedad de movimientos e innumerables gradaciones de color. Imaginar un mundo antes
de aquello de “al comienzo fue la palabra”.

Ver es retener-percibir. La eliminación de todos los temores es, en la mirada, aquello a lo


que tenemos que aspirar. Una vez la visión pudo haber sido dada –lo cual parece
connatural al ojo del infante, un ojo que refleja la pérdida de la inocencia con más
elocuencia que cualquier otro rasgo humano, un ojo que pronto aprende a clasificar
miradas, un ojo que refleja el movimiento del individuo hacia la muerte debido a su
creciente inhabilidad para ver.

Pero uno nunca puede regresar, ni siquiera en la imaginación. Después de la pérdida de la


inocencia, solo el conocimiento puede equilibrar el vacilante eje. A pesar de ello sugiero
que existe una búsqueda del conocimiento extraña al lenguaje y fundada en la
comunicación visual, que demanda un desarrollo de la mente óptica y dependiente de la
percepción en el sentido original y más profundo de la palabra.

Suponer que la Visión del santo y del artista sea una habilidad incrementada para ver.
Permitir a las llamadas alucinaciones entrar al dominio de la percepción, aceptando que la
humanidad siempre encuentra una terminología despreciativa para todo lo que no parece
ser fácilmente usable; aceptar las visiones del sueño, ilusiones o pesadillas, admitiendo
incluso que las abstracciones, que tan dinámicamente se mueven cuando apretamos los
párpados, son percibidas. Estar consciente del hecho de que no estás únicamente
influenciado por los fenómenos que focalizas y tratar de sondear el sentido profundo de
toda influencia visual. No hay necesidad de que el ojo de la mente sea anestesiado
después de la infancia, a pesar de que en esa edad el desarrollo de la comprensión visual
es casi universalmente descuidado.

Esta es una edad en la cual no hay otro símbolo para la muerte que el cráneo y los huesos
propios de un estado de descomposición... y es una edad que vive en el temor de la
aniquilación total. Es un tiempo obsesionado por la esterilidad sexual, a la vez que casi
totalmente incapaz de percibir la naturaleza fálica de cada manifestación destructiva de sí
mismo. Una edad que, artificialmente, busca proyectarse como estado material dentro del
espacio abstracto y así satisfacerse mecánicamente, pues se ha cegado a casi toda
realidad externa que penetre a través de la vista e incluso a la conciencia orgánica de las
propiedades de los movimientos físicos que expresan su propia perceptibilidad. Las
primeras pinturas de las cavernas que fueron descubiertas, demostraron que el hombre
primitivo tenía mayor comprensión que la nuestra de que el objeto de nuestro miedo
tiene que ser objetivado. La historia entera de la magia erótica es la de la posesión del
temor a través del aferramiento a él. La última búsqueda de visualización ha sido dirigida
hacia Dios, más allá de la posible comprensión humana de que no puede haber amor
donde se encuentra el miedo. Aún más, en esta época contemporánea, ¿cuántos de
nosotros luchamos todavía para percibir profundamente nuestros propios niños?

El artista ha acarreado la tradición de lo visual y la visualización a través de las épocas. En


el presente, unos pocos han continuado el proceso de la percepción visual en su más
profundo sentido y transformado sus inspiraciones en experiencias cinematográficas. Ellos
crean un nuevo lenguaje, hecho posible por la imagen en movimiento. Crean donde
mismo antes de ellos el miedo ha creado la más grande necesidad. Están esencialmente
preocupados y negocian mediante sus imágenes con el nacimiento, el sexo, la muerte y la
búsqueda de Dios.

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